UNA CUSTODIA PARA EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DE CARRICHES (TOLEDO). EL SOL DE VILLANUEVA.

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UNA CUSTODIA PARA EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DE CARRICHES (TOLEDO). EL SOL DE VILLANUEVA. Llega Junio, mes por excelencia del Corpus Christi, con permiso del mes de mayo si la luna primaveral es tempranera. A estas alturas de la desescalada sabíamos que la festividad del Corpus sería “ad interiorem” por motivos de seguridad sanitaria, pero aun así, se celebraría con la solemnidad requerida para una fiesta tan importante. En el artículo de este mes, os quiero acercar la historia de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Carriches, y en especial, los acontecimientos que, llevados por la devoción popular, tuvieron lugar para realizar una custodia al Corpus Christi. DEVOCIÓN AL SACRATÍSIMO CUERPO DE CRISTO En nuestra comarca, la devoción al Cuerpo de Cristo aumentó en consideración gracias a la Señora de Torrijos, doña Teresa Enríquez Alvarado, la “loca del Sacramento”, la “boba de Dios”. Fue hija del tercer almirante de Castilla, y por tanto, prima del rey Fernando el Católico. Desde muy pequeña, y gracias a su abuela doña Teresa de Quiñones, recibió una educación religiosa basada sobre todo en el amor al Página 1


prójimo y la caridad, auténticas señas de la devoción a San Francisco de Asís. De ella aprendió a amar el Santísimo Sacramento, germen del fervor que le demostró doña Teresa durante toda su vida. Casada con don Gutierre de Cárdenas Chacón, maestresala de la reina Isabel la Católica y Comendador Mayor de León, entró a la Corte como dama de la reina, llevando una vida sencilla y modélica.

Tras la muerte de su marido, doña Teresa se trasladó a Torrijos desde donde desarrolló una gran labor social, interviniendo en cientos de fundaciones de conventos, iglesias y capillas. Pero sobre todo, instauró en su Villa la cofradía del Corpus Christi, “Hispaniae prima inter pares” de la que dependieron todas las hermandades del Santísimo fundadas desde entonces en toda España y Portugal. Para ella ganó del papa Julio II, el 21 de Agosto de 1508, la Bula “Pastoris aeterni”, donde se confirmaba su fundación de Torrijos y concedía la gracia de compartir los privilegios espirituales y las indulgencias concedidas a ésta. Este será el punto de inflexión entre las antiguas devociones locales al “gloriosi Córporis mystérium” (que ya existían en muchos de nuestros pueblos) y el “novo cedat ritui” cantado en el “Pange lingua”, el nuevo ceremonial surgido por la devoción de “la Santa” Señora de Torrijos. A partir de aquí, se llegó a afirmar que en cada parroquia de España se fundó una cofradía del Santísimo por su impulso. Y cómo no, Carriches no se quedó a la zaga en Castilla e instituyó su Sacramental en “la iglesia deste lugar que tiene por adbocación señor Sant Pedro”. Página 2


LA COFRADÍA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO DE CARRICHES

Tras el Concilio de Trento (1545-1563), donde se abordó el tema de la Eucaristía (se definió con claridad la presencia real de Jesús en la Sagrada Forma, rebatiendo así las tesis protestantes, y se intentaron corregir prácticas supersticiosas que con el paso del tiempo se habían implantado en torno a la misa), surgieron con fuerza las cofradías dedicadas a promover el culto a la Eucaristía. Además éstas ayudaban a las parroquias a cumplir su labor pastoral como aspecto central de su acción litúrgica. Tenían obligación de acompañar al Santo Viático cuando salía de la parroquia para visitar a los enfermos, atender a sus cofrades ante cualquier necesidad espiritual o corporal, darles cristiana sepultura y encargar misas por el bien de sus almas. Igualmente, colaboraba celosamente en la organización de la Fiesta del Corpus Christi y los actos solemnes del Jueves Santo. Los primeros datos que hemos localizado se remontan a 1565, cuando Mencía Martín, en sus últimas voluntades, deja “media libra de zera al Santísimo Sacramẽto”. Se redactaron ordenanzas, que fueron aprobadas en Toledo por el Gobernador del Arzobispado, don Sancho Busto de Villegas, con fecha 4 de agosto de 1571. Esta cofradía fue, sin duda, una de las hermandades con mayor devoción popular en nuestro pueblo. Página 3


El Gobierno de la Cofradía El gobierno de la cofradía estaba formado por el abad, que era el cura propio de la parroquia, y un cabildo particular, elegido anualmente el día de la Ascensión. Se componía de alcalde, mayordomos y escribano. El alcalde era la máxima autoridad entre los hermanos “al que debemos obediencia del qual todos estamos sujetos en lo tocante a la dicha cofradía”. Los mayordomos eran los encargados, junto con el alcalde, de administración de la cofradía. Se ocupaban de recoger las limosnas de devotos, cobrar las penas impuestas a los hermanos que faltaban a cabildos, entierros, fiestas… y efectuar los pagos de gastos que ocasionaban en la cofradía.

