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8. La cumbre de América del Norte 9

Capítulo 8

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LA CUMBRE DE AMERICA DEL NORIE

Talkeetna, Alaska

Lo que vi en el rostro del guardabosque no me dejó ninguna duda en la mente. El sabía que alguno de los que estábamos en ese cuarto iba a ser herido o quizá moriría en la montaña.

Una vez más, un pensamiento familiar se insinuó con poder en mi cerebro. ¿Estaba yo utilizando la ascensión como una distracción del dolor que me había producido el divorcio? ¿O trataba de probarme a mí mismo que podía hacer cualquier cosa que un hombre con dos piernas podía hacer? ¡No! Me recordé a mí mismo. Dios y yo hemos arreglado todo eso. Yo estoy aquí por Dios y el mensaje que quiere enviar a sus hijos! -¿Alguna pregunta? -el guardabosque parecía mirar directamente a mí. - Sí -dijo un alpinista detrás de mí arrastrando las palabras-. ¿Cuándo salimos para el campamento base?

Una risita nerviosa pasó por entre todos los novatos.

El guardabosques miró al hombre, con un rostro severo, aunque profesional. -De acuerdo con el servicio meteorológico, tendremos que esperar que se despejen las nubes en la montaña para facilitar un aterrizaje y un despegue seguros. -¿Cuánto tiempo debe tomar eso? - preguntó otro.

El guardabosque movió la cabeza. -Sobre eso usted sabe tanto como yo. "El Grande" opera con su propio tiempo y horario, no con el de los hombres.

Yo llamé a Lisa y le hablé acerca de la decisión de ir por mi propia cuenta. -Creo que puedo hacerlo -le dije. Pienso que puedo establecer un nuevo récord mundial. Creo que puedo, incluso, romper el récord establecido por personas que no tienen ningún impedimento. -Tú sabes que yo te apoyo. -Necesitaré apoyo aquí-le confesé-. Estaba pensando pedirte que operaras la parte comercial de la ascensión. -Claro -dijo-. ¿qué tengo qué hacer?

Yo sabía que con mis amigos tan dispuestos a ayudarme. las oportunidades de triunfar eran mucho mayores. Cuando dije a mis compañeros de trabajo el cambio de planes. escuché de todo. Desde "Te deseamos lo mejor", hasta "Olvida esta locura. Todd. ¡No funcionará!"

Sin embargo, dentro de mi corazón sabía que Dios quería que yo hiciera esto. Y si yo trabajaba duro. tendríamos éxito. Whit y yo trabajamos en nuestros planes por teléfono. El vino desde Fresno para ayudarme a finalizar la logística de la ascensión.

Para ayudar a financiar el proyecto, me puse en contacto con patrocinadores potenciales: 5.ooo dólares aquí y 3.ooo allá; 100 aquí y 500 allá. Las grandes tiendas de equipo para campamento, North Face y REI. aceptaron darme un descuento sobre todo equipo que compráramos en sus tiendas.

Esperando otra donación, expliqué el cambio de planes a mi empleador, pero se negó. Sin embargo, la compañía trabajó conmigo, rediseñando mi pierna para que soportara el abuso que se haría de ella escalando glaciares y rocas.

Los que tienen una pierna amputada no pueden hacer normalmente lo que yo me proponía. Una pierna regular artificial solo le da a usted de 20 a 30% de la energía que su pierna verdadera le da. NovaCare Flex-foot me ayudó

a reemplazar el resorte natural en la pierna. Yo también pegué una suela de bota en ella. Así, no tenía yo que usar una bota, ¡lo cual la hacía más ligera!

Roy Snelson, el director de Wings Of Calvary, una organización cristiana no lucrativa que provee piernas artificiales a personas pobres del tercer mundo, también contribuyó con la ascensión. Él dijo: -Si Dios quiere que subas, él proveerá.

La ascensión comenzó a tomar el control de mi vida. Me despertaba a las 6.oo de la mañana y hacía planes hasta que salía para el trabajo. Desde las 6.oo hasta las 8.oo p.m., me ejercitaba. Después de eso, hacía planes hasta tarde en la noche, muchas veces hasta la 1:00 ó 2:00 de la mañana. Ya estuviera durmiendo o despierto, mi mente estaba acelerada. ¿Qué debería hacer después? ¿Qué no estoy haciendo que debería estar haciendo? ¿Qué debo saber? ¿Cómo voy a poder hacer todo a tiempo? Para hallar paz y calma, ponía todo de nuevo en las manos de Dios; una y otra y otra vez.

Tanto en el trabajo como en la preparación para la ascensión, se abrió ante mí todo un mundo completamente nuevo. De repente me encontré hablando con ejecutivos de negocios; siendo entrevistado en los noticiarios y en las estaciones locales. -¿Por qué estás haciendo todo esto? -solían preguntarme. -Sencillamente quiero mostrar que las personas pueden vencer cualquier obstáculo que afronten en la vida -les explicaba-. Es mucho más que solo escalar montañas; es relacionarse con cualquier cosa que la vida le depare a uno. ¡Con fe en Dios, uno puede lograr todo lo que se proponga!

Luego explicaba el aspecto comercial de la ascensión, que no era un proyecto alocado, sin planes ni esperanzas de tener éxito. Dios me dio las palabras que necesitaba para convencer a las personas de que aceptaran el riesgo y pusieran su dinero en el proyecto.

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

Y estaba marchando. ¡En realidad estaba ocurriendo! Esa semana Whit, Lisa y yo formamos nuestra propia expedición de montañismo bajo el nombre de Summit America.

