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de las urgencias

de los problemas que vivimos en la zona”. (A. O., hombre, Santa Rosa del Aguaray, 29 de octubre de 2020). Las medidas sanitarias de aislamiento social y de distanciamiento físico promovida por el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social para contrarrestar el ritmo exponencial de contagio de COVID-19 han hecho recrudecer el distanciamiento físico de poblaciones históricamente desplazadas del sistema público de protección de la salud. La retracción, producto del confinamiento y la destinación de los recursos en la atención de casos de COVID-19, de los ya precarios servicios públicos de atención y protección de la salud en perspectiva diacrónica- ha incrementado el riesgo de la exclusión y la privación en el acceso a la salud y el bienestar de poblaciones vulnerables, como las comunidades indígenas y campesinas y, con mayor razón, los niños, las niñas y adolescentes que hacen parte de ellas.

4.2. El riesgo de la desatención médica por la segregación de las urgencias

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La crisis sanitaria forzó a redefiniciones en la atención médica y a una reestructuración no sólo de estilos de vida, sino también de estructuras institucionales y físicas. Si en la zona metropolitana ha sido posible habilitar hospitales de contingencia para tratamiento exclusivo de pacientes hospitalizados con coronavirus, en zonas del interior se recurrió a una división del hospital en una unidad de tratamiento de casos de conoravirus, por un lado, y en otra polivalente, por otro lado. “Acá tenemos nuestra área respiratoria, porque tuvimos que dividir el hospital de una forma nunca antes hecha. Porque era poner dos hospitales en uno solo, porque no podemos dejar de atender a nuestros pacientes habituales de hipertensión, las embarazadas, apendicitis, todo, los accidentes no paran. No porque hay en pandemia sólo tratamos pandemia. Entonces tuvimos que dividir de una forma estratégica. Un sector dejamos solamente para área respiratoria, ya sea pediatría un lado y adultos en otra sección, y otro lado lo que llamamos nosotros polivalentes, los otros tipos de casos. (…) Los casos que nosotros internamos aquí son casos que no requieren de terapia intensiva. Estamos internando pacientes que empeoraron, por decirlo de una forma, pero que no requieren de terapia intensiva. Y si es que va a requerir, nosotros vamos vigilando, vigilando, viendo la evolución del paciente, y si empeora nosotros buscamos nuestros hospitales de referencia, que son el Nacional de Itauguá y el Ineram. Y también en algunos casos el IPS Ingavi”. (A. O., hombre, Santa Rosa del Aguaray, 29 de octubre de 2020). Sumado a esto, la fragmentación y la desarticulación de las unidades de atención que conforman el sistema global de salud pública han intensificado, amén a las

urgencias provocadas por la pandemia y las especificidades de cada territorio, la sensación diferenciadora de aislamiento respecto a lo considerado como central. “La pandemia nos tomó a nosotros como en cualquier parte del país, pero con marcadas limitaciones en el servicio público. Nuestra capacidad de respuesta, en ese sentido, estuvo ahí al límite, porque si bien no hemos tenido muchos casos que derivar, la mayoría de los casos que hemos derivado resultaron en óbitos, resultaron en muertes. Sin embargo, en los dos servicios de cabecera, llámese el Hospital de Mariscal Estigarribia, como también el Hospital de Villa Choferes –que, por cierto, es materno infantil, pero también lleva la parte clínica y también infecciosa–. Por ejemplo, en este contexto de la pandemia se armó un doble circuito. Tuvimos que destinar ciertas partes del hospital para los pacientes respiratorios y los pacientes no respiratorios que le llamamos polivalentes lo tuvimos que armar en otro circuito. O sea que nosotros hemos tenido que reprogramarnos internamente, reprogramar el chip dentro del servicio como para hacer frente a esto, porque no tenemos la posibilidad que en otros lugares del país lo tienen. En otros lugares del país, tal hospital va a ser respiratorio, tal hospital va a ser polivalente. Acá somos nosotros y el resto del mundo”. (D. V., hombre, Boquerón, 5 de noviembre de 2020). En la zona del Chaco la interacción de grupos sociales conforma conglomerados donde la mixtura de estilos de vida va organizando el desenvolvimiento de lo social. El limitado acceso a la alimentación de algunos de esos grupos (como las comunidades indígenas y las fracciones bajas de las clases desfavorecidas), junto con la precarización de las actividades económicas de los adultos, condiciona la senda para la aparición o recurrencia de las enfermedades prevalentes que afectan a los niños. En efecto, la emergencia sanitaria de la pandemia no solo ha desnudado, ante todo, la deuda histórica del Estado para la protección de la salud de la población general, sino que el esfuerzo y los recursos puestos sobre la atención de casos de coronavirus ocasionó un repliegue en el proceso mismo de contrarrestar aquellas enfermedades más frecuentes en la población infantil y adolescente. “Seguimos teniendo algunos indicadores preocupantes como la desnutrición, la desnutrición sigue siendo en las comunidades indígenas un problema a superar. La parasitosis y las enfermedades diarreicas agudas, por el tema de agua, por el tema del manejo de los alimentos también. Como que, hoy en día, se ha producido ya una especie de… yo le llamo la influencia del mundo, en este caso, de la cultura occidental llamada como cultura paraguaya propia, no la cultura nativa, sino que la influencia en el ámbito de la alimentación de todo este tema de incorporar en las comunidades indígenas alimentos ya preelaborados, procesados, como, por decirlo así, las bebidas gasificadas, estos productos enlatados, y cuestiones que tienen que ver con carnes conservadas, alimentos ya

