Mentiras y represión

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MENTIRAS Y REPRESIÓN


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La Alianza Cambiemos ha llegado a la mitad de su mandato y las críticas a su gestión que se han expresado desde que lo asumiera han recibido la contundente confirmación de los hechos. Pero hay una significativa manifestación de su proyecto político que, si bien no puede afirmarse que ha sorprendido por el fondo de sus objetivos, sí lo ha hecho por su deriva “renovadora”, nos referimos a la calidad de la represión que ejerce sobre la ciudadanía que manifiesta en la calle su descontento con sus medidas de gobierno Abordaremos el análisis de sus dos años de ejercicio del poder desde dos aspectos: I) El de la propaganda que le permitió ganar las elecciones de 2015 gracias a lo que llamaremos “el fraude preelectoral”. Calificativo que consideramos justificado por haber traicionado todos los puntos del contrato electoral que suscribió con sus votantes a través del programa de gobierno que expuso en la campaña. II) El de su deriva autoritaria que se expresa a través de la radicalización de las prácticas violentas que usa para contener el descontento de la población, así como por medio de su política amigable con los represores de la última dictadura militar, condenados o sometidos a juicio. O sea, la represión como argumento de gobernabilidad. I) El encantamiento de las palabras. Verdades 2


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y posverdades La Alianza Cambiemos emplea disciplinadamente, desde la cabeza hasta el más modesto de sus integrantes, un manual de estilo confeccionado por el asesor electoral Jaime Durán Barba que se basa en las enseñanzas de Joseph Goebbels, ministro de propaganda del régimen nazi de Adolf Hitler. El método de Goebbels, adoptado a pie juntillas por Durán Barba, se basa en “Los once principios de la Propaganda” que enumeramos seguidamente: Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo. Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada. Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. Principio de la vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar. Principio de orquestación. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De 3


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aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad". Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones. Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias. Principio de la silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines. Principio de la transfusión. Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas. Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.

Cualquier persona que reciba con un mínimo análisis crítico las declaraciones y acciones del gobierno de Macri, reconocerá en estos principios las tácticas oficiales. El “enemigo único”: mapuches, narcotráfico, terrorismo. Emisión constante de “argumentos, informaciones y proyectos” puesto que, como declaró en algún foro para iniciados partidarios uno de los portavoces selectos de la Alianza Cambiemos, el ex ministro de Educación y hoy senador Esteban Bullrich, había que lanzar una sucesión interminable de iniciativas que permitieran que mientras el adversario se distrae 4


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cuestionando la primera o la segunda, silenciosamente se ponga en práctica la quinta. Exacerbación de los instintos más primitivos de la sociedad, estimulando sus odios y prejuicios: “odio al negro”, “odio a los planeros que no quieren trabajar”, “odio a los inmigrantes que nos quitan el trabajo”. Atribuir al adversario los peores defectos y errores, escondiendo los propios. “Se lo chorearon todo”, tapando con la complicidad de medios y poder judicial los robos, evasión fiscal, sociedades off-shore, propios. “La pesada herencia” recibida del gobierno anterior sin hacerse cargo de la descomunal crisis autoinfligida desde el primer día de su propio gobierno mediante la maxidevaluación, la liberación descontrolada del mercado de cambios y la caída de recaudación por la quita de impuestos a los grandes grupos concentrados y exportadores. Tildar de “ñoquis” a todos los trabajadores a los que se decide despedir. Convertir cualquier acontecimiento, por irrelevante que sea, en una amenaza grave, como el petardo colocado ante el Departamento Central de Policía que emana el sospechoso tufillo de operación de los servicios de inteligencia, y que fue usado por la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, para alertar sobre una escalada de violencia promovida por una oposición imprecisa, mezclando al kirchnerismo con la izquierda radical. Generalizaciones desacreditadoras, como que se retiran los medicamentos gratuitos a 5