Lisa se ocupó de diseñar un plan de mercadeo para Summit America. Lo primero que necesitaba era un logotipo de promoción. Así que ella, Whit y yo, nos sentamos alrededor de la mesa de la cocina, haciendo rayas, tratando de sacar algún logotipo apropiado para nuestra aventura. Después de horas de hacer diseños, fuimos a un restaurante mexicano de la isla y en una de las servilletas, hicimos finalmente el diseño que a todos nos gustó.

Lisa se fue directamente a su casa para crearlo en su computadora. Al siguiente día ordenamos 144 camisetas para imprimirlas. Decidimos que Whit y yo las venderíamos por todo el país, mientras escalábamos, a fin de reunir más dinero para el proyecto.

Lisa dejó su empleo en la compañía textil y decidió hacerse trabajadora independiente. Esto le daría más tiempo para hacer todas las cosas cotidianas en preparación para la ascensión. Había demasiado que hacer y demasiado poco tiempo para hacerlo. Yo analicé el High Point Guidebook, tratando de decidir dónde comenzar y cómo apresurarnos para poder establecer el nuevo récord.

Pocas noches antes de que yo saliera para mi primera ascensión, Lisa y yo caminamos rumbo al muelle. De pie, al final del desembarcadero, oramos juntos. Los dos sabíamos cuán importante era la oración para el éxito de aquella aventura.

No solo orábamos por el éxito de la expedición. También orábamos por mi seguridad. Doquiera iba, la gente prometía orar por mí. En lo más íntimo de mi corazón yo temía por mi vida en el Monte McKinley. Cuando le confié esto a Lisa, ella me dio ánimo tranquilamente. -Dios ha estado en esto desde el mismo principio. Yo sé que él te llevará con toda seguridad desde el principio hasta el fin.

La cumbre de América del Norte

Cuando Whit y yo nos preparábamos para salir, un reportero de uno de los periódicos a los que Lisa había contactado, publicó una historia sobre la ascensión. La Orange County Network Televísíon y la estación de radio KNX 107 de Los Angeles hicieron lo mismo.

La página del frente de la sección Metro del periódico Orange County Register publicó nuestra historia el día que iniciamos nuestra aventura. Lisa estaba tan emocionada que compró 16 ejemplares del periódico para todos sus familiares y amigos.

En nuestro camino hacia el aeropuerto para tomar nuestro vuelo hacia Oklahoma, escuchamos mi voz por la radio, tratando asuntos referentes a la ascensión. Cuando me senté en mi asiento en el avión, recordé los eventos de los últimos dos o tres días. En ese momento me sentía física, psicológica y espiritualmente preparado para las ascensiones. Incluso sentí que hasta tendría la oportunidad en este vuelo de relajarme un poco.

Mientras yo tuviera mi vista fija en Dios y sus planes para mí, sabía que tendría éxito. Abordar el avión no había sido más que otro paso de fe en una jornada que había comenzado muchos meses antes. Pero con solo este paso, habíamos avanzado más que la mayoría de las expediciones.

En la casa de mis padres en Oklahoma, pusimos un remolque para acampar en la camioneta roja Ford de mi papá, y lo cargamos con todas las provisiones. Con un adiós final, Whit y yo comenzamos posiblemente la aventura de nuestra vida.

El reloj oficial para el registro del evento comenzaría a andar en la cumbre del primer pico y terminaría en la cumbre del número cincuenta. Para romper el récord, tendríamos que escalar los cincuenta picos en menos de 101 días.

Dirigiéndonos al norte, comenzamos un viaje que nos llevaría a los 48 Estados más bajos; eso significaría manejar unos 34.800 kilómetros. Nuestro primer pico fue el de Nebraska.

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

El campo abierto y el aire fresco pusieron el marco de un glorioso comienzo: el zacate búfalo ondeando con la brisa a la luz del sol; campos de trigo tierno claramente definidos; cielos de color azul cobalto infinitos, que se desvanecían en el horizonte. El Panorama Point, de Nebraska, aunque no es muy alto, tiene un nombre que le sienta muy bien. En esa sencilla cumbre, comenzamos nuestra carrera.

Después viajamos rumbo al norte, hacia Dakota del Sur. donde está el Harney Peak, a 2.427 metros.

Fuera de Hot Springs, Dakota del Sur, el cielo se oscureció. Negros nubarrones se arremolinaban en el cielo. Los truenos rugían; fieros relámpagos atravesaban el cielo, iluminando el terreno con una luz fantasmal.

Whit observó las tormentosas nubes que se aproximaban: -Parece que no dormiremos al aire libre esta noche.

Los relámpagos estallaban demasiado cerca de nuestro vehículo como para tener conformidad. - Probablemente no -dije entre dientes.

Durante mis años pasados en el sur de California. había olvidado cómo es una verdadera tormenta de truenos. Luego se vino la lluvia atronadora, verdadero aguacero. Nuestros parabrisas luchaban para mantener despejado el panorama. Nosotros íbamos despacio, siguiendo la línea blanca del centro por un corredor de árboles de pino. Yo bajé mi ventanilla un poco, inhalé el aire impregnado de olor de pino y tierra mojada y dije: -Me encanta.

Para el momento en que entramos al sendero del Harney Peak, que se dirigía al Sylvan Lake, la lluvia se había convertido en una lloviznita. Yo observé un arco iris que se formó en el este. Salté del auto y observé los parches azules que se abrían en el cielo por encima del pico. -¿Crees que deberíamos arriesgarnos?

