■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 11 de diciembre de 2011 ■ Núm. 875 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Textos de Xabier F. Coronado y Francisco Segovia Una entrevista y un poema inéditos de Tomás Segovia
y la plenitud
Segovia
Tomás
bazar de asombros
11 de diciembre de 2011 • Número 875 • Jornada Semanal
CULTURA Y DIPLOMACIA ( III DE VII )
No obstante haber nacido en España, no hay desapego a la verdad si del recientemente fallecido Tomás Segovia se afirma que es un poeta mexicano, pues fue en nuestro país –al cual llegó arrancando la década de los años cuarenta del siglo pasado– donde estudió letras, se hizo investigador y fundó, dirigió y editó innumerables revistas culturales y literarias, pero sobre todo es donde vio la luz el grueso de su extensa e inagotable obra, tanto ensayística como poética, de la cual es imposible no destacar, sin menoscabo del resto, títulos como Anagnórisis, Terceto y Partición. Con un poema de su hijo Francisco, una semblanza escrita por Xabier Coronado, una entrevista concedida a Raúl Olvera, pero sobre todo con un poema inédito del autor de Trizadero, este número rinde homenaje póstumo al poeta y hombre de letras inmenso que Tomás Segovia jamás dejará de ser.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
El arte va permanentemente en busca de lo humano perdido y por eso circula por los territorios del sueño, el horror y la belleza. Esta característica le da un alto valor ético que frecuentemente no concuerda con los valores en uso. El surrealismo fue un movimiento artístico, pero también una moral, y a él le debemos un valioso discurso sobre la libertad, la sustantividad independiente de toda creación artística y su papel esencial en la “humanización” de la vida. Así, pues, contra la vida y para la vida, el arte es, al decir de Mann, “un intento de reconciliación y de saber tendido entre dos enigmas”. Cualquier actividad relacionada con la difusión de la cultura debe tener carácter de diálogo: entre el artista y el espectador, entre el escritor y el lector, entre los grupos sociales, entre los países. Los gobiernos tienen la obligación de propiciar ese diálogo cuyo personaje es la obra de arte. En el campo de la difusión de la cultura, México tiene una experiencia larga que dio buenos frutos. La Secretaría de Relaciones Exteriores se encargó de coordinar los esfuerzos de las organizaciones culturales y de los artistas para dar a conocer en el extranjero nuestra cultura académica y, de manera muy especial, nuestro patrimonio artístico. La historia de la Dirección General de Asuntos Culturales muestra la intensa actividad desplegada por la diplomacia mexicana, no sólo para confrontar nuestra riqueza artística con la de otros países, sino para establecer e incrementar el intercambio entre las instituciones de cultura, los grupos artísticos y los creadores individuales. En sus anales figuran importantes muestras de las distintas etapas de nuestro acontecer histórico, grandes exposiciones de nuestra riqueza arqueológica, presentaciones de todas las artes,
Hugo Gutiérrez Vega
modestas actividades cotidianas de información cultural, conferencias, cursos y seminarios, y el intercambio de becarios con varias naciones que ha sido tan benéfico para un buen número de nuestros artistas. En muchos países las grandes exposiciones de arte mexicano han dejado un recuerdo imborrable. Gracias a ellas se ha incrementado la información sobre nuestra cultura, se han eliminado lugares comunes producidos por la ignorancia y el prejuicio, y se han ganado amigos con interés en el pasado, el presente y el futuro de nuestra creación artística. Aquí se impone recordar a Fernando Gamboa, gran promotor de nuestro arte y organizador de las principales exposiciones que recorrieron diversos países, y reconocer, asimismo, el talento y la pericia de nuestros museógrafos, especialmente los formados por el Museo Nacional de Antropología e Historia, institución que recibió el Premio Olimpia de la Fundación Onassis en 1992. Al lado de los grandes acontecimientos, como las exposiciones, conciertos, presentaciones de danza, teatro y cine, está el modesto trabajo cotidiano de nuestro agregados culturales: tareas de información, cursos y seminarios, apoyo a los centros de estudios mexicanos de las universidades, gestiones para la traducción de textos de escritores mexicanos, publicación de esos textos y establecimiento de relaciones con casas editoras y medios de comunicación social. Estas actividades, junto con la atención y el apoyo a los becarios, forman parte, desde hace muchos años, del trabajo de los agregados culturales de nuestras representaciones en el exterior. (Continuará.)
jornadasem@jornada.com.mx Ilustración de Huidobro
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Portada: Elegir la luz Collage de Marga Peña/ Foto FIL
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BITÁCORA creación BIFRONTE
Jornada Semanal • Número 875 • 11 de diciembre de 2011
Jair Cortés jair_cm@hotmail.com
¿ALGUIEN HA VISTO MI MEMORIA? Ray Bradbury, en su novela Fahrenheit 451, apostaba por la memoria humana como la única forma de conservar el conocimiento ante la posible extinción de los libros: “Mejor es guardarlo todo en la cabeza, donde nadie pueda verlo ni sospechar su existencia” dice Granger a Montag, el bombero quema-libros. Pero en nuestros días cabe la pregunta, ¿qué tan importante es nuestra capacidad nemotécnica? “No sé dónde dejé mi memoria” es una frase que escucho con frecuencia y que, incluso yo, he pronunciado alguna vez, refiriéndome a ese pequeño
dispositivo de almacenamiento de datos conocido como memoria USB . La frase, más allá del juego de palabras, evidencia un síntoma inconfundible de nuestro tiempo: la gran cantidad de información, así como su disponibilidad en todo momento, que le conferimos a la tecnología. ¿Cuántos nombres, referencias, direcciones, hemos dejado de retener en la memoria? Conozco personas que, avergonzadas, consultan consult en la agenda del teléfono celular su propio número telefónico, no porque sean incapaces de memorizarlo sino porque, sencillamente, no necesitan recordar. Nuestra vida diaria depende de los archivos virtuales en los que se registra nuestro paso por este mundo: ¿Olvidaste el nombre del lugar en el que verás a tus compañeros de trabajo? Un mensaje de texto soluciona el problema. ¿No recuerdas la fecha exacta en la que cumple años algún familiar? Facebook te saca del apuro. ¿No recuerdas qué ruta debes tomar? Un GPS o un mapa virtual te indican el camino. El simple hecho de imaginar que “toda esa información” puede desaparecer estremece a cualquiera que le haya
concedido tanta confianza a la tecnología. Nos gusta acumular, ya lo sabíamos, pero ahora lo hacemos fuera de nuestra cabeza porque la bandeja de entrada de nuestro correo electrónico no se satura: fotografías, recados, proyectos, conversaciones, todo está “ahí” esperando que se le convoque desde este lado de la realidad. Los motores de búsqueda de Google, por ejemplo, simplifican cualquier pesquisa, basta una palabra, apenas un rasgo de lo que evo camos para poder jalar la punta del hilo que habrá de devolvernos nuestro pasado. El asunto es que dejamos de realizar asociaciones mentales, ya no nos esforzamos como antes (apenas diez o quince años atrás) por recordar el nombre de una calle, el título de un libro, el nombre del insecto que nos llenó de asombro. La red de nuestra memoria cada vez retiene menos detalles, va perdiendo su sentido, se aligera. Con la llegada de las nuevos medios de comunicación comenzó a rondarnos la idea de la desaparición del libro, pero creo que lo verdaderamente preocupante es el ocaso de nuestra memoria pues tal parece que, en lugar de ejercitarla, alimentamos devotamente con nuestros recuerdos (tributo cotidiano) a la diosa-internet •
Una señora suspendida Kikí Dimoulá
Llueve… Una señora resalta en la lluvia sola sobre un balcón a la deriva. Y la lluvia es como piedad, y es esa señora como fisura en la lluvia de cristal. Su mirada camina en la lluvia, fuertes pisadas de pena llenando su camino pluvial. Mira… Y cambia de postura sin cesar, como si algo más grande que ella, algo insuperable, se hubiera detenido enfrente en aquello que mira. Ladea el cuerpo toma la inclinación de la lluvia
–parece una gruesa gota– pero siempre lo insuperable frente a ella. Y es la lluvia como un remordimiento. Mira… Tiende las manos fuera del barandal las da a la lluvia toca las gotas se ve claramente la necesidad de cosas tangibles. Mira… Y, de pronto como si alguien le hiciera señal de “no”, intenta entrar. Dónde adentro– suspendida como resalta en la lluvia y sola sobre un balcón a la deriva. Véase La Jornada Semanal núm. 734, 29/ III /2009
V ERSIÓN DE F RANCISCO T ORRES C ÓRDOVA
Una flauta mágica de
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Peter Brook
Andrea Christiansen
U
n viaje iniciático para todos aquellos que estén dispuestos a abrir su corazón y dejarse tocar por la gracia de esta puesta teatral que sintetiza la sabiduría de toda una vida dedicada a la creación escénica. Tal vez, la lección última de uno de los más grandes maestros del teatro: Peter Brook. El montaje conserva la simpleza y la economía de recursos que siempre han caracterizado a Brook, de nuevo nos confirma que en el escenario “menos, es más”. Fiel a sus principios y congruente con sus convicciones hasta el final, nos entrega una ópera despojada de los clásicos decorados y vestuarios que caracterizan a este género “fastuoso”. Su versión libre de La flauta mágica se concentra en realzar y potenciar el mensaje de la obra: el poder del amor y la verdad, que todo lo transforma y que nada ni nadie puede detener ni quebrantar. “En este mundo no se puede herir a nadie. Aquí no se vale matar al otro. Aquí no hay lugar para el rencor. Aquí se perdona al enemigo. No existen los enemigos”, le dice Sarastro a la Reina de la Noche, que arde en deseos de venganza y sed de poder. Los cantantes escogidos por Brook, siendo virtuosos en el género, en ningún momento se comportan como cantantes de ópera: jamás los vemos inflando el pecho, ni engolando la voz postizamente. No cantan para hacernos ver la maestría con que mueven el diafragma o el histrionismo con que hacen vibrar sus cuerdas vocales. No, para estos cantantes el mensaje de “miren qué bien lo hago” es tan limitado como contrario a los objetivos del director de la puesta en escena. El virtuosismo de sus voces va más allá de la destreza vocal: el soplo de sus cantos parte del sentimiento más profundo con el único afán de tocarnos el alma y hacernos vibrar como
Fotos: Víctor Pascal
cuerdas. Nos inunda esa emoción que surge ante lo verdadero sin especulación: bajamos toda resistencia y abrimos el corazón de par en par. En la historia Tamino y Papageno emprenden un viaje iniciático tocados por el sonido de la flauta mágica, que no es más que el sonido del amor, la verdad y la luz, que vence todo impedimento. La magra escenografía: unos palos de bambú. No hacen falta más que unos palos de bambú para activar nuestra imaginación y hacernos ver un templo o un túnel subterráneo, una celda o las ruinas del templo derrumbado. Todo el tiempo los actores van cambiando de lugar estos bambúes, que son también como las agujas de un reloj que nunca se detiene, que nunca permanece igual. El espacio, como la vida, se transforma constantemente. Al final, toman los dos grandes bambúes que simbolizan el portal ‒la entrada al templo de la verdad‒ y los adelantan casi hasta el proscenio.
