Cuentan las personas mayores que la reunión familiar de la Nochebuena se prolongaba en Pegalajar hasta la madrugada, y que los Villancicos se sucedían sin interrupción y sin repetir una misma letra.
Eran horas y horas de canto entrañable, que las gentes de nuestro pueblo dedicaban al nacimiento de Dios hecho hombre junto a la chimenea, al calor de la lumbre y al calor humano de la familia, con zambomba y bota incluidas, porque el vino fue siempre buen compañero para alegrar los ánimos.