Whit tomó su equipo de la parte trasera de la camioneta y dijo:

-Claro, ¿por qué no?

Yo sujeté con correas mi bolsa de acampar, tomé mi vara y me dirigí hacia el sendero número nueve, respirando en el aire claro y limpio mientras caminaba. Con el olor de la lluvia que caía pesada a nuestro derredor y el viento que silbaba entre los árboles, ¡me sentía muy bien! Al principio, la senda estaba lodosa, pero el terreno absorbió rápidamente el agua de la lluvia. Whit y yo comenzamos a establecer una rutina de escalamiento. A él le gustaba escalar solo, así que o iba adelante o detrás de mí.

Sintiendo que alguien se aproximaba por detrás de mí, me volví confiadamente, creyendo que era Whit, que me alcanzaba. Pero era otro montañista. Nos presentamos mutuamente. El comentó algo con respecto a mi pierna artificial. Yo le conté acerca de mi proyecto de escalar los 50 picos más altos de Estados Unidos.

Seguimos hablando mientras caminábamos. Yo le pregunté algo acerca de él y a qué se dedicaba. -¿Ahora mismo? -una sombra pasó sobre sus ojos-. Ahora mismo no estoy haciendo nada. Soy ingeniero. Y hasta hace pocos meses yo trabajaba para una gran compañía química en el este - dijo, mientras apartaba de un puntapié un guijarro del camino. Pero el estrés me dominó y sufrí un colapso nervioso. Así que guardé todas las cosas en casa de mis padres, y aquí estoy.

Habló de todas las caminatas que había hecho y pensaba que tenía que entrar de nuevo al mercado del trabajo. -Aquí en el campo, todos aquellos monstruosos problemas no parecen tan importantes, ¿verdad?

Yo me reí. Es asombroso comprobar cuán insignificantes se vuelven los problemas de la vida cotidiana cuando uno está luchando por la supervivencia aquí.

Él se rio entre dientes. -Sí, pienso que sí.

Caminamos juntos un buen rato, pero pronto lo dejé atrás.

Whit se encontró conmigo en la cumbre del pico. En la base de la roca que servía corno divisadero, leímos una placa en honor del Dr. Valentine T. McGillycuddy, el primer hombre blanco conocido que llegó a la cumbre. Tornarnos algunas fotos del hermoso panorama -rocas que sobresalían del bosque de pinos- desde la roca que estaba en la cumbre. Dos mujeres jóvenes que volvían de la costa oeste, se detuvieron para platicar. -Decidirnos volver hacia un estilo de vida más normal del que estábamos viviendo en el sur de California -explicó una de las jóvenes.

Yo estuve de acuerdo. -Entiendo lo que quieres decir. Parece que no importa cuán bien estés o cuánto éxito puedas tener: siempre es posible mejorar.

Después Whit y yo volvimos hasta donde habíamos dejado el auto, y nos dirigirnos rumbo al norte hacia Rapid City. De repente, Whit rompió a reír con una carcajada. -Mira eso -dijo, señalando hacia el campo.

Allí estaba tirada un estufa de cocina con la puerta del horno abierta de par en par y con un letrero al lado que decía: "Open Range". [Se puede traducir corno "Horno abierto" o "Montaña abierta".]

Una vez más, las lluvias torrenciales cayeron. Llegarnos a Bowrnan después de las n:oo p.m. Había sido un largo día en que habíamos recorrido 1.044 kilómetros desde las s:oo de la mañana. Buscarnos un hotel y aquella noche dormirnos allí.

Por la mañana escalamos el White Buttre -el pico más elevado de Dakota del Norte-: 1.175 metros. Las lluvias de la noche habían dejado lodoso y resbaloso el sendero. Pero una vez más quedé impresionado por la soledad que se experimentaba en la montaña.

Volvimos a la ciudad de Bowrnan, nos bañarnos, comimos al mediodía, luego nos dirigirnos rumbo al sur, hacia el punto más alto de Iowa (sin nombre), de 559 metros.

Cuando nos detuvimos para, comer, llamé para pedir permiso a la dueña de la propiedad. Tomé un momento extra para explicar quién era yo y lo que estábamos haciendo. -¿Así que no hay inconveniente si pasamos por su propiedad? -Por supuesto que no. Ninguno-nos aseguró la dueña. -Volveremos bastante tarde -le advertí. -Está bien. Nos encantan los escaladores. Y les deseamos lo mejor.

Le agradecí, colgué el teléfono, y nos dirigimos hacia el sur una vez más. Whit y yo manejábamos por turnos, mientras el otro dormía. A mí me tocó manejar a través de tranquilos poblados y vastos campos de granos. Mientras viajaba, repasaba nuestros progresos. Solo dos días, y ya hemos escalado cinco picos. Es excelente. ¡Y cuando incursionemos los estados del este, lo haremos más rápido aún!

Detuve el auto en una granja. En los estados que son planos, como Iowa, los picos más altos son, muchas veces, todo, menos impresionantes. En las tinieblas, subimos la suave pendiente de una loma, entre la granja y el bebedero. Me sentí ridículo cuando me paré en medio de un granero, de noche, para tomarme una fotografía. Pero allí, en el techo del abrevadero, estaba un letrero con licencia del estado de Iowa que decía: HIGH PT.

Pensamos en tirar al piso nuestras bolsas de dormir y dormirnos allí mismo, pero decidimos avanzar un poco más hacia el norte y hacia un campamento KOA, en Minnesota.