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Su nombramiento comenzaba y expiraba en el cabildo ordinario del día de la Ascensión. En el momento de su relevo en el cargo, los mayordomos cesantes debían presentar las cuentas de la cera y entregar las llaves del arca donde se guardaba a sus sucesores. La cofradía no tenía bienes, por lo que sus gastos corrían a cargo de los mayordomos: “y halló no se toman cuentas por no tener renta alguna, y que los mayordomos que son cada año suplen de sus caudales los gastos que se ocasionan en las fiestas y demás que se ofrecen”. Página 4


La administración del Santo Viático a los enfermos Una de sus obligaciones más importantes era acompañar el Santo Viático en su visita a los enfermos. Así, sacaban dos cirios del arca de la cera para su acompañamiento, obligando bajo penas, a los hermanos designados. Para tal fin, muchos devotos del Santísimo Sacramento legaban a la cofradía en sus testamentos o mandas algunas libras de cera o significativos donativos para costear los gastos de la misma. Acompañamiento de los hermanos difuntos Otra de las obligaciones era el velatorio del hermano difunto en su casa, su acompañamiento desde el domicilio hasta la iglesia, asistencia al funeral y darle cristiana sepultura. También estaban asignadas en sus estatutos 36 misas rezadas al año ofrecidas por los hermanos fallecidos. Funciones religiosas y fiestas La fiesta principal de la cofradía se celebraba el día del Corpus, en la que se exponía el Cuerpo de Cristo en la custodia para darle adoración por los hermanos y vecinos de nuestro pueblo. Tras la Misa solemne cantada, se celebraba la procesión con el Santísimo Sacramento por las calles de Carriches. La Hostia consagrada se colocaba en la custodia y era portada en las manos por el cura propio de la parroquial bajo palio. La procesión acarreaba un riguroso orden, reflejo de la sociedad de la época: primero la cruz de manga parroquial, luego las cofradías con sus estandartes, los cofrades del Santísimo Sacramento, clérigos, con el teniente de cura al Página 5


frente, el pendón sacramental, y, por último, presidiendo el cortejo, la custodia, con el cura propio y el alcalde ordinario de Carriches junto al resto del Concejo. Los cofrades del Santísimo tenían obligación de acompañarlo por las calles portando la cera y el pendón de la misma, recibiendo graves penas los hermanos que no lo hicieran, “sin admitirles escusa alguna si no es que sea por enfermedad”.

Esta cofradía también se encargaba de adornar la iglesia con colgaduras y ramos para tan señalada ocasión, al igual que el Concejo y los vecinos adornaban las calles por donde transcurría el cortejo. La tradición de adornar las calles y casas con ramas verdes, además de las portadas de las iglesias, se relaciona con la Fiesta de los Tabernáculos desde muy antiguo y pasó a enriquecer tiempo después el folclore del día del Corpus. Esta práctica, muy extendida por toda Castilla, ha permanecido hasta nuestros días mediante el adorno de los templos con ricas colgaduras y telas, además de enramadas en las puertas, cubriendo el pavimento con hierbas aromáticas y olorosas. Las plantas preferidas para esta misión, principalmente, ramas de encina, olivo, olmo, o chopo; para el pavimento, los juncos, tomillo hinojos y hierba buena. Normalmente cada casa del recorrido se encargaba de adornar el espacio de calle que le correspondía, según la fachada que tenía. Algunos vecinos, además, preparaban un altar portátil (o recibimiento) donde el Corpus Christi hacía una parada, tradición que seguimos conservando en la actualidad. Página 6


El Jueves Santo era otra de las fiestas dedicada a rendir un culto especial al Santísimo Sacramento, ya que en el memorial de la Última Cena se conmemoraba la institución de la Eucaristía. Para ello se preparaba la capilla de la Veracruz, en la nave del Evangelio contigua al presbiterio, donde se levantaba el Monumento. Estaba encargada la parroquia de su adorno, y de pagar al carpintero para montar los tablones y cuartones que lo formaban. Sobre el altar se colocaba el arca eucarística, “donde se encierra el Santísimo Sacramento”. Tras la “Misa de la Cena” se reservaba el Santísimo en la capilla para la adoración de todo el pueblo, permaneciendo allí hasta la tarde del Viernes Santo. Los momentos importantes de la celebración eran al iniciar la adoración y al finalizar la reserva, y a ellos debían asistir todos los cofrades del Santísimo Sacramento con la cera encendida.

