Tiempo de esperanza

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Tiempo de esperanza Jorge Andrade


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INTRODUCCIÓN

El regreso El año 2006 puse fin a mi larga expatriación. Fueron treinta años en distintas ciudades de Europa y muchos de esos treinta años, sobre todos los últimos, en Madrid. Se dice que el “desexilio” es más difícil que el exilio; mi experiencia personal lo ha podido corroborar. Pero debo decir que la palabra empleada para definir la vuelta al país de nacimiento es inapropiada. Yo me atrevo a calificar el regreso, diría más, afirmo que el nombre preciso para nombrar ese retorno es “segundo exilio”. No quiere decir que el primer exilio sea sencillo. Basten para definir la extranjeridad las sensaciones que el exiliado experimenta la primera mañana que despierta en el lugar ajeno. Aún no ha clareado cuando se inicia el ajetreo de la actividad diaria en la ciudad de exilio. El extranjero empieza a despertar con una sensación de irrealidad. No sabe dónde está pero percibe instintivamente que no tiene escapatoria. El sonido de los autobuses que lo perturba y lo despierta le trasmite inquietud. No lo reconoce, hay una amenaza en el ronquido del motor, en el chirrido de los frenos, en el silbido de las puertas al abrirse y cerrarse. Las voces de los transeúntes que suben hasta su ventana tienen una melodía desconocida, no sabe en qué idioma hablan, si es que hablan en un idioma humano. El extranjero, esa primera mañana de su exilio, termina de entender racionalmente que se ha ido, que ya no está, cuando con el primer claror que asoma en el horizonte enciende la luz del baño, se mira al espejo y pasa los dedos por la cara en un intento por terminar de despertarse. Íntimamente sabe que no comprende nada. La perplejidad se repetirá recurrentemente a lo largo de todo el exilio. Aparecerá de modo traicionero en el momento más inesperado, cuando, 2


pasados años, el extranjero cree que ha superado todos los obstáculos y la adaptación se ha completado con felicidad. La perplejidad lo asaltará sin previo aviso en medio de una reunión alegre con sus nuevos amigos de su nuevo país. Alguno de ellos se preguntará para sí, “¿Qué le pasa?”, cuando en medio del parloteo y de las risas sorprenda su mirada perdida en una lejanía que parece interior. Y volverá a atraparle la garganta una mañana cualquiera, cuando la alborada es apenas una línea a ras del horizonte y el extranjero encienda la luz del baño para empezar el día. Ese es el primer exilio. El segundo exilio es peor, porque el extranjero pretende reconocer el país de origen. Al cabo de una semana o de un mes, cae en la cuenta de que está en otro país. Que el territorio al que creía haber regresado no existe más. Que el país donde fue niño es apenas la fantasía de un cuento infantil. Que el país que dejó siendo ya un adulto tampoco existe, que no es más que una entelequia. En el país al que ha vuelto ya no se habla su lenguaje, las cosas cotidianas han cambiado de nombre y las personas se interpelan de otro modo. La melodía del habla también ha cambiado y le suena tan extraña como la de aquella primera mañana en la ciudad del exilio. Y hay algo peor, algo que hace el desarraigo más doloroso. El exiliado sabe que es un extranjero pero, a diferencia de sus amigos de los países del exilio que también saben que él es un extranjero, los habitantes del nuevo país al que ha vuelto no lo saben. Se dirigen a él como si él pudiera entenderlos, como si él fuera uno de ellos. En su segundo exilio el extranjero es un extranjero al que no sólo nadie entiende sino al que nadie intenta entender.

Tiempo de esperanza Cuando en 2006 regresé a la Argentina, sin perjuicio de las líneas precedentes, no llegaba a un territorio ignoto del que pudiera esperarme cualquier sorpresa, ya que desde Madrid seguía con regularidad la evolución de las cuestiones sociales y políticas del país. Pero sí es verdad que pisé tierra con desconfianza, acostumbrado como estaba a que los políticos, entre ellos 3


los peronistas –pensaba particularmente en Carlos Menem- llegaran al poder con un discurso electoral que más que olvidar ponían del revés al momento de gobernar.

Observaba

al

presidente

Kirchner

tomando

distancia

para

prevenirme de posibles golpes bajos. Lentamente y siempre en guardia fui convenciéndome de que Néstor Kirchner pretendía honrar cuanto le fuera posible las afirmaciones del momento de su asunción, cuando dijo que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Desde luego que la realidad es insoslayable y que las políticas que sus convicciones dictaban a Néstor Kirchner debieron enfrentarse con los enormes obstáculos y condicionamientos internos producto de las dependencias forjadas a lo largo de toda la historia del país y, sobre todo, a lo largo de los años de la más desvergonzada entrega del patrimonio nacional, es decir durante los de la dictadura cívico-militar de 1976-1983, del menemismo (1989-1999) y de la Alianza (1999-2001). Para tener una idea del crecimiento exponencial de la dependencia económica del extranjero en los períodos mencionados daré alguna cifras comparativas: En 1990 la participación de empresas transnacionales entre las 1000 mayores firmas por volumen de ventas era de 34,5%; en 1998 el porcentaje se había elevado al 58,9%, uno de los más elevados en el mundo. En número de empresas la cantidad de transnacionales entre esas 1000 firmas era en 1990 de 199 y en 1998 de 472. En 2004 esa cifra ya había superado el 60% de las 1000 primeras firmas, y de las 25 primeras, 20 eran transnacionales (“Las empresas transnacionales en la Argentina”, informe elaborado por Eduardo Jozami y Fabián Lefrançois, documento Word sin fecha). La inversión extranjera no necesariamente aumenta la riqueza de un país, en contra del sentido común creado por los analistas económicos orgánicos y los medios privados hegemónicos. Dejemos de lado el capital golondrina que sólo busca hacer ganancias financieras rápidas aprovechando los diferenciales de interés. Pero si vamos a la inversión extranjera directa, en Argentina la empresa transnacional ha sido más bien un instrumento de extracción de riqueza nacional con destino al extranjero, es decir una inversión con lógica colonial, y ello por varias razones. La más evidente es que a lo largo de sus 4


años de permanencia en el país la cifra que exportan en dólares a través de dividendos y de artificios contables como los préstamos a sus casas matrices es casi siempre mayor que el total de la inversión. Otro motivo de perjuicio para el país es la resistencia de estas empresas a desarrollar proveedores nacionales, porque las transnacionales están insertas en cadenas globales y su intención no es integrar el producto en el país sino usar éste como plataforma de maquila, es decir de mero ensamblaje. Otro obstáculo para el desarrollo autónomo de la Argentina ha sido la incompleta y parcial transformación de la matriz industrial de la nación. Esto es así tanto por resistencias de los conglomerados globales, de los grandes productores y exportadores agropecuarios, de los exportadores de materias primas industriales y de los importadores, como por errores propios del gobierno kirchnerista. En parte hubo mal manejo de la relación con los grupos de poder económicos nacionales y extranjeros, y en parte insuficiente fuerza política para superar las barreras que éstos oponían a sus decisiones. El desarrollo veloz del sudeste asiático pudo realizarse gracias a la fuerte intervención estatal y a gobiernos con poder de decisión. Prueba de la debilidad del poder en Argentina fue el sonado caso de la resistencia levantisca y exitosa contra la resolución 125 de retenciones móviles. No menores fueron los condicionamientos externos, particularmente a partir del gobierno de Cristina Fernández, a consecuencia de la crisis global detonada en Estados Unidos en 2007-2008 y que aún hoy no muestra signos de ceder. Y no sólo esto sino que me atrevo a afirmar que el capital financiero que maneja el mundo no desea terminar con la crisis, no tanto por ceguera o torpeza sino por la lógica de su cálculo económico. El capital financiero en esta etapa del tardo capitalismo no necesita del proceso de reproducción material para su acumulación, prefiere el estancamiento o, en el mejor de los casos, un crecimiento bajo con el ejército de desocupados que es su consecuencia. Es una táctica para disciplinar a la clase trabajadora y bajar el costo salarial. La producción física residual del tardo capitalismo compite entre regiones del mundo sobre todo por costo y menos por calidad. En tanto, el capital realiza el proceso de acumulación en una rueda artificial de 5


valorización financiera. La crisis, a la vez, estancó el comercio mundial y deprimió los precios de las materias primas en perjuicio de los países latinoamericanos, de los que constituyen el grueso de sus exportaciones, y en beneficio del mundo desarrollado cuyo costo de insumos bajó, El resultado de la conjunción de obstáculos durante el gobierno de los Kirchner fue la aparición de la recurrente restricción externa nacional, es decir la escasez de dólares necesarios para el desarrollo sustentable que volvió a frenar el crecimiento y dificultó continuar con la política de distribución de ingresos, peyorativamente llamada “populismo” por la élite internacional y nacional neocolonialista Ahora ya, con la contraofensiva neoliberal triunfante por distintas vías en el subcontinente, la reprimarización como programa es política nacional y latinoamericana (con las excepciones, por ahora, de Bolivia, Ecuador y la conflictuada Venezuela). Los nuevos gobiernos neoliberales se suman expresa y alegremente a la división internacional del trabajo impuesta por los países que controlan el mundo y por las empresas transnacionales. Con el agravante, tras los últimos acontecimientos internacionales, de que los países dominantes dejan de ser solapadamente proteccionistas, como lo han sido siempre, para asumir explícitamente su proteccionismo. Entre la catástrofe nacional de 2001 y la monumental manipulación de la opinión pública nacional que llevó al triunfo del PRO en 2015, se vivió un Tiempo de esperanza, cuya manifestación pública más significativa fue el bicentenario de Mayo en 2010, con la participación del pueblo en la calle expresando su alegría. El contraste es evidente con los nuevos “tiempos oscuros”, cuya mejor representación fue la tenebrosa y triste celebración del bicentenario de Julio, con la élite política y económica en el poder separada del pueblo por vallas y protegida por sus guardias de corps. Élite ignorante, gestores sin capacidad de estadistas, apenas preparados técnicamente para apropiarse en beneficio propio del excedente capitalista nacional. Élite sin un proyecto de desarrollo para el país porque no le interesa que el país se desarrolle, su proyecto es extractivista. Élite clientelar del poder dominante

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global con mentalidad colonialista, en este caso de expoliación de su propio país. Durante ese tiempo de esperanza escribí artículos que recogen las impresiones y reflexiones que me sugerían los hechos que se estaban viviendo entonces y que llenan el espacio entre Cartas de Argentina, que abarca de 1996 hasta 2002 y Otro país que arranca con el resultado de la primera vuelta eleccionaria a presidente de 2015. En las páginas que siguen se reproducen en forma cronológica los artículos que,

originalmente,

fueron

publicados

en

distintos

medios,

predominantemente digitales. Buenos Aires, enero de 2017 Jorge Andrade

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CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA CRISIS FINANCIERA GLOBAL

Tal como advierto en la “Introducción” de mi libro Cartas de Argentina (y otros ámbitos), el artículo que lo cierra, y que

denominé “Asunto: Café

Triunvirato”, toma el nombre de la tertulia virtual que mantengo con amigos españoles. Sabido por ellos que además de mi profesión de escritor ejerzo vocacionalmente el oficio de economista, me pidieron una explicación acerca del terremoto económico universal que, detonado por la quiebra de la banca Lehman Brothers de los Estados Unidos, se hizo público y evidente por octubre de 2008, aunque para quienes estábamos informados era claro que la crisis rampaba desde bastantes años atrás. Decía entonces que “No reescribí para incluirlo en este libro el mail que en su momento dirigí a mis contertulios porque prefiero conservar la forma de origen con el sabor coloquial y, por tanto, fresco, con que fue concebida.” Desde octubre de 2008, fecha en que redacté el artículo, hasta hoy, ha pasado exactamente un año y en ese año han ocurrido muchas más y muchas menos cosas de lo que entonces se presumía o se temía. A continuación transcribo el artículo original, con un colofón al pie de él a modo de actualización.

Asunto: CAFÉ TRIUNVIRATO Estimados amigos y contertulios: Tal como lo prometí en la anterior mesa, para satisfacer el pedido de Lana haré una ampliación de mi anticipo sobre las causas del desastre financiero universal según mi humilde punto de vista. Debemos hablar de las causas estructurales y del factor desencadenante, ambos estrechamente vinculados. 8


No es muy

compleja la filosofía

del tema, lo complejo

es el entramado de

instrumentos financieros que llevaron al cataclismo. La causa estructural es el crecimiento desmesurado del capital financiero propio de la última etapa del capitalismo, el Capitalismo Tardío que llama Ernest Mandel. Desde la creación de la moneda el dinero ha pasado por sucesivos estadios de abstracción. Para ceñirnos al último siglo y medio de explosión capitalista, diremos, siguiendo a Fredric Jameson, que la abstracción capitalista del penúltimo período, el de la modernidad, tiene vinculación con un paso concreto en el proceso de acumulación de dinero. El dinero abstracto, en esa etapa del capitalismo, es vacío y se referencia a lo que presuntamente lo completa –y también lo suprime- la producción y el valor. El capitalismo de esta etapa es, en última instancia, aunque abstracto en parte del ciclo de su reproducción, un capital productivo porque para “significar” debe referirse a bienes concretos: los de la producción. A diferencia del capital productivo de la modernidad, el capital financiero de la postmodernidad, el capital del Tardocapitalismo, no necesita ni de la producción ni del consumo para reproducirse. En este caso la “acumulación capitalista”, concepto marxiano que sigue vigente, no precisa del paso por los bienes concretos porque el capital se reproduce a sí mismo. Ya no es un capital abstracto que necesita del momento de la concretización para adquirir valor sino que se autoreproduce, es un “capital virtual”, e incluso es virtual el dinero de la “acumulación”, ya que a ésta no le hace falta más la moneda metálica ni los billetes de papel sino que le basta con pulsar “intro”. Hace 10 años, Samir Amin calculaba que

las

operaciones comerciales

internacionales eran de 3 billones de dólares, mientras que

las

transacciones

financieras alcanzaban a los 80 a 100 billones de dólares, es decir de 26 a 33 veces más. Hoy día (o hasta el día antes del crack) las transacciones financieras que mueven capitales virtuales tal vez sean de 200 o 300 veces las mercantiles, no obstante que éstas han crecido

fuertemente en virtud de la apertura comercial

promovida por la OMC, la OCDE, el FMI1, el Banco Mundial y el Grupo de los 7. Es

1

OMC: Organización Mundial del Comercio. OCDE: Organización para la Cooperación y el Desarrollo. FMI: Fondo Monetario Internacional. 9


decir que mientras las operaciones sobre bienes crecieron en progresión aritmética, las de capitales abstractos lo hicieron en progresión geométrica2. Islandia, país en quiebra, financió su bienestar de los últimos años con un sector financiero hipertrofiado. Los activos bancarios de ese país representaban 9 veces su PBI (Producto Bruto Interno). Los instrumentos de que se valió la así llamada “ingeniería finanaciera” para dar lugar a este desborde fueron muchos y sofisticados; en esta materia los especialistas derrocharon ingenio. Mencionaremos entre ellos los “derivados” (responsables de la contaminación global a partir de las hipotecas de baja calidad -basura o tóxicas, en la jerga- de los Estados Unidos); las especulaciones al alza o a la baja con compras y ventas a futuro sin cobertura (un inversor que especula a la baja, por ej., compromete la venta a futuro de acciones X a $ 10 sin cobertura -o sea sin estar en posesión de las acciones-; él especula

con que las acciones al momento del

vencimiento del contrato hayan bajado a $ 9. Si eso se verifica, ganará $ 1 por cada acción que provea a la contraparte del contrato. Esta a su vez, habrá especulado al alza, es decir a que en el momento de tener que pagar las acciones estas se coticen en $ 11, con lo cual ganará $1 por acción. Pura timba, como podrán ver, contaminada además con maniobras para hacer subir o bajar espúreamente las cotizaciones, alterando el mercado de valores, que tendría que ser un reflejo de la realidad, con maniobras de jugadores y/o de fulleros). Entre el rosario de operaciones hay

muchas más, por ej. la de apostar a la

revaluación o devaluación de monedas de países débiles o mal

protegidos. Por

ejemplo, Brasil, potencia económica muy desestructurada, apostó con el gobierno progresista de Lula a ser amable con los dueños del dinero universal para contar con financiación externa. Por lo tanto no puso restricciones a la entrada y salida de capitales. Tan buena letra hizo que los organismos de calificación de crédito internacionales a las órdenes del capitalismo financiero del

primer mundo, le

concedieron hace un par de meses el investment grade, es decir el de país seguro para los inversores. Durante los últimos años, las altas tasas de interés brasileñas para atraer capitales y mantener baja la inflación dieron lugar a la entrada de capital especulativo (financiero, que no invierte en bienes tangibles y producción). La

2

En declaraciones de Samir Amin posteriores a la fecha de este mail, el economista egipcio manifestó que en 1990 las transacciones financieras no alcanzaban a un billón de dólares, mientras que en 2005 ya sumaban 1.406 billones de dólares. 10


entrada masiva de divisas hizo subir la moneda brasileña, el real, hasta 1,55 por dólar, provocando el encarecimiento y la pérdida de competitividad de los productos brasileños. En quince días, tras el honorífico investment grade, el pavor de los inversores por la crisis norteamericana les hizo huir de los países emergentes, entre ellos Brasil, dando lugar a la compra masiva de dólares lo que desplomó el real hasta 2,50 por dólar en su peor momento hasta hoy (luego recuperó un poco hasta 2,35). Argentina está más protegida del cimbronazo financiero inicial porque la catástrofe del 2001 le hizo tomar recaudos de autofinanciación e imposición de controles para la entrada y salida de capitales golondrina (por supuesto una crisis que afecte a largo plazo la economía real –la de bienes- terminará afectándola como a todo el mundo). Hay muchos otros instrumentos que usan los inversores individuales fuertes o los fondos de inversión y que han hecho subir y bajar los bienes tangibles como el oro, el petróleo, los cereales y las oleaginosas por ejemplo, los tres últimos, entre otros, responsables de la explosiva inflación mundial del último año, del riesgo

de

hambrunas en los países más desprotegidos y dependientes, y de los estragos del monocultivo. Ahora también están huyendo de los “commodities” (bienes de consumo mundiales) y estos

se están desplomando. Muchos de los fondos de

inversión que dieron lugar a riqueza, especulación y ahora quebranto, lo eran de altísimo riesgo, con inversiones en instrumentos y países sin garantía de repago. Y para no aburriros –creo que los ejemplos son suficientemente demostrativos- vamos a la causa desencadenante de la crisis. Las hipotecas subprime (de baja calidad) de los EE.UU. fueron el puntapié inicial de la crisis. No he visto un solo artículo de economistas que supieran explicar con claridad cómo empezó la crisis. Yo creo que no es tan difícil. Alan Greespan, presidente de la FED (Banca central de los EE.UU.) durante diecinueve años, decidió

combatir la recesión de su país

en los años

noventa bajando la tasa de interés de referencia por debajo de la inflación. Esta política estimuló el crédito barato y la venta a plazos, en particular de inmuebles, lo que

hizo

subir los precios que presionaron sobre el índice de inflación. Nueva-

mente intervino Greespan, ahora subiendo la tasa de interés para enfriar la actividad económica y contener la inflación. El aumento de tasas produjo el encarecimiento de las cuotas hipotecarias pactadas a tasa variable. A ello se sumó la mala calidad de las hipotecas. Un día un deudor (se trata de una metáfora, “uno” quiere decir miles) que había comprado una propiedad sobrevalorada con una hipoteca y que para hacerlo había declarado su trabajo en blanco de ocho horas, más su trabajo en negro de seis horas, más el trabajo de la mujer, se queda sin el trabajo en negro, o 11


no le da más la salud y revienta total o parcialmente, o la mujer se embaraza, no tiene protección sindical, y la despiden. El deudor deja de pagar. Como los acreedores hipotecarios no tomaban los recaudos de seguridad mínimos, otorgaban préstamos en esas condiciones. La suma de aumento de cuotas y mala calidad de las hipotecas produce impagos en cadena, lo que derrumba el precio de la propiedad. La alarma que provoca esta situación hace

que los compradores potenciales se

retraigan y no compren, lo que deprime aún más los precios. La pérdida de valor de la propiedad da por resultado que la garantía hipotecaria no alcance a cubrir la deuda con su ejecución. Es un quebranto para el acreedor hipotecario o para la compañía aseguradora del riesgo hipotecario. Como las compañías no cobran sus créditos se corta el flujo de caja y no pueden otorgar nuevos créditos. Al hundirse los precios y aún así no tener compradores, las empresas constructoras echan personal, que a su vez ya no puede pagar sus hipotecas, o el crédito del automóvil, o el crédito de consumo con tarjeta (hay que tener presente que en EE. UU. se vive desde hace mucho a crédito, es decir, para forzar la venta que mantenga la máquina en movimiento se anticipa el consumo que se pagará con ingresos del futuro). Cuando se rompe la espiral creciente, el

equilibrio precario también se fractura. Luego

cierran las fábricas de automóviles, las de electrodomésticos, los supermercados, y se hunde todo el edificio montado en el aire. Bien, y cómo se produce el contagio al resto del mundo. La primera vía y más directa de contagio son los “derivados” que habíamos mencionado antes. Las compañías de crédito hipotecario emitieron bonos sobre las hipotecas, con altas tasas de interés, para hacerse de nuevos capitales y así conceder nuevos créditos que siguieran inflando la burbuja. Los bancos europeos

compraron bonos,

algunos

muchos, y colapsaron o están al borde del colapso (caso paradigmático la U.B.S). Los gobiernos, tanto el de Estados Unidos como los europeos, salen a rescatar sus bancos, para hacerse con el dinero necesario aumentan impuestos, o toman nuevos préstamos o emiten moneda internacional (sobre todo el dólar estadounidense) dando lugar a la inflación global. Lo que vendrá: el contagio a la economía real parece difícil de parar. Si la crisis se alarga y se profundiza EE.UU. disminuirá sus importaciones y los chinos, los indios y los brasileños tratarán de colocar sus productos en otros países, y harán dumping, y contagiarán la crisis a esos otros países que tendrán que cerrar sus fábricas. Y en la

medida en

cerrarán sus

que

no

consigan mantener altas sus

exportaciones los chinos

fábricas y consumirán menos y dejarán de

comprar alimentos 12


argentinos, y así siguiendo. Veremos qué pasa. Nadie es capaz de predecir lo que ocurrirá. Una última: al neófito le resulta curioso que el refugio de los inversores sea la moneda y los bonos del país que originó la crisis, o sea el dólar y los bonos del Tesoro de los EE.UU. Aquí entra un factor psicológico, porque los inversores no se comportan con la racionalidad que le presumen los irreales modelos de la Economía teórica. Los inversores creen que

EE.UU. no dejará de pagar. ¿Lo creen con

fundamento? ¿No dejará de pagar? Si China y Japón, principales financiadores de la deuda

norteamericana no quieren o no pueden financiarlos más, ¿los EE.UU.

pagarán? Este gran burdel tuvo

la acérrima apoyatura, desde los 70, de los economistas

neoliberales, teóricos del Consenso de Washington, defensores de la desregulación a ultranza y del achicamiento del estado, galardonados con muchos premios Nobel. Sostenían que el mercado, mediante el libre juego de sus fuerzas, era el mayor creador de riqueza. Esta afirmación no es verdad en la práctica. Todas las que hoy son potencias económicas crecieron bajo la protección de regulaciones estatales. Pero esos economistas, además, no decían que las libres fuerzas del mercado no son equivalentes para todos los jugadores sino que favorecen a los más fuertes (más inescrupulosos, con información privilegiada, integrantes de castas de poder) y por lo tanto es concentrador de la

riqueza y creador de pobreza, discriminación y

exclusión; cínicamente, los fundamentalistas del mercado usaban una metáfora para referirse a este proceso: lo llamaban el “Darwinismo social”. Hoy se callan la boca, cuando la intervención estatal tiene por fin salvar a los ricos, sus

socios y

empleadores. Cierro con una cita de Joan Robinson, la economista heterodoxa inglesa que trabajó con John Maynard Keynes: “Estudiar economía no es tratar de adquirir un conjunto de respuestas listas para satisfacer los interrogantes económicos, es aprender a no dejarse inducir a error por los economistas.” Un abrazo y hasta la próxima. Jorge. Buenos Aires, octubre 2008.

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A un año del estallido de la crisis, ésta parece haber dejado de esparcir esquirlas. Las organizaciones internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Grupo de los 8, el Grupo de los 20, grandes bancas centrales, en particular la FED (Reserva Federal de los Estados Unidos) y el Banco Central Europeo, son moderamente optimistas –y mucho más de lo que lo eran hace pocos meses- y arriesgan con precaución que lo peor de la crisis ha pasado y que el mundo está saliendo de ella. Con respecto al párrafo anterior haré algunas matizaciones que tienen su lado gracioso si no fuera trágico. Al comienzo de la crisis, carteles voluntaristas –por no decir delirantespegados en las calles de Buenos Aires, afirmaban, con pie de partidos de extrema izquierda, que el final del capitalismo acababa de ser anunciado. O sea que, con la retórica común a todos los dogmatismos, poco más o menos afirmaban que “paraban la oreja” y oían de fondo el aterrador sonido de las trompetas del Apocalipsis que anunciaban, en este caso como en el otro ambos temidos aunque esperados con esperanza- el fin de los tiempos (los adjetivaré como “vigentes” para moderar el cimbronazo emocional.) Transcurrido un año, al fin anunciado de la crisis por las instituciones emblemáticas del capitalismo, éstas vislumbran un futuro más promisorio porque las bolsas del mundo se están recuperando, aunque no parecen alarmarse por el “detalle” de que se estima que de 20 á 30 millones de puestos de trabajo se han perdido en el lapso de los últimos trescientos sesenta y cinco días. Tampoco consideran como un efecto distorsionador de los propósitos de los salvatajes billionarios de las instituciones financieras en quiebra, que éstos hayan dado lugar a que las supervivientes se recuperaran con tanta rapidez como para declarar en lo que va del año 2009 una de las ganancias más altas de su historia. Ni se inquietan porque de la crisis el mercado financiero haya salido más concentrado y, por lo tanto, más oligopólico, ya que las grandes instituciones, supervivientes gracias a la ayuda estatal (o sea de los ciudadanos que pagaron con su esfuerzo impositivo las pérdidas originadas por la alegre política especulativa de los bancos), 14


absorbieron a las que no resistieron los daños de la explosión. Ni, desde luego, se preocupan porque, no obstante las amonestaciones retóricas de los jefes de gobierno, muy particularmente de Obama, los directivos responsables de la crisis cobraran durante lo más negro de la sima de ella sus obscenos bonus millonarios y hoy los sigan cobrando. Al comienzo de la catástrofe, sin llegar al delirio que produce el encerramiento de las células, no importa si son de extrema derecha o de extrema izquierda, los moderados anunciaban el fin de una época del capitalismo. Decían que la decadencia del sistema es lenta, que el capitalismo tiene un disfraz para cada ocasión y que de lo que se trataba en este momento era del fin de su etapa financiera. ¡Error! Incluso estos moderados sensatos se equivocaron, porque se olvidaron de un detalle no menor que consiste en que la salida de la crisis la gestionaron los mismos que la produjeron, o sea los presidentes, los primeros ministros, los ministros de economía, los C.E.O., los cuadros técnicos, formados y adoctrinados durante treinta años de neoliberalismo. Vaya como prueba un ejemplo: Alfredo Zaiat, columnista económico de Página 12, cita un trabajo de Alejandro Vanoli y Augusto Magliano (h) donde se señala que “la presencia del lobby financiero en las altas esferas gubernamentales (de Estados Unidos) es un hecho que viene ocurriendo desde la administración Clinton”. Y enumera a los colaboradores en materia económica de los sucesivos presidentes Clinton, Bush y Obama, cuya mayoría decisiva proviene del banco Goldman Sachs, uno de los grandes promotores de la debacle mundial. Estos gestores de la crisis, incluso si les concedemos el beneficio de aceptar que

actúan de buena fe, padecen una deformación profesional que

les

impide observar el acontecimiento de otro modo que no sea como una falla humana en los controles de un perfecto.

