LA INSOLACIÓN

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LA INSOLACIÓN 1 Dirección Nikita Mikhalkov

¿Cómo ocurrió todo esto? 1920. El capitán del ejército blanco, prisionero en la península de Crimea con el batallón del que formó parte, se repite obsesivamente esta pregunta interior dirigiendo su mirada fija y perpleja hacia una realidad que le resulta incomprensible. El mando de la última fuerza organizada y en condiciones de presentar batalla del ejército menchevique, a órdenes del general 1

Estrenada en Belgrado el 6 de octubre de 2014


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Wrangel, acepta las benignas condiciones de rendición que le ofrecen las autoridades bolcheviques, ante la convicción de que su rechazo y la lucha hasta el final los aboca a la aniquilación y a una derrota incondicional. La jefatura roja, a cambio de la entrega de las armas, les asegura una amnistía generosa con la posibilidad de regresar a sus hogares o de recibir salvoconductos para exiliarse. 1907. El capitán es entonces un joven teniente cuyo nombre el espectador nunca llega a conocer. Viaja desde Moscú, presuntamente para encontrarse con su prometida, en uno de los vapores que hacen la travesía del río Volga. La vía fluvial es por entonces un importante canal de comunicación entre las mayores ciudades de la Rusia europea y los barcos están equipados para brindar a sus pasajeros una combinación de medio de transporte y de recreo. El tiempo pasa lentamente, el clima veraniego es estimulante y el barco ofrece sol, descanso, buena comida, vida social y espectáculos de entretenimiento. Sin embargo hay algo más: los viajes suelen brindar la oportunidad de la aventura. Las almas se expanden, hacen un intervalo inevitable en las rutinas personales de los cuerpos y se abren con más

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generosidad de lo habitual a la oportunidad de internarse por lo impensado. El teniente deja llevar su atención en disponibilidad hacia una viajera solitaria. Una joven bella, que empieza a transitar los primeros años de la sazón de su juventud. A esta altura pido permiso al lector para distraerlo del relato con una digresión. Vi el filme no cuando su estreno hace seis años en la semana del cine ruso en Buenos Aires, sino pocos días atrás por televisión.. Con la característica desconsideración del prestador del servicio de cable por el abonado, los créditos de la película fueron presentados solo en alfabeto ruso sin transliterar. Pese a este inconveniente, al fin de la escena que acabo de describir, exclamé: “¡Nikita Mikhalkov!”. La luz del film, el estilo narrativo, la ilusión inserta en el clima de esperanza, los prodigios intercalados en la secuencia lógica de la narración, me resultaron inconfundibles. Y el vínculo inmediato de su peripecia que se establece con la producción de Mikhalkov de 1987: Oci Ciornie (Ojos negros). Un chal de gasa caprichoso llevado por la brisa de proa a popa, que corre el riesgo de caer al agua pero que, veleidosamente, permite al

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fin, tras sus esguinces de coquetería, dejarse atrapar, y unos anteojos de sol olvidados en una reposera, dan al teniente la excusa para obtener del personal de a bordo el número de camarote de la desconocida. Tras golpear sin respuesta, con la osadía de los jóvenes, el protagonista tienta la puerta y la encuentra sin cerrojo. Cumple su misión cortés de devolver las pertenencias a su dueña, pero irreverentemente registra el habitáculo con la curiosidad del aventurero que anhela conocer algo más de aquella de la que no conoce nada pero añora todo. Una fotografía. Entonces interviene la magia. La atracción artística del crucero es un prestidigitador, mundano, políglota y, como después sabremos, marxista. Tal cual acostumbra esta suerte de actores elige entre el público una ayudante. Posa sus ojos sobre la bella viajera, vence su resistencia prevista y la conduce al escenario. Anuncia entonces que va a destruir un objeto precioso de los pasajeros, cualquiera sea y que luego, mágicamente, se lo restituirá intacto. Elige al joven teniente y le pide su reloj. Este titubea porque su reloj es una pieza de colección, previsiblemente heredada, que no solo da la hora, sino que es una caja de música. El mago, con la autoridad que le confiere su manejo experto de la escena, no admite excusas. Se hace con el La insolación – Jorge Andrade Página autoral en Facebook: Jorge Andrade


