EL GOBIERNO DE LOS (H)UNOS Ensayos periodĂsticos de Jorge Andrade
2 INTRODUCCIÓN
Porque donde pisa el Leviatán sobre el que cabalga el caudillo de los (H)unos no queda nada en pie. No queda industria, no queda comercio, no queda cultura, no queda salud, no queda soberanía, no quedan Islas Malvinas en el mapa. No queda más que la tierra arrasada. Son los (H)unos, para quienes los Otros no existen. Ellos son la tribu pequeña pero feroz que no construye sobre las ruinas y sólo arrasa. Arrasa y pasa. Sólo desolación queda tras ellos, no dejan rastro tras de sí, sólo los excrementos del Leviatán. Las alforjas del Leviatán, repletas de oro, el único botín en que los (H)unos convierten el mundo, viajan con ellos hacia nuevos Paraísos que deben ser destruidos para satisfacer el hambre y la sed insaciables de la secta de Plutón que comanda su jefe. Tribu nómade, sin cimientos y sin destino, corre ansiosa y desasosegada hacia el mítico País del rey Midas donde incluso ellos perecerán y lo único que pervivirá es el dinero.
Los textos de este libro son una crónica de la vida social, política y económica de la Argentina que comprende el período que va desde noviembre de 2016 hasta enero de 2018. Continúan con el temario de Otro país y mantienen tanto su punto de vista en la observación de la realidad como su línea crítica. Buenos Aires, febrero de 2018
3 MIEDO DEL PASADO, MIEDO DEL FUTURO
Javier González Fraga ha vuelto a hablar. Javier González Fraga que no obstante su origen radical fue presidente del Banco Central no sólo durante el gobierno de Alfonsín sino, por segunda vez, durante el menemismo -un caso más que demuestra la existencia de vasos comunicantes entre las oligarquías de las organizaciones políticas que conforman el bipartidismo de la democracia neoliberal- se manifestó tiempo atrás dolido con la mentira del kirchnerismo que había hecho vivir una ilusión a las clases medias y medias bajas. Les había hecho creer, a su juicio artificial y demagógicamente, que con sus ingresos medios podían comprarse autos cero kilómetro, celulares de última generación, equipos de aire acondicionado e, incluso, viajar al exterior. Esa había sido, según su entender, una fantasía insustentable en el tiempo que hoy, con el gobierno realista y sincerador de cuyo presidente él es asesor, se desvanecía, se pinchaba irremediablemente. Las pretensiosas clases media y media baja debían disfrutar de la alegría de la revolución conservadora con otros entretenimientos más a su alcance, como el de buscar segundas marcas en los supermercados. En estos días, González Fraga atacó de nuevo. Ahora su preocupación ya no es “la pesada herencia” del pasado sino el futuro. Tras un año de gobierno agobiado con el peso de la herencia kirchnerista, tampoco el futuro PRO parece luminoso como lo presentó en la campaña electoral sino, en opinión del asesor, sombrío. La obscuridad por venir se fundamentaría en la tozudez de esas clases incorregibles que siguen viviendo en el gaseoso cielo de las ilusiones y esperan poder recuperar algo, siquiera algo, de lo perdido este año. González Fraga calcula con optimismo que el año que viene el país podría crecer un 3% pero, advierte que el crecimiento sería muy desigual. Se daría en las grandes explotaciones agropecuarias, tal vez algo en la construcción si se reactiva la obra pública y poco más. Esto se debería a la desconfianza de los inversores extranjeros que se empeñan en no hacer llover porque temen que dentro de dos años se abandone la política seria del gobierno Macri y se recaiga en el vicio del populismo.
4 En el mejor de los casos para el gobierno, si el PRO despejara su futuro con un triunfo en las elecciones de 2017 y la dichosa lluvia cayera sobre el país sediento de inversiones, el proyecto económico del oficialismo, así como lo fue el de la dictadura cívico-militar y el del menemismo, es el de un país pequeño para no más de veinte millones habitantes. Me remito para emitir juicio, como ya lo hice en artículos anteriores, al informe de un economista nada sospechoso de marxismo, ni siquiera de keynesianismo, como que fue viceministro de economía con Domingo Cavallo, me refiero a Juan Llach. En el citado informe Llach llega a la conclusión de que el agro con todas sus industrias subsidiarias puede dar empleo a un 40% de la población activa. Sacamos la cuenta extrapolando al total de la población y hablamos a lo sumo de 18 millones de personas. Ninguna sorpresa para quienes conozcan el pensamiento de esta oligarquía extractivista, depredadora de la riqueza de su país y neocolonialista, que por primera vez alcanza el gobierno sin violencia física sino apenas con la violencia psicológica que ejerció durante la campaña electoral. González Fraga, Prat-Gay, Sturzenegger, Pinedo, Aranguren y, por supuesto, Macri, así como tantos otros menos conocidos por el gran público, no quieren un país desarrollado sino dependiente, porque a ellos les va muy bien como socios menores de los grandes conglomerados económicos y financieros transnacionales. De cualquier manera debemos compadecer a González Fraga que vive oprimido por la pinza de sus miedos: el miedo del pasado y el miedo del futuro. En definitiva, el miedo de la Historia que padecen los pobres ricos –y Javier González Fraga lo es- que no obstante su riqueza les impide ser felices. Noviembre de 2016
5 SANGRE PURA
Eliseo Castro, o Castro Bravo como pedía que lo llamaran, fue mi compañero de banco desde primer grado hasta sexto. Caímos juntos de casualidad, ya que el azar es el orden que no conocemos. Supongo que el criterio utilizado por la maestra sería la estatura o el alfabeto. En los años sucesivos fuimos nosotros los que elegimos estar juntos y los responsables de la clase, no obstante que crecimos de estatura a diferente velocidad, no se opusieron o atendieron a nuestros ruegos cuando le explicábamos
que
veníamos
juntos
desde
el
principio
y
que
nos
comprometíamos a portarnos bien. Estuvimos lado a lado siete años y en los largos veranos de las vacaciones escolares nos juntábamos con la fresca a jugar y contarnos aventuras imaginarias, y cuando nuestros padres nos otorgaron mayor autonomía nos largábamos por ahí con las bicicletas. Al octavo año nuestros destinos se separaron o nos separaron, Eliseo fue al industrial y yo al nacional, pero la amistad perduró. Y perdura hasta hoy, pese a que nuestras vidas tomaron rumbos cada vez más distantes: él nunca salió del país, salvo algún veraneo en Uruguay, y yo me fui a vivir a Europa muchos años. Pero se había labrado un vínculo que se fundaba en las afinidades sólidas de la niñez o, quizá, en la nostalgia compartida por aquel tiempo. Porque motivos para que la vida nos alejara los hubo muchos, y no sólo por la distancia y el estilo de vida sino por lo que cada uno de nosotros piensa de la realidad. Eliseo, “Lisito” como lo llamaba la mamá, desde que lo conocí, tan chiquito como era, reivindicó su condición de celta puro. Su padre era gallego, rubio y de ojos celestes, y Lisito había heredado de su padre el color de los ojos y del pelo, aunque el suyo se oscureció hasta el castaño con los soles impiadosos de la canícula rioplatense. Pero cuando conocí a la mamá descubrí que Lisito no era celta puro. Su mamá era andaluza. El padre decía “¿Por qué tuve yo que irla a escoger tan lejos,
6 allá, a los bajos fondos de la península, cuando en mi tierra tenía galeguiñas a porrillo, dulces y rubias como yo?”. Pero no decía la verdad. Don Eliseo no había ido lejos a buscar a su mujer sino que la había encontrado en la pieza de enfrente del inquilinato de Barracas, donde vivía Eliseo y a donde Olvido iba a visitar a una amiga los días de salida. Eliseo padre emigró de La Coruña porque la tierra no daba para toda la familia y a doña Olvido la mandaron las monjas a servir en una casa bien de Buenos Aires por la misma razón. Para ello falsificaron su documento agregándole dos años de edad. Viajó en la tercera del barco con apenas dieciséis añitos. Eliseo hijo había heredado los rasgos físicos de su padre pero en realidad era “ribeteao”. “Ribeteao es el niño, le guste o no le guste al padre. No haberse buscado una ‘granaína”. Doña Olvido nació en Granada, era alta y delgada como un junco -le sacaba una cabeza al marido- aunque abundante de pecho. Sus ojos negros relumbraban como carbones y penetraban en su interlocutor, al menos esa impresión me hacía a mí su mirada cuando tuve edad para percibir esos matices. “Dicen que ‘granaína puta fina’, pero no es verdad, las granadinas somos señoras”. “Ribeteao es tu niño” se burlaba doña Olvido de padre e hijo, y dirigiéndose a mí: “¡Con todos los que han pasado por mi tierra habría de ser puro el hijo! Moros y algo más. El apellido de mi madre es Santa María. ¿Sabes lo que quiere decir eso?”. Yo me encogía de hombros. “Que los conversos cogían nombres de ciudades y de santos”. Los dos Eliseos torcían el gesto. Y cuando nos quedamos solos Lisito me aclaró: “Bravo, de los comuneros de Castilla, Bravo, Maldonado y Padilla.” Lisito nunca admitió que no fuera celta puro. Incluso hoy, ya calvo y con los ojos celestes algo más descoloridos, reivindica la pureza de su sangre. Estudioso de la historia, cuando menos la de sus ancestros, se ufanaba: “Los Castro eran la familia más ilustre de Galicia. Apenas si le hacían un poco de sombra los Andrade. Pero ellos fueron fieles y sostuvieron a Pedro de Castilla hasta el final, no como los Andrade, oportunistas y panqueques que cuando les convino se pasaron al Trastámara.”
7 Pero doña Olvido era el sostén del hogar. Don Eliseo, que antes de salir de La Coruña había trabajado de ayudante en la panadería de su pueblo, aprendió el oficio y gracias a él ganó sus primeros sueldos al llegar a Buenos Aires. Sin embargo tenía delirios de grandeza, ensoñaciones a las que son tan predispuestos los gallegos y afirmaba que no sería un dependiente toda la vida. Ya casado quiso poner su propia panadería. Era un buen panadero, pero no era un buen comerciante. Fundió esa, y otra y otra más. Contrajo deudas y para pagarlas entregó los terrenitos que había comprado en Lomas de Zamora para la casita que nunca pudo construir junto con los ladrillos que, apilados al fondo del terreno, esperaban que llegaran tiempos mejores. Y aunque al nacer Lisito lograron alquilar un pequeño departamento nunca pudieron tener casa propia. Vivían del trabajo de mucama de doña Olvido y esa situación minaba la moral del esposo que, para ocultarse el fracaso personal, empezó a beber un poquito de más. A su mediodía de desocupado se lo podía encontrar siempre en el almacén y despacho de bebidas de un paisano, donde empinaba el codo. Eso no le hizo bien al matrimonio. Lisito, a veces, llegaba preocupado al colegio: “Mi mamá se enoja. Qué va a hacer mi papá si no consigue trabajo”. Estaba claro que el hijo tomaba el partido del celta puro. Y la señora Olvido, no obstante el trabajo rudo mantenía la elegancia de su figura. Recuerdo haber visitado la casa cuando estábamos en el último año del secundario, Eliseo en el industrial, yo en el nacional. La señora Olvido estaría cerca de los cincuenta y yo, en esos tiempos de iniciación más tardía que la actual, ardía de ensueños eróticos. Habrá sido mi imaginación, pero a través del espejo de la vitrina del comedor sorprendí más de una vez los ojos de fuego de la “granaína” clavados en mí. Durante mi exilio, cada vez que visitaba Buenos Aires, reservaba un rato para encontrarme con Lisito y recordar los años idealizados de la niñez, Y aunque me callaba la boca me daba cuenta de que Eliseo hijo estaba, hasta cierto punto, repitiendo el camino personal de Eliseo padre. Claro que la historia del país no lo ayudaba. Ser un triunfador en Argentina está reservado para muy pocos. Cuando egresó con su título de técnico industrial entró a trabajar en una empresa grande que en una de las crisis nacionales cerró o se achicó y Eliseo cayó en la volteada. A partir de entonces fue dando tumbos, de mal en
8 peor. Trabajó en un taller metalúrgico, fue técnico de una empresa de service de electrodomésticos. Y al final de su carrera autónomo. Puso un tallercito en el garaje de su casa después de vender el auto y fue tirando mientras pudo, hasta que la artrosis le impidió hacer más unas tareas que necesitan de las manos. Entonces vendió la casa y compró el departamentito en el que vive hasta hoy. Ahora, yo ya de vuelta en el país, Eliseo Castro Bravo, descendiente de los Castro de Galicia aunque “ribeteao” por parte de la “granaína”, es un jubilado con algo más que la mínima porque pese a sus muchos años de trabajo aportó poco. Sin embargo, Eliseo, hombre sensible, se apiada de los pobres viejitos que se jubilan con la mínima, aunque por ganar trescientos pesos por encima de esa miseria no se beneficia con los bonos de fin de año ni con la tarifa social del subte. Entre los recuerdos de la infancia hay uno que parece haber marcado a fuego el imaginario de mi amigo. Una tarde, con un cinzano de por medio, elevando los ojos soñadoramente a las telarañas del techo del café del barrio, Lisito me interpeló: -¿Te acordás de Celestino, el lechero? -Algo, del barrio, pero mi vieja no le compraba a él, le compraba a Pontoriero. No sé por qué –le confesé a Lisito- porque mi mamá tenía que llamarlo al orden un dos por tres: “¡Pontoriero, cada vez le echa más agua a la leche!”. Pontoriero bajaba la cabeza compungido, como un chico al que la maestra sorprende mirando la foto de una actriz medio desnuda debajo del pupitre. No protestaba, no defendía su honestidad de comerciante y durante un mes, cuando mamá nos ponía la merienda mi hermana y yo le decíamos contentos: “¡Qué rica que está la leche, mamá! Duraba poco, porque Pontoriero era incorregible y una y otra vez volvía a las andadas. Pero mi mamá no cambiaba de lechero, apegada a la rutina nunca le compró al gallego Celestino. -Hizo mal tu mamá-¿Por qué, la leche del gallego era buena?
