¿Qué conducta seguir con los pecadores públicos? P. Hervé Gresland ¿Cómo podemos y debemos actuar en relación con los pecadores públicos? En razón del contexto general de la sociedad en que hoy vivimos, este problema se nos plantea a menudo de manera aguda. Recordemos los grandes principios católicos que deben iluminar la práctica, a fin de intentar ver con mayor claridad para resolver los casos penosos que desgraciadamente se producen en nuestras familias.
C
omencemos por explicar lo que es un pecador público: es una persona que vive en pecado grave, cuyo pecado es verdaderamente escandaloso, y es notorio de hecho o de derecho. “Que vive en pecado” significa que los pecados en cuestión no son solamente actos pasajeros, sino que crean una situación habitual. Los pecadores públicos son en primer lugar las personas que han apostatado de la fe católica, que han abandonado la Iglesia para unirse a sectas o grupos no católicos, o que viven en la impiedad(1). Seguidamente son quienes tienen un estado de vida o una actividad gravemente pecaminosos. Según las épocas se ha clasificado así a los que se entregan a la magia, los usureros, las mujeres de mala vida etc. El caso más frecuente de pecado público es el de personas que viven juntas sin estar casadas. En efecto su relación culpable es un hecho público, que todo el mundo puede ver. Que estén o no unidas por un “matrimonio civil” no cambia nada en su situación a los ojos de Dios (2) . No es necesario que cohabiten, basta con que se encuentren a menudo y que
sea notorio que viven en pecado mortal. Por el hecho de su carácter público, estos actos revisten una gravedad par-
ticular. Representan lo que se llama un escándalo, es decir un acto reprensible que, a causa del mal ejemplo dado a los demás, puede ser ocasión de caída para el prójimo que es testigo del mismo, in-