A las 3:00 de la mañana entramos al campamento, localizamos un lugar adecuado, tiramos nuestras bolsas, y dormimos. A las seis de la mañana, después de bañarnos y desayunar, cargamos nuestros bártulos y nos pusimos rumbo al este, hacia Minneapolis. En la carretera del Lago Superior nos dirigimos hacia el norte; allí apreciamos las tranquilas aguas azules a nuestra mano derecha y las ondulantes colinas verdes a la izquierda.

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

Luchamos contra una verdadera plaga de mosquitos para poder llegar a la cima de Eagle Mountain -771 metros de altura-, la más alta de Minnesota. Los pantanos y lagunas del Boundary Waters Cannoe Area, formada por los escurrimientos de primavera, proveían un perfecto habitat para los mosquitos. ¡Y nosotros proveíamos el desayuno!

Tuvimos que caminar sobre tablas puestas sobre el agua, de modo que no había cómo escapar de aquellos bichos. Caminamos lo más rápido que pudimos.

El repelente para mosquitos que yo usaba para protegerme resultó ser una amenaza más letal para mí que para los mosquitos. Esa noche, cuando trataba de dormirme, se me hacía difícil respirar, como si estuviera sufriendo un ataque de pánico. A la siguiente mañana desperté nervioso y con la cabeza mareada. Y todavía se me hacía muy difícil respirar. Tenía la garganta inflamada. Y lo mismo me ocurría con las orejas que parecían coliflores. Después de beber algo de agua y darme un baño, quitando así el líquido protector que me había pulverizado en el cuerpo, me sentí mucho mejor.

Estábamos sorprendidos de encontrar a un escalador en el camino, que llevaba un hacha para hielo. Whit y yo nunca pudimos comprender por qué llevaba un hacha para hielo cuando no existía ninguna posibilidad de que nevara. El enjambre de zancudos nos circuía constantemente la cabeza, lo cual no nos dejaba hablar durante largos períodos. Nos apresuramos a llegar a la camioneta, deteniéndonos únicamente para tomar algunas fotos para registrar la subida.

De allí nos dirigimos rumbo a Duluth. Condujimos a lo largo del Lago Superior rumbo al pico más alto de Míchigan, el Monte Arvon -663 metros de altura- desde donde podíamos trazar las tormentas que se formaban dentro del lago. El Monte Arvon está en la península superior del estado.

La cumbre de América del Norte

Estacionamos la camioneta. y caminamos a lo largo de una explotación forestal en vez de ir por la vereda. Llegamos a la cumbre y tomamos fotografías. aunque no había ninguna vista que fotografiar. pues el follaje de los árboles bloquea cualquier vista a cualquier lado, así como la luz del sol.

Interesante nos pareció saber que el Monte Arvon acababa de ser designado como el pico más alto de Míchigan. Otras dos montañas habían ostentado antes el título. Esfuerzos de medición más modernos estaban cambiando las lecciones de geografía en este estado que tiene varios picos de aproximadamente la misma altura.

Si otra montaña fuera nombrada en el ínterin como la más alta, tendríamos que volver a Míchigan y escalarla de nuevo.

El siguiente pico era el de Wisconsin. el Timms Hill, de 653 metros de altura. Allí subimos a la torre del divisadero y observamos un crepúsculo rojo anaranjado con una joven pareja que había estado caminando tras nosotros. Yo compartí mis desafíos personales con ellos, y ellos hicieron lo mismo conmigo. Estaban terminando sus estudios universitarios y pensaban formar una familia algún día. -No permitan que ningún desafío los haga retroceder -les dije-. Con fe en Dios y en ustedes mismos. pueden vencer cualquier obstáculo.

Whit y yo nos levantamos muy temprano la siguiente mañana y nos dirigimos hacia el sur a través de granjas lecheras y verdes pastos hacia la frontera de Wisconsin-Illinois.

Cuando pasamos una feria de un condado en el sur de Wisconsin, deseé tener tiempo para detenerme y corretear en medio de los juegos mecánicos, adolescentes que gritaban, buhoneros, y puestos de comida chatarra.

Pero teníamos muchos picos que escalar y un récord que romper. Nos detuvimos a dormir en el pueblecito de Scale Mound. Encontramos un parque de béisbol de una

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liga pequeña y Whit desenrolló su bolsa de dormir sobre una mesa de pic-nic y yo me dormí sobre la hierba del jardín izquierdo del campo.

Me metí en mi bolsa, doblé los brazos bajo la cabeza, y contemplé las miríadas de estrellas que estaban en el firmamento. Si yo tratara de hacer esto en una gran ciudad, de seguro me asaltarían. ¡Pero aquí, qué excelente lugar para dormir!

Capítulo 9 MOSOUllOS, JEJENES Y UÑAS

Talkeetna, Alaska

Las historias que había escuchado retumbaban en mi mente cuando dejé la estación de los guardabosques. Debo tener esperanza de que puedo hacerlo. Tengo que dar lo mejor de mí mismo. He llegado demasiado lejos para retroceder ahora.

Llamé a Lisa a fin de ponernos de acuerdo sobre los arreglos de última hora para la cobertura de los medios de comunicación. Los medios masivos de comunicación eran mis mejores aliados para que el mensaje llegara donde quería que llegara. Y sabíamos que la máxima cobertura de prensa produciría las recompensas financieras que nuestros patrocinadores esperaban, por lo cual habían invertido su dinero en el proyecto. -Un equipo de la NBC/CNN documentará tu aterrizaje en Kahiltna Glacier -me aseguró. - Bueno, será mejor que ayude con el equipo. Debemos estar listos para el momento en que el clima mejore -dije, haciendo una pausa, renuente a interrumpir la comunicación con mi amiga y socia en los negocios y con el sano y familiar mundo del Sur de California.