Todos

ellos

sistema económico que ellos consideran

provienen

de

universidades

que

hicieron

del

neoliberalismo un credo religioso, integran “think-tanks” donde se cocinaron

las

decisiones económicas universales a partir del “Consenso de

Washington” y adhieren dogmáticamente a los mandamientos de la escuela donde se formaron. Por lo tanto no pueden concebir la salida de la crisis sino 15


como un ajuste en las presuntas fallas de funcionamiento del mecanismo económico vigente. De modo que, con estos capitanes, quizá se logre capear un temporal, pero la proa del barco pone rumbo firmemente hacia el próximo, la nueva burbuja, la sucesiva crisis recurrente del capitalismo que ellos mismos crearán. Ya lo están haciendo sin siquiera cambiar el libreto. Fueron en 2008 las hipotecas basura, ahora se está fabricando una nueva “bicicleta” para enriquecer a unos pocos y empobrecer a la mayoría. Parece que el nuevo engendro, entre otros que está gestando la afiebrada ingeniería financiera, consiste en pólizas de seguro tóxicas que son muy rentables a corto plazo porque aseguran a ancianos y enfermos, con lo cual sus primas son muy altas. A partir de ellas se derivarán, como a partir de las hipotecas, productos de elevado rendimiento, cuyo origen se perderá en los meandros de las burocracias bancarias y los cerebros financieros. Luego costará horrores remontar este hilo de Ariadna para desandar el camino que llevó al desastre y se dirá, como algún analista del primer mundo dijo con perplejidad hace un año: “Nadie entiende esta maraña.” Entre los hilos de esa maraña se gestarán los bonus desvergonzados de unos pocos y el costo en impuestos, inflación y desocupación de la mayoría que absorberá los quebrantos. Por eso a nadie debe extrañar que las autoridades financieras globales vean con optimismo la salida de la crisis cuando las bolsas suben y hay 20 ó 30 millones más de desocupados en el mundo. Buenos Aires, 2 de octubre de 2009.

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MARADONA MAQUILLADO

¿Nadie se dio cuenta? Nadie señaló un detalle que, sin embargo, no es menor. Ninguno de los periodistas que criticaron acerbamente a Maradona por diferentes causas, en muchos casos bien fundamentadas, ni ninguno de los que se escandalizaron porque Maradona fuera Maradona, se detuvo a subrayar la circunstancia de que Maradona se maquilla para presentarse a las conferencias de prensa posteriores a los partidos y, que incluso, alguna vez apareció maquillado en el banquillo, no de los acusados sino del cuerpo técnico. Se aplica base en el rostro, o polvos de talco o, tal vez, polvos de arroz. Sin la urgencia notera de los medios convencionales, con todo el tiempo que otorga el blog, una vez que la polvareda se ha ido asentando, quiero expresar mi propia opinión acerca del “mejor futbolista de todos los tiempos (televisivos)”. Así lo califiqué en el artículo titulado “Maradona y Pinochet” de mi libro Cartas publicado

en

de

Argentina (y

otros

ámbitos),

originalmente

la revista Cuadernos Hispanoamericanos en su número de

noviembre de 2000. Ese Maradona que mostró su mano pícara y su pie mágico en el Campeonato Mundial celebrado en México en 1986, mostró su cara fea, deformada por el rencor y el afán de revancha por su previa caída en desgracia, cuando celebró su gol a Grecia en el Mundial de 1994 -unos días antes de que “le cortaran las piernas”- no con sus compañeros ni frente al público que llenaba el estadio sino ante la cámara que enviaba su imagen a los miles de millones de televidentes del acontecimiento. Ese Maradona se maquilla porque fue un futbolista televisivo y es un entrenador televisivo, incluso cuando descarga su bronca contra los que le enrostraban sus errores técnicos con una retahíla de insultos soeces que canalizaron su propia incapacidad y su impotencia. Ese Maradona no es culpable de sus actitudes 17


pero tampoco inocente, es un cómplice. Es cómplice de la explotación comercial y mediática de su imagen que el sufre y usufructúa. Así como admiré al futbolista, admiré la ductilidad de su pie izquierdo y también su inteligencia innata para ver el fútbol dentro de la cancha, no puedo menos que rechazar al personaje público que opina sobre todo porque sobre todo le preguntan. Habla sin tino, se contradice y a veces la flauta suena cuando acierta con una picardía innata adquirida en su barrio popular. Él no es culpable de tener que opinar sobre la guerra de Irak, sobre Fidel Castro o sobre mecánica cuántica, los culpables son los periodistas que le preguntan lo mismo a él, a Charlie García, a Fito Páez y a Beatriz Sarlo, en lugar de preguntar sobre esos temas a politólogos y físicos, y a él de fútbol, a Charlie y Fito de rock y a la Sarlo de literatura. No es culpable pero disfruta opinando. No es culpable pero no es inocente, es cómplice. Por eso, porque no me gusta el personaje mediático, traje a colación a su figura en 2000, cuando ningún periodista se acordaba de él y tuve que enterarme por un sueltito de cinco líneas de la cuarta página (es decir de la izquierda) de un suplemento deportivo, que nuestro querido y admirado Diego sufría con un tratamiento de desintoxicación impiadoso en una clínica de la isla de Cuba. Entonces quise convertirlo en protagonista de un artículo de una revista internacional de cultura porque ese ser humano olvidado por el éxito sí merecía que se reflexionara sobre él y sobre la vanidad y transitoriedad de toda gloria. Pero Maradona, un intuitivo de la fama, tiene más vidas públicas que el gato y se las arregló, sin duda con una gran dosis de voluntad, para volver una y otra vez a la cresta de la ola mediática. En su último intento, para conseguir su objetivo, tuvo la habilidad de especular con los intereses creados del presidente de la Asociación de Fútbol Argentina (A.F.A.), que quería poner un tapón incontestable a su enemigo Carlos Bianchi, a quien la enorme mayoría de aficionados al fútbol reclamaba para dirigir la selección. También aprovechó las ambiciones de Carlos Bilardo, que accediendo al cargo de manager se esperanzaba con una defección de Maradona: un portazo caprichoso ante el menor contratiempo, una recaída en sus adicciones a causa 18


de la presión que sufriría, una debilidad de su corazón dañado... De ese modo Bilardo podría volver a ocupar el cargo de seleccionador nacional que le serviría de puente de plata para su objetivo último: desbancar a Grondona y reemplazarlo en la presidencia de la A.F.A. La estrategia, por ahora, no les ha resultado favorable, ni a Bilardo ni al dudoso prestigio de Julio Grondona. Maradona sigue firme en su obsesión de volver a ser el mejor del mundo, esta vez como entrenador –cargo para el que me atrevo a opinar que no tiene ni formación ni condiciones naturales- sin medir el riesgo de que él y sus pupilos se dirijan al desastre deportivo, ni importarle que el prestigio futbolero nacional y los buenos aficionados padezcan con el espectáculo del juego miserable que practica el equipo. El artículo de mi firma citado es una especie de “vidas paralelas” entre Maradona y Pinochet referida a los personajes públicos y a su fama, no – líbreme dios de ello- entre sus comportamientos, su capacidad para el daño y la responsabilidad en actos aberrantes. Pinochet era una alimaña que hacía el mal a los otros. Maradona es un animalito espontáneo aunque no sin malicia, errático, que hace daño sin conciencia de ello y que es autoagresivo. La exigencia de la sobreexposición y de la fama puede con el equilibrio psicológico del muchachito natural que salió de la villa y lo empuja al refugio de los paraísos artificiales. Lo que en definitiva busco decir y a ello vamos llegando, es que ni el falso escándalo de medios conservadores y periodistas plumíferos ante los dichos de Maradona –escándalo hipócrita porque ellos saben puntualmente que ese Maradona es el mismo que elevaban a la cumbre de la sabiduría nacional y porque los propios dichos dispararon ventas y ratings- ni la elaborada exculpación de Maradona que ensayaron los medios progresistas, resiste el menor análisis. Me excuso de comentar la reacción de los primeros, no sólo por su difusión masiva sino porque cualquier televidente, radioescucha o lector inteligente pudo sacar sus propias conclusiones y señalar al verdadero culpable. En cuanto a los medios progresistas, no son muchos y tienen menor difusión, por lo cual me voy a detener un poco más en sus razonamientos.

19


Los dos argumentos fuerza de estos críticos fueron: a) Maradona fue soez en público, pero también lo fueron Carlos Reutemann y Francisco de Narváez, dos políticos de tercer o cuarto orden a los que la prensa y la inversión publicitaria dan cierto relieve. b) Maradona es un ángel de inocencia, un puro que dice con sinceridad lo que piensa, a los jugadores, a su mamá y al universo. En relación con el primer punto exculpatorio diré que el hecho de que políticos tartajeantes, que dificultosamente hilan una frase en “argentino” coloquial (como tantos políticos nacionales, o internacionales en sus propias jergas, y entre los nuestros podría señalarse como otro buen ejemplo al Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) el hecho de que esos políticos apelen a groserías de muy bajo nivel para manifestar su rencor y el odio a sus rivales, no exculpa a Maradona por sus dichos. Que dos, o tres, o cien políticos de cultura paupérrima sean groseros y den un mal ejemplo no disculpa a Maradona por su grosería y por el mal ejemplo que él dio. A lo sumo podrá decirse que el ejemplo cunde. Pero además, en el caso de Maradona hay un agravante -del que no lo responsabilizo a él porque yo sé que Maradona es Maradona, aunque los periodistas escandalizados simulen ignorar esa circunstancia- y es que mientras que los dichos de Reutemann y de de Narváez, son de ámbito barrial, provincial o, con mucho optimismo, nacional, los de Maradona son de orden mundial. Las alusiones de Maradona a determinadas prácticas sexuales que él parece disfrutar, han dado, como se suele decir, la vuelta al mundo. Para finalizar, y en relación con el segundo argumento de los progresistas, según el cual Maradona es un ingenuo que se limita a decir espontáneamente lo que se le pasa por la cabeza, creo que se equivocan en su análisis, sea éste sincero o interesado. Maradona no es inocente, no es una víctima de la fama o, al menos, no es sólo víctima. Maradona es víctima y es victimario: ¡Maradona se maquilla! Buenos Aires, noviembre de 2009.

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LA DERECHA NUNCA SE EQUIVOCA

“Mauricio se volvió a equivocar” juzgó Margarita Stolbizer con el ejercicio del pensamiento flácido que distingue a los miembros de la Unión Cívica Radical. Si la Stolbizer no fuera tan afecta a las delicuescencias típicas de sus correligionarios, podría haber dicho con más acierto: “Mauricio es un político torpe”, o “Mauricio es tan perezoso que es incapaz de analizar por sí mismo los antecedentes de los candidatos a sus ministerios y se deja aconsejar mal”, o “Macri tiene compromisos ocultos con poderes fácticos que está obligado a respetar.” Porque si algo está claro es que el Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires no se equivocó con la designación del “Fino” Palacios ni con la de Abel Posse. Nombró a los personajes acordes con su ideología, la ideología de derecha reaccionaria que tiene como socios a policías corruptos e ideólogos cavernícolas. La derecha argentina es cerril. No es una derecha civilizada como, podríamos decir, lo es la de Convergencia Democrática de Catalunya. Convergencia es una derecha moderna, puesta al día, tolerante con las costumbres de la nueva sociedad que,

indefectiblemente,

más

allá

de

las

rémoras

del

pasado que

ralenticen su avance legal, terminarán por convertirse en derecho. Convergencia tiene detrás muchos años de burguesía industrial y de pensamiento europeo. Incluso se permite el lujo un poco old-fashioned de que integren sus filas algunos personajes ilustrados. La derecha argentina está mucho más emparentada con los enclaves tardofranquistas más reaccionarios que hay enquistados en el Partido Popular español. Entre estas dos derechas peninsulares –Convergencia y Partido Popular- hay diferencias de forma y una coincidencia esencial: ambas tienen como 21


objetivo fundamental, como no podría ser de otro modo, la acumulación capitalista, porque son partidos que representan la ideología del capitalismo. Las diferencias formales hacen a su convivencia con la sociedad y a la preparación intelectual de sus miembros. En el primer caso se refieren, por ejemplo, a la tolerancia mayor o menor en relación con el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, por aludir a dos temas de actualidad. En cuanto a la formación intelectual es la consecuencia de la vía de acumulación elegida. Los partidos de la derecha moderna europea deben llegar a la rentabilidad a través de procedimientos más o menos complejos. Suelen manejar empresas e ingenierías financieras complicadas que requieren un alto grado de capacitación profesional, lo que no implica que desdeñen las vías rápidas, como la del soborno, si hay ocasión para ello. Son parientes, valga por caso, de los jóvenes brillantes de Enron, tantos años luz y norte de la empresa norteamericana innovadora hasta su bancarrota fraudulenta. En cambio, la derecha carpetovetónica peninsular es primitiva, está formada por individuos toscos que se acostumbraron a hacer dinero a través del amiguismo, de su llegada a los caciques locales, a los alcaldes, a los consejos deliberantes formados por parientes y socios de intereses creados. Hacen dinero con la construcción de baja calidad, con la información privilegiada de la traza de la futura carretera, con la recalificación de tierras rurales en urbanizables. La derecha argentina más rancia también, como la del Partido Popular español, está acostumbrada a hacer dinero fácil, en este caso gracias a la renta diferencial del campo o a los contratos de privilegio con el Estado, sólo dos ejemplos de entre los declarables. Sin sutilezas se atribuye a sí misma la condición de civilizada y confina a los demás del otro lado de la verja del zoológico. Tilda a estos últimos de “aluvión”. No obstante, los “civilizados”, como el señor Biolcatti o el señor Llambías, también forman parte del aluvión, pero del aluvión que bajó de los barcos. Son hijos y nietos de pastores y de destripaterrones. Pero son blancos. Los otros, los del aluvión que llegó a la metrópolis portuaria por tierra, desde la periferia del país y 22


desde países limítrofes, también son hijos de pastores y de campesinos, pero son oscuros de piel. Aunque la mayoría de las veces saben expresarse mejor que los señores Biolcatti y Llambías, y son más finos de maneras y de espíritu. Pero los Biolcatti, Llambías, Martínez de Hoz y otros apellidos de postín en esta banlieue del mundo y que en Europa no significan nada, son los patrones y aquellos los peones. Son patrones que arreglan la rebeldía paternalmente, sin hacer mucho daño, un cachetazo bien dado del “patroncito” sirve para poner en vereda al “pion retobau”. Y cuando los “piones” se juntan para resistir, entonces para eso tienen a las “guardias blancas”, que aún no son necesarias en la pampa húmeda pero que funcionan eficaz y sigilosamente en lugares más alejados de las resonancias mediáticas, como el noroeste del país. La derecha moderna usa de la democracia como lo que ésta ha llegado a ser, el sistema político propio del capitalismo sin afuera, que es el tardocapitalismo. Maneja sus intereses con herramientas legales bien aceitadas y bien usadas por los estudios jurídicos prestigiosos que asisten al poder económico. La derecha cerril, como es la castellana y la argentina, apela rapidito al golpe de estado. Ahora les cuesta más lograrlo en países como España o Argentina, pero nunca pierden ni la esperanza ni los reflejos condicionados. Mauricio Macri llegó al poder con la imagen de la derecha moderna, eficiente y gestionaria. En realidad llegó al poder con la imagen de la derecha cool, divertida. La que imita a Freddy Mercuri –Abel Posse no lo aprueba- y baila el baile de la silla con Micheletti ¿o era Michetti? Los asesores construyeron la imagen, pero el jefe de esa derecha que no sólo es cool sino incoolto tiene sus aliados en la derecha argentina realmente existente, es decir en la policía corrupta, en los ideólogos atrabiliarios y en la jerarquía reaccionaria de la Iglesia, igualito que la derecha dentro de la derecha del Partido Popular español. Son los que quieren la reconciliación nacional y el olvido sin que se juzgue a los asesinos, los que aprueban el golpe de estado de Michetti ¿o era Micheletti? como ensayo para el futuro de América Latina, los que aplauden el pedido de seguridad jurídica sólo para la patronal así como la 23


remembranza nostálgica de los años de entrega menemista, en versión del procónsul Valenzuela. Éste, un converso del latinoamericanismo setentista, hoy funcionario de la potencia imperial que regentea Obama y que en nada se diferencia de la regencia de Bush, salvo en la forma más superficial: estilo primitivo carpetovetónico la de Bush y estilo chicos lindos de Enron la de Obama. La derecha no se equivoca. Elige siempre bien. En todo caso puede admitirse que hay dirigentes hábiles y otros torpes. Los hábiles cubren las apariencias apelando a personajes diplomáticos, los torpes seleccionan a cavernarios irritantes como Posse. Los hábiles usufructúan la economía oligopólica y cartelizada para fabricar inflación y apropiarse de la renta de los asalariados, lo que le resulta más fácil y menos riesgoso que invertir para aumentar la producción y bajar costos. Después claman por devaluaciones para “recuperar competitividad” licuando salarios y pensando en el dólar de las exportaciones, no en el mercado interno. Los trogloditas “descabezan gobernadores”. La derecha no se equivoca nunca. “La economía neoliberal fracasó” dicen los críticos ingenuos del sistema vigente. No lo dicen, por supuesto, los economistas “independientes” a sueldo del poder económico que perseveran en su elogio como si nada hubiera pasado en los últimos treinta años. Los heterodoxos bienintencionados afirman severamente que se ha comprobado que la copa llenada con la asignación de recursos más eficiente posible, o sea la del mercado, no derramó y esto es un fracaso. Del mismo modo afirman que “el modelo cavallo-menemista de la convertibilidad fracasó”. Ni la economía neoliberal ni el modelo de la convertibilidad fracasaron. Ambos fueron un éxito rotundo. Porque la primera, más allá de tener algún mentor intelectualmente brillante, como Friedrich von Hayek (no como el bluff

Cavallo)

aunque

ideológicamente

penoso,

nunca

pretendió

sinceramente que “la copa derramara”, ese era el mensaje instalado por la propaganda pagada por ellos para consumo del vulgo. La finalidad del neoliberalismo (como del cavallo-menemismo) era dar un nuevo salto adelante en la concentración de la riqueza en pocas manos, producir 24


desocupación, disciplinar al factor trabajo, revertir las modestas conquistas que las clases populares obtuvieron del capitalismo del “estado benefactor” asustado con la frontera del comunismo. Lo consiguió la “convertibilidad” y lo consiguió y lo sigue consiguiendo el neoliberalismo, hoy más vigente que nunca, con las crisis recurrentes del capitalismo. Los más ricos se enriquecen más, los más pobres se vuelven indigentes, y las clases populares, así como la pequeña clase media, se convierten en pobres. La pirámide de la distribución se ensanchó en la base. Hoy hay millones de excluidos y millones de pobres “que tienen trabajo”. Por eso, pese a la “ingenuidad” de Margarita Stolbizer, Mauricio Macri podrá ser torpe pero no se equivoca.

Enero 2010.

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LA INSEGURIDAD COMO ACONTECIMIENTO

La nueva Insecuritas Uno de los principales motivos, si no el principal, que tuvo el hombre para construir ciudades fue el de protegerse del peligro. “Las murallas, los fosos y las empalizadas marcaban la frontera entre el ‘nosotros’ y el ‘ellos’, entre el orden y la naturaleza salvaje, entre la paz y la guerra: quienes quedaban al otro lado de la barrera sin que les estuviera permitida la entrada eran enemigos”, dice Zygmut Bauman3. Sin embargo hoy, sus habitantes perciben la ciudad como un lugar que ya no es seguro. La ciudad se asocia con el peligro y, curiosamente, el campo, el “afuera”, se vincula con la paz, con la no violencia, con un grado de seguridad relativamente superior al que se atribuye a la ciudad. Diken y Laustsen, citados por Bauman4, llegan a interpretar que el vínculo milenario entre civilización y barbarie se ha invertido, y que la vida en la ciudad vuelve al estado de naturaleza hobbesiano; el urbanita del siglo XXI vive en el dominio del terror oprimido por el miedo omnipresente. El mismo pensamiento subyace en el ensayo que Umberto Eco dedica a una teoría que, además de él, han abordado otros prestigiosos analistas de la realidad: la del “neofeudalismo”, es decir la que describe la sociedad del tercer milenio como una estructura asimilable en muchos de sus aspectos al Medioevo. Eco refiere como un rasgo característico de nuestra realidad la “insecuritas”, una de las angustias típicas del milenarismo. La inseguridad atenazaba el espíritu del hombre medieval que “erraba por los bosques de noche y los veía poblados de presencias maléficas, no se aventuraba fácilmente fuera de las zonas habitadas, iba armado, condiciones de las que 3

Bauman, Zygmut, Vida líquida, Paidós, Buenos Aires, 2006.

4

Ídem.

26


está cerca el habitante de Nueva York (o el de Buenos Aires o el de Río de Janeiro, decimos nosotros), que a partir de las cinco de la tarde no pone los pies en el Central Park o procura no equivocarse para no tomar un metro que lo deje en Harlem, ni toma solo el metro a partir de la medianoche, ni mucho antes si es mujer5”. También Furio Colombo, en su ensayo sobre la misma hipótesis de medievalización, se refiere al territorio exterior a los “nuevos castillos”, nombre con que designa a los grandes conglomerados tecnológico-económicos formados alrededor de la industria electrónica, nuclear y armamentista. “Todo el resto (o sea el exterior a los conglomerados que llama ‘tecnoestructuras’)

quedaría

abandonado

a

‘gobiernos

locales’,

cuya

identificación nacional llegaría a ser todavía menos importante que su identificación política (…) Y la totalidad del territorio expuesto al control superior y remoto de los nuevos bloques (tecnoestructuras) quedaría vietnamizado (…) en el sentido de quedar abierto y disponible para cualquier clase de conflicto y para cualquier clase de operación de poder (…) La vietnamización sería la perspectiva de acuerdo con la cual se consideran sacrificables (para el choque, para la destrucción) los territorios que no son la sede principal de las concentraciones tecnológicas6”. En las zonas vietnamizadas, que Colombo denomina “zonas de sufrimiento”, tendría lugar el drama de la vida como lo percibimos con nuestra mirada miope (por lo cercana, por la imposibilidad de nuestra mirada para tomar vuelo y adquirir la perspectiva cenital que nos permitiría abarcar el conjunto de la estructura con los asentamientos de los “Nuevos Castillos”). En estas zonas de sufrimiento o, incluso, “de indiferencia” porque el nuevo poder refugiado en los “Castillos” las ha abandonado a su suerte, los habitantes extramuros del nuevo Medioevo vivirían el drama del peligro, la inseguridad y la violencia “mientras los televisores transforman el dolor en espectáculo difuso, descentrado e

Eco, Umberto, “La Edad Media ha comenzado ya”, in La nueva Edad Media, Alianza Editorial, Madrid, 1984. 5

Colombo, Furio, “Poder, grupos y conflicto en la sociedad neofeudal”, in La nueva Edad Media, Alianza Edito- rial, Madrid, 1984. 6

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individual del horror7…”. En las zonas vietnamizadas el control del orden estaría a cargo de las “nuevas compañías de aventureros: la policía8” (y los cuerpos armados de la seguridad privatizada que cuando Colombo escribió su ensayo, treinta años atrás, no se habían aún difundido en la medida en que lo están hoy.) Colombo dice que la policía, y los escuadrones privados agregamos nosotros, se constituyen en bandas armadas y se despliegan por los territorios sin ley porque se han convencido de que ellos mismos son material de desecho en las zonas extramuros de los “Castillos”. Allí, sin diferencia entre tiempo de servicio y tiempo libre, están expuestos a morir, y por lo tanto comprenden que pueden reorganizarse en agrupamientos que buscan la forma de lucrar con el delito y de matar sin los límites que les supone la ley. Colombo pone como ejemplo de una adelantada de este comportamiento a la policía de Río de Janeiro. Hoy, y desde hace muchos años, nosotros podemos enriquecer el género con nuestra policía bonaerense.

La “cuartelización” de la ciudad De modo “que las fuentes del peligro se han trasladado al corazón mismo de la ciudad (…) La guerra contra la inseguridad, los peligros y los riesgos se libra ahora en el interior de la ciudad y es dentro de ella donde se definen campos de batalla y se trazan las líneas del frente9.” Trincheras, búnkeres y fosos que en su origen tenían la finalidad de mantener separado al extraño, al diferente, hoy, en que el “enemigo” ya está dentro de la ciudad, forman parte del paisaje urbano habitual. La arquitectura del miedo y la intimidación avanza sobre el espacio público y lo transforma en áreas cerradas y vigiladas. 7

Ídem.

8

Ídem.

9

Bauman, Zygmut, ob. cit.

28


En relación con esta nueva ciudad fragmentaria Giuseppe Sacco, geógrafo y, no casualmente, profesor en Siena con sus contrade10, nos dice que “Desde el punto de vista de la morfología urbana, resulta así evidente un regreso a la situación e incluso a la concepción medieval de la ciudad dividida en ‘cuarteles’, perteneciente cada uno de ellos a una familia o clan, cuyas leyes y códigos de comportamiento se forman autónomamente en lugar de venir impuestos del exterior11.” Esta ciudad postmoderna configura la contracara de la ciudad tradicional que fue lugar de integración de comunidades disímiles. Hoy, por estas ciudades fragmentadas, que van en vías de constituir una megalópolis global, deambulan individuos y grupos difusos e inestables que la guetización expulsa y convierte en parias amenazadores. Desregulación urbana, desregulación tecnológica: encuentros humanos fortuitos entre mendigos y conductores mediados por el parabrisa en el infinito suburbio postindustrial, tierra de nadie poblada por fantasmas. Encuentros virtuales buscados pero ocasionales y azarosos, mediados por la computadora, para comerciar, para mantener intercurso sexual, para concertar operaciones financieras, para delatar a un sospechoso. Sociedad desmigajada que multiplica los mensajes vacíos de contenido. Pero Sacco, pensador anterior a las flacideces del “pensamiento débil” de la postmodernidad, uno de cuyos apotegmas difundidos Urbi et Orbi por la publicidad mediática es el de los “finales”, entre ellos el del “Fin de la Historia” y el eterno presente, afirma que “No se puede pertenecer a una generación determinada, vivir en un siglo determinado, sin tener –consciente o inconscientemente- una interpretación del pasado, una posición con respecto al presente, un proyecto para el porvenir. Y no seríamos hombres de este siglo (…) si no tuviésemos una idea de la sociedad considerada deseable, y construida histórica y dialécticamente12.” El urbanista Sacco está convencido

10

Contrade, plural de contrada en italiano, arcaísmo, sinónimo de quartiere o rione (= barrio) que ha perdurado en algunas ciudades italianas, particularmente Siena. Las contrade participan con sus divisas en la tradicional Corsa al palio. Nota del Autor. 11 Sacco, Giuseppe, “Ciudad y sociedad hacia la nueva Edad Media”, in La nueva Edad Media, Alianza Editorial, Madrid, 1984. 12

Idem.

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de que la morfología de la ciudad puede condicionar la cultura de una sociedad. Una ciudad “cuartelizada” fomenta la fragmentación y empobrece los intercambios, que se reducen a aquellos que mantenemos con quienes consideramos nuestros iguales. Una ciudad abierta, por el contrario, favorece los encuentros, la confrontación de las diferencias y la integración, con el consiguiente enriquecimiento cultural. Todavía sobrevive una generación que habitó en la ciudad anterior a los barrios cerrados y las plazas enrejadas. Una generación que conoció la urbe burguesa industrial, que aunque estaba lejos de la ciudad ideal, le permitió educarse no sólo en el hogar y en la escuela sino en la plaza pública, donde una sociedad interclasista y, en países de acogida como Argentina, interracial, se comunicaba e intercambiaba experiencias de vida en lo que Sacco llama “la forma urbana de una sociedad libre.”