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reloj, lo deposita en un mortero ante los ojos aterrados del teniente y atónitos de la ayudante informal, y lo destruye. Sin inmutarse, el prestidigitador devuelve al protagonista los restos de volantes, agujas, esfera y cuerda, pero en contra de lo que es habitual y de sus propias palabras, no hace reaparecer la pieza intacta para reintegrarla a su propietario, sino que da por terminada su actuación ante los aplausos inseguros de los perplejos espectadores. A partir de este momento el tiempo adquiere sus propias reglas, desapegado de las intenciones de los personajes. Esa misma noche el teniente recibe una misteriosa invitación a cenar. Llega al comedor intrigado, sospechando que el anfitrión pueda ser la mujer madura, casada y con dos hijos, que lo asedia ostensiblemente desde el inicio del viaje, mientras el maître lo escolta hasta un reservado donde quien lo espera, por el contrario, no es otro que el mago. Este cierra su actuación inconclusa restituyendo el reloj a su dueño pero, además, a lo largo de la copiosa comida con que lo obsequia lo insta a viajar por el mundo, sorprendido de que su invitado nunca haya traspasado la frontera de Rusia. También le pregunta si conoce a Marx, y el joven responde

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que algo ha oído acerca de él. El mago impulsa al teniente hacia lo desconocido. No obstante, el primer misterio que el teniente desea develar está cerca de él, es el de la dama que completaba el triángulo que, con el prestidigitador, fue responsable de transgredir el tiempo. Todo se precipita. El teniente y la bella se encuentran frente a frente en la sala de máquinas, separados por el movimiento y el estruendo febril de las poleas. El espectador presiente que puede pasar algo grave, ¿un accidente?. No, el director resuelve la escena con la pregunta del joven a la desconocida: “¿Cuál es su nombre?”. Ella, tal vez no entiende la pregunta a causa del ruido; responde con el silencio y un gesto que parece lleno de un sentido secreto: se quita lentamente uno de sus guantes. Cuando el navío atraca en el siguiente puerto, un equívoco hace creer al protagonista que la bella joven ha descendido del barco. Decide seguirla y se precipita a tierra. Desde el muelle la ve en cubierta cuando la nave se aleja del muelle. Ya parece tarde para corregir su error. Sin embargo, llama desesperadamente pidiendo al capitán que vuelva a puerto. El vapor le obedece, regresa mansamente. La insolación – Jorge Andrade Página autoral en Facebook: Jorge Andrade


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El teniente tiene en su cabina la fotografía de su prometida. Cuando en su soledad la observa con devoción, en la banda sonora se escucha el aria Mon coeur s’ouvre à ta voix (Mi corazón se abre al sonido de tu voz) de Sansón y Dalila, de Camille Saint-Saëns. Se supone que esa misma música suena en esos momentos en la cabeza del protagonista. Pero la imagen de la fotografía sufre una transformación y por momentos se transfigura en la de la desconocida compañera de viaje. Ahora sí, está todo dicho. En la primera escala nocturna, casi sin palabras, el teniente y la dama dejan el barco y un coche de caballos abierto a la noche de verano los lleva a un hotel. Una vez en el cuarto repentinamente suena un estruendo metálico. La mujer se sobresalta y el joven la tranquiliza: es su espada que ha caído. El ruido de la espada al caer es el toque de un gong que marca el tiempo. El tiempo que el reloj destruido dejó de marcar y que el golpe del gong señala como el inicio de un tiempo nuevo. La espada ornamental de las paradas militares, el complemento del traje de gala que se luce en los acontecimientos sociales, vuelve a su origen: deja

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de ser un signo de distinción social y readquiere su carácter de arma de guerra, la peor de las guerras, en este caso, la guerra civil. El protagonista y la bella desconocida tienen su primera noche de amor, su última noche de amor. “Lo que padecemos es una insolación” dice la mujer sin nombre al teniente sin nombre. Cuando el teniente despierta por la mañana ella no está. Le ha dejado una nota: “Nunca antes había vivido un momento como el de esta noche y no volveré a vivirlo”. En el hotel le informan al joven que la señora abordó el primer barco del día, el de las seis de la mañana. El teniente relee la nota, una y otra vez, tratando de descifrar unas palabras que han sido tachadas. Por fin, en una plaza a pleno sol, lo consigue. Las palabras suprimidas del texto se referían al “momento” vivido por la desconocida junto a él y eran: “y es imposible que vuelva a vivirlo”. Trece años después, en 1920, el protagonista, ahora capitán, prisionero en Crimea, se pregunta: “¿Cómo pudo ocurrir todo?”.

