Hortenios No.8

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Revista de Filosofía y Teología AÑO 4

No.8 SEPTIEMBRE 2016

Revista de Filosofía y Teología SEPTIEMBRE 2016


REVISTA HORTENSIO a través del

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1 Editorial Editores 2 La reflexión ecológica en la historia de la Iglesia católica Fr. José Ezequiel González Ayala, OSA

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3 Ecología en la era neopagana Luis Octavio García Mondragón

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4 Educar la conciencia para un ecología integral María del Carmen Mejía Colín

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5 Reverencia y respeto por todas las formas de vida no humana en la “Laudato si” Dr. Eduardo Bonnín Barceló, Sch.P.

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6 La dimensión económica de la atención a nuestra casa común Dr. Félix Roberto Carvallo Garnica Dr. Roberto Carvallo Escobar.

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7 Identidad e identificación: un salto del individuo a su entorno Axel Velasco Maldonado

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AGUSTINIANO Instituto Filosófico-Teológico Convoca A toda persona interesada, conocedora o estudiante de Filosofía y Teología a presentar propuestas para colaborar en la Revista Hortensio. Los números 9 y 10 de la revista estarán dedicados a los 500 años del inicio de la Reforma Protestante. Las temáticas de los artículos propuestos deberán estar enmarcadas en el contexto de este hecho histórico, en especial en la vida y obra de Martín Lutero, desde la perspectiva de alguna de las disciplinas de la Filosofía y la Teología, aunque también se podrán aceptar otras perspectivas afines como la histórica, sociológica, etc. Hortensio es la revista semestral del Agustiniano, especializada en Filosofía y Teología. En ella se expresa el pensamiento característico de nuestro Instituto. Los artículos de Hortensio expresan temas contemporáneos de interés cuyas problemáticas se instancian en el área filosófica o teológica. Los artículos deberán ser de legítima autoría e inéditos y ceñidos a las normas metodológicas que el Agustiniano establece, mismas que pueden consultarse en: http://www.institutoagustiniano.org/pdfs/LINEAMIENTOS_METODOLOGICOS_DEL_AGUSTINIANO. pdf o solicitarse al correo electrónico hortensio@institutoagustiniano.org

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DERECHOS DE AUTOR Y DERECHOS CONEXOS, Año 4, Número 8, septiembre 2016, es una publicación semestral editada por el Agustiniano, Instituto Filosófico-Teológico, Paseo de San Agustín 72, Alteña III, Lomas Verdes, C.P. 53120, Naucalpan de Juàrez, Estado de México, ISSN: en trámite. Queda prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional de Derechos de Autor.

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Editorial Q

¿ ué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? es la interrogante que traspasa la encíclica Laudato si’ (Alabado seas), con la que el Papa Francisco invita a todos los hombres a reflexionar sobre el cuidado de la casa común; esta tierra maltratada y saqueada que clama y cuyos gemidos se unen a los de todos los abandonados del mundo, los excluidos. La encíclica toma su nombre de la invocación de san Francisco, «Laudato si’, mi’ Signore», en el Cántico de las Criaturas. Fue dada a conocer el 15 de junio del 2015, en el aula nueva del Sínodo en el Vaticano, y en ella el Papa propone impulsar una audaz revolución cultural, que frene y repare los daños a la tierra, nuestra casa común.

Laudato si

De entrada, establece la relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, pero también advierte que no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, pueden también superarse, volver a elegir el bien y regenerarse. Sin duda, el planteamiento del Papa Francisco no será fácil y habrá de generar grandes debates y discusiones, por lo que en su nueva entrega a sus lectores, Hortensio aporta la visión de sus colaboradores, para repensar en la revaloración del hombre y su casa común, en donde nadie acapare lo que puede ayudar a otro, ni excluir o negar la existencia de los demás. En los textos que se leerán en las páginas siguientes, los autores aluden al diagnóstico que el Obispo de Roma hace respecto de las condiciones de la naturaleza y la actuación del ser humano, que ha acelerado el cambio climático, sequías, hambrunas, descongelamiento de las capas polares y la pérdida de especies, de miles de ellas. Por ello, el llamado papal lleva implícita la necesidad de una evolución de pensamiento, nada sencilla pero que es de suma trascendencia, ya que significaría un enorme sacrificio y se daría un duro golpe al individualismo, en el que pareciera se sustenta el mundo que hoy vivimos, ajeno a cualquier responsabilidad social. Se advierte que los movimientos ecologistas han fracasado, al pretender solucionar la grave crisis ambiental, sin que ello implique sacrificio alguno. Y si bien es cierto que logran salvar al planeta del desgaste que implica satisfacer al apetito voraz del hombre, no consiguen salvar al hombre del consumismo; o del hedonismo que lleva al ecologista a ver como belleza natural aquello que inspira confort y descanso; y menos aún lo salva del nihilismo en el que queda sumergido, cuando dedica su vida a la satisfacción de un apetito que en lugar de disminuir crece. Sin embargo, se hace hincapié en que la Encíclica Laudato Si no busca solo atribuir culpas o responsabilidades, sino busca la toma de decisiones prudentes, que puedan asegurar la supervivencia del hogar a futuro, e insiste en que si deseamos progresar armónicamente con la naturaleza, la responsabilidad del cuidado de nuestra casa recae en aquellos de visión más amplia, los que puedan promover, ya sea por medio de actos individuales o colectivos, el amor a su hogar. Por todo ello, la conversión ecológica a la que nos llama Francisco representa un cambio de ruta, asumiendo la urgencia del desafío que representa el cuidado de nuestra casa común. AÑO 4

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Kunstformen der Natur (1904) Ernst Haeckel 4

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Ecología

La reflexión ecológica en la historia de la Iglesia católica Fr. José Ezequiel González Ayala, OSA correo electrónico: ezequiel99_2000@yahoo.es

Alumno egresado del Agustiniano. Licenciado en Historia de la Iglesia por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. El pensamiento contemporáneo ha inventado la palabra ecología, cuya doctrina ha penetrado en un vasto mercado de consumo asociándose con una publicidad que desprecia, hasta cierto punto, la dignidad del hombre propuesta en las Sagradas Escrituras. Durante dos milenios, el cristianismo ha desplegado una reflexión ecologista, que muestra a Dios como autor del mundo, marco material del hombre para alcanzar una vida imperecedera y no su propia destrucción. La encíclica Laudato Si sintetiza esta teología. Palabras clave: Ecología, hombre, cristianismo, Tradición de la Iglesia. Siglas o abreviaturas: CA: Encíclica Centesimus annus, del Papa Juan Pablo II. CV: Encíclica Caritas in veritate, del Papa Benedicto XVI. LS: Encíclica Laudato sí, del Papa Francisco. MMag: Encíclica Mater et magistra, del Papa Juan XXIII. OA: Carta apostólica Octogesima adveniens, del Papa Pablo VI. SRS: Encíclica Sollicitudo rei socialis, del Papa Juan Pablo II.

El pensamiento contemporáneo ha inventado la palabra ecología y

le ha dado el significado de un discurrir humano en el mundo, al que considera como la casa o el hogar en donde el hombre se desenvuelve. Es notorio el parentesco de esta significación con la voz griega economía. Por eso la ecología pretende mostrarse como una ciencia, arte y prudencia, destinadas a ver en el mundo en que habitamos una suerte de gran pradera doméstica, donde el animal racional discurre su existencia histórica con arreglo a un cierto orden con respecto a las demás cosas que le acompañan en este destierro. Desde el punto de vista de la epistemología y de la teoría filosófica de las virtudes intelectuales, destaca el resurgimiento de las inquietudes humanas por ese orden, por el lugar que ocupa en el mundo y su interrelación con los demás seres.

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Bien común

La licitud de estas inquietudes no se aviene con la gran cantidad de posturas precarias, incoherentes y faltas de un mínimo fundamento científico que, desgraciadamente, se dan en muchos exponentes del pensamiento ecológico reciente. Como consecuencia de estas interpretaciones, la ecología que presentan ante nuestros ojos destila connotaciones de una ideología atractiva y subyugante, comercializada por un formidable aparato de propaganda industrial. Es innegable que la ideología ecologista ha penetrado en un vasto mercado de consumo, de la mano de una publicidad que, apoyada en una sospechosa exaltación sensiblera de la naturaleza material, despreciando hasta cierto punto la dignidad del hombre, tal como viene puesta en relieve en las Sagradas Escrituras: La dignidad de la creatura racional es la dignidad de la Trinidad que, gracias al Amor del Señor, dispensa a la más perfecta de sus obras… el hombre. Durante dos milenios, el cristianismo ha desplegado una concepción ecológica, si así se puede denominar, situada en las antípodas de la ideología ecologista, cuyo auge comprobamos cotidianamente. Se trata de una auténtica doctrina de las condiciones del mundo, como lugar en donde el hombre mora, mientras le toque continuar protagonizando su devenir histórico. Pero nuestro mundo, de acuerdo con el sentir cristiano, está marcado por dos rasgos que merecen ser subrayados en todo momento: uno, que su autor no es el hombre, sino Dios, aunque Dios lo haya creado para nosotros, y nos haya dado una cierta potestad para ejecutar los actos ordenados a su recto gobierno; el otro, que el mundo donde vivimos no ha sido creado por Dios para que en él se agote nuestra vida, sino para que sirva como marco material de la marcha del hombre hacia una vida imperecedera, que se consuma en la gloria transmundana de aquellos que alcanzan la gloria contemplando a Dios.1 Hablar de una teología ecológica es también un concepto muy reciente sobre todo referida a un bien común. Sin embargo, en la tradición y en el magisterio de la Iglesia ha estado presente este tema, aunque no siempre haya utilizado este término. Para hablar de ecología y naturaleza, quiero citar al teólogo latinoamericano Leonardo Boff, quien dice: La primera revelación divina es la voz de la naturaleza, el verdadero libro parlante de Dios. En vista de que hemos perdido la capacidad de oír, Dios por piedad, nos dio un segundo libro que es la Biblia, para que escuchando sus contenidos pudiéramos oír nuevamente lo que la naturaleza nos dice. Esta idea es tomada por San Agustín y sistematizada por San Buenaventura en la Edad Media.2 A propósito de Boff, en una entrevista que le hizo el periódico brasileño “Jornal do Brasil”, el 21de junio de 2015, con ocasión de la publicación 1 Cf. Sacchi Mario Enrique, «Ecología y Cristianismo», en Ars Brevis, núm. 4, Universitat Ramon Llull, Barcelona 1998, pp. 247-270. 2 Boff Leonardo, La Gran Transformación, edit. Dabar, México 2015, p. 952.

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de la nueva encíclica del papa Francisco, Leonardo, con modestia y sencillez franciscana, manifiesta su participación en el contenido de la encíclica, y los contactos que tuvo que hacer para hacer llegar al Papa, sus numerosas y valiosas obras sobre ecología.

Casa común

Es sugerente ver la evolución dentro de la teología. Hace algunos años el pensamiento de Boff era visto con cierta sospecha por parte de la Congregación de la Doctrina de la Fe, hoy el mismo Papa en su encíclica “Laudato Si” coincide de algún modo con ese pensamiento. La encíclica “Laudato Si’ está inspirada en el Cántico de las Creaturas de San Francisco De Asís, a quien el Papa Francisco admira tanto y de quien tomó su nombre al inicio de su pontificado.3

El Papa Francisco aún sin decirlo maneja la metodología que tanto se usa en la teología latinoamericana: Ver, juzgar y actuar, que se dibuja en el objetivo que propone el Papa al integrar su encíclica como parte del magisterio social de la Iglesia como es reconocer las grandes, la urgencia y la hermosura del desafío que se presenta a través de un recorrido por distintos aspectos de la actual crisis económica, con el fin de asumir los mejores frutos de la investigación científica actualmente disponibles, dejarnos interpretar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual. Tomaré algunas razones que se desprenden de la tradición judío-cristiana, a fin de procurar una mayor coherencia en nuestro compromiso con el ambiente. Luego intenta llegar a las raíces de la actual situación, de manera que no miremos solo los síntomas, sino también las causas más profundas. Así podemos proponer una ecología que, entre sus distintas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea. A la luz de esa reflexión quisiera avanzar en algunas líneas amplias de diálogo y de acción que involucren tanto a cada uno de nosotros como a la política internacional.4

Una de las novedades más importantes es que la Laudato Si no sólo está dirigida a los católicos o a los hombres de buena voluntad, sino que el Papa expresa: “Quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta” y el objetivo es “especialmente entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común”5

Como sabemos, el tema de la Encíclica Laudato Si, sobre el cual el Papa Francisco reflexiona es sobre la creación y la llamada casa común. En esta encíclica el Papa expresa en el No. 62 la necesidad, no obstante que algunos la niegan, de integrar las aportaciones de la ciencia y la religión, que, en un diálogo intenso pueda ser productivo para ambas podemos decir: el diálogo entre fe y razón. Tema que San Agustín trata con mucha frecuencia en sus escritos. 3 Cfr. LS 10. 4 Id.,15. 5 Cfr. Id., LS 3.