Las causas del miedo El habitante de la ciudad postindustrial vive atenazado por el miedo. Las causas del miedo son múltiples pero hay un orden jerárquico muy riguroso, una especie de “canon” del pavor instalado sin lugar a cuestionamientos por el aparato mediático. El sistema de medios pagados por la publicidad son esclavos del rating y el sufrimiento vende. El rubro que ocupa sin rivales la pole-position es el crimen. Apenas cede la primacía transitoriamente ante acontecimientos extraordinarios: tsunamis, terremotos, catástrofes aéreas o atentados terroristas cuyo número de víctimas considere el jefe de programación relativamente significativo como para conmocionar al público; pandemias real o potencialmente deletéreas. A medida que va perdiendo fuerza el efecto shock del suceso catastrófico puntual, las emisoras reducen su cuota de pantalla y lo retiran de los horarios centrales, los diarios y revistas recortan el centimetraje que le asignan y lo relegan a páginas interiores. Entonces el crimen vuelve al primer lugar. El crimen es un corredor de fondo. 30


Los medios usan el crimen con un doble propósito: vender, y si mantienen algún contencioso con el poder o responden a partidos de oposición que aspiran a hacerse con él, desgastar al gobierno. Estos miedos y amenazas que esgrimen los medios para intimidar-captar al consumidor-ciudadano, son presentados regularmente por los informadoresdesinformadores en forma de noticia descontextualizada, salvo en los pocos casos de investigaciones periodísticas serias que nunca van en bandas horarias de alta audiencia ni en canales masivos. Se las suele relegar a horarios marginales y a emisoras minoritarias, porque la noticia deja de ser entretenimiento cuando se la analiza rigurosamente. Los cataclismos se atribuyen, como regla casi sin excepciones, a la fatalidad, a causas naturales, y si no se responsabiliza de ellos a la ira divina es porque Dios, últimamente, no tiene buena prensa. Jamás asistimos en los massmedia a un análisis de la concatenación de causas y efectos producidos a lo largo del tiempo que coadyuvan a los factores naturales o que son responsables directos de la catástrofe. Para los hacedores de noticias la catástrofe es un acontecimiento presente en el tiempo y en el espacio (no importa dónde ni cuándo ocurra el hecho). No hay Tiempo, no hay Historia, no hay responsables por el camino y todo ocurre aquí y ahora en dos dimensiones. En cuanto al accidente tecnológico el periodismo lo atribuye, también casi sin excepciones, al fallo humano. El diseño, los materiales, los cálculos erróneos en la cadena de producción quedan para estudios lentos y tediosos de los que raramente se informa. Los resultados de los informes se asordinan en los gabinetes de los investigadores y en los laboratorios de pruebas. Si alguna vez se sabe algo es a través de revistas científicas de escaso tiraje y dirigidas a especialistas. A la vez hay una tendencia en los medios a minimizar el accidente tecnológico. Por sobre la visión de los hierros retorcidos del choque en cadena en la autopista, predomina la imagen del automóvil potente y de la obra de ingeniería. Vemos a un conductor intrépido que acelera de cero a cien en cinco segundos y a ingenieros con casco que observan sonrientes y solícitos al 31


gobernante que corta la cinta que inaugura el nuevo viaducto. La noticia del accidente es la noticia de un acontecimiento cuyo único responsable es el conductor que se saltó la divisoria y cayó en la contramano, o la niebla inoportuna. Llegan las ambulancias y se llevan a las víctimas, viene la grúa y levanta los despojos de la técnica, despejan la ruta y todo sigue igual. Visto y no visto, un punto en la pantalla, un acontecimiento en el paisaje de dos dimensiones. Sin embargo, la tecnología conlleva una especie de contra tecnología que es el accidente tecnológico. Paul Virilio dice: “Innovar el navío es innovar el náufrago; inventar la máquina de vapor, la locomotora, es, además, inventar el descarrilamiento, la catástrofe ferroviaria (...) Sin hablar en absoluto de esos riesgos tecnológicos mayores resultantes del desarrollo de las industrias químicas o nucleares…13. No se trata de rechazar la innovación, no se trata de volver al arado de una reja que, al fin y al cabo, también se llevaba a veces un pie por delante, se trata de evaluar con ecuanimidad las mejoras funcionales y los riesgos del cambio, no quedar cautivo de la obsolescencia programada ni del imperio de la tasa de rentabilidad. En lo que toca al terrorismo, se trata de una amenaza con un causante identificado: hoy por hoy el Gran Terrorismo es el árabe, mañana se verá. Es una ventaja saber quién es el enemigo pero, felicidad precaria, sus objetivos son difusos. Están dispersos por todo el planeta. Es verdad que hay objetivos prioritarios que están más o menos identificados: la metrópoli imperial, las personas y bienes del enemigo judío, pero los objetivos secundarios son innumerables y su localización impredecible. Su vecino de departamento puede ser un agente del terrorismo o del contraterrorismo y objetivo potencial de uno u otro, y usted convertirse inopinadamente en “daño colateral”. Entonces, vemos que para el aparato establecido del poder económico y sus divulgadores mediáticos hay amenazas que tienen una visibilidad absoluta; el

13

Virilio, Paul, “El museo del accidente”, in Un paisaje de acontecimientos, Paidós, Buenos Aires, 1997.

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diez en la escala del cero al diez se lo lleva el crimen. Otros miedos, como el miedo a los cataclismos naturales, las catástrofes tecnológicas, las epidemias y el terrorismo, tienen una visibilidad media y ocasionalmente, ante situaciones críticas, pueden subir al primer plano. Por último, hay un gran miedo invisibilizado por los medios porque es funcional al sistema. Mejor dicho, ha sido instalado por el sistema, por la economía neoliberal, por el pensamiento de la postmodernidad, es una herramienta de dominio del factor trabajo. Se trata de la incertidumbre existencial producida por la “vida líquida”, como la llama Zygmut Bauman: “…la vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante14”. La “vida líquida” deriva de la “modernidad líquida”. En la sociedad “moderna líquida” reina la inestabilidad. Sus miembros no han llegado a automatizar los comportamientos obligatorios ayer, que hoy ya deben desaprenderlos e incorporar nuevas rutinas. No hay capital de conocimientos; antes que un valor la experiencia se ha vuelto un disvalor. En la evaluación permanente casi más grave que desconocer el procedimiento novísimo es no haber sido capaz de olvidar el que acaba de volverse obsoleto. No hay posibilidad de conjeturar sobre el futuro. Estamos ante la “elasticidad laboral”, la “polivalencia funcional” y la “deslocación” que impuso como un logro de la independencia individual el neoliberalismo. En América Latina las pusieron en práctica a sangre y fuego los sicarios militares y las continuaron los gobiernos civiles oportunistas, débiles, complacientes y corruptos, y en Europa la socialdemocracia funcional al capitalismo más salvaje. “La vida líquida es una vida devoradora. Asigna al mundo y a todos sus fragmentos animados e inanimados el papel de objetos de consumo: es decir, de objetos que pierden su utilidad (y, por consiguiente, su lustre, su atracción, su poder seductivo y su valor) en el transcurso mismo del acto de ser usados. Condiciona el juicio y la evaluación de todos los fragmentos 14

Bauman, Zygmut, ob. cit.

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animados e inanimados del mundo ajustándolos al patrón de tales objetos de consumo15”. “Consumidor” y “objeto de consumo”, el habitante del mundo moderno líquido vive en un estado de ansiedad perpetua, siempre al ataque y siempre a la defensiva porque la fluidez del entorno lo pone en peligro continuo de deslizarse de la condición de consumidor a la de objeto de consumo y, dada la corta vida útil de estos objetos en el mundo líquido, de convertirse a breve plazo en material de desecho. “La vida líquida se alimenta de la insatisfacción del yo consigo mismo (…) La crítica es autorreferencial y dirigida hacia el propio interior, como también lo es la reforma que dicha autocrítica exige y provoca16”. No es extraño, por lo tanto, que el hombre que vive la “vida líquida” del siglo XXI sea un individuo desasosegado, no sólo por efecto de la manía ambulatoria adquirida voluntariamente (profesiones globales, congresos globales, conferencias globales,…) o involuntariamente (“deslocaciones” laborales, migrantes por causas políticas, económicas o por destrucción ambiental de su hábitat) sino por la incertidumbre acerca de su futuro: hoy en un puesto de una tarea que mañana se convierte en inútil, obligado a someterse a cursos de recapacitación que lo abocan a la angustia de recibir aprobaciones o rechazos a edades en que el individuo tendría que dedicar sus fuerzas físicas y mentales a asentar su posición social y emocional, y con el riesgo constante de ser considerado inservible para el cambio y, por lo tanto, material de desecho. Aunque con una única certidumbre: que inevitablemente llegará una edad de la vida, casi con seguridad no avanzada, cuando el individuo aún se siente en plena posesión de sus facultades, que el sistema lo enviará, sin remisión, al tacho de la basura. Fracaso garantizado. Este miedo, el mayor de todos, el poder y sus medios lo invisibilizan, y sus víctimas lo subliman. “A falta de comodidad existencial, hoy nos conformamos con la seguridad o con un trasunto de ésta”, según los editores 15

Idem.

16

Idem.

34


del Hedge-bog Review en la introducción de un número de la revista dedicado al miedo y citados por Bauman17. Nuestros empleos y las empresas donde trabajamos son inestables. Nuestros afectos y nuestro núcleo familiar son inestables. Son inestables nuestras redes de amigos, las integradas por seres de carne y hueso, y las virtuales. Es inestable la situación de que gozamos en la sociedad, y la expectativa de “progreso” propia de las vidas de las personas antes de que se volvieran líquidas ha sido reemplazada por el temor permanente a perder lo que se ha ganado, quiere decir que el optimismo acerca de un futuro mejor ha sido reemplazado por el pesimismo, incluso por el fatalismo que crea en el espíritu la amenaza del vacío a cada paso. Vivimos en una crisis permanente, sin respiro ni descanso. No podemos controlar el cambio que puede esperarnos a la vuelta de cada día por voluntades que no son la nuestra y que, muy probablemente, será para peor. Incapaz de soportar el riesgo constante en que se encuentra su vida, el individuo busca cómo sublimar sus miedos. Los medios le proveen constantemente

causas

sustitutas.

Le

ofrecen

zambullirse

en

el

“escudriñamiento de ‘los siete signos del cáncer’ o de ‘los cinco síntomas de la depresión’, o en la exorcisación de los fantasmas de la hipertensión arterial y de los niveles elevados de colesterol, el estrés o la obesidad18.” Buscamos salidas para nuestro temor perenne y vivimos en un estado de ansiedad a la busca de las defensas más eficaces para protegernos de peligros visibles o invisibles, reales o imaginarios. “[N]os encerramos entre muros, inundamos los accesos de nuestros domicilios de cámaras de televisión, contratamos vigilantes armados, usamos vehículos blindados (…) vamos a clases de artes marciales19.” Cuantas más cerraduras colocamos en las puertas, cuantas más precauciones tomamos en nuestra dieta para prevenir la amenaza alimentaria, cuantas más 17

Idem.

18

Idem.

19

Idem.

35


defensas levantamos contra epidemias difusas que se cuelan por las rendijas de nuestras ventanas, más peligroso sentimos el mundo. El “capital del miedo” se ha transformado en una forma de rentabilidad, económica o política. “La seguridad personal se ha convertido en un importante (puede que, incluso, el más importante) argumento de venta en toda suerte de estrategias de marketing. ‘La ley y el orden’, reducidos cada vez más a una mera promesa de seguridad personal, se han convertido en un importante (si no el más importante) argumento de venta en los programas políticos y las campañas electorales. La exhibición de amenazas para la seguridad personal ha pasado a ser un importante (quizás el más importante) recurso en las guerras de los medios de comunicación de masas por los índices de audiencia (lo que ha redundado aún más en el éxito de los usos comercial y político del capital del miedo)20.” Todos los miedos a que nos hemos referido son presentados por quienes están a cargo de difundirlos (los mass-media) y por quienes deben mediarlos y operar con ellos (las autoridades y la clase política) como acontecimientos planos, superficiales, sin profundidad e historia. Sin embargo, así como Virilio pone en evidencia que la innovación tecnológica es, al mismo tiempo, innovación del accidente, el crimen no es simplemente obra de seres diabólicos que saltan a nuestro paso en el “paisaje de acontecimientos” sino que algo tiene que ver con las condiciones de vida de los 6.800 millones de habitantes del planeta21 y que en el año 2050 serán 9.000 millones22. Algo tiene que ver con la brutal concentración de riqueza que provocó el neoliberalismo en los últimos cuarenta años, afinando la cúspide y ensanchando la base de la pirámide que ya mostraba una enorme desigualdad hacia el fin de los “Treinta años de oro”, cuando se declaró la defunción del “Estado del bienestar”. Por ese entonces, año 1974, en Argentina, el 10% de mayores ingresos de la población recibía el 21% de los 20

Idem.

21

www.prb.org.

22

www.un.org.

36


mismos, mientras que el 40% de menores ingresos percibía sólo el 23%. Hoy día, la distribución es del 35% para el decil más rico y del 12% para el 40% más pobre de la población23. Algo tendrá que ver el crimen, suponemos, con una distribución de la renta global que obliga a 3.000 millones de habitantes del mundo, o sea casi el 50% de la población total, a vivir con menos de dos dólares diarios24, y con las carencias de alimentos, agua, salud, escolaridad y oportunidades para ellos que ese ingreso per cápita significa. Alguna relación puede que tenga, o al menos eso opinan los expertos, con el lucrativo negocio de la difusión de drogas legales e ilegales, y con los contenidos violentos de la televisión y de los videojuegos. Alguna dependencia tal vez tenga el crimen de los códigos sociales de la cultura dominante, que estimulan el individualismo, el triunfo del más fuerte, el consumismo hedonista, la satisfacción inmediata y la desvalorización del futuro por falta de expectativas; que desresponsabilizan a los padres y desalientan a los maestros. En cualquier caso no cabe esperar piedad para la víctima del asaltante ocasional. Si el criminal, además de recibir los estímulos de la sociedad para copiar modelos de consumo exacerbado, fue un niño de la calle, que trabajó o mendigó desde que adquirió independencia de movimientos, que fue explotado, castigado y violado por los adultos, que nunca recibió un gesto de afecto sino desconfianza y rechazo, no se comportará con piedad y amor hacia su víctima. Si la vida del criminal no tiene valor para sí mismo no hay que hacerse ilusiones de que la tenga para él la de la víctima.

La inseguridad como acontecimiento “Existe (…) –escribe Walter Benjamin, citado por Virilio- un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus: representa a un ángel que parece tener propósito de alejarse del lugar donde permanece inmóvil. Sus ojos son desmesuradamente redondos, su boca está abierta, sus alas desplegadas. Tal 23 24

Sullings, Guillermo, “El problema de la distribución de la riqueza”, in www.igooh.com, 09/2008. www.portalplanetasedna.com.ar.

37


es el aspecto que debe necesariamente tener el ángel de la Historia. Tiene el rostro vuelto hacia el pasado. Allí donde se nos presenta una cadena de acontecimientos él no ve más que una sola y única catástrofe que no cesa de acumular ruinas y que las lanza a sus pies. (…) Desde ahora no hay más relieve que el acontecimiento, al punto de que el horizonte temporal se establece sólo por la línea de la cresta de las anécdotas y los hechos menores de un presente sin futuro, cuyo único heredero parece ser la ciencia estadística25.” El “fin de la Historia” (que implica el fin del Tiempo y del Espacio), la idea filosófica inspirada por la caída del muro de Berlín -hecho simbólico que pautó la implosión del comunismo realmente existente- gozó de inmediato de una fulgurante popularidad. Idea que además de contenido filosófico tiene intencionalidad política, como veremos después, y un sustento, o tal vez mejor un sustrato, tecnológico: la aceleración del transporte físico que ha achicado las distancias geográficas y los tiempos pero, sobre todo, la televisión y la informática cuya realidad virtual ha convertido todo acontecimiento en presente. Todo lo que sucede, sucede en tiempo real, aquí y ahora, y simultáneamente. Junto con el “fin de la Historia” se declara políticamente el “fin de las ideologías”. La derrota del comunismo y el triunfo del capitalismo, que sus ideólogos consideran definitivo e irreversible, implica el establecimiento global de un único sistema económico: el capitalismo de mercado, y un único sistema político: una democracia representativa pero en absoluto participativa, donde el papel del ciudadano se reduce a la emisión del voto periódico para renovar a los gestores administrativos. Estos se limitan a comprobar la marcha automática del sistema de mercado, que a lo sumo puede requerir de controles de rutina y ajustes menores, y de un cuerpo jurídico que dé seguridad a los inversores y que sólo precisa de retoques que le permitan adaptarse a las necesidades de la innovación tecnológica. Si el capitalismo tardío es el sistema económico definitivo y la democracia es el formato

25

Virilio, Paul, ob. cit.

38


político exclusivo para su funcionamiento, las ideologías han perimido o, aunque eso no lo admita Francis Fukuyama y otros teóricos de la democracia neoliberal, esta tolera una sola ideología: ella misma. Fredric Jameson, por su parte, cuestiona el significado que se ha atribuido al fin de la Historia proclamado por Fukuyama con tanta repercusión mediática. A su entender este no significa en realidad el fin del Tiempo sino el fin del Espacio. Las angustias o las certezas que el fin de la Historia pueden suscitar en el lector de Fukuyama no se refieren al cierre del Futuro sino a la sensación de estrechamiento del Espacio, o incluso de su agotamiento, agregamos nosotros ahora que han pasado doce años desde la publicación de El giro cultural de Jameson. Éste explica el ahogo que esa percepción de agotamiento provoca con una analogía, la del famoso ensayo The Frontier in American History de Frederick Jackson Turner. Turner, en su trabajo, se refería al fin del espacio continental que los norteamericanos, hasta la generación anterior a la suya, percibían como inagotable. En 1893, fecha de publicación del ensayo de Turner, en los Estados Unidos se había adquirido la conciencia de haber llegado a la frontera. Los límites posteriores al fin de la Guerra Fría son más extremados, no sólo porque no hablamos hoy de fronteras físicas continentales sino globales, sino también porque en esta “tercera etapa” del capitalismo, como la llama Jameson, o en el tiempo del “tardocapitalismo”, como prefiere Ernest Mandel, se ha avanzado sobre los límites al interior del capitalismo, se han traspasado las fronteras de los últimos enclaves precapitalistas: lo Inconsciente y la Naturaleza o la producción cultural y estética, y la agricultura- han sido asimilados a la producción de mercancías. En este espacio comprimido y en este eterno presente que subyacen a la idea del fin de la Historia se suceden los acontecimientos. Los importantes y los banales. Las muertes, los terremotos, los nacimientos, las revoluciones, las catástrofes aéreas, el implante de mamas artificiales a una partiquina de teatro, los devaneos sexuales de presidentes, primeros ministros y sus consortes, las trivialidades de Gran Hermano, los lugares comunes fascistas de las divas de televisión. Todo eso es el “paisaje de acontecimientos” que 39


ocurre sin cesar, siempre igual a sí mismo y, por lo tanto, sin devenir, en la pantalla de dos dimensiones, sin profundidad histórica y sin distanciamiento espacial, es decir sin espacio para la crítica: vómito multicolor y acrítico. “Para Dios, la Historia es un paisaje de acontecimientos. Para él nada sucede verdaderamente pues todo es copresente26”. Para nosotros, ahora, también es así, pero con la diferencia de que Dios no está de nuestro lado sino que juega a las escondidas detrás de la pantalla. El Tiempo, en esta etapa de la Historia del Hombre que el poder quiere que sea final, es fragmentario, de acuerdo con Jameson. “Ocurre que ‘cada fragmento… que antaño era incomprensible sin el contexto narrativo en su conjunto, hoy es capaz de emitir un mensaje narrativo completo por derecho propio27.” Tiempo fraccionario o “tiempo líquido”, como quiere Bauman, donde los bienes culturales de la postmodernidad, leves y efímeros, no cuestionan la Historia ni proyectan un futuro. Son obras apolíticas, hechas para no durar, como las instalaciones que parecen concebidas sólo para entretener; el arte como espectáculo. Una instalación reemplaza a otra hoy, o mañana que es igual a hoy, y todo se olvida. En el futuro sólo espera el tacho de la basura. En este paisaje de acontecimientos el crimen es la estrella. Ante nosotros desfilan, todos contemporáneos, crímenes ocurridos en lugares distantes entre sí y en tiempos distintos. Las escenas nos desbordan con su simultaneidad. Nuestro corazón está a punto de estallar ante tanto dolor y sevicia. Felizmente nos alivia saber que, en el fondo, todo lo que vemos es mentira. Hacemos una prueba: cambiamos el canal y nos encontramos con una película que muestra exactamente lo mismo que el noticiero. Nos emocionamos otra vez, la angustia nos sube hasta la garganta pero aparece la palabra “Fin” y pasan los créditos. Suspiramos aliviados. Volvemos al noticiario. Una bomba destinada a cazar terroristas cae sobre una sala de

26

Idem.

27

Andrade, Jorge, Cartas de Argentina y otros ámbitos, Ediciones Biebel, Buenos Aires, 2009. 40


fiestas donde se celebra una boda. Hay decenas de víctimas, entre ellas los contrayentes y los niños del cortejo. Un portavoz de las fuerzas atacantes pone en duda la cantidad de víctimas así como que no fueran todos terroristas. Finalmente lamenta el hecho pero lo justifica alegando que se trata de la represalia por un ataque terrorista previo. Manifiesta su pesar por los daños colaterales y expresa sus condolencias a los familiares de las víctimas inocentes. Observamos con indiferencia. Nada es verdad, todo es ficción. Ahora vuelven al primer plano los crímenes locales. Se han verificado varios asaltos violentos con muertos y heridos. Nos informan someramente acerca de la familia y las actividades de las víctimas. Era gente como nosotros. ¡Barbas en remojo, mañana puede ser nuestro turno, estemos alerta! Nada nos dicen de la historia de los criminales, nada acerca de dónde nacieron, de cómo fue su vida. No se pide para ellos juicio justo, punición justa, reeducación y reinserción social. Se pide venganza. Y para que no queden dudas de la ecuanimidad del reclamo se recurre al criterio de autoridad: el aparato se llena de la imagen rutilante de las vacas sagradas de la televisión. Tienen amplio espacio para dar a conocer sin apelaciones su pensamiento de refinada juridicidad: ley del Talión. Cambia la pantalla. Un comentarista excitado anuncia el clásico de fútbol que se trasmitirá seguidamente. No obstante “[e]l atentado del Estado no es jamás un éxito público sino siempre un fracaso del poder público, la prueba de una debilidad congénita de la violencia legal, violencia del derecho, de un ‘buen derecho’ democrático que trata de oponerse a la violencia del no-derecho, a lo arbitrario, a la anarquía de las pasiones individuales o colectivas. Si el Estado político

se

vuelve

él

mismo

pasional,

si

ha

recurrido

oficial

y

sistemáticamente al crimen, se engancha en un procedimiento suicida que lo lleva a su caída, a la anarquía militar; ese reino de una tiranía doméstica de la cual la historia da múltiples ejemplos, desde la Antigüedad hasta los recientes acontecimiento de América Latina, el difícil retorno a la

41


democracia en la Argentina o en Nicaragua28.�

Buenos Aires, marzo 2010.

28

Virilio, Paul, ob. cit.

42


EL CAPITALISMO SERÁ DEPREDADOR O, SI NO, NO SERÁ NADA29

Me referiré ahora a los resultados ecológicos de la globalización, palabra con que el slogan propagandístico repetido hasta la saciedad emboza la reproducción del movimiento histórico de expansión capitalista. Los ejemplos del daño producido al entorno por la explotación indiscriminada del planeta son interminables. Cambio climático, desastres naturales, calentamiento global, escasez de agua potable, contaminación de las aguas, desertización, deforestación, especies invasoras (producidas por la manipulación genética), impacto ecológico a causa de guerra, polución ambiental, lluvia ácida, adelgazamiento de la capa de ozono, almacenamiento incontrolado o inadecuado de desechos tóxicos, superpoblación, son hechos de los que tenemos conciencia por la difusión que de los mismos hacen los medios pero también por experiencia directa aunque de difícil demostración. Por razones de tiempo nos limitaremos a analizar dos o tres de ellos que, no obstante, bastan para formarse una idea elocuente del modelo de desarrollo de la llamada globalización y de sus consecuencias para el patrimonio de la humanidad y las generaciones futuras. Desde que se puso en cuestión el concepto de lucha del hombre con la naturaleza, ligado a la idea del progreso indefinido de la ciencia como paradigma de desarrollo de la especie humana –idea propia del positivismo, con la que éste revive la fe de la Ilustración, que prevaleció a lo largo del siglo XIX y cuya inercia se extendió por la primera mitad del siglo XX– el medio ambiente se convirtió en materia de estudio. Estudio que abandonó los objetivos instrumentales de explotación para centrarse en la evolución del medio en sí mismo y en la interacción con el ser humano al que alberga, y que El presente capítulo sobre los daños ecológicos que produce el sistema económico capitalista globalizado, forma parte de la conferencia Globalización: realidad e imposturas, pronunciada por el autor los días 18 y 20 de junio de 2002 en la Universidad Popular de Alcorcón (Madrid). 29

43


adquirió

un

carácter

preponderante

y

se

popularizó

a

partir,

aproximadamente, de los años setenta del siglo XX, cuando se hace más evidente la híper explotación de la naturaleza y se extiende la toma de conciencia del problema. Entonces se estudian las causas, los efectos y las posibles soluciones de los deterioros y alteraciones que sufre el medio ambiente, y el proceso en su conjunto da lugar a diferentes interpretaciones y valoraciones según el enfoque, la posición ideológica y los compromisos de los especialistas que lo evalúan. Vamos a simplificar el arco de las posiciones de los opinantes, pasando por alto matices y actitudes extremas, resumiéndolas a dos. Me ceñiré a aquéllas que atribuyen los presuntos trastornos en el comportamiento del entorno ecológico a causas naturales y las que los vinculan a la actividad del hombre. Hay datos que son objetivos, como lo es el calentamiento de la atmósfera. Nadie niega, no importa cuál sea su postura, que la temperatura media de la Tierra aumentó 1º centígrado desde que empezó a medirse en 1860 hasta el año 2000. Los que se muestran interesados en desvincular dicho aumento de la presión que ejerce la especie humana sobre el planeta, estiman que el incremento

de

la

temperatura

no

está

ratificado

por

un

tiempo

suficientemente largo de mediciones. Argumentan que a lo largo de estos 140 años se produjeron variaciones cíclicas, que los antecedentes no bastan para asegurar que el calentamiento sea una tendencia y que ésta podría revertirse. Por el contrario, una observación de los científicos que atribuyen el cambio de temperaturas del planeta a causas humanas apunta que, si bien el incremento de 1º se produjo en casi un siglo y medio, la pendiente de la recta aumenta a medida que nos acercamos al presente, lo que indicaría que el incremento se está acentuando, en particular a partir de 1960, cuando el desarrollo industrial y el proceso globalizador experimentan un crecimiento explosivo. Esta comprobación se vería avalada por los datos concomitantes de otras mediciones. Por ejemplo aumento de emisión a la atmósfera de gases con efecto invernadero. En 1957 se emitieron en el mundo gases de esas características por 2.000 millones de toneladas métricas de carbón 44


equivalente. En 1987 se alcanzaron los 6.000 millones y la tendencia era fuertemente creciente. Las causas más importantes de la emisión son el mayor empleo de combustibles fósiles y electricidad, y los incendios forestales. También crece fuertemente el consumo global de energía. De 4.500 millones de toneladas métricas de petróleo equivalentes en 1971 pasó a 8.200 millones en 1996, y se estimaba que se acercaría a los 12.000 millones en 2010. De los totales, los países de la OCDE (Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo), es decir los grandes países industrializados, consumían más del 50% en 1971 y alrededor del 40% en 1996 como consecuencia del fuerte crecimiento experimentado por los países del este asiático, en particular China. La participación de los territorios de la ex Unión Soviética y de los países de Europa Central y Oriental se mantiene estable en valores absolutos pero declina en valores relativos, pasando del 22% en 1971 al 12% en 1996, estimándose que en 2010 descenderá hasta el 11%. El consumo de América Latina y África es muy débil, tanto en valores absolutos como relativos30. Hay

otras

evidencias,

según

los

científicos

integrantes

del

Panel

Intergubernamental sobre el Cambio Climático (PICC), patrocinado por las Naciones Unidas, que apuntan a que el calentamiento de la atmósfera se debe a la acción del hombre. Si la causa estuviera en periódicos aumentos de intensidad de las radiaciones solares, como sostienen los científicos escépticos acerca de la motivación humana, se calentaría toda la atmósfera; sin embargo, el modelo de calentamiento por gases invernadero aumenta la temperatura de la atmósfera interior por retención del calor, mientras enfría las capas superiores. En las observaciones del mundo real los científicos del PICC hallaron una concordancia suficientemente cercana a este modelo teórico. El crecimiento de un grado en 140 años puede parecer poca cosa, sin embargo la energía que libera es extraordinariamente grande y también lo son sus consecuencias.

