El cine de aki kaurismäki

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EL CINE DE AKI KAURISMÄKI Poemas sobre el hombre cotidiano

El realizador finlandés Aki Kaurismäki descree de su propia obra. Con treinta años de producción cinematográfica y dieciocho películas estrenadas, declara que su cine “es una mierda”. Esta confesión no parece corresponder a la coquetería retórica que exhiben algunos artistas sino a la convicción de quien, seguidamente, fundamenta sus dichos afirmando que el oficio, que no considera arte, al que él ha dedicado su vida no sirve para nada porque por su intermedio no se puede cambiar la realidad. Y a continuación manifiesta que, para cambiar la realidad, hay que matar al uno por ciento de la población del planeta que posee el cincuenta por ciento de su riqueza. Alguien podría atribuir esta postura ante la vida al juicio de un depresivo, como el mismo Kaurismäki se califica, de lo que culpa en parte al mundo repugnante que nos ha tocado vivir y en parte a la falta de vitamina D que, por la escasez de sol, inclina a los escandinavos hacia el suicidio. No obstante, depresivo o no, su punto de vista sobre la sociedad en que vive es coherente con la mirada lúcidamente crítica que expresa por medio de su obra. Sus películas, unas más amargas, otras más amables, se concentran en los héroes de la vida cotidiana, los pequeños personajes sin esperanzas que transitan por la calles de Helsinski, como podría serlo por cualquier otra gran ciudad del mundo desarrollado, donde la miseria y la postración están piadosamente encubiertas por la burocracia de la justicia social. Se trata de personajes abocados a la derrota que, sin embargo, con indiferencia o con


2 valor incorruptible, se adaptan a su falta de futuro y se conforman con su destino o se debaten contra él a fin de lograr la mínima felicidad y el mínimo amor indispensables para sobrevivir. No hay crítico que analice el cine de Kaurismäki sin la referencia ineludible a Robert Bresson, tanto porque el propio director finés lo reconoce como uno de sus maestros –entre los que destaca a Charlie Chaplin-cuanto porque ambos filmaron versiones libres de Crimen y castigo, la novela del ruso Fiodor Dostoievski. La adaptación de Robert Bresson llevó el título de Pick pocket y su criminal es un carterista. La versión de Kaurismäki es más apegada a la novela original y su protagonista es un asesino. Pero el paralelismo entre los dos directores se establece no sólo porque ambos reelaboraron con enorme economía la desmesura brillante de Dostoievski, sino porque sus estilos son similares: austeros, secos, aparentemente distantes, como si no asumieran ninguna responsabilidad por los actos de sus personajes. Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre ellos; mientras que tras los fotogramas del francés Bresson aflora la fría racionalidad cartesiana, bajo la distancia y la sobriedad de Kaurismäki se siente el latir de un ardiente corazón escandinavo. En un breve resumen me referiré a cuatro películas representativas de la producción del director para, finalmente, detenerme en la que actualmente se exhibe en Buenos Aires: El otro lado de la esperanza. En La chica de la fábrica de fósforos (1990)Iris, la protagonista encarnada por Kati Outinen, la actriz fetiche de Aki Kaurismäki, es el personaje más desesperanzado de la “trilogía del proletariado” que culmina con este film. Su trabajo rutinario en la línea de montaje de una fábrica de fósforos, su pertenencia a una familia formada por un padrastro alcohólico y una madre que