9 -No tengo ni idea, no conocí otra leche durante mi niñez que la del gallego Celestino. -¿Entonces por qué decís que mi mamá hizo mal en no comprarle a Celestino? -No sabría decirte con exactitud, pero un gallego es una garantía, nada que ver con un tano. Preferí dejarlo que siguiera el curso de sus ensoñaciones sin ponerme a cuestionarle sus prejuicios racistas. -Si lo conociste a Celestino te acordarás del pibe. Lo interrogué con la mirada. -El que lo ayudaba. Me encogí de hombros. -Era el hijo. -¿Ah, sí? -Sí, y era despierto el chico. Me acuerdo lo bien que había aprendido a chasquear la lengua y el caballo se ponía sólo al trotecito para reanudar el recorrido sin que necesitara fustigarle las ancas con las riendas. Asentí, como reconocimiento a la rápida expertise del hijo del lechero. -¿Sabés cómo se apellidaba Celestino? -Bueno, sí, no me acuerdo bien, tenía un apellido gallego, Rodríguez o Fernández. Chasqueó la lengua como el hijo del lechero pero con intención negativa y con superioridad, afirmó: “González. Se apellidaba González.” -Claro, un apellido gallego, uno u otro, qué más da. Lisito no se amilanó por mi respuesta escéptica, se lo notaba muy seguro de sí, y se guardaba un as en la manga: -¿Y el segundo apellido? ¿Sabés cuál era su segundo apellido?
10 Me enojé: -¡Cómo voy a saber cuál era el segundo apellido del gallego, Lisito! No se inmutó, y con aire de triunfo arrojó el ancho sobre la mesa: -Fraga, el segundo apellido era Fraga. -¿Y vos, cómo lo sabés? Porque como vos también- subrayó el “también”- deberías saber, los españoles usan dos apellidos. Moví la cabeza indicando que lo sabía. -Y yo lo busqué, entonces, niño curioso, para saber si el segundo apellido era tan ilustre como el mío. ¡Y lo encontré!- exclamó triunfante –Dentro de un recuadro del fileteado del carro, el nombre completo del gallego era Celestino González Fraga. -¿Y? -¿Cómo ‘¿y?’- se escandalizó. Eso quiere decir que el pibe, el ayudante del gallego que era su hijo y que por entonces tenía unos cuantos años menos que nosotros, podría ser “él”. -¿’Él’, quién, Lisito?- había logrado interesarme. -¡El presidente del Banco Central con Alfonsín y con Ménem!- exclamó triunfante -¡El magnate del dulce de leche! ¿Sería coherente, no, si fuera? Y bien puede ser, el pibe. hijo del lechero, empresario del dulce de leche- dijo convencido de que su ilusión era realidad. Sus ojos se perdieron de nuevo entre las telarañas del techo cuando afirmó, soñador: -La meritocracia, te das cuenta lo que puede la meritocracia en este país. Meneó la cabeza, otra vez desalentado: -A mí las cosas no me fueron bien en la vida. Fallé, me faltó coraje para hacer lo que hay que hacer para tener éxito: ser capaz de agarrar a la vida por el cuello.
11 Pero no sólo el descubrimiento emocionante acerca del hijo del lechero entusiasmaba y elevaba la moral de mi amigo, había otros hechos de los que fue testigo y que le hicieron recuperar la confianza en que la justicia, de un modo u otro, termina restableciéndose. Me contó lo siguiente: -Frente a mi casa… ¿Vos nunca viniste a casa, no? Tenés que venir. Ahora que los chicos se fueron y nos quedamos solo mi mujer y yo. No invitamos a nadie, salvo a la parentela. Es por ella, le da vergüenza, es un departamentito modesto. Pero ella lo tiene arreglado con gusto, se da maña. Un día vas a venir. “Mi departamento da al contrafrente, a un patio de ventilación, más bien angosto, entonces veo a todos los vecinos, los de otras casas también. A un departamento de una de esas casas, una casa mala, abandonada, que no tiene la entrada por mi calle sino por la transversal, hace unos años se mudaron unos negros. Un matrimonio con dos pibes, negros también. Y qué te digo que hace tres o cuatro años un día lo veo colgado al negro con medio cuerpo fuera de la ventana instalando un aire acondicionado. ¿Qué me decís? No dije nada, Siguió Lisito su historia: -Cuatro negros con un acondicionador. Un negro gordo, la negra y dos negritos. Yo nunca me compré uno. No tengo ahorros para comprarlo, y comprarlo en cuotas no pude porque superaba el límite de crédito de mi tarjetita de crédito miserable de jubilado. “Pero hace unos meses se fueron. Y el acondicionador se quedó, como mejora corresponde al propietario. Se le habrán acabado las changas, los planes, qué sé yo. Se habrán vuelto a la villa.
12 Hace poco el departamento se volvió a ocupar. También un matrimonio con dos chicos. Pero estos blanquitos. Se me da por pensar que es gente que tuvo que achicarse, seguro que vivían en un departamento mejor y les agarró la malaria. Este departamento de porquería no es para ellos, pero a veces la vida no da respiro. Y aunque el verano se vino con todo, no veo que prendan el acondicionador. Diciembre de 2016
13 LA ANGUSTIA EN EL NEOLIBERALISMO1
La cuarta etapa del capitalismo, la denominada tecno-financiera, en la que estamos viviendo, toma el nombre de sus dos características fundamentales. Una de ellas, la financiera –más adelante analizaremos la otra- significa que el capitalismo ya no precisa del momento material, la mercancía, para completar el proceso de reproducción. La acumulación se realiza por medio de un mecanismo virtual. El dinero se reproduce a sí mismo sin que deba atender a la satisfacción de las necesidades humanas; más aún, el dinero ya no necesita de la moneda, y después del billete, en el sendero creciente de abstracción de la representación del valor, sino que le basta con teclear “intro” en una computadora de Buenos Aires para que se replique instantáneamente en otra de Nueva York, Londres, Frankfurt, Zurich, Tokio o Hong-Kong. Esta progresiva abstracción de los medios de que se vale el hombre para sus actividades y, como consecuencia de ello, de su propia vida, lleva a extremos como los que experimenta el Japón que, hoy con 127 millones de habitantes, teme que a fin del siglo actual su población se haya reducido a la mitad a causa de la epidemia de castidad que se extiende entre los jóvenes. Esta conducta socialmente disfuncional proviene de una variedad de causas con un denominador común: el miedo. Miedo a la inestabilidad laboral que acosa a los jóvenes quienes, al contrario de sus padres que comenzaban su carrera en Toyota o Mitsubishi y se jubilaban en Toyota o Mitsubishi, se enfrentan a un futuro que sienten fuera de su control y que les hace temer que no puedan
1 Para ordenar estas reflexiones sobre la enfermedad en el sistema de organización y control de la sociedad llamado “Neoliberalismo”, he seguido el hilo conductor del pensamiento de la Profesora Doctora Susana Murillo, expresado en los siguientes trabajos:La estrategia neoliberal y el gobierno de la pobreza (La intervención en el padecimiento psíquico de las poblaciones). pdf (M 1); La cultura del malestar, http://psicologossalta.com.ar/2012/06/la-cultura-del-malestar2/ (M 2); “Estado, sociedad civil y gubernamentalidad neoliberal” en Revista Entramados y perspectivas de la carrera de Sociología, Vol. 1, Nº 1, Junio de 2011 (M 3). Asimismo me he valido del trabajo del Doctor Enrique Guinsberg, del Departamento de Psicología de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, de México, titulado: La salud mental en el Neoliberalismo.pdf (G) Las citas textuales de los autores mencionados figuran entrecomilladas y con la referencia a la publicación de donde las he extraído (M 1, M2, etc.)
14 dar sustento a una familia. Miedo a la inseguridad en las calles. Miedo a causa del anonimato en las grandes urbes que convierte al prójimo en una amenaza. Miedo por la proliferación y difusión mediática de plagas sexuales, y muchas otras acechanzas de males físicos. Miedo y ansiedad que se manifiesta en el explosivo desarrollo de enfermedades psicosociales. Causas todas que confluyen en un cuadro general perturbador. Ante esta realidad los jóvenes prefieren antes que aventurarse en el amor concreto satisfacerse con los vínculos virtuales. Este proceso de virtualización de la vida de los humanos que acompaña a la globalización en la llamada postmodernidad es el signo propio de la etapa tecno-financiera del capitalismo. Se trata de un proceso que evoluciona desde los años setenta del siglo pasado, pero que explota y se hace particularmente visible con la desaparición del “peligro comunista”. La implosión de la experiencia del socialismo realmente existente, simbolizada por la caída del muro de Berlín, hizo sonar las trompetas del “fin de la Historia” (Francis Fukuyama) y se proclamó a la democracia liberal como sistema único de convivencia regido por el “mercado”. El capitalismo en la postmodernidad avanzó sobre los dos últimos enclaves situados por fuera del mercado: el arte y la agricultura. Cito aquí la idea de Fredric Jameson acerca de que “la belleza, que con su rechazo de la sociedad burguesa y materialista desempeñó un papel subversivo durante el modernismo, hoy es incapaz de asumir la misma función protopolítica que en ese momento histórico”. Jameson atribuye el cambio a la enorme diferencia de situación entre un modernismo ubicado en una sociedad con una mercantilización incompleta en la que el arte gozaba de cierta libertad extramuros y un postmodernismo propio de otra sociedad “en que los últimos enclaves –lo Inconsciente y la Naturaleza o la producción cultural y estética, y la agricultura- han sido asimilados a la producción de mercancías”
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Jameson, Fredric. El giro cultural, Buenos Aires, 1999 Jameson, Fredric. Ensayos sobre el postmodernismo, Buenos Aires, sin fecha
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15 Hoy en día el capitalismo no sólo abarca todas las actividades del hombre sino que avanza en su virtualización: la reproducción virtual del capital por medio de productos financieros cada vez más sofisticados y sus derivados. Y ahora llegamos al otro componente del capitalismo en su cuarta etapa: el tecnológico. A los únicos procesos materiales a los que el capitalismo presente otorga
atención
y
prioridad,
son
a
los
de
los
complejos
tecno-
armamentísticos, es decir a la investigación y producción de herramientas tecnológicas y de destrucción día a día más evolucionadas. El resto es la producción de cacharros cada vez de peor calidad y con la obsolescencia programada para satisfacer las necesidades de la supervivencia cotidiana.