En

principio

hay

que

señalar

que

el

calentamiento

Y lo sigue siendo hoy, no obstante el mayor desarrollo relativo que experimentan tanto América Latina como África con respecto a la fecha de mi conferencia. 30

45


generalizado parece ser un fenómeno inédito en la historia verificable del globo terráqueo. El paleoclimatólogo Jonathan Overpeck, jefe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica del Departamento de Comercio de los Estados Unidos (NOAA), realizó un estudio del clima del Hemisferio Norte al frente de un equipo que utilizó una serie de evidencias naturales y documentos históricos, llegando a la conclusión de que el siglo XX es el más cálido de los últimos doce siglos y que 1998 probablemente es el año más cálido de ese largo período. Pero tal vez lo más significativo de ese estudio es la conclusión de que el llamado «Período cálido medieval», que se extendió aproximadamente entre los siglos XI y XV, no fue un período de calor global como se pensaba hasta el momento de su trabajo sino que se circunscribió a la Europa septentrional y al noreste de América del Norte. Por lo que Overpeck piensa que sus conclusiones apoyan la probabilidad de que el calor récord del siglo XX no pueda ser explicado por ningún fenómeno natural conocido. Lo cierto es que las estadísticas comprueban que el calentamiento actual es una realidad y un fenómeno creciente. 1998 fue el año más cálido desde que el Instituto Climatológico de los Estados Unidos tiene datos, y rompió el récord que había alcanzado 1997. Los últimos veinte años hasta 1998 fueron más cálidos que el promedio global a largo plazo, y los diez años más cálidos del siglo XX se cuentan a partir de 1983, siete de ellos entre 1991 y 1998. El calentamiento global está produciendo cambios de comportamientos naturales y climáticos significativos. Plantas que escalan a alturas mayores, bosques que mueren por la proliferación de insectos que los atacan, modificación de los hábitos migratorios de especies completas, especies devastadas por el aumento de calor de las costas, alteración a escala planetaria del régimen de liberación y absorción de dióxido de carbono (CO2) por las plantas, retroceso de los glaciares, fusión de los hielos de los casquetes polares, elevación del nivel de los océanos, deshielo del «permafrost» (suelo permanentemente congelado en Alaska), intensificación del ciclo hidrológico, con más evaporación, sequía, desertización, aumento de agua y energía en el aire, lluvias torrenciales, inundaciones, mayor nubosidad 46


con

el

consiguiente

incremento

de

las

temperaturas

nocturnas

y

calentamiento agregado, cambio del régimen de lluvias, más frecuencia en la aparición de la corriente de El Niño por el aumento de temperatura del Océano Pacífico con su secuela de lluvias y sequías extremas. La desertización, que afecta al 70% de todas las tierras áridas del mundo, con una superficie de 3,6 billones de hectáreas, o sea la cuarta parte de las tierras del planeta, es otro de los problemas ambientales que se agudizó explosivamente en estos años de globalización asociada al modelo neoliberal. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas de Medio Ambiente, el 69% de las 5.200 millones de hectáreas de tierras áridas del globo dedicadas a la agricultura están degradadas o sujetas a desertización, cifra que alcanza al 70% en Asia y se eleva al 73% en África. Las causas de la desertización son de origen natural o debidas a la acción del hombre. Entre las primeras podemos señalar: la aridez del terreno, el régimen de precipitaciones, las sequías, las altas temperaturas, la erosionabilidad del terreno, la reducción del contenido en materia orgánica del suelo, etc. Entre las atribuibles a la actividad del hombre cabe mencionar: –sobreexplotación del suelo; –prácticas agrícolas inapropiadas, como el uso abusivo de productos químicos; –sistemas de riego inadecuados; –tala abusiva de árboles; –sobrepastoreo. No hace falta subrayar que las causas de desertización atribuibles al hombre se fundan en un sistema socioeconómico que pone por encima de todos los valores la rentabilidad a corto plazo y la acumulación

capitalista. Puede

señalarse como particularidad que, en el caso del Tercer Mundo, la sobreexplotación de la tierra está inducida por el entramado económico que, amparándose en la doctrina de las ventajas comparativas, hace de los países que lo integran productores casi exclusivos de bienes primarios. En este cuadro se articula la situación de la deuda global, con el Sur como deudor y el Norte como acreedor, que obliga a los países susbdesarrollados a forzar sus 47


exportaciones para crear los saldos de la balanza comercial que les permitan hacer frente a los vencimientos de la deuda. En cuanto a las causas naturales no puede dejar de señalarse que muchas de ellas se ven favorecidas por la acción del hombre que altera el comportamiento del medio ambiente, como hemos visto de manera extensa hace un momento al referirnos al efecto invernadero y el cambio climático. Mientras tanto Estados Unidos boicotea el Protocolo de Kioto y los demás países regatean con respecto a objetivos de por sí miserables de reducción de emisiones de gases, así como comercian sin pudor con los derechos de emisión. No parecen tener en cuenta o importarle que, aun cuando si mágicamente pudiera interrumpirse de repente la emisión de gases, entre un 20% y un 50% del calentamiento atmosférico producido por los seres humanos se mantendría inalterable31. En resumen, no parece que haya una ecuación viable para los términos «ecología y costos de producción capitalista». En la hipótesis de búsqueda de una solución para el deterioro del medio ambiente dentro del esquema de racionalidad capitalista a corto plazo, que la globalización radicaliza, expande y tensa, tal vez no queda otro remedio que afirmar, junto con Immanuel Wallerstein, que No hay salida. Conclusión a la que arriba Wallerstein en su trabajo así titulado por las siguientes razones: a) El capitalismo histórico se caracteriza por su necesidad imperiosa de expandirse para mantener la tasa de acumulación; esa expansión se manifiesta en términos de producción total y en términos geográficos. Sobre este punto Wallerstein señala que ya antes del siglo XVI, momento en que fecha el nacimiento del capitalismo histórico y la economía-mundo, la sociedad del hombre se expandía y trataba de conquistar la naturaleza. Lo que a su juicio trastorna el ritmo, produce un terrorífico salto adelante y rompe

el

equilibrio,

es

que

el

capitalismo

histórico

hace

de

la

mercantilización de todos los aspectos de la vida y de la consiguiente

La reciente conferencia de Copenhague ratificó la actitud insolidaria y suicida de los países más poderosos del mundo, en particular los Estados Unidos. 31

48


expansión, una prioridad existencial. Esto da soporte ideológico a los capitalistas y les permite desechar toda objeción social a su sistema, hasta el punto, agregamos nosotros, de que poco antes de acabar el segundo milenio o, en palabras de Eric Hobsbawm, al terminar el siglo XX corto, se permiten anunciar impávidamente el fin de la historia, otorgando así tácitamente cualidad de ahistórico al sistema capitalista. b) El objetivo capitalista es la rentabilidad (y el poder, agregamos, ya que existe una interacción entre poder y beneficio económico). Las ganancias son la diferencia entre precio de venta y costo multiplicado por volumen (cantidades vendidas). Los precios de venta están hasta cierto punto limitados por el mercado. Aunque los factores oligopólicos del mercado establecido por el poder económico-político, que es la expresión del capitalismo, son formadores de precios, aun así se ven obligados a respetar una ecuación precio-volumen socialmente aceptable. De modo que las empresas buscan compensar las rigideces de los precios con la variable costo. Tradicionalmente los costos se han bajado flexibilizando el precio del trabajo y de las materias primas mediante la presión económica y política (ésta con su apéndice militar). En este comienzo de siglo XXI, según Wallerstein, el fenómeno antiguo pero acelerado de la desruralización provoca un aumento en el precio medio del trabajo, ya que los trabajadores, una vez urbanizados, toleran retribuciones menos bajas que los recién trasmigrados del campo a la ciudad. c) Ante esta novedosa rigidez por el lado de los costos, el capitalismo intensifica su presión sobre los «otros», que no es sino el Estado y, en definitiva, la sociedad, para que pague sus costos. El Estado asume este papel de dos maneras: i) mediante subvenciones directas (ej. «licuación» de las deudas de los grandes deudores en Argentina al permitir su cancelación 1 a 1 después de la devaluación; en el pasado la socialización de la deuda externa privada a través de seguros de cambio. De los costos subsecuentes se hace cargo el Estado, o sea los contribuyentes, o sea los ciudadanos); este recurso, por ser visible, es políticamente impopular; ii) mediante la no-acción, no cobrando a las empresas la factura de las infraestructuras puestas a su

49


disposición, ni la del uso del medio ambiente y de la restauración de su deterioro. Ante el daño ambiental dice Wallerstein que el Estado tiene tres caminos: 1) hacer pagar la factura a las empresas, con una tal caída de beneficios que haría quebrar el sistema capitalista; 2) reparar el medio ambiente con cargo a impuestos; si las empresas son las que deben pagar esos impuestos el efecto sería el mismo que el de 1); si se pretende que los pague la sociedad se produciría una rebelión fiscal; 3) ganar tiempo, transfiriendo el problema del Norte al Sur a través de dos caminos: i) trasladando residuos y deterioro al Sur; ii) limitando el desarrollo del Sur; 4) no hacer nada en absoluto o simular que se hace algo para hacer muy poco (protocolo de Kioto). Wallerstein afirma que las «soluciones» 3) y 4) son las que hasta ahora han adoptado los países dominantes. La alternativa 3), sin embargo, crea dificultades crecientes porque choca no sólo con la rebelión de los países en vías de desarrollo –algunos de gran peso político como China– sino del propio capitalismo de la economía-mundo que ve limitado de ese modo su posibilidad de expansión y, en consecuencia, de acumulación de capital. Por lo que, cada vez más, la salida del capitalismo ante la destrucción del medio ambiente es no hacer nada. Tal es la razón por la que Wallerstein afirma que «no hay salida» ecológica, pero aclara que tal afirmación sólo es válida dentro de la lógica del sistema capitalista. «La economía política de la actual situación» declara Wallerstein «consiste en que el capitalismo histórico está, de hecho, en crisis, precisamente porque no puede encontrar soluciones razonables a sus dilemas actuales, entre los cuales la incapacidad para contener la destrucción ecológica es uno de los mayores, aunque no el único.» Concluyo el diagnóstico de Wallerstein y transcribo brevemente sus propuestas. Según el autor el capitalismo histórico ha logrado sobrevivir cinco siglos en base a una estafa y a una mentira: a) no paga sus cuentas (la ecológica es muy importante pero es sólo una); b) se basa en un objetivo filosófico materialmente irracional: la incesante acumulación capitalista. El capitalismo histórico se enancó tácticamente en el, sin duda deslumbrante, 50


avance tecnológico y se amparó teóricamente con el paradigma determinista de la ciencia newtoniana, para transformarlos en argumento político que no sólo le permite sino que lo impele a asaltar la naturaleza para «conquistarla» y sustentar el crecimiento indefinido. En cualquier caso los daños no deseados («colaterales», en el lenguaje bélico tan à la page de la OTAN) serían enjugados por el inevitable progreso científico. El paradigma científico newtoniano está hoy superado. Nuevas aproximaciones a la realidad suministran hipótesis, diagnósticos y soluciones diferentes, en particular los que nos dan los «estudios sobre la complejidad» que contradicen la predicibilidad determinista. Estos estudios: a) demuestran que la normalidad la constituyen los sistemas fuera de equilibrio, b) instauran la centralidad de la flecha del tiempo32 y –lo que resulta relevante para este punto de nuestra conferencia– c) enfatizan la creatividad autoconstituyente de los procesos naturales y la inseparabilidad entre seres humanos y naturaleza, con la consecuencia decisiva para la concepción del mundo al que pertenecemos de que la ciencia entra a formar parte de la cultura, abandonándose la idea de una actividad intelectual desarraigada que pretende el conocimiento de una verdad eterna que subyace a los procesos de la vida. Por último diré que Wallerstein concluye su análisis con la afirmación de que el sistema histórico presente está en crisis terminal, que la inestabilidad del sistema indica que vivimos en el período inmediatamente precedente a una bifurcación y que nuestro problema es decidir qué lo reemplazará. La discusión tendrá que hacerse dentro de los términos de la «racionalidad material» que, muy brevemente, ya que el tema en sí mismo tendría que ser motivo de una conferencia específica, implica hacer elecciones sociales que den por resultado la combinación óptima. Flecha termodinámica del tiempo, porque el aumento de la entropía nos permite distinguir entre el pasado y el futuro. Flecha biológica del tiempo, porque desde la perspectiva biológica (evolución, paso a lo complejo, creación de la cultura, aumento de la información, etc.) predomina la noción de la irrevesibilidad. Flecha psicológica del tiempo, porque hay recuerdos del pasado pero no hay memoria del futuro. Flecha cosmológica del tiempo, porque a partir del big-bang el universo estaría en expansión. Según Stephen Hawking las flechas del tiempo van unidas, mantienen la misma dirección y se relacionan con el llamado principio antrópico. Según Roger Penrose la auténtica comprensión de la flecha del tiempo se logrará a partir de la unificación de las teorías físicas de la relatividad y de la mecánica cuántica, o sea cuando se llegue a una teoría cuántica de la gravedad. 32

51


Método aparentemente sin salida pero, aclara Wallerstein, sin salida «dentro de la estructura del sistema histórico existente» que, agregamos nosotros, con su insistencia publicitaria en que no hay camino alternativo, nos ha cerrado la capacidad de discernimiento con las anteojeras del caballo de noria. La racionalidad material, según el autor, implica un nuevo sistema social y nuevas estructuras de conocimiento que reconcilien la filosofía y las ciencias, novedades ambas que nos ayudarán a pensar y actuar desde fuera de la estructura filosófica del capitalismo de la economía-mundo. En cualquier caso un nuevo comportamiento que no significa el final, como pretenden los globalizadores, sino apenas el principio del camino a recorrer. En este último tramo de mis palabras he expuesto la opinión de Immanuel Wallerstein sobre la relación de ecología y economía. Se trata de una tesis clara y lúcida con la que sin embargo discrepo en parte de sus conclusiones. De acuerdo a Wallerstein, el sistema histórico que vivimos se encontraría en una crisis terminal por la imposibilidad del capitalismo de absorber los costos del deterioro ecológico sin atentar contra su razón de ser: la acumulación capitalista. A esta situación se habría llegado porque una de las variables tradicionales de ajuste, el salario, estaría entrando en una fase final de rigidez por la desruralización acelerada. Me permito objetar esta parte del análisis porque, sin desconocer la realidad del aceleramiento de la desruralización, creo que aún estamos lejos del final de ella. En consecuencia, todavía hay suficiente margen para la elasticidad de los salarios (“elasticidad”, eufemismo que usa el poder dominante para referirse a reducción) y de las condiciones generales del trabajo que abaraten el insumo humano de los costos. Tengamos en cuenta que más del 80% de los habitantes de China e India, que entre las dos suman casi la mitad de la población mundial, vive en el campo. Y las cifras son importantes en otros países tanto asiáticos como africanos o de América Latina. Además de ello el capitalismo histórico, en esta nueva etapa de liberalismo que lleva ya veinticinco años, ha cumplido eficazmente su objetivo de engrosar el ejército de desocupados que proporciona mano de obra barata y casi –o sin el casi– esclava. Por eso consideramos que todavía tiene por delante un margen 52


considerable de maniobra para seguir bajando costos por el lado de los salarios. Al tema del costo de los salarios debo agregar el del precio de las materias primas, cuya tendencia secular, más allá de los altibajos cíclicos33, es a la baja. Por otra parte, en estos años de neoliberalismo y con la excusa del aprovechamiento de las ventajas comparativas, los centros económicos han presionado con diversos instrumentos, tanto el golpe militar como el endeudamiento, para intentar con éxito el desmantelamiento de la industrialización sustitutiva de la periferia y la reprimarización de su economía. Por todas estas razones me inclino a pensar con Samir Amin que «hay crisis de la sociedad actual, pero aún no puede hablarse de crisis del capitalismo.» El capitalismo y la crisis no son incompatibles, y el capitalismo puede gestionarlas aunque no resolverlas ni, tal vez, le importe. La gestión de la crisis consiste en encontrar salida para los excedentes financieros, buscándoles inversiones alternativas que eviten el colapso masivo del sistema. La solución real de la crisis consistiría en cambiar las reglas de juego que atañen al ingreso, el consumo y las prioridades de inversión. La gestión de la crisis presiona para la apertura indiscriminada de las economías débiles, la desregulación de precios y salarios, la privatización de los servicios públicos, la liberalización de las transacciones externas, la desregulación de la actividad financiera y la reducción del gasto público, sobre todo en las áreas sensibles de los servicios sociales (educación, salud, incentivos a la creación de fuentes de trabajo y proyectos cooperativos, etc.). Los efectos de la gestión capitalista de la crisis se ven con claridad hoy 34 en la Argentina. El país enfrenta el colapso del modelo de apertura impuesto por el neoliberalismo y los organismos financieros internacionales, y seguido al pie de la letra por gobiernos serviles. Ante la protesta y el estado asambleario de la sociedad, esos mismos organismos, el gobierno de los Estados Unidos y el de 33

En estos últimos años estamos en la fase alta del ciclo del precio de las materias primas.

“Hoy” es año 2002, fecha de mi conferencia. Afortunadamente para el país, el rumbo tomado por las autoridades electas a partir de 2003 se apartó de los dictados del Fondo Monetario Internacional y de los gestores del capital financiero global. 34

53


la Unión Europea (no obstan las formales declaraciones políticas de comprensión por parte de éste último) presionan de modo obsceno para que se profundicen las mismas recetas que llevaron al país a la catástrofe. Desde el punto de vista de la racionalidad a corto plazo que informa al capitalismo, estas políticas de gestión de la crisis son perfectamente racionales y eficientes. Como también lo son las políticas depredatorias del medio ambiente que permiten mantener la rentabilidad del capital. Que el sistema capitalista histórico, encerrado en sí mismo, cumpla con las premisas de su lógica interna, no quiere decir que la sociedad que lo contiene no esté en crisis y que, incluso, si los comportamientos sociales inducidos por el sistema al que contiene persisten, no sobrevenga la catástrofe de la sociedad en su conjunto, con la cual colapsaría también el sistema capitalista. Aun cuando el capitalismo pudiera seguir gestionando su crisis hasta el abismo de la destrucción de la especie humana, la verdadera salida, en cuyos tanteos iniciales estamos, para ser realista, debe ser global y superadora del agotado sistema histórico que vivimos. Mayo de 2010. Bibliografía Amin, Samir. El capitalismo en la era de la globalización; Barcelona, Paidós, 1999. “Causes of Global Warming”, en The Environment. A global Challenge; www.thinkquest.org. “Cierre

en

falso

del

Protocolo

de

Kioto”,

en

Rebelión,

26/7/01,

www.rebelion.org Cortés, Jordi. “Flecha del tiempo”, en “Demo” del Diccionario de Filosofía en cd-rom de Ed. Herder; www.personal5.iddeo.es/jorcor/tiempo.htm. “El gobierno da luz verde al Protocolo de Kioto sin tener un plan para cumplirlo”, en diario El País, Madrid, 2/2/02. “Environment and Nature”, en www.yahoo.com. Hobsbawn, Eric. Historia del siglo XX; Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori, 1998. 54


“La desertificación: una amenaza para la fertilidad de la Tierra”, en Rebelión, 19/6/00, www.rebelion.org. “La pobreza y el sida”, en diario Página 12, Buenos Aires, 6/5/02.

55


MARADONA MAQUILLADO (II) O EL MITO DEL SEBASTIANISMO

En mi artículo de noviembre del año pasado que titulé

“Maradona

maquillado”, me refería a las repercusiones mediáticas de la conferencia de prensa soez dada por el director técnico argentino tras su clasificación agónica para el campeonato mundial, hoy tempranamente concluido para Argentina. En él manifestaba

mi opinión de que Maradona

era tan

culpable como víctima de la utilización de su imagen por los medios. Desde entonces, en estos meses que han transcurrido, el progreso del tiempo hacia el mundial con los irrelevantes partidos amistosos jugados por la selección y los primeros resultados favorables obtenidos en la competencia ecuménica ante rivales mediocres, exacerbaron alrededor

de la figura pública del Pelusa.

la pugna

Paso a paso el personaje

Maradona derivó de la mediatización a la politización. Oficialismo y oposición intentaron apropiarse de él para arrimar popularidad a sus bandos respectivos. Los primeros resultados futbolísticos auspiciosos del mundial debilitaron la postura abierta o solapadamente antimaradoniana de medios opositores. No tuvieron más remedio que moderar sus opiniones porque los éxitos volvían inatacable

al Diego. Estar

en contra de Maradona

con la

expectativa de una copa del mundo en el horizonte resultaba más piantavotos

que los reiterados

pedidos del “grupo A” de ajustes

presupuestarios, eufemismo para designar los recortes de beneficios sociales. Pero más allá de estas jugadas de vuelo bajo de unos y de otros, es interesante

analizar

un

fenómeno

popular

que

está

fuera

de

especulaciones políticas mezquinas. Se trata de la sacralización de la figura del futbolista, que se ha convertido en un mito sólo comparable con el de Gardel. 56


El rey Sebastián

I de Portugal murió, presuntamente, en 1578, en la

batalla de Alcázarquivir, en Marruecos. Digo presuntamente porque nunca se encontró el cadáver y esta sublimación de sus despojos físicos alentó el mito

mesiánico

del

“sebastianismo”.

Según

este

mito

de

tinte

nacionalista, el rey volvería un día a Portugal para guiar a la nación en la reconquista de su grandeza imperial. El sebastianismo argentino ha esperado la vuelta del ídolo presuntamente muerto o acabado física y psicológicamente, para que guíe al pueblo en la reconquista de la grandeza futbolística. El pueblo esperaba el regreso de Maradona,

muerto la tarde norteamericana en que le “cortaron las

piernas”, para que lo llevara a alzar la copa como en 1986. Es verdad que Maradona alentó el mito con sus sucesivas resurrecciones cuando se lo tenía por acabado. Resucitó en 1994 de la mano del presidente de la AFA, Grondona, que exigió al Coco Basile su incorporación al equipo tras el desastre del 0 a 5 con Colombia en el estadio de River por las eliminatorias al mundial de los Estados Unidos. Volvió a morir la tarde de las bolillas frías y calientes cuando fue sorteado para el control antidoping. Esa vez pareció definitivamente terminado, a tal punto que las escasas noticias sobre él –en realidad algunos se preguntaban si no había muerto ya, dado el silencio mediático que lo rodeaba– noticias que aparecían en sueltitos de diez líneas en las páginas interiores de los suplementos deportivos, no se atrevían

a

afirmar si era cierto que padecía un impiadoso tratamiento de recuperación en una clínica ignota de Cuba o si su cuerpo castigado por batallas y excesos no se había sublimado como el de Don Sebastián I de Portugal. Volvió otra vez, combatió su gordura con un bypass estomacal, controló sus adicciones gracias a la solicitud de su ex mujer, fue animador televisivo y, finalmente, maniobrando

mediante

intrigas

de palacio intuitivas,

desbancó al Coco Basile en la segunda oportunidad que este tuvo de dirigir la selección nacional. Gabriel de Espinosa, llamado el Pastelero de Madrigal por ejercer su profesión en la ciudad de Madrigal de las Altas Torres, en la provincia de Ávila, en España, afirmó ser Don Sebastián. Su excepcional parecido físico con 57


el rey, su finura de maneras y su cultura que no condecían con el sencillo oficio de pastelero, avalaban su pretensión. El impostor, si lo fue, sufrió el proceso, la decapitación y el descuartizamiento por orden de Felipe II, rey de España, y también de Portugal a partir de la muerte presunta de don Sebastián,

su sobrino. No hay duda de que el proceso fue dirigido con

intencionalidad política porque de prosperar la impostura, si lo fue y si el Pastelero

no era el mismo rey don Sebastián, Felipe II, tío de don

Sebastián, habría perdido Portugal a manos del socias de su sobrino. Hay quienes afirman, con sospechas fundadas, que el director técnico de la selección argentina en derrota no es el auténtico Maradona sino un impostor. Afirman que si el verdadero Pelusa hubiera dirigido la selección ésta no habría sufrido las humillantes derrotas por 6 a 1 ante la débil Bolivia y por 4 a 0 ante la sistemática Alemania. Dicen que el verdadero murió cuando el proceso por doping y la amputación de las piernas durante el mundial de 1994. Pero el pueblo argentino cree que es el verdadero Maradona, el triunfador de 1986, el que se sobrepuso a derrotas ocasionales, ante los mismos alemanes en 1990, ante la droga y ante la gordura. Como tal, como al auténtico DiegoDon Sebastián, fue a recibirlo al aeropuerto de Ezeiza con la convicción de que finalmente llevará a la selección de fútbol a la reconquista de su condición de potencia imperial, con seguridad en 2014, en el mismísimo Maracaná, o en el peor de los casos en 2018, o en 2062, cuando Maradona ya haya alcanzado los ciento dos años, porque Maradona, aunque no tenga ni idea de tácticas y estrategias futbolísticas, es inmortal como Gardel y cada día juega mejor.

Buenos Aires, julio de 2010

58


NÉSTOR KIRCHNER HA MUERTO

Néstor Kirchner ha muerto. El 27 de octubre a las 8 de la noche estuve en Plaza de Mayo. Quise hacer acto de presencia, que ésta constara en el número global de los asistentes. Ese fue mi homenaje íntimo y comunitario. Nadie sabía quién era yo, ni yo necesitaba que nadie lo supiera, sólo quería estar con ellos, con los otros, con los que, como es mi caso, han valorado al presidente Néstor Kirchner y al político Néstor Kirchner, el que trasmitió el bastón de mando a Cristina Fernández pero que no se retiró al ostracismo sino que, fiel a sí mismo, siguió haciendo política, como toda su vida, corta para las expectativas de las clases bien alimentadas del siglo XXI. Quiero señalar que más tarde me referiré al artículo que el mismo día de la muerte, ansiosamente, publicó en el diario La Nación el politólogo y opinador Rosendo Fraga. Pero sólo más tarde, a la altura de este texto que su declaración merece. No haré un preámbulo anteponiendo al juicio acerca de la gestión y el compromiso vital de Néstor Kirchner la declaración de mi credo político, ni del pasado ni del presente. Sólo diré que mis amigos opositores a este gobierno de Cristina y al previo de Néstor, cuando escuchan mis opiniones, me acusan: “Vos sos kirchnerista”. Yo niego. Se callan la boca porque me quieren o me respetan o ambas cosas. Entonces, cuando la situación se repite, me dicen con una sonrisa pícara: “Pero vos sos un poco kirchnerista”. Si en lenguaje opositor cariñoso prestar un apoyo crítico al programa y acción de ambos gobiernos kirchneristas, y en particular a los del segundo, es ser “un poco kirchnerista”, pues sí, señor, lo admito, yo soy un poco kirchnerista. Ya volveré sobre lo que es ser un poco kirchnerista pero, por el momento, a donde quiero volver es a la Plaza de Mayo. 59


Me emocioné al ver a la clase media a la que me homologo en la Plaza de Mayo expresando su pesar por la muerte del ex presidente. No deja de emocionarme aunque ya debería haberme acostumbrado, después de aquella ocasión que encontré a mis pares, allá por marzo de 2008, cuando ellos también me encontrarían, por primera vez durante el kirchnerismo, el día en que ellos y yo salimos a defender la Resolución 125, la que establecía el régimen de retenciones móviles. Pero más me emocionó ver, el 27 de octubre como las veces anteriores, a la multitud de jóvenes. Me emocioné hasta las lágrimas como me amargaba hasta la bilis cuando venía de visita a mi país en el fin del siglo pasado y me encontraba con los jóvenes planos que atendían al público en los bancos, creyendo que su puesto de auxiliar de octava con contrato basura los había puesto en la carrera del éxito individual. En la sociedad competitiva del mercado gana el mejor, o el más hábil o el más inescrupuloso, y mayor es el éxito cuando para alcanzarlo mayor cantidad de cabezas hay que jibarizar. Además, los jóvenes que vi en la Plaza no estaban encuadrados, necesariamente, en organizaciones kirchneristas o moyanistas, antes bien eran muchos más los no encuadrados, los que venían sueltos o en grupos de amigos y no “arreados en ómnibus con el sándwich y la coca cola pagas y cien pesos de la ‘caja’ en el bolsillo”. Jóvenes que incluso se sentían obligados a aclarar, como muchos de mis pares de clase media, que ellos no eran peronistas pero que tenían clara cuál era la política que debían defender, y que esa no era la de los “gorilas”. emocionaron

Ellos me

porque hoy como nunca en los últimos cincuenta o

sesenta años, con el corto interregno de los primeros meses del gobierno de Alfonsín, tengo esperanzas, creo, con temor de creer por tanta carga de desilusión acumulada, en el futuro de mi país. Creo que el legado de Néstor Kirchner, de Cristina Fernández y del de tantos que pensamos parecido pero no necesariamente igual que ellos, puede ser tan preservado y tan fortalecido como para llegar a completar la travesía del desierto y convertir a Argentina por fin en un gran país en el más amplio y comprensivo sentido de la palabra. Un país desarrollado con equidad y justicia. 60


Cómo no voy a ser “un poco kirchnerista” si, en apenas siete años, Argentina salió de la postración en que la habían sumido los civiles que instigaron el golpe de los militares sádicos de 1976, con Martínez de Hoz a la cabeza; el gobierno corrupto de Ménem, con Domingo Cavallo a la cabeza, y el gobierno idiota de la Rua, con incompetentes primero y luego, otra vez, con Cavallo a la cabeza. En apenas siete años Argentina se ha convertido en un país mucho menos injusto socialmente que entonces, con una economía que, pese a que sigue estructuralmente descompensada por el peso de las grandes corporaciones y la producción primaria, evoluciona positivamente en virtud del crecimiento de la industria y una participación relativa mucho mayor de las pymes, con un desempleo cada vez menor y una informalidad laboral que, aunque más lentamente por la resistencia empresaria, también baja; un país respetado internacionalmente –no obstante

la desinformación

que

emiten los “periodistas independientes”- a diferencia de cuando estaba vampirizado por los acreedores del primer mundo, e integrado a Latinoamérica cuando se lo había puesto de espaldas a ella. Cómo no voy a ser “un poco kirchnerista” si Néstor Kirchner y Cristina Fernandez nos dieron una Corte Suprema independiente; revalorizaron los derechos humanos; derogaron las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida e impulsaron el juicio a los uniformados