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San Basilio

La encíclica Laudato Si refleja una teología que se ha ido desarrollando a través de la historia de la Iglesia, ya que en ella encontramos citas de la tradición de la Iglesia, como las de algunos padres: San Basilio Magno o San Justino; de doctores como Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura y San Juan de la Cruz; de escritores cristianos como Dante, Tomás de Celano , Vicente de Lerins; de Teólogos contemporáneos de la talla de Romano Guardini, Juan Carlos Scannome o Paul Ricoeur. Son mencionados también Teilhard de Chardin, el patriarca Ortodoxo Bartolome I, así como el maestro espiritual musulmán Ali Al- Kawwas –una gran novedad-. No podían faltar citas de documentos del Concilio Vaticano II -Gaudium et Spes- y del Catecismo de la Iglesia Católica. Está también presente el pensamiento de los últimos papas como Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, y documentos de su propio pontificado, como la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, y otros textos de sus catequesis y homilías. El magisterio de las iglesias locales está expresado a través de citas de documentos de las conferencias episcopales, como la de España, Austria, Japón Estados Unidos, Colombia, Brasil, Sur de África, Alemania, México, Paraguay, Nueva Zelanda, Portugal, del Sur de África, Filipinas, Bolivia, etc. Aunque el Papa Francisco no pretende repetir toda una teología sobre la creación,6 cita con frecuencia textos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Del Antiguo Testamento son tomados sobre todo los relatos de la creación del Génesis, en donde se resalta la bondad (“vio Dios que todo era bueno”) la imagen y semejanza divina, el amor personal de Dios a cada hombre, así como pasajes del libro de la Sabiduría. De los padres de la Iglesia, en la Laudato Si aparecen dos citas de San Basilio Magno, que han tenido gran influencia en escritores cristianos posteriores. San Basilio Magno que es conocido por ser el autor de dos anáforas eucarísticas la bizantina penitencial y la IV del Misal Romano actual, es citado dos veces, en su obra “Hexamerón” sus nueve homilías Perí Hexamerón fueron leídas, admiradas e imitadas por ilustres eclesiásticos y por generaciones de cristianos. El obispo de Milán San Ambrosio las leyó complacido y a su vez pronunció otras tantas homilías sobre el mismo tema. San Jerónimo las leía y admiraba. Eusatacio las tradujo al latín, San Agustín las cita en sus sermones, Casidoro las hacía leer y meditar por sus monjes, San Isidoro de Sevilla se refiere a ellas con gran admiración, Santo Tomás de Aquino las cita repetidas veces. Estas homilías tenían como finalidad presentar una teología de la naturaleza y del hombre. Exponen los seis días de la creación según el Génesis 1, 1-26, fueron suspendidas al llegar a la creación del hombre”.7 6 Cfr. LS 65. 7 Krpan Domingo, «Homilías de San Basilio Magno sobre los Seis Días de la Creación», en Teología, núm. XXXI-64, Pontificia Universidad Católica de Argentina, Buenos Aires 1994, p. 129.

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El beato Paolo VI, escribió hace casi medio siglo: Mientras el horizonte de hombres y mujeres se va así modificando, partiendo de las imágenes que para ellos se seleccionan, se hace sentir otra transformación, consecuencia tan dramática como inesperada de la actividad humana. Bruscamente, la persona adquiere conciencia de ella; debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación. No sólo el ambiente físico constituye una amenaza permanente: contaminaciones y desechos, nuevas enfermedades, poder destructor absoluto; es el propio consorcio humano el que la persona no domina ya, creando de esta manera para el mañana un ambiente que podría resultarle intolerable.9

Sistema ordenado

Es interesante el comentario del Papa sobre el pensamiento judío– cristiano que ha dado al pasaje del Génesis de dominar y someter la tierra (Gn. 1, 128), con el cual se favorecía la explotación salvaje de la naturaleza, presentando la imagen del ser humano como dominante y destructor. No es la manera correcta de interpretar la Biblia, y reconoce con humildad que algunos cristianos han interpretado la Sagrada Escritura de una manera incorrecta. Esta mala interpretación bíblica ha sido puesta en evidencia por los Papas, quienes desde León XIII han hecho alusión al medio ambiente. La doctrina social de la Iglesia ha ido avanzando hacia un espíritu conservadurista. Fue Juan XXIII el primero en expresar las preocupaciones ambientales ante el desarrollo incontrolado de la década de los años 60 del siglo pasado. En su encíclica Mater et Magistra introduce el tema de cómo conservar los bienes materiales en relación con el crecimiento demográfico; se pregunta cómo coordinar los sistemas económicos y los medios de subsistencia con el intenso incremento de la población humana. Dios le ha otorgado a la naturaleza una capacidad casi inagotable de producción, cuyas energías debe conocer y dominar el hombre con la inteligencia con la que Dios le ha enriquecido. El mandato Bíblico de dominen la tierra no se lo dio para destruir la naturaleza, sino para satisfacer sus necesidades, y concluye en que hay que utilizar la razón y mirar por las próximas generaciones.8

El mensaje de Paulo VI, pasó inadvertido por los líderes económicos y políticos durante décadas. San Juan Pablo II en su encíclica Sollicitudo Rei Socialis de 1987 afirma que “conviene tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado, que es precisamente el cosmos”.10

En la Encíclica Centesimus Annus de 1991, Juan Pablo II ha por consiguiente especificado la cuestión ecológica, vinculándola estrechamente con el problema de consumismo y a los que él llamo un 8 MMag 197. 9 OA 21. 10 SRS 34.

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error antropológico el hombre, impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo. El hombre que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido, de crear el mundo con su propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre bajo las bases de la primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios. Cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero no debe traicionar. En vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ella provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él.11 Juan Pablo II estableció los parámetros de la reflexión de la Iglesia con respecto a este preocupante desafío entonces relativamente nuevo. Destruir la armonía del medio ambiente es una pena, ya que aleja a los seres humanos de sí mismos y de la tierra. Cardinal es la relación entre la humanidad y el resto de la creación, que debe ser alimentada con amor y sabiduría. La crisis ambiental no sólo es científica y tecnológica, es fundamentalmente moral. Benedicto XVI ha sido definido como el primer Papa verde (National Geographic, 28 de febrero de 2013), haciendo suyas muchas cuestiones ambientales y ecológicas heredadas de su predecesor, y desarrollará posteriormente. En su encíclica Caritas in Veritate, reiteró que la cuestión ecológica concierne a todos los cristianos, justamente por ser gente de fe, y la Iglesia como tal: La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlos, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación, que pertenece a todos. Debemos proteger al hombre contra la destrucción de sí mismo.12

11 Cfr CA 37. 12 CV 51. 10

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Neopagana

Ecología en la era neopagana Luis Octavio García Mondragón correo electrónico: lgmjpgr@hotmail.com

Tiene título de licenciatura en Filosofía por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. Participa en círculos de lectura desde hace 10 años, da conferencias casi a donde sea que lo inviten y es miembro del Seminario de Filosofía Política de la FES Acatlán. Es profesor en el Seminario Mayor de la Arquidiócesis de Tlalnepantla y en el Agustiniano Instituto Filosófico-Teológico. A partir de la tesis metafísica clásica del hombre como animal racional se explorarán los límites de una propuesta ecológica que niega la tesis metafísica, tal como la ecología contemporánea, a fin de exponer la contraparte clásica a la ecología como la relación verdadera entre naturaleza y hombre. Palabras clave: Naturaleza, hombre, razón, cosmos. No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios Manuel II Paleólogo

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riginalmente la ecología no era terapéutica; imposible parece que no lo sea ahora. Enfrentamos a la ecología como una urgencia imperante: creemos que el fin inminente nos obliga a hacer algo, que faltar a nuestra responsabilidad práctica acabará con el mundo, que en nuestras manos está la salvación. Queremos sintetizar en un imperativo ecológico nuestras creencias sobre la praxis, la libertad y el fin de los tiempos. Todo lo cual estaría muy bien si en realidad todo eso no fuera tan malo: no podemos apurar lo importante; así como no podemos importar la prisa a la reflexión de lo mejor. Debemos reflexionar bien y con calma; quizás en los tiempos de crisis el único imperativo es pensar. AÑO 4

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Crisis ecológica

Pensemos en primer lugar en los imperativos contemporáneos en cuanto a la ecología. Pensemos en ellos para identificarlos y prevenirnos ante ellos; pues prevenirnos es juzgar su legitimidad. A mi juicio, son tres los imperativos contemporáneos que reclaman legitimidad: el de la naturaleza, el del hombre y el de la historia. El imperativo de la naturaleza se sintetiza con la sencillez de las ideas fáciles: hay que vivir conforme a la naturaleza. Vivir conforme a la naturaleza; empero, supone la cancelación de la compresión sobrenatural de la libertad, lo que niega a la ecología alguna finalidad, lo que la impide como virtud. Ante los creyentes de este imperativo, quizá, conviene recordar una agudeza chestertoniana: “…los más sofistas de todos son los gimnosofistas”1. El imperativo del hombre, por su parte, sitúa en la acción humana el quid de la ecología. O dicho en otros términos: el imperativo del hombre hace de la ecología una instancia del progreso. Desde el imperativo del hombre, la ecología tiene como meta el desarrollo de los métodos de salvación de lo natural, aunque eso suponga que podamos superar a la naturaleza, que el hombre pueda dejar de ser natural y que la naturaleza no sea necesaria. En esta cancelación de la finalidad se fragua la banalización de la libertad. Ante esto, se torna evidente la imposibilidad legal del progreso. El imperativo de la historia nace, precisamente, de la crítica al progreso: la historia nos emplaza desde la esencia de la técnica: la ecología sólo sería posible como renuncia absoluta a la modernidad. El imperativo de la historia se resuelve en una «disposición de la espera» que, en palabras de Joseph Ratzinger, “es en sí misma algo que transforma, y el mundo es distinto si toma la postura de alerta o si se niega a ello”2. Aquí, la legitimidad proviene de la necesidad (ananké) y la necesidad impone tragedia. Tres imperativos reclaman legitimidad, repito, aunque ninguno la necesita: es imposible imperar cuando no es posible la libertad; la libertad se funda en la Ley. Queda un falso imperativo por señalar, que si bien no es en sí mismo un imperativo, para alcanzar su disposición práctica debe asumirse como tal. Podemos llamarlo la vía intermedia. Básicamente consiste en asumir como evidente la crisis ecológica y como innecesaria la discusión teórica sobre la misma, por lo que se presenta como sólo una disposición pragmática: es necesario reducir la huella ecológica individual mediante la moderación de nuestras actividades. Los más letrados entre sus partidarios confían su ejecución a la educación y la prudencia. Los más afanosos evitan incluso dichos recursos y suponen evitar toda generalización. A pesar de lo honestamente bien-intencionada que pueda ser esta postura, la honestidad nos pide reconocerla como teóricamente deficiente y prácticamente engañosa, pues desde ningún punto puede cuestionar la validez de las actividades a moderar. La vía 1 Chesterton G. K., El hombre eterno, edit. Cristiandad, Madrid 2007, p. 50. 2 Ratzinger Joseph, Escatología, edit. Herder, Madrid 2007, p. 217.

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Razón y revelación

intermedia carece del abrigo de la legalidad, aunque se arrope de buenas intenciones. Reflexionar sobre la ilegalidad de los imperativos contemporáneos es de utilidad para el deslinde de la urgencia y la necesidad, para favorecer un acercamiento menos insensato a eso que llamamos crisis ecológica. Reflexionar sobre los imperativos contemporáneos nos permite notar un fundamento común a los tres. Primero, que se fundan en la cancelación de la noción de teoría de la filosofía antigua. Segundo, que se postulan sobre la infatuación de la comprensión clásica de la praxis. Tercero, que se justifican desde la negación de la Ley. O dicho de otro modo: los tres imperativos son un modo de rechazar la comprensión clásica de las relaciones entre teoría y praxis, y entre razón y revelación. Situar en su justa medida los tres imperativos sólo será posible si recuperamos dicha comprensión, esto es, si podemos explicar cómo entendieron los sabios del pasado la relación entre teoría y praxis a la luz de la relación entre razón y revelación.

Figurará Gregorio Nacianceno como nuestro Teseo. Y su sermón veintiocho será nuestra carta de navegación. Tradicionalmente, el sermón tiene como tema la teología. Explícitamente, el sermón está dividido en tres partes: el boceto del sentido de la teología (1-3), la exploración sobre el conocimiento racional de Dios (4-16) y la exposición ordenada de la Creación (17-31) 3. Implícitamente, el sermón es el Fedón del Teólogo Nacianceno. Todos sabemos que el diálogo platónico Fedón habla acerca de la inmortalidad del alma. Todo aquel que lea el sermón sabrá que en ningún momento se menciona la inmortalidad del alma. Quizá la relación entre ambos sea mucho más reservada4. Gregorio hace dos referencias explícitas a Platón (3 y 16) y tres referencias implícitas (2, 6 y 13). Todas las referencias son realizadas en las primeras dos partes del sermón. De entre las referencias contenidas en la parte central, la referencia central es a la famosa «segunda navegación». Gregorio explicará en su aproximación al Fedón el modo en que la «segunda navegación» se modifica tras la Revelación. Dicha explicación es la comprensión gregoriana de la relación entre razón y revelación, es el imperativo teórico-práctico que estamos buscando, es lo que a continuación intentaré explicar. Gregorio da inicio a su sermón cotejando dos imágenes del conocimiento de Dios. En primer lugar, anuncia a la nube del Sinaí como el conocimiento en cuanto acercamiento a la Ley. Respecto de la nube discierne cuatro posibilidades de conocimiento: Moisés, quien está dentro de la nube y a quien le es revelada la Ley; Aarón, quien se acerca 3 Los números entre paréntesis refieren al párrafo del discurso según Gregory of Nazianzus, The five theological orations, edit. Cambridge University Press, Cambridge 1899. Al inicio de los párrafos 4 y 17 Gregorio declara que hablará de otro modo, lo que nos permite presentar la división del texto.