A las doce de la noche, tras la procesión de la disciplina, comenzaba la vela del Santísimo entre los cofrades, repartiéndose de una en una hora entre cuatro de ellos: dos en la vela y otros dos con los cetros en las manos. Así constan en el libro de la cofradía los nombres de los hermanos hora tras hora, desde las doce de la medianoche “y de seis hasta que se encierre Su Majestad han de velar”. El Domingo de Resurrección también era de obligado cumplimiento para los cofrades, sobre todo la procesión del encuentro. De similares características a la que se desarrolla en la actualidad, aunque con alguna sutil diferencia, ya que no se contaba con una imagen de Cristo Resucitado. Así, el Cuerpo de Cristo salía en procesión (en una especie de remedo de la más importante procesión del año que seguía siendo el Corpus) para encontrarse con la Virgen del Rosario que aparecía totalmente enlutada. Tras su encuentro, la imagen de la Virgen se despojaba del luto y continuaba su recorrido hasta la parroquia para la celebración de la Misa. Página 7


A EXPENSAS DE FRANCISCO CANO Y ROMO En el año 1723, siendo alcalde de la Cofradía Francisco Cano y gran devoto del Cuerpo de Cristo, decide con sus propias tierras realizar un peujar y así recaudar los maravedís necesarios para “hacer una alhaja al Santísimo” “que sirva en las funciones del día del Corpus y para cuando salga S.M. en procesión y en público”. En la visita eclesiástica de 1724 Francisco hace constar que lleva recogidas 24 fanegas de trigo, además de parar “en poder de otros vecinos algunas otras porciones”, por lo que se le insta a recoger todo el trigo y venderlo. Quedará como depositario del dinero hasta dar cuenta de ello en la siguiente visita. Para entonces, el 1 de julio de 1727, Francisco Cano y el cura propio de Carriches licenciado don Bernardo de Mejorada y Montoya comparecen ante el nuevo visitador para declarar que tienen en su poder 24 fanegas de trigo y 4 fanegas y 5 celemines de trigo respectivamente, y que puestas en venta a 16 reales la fanega han recaudado una suma de 454 reales y 24 maravedís. El visitador, doctor Manuel Ruiz Machuca, sorprendido por no haber recaudado más limosnas en trigo ni maravedís en esos tres años, les indica que “con dicha cantidad no hay lo suficiente ni con mucho exceso para ejecutar dicha custodia”. El propio Francisco se ofreció para volver a sembrar de nuevo el peujar dando “las tierras necesarias graciosamente de las que posee”. Además, destinarán el “producto y venta de los ramos que se ponen y han puesto en este año y el antecedente en las calles, al tiempo de la procesión del Corpus” para este fin. Antes de terminar con la visita, el doctor Machuca les advierte a ambos que en cuanto tengan recaudada “alguna cantidad más competente se pase a hacer ajuste con maestro conocido y de satisfacción para que haga dicha custodia”.

