■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 29 de enero de 2012 ■ Núm. 882 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Eros, Afrodita y el sentimiento amoroso Xabier F. Coronado
Café y revolución, M ONTSERRAT H AWAYEK / Fotos de M ARITZA L ÓPEZ Entrevista con M ARIE -E VE T HÉRENTY
bazar de asombros NO TEMER A LAS PALABRAS En el Diccionario de la Real Academia Española pueden encontrarse doce definiciones directas y no menos de veinte acepciones de uso para la palabra “amor” y, como bien lo sabe cualquiera que alguna vez haya querido explicarlo o entenderlo, el concepto de amor tiene un registro tan amplio como el universo de quienes lo emplean. En el ensayo que ofrecemos a nuestros lectores, Xabier F . Coronado hace un análisis del sentimiento amoroso desde la perspectiva de algunos de los pensadores que le han dado forma, entre ellos Sócrates, Platón y Freud. Publicamos también una entrevista con la investigadora francesa MarieEve Thérenty, doctora en Letras Modernas y especialista en prensa, así como un ensayo sobre El caballo de Turín, obra maestra del cineasta húngaro Béla Tarr.
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29 de enero de 2012 • Número 882 • Jornada Semanal
Hugo Gutiérrez Vega
polio televisivo, se acerquen a la lectura (me temo Recuerda Eugenio Scalfari que hace doce años, el que en esa tarea antes imprescindible formen parinteligente cardenal Carlo María Martini, ante la te del equipo encabezado por los analfabetos fundebacle política y social de Italia (que, poco descionales Fox, Peña Nieto y seguido por una interpués, empeoró) hizo una afirmación que molestó e minable lista de políticos, empresarios y hasta indignó a la clase política y a sus contlapaches, los profesores que tienen un comercio muy escaso, poderes fácticos. Así dijo el clarividente jesuita que casi nulo, con la palabra escrita) de textos como el fue rector de la Universidad Gregoriana: “Se llega del cardenal Martini y como los de Pico Della Mial nivel más alto de la alarma cuando la decadencia randola, Tolstoi y Antonio Gramsci. Ninguno de moral de la política ya no se percibe como una conellos teme a la palabra amor y, por lo tanto, la utiducta dañina.” El siniestro capo Berlusconi y sus liza sin reticencias y la aplica a las más ingentes cómplices de la racista liga llevaron a Italia al nivel tareas políticas. Por eso no debemos temer a las de una alarma que ya no se escuchaba, hasta que palabras que expresan las distintas formas de la el resto de la convulsionada Europa gritó con furia actitud vital que se requiere para realizar una poque los lobos ya estaban devorando a las ovejas de lítica sana y genuina (Chomsky dice que la política la clase media y al creciente número de esos seres es un asunto demasiado serio y que, que la señorita Peña llama “prole”. “Se llega al nivel por lo tanto, no podemos dejarlo en las Scalfari preguntó al cardenal Marmás alto de la alarmanos de los políticos profesionales). tini cuáles eran los pecados más grama cuando la decaEsas palabras: entusiasmo, simpatía ves para un cristiano y para la Iglesia dencia moral de la (de estirpe platónica), felicidad (figucatólica en general. Martini contestó: ra en la Constitución de Estados Uni“Los pecados graves son en realidad política ya no se percibe como una condos) y amor (Tolstoi la consideraba muy pocos. Se puede decir que sólo ducta dañina.” como la única emoción válida para la hay un pecado grave del cual derivan política), deben formar parte del dislos otros. Me refiero a la injusticia. La Cardenal Martini curso de los ciudadanos que, en una injusticia es el pecado del mundo y es república justa y respetuosa de las libertades prien contra de ella que se debe luchar, educando a mordiales, aspiran a servir a los otros ciudadanos las almas y transformando los corazones.” Es guiados por las razones de la fraternidad, la justiclaro que Martini quería insistir en la gravedad de cia y el amor. Tolstoi, el anarquista que se consila situación derivada de la injusta distribución deraba un cristiano libertario y que tanto influyó de la riqueza, pero el jesuita quería ir más allá para en la lucha pacifista