CRISIS A NIVEL DE «MORAL VIVIDA» A nivel del comportamiento moral de los hombres de hoy nos encontramos con una profunda crisis. ¿Cómo describirla? No han faltado voces autorizadas para describir y valorar la situación moral («salud moral») de los hombres de hoy. Estas voces provienen del campo civil (puede ser tanto un estadista como un fiscal del Tribunal Supremo), del campo ideológico (tanto en forma de estudio estadístico como de reflexión sociocultural), del campo religioso (en sus distintas confesiones), etc. LA «DESMORALIZACIÓN» DEL MUNDO ACTUAL La crisis de la moral aparece, en primera instancia, como una «desmoralización», como un descenso del nivel ético de la humanidad, o al menos de algunos grupos humanos. Aunque admitamos una marcha ascendente en la «hominización» de la historia, no por eso podemos dejar de constatar ciertos fenómenos históricos o ciertas etapas históricas como momentos de Involución moral. Muchos creen que nos encontramos actualmente en un momento de esa índole. «O lo que yo llamaría la involución moral en los viejos países occidentales y cristianos, Europa Occidental y el mundo anglosajón. En vez de una evolución moral estamos asistiendo a una involución moral. Hay algo de parecido entre esta época y la decadencia grecorromana» Pero el fenómeno de la desmoralización hay que entenderlo correctamente. A nuestro modo de ver, se le puede entender a tres capas diferentes de profundidad: a una capa exterior, viendo la desmoralización como un aumento cuantitativo de mal moral; a una segunda capa de mayor profundidad, entendiendo la desmoralización a partir del carácter «permisivo» de nuestra sociedad; y a una tercera capa, la más profunda, valorando la desmoralización a partir del tipo de hombre que está creando la sociedad actual. En el primer nivel se identifica desmoralización con inmoralidad; en el segundo se identifica con permisividad; en el tercero, con amoralidad. En la exposición nos detendremos más en el tercer aspecto, ya que lo juzgamos de gran importancia. Previamente diremos algo sobre los dos primeros. DESMORALIZACIÓN = INMORALIDAD La manera más superficial de entender la moralidad es explicarla en términos cuantitativos: como un aumento de pecados. En este sentido, desmoralización viene a coincidir con inmoralidad. ¿Radica la crisis actual de la moral en un aumento de Inmoralidad? Para poder hacer esta pregunta necesitamos primeramente probar el aumento en el «quantum» de inmoralidad. Ahora bien, ¿está probada esta afirmación? Si no queremos ser ingenuos, no podemos dejar de ver los males morales que abundan en el mundo actual. Pero también tenemos que tener en cuenta lo siguiente: — es muy difícil, por no decir imposible e incoherente, «medir» la salud moral concreta de un grupo humano; la estadística no es una valoración definitiva en moral; — es necesario admitir la fuerza operante del «misterio de iniquidad », — cuando se habla de aumento de inmoralidad en el mundo de hoy, ¿en qué ámbitos del comportamiento se piensa de una manera preferente?; — es evidente que en nuestro tiempo se han aumentado las posibilidades o capacidades de hacer el mal, pero también se han aumentado las capacidades de realizar el bien;
— el ver tantos males morales en la actualidad, ¿no dependerá, en parte, de un aumento de la sensibilidad moral de los hombres, o al menos de ciertos grupos humanos? A pesar de estas anotaciones que «relativizan» la afirmación del aumento del mal moral en el mundo de hoy, hay que admitir la existencia de muchas y profundas inmoralidades en el mundo actual. Hasta se puede admitir que la situación ética de los hombres haya sufrido un aumento de inmoralidad. Sin embargo, aun admitiendo todo eso, no se puede decir que la crisis de la moral se resuelva en un aumento de inmoralidad. Por desgracia, no faltan apreciaciones de algunos «profetas de calamidades » que adoptan esa perspectiva, sobre todo en referencia a ciertos grupos humanos (por ejemplo, la juventud) o ciertos grupos cristianos (por ejemplo, los progresistas). La valoración del fenómeno de la desmoralización como aumento cuantitativo de inmoralidad es un aspecto del problema, pero no el más decisivo. DESMORALIZACIÓN = PERMISIVIDAD Nuestra sociedad es de signo «permisivo». La sociedad «paternalista » (una sociedad cerrada, de control absoluto) ha dado paso a una sociedad «permisiva». La permisividad aparece necesariamente en un tipo de sociedad pluralista y lleva consigo como consecuencia la «tolerancia». Estos tres factores, pluralismo-permisividad-tolerancia, repercuten hondamente en la manera de vivir y de formular la moral. La permisividad, que es propia de nuestra sociedad pluralista, tiene dos manifestaciones fundamentales: la permisividad social y la tolerancia jurídica. Con respecto a la permisividad social, es evidente el paso de la 'Clandestinidad' a la «publicidad». Muchos comportamientos éticamente reprobables permanecían antes en la esfera privada, mientras que ahora han pasado a