Mientras aplaudimos eufóricos, de pie, la línea virtual que nos separa de los actores desaparece. Por un momento me invade la sensación de que, al mover la puerta del templo, han hecho girar el espacio para dejarnos dentro de éste, junto a ellos. El mensaje subliminal es poderosísimo: el mundo de la luz y el amor puede ser aquí mismo donde estamos todos, es cuestión de decidir que así sea. Hacer sonar una flauta mágica en un país que desde hace algún tiempo ha sido secuestrado por los señores de la oscuridad ‒haciéndonos rehenes de su teatro de horror‒ trasciende la teatralidad para convertirse en una vivencia sanadora, en un viaje iniciático para todo aquel que esté dispuesto a ser tocado por el mensaje del amor y la verdad. Actores y espectadores comparten una misma emoción. Resulta emblemática la elección de Brooke, que al final de su vida nos envía una flauta mágica que recorre el mundo para hacer resonar con generosidad su mensaje de infinito amor y sabiduría •
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Soy ojo que mira, soy puente Alessandra Galimberti
E
n la sala de su casa, en una apacible calle de San Felipe del Agua, Berenice Guraieb, de treinta y dos años e hija de prósperos comerciantes oaxaqueños, tiene su propia dvdteca personal que va alimentando de a poquito cuando descubre una película especialmente entrañable. Los dvds están cuidadosamente clasificados: El último tango en París, de Bertolucci; Santa sangre, del mago Jodorowsky o El silencio, de Mohsen Makhmalbaf, son algunos de los largometrajes de ficción que se apilan en la alta torre de la izquierda. Los documentales, en cambio, están estrictamente seriados por fecha de realización en la columna de la derecha; incluyen trabajos clásicos y contemporáneos: Soy Cuba, de Mijaíl Kalatozov; La isla de las flores, de Jorge Furtado; El arca rusa, de Alexsandr Sukúrov; Capturing the Friedmans, de Andrew Jarecki, o Los ladrones viejos, de Everardo González. No todos sus dvds son originales; los hay piratas y Berenice lo admite sin pena ni tapujos; está convencida de que el monopolio de las grandes distribuidoras beneficia sólo a un círculo restringido y que, al multiplicar las posibilidades de acceso, la piratería juega un papel trascendental en la democratización de la cultura. Por eso le encanta recorrer los puestos ambulantes donde, por sólo quince pesos, puede adquirir la última producción infantil de Pixar o conseguir alguna pequeña gran joya del cine. Así fue como se topó con Waltz with Bashir, la película del israelí Ari Folman que narra el espanto de la guerra del Líbano en 1982. El filme le estremeció el cuerpo entero: vio con sus ojos el horror vivido por ese país que lleva en su rostro olivo y su propia sangre, como nieta de un hombre libanés que a principios del siglo pasado se instaló con su familia cristiana-maronita en el Istmo de Tehuantepec. Ahí nació su madre y su abuela también, una mujer zapoteca, fuerte, de finos modales y elegantemente aguerrida, que a los sesenta años tomó la decisión de divorciarse y empezar otra vez su vida. En el lejano Líbano, todavía nunca visitado, Berenice ubica su país imaginario y, en la abuela materna de Matías Romero, el punto clave de su genealogía femenina, el ejemplo de fortaleza ante la vida y de firmeza para ir tras los sueños. Berenice hace, busca la manera de seguir haciendo videodocumentales. Es su sueño vivido en tiempo presente desde que, jovencita, se trasladó de la casa familiar de Puerto Escondido a
la ciudad de Oaxaca para vivir en un minidepartamento y estudiar la prepa y luego comunicación. Preocupada por extender sus horizontes de formación y creación, ha estado viajando regularmente: Distrito Federal, París, Cambridge, Nueva York, Mendoza de Argentina, La Habana y San Juan de los Baños en Cuba, donde se especializó en documental en la renombrada Escuela Internacional de Cine y Televisión. Pero el lugar donde le gustar estar, a donde siempre regresa y donde verdaderamente quiere desarrollar su trabajo, es Oaxaca. Oaxaca es bello, Oaxaca es inmenso, Oaxaca es también lacerante por la injusticia
que reina, la pobreza, la ignominia del racismo imperante. Por ello, Berenice siente que, como videoasta, puede y debe hacer algo: registrar, narrar, documentar lo que acontece a su alrededor y contribuir así desde su trinchera a ampliar la conciencia o, de menos, la comprensión de la compleja realidad social. Ella se define como simple intermediaria, una médium entre los que están frente a su cámara siendo grabados y los que están frente al monitor viendo lo grabado; entrelaza la palabra de unos con la escucha de otros. No siempre es fácil; se ha de hacer frente a las dificultades implícitas del querer descifrar, entender y penetrar el lenguaje diferente. Y piensa entonces en las cosas indecibles, sobre las cosas inasibles, los significados insondables cuando median siglos de brechas y desigualdades. Así lo percibió cuando apoyó en cámara y edición una investigación sobre mujeres indígenas de la Mixteca, la Costa y los Valles Centrales. Con ellas compartió historias, risas, comidas y cuentos, pero llegó un momento en que avistó un límite, como una barrera infranqueable e invisible, como si las mismas mujeres de allá de las comunidades se resguardaran, marcaran un círculo de seguridad, a modo de protección, de respuesta a una ancestral desconfianza heredada de generación en generación. Otra vertiente que Berenice gusta desarrollar es la de videoarte e interdisciplinariedad. Disfruta trabajar con amigos, experimentar el sentido de comunidad y complementariedad. Recientemente colaboró en un video residual que acompañó la muestra, conformada por piezas de desechos, de la artista plástica Emilia Sandoval. Ha realizado igualmente un video sobre Daniel Weinstock. Con tomas de primer plano sobre su rostro y acercamientos de la cámara en zoom a ciertos detalles cotidianos de su casa, Berenice traza un fuerte retrato intimista del controvertido fotógrafo. Aprovecha al máximo lo que brinda Oaxaca en materia de cine y video. No hay prácticamente recursos financieros para la producción, no existe la cultura de la crítica, ni siquiera columnas especializadas en los suplementos culturales de la prensa local, pero sí una oferta in crescendo de talleres para aprender y de espacios para difundir. Son espacios físicos o virtuales que no están impulsados por instancias del gobierno, sino por particulares y colectivos de la sociedad civil. El cineclub El Pochote, fundado años atrás por Francisco Toledo, constituyó sin lugar a dudas la semilla de la cual han ido brotando otras alternativas e iniciativas. Ella misma cuenta con un espacio en la red de internet, un blogspot que utiliza como plataforma para compartir algunos de sus trabajos. Ahí puede verse El mar. Parte I , donde contemplativa, funde el eco continuo de las olas con la risa de bañistas y el hermoso canto de la Callas… •
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Tomás Segovia y la plenitud Xabier F. Coronado
Foto: Juan Ballester
Hay poetas para quienes la poesía es una cuestión estética, y otros para quienes es una cuestión vital. Tomás Segovia
P
oco queda por decir ante la merecida avalancha de artículos, comentarios y obituarios elogiosos que se desató desde el pasado 7 de noviembre cuando la noticia de la muerte del poeta Tomás Segovia se extendió por todos los medios de habla hispana. Fue su Anagnórisis final, el reconocimiento general a una actitud positiva y real ante la vida, a una forma de pensamiento que no dejó lugar a dudas. Se fue el último eslabón de la cadena de escritores y pensadores del exilio republicano español, un drama humano consecuencia de aquel golpe de Estado involutivo que derivó en guerra civil y produjo, además de miles de muertos, una multitud de transterrados, obligados a ocupar un lugar en otra tierra para poder desarrollar sus vidas. De este hecho dramático surgieron cosas nuevas, otras oportunidades en escenarios diferentes. Nadie puede saber qué hubiese sido de todos ellos si las circunstancias traumáticas que marcaron de manera definitiva sus vidas no se hubiesen producido; lo que sí podemos saber y estudiar son las consecuencias, los resultados de ese llamado exilio intelectual. Para muchos de ellos, México se convirtió, por las circunstancias conocidas, en el nuevo hogar, en la tierra prometida donde recuperar la esperanza tras las pérdidas y la frustración sufrida. Tomás Segovia (Valencia, 1927- México DF , 2011), después de un periplo que pasó por Francia y por Marruecos, llegó a México en la adolescencia y se forjó en su nuevo país con la serenidad del que acepta su destino: “Yo me desmarco del gueto del exilio español: lo que sea, de cada quien.”
manifestado en numerosos textos que nos hechizan con su fuerza vital. Las palabras precisas que laten en el pecho de los amantes al recorrer sus cuerpos apasionados, tienen eco en el reconocimiento de lo propio, en la comprensión de una naturaleza admirada en éxtasis de consciencia, en instantes perpetuos: “El día,/ está tan bello/ que no puede mentir:/ comemos de su luz nuestro pan de verdad” (“Confesión.”) Tomás Segovia llegó a la vejez en plenitud, con todo el poder que da la certeza de entender, de captar la filosofía de la vida, de llegar a la comprensión al trascender el diálogo con uno mismo y alcanzar la verdad de la existencia. Los sentidos lo mantenían en comunión con la naturaleza, con el ciclo de las estaciones, cuyo recuerdo le llevó de regreso a España para sentir de nuevo el vértigo de las metamorfosis y los renacimientos: “Hoy huele deliciosamente a invierno/...; El verano se adueña de la noche/…” Porque su poesía es un canto a la vida, Segovia es un vitalista supremo y su pensamiento tiene la imperiosa necesidad de saberse y mostrarse vital, comunicar la verdad revelada es lo que lo convierte en poeta. Para Tomás Segovia la importancia de la poesía radica en ser capaz de transmitir la verdad de la belleza del mundo, de la vida. En la obra de Tomás Segovia hay una constante búsqueda; rastrea lo vital ante la necesidad de ser libre, en sincero compromiso consigo mismo y con el mundo. Libertad y plenitud como reconciliación y aceptación del destino propio en la marea de lo colectivo para acceder al milagro de ser amado: “De pronto supe que el milagro/ No era amar tanto/ Lo milagroso es ser amado.” (Siempre todavía, 2008).