Lisa sintió mi renuencia. - Cuídate, por favor, ¿oíste? -dijo Lisa al percibir mi -Tú también. Después de todo, más vidas se han perdido en el Freeway de San Diego cada año que en el Monte McKinley-dije en broma. -No en avalanchas de nieve o grietas ocultas, sin embargo- dijo ella con gracia.

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Cuando nos dijimos adiós, me di cuenta de que sus pensamientos eran muy similares a los míos. Quizá para siempre ... Esperé que ella colgara y después lo hice yo.

Las llamadas telefónicas a Lisa habían sido una parte muy importante de las ascensiones cotidianas. Una de las más excitantes ocurrió esa primera semana. -Todd, no vas a creer esto -dijo ella tan exaltada que yo pensé que había dado un salto por la línea telefónica-. Quiero que tú y Whit pongan sus oídos en el teléfono. ¿Recuerdan que les dije que iba a establecer un expendio de camisetas en la Avenida Coral aquí en la Isla? Pues bien, ayer, después de sentarme aquí durante quince minutos, sin vender nada, oré a Dios: "Señor, por favor, estaré aquí quince minutos más. Si quieres que yo haga esto, ayúdame a vender algunas camisetas durante ese tiempo".

Se detuvo un momento para tomar aliento. -Inmediatamente vino una pareja con su hijita de tres años y compraron tres camisetas. Y en el preciso instante en que ponía las camisetas en una bolsa, un señor de más edad pasaba corriendo al lado. Al notar el puesto de venta, se volvió para ver lo que estaba yo vendiendo. ¡No vas a creerlo, Todd!

Me podía imaginar sus ojos danzando de emoción. -Le hablé acerca de ti, y de cómo quieres que la gente sepa que por medio de la fe en Dios y con las habilidades que Dios les ha dado, pueden vencer cualquier desafío que tengan que afrontar en la vida. El hombre me preguntó cuánto dinero más se necesitaría para completar la ascensión a los cincuenta picos. Yo le dije que según tu estimación serían unos "doce mil dólares". - ¿Y luego? ¿Qué pasó? -se me hacía difícil esperar lo que ella tardaba tanto en decir. -Y el hombre dijo, llame al 1-800-ABCDEFG mañana y pregunte por mí. Yo le daré un cheque. -¿Qué?-mi voz debe haber recorrido toda la escala desde el bajo hasta el soprano.

Mosquitos, jejenes y uñas

-Yo no podía creerlo. Le pregunté sí era cierto. Y él me aseguró que sí. La pareja que había comprado las tres camisetas había escuchado toda la conversación. El hombre dijo: "¡Felicitaciones! ¡Acaba de hacer una venta de 12.000 dólares!"

Me senté aturdido, con el auricular del teléfono pegado a las orejas. -Por tanto, hoy me puse en contacto con el Sr. Shanahan como él me había dicho. Una hora más tarde ya estaba yo en su oficina. y él me preguntaba muchos detalles acerca de la ascensión. Después que le hube explicado todo. oprimió un botón de su interfón. -Sue -dijo con seguridad a su secretaria-, haga un cheque a Todd Huston por 12.000 dólares. Minutos después. yo tenía el cheque depositado en la cuenta. -Y ¿quién es ese hombre? -le pregunté.

El número telefónico sonaba extrañamente familiar.

Escuché una risita deleitosa al otro lado de la línea: -Es el gerente general y fundador de Hooked on Phonics. El señor Shanahan vive aquí en Balboa Island. ¿Puedes tú creer esto?

Difícilmente podía creerlo, pero cuando colgué el teléfono, tuve un momento especial de gratitud y alabanza a Dios. Él había suplido una vez más lo que yo necesitaba, exactamente cuando lo necesitaba.

Unas vacas que miraban curiosas mientras rumiaban nos vieron pasar rumbo al pico más alto de Illinois, Charles Mound: Lfl3 metros. El pico más alto está situado en la frontera entre Wisconsin e Illinois. En los días de los viajes de los pioneros rumbo al oeste. el White Oak Fort, localizado sobre el Charles Mound. protegía la ruta Kellogg, que era por donde corría la antigua diligencia.

Entramos por el sendero que conducía al rancho para encontrarnos con el dueño de la propiedad donde se encontraba el pico más alto. Un perro dobló la esquina del granero ladrando. Una señora anciana vestida con ropa de

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casa y delantal. abrió la puerta del frente. El perro gruñó y luego se escondió tras las faldas de la señora.

Pensé: Si ese perro me muerde la pierna, se llevará una sorpresa.

Ella me miró a través de unos ojos casi entrecerrados mientras yo le explicaba nuestro propósito para estar allí. -Todo lo que en realidad necesitamos es su permiso para cruzar su propiedad hasta llegar al pico donde tomaremos unas fotos con el fin de atestiguar que hemos estado allí. Luego nos iremos. -Les costará cinco dólares, por mantenimiento, conservación y otros servicios. -¿Mantenimiento? -no podía imaginar qué tenía que mantener.

Pero como no quería perder tiempo discutiendo el asunto, saqué mi cartera y le entregué un billete de cinco dólares. Ella tomó el dinero, lo puso en la bolsa del mandil, y se escurrió dentro de la casa, llevándose al perro con ella. Cuando la puerta se cerró, escuché un definido click, que indicaba que le había puesto seguro doble.