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los jubilados porque se ha comprobado que uno de ellos tenía un avión a su nombre y otro poseía un chalet con piscina en un country. Cualquier integrante de Cambiemos que interviene en los medios, con preferencia la televisión, se expresa con eslóganes, frases hechas, consignas que repite machaconamente para que se fijen acríticamente en el subconsciente colectivo. La táctica de la polémica busca irritar al adversario para provocar respuestas emocionales que los descoloquen e impidan la discusión reflexiva. Por ejemplo, cuando se discutía la reforma educativa, a los argumentos de sus críticos sobre sus aspectos intrínsecos y la improvisación con que se pretendía instalarla, los soldados de Cambiemos respondían con acusaciones por la toma de los colegios por parte de los alumnos. Cuando se cuestiona al gobierno por la exacción de las clases populares que lleva a cabo, los mercenarios que fungen de militantes responden que eso es culpa de que se hayan “choreado todo” y hayan dejado al país en la miseria. Del mismo modo justifican los aumentos desmedidos de tarifas de los servicios con la “pesada herencia del populismo”. Se realizan operaciones psicológicas masivas, destinadas a culpar a la población por las penurias del presente. Uno de los más notorios exponentes de la estrategia es el presidente del Banco Nación, 6


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Javier González Fraga, que acusa de ingenua a la población a la que “hicieron creer que con un sueldo de empleado medio podían comprar autos cero kilómetros, plasmas, celulares de última generación y viajar al exterior”. De este modo se excita el sentimiento de la culpa judeo-cristiana que anida en nuestro subconsciente para que sintamos que hemos gozado indebidamente y que debemos pagar por ello, recibiendo el castigo del padre justo pero benévolo que se ha hecho cargo de nuestros destinos. Podríamos seguir con la enumeración hasta el infinito pero cualquier lector avisado está en condiciones de hacer su propio inventario. En definitiva, el programa de Durán Barba no tiene nada de original, pero sí hay que reconocerle que se trata de los deberes bien hechos de un alumno aplicado de Joseph Goebbels. Su trabajo tiene la finalidad de lograr un encantamiento colectivo que borre la memoria histórica, para que se olvide que las medidas de gobierno que hoy se toman, hace muy pocos años llevaron al país al borde de la disolución social. Y aún más, el proyecto de propaganda goebbelesiano busca borrar la diferencia entre “hecho” y “opinión”.

Hechos y opiniones. La deriva perversa del pluralismo y el relativismo 7


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Edgardo Mocca, en “La verdad y el antagonismo” (Página 12, 24/09/2017) sostiene que: En nuestra época el pluralismo y el relativismo han devenido paradójicamente en sustentos del autoritarismo, de lo que Sheldon Wolin -el estadounidense reconocido como uno de los grandes teóricos políticos con vida- ha llamado el “totalitarismo invertido”. Pluralismo es el nombre con el que se ha reivindicado en la modernidad el derecho de cada individuo a tener su propia concepción del mundo; el relativismo es su contracara, la creencia en verdades absolutas e indiscutibles sería incompatible con el pluralismo. Pero el neoliberalismo confunde deliberadamente los dos planos de la verdad, el plano de hecho y el plano de la opinión. Se sustrae la verdad del hecho (…) La manipulación, la publicidad extendida e intensa, la maquinaria mediática puesta todo el tiempo al servicio de esa operación psicológica constituyen una amenaza gravísima sobre cualquier proyecto democrático; son la base del totalitarismo invertido cuyo vértice ya no está en la cúpula estatal sino que se orquesta desde el poder corporativo y se esparce a amplios sectores sociales que hacen suyo el relato dominante.”

Casi setenta años antes de estas afirmaciones, Hannah Arendt escribió en Besuch in Deutschland 1950 (Visita a Alemania 1950)1:

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Las traducciones del alemán de los textos transcriptos de Hannah Arendt pertenecen al autor de este artículo.