El neoliberalismo como cultura centrada en la construcción de la angustia Vivimos el tiempo del capitalismo de la angustia. “Atravesamos un tiempo complejo y paradojal, pues en él conviven subjetividades deshilachadas y aisladas, con otras que se unen para reclamar sus derechos, indignarse o celebrar acontecimientos colectivos. Sin embargo, al menos en las grandes ciudades, muchos son los que están atravesados por la angustia, que suele trocarse en violencia contra sí mismo o contra otros. Violencia doméstica, rencillas entre pares o entre personas que circulan por las calles. Violencia que los medios de comunicación dominantes multiplican, generando así señales de alarma social que profundizan una sensación de inseguridad existencial que tiene bases en capas arqueológicas de memorias colectivas. Arqueología en la que la muerte física o social ha estado y está presente. Se trata de la violencia social cuyas expresiones son diversas.” (M 2)
El mercado como camino hacia la angustia El salto cualitativo que ha experimentado el capitalismo en su actual etapa tardía no concierne sólo a la incorporación al mercado de las últimas actividades que se habían mantenido al margen de su lógica hasta la
16 modernidad, la cultura y el agro, la primera trasmutada en industria del espectáculo y el segundo transformado por el proceso de tecnificación avanzada, sino también de actividades que hasta hace pocos años estaban reservadas a la esfera pública y cuya cesión al control privado resultaba impensable. Me refiero, como ejemplos más notorios pero en absoluto únicos, a las jubilaciones, la asistencia social, la seguridad ciudadana y a la guerra. Es que el Neoliberalismo, de la mano de sus teóricos, algunos brillantes como el premio Nobel austríaco Ludwig von Hayek, trasciende el campo de la economía, es un plan global de ordenamiento de la sociedad en el que la angustia juega un papel central. Murillo señala que el liberalismo se asentaba sobre tres principios básicos: a) el derecho universal a la propiedad; b) la libertad, y c) la igualdad. Ante la evidencia de que esos principios quedaron desvirtuados en los hechos de la primera revolución industrial que generó pobreza y desigualdad, aparece el concepto de “lo social”. “Lo social” se refiere a un conjunto de políticas públicas puestas en ejecución por el Estado tendientes a paliar los efectos de la desigualdad y de su consecuencia, la pobreza, de manera de crear lazos sociales que tiendan a la integración de todos los ciudadanos y a la construcción de una sociedad armónica. Sin embargo, ya desde fines del siglo XIX se manifestaron los lineamientos teóricos de una nueva estrategia, hoy conocida como Neoliberalismo, que rechaza toda intervención del Estado, defendiendo la centralidad del mercado al que considera el mejor asignador de los recursos escasos para optimizar la satisfacción de las necesidades infinitas. Con el objeto de poner en práctica su pensamiento, el Neoliberalismo desecha los principios universales de “igualdad” y “derecho a la propiedad”, reivindicando como único postulado rector de la vida social y económica el de la “libertad individual”. La libertad, no considerada como un bien social e igualador sino como un atributo individual que hay que conquistar y defender, evoca el mundo hobbesiano de la lucha de todos contra todos por la supervivencia. La libertad así concebida lleva en sí misma la pulsión de la muerte. Si mi libertad confronta con la libertad del otro para sobrevivir pues no la comparto con él, ese otro es para mí un medio nunca un socio, en el mejor de los casos, o un obstáculo en el
17 peor. Yo debo servirme de él y someterlo a mi voluntad y a mi arbitrio o, si se opone a mí, eliminarlo. Se trata de matar o morir lo que propone la doctrina neoliberal, es el darwinismo social cuya ley es la de la supervivencia del más apto, no necesariamente el mejor; el más apto quiere decir el más hábil, tal vez el más inescrupuloso, el más dotado para adaptarse a las condiciones del medio. La vida así se resume a una lucha individual por el éxito, un cálculo económico que la abarca en su totalidad, una búsqueda continua de maximizar la rentabilidad económica y el placer por medio de un hedonismo vacío que procura la satisfacción inmediata de necesidades tanto sustanciales como prescindibles. Un sistema económico que para no caer en depresión necesita de una producción de bienes siempre creciente, no sólo multiplica el desecho en progresión geométrica sino que, para mantener su moto perpetuo, precisa estimular el deseo hasta el infinito, creando para ello necesidades superfluas, Entonces cada sujeto, en uso de la única libertad que el Neoliberalismo admite, la libertad individual, se precipita a una lucha contra los otros para satisfacer el deseo insaciable. Esa tensión entre lucha y ansiedad por poseer lo imposible, porque se trata de una entelequia, lo lleva a un estado de confusión ante la multitud de bienes que le prometen la felicidad y que al primer uso lo desilusionan, y lo obligan a seguir luchando con la esperanza de que la nueva ilusión sea real. Ese estado de tensión provoca la angustia del sujeto. Gilles Lipovetzky, citado por Enrique Guinsberg (G), sostiene en La era del vacío que la sociedad postmoderna vive “No el más allá del consumo, sino su apoteosis, su extensión hasta la esfera privada, hasta en la imagen y el devenir del ego llamado a conocer el destino de la obsolescencia acelerada, de la movilidad, de la desestabilización. Consumo de la propia existencia a través de la proliferación de los mass media, del ocio, de las técnicas relacionales, el proceso de personalización genera el vacío en tecnicolor”. La angustia se manifiesta de muchas maneras. Es esencialmente miedo, del que ya hemos hablado al referirnos a los jóvenes japoneses, un sentimiento de peligro no ante amenazas concretas sino imprecisas; miedo a la muerte física
18 y a la muerte social; miedo a ser derrotado en la lucha de todos contra todos: miedo a perder el trabajo; miedo a ser robado, a ser asesinado en las calles de su ciudad, consecuencia de la inseguridad real y de la sensación de inseguridad multiplicada por los medios; miedo al extranjero, al diferente, al pobre. Estos miedos, sostiene Lipovetsky, producen “trastornos de carácter consistentes en un malestar difuso que lo invade todo, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida, una incapacidad para sentir las cosas y los seres”. Guinsberg concluye que “En todos lados se encuentra el vacío y la soledad con una fuerte propensión a la ansiedad y a la angustia que no se solucionan sino se acrecientan con la propuesta mágica del consumo y las comodidades, las grandes ofertas y promesas de nuestra época.” (G) En efecto, el consumo como “calmante” de la ansiedad es una droga que exige dosis siempre crecientes ante la oferta renovada e infinita a quienes pueden pagársela. Éstos obtienen de ella una satisfacción inmediata y fugaz, y a continuación una necesidad restablecida. Quienes no tienen los medios para acudir a su demanda padecen insatisfacción y envidia, y como efecto social de este cuadro, fraccionamiento, encono y violencia.
Síntomas del malestar La angustia imprecisa que padece el sujeto del Neoliberalismo, su desconfianza del medio que lo rodea y de los otros individuos a los que percibe como instrumento en el mejor de los casos o como competidoresenemigos y nunca como cooperadores, esa amenaza abarcadora de la que no tiene escape y de la que no sabe con certeza como defenderse, produce en él un desorden psíquico y a la postre físico que se manifiesta por conductas hostiles, incluso violentas, contra los otros y contra sí mismo. Guinsberg (G) enumera los síntomas más habituales con que se manifiesta la angustia. Ellos son: a) Desarrollo de tendencias esquizoides ante la cada vez mayor fragmentación de su medio vital; b) aumento de perturbaciones psicosomáticas;
19 c) crecimiento de patologías como la anorexia y la bulimia; d) niveles cuantitativa y cualitativamente crecientes de soledad e incomunicación, paradójicamente en la época del desarrollo explosivo de la comunicación tecnológica; e) angustia y ansiedades originadas en el miedo exacerbado hacia los múltiples aspectos de nuestra realidad; f) desvalorización personal al sentirse desbordado por el crecimiento inabordable de la innovación tecnológica; g) anomia, indefensión y subordinación ante un poder que tiende a ser menos visible pero que se percibe como más poderoso; h) crisis de las relaciones personales de familia y de pareja. Todos éstos, factores que llevan al estado depresivo, o así denominado por el sistema médico-farmacéutico que suele calificar a la “depresión” como el estado patológico de época. Los síntomas señalados reconocen regularmente sus causas en principios sostenidos por el sistema socioeconómico dominante, el Neoliberalismo, y por conductas propiciadas por éste. Según Guinsberg (G) dichas causas son las siguientes: 1) La presión fantasiosa de la idea del Neoliberalismo de que el “éxito” en la vida es una responsabilidad exclusivamente personal. 2) El aislamiento como forma de vínculo social, lo que hace más difíciles las relaciones (de amistades, de pareja, etc.) cargadas de combate y competencia. A lo que hay que agregar la creciente superficialidad y maquinización
de
los
afectos.
A
esto
hay
que
añadir
la
instrumentalización también creciente de las relaciones con fines de éxito personal, convirtiendo al partenaire en mero medio para fines egoístas. 3) Empobrecimiento sexual. Como experiencia de “liberalización” antes que de “liberación” del vínculo, con la frecuente pérdida de los aspectos afectivos de éste. 4) Escepticismo ante la sociedad, la vida y los hombres, aunque no percibido como pesimismo sino como “sano realismo”.
20 5) Idealización del cuerpo, tomado como referente importante de todo tipo de significaciones y buscando conservarlo eternamente joven, como parte del culto a la juventud promocionado por la cultura hegemónica y su publicidad. Como consecuencia de estas actitudes se verifican incrementos notorios de malestares psíquicos y físicos de todo tipo y de cuadros de hipocondría. 6) Desarrollo y construcción de una subjetividad ligada y aferrada a los valores del mercado en todos los sentidos, que incorpora como valor el concepto de que todo está a la venta y todo se puede comprar si se pone el precio adecuado, con la consecuente pérdida de valores éticos y el aumento y la tolerancia de las conductas corruptas. 7) Incremento de los niveles de inseguridad no sólo derivada de la creciente peligrosidad del mundo (delincuencia, terrorismo, etc.), sino ante los riesgos cotidianos de pérdida del trabajo, inestabilidad de las relaciones afectivas, impredictibilidad de las condiciones del mercado (crisis, inflación, depresiones económicas), etc. 8) El consumo asumido como objetivo central de la vida, de modo que “tener” es más importante que “ser” (Eric Fromm), el “tanto tienes, tanto vales” del refrán popular, creando la ficción de que el individuo se realiza por medio de las mercancías (automóvil) y la consiguiente frustración que le sigue. 9) Hedonismo epidérmico que busca una satisfacción inmediata ante la imposibilidad de espera por la presión de un presente sin perspectivas de futuro. 10) Cambios fundamentales en la dinámica familiar con disminución de su influencia y debilitamiento de sus vínculos en favor del incremento de la influencia del mundo exterior y los medios masivos de difusión. 11) Aumento de la pasividad que convierte la comodidad en objetivo: uso del delivery, televisión, medios electrónicos, en particular el celular. Tendencia
al
aislamiento.
Como
contrapartida
hiperactividad
compulsiva. 12) Sobrevaluación de lo light (uso acrítico de mercancías, alimentos, técnicas, psicoterapias).