4 No está de más referir una curiosidad que podría ser valiosa para algún lector. El sermón consta de 7319 términos. El término central es gnoseos y está referido al conocimiento profético (18). En el pasaje es aplicado al conocimiento que tuvo Enós, quien implícitamente es situado entre los profetas por Gregorio. El nombre de Enós significa “hombre mortal”. Enós es nombrado en Génesis 4,26, versículo en que se señala explícitamente el inicio de la veneración e implícitamente el de la idolatría. El término central del discurso pone la atención en la relación entre profecía e idolatría y sugiere la necesidad de pensar el tema porque el hombre es mortal. Compárese con la observación de Simias sobre la revelación en Fedón 85c-d.

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Teoría y práctica

a la Ley y la obedece; los sabios ancianos, quienes guardan prudente distancia de la Ley; y algún purificado entre la muchedumbre, que oye la voz y la trompeta al tiempo que mira la fúlgida y fuliginosa montaña. El conocimiento es testimonio de la Ley; los testigos son aquellos que conocen la Ley. La segunda imagen es de platónica raigambre: a Dios se le conoce por lo que va dejando a sus espaldas, como a partir de las imágenes reflejadas en las aguas cristalinas. El conocimiento analógico no es, empero, una degradación de la primera imagen del conocimiento, pues la ensarkosis es testificada por los fieles cristianos como la perfección de la Ley. En Jesús se concentran la razón y la revelación. El buen filósofo debe esforzarse por comprender esa concentración. El buen filósofo cristiano ha de comprender su propio testimonio5. Ha de comprender su testimonio el filósofo cristiano y por ello ha de garantizar que la filosofía es cumplimiento de la Ley; a ello dedica San Gregorio la parte central del sermón. Sin embargo, al tiempo que ha de garantizar una postura filosófica frente a la relación entre razón y revelación, como buen cristiano ha de garantizar una justa relación entre teoría y práctica. Que la relación entre razón y revelación desde la comprensión filosófica no es la misma que la relación entre teoría y práctica desde la comprensión no-filosófica es el centro de la parte central del sermón. Es tan central en el texto gregoriano que los razonamientos se encuentran entreverados laberínticamente. Su interpretación, evidentemente, pide de una sutilísima ayuda. Nuestra Ariadna es Platón6. Inicialmente, la sección dedicada a explicar el conocimiento divino parece negarlo. Inmediatamente después, lo afirma. Explícitamente, toda la sección está dedicada a contraponer conocimiento e idolatría. Implícitamente, toda la sección está dedicada a comprender la relación entre razón y revelación. La explicación del conocimiento divino debe comprender ambos asuntos. La comprensión de los mismos debe enseñar la dificultad del conocimiento divino al tiempo que ha de velar del escepticismo que la dificultad ocasiona. Para la exposición de la comprensión, Gregorio toma la vía platónica. El primer punto a considerar es que sobre el conocimiento de la divinidad es imposible su expresión y difícil o, más imposible, su entendimiento7. Siendo el primer punto, es clara la imposibilidad de sostenerlo como 5 En Fedón, hay cuatro referencias al testimonio: 1. Cuando se le pregunta a Fedón si él mismo estuvo presente en la muerte de Sócrates (57a) 2. En la petición de Cebes para recordar el argumento de la reminiscencia (73b) 3. El testimonio socrático que previene la misología (90e-91c) 4. La segunda navegación como testimonio de la verdad (96c). El orden del modo de testimoniar es ascendente respecto al conocimiento. También es correspondiente a los cuatro modos de testimoniar referidos en la imagen de la nube del Sinaí. 6 Fedón es la Ariadna platónica [Cfr. Klein Jacob, Lectures and essays, edit. St. John College Press, Annapolis 1985, p. 377]. En el laberinto de Gregorio, Platón es Ariadna porque con Fedón nos purifica del mito (3). 7 Editores y comentaristas ven en este punto una referencia clara a Timeo 28c; yo creo, en cambio, que refiere a Fedón 85c. Decidir entre el eurein del primer diálogo y eidenai del segundo es mucho más que una cuestión gramatical: ahí se juega la posibilidad de un efecto práctico de la teoría. En tanto infinitivo aoristo, eurein refiere a una comprensión teórica fuera del tiempo. En tanto infinitivo perfecto, eidenai refiere que en la vida práctica se mantienen presentes los efectos del acto teórico. Si el conocimiento de Dios pide la conversión, la referencia debe ser Fedón.

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conclusión. Afirmar la inefabilidad del conocimiento de lo divino sin haberlo probado es antifilosófico; negarse a probarlo, también lo es. La única vía posible es que Gregorio nos muestre que la revelación pide de la razón, que la Ley nos pide filosofar. Para ello, el Nacianceno recurre a un ejemplo platonizante8: si uno ve una cítara adornada y arreglada, no puede dudar que existe quien la hizo; del mismo modo, viendo el orden y el arreglo de la Creación, no se puede dudar que haya Creador.

Kerigma

Sin embargo, nuestro filósofo no cae en el cómodo paralogismo que supone un ascenso de la ciencia a la piedad, esto es, que supone que conociendo científicamente cada creatura se llega a conocer científicamente al Creador. Pues es sencillo ver que en ese paso lo supuesto es la piedad; como si todo discurso que lleva por tema lo divino, ya fuese piadoso. Reconocemos que hay un productor de cítaras, porque sabemos que las cítaras deben ser producidas para una finalidad específica; el hecho no es la cítara, sino el arte musical por el que ésta existe. El arte es causa de la cítara en cuanto uso correcto de la razón. De igual modo, no todo aquello que hacemos pasar por conocimiento es conforme al logos; el conocimiento de las creaturas sólo es posible en tanto se da razón de lo que ellas son. El conocimiento del Creador es posible como reconocimiento del buen uso del logos. Razonar es posible en tanto no contraría a la Ley; donde la Ley parece contrariarse es necesario el razonamiento. Por tanto, la Ley pide de la filosofía, porque su comprensión plena pide del uso correcto de la razón. Por lo anterior, reconocemos el modo en que es posible evitar el paralogismo sobre el paso de la ciencia a la piedad: el conocimiento de cada creatura se hace a la luz de las indicaciones de la Ley sobre dicho conocimiento; ignorando la Ley, el pretendido conocimiento de cada creatura torna inevitablemente idolátrico y la conclusión aparente sería una idolatría del Creador. De allí que, para Gregorio, sea evidente que los átomos de Epicuro o el posible quinto cuerpo de Aristóteles, dejados a la pura razón, son más una semilla de idolatría que un árbol de filosofía. Justificar la última afirmación nos acerca al centro del problema, aunque no por ello lo resuelve. Según Gregorio, los átomos epicúreos y la naturaleza aristotélica son modos de corporeizar a Dios y por ello fundan idolatrías. Si la negación de la corporalidad de Dios es necesaria para evitar las idolatrías, tanto un epicúreo como un aristotélico podrían preguntar: si Dios no tiene un lugar en el cosmos, ¿cómo puede ser comprendido intelectualmente? Dado que la comprensión intelectual requiere la articulación de lo comprendido, sería necesario concluir que Dios no puede ser comprendido intelectualmente. Tal conclusión, sin embargo, no procede, pues pretendería afirmar una negación: la razón no puede negar el milagro.

8 Compárense Sermón 28, parágrafo 6 con Fedón 73d. En Platón, el ejemplo toma parte de la explicación de la reminiscencia; Gregorio declina usarlo en el mismo contexto para evitar equívocos sobre la posibilidad de la salvación. Mientras que en Gregorio refiere al usuario y al productor de la cítara; en Platón sólo refiere al usuario, tal como lo pide la argumentación pitagorizante que en ese punto realiza Sócrates.

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Efectos del buen gobierno en el campo 1338-1340 Ambrogio Lorenzetti Frescos en el Palacio PĂşblico de Siena, Italia 16

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Símbolo de unidad 18

Kerigma es, en palabras de San Gregorio Nacianceno, el don del Logos a los racionales, esto es, la Ley que se da por amor en la persona de Cristo. El lugar de Dios nos es dado por la Ley y el razonamiento puede confirmarlo; el buen uso del razonamiento es la explicación de la posibilidad del milagro. Se razona para defender la Ley, pues los frutos de la defensa son buenos. Si bien el conocimiento inicia en la experiencia sensible de cada una de las creaturas, el orden completo del conocimiento pide de la Ley para evitar el escepticismo. Podríamos decir: la línea dividida platónica es el modo laico de representar la piedad del filósofo. La posibilidad de dar razón de las creaturas nos viene de ser creaturas racionales. La posibilidad de actuar bien como creaturas nos viene de ser creaturas racionales. El Logos a los racionales es la confirmación de la Ley. Kerigma es la llave para la segunda navegación cristiana. Mientras que Sócrates expone en el Fedón a la «segunda navegación» como el modo en que la filosofía puede salvarse de la misología partiendo del estudio adecuado del logos; Gregorio expone en el Sermón veintiocho a la segunda navegación cristiana como el modo en que la filosofía puede proceder bajo la Ley a partir de que el Logos se entregó a los hombres. La misología es contraria a la Ley porque es un uso inadecuado del logos, por tanto un desprecio soberbio del Logos. La segunda navegación cristiana parte de la ensarkosis en cuanto unidad de razón y revelación que constituye el modo pleno en que se relacionan la teoría y la praxis. La unidad de fe y razón es el único imperativo. La Cruz es el símbolo de la unidad. La segunda navegación cristiana es aquella que pone en el centro al logos con la verticalidad de la Ley y la horizontalidad de la carne: nos conocemos en la Cruz. El testimonio cristiano funda la comunidad entre los hombres porque es el logos bajo el sello de la Ley. La segunda navegación cristiana es la defensa de la fe como búsqueda de la verdad. Justificar, por tanto, que los átomos epicúreos o la naturaleza aristotélica originan idolatrías es parte de esa labor filosófica que es la defensa de la fe. Gregorio expone las seis idolatrías derivadas de la segunda navegación malograda: los astros, los elementos, los objetos materiales, las estatuas, el poder y las pasiones. El orden de exposición es de los astros a las pasiones, esto es, del cosmos al alma; situando al centro las dos idolatrías más visibles: los objetos materiales y las estatuas. De las dos centrales, la primera gestó veneración por un juicio sobre lo bello, pues justificamos la veneración de los objetos materiales bajo el pretexto de su belleza; la segunda, por un juicio sobre lo bueno, pues justificamos la veneración de los hombres buenos en estatuas. En los primeros tres tipos de idolatría – astros, elementos y objetos-, vamos del orden a lo superficialmente bello pasando por la utilidad; la utilidad sólo es posible en un orden bello para ser buena. En los siguientes tres tipos –estatuas, poder y pasiones-, vamos de lo bueno como respetable al ocultamiento de lo vergonzoso, pasando por el ejercicio del poder; la tiranía es el vergonzoso modo de fingirse respetable. Hay una analogía implícita entre lo útil y la tiranía. Tal vez esa sea la semilla de los frondosos árboles de nuestras idolatrías contemporáneas. La razón, pues, por la que se gestan las idolatrías es HORTENSIO


Orden del logos

la negación de la naturaleza racional: el mal juicio es desprecio de la Gracia. Utilidad y tiranía son desprecio de Dios. Las idolatrías se gestan cuando no se tiene deseo de dar razón, cuando no se tiene deseo de Dios. La genuina segunda navegación sigue a la razón “que procede de Dios, es connatural a todos, constituye la Ley originaria en nosotros y es inherente a todas las cosas”. O dicho de otro modo, el camino del conocimiento desde las creaturas sólo se recorre correctamente cuando se tiene deseo de Dios, deseo de acogerse en la razón. Que podamos explicar, que podamos dar razón, aun cuando nuestras dudas sobre lo real sean demasiadas, es señal del Logos. Sólo en este sentido recién expuesto es verdadero afirmar que la Creación es evidencia del Creador. Inicialmente, la sección dedicada a exponer ordenadamente la Creación presenta una consideración más sobre la imposibilidad del conocimiento divino. Lo incognoscible de Dios perfila una actitud sobre la sabiduría y una esperanza. La esperanza es anunciada como el todo de la filosofía: un día nosotros conoceremos tanto cuanto hemos sido conocidos. Mientras tanto, podemos adoptar la actitud de orientarnos por las palabras de los sabios. Reconocer la sabiduría de otro hombre no es idolatría, cuando es reconocimiento de la superioridad del semejante. Esa debe ser la actitud filosófica ante los profetas. Para ejemplificarlo, Gregorio nombra doce sabios de los que nos da cuenta la Escritura en el siguiente orden: Enós, Enoch, Noé, Abraham, Jacob, Elías, Manué, Pedro, Isaías, Ezequiel, Pablo y Juan. Resalta que Pedro no estaría en su lugar correspondiente si el orden fuese cronológico. Al mismo tiempo que entre los doce se observa una correspondencia geométrica desde los extremos hasta el centro. Así, Enós y Juan tienen en común su relación con el Logos: el primer invocador y el precursor del Verbo. Enoch y Pablo son los visitantes del Cielo. Noé y Ezequiel testimonian las semillas del mundo y del firmamento. Abraham e Isaías reúnen el sacrificio y la alabanza. Jacob y Pedro testifican el encuentro con el Señor. Elías y Manué se reúnen en la justicia. Con su listado enseña el Nacianceno que el camino a la justicia inicia en la Palabra y recorre la sabiduría toda. Por ello afirma que los sabios rodean de estupor su discurso. He de señalar que en este punto de la reflexión sobre la sabiduría Gregorio interrumpe su discurso y comienza con la exposición ordenada de la Creación. En términos comparativos es el equivalente al pasaje del Fedón en que Sócrates debe mitologizar sobre la inmortalidad del alma tras haber llegado a la conclusión de los argumentos. No está de más mirar en el reflejo platónico para explicar el proceder gregoriano. Cebes afirma que el argumento socrático en torno a la inmortalidad del alma demuestra la inmortalidad de los dioses. Evidentemente, el lector debe considerar que esa conclusión es consecuencia de un logos desproporcionado, exagerado. El otro interlocutor socrático, Simias, no considera concluyente ninguna demostración porque tiene en poca estima la debilidad humana; es decir, considera que el logos no es suficiente para la verdad. Evidentemente, el lector debe considerar que de tener en alta estima la debilidad humana, la necesidad de la