LA PALABRA COMO INSTRUMENTO La paradoja ha sido siempre un arma privilegiada
LA FILOSOFÍA POÉTICA DE LA VIDA
del pensamiento Tomás Segovia
La poesía es “vida inmediata”, vida que se expresa de la manera más directa posible Tomás Segovia
Tomás Segovia hizo de la poesía una filosofía de vida y de su obsesión por la palabra y el lenguaje un arte,
Para alcanzar ese propósito, que mezcla el milagro del amor con la plenitud de la naturaleza, Tomás Segovia utilizó “el suelo del lenguaje” en todas sus vertientes. La palabra traza los caminos de la vida, sendas y veredas hechas de versos, de miles de versos
que permanecen como huellas y marcan una ruta de contrastes por este mundo dual que habitamos, el “paradojario” que sustenta nuestras vidas. Quien vive y cuenta con palabras precisas la magia de lo erótico: “Un corazón puedes abrir, y si entro/ con la lengua en la entrada que me tiendes,/ puedo besar tu corazón por dentro”; no se permite dudas; elige la firmeza de la entrega, la suprema promesa de fidelidad a la vida: “Y esta promesa que le hago y que me hago/ De no desertar nunca de este puesto/ Nunca yo por mi lado/ Imprevisible mundo.” Su poesía se nutre de la observación de la vida porque se mantiene siempre atento, al acecho de las revelaciones que se desprenden de la realidad: “Pues sé…/ Que he metido la azarosa mano/ Bajo las ropas de la realidad” (Poesía, 1943-1997. fce, 1998.) Para poder compartir esas verdades se tiene la herramienta del lenguaje y se clavan las palabras en los versos para mostrarlas: “Yo creo que el hombre pertenece al lenguaje.” El idioma se convierte en la patria de los escritores que perdieron su tierra y por eso es en la libertad y la sabiduría del lenguaje, en el rigor de la escritura, donde encuentran su origen y su esencia. La escritura en todas sus formas ‒poesía, ensayo, relato, traducción, etcétera‒, es el campo en donde Segovia cumple con la misión suprema de comunicar la verdad de la belleza de la vida, de despertar la conciencia de su existencia sin apropiarse el mensaje porque: “Toda tentativa de apropiárselo lleva a detener su flujo, a coagularlo, a ahogarlo, a matarlo” (“Profesión de fe”, 2008). Y lo logra al brindarnos la palabra precisa que nos permite descubrir lo que se le ha revelado. Para Segovia la poesía es la raíz del lenguaje y “ese nivel primigenio del lenguaje, yo creo que es el nivel que se expresa en la vida cotidiana”. La palabra como instrumento para contar la realidad diaria: “Di si eran éstas las palabras/ Míralas bien/ Córtalas con cuidado/ Y vamos a guardarlas” (“Dicho a ciegas.”) Tomás Segovia fue un pensador ubicado y comprometido con la vida, llegó a su plenitud en una vejez digna y activa que le significó el logro de la libertad tantos años perseguida: “A esta edad ya no tengo que demostrar nada. Estoy en paz con la vida. Esa es la libertad.” •
11 de diciembre de 2011 • Número 875 • Jornada Semanal
Tomás Segovia, poeta, ensayista y traduc-
entrevista con Tomás Segovia
tor, ha sido uno de esos castellanos nacidos por accidente en Valencia, criado en Francia
Raúl Olvera Mijares
y formado en México, donde residió con algunas intermitencias desde 1940 hasta su muerte, acaecida el 7 de noviembre de 2011. Entre los premios recibidos figuran el Xavier Villaurrutia (1972), el Magda Donato (1974), el Alfonso X (1982, 1983 y 1984), el Octavio Paz (2000), el Juan Rulfo (2005) y el García Lorca (2008). Entre sus
Una vida honrada y de trabajo
obras pueden destacarse: La luz provisional (1950), El sol y su eco (1960), Figura y secuencias (1979), Cantata a solas (1985), Poética y profética (1986), Otro invierno (2001) y Digo yo (2011).
se, a Claudel y a Péguy, pues me dijeron que tenía cierto parecido. Me sorprendí mucho, porque no me veía ninguno. Hubo, en realidad, una primera época muy ingenua en que ni siquiera tenía todavía lecturas. Era una poesía muy ingenua la mía por aquellos días, pero con mucho frescor, que ahora me gusta mucho. ‒¿Cuál es la generación de poetas a la que usted pertenece?
‒Una de mis disidencias, no voluntarias, es que hay una generación española, de gente más o menos de mi edad, a la que no pertenezco. Hay una generación mexicana a la que tampoco pertenezco. No es un mérito, es más bien mi destino. Siempre he estado al margen de todo. Soy marginal a causa de la historia, la guerra mundial y las circunstancias. Tampoco en el exilio quise “identificarme” sino que también dentro del exilio me “desmarqué”. Cuando hicimos la Revista Mexicana de Literatura, en ese grupo estaban García Ponce, Juan Vicente Melo, Jorge Ibargüengoitia, José de la Colina, al final se acercaron también algunos jóvenes como Monsiváis y Huberto Bátiz. La revista existía antes. Cuando entré la dirigía Carlos Fuentes y estuve primero de colaborador, luego de codirector; finalmente, cuando Fuentes la abandonó, hice una nueva época, que dio comienzo hacia 1957. ‒ ¿En qué año conoció usted a Paz y cómo fue su relación con él?
Foto: Omar Meneses/ archivo La Jornada
-¿C
uándo es que surge en usted la vocación poética?
‒Hacia los quince años con un profesor que me alentaba empecé a leer. Como todo el mundo, leyendo me vinieron las ganas de escribir. En esa época yo vivía en un medio un poco aislado, el del exilio español. Los autores eran los poetas del veintisiete, especialmente Alberti, García Lorca, la generación del noventa y ocho. Y luego poetas cercanos, como Emilio Prados. Ya un poco después lo descubrí y fue una gran influencia para mí. En una época leí mucho a Saint-John Per-
‒Paz fue mucho después. Yo lo leía y lo admiraba. Justo cuando entré a la Revista Mexicana de Literatura había estado excluido de la literatura mexicana por un par de años, porque Alfonso Reyes decidió anatematizarme. Me excluyeron durante dos años enteros. Hicieron sin mí la Revista Mexicana de Literatura. Mi generación –por eso digo que yo no tengo generación– era ésa pero yo no estaba. Eran Carlos Fuentes, Jaime García Terrés, Emma nuel Carballo, Fernando Benítez, Tito Monterroso, en fin, era la generación de los cincuenta o bien un poco antes. Escribí un artículo sobre un libro de Reyes que no le gustó y entonces cogió el teléfono. Fue sobre Trayectoria de Goethe. Hizo tres llamadas y yo ya estaba borrado para siempre. ‒ En sus ensayos, ¿qué temas ha tocado? ‒Son casi siempre temas relacionados con el lenguaje y la poesía. He abordado también temas de lingüística. Bueno, la lingüística propiamente dicha no tanto, más bien la lengua. Me interesan los lingüistas porque se meten en esos terrenos. Se ponen
a hablar de la lengua como si supieran de verdad qué es. La lengua no es de ellos, es de los poetas. Yo dialogo con los lingüistas. ‒ De los premios, las becas, los reconocimientos, ¿cuáles son los que le han acarreado mayor satisfacción? ‒La beca de creador emérito del Fonca. He obtenido algunos premios, aunque nunca me he presentado a ninguno. Siempre he tenido muchas dudas sobre los premios. No digo que propiamente no deban existir, aunque debería haber muchos menos y con mucho más sentido. Creo que todos estos premios que tenemos hacen mucho más daño que bien a la literatura. No comparto la idea de que los artistas seamos unos desvalidos. Tampoco pienso que los gobiernos tengan obligación de mantenernos. Además no considero que nos haga tanta falta. Un escritor puede hacer mucho. Uno puede trabajar honradamente y desarrollar una obra. Yo me he ganado la vida como mecanógrafo, corrector y traductor. Oímos hablar ahora de la incultura pavorosa que tenemos en nuestra civilización. La pérdida total por parte de la gente de su propia lengua, su propia tradición. En esa situación lamentable es muy fácil tener una visión de la literatura como una especie de competencia. Hay premios que hacen pensar que entre los escritores hay campeones, como entre los futbolistas. Eso deforma por completo la idea. Y como eso está mezclado con los medios masivos, que están podridos y pudren la civilización, creo que los escritores somos a veces demasiado frívolos y tendríamos que tener un poco más de seso. Yo he dicho veinte mil veces: “Si quieren fomentar la literatura –bueno, la cultura, el cine, todo eso– no la van a fomentar dándome una beca y un premio a mí, usen ese dinero para hacer bibliotecas, para educar a la gente.” ‒ Maestro, finalmente, ¿qué representa para usted la poesía? ‒Ah, eso sí que no tiene respuesta. La única respuesta es absolutamente equivocada, que es la que dio Bécquer. Para mí es lo mismo que la vida. Yo no me puedo imaginar vivir sin hacer poesía. No quiero decir que todos los demás tengan que vivir así. Hay muchas maneras de vivir. La mía es la poesía, como para una señora seductora es el amor y el sexo. Ésa es su vida. Bueno, cada poeta tendrá sus ideas. A mí lo que me gustaría es que cuando alguien lee un poema mío tuviera una especie de revelación, que viera algo, no nuevo, pero diferente en la vida. Algo real que no había visto antes •
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Cuarto rastreo
Tomás
Por una vez me lo diré a mí mismo
De dicha en paz en el frescor del mundo
Porque tampoco tiene cara para nadie
Que todo el desaliento
Quien no sabe qué cara poner ante el espejo
Y la desilusión la ofensa el desamparo
Porque tiene que haber un sitio
No me impidieron nunca volver una y mil
Donde yo siempre dé la cara
veces
A todo aquello a lo que alguna vez
A detenerlo todo en torno
No pude dar la cara
Para mirar alzarse y adueñarse de mí La emoción de estar vivo
Por una vez me lo diré en secreto
Que todos los recelos
Confesaré para mí mismo que nunca quise en serio
La lucidez la madurez la duda
Ganarle a nadie una victoria
La desconfianza no bastaron
Ni defender un sitio
Para hacerme escapar ante el sonrojo
Que creyese de veras que era mío
De no saber vencer un sentimiento
Ni hallarme a la cabeza de algún sonoro grupo
Pueril de gratitud
Enarbolando una bandera Por una vez podré decir Por una vez me lo diré en un sitio
Sin que haya nadie que me contradiga
Donde pueda decirme
Que no es lo mismo el que desea
Sin ser oído de ninguno
Que el que codicia algo
Que soy yo el más valiente
Como no son las mismas las palabras
Soy el que no le teme
Dichas para escuchadas
A la dulzura a la ternura a la emoción
Que dichas para obedecidas
Al peligroso amor ingobernable
Ni tampoco es el mismo el que me habla
Que soy aquel que imperdonablemente
Para decirme algo
No teme ser amado
Que el que me habla para que me calle
Se atreve a dar la cara a esa deuda insaldable Y prefiere arriesgarse a morir endeudado
Porque cualquier palestra
Pero no mentirá que nada debe
Siempre está hecha para que alguien gane Y alguien no pueda dar la cara
Por una vez será al espejo
Y por eso yo tengo que buscar el espejo
Al que plantaré cara
Apearme por fin de las palestras
A quien confesaré sin ser oído
Hablar donde no llega la pelea
Que al fin y al cabo no hubo nada
Donde no está ensuciada la luz de la palabra
Que pudiera curarme la adicción
Con esta o con aquella competencia
A esos hipnóticos momentos silenciosos
Donde no tengo que dar cuenta
11 de diciembre de 2011 • Número 875 • Jornada Semanal
Segovia A nadie que a su vez no me dé cuenta Donde puedo decir que no es lo mismo
Poema Francisco Segovia
Vivir que hacer la guerra Sin que nadie por ello me haga guerra Queriendo avergonzarme
No hubo un solo día en que la luz
En alguna madura y lúcida palestra
no dejara en su frente un trance un hechizo una señal de que era en él
Por una vez daré por cierto
donde la claridad había elegido
Que no tengo por qué justificarme
abrirse al que quisiera verla.