21 13) Aumento de la agresividad, cuyas causas son diversas y en casos provienen de la reproducción mimética de modelos difundidos por los medios masivos. George Monbiot
4,
columnista de The Guardian, del Reino Unido, en
coincidencia con muchos de los puntos que acabamos de enumerar, se pregunta: “¿Qué mayor acusación a un sistema puede haber que una epidemia de enfermedades mentales? (…) las plagas de ansiedad, estrés, depresión, fobia social, trastornos de la alimentación, auto lesiones y soledad, golpean a los habitantes de todo el mundo”. Y más adelante advierte que: “El cambio económico y tecnológico juega un papel importante (en estos trastornos) pero también lo hace la ideología. Aunque nuestro bienestar está intrínsecamente ligado a la vida de otros, en todas partes se nos dice que vamos a prosperar a través del auto interés competitivo y el individualismo extremo.” En el mismo sentido que los anteriores se expresa Murillo (M 2). Nos dice que el Neoliberalismo concibe la libertad individual de un modo negativo o sea, según hemos dicho más arriba, como libertad vinculada con la muerte, la libertad de uno contra la libertad del otro, libertad basada en un núcleo de competencia (hasta la muerte) que “engendra rivalidades, desconfianza y búsqueda de prestigio como médula del desarrollo de la propia existencia (…) núcleo (que) late en el corazón de toda relación social, pues esa libertad individual es considerada y construida como si fuese la esencia misma de todo ser social”, lo que afecta todos los aspectos de la condición humana, a saber: -En lo afectivo. Porque la libertad individual en la cultura neoliberal es una libertad egoísta que instrumentaliza al prójimo y el vínculo amoroso se convierte en un cálculo de rentabilidad. Desaparece el altruismo y la compasión, el proceso de subjetivación se funda en el predominio casi excluyente del egoísmo y las relaciones afectivas en esta contienda se vuelven frágiles y efímeras, con el consecuente padecimiento psíquico.
4
Monbiot, George. Escritor y columnista de The Guardian, Reino Unido. Publicado en Proyecto 33 por Nitram Acever, 12/10/2016. www.proyecto33.com
22 -En lo ético. Al desechar toda ley moral cediendo el campo exclusivamente a la búsqueda de la rentabilidad, el Neoliberalismo sólo concibe el “sacrificio” como un cálculo razonado mediante el cual, el sujeto neoliberal opta entre un placer inmediato o un sacrificio inmediato con una cuota de displacer a cambio de una renta mediata que valora más. La norma moral es reemplazada por la regla de la competencia basada en medios y fines, en costos y beneficios. La consecuencia de este comportamiento es la soledad. La tecnología aísla todavía más. Los multitudinarios contactos de las redes sociales son volubles e inestables, y exacerban la competencia. La mercadotecnia fragmenta, engaña y hunde al sujeto en la más desesperada indefensión. -En lo cognitivo. Se destierra por no razonable el pensar por el placer intrínseco de hacerlo, así como el discurrir desinteresadamente. “La razón”, dice Murillo (M 2), “se convierte entonces en una pasión materialista que va a la búsqueda de la satisfacción futura. De este modo los aspectos afectivos, cognitivos y morales del psiquismo humano quedan atados a una carrera por el éxito que exilia todo lazo libidinal, toda alegría de estar con el otro por el otro mismo, así como todo júbilo por un saber desinteresado (…) De modo que quien pierde su tiempo de manera no calculada en forma razonable (…) cae dentro de alguna de las figuras de la denominada (por ciertas corrientes psicológicas) ‘anormalidad’ o ‘patología”.
El “Pobre” “Siempre habrá pobres” afirma un dicho popular que tranquiliza la conciencia de los sujetos bien pensantes y que los compensa moralmente, a los más manirrotos de entre ellos, con el ejercicio de la limosna. “La copa que derrama”, otro eslogan de la vulgata neoliberal, es aún más tranquilizador porque difiere el presunto dolor del bolsillo para un futuro impreciso, Futuro de futuro porque la copa no derrama nunca. La banca
23 fullera que baraja el mazo tiene un as no declarado en la manga: una copa siempre más grande. Para la primera revolución industrial el “pobre” es un ente social descartable, al que a lo sumo puede atenderse con la caridad; para el Neoliberalismo es un subproducto no sólo inevitable sino consustancial al sistema socioeconómico que propone y su única preocupación acerca de él es cómo gestionarlo del modo más eficiente…
La teoría de la desigualdad Los fundamentos más remotos de la teoría neoliberal se remontan al año 1871, cuando el autor austríaco Carl Menger enuncia la teoría subjetiva del valor en oposición a la teoría objetiva. Esta última, enunciada por los economistas clásicos Adam Smith y David Ricardo, sostiene que el valor de la mercancía se basa en el trabajo colectivo incorporado a ella; teoría reelaborada más adelante por Karl Marx. Carl Menger, en su teoría subjetiva sostiene por el contrario que el valor de los bienes viene determinado por la estimación subjetiva que los individuos hacen de los mismos; valoración ésta cuya alma es el “deseo”. Quiere decir que la economía política, a partir de este enfoque, toma una deriva individualista. En palabras de Murillo “la subjetividad, en síntesis, pasa a ser un elemento central de este nuevo modo de gobierno de los sujetos; deseo subjetivo desde el que se articulan lógicas de gobierno de las poblaciones.” (M 3) Planteada la centralidad del sujeto en las decisiones económicas, el siguiente paso en la construcción del Neoliberalismo fue el de diseñar una “Teoría de la acción humana” o “Praxeologçía” en los términos de su autor, el economista también de la escuela austríaca Ludwig von Mises, expuestos en La acción humana (Tratado de economía) (1949). Muy sintéticamente, vistas las propuestas y limitaciones de extensión de nuestro trabajo, señalamos que dicha teoría postula que el ser humano tiene unos comportamientos invariables, es decir atemporales o ahistóricos, que son: a) El deseo de pasar
24 de un estado displacentero a otro más placentero; b) la libertad individual de hacerlo, y c) la preferencia por ciertos medios en detrimento de otros. La otra ciencia en la que se basa von Mises para completar su teoría es la Historia, aunque desarrollada con carácter neutral al sólo efecto de conocer los valores de un pueblo mediante la descripción de los tipos ideales que conforman su cultura. La conclusión de la teoría de von Mises es que “no puede concebirse sociedad sin competencia” (M 3); que la competencia es democrática porque en el mercado “cada centavo da derecho a un voto” y aunque admite que no todos disponen de la misma cantidad de votos-centavos, es decir que los concurrentes al mercado son desiguales, esta desigualdad la atribuye a decisiones previas más o menos sabias que han ido cristalizando la diferencia de fortuna. Von Mises plantea que lo que existe es una competencia entre individuos libres y desiguales, y califica a toda intervención del Estado para moderar esas desigualdades como un acto dictatorial. Considera que la sociedad blanca europea es la más exitosa de la historia y afirma que cualquier intento por volverla igualitaria la arrojaría a la ruina, porque el éxito de esa civilización se basa en la desigualdad. Asegura que las sociedades pretendidamente igualitarias están abocadas al fracaso. Por todo lo anterior, sostiene que el Estado debe limitar su intervención a asegurar la libertad de los desiguales. No queremos dejar de señalar que Murillo aporta elementos que demuestran que en la Teoría Social de la Iglesia, en textos de las encíclicas Rerum Novarum (1891) y Quadragessimo Anno (1931), se trasluce la presencia de ideas propias del Neoliberalismo. En particular en la última se manifiesta que "El Estado debe ofrecer sólo un marco para poner a salvo la común utilidad de todos, pero es contrario al derecho natural que el Estado grave con impuestos excesivos la propiedad privada ya que ésta es un derecho natural del hombre y el ‘hombre es anterior al Estado” (M 3). Por otra parte “la línea discursiva de la Doctrina de la Iglesia pone el acento en el trabajador como sujeto individual. Sujeto que no puede caer en injustos reclamos a los patronos, pues tales acciones hacen peligrar la estabilidad de las empresas” (M 3). Está
25 claro que el enfoque de la Iglesia se emparenta con el combate que libran los gobiernos
neoliberales
contra
las
convenciones
colectivas
y
por
la
“flexibilización” de las condiciones del trabajo. La línea de pensamiento que sustenta las políticas neoliberales se completa con el aporte de Theodore Schulz y Gary Becker, economistas de la escuela de Chicago y, particularmente en el caso del último, a través de su Teoría del capital humano. “La teoría del capital humano extendió el concepto de capital más allá de las meras transacciones económicas para incluir todos los aspectos de la vida humana: la amistad, el amor, la educación, el ocio y a todos los individuos que pueblan todas las esferas de una sociedad” (M 2). Como corolario lógico de esta definición resulta que el trabajador que ofrece su fuerza de trabajo en el mercado, en realidad no pretendería recibir por él un “salario” –según el orden liberal de renta, beneficio y salario- , sino una “renta” que remunera la inversión de su “capital humano”. El objetivo no explicitado de la teoría está claro: borrar la contradicción entre capital y trabajo. Los teóricos de la libre competencia radical, consistente en un mercado al que concurren jugadores libres y desiguales, sostienen que la acción humana, al ser libre y racional, es por lo tanto responsable. Los actos personales libres y responsables pueden llevar al éxito o a la ruina. Von Mises (citado en M 3) declara: “La acumulación de capital a través de la competencia que no es sino el libre juego de las desigualdades, es la única forma de progreso económico.”
Control del proceso individual de toma de decisiones El Neoliberalismo ha comprendido que la toma de decisiones no es un proceso absolutamente racional como pretendía la economía clásica, sino que está condicionada por emociones, circunstancias y valores personales y culturales. Pero en todo caso estas decisiones siguen ejerciendo el libre juego individual del mercado. El individuo, en ejercicio de su libertad desigual, es el único responsable de su éxito o de su fracaso.
26 El Neoliberalismo descarta la influencia de la estructura social sobre la pobreza, el único responsable de su pobreza es el pobre. Ninguno de los autores cuyas teorías hemos reseñado tiene en cuenta la injusticia del desigual punto de partida de los individuos. En realidad sí la tiene en cuenta pero no la cuestiona. Las diferencias de la riqueza de cuna, de estudios, de oportunidades, no son más que “capital humano” acumulado antes gracias a elecciones libres y racionales acertadas. En palabras de von Mises “…tal desigualdad depende de una votación previa (en el mercado de los centavos), ella deviene del hecho de que es rico quien ha sabido escuchar y actuar abnegadamente en el servicio de los consumidores” (citado en M 3), últimos jueces del éxito o el fracaso según su criterio. Esta desigualdad no sólo aceptada sino reconocida como motor del sistema, tiene un resultado obvio: la pobreza. Y en este punto debemos detenernos para hacer hincapié en el significado de dos términos que es preciso conocer antes de abordar el tema del arte de gobierno neoliberal.
Gubernamentalidad y biopolítica Se entiende por “gubernamentalidad” a “un complejo de tácticas y técnicas que desde diversos dispositivos se despliegan sobre los cuerpos individuales y colectivos y que tienen como efectos la construcción y la autoconstrucción de sujetos en base a normas e ideales.” (M 3) El enfoque del término “gubernamentalidad”, neologismo que combina los sentidos de “gobierno” y de “mentalidad”, que acabamos de citar en palabras de Murillo, lo debe, según ella declara, a Michel Foucault. Dicho concepto significa que el poder se ejerce sobre un “yo” que no es una marioneta sino que participa del poder en la conducción de sí mismo. El término “biopolítica fue utilizado por varios autores pero fue también Foucault quien más lo desarrolló.
27 La “biopolítica” nace con la Ilustración, cuando ante el soberano y su poder para administrar la muerte o dejar vivir, aparece la categoría de la “población”. Este nuevo arte de gobernar, el arte liberal, se ejerce por medio de técnicas y tácticas que se dirigen a modelar los “cuerpos” individuales y colectivos. Apela al ideal de la libertad individual, aunque bajo este ideal se solapa el ejercicio de la muerte y la amenaza de muerte que no dejan de estar latentes. Para instrumentar su poder utiliza herramientas de nueva creación; nos referimos a una burocracia estatal que controla a la población graduando los límites de orden y desorden aceptables; a una ciencia, y dentro de ella a la medicina social, que modela a la población según los supuestos ideales del liberalismo; y a una técnica, la estadística, que permitió desarrollar la demografía que le provee los datos sobre el sujeto y también objeto “población”. “En definitiva, la problemática de la población es la que terminó dándole a la política moderna uno de sus sentidos fundamentales: ‘la población aparece entonces –sostiene nuestro autor (Foucault)- más que la potencia del soberano, como el fin y el instrumento del gobierno: sujeto de necesidades, de aspiraciones, pero también objeto en las manos del gobierno’. Con otras palabras, es en este momento que la política se convierte en biopolítica”.