–con

uniforme de militares, de policías, de gendarmes o de curas –y esperamos que se avance con el juicio a los instigadores civiles-; ordenaron al comandante en jefe del ejército que descolgara el cuadro del genocida Videla en la Casa Rosada; rechazaron el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) ante George Bush; liberaron al país de la dependencia del Fondo Monetario Internacional; terminaron con la estafa de las AFJP a los jubilados; permitieron que 2,5 millones de ancianos que no tenían aportes o los tenían incompletos accedieran a la jubilación; hicieron

de ésta una cifra actualizable después de diez años de

congelamiento de Cavallo; pusieron en práctica la Asignación Universal por Hijo;

aprobaron la Ley de Servicios Audioviduales y tantas otras 61


iniciativas que no señalo para no aburrir con un inventario exhaustivo. Soy “un poco kirchnerista” porque mi otro poco “no kirchnerista” desaprueba las torpezas políticas y de estilo del gobierno, como el haberse ganado a pulso el desprestigio del INDEC y la consecuencia de tener que tragarse las cifras mucho menos consistentes que barbotan los gurúes económicos a través de los medios adictos. Y mi poco “no kirchnerista” condena la obstinación de mantener en su cargo a funcionarios irritativos pero, sobre todo, torpes, como Guillermo Moreno. Y, más importante, rechaza que hasta el momento al gobierno le haya faltado la voluntad política para encarar una reforma progresiva del sistema tributario. “La clase media da los golpes de estado”. Esta es una metonimia que quiere decir que los golpes de estado los da la oligarquía pero sólo cuando el enérgico champú que le administra ya ha hecho efecto en el cerebro de la clase de la que formo parte. Clase dinámica, la del “Doctor” de “M’hijo el doctor”, pero que paga su tributo al arribismo cuando piensa como quiere que piense la clase a la que quisiera pertenecer. Así fue con el famoso caso de “la 125”. No llegó el golpe institucional pero casi, y “el Campo”, otra metonimia para referirse a los pools de siembra y a los grandes propietarios, celebró el triunfo por anticipado, que dio por hecho cuando los resultados electorales del mes de julio de 2009. Se decían: “Casi ganamos por knock out, no pudo ser, pero vamos a ganar por abandono o, en el peor de los casos, ampliamente por puntos”. Los mismos miembros de la clase media con los que me enfrenté cuando ya no aguanté más su discurso simplista que repetía como loro las consignas de los medios: “Quieren hacer caja”. Les pregunté con qué se pagan las jubilaciones, incluso la parte del león que tenía que pagar el estado porque las AFJP, con sus negocios jugosos para ellos y ruinosos para los jubilados, en la mayor parte de los casos les pagaban limosnas. Con qué se pagan la obra vial, la construcción de casas, la de hospitales, las nuevas usinas eléctricas, los ductos y tanta otra obra de la que casi nada se sabe porque otro de los puntos flojos de los gobiernos 62


kirchneristas es la comunicación y las nuevas obras no saltan a la vista porque los medios opositores no se encargan de combatirlas (ni, por cierto, de destacarlas). Con qué sino con la renta privilegiada de la tierra, entre otras, se puede pagar el apoyo a la industria para despegar del subdesarrollo, y el apoyo a la pequeña y mediana empresa. Pero además de todos estos destinos de la “caja”, las retenciones cumplen una finalidad económica inmediata, la de regular los precios internos sin violencia. Sin las retenciones ningún productor estaría dispuesto a vender a 3 lo que exportándolo vende a 5. Las retenciones reducen su ingreso por exportación de 5 a 3, permitiendo que estén dispuestos a vender en el mercado interno a 3. Conclusión: la clase media votó contra sus propios intereses. Y no fue la primera vez en la historia argentina. La multitud que se congregó en la Plaza de Mayo el 27 de octubre a la noche, y al día siguiente hizo cola durante horas para dar su último adiós a Néstor Kirchner y manifestar su apoyo a Cristina Fernández, estuvo allí como una muestra de reconocimiento hacia los capitanes de un proyecto político que le devolvió la dignidad al país y que devolvió a la “gente” su autoestima individual y su condición de pueblo que se enorgullece de serlo. Para finalizar una palabra acerca del artículo “Sin Kirchner, Cristina puede asumir el poder” de Rosendo Fraga. No voy a perder tiempo en deconstruir el artículo. Cualquier lector interesado puede leerlo en el diario La Nación del 27/10/10 o en su edición on-line y comprobar la debilidad de su argumentación. En resumen, el señor Fraga le aconseja a la presidente que, para asumir el poder, haga todo lo contrario de lo que hizo hasta ahora e hiciera su marido, es decir que haga lo que le conviene al poder económico, al poder mediático y a sus amanuenses. El 27 de octubre de 2010 se recordará como un día parecido al 25 de Mayo de 2010, dos fechas en que el pueblo se lanzó espontáneamente a las calles, alegre el 25 de Mayo, triste el 27 de octubre pero no depresivo, ya que en ambas ocasiones emanó de él una gran energía positiva, la 63


sinergia del pueblo unido y con esperanza. Ese es el pueblo que está detrás de la reja del zoológico, donde ruge el aluvión, según el señor Llambías o el señor Biolcatti. Del lado exterior se juntan los “nosotros” de ellos, que encaramados a las ramas de los árboles, brindan con champagne.

Octubre de 2010.

64


LOS TRES AÑOS QUE CAMBIARON LA HISTORIA

El título es la intuición de un observador historiadores

de la realidad, los

futuros, con la perspectiva del tiempo, dirán si es

acertada. Debo aclarar que, no obstante, creo que el cambio se inició en 2003, con la asunción casi casual a la presidencia de Néstor Kirchner. ¡Dios mío, qué habría sido del país si el primer candidato de Eduardo Duhalde, Reutemann, no hubiera tenido miedo de apretar el acelerador, como en la Fórmula Uno, y no se hubiera conformado

con el segundo

puesto menos riesgoso de la senaduría por su provincia! Pero la historia no avanza a velocidad de crucero, a veces se ralentiza y a veces se acelera, y lo que empezó ya a ritmo rápido en 2003 se aceleró a partir de 2008. Cuando en 2007 se verificó el paseo electoral de Cristina Fernández todo parecía estar controlado. El país crecía, no había enemigos políticos fuertes del oficialismo ni amenazas económicas internas o externas. A partir

de

2008

hechos

imprevistos

repentinamente el escenario.

o

mal

previstos

cambiaron

En ese momento el país avanzaba con

piloto automático; de pronto el gobierno se encontró en el ojo del huracán y precisó no de un controlador del tableau de bord sino de un piloto de tormenta. Cristina y Néstor, Néstor y Cristina fueron puestos a prueba. El detonante fue el error de cálculo

de un ministro técnicamente

correcto pero sin experiencia política, cuya hipótesis

acerca de la

falta de reacción o de la débil reacción esperable de parte de los jefes de

la

agroindustria

gobernante.

El

pobre

increíblemente joven

compró

ministro,

la

formado

avezada

pareja

en los claustros

neoliberales de las facultades argentinas aunque personalmente más o 65


menos progresista, se basó para su prospección del efecto que su medida habría de producir en la trasnochada idea seudocientífica de los economistas puros, que supone que las decisiones humanas se basan en la racionalidad. Error explicable en el joven casi imberbe pero imperdonable en los Kirchner y consecuencia de su obsesiva desconfianza en la opinión de otros que no fueran sus fieles de la mesa chica para evaluar sus decisiones. ¡Resabios autoritarios!, iba a decir del peronismo, y debo decir mejor de la Argentina, gobernada en toda su historia por militares o por patrones de estancia, salvo cortas excepciones. El joven ministro Martín Lousteau dio por sentado que los miembros de la Federación

Agraria,

representante

de

los

productores

pequeños,

comprenderían la medida y que los tigres del agronegocio, que nadaban como el Tío Patilludo en piscinas de dólares, no se tomarían el trabajo de patalear, sobre todo teniendo en cuenta que la famosa resolución 125 favorecía a todos en caso de que los precios internacionales

en

ascenso de la soja descendieran. Aceptar con calma la resolución 125 habría sido la decisión racional que hubiera tomado el ministro economista en caso de ser el gerente de un pool de siembra, porque se habría dicho: “Con lo que hoy pago de más (cobro de menos) compro un seguro para el tiempo de las vacas flacas”. Pero el señor ministro efímero no tuvo en cuenta la grosería del pensamiento científico de los popes del “Campo” ni su codicia. La codicia es, por definición, ansiosa y sólo admite el corto plazo. Los precios internacionales de la soja subían imparablemente y los dueños del negocio querían apropiarse de esa renta extraordinaria. Si un día bajaba ya verían lo que hacer, probablemente harían lo que hicieron siempre, presionar al gobierno de turno para obtener ayudas, es decir lograr que el gobierno también hiciera lo que se hizo siempre en el país, transferir el dinero de los pobres a los ricos. Con respecto a la Federación Agraria la ligereza en el juicio fue creer que seguía representando los intereses de los “pequeños productores”. En cierto modo esto era verdad en cuanto a que el tamaño de sus socios 66


era pequeño en relación con los grandes del “Campo”, pero lo que no supieron ver el ministro ni los Kirchner es que los miembros de la Federación Agraria se habían enancado en el pingo del agronegocio. Eran socios minoritarios pero socios. No representaban a los verdaderos pequeños productores independientes sino a los que sostenían la cola de la capa del rey Midas. El error de cálculo dio lugar al levantamiento del “Campo” contra el gobierno. Fue la primera oposición seria que sufrió el kirchnerismo desde que empezó a gobernar. Hasta entonces sus medidas no habían lesionado los grandes intereses económicos. La reactivación de la defensa de los derechos humanos, el descuelgue de los cuadros de los genocidas, todo eso que descompone a la derecha ideológica, no le va ni le viene a la derecha económica, con tal de que no le toquen la ganancia. La derecha económica puede ser democrática, siempre que la democracia preserve sus privilegios, se alía con el fascismo cuando le tocan el bolsillo. Lo que ocurrió después ya ha sido suficientemente analizado como para abundar en ello: la sagacidad de la “mesa de enlace” para totalizar sus intereses transformándolos ideológicamente en una reivindicación del “Campo” en su conjunto (¡ah, el uso propagandístico de la semántica!); su sociedad con los oligopolios mediáticos; el lavado de cerebro a la población mediante una muy hábil operación de agitprop. El objetivo de mínima de la operación era la eliminación de la resolución 125, el de máxima la eliminación de las retenciones, es decir el poder de apropiarse no sólo de la renta del capital sino de la renta íntegra de la tierra, renta de privilegio cuyo propietario original, al menos de la renta diferencial, no tiene por qué serlo el dueño de la tierra sino la nación, como ésta lo es del subsuelo. Los medios que emplearon los conocemos muy bien: fueron la presión mediante el corte de ruta, el desabastecimiento, el “piqueteo blanco”, el patoteo a los legisladores, sus vecinos en las provincias, para obtener la derogación vía Congreso o mediante el golpe de estado. Sí, señor, lo que los políticos oficialistas llamaban con exceso de pudor “la actitud destituyente” era el intento de golpe de 67


estado blando, con el uso de un figurón que se prestara, primordialmente Cobos que había levantado la mano “Yo, señor”, como lo blanquearon el golpista Mariano Grondona y el halcón lechero Hugo Biolcati Magnasco, en el programa “Hora clave” del primero. El gobierno trastabilló, no se lo puede negar. Incluso se rumoreó en los mentideros que Cristina tenía preparada la renuncia en caso de que la resolución 125 no resultara aprobada. Si así fue, fue una rabieta o una debilidad ocasional que no parece responder al carácter que ha manifestado en toda su actuación política, como congresista y ahora como presidente.

Los estadistas de verdad superan

las derrotas

circunstanciales, aunque sean graves. Se retiran en orden y mantienen la mira fija en el objetivo de ganar la guerra. Repuesta de la claudicación, si es que esta existió, Cristina Fernández continuó gobernando,

con más diálogo pero no con concesiones

retrógradas destinadas a amansar a la fiera; por el contrario acentuó el sesgo progresista de su gobierno. La “Chirolita” de Néstor, como la motejaba la oposición, reaccionó como había siempre reaccionado Néstor, el “Chirolita” de Cristina, según el apodo despectivo que le asignaba la oposición cuando

era presidente y ya no pudieron seguir

sosteniendo que era el “Chirolita” de Duhalde. Reaccionó como reaccionó siempre el matrimonio, dos políticos valientes que se consultaban para actuar de común acuerdo después de discutir entre ellos y defender cada uno su postura. Y así vino la reestatización de los fondos jubilatorios, la ley de servicios audiovisuales, la asignación universal por hijo, el matrimonio igualitario y un largo etcétera, no obstante el obstruccionismo que ejerció la oposición de derecha y la titulada de izquierda, funcional a la derecha, gracias a la fea derrota del oficialismo de mitad del período presidencial ante el convocante programa electoral “Alica-Alicate”. En 2009 el gobierno de Cristina Fernández tuvo que enfrentar no sólo la oposición obstructiva interna sino la crisis global que el neoliberalismo nos supo conseguir. Sin mayoría automática en las cámaras debió soportar 68


los embates del capitalismo financiero local con sus gurúes mediáticos, la campaña de los medios conservadores, y los ataques ciegos (y torpes) de los políticos opositores enrolados en el servicio del poder oligopólico, para que tomara medidas contractivas que permitieran “pasar el invierno”. Una vez más Cristina y su asesor Néstor mostraron su carácter de políticos aguerridos y, tal vez, lo dirá la historia, de estadistas, y perseveraron en la línea de mantenimiento de la actividad, el empleo y la inversión. Y Argentina cruzó el pozo de la crisis –que no será el último porque la crisis sistémica del capitalismo está lejos de haber terminadomucho mejor que la mayor parte del mundo, gracias a la firmeza con que sostuvo el timón su piloto de tormentas, como también lo pasaron los demás países latinoamericanos con gobiernos progresistas que se negaron a aplicar las medidas recesivas que aconsejaba el Fondo Monetario Internacional. Y así llegamos a 2010, el año que cierra el trienio que cambió la historia de Argentina. La

primera

sorpresa,

la

única

porque

después

dejamos

de

sorprendernos, fue la participación masiva, alegre, pacífica, solidaria, con sentido gregario y nacional, del pueblo unido con el pueblo festejando lo que le pertenece, en el acto celebratorio del bicentenario. No fue una fiesta aristocrática del despotismo ilustrado que muestra orgulloso el éxito de la clase dirigente sino una fiesta popular, no una oligarquía que se festeja a sí misma, como ocurrió en el centenario, sino un pueblo que se festeja a sí mismo, alegre por primera vez en decenas de años y esperanzado, confiando en un futuro que percibe como mejor que el presente y mucho pero mucho mejor que el pasado. Y cuando nos repusimos de la sorpresa de la fiesta vino el duelo, también inesperado. Y otra vez la participación masiva del pueblo, conmovido, afectuoso, dolorido pero no deprimido, colmado de una energía optimista porque la muerte prematura del político no era una pérdida irreparable ya que dejaba un legado y un rumbo. Un rumbo que hay que corregir, que perfeccionar, que hacer cada vez más participativo para que sea 69


más fuerte pero cuya impronta es una huella indeleble en la política de estado. Cuando el año acaba los nuevos intentos de desestabilización previsibles, anunciados, que explotan la parte débil del armado a la que hay que fortalecer solucionando la situación de los que aún están excluidos o casi. Allí, como suele suceder, se unieron los extremos para tratar de crear el caos. La extrema derecha a la que se ofrecen como líderes el personalmente despechado Eduardo Duhalde y el incompetente Mauricio Macri, que han decidido asumir comportamientos fascistas con tal de elevar su estima personal, si hablamos en términos racionales, o que tal vez han dado vía libre a su inconsciente, y la extrema izquierda trotskysta –cuanto peor mejor- que piensa que el caos es el crisol de la revolución y que ha logrado enquistarse en sectores de la juventud universitaria y de las comisiones internas sindicales. Y con todos ellos se cruzan las mafias que manejan intereses inmobiliarios espurios. Creo que el gobierno logrará capear sin dificultades extraordinarias la situación. No

hay

desestabilizaciones,

ambiente no

favorable

obstante

que

en lo

la sociedad quieran

los

para

las

oligopolios

mediáticos, el fascismo vernáculo, la oposición deshilachada y sin programas alternativos, cuyo líder más potable, Ricardo Alfonsín, es el ejemplo viviente de la degradación de la especie. De lo que debe cuidarse el gobierno es de los aliados que elije para las elecciones. En su afán por ganar votos esquivos se ha equivocado malamente varias veces. Que no sume a su proyecto a peronistas o advenedizos de derecha porque “miden bien”. Que elija compañeros de ruta progresistas que estén convencidos del rumbo y seguramente logrará un voto social más difundido que si se obsesiona con los enclaves manejados por punteros corruptos que representan lo peor de la política nacional, la que hay que abandonar definitivamente.

Enero 2011. 70


¿QUIÉNES SON LOS NEGROS?

En el artículo que publiqué en el mes de enero, titulado “Los tres años que cambiaron la Historia”, aventuraba que la toma de espacios públicos por parte de familias carenciadas, así como la violencia repentina que se adueñó de las reivindicaciones de trabajadores discriminados, formaban parte de un plan de desestabilización del gobierno de la presidente Cristina Fernández de Kirchner. Asimismo vaticinaba que eran maniobras de corto alcance, sin futuro, porque el estado de ánimo de la población está más predispuesto a disfrutar de los beneficios de la bonanza económica del país, que a dejarse arrastrar por protestas contra una crisis que sólo existe en las proyecciones afiebradas de ciertos representantes de la oposición. Son delirios acerca de un futuro promisor para ellos, que tiene que venir de la mano de un futuro de catástrofe para el pueblo. Parece que la realidad me está dando la razón y el eco de los disturbios a menos de dos meses de distancia de ellos apenas resuena. Sin embargo, ¡ojo!, estamos en año electoral y los desestabilizadores que quieren desmontar las políticas progresistas para volver al mayor salvajismo posible del capital seguirán intentándolo. El elenco de esos profetas del apocalipsis comprende un amplio abanico que va de la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por ciertos oportunistas de la derecha y la izquierda moderadas. Arriesgué entonces la idea de que las tomas de tierras públicas, y semipúblicas con concesiones graciosas a privados, estaban fogoneadas por dos políticos de extrema derecha, que lo son por convicción o por conveniencia, en una acción no necesariamente concertada, pero que busca provocar el caos para reclamar por una represión que arrastre al gobierno a posiciones que siempre ha rechazado: las de usar la violencia oficial contra la protesta. De paso, esperaban que la acción y reacción de la violencia llevaran a un estado de ingobernabilidad que desestabilizara al gobierno y le hiciera perder

71


posibilidades a su candidato –presumiblemente Cristina Fernández de Kirchner- en las elecciones del año que corre. A la operación política antidemocrática llevada a cabo por los punteros de Duhalde y Macri se sumaron, más o menos espontáneamente, pequeños caciques de barrios carenciados que lucran con operaciones inmobiliarias espurias, tales como vender a los excluidos títulos de propiedad apócrifos sobre terrenos ocupados ilegalmente. Es decir, una típica entente del caos entre políticos que adhieren a regañadientes a las reglas democráticas y oportunistas cuasimafiosos que se aprovechan de la desesperación que provoca la miseria. Tanto el señor Duhalde como el señor Macri pedían represión a gritos, amplificados por los poderosísimos medios opositores y protogolpistas. Pero hay que atribuir al exclusivo mérito de Mauricio Macri, primera generación argentina de inmigrante italiano, la criminalización de los inmigrantes. Les atribuyó a éstos la responsabilidad por la ocupación de tierras y al gobierno por su, a su juicio, falta de política inmigratoria ordenada. O sea “las fronteras son un colador, aquí entra el que quiere, y una vez que entró se queda”. Para más claridad hay que señalar las alusiones poco sutiles a la inconveniencia del origen de los inmigrantes. Es decir a su proveniencia de los países limítrofes, o sea, traducido: “los que vienen son negros”. Lo que el señor Macri tuvo la prudencia de no explicitar lo expresó con franqueza una movilera en la excitación de su trabajo estresante. Se refirió a la inmigración que hoy llega a la Argentina como “inmigración de baja calidad.” Ni el señor Macri ni la movilera aclararon que esa inmigración de baja calidad, negra en una palabra, está formada en un alto porcentaje por la inmigración interna. Cuando los luchadores contra la discriminación acusaron al señor Macri de xenófobo, se defendió replicando que nadie tiene derecho de acusarlo a él de xenófobo cuando su principal asesor es ecuatoriano. Esto me dio que pensar. Creo que efectivamente Mauricio Macri tiene razón, porque no sólo no es xenófobo ya que tiene un asesor ecuatoriano sino que tampoco es homófobo, visto que en sus fiestas privadas canta disfrazado de Freddie Mercuri, su admirado vocalista de Queen, homosexual público que 72


murió víctima de sida hace veinte años. El señor Macri no es xenófobo, ni homófobo ni racista, padece, y tal vez él no tiene conciencia de ello, de pauperofobia. Se sataniza la pobreza. También muchos españoles odian al pobre. Traigo el ejemplo al caso por mi experiencia de muchos años de haber vivido en España. Pero antes de dar la explicación pertinente quiero hacer un paralelo entre dos situaciones similares que se produce una en mi país y que se ha producido la otra en España durante treinta o más años, mientras España fue rica. Ahora parece que el problema tiende a desaparecer a consecuencia de que este país tardíamente incorporado a la Europa opulenta vuelve por sus fueros y ya no necesita importar pobres porque los tiene en casa. La comunidad más odiada por los españoles es la de los gitanos, salvo aquellos que se ocupan de divertirlos ejerciendo el oficio de cómicos en los tablaos flamencos. La segunda comunidad más detestada es la de los árabes del Magreb, popularmente conocidos como “moros”. Durante los años dorados del florecimiento europeo de España, cuando África dejó de empezar en los Pirineos y antes de que la Europa germana la volviera a degradar calificándola de cerda (España es una de las cuatro naciones denominadas Pigs), los empresarios

españoles,

particularmente

los

de

la

próspera

burbuja

inmobiliaria y los del Campo, explotaron a los moros. Estos trabajaban en la construcción con salarios miserables, muy frecuentemente en negro y con altísimas tasas de siniestralidad; habitaban treinta en un departamentito para cuatro personas que les alquilaban a precios exorbitantes. Los que iban a las cosechas como temporeros (trabajadores golondrina), particularmente las de frutas y hortalizas bajo plástico de la provincia de Almería, que de un desierto miserable sólo útil para filmar los “spaghetti western” se transformó en un enclave de “hombres del campo” acaudalados, vivían al aire libre, en tiendas de campaña o trailers, sin sanitarios ni agua corriente. ¿Nos resulta el relato del párrafo anterior familiar? ¿Tiene algún parecido con la

explotación

de

santiagueños

(migración

interna)

en

los

campos

bonaerenses? Explotados africanos unos, explotados latinoamericanos otros. 73


¿Qué tienen en común? Ser grupos vulnerables, provenir de una tierra de origen donde no hay empleo, tener una baja o nula formación educacional, estar obligados a realizar trabajo en negro, inestable, en condiciones de insalubridad e inseguridad. Casi, casi, y tal vez sin el casi, esclavos. ¿Qué otra cosa tienen en común? Por lo menos dos: ambos son pobres y ambos son “negros”. En España tampoco son racistas ni xenófobos. Lo prueba la revista Hola cuando cubre las fiestas fastuosas que los jeques árabes realizan en sus residencias de la Costa del Sol. Las fotos los muestran flanqueados por lo más rancio de la jet española, cuyos integrantes se dan codazos para salir en primer plano junto a la tez olivácea de los magnates del petróleo. En España, ni la jet, ni las clases bienpensantes son racistas ni xenófobos, del mismo modo que el señor Mauricio Macri y nuestras clases bienpensantes, son simplemente pauperófobos.

Febrero 2011.

74


SOJA: ¿UTOPÍA O DISTOPÍA?

La apertura de la exposición de la Sociedad Rural del presente año ofreció la oportunidad para que su presidente, el señor Hugo Biolcati Magnasco, diera rienda suelta, nuevamente, a su diatriba acostumbrada contra la política económica oficial. Al mismo tiempo reiteró su lamento por la Arcadia perdida de la Argentina agraria del Centenario y convocó una vez más a la cruzada para recuperarla. Resulta difícil entender, si no fuera por la manipulación secular de las mentes que realiza el poder económico, cómo este discurso puede hallar eco en clases medias y bajas que para vivir decentemente precisan del mercado interno, de un fuerte tejido industrial, y de un sector comercial y de servicios desarrollado. El país agroexportador que propugnan “el campo” y los políticos adulones que juegan su única carta de triunfo al apoyo irrestricto de los medios al servicio del capital concentrado, da de comer a quince millones de habitantes de los cuarenta que tiene el país, según los estudios realizados sobre el tema por economistas en absoluto sospechados de oficialismo sino más bien de lo contrario, como Juan Llach.

La “enfermedad holandesa” En el artículo titulado “La enfermedad holandesa (y las retenciones a las exportaciones agropecuarias)” de julio de 2008, que escribí con motivo de la disputa por la Resolución 125 que fijaba retenciones móviles para trigo, maíz, girasol y soja, y que se incluyó en mi libro Cartas de Argentina (y otros ámbitos) (Ediciones Biebel, Bs. Aires, 2009), exponía las consecuencias perniciosas que un producto con gran demanda internacional y alto precio provoca en la economía de un país. Mencionaba allí el perjuicio que el descubrimiento de las grandes reservas de gas del Mar del Norte ocasionó a la 75


economía de Holanda, de ahí el nombre con que se conoce el “mal” que afecta a los países ante un acontecimiento similar, tal como en Argentina sucede con la explosión del cultivo de la soja. Resumiré seguidamente cuáles son los síntomas dañinos de la “enfermedad holandesa”: 1. La entrada masiva de divisas (normalmente dólares) revaloriza la moneda nacional (presión de demanda) aumentando el precio en dólares

de

sus

productos

y

encareciendo

sus

exportaciones

tradicionales que pierden competitividad. 2. El aumento de los precios en dólares de los productos locales los pone en desventaja ante los bienes importados que los desplazan. 3. Las situaciones descriptas en 1. y 2. minan el sector productor de bienes tradicionales del país ocasionando el cierre de empresas, el desmantelamiento del tejido industrial y desocupación. 4. La existencia de un sector con alto poder adquisitivo (el ligado a la producción y exportación del producto estrella) presiona al alza con su demanda los precios internos de bienes no transables (los que no se pueden exportar: servicios, comercio, construcción) produciendo inflación. 5. El sector próspero, es decir el relacionado con la extracción y exportación del gas en el caso de Holanda, y los que proveen de bienes no transables, pueden pagar más por los recursos (capital y trabajo) convirtiéndose en una aspiradora de los mismos, lo que da el golpe de gracia a la industria tradicional que no puede asumir esos costos.