la esfera de lo público. Para muchas personas, esta «publicidad» (que tiene sus exponentes máximos en los medios de comunicación social) es un factor decisivo de desmoralización. No podemos negar que esta nueva situación trae muchos elementos negativos. Insistiríamos fundamentalmente en dos: — la publicidad de los fallos morales va creando una situación de oscurecimiento de los valores éticos; va apareciendo una «connaturalidad» con relación al mal que hace descender el nivel de reacción moral; — los aspectos negativos repercuten de un modo especial en todas aquellas personas que podemos llamar los débiles»: niños, personas en período de educación, hombres inmaduros, etc. Si bien es cierto que sigue siendo válida la realidad del «escándalo», no podemos olvidar, sin embargo, que el paso de la clandestinidad a la publicidad no puede ser interpretado con formas mentales ya superadas y ajenas a la esencia más genuina de lo cristiano. En este sentido, debiéramos tener en cuenta que la hipocresía y el «buen parecer moral» no son criterios de tipo cristiano; repugnan a una moral evangélica del Sermón de la Montaña. Por otra parte, cuando se habla de la publicidad de los fallos morales se suele insistir con preferencia en comportamientos de tipo individual. ¿No tendríamos que admitir que la publicación de los fallos sociales, por ejemplo de la Administración pública, puede aportar una elevación del sentido moral de la misma sociedad?
Más problemática es la permisividad de tipo jurídico. No podemos dejar de admitir que el pluralismo de nuestra sociedad lleva consigo la realidad de la tolerancia. ¿Cómo interpretar esta situación? Por una parte denota un descenso real de los valores morales, sobre todo cristianos. Un ordenamiento jurídico de la tolerancia supone una realidad social que configura su vida con esa valoración tolerante. Pero, por otra parte, el ordenamiento jurídico de tolerancia supone un progreso en la aceptación real de la libertad de conciencia de las personas. En todo caso, hay que distinguir claramente entre «lícito moral» y «lícito jurídico». Aunque las leyes civiles, para ser justas, han de apoyarse en la ley moral, eso no impide que se den ordenamientos jurídicos sobre comportamientos que desde un punto de vista de moral cristiana resultan inmorales. Un ordenamiento jurídico concreto (por ejemplo, del divorcio) no proclama la licitud moral de dicho comportamiento. Además, todo ordenamiento Jurídico tolerante ha de respetar la libertad de conciencia de los que tengan ideas morales contrarias al comportamiento tolerado, sin que se atente a su libertad ni se les cause ningún perjuicio. ¿Qué postura cristiana adoptar ante esta nueva situación de la tolerancia jurídica? «Cuando la ley civil es suavizada o se hace más tolerante, se produce un vacío moral en la vida de aquellos que han tomado erróneamente la ley civil como guía para la vida. Es deber de los cristianos llenar este vacío con su ejemplo, y si piensan que en todos los casos el bien común debería ser servido por la legislación, ellos tienen el derecho o pueden tener el deber de trabajar en este sentido, por medio de la discusión y de la persuasión. Pero deben darse cuenta también de que en una sociedad pluralística tenemos el deber de respetar las convicciones ajenas, si se profesan hondamente, aunque discrepen de las nuestras» ". DESMORALIZACIÓN = AMORALIDAD El descenso del nivel ético de la humanidad ha de interpretarse, en su dimensión más profunda, como un fenómeno de «amoralidad». Esa es la visión seria de la desmoralización actual. «En todas las épocas de la historia de salvación existe el misterio de iniquidad, pero hay algo nuevo en ese misterio de iniquidad referente a la moral. Hay algo así como una especie de desmoralización en un terreno inédito. Lo mismo que en el terreno doctrinario hay algo nuevo, que es el ateísmo sistemático, en el terreno de lo moral tenemos una especie de desmoralización de los mismos principios» La amoralidad supone una mayor desmoralización que la inmoralidad'. La crisis de la moral en el mundo de hoy radica sobre todo en esta constatación: está haciendo su aparición un tipo de hombre amoral, creado por la forma de sociedad que tenemos. Es Imposible describir en una sola adjetivación la complejidad de nuestra sociedad actual". Son múltiples los rasgos socioculturales que configuran la vida de la humanidad en el momento presente. Sin embargo, no cabe duda que nuestra sociedad está proyectada y se expande dentro de una civilización dominada por la ley del «consumo». La industrialización de anteayer, el urbanismo y la masificación de ayer, y el tecnicismo de hoy abocan necesariamente a una nueva forma de civilización. Nace así la «sociedad de consumo», en la que tenemos que realizar el proyecto insobornable de nuestro propio existir. Para ello necesita adoptar una decisión. El juicio valorativo es éste: la sociedad de consumo ha provocado y sigue provocando un descenso del nivel ético del mundo.