Si el dedo del reproche me denuncia Por mi complicidad secreta Con los vientos las lluvias las tormentas
La claridad del día en su lúcida extensión sin un reproche.
El rumor pensativo del follaje
La de la noche en su espesura sin cascajo...
Las adictivas flores La cadencia narcótica y fraterna Con que se mueven las mujeres
No hubo un solo día
La astucia con que el tiempo disimula
en que la luz no lo eligiera...
Su lentitud nativa La obstinada lealtad con que la infancia Nunca dará a torcer su brazo Y tantas otras cosas que no enseño No porque tenga que esconderlas Sino porque no tienen afuera ningún precio Por esta sola vez no doy la cara a nadie No respondo de nada mío afuera No reivindico nada salvo frente al espejo Por esta sola vez me lo diré a mí mismo Esconderé bajo mi cauta capa Todo lo que no supe desnudar En los inamistosos descampados Todo lo que no supe nunca defender bien En la desolación de la intemperie Lo que siempre juzgué que sólo debe Frente a otra intemperie mostrar su valentía.
Junio de 2010.
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le e eer Antología de la poesía portuguesa contemporánea, Miguel Ángel Flores (selección, traducción y presentaciones), revisión de Alberto de Oliveira, La Cabra/Conaculta, México, 2011.
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suelen frecuentar los traductores, al grado que en esta antología “aparecen por primera vez en español autores que han sido relevantes en el proceso literario de la poesía portuguesa”. Despidamos esta nota más bien informativa con “Escuchando a Mozart”, de Adolfo Casais Montero: “Los continentes invisibles presiden nuestro destino.// ¿Estaré despierto? ¡Por qué llamar/ sueño a la realidad sin memoria?// Hay siempre otros abismos hasta donde/ el hilo invisible nos conduce.// Ariadna, ¿serás tú?” •≠
UN PAÍS DE POESÍA AUN SIN PESSOA RICARDO YÁÑEZ
Dedicación es la primera palabra que se viene a la mente al toparse con este tomo de (en su mayoría) traducciones (incluye una sección de originales, cincuenta páginas, que por extensión y desde luego calidad podría por sí misma constituir una preciosa publicación aparte), con este libro que escogidamente recoge el trabajo de cuarenta y ocho poetas lusitanos con obra sobre todo publicada en el siglo pasado, pero en algunos casos también en éste, que cuenta con una destacada (muy cerca del quince por ciento) participación femenina y programadamente elude (“por razones de espacio y tomando en cuenta que su poesía ha sido ya bastante difundida en la lengua española”), de ahí el título de esta nota, considerar el trabajo de Fernando Pessoa. Por el autor sabemos que inicialmente el proyecto, comenzado hace más de diez años, incluía en números redondos un centenar de poetas, pero argumentos editoriales seguramente de peso obligaron a la reducción: el volumen, no obstante, alcanza las casi quinientas cincuenta páginas “e intenta cubrir todo el aspecto de la modernidad” de la lírica portuguesa, lo que implica ir, se resume en la contraportada, “desde el futurismo hasta la poesía concreta, pasando por la poesía de contenido social y el surrealismo, la poesía pura y la experimentación extrema”. Tras los textos que sirven de triple pórtico al libro, nota, prefacio e introducción, viene el banquete: Mario Sa de Carneiro (“Tengo saudades de haber sido Dios...”), Florbela Espanca (Sou aquela que pasa e ninguém ve.../ Sou a que chamam triste sem o ser.../ Sou a que chora sem saber porqué...), António de Sousa, José Gomes Ferreira, Vittorino Nemésio (de logros que en nada desmerecen, se apunta, ante los de Fernando António Nogueira Pessoa), José Régio (también enorme), Manuel da Fonseca, Sophia de Mello Breyner Andresen, el gran Eugenio de Andrade, Mario Cesariny (quien trató a Breton y de quien de paso se elogia su pintura), Natalia Correia (“Un poema es lo que en el hombre/ más allá del hombre se atreve.”) Ana Hatherly, Fiama Hasse Pais Brandäo, Luiza Neto Jorge, Al Berto (Alberto Raposo Pidiwell Tavares)..., por sólo citar unos cuantos. Una mirada a la vez limitada, contenida, pero también vasta, a muy grandes rasgos panorámica, de una poesía cuyo trasvase a nuestra lengua no
El jefe máximo, Ignacio Solares, Alfaguara, México, 2011.
LOS FANTASMAS DEL JEFE MÁXIMO MAURICIO MOLINA
Podemos distinguir dos momentos fundamentales en la novela de la Revolución mexicana: un principio mítico donde podemos encontrar las obras de los participantes y testigos. En esta primera etapa destacan Los de abajo, de Mariano Azuela; Vámonos con Pancho Villa, los cuentos de Nellie Campobello y, entre muchas de sus obras, La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán. La segunda etapa, siguiendo al gran especialista francés Georges Dumézil en su libro Del mito a la novela, se abandona el mosaico del mito, con sus caudillos, asesinos y titanes, y se construye una etapa novelística cuyo imaginario aún hoy sigue vigente. A este repertorio pertenecen obras como Al filo del agua, de Agustín Yáñez; Pedro Páramo, de Juan Rulfo; La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, para sólo mencionar unas cuantas y, por supuesto, la novela que hoy comentamos: El jefe máximo, de Ignacio Solares, quien ya nos había entregado una obra maestra anterior. Me refiero a Madero el otro, novela fundamental sobre el iniciador de la Revolución mexicana.
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Como afirma Rafael Tovar y de Teresa, El jefe máximo comienza justo donde termina La sombra del Caudillo, de Martín Luis Guzmán, el período que hoy conocemos como el maximato, que abarca desde la muerte de Obregón y la entronización de Plutarco Elías Calles, la guerra cristera y el nacimiento del PNR , la matriz de la que surgiría el Partido Revolucionario Institucional, una de las maquinarias políticas más eficaces de dominación que gobernó al país durante setenta años, la dictadura más larga de la era moderna, superando al Partido Comunista de la Unión Soviética, a la dictadura de Franco y a muchos otros gobiernos totalitarios. Pero Nacho no intenta otorgarnos un mural, un panorama épico interminable. Se centra en la figura de Plutarco Elías Calles en sus días finales y, a partir de este hecho minimalista, nos otorga una serie de pistas sobre un personaje complejo, pleno de aristas y contradicciones que no permite una valoración moral unívoca sino abierta. Escrita en una prosa ágil, que a menudo combina el drama con el ensayo, y la reflexión con la narración pura de los hechos, se trata de un tipo muy novedoso de narración; en palabras de su autor: una novela-reportaje. Una novela histórica tiene al menos dos fechas para su interpretación: la época que busca representar y el momento en que fue escrita. El jefe máximo se ubica en los días del asesinato de Álvaro Obregón, abarca la guerra cristera y el fusilamiento del padre Pro, y ha sido escrita en los días nefastos que vivimos en nuestro tiempo. En ambos momentos las guerras absurdas, la violencia extrema, parecen espejearse. Ahí está, creo, uno de los valores actuales de la novela de Solares. Los cincuenta mil muertos que llevamos en la guerra contra el narco son un espejo de los miles de muertos que hubo durante la guerra cristera y el maximato. Un déjà vu de la política mexicana. De regreso de su exilio, luego de haber sido expulsado por Lázaro Cárdenas a causa de su intento de imponer su propio gabinete y continuar su mandato tras la presidencia, Calles comienza a sentir curiosidad por el espiritismo. El jacobino anticatólico de los años de la guerra cristera comienza a ver fantasmas y se interesa en acudir a las sesiones espiritistas que Rafael Álvarez presidía desde 1939 en el Instituto Mexicano de Investigaciones Síquicas, a las que asistían también políticos como Juan Andreu Almazán ‒polémico candidato a la Presidencia frente a Ávila Camacho‒ y Miguel Alemán Valdés, quien fuera presidente de México unos años más tarde. Quisiera puntualizar algunos preceptos del espiritismo, tal y como los planteara uno de sus fundadores, el francés Allán Kardec a mediados del siglo XIX : la creencia en un solo Dios, la reencarnación, la separación entre el cuerpo y el alma (ésta, al morir el cuerpo, se convierte en espíritu) y sobre todo la posibilidad de comunicarse con los espíritus, la mediumnidad. Un precepto fundamental es la ley de causa y efecto, es decir una ética basada en la economía entre el bien y el mal, lo que en el hinduismo se llama la ley del karma. Muchos de estos fundamentos son condensaciones del hinduismo fusionadas con el cristianismo,
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ya que el espiritismo considera a Jesús y los evangelios como la guía segura para la evolución espiritual. Resulta interesante que tanto Madero como Calles se interesaran por el espiritismo, y que esta doctrina estuviera presente tanto al inicio de la Revolución como en sus postrimerías, cuando ya Lázaro Cárdenas había terminado su período presidencial. Sólo un novelista como Ignacio Solares podría haber encontrado esta veta de lo oculto, de lo esotérico, en la revolución mexicana, con su novela Madero el otro y con El jefe máximo. La novela de Ignacio parte de este interés por el espiritismo de Calles para enfrentarlo con sus propios fantasmas: Obregón, Madero y sobre todo el padre Pro. Ahí comienza el ajuste de cuentas con la propia existencia: sus culpas, cuitas y traiciones. Los cinco balazos que disparó León Toral a Obregón que se convirtieron en trece plomazos en la autopsia, y la frase de Calles “les pedí que lo remataran, no que lo acribillaran”. Los miles de muertos de la Guerra Cristera, que el historiador Luis González y González calificara como el mayor sacrificio colectivo de la historia del país. Solares retrata la soledad del jefe máximo, su debilidad al final de sus días y, sobre todo, el recuento de una existencia plagada de aciertos y actos de locura. El mismo Ignacio ha dicho que le interesan los personajes ambiguos, en los que el bien y el mal se confunden e intercambian sus disfraces y nos ofrece un retrato impresionante y plausible de una de las figuras más opacas de la historia de nuestro país. Con El jefe máximo Ignacio Solares nuevamente ha logrado fundir la historia con la imaginación y se sitúa como uno de los novelistas imprescindibles de la literatura mexicana contemporánea •
El puñetazo en la puerta, Margaret Ajemian Ahnert, Siglo XXI Editores, México, 2010.