así presurizados, alimentos ya preelaborados. Eso como que tiene su impacto y su impacto negativo en las comunidades indígenas. ¿Por qué digo? Porque muchos de ellos adoptaron como costumbre ya alimentarse de esa manera, por sobre todo las comunidades periurbanas. (...) Cada vez vemos que ellos adoptan costumbres que no tenían antes a la hora de alimentarse, consumen muchas bebidas como las gaseosas, los refrescos, desayunan eso, desayunan productos enlatados, y eso hace que la alimentación sea deficitaria en los niños y encontramos muchas enfermedades diarreicas, desnutrición, encontramos enfermedades respiratorias, siempre son relativas porque son también estacionarias y, de acuerdo con la estación también, se van presentando. Pero las más prevalentes son, como les dije, la desnutrición, la parasitosis y las enfermedades diarreicas. Eso afecta bastante a los primeros cinco años. (...) Sigue siendo un desafío grande el tema de las enfermedades prevalentes, por ejemplo, el de la desnutrición, la parasitosis, enfermedades diarreicas. Tuvimos más casos de enfermos de eso que por cuestiones de COVID en la población infantil. Entonces yo digo que les aislamos, les ayudamos, evitamos que tengan COVID, pero todavía el Estado no está pudiendo subsanar los problemas de fondo por lo que sufre la población infantil. O sea que sigue habiendo prevalencia en muchas otras enfermedades que, si bien no son de alta contagiosidad como el COVID, siguen haciendo impacto negativo, por sobre todo en la población infantil”. (D. V., hombre, Boquerón, 5 de noviembre de 2020). La estrategia de concentrar los esfuerzos en el tratamiento de casos de COVID-19 positivo, implementada y llevada adelante por el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, en detrimento de la atención de otras enfermedades frecuentes en la población general y, más específicamente, en la población infantil y adolescente, podría haber contribuido (no como factor único, desde luego) a la disminución de las consultas en el sistema de salud paraguayo (véase cuadro 26). Si esto ha sido posible constatar con datos cuantitativos oficiales, la serie de ejemplificaciones y contraejemplificaciones construida en el trabajo empírico de realización de entrevistas con información cualitativa sugiere una correspondencia y expone unos efectos precisos. “No es que se resintió un poco, se resintió totalmente. Ni las consultas normales obligatorias, porque viste que a los niños obligatoriamente tenés que llevarles una vez al mes para control y vacunación. Ni eso se hacía. No sé cómo las otras enfermedades se habrán tratado, pero el hospital se cerró luego. Yo me fui varias veces porque algunas veces le llevaba a algún enfermo y ahí en la entrada te decían ‘no, no se recibe, tenés que llamar si no es fiebre muy alta’. Prácticamente se cerró. El hospital ahí donde estaban los enfermeros y los doctores no te atendían. Estuvo