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Pero no quedó todo ahí: en esta misma visita el cura propio hace partícipe al visitador de la donación que Cathalina Rodríguez, viuda de Miguel Gaitán, hace a la Cofradía del Santísimo Sacramento de una tinaja para grano. Fabricada en El Toboso, tenía una cabida de 70 a 80 arrobas, y se encontraba en la casa de esta señora, donada también a la Cofradía de las Benditas Ánimas del Purgatorio. El buen cura no esperó a las consabidas autorizaciones superiores para ponerla en renta por dos años y recaudar otros 18 reales a sumar a lo ya recaudado. Al doctor Machuca no le quedó otra que autorizar la operación y mandar al buen cura que, en cuanto pudiera, vendiera la tinaja “para ayuda al coste de la custodia que hay que hacer”. A partir de aquí, las cuentas de la Cofradía siguen sumando reales “con el motivo de que se haga una custodia para el Santísimo”. Como hemos dicho “se ejecutó un peujar” y se destinaron también “algunas rifas o aguinaldos y los ramos del día del Corpus”, acumulando 1.088 reales y 18 maravedís en 1732, a cargo de Francisco Cano como administrador. Con 50 años ya cumplidos, Francisco se encontraba mayor, las fuerzas no eran las mismas que cuando comenzó con el proyecto y el visitador era conocedor de ello. Así, el 5 de noviembre de 1732 nombró como nuevo administrador a Pedro Fernández Prieto, “en quien concurren los requisitos y calidades necesarios”. A la vez, el doctor Machuca le pidió a Francisco que debía entregar la cantidad del alcance de las cuentas (1.185 reales) antes del 31 de mayo de 1733 “en virtud de santa obediencia y so pena de excomunión mayor trina canónica monitione en derecho praemisa latae sententiae en que incurra dicho término pasado, y no lo cumplido”. Acuciado por las deudas contraídas (ya que también había sido durante años mayordomo de la parroquia), y al ver que no va a poder reunir el dinero a tiempo, solicita una ampliación del periodo al cura, que le concede por 4 meses más, hasta finales de septiembre. Pero tampoco llega a tiempo. El mismo día 1 de octubre, el cura propio licenciado Bernardo de Mejorada y Montoya, aplicando la cláusula de excomunión latae sententiae (que permitía prescindir de la sentencia establecida en la normativa canónica) rellenó el modelo impreso del auto donde se manifestaba que Francisco Cano ya estaba incurso en tal censura.

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Acto seguido, “y para que llegue a noticia de todos” fue apuntado en la tabla de excomulgados que se encontraba a la puerta de la iglesia y publicado mediante la lectura del auto en el primer día festivo, “al tiempo del ofertorio en misa mayor”.

El principal efecto de esta censura afectaba a Francisco, que era apartado de la participación en los sacramentos, y por tanto, se le privaba de las oraciones y los sufragios de la Iglesia así como de la comunicación con el resto de feligreses. El excomulgado, pues, no podía asistir a los oficios divinos, cosa que incluía no sólo la misa sino también las procesiones o rogativas. Pero no quedaba todo ahí. Otra de las consecuencias de la excomunión para el censurado era que se le apartaba del trato con los miembros de la comunidad en la que vivía, y si éstos no lo evitaban, recaía sobre ellos también la excomunión menor. No tardó Francisco Cano en reaccionar, buscando fiadores para conseguir la totalidad del dinero debido. Así, se presentó ante los señores del Consejo de la Gobernación del Arzobispado de Toledo para entregar los avales, quienes con fecha 31 de octubre de 1733 emitieron certificación de que “le suspendían y suspendieron las censuras que se le impusieron en dicha visita antecedente”. Cumpliendo con lo mandado por los señores del Consejo, el expresado Francisco Cano junto a su mujer Francisca Ruiz Prieto otorgaron escritura pública ante Marcelo de Celis, escribano de Santa Olalla, el 15 de noviembre de 1733 y se obligaron al pago de los reales que se debían, poniendo como garantía su casa.

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El documento achaca a este hecho el que el mayordomo de las rentas de la Cofradía, Pedro Fernández Prieto, no pudiera correr con la administración de la obligación ni, por supuesto, “percibió cantidad alguna”. Para más inri, Francisco Cano falleció en Carriches el 31 de marzo de 1739, a los 56 años de edad, por lo que no pudo hacerse cargo del pago comprometido.

Además, y según dice si acta de defunción “no se dixo misa alguna por ser público y notorio no había dexado bienes para pagar las deudas y haberlo averiguado de personas fidedignas”. Al fallecer “de repente” y sin testamento, se procedió a cumplir con la última voluntad de Francisco, comunicada verbalmente. Para el seguimiento del proceso, intervino la Justicia de Santa Olalla “previno el abintestato la Justicia de Santa Olalla”. Sabemos por otro documento que su hijo Francisco Cano Ruiz Prieto había renunciado a herencia, aunque fue designado judicialmente como pagador y adjudicatario de los efectos y bienes de su padre. De esta manera se aseguraban que conociera perfectamente los bienes o rentas que hubiera tenido su padre, y la mejor manera de adjudicarlos en almoneda. Por ello, el 19 de junio de 1739 en Santa Olalla, y ante el escribano del número de su ayuntamiento, don Miguel José de Herrera, el citado Francisco Página 11


Cano Ruiz Prieto junto a su mujer Paula Gómez otorgaron escritura de obligación para pagar “la referida cantidad de 1.185 reales y mas 3.963 reales a la fábrica de esta iglesia, de quien fue mayordomo dicho Francisco Cano difunto”.