Las retenciones sobre las exportaciones Las retenciones sobre las exportaciones exitosas, particularmente las retenciones móviles que establecía la Resolución 125 que fue derrotada con el voto “no positivo” del vicepresidente de la nación y presidente del senado, tienen por fin evitar los daños para el conjunto del país que produce un bien

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exitoso, en el caso argentino la soja. ¿Cómo logran las retenciones imponer este cordón sanitario? Los derechos de exportación, como lo son las retenciones, tienen varios efectos virtuosos. Uno de ellos es el de reducir el precio en dólares que percibe el productor por la exportación de los productos alcanzados por esos derechos. De ese modo se amortigua la presión al alza sobre la moneda nacional que provoca la liquidación de dólares de los exportadores, impidiendo así que aquella se revalúe con los resultados negativos que hemos descripto. Otro de los efectos positivos de las retenciones es el de poner una barrera a la inflación importada. La inflación inducida por los precios internacionales crecientes se importa a través de la compra de los bienes que el país necesita y no produce, pero también se importa inflación por medio de las exportaciones del país. ¿Cómo se explica esta paradoja? Lo veremos seguidamente. Si un productor vende un bien “p” en el exterior a 100, por mera racionalidad económica no estará dispuesto a venderlo en su propio país por menos de ese valor. Si el precio internacional está en ascenso, en otras palabras, si hay un proceso inflacionario internacional, entonces esa inflación se trasladará a los precios internos. La alternativa a la inflación es el desabastecimiento, porque si el productor no recibe en el país el precio que le pagan en el exterior simplemente no venderá dentro de las fronteras y exportará toda su producción. Las retenciones absorben la inflación externa y mantienen la estabilidad de precios. En este ejemplo simplificado: el bien “p” valía ayer 80 y hoy 100 en el mercado internacional. Si al precio de exportación hoy se le retiene 20, “p” sigue valiendo 80 como ayer. El productor ya no pretenderá que en su propio país le paguen 100, se conformará con 80, porque es el mismo precio neto que obtiene exportando (precio 100 – retenciones 20 = 80). Otro efecto virtuoso de las retenciones es el de recaudar fondos para subsidiar la industria, lo que los medios comprometidos con el capital concentrado agroexportador instaló en el sentido común como “hacer caja” para descreditar la herramienta. 77


Sabido es que los países con una estructura industrial madura, los llamados del primer mundo, y que hoy pisan arenas movedizas a causa de los desmanejos de sus codiciosos líderes (políticos y empresarios), le hacen pagar impuestos a la industria que es –o era- rentable, para subsidiar a su producción agropecuaria. O sea que aparentemente desaprovechan sus ventajas comparativas –al contrario de lo que aconsejan a los países productores de materias primas- representadas en su caso por una industria compleja, integrada y sólida, por razones políticas. La racionalidad del mercado aconsejaría abandonar a su suerte a los granjeros europeos y norteamericanos para concentrar la inversión en la eficiente industria de esos países. Pero el estado interviene no sólo para proteger a una parte tradicional de su sociedad sino para defender la soberanía alimentaria. Visto esto a nadie debería sorprender que países en vías de desarrollo, como Argentina, con un estructura industrial desequilibrada y aún débil, decida tomar la renta extraordinaria de sectores muy rentables, la renta que no proviene de la capitalización ni del incremento de la productividad sino de factores extracapitalistas, como es la capa de humus y el clima, para fortalecer el entramado industrial a través de subsidios, préstamos a tasas promocionales y otras herramientas, en particular dirigidas a la pequeña y mediana empresa, principal fuente de creación de empleo.

Distopía Hay otro efecto virtuoso de gran importancia que en mi artículo de julio de 2008, en medio del fragor del enfrentamiento del “campo” golpista con el gobierno, mencioné sólo al pasar porque no formaba parte del núcleo duro de la discusión. Me refiero al freno a la avanzada de la frontera de la soja que las retenciones, al reducir la rentabilidad del cultivo, puede contribuir a poner. La soja avanza en Argentina y en todos los países de la región que tienen campos de labrantía. Avanza como una mala hierba. Avanza con violencia. Pero para mejor entender esta cuestión cedamos la palabra a Rafael Hitlodeo: Las ovejas (…) vuestras ovejas. Tan mansas y tan acostumbradas a alimentarse con sobriedad, son ahora, según dicen, tan voraces y asilvestradas que 78


devoran hasta a los mismos hombres, devastando campos y asolando casas y aldeas. Vemos, en efecto, a los nobles, los ricos y hasta a los mismos abades, santos varones, en todos los lugares del reino donde se cría la lana más fina y más cara. No contentos con los beneficios y rentas anuales de sus posesiones, y no bastándoles lo que tenían para vivir con lujo y ociosidad, a cuenta del bien común –cuando no en su perjuicio- ahora no dejan nada para cultivos. Lo cercan todo, y para ello, si es necesario derribar casas, destruyen las aldeas no dejando en pie más que las iglesias que dedican a establo de las ovejas. No satisfechos con los espacios reservados a caza y viveros, estos piadosos varones convierten en pastizales desiertos todos los cultivos y granjas. Para que uno de estos garduños –inexplicable y atroz peste del pueblo- pueda cercar una serie de tierras unificadas con varios miles de yugadas, ha tenido que forzar a sus colonos a que le vendan sus tierras. Para ello, unas veces se ha adelantado a cercarlas con engaño, otras les ha cargado de injurias, y otras los ha acorralado con pleitos y vejaciones. Y así tienen que marcharse como pueden hombres, mujeres, maridos, esposas, huérfanos, viudas, padres con hijos pequeños, familias más numerosas que ricas, pues la tierra necesita muchos brazos. (…) Y luego de agotar en su ir y venir el poco dinero que tenían, ¿qué otro camino les queda más que robar y exponerse a que los ahorquen con todo derecho o irse por esos caminos pidiendo limosna? En tal caso, pueden acabar también en la cárcel como maleantes, vagos, por más que ellos se empeñen en trabajar. Por otra parte, ¿cómo darles trabajo si en las faenas del campo que era lo suyo ya no hay nada que hacer? Ya no se siembra. Y para las faenas del pastoreo, con un pastor o boyero sobra para guiar los rebaños en tierras que labradas necesitaban muchos más brazos. Así se explica también que, en muchos lugares, los precios de los víveres hayan subido vertiginosamente. Y lo más extraño es que la lana se ha puesto tan cara, que la pobre gente de estas tierras no puede comprar ni la de la más ínfima calidad, con que solían hacer sus paños. De esta manera, mucha gente sin trabajo cae en la ociosidad.

79


(…) Pues no se ha de creer, que, aunque el número de ovejas haya aumentado, no por ello baja el precio de la lana. La verdad es que, si bien no existe un “monopolio” en el sentido de que sea uno quien la vende, sí existe un “oligopolio”. El negocio de la lana ha caído en manos de unos cuantos que, además, son ricos. Ahora bien, éstos no tienen prisa en vender antes de lo que les convenga. Y no les conviene sino a buen precio. (…) Así, lo que debía ser la riqueza de nuestra isla, se convertirá en fuente de desgracias, por la avaricia de unos pocos. ¿Y qué me dices del lujo tan descarado con que viene envuelta esta triste miseria? Los criados de los nobles, los artesanos y hasta los mismos campesinos se entregan a un lujo ostentoso, tanto en el comer como en el vestir. ¿Para qué hablar de los burdeles, casas de citas y lupanares y esos otros lupanares que son las tabernas y las cervecerías y todos esos juegos nefastos como las cartas, los dados, la pelota, los bolos o el disco? De sobra sabéis que acaban rápidamente con el dinero y dejan a sus adeptos en la miseria o camino del robo. Desterrad del país estas plagas nefastas. Ordenad que quienes destruyeron pueblos y alquerías los vuelvan a edificar o los cedan a los que quieren explotar las tierras o reconstruir las casas. Frenad esas compras que hacen los ricos creando nuevos monopolios. ¡Sean cada día menos los que viven en la ociosidad; que se vuelvan a cultivar los campos, y que vuelva a florecer la industria de la lana! (…) Si no se atajan estos males es inútil gloriarse de ejercer justicia con la represión del robo, pues resultará más engañosa que justa y provechosa. Porque, decidme: Si dejáis que sean mal educados y corrompidos en sus costumbres desde niños, para castigarlos ya de hombres, por los delitos que ya desde su infancia se preveía tendrían lugar, ¿qué otra cosa hacéis más que engendrar ladrones para después castigarlos? Utopía, Tomás Moro. (Primera edición de Lovaina, 1516). Rafael Hitlodeo, personaje creado por Moro y que ha visitado la isla de Utopía, explica en el Libro I al canciller del reino, cardenal John Morton, los males que aquejan a 80


Inglaterra. Es, por oposición a la “utopía”, la distopía. Distopía (del griego dytopos): mal lugar, país dominado por el desorden. Dice el traductor, Pedro Rodríguez Santidrián, en la introducción

de la

edición española de Utopía (Alianza, Madrid, 1984): “La pregunta por el libro nos lleva a hacer una lectura del mismo ayudados por su propio autor: Todo parte de una situación que vive Inglaterra –y en alguna medida Europa- entre los siglos XV-XVI. La soberbia, la avaricia y la falta de honradez de los dirigentes –reyes, nobles, mercaderes y clero- han pervertido el orden social y económico inglés. Aparece así la descripción de la llamada distopía que está pidiendo a gritos un orden y unas estructuras nuevas.” Cambiemos ovejas por soja, la central Europa por la periférica Argentina, la nobleza de Inglaterra bajo Enrique VIII por la oligarquía de la Sociedad Rural Argentina y las Confederaciones Rurales Argentinas, y los criados de los nobles por los criados de los aristócratas integrados en la Federación Agraria Argentina, demos un salto de cinco siglos en el tiempo y apliquémonos el diagnóstico de Rafael Hitlodeo que nos calza como un guante. Sea el banano, el café, el caucho o la soja, la inserción mediante el monocultivo en el mercado internacional deja tierra arrasada. Llegado a ese punto, el capital, que no tiene patria, emigra a otras costas donde continuar con el proceso de acumulación que dicta la racionalidad económica. Detrás quedan desiertos, sociedades desestructuradas, indigencia, enfermedad, analfabetismo,

delincuencia.

Argentina,

como

todos

los

países

latinoamericanos, y como todos los países no importa de qué continente, está obligada a defenderse del capital depredatorio, sea internacional o nacional, para proteger la diversidad y equilibrio de la producción del agro, y su soberanía, alimentaria y política. Buenos Aires, julio 2011.

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REFLEXIONES SOBRE LA NORMALIDAD PRIMERA PARTE

I. Duendes Cuenta la tradición que en las viejas redacciones iluminadas con luz artificial, en medio del tableteo de las Underwood, el campanilleo de los teléfonos y el repiqueteo de las teletipos, disimulados entre las nubes de humo de tabaco, se movían duendes que interferían juguetona o maliciosamente en la composición de los artículos. Desesperación de los jefes, y terror de aquellos periodistas por cuyas venas sólo circulaba tinta y café que por el cambio de una coma –tiempo en que se respetaba la ortografía y la sintaxis- podían perder sus puestos pues donde habían dicho “contra” terminaban afirmando “por”. A veces, palabras mayores, cuando algún duende particularmente susceptible se veía afectado por el celo de los correctores –hoy peligro extinguido- y vuelto a su sentido original el párrafo donde ellos habían metido la cola, se enojaban seriamente y entonces los culpables pagaban su pecado con la aparición en el medio editado de un artículo fantasma o la desaparición absoluta –cuando no había pendrives donde salvar los textos- del resultado de una investigación seria que haría famoso al periodista, mejor remunerado al jefe, influyente al director, y en posesión de un arma para negociar con el poder al propietario. Cuadernos Hispanoamericanos de Madrid durante la última década del siglo pasado y primera de éste, bajo la dirección de Blas Matamoro, aunque ya en la era digital conservaba sin embargo algo del romanticismo de las viejas redacciones. La revista era una perfumada mezcla de vanguardia en las ideas y arcaísmo administrativo. De modo que Blas tenía el archivo del material de los números por venir en carpetas que se apilaban en sillas junto a su escritorio.

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Esta introducción viene a cuento porque en mi colaboración de todos esos años el archivo elemental de Blas nunca falló salvo, por lo que acabo de comprobar, en una oportunidad. Resulta que para la preparación de este artículo y el que le seguirá, busqué en la revista donde se publicó la larga serie de mis “Cartas de Argentina” una de las varias que escribí con motivo del estallido de Argentina en 2001. Con sorpresa no la encontré publicada y, lo que más me llamó la atención, tampoco incluida en mi libro Cartas de Argentina (y otros ámbitos) (2009) para el caso de que la hubiera rescatado yo posteriormente en el libro. La nota no estaba en ninguna parte: el duende, en un pase de manos, la había hecho desaparecer. Y quizá así fue. De modo que como el artículo resonaba en mi memoria y venía tan a propósito traerlo hoy a colación, sabiendo que los duendes tienen jurisdicción sobre las redacciones pero no sobre los archivos personales, me empeñé en revolver mis viejas carpetas, a costa de polvo, ácaros y estornudos, hasta que lo encontré. Estaba intacto, hibernado, con la bibliografía adjunta oxidada en un ángulo a causa del clip y la humedad. Como lo considero ilustrativo de la etapa del país que nos toca vivir, lo reproduzco a continuación literalmente.

II. País Normal Procónsul El señor Anoop Singh, economista indio al servicio del Fondo Monetario Internacional (FMI), fue nombrado Procónsul de la provincia imperial del Río de la Plata, por la metrópoli de Washington. Visitó en estos días los territorios que fueron delegados a su administración y se instaló en su nuevo despacho del ministerio de Economía para ordenar las medidas que regirán la política y la economía del país si éste quiere seguir contando en los planes del imperio. Estos párrafos que suenan a boutade están mucho más cerca de la realidad de lo que pueda imaginarse y más adelante daremos nuestras razones para decir esto. Mientras tanto resumiremos las medidas “aconsejadas” por el FMI, que 83


responden al pensamiento de Paul O’Neill, secretario del Tesoro de los Estados Unidos y al de la Casa Blanca. Para salir de la depresión más profunda de la historia del país, con un 24% de desocupados, otro tanto de subocupados, y la mitad de los que trabajan haciéndolo en negro, el FMI exige recortar más aún los gastos presupuestarios, con despidos incluidos. Esta simple medida condensa toda la ciencia que los “economistas internacionales” vuelcan en la receta para salvar a la Argentina. En palabras de Horst Koehler, Director General del FMI, para salir de la crisis en que pecaminosamente ha caído, Argentina tiene que sufrir más. Veamos más concretamente en qué consistiría ese “sufrimiento” para el ente ideal “Argentina”. El país, de unos 36 millones de habitantes, tenía, según la medición de 2001, 14 millones de pobres, de los cuales más de 5 millones indigentes. Con la inflación desatada por la devaluación del peso, sin que la acompañara ninguna medida reactivadora y con salarios rebajados y congelados, en abril de 2002 los pobres ya eran 18 millones (50% de la población) y los indigentes 6 millones (16,8%). No se ha estimado todavía a dónde treparían estas cifras si se pusiera en práctica el nuevo ajuste que exige el FMI para prestar una modestísima ayuda a la Argentina, que a ésta le serviría sólo para pagar sus próximos vencimientos de deuda con los propios organismos internacionales. Las medidas adicionales que exige el Fondo son la derogación de la ley de quiebras, recientemente votada por el parlamento, que suspende por seis meses la posibilidad de pedir la quiebra a empresas con sede en el país (empresas nacionales y empresas de capital extranjero), una de antigua data que juzga la “subversión económica” y puede ser aplicada a los banqueros que realizaron maniobras dolosas en perjuicio de sus depositantes, y un nuevo achicamiento de la ya raquítica banca pública, cuando la banca privada está en los primeros puestos de los responsables por la quiebra del país. Al respecto cabe acotar que, al día siguiente de que el Procónsul Singh dejara el país, se hizo realidad el temor que expresaba en mi anterior carta, titulada “El robo del siglo” y que apareció en el número de abril 2001 de esta misma revista, acerca de que la obra maestra de la estafa al país y a sus habitantes fuera aun perfeccionada para que los bancos no 84


devolvieran jamás el dinero a sus legítimos propietarios. Hoy se prepara una ley propiciada por las entidades financieras para que éstas transfieran sus pasivos con los depositantes al Estado, que les entregará a cambio bonos a cinco o diez años de plazo. Ya corren rumores en la city de que los banqueros estarían dispuestos a recomprar los bonos a los tenedores que tengan ahogos financieros (prácticamente todos los medianos y pequeños, ya que se quedaron sin sus ahorros) con un módico descuento que iría del 75 al 80%. Bien, volvamos a nuestro Procónsul. Hay dos nuevos conceptos que van y vienen entre las dos orillas del Atlántico Norte y que las usinas publicitarias del Primer Mundo se ocupan de difundir hasta las más miserables periferias. Son lo que, más o menos, podríamos llamar “Nuevo Imperialismo (pasivo)” y “Administración Delegada”, dos ideas novedosas que comenta el analista político y económico Julio Nudler en el diario Página 12 de Buenos Aires en sendos artículos del 13 y 17 de abril pasado. La idea del nuevo imperialismo parte del esquema de Robert Cooper –consejero político exterior de Tony Blair- que clasifica a las naciones del mundo en tres grupos: en primer lugar las

postmodernas,

que

son

las

desarrolladas

y

que

abandonan

progresivamente la idea de soberanía nacional para tender a la integración. Serían los miembros de la Unión Europea, en cierto modo Japón y los Estados Unidos (en teoría, porque no hay país más celoso de su soberanía que el del imperio del Norte). Estas son las potencias del siglo XXI. El segundo grupo lo constituyen las naciones modernas, que con sus veleidades imperialistas se siguen comportando como las potencias del siglo XX. Entre ellas se contarían China, la India y Paquistán, como las más importantes. El tercer grupo estaría formado por los países pre-modernos, es decir aquéllos que no han accedido a una organización nacional o que la han ido perdiendo, y donde el Estado no tiene el control político y administrativo ni el monopolio de la violencia. Se cuentan entre ellos muchos de los países del África subsahariana, Colombia y otras zonas de Latinoamérica a las que se está acercando peligrosamente Argentina. Los estados postmodernos no constituyen un peligro para ellos mismos, según Cooper, porque conviven y no apelan a la agresión. Los países modernos re85


presentan el peligro tradicional del siglo XX y la estabilidad depende del equilibrio de fuerzas, difícil pero en todo caso regional. Los débiles estados premodernos son paradójicamente los que constituyen el verdadero peligro, por otra parte inédito, aunque no por sí mismos sino por los actores no estatales que los pueden usar de base (terrorismo, narcotráfico). En ese caso se justificaría un “imperialismo defensivo” como el empleado por Estados Unidos en Afganistán. Sin llegar a los extremos de Afganistán o Colombia habría otros estados premodernos que, por su incapacidad de autogobernarse, por la inestabilidad que se deriva de ello y por la presión migratoria que ejercen sobre los ricos, constituyen un peligro para sí mismos y para el mundo. Para estos sería saludable la receta del “imperialismo voluntario”, que viabilizara la reinstauración de una solución colonial que la ideología del mundo desarrollado hoy no admite conceptualmente. Aquí el pensamiento de Cooper se articula con el concepto de la “administración delegada”, que Rudiger Dornbusch y Ricardo Caballero, dos prestigiosos economistas del MIT (Massachusetts Institute of Technology) han propuesto por segunda vez en pocos meses para Argentina. En pocas palabras, los distinguidos científicos proponen que nuestro país entregue el manejo de la economía, las finanzas y la política monetaria a un equipo de expertos del Primer Mundo que devuelvan al país la credibilidad internacional perdida. Habría que acotar que hace muchos años, no menos de veinticinco, que la Argentina aplica la receta, sólo que los expertos representantes del Primer Mundo y de los organismos financieros internacionales han sido autóctonos y, por lo tanto, menos creíbles que los de pura cepa. Pero para volver al momento presente, uno se pregunta si la insistencia obsesiva del FMI y del Tesoro de los Estados Unidos en que el país realice reducciones presupuestarias para solucionar una depresión cada vez más profunda es sólo la expresión de mentes obtusas, que están encerradas en unas pocas fórmulas ortodoxas y simplistas, o si no hay una intención oculta de empujar al país al estallido social para justificar una intervención más o menos directa.

86


Hay indicios de que esta presunción no es totalmente descabellada. Uno, no el menos importante, es la tosquedad propia de las administraciones republicanas que parece ser más radical que nunca con la llegada a la Casa Blanca de George Busch hijo, muestra de laboratorio de la decadencia de una familia patricia. El otro es la diligencia con que los medios publicitarios del sistema difunden las ultimísimas buenas nuevas acerca del imperialismo y el colonialismo aggiornado. Ninguno de ellos habla ya de las mieles de la globalización. Admitido en silencio el fracaso de ésta –pretendido fracaso que no logra encubrir los beneficios que bajo su disfraz obtuvo el capitalismo expansivo- cae la máscara y aparece el rostro desnudo del imperialismo con toda su fiereza, vociferando a los cuatro vientos que la culpa del fracaso la tiene la víctima. Buenos Aires, abril de 2002.

III. Apostilla El que se describe en el informe anterior es el “País Normal”, la Argentina no aislada del mundo que los socios nativos del poder financiero global nos supieron conseguir. ¿Es ese el país que reclaman tantos prestigiosos periodistas y líderes de la oposición? ¿De qué se trata en su caso? ¿De mala memoria o de mala fe?

En breve: SEGUNDA PARTE: FUNDAMENTALS (¿PAÍS ANORMAL?)

Buenos Aires, septiembre 2011.

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REFLEXIONES SOBRE LA NORMALIDAD SEGUNDA PARTE

Sorprende, cuando uno se detiene a pensarlo, la cantidad de términos económicos que se ha introducido en el lenguaje cotidiano. Eso sucede porque los medios dedican cada vez más espacio a la economía, lo que no significa otra cosa sino que la economía es noticia. Mucho tiempo ha corrido desde aquel juicio propio del sentido común taxista que declaraba ex catedra que la situación comprometida de Argentina se arreglaba con “una buena cosecha”. La sentencia con su connatural dogmatismo encerraba, con todo, una buena dosis de verdad: en primer lugar hacía suyo el postulado de que la nuestra era una economía primaria y, en segundo lugar, acertaba con las previsiones porque “una buena cosecha” aportaba al país los dólares que necesitaba para lanzar el ciclo de crecimiento. Hasta que la bonanza incrementaba tanto las importaciones que se volvía en poco tiempo a la denominada por los economistas “restricción externa” y Argentina entraba de nuevo en la parte baja del ciclo. Desde la época de aquella sentencia que emitía cualquier taxista presuntamente informado, es decir todos, hasta hoy, no sólo han pasado muchos años, más de cincuenta por parte baja, sino algunos “paradigmas” económicos hasta llegar al siniestro del mercado a ultranza, el del tardocapitalismo, el neoliberal o el de la cuarta etapa del capitalismo o capitalismo

tecno-financiero.

Este

paradigma,

como

puede

percibirlo

cualquier taxista de esta época, ha estallado provocando la crisis más fenomenal, más profunda y, seguramente, más duradera, de toda la historia del capitalismo, porque es una crisis sistémica y hoy por hoy el sistema abarca al mundo en su conjunto pues ninguna actividad humana escapa ya al control del mercado. Seguramente la crisis, si no se la logra yugular, lo que no es probable dada la falta de criterio y los compromisos de la dirigencia que maneja hoy día el 88


mundo desarrollado, afectará en mayor o menor medida a Latinoamérica y a la Argentina, aunque no del modo catastrófico en que lo hacían las crisis, aun siendo regionales y de mucho menor alcance que la actual, antes de que gobiernos sudamericanos de distinto signo, unos progresistas, otros menos, comprendieran que la única manera de defenderse de la onda expansiva era colaborando y pensando en desarrollarse. Esto viene a cuento porque Argentina se enfrenta a futuros desafíos, que en realidad ya son presentes, y que podrían verse agravados por una crisis global. Entre los términos difundidos por los economistas del establishmen pero no explicados, de modo de que la “plebe” los adopte como lenguaje mágico, hay una expresión que se repite últimamente en los medios cada vez con más frecuencia, me refiero a la mencionada en el primer párrafo “restricción externa”. Hay muchas otras expresiones que están incorporadas aunque algo olvidadas pero que fueron vedettes en su momento. Basta recordar el “riesgo país” con que abrían los noticiarios televisivos y que tenían un recuadro reservado en la primera plana de los diarios. Así como el capital usa al “ejército de reserva” de los desocupados para disciplinar al sector trabajo, el riesgo país se utilizó para disciplinar por el miedo a la población del país que sufría las consecuencias de los ajustes salvajes destinados a pagar a los acreedores. El concepto de “restricción externa”, que mi taxista de la buena cosecha manejaba intuitivamente, lo usan los economistas, los empresarios, los gobernantes y sus opositores con diferentes énfasis y matices, unos para amenazar, otros para quitarle gravedad a la cuestión. Antes de entrar en el análisis de los argumentos de unos y otros, hay que explicar qué significa lo de “restricción externa” para que mis presuntos lectores no me respeten en exceso usando mágicamente palabras de las cuales sólo el sacerdote (es decir yo) conoce el significado. Primero diré que esta expresión designa uno de los fundamentals a que suelen referirse los economistas y que yo anunciaba en la primera entrega de este artículo como título tentativo para su segunda parte: “Fundamentals (¿País anormal?)”. Los fundamentals son las variables macroenómicas básicas, por ejemplo: PBI (Producto Bruto Interno), Índice de inflación, Tasa de desocupación, Superávit 89


o déficit fiscal, Saldo de Cuenta Corriente. La “restricción externa” se refiere a la Balanza Comercial (que es uno de los fundamentals) o sea al saldo entre exportaciones e importaciones, que si es positivo alude a la “buena cosecha” de hace sesenta años y que provee los dólares necesarios para el desarrollo de la economía del país, o sea los dólares obtenidos por las exportaciones que permiten pagar las importaciones. Desde que se inició la recuperación del país en 2003 el saldo de la Balanza Comercial proveyó los dólares para pagar las importaciones, para hacer frente a los vencimientos de la deuda reestructurada, para que las empresas transnacionales remitan sus utilidades al exterior y para financiar la fuga de capitales.