5
Gobierno de las conductas Como hemos expuesto en estas páginas, para el sistema de gobierno de la sociedad llamado Neoliberalismo la desigualdad entre los seres humanos es imprescindible y su corolario, la pobreza, un emergente natural de la competencia entre individuos libres pero desiguales. La teoría neoliberal no se detiene en valoraciones morales sobre esa situación, la considera inevitable y a la vez necesaria ya que la desigualdad, según su criterio, estimula la productividad y permite que el sistema-mercado optimice la riqueza como el mejor asignador de los recursos.
Castro, Edgardo. “Biopolítica: de la soberanía al gobierno”. Revista latinoamericana de filosofía, v.34 n2, Buenos Aires, nov. 2008 5
28 Pero si los pobres son inevitables, el Neoliberalismo necesita configurar una gubernamentalidad que los controle y los contenga, una gubernamentalidad que, sin abandonar por completo el poder de muerte y la amenaza de muerte, maneje técnicas y tácticas que permitan intervenir en la subjetividad, que conciba una subjetivación que facilite el gobierno a distancia -es decir sin que el sujeto perciba la coacción o que la naturalice- de la población y en particular de los pobres. Ya desde la aparición de la población como categoría los entes individuales y colectivos son considerados como sujetos con necesidades, reclamos, preferencias, deseos, comportamientos y aptitudes que inciden en el proyecto ideal del poder, y como objetos sobre los que el poder actúa para modelarlos según
las
necesidades
del
proyecto
de
sociedad
dominante.
Antes
mencionamos las herramientas de la burocracia, la ciencia y la técnica de que se valía la biopolítica para modelar a los sujetos. El Neoliberalismo va más allá y trabaja para modelar psíquicamente al consumidor-competidor a fin de hacer más eficiente el sistema. Este salto cualitativo nace de la comprensión, a diferencia de lo que pensaba el liberalismo, de que las decisiones en el mercado no son absolutamente racionales. El Neoliberalismo acepta que en ellas intervienen factores diferenciales de orden cultural, hereditario, de pertenencia social, de momento histórico, etc. Acepta por lo tanto que la teoría económica y la teoría social sólo pueden describir patrones de conducta generales y aproximativos. No obstante sostiene que la administración del poder puede recrearlos de modo de seleccionar el patrón conductual más deseable para facilitar el libre funcionamiento del mercado. Los técnicos –economistas, publicistas, analistas de mercado, sociólogos, psicólogos- suministran al poder político las herramientas para modelar la subjetividad del consumidor-competidor. Los mass media, cuya función de informar hace ya mucho tiempo es un producto subsidiario de su función principal de formador de opinión al interior del mercado, integrantes del sistema como son, manipulan la información para que el “mercado” (traduzcámoslo como los ganadores del sistema) maximice su rentabilidad.
29 El trauma social como estrategia Los medios de control social van desde los más o menos “inocentes”, creativos y hasta divertidos productos publicitarios hasta los más impiadosos shocks que conmocionan a toda una sociedad. Los argentinos tenemos en nuestra memoria histórica reciente recuerdos crueles. Baste mencionar el caos económico producido por las medidas tomadas en 1975 por Celestino Rodríguez, conocidas como “el Rodrigazo”, con la resultante hiperinflación que dio el puntapié final al gobierno errático de la inepta María Estela de Perón, “Isabelita” y la camarilla nazi-esotérica, dirigida por el “Brujo” José López Rega que la entornaba y conducía. El segundo de Celestino Rodríguez, Ricardo Zynn, un fundamentalista fanático del libre mercado proveniente del think tank de la consultora FIEL, fue el padre del plan que aplicó Rodrigo y cuyo objetivo –declarado por el propio Zynn en publicaciones posteriores- era producir la estampida inflacionario de 1975 para licuar la deuda privada de las empresas y desatar el caos a fin de facilitar el golpe cívico-militar de marzo de 1976, la llegada al poder económico de José Alfredo Martínez de Hoz y la puesta en práctica de su extremo y genocida plan económico liberal. Trece años después, un golpe de mercado con otra hiperinflación derrocó al gobierno popular de Raúl Alfonsín, que ya venía muy debilitado por los levantamientos militares que debió enfrentar y las concesiones que tuvo que hacer a los golpistas. En su lugar colocó por vía de elecciones al pícaro sirviente ideológico, nacido y criado dentro del peronismo, Carlos Menem, que aplicó un programa neoliberal desindustrializador y reprimarizador de la economía que culminó con la catástrofe, la represión sangrienta y la salida anticipada del gobierno de su sucesor Fernando de la Rúa. En nuestra última experiencia, los teóricos de la gubernamentalidad neoliberal fracasaron en su propósito de derrocar al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner mediante un golpe de mercado porque la situación socioeconómica, aunque más complicada que en los años previos a la reaparición de la “restricción externa”, era lo bastante sólida como para resistirlo. Las debilidades de la economía argentina que en los últimos años del gobierno Kirchner volvieron a dificultar el despegue definitivo del país
30 fueron las de siempre: la señalada restricción externa producto de un empeoramiento del precio de los commodities (mercancías primarias cuyo precio no fija el productor sino el mercado internacional) y una industria nacional frágil, ávida de dólares para desarrollarse, dentro de una estructura industrial crecientemente desequilibrada a partir del golpe del 76, cada vez más concentrada y extranjerizada. Por ese motivo el gobierno de Mauricio Macri no tuvo más remedio que, en lugar de presentarse como salvador al modo de los casos descriptos previamente, provocar el autogolpe económico. Pero el experimento más cruel de la estrategia del terror para imponer un plan socioeconómico neoliberal fue el implementado en Chile en 1975, tras el golpe liderado por Augusto Pinochet, por los “Chicago boys” conducidos por Milton Friedman. El economista estadounidense había llegado a la conclusión de que una sociedad aterrorizada e indefensa era el mejor campo de experimentación para poner en práctica sus teorías neoliberales. Es decir una sociedad de seres en estado de shock, horror e incertidumbre, acosada por la violencia física y el temor a la pérdida del empleo, todo ello fogoneado por unos medios de comunicación que insisten obsesivamente sobre hechos de robo y asesinato. Una sociedad en estado de anomia presenta las condiciones ideales para desestructurar sus patrones de conducta y reemplazarlos por otros, en este caso el paradigma liminar del Neoliberalismo: la competencia libre e individual de todos contra todos dentro de la estructura ideal y dogmáticamente creada del mercado. Milton Friedman sedujo a Pinochet con sus planes, estos se llevaron a la práctica con la mayor rigurosidad ortodoxa y hoy la sociedad chilena, a tantos años del golpe que derrocó a Salvador Allende, con un régimen político formalmente democrático, muerto el jefe golpista, es una sociedad distinta a la previa al golpe. Las amenazas que experimenta el sujeto en una sociedad así formateada le hacen sentir que vive en una situación de inseguridad. La inseguridad y la naturalización del todos contra todos del mercado que promueve la contienda, el éxito o el fracaso individual con su sentencia de exclusión como
31 lógica social, empujan al sujeto a un abroquelamiento, a un encierro defensivo en sí mismo o en su entorno familiar o social más reducido. La inseguridad convierte todo lo que hay fuera de su círculo en algo peligroso, y los seres diferentes por cultura, por raza, por color, por costumbres, por origen de nacimiento o aun de residencia son vistos como enemigos potenciales y, por lo tanto, también como peligrosos. Y de todos esos seres diferentes los más peligrosos son los pobres. La inseguridad, el estado ansioso de alerta, genera sufrimiento psíquico y éste desemboca en un estado de angustia. La angustia no se vincula con una situación concreta que yugulada hace desaparecer la angustia, sino que es un estado nebuloso y flotante que no puede identificar una causa precisa y, por lo tanto, genera violencia, como ya lo decíamos al principio en palabras de Murillo y refiriéndonos a Guinsberg, una violencia indeterminada que se dirige a sí mismo, a su entorno familiar, al viandante desconocido que creemos que nos agrede. La insolidaridad del sistema neoliberal es un disolvente social y una fuente de malestar y enfermedad. De todos los enemigos del consumidor-competidor el más ominoso de éste es el pobre, porque ve en él el retrato de su propio fracaso personal en el juego de las individualidades desiguales que se enfrentan en el mercado.
Gobierno a distancia de la pobreza Siendo el pobre un producto desechable del sistema, siendo éste producto inevitable y aun necesario para maximizar la eficiencia del mercado, descartada por lo tanto la “cuestión social” como estrategia integradora y armonizadora de la sociedad, el Neoliberalismo necesita su propia estrategia para gobernar la pobreza. En primer lugar, el discurso difundido machaconamente por la propaganda a través de los medios estigmatiza la pobreza asimilándola a la delincuencia. Sin desdeñar las tácticas consagradas del encierro y la muerte, el Neoliberalismo avanza en nuestro nuevo siglo dando un salto cualitativo con respecto a la modernidad e interviene no sólo en el cuerpo sino en la mente.
32 Se trata del “gobierno a distancia”. Son muy significativas las investigaciones en materia de neurociencia que, a través del conocimiento del sistema nervioso,
intenta
predecir
los
comportamientos
individuales.
Estas
investigaciones dieron paso a novedades en la teoría económica. Mencionamos brevemente la neuroeconomía y el neuromarketing, dos nuevas ramas de la ciencia económica que, aceptado por el Neoliberalismo que las decisiones humanas son sólo parcialmente racionales y están influidas por múltiples otros factores,
pretenden
poder
calcular
tendencias
conductuales
para,
manejándolas, inducir las decisiones en el sentido más conveniente para el mercado. Desde luego, llegado a este punto ya puede la nueva ciencia pensar en un fraccionamiento optimizado de conductas según estratos poblacionales (algo que la publicidad realiza desde hace mucho aunque con herramientas menos refinadas). Manejado el deseo por estos medios y asumida la angustia y la frustración ante el deseo, el cual va siempre más allá y es imposible de satisfacer, la enfermedad física y psíquica está garantizada, particularmente en los sectores poblacionales carenciados con dificultades para acceder a los bienes más esenciales. Entonces el círculo vicioso del capitalismo neoliberal se cierra sobre sí mismo mediante el sistema médico-farmacéutico. Este sistema maneja manuales diagnósticos y estadísticos de los trastornos mentales elaborados en los países centrales que tipifican las enfermedades de modo poco específico y no tienen en cuenta diferencias entre grupos sociales, regiones y países. Los manuales tampoco evalúan las condiciones sociales que inciden en los sujetos y tienden a tipificar como desorden mental toda conducta que se desvíe de los supuestos de eficiencia que asume la teoría dominante. Por ejemplo, a la tristeza que resulta del duelo por la muerte de seres queridos le atribuyen una duración “normal” de dos semanas, más allá de ese plazo se la consideraría como el indicio de una patología; la timidez pasa a ser una fobia social vinculada con el autismo; la inquietud de niños y adolescentes, sin mayor análisis acerca de su importancia y de si se trata o no de actitudes normales de la edad, se la diagnostica como “déficit atencional”, y así siguiendo la simplificación de numerosos cuadros con conclusiones generales, con débil fundamentación e insuficiente prueba empírica.