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El aspecto probablemente más llamativo y también más terrible de la huida de la realidad de los alemanes, estriba en la actitud de abordar tales realidades como si se tratasen de meras opiniones. Por ejemplo, como respuesta a la pregunta de quién empezó la guerra –un tema en modo alguno controvertido- sale a la luz una sorprendente variedad de opiniones. Una mujer del sur de Alemania, por lo demás de una inteligencia dentro de la media normal, me afirmó que los rusos habían iniciado la guerra con un asalto a Danzig, y este es sólo el más grosero entre muchos ejemplos. Pero la transformación de los hechos en opiniones no se limita a las preguntas acerca de la guerra, se refiere a todas las materias bajo el pretexto de que todos gozan del derecho a tener su propia opinión, una suerte de “acuerdo de caballeros” según el cual todos tienen el derecho a poseer su propia ignorancia (…) Este es un grave problema, no sólo porque los análisis, de ese modo, son muy desesperantes sino sobre todo porque el alemán medio cree seriamente que esta competencia general, este relativismo nihilista ante los hechos puede ser la esencia de la democracia.

Ante esta confusión salta el peligro sobre el que alerta Wolin del “totalitarismo invertido”. La confusión deliberada entre hechos y opiniones en que incurre el neoliberalismo y difunde la propaganda de los medios busca, mediante la relativización de todos los hechos, poder manipularlos de modo de

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transformar la verdad en mentira y viceversa. Volviendo a Hannah Arendt: Las mentiras de la propaganda totalitaria se diferencian de las mentiras corrientes a las que recurre cualquier sistema no totalitario en dificultades, en que aquéllas niegan permanentemente el valor de los hechos. Todos los hechos pueden cambiar y todas las mentiras volverse realidad. Los nazis han marcado de tal modo la conciencia de los alemanes que éstos ya no pueden percibir la realidad como la suma de los hechos duros e inevitables sino apenas como un conjunto permanentemente cambiante de acontecimientos y palabras, es decir que lo que hoy es verdad mañana puede ser mentira. Este adiestramiento podría ser una de las causas que explican que, al mismo tiempo que, sorprendentemente, perduran pocas secuelas de la propaganda nazi, prevalezca un curioso desinterés por rechazar su doctrina.

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II) Salto cualitativo de la represión Estos fragmentos, tanto del artículo de Mocca con las opiniones de Sheldon Wolin, como del libro de Hannah Arendt nacido de su visita a su Alemania natal apenas cinco años después del fin de la segunda guerra mundial, nos alertan sobre los peligrosos tiempos que estamos viviendo en nuestro país. Un gobierno que para imponer nuevamente un programa neoliberal en perjuicio de las mayorías populares adopta medidas de corte autoritario que lo emparentan, pese a su legitimidad de origen – también el cabo Hitler y el ingeniero Fujimori la tenían, pues llegaron al cargo de canciller alemán y a la presidencia del Perú, respectivamente, por medio de elecciones libres- lo emparentan con el golpe cívico militar de 1976 (Ver mi artículo “Déjà vu” de marzo de 2016). Entre cuyas medidas se puede enumerar su propensión a gobernar por decretos que derogan leyes en evidente violación de la legalidad constitucional; la persecución política de sus adversarios en manifiesta violación de los tratados internacionales en materia de derechos humanos incorporados a la constitución (caso testigo: Milagro Sala); la presión al poder judicial en un claro ejercicio de politización de la justicia; la protección y encubrimiento de las fuerzas de 11