Una sociedad como la nuestra montada sobre la ley del consumo tiene muchos aspectos «inmorales», ya que origina fallos en la justa ordenación humana. Pero eso ha ocurrido en todas las épocas. Lo peculiar de la nuestra es la aparición de la «amoralidad» como sistema humano. Esa es la «inmoralidad» de la sociedad de consumo: provocar la amoralidad, negar la moral, desmoralizar la humanidad. Se ha estudiado mucho el fenómeno del «ateísmo» en el ámbito religioso-cristiano. Pero se ha prestado poca atención a este «ateísmo» en el campo de la moral. El fenómeno de la desmoralización es tan peligroso y de consecuencias tan perniciosas como el fenómeno del ateísmo, con el que —por otra parte— forma una unidad. La sociedad de consumo ataca el núcleo íntimo del hombre: lo desmoraliza. La realidad moral es algo constitutivamente humano; viene exigida por las propias estructuras psicobiológicas del hombre. Tenemos que afirmar «la realidad constitutivamente moral del hombre» según lo sabíamos de siempre y según nos lo ha recordado tan maravillosamente “Zubiri” a partir de sus Ideas antropológicas". Pero ¿cuáles son los mecanismos por los cuales la sociedad de consumo lleva a cabo su labor demoledora? He aquí la enumeración —aunque no la explicación desarrollada— de los más Importantes: La aparición del hombre-masa La sociedad de consumo ha creado un nuevo tipo de hombre: el hombre-masa; ha creado un nuevo tipo de sociedad: la sociedad de masas. Fue Ortega y Gasset quien en el año 1926 comenzó a airear su descubrimiento de la «rebelión de las masas»; descubrimiento que luego, en 1929, sometió a riguroso análisis, dando lugar a su libro más ‘famoso y mejor logrado: «La rebelión de las masas». No interesa en este momento seguir paso a paso el análisis de Ortega ni estudiar el fenómeno de la masificación como indicador sociológico y como rasgo configurador de una nueva forma de sociedad". Aquí nos interesa constatar la relación que el hombre masa tiene con la moral alegóricamente: «La civilización europea —he repetido una y otra vez— ha producido automáticamente la rebelión de las masas. Por su anverso, el hecho de esta rebelión presenta un cariz óptimo; ya lo hemos dicho: la rebelión de las masas es una misma cosa con el crecimiento fabuloso que la vida humana ha experimentado en nuestro tiempo. Pero el reverso del mismo fenómeno es tremebundo: mirada por este haz, la rebelión de las masas es una y misma cosa con la desmoralización radical de la humanidad.» El hombre-masa se ha quedado «sin tarea, sin programa de vida». «Esta es la pura verdad. Todo el mundo —naciones, individuos— está desmoralizado» Ortega termina su libro con la siguiente afirmación: «Esta es la cuestión: Europa se ha quedado sin moral...No creáis una palabra cuando oigáis a los jóvenes hablar de la "nueva moral". Niego rotundamente que exista hoy en ningún rincon del continente grupo alguno informado por un nuevo ethos que tenga visos de una moral»“. (VIDAL, Marciano. MORAL DE ACTITUDES. Moral de actitudes. Madrid. 1975)