de Gandhi, dejó un testamenllegar a la idea de la falta de amor, de esa caritas to en sus Últimas pa labras: “Vivir amándonos los que es el eje central del pensamiento cristiano. unos a los otros y trabajando la tierra con nuestras Practicando la caritas, el amor a Dios se transforpropias manos”; mientras que Pico Della Miranma en amor a los otros. “Sólo se puede amar a Dios dola, humanista ejemplar del Renacimiento, habla si se ama a los demás, y para amarnos a nosodel ejercicio del poder como un acto de amor y de tros mismos necesitamos amar a los otros. La alegría. Schiller daba categoría estética a la buena única manera de acercarse a ellos es amándolos.” política y Antonio Gramsci retoma la idea expuesJesucristo nos dejó un sólo mandamiento: “Amaos ta por Marx en su tesis XI sobre Feuerbach: “Los los unos a los otros.” filósofos se han limitado a interpretar al mundo de Muchas vestiduras farisaicas se han desgarrado varias maneras; ahora se trata de cambiarlo.” Ese y muchos políticos profesionales (en el peor sencambio es otro trabajo de amor que yace en el fontido de la palabra) se han escandalizado al escudo más entrañable del discurso. Por lo tanto, da un char el discurso de Andrés Manuel López Obrador claro contenido filosófico a la praxis. Hablemos sobre la “república amorosa”. Esas almas dimide amor, desentrañemos su significado, sabiendo nutas le tienen miedo a la palabra amor y disfrazan que, como decía Juan Ramón Jiménez: “Quitasus temores acusando de cursilería a los que la do el amor lo demás son palabras.” utilizan en el discurso político. Conviene que esos señores de gustos “refinados” y aprendidos en esa jornadasem@jornada.com.mx escuela de vulgaridad y de cinismo que es el duo-
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Portada: El nacimiento de Venus (fragmento), Sandro Botticelli
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El caballo de Turín: más allá del bien y el mal
Antonio Valle
Escena de El caballo de Turín A Luis Tovar Hay casos en que los psicólogos somos como los caballos: nos sentimos inquietos cuando vemos moverse ante nosotros nuestra propia sombra. El ocaso de los ídolos, Friedrich Nietzsche
omo debe ser –antes de publicar sus notas sobre películas que se encuentran en exhibición–, algunos críticos y especialistas tuvieron cuidado de no revelar demasiadas claves de El caballo de Turín. Aunque varias de sus reflexiones privilegiaban el valor “indiscutible” que tiene la imagen sobre el resto de los elementos, me pareció que aunque este filme no hace concesiones a las tendencias discursivas más burdas, tampoco es una obra que apunte hacia el cine mudo. Es cierto, en esta historia se dicen pocas palabras pero, justamente por eso, son imprescindibles. Otros ensayistas celebraban la fotografía de Fred Kelemen pero decían que en ella había algo de somnífero. En efecto, algunos plano-secuencias pueden provocar reacciones tipo “ensoñaciones diurnas”, ya que el tiempo en este filme es parecido a la sensación del paso del tiempo que tienen algunos sueños; aunque desde las primeras tomas cerradas del caballo, y especialmente los retratos inspirados en el poderoso cine expresionista alemán, es evidente su fuerza extraordinaria. En cuanto a la música de Mihály Vig, seguramente inspirado por Nietzsche –que en El origen de la tragedia abordó uno de los ensayos más lúcidos en torno al espíritu de la música–, ésta es una corriente subterránea que no deja de latir durante todo el filme. Por supuesto, la clave argumental se encuentra en la mítica escena del caballo de Turín, anécdota del nervous break down irreversible que sufrió el filósofo alemán en 1889. En esta cinta, más que al concepto del eterno retorno, Béla Tarr hace el recorrido de un viaje para el que ya no habrá regreso. Una “inocente” transgresión irá revelando la intensidad dramá-