Me volví a ver a Whit y le dirigí una sonrisa forzada: -Es claro que a ella no le gustan los escaladores, ¿eh?

Él se rascó la cabeza y sonrió: -Imagino que no.

Saltamos la puerta de la cerca, navegamos por entre el estiércol de vaca y corrimos por entre un grupo de lápidas mortuorias -tumbas de antiguas carretas perdidas- que venían al pico más alto. Después de tomar las necesarias fotografías, nos apresuramos a volver a nuestro vehículo y nos dirigimos rumbo al sureste, hacia el pico más alto, sin nombre, de Indiana. Está en medio de un campo, marcado con un montón de piedra y un poste con un letrero que dice: "Pico más alto de Indiana: 421 metros".

Luego nos dirigimos al Campbell Hill. de Ohio: 489 metros. Nos estacionamos en la High-Point Church y caminamos como un kilómetro hasta el centro del patio de

Mosquitos, jejenes y uñas

la Hingh-Point Joint Vocational School. Excepto por un grupito de niños que fastidiaban a uno más chico, todos los demás ya se habían ido. Encontramos la puerta del cerco del patio, subimos la colina hasta donde estaba el poste que marcaba el punto más alto y tomamos nuestras fotografías.

De.Campbell Hill nos dirigimos rumbo al monte Marcy, el punto más alto del estado de Nueva York, que mide 1.791 metros. Pasamos la noche cerca de Cleveland, luego viajamos, a través de una esquinita de Pennsylvania, hasta las cataratas del Niágara. A pesar de la prisa que llevábamos, tomamos tiempo para conocer las cataratas. Yo ya las había visto antes, pero Whit estaba asombrado de su tamaño. Leímos acerca de personas que se lanzaban a las cataratas metidos en barriles. ¡Y nosotros que pensábamos que éramos locos!

Tocamos ligeramente los pocos kilómetros de la ruta llamada New York Turnpike, nos volvimos al norte de Syracuse hacia Watertown, luego hacia el este por la Ruta 3 a través de las colinas de la Adirondack High Peaks Regían. Recorrimos los últimos kilómetros hacia la zona de acampar del Monte Marcy bajo una ligera llovizna.

Nuestro libro guía nos decía que el nombre de la montaña Indian es Taharus, que quiere decir "separador de nubes", y que en 1901 el vice presidente Teddy Roosevelt bajó corriendo de la montaña cuando supo que el presidente McKinley había sido asesinado.

Aunque era tarde cuando llegamos, nos detuvimos un poco en el hotel Adirondack Mountain Club. Pregutamos al guardabosque que estaba de servicio acerca de la ascensión y por un lugar donde dormir. -Es una subida difícil - nos advirtió-. Son 25,752 kilómetros completitos hasta la cumbre.

Le pregunté acerca del sendero: -¿Cuánto tiempo nos tomará llegar a la cumbre? -Bueno, es difícil de decirlo. Si hacia el mediodía solo

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han llegado a la mitad del camino a la montaña, será mejor que den media vuelta y regresen. -Eso no responde a mi pregunta. Si usted se preocupa por mi pierna artificial, debe saber que nos hemos propuesto establecer un nuevo récord para subir los cincuenta picos más altos. Estamos recorriendo los estados del este antes de llegar al monte McKinley. No mencioné que una de las uñas de mis pies estaba negra por una subida anterior. -Oh, bueno, entonces creo que el monte Marcy no será un gran desafío para ustedes. amigos. Sin embargo, tendrán que cuidarse de los osos. -¿Osos? ¿Qué hago si encuentro a uno? ¿Me subo a un árbol?

El guardabosque se ria: - Hagan muchísimo ruido. Y ellos huirán.

La siguiente mañana me puse al frente de la senda para ascender al Van Hogenburg, y pronto me puse fuera de la vista de Whit y de la camioneta. Charlé con muchos montañistas a quienes encontré. A lo largo de la amplia y bien cuidada senda había cobertizos y áreas de descanso. En todos los campamentos que pasamos, la gente había dejado su comida colgada de los árboles para mantener alejados a los osos.

Después de algunos kilómetros, la ruta se hizo más rocosa y empinada. Se dividía en varias direcciones, una ruta para los caminadores y otra para los que llevaban esquíes de campo traviesa. A medida que la ruta se hacía más agreste, comencé a afligirme pensando en que quizá había tomado un sendero equivocado. La siguiente marca del kilometraje me reanimó porque supe que estaba en el camino correcto. Los kilómetros que faltaban para la cumbre no me alentaron nada: 10,s kilómetros. Esta era la distancia más larga que había recorrido en un día, y me preocupaba que mi dedo y mi pie no me ayudaran.

Crucé lechos secos de arroyos y algunos torrentes de fuerte corriente. Tenía la esperanza renovada frente a ca-

da roca que mi prótesis no se rompería. Era difícil subir. La idea de caerme y que tuviera que permanecer tirado en el sendero hasta que alguien viniera a recogerme me atemorizaba.

Me detuve a descansar junto a una caída de agua, que se embellecía más con la primavera. Whit me alcanzó y subimos juntos la larga distancia hacia la cumbre, entre la niebla y la lluvia. En un punto, mis preocupaciones se convirtieron en realidad. Brinqué sobre una roca y caí de cara. Instintivamente puse la mano frente a mí para evitar mi caída.

Cuando abrí los ojos, una roca puntiaguda estaba a 5 centímetros de mi nariz. Me sentí agradecido de que Whit estuviera conmigo en este punto.