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La conversión

revelación se reconocería con facilidad9. El lector debe reconocer que el esfuerzo socrático por hacer filósofos a los pitagóricos Simias y Cebes ha fracasado en este punto10. Por ello, Sócrates se ve obligado a contar un mito sobre la inmortalidad del alma. Gregorio, por su parte, no requiere del mito, sino que se permite la exposición ordenada de la Creación porque es realizada de acuerdo al orden del logos. Gregorio reconoce que la «segunda navegación» socrática es incapaz de hacer filósofo a quien no puede serlo; pero el aspecto público de la segunda navegación cristiana beneficia al que no puede ser sabio con consejos de sabiduría. Lo que todos saben sobre el Fedón –que habla de la inmortalidad del alma-, es lo menos importante del diálogo. Si Gregorio no dice en su aproximación al Fedón que el alma sea inmortal, es porque ya sabe que es más importante la conversión. Gregorio Nacianceno comprendió a la perfección que el Fedón constituyó la tercera apología socrática: la apología ante los amigos de la filosofía11. Por ello, a lo largo de su sermón explora el problema entre la Ley y la filosofía. Mientras que el texto platónico tiene por finalidad superar el miedo a la muerte, el gregoriano parte de la experiencia de la salvación, de que la muerte ha perdido lo terrible que ven aquellos que no han escuchado la Palabra. Mientras la humildad socrática requiere de un mito para superar el miedo a la muerte, la humildad cristiana conduce alegres a los hombres por la vida en agradecimiento al Salvador. Mientras Sócrates necesita que los amigos no abandonen la filosofía por miedo al porvenir, en Gregorio encontramos una invitación a la filosofía por confianza en lo acontecido: la salvación simbolizada en la Cruz es invitación a filosofar. Platón necesitó concluir su hermoso diálogo Fedón con la trágica escena de la muerte de Sócrates. Gregorio enseña que la tragedia cristiana es salvación. El llanto de los amigos del filósofo es reemplazado por la alegría que cautiva a quien se sabe amado. La filosofía genuina, piensa el Nacianceno, sólo inicia en la conversión. Figurémonos, antes de concluir, a los amigos de la filosofía a los que podría estar dirigido el sermón veintiocho de Gregorio Nacianceno. Evidentemente, la primera característica es la de amistad a la filosofía, es decir, jóvenes que no sean reacios a pensar en su propio apetito por la verdad. Que un joven no rechace pensar sus propios deseos lo supone 9 El error lógico de Cebes se encuentra en 106d. La poca estima de Simias en 107b. En 114d Sócrates afirma que su mito no debe ser sostenido por un hombre sensato, lo que a ojos de algún lector le parecerá inevitablemente una ironía a la luz de 95d. 10 El fracaso socrático no es absoluto. En 102a, la segunda interrupción del diálogo, la reacción dramática de Equécrates da cuenta de la posibilidad de encontrarse en el logos. En 115b, Critón pregunta a Sócrates sus encargos a los amigos respecto de sus hijos; la pregunta no tendría mayor importancia de no ser porque en Apología 41e Sócrates encarga a la polis el cuidado de su progenie y porque en Critón Sócrates logra reconciliar a su amigo con la ciudad. Finalmente, me parece que el llanto del guardia en Fedón 116d da esperanza sobre la posibilidad de que los hombres del pueblo sean justos. Además, no sabemos si Fedón cortó su cabellera. 11 Dramáticamente (63b) el Fedón se presenta como una apología de Sócrates frente a sus amigos; es el tercer juicio de Sócrates. En el primer juicio se juzga su piedad respecto a la ley natural, pues su silencio en el Sofista es señal de que no participa en el parricidio. En el segundo juicio se juzga su piedad respecto a las leyes de la polis. En el tercero se juzga la piedad en la amistad, por ello el Fedón nos deja con un mito alentador para la zetesis de los amigos de la filosofía. Platón guarda silencio respecto a la piedad familiar, pues del encargo de sus hijos a la polis pasa a la salida de Jantipa en el Fedón: no sabemos cómo se defendió ante su familia.

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Genuina ecología

deseoso de conocerse a sí mismo. Si quiere conocerse, y no engañarse, ha de buscar la verdad y huir de la mentira. Quien quiere conocerse verdaderamente ha de querer evitar la idolatría de sí mismo, o de alguien más. Quien quiere mantenerse en la búsqueda de sí mismo ha de confiar en que puede buscarse, en que por naturaleza puede conocerse. Quien quiere conocerse verdaderamente ha de evitar la misología. Confiar en el logos para evitar la misología y buscar la verdad en la precaución de no idolatrarse hará necesario el diálogo: el amigo de la filosofía quiere dialogar y conocerse en el diálogo. Quien quiere conocerse verdaderamente ha de evitar la tiranía en el diálogo. Evitar la tiranía confiando en el logos y buscando la verdad ha de pedir un imperativo teórico-práctico como el que Gregorio ofrece en su sermón. El amigo de la filosofía, a quien Gregorio puede ayudar con su sermón, es a todo aquel neopagano que desconfía tanto del acecho de la tiranía, como de la misología y de la idolatría que se fraguan en nuestros días. El amigo de la filosofía no puede simplemente parpadear ante el amor. Reflexionar sobre los imperativos contemporáneos, a la luz de lo anterior, nos permite reconocerlos ante todo como idolatrías. La idolatría de la naturaleza es especialmente misológica, pues reduce las relaciones válidas entre el hombre y la naturaleza a lo instintivo, prescindiendo del logos. La naturaleza aparece en esta idolatría como algo que sólo puede estropearse con el contacto humano. La idolatría de la naturaleza supone que el hombre no puede hacer buen uso de lo natural. Una ecología idolátrica de la naturaleza sería la mayor desidia humana. Por su parte, la idolatría del hombre es esencialmente tiránica, pues supone la subordinación de todo al deseo y reduce el deseo a la supervivencia. Se idolatra al hombre porque se quiere que el hombre sobreviva, aunque no se pueda decir por qué es bueno que haya hombre. Una ecología idolátrica del hombre sería el más serio esfuerzo antiecológico. Y la idolatría de la historia es el rechazo completo de la Ley por la tiranía de la necesidad (ananké) y el silencio misológico. La idolatría de la historia asume la destrucción como salvación, pero supone la «disposición de la espera» como una imposibilidad de pecar. En la idolatría de la historia no hay presencia del mal y por ello la salvación es destino. Una ecología que tome en serio la idolatría de la historia comenzaría por eliminar al hombre. Las idolatrías de nuestros días ponen al hombre en un peligro mayor que la crisis ecológica misma.

Queda pendiente preguntar si una respuesta católica a la crisis ecológica está libre de idolatría; es decir, si la conversión ecológica propuesta por el Papa Francisco en Laudato Si puede eludir la idolatría. Conforme a lo que aquí se ha planteado, son los lectores de Laudato Si quienes tienen la responsabilidad de vigilar su propio acercamiento al problema ecológico. Los lectores de la encíclica deben evitar que el franciscanismo que atraviesa sus páginas sea confundido con la idolatría de la naturaleza. Son los católicos quienes han de evitar que la educación y la espiritualidad ecológica propuestas por Bergoglio se asuman como idolatría del hombre. Y son, principalmente, los lectores

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cultos y filosóficos de la encíclica ecológica los que han de enfrentar a la idolatría de la historia para que el cuidado de la casa en común no torne el silencio recalcitrante de quien verdaderamente, triste e infeliz, intenta con desesperación sobreponerse a sus desilusiones sin la esperanza que da la fe12. Son los lectores de la encíclica Laudato Si del Papa Francisco quienes se han de cuidar razonablemente de arropar la idolatría bajo el abrigo de la ecología. Pensemos que la genuina ecología para esta era neopagana requiere, primero que nada, denunciar las idolatrías y para ello necesita recuperar el camino a la comprensión de la Ley. Lo dijo de modo excelente Benedicto XVI en su muy conocido discurso de Ratisbona: “Occidente, desde hace mucho, está amenazado por esta aversión a los interrogantes fundamentales de su razón, y así sólo puede sufrir una gran pérdida. La valentía para abrirse a la amplitud de la razón, y no la negación de su grandeza, es el programa con el que una teología comprometida en la reflexión sobre la fe bíblica entra en el debate de nuestro tiempo”13. Nos hace falta filosofía. Y a los filósofos les hace falta la fe. En una época en que se reivindica la acción contra la razón, quizás el único imperativo es la fe. Originalmente la ecología no era terapéutica, ahora debe serlo, pero sólo en la medida en que nos mantiene en la tensión necesaria para la vida filosófica, esto es, para la defensa de la Ley ante las idolatrías y para compartir la Buena Nueva que busca conversión. Bien puede ser que evitando las idolatrías y defendiendo la Ley nos veamos en la necesidad de reconocer que el fin no está en nuestras manos; que muy probablemente la crisis ecológica puede contenerse, pero no evitarse; que la destrucción ya es un hecho, pero que para nosotros la salvación no está en la destrucción, pues estamos salvados en la esperanza. La ecología que ahora necesita ser terapéutica sólo nos da un poco más de tiempo para compartir el mensaje, para que la casa en común rebose de la alegría que cautiva a quien se sabe amado. Sólo así la ecología termina en el Amor.

12 Lewis C. S., «La maldad humana» en El problema del dolor, edit. Rialp, Madrid 2012, p. 73. 13 Benedicto XVI, Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones, Discurso dado en la Universidad de Ratisbona el 12 de septiembre de 2006. 22

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Conciencia

EDUCAR LA CONCIENCIA PARA UN ECOLOGÍA INTEGRAL María del Carmen Mejía Colín correo electrónico: mariamc_hph@outlook.com

Pertenece a la Congregación de las Hermanas de la Providencia de Gap. Realizó estudios de teología hasta cuarto semestre, en el Centro de los Valores Humanos, A.C (CEVHAC), hasta junio del 2015. Estudiante de Teología en el Agustiniano Instituto Filosófico-Teológico. El papel que desempeña el ser humano dentro del cosmos, se introduce en la identidad personal, que se va de la mano con la «pertenencia a…». La realidad actual demanda un cambio de mentalidad y de corazón para encontrar el sentido de la vida. Para poder despertar esta conciencia y reeducarla se debe primero actuar con responsabilidad, en medio del pluralismo que se vive, y de esta manera contribuir al cuidado de la ecología integral que nos dice que todos somos “parte de un todo”: la Creación. Dañar la Creación, es dañar el proyecto de Dios.

Palabras Clave: Creación-Salvación, valores, espiritualidad, ecología, conversión.

L

os temas del medio ambiente y la ecología han pasado a ser temas renombrados en la actualidad. Esto se confirma con la gran cantidad de escritos, conferencias, libros, paneles, etc., en que se busca una respuesta a la crisis que padecemos. Es evidente que el medio ambiente sufre grandes cambios. El abastecimiento de agua no es suficiente, la tala desmedida que afecta el equilibrio de nuestra atmósfera, el efecto invernadero deja grandes huellas en nuestra biósfera. Nos detenemos a analizar efectos de la sobre explotación de en la flora, la fauna, aire y agua son en mayor número; nos damos cuenta que urge prestar atención a estas realidades. La encíclica Laudato Si, nos informa minuciosamente sobre la crisis ecológica y sus consecuencias. Se confirma que el ser humano está dejando de lado lo verdaderamente importante «salvaguardar» su vida y la de sus descendientes, se recomienda que la preocupación por la ecología ha de partir de la pregunta por el mundo que queremos heredar. Referirse al descuido del medio ambiente es hablar de una crisis, sin dejar de enfatizar que, no solo se genera una crisis ecológica, sino es también una crisis humana.1 1 Francisco, Carta encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la casa común, núms. 101 y 139.

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Al referirse a esta crisis, es conveniente prestar atención a lo que está pasando en el ser humano, conocer y analizar cuáles son sus aspiraciones, motivaciones, valores, proyectos, sueños, etc. En una palabra es una invitación a hacer un alto, para pensar cuál es el sentido de su vida, y su paso por la tierra. Es evidente que el ser humano, está dejando huella, se percibe de dos maneras: la primera es una crisis existencial y sentido de pertenencia a la “casa común”, una crisis de valores, de relaciones con el otro, con la naturaleza y con Dios, un fuerte desinterés por los grandes gritos de la humanidad. La segunda, por la búsqueda de la dignidad, de los derechos humanos y del cuidado del medio ambiente natural; se quiere vivir con valentía la justicia, la igualdad, la responsabilidad, la generosidad, la fraternidad, etcétera. La carta encíclica Laudato Si, en el capítulo cuarto dedica atención especial a los factores de la crisis mundial, el Papa propone detenernos y pensar en los distintos aspectos de una ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales. Cuando se habla de «medio ambiente» se indica también la relación entre la naturaleza y la sociedad que la habita. La ecología económica es vista como parte de un desarrollo auténticamente humano y ambiental, capaz de medir la producción y el consumo manteniendo el equilibrio. La ecología social, como la ecología 24

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Cultura de la vida

de las relaciones humanas.3 La ecología cultural, que supone cuidado de las riquezas culturales de la humanidad, generando la relación del ser humano con el ambiente conectándolo con su identidad. La ecología de la vida cotidiana, involucra un contacto más cercano con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza, encaminada a buscar siempre una mejora integral de la calidad de vida humana, está capacitada para despertar en nosotros verdaderos sentimientos de pertenencia e identidad, para expresar a viva voz «¡Estamos en casa!». Con lo anterior, nos convencemos de que la ecología integral busca el desarrollo de la persona en todos los niveles, encaminándola hacia el progreso del bien común.

