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Nacimiento de la Academia Nacional de Medicina de Colombia: 1890-1899

Alberto Gómez Gutiérrez

La Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales había cumplido ya su ciclo, promoviendo la fundamentación académica de la práctica de la medicina, pero carecía a finales del siglo XIX de reconocimiento oficial como entidad consultiva y asesora del Gobierno Nacional en el ámbito de la salud.

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Bajo la presidencia de Abraham Aparicio, quien había sido el anfitrión de la primera reunión de la sociedad en la fría noche del 3 de enero de 1873, se gestaron dos proyectos de ley definitivos que la llevaron primero a transformarse en Academia de Medicina Nacional, y luego a reglamentar el ejercicio de la medicina. Aprovechando su carácter de parlamentario como representante de la provincia de Tequendama en el Congreso, Aparicio presentó el primer proyecto personalmente en el período legislativo de 1890 a 1891 con muy buen suceso, puesto que este fue aprobado el 16 de noviembre de 1890 por medio de la Ley 71 de ese mismo año. El proyecto fue sancionado 6 días después por el presidente del Senado, Jorge Holguín Mallarino, y ratificado por el designado de la Presidencia de la República, Carlos Holguín Mallarino, y por el ministro de Instrucción Pública, Jesús Casas Rojas.

Ley 71 de 1890 (22 de noviembre de 1890)

Por la cual se crea la Academia de Medicina Nacional

El Congreso de Colombia decreta

Art. 1º. Reconócese la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales, establecida en esta ciudad el 3 de enero de 1873, como Academia de Medicina Nacional.

Art. 2º. Son miembros de la Academia los mismos profesores que el día de la promulgación de esta Ley formen la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá.

Art. 3º. Fíjase en cuarenta el número de miembros activos que deben componer la Academia. Cuando falte alguno de ellos, corresponde a la corporación elegir al que debe reemplazarlo.

Art. 4º. La Academia tendrá también miembros correspondientes y honorarios, cuya elección le pertenece. Serán miembros correspondientes de la Academia los profesores que forman las Sociedades de Medicina del Cauca y de Antioquia.

Art. 5º. La Academia dará al Gobierno los informes que se le pidan.

Art. 6º . La Academia repartirá anualmente dos premios de quinientos pesos ($ 500.oo) cada uno, a los dos mejores trabajos que se le presenten sobre Medicina Nacional.

Art. 7º. La Revista Médica continuará siendo el periódico oficial de la Academia.

Art. 8º. El Gobierno proveerá a la Academia de un local adecuado para sus reuniones y formación de biblioteca, museo y conservación de sus archivos.

Art. 9º. Auxíliase a la Academia con la suma de tres mil pesos ($ 3.000.oo) anuales, destinados para la creación de biblioteca, museo y demás gastos que ocasione el cumplimienmto de esta Ley.

Dada en Bogotá. A diez y seis de noviembre de mil ochocientos noventa.

El presidente del Senado, Jorge Holguín Mallarino - El presidente de la

Cámara de Representantes, Adriano Tribín - El secretario del Senado, Enrique de Narváez - El secretario de la Cámara de Representantes, Miguel A. Peñarredonda.

Gobierno Ejecutivo - Bogotá, noviembre 22 de 1890 - Publíquese y ejecútese.

Carlos Holguín Mallarino - Jesús Casas Rojas

Tal y como se registró en el número 160 de la Revista Médica, tanto en su encabezado como en el reporte de lo sucedido en la Sesión Solemne del 25 de abril de 1891, el título de “Academia de Medicina Nacional”, se transformó en el de Academia Nacional de Medicina, y con este se conoce hasta la fecha.

