El lado oscuro de Nueva Orleans

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DE CERCA

La luminosa oscuridad de

Nueva Orleáns Texto: JONÁS ALPÍZAR

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Cortesía

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C uando se dejen de escuchar los ecos del Mardi Gras (el martes de carnaval que este año se celebra el 4 de marzo) y los últimos tragos de Sazerac –la bebida típica de la región– se hayan servido, las noches de esta musical y festiva ciudad se poblarán de vampiros, reinas vudú y fantasmas. De Marie Laveau a Lestat, pasando por Benjamin Button, la cuna de Truman Capote y Anne Rice es un sitio tan fascinante como exótico.

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Lidia R. Wah

rueno los dedos, doy un golpe fuerte al piso con el pie y trazo tres equis sobre la pared de la fría lápida. Pido un deseo. En ocasiones me pregunto si no estaré loco. Esta definitivamente es una de esas veces. Me encuentro en el St. Louis Cemetery, un cementerio situado en las afueras del French Quarter, y la tumba pertenece a Marie Laveau, la llamada reina del vudú, que vivió (1794) y murió (1881) en Nueva Orleáns. No sé qué siga ahora. Agudizo los oídos. ¿Debería Marie responder? Realmente espero que no. ¿O sí? Nueva Orleáns no es la capital del estado de Luisiana, lo es Baton Rouge, pero sí es su ciudad más conocida. Varios factores han vuelto a la llamada “The Crescent City” un destino ineludible para los viajeros de todo el mundo: Mardi Gras, el carnaval, la fiesta más grande del sur de Estados Unidos (que este año se celebra justo este mes, el día 4); el jazz y los legendarios bares donde este nació; 81


Fotos: co rtesía

Lidia R. Wah

Houmas House, una antigua plantación de algodón. Arriba, la tumba de Marie Laveau en St. Louis Cemetery. Abajo, entrada a Lafayette Cemetery.

Me encuentro en el St. Louis Cemetery, situado en las afueras del French Quarter, y la tumba pertenece a Marie Laveau, la reina del vudú, que vivió y murió en Nueva Orleáns. No sé qué siga ahora. Agudizo los oídos. ¿Debería Marie responder? Realmente espero que no. ¿O sí? las cocinas cajún y criolla, con el “gumbo” (caldo de mariscos y arroz) y el “po’boy” (un sándwich de mariscos) como dos de sus máximos exponentes; William Faulkner, Truman Capote y John Kennedy Toole, los escritores de este región que dieron luz a obras maestras, y lo que ahora nos atañe, las leyendas de vampiros, fantasmas, vudú y hechicería. Llegué a Nueva Orleáns con un bagaje literario muy amplio, tan grande como mis expectativas de vivir sobre estas calles algo de lo leído. La saga de los vampiros Lestat y Louis, de Anne Rice, la hija pródiga de esta ciudad, y Lost souls (traducida al castellano como La música de los vampiros o también El alma del vampiro), de Poppy Z. Britte, habían conformado la lectura previa al viaje. El cine también había hecho una importante contribución: La llave maestra, aquella película acerca de brujería vudú, donde actúa Kate Hudson; la adaptación misma de Entrevista con el vampiro, con Tom Cruise, Brad Pitt, Antonio Banderas y Kirsten 82

Dunst, y la más reciente Abraham Lincoln: cazador de vampiros, todas nos han pintado una ciudad enigmática y tenebrosa, donde si no eres presa de un “no-muerto”, lo serás de un hechicero vudú o bien de un fantasma proveniente de alguna vieja plantación. De cualquier forma no habría escape. Vamos, que hasta la misma El curioso caso de Benjamin Button, con Pitt y Cate Blanchett, cinta ambientada también aquí mismo, tiene su buena dosis de oscuridad.

I. El nacimiento de una ciudad sombría Las mañanas en Nueva Orleáns, especialmente en temporada de huracanes (principalmente de agosto a octubre), son húmedas



LOS 5 LUGARES MÁS

“EMBRUJADOS”

DE NUEVA ORLEÁNS

Para buena fortuna de los viajeros con gustos por lo oculto, esta alegre ciudad tiene muchos rincones con supuesta presencia paranormal. Sea cierto o no, resulta interesante conocer los acontecimientos que hicieron de Nueva Orleáns la ciudad más fantasmagórica de Estados Unidos.

1. Mansión Lalaurie 1140 Royal Street

La gran casa del matrimonio Lalaurie presenció las torturas más atroces perpetradas por los dueños hacia sus esclavos.

2. St. Louis Cemetery 425 Basin Street

Hogar de los restos de, entre otros, Marie Laveau, la famosa “reina del vudú”. También aquí el actor californiano Nicolas Cage tiene una tumba reservada.

3. Hotel Le Pavillion 833 Poydras Street

Varios huéspedes de este hotel en el corazón de Nueva Orleáns afirman haber visto una cadavérica adolescente con vestimenta del siglo XIX.