Leonardo Boff afirma que la interpretación de la ecología integral u holística, va dirigida a toda la humanidad. Se orienta no sólo a un progreso en la relación con la naturaleza, sino que se interesa por las relaciones con y entre los seres humanos, con los bienes y servicios naturales, los únicos que pueden mantener las condiciones físicas, químicas y biológicas de la vida y asegurar un futuro para nuestra civilización.2 La Carta a la Tierra nos recuerda que el “grito de la Tierra” es el “grito de los pobres”.

En este sentido no se puede entender a la naturaleza como algo separado del ser humano, ni tampoco considerarla como mero marco de nuestra vida. Nuestra relación es tan cercana que hemos de considerarnos parte de ella.

Urge una línea que nos indique hacia dónde caminar, que incluya a la persona con ella misma, con el mundo y con el ambiente. ¡Esto es ecología integral! Si se vive auténticamente, se puede llegar a tener una atención especial por los pobres y abandonados, lo que conlleva una armonía con Dios, con la naturaleza, con los demás y consigo mismo. Es una preocupación por la naturaleza y la justicia de los más pobres. Es urgente generar el compromiso, que se manifieste en la sociedad y en la búsqueda de la paz interior.3

Respondiendo de esta manera a los llamados que nos hace el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si: dar solución a la pobreza, devolver la dignidad al excluido, favorecer una cultura de la vida en todas sus etapas, una medida equitativa en la distribución de bienes naturales, así como su uso correcto y equilibrado son los pasos a seguir. Se requiere que el ser humano asuma la responsabilidad personal, para que ésta trascienda hacia la responsabilidad universal, capaz de realizar un cambio.

San Pablo habla de los gemidos inenarrables de la Creación, porque

2 Boff Leonardo, «Urgencia de una ecología integral», en http://www.servicioskoinonia.org/boff/ articulo.php?num=738, consultado el 25 de noviembre de 2015. 3 Francisco, Op. cit., núm. 10.

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Responsables

espera su liberación.4 Lo cual nos recuerda el gemido de la humanidad, que ha de resonar en nuestro interior, porque también necesitamos ser liberados de estructuras, paradigmas e ideología que impiden abrirnos para poder despertar las conciencias.

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Necesitamos un verdadero cambio que comience desde lo interior, que se pueda ver reflejado en nuestro estilo de vida, modelos de conducta y de educación, para descubrir cielos nuevos y tierras nuevas, en donde cada uno asuma su papel en el espacio donde se desenvuelve. Es la llamada a colocar los pies sobre tierra firme y replantearnos una y otra vez, el tema de la “conservación” y “cuidado” de nuestra “casa común”, la opción por los más desfavorecido y excluidos. ¡Está en nuestras manos actuar aquí y ahora! Sabemos que desde los principios de la creación, Dios colocó al ser humano como administrador de los bienes materiales y como guardián de su hermano (Cfr. Is 11, 6-9). Vivir con esta convicción, es continuar el proyecto de Dios, que es, velar por el otro y por la naturaleza, esta preocupación ha de ser resumida en amor a la humanidad. El ser humano para reconocer y vivir esa fraternidad, necesita una educación que permita el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida.5 El tema de la educación es considerado por algunos pensadores del siglo, la esperanza de la humanidad, del cambio. Es visto también como medio de orientación en la estructura humana, la cual cuando cumple su objetivo (humanizar), la persona se ejercita en una libertad responsable. Surgiendo así el interés por una educación que vaya desde lo más profundo que es la conciencia, parte más secreta de la persona y movimiento de la estructura interna que muchas veces se manifiesta en lo externo. Limitada muchas veces por la cultura, la sociedad (los medios de comunicación), la familia, las estructuras de pensamiento, etc. Y aún en medio de su complejidad, conquistarla sería un desafío urgente, que pueda generar el verdadero cambio. Y más todavía cuando la conciencia se encuentra en una actitud de apertura, se puede responder primero por medio de la sensibilidad y pasar decididamente a la acción en favor de la persona humana; quien así obra, está preparado para reconocer el cuidado de la naturaleza.6 La búsqueda y fin del ser humano relacionado con la naturaleza ha de tener miras hacia una educación en la fraternidad, para poder descubrir en la persona y en la naturaleza la huella de Dios. La educación de la conciencia es capaz de impulsarnos a solidarizarnos, empatizar y respetar al hermano y hermana. Esto nos lleva a superar toda división para salir al encuentro del otro y de la naturaleza. Esto es educar para la ecología 4 Vidal Marciano, Moral de actitudes, I, edit. PS, Madrid 1979. p. 280. 5 Francisco, Op. cit., núm. 207.

6 Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Gaudium et spes. Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, núm. 16.

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Grabado sobre la Revolución Industrial John Constable

integral. Somos responsables de nuestros hermanos, de nosotros mismos y de la naturaleza. Así como en Isaías se menciona la armonía de la Creación.7 (Puede ser utópico, pero nos coloca en actitud de reflexión, sobre sueños posibles). Nadie hará daño a nadie, toda la tierra estará llena de conocimiento. Este conocimiento se refiere a la toma de conciencia cada día. Todos debemos y necesitamos ser educados en la ecología integral, es decir, puestos en relación unos con otros y orientados hacia el bien de la comunidad, tomando en cuenta todos los ámbitos. Este llamado involucra a todos y a cada uno de los que habitamos nuestra “Casa común”, sin importar credo, oficio e ideología. En unidad se puede despertar la conciencia de la humanidad para cumplir la misión de ser protectores de la herencia sagrada recibida del Universo y del Creador que es la Tierra viva, el único hogar que tenemos para vivir. Se pretender educar la conciencia, en la pertenencia a la “casa común”, educarla en los valores, en la cultura de la vida y del cuidado. Y así asumir conscientemente el compromiso en nuestros actos. Implica una educación encaminada hacia la fraternidad universal, buscando el bien común, que tiene como finalidad a la persona, sin descuidar su entorno. Cuando se tiene como convicción clara lo que significa educar la conciencia para una ecología integral, es entonces cuando la persona ocupa un lugar privilegiado y junto a ella la naturaleza. Puede tener sentido el cuidado del animal, de la planta, de los hechos que van deteriorando nuestra naturaleza, por minuciosos que sean, porque simultáneamente se atienden los clamores de nuestros hermanos y hermanas. 7 ONU, Carta a la tierra 2000.

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El preocuparse por educar la conciencia es volver en definitiva al humanismo y a la inclusión del mismo ser humano. Porque es en la conciencia donde descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal.

Humanismo

La relación del hombre con la naturaleza va más allá de un simple conocimiento y contacto físico, implica generar un cambio, para mirar diferente, atreviéndose a reinventar nuevas estrategias que generen armonía y valores que ayuden a despertar la conciencia y educarla hacia un camino de cultura, política, sociedad y economía más humanas e integradoras. Somos parte de la Creación de Dios y nuestro papel dentro del ambiente es “salvaguardarlo”.

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Una conciencia educada podrá generar creatividad en las relaciones interpersonales, en el trato a la naturaleza, una moderada producción y consumo, porque es indiscutible que el desarrollo de un pueblo no forzosamente tiene que contribuir al deterioro de la ecología integral. Que nuestro tiempo se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida, por la firme resolución de alcanzar la sustentabilidad; por la intensificación de la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida. BIBLIOGRAFÍA Angulo Yolanda, Ética y valores, I, edit. Santillana, México 2004. Boff Leonardo, «Urgencia de una ecología integral», en http://www. servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=738, consultado el 25 de noviembre de 2015. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Conners Petersen - Conners Nadia, «La última hora», Audiovisual, USA 2008. Francisco, Carta encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la casa común (Documentos Pontificios), edit. Parroquial de Clavería, México 2015. Vidal Marciano, Moral de Actitudes, III, Moral social, edit. PS, Madrid 1979, pp. 457-265. ____________, Moral de Actitudes, I, Moral Fundamental, edit. PS, Madrid 1975, pp. 280-346. Yann Ar, documental, Bélgica 2009, minutos 21:44; 31:00; 47:38 y 1:15:17.

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Dr. Eduardo Bonnín Barceló, Sch.P. correo electrónico: e.bonnin@prodigy.net.mx

Respeto

REVERENCIA Y RESPETO POR TODAS LAS FORMAS DE VIDA NO HUMANA EN LA “LAUDATO SI”

Doctor en Teología Moral por la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid). Ha sido profesor de Teología Moral en varias instituciones. Fue profesor de la Universidad Nacional de Costa Rica y en la Universidad Pontificia de México. Colaborador del IMDOSOC. Se trata el tema del respeto y la reverencia hacia la vida vegetal y la vida animal en relación con la vida humana. Se explora la relación entre los problemas ecológicos y los problemas humanos afirmando que un verdadero planteamiento ecológico se convierte siempre en uno social. La responsabilidad de la humanidad se traduce en el principio ético de reverencia por la vida, el cual exige que las personas protejan (en sentido amplio) a sus criaturas amigas, ya que, lo que es valioso en sí no debe ser dañado. Palabras clave: Respeto a la vida, ecología, sociedad, responsabilidad.

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n mi opinión, la reverencia y el respeto (que para sintetizar llamaremos solo respeto) por todas las formas de vida no es un tema central explícito en la Laudato si, sino un tema que permea, que envuelve, a toda la encíclica. Porque el tema central del documento es “el cuidado de la casa común”, es decir del cuidado del planeta tierra, al que quizá pronto tengamos que añadir la luna, Marte y algún planeta más. Pero como en la casa común hay seres con vida vegetal, animal y humana, abordaremos el tema del respeto hacia la vida vegetal y la vida animal, y esto en relación con la vida humana. De la vida vegetal y animal trata el Papa Francisco al hablar de la “pérdida de la biodiversidad” en los nn. 32-42 en el primer capítulo, en el que se hace un análisis de la realidad. Así dice el n° 32: “La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no solo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios. Las diversas especies contienen genes que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad humana o para regular algún problema ambiental”. AÑO 4

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Irrecuperable

Pero, cuidado, que quedarnos en lo anterior sería caer en un antropocentrismo radical con el que el Papa no está de acuerdo. Por esto añade a continuación en el n° 33: “No basta pensar en las distintas especies solo como eventuales “recursos” explotables, olvidando que tienen un valor en sí mismas. Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La mayoría de las especies se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana. Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho”. Este es un tema que a mí siempre me ha intrigado bastante. ¿Cómo un pequeño arbolito en medio del Amazonas o un diminuto pez en el fondo del Océano Pacífico dan gloria a Dios con su existencia, si nunca han sido vistos por el ojo humano? Es natural que algunos se preocupen por la desaparición de los osos blancos polares a causa del calentamiento de las aguas del Polo Norte. Estos son animales grandotes. Pero el Papa Francisco nos recuerda en el n° 34: “Para el buen funcionamiento de los ecosistemas también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de los microorganismos”. Por todo esto, “mirando el mundo advertimos que el actual nivel de intervención humana, frecuentemente al servicio de las finanzas y del consumismo, hace que la tierra en que vivimos en realidad se vuelva menos rica y bella, cada vez más limitada y gris, mientras al mismo tiempo el desarrollo de la tecnología y de las ofertas de consumo siguen avanzando sin límite. De este modo parece que pretendiéramos sustituir una belleza irreemplazable e irrecuperable, por otra creada por nosotros”.1 Pero el Papa no solo se queja de los males que se hacen a los ecosistemas, sino que positivamente propone algunos remedios. Así escribe en el n° 42: “Es necesario invertir mucho más en investigación para entender mejor el comportamiento de los ecosistemas y analizar adecuadamente las diversas variables de impacto de cualquier modificación importante del ambiente. Porque todas las creaturas están conectadas, cada una deber ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros. Cada territorio tiene responsabilidad en el cuidado de esta familia, por lo cual debería hacer un cuidadoso inventario de las especies que alberga en orden a desarrollar programas y estrategias de protección, cuidando con especial preocupación de las especies en vía de extinción”.2 Por otra parte, el Papa no deja nunca de subrayar en la encíclica la relación entre los problemas ecológicos y los problemas humanos. Y por esto afirma “que no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas”.3 En este sentido “el ambiente 1 Francisco, Encíclica Laudato sí sobre el cuidado de la casa común, núm. 34. 2 Id., 42. 3 Id., 43. 30

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Adam et Ăˆve au Paradis Terrestre Wenzel Peter AĂ‘O 4

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Tierra nueva

humano y el ambiente natural se degradan juntos y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”. Citando a los obispos bolivianos afirma: “Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre”.4 Recordando una idea de la teología de la liberación, la de las “muertes prematuras”, el Papa señala “que el impacto de los desajustes actuales se manifiesta también en la muerte prematura de muchos pobres”5 y que un verdadero planteamiento ecológico se convierte siempre en uno social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.6 A este respecto, si en la década de los 80, los que estábamos más o menos en la línea de la teología de la liberación, hablábamos de la división de la sociedad entre ricos, pobres y excluidos -sin dejar de emplear esta última expresión- el Papa Francisco prefiere usar con frecuencia el contundente término de “los descartables de la sociedad”.7 El capítulo segundo de la encíclica es también el capítulo bíblicoteológico del documento. Y también allí se nos recuerda el respeto que debemos tener por la vida animal y vegetal. Evoquemos brevemente algunos textos. Y en primer lugar el Génesis, aunque luego volveremos sobre él. Recordemos cómo se nos dice en Gen 2,15 que “El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín del Edén para que lo guardara y lo cultivara”. Y esto antes del pecado original. Porque todavía hay gente que se cree que el trabajar es consecuencia del pecado. En Gen 2,20 Dios le dice a Noé que meta en el arca una pareja de animales “para conservar la vida”. Podemos decir que Dios es el primero que se preocupa por conservar las especies en peligro de extinción. Recordemos, además, que la alianza de Dios con Noé (la primera alianza) es también una alianza con todos los animales: “Con todo ser vivo que les acompaña: las aves, los ganados y todas las alimañas que hay con ustedes, con todo lo que ha salido del Arca, todos los animales de la tierra” (Gen 9,10). Entre los libros proféticos recordemos el magnífico poema de Isaías 11: “Entonces el lobo y el cordero irán juntos, y la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león engordarán juntos, la vaca pastará con el oso, el león comerá paja con el buey…”. Es decir, la paz medioambiental se nos presenta como signo de la paz mesiánica. Desgraciadamente, los leones todavía no comen paja, sino que se dedican a devorar a otros animalitos más débiles. Esto quiere decir que todavía no hemos llegado a la plenitud de los tiempos mesiánicos. Pero como nos recuerda la segunda carta de Pedro, debemos vivir “esperando y apresurando la venida del día de Dios 4 Id., 48. 5 Ibid. 6 Id., 49. 7 Id., 45.