CONCIERTO PARA DOS VOCES ALEJANDRA ATALA
“Lo más humano entronca con lo divino”, sentenció el barbitaheño aquel, esclarecido sonetista del Siglo de Oro español, Quevedo; frase que a botepronto deja un pasmo en el pensamiento que busca, como en el Tetrix, su mejor acomodo y asiento. Así, en la red fraternal que –se quiera o no‒ se define con más evidencia en las letras, surgen esta frase y dos citas más que por algún motivo se hacen presentes. Las otras dos: Si esto es un hombre, de Primo Levi (Turín 1919-1987) y Sueños en el umbral, de Fátima Mernissi (Marruecos 1940). Holocausto. Genocidio. Pogrom. Un puñetazo en la puerta, de la estadunidense armenia Margaret Ajemian Ahnert, es su primera novela y nos narra, al alimón, cursivas, ella; script, Ester, su madre, el tejido vivo de la “marcha de la muerte” que fue el extermino de origen turco a los armenios; hecho fatídico al que, según la escritora ‒que llevó a cabo una profunda investigación‒, poca importancia se le ha dado y, por lo mismo, carece de mención como reconocimiento de tragedia masiva. Dieciséis capítulos bordados a cuatro manos y dos corazones que se multiplican a millares, en un tono bajo, sutil, de filigrana exquisita que sólo puede provenir de quien habiendo habitado el horror ha soportado las miserias y los embates brutales provisto de esa rareza que es la humildad, que no sabe de odios y sí de una bien oída y por eso obediente orquestación célica. Primo Levi, químico de profesión, sobreviviente de Auschwitz, autor también de La tregua, con la idea de dar un informe o testimonio de sus vivencias en el extermino judío en un campo de concentración, trajo a la luz, desde los infiernos dantescos, las imágenes cotidianas de un alma humana que se debate ante las más grandes adversidades desplegando las alas de la belleza. En ese punto que va creando las líneas de conexión, Ajemian Ahnert toma el hilo más fino y nos lleva desde lo más sagrado de las costumbres y tradiciones armenias a ese “puñetazo” que despierta a golpes letales a los giavour (infieles), armenios cristianos, y va cerrando el ojo visor a la ultrajada, por decir poco, existencia de Ester. Y el otro tejido, con la marroquí Premio Príncipe de Asturias 2003, también autora de La mujer en la otra orilla, Fátima Mernissi, socióloga e historiadora, trae al mundo esa novela que nos
SANTOS DISCÉPOLO, del teatro al tango en nuestroOjeda próximo número Álvaro Gelman, el árbol de la poesía
habla del harem familiar de Fez, en donde nació y creció, ocurriendo en la voz de la niña, vehículo inmejorable pues carece de prejuicios, la limpia y pura realidad tras los velos de la ternura. Ahí, en la ternura, lo más humano, lo más amoroso, en donde tampoco hay ira, rencor, ni voces que se levantan con fauces abiertas para denunciar, se borda la obra de Ajemian Ahnert; en la voz de una madre que, procurando olvidar, le va refiriendo a su hija, sin aspavientos, los relatos que fueron templando su historia, pasando por el accidente de un holocausto que comenzó el 24 de abril de 1915 en su natal Amasia •
Estamos hasta la madre, Javier Sicilia, Planeta, México, 2011. Como sabe cualquier persona en contacto con los medios de comunicación, el título de este volumen corresponde a la frase con la que Sicilia resumió, desde la indignación y el dolor, el sentimiento colectivo mayoritario ocasionado por la situación social de inseguridad y militarismo padecida en México. El colaborador de Proceso y de este suplemento reúne aquí gran cantidad de los artículos aparecidos en ambas publicaciones desde hace más de una década, ordenados temáticamente bajo los rubros “La democracia: el valor del no”, “Felipe Calderón, el camino contrario”, “Narcotráfico, la barbarie” y “La iglesia, esa puta casta.”
In memoriam Michel Descombey Coreógrafo francés 1930-2011
Albricias Felicitamos al poeta
Nicanor Parra por haber obtenido el Premio Cervantes 2011
próximo número
Correspondencia póstuma con Jorge Turner jsemanal@jornada.com.mx a.ccom.
Tomás Segovia, la lección del deseo El 7 de noviembre, un día antes del encuentro que el poeta Eduardo Vázquez nos había concertado, me llegó, como un dolor más, la noticia de la muerte de Tomás Segovia. No sólo se había ido otro de los espíritus que iluminan la oscuridad de nuestra época, sino también uno de mis maestros. No pudo decirme lo que quería decirme, y yo, para mi tristeza, no pude escucharlo, porque si de alguien deseaba escuchar algo sobre lo que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) está haciendo, era de él. Tomás Segovia no era un poeta encerrado, como muchos, en su torre de marfil. Era un poeta del deseo que, a diferencia de Luis Cernuda, creía que se encontraba en la realidad misma. Marcado por el exilio español como orfandad y destierro, la realidad del deseo fue su morada. No sólo lo vivió con una profundidad poco común, sino que lo cantó, lo develó en sus poemas, y a través de él pensó la vida e hizo una de las críticas más profundas al poder y la historia. Tal vez fue Segovia, junto con Octavio Paz y Gabriel Zaid, quien, como poeta, ha develado mejor las traiciones éticas de la política. Sin embargo, fue él, y no Paz, quien recibió una carta pública del subcomandante Marcos; fue también él, cosa que jamás habría hecho Paz, a pesar de sus lúcidas lecciones sobre el papel revolucionario de la poesía, quien, enfermo, empujado en su silla de ruedas por Margarita Capella, llegó, junto con otros poetas, el 8 de mayo a la plancha del Zócalo a recibir al MPJD; fue también él quien a sus ochenta años no dejó como poeta de simpatizar y de interrogarse por lo que la emergencia de los nuevos movimientos sociales dice frente al desmoronamiento del Estado y del Mercado. La profundidad de su deseo lo hizo vivir todo y estar en todo para interrogarlo e iluminar las vertientes éticas de la vida. De allí que su crítica no pueda ser clasificada de manera ideológica. A pesar de que hacía mucho había dejado de verlo, pero no de leerlo, fueron muchas las lecciones que recibí de él en este sentido. Me enseñó el arte de la versificación, los secretos de la traducción y la profundidad de la literatura que permite pensar y amar la realidad en muchos niveles; me enseñó a pensar poéticamente a través de sus versos y reflexivamente a través de sus ensayos; me enseñó la independencia creadora –lo vi construir con sus manos una casa en Tepoztlán y lo escuché tocar espléndidamente la flauta dulce–; me enseñó, por último, el sentido revolucionario que en su marginalidad guardan el poeta y la poesía. Alguna vez, hace muchos años, me dijo: “El romanticismo [por eso su última traducción fue la obra completa de Nerval] no es una escuela, es la temperatura de la poesía. Ningún gran poeta moderno ha escapado del romanticismo.” Los románticos, le dijo en 2005 a Eduardo Vázquez en una entrevista, inauguraron “un cierto historicismo […], el de las vivencias y la experiencia […] Un materialismo que no se interesa por las cosas materiales […] sino por ‘la significación’, por el ‘valor’ de lo que ha sido valioso o deseado […]; eran críticos de la objetividad que hizo perder el genio, por eso se acercan a los lenguajes oscuros, como el religioso o el mágico, al lenguaje de los que han sido proscritos por la razón: los locos, los niños, las mujeres, los salvajes […] La rebeldía romántica es revolucionaria en la medida en que reinventa los lenguajes oscuros”, los de los excluidos, los de las
víctimas del poder. Quizá sabía que eso revela el MPJD y quería decírmelo, quería conversar sobre ese misterio de la poesía que se encarna en el espacio político y que es la realidad del deseo, la experiencia humana de la significación. Me gusta pensar que habríamos hablado de ello. Me gusta pensar también, en medio de mi dolor, que un día, en la luz del deseo del que tanto supo, nos sentaremos, al lado de mi hijo y de todos aquellos que hemos amado, a conversar, y sabremos que el fondo del deseo no era otra cosa que la hermosa experiencia del amor que no dejamos de vivir y de expresar en la historia como el más revolucionario de los actos. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco- CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar todos los presos de la APPO, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón •
11 de diciembre de 2011 • Número 875 • Jornada Semanal
Verónica Murguía Cerebro de lagartija ¿En qué parte del cuerpo se aloja el alma? ¿En qué órgano anidan los impulsos más primitivos? ¿De dónde surge el conjunto de rasgos y atributos que llamamos carácter? Estas preguntas fueron, durante siglos, parte primordial de las reflexiones filosóficas y religiosas. El domicilio del alma y su existencia son, todavía, un misterio, pero lo otro tiene ya una respuesta. La ciencia nos ha mostrado que los arrebatos de violencia, los impulsos creadores, el lenguaje, el aprendizaje, el análisis, brotan del cerebro. Tal vez allí está, según algunos, Dios. No en un hipotético Paraíso, Nirvana o Valhalla, rodeado de justos o valientes, dependiendo de la cultura. Dios es, según la ciencia moderna, un relámpago minúsculo en el lóbulo temporal, agrandado al infinito por la necesidad humana de creer en algo. La respuesta no fue siempre tan obvia: los hindúes creían que Purusha, el primer hombre, quien para la doctrina sankhya es también lo divino que cada quien trae adentro, vive en el ojo. Ese reflejo que vemos en las pupilas de los demás cuando nos acercamos, esa diminuta figura humana es Purusha. No, no es nuestra imagen, dice la doctrina: es una chispa de Brahma, el dios, que tarde o temprano consumirá el cuerpo que lo alberga. Para los medievales europeos, muchas emociones tenían asiento en el hígado. La melancolía –literalmente, la bilis negra– salía, por supuesto, de esa víscera. El cobarde tenía el hígado amarillo, el triste lo tenía negro. Y qué decir del corazón, donde tantos hemos sentido físicamente los pesares y las alegrías; los unos en forma de una opresión dolorosa en el pecho, la otra como una luminosa distensión, un aligeramiento que nos hace sonreír. Pero el culpable de todo es el cerebro. Hace unos años, conversando con un médico, le pregunté qué parte del cerebro era la que gobernaba –o no– los impulsos violentos. – E l ce re b ro re p t i l i a n o – m e contestó. –Pues habría que extirparlo, ¿no? El doctor se me quedó viendo con una mezcla de simpatía e impaciencia: –Cómo cree. Esa parte del cerebro no solamente gobierna los impulsos de agresión o defensa. También regula el impulso sexual y las funciones no voluntarias del organismo. Sin él, se muere. Me quedé un poco cortada. El doctor me explicó que el cerebro tiene tres capas, la más interna,“una lenteja en el centro” es la más primitiva y es esencial: organiza el cuerpo, la homeostasis, la digestión, todo. Es el reptiliano y tiene más de 500 millones de años. Los tiranosaurios, grandes, feroces y poco inteligentes, tenían cerebro reptiliano, pero sin capas: un pastel sin betún. La capa que le sigue es el cerebro límbico, una región intermedia, la que, simplificando hasta el borde de la caricatura, siente. La capa externa, la más sofisticada, se llama neocorteza y es la que piensa, interpreta, verbaliza. En esta capa se busca entender el mundo, el tiempo, se analiza. El lector se preguntará por qué estoy escribiendo esta suerte de repaso de biología para neófitos. Pues bien: hace unos días, asustadísima y dolida ante las noticias, concluí que en México, desde 2006, hay un montón de gente que ha desechado la parte externa de sus cerebros y anda por el mundo haciendo gala de su mollera reptiliana.