4. Restaurante Arnaud’s

813 Bienville Avenue

Se dice que el fundador de este restaurante, el vendedor de vinos francés Arnaud Cazenave, sigue visitando el lugar a pesar de llevar muchos años muerto.

5. Canal Street y City Park Avenue

En la esquina que forman estas calles solía haber un terreno con varios cementerios. 84

y neblinosas. El sol, que siempre se despierta más temprano, ya recalienta el asfalto que no alcanzó a enfriarse en la madrugada. Los angostos callejones del French Quarter huelen al Mardi Gras de la noche anterior. Los grandes bloques de casas y pequeños negocios resguardan en su centro jardines privados que otorgan a estos cualidades misteriosas. Se le conoce como French Quarter al primer cuadro de la ciudad, delimitado al este por Esplanade Avenue, al oeste por Canal Street, al sur por el río Misisipi y al norte por Rampart Street, donde, como su nombre francés lo indica, se erigió un muro. En las inmediaciones de la calle Rampart se encuentra el St. Louis Cemetery. Según especialistas en la materia, Nueva Orleáns es la ciudad más embrujada de Estados Unidos y esto se puede deber a que no solo es una de las más antiguas, sino es, quizá, donde convergieron muchos tipos de creencias y religiones. Para comprender el cúmulo cultural, social y étnico tan peculiar reinante en todo el estado de Luisiana, que ha servido de caldo de cultivo de todas estas creencias, es necesario remontarnos a la primera mitad del siglo XVIII, cuando los barcos de los colonizadores franco-canadienses recorrieron el largo Misisipi desde lo que ahora es Ontario, Canadá, hasta el delta con el golfo de México. A la tierra pantanosa que encontraron ahí la llamaron Nouvelle-Orléans. Tras promocionarla en Europa como un paraíso en el Nuevo Mundo, comenzaron a venir los primeros colonizadores, más aventurados que precavidos… y más tardaron en desempacar que en darse cuenta de la realidad de la situación. El suelo pantanoso era poco útil para la agricultura, el clima casi tropical propiciaba enfermedades como la malaria y la constante batalla con las tribus indígenas que habitaban la región convirtieron a la “tierra prometida” en algo muy parecido al infierno. No ayudaba mucho tampoco que buena parte de los europeos embarcados fueran criminales y convictos a los que se les dio a elegir entre seguir en prisión o viajar a América. El gobierno francés pronto se deshizo de esta lejana provincia, misma



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Fotos: cortesĂ­a

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que pasó a manos españolas en la segunda mitad del siglo XVIII. Entonces, la rebautizada Nueva Orleáns prosperó como nunca. El imperio español, por medio de las plantaciones de algodón y caña de azúcar, hizo florecer el comercio. Para esto fue necesario traer mano de obra barata, y no había mano de obra más barata que la de los esclavos, tras fracasar en el intento de convertir a los indígenas en servidumbre. Los colonizadores europeos miraron hacia África. Los esclavos, a pesar de su condición, tenían algunos privilegios: podían reunirse los domingos en lo que después fue conocido como Congo Square (ubicada en el Louis Armstrong Park, el nombre lo dice todo), a bailar, cantar y tocar sus tambores. Los primeros esclavos africanos no representaron mucho problema para las autoridades, pero cuando se comenzaron a comprar esclavos provenientes de islas caribeñas, como Haití, la comunidad se vio enfrentada a algo que los sobrepasó: el vudú. Datos históricos por demás interesantes mencionan que en 1782 se decretó una ley que prohibía la adquisición de esclavos provenientes de Martinica, “pues son proclives a practicar el vudú y son un peligro para la sociedad”. Una década después, se prohibió también el ingreso de esclavos de República Dominicana, por la misma razón. Sin embargo, las raíces del vudú ya estaban plantadas en el núcleo de Nueva Orleáns y, poco a poco, probaría ser una fuerza que no podría ser contenida.

II. Grisgrís para todas las maldiciones Acostumbrado ya al calor y a la humedad, recorro las calles del

fabricado el hechizo para obtener el remedio. Era un negocio redondo, y Laveau, al igual que el resto de los altos mandos vudú, vivían bastante bien de eso. Se mencionan varias demostraciones públicas donde la hechicera evidenció el poder de su magia, la más importante sin duda fue cuando impidió la ejecución del hijo de uno de sus clientes más importantes. Cuando se disponían a colgarlo, la soga se rompió y, acto seguido, cayó una tormenta que obligó a suspender el acto.

El martes de carnaval es el 4 de marzo.