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“ (3,12), porque “esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habitará la justicia” (3.13).

Responsabilidad

Y pasemos al Nuevo Testamento recordando sólo dos textos. El primero es el de Jesús en Mt 6,28-30: “Miren ustedes las aves del cielo… miren cómo crecen los lirios silvestres…Pues si a la hierba del campo Dios la viste así, ¿no los vestirá mejor a ustedes, hombres de poca fe?”. Podríamos sacar una conclusión ética. Si Dios cuida de las aves y de las plantas silvestres, también nosotros que estamos hechos a imagen de Dios, debemos cuidar del mundo animal y vegetal. El segundo, es el enigmático texto de Pablo en Rom 8,18-22. Es difícil de interpretar, pero al menos está clara la íntima conexión que hay entre el mundo no humano y el humano. “La ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto”. Y, como el tiempo pasa, quisiera terminar con dos temas que no están explícitamente en la encíclica (quizás porque son un poco conflictivos), pero que se refieren al respeto hacia la vida animal.

El primero es la cuestión del sufrimiento de los animales y la experimentación científica con ellos. Durante los siglos XVI y XVII surgió en Europa una fuerte tradición de experimentar en animales, basada en la idea de que los animales no tienen capacidad de sentir dolor, opinión favorecida por la filosofía de Descartes.

Pero esto ha cambiado mucho. Hoy es opinión común que los seres humanos tenemos la responsabilidad moral de evitar, en lo posible, el sufrimiento animal. El principio ético de reverencia por la vida exige que las personas protejan a sus criaturas amigas. Aun no existiendo evidencia científica sobre la naturaleza del sufrimiento animal, se han acumulado certezas acerca del hecho de que algunos animales, particularmente los vertebrados superiores son capaces de experimentar estados adversos (dolor, miedo, hambre, ansiedad, etc.) que influyen en su sensibilidad y en su comportamiento. Una confirmación de esto es el hecho de que lo animales de laboratorio han sido muy útiles para demostrar también la eficacia de muchos medicamentos en los seres humanos (técnicas quirúrgicas, antidepresivos, analgésicos, antibióticos, antiinflamatorios, etc.)

Esto ha llevado a la convicción de que los esfuerzos para la obtención y mantenimiento de calidad homologada y de respuesta constante y homogénea, debe ser condición básica para cualquier investigador, no sólo por la exactitud de los resultados, sino también en aras de reducir al máximo el número de animales a utilizar por el respeto que debemos tener ante seres creados capaces de sentir dolor. Por otra parte, recordemos que estos experimentos en veterinaria también pueden servir para disminuir el dolor de los mismos animales. AÑO 4

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Podemos resumir lo anterior en una serie de principios: 1. Hay que garantizar que todos los animales utilizados para investigación reciban el trato más adecuado y menos doloroso posible. 2. Hay que utilizar animales para las investigaciones sólo cuando no existan alternativas o éstas sean inapropiadas.

Valioso en sí

3. Utilizar el mínimo de animales posible para la investigación. 4. Diseñar los experimentos para que el número de animales utilizados sea el suficiente para garantizar la reproducción y la validez estadística de las conclusiones que de los datos se deriven. 5. Utilizar anestésicos y/o analgésicos siempre que sea posible paliar y/o limitar el posible sufrimiento que el experimento puede causar en los animales utilizados. 6. Todos los protocolos de trabajo en el que vayan a ser utilizados animales deberán ser aprobados por comités específicos bioéticos y científicos y estar conformes con la legislación vigente. 7. Todo lo anterior “mutatis mutandis” hay que aplicarlo cuando se sacrifican animales para el consumo humano. Por ejemplo, el que se vaya a matar a un animal para alimentarse no es excusa para antes dedicarse a torturarlo. 8. ¿Y qué decir cuando se matan animales para el entretenimiento y la diversión del ser humano? (las corridas de toros, las peleas de gallos, la caza por diversión”, etc.). Pues que, en mi opinión, es un comportamiento peor que animal. Divertirse con el sufrimiento animal degrada al ser humano y despierta en él las conductas sádicas, que luego quizás se emplearán con otros seres humanos. Todo esto, si se hace con conocimiento y libertad, es pecado teológicamente hablando. Son ya muchos los países en los que están prohibidas las corridas de toros. El último tema a tratar es el de los derechos de los animales. Algo sobre lo que se ha escrito y discutido mucho en los últimos años. Si lo encuentran, les recomiendo el libro de Adela Cortina Las fronteras de la persona, ed. Taurus, Madrid, 2009. Yo estoy en contra de la aplicación, aunque sea en un sentido sólo analógico, de la palabra “derecho” de los animales. Aunque también estoy en contra de una antropología supercentralista, según la cual toda la creación, incluidas plantas y animales, sólo tienen valor cuando están al servicio de la persona. Pero aún, cuando esta antropología quiere fundarse equivocadamente en la expresión “llenen la tierra y sométanla: manden en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra” (Gn 1,28). Permítanme terminar con unas palabras del epílogo del citado libro de Adela Cortina: “La vida es valiosa por sí misma, tanto en la naturaleza como en los animales, no tiene únicamente un valor instrumental. Hay una obligación directa de no dañar a los animales, porque lo que es valioso en sí no debe ser dañado”.8 8 Cortina Adela, Las fronteras de la persona, edit. Taurus, Madrid 2009, p. 223. 34

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Atención

LA DIMENSIÓN ECONÓMICA DE LA ATENCIÓN A NUESTRA CASA COMÚN Área de conocimiento filosófico. Ética

Dr. Félix Roberto Carvallo Garnica. correo electrónico: fcarvallo2002@yahoo.com.mx PhD. Economía Agrícola. Universidad de Illinois, Urbana Champaign, Ill. Estados Unidos. Dr. Roberto Carvallo Escobar. correo electrónico: roberto.carvallo@terraetica.com Doctor en Filosofía Universidad de Valladolid, España.

¿Cuál es la razón de fondo del deber ético y moral hacia el cuidado de nuestro planeta, y por qué este deber va más allá de una dimensión moral y estética y llega incluso a una dimensión económica? Si se ve a la Economía como lo que es: sea como un nomos del hogar, de nuestro hogar, o bien como un nomos del recurso escaso, el cual no es precisamente el capital como lo determina la economía moderna, sino los recursos naturales y la estabilidad de nuestro hogar común, que es finalmente al que le debemos toda la responsabilidad social posible, es precisamente el aspecto económico el que puede permearse de un aspecto ético, para así, convertirse en un deber, por una mera razón de supervivencia, que nos obliga a cuidar el planeta.

Palabras clave: Economía, nuestra casa común, ética de la virtud, prudencia

C

¿ uál es la razón de fondo respecto al deber ético y moral hacia el cuidado de nuestro planeta, y por qué este deber va más allá de una dimensión moral y estética y llega hasta una dimensión económica? Si reutilizamos el concepto griego de Economía y de Moral, existe una mayor luz en la razón que guía nuestro deber hacia el cuidado de nuestro planeta, sobre todo cuando lo entendemos no solamente como nuestro hogar sino el hogar de todos los seres vivos, y, por ende, hogar de Dios. ¿Qué es nuestro planeta sino un hogar común? ¿Qué es Economía sino el manejo de este hogar? y ¿qué es la responsabilidad social sino la extrapolación del yo y del nosotros hacia el todos? AÑO 4

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Sentido común 36

Existen muchas formas de argumentar porqué tenemos un deber hacia nuestro planeta. Existe la razón teológica, en la que se ha encargado al hombre administrar aquello que Dios construyó. Existe también la razón deontológica, en la que ese cuidado es una forma de deber necesario, o bien una razón utilitarista, que posiciona a una mayoría de la población como centro de protección. Existe una última razón que puede ser bastante útil que no siempre es seguida. Ella se basa en un punto medio entre la destrucción del planeta en pro de un antropocentrismo, y una protección absolutamente conservadurista en pro de la naturaleza, es la vida sustentable de un cuidado ambiental. Y tal vez sea esta última la forma que podría ser al mismo tiempo la más racional, así como la más eficiente, sin caer en un dogmatismo estricto, tan difícil de seguir como la deontología; o bien tan relativa como una posición utilitarista. Cabe decir que racional en este contexto implica una forma de sentido común, en la que la masa social podría fácilmente ver esa racionalidad en las elecciones que se toman basadas en esta forma de ver el deber hacia la protección del mundo. En este sentido, la racionalidad aquí explicada describe más que una intencionalidad, como sucede en la ética deontológica contractualista. Tampoco se trata de una agencialidad de la ética utilitarista, sino significa la posibilidad de comunicabilidad intrapersonal e intrasocial, no sin restricciones ni sin problemas. Sin embargo, la posibilidad de comunicación puede generar una cierta posibilidad de entendimiento general, o por lo menos un acuerdo comunal que permitiría hablar de puntos en común de base. Y es que existen muchos problemas cuando no llegamos a este acuerdo. El primero, es el problema de responsabilidad. El segundo, es el problema de delegación. ¿Y qué significan estos dos problemas en relación con el cuidado de la casa común? Digamos bajo un aspecto ético, ¿quién es el responsable de cuidar esta casa común? ¿Todos? ¿Los que tienen más capacidad? ¿Los que tienen más culpabilidad de su deterioro, o simplemente es este un proceso de asignación arbitraria, como respuesta al problema? Y el segundo problema se genera cuando vemos qué sucede cuando aquel responsable, debido a la envergadura del problema, debe delegar ciertas acciones en el cuidado del planeta a otros agentes. ¿Qué responsabilidad recae en esta delegación y qué grado de movilidad de acción tiene este agente? Un caso que ilustra estos problemas es, por ejemplo, el del sargazo en la Riviera Maya. La llegada del sargazo a la playa es uno de los grandes problemas que enfrentan las comunidades locales. El sargazo se deposita en las costas a lo largo de cientos de kilómetros. Consigo trae malos olores y problemas estéticos que afectan en su totalidad a la zona en varias formas. Una de ellas es que, si las playas pierden su atractivo, y dado que estas comunidades basan su economía en el turismo, las comunidades locales podrían verse aniquiladas y devastadas. Si el sargazo llega, el turismo decrece y la economía muere. Este es un problema que afecta a absolutamente toda la cadena social del entorno; desde las comunidades HORTENSIO


rurales que apoyan con su trabajo a las cadenas de valor más altas, hasta las cadenas hoteleras que ven reducidos ingresos, por lo que se ven obligados a reducir su personal hasta, quizá, verse obligados a cerrar. La llegada del sargazo representa un círculo vicioso.

Aspecto ético

¿Es posible decir que las comunidades locales tienen la culpa del sargazo? Si uno lo ve de forma más estructuralista, la respuesta es no. Si uno lo de ve de forma sartreana, sí, es decir, cada quien tiene su responsabilidad. ¿Es posible decir que las empresas hoteleras tienen la culpa del sargazo? No, si uno piensa que este es un efecto del cambio climático y sí, si uno entiende que estas playas fueron invadidas por cadenas hoteleras que poco a poco han deforestado, destruido manglares y otras reservas con el fin de generar utilidades. Entonces, ¿quién tiene la culpa y quién lo puede arreglar? Es un problema de atribuir agencialidad, responsabilidad y delegación de capacidades. Cuando hablamos de un aspecto ético, la protección de la casa común puede generar áreas grises de acción y grandes discusiones. Sin embargo, si hablamos de un aspecto económico en sentido griego y se retoman ciertas virtudes griegas, el problema puede volverse un tanto más sencillo.

El término Economía en griego significa el manejo del hogar, es decir, el cómo llevar el nomos del ecos. Esto se traduce en una compleja y a la vez sencilla acción: ¿qué hacer para que nuestra casa, nuestro hogar, siempre tenga todo lo que requiere? Llevar el hogar tampoco significa nada más sofisticado que lo que indica el sentido común: que haya comida, que hay un techo, etc. Que si falta algo, se pueda ajustar todo para que no vuelva a fallar, que si hay un problema se solucione con una asignación de recursos de forma diferente.

No fue sino hasta la época moderna que la Economía se convirtió en el manejo de los recursos escasos. ¿Por qué? Porque precisamente los recursos escasos son los que son difíciles de manejar. Es en la época moderna que se piensa en la economía como un manejo del capital nacional (o privado). No obstante, ¿qué sucedería si se retoma el término griego sin olvidar una de las virtudes más importantes de la psique griega como lo es la phrónesis (prudencia)? Es aquí donde todo toma cierta claridad para convertir el mal manejo de los recursos globales en un acto de responsabilidad social y delegación; sobre todo ahora que sabemos que todos los recursos naturales son tan escasos como el bien más preciado.

