Cómo elegir una postal en París

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La conciergerie. ¡Quién diría que la residencia de los reyes de Francia luego se convertiría en prisión!

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s í r a P en El París que todos creemos conocer podría resumirse en pocas imágenes, pero encontrar una postal original nos llevará a conocer viejos cabarets, tumbas subterráneas y personajes amigablemente indeseables. Por Jonás Alpízar

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barrio emblemático. No subestimes el aire envolvente que sentirás al subir por la Torre Eiffel.

Eduardo Beltrán

‘El impresionismo y la moda’. Esa es la exposición que podrás disfrutar en esta época en el Musée d’Orsay.

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a culpa la tiene Gustav Eiffel, y Napoleón, y seguramente el jorobado de Notre Dame o, en su defecto, su autor Víctor Hugo. El París que reina en la imaginería colectiva se puede enlistar de la siguiente manera: el río Sena de día y de noche, la catedral de Notre Dame y sus gárgolas, el Arco del Triunfo con todo y Campos Elíseos, la torre Eiffel vista desde todos los ángulos humanamente posibles. En cualquier tienda de souvenirs parisina, y por menos de dos euros, se puede comprar en forma de postal una de las tantas escenas predecibles de la capital francesa. Entonces, ¿cómo elegir una postal poco usual, para que el destinatario no sepa a primera vista que se trata de París? Será imposible rehuir, al menos en la primera visita, los monumentos obligados; si la estancia es corta podrás ver muy poco más, contando con que una visita al Museo del Louvre toma todo un día. Si tienes más tiempo es recomendable visitar las atracciones menos concurridas. Primero se me ocurrió buscar una impronta del infame aeropuerto Charles De Gaulle, que según un listado de CNN, es el peor del mundo. Pero tampoco se trata de ahuyentar a los viajeros entusiastas.

es la ciudad con más cafés famosos. Ahí se reunían pintores e intelectuales. París es mucho más que oscuros y mal señalizados pasillos. Dejando atrás la amarga bienvenida, podremos vivir un par de días en una de las ciudades más turísticas del mundo, engrosando la ya de por sí cifra mayor a 90 millones de visitantes al año. Por esto mismo, los productos nostálgicos de bajo precio (léase boinas, llaveros de torrecitas Eiffel, Mona Lisa en imán para el refri), así como infinidad de postales, abundan por todos lados. Si eres un viajero análogo a mí, entonces buscarás este antiquísimo modo de decirle a un ser querido: “nunca adivinarías dónde estoy”. Cosa que ni twitter ni facebook, en mi opinión, logran con la misma contundencia.

¿y tantos gatos negros? Después de haber saciado los deseos más primarios con la maravillosa comida griega del Barrio Latino, podrás notar que un es-

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Paseando por el río sena Aunque camines sin rumbo por París, en cada rincón encontrarás atracciones de postal, que –si tienes la oportunidad– debes presenciar, tocar y olfatear en la vida real.

Basílica del Sagrado Corazón

Arco del Triunfo MONTMARTRE Museo del Louvre

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Torre Eiffel

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Catacumbas de París BARRIO LATINO MONTPAMASSE

tilizado gato negro te sigue a donde quiera que vayas. Tazas, playeras, bolsas y litografías, todas tienen al mismo felino con expresión arrogante. Pocos saben que se trata de un cartel que Théophile Steinlen diseñó para promocionar Le Chat Noir, un tradicional cabaret en Montmartre, barrio bohemio por excelencia. El interés por conocer la historia que hay detrás del gato y la chica de piernas largas con una guía donde se asoma la palabra “Montmartre” me convencen. Destino: 18avo distrito. El deber periodístico es primero. Conocida por la basílica del Sagrado Corazón (Sacré Cœur) y por sus interminables escalinatas, Montmartre fue fundado por los jesuitas en 1534. Mucho tiempo después, los bajos precios en la renta y el vino libre de impuestos propiciaron la llegada de pinceles como: Picasso, Modigliani y Van Gogh. Claro, poco de eso queda ya. Los otrora humildes estudios-incubadora de poetas y pintores se han convertido en casas con garaje y cámaras de seguridad. En ese mismo tono encuentro que Le Chat Noir dejó de existir, al menos aquí en Montmartre. Quien conozca las escenas de teatro y cabaret de los trazos de ToulouseLautrec tendrá una idea bastante clara de

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la atmósfera que se vivió en estos, elegancia aparte, antros de vicio. De aquellos viejos ‘dance halls’, que derivaron de los café cantantes, quedan muy pocos. Quizá el más conservado sea el Moulin Rouge.

madre de todas las tumbas París está dividido en veinte distritos o arrondissements. Los primeros están al centro, en la zona de los museos, los siguientes se van desenvolviendo en espiral, como caracol. Justo en los distritos centrales es donde me encuentro sin acom-

pasajes parisinos. Caminatas seductoras por pisos de mosaico y escaleras de hierro forjado, y el peculiar barrio de Montmartre.

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parís, je t’aime encore*

tema de inspiración. El cabaret Moulin Rouge sigue siendo escenario de pinturas, historias literarias y películas.