French Quarter. No tardo mucho en hallar alguna de las varias tiendas de parafernalia vudú que ofrecen al visitante remedios y amuletos contra todo tipo de males. De todos, el más potente es el llamado Grisgrís, mezcla de polvos mágicos y objetos personales, que pueden ser cabello, uñas o prendas de vestir. La historia del vudú en Nueva Orleáns data de mucho antes que el nombramiento de la legendaria Marie Laveau como reina absoluta de esta religión, aunque con ella cobró, si no más fuerza, más notoriedad. Tal fue el alcance que estas prácticas tuvieron que pronto dejaron de ser exclusivas de los esclavos, extendiéndose también a los criollos, las personas de raza negra libres e incluso los europeos blancos de clase media. Todos temían a la perdición que un maleficio vudú traería a sus vidas, y cuando esto pasaba, al parecer muy a menudo, los afectados corrían con los mismos doctores y magos que habían

Aún después de muerta, “la reina del vudú” sigue siendo objeto de peticiones y rezos. De hecho, se dice por estos rumbos que si visitas su tumba en el St. Louis Cemetery, dibujas tres equis sobre su lápida y pides un deseo, este su cumplirá. No obstante, creo estar lo suficientemente cuerdo como para no aceptar supercherías.

III. Vampiros S. A. Nueva Orleáns, dejando a un lado fantasmas y hechiceros, ha tenido su buena cuota de criminales inventados. Aunque algunos de estos hayan sido reales, como “El asesino del hacha”, que a principios del siglo XX irrumpía en las casas de comerciantes italianos armado con un hacha y los atacaba brutalmente, matándolos a ellos y sus familias, la mayoría son meras leyendas urbanas. El personaje ficticio más grande de estas cálidas tierras no precisaba de portar armas para atemorizar a los pobladores. Le bastaba con dos afilados colmillos. No está claro cuándo fue que el mito del vampiro surgió en esta ciudad tan lejana de la Rumania de Vlad Tepes (el personaje histórico en el cual el escritor Bram Stoker se basó para su libro Drácula). Tal vez haya venido con los inmigrantes de Europa del Este. Al menos así lo relata Anne Rice, autora de 72 87


Izquierda, French Quarter.

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Abajo, figura en el St. Louis Cemetery.

Nueva Orleáns no es la capital del estado de Luisiana, pero sí es su ciudad más conocida. Varios factores la han vuelto un destino ineludible para los viajeros: Mardi Gras, el jazz, las cocinas cajún y criolla, y lo que ahora nos atañe, las leyendas de vampiros, fantasmas, vudú y hechicería

Si tomáramos por cierto lo leído, tendríamos que encontrar a seres pálidos e inmortales rondando las tumbas del St. Louis Cemetery, o sentados al caer la tarde en la terraza del Café du Monde. Pero no, los únicos “vampiros” con los que uno se puede topar visten de negro riguroso, lucen una gran variedad de piercings en el cuerpo y escuchan música dark o gótica. Muchos de ellos pertenecen a la Asociación de Vampiros de Nueva Orleans (NOVA, por sus siglas en inglés). Belfazaar Ashantison, “Zaar” para sus amigos y quizá también para sus víctimas, es uno de los líderes de este peculiar movimiento, donde todos los miembros son autodenominados vampiros. Independientemente de los inimaginables temas que han de tocar en sus reuniones nocturnas, llama la

En su larga saga vampírica, que consta nada menos que de 10 tomos, Rice ubicó a sus personajes en varios puntos de la ciudad. 88

Lidia R. Wah

años oriunda de Nueva Orleáns, en su Entrevista con el vampiro, texto que situó a Lestat y a Louis, icónicos chupasangres victorianos, a cargo de grandes plantaciones, con muchos esclavos con los que saciar su sed de sangre.

atención que cuentan con un programa de cesión voluntaria de sangre para ser bebida, obviamente, por los cofrades. Me encuentro interesado en dejarme convertir en un ser inmortal no para pertenecer a dicha organización, sino porque los “no-muertos”, enfundados en largas y gruesas capas de terciopelo, parecen no sufrir los estragos del clima subtropical que envuelve a la ciudad la mayoría del año. Dejo que mis nuevos amigos vayan, como dicen hacerlo todas las noches, al bar de estética gótica Dungeon, muy cerca de Jackson Square. Yo prefiero cenar en un restaurante “normal”. Arnaud’s, a unos cuantos pasos de la hedonista y casi artificial Bourbon Street (el centro neurálgico del Mardi Gras), suena tentador. Mientras espero que me sirvan la especialidad de la casa, sopa de tortuga, un manjar de la cocina criolla, y paladeo la bebida más tradicional de la región, el Sazerac –un coctel preparado con brandy, coñac o whisky, que nunca debe pedirse on the rocks–, pienso con tristeza que el deseo que pedí frente a la tumba de Marie Laveau no se ha cumplido. En cambio, celebro no haber sido mordido por ningún vampiro: no podría soportar subsistir únicamente a base de sangre, sin probar el delicioso plato que ahora me es servido. Antes de abandonar el local, saludo al señor que se mantuvo de pie en la entrada del local observándome comer. Será la iluminación a media luz del restaurante, o será que estoy cansado, pero bajo sus cejas, donde deberían estar los ojos, solo se observan un par de cuencas vacías. Se despide alzando lentamente la mano. Desaparece. Aunque no haya presenciado ningún fenómeno paranormal, mi viaje por Nueva Orleáns ha tenido un exótico final en este oscuro y festivo restaurante de casi un siglo de antigüedad.


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