La sociedad pensaba hasta hace relativamente poco tiempo que los recursos naturales eran inagotables. ¿Por qué? Porque eran renovables. A ello, se suma la creencia de que el hombre es suficientemente pequeño como para no afectar el accionar del planeta. Sin embargo, con la llegada del cambio climático, hoy se sabe que los recursos se agotan y que el actuar del humano está en verdad transformando el planeta entero, afectando a su paso a millones de especies.

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Es precisamente este uno de los resultados de ver al planeta, no como un hogar común, sino como un hogar ajeno al hombre mismo. Una mala economía, es decir un mal manejo de nuestro hogar, tiene como consecuencia tal vez pasar hambre, rupturas en el techo, mala alimentación de la familia, o simplemente, perder la casa después de una fuerte y mal llevada hipoteca. Un mal manejo de nuestro hogar tiene como resultado el perderlo, y como consecuencia podría darse la misma muerte de los integrantes de la familia, sean hijos, tíos, abuelos, padres, etc. Un mal manejo de un hogar común en donde participan vecinos, sociedades enteras, ciudades y países, puede tener como resultado una situación similar; es decir, la muerte de aquellos que habitan este hogar común. Un mal manejo económico del planeta es justamente lo que ha ocasionado que hayamos creado sequías, hambruna, problemas de obesidad, descongelamiento de las capas polares y la pérdida de especies, de miles de ellas. Un mal manejo económico del planeta puede causar el aniquilamiento de nuestras sociedades y la destrucción última de la biósfera. Este aspecto económico entonces, curiosamente, no busca solo atribuir culpas o responsabilidades o delegaciones, sino busca un nomos prudente que pueda asegurar la supervivencia del hogar a futuro. Es por ello que una buena economía asegura la previsión a futuro, pero no existe una buena economía sin prudencia y precaución; virtudes que hemos descartado hasta ahora a pesar de los intentos deontológicos, utilitaristas, teológicos o de cualquier otra índole por salvaguardar nuestro lugar común. Es, quizá, un aspecto económico el que pueda generar entonces un peso suficientemente sólido para generar un cambio. Ahora bien, se puede argumentar que es precisamente este aspecto económico del beneficio monetario el que ha ocasionado tantos problemas a nuestro hogar común. Y es cierto si se ve a la economía como una crematística (el arte de hacerse rico) como se ha visto desde hace mucho tiempo. Sin embargo, recordemos la Economía como lo que es: sea como un nomos del hogar, de nuestro hogar, o bien como un nomos del recurso escaso, el cual no es precisamente el capital como lo determina la economía moderna, sino los recursos naturales y la estabilidad de nuestro hogar común, que es finalmente al que le debemos toda la responsabilidad social posible. Es precisamente el aspecto económico el que puede permearse de un aspecto ético, para así, convertirse en un deber, por una mera razón de supervivencia, que nos obliga a cuidar el planeta. 38

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Entorno

Identidad e identificación: un salto del individuo a su entorno Axel Velasco Maldonado correo electrónico: plocoonmx@yahoo.com.mx

Estudiante de la carrera de Filosofía, miembro activo del Seminario Permanente de Investigación en Filosofía de la Lógica. Su área de investigación se centra en la filosofía aplicada expandiéndose a las áreas de lo social, lógico, antropológico y psicoanalítico. Actualmente labora y estudia en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán.

Se muestra la relación que existe entre la identidad del individuo y su identificación con el entorno. Se explora el ámbito que permite pasar de la estética a la ética y con ello abordar las responsabilidades del individuo como un agente de cambio en su hábitat. A partir de ello, se accede a una propuesta concreta que ya se ha comenzado a implementar en nuestra sociedad, la transformación del medio urbano encaminada a la creación de espacios de esparcimiento lúdico de carácter público. Palabras clave: individuo, entorno, identidad, identificación, memoria. Siglas o abreviaturas: LS = Encíclica Laudato Si, del Papa Francisco. Introducción

El siguiente trabajo tiene como intención mostrar la relación que existe entre la identidad del individuo y su identificación con el entorno. Interpreto a la memoria como la principal herramienta estética para iniciar la identificación del medio, acto que redefine la noción de propiedad mostrándola como una parte unitaria de lo que forma nuestra identidad. A partir de la encíclica papal Laudato Sí, en conjunto con diversas posturas acerca de la relación del entorno social con el hombre, me sumerjo en una exploración de las características necesarias que permiten evolucionar de la estética a la ética, al demarcar las relaciones que crea el individuo como ente activo en el ámbito social. Retomo una propuesta concreta que ya se ha implementado en nuestra ciudad con el fin de fomentar el enriquecimiento comunitario que guía nuestra responsabilidad como seres políticos. AÑO 4

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Ambiente natural

1. Decaimiento del ambiente El estado actual de la tierra es deplorable, como afirma la encíclica “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería.”1 Cada día es menor la posibilidad de revertir el efecto nocivo que hemos tenido sobre el ambiente. La relación que existe entre nosotros y nuestro entorno parece ser difusa. No logramos entender cómo actuar dentro de éste, porque no concebimos el efecto que tenemos sobre el mismo. Nos colocamos en un estado de descuido y falta crítica cuando hacemos del ambiente un objeto. “(De la tierra) Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a exploiarla.”1 Esta falta de criterio a la hora de utilizar el ambiente como mero recurso genera entornos hostiles para el habitante de los mismos. Nuestro desorden nos consume: Hay barrios que, aunque hayan sido construidos recientemente, están congestionados y desordenados, sin espacios verdes suficientes. No es propio de los habitantes de este planeta vivir cada vez más inundados de cemento, asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza2 La falta de planeación sólo muestra la poca importancia que tiene el medio ambiente para el hombre. Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (Gn 2,7). 2. Conexiones entre persona y entorno, el sistema de orden que se ve amenazado Uno de los principales objetivos de la encíclica es permitirle al hombre recordar su posición ante la naturaleza, «…tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado»3. Uno de los caminos para adquirir tal perspectiva es cambiando la noción del mundo como un recurso, nuestro hogar, el mundo; “(…) es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza.”4 Hasta que nuestro hogar aparezca ante nosotros, y se haga presente como parte esencial de nuestra persona, éste no será tomado en cuenta. “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos...”5 Lo que vivimos como entorno, es todo lo que nos rodea, la forma en que actuemos en este medio será en respuesta de lo que sintamos en él. Somos dependientes de nuestra situación de vida. 1 LS 21. 2 LS 44. 3 Juan Pablo II, «Carta encíclica Sollicitudo rei socialis», 34, en Acta Apostolicae Sedis, núm. 80, Civitas Vaticani 1988, p. 559. 4 LS 12. 5 LS 48. 40

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Pragmatismo

San Agustín se pregunta “¿dónde y cuándo he experimentado yo mi vida bienaventurada, para que la recuerde, la ame y la desee?”6. El lugar en el que me encuentre y cómo me encuentre en éste definirá el tipo de vínculo que yo establezca con la imagen del mismo en mi memoria. Es en la cotidianidad donde se desarrolla la relación del entorno con el hombre. Simbolizamos la vida, haciendo del entorno algo más que un medio físico o social.

La imagen que generamos en nuestro interior, se altera según nuestro criterio para abordar el entorno, ya sea en una postura contemplativa, pragmática o en busca de su desarrollo saludable o natural. Cualquier hombre que actúe de forma activa en un espacio se vuelve un arquitecto del mismo cuando concibe el sistema en el que se encuentra envuelto. 3. De estética a ética

El individuo se encuentra en la imperiosa necesidad de crear relaciones para sobrevivir a la hostilidad del ambiente que creó. La estética, parece la única puerta de acceso a la sensibilidad ante la noción ideal del valor inherente en cada organismo. Valor mismo que permite que nos unamos en la búsqueda de su preservación. El medio deja de ser únicamente físico para simbolizarse en un fenómeno estético, se vuelve parte de nosotros para que nosotros seamos parte de él, no como un sistema sino como un medio vivo: una simbiosis. Encontrar valor propio en las cosas, es la clave para superar los límites que nos antepone el valor utilitarista. Asimismo dicta la encíclica: Prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista. Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso. Al mismo tiempo, si se quieren conseguir cambios profundos, hay que tener presente que los paradigmas de pensamiento realmente influyen en los comportamientos.7

Kant, en su Crítica al juicio, a partir de las definiciones que nos da de la belleza marca la pauta de cómo: “El placer que da lugar al juicio de gusto es ajeno a todo interés.”8 Un juicio estético puro es aquello que nos permite despojar al entorno de un valor que se remita a su utilidad, nos permite concebir la belleza. “Gusto es la facultad de juzgar un objeto o modo de representación por un agrado o desagrado ajeno a todo interés. El objeto de semejante agrado se califica de bello.”9 Nuestro medio se debe de reformar para así tomarlo como un fin en sí mismo; un fin objetivo. Para Kant, todos los hombres persiguen el fin que ellos conciben como placentero. La estética, bajo esta concepción, se 6 San Agustín, Confesiones, X, 21, 31; edit. Lectorum, México 2006, p. 160. 7 LS 215. 8 Kant I., Crítica del juicio, edit. Losada, Buenos Aires 2001, pp. 80-84. 9 Ibid.

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Paisaje con arco iris, 1637 Peter Paul Rubens 42

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convierte en una de las bases de la ética. El placer presupone no sólo el mero juicio que lo denomina placentero, también el referir a su existencia me liga a mí dentro del juicio, me obliga a admitir que soy afectado por mi medio. Lo agradable no sólo gusta, satisface, porque otorga al sujeto algo necesario.

Bien utilitario

El hombre entero no es sólo su intelecto o su espíritu, y para reconocerse como un todo deben colaborar intelecto y sentido (en particular la memoria). Para entender, el intelecto humano tiene que dirigirse a las imágenes (conversio ad phantasmata).10

Nuestro todo se encuentra depositado en las imágenes de nuestro mundo. Necesita del juicio estético para existir.

La auténtica humanidad aparece cuando podemos superar la cosificación del medio. “Así, en la intención de belleza del productor técnico y en el contemplador de tal belleza, se da el salto a una cierta plenitud propiamente humana.”11 Kant nos dice que toda representación, como conocimiento, puede ir asociada a un agrado. Lo bello tiene una relación necesaria con el placer. Este placer es consecuencia de una regla objetiva en un principio definida como necesidad concebida de un juicio estético. Una necesidad de que todos asientan a su belleza, haciendo de ésta una regla universal. No es un juicio apodíctico, ni se puede deducir por la universalidad de la naturaleza, no es empírico. Es ejemplar. Postulamos aquello que nos parece bello con el motivo de crear un espacio estético, de definir un criterio estético, y de esta forma hacer una apuesta por la comunidad. Cuando entiendo y cuando quiero, no sólo conozco experimentalmente mis actos particulares de entender y querer, sino que vivo y existo. El fundamento de este conocimiento actual de la existencia del alma es la autopresencia de la mente, a causa de su inmaterialidad.12

Cuando algo no forma parte de mí o de mi comunidad, lo ignoro, no afecta mis actos, en otras palabras: lo evado. Únicamente existe como bien utilitario. De esta forma alimentamos nuestros vicios, el consumo desmedido que sólo nos daña.

En la ciencia está el maravillarse, y en el maravillarse está el indagar sobre lo que acontece enfrente de nosotros. Tenemos que conocer nuestro medio físico para poder defenderlo, conocer algo es entregarse a ello, dedicarle tiempo. Lo que significa uno equivale a lo que ama uno. Todo acto del hombre debe ser considerado a partir de su ambiente físico y social. El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral porque supone el pleno respeto a la persona. 10 Echavarría Martín F., «Más memoria e identidad según Santo Tomás», en http://es.catholic.net/ op/articulos/9111/cat/402/mas-memoria-e-identidad-segun-santo-tomas.html, consultado el 30 de octubre de 2015. 11 LS 103. 12 LS 103.

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4. Memoria e identidad contra la cultura del rechazo

Comunidad

La ecología, como estudio de las relaciones entre el hombre y su medio, no basta para abordar el problema de la identidad, debemos de explorar a la persona para encontrar en ella los rasgos empíricos y físicos que la conforman. La experiencia, mi vida: mi mundo, se encuentra ubicada en aquello que atesoro, en lo que conservo. El medio pasa a ser parte de lo que amo, cuando lo admiro, la contemplación mueve mis sentimientos renovando mi persona. “La mayor parte de nuestras funciones psíquicas tienen una continuidad, por lo que lo vivido se une entre sí por la memoria y todo ello se fija a un complejo de representaciones y recuerdos que es constante y sólido, al yo.”13 Días enteros, horas y horas, son depositados en el olvido, dejan de importar. Pero aquello que se mantiene, aquello que me impresiona, aquello por lo que tengo aprecio, subsiste, continúa dentro de mí. El preguntar por el mundo es preguntar por mí. “Yo me autoexpreso al expresar el mundo; yo exploro mi propia sacralidad al intentar descifrar la del mundo.”14 Tengo que hacer de mi cotidianidad un mundo del cual no esté escindido, reconocer mi experiencia, mi actuar constante. Santo Tomás dice: “La memoria es un hábito”, la memoria va más allá del actuar del individuo, la memoria me logra conectar con el medio en donde vivo a partir de su historia, de mi historia. “También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad”15 Soy más que un individuo, soy parte de una comunidad, que al igual que mi ambiente, existe a partir de mi memoria. Mi “yo” también recae en el otro, como aquél que me delimita, de la misma forma en que lo hace mi entrono; definiéndome. Donde acaba mi ser como individuo empieza mi comunidad. Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable. (…) Hace falta incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original.16 Cuando consigo generar una identidad a partir de otros, por medio de una comunidad, estoy logrando el vuelco a la identificación. La individualidad como la negación del otro es el olvido de nuestra identidad como ser social, es la condena de nuestro medio, y por lo mismo, de nosotros. Cuando el mundo ya no es nuestro, cuando somos 13 Echaverría, op. cit. 14 LS 85. 15 LS 63. 16 LS 143. 44

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Identidad social

extranjeros en éste, nos volvemos malditos. Usamos las cosas porque son un desperdicio más, vienen y van, no se conservan. Nos volvemos un llano en llamas. Dejamos de tener un lugar donde habitar. Lo que ya no pertenece a nuestro mundo deja de existir, se vuelve increado.