LAS RAYAS DE LA CEBRA
Javier Sicilia
LA CASA SOSEGADA
arte y pensamiento ........
Al ver los periódicos, sobre todo El Gráfico de mis pesadillas, parecería que muchísimos mexicanos se mueven con el puro cerebro reptiliano, y a las pruebas me remito: en el popular, ay, diario mencionado, hoy el encabezado rezaba “Matan a activista en su auto. Buscaba a su hijo desaparecido”. Para que no anden buscando justicia. Que tengan miedo. Abajo, una foto (sin relación con el encabezado) de un accidente en el que una pobre mujer se dio de frente con un camión debido al pavimento húmedo. A la derecha, en calzones, una muchacha inglesa llamada Peta Todd declara que ya no se encuerará más y desde ahora se dedicará a la familia. Muerte, miedo, sexo. El registro salaz de la muerte accidental; la amenaza de la muerte que destruye a inocentes como si fueran culpables –el activista muerto mientras buscaba a su hijo– en esta guerra en la que también se mata sin cuartel a los civiles. Junto, la encuerada arrepentida se despide de sus fans, medio tapada con un bikini diminuto. Los estímulos más brutales, sin filtro ni utilidad. Un lenguaje paupérrimo, ninguna reflexión, sin pasado ni futuro: el ámbito del cerebro reptiliano. Parecen el plan y la propaganda de esta guerra, tal cual •
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........ arte y pensamientto
Alonso Arreola alarreo@yahoo.com
Björk, por amor a la Naturaleza Justo cuando la cantante británica Adele anuncia su retiro indefinido de los escenarios tras una cirugía de garganta, su más grande éxito del año, “Rolling in the Deep”, es explotado por tres niños de Mexicali, Baja California, bajo la guía de su padre, el productor Abelardo Vázquez, colaborador de conjuntos pop, como Reik y Nikki Clan. Bajo el nombre de Los Vázquez Sounds, el joven trío recoge frutos internacionales de un bien filmado playback (pieza interpretada con mímica corporal, no en vivo) cuyo sonido es a todas luces profesional y no espontáneo como muchos piensan. Sedientos del siguiente “fenómeno” en la red, los usuarios de Youtube ven este video tanto como lo hacen para ver a un pulpo caminar fuera del agua o para entretenerse con imágenes de gatitos y cachorros caninos. Paralelamente, y para fortuna de otros artistas como la islandesa Björk, retan los límites de la creatividad y la producción en niveles nunca antes explorados por los músicos pop. Asunto interesante; mientras millones se embrutecen voluntariamente con llamaradas de petate que aún deben probar valía, el mundo de la música y su transformada industria se rinden ante Biophilia, una genialidad que ha tenido poco eco en México. “Bienvenidos a Biophilia, un ejercicio de amor a la Naturaleza en todas sus manifestaciones. Del más pequeño organismo al grandioso Rojo flotando en la lejanía del universo”, dice la cantante en propia voz al abrirse su nuevo sitio de internet. Nosotros agregamos, además, que Biophilia rinde un amoroso homenaje al sonido, a la forma como el ser humano lo organiza “generosamente para transformarlo en música”. Visto así, como fenómeno natural pasado a través de la mente y el espíritu del hombre, el mundo acústico que Björk ha creado se relaciona con la física, la matemática, la tecnología, el diseño, la antropología y la geografía. “Es un álbum, es una aplicación, un show en vivo y un nuevo sitio web”, dijo recientemente para la revista Rolling Stone.Y sí, el disco no sólo salió en formato CD y de manera digital; además fue lanzado como una aplicación interactiva para IPAD en la que se vieron involucrados el sello independiente de Björk más Apple, National Geographic y distintos investigadores, inventores y programadores de la Universidad de Sheffield y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, entre otras instituciones, que dotaron cada pieza con argumentos, instrumentos y semánticas precisas. Esto no sólo conduce la percepción del álbum como desea la cantante, sino que además contribuye pedagógicamente al estudio de planetas, virus, minerales y la forma como el cuerpo vive, siente y genera música. Su máxima meta, señala Björk, es relacionar la naturaleza con la música a través de la tecnología, pero cumpliendo tres pasos básicos: escuchar, aprender y crear. Todo ello –aquí lo más importante– con trece canciones de alta manufactura, variada dotación instrumental, diversidad genérica y mejor ejecución. Una caja de sorpresas que, sónica y líricamente, apela a lo poético, pero con formas bien definidas: magníficos coros, sofisticadas programaciones, arrebatos que violentan la tranquilidad o remansos que calman mom e n t o s d e franca agitación. Una obra que reúne distintas visiones (ella dice que es el siguiente paso tras Volta), y que, pese a su enorme riesgo estético y conceptual, se desarrolla viento en popa, exitosamente, en el mundo intangible de la red.
Para lograrlo ha hecho ya un video con el excepcional Michel Gondry y ha comenzado una gira de dos años en la que presentará una celesta controlada por computadora, arpas de péndulos y un órgano de tubos que se sumarán a la reactable y demás “juguetes” que ha conseguido en ferias de música y tecnología como el Sonar de Barcelona. No se espante el lector. No se trata de música para locos ni de un espectáculo lleno de nerds computarizados frente a pantallas y botones. Lo de Björk es una puesta en escena teatral, efectiva, con músicos cargando instrumentos reales, utilizando tecnología para el replanteamiento de nuestra experiencia sensorial. Eso sí, el primer paso ante Biophilia debe ser el de siempre, el único que valida por completo las más altas ocurrencias o que, por el contrario, cancela las más insoportables charlatanerías; esto es: encender el estéreo y darle play, quedarse a la espera de un gancho que cautive, conmueva o altere de alguna forma el estar en este mundo. Sólo si gusta lo que suena (confiamos en que así será), valdrá la pena internarse en la divertida urdimbre que cobija al proyecto. (Mejor eso que entregarse al borreguismo de la red.) •
Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com
Palabra de cinéfilo (II Y ÚLTIMA) “Entre haraganes y medrosos; entre simples opinadores y noteros; entre meros levantadedos y encandilados; entre viajeros frecuentes que parecen reporteros de sociales con veleidades reseñísticas de cine y ex críticos ex funcionarios; entre historiadores desprolijos y académicos rigidizados y rigidizantes, Jorge ha sido quien más y mejor ha reflexionado en este país en torno al fenómeno cinematográfico durante el último medio siglo. A Muchagente no le gusta, Otrostantos no lo entiende y Elrresto prefiere ignorarlo, pero la trayectoria, la labor y la postura crítica de Jorge son un referente insoslayable para la cinematografía. Bien por él y bien por quienes lo han premiado.” Lo anterior se dijo en este mismo espacio, hará cosa de medio año, para celebrar la justicia innegable de que se le otorgara la medalla Salvador Toscano a Jorge Ayala Blanco, maestro y principalísimo protagonista de la crítica cinematográfica en este país y, sin duda, uno de los más relevantes por lo menos en el universo de habla hispana. No hay exceso ni panegírico alguno en las palabras anteriores, y quien abrigue sospechas al respecto que lea a Jorge, preferentemente del modo en que Umberto Eco sugiere hacerlo cuando se refiere a las diferencias entre Lector Modelo y Lector Empírico, es decir, tomando en cuenta que “cada acto de lectura es una transacción compleja entre la competencia del lector (el conocimiento del mundo que posee el lector) y el tipo de competencia que un texto determinado requiere para ser leído de una manera ‘económica’, o sea, de una manera que aumenta la comprensión y el disfrute del texto, y que viene apoyada por el contexto”. Además de la oportunidad semanal –cada lunes en la sección cultural de El Financiero, espléndidamente dirigida por Víctor Roura– brindada por Ayala Blanco para convertirse en ese Lector Modelo, a cada tanto más capacitado para una feliz y fructífera interlocución con el autor, hace ya más de cuatro décadas que Jorge publica una serie de libros conocida como “el abecedario del cine mexicano”, cuya primera entrega fue La aventura del cine mexicano y la más reciente, motivo de estas líneas, es La justeza del cine mexicano, editado por el CUEC de la UNAM. Integrado de manera exclusiva por textos no publicados ante r i o r m e n te, s e g ú n palabras del propio Jorge en el prólogo, se habla aquí “de un vasto puñado de películas mexicanas recientes, en su mayoría ignoradas, en su mayoría apoyadas por el Estado y su nueva Hacienda: hijas de la exención fiscal […], que tardan de dos a tres años en ser vistas […] y que, dos semanas después de estrenadas, ya se habrán convertido […] en objeto de inaccesibilidad, nostalgia, culto, olvido clemente, o de heroico rescate discreto”. De varias justezas se compone, temáticamente, el libro: justeza summa, prima, secunda, documental, mínima, femenina y bicentenaria. En ese orden, puede leerse lo que el autor tuvo a bien decir sobre filmes de toda suerte, verbigracia Chicogrande, de Cazals, y Rabioso sol, rabioso cielo, de Julián Hernández; Ópera, de Juan Patricio Riveroll, y Wadley, de Matías Meyer; Amor en fin, de Salvador Aguirre, y Entrevista con la tierra, de Nicolás Pereda; Los que se quedan, de Juan Carlos Rulfo/Carlos Hager-
