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Es inmoral la bomba atómica?

Padre Bernard de Lacoste

El 24 de noviembre de 2019, en el memorial de la paz de Hiroshima, el papa Francisco se expresó como sigue: “Con convicción, deseo reiterar que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común. El uso de energía atómica con fines de guerra es inmoral, como asimismo es inmoral la posesión de las armas atómicas.

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”(1) Dos días más tarde, en el avión que de Tokio le devolvía a Roma, el papa Francisco respondió a un periodista: “El uso de armas nucleares es inmoral, por eso debe ir en el Catecismo de la Iglesia Católica, y no sólo el uso, sino también la posesión, porque un accidente o locura de algún gobernante, la locura de uno puede destruir la humanidad.

”(2) ¿Qué pensar de tales afirmaciones? Ya en 1965, con ocasión de las discusiones sobre la constitución Gaudium et spes del concilio Vaticano II, los teólogos debatieron al respecto. Algunos querían que la Iglesia prohibiese pura y simplemente el uso militar de la energía nuclear. Otros veían al contrario en la bomba atómica un medio de legítima defensa. (3) Finalmente el concilio no zanjó el debate. En 1982, el papa Juan Pablo II creyó poder afirmar: “En las condiciones actuales, una disuasión basada en el equilibrio, no ciertamente como un fin en sí mismo sino como una etapa en el camino de un desarme progresivo, puede ser enjuiciada aún como moralmente aceptable. ”(4) Sin embargo, esta toma de posición no fue suficiente para calmar las polémicas en el seno de la Iglesia. En diciembre de 1982, entre los obispos de los Estados Unidos de América, las divergencias fueron manifiestas. Algunos, como el arzobispo de Chicago, deseaban

calificar como inmorales a las armas nucleares. Otros, como el arzobispo de Nueva Orleans, proponían una apreciación más matizada, mencionando “ el hecho de que tengamos el deber de defender a Europa occidental y que cada una de las naciones que la componen desean la presencia de nuestras armas nucleares para alejar el riesgo de una

agresión soviética. ”(5) ¿Cómo aplicar los principios de la moral católica en este asunto?

Analicemos primero los dos argumentos invocados por el Papa: la bomba atómica es inmoral porque se opone a la dignidad de la persona humana y a la protección de nuestro planeta. Para un católico estos razonamientos son frágiles y poco concluyentes. Se inspiran en una filosofía dudosa y podrían conducir a la prohibición moral de la misma guerra. San Agustín, al contrario, mostró muy bien que la inmoralidad no reside en el hecho de matar, sino en la injusticia: “¿De qué se le acusa con referencia a la guerra? ¿Acaso de que morían los que alguna vez tendrían que morir, para domesticar en la paz a los que han de vivir? Reprochar eso es propio de timoratos, no de personas religiosas. El deseo de dañar, la crueldad en la venganza, el ánimo no aplacado e implacable, la ferocidad de la rebelión, la pasión de dominio y cosas semejantes: he aquí lo que, conforme a derecho, se considera culpa en las guerras. ”(6) En el mismo espíritu, el papa Pío XII, en 1948, denunciaba el falso pacifismo. Condenaba “la actitud de aquellos que aborrecen la guerra a causa de sus horrores y de su atrocidad, de sus destrucciones y de sus consecuencias, pero no también en razón de su injusticia. Ese sentimiento es la fortuna del agresor ” .

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Dejemos pues de lado los falsos argumentos de la dignidad humana y de la ecología. En teología moral, es primero la ley natural y divina la que debe guiarnos. Ahora bien ¿qué prescribe?

Con arreglo al quinto mandamiento de la ley de Dios, no está nunca permitido matar directamente a un inocente. Es intrínsecamente malo. Es un pecado mortal contra la justicia. En consecuencia, incluso en el marco de una guerra justa, matar a un gran número de civiles para hacer presión sobre los enemigos y obligarlos a capitular es un procedimiento gravemente inmoral. Sin embargo, si se trata de matar indirectamente a un inocente, la cuestión es más sutil. Está permitido en las siguientes condiciones:

- Que la muerte de los inocentes no sea querida, sino solamente prevista, permitida y tolerada.

(8) - Que la muerte de los inocentes no cause el bien perseguido. San Pablo dice en efecto que no está permitido hacer el mal para conseguir un bien.

(9) - Que haya una causa proporcionada.