3 no la quiere, a quienes mantiene, y la ajenidad que padece en una sociedad hostil, la llevan sin estridencias, con la típica sequedad kaurismäkiana, hasta la ruptura a través de la violencia. La “trilogía de los perdedores” se inicia con Nubes pasajeras (1996), que cuenta las tribulaciones padecidas por una pareja de trabajadores a causa de la situación de alto paro laboral que sufría Finlandia por esas fechas. Marido y mujer pierden su trabajo, él (encarnado por el actor Kari Väänänen) como conductor de tranvía y ella (nuevamente Kati Outinen) como camarera de un restaurante que cierra sus puertas. Pero ésta, a diferencia de la de La chica…, es una pequeña historia de esperanza, que nace y se hace realidad cuando una amiga de la mujer le presta el dinero para que instale su propio restaurante. La nueva “empresaria” no piensa sólo en sí misma sino que lleva con ella a sus antiguos compañeros de trabajo. La película culmina cuando el negocio abre sus puertas con éxito de clientes. El hombre sin pasado (2002), segunda entrega de la trilogía, relata la peripecia de un personaje, protagonizado por Markku Peltola, que viaja a Helsinskia donde llega de madrugada. No sabemos de dónde viene ni para qué; simplemente vemos que se detiene en el banco de una plaza a la espera del amanecer y allí lo ataca una banda de matones que le roba sus pertenencias y lo golpea. En la siguiente escena el desconocido aparece en la cama de un hospital: no sabe quién es, presumiblemente un golpe le ha hecho perder la memoria. A partir de allí el protagonista inicia una vida nueva, ayudado por los marginales que habitan los contenedores vacíos del puerto y por el Ejército de Salvación, con una de cuyas integrantes (siempre Kati Outinen)inicia un romance que, pese a ser ambos personas en la mitad de la vida, se manifiesta


4 con la ternura y la ingenuidad propias de la primera juventud. Finalmente el hombre se entera de quien es cuando la esposa lo localiza gracias a los avisos que publican los diarios sobre su situación. Pero felizmente para la nueva pareja la esposa le dice que están divorciados. En este film se rescata al ser humano del dolor y de la violencia de la ciudad gracias a la actitud solidaria de sus habitantes marginales y a la pureza de la relación afectiva de los protagonistas que equivale al descubrimiento del primer amor. Así lo es efectivamente para la mujer, que confiesa al hombre que la que está viviendo es su primera relación sentimental; y también lo es para él porque ha vuelto a nacer a partir de su olvido del pasado. Luces al atardecer (2006), última obra de la “trilogía de los perdedores”, es la historia de un guardia nocturno, interpretado por Janne Hyytiäinen. Se trata de un solitario y soñador sin defensas que, ante la crueldad e indiferencia de la vida y sus personajes que lo agreden y lo traicionan, se pliega a su destino inexorable de perdedor. Hasta el punto de que no aparenta sufrir con un fracaso al que parece considerar inevitable, como si se tratara de un estigma de nacimiento contra el que es inútil rebelarse. Tras este resumen rápido de las cuatro películas de Aki Kaurismäki que elegí para señalar las características distintivas de su filmografía, abordaré con mayor detenimiento el filme que se exhibe actualmente en Buenos Aires: El otro lado de la esperanza. Hay constantes en el trabajo de Kaurismäki: son la música en directo, el tango finlandés, Kati Outinen y la impiedad del mundo. Ésta se manifiesta como una fuerza irracional que irrumpe en el orden gris de vidas sin esperanza e introduce el caos. Se materializa en las bandas de matones que se aprovechan


5 de la fuerza física y del número para abusar del más débil. No hay honor, ni racionalidad, ni objetivos claros que expliquen los ataques, sólo consignas simplistas, violencia y fuerza bruta. En El otro lado de la esperanza, su última película, estrenada en 2017, Aki Kaurismäki es fiel a todas esas constantes, así como también a su estilo fílmico conciso y despojado, tanto en la cámara como en el guion y en las pautas de actuación que marca a sus actores; éstos trasmiten sus emociones y experiencias vitales con economía de palabras y de gestos. Aunque tras la austeridad de esa estética se trasluce el compromiso del director con los seres humanos, incluso el amor que siente por ellos. Hay también en este film música en directo, tango finlandés y, como en Luces del atardecer, un enfoque fugaz de Kati Outinen. En todas las películas de Kaurismäki hay una tensión entre las pulsiones malignas y benignas de la vida, que parecieran ser el reflejo de una lucha perdida en el alma del director. Se trasluce su opción personal por las fuerzas del bien y un pesimismo que cree, o sabe, que el triunfo favorecerá al bando del mal. En algunos de sus filmes el bien gana pequeños combates, como en Nubes pasajeras cuando la protagonista consigue poner en marcha su propio restaurante, o en El hombre sin pasado cuando éste inicia una vida nueva módicamente feliz gracias a su amnesia. En todo caso, al caer el telón, el espectador percibe la fragilidad de esos triunfos cuya perdurabilidad el realizador no se atreve a asegurar. En otras películas como La chica de la fábrica de fósforos o Luces del atardecer, Kaurismäki cierra la puerta a todo optimismo.