CINEXCUSAS
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BEMOL SOSTENIDO
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man, y Los herederos, de Eugenio Polgovsky; Goodbye Garibaldi, de Alejandro Ramírez Corona, y La canción de los niños muertos, de David Pablos; Las buenas hierbas, de María Novaro, y La última y nos vamos, de Eva López-Sánchez; así como de Hidalgo, la historia jamás contada, de Antonio Serrano, y Revolución, de factura colectiva. Son muchísimos más que los catorce antes mencionados los filmes que Ayala Blanco, desaforadamente exhaustivo, ha llevado a su envidiable mesa de disección analítica, para beneficio de ese Lector Modelo que no sólo busque sino también exija, de la crítica cinematográfica, todo aquello que siempre se halla en riesgo de perder –a manos de los opinadores, los encandilados, los desprolijos y el resto de pseudos mencionados al principio–: rigor, conocimiento, sensibilidad e inteligencia, por principio, pero también y especialmente singularidad, estilo propio y una propuesta estética tan alejada como es posible de los reiterados ejercicios de facilismo dizque crítico, cuya preeminencia mediática consigue ni más ni menos que lo contrario de aquello que busca –es decir, dotar al público de herramientas para el mejor disfrute del fenómeno cinematográfico. A contrapelo de la molicie intelectual que es signo de toda cinefilia haragana, Ayala Blanco propone los placeres inmedibles que suele gozar un cinéfilo en posesión absoluta de su palabra •
arte y pensamiento ....... GALERÍA
Alejandro Michelena
Pablo Ruiz Picasso representó, para millones de sus contemporáneos, el ejemplo más claro de un artista moderno. No fue solamente un pintor sino un gozador de la vida y sus dones, casi como si encarnara uno de esos faunos que se reiteran en sus obras. Además, logró superar el umbral de los noventa años en pleno ejercicio de sus facultades intelectuales y creativas. Nació en Málaga, en 1881. Hijo de un pintor, los primeros pasos en el arte los dio de la mano de su padre. Luego siguió un periplo formativo que lo trasladaría a La Coruña, Barcelona y Madrid. En 1903, seguro ya de sus posibilidades creativas, se instala en París, que en aquel entonces era la capital mundial de la cultura. El París de comienzos del siglo pasado, fecundado por los aires de renovación que había desatado en su ambiente espiritual el Impresionismo, viviendo el esplendor de la belle époque, era un escenario más que propicio para las novedades estéticas. El joven Picasso se había formado absorbiendo con avidez la tradición mediterránea, había afianzado su personalidad artística transitando por sus períodos azul y rosa, y al llegar a la urbe que cruza el Sena tenía la experiencia adecuada, pero también la audacia y la fuerza como para animarse a tentar caminos de ruptura. Así
Llanto Aquí en el 51 vivió una niña llamada Clara, que se hizo famosa por su llanto. Le decían Clara la Chillona. Desde chiquita lloró, como todos los niños, pero ella lo hacía durante horas. Sus padres la llevaron al médico, que no le encontró nada especial. Ellos se resignaron, subieron el volumen del radio y dijeron que estaba haciendo pulmón. Al principio lo más grave era que tenían que cambiarle la ropa a cada rato. Después comenzó a anegar la recámara. A los dos años, ya inundaba la casa y el patio. A los tres, como ya la habían subido a la recámara del primer piso, sus lágrimas formaban una bella cascada en la escalera. A los nueve, inundó la colonia; la gente tuvo que andar en cayucos y el presidente municipal le otorgó un premio porque el pueblo llegó a tener turismo. El día que cumplió once años dejó de llorar. Poco a poco todo regresó a la normalidad. Clara no volvió a llorar hasta el día de su boda, pero entonces apenas si mojó el pañuelo •
Rogelio Guedea
MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido
sagrada de los vascos durante la Guerra civil española. Pero esa enorme pintura trasciende su tópico, transmutándose en metáfora del horror de todas las cruentas e injustas batallas de un siglo signado por la sangre y el horror. Más adelante, a una edad en la cual es casi inevitable que hasta los más genuinos artistas comiencen a repetirse a sí mismos, Picasso fue capaz de lograr el prodigio de sencillez y armonía de obras como Paloma de la paz. Su intenso y febril laborar con las telas, las esculturas, las cerámicas, el grabado, le dejó tiempo para asumir un compromiso constante con los grandes dramas de su tiempo. Eso le llevó a afiliarse al Partido Comunista, a firmar manifiestos, a manifestarse en las calles. No obstante, su condición de comunista no le impidió seguir gozando sin culpas de las bondades que otorga la opulencia, viviendo en su castillo del sur de Francia, administrando con eficacia tanto su fama como su dinero •
rguedea@hotmail.com
Historia general de mis libros Normalmente los escritores dudamos de nuestra propia obra. Hay una fe interior que, de pronto, se pierde, y entonces buscamos que otro nos la ponga en pie. Buscamos, pues, lo imposible: que es como pedir que otro conozca a nuestros hijos mejor que nosotros. Pero así somos. A mí me ha sucedido con mis libros. Una vez di a leer a algunos amigos una de mis novelas. Recibí lo consabido: lo que unos elogiaban, los otros lo vituperaban, y lo mismo sucedió con los dictámenes editoriales. Unos decían: mala porque tiene un final abierto.Y otros: bueno porque no tiene un final cerrado. Me di cuenta que basar el cariño de nuestros libros (como el de nuestros hijos) según lo que piensen los otros nos puede llevar a la locura, y que lo mejor que hay que hacer en estos casos es ponerse los aparejos y caminar ciegamente por ese lugar que nos indique la pasión de nuestro propio –aunque endeble- juicio. Al final del día es más fácil encontrar una editorial que esté contenta con el trabajo que nos ha dejado contentos, que vivir descontentos para siempre del trabajo que ha dejado contentos a todos menos a nosotros mismos •
AL VUELO
Evocación de Picasso
fue como surge el cubismo –movimiento de vanguardia que rompe en forma radical con las preceptivas estéticas vigentes desde el Renacimiento–, en el cual el malagueño va a ser principal figura, seguido de cerca por Braque y Juan Gris. Gertrude Stein, escritora y refinada coleccionista del arte más nuevo, se enamoró, más que de las obras cubistas, de la “idea” de cubismo. Comenzó a escribir cuentos “cubistas”, y por varios años fue la gran mecenas de Picasso. Gracias a su influencia, se le abrieron al artista las puertas de los magnates estadunidenses sedientos de novedades en el arte. Mientras sus colegas contemporáneos seguían por necesidad en la bohemia, el español logró hacerse millonario en poco tiempo, y mantuvo y multiplicó esa fortuna, gracias a una disciplina de trabajo poco vinculable a la idea romántica de lo que tiene que ser la vida de artista. Por sobre todas las cosas fue un enorme y potente creador, que inauguró varios “ismos” para luego superarlos y seguir el impulso torrencial de su talento. Dejó atrás el cubismo y se entusiasmó con el surrealismo. Retomó luego el expresionismo, rescatando sus raíces hispánicas a través de sus tauromaquias y de la imaginería del Mediterráneo. Todas sus vertientes y búsquedas iban a confluir en ese monumento artístico con sentido ético que es Guernica, inspirada en el bombardeo alemán que destruyó la ciudad
11 de diciembre de 2011 • Número 875 • Jornada Semanal
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Jornada Semanal • Número 875 • 11 de diciembre de 2011
....... arte y pensamientto Miguel Ángel Quemain
LA OTRA ESCENA
mquemain@prodigy.net.mx
La historicidad escénica de José Caballero Horas de gracia es una compleja red de escenas en torno a una idea y un personaje, Iturbide, que bordaron con maestría cómplice Juan Tovar, en la dramaturgia, y José Caballero en la dirección. Este montaje tiene una factura de por lo menos veinticinco años. No se llega a este dominio sin una práctica continuada del género que, por su interés histórico, nacional y político, tiene sobre sí las miradas de los historiadores y de todos aquellos que levantan la mano para señalar que se omitió tal o cual detalle. Desde Manga de clavo, montada en 1985, Tovar y Caballero han hecho una mancuerna sólida (sin descontar La madrugada, Las adoraciones y El destierro), de las más fecundas entre un director y un dramaturgo. No hay muchos ejemplos de esta manera tan contemporánea de hacer teatro. En el otro lado está De Tavira con Leñero, también una dupla excepcional, por la modestia y flexibilidad de Leñero y la audacia de Tavira, él mismo traductor y dramaturgo, que siempre ha renunciado a la “ilustración” de un texto dramático.
