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La Iglesia en la tormenta
Padre Benoît de Jorna
La Iglesia está hoy en medio de una terrible tormenta. Esta imagen, esta comparación, si profundizamos en ella, nos permitirá, creo, saber mejor cuál debe ser la actitud católica que debe seguirse hoy.
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Cuando se está en un barco en alta mar, la tempestad se caracteriza primero por las borrascas que no se pueden prever y que se suceden de forma aleatoria, pero sin embargo próximas. Estas borrascas son peligrosas y destructivas tanto para el navío como para sus ocupantes.
Tempestad en la Santa Iglesia
Es lo que vemos en la Santa Iglesia. A intervalos próximos surgen escándalos morales devastadores, pero también iniciativas doctrinales y prácticas que vienen de la propia cúspide de la jerarquía. Modificación de las leyes del matrimonio, abolición al menos parcial del celibato eclesiástico, furioso “ ecologismo ” , transformación de la Curia romana, declaraciones asombrosas a los medios de comunicación, pasmosas, a veces aterradoras, apoyo a una inmigración descontrolada, diálogo interreligioso en todas las direcciones, son algunas de las iniciativas turbadoras lanzadas al público y con las cuales se nos ha regado desde hace varios años.
En una tempestad la potencia de las borrascas sobrepasa ampliamente las capacidades de los marinos, y no hay que dejarse llevar por las ilusiones hasta el punto de creer que su acción destructora se podrá realmente impedir con nuestras propias fuerzas. La única cosa posible y razonable es intentar preservar, mal que bien, tanto a los hombres en el barco como el mismo barco, principalmente su capacidad de maniobra. En esta situación de la Iglesia no debemos pues pretender, nosotros solos, cam-
26 La Iglesia en la tormenta biar radicalmente la situación, que nos excede y se nos escapa habida cuenta la desproporción entre nuestras pequeñas obras y la potencia de la jerarquía eclesiástica (aunque sea, desgraciadamente, tan debilitada como hoy) reforzada con la del mundo.
Estamos así condenados a sufrir estas borrascas e, incluso aunque intentemos ponernos al abrigo lo mejor que podamos, para no ser inopinadamente arrastrados por una ola o un golpe de viento imprevisto, soportamos las consecuencias inevitables de la situación. El ministerio de los sacerdotes se hace más difícil, y se encuentra cada vez más a menudo con situaciones morales rigurosamente desconocidas hace todavía veinte años. La vida cristiana de los fieles se da de bruces con obstáculos multiplicados, con tentaciones hace poco insospechadas.
Hay que pensar en protegerse
Hay pues que pensar, primero y, antes que nada, en protegernos de las influencias deletéreas, sin dejar evidentemente de predicar el Evangelio y de dar testimonio de Cristo, cada cual según nuestra vocación. Es un equilibrio siempre inestable, no fácil de encontrar, que debe conservarse, a fin de no ser destruido por una situación moralmente peligrosa, al mismo tiempo que no nos “ enquistamos ” de manera cobarde y egoísta. Es así, por ejemplo, como Mons. Lefebvre tuvo esa magnífica intuición de los prioratos, donde los sacerdotes están protegidos del mundo y pueden rehacer sus fuerzas físicas, mentales y espirituales, antes de volver a partir al apostolado para llevar a las almas la luz de Cristo. Es innegable que esta situación tempestuosa es como la onda de choque del huracán que fue el concilio Vaticano II. Por ello convenía que la Hermandad de San Pío X pidiese que se realizara de nuevo un trabajo doctrinal sobre las cuestiones controvertidas. Ahora bien, Roma nos ha respondido claramente hace poco que por el momento no se
contempla volver sobre las cuestiones doctrinales, que son sin embargo el nudo de la cuestión y bloquean la cuestión canónica, la cual no puede ser sino subsiguiente.
Por supuesto, esto no nos impide en absoluto aprovechar la benevolencia de este o de tal otro obispo diocesano, que nos permita ejercer más ampliamente y en mejores condiciones nuestro apostolado enteramente fundado sobre la Tradición, y esto sin ninguna componenda por nuestra parte. Puesto que, según la frase de Louis Veuillot,
Después de 27 años de apostolado en Japón, la Fraternidad San Pío X pudo finalmente abrir un priorato en Tokio. Desde su ordenación sacerdotal en junio de 1993, el Padre Onoda volaba constantemente desde Filipinas a Japón para ejercer su apostolado en su propio país. Finalmente, el nuevo priorato “Stella Matutina” se inauguró el 2 de enero de 2021.
La Iglesia en la tormenta 27 católico es nuestro ” , no tenemos ninguna razón para privarnos, si finalmente se nos concede sin contrapartida, de lo que pertenece al patrimonio de la Iglesia y puede contribuir al bien espiritual de las almas.