33 Las consecuencias de esta tendencia a patologizar livianamente todo síntoma que incomode al sistema de organización de la rentabilidad, son variadas y perniciosas individual y socialmente. El uso masivo de fármacos cuyo efecto es la negación de situaciones dolorosas pero inevitables y el encierro en sí mismo encubre la causa del sufrimiento psíquico que depende de la cultura vigente y al no intervenir en su origen lo convalida; esas medicaciones producen con frecuencia efectos secundarios mal testeados y además suelen ser caros. Al desestimar toda incidencia del medio y responsabilizar de las conductas “anormales” a las redes neuronales y la carga genética que podría condicionarlas, se centra toda la responsabilidad en el individuo y se lo culpabiliza. Por otra parte se advierte que la política médico-farmacéutica de “curación” es sectorizada de modo de favorecer procesos de subjetivación diferenciados entre grupos sociales. Así por ejemplo, para el tratamiento del déficit de atención, a los hijos de familias de clase media y media alta, las cuales deben satisfacer los estándares de competencia que les exige el sistema e imponen a sus hijos numerosas actividades culturales y físicas extra escolares, se les prescribe medicamentos que estimulan la actividad y tienen efectos colaterales menos dañinos que los que se suministra a los niños de estamentos populares. A estos se les recetan antipsicóticos y anticonvulsivos que deprimen la actividad y que pueden conducir finalmente al consumo de drogas ilegales. Se tiende así a cerrar el círculo de pobreza y exclusión tanto como, en el imaginario popular, a la estigmatización del pobre, a su aislamiento, su criminalización y su identificación como causa de la inseguridad. Como hemos visto el Neoliberalismo elimina la “cuestión social” y lleva adelante un proceso de subjetivación que señala como sujeto exclusivamente responsable al individuo y criminaliza la pobreza; cuenta para ello con la participación decisiva y altamente rentable del sistema médico-farmacéutico que tiende a condenar como patológicas todas las conductas que se oponen al orden establecido. A este respecto afirma Murillo que “Se instalaría así una policía médico social de carácter global cuyo indicador de salud es la ‘adaptación al medio’ y cuya terapia es básicamente la farmacologización de casi todas las conductas propias de la condición humana. Se trata al fin de
34 cuentas, de un intento de programar la totalidad de los aspectos de la subjetividad.� (M 1) De este modo el Neoliberalismo arroja a la sociedad al marasmo de la angustia y la encamina a su disolución. Mayo de 2017
35 SANTIAGO MALDONADO
Varios amigos, lectores habituales de mis notas sobre la realidad social y política, me expresaron su extrañeza: “¿Cómo es que no has escrito nada sobre Santiago Maldonado?” Apuntaron, sin saberlo, a una llaga abierta en mi interior. Yo me pregunto desde hace un mes lo mismo que ellos: “¿Por qué no escribo nada sobre Santiago Maldonado?” Una página en blanco. Ante mí una página en blanco; Santiago Maldonado es ante mí una página en blanco. Santiago Maldonado es la ausencia. El vacío necesita ser llenado, nos horroriza este vacío. Entonces hago un esfuerzo; iba a decir “sobrehumano”, pero debo corregirme; hago un esfuerzo humano, el máximo esfuerzo humano para que el vacío se llene con la presencia única que puede ajustar a sus límites y escribo: ¿Dónde está Santiago Maldonado? Santiago Maldonado, aparición con vida. Y me detengo para pensar cómo seguir y escribo: ¿Dónde está Santiago Maldonado? Santiago Maldonado, aparición con vida Luego puede venir todo lo demás, la teoría, el análisis político: los cuerpos. Ellos vinieron por la tierra, pero para apropiarse de la tierra antes tuvieron que apropiarse de los cuerpos. Disfrutaron de los cuerpos; los aniquilaron, los desgarraron, los desangraron, fertilizaron la tierra con su sangre. Pero también se los llevaron, los violaron, los esclavizaron. Y la cruz del dolor, donde un hombre padeció y se inmoló por los hombres, la esgrimieron como símbolo de la conquista de esos mismos hombres para robarles también la subjetividad.
36 Se quedaron para los siglos venideros y comprobaron espantados cómo las almas piden cuentas, cómo los espíritus se reencarnan en hombres y mujeres a través de los siglos. Entonces los asesores les explicaron que nunca se liberarían hasta que trasmutaran a esos hombres y mujeres, a esos seres destrozados, en “no seres”: Un desaparecido “es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido” (Videla). Por eso no escribo nada, no se me ocurre decir nada que no esté ya dicho, porque sólo una voz puede llenar el vacío, la voz constante, incansable, implacable que escucho a mi alrededor y que repito con ellos, la voz de los humanos: “¿Dónde está Santiago Maldonado?” “Santiago Maldonado, aparición con vida” Agosto, 2017
37 DERECHA E IZQUIERDA
Lo miré cuando pasaba junto a él e interpretó mi mirada equivocadamente. No me siento cómodo en estas urbes inmensas y ruidosas como Buenos Aires. Estoy aquí porque a mi regreso al país necesitaba hacer pie en algún lugar donde tuviera vínculos para reinsertarme. Pero son demasiados vehículos, demasiadas sirenas, demasiadas maquinarias produciendo un estruendo constante. Creyó que lo acusaba cuando, al pasar junto a él, me tapé los oídos y lo miré. Entonces, cortésmente, detuvo su trabajo con la taladradora neumática. Pero cuando lo miré no fue mi intención acusarlo. Sólo lo hice porque me llamaron la atención sus orejas desprovistas del protector acústico. Tuve un pensamiento inmediato que estableció automáticamente una relación de causa-efecto. Me dije: “La nueva política de reducción de costos laborales”. Hablaba con un amigo de la infancia –la amistad, uno de los motivos no económicos por los que volví a establecer mi residencia en la ciudad donde nací- hablaba con él y en la conversación apareció al acaso la descripción de la escena que había vivido pocos días antes. Mi amigo comentó: -Se resisten a usar los equipos protectores. Son caprichosos y, en definitiva, irresponsables, porque atentan contra su propia salud. Fue una respuesta automática y, como lo hice yo cuando califiqué la situación que había observado, estableció una relación de causa a efecto basada en sus prejuicios ideológicos. Mi amigo, llamémoslo José para este relato-documento, fue niño de una familia, como la mía, beneficiaria de la movilidad ascendente de la que alguna vez gozó la sociedad de nuestro país. Mi padre empezó su vida laboral como obrero en una fábrica de envases de hojalata; gracias al estímulo de un buen jefe se inscribió en un colegio secundario nocturno y luego, con gran esfuerzo y sacrificio personal, terminó una carrera universitaria. El padre de mi amigo no tuvo tanta voluntad como el mío pero, con su sueldo de
38 empleado público, se hizo la ilusión de que podía mantener una familia de cuatro personas y que sus hijos terminaran estudios universitarios. Les hicieron creer que todo eso era posible y, a fuerza de creérselo, nuestros padres lo consiguieron José, mi amigo, se siente fracasado. Es verdad que profesionalmente no tuvo éxito. Con su título de ingeniero eléctrico bajo el brazo abandonó la empresa donde trabajaba y en la que, según su jefe, tenía un futuro promisor, para iniciar su aventura de emprendedor. Fundó una mini pyme a la que le fue muy bien hasta que el régimen menemista inició su cuesta abajo. Cuando, endeudado hasta las orejas, tuvo que cerrar la fabriquita, fue dando tumbos por puestos subalternos de empresas donde tenía que hacer trabajos para los que no estaba preparado ni técnica ni moralmente. El ingeniero terminó su vida de ingeniero como “emprendedor” unipersonal, arreglando desagües y calefones, y psíquicamente destruido. José y su mujer se jubilaron gracias a las moratorias que implementó el gobierno saliente. Hoy tendrían que conformarse con la limosna del subsidio del ochenta por ciento de la mínima, además no trasmisible al cónyuge supérstite. No obstante, cuando alguien le señala que sin las políticas sociales del gobierno anterior él y su mujer nunca se habrían jubilado, con gran autoridad responde: “No hicieron más que darme lo que me había ganado”. No se le ocurre pensar, o se niega a hacerlo, que en el cavallomenemismo su haber jubilatorio habría estado congelado por años y que con su sucesor, el cavallodelaruismo, con Patricia Bullrich como ministra de trabajo, se lo habrían rebajado un trece por ciento. Cuando mi amigo saca el tema del tiempo mítico en que era un “empresario independiente” y yo, tratando de no herirlo pero no queriendo traicionar la realidad histórica, le señalo los males de la política económica menemista, reconoce que fue en ese entonces que se precipitó al vacío y acepta a regañadientes que su catástrofe personal tal vez no fue exclusiva culpa suya; pero a continuación sonríe ilusionadamente, como si se sacara treinta años de sobre los hombros y regresa al paraíso perdido: “Pero al principio, con Menem, las cosas iban bien”.
39 Se refiere, sin saber a qué, a los primeros años del gobierno alabado por el Fondo Monetario Internacional, cuando el régimen depredador de Menem, Cavallo y la pandilla de sus secuaces, vendieron a sus amigos a precio vil el patrimonio acumulado por el país en cien años. Una vez asesinada la gallina de los huevos de oro y agotada la fuente de ingreso de dólares provenientes de aquella liquidación, la paridad del uno a uno se sostuvo con endeudamiento y ajuste presupuestario para pagar los intereses crecientes –le ruego, desconocido lector, que no me denuncie ante el juez Bonadío por traición a la patria por insinuar veladamente paralelismos con el luminoso presente-. Cuando la miseria de los salarios de los trabajadores y la desocupación, más el aluvión de bienes importados a bajo precio derrumbaron las ventas, las empresas cerraron y la bola de nieve de la catástrofe creciente le pasó por encima a la mini pyme de mi amigo José, el “emprendedor”. Volvamos al principio de este relato, circular como la historia argentina. Las reacciones automáticas del sujeto de derecha y del progresista o de izquierda ante los oídos descubiertos del obrero de la taladradora se basan, como señalé en el comienzo, en sus respectivos prejuicios o en la teoría subyacente que informa sus razonamientos. El individuo de derecha piensa que el obrero es el único responsable de sus orejeras protectoras, que seguramente, a su entender, el patrón le ha provisto. Así también piensa que el fracaso de su fabriquita es de exclusiva responsabilidad del emprendedor. “Me faltaron agallas”, dice José. “Otros se salvaron porque, aunque yo era bueno en mi trabajo, ellos eran más hábiles”. “O más inescrupulosos” pienso yo y prefiero callarme la boca para no enzarzarme en una discusión inconducente. Para José, ni la sociedad ni la política tienen nada que ver con su historia personal. El hombre de izquierda (o progresista) cree que la sociedad y sus gobiernos son responsables de que el empleador, primero, provea los equipos imprescindibles a sus trabajadores y, segundo, controle que los utilicen. Y también cree que la sociedad es responsable de educar a sus integrantes para que cuiden tanto de los demás como de sí mismos.
40 En conclusión, la derecha es individualista y considera a la sociedad como un medio donde todos luchan contra todos en la búsqueda del éxito personal. La izquierda verdadera (no me refiero a la socialdemocracia a la europea, muy bien integrada en el bipartidismo neoliberal), cree que la sociedad debe ser un medio apropiado para que los seres humanos cooperen, trabajando solidariamente, a fin de enriquecer la vida en común y, por ese medio, sus vidas individuales. Septiembre de 2017
41 CARTA A MIS AMIGAS Y AMIGOS
Queridos amigos y amigas:
Durante un tiempo que ya se mide en años, de lo que yo mismo quedé sorprendido al ponerme a escribir estas líneas, nos hemos mantenido en contacto, personal en algunos casos y, en todos, a través de los textos con mis reflexiones sobre la realidad que compartimos. Mi deseo desde el principio fue el de afirmar un vínculo con personas a las que aprecio y con las que tengo afinidades, no sólo ideológicas, sino de sensibilidad. También traté de poner al alcance de lectores acostumbrados a reflexionar temas que muchas veces resultan abstrusos para el no especialista, en algunos casos porque los expositores, por costumbre, se expresan en una jerga hermética de cofrades o, peor aún, porque premeditadamente tratan que los lectores sientan que temas de “tan alta complejidad” no están a su alcance y que deben dejarlos en manos de los “sabios”; o sea: oscurecer el lenguaje para ganar en impunidad. Yo creo que todos los temas están al alcance de todos si nos tomamos el trabajo de explicárselos con palabras sencillas. Sin que mi propósito pretenda llegar a tanto, afirmo que incluso cuestiones como la teoría de la relatividad o la mecánica cuántica pueden ser comprendidos por cualquiera en sus lineamientos generales si se explican con claridad, y me atrevo a ponerme como ejemplo de “conejillo de indias” que ha hecho el esfuerzo de leer dichas teorías en libros de divulgación científica que abordé con entusiasmo y que, al finalizar, me hicieron sentir el placer luminoso de la adquisición del conocimiento. Hoy vivimos tiempos difíciles; los vive el mundo (¿alguna vez el mundo vivió tiempos fáciles?), los vive Latinoamérica y los vive particularmente nuestro país, que es lo que nos toca más de cerca. Los viven todos los argentinos pero, en lo espiritual, los viven y los sufren particularmente aquéllos que adhieren a cualquiera de las versiones del pensamiento progresista.