Seguían pasando los años, y en la visita eclesiástica de mayo de 1745 el Licenciado Thoribio Ribero Escardón pidió razón “del caudal que en la visita antecedente quedó deviendo Francisco Cano, que eran 1.185 reales para ayuda a una custodia al Santísimo”. El cura propio, don Pedro Mayo, le informó que no se volvieron a hacer peujares ni recogido limosnas por lo que no hían aumentado el caudal para hacer la custodia. Le enseñó también una certificación del Consejo de la Gobernación, con fecha 22 de septiembre de 1744, donde “fueron servidos mandar que afianzando dicha cantidad…le concedían espera para la paga…hasta fin de agosto de 1745”. El visitador, bastante contrariado con la actitud del cura propio y el mayordomo de fábrica, les conminó a que antes de que terminara el plazo tuvieran recogidos y en su poder los reales que se debían, so pena de excomunión mayor. Además les pidió que continuaran recogiendo limosnas y volvieran a sembrar los peujares “hasta que haya la cantidad suficiente, y habiéndola lo convertirá en dicha custodia, que efectuará maestro inteligente”. Por los datos que nos constan, y cumplido el plazo, no fueron entregados por Francisco Cano Ruiz Prieto los 1.185 reales para la custodia “por no haber podido satisfacer dicha cantidad ni parte alguna della”. Y como se hacía preciso hacer la custodia, volvieron a obligarse mediante escritura pública Página 12


ante el escribano del número de Santa Olalla, don Joseph de la Fuente López, su fecha 27 de septiembre de 1746, “a pagar al dho. Sr. don Francisco Gómez presbítero cura propio los 1.185 reales de vellón, los mismos que Francisco Cano el Mayor, difunto, quedó deviendo al Santísimo Sacramento deste lugar”. Como fiadores actuaron Bernardo Gómez y Joseph Gómez Santana y se comprometieron a entregar el dinero en agosto de 1747.

Y lo cumplieron. Junto con lo recolectado en el peujar de 1747 (155 reales) y lo entregado por Francisco Cano Ruiz Prieto (1.185 reales) en agosto de ese mismo año sumaron un total de 1.340 reales de vellón para la alhaja que, hace más de 24 años se comprometió a realizar Francisco Cano y Romo.

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EL SOL DE VILLANUEVA En el mes de enero de 1748 el cura propio de Carriches, don Francisco Gómez, acudió a Toledo en busca de maestro platero para realizar la custodia de la Sacramental. En el Consejo de la Gobernación, en vista del dinero con el que contaban para hacer la alhaja (1.340 reales) le recomendó que acudiera al Cabildo de Racioneros para ver si ellos tenían alguna custodia recogida de algún despoblado. Y así lo hizo. Acudió a los Racioneros de Toledo para ver si ellos conservaban alguna alhaja que le pudieran vender. Confirmaron con el religioso que poseían varias, que se le mostraron, eligiendo una de precio intermedio, ajustada al capital que poseía la Cofradía para ello. Sólo faltaba la aprobación del Consejo y también, darle un poco de brillo a la custodia elegida. Así, el 15 de febrero de 1748 llegaron a Toledo el cura propio y el alcalde de la cofradía, Francisco Cano, a recoger la custodia a las casas del Cabildo de Racioneros, donde se encontraba. Así lo certificó don Sebastián Rodríguez de la Torre, notario del Cabildo de Racioneros de la Santa Iglesia de Toledo, quien recogió en su documento el precio estipulado de la alhaja “1.197 reales y medio que costó un sol o custodia para el Santísimo Sacramento de plata, que pesa 7 marcos, 3 onzas y 7 ochavas, a 20 reales la onza”. También el precio de “una caja para dicha custodia” por 6 reales, además del coste de los derechos de cuenta, 10 reales. Igualmente nos indica su procedencia, “era de la iglesia despoblada del lugar de Villanueva del Horcajo”.