Un viento fuerte y frío soplaba sobre la cumbre. Qué bendición que no sea invierno, pensé mientras apretaba las cuerdas del capuchón a mi chamarra de nylon. Grandes nubarrones se formaban sobre nosotros mientras nos colocábamos al lado de grandes peñazcos para posar para nuestras fotografías. Preocupado, eché un vistazo al cielo que se oscurecía cada vez más. -Será mejor que nos apuremos y salgamos de aquí.

Yo tenía el muñón adolorido por el largo ascenso. Me detuve para descansar, para bajar un poco la presión y permitir que la sangre circulara en toda esa parte. Esto me causó una sensación ardiente que se sentía como si fueran lijas en una herida abierta. Hablé con otros escaladores que pasaban, masajeando mi desollado muñón durante todo el tiempo. De bajada tuve que detenerme más o menos cada kilómetro para aflojar la pierna artificial para dejar que la sangre circulara de nuevo.

Whit me alcanzó en uno de los lagos. Después de comprobar que yo estaba bien, siguió adelante. Yo también seguí, contando cada paso y dividiendo mentalmente los pasos en kilómetros, hasta el campamento. El último kilómetro me pareció como si fueran diez, pero finalmente

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llegué al final del sendero y al estacionamiento donde teníamos estacionada la camioneta de mi papá.

Exhausto, encontré un teléfono público y llamé a Lisa. Me contestó la máquina contestadora. Cuando dio la señal, dije: -¡Me siento muy adolorido! ¡Esto es lo que se siente después de caminar 25 kilómetros!

Un fuerte y cálido aguacero me suavizó la pierna y me restauró el espíritu. Me sentía satisfecho de haber sido capaz de hacer una caminata tan larga. Sin embargo, yo sabía que no era nada comparado con lo que me esperaba en el oeste. El guardabosque nos invitó a comer una carne asada con él esa noche, pero tuvimos que negarnos, porque todavía teníamos un largo viaje hasta el pico más alto de Vermont, el monte Mansfield: 1.472 metros.

Después de un celestial descanso en la cama de un compañero escalador y de un buen desayuno, nos dirigimos hacia el monte Mansfield. Tomando apresuradamente nuestras chamarras y cantimploras, subimos el sendero de unos 2 kilómetros hasta la cumbre, matando zancudos y jejenes a cada paso.

En el camino tuve una larga conversación con Patty, una enfermera quien, como yo, estaba pasando por un doloroso divorcio. Se había casado con un alcohólico sin saberlo. -Eso me destruyó.

Asentí con la cabeza: -Sé como te sientes. Es exactamente como yo me sentí después que Jessie me abandonó. Pero hiciste todo lo que pudiste; no te culpes a ti misma. Si te sirve de algún consuelo, a largo plazo serás una persona mucho mejor.

Ella hizo una mueca que parecía una sonrisa: -Lo sé. Sin embargo, lo que se siente ...

Descendimos de la montaña juntos. Le deseé lo mejor y me dirigí al monte Wáshington en New Hampshire. Para cuando encontré un teléfono público y llamé, la carretera de cuota que subía a la montaña ya había cerrado por ese

Mosquitos, jejenes y uñas

día. Cuando el guardabosques escuchó lo que estábamos haciendo, nos prometió obtener un permiso especial para nosotros. Nos advirtió: -Asegúrense de pasar a la oficina a recogerlo cuando lleguen.

Durante muchos kilómetros antes de llegar a la base pudimos ver la impresionante montaña de 2.107 metros de altura. De vez en cuando alguna nube cubría la cima del pico. En el libro guía leí que varios frentes chocan a veces en la cumbre. A causa de eso, los escaladores de todo el mundo consideran peligrosa a esa montaña. Solo en 1994 murieron cinco personas que trataban de escalar el monte Wáshington.

Como el día ya estaba muy avanzado, decidimos subir en el auto la estrecha y sinuosa carretera de cuota en vez de caminar hasta la cumbre o de tomar el trencito de engranes. Las reglas para los que quieren subir a la cumbre no obligan a una persona a subir caminando si hay una carretera disponible.

Ya en la cumbre, un cielo oscuro y los fuertes vientos que soplaban nos obligaron a tomar rápidamente nuestras fotos. Apenas podíamos ver los edificios en la cumbre. Después de observar la vagoneta del tranvía más viejo del mundo, construido en 1869, anduve vagando por las cabañas, el restaurante y la tienda de regalos.

Del monte Wáshington, nos dirigimos a Maine y al monte Katahdin, de 1.765 metros de altura. Subir el sendero de 4 kilómetros que lleva hasta la cumbre del Katahdin sería una jornada completa de un día, como la ascensión al Marcy. El Pico Baxter, sobre la montaña Katahdin es el término más septemtrional de la senda de los Apalaches, que corre de Maine a Georgia.

Encontramos un lugar donde estacionarnos a la orilla de un lago y decidimos dormir allí. Tiramos al piso nuestras bolsas de dormir y nos acostamos para pasar la noche. Fue entonces cuando los zancudos nos encontraron.

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

Zumbando en mis oídos, pasándome por la frente y por las narices, los molestos bichos persistían a pesar de la red antimosquitos que tenía mi equipo. Desesperado, eché mis cosas a la camioneta y me dirigí a unos baños, donde me senté, con la espalda contra la pared; allí dormí lo mejor que pude, mientras Whit dormía en la cabina de la camioneta.