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seguridad, avalando sus excesos, lo que ya ha ocasionado dos víctimas mortales; su cada vez más explícito “negacionismo”, a la manera de los neonazis alemanes sobre el holocausto, acerca de los treinta mil desaparecidos ocasionados por el mencionado golpe de 1976, que expresan muchos de los miembros del gobierno, particularmente en voz del secretario de derechos humanos, Claudio Avruj, un personaje que no sólo por el cargo que ostenta sino particularmente por su condición de judío, debería expresarse con mucha más prudencia sobre un tema tan delicado para la sensibilidad nacional. Los métodos de propaganda tardo nazi que utiliza profusamente la Alianza Cambiemos bajo la conducción del asesor estrella del presidente, Jaime Durán Barba, son extremadamente riesgosos para nuestra democracia frágil y fuertemente amenazada a lo largo de sus treinta y cuatro años de vida. Esta ofensiva que vivimos ahora y que lleva a una deriva autoritaria y violenta para imponer el mismo programa socio económico neoliberal que ensayó José Alfredo Martínez de Hoz como conductor civil del golpe de 1976 y que repitió Domingo Cavallo con la cobertura peronista de Carlos Menem, es el ataque más preocupante contra la democracia 12


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desde los intentos de golpe de los “carapintadas”. Menem no necesitó recurrir a la violencia explícita, como los golpistas del 76, porque logró engañar a las clases populares con un programa de gobierno mentirosamente progresista (“Si les decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”, Menem dixit). A la clase media no tuvo que engañarla en cuanto a su programa neoliberal pero si debió seducirla para que superara su repugnancia a votar a un representante de los “negros”. La primera Alianza, constituida por el radicalismo y una facción progresista del peronismo, llegó para “moralizar” la aplicación del mismo programa neoliberal del menemismo. Cuando el ajuste permanente exigido por el Fondo Monetario Internacional para asegurar el pago a los acreedores eyectó de su cargo a José Luis Machinea, primer ministro de economía de Fernando de la Rúa, el programa volvió a las manos del padre de la convertibilidad, Domingo Cavallo. Ya sabemos cómo terminó su tarea, con la explosión económica y social de 2001. De la Rúa trató de resistir cuando el país se desmoronaba y se atrevió a decretar el estado de sitio. Fue el balde de nafta para apagar el incendio. De la Rúa ordenó

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reprimir y se conoce la historia, los muertos se lo llevaron en helicóptero. Fernando de la Rúa, hombre de partido y jurista con cierto apego a la institucionalidad comprendió, o le hicieron comprender sus correligionarios, que sostenerse a costa del repudio popular llevaría a un baño de sangre y al mismo final: su renuncia. Renunció. Incluso Eduardo Duhalde, un político con mucha más experiencia y menos escrúpulos que el radical, resignó sus ambiciones de continuidad cuando la represión y las muertes de Kosteki y Santillán le volvieron evidente que su carrera hacia la presidencia electiva se había frustrado. Pero Mauricio Macri, aunque tenga la misma falta de escrúpulos de Duhalde, no tiene su experiencia política, y tampoco el relativo apego a la institucionalidad de De la Rúa, no obstante sus protestas en contrario. Por lo tanto, Mauricio Macri, para conseguir sus objetivos, está dispuesto a reprimir todo lo que la sociedad le permita acosada por la intimidación. Mauricio Macri, es él personalmente y pertenece a una familia de empresarios inescrupulosos, violadores de la ley, acostumbrados a obtener beneficios irregulares del estado, a evadir impuestos, lavadores de dinero, contrabandistas y estafadores con protección mediática y judicial. Si las

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corporaciones lo sostienen en el camino del ajuste permanente por medio de la represión, nadie puede asegurar cómo terminará esta historia violenta.

Buenos Aires, enero de 2018 Jorge Andrade Escritor y economista

Jorge Andrade, escritor, economista, crítico literario y traductor. Ha publicado numerosas novelas, entre ellas, “Desde la muralla”, “Vida retirada”, “Los ojos del diablo” (premio internacional Pérez Galdós, España); el libro de cuentos “Ya no sos mi Margarita” y el libro de ensayos “Cartas de Argentina y otros ámbitos”. Fue colaborador del diario El País y de las revistas El Urogallo y Cuadernos Hispanoamericanos de España, así como del diario La Nación de la Argentina.

Para contacto periodístico y notas de prensa contactarse con: Kiako – Anich Comunicación hecha con textura prensa@kiakoanich.com.ar

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