42 Una votación contundente –ni apabullante ni plebiscitaria como quieren presentarla los triunfadores- ha avalado la política oficial de la derecha gobernante. Una victoria que obtuvo pese a sus anuncios inequívocos y reiterados de que las medidas a implementar tras las elecciones, cualquiera fuera su resultado, iban destinadas a deteriorar el nivel de vida de las clases populares, en las que incluyo la clase media, que en términos mayoritarios (de primera minoría) dieron su visto bueno a las verdades y a las mentiras oficiales. Los votantes de Cambiemos han sido indulgentes con los que les mintieron acerca de temas muy sensibles –pobreza cero, crecimiento sostenido con derrame a partir del segundo semestre de 2016, control de la inflación, mantenimiento de todas las conquistas populares adquiridas a lo largo de los doce años del gobierno anterior, etc., etc.- e indulgentes con las agresiones a su poder adquisitivo a través de aumentos de precios de los servicios, de los alimentos, de la vestimenta, etc., etc. La intención de esta carta no es la del análisis pormenorizado de cómo la coalición gobernante ha logrado el prodigio de contaminar con el síndrome de Estocolmo a una porción tan grande de la población del país; es un tema que dejo para futuros artículos específicos. Sólo haré al pasar una mención acerca del método de la propaganda oficial que logró el milagro. Como ya he dicho vivimos tiempos difíciles y es necesario comprenderlos para defendernos de ellos y, en lo posible, cambiarlos (perdón por la palabra). El Neoliberalismo mantiene las formas externas de la democracia y del sistema republicano: elecciones periódicas, división formal en tres poderes, pero ha desarrollado herramientas nuevas de gobernanza y, por supuesto, no ha abandonado recursos tradicionales para influir en los resultados de las votaciones y para que el poder ejecutivo manipule al legislativo y particularmente al judicial. De modo que la democracia formal es en la práctica el gobierno autoritario de una minoría aristocrática, es decir estamos viviendo en una oligarquía de hecho, que como todos los gobiernos de minorías privilegiadas y, por ende, conservadoras, tiene una vocación totalitaria que no tolera voces disidentes.
43 Los recursos tradicionales como el clientelismo y toda forma de coacción económica se han usado sin pudor en las últimas elecciones. Se presiona con las transferencias de fondos del poder central a gobernadores e intendentes, con los que aquél se muestra generoso cuando éstos son adictos y avaro cuando no los son, no desdeñando, incluso, la manipulación prebendaria de los recursos que dirige hacia secciones opositoras, como actos graciosos, para obtener su sometimiento. O incluso, para alcanzar ese objetivo, amenazando a los rebeldes con “carpetazos” ante la corporación judicial cómplice y subordinada al poder ejecutivo. Se ha creado una pequeña burbuja de consumo previa a las elecciones, concediendo créditos a jubilados y beneficiarios de la asignación universal por hijo que tendrán que pagar en los próximos meses, con lo que sus magros ingresos se verán aún más reducidos. Se ha reactivado el crédito hipotecario con el sistema UVA que permite acceder al mismo con una cuota y una tasa de interés inicial más baja que los préstamos tradicionales a tasa fija, pero que al estar indexado por inflación podrá dejar a muchas familias en la calle si los salarios siguen retrasándose con respecto al índice de precios o los obligará a extender el plazo del crédito a más de los treinta años iniciales, llevándolos a cuarenta o cincuenta, es decir a un plazo mayor que una vida laboral. Tampoco se desdeña el uso de la fuerza, el poder de muerte para amedrentar, pero los métodos más sofisticados son los de la acción psicológica, interviniendo en la subjetividad de la población. Aunque estos temas no son el objeto central de esta carta y ya se han analizado extensamente en mi ensayo “La angustia en el Neoliberalismo”, me referiré a algunos ejemplos prácticos que no dudo están en la mente de todos mis destinatarios. Tomemos el caso del eslogan del que fue vocero el presidente del Banco Nación, Javier González Fraga: “Les hicieron creer que con un sueldo medio de empleado medio podían cambiar el coche por un cero kilómetro, comprar celulares caros, plasmas y viajar al exterior”. Esta frase, citada más o menos textualmente y repetida mil veces por los medios hegemónicos que blindan la gestión Macri, apunta a la “culpa”. El sentido judeocristiano de la culpa
44 enraizado en el subconsciente de los individuos les hace sentir que han gozado excesiva e indebidamente, y que ahora tienen que pagar por ello. Deben expiar la culpa y por lo tanto aceptar el castigo purificador que les inflige el “buen padre”. Otro ejemplo: “Se ‘chorearon’ todo”. Frase destinada a crear el “monstruo”, el enemigo interior ominoso que hay que extirpar del cuerpo social para eliminar la impureza. Él es el portador de todos los males; por el contrario los contrabandos,
lavados
de
dinero,
coimas,
evasión
impositiva,
auto
condonaciones de deudas que pagamos todos, de los sujetos que hoy detentan el poder político como siempre poseyeron el económico, se borran del imaginario colectivo. Y llego finalmente al motivo que me impulsó a escribir esta carta: la solidaridad. Y para hablar de ella, previamente me referiré en pocas líneas a mi experiencia personal vivida en este país en 1976. Por entonces yo era un cuadro medio de una empresa transnacional. Cuando se produjo el golpe del 24 de marzo la gerencia superior se reunió en el salón de actos de la compañía y cantó el himno nacional. Entre mis compañeros los había peronistas, antiperonistas y sin opción política definida. En 1973 algunos de esos antiperonistas habían votado fervorosamente a Cámpora y después a Perón. En 1976 ellos mismos, la mayor parte de los peronistas y los sin opinión política pedían a gritos algunos, otros más disimuladamente, la intervención militar para poner orden en el caos del desgobierno de Isabelita. Muy pocos, entre ellos yo, abogaban por una salida institucional que consistiría en lograr la renuncia de María Estela Martínez de Perón, la asunción de la responsabilidad ejecutiva por parte de Ítalo Lúder, presidente provisional del senado, y la convocatoria a elecciones dentro de los plazos que establecía la constitución de 1853, vigente entonces. Los militares tomaron el gobierno con el consenso generalizado de la población que los vio llegar con alivio. Los desbordes y graves errores de los movimientos revolucionarios, la irrupción de la Triple A comandada por el nazi esotérico José López Rega, hoy se sabe en sociedad con los golpistas, crearon el clima propicio en la población para dar
45 el golpe final y allanar el camino al gobierno de hecho del ministro de economía de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz. Me sentía muy solo entonces, no tenía con quien cambiar ideas, mis compañeros de trabajo y la inmensa mayoría de mis conocidos eran partidarios del partido militar, o consideraban inevitable su advenimiento al poder, o eran indiferentes. Sólo tenía un interlocutor: mi hermana, que con su lucidez había formado un juicio claro sobre lo que estaba pasando. Volvamos al presente. Ante un estado de cosas que a algunos de los que tenemos años suficientes y suficiente memoria histórica nos trae muy malos recuerdos, me dirijo a ustedes para decirles que ante las situaciones de riesgo no hay nada peor que el aislamiento. El poder busca aislar a los individuos para reinar. La soledad agrava los problemas de la vida. Los exhorto a que nos mantengamos en contacto, sea por los medios que sean, por mail, por whatsapp, por teléfono pero, sobre todo, dentro de las posibilidades de cada cual, mediante la comunicación persona a persona. La mayor confortación en los momentos de crisis sociales o personales la proporciona el contacto físico. Somos seres humanos, seres racionales que nos hemos acostumbrado a poner límites a nuestro alrededor, pero somos animales, y necesitamos del calor y de la protección de nuestro grupo de pertenencia. Noviembre de 2017
46 MENTIRAS Y REPRESIÓN
La Alianza Cambiemos ha llegado a la mitad de su mandato y las críticas a su gestión que se han expresado desde que lo asumiera han recibido la contundente confirmación de los hechos. Pero hay una significativa manifestación de su proyecto político que, si bien no puede afirmarse que ha sorprendido por el fondo de sus objetivos, sí lo ha hecho por su deriva “renovadora”, nos referimos a la calidad de la represión que ejerce sobre la ciudadanía que manifiesta en la calle su descontento con sus medidas de gobierno Abordaremos el análisis de sus dos años de ejercicio del poder desde dos aspectos: I) El de la propaganda que le permitió ganar las elecciones de 2015 gracias a lo que llamaremos “el fraude preelectoral”. Calificativo que consideramos justificado por haber traicionado todos los puntos del contrato electoral que suscribió con sus votantes a través del programa de gobierno que expuso en la campaña. II) El de su deriva autoritaria que se expresa a través de la radicalización de las prácticas violentas que usa para contener el descontento de la población, así como por medio de su política amigable con los represores de la última dictadura militar, condenados o sometidos a juicio. O sea, la represión como argumento de gobernabilidad. I) El encantamiento de las palabras. Verdades y posverdades La Alianza Cambiemos emplea disciplinadamente, desde la cabeza hasta el más modesto de sus integrantes, un manual de estilo confeccionado por el asesor electoral Jaime Durán Barba que se basa en las enseñanzas de Joseph Goebbels, ministro de propaganda del régimen nazi de Adolf Hitler. El método de Goebbels, adoptado a pie juntillas por Durán Barba, se basa en “Los once principios de la Propaganda” que enumeramos seguidamente: Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
47 Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada. Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. Principio de la vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar. Principio de orquestación. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad". Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
48 Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias. Principio de la silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines. Principio de la transfusión. Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas. Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.