Restricción externa Durante los tres o cuatro últimos años hemos escuchado hablar nuevamente de la inflación. Lo hacen enfáticamente los opositores al gobierno y con cierta ligereza algunos de los principales actores del oficialismo que, me parece, intentan evitar la alarma de los habitantes del país embozando su propia preocupación por una patología con tradición funesta en la Argentina. En los últimos tres o cuatro meses el tópico, tanto desde una como desde la otra tribuna, sin desaparecer ha cedido o, al menos, comparte el primer plano con la nueva cuestión estrella: la “restricción externa”, también de larga tradición en nuestro país y responsable de su crecimiento enfermizo llamado por los especialistas de stop and go. En pocas palabras sencillas por respeto a los lectores no especialistas, diremos que el stop and go consiste en un crecimiento de ciclo corto, tres o cuatro años, seguido por una caída también de ciclo corto y un decrecimiento del PBI (producto bruto interno) no exageradamente significativo. Este modelo tuvo vigencia a partir de la restricción de la fuente de divisas, debida tanto a la caída de las exportaciones agropecuarias en cantidades y precios (degradación de los términos del intercambio) cuanto a la escasez de capitales externos 90


producto de la crisis de los años 1929/30 del siglo pasado. A partir de entonces y tal vez hasta la primera mitad de la década del 70, Argentina creció con los altibajos del stop and go. De acuerdo a las conclusiones de Jorge Schwarzer y Andrés Tavonanska en el documento titulado “Modelos macroeconómicos en la Argentina: del stop and go al go and crush (aniquilamiento; destrucción)” (Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas de la Argentina, Facultad de Ciencias Económicas, UBA, 2008), el largo período del stop and go, que los autores llaman de “La economía cerrada”, abarcó desde la crisis de 1930 hasta el golpe de estado de 1976. No obstante, según Schwarzer y Tavonanska, la economía se estaba abriendo en la primera mitad de los setenta, con un incremento no sólo de las exportaciones agrarias sino de las industriales, camino que parecía dirigirse hacia la superación de la restricción externa y que fue abortado por el golpe cívico-militar. Con matices producto de la situación nacional e internacional que omitimos porque escapan al alcance y propósito de este trabajo, podemos decir que el fenómeno consistía en lo siguiente: ese largo período de casi medio siglo, que comenzó cuando el país no pudo pagar más con la exportación agropecuaria los bienes necesarios para su funcionamiento (es decir prácticamente todos), fue el del proceso de industrialización sustitutiva de importaciones cuya fuente de divisas siguió siendo la exportación agropecuaria. A medida que la industrialización avanzaba, las condiciones internas mejoraban. Aumentaba la ocupación y los salarios, por lo tanto aumentaba el consumo y, consecuentemente, la producción nacional así como la importación de bienes, tanto bienes de capital necesarios para la industria creciente, como bienes de consumo, ahora al alcance de una población que no sólo adquiría mayor poder adquisitivo sino que incorporaba nuevos consumidores provenientes del medio rural que se sumaban al proceso de industrialización. La degradación de los términos del intercambio en perjuicio de los bienes primarios que exportaba Argentina, así como el aumento de las importaciones, llevaban al estrangulamiento externo que impedía seguir importando los bienes necesarios. Para resolver el problema de la “restricción externa” los gobiernos recurrían a la devaluación del peso para favorecer las 91


exportaciones y desalentar las importaciones para el consumo interno que, debido a la devaluación, se encarecían. La devaluación producía una rebaja de los salarios en términos de dólar y, por lo tanto, la reducción de la capacidad de consumo de los asalariados, a la vez que se producía una transferencia de ingresos al sector agropecuario por el aumento del valor en pesos de sus exportaciones. El mayor costo en pesos de los artículos importados así como la presión sobre la oferta producida por el sector exportador favorecido con la devaluación, alimentaba la inflación interna. Para controlar ésta los gobiernos restringían los medios de pago y aumentaba las tasas de interés. Iliquidez, mayor costo del crédito, incremento de los costos

industriales

a

consecuencia

del

aumento

del

precio

de

las

importaciones y caída de los salarios tenían como consecuencia inevitable una contracción de la demanda que llevaba a la recesión. Ya estábamos en la etapa del stop. Entonces, ante el achicamiento de la demanda interna aumentaban los saldos exportables y caían las importaciones, el país volvía a tener excedente comercial y se renovaba el ciclo: go. Una solución patológica del problema. Al cabo de un corto período de bonanza, por repetición de síntomas el país volvía a caer en la recesión. Las crisis del período de “economía cerrada”, según Schwarzer y Tavonanska, duraron de dos a tres años con una caída del producto que osciló entre el uno y el seis por ciento. Según los autores la situación cambió radicalmente y se agravó a partir del golpe de estado regresivo de 1976 y el manejo económico del ministro de la dictadura Alfredo Martínez de Hoz, aunque ya se había preparado el terreno con el “rodrigazo” del ministro Celestino Rodríguez durante la presidencia de Isabel Perón. A partir de entonces se inicia el período de “Economía abierta con endeudamiento”. La teoría de los economistas neoliberales defensores de este modelo, afirma que la restricción externa que impide el crecimiento sostenido del producto puede superarse mediante el endeudamiento. Mediante la inversión de capitales provenientes del exterior se podría aumentar indefinidamente el nivel de actividad, resultando en un crecimiento que permitiría pagar holgadamente los servicios de la deuda, dejando siempre un remanente que 92


incrementaría el PBI. En la práctica, como bien sabemos los argentinos, la historia fue diferente. Refresquémosla: En un panorama mundial de abundancia de dólares ávidos de obtener rentabilidad (a partir de los petrodólares en los 70 hasta llegar a la inflación mundial del presente provocada por los descomunales déficits gemelos –fiscal y de balanza comercial- de los Estados Unidos), la política de Martínez de Hoz en los 70 y de Cavallo en los 90 fue mantener un tipo de cambio sobrevaluado y con rigideces -que fue absoluta en el caso de la convertibilidad- para controlar la inflación. En la práctica esta política se transformó en un seguro de cambio para los capitales especulativos, que se endeudaban a tasas bajas en el primer mundo y hacían enormes diferencias a las tasas mucho más altas de los países periféricos, entre ellos Argentina, contando con un seguro de cambio implícito, la “tablita” que preanunciaba las devaluaciones acotadas en el caso de Martínez de Hoz y el “uno a uno”, en el caso de Cavallo. Al principio estos sistemas parecían funcionar porque la afluencia de dólares abarataba algo la tasa de interés nacional, favoreciendo el crecimiento de la actividad así como el aumento relativo de los salarios medidos en dólares a causa del tipo de cambio sobrevaluado. Esta ilusión provocaba un pequeño boom de consumo. No obstante, los costos altos de los productos nacionales medidos en dólares, más la inflación inercial del primer período de aplicación del sistema que revaluaba aún más el cambio, les hacía imposible competir con los productos del extranjero, con el resultado de que se desalentaban las exportaciones

y

se

alentaban

las

importaciones

provocando

el

desmantelamiento del tejido industrial del país. El déficit externo se cubría con nuevos préstamos y con la venta de las empresas nacionales. A medida que este proceso iba adelante el problema se agravaba porque no sólo aumentaba el déficit comercial externo sino que la extranjerización de la economía incrementaba el déficit de la Cuenta Corriente por el giro al exterior sin restricciones de las utilidades de las empresas transnacionales y por los intereses de los préstamos tomados por éstas en el exterior. Para no hacerlo ni largo ni detallado resumimos diciendo que, una vez agotados los fondos provenientes de la liquidación del patrimonio nacional, cada vez 93


fueron necesarios mayores préstamos para pagar los vencimientos lo que aumentaba los cargos por capital e intereses, cuyas tasas no dejaban de subir a medida que los acreedores se retraían al percibir un riesgo (el famoso “riesgo país”) cada vez mayor en la esperanza de recuperar sus préstamos. Así hasta el colapso final, el de la hiperinflación de 1989 y el del default de 2002. En el caso de la economía abierta las crisis fueron mucho más largas que las del período de la economía cerrada. Duraron siete años la de 1981-1987, cuatro años la de 1988-1991 y siete años la que comenzó en 1999 y sólo volvió al nivel de PBI de aquel año en 2005. Además, contra una caída del PBI de entre el 1% y el 6% del primer período, el de la “economía cerrada”, la caídas del

período de la “Economía abierta con endeudamiento” fueron del 34%

(1981-1987), 22% (1988-1991) y 48,6% en la del crack de la convertibilidad, es decir en este último caso casi la mitad del producto del país. De allí que se justifica el título de go and crush con que Schwarzer y Tavonanska denominan a las crisis que van desde 1976 hasta la última de 2002.

Fundamentals: ¿País anormal? Analizaremos

ahora

la

situación

presente

del

que

sería

el

“país

anormal”, según los dichos de los más difundidos formadores de opinión y de los políticos que, contrario sensu, parecen afirmar que el país que hemos descripto en la primera parte de este trabajo era el “país normal”. El crecimiento sostenido de estos últimos ocho años se financió con el superávit fiscal (cuentas internas) y de Cuenta Corriente (cuentas externas), ya que por decisión de los mercados de capitales y por decisión propia, Argentina quedó al margen de la financiación externa a partir del default. El estado de estas cuentas a la fecha tiende a hacerse más restrictivo. Ante esta situación puede decirse, en términos simplificados, que en la búsqueda de solucionarla hay tres posiciones dispares: la de la ortodoxia, la de los devaluadores y la de la profundización del “modelo”. Hay matices entre estas tres grandes líneas de pensamiento que omitiremos a fin de no 94


alargar excesivamente este informe ni abundar en tecnicismos que dificultarían la comprensión para el lector no especializado. En cualquier caso, antes de entrar en materia, nos permitiremos una digresión atinente a afirmaciones de la presidente Cristina Fernández de Kirchner. La presidente ha dicho en más de un discurso público que este período de crecimiento es el más largo de la historia del país y no es así. Después de la crisis de 1930 Argentina gozó de dos períodos más largos de crecimiento sostenido. Ellos fueron el de 1946-1955 y el de 1964-1974. En el primero de ellos, contando las dos pequeñas caídas de 1949 y 1952, el país creció a un promedio del 4,2%. En el período 1964-1974, sin que se produjera ninguna caída, el promedio de crecimiento fue de 5,1% (Mario Rapoport en El Sol, Mendoza, 23/8/2010). La serie 2003-2010, con el estancamiento del 2009 incluido, da el mayor crecimiento promedio de las tres series anuales: 7,5% (Elaboración propia a partir de estadísticas oficiales). O sea que por ahora el período del gobierno Kirchner no es el más largo de crecimiento sostenido del país como afirma la presidente aunque sí el de mayor crecimiento medio. Ante la comprobación de que el saldo de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos va decreciendo y que el decrecimiento es confirmado por las expectativas del proyecto de Presupuesto 2012 presentado por el Ministerio de Economía, el fantasma de la restricción externa reaparece, proyectando su sombra ominosa sobre la esperanza de desarrollo de la Argentina. Ante esta comprobación hay, como hemos dicho, tres posiciones diferentes relacionadas con la solución del problema. La ortodoxia, representada por los economistas neoclásicos o neoliberales que detentan el poder ecuménico y el cuasi monopolio de la cuota de exposición pública desde hace cuarenta años, propone la receta conocida y aplicada reiteradamente con resultados negativos: en términos generales pretenden “enfriar la economía”. Es la receta del Fondo Monetario Internacional y de las autoridades económicas y monetarias de los países desarrollados y lo fue aquí desde Videla y Martínez de Hoz hasta de la Rúa y Cavallo. En qué consiste en la práctica el enfriamiento de la economía: consiste en aumentar el superávit fiscal, incrementar la tasa de interés para favorecer el 95


ingreso de capitales (que por definición son especulativos ya que el incentivo no es productivo sino monetario) permitiendo de ese modo la revaluación del peso. El incremento del superávit fiscal se logra mediante la contención del gasto público expresado en gasto social, o sea, a grandes rasgos: sanidad pública, educación, asignación universal por hijo y otras prestaciones destinadas a la parte más desfavorecida de la población, congelamiento o fuerte contención de los aumentos de las jubilaciones, congelamiento o fuerte contención del incremento de salarios públicos, reducción o eliminación de los subsidios al consumo de energía y transportes. Al mismo tiempo, propugna el congelamiento o al menos la fuerte contención de los aumentos de salarios de convenios ya que, como el ruido de sables parece felizmente cosa del pasado, no puede eliminarlos. Lo que se busca es reducir el consumo interno para favorecer las exportaciones y aumentar el saldo positivo de la Balanza Comercial. También propugna la vuelta al mercado de crédito internacional para tomar deuda. La recuperación del saldo positivo de la Balanza Comercial vía restricción del consumo interno, más la nueva deuda externa, más el ingreso de capitales generaría las divisas que según ellos se dirigirían a la inversión productiva permitiendo aumentar la oferta. Asimismo la revaluación de la moneda nacional producida por el ingreso de capitales, siempre según su teoría, tendría como efecto virtuoso el reducir la inflación. Como lo hemos expuesto más arriba los efectos de estas medidas han sido históricamente recesivas, han conducido a la desindustrialización y a la reprimarización de la economía, y al respecto nos remitimos a la explicación que hemos dado en el capítulo “Restricción externa”. Los devaluadores, por el contrario, proponen una devaluación significativa del peso, que se ha venido revaluando por la inflación, para recuperar competitividad

externa,

aumentar

las

exportaciones,

desalentar

las

importaciones que se encarecerían y, de ese modo, volver al superávit comercial holgado. Dentro de esa corriente se cuentan, además de los industriales adictos a las soluciones coyunturales fáciles, la corriente del “campo” que pretende eliminar o, al menos, reducir sustancialmente las retenciones a las exportaciones agropecuarias. La devaluación masiva, medida 96


adoptada reiteradamente en el momento de las restricciones externas, resulta infaliblemente en aumento de la inflación, reducción del poder adquisitivo del salario, caída de la actividad y reprimarización de la economía. Todas políticas probadas y fracasadas, perniciosas para la mayoría de la población y sólo beneficiosas para minorías parasitarias que se apoderan de la renta vía inflación. La corriente heterodoxa de pensamiento económico propone medidas muy diferentes a las que acabamos de exponer. Es lo que en términos populares se conoce por lo que el gobierno llama “profundización del modelo”, pero con muchos matices que analizaremos a continuación. Las políticas ortodoxas, que los economistas que adscriben a esa corriente disfrutan en los elegantes modelos econométricos de los laboratorios, son en verdad generalizaciones toscas que se ajustan mal a la realidad. La Economía Política –no lo “Economía” a secas como la rebautizaron los mentores del neoliberalismo, que pretendieron convertirla en una ciencia dura e infalible como la Física o la Matemática- es en realidad una ciencia social, que estudia la realidad de los hombres con todos sus meandros, irregularidades e imperfecciones. Puede apoyarse, como lo hace la Sociología, en modelos matemáticos, pero a condición de que no tome en cuenta sus resultados como axiomas sino como aproximaciones, grandes líneas de reflexión que ayudan a entender la realidad pero que no la manejan. El “modelo” del gobierno también es tosco, dicho no con intención ofensiva sino como comprobación de que sus medidas, que han resultado exitosas, son también grandes líneas de acción, repentistas en muchos casos, que han servido para sacar al país de su postración. Hoy día, le guste o no a los funcionarios de gobierno, si queremos que el país arranque de una vez por todas para un destino de desarrollo, se necesita una “profundización del modelo” mucho más sutil. Hemos llegado a la etapa del ajuste fino, en el que hemos fracasado a lo largo de toda nuestra historia. Estamos ante una gran oportunidad y tenemos la responsabilidad nacional de no dejarla escapar una vez más.

97


Pasemos ahora a una explicación más pormenorizada de las causas que provocan la restricción externa hoy y de cuáles deberían ser las políticas para superarla.

La restricción externa desagregada En el título “Restricción externa” hemos visto que la causa fundante de la restricción externa fue la Balanza Comercial, es decir el paso del saldo positivo al negativo de la diferencia entre exportaciones e importaciones. En una segunda etapa la situación se hizo más compleja y aguda a causa del endeudamiento. Hoy se han empezado a encender las alarmas por la reducción del saldo comercial. No así por los intereses y las amortizaciones de capital de la deuda pública, ya que el peso relativo de la misma que en 2003 representaba el 105% del PBI, se ha reducido al 46% gracias a la quita post default y a la política de desendeudamiento. De dicha deuda sólo el 13% sobre el PBI está hoy en manos de acreedores privados y apenas el 8,7% de ella está nominada en divisas (Alfredo Zaiat, “Restricción externa”, Página 12, 17/9/2011). Pero hay otros rubros que forman parte de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos y que pesan significativamente y en forma negativa en el saldo de la misma, a saber: 1) Creciente giro al exterior de las utilidades y dividendos de empresas transnacionales agravado por la crisis de Estados Unidos y Europa donde se encuentra la casa matriz de la mayor parte de ellas. Esta situación tiene su origen en la extranjerización de la economía producida durante la apertura sin restricciones del gobierno militar, a partir de 1976, pero particularmente durante la década de los 90 cuando se malvendió el patrimonio nacional. El problema se agravó con el predominio que en esos años adquirió la actividad rentística. Muchos empresarios argentinos con escasa vocación de tales optaron por vender sus empresas a capitales extranjeros y se dedicaron a vivir de rentas.

98


2) Importante drenaje de divisas proveniente del Sector Público no Financiero. Es lo que vulgarmente se conoce como “fuga de capitales”. Estos van a cuentas del exterior, a cajas de seguridad bancarias o simplemente al “colchón”. 3) Hay rubros que los analistas económicos suelen no mencionar porque saltan menos a la vista pero que son significativos. Dentro de los servicios tenemos: a) las primas de reaseguros (son los seguros que toman las compañías aseguradoras para distribuir los riesgos) que hasta el cierre del Instituto Nacional de Reaseguros, en 1992, se monopolizaban en esta institución y que a partir de entonces se dirigieron al mercado internacional; b)

los fletes

marítimos, que desde la práctica liquidación en 1983 de la flota mercante estatal y el progresivo pase a banderas de conveniencia de buena parte del tonelaje de las empresas privadas dejaron de retenerse en el país. Hay otras vías de escape debidas no ya a la política de desguace del Estado perpetradas por el gobierno cívico-militar y llevada a su más onírico extremo por el menemismo sino a maniobras dolosas o cuasidolosas. Se trata de la subfacturación que las empresas exportadoras, particularmente las de capital extranjero, realizan valiéndose de filiales que operan en plazas más benévolas. En este caso el efecto dañino es doble: por el lado de las cuentas externas se escamotean divisas que deberían entrar al país por el verdadero valor de los bienes producidos en él. Por el lado de las cuentas fiscales se substraen los impuestos y derechos que deberían pagarse al erario público sobre el precio pleno. Y, por supuesto, hay que contar la evasión lisa y llana a la que son tan afectas tanto las empresas transnacionales como las nacionales.

“Restricción interna” El crecimiento del país no sólo se ve limitado por el estrangulamiento de las cuentas externas sino por el de las cuentas internas. Argentina ha hecho 99


virtud de mantener lo que se denomina “superávits gemelos”, es decir el saldo positivo de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos y el de las cuentas fiscales, lo que le dio en estos ocho años transcurridos desde 2003 un margen de maniobra amplio para eludir la restricción externa sin necesidad de acudir a las recetas de la ortodoxia y para realizar políticas activas de carácter social y de desarrollo económico. Hoy también se comprueba una reducción progresiva del superávit primario (antes del pago de la deuda pública) y la aparición de déficit financiero (una vez pagados los vencimientos de la deuda).

Acerca de las soluciones Las soluciones a los problemas económicos que aquejaron endémicamente al país no son sencillas. Pero por eso mismo no queda otro remedio que abordarlas si no queremos perder la oportunidad histórica en que nos encontramos y realmente deseamos entrar en una etapa de desarrollo sostenido de la Argentina. Crecer, tener holgura en las cuentas internas y externas para poder realizar políticas activas que renueven el ciclo del crecimiento. Crecimiento con inclusión, con distribución justa de la riqueza, es decir: “desarrollo”. La tentación de caer en las soluciones fáciles de la ortodoxia con el endeudamiento y la atracción de capitales mediante el aumento de la tasa de interés, lo que pomposamente llaman “estar en el mundo” los voceros de los intereses concentrados, sólo nos llevaría a repetir errores, volver a tropezar con la misma piedra y terminar en el crush de 2001. Ha llegado el momento de abandonar

las

elegantes

tosquedades

de

la

“Economía”

ortodoxa,

arremangarse y sumergir las manos en el barro del día a día de la “Economía Política”. La macroeconomía está muy bien para controlar los fundamentals pero la riqueza de un país se hace con las medidas menos espectaculares de la microeconomía

que,

insistimos,

son

decisiones

económicas

pero,

fundamentalmente, políticas. Veamos en forma esquemática, visto el objetivo 100


y alcance limitados de este trabajo, cuáles serían las principales medidas que debería tomar el próximo gobierno y los que le sigan. Todas las decisiones deberían ir apuntadas hacia una meta principal: la industrialización. La única manera que tiene un país de consolidar su desarrollo es mediante la diversificación de su matriz productiva. Producir muchos bienes de alto valor agregado. Desde luego no se pueden producir todos los bienes del mundo, por lo que para traccionar el despegue económico deben elegirse dos o tres o cuatro o tal vez cinco sectores que serían el mainstream de la producción y ellos acompañados por sectores menos complejos, de industrias maduras que, incorporando innovación, tejan la trama y la urdimbre de la economía del país. El desarrollo integrado es el mejor seguro contra las crisis sectoriales. El monocultivo (leamos “soja” hoy día) es extraordinariamente vulnerable. En el presente tenemos compradores ávidos. Mañana no sabemos. Los cambios tecnológicos y de paradigmas pueden desvalorizar un producto de un día para otro. En todo caso el pecio de un commodity no lo controla el país sino el mercado mundial (y los especuladores). Los productos con alto valor agregado tienen el límite superior que le fija la competencia pero ese límite será tanto más flexible cuanto más valor agregado intelectual tenga el producto que lo vuelva difícil de reemplazar por otro. Además una canasta variada de productos exportables permite distribuir el riesgo y compensar la caída de uno con el éxito de los demás. Para llegar al estadio del desarrollo, un elenco básico de medidas a tomar sería el siguiente: - Ante todo consolidación de los vínculos regionales: Brasil, Mercosur, Unasur. Debemos ir hacia una integración cada vez más estrecha, no sólo económica sino política para que Sudamérica (y naciones de Centroamérica que puedan ir asociándose) sea un bloque con voz propia en el mundo. - En esa línea, consolidación y desarrollo de las instituciones regionales. A títu lo de ejemplo algunas en las cuales ya hay un avance incipiente: a) Banco de desarrollo regional; b) Fondo para emergencias financieras y anticíclico; c) Intercambio en monedas locales y/o creación de monedas de cuenta para el 101


comercio interregional (ej. “sucre” moneda adoptada por los países del ALBA). - En el ámbito nacional, entre otras medidas, son fundamentales: - Creación de un sistema integrado y nacional de salud. (No se trata sólo de sensibilidad social sino de conveniencia económica. Una población sana cuesta menos al erario público y es más productiva). - Mejora de la calidad del sistema educativo con prioridad para la educación pública, gratuita y laica. (Un país que dé oportunidades educativas para todos incrementa la producción nacional de “cerebros”, principal insumo de la agregación de valor). - Reforma tributaria que traslade el peso de la imposición de los impuestos indirectos y proporcionales hacia los impuestos directos y progresivos. - Ley de servicios financieros en la que prevalezca el carácter de servicio sobre el comercial, de modo que se desarrolle un tejido financiero y crediticio que cubra todo el país. - Desarrollo de la infraestructura ferroviaria, vial y aérea que favorezca la integración territorial. - Inversión en exploración de recursos energéticos, poniendo el acento en los de fuente renovable y menos contaminantes, de modo de reducir la dependencia de la importación de combustibles que hoy está gravitando muy pesadamente en la Balanza Comercial. - Desarrollo de un plan integral de vivienda social. - Acceso de toda la población a los servicios de agua corriente y cloacales. - A fin de aliviar el frente fiscal, cambio de paradigma de los subsidios a la energía y el transporte trasladándolos de la oferta a la demanda, de modo de poder discriminar por poder adquisitivo de los usuarios (Un avance en ese sentido es la idea del secretario de transportes de utilizar la tarjeta “Sube”, una vez generalizada, para fijar precios discriminados de los pasajes.) - Ley de tierras. 102


- Creación de una entidad que controle el comercio agrícola y pecuario. - Organismos que apoyen a los pequeños productores del campo y que favorezcan la diversificación racional de los cultivos que aseguren la soberanía alimentaria. - Desarrollo de una flota mercante de bandera, estatal, privada y/o mixta que permita retener fletes en el país. - Recreación de una entidad que retenga primas de reaseguros en el país. - Renegociación de contratos de regalías con empresas mineras, así como de beneficios impositivos. La ciudadanía debe poder manifestar su opinión vinculante acerca de la ecuación costo-beneficio de la explotación minera, particularmente la de cielo abierto. - Negociación con las empresas transnacionales para que aumenten la inversión en el país y reduzcan la remisión de utilidades y dividendos al exterior. Entre 2002 y 2009 las 500 principales empresas del país, con una gran participación transnacional, obtuvieron una tasa de ganancia del 31,8% mientras que su tasa de inversión fue de sólo el 14,7%. La diferencia se fue del país en forma de remisión de utilidades y dividendos al exterior, honorarios, regalías, royalties y fuga de capitales. La situación se hace más sangrante si se compara la tasa de inversión del 14,7% de estas empresas con la tasa general de inversión de la economía en el mismo período, que fue del 21%. Quiere decir que el “resto de la economía” (pequeña, mediana y mediano-grande empresa y Estado) tuvo más que compensar el déficit de inversión de las grandes empresas que, en su carácter de formadores de precios, tienen preferencia por el aumento de estos antes que por el aumento de la producción (Pablo Manzanelli, “El comportamiento de las 500 grandes empresas”, El ruido de las nueces, 25/9/2011). -Medidas firmes de control que dificulten la fuga de capitales y desalienten el ingreso de capitales especulativos. - Denuncia de los tratados bilaterales que fijan jurisdicciones del exterior (CIADI, Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones del Banco Mundial) para resolver los conflictos con inversores extranjeros. 103


Argentina suscribió más de 50 tratados durante el gobierno de Carlos Menem. Para las empresas que operan en el ámbito nacional la jurisdicción natural es la Argentina. - Dentro de un plan coordinado para controlar la inflación, estudio de la estructura de costos de los formadores de precios previo a la autorización de aumentos en los bienes que estos proveen al mercado. Por supuesto, la lista de tareas pendientes podría continuar, lo que no significa desconocer el significativo trabajo desarrollado en los últimos ocho años en materia de institucionalidad democrática y en las áreas social y económica. La designación de una Corte Suprema de Justicia independiente, la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, la Asignación Universal por Hijo, la reestatización del Sistema Jubilatorio, la Ley de Medios Audiovisuales, cuentan entre las medidas más destacadas de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández pero no son las únicas..

Conclusiones A simple vista un enorme trabajo que requiere una dedicación total y honesta de parte de los gobernantes. Desde luego no es una tarea para completar en cuatro años. Algunos de los puntos enunciados requerirán mucho más tiempo para llegar a sus metas, por ejemplo la construcción de una red ferroviaria y una red vial que integren todas las regiones del país. Otros podrían ponerse en práctica muy rápidamente, como la nueva ley del sistema financiero o la reforma tributaria para las que sólo hace falta la voluntad política y el poder suficiente para enfrentar los intereses creados y para lograr su aprobación en el parlamento. Algunos de los ítems ya se han abordado por los gobiernos kirchneristas, como la ampliación y mejora de la estructura vial o la construcción de nuevas centrales generadoras de energía. Tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández han demostrado cualidades para acometer tareas de gobierno que requirieron decisión y la valentía, no frecuente en los políticos, de afrontar las iras de los poderes de hecho. Con 104


errores pero con más aciertos han hecho ocho años de buen gobierno. Si Cristina Fernández de Kirchner, que presuntamente será reelecta, logra tomar las decisiones apropiadas para

lanzar el desarrollo integrado del país que

resulte en un aumento de la riqueza, en su distribución más justa y en una mejora de la calidad de la democracia, tal vez entre en la historia de la Argentina no sólo como una buena gobernante sino como una estadista. Buenos Aires, octubre 2011

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YPF: NORMALIDAD 2012

En mis dos artículos anteriores, “Reflexiones sobre la normalidad-Primera parte” y “Segunda parte”, analizaba lo que entienden por “normalidad” para nuestro país diversas corrientes de pensamiento político y económico. En la primera de aquellas notas me refería al período de la privatización del patrimonio público y de la convertibilidad, en particular al momento del estallido de esta última. En la segunda presentaba un cuadro de situación de la Argentina en los días previos a la reelección presidencial de Cristina Fernández. En este último texto me ocupaba de las dificultades emergentes de la balanza de pagos, conocida como “restricción externa”, que condicionó el crecimiento nacional a lo largo de toda su historia, la que parecía empezar a superarse en los años previos de los gobiernos Kirchner y que volvía al primer plano un poco impensadamente en el año 2011, teniendo como causa evidente el desbalance energético que hizo crecer explosivamente la importación de recursos necesarios para mantener el fuerte y sostenido crecimiento de la economía. En ese análisis desagregaba la balanza de pagos para poner en evidencia que el déficit energético no era la única causa importante de la salida de divisas (dólares) y que su relevancia era consecuencia en buena medida de la difusión mediática. En efecto, el saldo negativo de la cuenta externa de combustibles entró en la agenda pública gracias a los titulares de la prensa y la televisión que, sin embargo, no prestan atención a otras vías de escape de divisas de las que –con excepción de la fuga de capitales- no se suele hablar salvo entre especialistas. En el artículo al que me estoy refiriendo, luego de hacer un repaso histórico de los efectos nefastos de la restricción externa, sugería una serie de medidas para yugular el drenaje de dólares y evitar en esta ocasión –con todo lo que tiene de oportunidad histórica- el freno al crecimiento que el país sufrió por esa causa durante todo el pasado y que dio lugar al avance espasmódico de la economía 106


nacional– crecimiento seguido de estancamiento- que se conoce como stop and go. Hoy ya nos encontramos ante la necesidad impostergable de encontrar soluciones diferentes para contener la salida de divisas de las que en el pasado fracasaron o fueron meros sinapismos desesperados que llevaron indefectiblemente, no a la sanación sino al colapso del enfermo. El actual control de importaciones es un recurso de emergencia que no puede prolongarse en el tiempo, so pena de frenar el crecimiento y poner en peligro la relación con nuestros socios comerciales. El control de importaciones puede ser una herramienta eficaz para aplicarla en forma parcial y temporal en la busca de proteger el desarrollo de industrias de sustitución, con el compromiso de que en plazos razonables que se acuerden entre gobierno y empresas éstas estén en condiciones de competir sin protección con los bienes importados.

Novedades 2012 Sin duda la novedad más espectacular en materia de decisiones para transformar la situación energética y mejorar a la postre la balanza de pagos, es la toma de control de YPF y, aún más importante, la recuperación del ejercicio de la soberanía hidrocarburífera, tal como la declara el Título I de la ley que mereciera la aprobación casi plebiscitaria de ambas cámaras de la legislatura nacional. La noticia para los medios fue la toma de control de YPF -sobre cuyas circunstancias me expediré más adelante- aunque la ley se refiera a la expropiación del cincuenta y uno por ciento de las acciones sólo en el Título 3 de su texto, lo que pone en evidencia que esta disposición es nada más que un medio para lograr el objetivo prioritario que se explicita en el artículo 1º de la ley que manifiesta: Declárese de interés público nacional y como objetivo prioritario de la República Argentina el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos, así 107


como

la

exploración,

explotación,

industrialización,

transporte

y

comercialización de hidrocarburos, a fin de garantizar el desarrollo económico con equidad social, la creación de empleo, el incremento de la competitividad de los diversos sectores económicos y el crecimiento equitativo y sustentable de las distintas provincias y regiones. Es decir, los hidrocarburos dejan de ser un commodity de libre disponibilidad para recuperar su carácter de recurso estratégico.