6 En El otro lado de la esperanza el director tensa el hilo argumental hasta el extremo y el espectador adquiere la convicción amarga de que, pese a los alivios transitorios que le concede el film para que tome aliento, al final todo estará perdido. Y el título de la película alude a este final. El guion nos cuenta la historia de un refugiado sirio, Khaled (Sherwan Haji) que en su escape a través de Europa, perseguido como indeseable por las policías de cada país que atraviesa, llega a un puerto y se esconde al azar en la bodega de un barco que lo deposita –literalmente- en los muelles de Helsinski. Khaled tiene dos problemas que solucionar, legalizar su estatus de refugiado en Finlandia -uno de los países socialmente más equitativos del planeta y con una política de acogida de refugiados más benigna, en teoría- y tratar de comunicarse con su hermana de quien se vio separado por la policía cuando escapaban de Siria. Ambos son los únicos sobrevivientes de la familia que sucumbió bajo el fuego de un misil lanzado por un atacante anónimo. En su peripecia, Khaled debe enfrentar a la burocracia finlandesa, hostil bajo su apariencia de ascética imparcialidad, para la cual la llegada en aluvión de refugiados a causa de la guerra, el hambre o la conjunción de ambos flagelos, constituye una contingencia incómoda. Y también se encontrará con la sociedad civil finesa –que no es más que una muestra de probeta de la sociedad global- de la que recibirá tanto solidaridad como rechazo. La ayuda proviene de los que, aun siendo nativos, por una u otra causa habitan en la szonas marginales del orden social. En este caso, el representante paradigmático del bando de la solidaridad es Wikström (Sakari Kuosmanen), el dueño de un restaurante que se mueve funambulescamente por la delgada cuerda que pende entre la legalidad y el engaño como única arma de defensa y


7 de supervivencia. En Wikström, cuya marginalidad está simbolizada por el lujo obsoleto de su antiguo automóvil soviético, Khaled despierta la fraternidad espontánea que nace entre los que se sienten perseguidos. Cuando el sirio tras recibir la orden de expulsión de las autoridades que alegan que la situación de Siria no es lo suficientemente grave como para concederle el estatus de refugiado- escapa del centro de acogida y pasa a la clandestinidad, Wikström le da trabajo y refugio. En la búsqueda desesperada de su hermana, Khaled también recibe la ayuda de un iraquí, compañero ocasional del centro de refugiados, que pone a su disposición el tesoro invalorable de su teléfono celular; así como de un camionero que se arriesga a cruzar fronteras con la carga clandestina de un ser humano –la hermana de Khaled- sin aceptar retribución ninguna. Todos ellos realizan actos desinteresados de solidaridad que además implican riesgos para su seguridad personal. El lado oscuro de la sociedad, el que desata el caos, es la banda de neonazis que lleva en sus camperas una leyenda que proclama la liberación de Finlandia como cobertura de su irracionalidad y que persigue a Khaled desde su llegada a Helsinski sólo por su aspecto. El sistema opresor esgrime el legalismo de la burocracia para cometer sus actos de discriminación y protege tácitamente a las fuerzas de choque que hacen el trabajo sucio. Dentro del mismo sistema, a través de sus intersticios, afloran los actos humanitarios de protección y hermandad. El final de la historia de Khaled y de su hermana nos la cuenta Kaurismäki en los minutos finales del film. Entonces es cuando el espectador comprende, con


8 el mismo pesimismo del director del film, quiénes son los que han ganado y quienes son los que han pasado “del otro lado de la esperanza”. Agosto, 2017 Jorge Andrade

Jorge

Andrade,

escritor,

economista,

crítico

literario y traductor. Ha publicado numerosas novelas, entre ellas, “Desde la muralla”, “Vida retirada”,

“Los

ojos

del

diablo”

(premio

internacional Pérez Galdós, España); el libro de cuentos “Ya no sos mi Margarita” y el libro de ensayos “Cartas de Argentina y otros ámbitos”. Fue colaborador del diario El País y de las revistas El Urogallo y Cuadernos Hispanoamericanos de España, así como del diario La Nación de la Argentina.

Para contacto periodístico y notas de prensa contactarse con: Kiako – Anich Comunicación hecha con textura prensa@kiakoanich.com.ar


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