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La luminosidad del verano ha sido reemplazada por los cielos tenebrosos del invierno, los uniformes blancos de salida por las vestiduras grises de combate. Trece años antes, en 1907, el entonces teniente, desasosegado, ronda por el puerto en busca de algún rastro de la mujer desaparecida. Un niño que está pescando le confirma que una señora que responde a las señas que él le describe ha abordado el vapor de las seis de la mañana. Guiado por el muchacho recorre la ciudad con la esperanza de encontrar indicios de la desconocida. En el escaparate de una tienda de fotografía junto al correo se exhibe un retrato de familia. Un hombre de mediana edad, junto a una mujer joven y dos niños. Ante la mirada atenta del teniente la fotografía se difumina y se transforma en la que él vio en la cabina número nueve de la desconocida. Entonces, “¿ella vive en la ciudad?”. Se hace tomar una foto con la condición de que el fotógrafo la exhiba en la vidriera; si la desconocida vive en la ciudad, al ver la fotografía, sabrá que él la busca. Parte con el niño, y apenas se aleja, el fotógrafo retira su imagen y la reemplaza por la que mostraba a la familia. La insolación – Jorge Andrade Página autoral en Facebook: Jorge Andrade


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Egoriy, un niño de unos once años, es despierto e instruido. Desea que el teniente le confirme si la teoría de Darwin es correcta; quiere saber con certeza si él desciende del mono, si su padre desciende del mono y si es posible que también el “padrecito zar” descienda del mono. Egoriy y el protagonista deambulan por la ciudad hasta que el teniente comprende que no puede demorarse más en esa búsqueda infructuosa; lo esperan, debe continuar viaje. Entrega su reloj y da una propina a Egoriy para que este lo despierte al día siguiente a fin de embarcarse. El niño cumple con el pedido del teniente, pero luego de despedirse de él advierte que no le ha devuelto el reloj. Corre al muelle angustiado ante la idea de que el teniente pudiera creer que le ha robado su reloj. Corre para alcanzarlo antes de que el vapor zarpe, pero cuando llega al puerto el barco ya se ha alejado del muelle. “¿Cómo ocurrió todo esto?”, se pregunta el capitán en 1920, en Crimea. Rosalía Zemlyachkai se muestra comprensiva. Permite que los prisioneros sean fotografiados, deja que canten sus canciones marciales. Las condiciones de la rendición ya han sido pactadas. Los La insolación – Jorge Andrade Página autoral en Facebook: Jorge Andrade


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miembros del ejército blanco deponen las armas y a cambio de su rendición recibirán una amnistía generosa. Se les permitirá volver a sus casas, se les entregará salvoconductos a los que prefieran exiliarse, no se tomarán represalias. Rosalía Zemlyachka y Béla Kun son los responsables del plan, ha sido aprobado por las autoridades bolcheviques. Un joven comisario del partido empadrona a los prisioneros. Cuando llega el turno del capitán le devuelve su reloj que no pudo entregarle trece años atrás. Es Egoriy. Trece años antes, en 1907, la vida había empezado a ser otra sin que el teniente protagonista de la historia tuviera conciencia de ello pese a los indicios: su reloj-caja de música heredado se pierde entre las manos del mago mundano y marxista; el gong del cambio del tiempo resuena en su espada que cae en el cuarto de hotel en su única noche de amor con la bella desconocida, que se consuma como una insolación. Aunque él sospeche que la mujer está en el escaparate del fotógrafo, ella sabe que aquel momento único “es imposible que vuelva a vivirlo” y yace sin sentido en la litera de su cabina del vapor de las seis de la mañana, con un pequeño frasco aferrado en su mano. La insolación – Jorge Andrade Página autoral en Facebook: Jorge Andrade


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“¿Cómo pudo ocurrir esto?”, deja de preguntarse el capitán observando en su mano el reloj que le ha reintegrado el niño Egoriy y que devuelve al tiempo la secuencia propia que había perdido trece años antes. Rosalía Zemlyachka informa a los prisioneros que serán trasladados por el Mar Negro hasta su lugar de liberación. Les advierte que viajarán en una barcaza sin propulsión propia, por lo que será tirada por un remolcador. Los militares prisioneros sospechan, pero necesitan creer. Parte la barcaza con su carga encerrada en la sentina. Desde el muelle el joven Egoriy la observa. Ve cómo el remolcador se aleja y, mar adentro, desengancha la maroma y gira para volver a puerto. Ve cómo la barcaza, sin propulsión, no puede mantenerse a flote y se hunde lentamente en las aguas del Mar Negro. Algo, ajeno a su compromiso político, asoma a los ojos de Egoriy.