Guardar el norte
Otra característica de las tempestades es hacer “ perder el Norte ” . Las nubes impiden ver el sol, la luna, las estrellas, y situarse en relación a ellos. Aún más, siendo tan altas las olas, llenando la lluvia el horizonte, descendiendo las nubes tan bajo, no sabemos ya dónde está lo alto y lo bajo, la derecha y la izquierda, lo delante y lo atrás: estamos perdidos si pretendemos utilizar simplemente nuestros sentidos, cuyos puntos de referencia están provisionalmente abolidos. La única solución razonable es confiar en los instrumentos y proseguir obstinadamente nuestra ruta según lo que nos indican, aunque tengamos en cada instante la tentación de seguir lo que creemos que nos indican nuestros sentidos, con el riesgo de perdernos nosotros mismos y, con nosotros, el buque. En la situación actual de la Iglesia, tenemos instrumentos ciertos que son las Escrituras, el catecismo, santo Tomás de Aquino, el Código de derecho canónico de 1917, el Magisterio auténtico de los Concilios y de los Papas, los escritos de los teólogos reconocidos y de los santos etc. La tentación sería creer que, porque el mundo cambia en ciertos aspectos (y ello es verdad), El Concilio Vaticano I tuvo lugar del 8 de diciem- debemos abandonar esos instrumentos bre de 1869 vocada por al 18 d Pío IX e diciembre de 1870. Fue con(1846 a 1878). Las principales fiables para inventar una nueva doctridecisiones del Concilio fueron la elaboración de na, una nueva moral, una nueva pastouna Constitución Dogmática titulada sobre la fe católica y la Constitución “Pastor Aeternus” sobre la primacía “Dei Filius” Dogmática e infalibiliral, este pretendidamente nuevo mundo mo mejor derno. adaptada a dad del Papa cuando se pronuncia “ex-cathedra” en materia de fe y moral. Y se trataba de cuestiones doctrinales que eran necesarias para dar la En realidad, Tradición, de hay en la cual el depósito de acabo de enuun nuevo impulso y una mejor información so- merar los elementos principales, todos bre cuestiones Además de esenciales proclamar de la la Fe. infalibilidad papal los recursos necesarios para adaptar en como dogma, principalmente para combatir el un sentido perfectamente tradicional galicanismo mentos de , el la f Concilio, a e católica, l defender los fundacondenó los errores nuestra pastoral, cuando se presentan a del racionalismo, el materialismo y el ateísmo. nosotros problemas materialmente nuevos. Puesto que el hombre permanece siempre el mismo, viaje a pie, en coche o en cohete; escriba sobre papiros, sobre pergaminos, sobre libros o sobre pantallas. Y si la Iglesia, por ejemplo, supo adaptarse, sin alterarse en su esencia, al correo, al telégrafo, al teléfono, al fax,
28 La Iglesia en la tormenta puede hacerlo a internet con los recursos que le han transmitido los siglos pasados.
El hombre sigue siendo el mismo
Se dice fácilmente de la Hermandad de San Pío X que está “ petrificada ” . Sin embargo, utilizamos, espero que oportunamente, todos los medios modernos susceptibles de facilitar nuestro apostolado. Pero siendo el hombre el mismo, permaneciendo la Revelación la misma, siendo Jesucristo “ el mismo ayer y hoy y por los siglos ” (Heb 13, 8), las soluciones doctrinales y morales que proponemos no pueden ser sino las mismas. Sí, no hay salvación fuera de la Iglesia; sí, Jesucristo debe reinar sobre las personas, las familias y las sociedades; sí, el matrimonio válido es indisoluble; sí, la misa dominical es un mandamiento de la Iglesia, particularización de un mandamiento de Dios etc. Y esto para el hombre moderno como para el hombre de la Edad Media. Lo que se quiere hacer pasar, en realidad, cuando se nos dice que hay que saber “ evolucionar ” , no son cambios puramente materiales (todo el mundo sabe que no vivimos como amish), sino verdaderamente cambios de fondo, que contradicen lo que la Iglesia enseñó e hizo durante veinte siglos. Y eso no lo queremos, no lo podemos, no lo haremos, con la gracia de Dios. Siendo esto así, allí donde la Providencia nos ha puesto, intentamos hacer avanzar la obra de Dios, queremos predicar a Cristo y hacer que su luz y su gracia irradien sobre las almas. Lo que Dios nos pide es dar cada día testimonio de Él, en un mundo que cada día se aleja más del buen sentido, de la fe y de la gracia. Vuestros sacerdotes hacen su trabajo, os aportan el auxilio de su ministerio, siguen construyendo prioratos, iglesias, escuelas donde desde hoy, y todavía más mañana, podáis santificaros, educar cristianamente a vuestros hijos, retomar fuerzas espirituales para continuar siendo firmemente cristianos y católicos cuando todo se conjura para apartaros del camino recto. Es por esta tarea tan difícil como exaltante por lo que necesitamos vuestra ayuda, incluso material. Confío todas nuestras intenciones, todas vuestras intenciones, que se confunden, a la Bienaventurada Virgen María, “fuerte como un ejército en orden de batalla ” . m