Lidia R. Wah

por las catacumbas. Un paseo poco usual: recorrer un laberinto, entre más de 7 millones de osamentas humanas.

pañantes de piernas largas, pero con una postal de Aristide Bruant, el más famoso chansonnier (cantautor) de París del siglo xviii. Precio: tres euros por haberla comprado en Montmartre. De mi hotel tomé prestado un librito de leyendas, casi todas ellas de naturaleza oscura. No puede ser llamada Ciudad Luz sin sus consabidas sombras. Si bien París ha sido cuna de arte, ciencia y pensamiento progresista, lo ha sido a su vez de excesos, violencia y actos tenebrosos. De este lado conocemos a Baudeleaire (Las flores del mal), Marqués de Sade (Justine), entre muchos otros. Como amante confeso de esta clase de menesteres me doy a la tarea de buscar una postal maligna en el subsuelo. Tengo dos opciones: el Museo del Alcantarillado (Musée des Égouts) cerca de la Torre Eiffel, o las Catacumbas de París, en el 14avo distrito. Me decanto por estas últimas por la cercanía al cementerio de Montparnasse, donde están sepultados Jean-Paul Sartre y Julio Cortázar. Si me da tiempo planeo ir a visitarlos. Después de 10 siglos de uso, el Cementerio de los Inocentes, situado en Les Halles, fue clausurado por representar un peligro para la salud de los pobladores; las fosas comunes mal tapadas habían devenido en enfermedades y epidemias. A los muertos que de ahí desenterraron se les sumaron los de otros panteones de ca-

El turismo cultural y el religioso, cartas fuertes de la capital francesa, está compuesto por sitios que son íconos de la civilización occidental, léase Torre Eiffel, Museo del Louvre, Notre Dame, etc. A pesar de vivir a la sombra de Londres (el eterno primer lugar en turismo de Europa) y de que los destinos emergentes de Asia y Medio Oriente estén reclamando su parte del pastel, París ‘segundea’ estoicamente las listas de ciudades con el mayor número de visitantes. De esta forma yo, como muchos otros millones, puedo seguir afirmando: París, todavía te amo*.

pacidad rebasada. Los más de 6 millones de osamentas se trasladaron a una red de canteras abandonadas de 300 kilómetros de largo, debajo de Montparnasse. Ahora, por ocho euros, puedes recorrer una pequeña parte de estos túneles tapizados de huesos y cráneos. El oscuro trayecto puede ser cansado y causar un poco de claustrofobia, pero resulta interesante y, debo admitirlo, agradable caminar en las milenarias entrañas de una ciudad que fue construida hace casi 600 años. Conclusión: fue imposible robar un hueso (no creo que alguien notase que faltara uno), pero compré una bonita postal donde se muestra la lúgubre marcha de las carretas llenas de huesos. Precio: tres euros.

Una sonrisa inquietante Cansado de caminar entre muertos desistí en mi deseo de más cementerio. Volví en metro a las inmediaciones de la catedral de Notre Dame. En busca de más postales o algo de comer, lo que llegara primero. Así fue como me presenté en la tienda Arouze, en la rue des Halles. Más pronto que tarde recordé dónde había visto el llamativo aparador de la tienda de control de pestes: Ra-

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tatouille. Yo sé que la imagen de roedores disecados puede no ser un cuadro muy bello, pero estoy seguro que habrá muchos que se alegren de estar donde Remy, el ratón chef, estuvo parado. Conclusión: por tres euros compré una postal de un simpático roedor abrazado por una ratonera. Sintiéndome satisfecho por mis hallazgos y canturreando una tonada de Serge Gainsbourg, la quintaesencia del gigoló francés del a go-go, hice que mis pasos acompañaran el cauce del Sena. La vista del agua marrón solo se ve obstruida por Les bouquinistes, los vendedores de libros, revistas y cualquier tipo de documento; todo de segunda o tercera mano.

En uno de los puestos, con aparente mejor mercancía, conocí a Jérôme: un joven estudiante de sociología, cuyo inglés a la francesa y mi spanglish, lograron una conversación por demás peculiar. “¿Buscas una postal para alguien especial?”, preguntó Jérôme. El tono que empleó para la palabra ‘especial’ convirtió su lento proceder en el acecho de una pantera, una pantera con suéter de cuello alto. “Sí, algo así”, dije desviando la mirada. Acto seguido sacó de una cajita de zapatos una postal y, admirándola, enunció: “No existe una mejor forma para decir ‘te extraño’ que con esta imagen”. Me la entrega y al voltearla me encuentro los ojos ojerosos y socarrones de un joven Serge Gainsbourg que, cigarro en mano, contiene los actos románticos que tiene planeados para con nosotros. Le pago a Jérôme los cuatro euros que pide (por la postal de ‘colección’) y, ahí mismo, recargado en la baranda de piedra frente al Sena escribo la primer línea: “nunca adivinarías dónde estoy”.

Eduardo Beltrán

para muchos, París es su rincón favorito del mundo por sus historias infinitas.

símbolo de Gloria. El Arco del Triunfo atestigua los desfiles militares de las guerras mundiales (1919 y 1944).

arte gótico. La catedral de Notre Dame refleja el poderío y prosperidad de París.

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