Introducción
En este siglo existe una clara evidencia de que la vida de las personas y los contextos sociales en los que se desenvuelven han variado en relación con el pasado. Está claro que las ciencias y la tecnología están pasando por nuevos paradigmas y cualquier tipo de educación debe interpretar con lucidez la manera de abordarlos, para ofrecer alternativas que promuevan un desarrollo inteligente de las personas. La transformación a la que se hace alusión, tiene como trasfondo las profundas modificaciones estructurales y culturales de la sociedad y de sus instituciones.
La revolución tecnológica iniciada en los años setenta, del siglo pasado, produjo mutaciones en una sociedad organizada según los parámetros característicos de la revolución industrial: estandarización de los procesos de producción; organización burocrática de las instituciones; control centralizado; relaciones de competencia; compartimentación; comunicaciones unidireccionales. En esa sociedad industrial, la supremacía correspondía al sector secundario (industria), a la vez que producía un crecimiento del sector terciario (servicios) en detrimento del sector primario (materias primas).
La sociedad naciente desarrollo un nuevo sector, llamado hoy en día cuaternario (informacional). En éste sector la materia prima es la información y su procesamiento es la base del sistema económico. Esta economía informacional se ha visto favorecida por el impresionante avance tecnológico producido en el portal de salida del siglo XX y transcurso del siglo XXI. Su desarrollo está acompañado por estructuras organizacionales más democráticas, pero también por la fuerte exclusión del mercado y la producción de grandes sectores de la sociedad.
Las consecuencias para la educación se evidencian en el hecho de que la sociedad de la información prioriza el dominio de ciertas habilidades. Las personas que no desarrollen las competencias requeridas para desenvolverse en esta nueva realidad corren el riesgo de ser excluidas. Como en tantos otros momentos de la historia, la educación vuelve a convertirse en un factor clave, tanto para proporcionar oportunidades como para agudizar las situaciones de exclusión. Es por ello que, además de facilitar el acceso a los conocimientos, la educación debe permitir el desenvolvimiento de las habilidades necesarias en esta sociedad de la información, tales habilidades giran en torno a saber seleccionar y procesar la información, la autonomía e independencia, la capacidad para el trabajo grupal, la flexibilidad, etcétera.
En el pasado se vivía en la certeza de un tiempo cíclico o del progreso histórico. La época actual conlleva una gran incertidumbre, por lo que el reto consiste en prepararse para enfrentarlo y ver la necesidad de educar para el cambio y la incertidumbre. En una concepción conductista los conocimientos pueden ser transferidos a través de la tecnología, pero desde una concepción constructivista, los conocimientos son elaborados individual y socialmente por los alumnos, a través de las interpretaciones que realizan de sus experiencias.
Dentro de la corriente descrita se afirma que la enseñanza consiste en un proceso de mediación entre el conocimiento a aprender y quien aprende para promover la construcción del aprendizaje individual y grupal, y facilitar la interacción con la realidad. En el mundo de la informática el papel de las instituciones de educación superior era casi periférico (se consideraba un recurso ocasional) debido a las simples funciones que ejercía, planificar y supervisar. El proceso de desarrollo que ha existido desde la web 1.0 hasta la web 4.0 ha exigido cambios radicales como el desarrollo de roles que impulsen en forma permanente a los alumnos a la interacción social y favorezca la interactividad de materiales y entornos, ya que así podrá potenciar la construcción de significados propios de la realidad que comparte.
El reto de la educación superior está en ser un instrumento social de desarrollo y responder a los requerimientos del nuevo contexto presentándose como un proceso social de aprendizaje y de interacción, diferente de las propuestas superadas de aprendizaje autónomo a través de materiales producidos en serie y de procesos estandarizados. Cuando la educación superior, convencional adopta la modalidad de educación virtual debe afrontar una serie de cambios estructurales, tecnológicos y metodológicos. Pero, sobre todo, debe convencerse de la necesidad de reconfigurar su modelo anterior para asegurar una real integración de modalidades y no simplemente una adición tecnológica o metodológica.
Está claro que los nuevos modelos exigen un incremento de la capacidad de decisión del alumnado en lo relativo a su propio proceso de aprendizaje, también es cierto que le exigen una mayor capacidad para seleccionar y organizar su currículum formativo. El valor de estas ideas no se pone en tela de juicio pero es necesario encontrar la relación entre las ideas y la práctica, razón por la cual se necesita una amplia discusión para andar por el sendero de la coherencia entre teoría y práctica, y terminar de alumbrar definitivamente el nuevo modelo.