La vida en un día Ridley Scott es un director de cine famoso por algunas de las películas que ha dirigido, como Blade Runner, y porque en 2003 la reina de su país lo nombró sir. Como todo director de cine taquillero, Scott ha tenido películas buenas y otras olvidables. Casi siempre se le asocia con el cine comercial y grandilocuente. Por eso sorprende que estuviera tan involucrado en un proyecto fílmico, pero que no es realmente una película, casi un documental y ni siquiera propiamente pensado para el cine o la televisión, sino para internet, sumando a la ecuación el portal de videos Youtube. Es más, Scott ni siquiera lo dirigió, pero lo hizo posible como productor ejecutivo. La brújula en lo general se la encargó a otro director británico, Kevin Macdonald, aunque precisamente por el espíritu ecléctico del proyecto la dirección se delegó entre otras diez batutas. Más que otro producto solamente audiovisual, se trató aquí de una suerte de experimento social al que convocaron sir Ridley y Youtube. En la producción también participó el hermano de Ridley, Tony, quien también es cineasta, y otros productores más o menos afamados como Caroline Gerard o Malcolm Reeve. La distribución inicial estuvo a cargo de National Geographic Films. La noticia de suyo no es nueva. Los organizadores se encargaron de lanzar una convocatoria el año pasado, pidiendo que les fuera enviado material filmado en video de cómo transcurren las veinticuatro horas del día en cualquier lugar del mundo, en cualquier estrato social, en cualquier situación. Se fijó como fecha para filmar lo que fuera que la gente considerase importante el 24 de julio de 2010. El resultado fueron miles de horas de material fílmico de las más variadas tesituras, temas, motivaciones y mensajes, desde la más enternecedora de las escenas hasta la más brutal; desde jocosos chispazos de ingenio o inocencia hasta las más execrables manifestaciones del fanatismo e ignorancia, para entregar, después de maratónicas sesiones de edición y postproducción, algo así como
Es importante señalar este punto de llegada que hoy parece una naturaleza que fluye. Sin embargo ha costado muchos años conseguir esa esfericidad y enfrentar unas celebraciones tan cuestionadas, mediocres (la búsqueda y exhibición de huesos es un auténtico clímax) y de puntos administrativos tan oscuros. La Compañía Nacional de Teatro se vio obligada a participar de las celebraciones oficiales del Bicentenario del inicio de la Independencia y el Centenario de la Revolución mexicana, entre otras obras, con Horas de gracia, que llega al final de 2011 liberándose de esa perniciosa reflexión. Iturbide, ese napoleoncillo, es un personaje al que Tovar ha dotado de la posibilidad de mirar, ensoñar; un gran fresco histórico donde se presentan ideas que continúan en la discusión nacional, gestos, idiosincrasia, formas de colonizaje y religiosidad, e incluso laicidad, que tienen una actualidad avasallante. Fascina la naturaleza crítica del drama porque hay un filtro inevitable en la mirada del dramaturgo, la Revolución mexicana, que hace de la interpretación un tamiz que nos devuelve muchos pasados: desde el seductor de la patria a Juárez, su laicidad y la contemporización de un mundo que va de la Constitución de 1857 a la de 1917. Hay un contrapunto fundamental en la obra: la presencia de Antonio López de Santa Anna, joven y viejo, ofreciendo los matices de un antes y después, de un período que preludia la Constitución de 1824 pero que discute el origen y la consumación de la Independencia con toda una constelación de fantasmas insurgentes que comanda Hidalgo, dotado de una pericia discursiva y retórica que nos alcanza y hace visibles los intereses económicos, imperiales, coloniales y sociales que consolidaron la Independencia.
Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com
hora y media repartida en un sinfín de entrecruzamientos, de posturas, de ángulos, de emociones vertidas en inglés, español, francés, italiano, japonés, alemán, indonesio, papiamento, balinés, portugués, ucraniano, vietnamita, criollo haitiano, catalán, bengalí, holandés, kikongo, hindi, masai, árabe, quechua y ruso. Un verdadero mosaico de humanidad. El título de tanta multicultural estridencia es simplemente Life in a Day, La vida en un día. Lo que sí es noticia reciente es que después de un más bien discreto paso por algunas salas de cine, desde principios de noviembre La vida en un día se puede sintonizar en internet y disfrutarse de manera gratuita, simplemente entrando al micrositio de la película (la primera transmisión se hizo vía Youtube y a través de algunos distribuidores asociados el 27 de enero, desde el Sundance Festival, en Colorado, Estados Unidos) en: http://www.youtube.com/ lifeinaday. El matiz de mosaico bizantino deja entrever en todo su eclecticismo la lista de los directores que colaboraron en el proyecto: Kevin Macdonald, británico; la parisinolondinense Natalia Andreadis; los estadunidenses Lisa Cottrell-Bentley, Jane Aubrich, Joaquin Montalvan y Cec Zuqy Marquez; el guatemalteco Alejo Crisóstomo; la balinesa Soma Helmi; el indio Adit-
El trabajo y la investigación sobre la época son rigurosos: canciones, frases hechas, un orden pictórico que Enrique Florescano obsequió en Imágenes de la patria (Taurus, 2010) sobre las representaciones de la patria en el siglo XIX, el vestuario, con guiños postmodernos (¿humor involuntario?) es uno de los corazones del montaje. La belleza y coherencia del vestuario de Jerildy Bosch se disfrutan tanto como la gran capacidad poética para ofrecer grandes síntesis escenográficas con la elaboración de unos cuantos rasgos sobre el espacio que le debemos a Alejandro Luna, escenógrafo e iluminador de una plataforma inclinada que ilustra los niveles de realidad y sueño puntuados con la fineza de Ruby Tagle. Un ejemplo: el regreso de Iturbide a México sobre una embarcación compuesta de una larga mesa, tripulada como La balsa de la Medusa de Géricault, con unos remos que abaten las olas conformadas por espumosas telas blancas como la vela que desciende y pende por detrás construyendo la imagen épica de una tripulación que no despega su mirada del horizonte. Es profundamente grato ver en estas funciones que muchos púberes y adolescentes queden atrapados por una manera de contar. Si bien la comprensión y total disfrute de la pieza precisa de un conocimiento de la historia, también es posible entenderla con una “embarrada” de conocimientos sobre ese pasado, pues domina la transparencia de las ideas. Es un sueño de la razón, son horas de gracia para pensar y repensar quiénes somos a la luz de un 2012 que promete ser también consumatorio, farsa y tragedia trenzadas y alternas, como este flujo de ideas que provocan por su actualidad tan amenazante como cómica •
CABEZALCUBO ya Kolli; el francés Frederic Lumiere y el canadiense Joseph Michael. Once directores pero mucho más que solamente once miradas. La gloria y la tragedia del ser humano en un mosaico de imágenes y diálogos, de semblantes, rutinas, silencios, paisajes, miedos, alegrías y sinsentidos que más o menos logra retratarnos con la entrópica impertinencia de nuestra naturaleza voluble y amorosa, depresiva y responsable, enloquecida y simple: la pureza dialogal de un niño, la mirada abismada de un anciano, la incertidumbre risueña de una mujer que ha saltado momentáneamente el escollo letal del cáncer, el aburrimiento cotidiano de una adolescente que no conoce el hambre, la guerra o el desamparo, la sabiduría cruda del desamparado y la simple estupidez del enajenado. De lo más alambicado de la sensibilidad estética a la soez crueldad del matarife o el soldado, y sin embargo, sin amagos sensibleros, pero sobre todo desde la visión de la carne viva de quienes poblamos las atestadas ciudades y algunos, pocos, vistosos rincones de este planeta, La vida en un día es quizá uno de nuestros mejor logrados espejos. Bien vale la pena asomarnos un poco y encontrarnos allí, tan grandes y tan pequeños por igual •
ensayo
13 de noviembre de 2011 • Número 871 • Jornada Semanal
25 años de Casa Silva de Poesía de Bogotá José Ángel Leyva
A
Colombia y a México los une la paradoja. Pueblos sensibles a la cultura son también víctimas de la barbarie; el optimismo y la tragedia se revuelven en su historia con semejante furia; la palabra y su contradicción con la realidad nombran la imaginación impresa en su literatura. Quizás por ello mismo la fundación de la primera casa o centro dedicado al culto y al cultivo de la poesía en América Latina haya tenido lugar en Bogotá, con sus muchos y relevantes significados en una época en la que recaían sobre Colombia estigmas de desesperanza. Cinco años después, a propuesta de José Emilio Pacheco y por iniciativa de Alejandro Aura, por entonces director del Instituto de Cultura de Ciudad de México, se fundaría aquí la Casa del Poeta Ramón López Velarde, bajo diferentes circunstancias, pero con propósitos similares y un simbolismo muy aproximado. Luego vendrían otras Casas en diversos países, inspiradas en el modelo colombiano. Los acervos bibliográfico y fonológico son quizá los contenidos de mayor envergadura que posee la Casa de Poesía Silva, que registra la presencia de cientos de poetas de numerosos países del mundo. Las voces de poetas consagrados y noveles, de conferencistas, forman parte del enorme coro de la historia de un cuarto de siglo de este centro cultural dedicado al padre de la poesía colombiana, que por época y poética corresponde al modernismo, pero cuya vida encaja más en la leyenda romántica. Su naufragio, la pérdida de la obra en tal percance, y la
decisión de consagrar la belleza de su juventud a la muerte por decisión propia, son hechos que reafirman tal vocación. Casa Silva, a diferencia de la López Velarde, aglutinó desde sus inicios a poetas de distintos perfiles estéticos e ideológicos en torno a la figura de la poeta María Mercedes Carranza. Vínculos que se han roto y unido de manera intermitente. Pero las causas de tales veleidades no atienden a otras razones que a las propias del ser humano y en este caso de la dinámica de las vanidades, de las disputas propias del gremio versificador que no está exento de las tentaciones del poder, los privilegios, el olor de la fama o por lo menos de la notoriedad. La Casa de Poesía Silva, tras la muerte, también por voluntad propia o movida por el desaliento, de María Mercedes Carranza, en el contexto social aún desgarrado de su país, vino a recaer en Pedro Alejo Gómez, diplomático y abogado, hijo de una de las luminarias de la narrativa colombiana, Pedro Gómez Valderrama, y él mismo escritor y poeta. La Casa Silva, junto con el Festival de Poesía de Medellín, es expresión genuina de la sociedad colombiana para mantener vigente el espíritu de los Alzados en Almas contra el horror y la muerte. Complicada gestión de recursos financieros para mantener a flote esta nave cultural, no sólo ante las instancias gubernamentales, sino en la elaboración de programas que produzcan autogenerados para sostener el rumbo y la movilidad, la asistencia de públicos fieles a los recitales, las
conferencias, los conversatorios, los performances de carácter poético, la revista anual Casa Silva, que funge como memoria y referente imaginativo de las actividades que se realizan y presentarán en sus instalaciones. Pedro Alejo Gómez, me consta, ha empeñado su voluntad en desplegar todo tipo de posibilidades que atraigan recursos y den nuevos vientos a esta casa insignia de la poesía iberoamericana, universal, diría yo. Una visibilidad más nítida, quizás, para quienes no somos colombianos, pero profesamos un profundo amor por este país y sus virtudes expuestas o inhibidas. Contrababel es uno de esos inventos de Pedro Alejo Gómez que nos permiten asomarnos no sólo al compromiso de la búsqueda, de la sobrevivencia, sino a la exploración de posibilidades de crecimiento y diversificación de la poesía con otras disciplinas, otros discursos, otros lenguajes, distintos modos de nombrar la vida, el hábitat natural de esa criatura expulsada del paraíso, que anhela construir un ámbito que lo ponga a salvo de la intemperie, de la inseguridad y el miedo, es decir, no sólo nombrar sino poner los cimientos, las bases, la perspectiva inagotable de la Casa de la Poesía. Casa Silva es ya patrimonio cultural de Colombia y de América Latina, parte de la memoria y de los significados de una sociedad que no se resigna a ser identificada por la violencia que la asuela, sino por la fuerza de su imaginación y sus afanes de paz, de justicia, de belleza •
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