Principales papeles: Teniente: Martinsh Kalita. Bella desconocida: Viktorya Solovyova. Prestidigitador: Avangard Leontiev. La insolación – Jorge Andrade Página autoral en Facebook: Jorge Andrade


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Egoriy (niño): con la magnífica actuación de Sergéi Kárpov. Rosalía Zemlyachka: Miriam Sekhon.

La crítica de esta película no ha podido dejar de alabar la brillantez fílmica de Nikita Mikhalkov, pero ha condenado lo que llamó “su maniqueísmo”, por haber tomado como tema un crimen de guerra cometido por los bolcheviques olvidándose de los perpetrados por el régimen zarista. Un crimen de guerra es siempre un crimen de guerra, lo cometan los blancos o lo comentan los rojos. En rescate de Mikhalkov se me ocurre recordar que en este mismo film, La insolación, el director remite a los crímenes de la autocracia zarista mediante la alusión a la masacre filmada por Sergéi Einsestein en las escalinatas de Odessa. Esta se desarrolla en la antológica escena de El Acorazado Potemkin, cuando el cochecito con el bebé baja escalón por escalón después de que su madre es asesinada por los disparos de las impasibles fuerzas de la represión. La secuencia contiene el detalle espeluznante de que es la propia madre, al caer, la que empuja el cochecito escaleras abajo sin que en el lento curso de su descenso, hasta el fin trágico, nadie entre la multitud aterrorizada le preste ayuda. Mikhalkov reproduce la escena, aunque La insolación – Jorge Andrade Página autoral en Facebook: Jorge Andrade


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en su caso el pequeño vehículo no transporta un niño sino un objeto que parece ser una cartera. La masacre filmada no es histórica, pero hubo muchas otras, incluso en la propia Odessa, bajo el absolutismo zarista, que la burguesía satisfecha que tomaba el sol en la cubierta de los elegantes vapores que hacían la travesía del Volga no condenaba. Nikita Mikhalkov es un magnífico director que, parafraseando el título de uno de sus filmes, es “esclavo de la fama” y, además, de sus palabras. Su fama y su condición de burócrata del arte lo abocan al trance de opinar, y sus opiniones, al ser públicas, están sometidas al escrutinio de sus oyentes que tienen el derecho de calificarlas de injustas, de imprudentes, incluso de erráticas, tendenciosas o, peor aún, de oportunistas. Ese derecho puede poner en cuestión a la persona desde el punto de vista político, pero no le resta uno solo de sus méritos al cineasta. Diciembre de 2020 Jorge Andrade

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15 Jorge Andrade, escritor, economista, crítico literario y traductor. Ha publicado numerosas novelas, entre ellas, Desde la muralla, Vida retirada, Los ojos del diablo (premio internacional Pérez Galdós, España); libros de cuentos como Nunca llega a amanecer y, recientemente, Cuentos subversivos; y el volumen de ensayos Cartas de Argentina y Otros ámbitos. Fue colaborador del diario El País y de las revistas El Urogallo y Cuadernos Hispanoamericanos de España, así como del diario La Nación de la Argentina.

Para contacto periodístico y notas de prensa contactarse con: Nadia Kwiatkowski nadiakiako@gmail.com

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Rosalía Zemlyachka nació en la ciudad de Kiev en 1876. Perteneció a una rica familia de comerciantes y

recibió una esmerada educación. Murió en Moscú en 1947. Llegó a la vicepresidencia del Consejo de Comisarios del Pueblo de la URSS. Fue la primera mujer en recibir la condecoración con la Orden de la Bandera Roja. Escapó a todas las purgas estalinistas. Fue la responsable, junto con el dirigente comunista húngaro Béla Kun, del terror de 1920-1921 en la península de Crimea.

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