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¿Es inmoral la bomba atómica? 31 rre el riesgo de no cumplirse en caso de bomba atómica. Por ejemplo, si al bombardear una importante base militar enemiga mato indirectamente y sin quererlo dos o tres civiles, la causa proporcionada está presente. Pero si, para matar cinco soldados enemigos, corro el riesgo de causar la muerte de centenares de civiles, la causa no es proporcionada. Ahora bien, la bomba atómica es muy mortífera. Su uso no será lícito salvo si los daños causados a los civiles son muy limitados. Por esta razón es difícil justificar los bombardeos de Hiroshima y de Nagasaki en agosto de 1945. ¿Pero hay que concluir por ello que la bomba atómica es en sí misma inmoral? Ciertamente que no. La moralidad de un arma no le viene de su naturaleza sino del uso que los hombres hacen de ella. Por ejemplo, la dinamita no es en sí misma, en el plano moral, ni buena ni mala. Al contrario, el uso de la dinamita por los seres humanos será necesariamente bueno o malo. Igualmente respecto de la bomba atómica. Es verdad que esta última es mucho más mortífera. Pero no es la eficacia de un arma la que la hace mala. Es evidente que una acción de guerra pretende siempre ser eficaz. (11)

La dificultad reside en los efectos destructivos de esta bomba: son terribles y difícilmente controlables. No obstante, no es imposible imaginar una situación en la cual las víctimas inocentes del arma nuclear serían poco numerosas. Se trata de casos en que el objetivo militar enemigo está muy netamente aislado. Por ejemplo, si una potente base militar enemiga está situada en medio de un desierto, o en una isla del océano Pacífico poco habitada, el uso de una bomba atómica podría estar permitido moralmente, con tal de que la potencia de la bomba fuese proporcionada, tanto como posible, a la talla del blanco. Esta bomba podría también lanzarse legítimamente sobre una escuadra en alta mar muy lejos de las costas. Hay que reconocer sin embargo que semejante situación no es frecuente, y que en consecuencia la mayor parte de las veces el uso de la bomba atómica no se justifica, a causa de la falta de proporción entre la muerte de numerosos inocentes y el resultado militar perseguido. Por ello el papa Pío XII, con la precisión que le era acostumbrada, se expresó como sigue en 1954: “La guerra total moderna, singularmente la guerra ABQ (atómica, bacteriológica, química) ¿está permitida en principio? No puede subsistir duda alguna, sobre todo a causa de los horrores y de los inmensos sufrimientos provocados por la guerra moderna, que desatar ésta sin justo motivo (es decir, sin que se halle impuesta por una injusticia evidente y extremadamente grave, inevitable de otro modo), constituye un “delito ” digno de las sanciones nacionales e internacionales más

32 ¿Es inmoral la bomba atómica? severas. Ni siquiera en principio se puede proponer la cuestión de la licitud de la guerra atómica, química y bacteriológica, sino en el caso en que se la juzgue indispensable para defenderse en las condiciones indicadas. Y aun entonces es preciso empeñarse por todos los medios en evitarla mediante acuerdos internacionales o señalar a su empleo límites muy claros y precisos para que sus efectos queden circunscritos a las exigencias estrictas de la defensa. Cuando, sin embargo, el empleo de este medio lleva consigo una tal extensión del mal que se escapa totalmente al control del hombre, su utilización debe rechazarse como inmoral. Aquí ya no se trataría de la “defensa ” contra la injusticia y de la necesaria “ salvaguardia ” de posesiones legítimas, sino de la aniquilación pura y simple de toda vida humana en el interior del radio de acción. Esto no se halla permitido por ninguna razón. ”(12) Por desgracia, estamos pues obligados a constatar una vez más que la teología del papa Francisco es desacertada. Las armas nucleares no son de suyo inmorales. Es verdad sin embargo que las condiciones que deben reunirse para que su uso sea justo son tales que, concretamente, el uso de la bomba atómica muy rara vez será moralmente permisible. Pero esta conclusión basta para tener como lícita la posesión de armas nucleares. m

(1) L´Osservatore Romano, martes 3 de diciembre de 2019, edición semanal en lengua francesa, p. 8; hay edición semanal en lengua española. (2) Idem, p.16. (3) Roberto de Mattei, Vatican II, une histoire à écrire, p. 318; hay edición española, Concilio Vaticano II. Una historia nunca escrita, Madrid, Homo Legens, 2018. (4) Mensaje del papa Juan Pablo II para la 2ª sesión especial de las Naciones Unidas sobre el desarme, 7 de junio de 1982. (5) Intervención del arzobispo Hannan, La documentation catholique, 16 de enero de 1983. (6) San Agustín, Contra Faustum, lib. 22, cap. 74. (7) Radiomensaje al mundo, 24 de diciembre de 1948. (8) Suma teológica, II-II, c. 64, art. 6. (9) Rom, 3, 8. (10) Suma teológica, II-II, c. 64, art. 7, corpus. (11) Es lo que se explica muy bien por el Padre Labourdette en su Grand cours de théologie morale, tomo X (La caridad), p. 349. (12) Discurso del papa Pío XII a los participantes en la VIII asamblea de la Asociación Médica Mundial, 30 de septiembre de 1954.

Colecta de la Misa votiva por la paz

Oh Dios, de quien vienen los santos deseos, las rectas intenciones y las obras justas; da a tus siervos aquella paz que el mundo no puede dar, para que sometidos nuestros corazones a tus mandamientos y libres del temor de los enemigos, vivamos días sosegados bajo tu protección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

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