A la siguiente mañana recorrimos el sendero de los Apalaches. Enjambres de mosquitos tomaron el lugar que los zancudos habían ocupado la noche anterior. Subimos cerro tras cerro, a veces bastante empinados, a veces menos, hasta que llegamos al claro por encima de la floresta. Subimos enormes peñascos para llegar a una especie de reborde rocoso y finalmente desde allí a una gran meseta, siempre luchando con verdaderos enjambres de insectos. Moscas negras, que son un cruce de mosquito con tábano, nos picaban a través de las mangas largas de la camisa. Sus piquetes sacaban sangre y nos dejaban enormes y dolorosas ronchas en los brazos, piernas y cuellos. Seguimos usando ropa gruesa a pesar de la temperatura de 40 grados que padecíamos en esos momentos. Finalmente llegamos a la cumbre.

Whit miró por todos lados, entonces gruñó: -¡Bien! Llegamos. ¡Tomemos las fotos y larguémonos de aquí! -¡Hagámoslo ya!

Yo estaba sudando, sediento, exhausto, y con hilillos de sangre que me corrían por la pierna buena, las orejas, y el cuello. Mientras tanto, continuaba luchando para espantar a mis atacantes. -¡Esto es una tortura!

Whit sacó la cámara de su mochila y dijo: -Esta tiene que ser la peor ascensión de toda la expedición. -Estoy completamente de acuerdo.

Cuando regresábamos, al descender la montaña, comprendí el secreto para defenderse del enjambre de mas-

Mosquitos, jejenes y uñas

quitos de Maine. Me remojaba en todas las corrientes que encontraba. Una vez que estaba empapado, los moquitas me dejaban tranquilo. Me sentí tan refrescado, que hasta pensé que había encontrado la fuente de la eterna juventud.

Cuando llegamos al final del sendero y me subí a la camioneta, me dolía todo el cuerpo; una uña del pie se me estaba volviendo negra; el muñón temblaba y daba fuertes pulsaciones por el dolor; las orejas se me habían hinchado y dilatado al grado que se parecían a las de Jumbo el elefante -gracias a todos los piquetes de zancudos- y estaba tan sediento que temía haberme deshidratado.

Fuera del parque nos detuvimos a comprar alguna bebida refrescante en una tienda. Consideré conveniente dirigirme a una cabina telefónica para hacer una llamada, pero no tenía energía suficiente para hacerlo. No podía sentir los dedos de los pies. La bola del pie me dolía. Y el muñón lo sentía como si alguien le hubiera clavado mil agujas. Mientras Whit estaba en la tienda, me quité la prótesis y puse en alto la calefacción del vehículo. Descubrí que el calor me quitaba el dolor más que un baño de agua fría.

Whit llegó a la camioneta y abrió la puerta de su lado. Una ráfaga de aire caliente le dio en la cara. Protestó: -¿Qué? ¿Estás loco? No puedo creer que tengas puesta la calefacción cuando estamos a cuarenta grados de temperatura. - El calor me ayuda. Me ayuda de verdad.

Subió a la camioneta, bajó su ventanilla, y cerró las rejillas de la ventilación. - Bien -dijo, limpiándose el sudor de las cejas-, creo que podremos sobrevivir al calor hasta que lleguemos a algún motel.

Casi no podía caminar rumbo a la oficina del motel cuando finalmente llegamos a uno. Sin la pierna artificial, me dirigí dando saltos hasta mi cuarto. Una vez dentro del cuarto, llamé a Lisa y a mi madre. Cuando dije a mi madre

AL FILO DE LO IMPOSIBLE

cuánto me dolía el pie izquierdo, ella me instó a tomarme radiografías. -Puedes habértelo fracturado-me dijo.

Yo me incliné para observar la uña del dedo gordo del pie; estaba a punto de desprenderse. -Por favor, Todd, vé a ver a un médico.

Whit me llevó a un hospital en Bangor, donde pregunté por el departamento de Rayos X. La enfermera que estaba de guardia en la sala de emergencia me preguntó cómo le había hecho para lastimarme tan gravemente el pie. -Escalando montañas-le dije. -¿Montañas? -dijo, arqueando las cejas por la sorpresa. -Sí -dije sonriendo como tonto-. Mi amigo y yo estamos tratando de romper el récord de subir las so montañas más altas de Estados Unidos en el menor tiempo posible. Y tendríamos una gran oportunidad de hacerlo, si no me hubiera lastimado tan gravemente el pie. -¿No es un poquito raro que un hombre que tiene la incapacidad que usted tiene escale montañas? -Pues de eso se trata, precisamente. Con la ayuda de Dios y su propia determinación, uno puede hacer cualquier cosa que se proponga. -Por supuesto -añadí-, nadie ha dicho que siempre se sentiría bien.

Ella sonrió, moviendo afirmativamente la cabeza mientras yo hablaba. Luego comentó: -Eso es extra~rdinario, Todd. Mucha gente viene a este hospital, abatida y dándose por vencida. Me siento feliz de conocer a alguien que no permite que sus limitaciones le impidan alcanzar sus objetivos. -La placa de Rayos X llegó minutos después. Todo parecía bien, excepto la uña ennegrecida que colgaba de un dedo. Yo sabía que la uña originaría contratiempos. Tardaría mucho en sanar antes que yo tratara de escalar los picos occidentales. -Espero que esto funcione-le dije a Whit.

Tomé un clipe, enderecé el alambre, calenté uno de sus extremos con un encendedor de cigarrillos, y corté la uña del pie. -Eso es masoquismo -dijo Whit estremeciéndose. -No ocurren cosas buenas por causa de mi amputación. Si sacrifiqué una pierna para salvar la vida, perder una uña para salvar el proyecto de escalamiento no es gran cosa.

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