LOS FOOD TRUCKS
Al caer la noche, desde la ventana de nuestro hotel en este pueblo de la costa, vemos encenderse las guirnaldas de lamparitas de los food trucks instalados en un rincón del parque que bordea el mar. Las luces son blancas, no emiten el fulgor polícromo de los lugares a la moda, se limitan a iluminar las mesas de los comensales. En la noche, la escena desde la distancia parece el decorado humilde de una kermés de barrio. Los Food Trucks - Jorge Andrade Página autoral en Facebook – Jorge Andrade
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En nuestra caminata matinal de uno de los días fríos y grises que alejan de la playa, fuimos a pasear por el parque y visitamos el espacio donde se sirven las comidas trashumantes. Unas pocas mesas flanqueadas por bancos de listones de madera pintados de blanco ocupaban el centro de un semicírculo de camiones con aspecto de remolques de circo. Nosotros, que teníamos como referencia las motocaravanas gastronómicas del cinematógrafo, nos sorprendimos por la pobreza de estos vehículos pintados con colores oscuros y poco atractivos, muchos de ellos con las ruedas desinfladas. Las carrocerías estaban decoradas con los dibujos torpes de sándwiches, hamburguesas, salchichas, papas fritas y jarras de cerveza que pretendían estimular el apetito, pero a esa hora las ventanillas de despacho estaban bajas. Por la noche, cuando se encendieron las guirnaldas, desde la ventana del hotel imaginamos ese espacio melancólico. Imaginamos unas cuantas de sus mesas ocupadas por parejas jóvenes, familias con hijos pequeños, vestimentas de playa de factura barata, prendas falsificadas con los logos de las grandes marcas. Sobre las mesas, la versión real de la comida y las bebidas no es más apetitosa que la representada en la carrocería de los Los Food Trucks - Jorge Andrade Página autoral en Facebook – Jorge Andrade
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camiones. Se trata de la diversión sin pretensiones de las clases populares que incluyen en su presupuesto de una semana de vacaciones el lujo de la comida fuera de casa. El viento veleidoso del mar trae hasta nuestra ventana ráfagas de la música de los waffles que anima el recinto. Puede ser que una pareja de mediana edad se anime a ensayar unos pasos en el pequeño tablado que se levanta entre las mesas y los food trucks. El sábado, los dueños de los camiones aportan un porcentaje de sus modestas ganancias semanales para pagar el caché de una orquestina local. El cantante-animador pregunta a la concurrencia de dónde proviene, y los que se atreven gritan el nombre de su pueblo como si se tratara de Nueva York. El programa termina temprano. Antes de la medianoche las guirnaldas se apagan. Ya no hay comensales. Los parroquianos son gente casera que gusta de disfrutar de una salida nocturna sin excesos para el día siguiente, si el tiempo lo permite, bajar a la playa temprano con el termo y la merienda en la heladera portátil. Las mesas y los bancos de listones de madera pintados de blanco quedan vacíos, los desvencijados food trucks se cierran hasta la
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próxima noche, sobre el pequeño bullicio nocturno cae el silencio de la mañana solitaria.
Buenos Aires, abril de 2022 Jorge Andrade
Jorge Andrade, escritor, economista, crítico literario y traductor. Ha publicado numerosas novelas, entre ellas, Desde la muralla, Vida retirada, Los ojos del diablo (premio internacional Pé rez Galdó s, Españ a); libros de cuentos como Nunca llega a amanecer y, recientemente, Cuentos subversivos; y el volumen de ensayos Cartas de Argentina y Otros ámbitos. Fue colaborador del diario El País y de las revistas El Urogallo y Cuadernos Hispanoamericanos de Españ a, así como del diario La Nació n de la Argentina.
Para contacto periodístico y notas de prensa contactarse con: Nadia Kwiatkowski nadiakiako@gmail.com
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