La Iglesia en la tormenta Padre Benoît de Jorna
L
a Iglesia está hoy en medio de una terrible tormenta. Esta imagen, esta comparación, si profundizamos en ella, nos permitirá, creo, saber mejor cuál debe ser la actitud católica que debe seguirse hoy. Cuando se está en un barco en alta mar, la tempestad se caracteriza primero por las borrascas que no se pueden prever y que se suceden de forma aleatoria, pero sin embargo próximas. Estas borrascas son peligrosas y destructivas tanto para el navío como para sus ocupantes. Tempestad en la Santa Iglesia Es lo que vemos en la Santa Iglesia. A intervalos próximos surgen escándalos morales devastadores, pero también iniciativas doctrinales y prácticas que vienen de la propia cúspide de la jerarquía. Modificación de las leyes del matrimonio, abolición al menos parcial
del celibato eclesiástico, furioso “ecologismo”, transformación de la Curia romana, declaraciones asombrosas a los medios de comunicación, pasmosas, a veces aterradoras, apoyo a una inmigración descontrolada, diálogo interreligioso en todas las direcciones, son algunas de las iniciativas turbadoras lanzadas al público y con las cuales se nos ha regado desde hace varios años. En una tempestad la potencia de las borrascas sobrepasa ampliamente las capacidades de los marinos, y no hay que dejarse llevar por las ilusiones hasta el punto de creer que su acción destructora se podrá realmente impedir con nuestras propias fuerzas. La única cosa posible y razonable es intentar preservar, mal que bien, tanto a los hombres en el barco como el mismo barco, principalmente su capacidad de maniobra. En esta situación de la Iglesia no debemos pues pretender, nosotros solos, cam-