No somos seres únicos en nuestro entorno, en las partes más necesitadas, en los nidos de pobreza, se concentra la comunidad, el hacinamiento aumenta la densidad de población y hace de la identidad comunal una necesidad imprescindible. Esta característica debe dejar de ser un agravio para transformarse en una fuerza. La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria.

5. Espacio público, convivencia e identificación, el otro y su presencia en mi mundo

Como caso práctico decidí utilizar el artículo Anuario: “LA PLAZA DE LA REPÚBLICA COMO ESPACIO DE FORMACIÓN CIUDADANA” de Christof Göbel17 En donde nos habla de los arreglos efectuados en la Plaza de la República, Monumento a la Revolución, durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera.

Göbel se aproxima a la reestructuración de la plaza de la república como un fenómeno de cambio social visto desde la teoría psicoanalítica marxista, haciendo del espacio público un lugar que transformamos por nuestros medios y de esta forma lo volvemos parte de nosotros; trabajamos en él, lo creamos. Porque los espacios, especialmente los espacios urbanos, no han sido alterados naturalmente, sino elaborados enteramente por los seres humanos, diseñados, modificados y construidos, por ello deben apropiase de los espacios así como de los significados contenidos en ellos tal y como se hace con los objetos y con las herramientas del entorno inmediato.18

El medio en el que nos manejamos es público: en éste surge la convivencia, el desarrollo de habilidades que permiten el desarrollo de una identidad social. La ecología social es necesariamente institucional, inicia en la familia para transmitirse a la comunidad y de ésta avanza a la nación. Es sólo por medio de la propuesta comunitaria que podemos fundar un ambiente equitativo, estético y saludable: En algunos lugares, rurales y urbanos, la privatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil. En otros, se crean urbanizaciones «ecológicas» sólo al servicio de unos pocos, donde se procura evitar que otros entren a molestar una tranquilidad artificial.19 17 Catedrático de la UAM-Azcapotzalco, Departamento/Facultad: CYAD 18 Deinet Ulrich, «Aneignung und Raum. Zentrale Begriffe des sozialräumlichen Konzepts», en Sozialräumliche Jugendarbeit. Grundlagen. Methoden und Praxiskonzepte, ed. Ulrich Deinet, 3a edición, edit. VS verlag für sozialwissenschaften, Wiesbaden 2009, pp. 27-58. 19 LS 45.

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Vida cotidiana

Cuando una comunidad se encuentra en condiciones deplorables es mucho más fácil dar paso a la violencia e ilegalidad. La falta de cuidado y de reconocimiento por parte de los vecinos es lo que permite que agentes externos entren y lucren con las debilidades de una población. Cuando existe el egoísmo, dado por parte de la privatización o la misma falta de recursos, no hay espacio para el progreso. Los bienes deben ser públicos para que estos puedan conservarse dentro de la comunidad. 6. Reconstrucción del entorno El desarrollo del individuo en el ámbito público es lo que le permite convertirse en un ser social activo. Su continua convivencia con y en el medio abierto va creando en él la responsabilidad ante el mundo. Esto incluye el cultivo de una identidad común, de una historia que se conserva y se transmite. “No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología.”20 Una vez que hemos detectado la conexión del individuo con su medio y trazamos el camino de la identidad a la identificación podemos abordar el espacio público como el lugar en donde se desarrolla la educación de la responsabilidad ante el ambiente; no como teoría sino como práctica continua de identificación. Las instituciones gubernamentales deben de proveer a su población de los lugares adecuados para que se desarrolle la educación necesaria. A la práctica de este estilo de vida lo podemos llamar “Ecología de la vida cotidiana”, el lugar en el cual el individuo se desarrolla plenamente sin abusar de los recursos, sin dañar lo que lo rodea, sino que, dejándose impresionar por este nuevo medio lo conoce, y permite que crezca como una semilla dentro de él. Somos, a la vez, receptores y reproductores de nuestro ambiente, por medio de impulsos y de actos, redefinimos al mundo. Se necesita de un equilibrio entre una realidad bella y un individuo sensible, para permitir que florezca una sociedad responsable. Por lo tanto, un lugar de aprendizaje social es también un lugar de aprendizaje de la civilización, se puede aprender a independizarse, crear contactos y poner en marcha la creatividad, considerar a los más vulnerables, así como a reconocer las desigualdades entre las personas. Los individuos aprenden a dimensionar el espacio logrando posicionarse en el mismo.21 Dada la interrelación entre el espacio y la conducta humana, quienes diseñan edificios, barrios, espacios públicos y ciudades necesitan del aporte de diversas disciplinas que permitan entender los procesos, el simbolismo y los comportamientos de las personas. No basta la búsqueda 20 LS 118. 21 Diversas miradas. La plaza pública en la ciudad de hoy en día (Arquitectura y Urbanismo Internacional), compilador Göbel Christof, edit. UAM-Azcapotzalco, Departamento de Evaluación del Diseño en el Tiempo / CyAD, México 2013.

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de la belleza en el diseño, porque más valioso todavía es el servicio a otra belleza: la calidad de vida de las personas, su adaptación al ambiente, el encuentro y la ayuda mutua. La Plaza de la República es el mejor ejemplo para explorar la responsabilidad social que se genera en los individuos a partir de las modificaciones estéticas de su ambiente, porque después de lograr el cometido de las instituciones pide a los individuos, a la población en general, la responsabilidad de proteger lo que ahora es suyo. “Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico”.22 7. Conclusión El individuo, como ser en el mundo, necesita reconocer o formar lazos con aquello que lo rodea para, a partir de esta nueva relación interior, recrearse. Debemos lograr que las modificaciones hechas al entorno a partir de criterios estéticos nos sirvan de fundamento para los criterios éticos de la población y del individuo. Si deseamos progresar 22 LS 211.

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Ser comunitario

como sociedad, nunca podemos dejar de lado nuestro ser comunitario y la comunidad donde se desarrolla. El aprendizaje para llevar a cabo tales tareas se encuentra en el ámbito público y las memorias que éste desarrolla si le permitimos ser parte de nosotros. El conocimiento, como amor a la naturaleza es un hábito que debemos promover para el cuidado de nuestro medio. Representa el amor a nuestro mundo, nuestro hogar, y en última instancia a Dios.

Bibliografía Bleuler E., Tratado de psiquiatría, edit. Calpe, Madrid 1924. Deinet Ulrich, «Aneignung und Raum. Zentrale Begriffe des sozialräumlichen Konzepts», en Sozialräumliche Jugendarbeit. Grundlagen. Methoden und Praxiskonzepte, ed. Ulrich Deinet, 3a edición, edit. VS verlag für sozialwissenschaften, Wiesbaden 2009. Diversas miradas. La plaza pública en la ciudad de hoy en día (Arquitectura y Urbanismo Internacional), compilador Göbel Christof, edit. UAM-Azcapotzalco, Departamento de Evaluación del Diseño en el Tiempo / CyAD, México 2013. Drewermann Eugen, Glauben ind Freiheit. Tiefenpsychologie und Dogmatik, I, Dogma. Angst und Symbolismus, edit. Walter, Solothurn – Düsseldorf 1993. __________, Tiefenpsychologie und Exegese, I, Die Wahrheit der Formen, 3ª edición, edit. Walter, Olten - Freiburg 1992. Echavarría Martín F., «Más memoria e identidad según Santo Tomás», en http://es.catholic.net/op/articulos/9111/cat/402/masmemoria-e-identidad-segun-santo-tomas.html, consultado el 30 de octubre de 2015. Fuhrer Therese, Augustinus, edit. Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 2004. Francisco, Carta encíclica Laudato sí. Sobre el cuidado de las Casa Común, edit. Librería Parroquial de Clavería, México 2016. Gardeil A., «La perception expérimentale de l’âme par elle-même d’après sain Thomas», en Revue des sciences philosophiques et théologiques. Mélanges thomistes publiés par les Dominicains de la province de France à l’occasion du VIe centenaire de la canonisation de saint Thomas d’Aquin (Bibliothèque thomiste 3), Le Saulchoir, Kain 1923. Janson Alban - Wolfrum Sophie, «Leben bedeutet zu Hause sein, wo

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immer man hingeht», en, Die Stadt als Wohnraum, ed. Jürgen Hasse, edit. Karl Alber, Freiburg - München 2008. Juan Pablo II, «Carta encíclica Sollicitudo rei socialis», 34, en Acta Apostolicae Sedis, núm. 80, Civitas Vaticani 1988, pp. 513-586. Kant I., Crítica del juicio, edit. Losada, Buenos Aires, 2001. Nietzsche F., La genealogía de la moral, edit. Alianza, Buenos Aires, 1995. Ruoff Connie, «Die Memoria bei Augustinus», en http://conniruoff. de/essays/Augustinus.html, consultado el 3 de enero de 2008. Russell Bertrand, «On Denoting», en Mind. New Series, núm. 56, Oxford University, Oxford 1905, pp. 479-493. San Agustín, Confesiones, edit. Lectorum, México 2006.

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semana

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REVISTA HORTENSIO a través del

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1 Editorial Editores 2 La reflexión ecológica en la historia de la Iglesia católica Fr. José Ezequiel González Ayala, OSA

5

3 Ecología en la era neopagana Luis Octavio García Mondragón

11

4 Educar la conciencia para un ecología integral María del Carmen Mejía Colín

23

5 Reverencia y respeto por todas las formas de vida no humana en la “Laudato si” Dr. Eduardo Bonnín Barceló, Sch.P.

29

6 La dimensión económica de la atención a nuestra casa común Dr. Félix Roberto Carvallo Garnica Dr. Roberto Carvallo Escobar.

35

7 Identidad e identificación: un salto del individuo a su entorno Axel Velasco Maldonado

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AGUSTINIANO Instituto Filosófico-Teológico Convoca A toda persona interesada, conocedora o estudiante de Filosofía y Teología a presentar propuestas para colaborar en la Revista Hortensio. Los números 9 y 10 de la revista estarán dedicados a los 500 años del inicio de la Reforma Protestante. Las temáticas de los artículos propuestos deberán estar enmarcadas en el contexto de este hecho histórico, en especial en la vida y obra de Martín Lutero, desde la perspectiva de alguna de las disciplinas de la Filosofía y la Teología, aunque también se podrán aceptar otras perspectivas afines como la histórica, sociológica, etc. Hortensio es la revista semestral del Agustiniano, especializada en Filosofía y Teología. En ella se expresa el pensamiento característico de nuestro Instituto. Los artículos de Hortensio expresan temas contemporáneos de interés cuyas problemáticas se instancian en el área filosófica o teológica. Los artículos deberán ser de legítima autoría e inéditos y ceñidos a las normas metodológicas que el Agustiniano establece, mismas que pueden consultarse en: http://www.institutoagustiniano.org/pdfs/LINEAMIENTOS_METODOLOGICOS_DEL_AGUSTINIANO. pdf o solicitarse al correo electrónico hortensio@institutoagustiniano.org

Agustiniano, Instituto Filosófico-Teológico Presidente del Consejo Editorial Fr. Edgardo Frías Paredes, OSA

Ma. Esperanza Rodríguez Fr. José Gallardo García, OSA Fr. Ricardo Guzmán Mendoza, OSA

jimenezjuanmiguel78@gmail.com Contacto: Tel: +52 55 5562 0774 Correo electrónico: secretaria@institutoagustiniano.org Página web: www.institutoagustiniano.org Facebook facebook.com/AgustinianoIFTA

DERECHOS DE AUTOR Y DERECHOS CONEXOS, Año 4, Número 8, septiembre 2016, es una publicación semestral editada por el Agustiniano, Instituto Filosófico-Teológico, Paseo de San Agustín 72, Alteña III, Lomas Verdes, C.P. 53120, Naucalpan de Juàrez, Estado de México, ISSN: en trámite. Queda prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional de Derechos de Autor.

La extensión de los artículos no debe ser menor a 2 páginas, ni mayor a 8 páginas. El artículo propuesto debe ser enviado en archivo adjunto en doble formato: Word y PDF, vía correo electrónico (hortensio@institutoagustiniano.org). En caso de utilizar caracteres de otras lenguas, debe adjuntarse también el archivo de la fuente utilizada. El autor puede proponer una imagen (máximo dos) que acompañe su texto. La imagen deberá incrustarse en el texto y especificarse la ficha descriptiva de la misma, en una nota al pie de ésta. La imagen también debe ser enviada en el mismo correo electrónico que el texto, en archivo adjunto en formato JPG, con el título del artículo e iniciales del autor como nombre del archivo. Los artículos deberán enviarse antes del 31 de octubre 2016, al correo electrónico hortensio@institutoagustiniano.org para su dictamen. Por este mismo medio se dará a conocer la aceptación o no del artículo propuesto, así como la solicitud de posibles elementos complementarios. Naucalpan, Estado de México, 01 agosto 2016.


Revista de Filosofía y Teología AÑO 4

No.8 SEPTIEMBRE 2016

Revista de Filosofía y Teología SEPTIEMBRE 2016


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