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El Sol de Villanueva tuvo en su origen un aspecto diferente al que hoy día podemos ver en la parroquia de Carriches. Para hacernos una idea, os dejo una reconstrucción ideal de cómo pudo ser:

Tuvo que pasar un siglo, hasta 1848 (según hemos localizamos en el libro de inventarios de la parroquia en una anotación) donde el cura propio don Benigno Vázquez, ante la imposibilidad de comprar nuevos vasos sagrados y Página 15


con la autorización del Consejo de la Gobernación de Toledo, cambió la cruz de manga parroquial y un incensario, ambos de plata, por varios objetos de bronce. Además se indica en el documento que se “echó” un sol nuevo de plata a la custodia, el que conocemos en la actualidad, formado por treinta y cuatro ráfagas simétricas de diferentes diámetros:

“Que por decreto del Excmo. Consejo de la Gobernación de Toledo, su fecha, primero de octubre de 1848 se vendió al contraste de Toledo la cruz de manga de plata que había en esta parroquia y el incensario igualmente de plata con cuyo importe se hizo: una cruz de manga de bronce plateado; un incensario de bronce plateado; un copón, pie y base de bronce plateado, copa y tapa de plata con el interior dorado a fuego; y finalmente se echó un sol nuevo de plata a la custodia con algunos adornos más en la misma”. En estas fechas el contraste de Toledo era el platero José Ribera, aunque si bien es verdad, que se le vendiera a él la plata, no nos indica que fuera el autor del nuevo sol. Página 16


Os dejo la descripción actual de nuestra custodia: Custodia portátil de sol; cerco adornado por cuatro querubines sobrepuestos, y exteriormente treinta y cuatro ráfagas simétricas de diferentes diámetros; el viril, de plata dorada, con cuarenta y seis rayos, alternando los flameados con los rectos, se une al cerco exterior mediante cuatro querubines; remata en cruz latina de brazos lisos, sobre base de jarrón y querubín; astil compuesto por un cuello troncocónico con molduras; nudo de jarrón con asas avolutadas de tipo vegetal; moldura tubular con toro y escocia terminal; gollete cilíndrico con asas, similares a las del nudo; pie circular liso, sin inscripciones ni adornos, compuesto por un aro cilíndrico que descansa sobre un cuerpo circular rehundido en otro de mayor diámetro y perfil curvo, para terminar en una peana cilíndrica de borde recto.

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CONCLUSIÓN La Cofradía del Santísimo Sacramento de Carriches surgió en nuestro pueblo en el último tercio del siglo XVI gracias al influjo de la Santa Señora de Torrijos, doña Teresa Enríquez, y por mano de la devoción que profesaba al Corpus Christi el sacerdote torrijeño Ambrosio de Flores, por entonces cura propio de Carriches. Devoción mostrada siglos después por Francisco Cano y Romo, quien de sus bienes separó varias tierras para sembrarlas, recoger el grano, venderlo, y así, con el dinero recogido, hacer una custodia decente donde exponer el Sacratísimo Cuerpo de Cristo en su iglesia local. Una alhaja, el Sol de Villanueva, donde se hacía patente el cordero inocente que se ofreció voluntariamente para la salvación de las almas. Un sentimiento religioso, un patrimonio cultural transmitido por nuestros antepasados que ahora se acerca en forma de artículo a los carrichanos de ahora y de siempre. Conocimiento y homenaje también a los villanovenses que, por su devoción al Sacramento de la Eucaristía, costearon antes que nosotros un Sol radiante para resguardar al Señor. Jesús Sánchez de Haro Cronista Oficial de Carriches

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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA ARCHIVO DE LA PARROQUIA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO EN ANTIOQUÍA Y SAN MIGUEL DE ADOVEA • Libros de cuentas de Fábrica de la Parroquial de Carriches 1591-1796. Signatura FA/1-4. • Libros de Defunciones 1546-1632. Signatura SD/1-2. • Libros de la Cofradía del Santísimo Sacramento y Veracruz 1705-1858. Signatura CS/1-2. ARCHIVO MUNICIPAL DE TOLEDO • Bandos y Proclamas: (1847) Bando dado por Jerónimo del Hierro Rojas y Robles, alcalde constitucional de Toledo, ordenando a los vecinos que lleven sus pesos, pesas y romanas a marcar a casa de José Ribera, fiel contraste. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE TOLEDO • Protocolos: (Santa Olalla 1746) Joseph de la Fuente López BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA • Longobardo Carrillo, Julio; Sánchez de Haro, Jesús; Peña Carbonero, Justiniano de la; Buitrago Maselli, Javier; Alcántara García, Fernando (2008). Cofradías y Hermandades en la Villa de Torrijos. • Ramírez de Arellano, Rafael (1915). Estudio sobre la historia de la orfebrería toledana. Página 19


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