Cualquier persona que reciba con un mínimo análisis crítico las declaraciones y acciones del gobierno de Macri, reconocerá en estos principios las tácticas oficiales. El “enemigo único”: mapuches, narcotráfico, terrorismo. Emisión constante de “argumentos, informaciones y proyectos” puesto que, como declaró en algún foro para iniciados partidarios uno de los portavoces selectos de la Alianza Cambiemos, el ex ministro de Educación y hoy senador Esteban Bullrich, había que lanzar una sucesión interminable de iniciativas que permitieran que mientras el adversario se distrae cuestionando la primera o la segunda, silenciosamente se ponga en práctica la quinta. Exacerbación de los instintos más primitivos de la sociedad, estimulando sus odios y prejuicios: “odio al negro”, “odio a los planeros que no quieren trabajar”, “odio a los inmigrantes que nos quitan el trabajo”. Atribuir al adversario los peores
49 defectos y errores, escondiendo los propios. “Se lo chorearon todo”, tapando con la complicidad de medios y poder judicial los robos, evasión fiscal, sociedades off-shore, propios. “La pesada herencia” recibida del gobierno anterior sin hacerse cargo de la descomunal crisis autoinfligida desde el primer día de su propio gobierno mediante la maxidevaluación, la liberación descontrolada del mercado de cambios y la caída de recaudación por la quita de impuestos a los grandes grupos concentrados y exportadores. Tildar de “ñoquis” a todos los trabajadores a los que se decide despedir. Convertir cualquier acontecimiento, por irrelevante que sea, en una amenaza grave, como el petardo colocado ante el Departamento Central de Policía que emana el sospechoso tufillo de operación de los servicios de inteligencia, y que fue usado por la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, para alertar sobre una escalada de violencia promovida por una oposición imprecisa, mezclando al kirchnerismo con la izquierda radical. Generalizaciones desacreditadoras, como que se retiran los medicamentos gratuitos a los jubilados porque se ha comprobado que uno de ellos tenía un avión a su nombre y otro poseía un chalet con piscina en un country. Cualquier integrante de Cambiemos que interviene en los medios, con preferencia la televisión, se expresa con eslóganes, frases hechas, consignas que repite machaconamente para que se fijen acríticamente en el subconsciente colectivo. La táctica de la polémica busca irritar al adversario para provocar respuestas emocionales que los descoloquen e impidan la discusión reflexiva. Por ejemplo, cuando se discutía la reforma educativa, a los argumentos de sus críticos sobre sus aspectos intrínsecos y la improvisación con que se pretendía instalarla, los soldados de Cambiemos respondían con acusaciones por la toma de los colegios por parte de los alumnos. Cuando se cuestiona al gobierno por la exacción de las clases populares que lleva a cabo, los mercenarios que fungen de militantes responden que eso es culpa de que se hayan “choreado todo” y hayan dejado al país en la miseria. Del mismo modo justifican los aumentos desmedidos de tarifas de los servicios con la “pesada herencia del populismo”. Se realizan operaciones psicológicas masivas, destinadas a culpar a la población por las penurias del presente. Uno de los más notorios exponentes de la estrategia es
50 el presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, que acusa de ingenua a la población a la que “hicieron creer que con un sueldo de empleado medio podían comprar autos cero kilómetros, plasmas, celulares de última generación y viajar al exterior”. De este modo se excita el sentimiento de la culpa judeo-cristiana que anida en nuestro subconsciente para que sintamos que hemos gozado indebidamente y que debemos pagar por ello, recibiendo el castigo del padre justo pero benévolo que se ha hecho cargo de nuestros destinos. Podríamos seguir con la enumeración hasta el infinito pero cualquier lector avisado está en condiciones de hacer su propio inventario. En definitiva, el programa de Durán Barba no tiene nada de original, pero sí hay que reconocerle que se trata de los deberes bien hechos de un alumno aplicado de Joseph Goebbels. Su trabajo tiene la finalidad de lograr un encantamiento colectivo que borre la memoria histórica, para que se olvide que las medidas de gobierno que hoy se toman, hace muy pocos años llevaron al país al borde de la disolución social. Y aún más, el proyecto de propaganda goebbelesiano busca borrar la diferencia entre “hecho” y “opinión”.
Hechos y opiniones. La deriva perversa del pluralismo y el relativismo Edgardo Mocca, en “La verdad y el antagonismo” (Página 12, 24/09/2017) sostiene que: En nuestra época el pluralismo y el relativismo han devenido paradójicamente en sustentos del autoritarismo, de lo que Sheldon Wolin -el estadounidense reconocido como uno de los grandes teóricos políticos con vida- ha llamado el “totalitarismo invertido”. Pluralismo es el nombre con el que se ha reivindicado en la modernidad el derecho de cada individuo a tener su propia concepción del mundo; el relativismo es su contracara, la creencia en verdades absolutas e indiscutibles
sería
incompatible
con
el
pluralismo.
Pero
el
neoliberalismo confunde deliberadamente los dos planos de la verdad, el plano de hecho y el plano de la opinión. Se sustrae la verdad del hecho (…) La manipulación, la publicidad extendida e intensa, la maquinaria mediática puesta todo el tiempo al servicio de esa
51 operación psicológica constituyen una amenaza gravísima sobre cualquier proyecto democrático; son la base del totalitarismo invertido cuyo vértice ya no está en la cúpula estatal sino que se orquesta desde el poder corporativo y se esparce a amplios sectores sociales que hacen suyo el relato dominante.”
Casi setenta años antes de estas afirmaciones, Hannah Arendt escribió en Besuch in Deutschland 1950 (Visita a Alemania 1950) 6: El aspecto probablemente más llamativo y también más terrible de la huida de la realidad de los alemanes, estriba en la actitud de abordar tales realidades como si se tratasen de meras opiniones. Por ejemplo, como respuesta a la pregunta de quién empezó la guerra –un tema en modo alguno controvertido- sale a la luz una sorprendente variedad de opiniones. Una mujer del sur de Alemania, por lo demás de una inteligencia dentro de la media normal, me afirmó que los rusos habían iniciado la guerra con un asalto a Danzig, y este es sólo el más grosero entre muchos ejemplos. Pero la transformación de los hechos en opiniones no se limita a las preguntas acerca de la guerra, se refiere a todas las materias bajo el pretexto de que todos gozan del derecho a tener su propia opinión, una suerte de “acuerdo de caballeros” según el cual todos tienen el derecho a poseer su propia ignorancia (…) Este es un grave problema, no sólo porque los análisis, de ese modo, son muy desesperantes sino sobre todo porque el alemán medio cree seriamente que esta competencia general, este relativismo nihilista ante los hechos puede ser la esencia de la democracia. Ante esta confusión salta el peligro sobre el que alerta Wolin del “totalitarismo invertido”. La confusión deliberada entre hechos y opiniones en que incurre el neoliberalismo y difunde la propaganda de los medios busca, mediante la relativización de todos los hechos, poder manipularlos de modo de transformar la verdad en mentira y viceversa. Volviendo a Hannah Arendt:
6
Las traducciones del alemán de los textos transcriptos de Hannah Arendt pertenecen al autor de este artículo.
52 Las mentiras de la propaganda totalitaria se diferencian de las mentiras corrientes a las que recurre cualquier sistema no totalitario
en
dificultades,
en
que
aquéllas
niegan
permanentemente el valor de los hechos. Todos los hechos pueden cambiar y todas las mentiras volverse realidad. Los nazis han marcado de tal modo la conciencia de los alemanes que éstos ya no pueden percibir la realidad como la suma de los hechos duros e inevitables sino apenas como un conjunto permanentemente cambiante de acontecimientos y palabras, es decir que lo que hoy es verdad mañana puede ser mentira. Este adiestramiento podría ser una de las causas que explican que, al mismo tiempo que, sorprendentemente, perduran pocas secuelas de la propaganda nazi, prevalezca un curioso desinterés por rechazar su doctrina. II) Salto cualitativo de la represión Estos fragmentos, tanto del artículo de Mocca con las opiniones de Sheldon Wolin, como del libro de Hannah Arendt nacido de su visita a su Alemania natal apenas cinco años después del fin de la segunda guerra mundial, nos alertan sobre los peligrosos tiempos que estamos viviendo en nuestro país. Un gobierno que para imponer nuevamente un programa neoliberal en perjuicio de las mayorías populares adopta medidas de corte autoritario que lo emparentan, pese a su legitimidad de origen – también el cabo Hitler y el ingeniero Fujimori la tenían, pues llegaron al cargo de canciller alemán y a la presidencia del Perú, respectivamente, por medio de elecciones libres- lo emparentan con el golpe cívico militar de 1976 (Ver mi artículo “Déjà vu” de marzo de 2016). Entre cuyas medidas se puede enumerar su propensión a gobernar por decretos que derogan leyes trasgrediendo la legalidad constitucional; la persecución política de sus adversarios en manifiesta violación de los tratados internacionales en materia de derechos humanos incorporados a la constitución (caso testigo: Milagro Sala); la presión al poder judicial en un claro ejercicio de politización de la justicia; la protección y encubrimiento de las fuerzas de seguridad, avalando sus excesos, lo que ya ha ocasionado dos víctimas mortales; su cada vez más explícito “negacionismo”,
53 a la manera de los neonazis alemanes sobre el holocausto, acerca de los treinta mil desaparecidos ocasionados por el mencionado golpe de 1976, que expresan muchos de los miembros del gobierno, particularmente en voz del secretario de derechos humanos, Claudio Avruj, un personaje que no sólo por el cargo que ostenta sino particularmente por su condición de judío, debería expresarse con mucha más prudencia sobre un tema tan delicado para la sensibilidad nacional. Los métodos de propaganda tardo nazi que utiliza profusamente la Alianza Cambiemos bajo la conducción del asesor estrella del presidente, Jaime Durán Barba, son extremadamente riesgosos para nuestra democracia frágil y fuertemente amenazada a lo largo de sus treinta y cuatro años de vida. Esta ofensiva que vivimos ahora y que lleva a una deriva autoritaria y violenta para imponer el mismo programa socio económico neoliberal que ensayó José Alfredo Martínez de Hoz como conductor civil del golpe de 1976 y que repitió Domingo Cavallo con la cobertura peronista de Carlos Menem, es el ataque más preocupante contra la democracia desde los intentos de golpe de los “carapintadas”. Menem no necesitó recurrir a la violencia explícita, como los golpistas del 76, porque logró engañar a las clases populares con un programa de gobierno mentirosamente progresista (“Si les decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”, Menem dixit). A la clase media no tuvo que engañarla en cuanto a su programa neoliberal pero si debió seducirla para que superara su repugnancia a votar a un representante de los “negros”. La primera Alianza, constituida por el radicalismo y una facción progresista del peronismo, llegó para “moralizar” la aplicación del mismo programa neoliberal del menemismo. Cuando el ajuste permanente exigido por el Fondo Monetario Internacional para asegurar el pago a los acreedores eyectó de su cargo a José Luis Machinea, primer ministro de economía de Fernando de la Rúa, el programa volvió a las manos del padre de la convertibilidad, Domingo Cavallo. Ya sabemos cómo terminó su tarea, con la explosión económica y social de 2001. De la Rúa trató de resistir cuando el país se desmoronaba y se atrevió a decretar el estado de sitio. Fue el balde de nafta para apagar el incendio. De la Rúa ordenó reprimir y se conoce la historia, los muertos se lo llevaron en helicóptero. Fernando de la Rúa, hombre de partido y jurista con
54 cierto apego a la institucionalidad comprendió, o le hicieron comprender sus correligionarios, que sostenerse a costa del repudio popular llevaría a un baño de sangre y al mismo final: su renuncia. Renunció. Incluso Eduardo Duhalde, un político con mucha más experiencia y menos escrúpulos que el radical, resignó sus ambiciones de continuidad cuando la represión y las muertes de Kosteki y Santillán le volvieron evidente que su carrera hacia la presidencia electiva se había frustrado. Pero Mauricio Macri, aunque tenga la misma falta de escrúpulos de Duhalde, no tiene su experiencia política, y tampoco el relativo apego a la institucionalidad de De la Rúa, no obstante sus protestas en contrario. Por lo tanto, Mauricio Macri, para conseguir sus objetivos, está dispuesto a reprimir todo lo que la sociedad le permita acosada por la intimidación. Mauricio Macri, es él personalmente y pertenece a una familia de empresarios inescrupulosos, violadores de la ley, acostumbrados a obtener beneficios irregulares del estado, a evadir impuestos, lavadores de dinero, contrabandistas y estafadores con protección mediática y judicial. Si las corporaciones lo sostienen en el camino del ajuste permanente por medio de la represión, nadie puede asegurar cómo terminará esta historia violenta. Enero de 2018
55 SOBRE EL AUTOR
Jorge
Andrade,
escritor,
economista,
crítico
literario y traductor. Ha publicado numerosas novelas, entre ellas, “Desde la muralla”, “Vida retirada”,
“Los
ojos
del
diablo”
(premio
internacional Pérez Galdós, España); los libros de cuentos “Ya no sos mi Margarita” y “Nunca llega a amanecer”, así como los libros de ensayos “Cartas de Argentina y otros ámbitos” y “Otro país”, disponible gratuitamente en este link. Además, fue colaborador del diario El País y de las revistas El Urogallo y Cuadernos Hispanoamericanos de España, así como del diario La Nación de la Argentina. Podes visitar su página de Facebook a través de este enlace.
56
Índice INTRODUCCIÓN
Página 2.
MIEDO DEL PASADO, MIEDO DEL FUTURO
Página 3.
SANGRE PURA
Página 5.
LA ANGUSTIA EN EL NEOLIBERALISMO
Página 13.
SANTIAGO MALDONADO
Página 35.
DERECHA E IZQUIERDA
Página 37.
CARTA A MIS AMIGAS Y AMIGOS
Página 41.
MENTIRAS Y REPRESIÓN
Página 46.