jodido. Yo por suerte no me enfermé ni mi hijo, pero no se atendía más, se cerró prácticamente. Por eso digo, yo creo que se encaró demasiado mal esa parte, ni las atenciones básicas se hacían, que son obligatorias y tienen sus fechas calendarizadas. (…) Te cuento una experiencia muy particular, porque yo tengo un hijo de 1 año 7 meses, cuando le agarró la pandemia tenía casi 1 año, en febrero empezaba prácticamente a parar todo, no se atendían más las consultas. Yo le llevaba mensualmente a su consulta, entonces a partir de marzo prácticamente ya no le llevaba. Todas las vacunaciones que él se tenía que hacer empezaron a atrasarse, no se hacía luego consulta, se prohibía a la población. Y eso que el hospital tiene luego sus falencias, en esta época de la pandemia se vio demasiado bien las dificultades que tienen los directores de hospitales para manejar estas situaciones. (…) Yo por suerte ayer pude llevarle a mi hijo a aplicarle la vacuna, pero el hospital sigue prácticamente cerrado para la atención así normal. Y yo que solía ir una vez al mes, sé que el hospital estaba siempre lleno de personas, ya sea madres, ya sean paraguayos, ya sean trabajadores de otras partes del país que vienen a trabajar en la estancia, de todo un poco. Entonces yo no me imagino por el suplicio que han de pasar esa gente que vienen de lejos, no tienen residencia, están en las estancias, se les enferma su hijo, sacan al hospital de referencia y que esté cerrado el hospital. (…) O sea, estábamos luego mal, pero por lo menos la gente se habituaba, se adecuaba a lo que tenía, pero una vez que se cerró el hospital prácticamente fue terrible. Y los casos de coronavirus sí que, nada… La gente si iba allá en el hospital y te decían ‘no, no tenés que venir acá, tenés que llamar primero’, y mucha gente empezaron a plaguearse un poco por las redes, por las radios para hacerse escuchar. Pero hasta ahora sigue”. (G. S., hombre, Mariscal Estigarribia, 5 de noviembre de 2020). En la población infantil y adolescente, como, asimismo, en el grupo de los adultos y de los mayores, la retracción en la atención a la salud generó numerosos inconvenientes para el tratamiento de enfermedades tanto de base como ocasionales. “Yo creo que en Karajao inclusive a mí me tomó el dengue, recorriendo. Entonces yo salía de ese estado, llegó la cuarentena, no me sentía bien todavía, quería levantar las defensas, como todo el mundo empezó a buscar miles de estrategias de levantar las defensas. Entonces yo tengo un médico particular aquí que es conocido que actualmente es el director del hospital distrital. Le llamo porque quería consultar. Él me dice que no, que está todito prohibido, claro, en ese tiempo estaba prohibido consultar, todas las consultas. O sea que, en ese momento, encontrar a alguien, a un médico que esté disponible para otro tipo de males, de enfermedad, era muy difícil, a menos que sea de tu amistad o algo por el estilo, entonces sí se resintió totalmente. Justamente que estábamos

hablando de estas personas que tienen enfermedades crónicas, como la diabetes, hipertensión, por ejemplo, muchas de estas personas acceden a medicamentos a través de los centros. O sea, al no poder ir y recibir, entonces también se vieron en la obligación de buscar otro mecanismo para acceder, porque la enfermedad continúa y es necesario medicarse. Efectivamente sí se resintió y mucho”. (M. M., mujer, San Juan Nepomuceno, 24 de octubre de 2020). Los mecanismos alternativos para la atención, implementados para evitar la aglomeración de personas en los hospitales o centros de salud, terminaron por redoblar las dificultades de numerosas familias para asistir a una consulta médica. “Para ir al hospital general es muy complicado. Ahí tenés que llamar y pedir número. Pero no te atienden luego. (…) Ahí sólo si estás demasiado enfermo nomás te atienden. Si no, no te atienden luego, hasta ahora tenés que llamar para que te atiendan. A esos que están por morirse nomás les atienden”. (C. A., mujer, Santa Rosa del Aguaray, 13 de enero de 2021) “Dejaron de atender. Un tiempo cerraron luego el hospital. Cerraron. O sea que prohibido enfermarte. Cerraron el hospital. Solo covid estaba permitido. Además, también la gente se mentalizó con que, si vos te vas al hospital, si no estás enfermo, salís enfermo. Cerraron el hospital, eso yo te puedo asegurar 100%, porque no permitían acceso que no sea de covid. Y yo no sé cómo se hacía con otras dolencias graves, pero así estaba, y eso sucedió como dos meses, que estaba cerrado, cerrado. Después volvieron a habilitar urgencias de a poco. (W. P., hombre, Santa Rosa del Aguaray, 16 de diciembre de 2020). La acción de enfocar los recursos y la atención sobre la urgencia de los casos de coronavirus en el intento de frenar su propagación, ha soslayado los efectos de vulneración e indefensión, de grupos sociales históricamente relegados, de todo tipo de protección de la salud y de promoción de su bienestar. Como ya se ha visto en el apartado anterior, la contención de la demanda de otros tipos de diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, ha segregado aún más al sistema de salud pública. En mayor medida, las especificidades propias de la respuesta institucional a la emergencia sanitaria han agudizado las desigualdades prevalecientes en la estructura social paraguaya. Como resultado, se ha extendido la experiencia subjetiva de incertidumbre imperante en aquellos grupos, limitando el horizonte de posibilidades para la protección, ampliando las privaciones y la falta de seguridad del presente para encarar el porvenir de la vida de los niños y niñas.

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