La última década del siglo XIX vio así nacer y crecer la Academia Nacional de Medicina de Colombia, que se había gestado —no por nueve meses, como es usual en la ontogenia humana, sino en un curso, que podríamos llamar fetal, de 17 años—. En este período, los miembros de la Academia aumentaron de 109 iniciales en 1891, que se habían transferido en bloque a partir de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales, a un total de 121 miembros en 1900, es decir un aumento de solo 12 miembros (cerca del 10%) para este decenio, mientras que el 90% de sus miembros provenían de la Sociedad antecedente. Una importante proporción de los 121 miembros consolidados en el siglo XIX siguió aportando sus trabajos y reflexiones a la Revista Médica en torno a la medicina en gran parte de la geografía nacional. Un buen ejemplo de ello fue reportado por el académico Álvaro Moncayo en un análisis retrospectivo publicado en 2010:

En los números 214 a 219 de 1897, la Revista Médica publica las “Disposiciones emanadas de la Junta Central de Higiene sobre los procedimientos a seguir para la vacunación anti-variólica”. Son muy detalladas y en ellas se indica no solamente la manera de hacerlas, sino también los requisitos profesionales de los funcionarios que podían hacerlas: “La vacunación como medio profiláctico de la viruela se practicará por los Vacunadores oficiales, por los médicos con diploma y por las personas que obtengan de las Juntas de Higiene permiso para vacunar”. Igualmenyte se publican los métodos para el manejo de los enfermos de viruela y las instrucciones para la desinfección de las casas donde se habían presentado casos”.25

Pero la Academia no solo se ocupaba de la vacunación. En ese mismo año de 1897, el doctor Gabriel J. Castañeda promulgaba la necesidad de elaborar una estadística nacional con base en su propia experiencia, y con el propósito de determinar la incidencia y prevalencia de la patología en el país para configurar un tratamiento adecuado a las enfermedades locales: estimular la actividad de mis comprofesores colombianos, para que todos colaboremos, en la medida de nuestras fuerzas, a levantar el edificio de la medicina nacional. Publico ahora la estadística de las enfermedades que se presentaron en el Hospital San Juan de Dios de Bogotá, en el curso del año 1889, con la indicación del número de enfermos en cada enfermedad, y de muerte en los caos en que esta haya ocurrido.

Portadillas de los números 159 y 160/161 en los meses de marzo a mayo de 1891, con el cambio del nombre de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales a Academia Nacional de Medicina en el encabezado.

El trabajo que principio a publicar [bajo el título de “Patología de Colombia”] es sumamente defectuoso e insuficiente, pero puede tener la ventaja de 25 Moncayo, Álvaro (2011, pp. 173-174).

Dicha estadística nos servirá de punto de partida para estudiar en los años anteriores y posteriores al de 1889, todos los demás datos que podamos reunir referentes a aquellas enfermedades que diezmen más nuestra población, y por último, ver si logramos llegar a algunas conclusiones respecto a la etiología, tratamiento y profilaxis de ellas.26

El cuadro estadístico presentado por el académico Castañeda incluyó 216 enfermedades o condiciones con un total de 7.695 “entradas” o síntomas, de los cuales fallecieron 644 pacientes por 87 causas diferentes.27 Se hallaba así dispuesto un estudio clave centrado en uno de los principales hospitales de la capital, para poder contar “con los elementos necesarios que nos pongan en aptitud de comprobar nuestras observaciones y llegar al terreno de la medicina experimental”28, como se pregonaba en esos días en Francia donde un grupo importante de académicos se había formado o especializado.

Tanto como sucedió en los tiempos de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales, los años que cerraron este siglo se acompañaron de al menos dos conflictos bélicos de envergadura, la guerra civil de 1895 y la guerra de los Mil Días en el trienio de 1899 a 1901.29 Aun así y, diríamos, afortunadamente, los facultativos nacionales fueron un recurso definitivo para la salud del pueblo colombiano: además de las batallas militares por el poder político, se sucedieron diversas batallas contra enfermedades infecciosas como la lepra, enfermedades orgánicas como el cáncer y las patologías autoinmunes, y enfermedades sociales como la desnutrición.

26 Castañeda, Gabriel J. (1897, p. 110).

27 Ibidem, pp. 110-115 y 204-206.

28 Ibidem, p. 109.

29 Para una revisión del vínculo entre las guerras intestinas y la Academia Nacional de Medicina, véase el texto “La Academia Nacional de Medicina y los conflictos políticos militares en Colombia” del académico Hugo Sotomayor (2011, pp. 133-137).

La Academia estaba lista para ingresar al siglo XX que traería consigo una muy diversa sucesión de hallazgos médicos y científicos que modularían positivamente la práctica de la profesión, en la medida en que estos fueron asimilados y socializados en el seno de la corporación que cumplía ya 27 años de vida.

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