Repercusiones El tonante ministro de industria español, don José Manuel Soria, junto con su par de asuntos exteriores, José Manuel García Margallo, fueron los portavoces de la reacción oficial de España ante la medida de expropiación. Lo hicieron con una expresión amenazante, poco diplomática y algo anacrónica, en vista de la actual relación de fuerzas, ante el ejercicio de soberanía nacional de un país independiente. Manifestaron que la expropiación de las acciones de Repsol era un ataque no sólo a una empresa española –más o menos española apunto yo, vista la composición de su capital- sino una agresión a España y, por lo tanto, a su gobierno. Advirtieron que su país adoptaría represalias severísimas que pondrían a la Argentina en la penosa situación de paria internacional. Por lo que hemos podido comprobar hasta hoy de las represalias y sus consecuencias me parece que los montes han parido un ratón. El señor García Margallo, que en su carácter de ministro de exteriores maneja el lenguaje de la sutileza diplomática a la española, se lamentó de que Argentina se hubiera disparado un tiro en un pie. No estamos seguros de si se trató de una metáfora al uso de un país habituado a entretener sus ratos de ocio con el deporte de ajusticiar animalitos, al que son particularmente aficionadas sus clases dirigentes, o si el señor ministro cometió un fallido, teniendo en cuenta que por esos días quien se había disparado en un pie fue 108


uno de los nietos del rey, menor de edad para más datos, que manipulaba un arma de caza. Pero el que tocó la nota más grotesca –sabemos que el esperpento es un género que los españoles manejan con sagacidad- fue el ya mencionado ministro Soria, cuando acusó a la presidente Cristina Fernández de querer encubrir con la espectacularidad de la medida de expropiación la “grave crisis económica” que padece la Argentina. Parece que el señor Soria piensa que sus compatriotas son estúpidos. Parafraseando aquella sentencia que dice que “la felicidad está en otra parte” el ministro de industria quiere que los españoles que padecen el gobierno del Partido Popular crean que “la catástrofe está en otra parte”. El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, ratificó en las últimas horas los dichos de su ministro, o sea: “Sostenella, no enmendalla”. De modo que los políticos españoles -incluyendo los del PSOE cuyo secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, se manifestó en términos similares a los de sus colegas del gobierno, aunque con un poco más de cuidado en el estilo, nada especialmente meritorio teniendo en cuenta el discurso rústico que manejan los integrantes del Partido Popular- los políticos españoles, al menos los de los grandes partidos, han hecho frente común en el repudio al acto de soberanía de la Argentina. No acompañaron esa postura Izquierda Unida y otros partidos menores del arco progresista. Los medios de difusión no le han ido a la zaga al gobierno en cuanto a declaraciones altisonantes y de una prepotencia rayana en el ridículo, hasta el punto de que alguno añoró no disponer de la flota de la señora Thatcher para invadir nuestro país. En vista de que el reino de España no puede enviar a la “Armada invencible” a estas costas para recuperar a sangre y fuego lo que considera suyo, la que sí sería una maniobra de distracción de los problemas internos no por clásica menos efectiva, el gobierno y los medios afines –es decir todos los que forman parte del entramado económico dominante- han decidido brindar consuelo a los súbditos

del

rey

de

España

haciéndoles

creer

que

la

catástrofe

socioeconómica que sufre su país no es tal, al menos comparada con la que pretenden que padecen los argentinos.

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De aquellos polvos vienen estos lodos En efecto, las acusaciones y amenazas oficiales fueron acompañadas y amplificadas por el coro unánime de todos los medios españoles que van desde la derecha hasta la derecha, y lo que usted acaba de leer no es un error tipográfico, ya que cuando decimos hasta la “derecha” me estoy refiriendo al presuntamente centroizquierdista diario El País, paladín de la transición democrática

y sustento

periodístico

del PSOE

y

de

sus

gobiernos,

particularmente del de Felipe González. Es que los tiempos cambian, la gente evoluciona, y El País tiene imbricados intereses económicos con empresas, españolas y argentinas, y Felipe González hace muchos años que trabaja de lobbysta de las corporaciones. Así como trabajó de cabeza visible de la operación que desmanteló el estado de bienestar en España. Los generales al mando de la “revolución conservadora” que hizo el mundo más injusto, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, tenían como sargentos en la periferia a los líderes socialdemócratas que actuaron de “facilitadores” gracias al carácter más o menos popular de sus votantes, lo que les dio una base sólida de sustentación política. Felipe González en España, Mario Soares en Portugal, Bettino Craxi en Italia y, en menor medida por causa del mito de la grandeur y con algunos corcoveos iniciales, François Miterrand en Francia. Es el bipartidismo europeo que emergió de la segunda guerra mundial y en España tras la muerte del dictador Franco. En el altar del consenso se inmoló el eurocomunismo de Santiago Carrillo en aras de los pactos hasta casi desaparecer del arco parlamentario, quedando como una fuerza marginal si no testimonial. Cualquier español de buena memoria que haya pasado los cincuenta recordará, como las recuerdo yo fidedignamente, las repetidas declaraciones de Felipe González acerca de que los tiempos felices del estado de bienestar se habían terminado. Y también recuerdo muy bien, por mi participación desde el inicio en el proyecto cultural de las Universidades Populares que asumió el PSOE y financiaron los ayuntamientos afines, el adoctrinamiento que recibíamos en los cursos de capacitación con que nos 110


formábamos en nuestra tarea docente. Llegaban los cuadros medios del partido ante nosotros para encarecer las virtudes de la flexibilización laboral, la deslocación, la polifuncionalidad, la tercerización, vocablos sagrados del novedoso –por entonces- catecismo neoliberal. Pretendían convencernos de que con la conducción del PSOE y su líder indiscutido se estaba gestando el hombre del futuro. Se archivaba en el museo de la Historia al trabajador rutinario aferrado a la seguridad de un puesto de por vida. El nuevo trabajador socialista apostaba por una sociedad capitalista dinámica, donde el factor trabajo no fuera más un costo fijo de las empresas españolas que necesitaban competir en un mercado implacable con quienes no se adaptaban a sus reglas. El trabajador socialista de fin de siglo (estamos hablando de los años ochenta del siglo pasado) era, según la doctrina del PSOE, un hombre optimista, amplio de mente, maleable, dispuesto a trabajar jornadas de doce horas si era necesario, incluso en domingos y feriados, o hacerlo a tiempo parcial cuando la empresa así lo requiriera. Estaba preparado para dejar a su familia o para moverla a su costo de uno a otro destino, allí donde fuera necesaria la fuerza de trabajo; se preciaba de su aptitud para realizar distintos tipos de tareas renunciando a la rigidez de las categorizaciones y, sobre todo, con espíritu de equipo, se preparaba a hacerse cargo de tareas de rango superior con su salario de rango inferior. Su actitud positiva se basaba en la esperanza de que la riqueza de la empresa, que era, según nos decían, la de la sociedad socialista, derramara de la copa de manera generosa, arbitraria y paternalista premiando en algún futuro incierto –algo así como la vida eterna- la entrega irrestricta del trabajador al ideario del mercado. Ese era el socialismo del Partido Socialista Obrero Español de los primeros años de la democracia, liderado por Felipe González, y nada indica que haya cambiado para mejor con el paso de los años y con la entrada del nuevo siglo. Las socialdemocracias europeas fueron la correa de trasmisión del ideario neoliberal y le allanaron el camino a la derecha declaradamente tal, realizando las reformas sociales regresivas que la derecha no se atrevía a hacer por temor a la reacción popular.

111


Sin necesidad de remontarnos a los años ochenta del siglo XX tenemos ejemplos sustantivos en el pasado reciente y en la actualidad. La debacle electoral de Rodríguez Zapatero, último presidente socialista de España, fue consecuencia de las medidas de austeridad que tomó siguiendo las órdenes de la tríada Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea (dominada por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, hasta su derrota electoral), Banco Central Europeo. La alternativa que los españoles votaron a los ajustes de Rodríguez Zapatero fue los mayores ajustes del Partido Popular de Rajoy, o sea, el electorado atrapado en la trampa del bipartidismo que resultó de los pactos de la transición del franquismo a la democracia. La maniobra de pinza no sólo funciona en España. El partido socialista griego (PASOK) se hizo cargo de los ajustes que le exigió la misma mafia financiera que se ocupó del país ibérico. Cuando el primer ministro socialista Yorgos Papandreu, en un rapto de lucidez o de temor a ser crucificado políticamente por la indignación del pueblo griego, tuvo el atrevimiento de anunciar que sometería a un referéndum los ajustes salvajes, se vio obligado a renunciar ante la presión de los verdugos internacionales. Lo reemplazó el tecnócrata Lukás Papademos en lo que puede considerarse un golpe de palacio igual al que en Italia elevó a primer ministro a otro tecnócrata, Mario Monti. Ni a Papademos ni a Monti los votó nadie, fueron cooptados por una élite política representante de los poderes fácticos, en el caso de Italia para reemplazar a Berlusconi cuando éste dejó de resultarles funcional. Me veo obligado a hacer una breve digresión que eche luz sobre estos enjuagues políticos. Mario Monti y Mario Draghi, también italiano y presidente del Banco Central Europeo, ocuparon cargos de la más alta responsabilidad en el banco de inversiones Goldman Sachs. Ambos han tenido un fluido ir y venir entre importantes empresas privadas y el estado, en su país y en Europa. Curiosamente, el banco Goldman Sachs fue el que falsificó los números del presupuesto de Grecia, cuando el conservador Kostantin Karamanlis era primer ministro y Lukás Papademos gobernador del Banco Central de ese país, reduciendo significativamente su déficit presupuestario y el porcentaje de la deuda sobre el PBI para que Grecia se adaptara a los criterios de convergencia 112


del Tratado de Maastricht. Por su trabajo, obviamente, Goldman Sachs fue premiado con jugosos honorarios. A la fecha Mario Draghi, ex Goldman Sachs en la época de la estafa a Europa, desde la presidencia del Banco Central Europeo, monitorea los ajustes griegos. Hay un hecho muy significativo del papel que ha jugado la socialdemocracia europea en el disciplinamiento del factor trabajo. Durante el Foro Económico Mundial de Davos del año 2005, el canciller socialdemócrata alemán Gerhard Schroeder se ufanó, según la agencia Reuters, de haber construido en su país uno de los sectores de salarios más bajos de toda Europa. En este caso el partido socialdemócrata alemán contó con la colaboración de los verdes con quienes gobernaba en coalición. Minijobs con salarios máximos de 400 euros sin límite en la cantidad de horas de trabajo semanal; 2 euros la hora por limpiar suelos o lavar platos; promoción oficial de las agencias de empleo que en casos llegan a ofrecer menos de 0,60 euros por hora. Reducción del seguro de desempleo de 32 a 12 meses; aumento del subempleo desde el 15% en 1995 al 25% en la actualidad con 7,3 millones de subempleados; estratificación del mercado laboral con incremento explosivo de la brecha entre los mejor pagos y los más bajos salarios que hoy son el 20% de todos los trabajos a tiempo completo. Baja de la esperanza de vida entre 2002 y 2012 de 77,5 años a 75,5 en lo que fuera Alemania Occidental y de 78 a 74 en la antigua Alemania Oriental. De manera que la reforma laboral deflacionaria logró crear, por primera vez desde el milagro alemán de la postguerra, la nueva clase social de los “trabajadores pobres”, es decir aquéllos que, a semejanza de lo que ocurre en los Estados Unidos, tienen trabajo pero viven por debajo de la línea de la pobreza. De la renta extra producto del aumento de la productividad se apropiaron las clases dirigentes empresarias para destinarlas a la reproducción financiera, invirtiéndola en las burbujas inmobiliarias de los Estados Unidos, Irlanda o España y en bonos de los países que hoy están en quiebra. Finalmente, y según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el aumento espectacular de la competitividad de Alemania, que basa su crecimiento en las exportaciones, es la “causa estructural” de la crisis de la

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zona Euro. La propia prosperidad alemana está hoy en riesgo, dado que sus clientes en serias dificultades son cada día más pobres. Las llamadas Reformas Hartz, por el nombre de Peter Hartz, ejecutivo socialdemócrata de la Volkswagen que presidió la comisión que las redactó para que se llevaran a la práctica en 2003 y se profundizaran en 2005 (en 2007 Hartz fue condenado por corrupción debido a hechos ajenos a la reforma laboral), y que terminaron con el modelo social alemán, el más progresista de Europa, son la base de lo que se ha dado en llamar “el nuevo milagro alemán”. Gerhard Schroeder le entregó en bandeja la reforma laboral a la democracia cristiana presidida por Angela Merkel, que ese mismo año de 2005 ganó las elecciones y recibió el gobierno con el regalo adicional del trabajo sucio hecho por el partido socialdemócrata.

¿Y por casa cómo andamos? Lo que debería sorprender pero no sorprende, porque se sabe con qué bueyes aramos, son las repercusiones que la recuperación de YPF tuvo en ciertos ámbitos nacionales. Es que el escándalo que manifestaron poderosos medios de difusión argentinos ante la decisión soberana del gobierno de la nación, fueron por lo menos tan altisonantes como los de los españoles. Pero su escándalo, que se explica por los intereses económicos entrecruzados que mantienen con las corporaciones trasnacionales, rayó en el paroxismo cuando comprobaron que las principales espadas de la oposición, que ellos cooptaron al ruedo político, defeccionaron en el parlamento votando a favor de la ley de expropiación. Las corporaciones mediáticas se sienten traicionadas por los diputados y senadores que integraron su esperanza blanca tras la derrota gubernamental en las elecciones legislativas de 2009. Ellos, que les brindaron papel y pantalla a discreción en sus diarios y emisoras de televisión para que atacaran cualquier medida del gobierno, no importaba que beneficiara o no a la población (mejor dicho, cuanto más beneficiaba la medida a la población

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más virulento el ataque) y, de pronto, inopinadamente, los mandados se desmandan y votan a favor de una ley que defiende la soberanía nacional.

Oportunidad Dos son los argumentos más repetidos por plumíferos, por economistas a sueldo y por algunos de los pocos políticos que se opusieron a la recuperación de YPF. Uno de ellos dice que la toma de control de YPF no sirve sin un plan energético nacional. Algunos de los opinadores son los secretarios de energía de gobiernos anteriores que nunca pusieron en práctica ningún plan energético nacional. Pero esta última cuestión sería apenas un detalle si no fuera porque ignoran de modo nada inocente que el objetivo principal de la ley es el de declarar “la soberanía hidrocarburífera de la República Argentina”, como expresa su Título 1, y que sólo en el Título 3 aborda “la recuperación de YPF” que, en consecuencia, no es un fin en sí mismo sino un medio para lograr los objetivos del Título 1, claramente expuestos en su artículo 1º que he transcripto al comienzo de esta nota. El otro argumento inveteradamente repetido en periódicos y programas de televisión por los lobbystas de las grandes corporaciones privadas es que, haciendo la salvedad de que ellos no están de acuerdo con la toma de control de YPF por el estado, se preguntan por qué la decisión se adopta ahora y no se adoptó antes. A título casi anecdótico, dada la veleidad de las argumentaciones de ciertos medios y políticos, y vista la volatilidad de la información, me veo obligado a recordar que uno de los argumentos más fuertes de la crítica al presidente Néstor Kirchner en sus primeros años de gobierno fue que abría demasiados frentes simultáneos de confrontación. En consecuencia me pregunto qué habrían dicho esos mismos críticos de entonces y de hoy si el gobierno hubiera planteado la reapropiación de YPF en el año 2004 ó 2005. ¿Y si lo hubiera intentado con la composición del parlamento que no aprobó el presupuesto nacional del año 2011, hecho inédito en la historia del país? Si el gobierno hubiera intentado expropiar la mayoría de acciones de YPF antes de las elecciones de octubre de 2011, no sólo se hubiera topado con una composición de las cámaras desfavorable sino que legisladores de la 115


oposición que ahora votaron a favor del proyecto de ley, muy probablemente, haciendo prevalecer sus intereses de corto plazo, habrían optado por desgastar al gobierno de cara a las elecciones generales votando en contra de la expropiación. Hubo incluso una tercera crítica al procedimiento de toma de control de YPF que recoge la queja de Antoni Brufau, presidente de Repsol-YPF, acerca de la presunta discriminación que resultaría de expropiar las acciones del controlante (51% sobre un total 57,4%) y no las del grupo Petersen (25%). Hay causas de orden práctico y legal que aconsejaron no avanzar sobre las acciones del grupo Petersen (Eskenazi), y es que Eskenazi no compró su participación con dinero propio, salvo en una pequeña cantidad, sino con préstamos obtenidos de pools bancarios y de la propia Repsol. Las acciones están caucionadas a favor de los acreedores, lo que hubiera obligado al estado argentino a litigar no con una sola contraparte sino con un grupo diversificado de ellas complicando innecesariamente la operación. Es verdad que el gobierno cometió errores, tanteó salidas posibles que fracasaron, como la idea ingenua de estimular la formación de una “burguesía nacional”, que dio lugar al respaldo a la familia Esquenazi para que se hiciera con una parte importante de las acciones de YPF. Quizá después del fracaso de esta operación, a la vista de que el comportamiento empresario de la “pata argentina” de YPF fue tan depredador como el de su par española, Cristina Kirchner y sus asesores habrán terminado convenciéndose de que no hay “burguesía española” o “burguesía argentina” sino que hay una sola burguesía: la burguesía burguesa cuya única patria es el dinero. Muchas medidas progresistas tomaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner que fueron tomadas cuando fueron tomadas. La reestatización del sistema jubilatorio, la asignación universal por hijo, la ley de servicios de comunicación audiovisual, la reforma de la carta orgánica del Banco Central, por ejemplo, entre las más importantes. Axel Kicillof, viceministro de economía e interventor de YPF junto con el ministro de planificación, dio en el clavo cuando, al preguntársele por qué se tomaba el control de YPF en este momento y no antes, repreguntó que por qué la revolución de Mayo se había 116


hecho el 25 de Mayo de 1810 y no de 1808 o 1809. Yo agrego que así como la revolución de Mayo estalló cuando las condiciones políticas fueron las propicias, la toma de control de la principal empresa petrolera del país se hizo cuando el gobierno tomó conciencia, ante el balance de las cuentas exteriores, de que con el ritmo de crecimiento actual la necesidad de importación de petróleo y gas se terminaría comiendo el superávit comercial, única fuente para la financiación de importaciones necesarias al desarrollo del país. Y lo hizo cuando la relación de fuerzas políticas, después de las elecciones de octubre de 2011, se lo permitieron. Que los gobiernos de los Kirchner son repentistas, no se lo puede negar. Que en consecuencia sus decisiones, a veces, parecen improvisadas, faltas de un análisis fino, algo toscas, también puede ser verdad. Que en estos nueve años transcurridos desde que asumió Néstor Kirchner en 2003 no se han caracterizado por la planificación a largo plazo de sus actos, también es cierto. Que tienen tendencia a confiar sólo en los fieles de la “mesa chica” y que, haciendo honor a la tradición no sólo del peronismo sino del país, sufren resabios de autoritarismo, casi parece evidente. Que se equivocan, a veces en cuestiones de fondo pero sobre todo de forma, en ocasiones gravemente, como con el torpe manejo político en el caso de la Resolución 125 de retenciones móviles, no hay lugar a dudas. Pero se les debe reconocer que tienen intuición y una dosis de audacia a la hora de tomar decisiones, muchas de ellas de gran trascendencia, así como valentía para hacer frente a las poderosas corporaciones que sienten afectados sus intereses. Cuando se equivocan, aunque sean poco afectos a avanzar de rodillas hasta el altar golpeándose el pecho por sus culpas, poseen la capacidad de corregir sus errores y cambiar el rumbo. De modo que, en conclusión, el balance general de los actos de gobierno desde 2003 hasta la fecha muestra un saldo positivo más que aceptable. Buenos Aires, mayo de 2012.

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Relato fantástico: MM analiza el 8N

"El próximo cambio va a ser en el 2015 y la gente no quiere esperar tres años en

esa

dirección"

declaró

MM

al

día

siguiente

del

cacerolazo

(diariodigital.com.ar). Ante este clamor de la “gente”, que no sale de las urnas ya que a través de ellas el “pueblo” manifestó por mayoría absoluta que Cristina Kirchner lo gobierne hasta el 2015, MM se dedicó a una tarea que le recomendó su asesor de imagen, la de ejercitar las neuronas. En primer lugar se detuvo a pensar con qué argumentos puede sostener que la gente, que en el mejor de los casos representa una minoría del 46%, tiene derecho a reclamar el fin de un gobierno constitucionalmente constituido. Consultó con algunos de sus amigos políticos y de intereses económicos, como Hugo Biolcatti, Mario Llambías y Bartolito Mitre, y todos coincidieron en que la razón por la cual el 46% de la gente tenía derecho a imponer su voluntad sobre el 54% del pueblo es la calidad del voto, con lo que curiosamente coinciden social-populistas como Pino Solanas, Eduardo Buzzi y Pablo Micheli. Es decir que por una singular matemática 46%>54%. Una vez que ya contaba con la fundamentación para terminar antes de tiempo con el mandato de la presidente, MM se encerró en el cuarto de juegos de Antonia para poder concentrarse y maquinar con qué medios podría obtener sus deseos, es decir los de la “gente” a la que él representa. La primera solución que se le ocurrió fue la del juicio político, no porque conociera el procedimiento sino por experiencia, puesto que le sirvió muy bien para sacarse del camino a Aníbal Ibarra. Eufórico llamó por teléfono a Federico Pinedo, que le parece en posesión de mayores conocimientos jurídicos que Cristian Ritondo, aunque en la práctica lo prefiere a éste como operador porque es más desvergonzado para las chicanas. Pinedo se excusó 118


por desilusionar a su jefe, pero le explicó que no había votos suficientes en ninguna de las dos cámaras del parlamento para realizar un juicio político a la presidente. A MM le costó aceptar los argumentos de su socio y se atrevió a preguntar si con la Banelco no se conseguiría acercar algunas voluntades más. Pinedo torció el gesto del otro lado del teléfono y contestó secamente: “No”. MM cortó haciendo pucheros y ayudó a Antonia a levantar la torre de cubos que se le acababa de venir abajo. Descartada la salida institucional por culpa de Pinedo, el siguiente paso del pensamiento de MM discurrió por lo obvio, conocido y seguro. No volvió a llamar a Pinedo porque sabía que le iba a decir que no y él, como nunca pasó de la etapa oral, no puede soportar dos no seguidos. Salió de casa paso pasito, muy sigilosamente y se presentó ante la muralla. “¡Tun, tun! ¿Quién es? El buitre y el escorpión. ¡Cierra la muralla!” MM se quedó perplejo y recién entonces reparó en que en una mesita de camping, al pie de la muralla, tomaban un tentempié Mariano Grondona, Hugo Biolcatti, Mario Llambías, Joaquín Morales Solá, Bartolito Mitre, Héctor Magnetto, Pedro Blaquier y Cecilia Pando, Un gordo feo y peludo, que servía el refrigerio, daba saltitos alrededor de la mesa tratando de espiar el contenido del Comunicado 500 que redactaba Mariano Grondona para dar la primicia en PPT. Pese al entusiasmo que Bartolito y Morales Solá trataban de insuflar a la mesa, los ánimos parecían decaídos, por lo que MM decidió recurrir a las viejas amistades del Cardenal Newman. “¡Tun, tun! ¿Quién es? “Un amigo del coronel”. Se abrió una ventanilla en el portón y asomó la cara fastidiosa del centinela. “¡Quiero ver a Pancho!” “¿Quién lo quiere ver?” MM infló el pecho y pronunció con énfasis “MM”. El centinela no se tomó el trabajo de ir a preguntar, se limitó a responder: “El señor coronel está reunido” “¿Por qué motivo?” preguntó visiblemente molesto MM. Estudia el escalafón con su estado mayor. “¡Cierra la muralla!” y la ventanilla se cerró de un golpazo. Cabizbajo y derrotado MM se unió a la mesa de los que esperaban al pie de la muralla que los tiempos vinieran más propicios. Aceptó un vaso de coca y meneando la cabeza pronunció con desaliento: “Los militares ya no son lo que eran. Han perdido el espíritu patriótico, se han vuelto unos simples 119


burócratas. El gordo JL sacó un anotadorcito del bolsillo del delantal de mozo y tomó nota. Al volver a casa MM rechazó el almuerzo que con sus propias manos le había preparado Juliana y se refugió nuevamente en el cuarto de juegos de Antonia. De repente, una lamparita de bajo consumo se prendió en el cerebro mácrico. Su hija chupaba su golosina preferida: un Magnum. “¡Magnumcidio!” chisporroteó el cerebro de MM. Agotadas las vías del golpe institucional y del cuartelazo clásico sólo quedaba un camino: el Magnumcidio. Llamó al Fino a casa para conversar del tema. No quiso hablarlo por teléfono para que Ciro James no lo grabara. El Fino consideró seriamente la posibilidad. Le explicó que tenía estudiados todos los itinerarios que debía seguir la presidente con un mes de anticipación. Y que en cuanto al autor material no se preocupara, había mucha mano de obra desocupada. Quedaron en que el Fino se hacía cargo de organizar el acto pero que él, MM, no sabía nada, porque no lo conocía. El Fino asintió: sabía cuál era su trabajo. Durán Barba se paralizó con el auricular en la mano. Una gota oscura de sudor mezclado con La Carmela le corría por la mejilla. Si no lo paraba, su destino eran las mazmorras de la provincia de Buenos Aires como autor intelectual del atentado. Para felicidad de las instituciones, de la salud de la presidente y del 54% de pueblo devaluado, las cosas discurrieron así: El Fino delegó en Ciro James la organización del evento. Pero resultó que Ciro era agente doble al servicio de la ciudad de Buenos Aires y de la curia eclesiástica. Le fue con el chisme al cardenal primado. Primero JB no lo quiso creer. Pensó que Ciro le vendía carne podrida porque pensaba pedir un aumento de sus honorarios. Lo hizo arrodillarse ante el altar mayor de la Catedral y jurar por dios que lo que le estaba contando era cierto. Después titubeó un momento porque la idea no le disgustaba pero desistió por temor a quedar pegado, ya que compartían asesores. Finalmente llamó con urgencia a su discípula Gabriela Michetti. Gabriela metió la quinta en la silla, convocó a Durán Barba y ni siquiera le anunciaron al jefe su visita sino que se presentaron en la residencia de barrio Parque. 120


MM los recibió en calzoncillos. Se sentaron en el living. Negó, no, no, que él no tenía nada que ver, que esas seguro que eran maquinaciones del Fino a pedido de Cecilia. Terminó lloriqueando y admitiendo. Justificó su idea con el argumento de que era para salvar la democracia. Lo miraron con suspicacia y le preguntaron en qué república bananera se defendía la democracia con atentados. Dijo que en la mayor democracia del mundo, que ella contaba con antecedentes ilustres de defensa de la democracia mediante la remoción por métodos expeditivos del obstáculo del presidente. Argumentó que ya lo había dicho Richard Nixon, que no había que esperar demasiado a Godot, que cuando no se podía desatar el nudo “godiano” había que desenvainar la espada y cortarlo. Prefirieron no perder tiempo contándole de Alejandro. Le dijeron que no, que no les parecía bien, no tanto lo de matar a Cristina si no había otro remedio sino que, vistos los antecedentes, tal vez ninguno de ellos zafaba e iban a parar en galera. Dos lágrimas rodaron por las mejillas de MM. Les pidió perdón por no poder seguir con la entrevista pero estaba muy desilusionado. Juliana se iba a ocupar de atenderlos. Que se quedaran a charlar un rato y de paso la entretenían a Juliana que parecía que últimamente se aburría un poco… Se encerró en el cuarto de Antonia. Sin dejar de llorar arrebató el Magnum de la manita de su hija y se puso a chuparlo entre hipos. Antonia lo miraba muy seria. Lo abrazó: ¡Pobre papi! Buenos Aires, noviembre 2012.

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Sobre el autor Jorge

Andrade,

escritor,

economista,

crítico

literario y traductor. Ha publicado numerosas novelas, entre ellas, “Desde la muralla”, “Vida retirada”,

“Los

ojos

del

diablo”

(premio

internacional Pérez Galdós, España); el libro de cuentos “Ya no sos mi Margarita”, así como los libros de ensayos “Cartas de Argentina y otros ámbitos” y “Otro país”, disponible gratuitamente en este link. Además, fue colaborador del diario El País y de las revistas El Urogallo y Cuadernos Hispanoamericanos de España, así como del diario La Nación de la Argentina. Podés visitar su página de Facebook a través de este enlace.

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Índice Introducción

Página 2

Causas y consecuencias de la crisis financiera global

Página 8

Maradona maquillado

Página 17

La derecha nunca se equivoca

Página 21

La inseguridad como acontecimiento

Página 26

El capitalismo será depredador o, si no, no será nada

Página 43

Maradona maquillado (II) o el mito del Sebastianismo

Página 56

Néstor Kirchner ha muerto

Página 59

Los tres años que cambiaron la historia

Página 65

¿Quiénes son los negros?

Página 71

Soja: ¿utopía o distopía?

Página 75

Reflexiones sobre la normalidad (Primera parte)

Página 82

Reflexiones sobre la normalidad (Segunda parte)

Página 88

YPF: normalidad 2012

Página 106

Relato fantástico: MM analiza el 8n

Página 118

Sobre el autor

Página 122 123


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