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tica, cuando el protagonista “venza” la úl tima resistencia con la que oculta su aviesa intención. Invalidado de la mano derecha, tan clásico como siniestro, el personaje codicia, con el ojo cíclope de las fuerzas pasionales desatadas, el alimento crudo que terminará engullendo. Así quebrantará la frontera que separa, como dice Lévi-Strauss, a lo crudo de lo cocido, es decir a la naturaleza de la civili zación. No puedo evitar decir que no hay nada más desalentador para los espectadores potenciales que avisarles: “en este filme no hay una historia”, ya que esta cinta ha sido confeccionada mediante una trama de zurcido –fino e invisible– extraordinariamente consistente, que recuerda las milenarios enredos entre Tiestes y Pelopia; pero también al caso más reciente de la austríaca Elizabeth Frtzl, quien permaneció retenida por su padre en un sótano durante veinticuatro años. Es asombroso descubrir lo que se propone Béla Tarr cuando presenta a un grupo de gitanos, paganos y felices, atravesando el páramo mortal en el que permanecen azogados los protagonistas. O que un monólogo, por demás contemporáneo, rebose de referentes nihilistas y apocalípticos. En El caballo de Turín –al cual, por cierto, algunos identifican como yegua; ¿acaso estarían pensando en The nightmare, la pesadilla de Borges?–, el animal se niega a beber agua de un pozo que fatalmente está a punto de secarse, lo cual, simbólicamente, significa que se han roto los vasos que comunicaban las aguas del inconsciente con la tierra yerma. No en balde los aforismos cáusticos escritos en Más allá del bien y el mal, cuyo subtítulo es: Preludio para una filosofía del futuro, son considerados como precursores de otro de los llamados maestros de la sospecha, el creador austríaco de El malestar en la cultura. He aquí dos ejemplos de ello. “En último término lo que amamos es nuestro deseo, no aquello que deseamos.” O: “–Esto no me gusta.– – ¿Por qué? –Porque no estoy a su altura.” Más allá de lo evidente, y para estar a tono con El caballo de Turín, donde no sólo no se impone lo “visual” sobre los demás recursos cinematográficos,
sino que justamente gran parte de lo que no se ve en pantalla –pero que acaso alcancemos a vislumbrar en el “teatro de luz y sombras” personal–, es lo verdaderamente significativo. Como dice el mismo Niet zsche, “cuando estamos ante la presencia de las cosas más raras, es difícil –por mucho que nos esforcemos– observar el proceso si no es con ayuda de nuestra invención”. Precisamente “eso” –que no vemos– es el “ingrediente” invisible con el que Béla Tarr desafía a nuestra inteligencia. Siendo consecuente con el rigor del guión, al final, el maestro húngaro de plano nos deja ya sin las mínimas palabras, sin imágenes ni aliento, y nos abandona en “la nada”; en me dio de esa breve eternidad que es la bóveda de un cine a oscuras; eso sí, rodando hasta el fondo de cada uno en la compañía de un chelo abismal. Es conveniente recordar la presunción de Lévi-Strauss, que consideraba a la música como la mejor vía para aprehender el mythos. Esta excelente pieza cinematográfica hace un homenaje a un hombre de letras que “respiraba” música, porque gracias a ella “las pasiones pueden gozar de sí mismas”. Nietzsche estaba seguro de que “ver las cosas de una manera profunda y radical es ya una violación, un deseo de hacer daño a la voluntad básica del espíritu que tiende siempre a la apariencia y a lo que se encuentra en la superficie”. Este filme confirma cuán ridículo es asegurar que una imagen vale más que mil palabras. El filósofo que ama ba a Dionisos (el que sabía mezclar la música) estaba seguro de que la humanidad eternizaba (fijaba) sólo aquello que ya no podía “vivir ni volar”. Cuando se abrazó a un caballo escarnecido en una calle de Turín, después de pedirle perdón a la bestia, el vibrante filósofo enmudeció para siempre. No es imposible que, antes de morir, Nietzsche escuchara en alguna armonía sus últimos “viejos y queridos… malos pensamientos...” Finalmente, lo obvio (o casi): la cinta del húngaro Béla Tarr está construida con imágenes y palabras inolvidables, con riadas luminiscentes y sonoras que tienen el poder de provocar emociones terribles y extraordinarias •
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All revolutions came out of a coffee house Anónimo
odas las revoluciones surgieron en una cafetería”, reza un letrero en una de las emblemáticas sucursales del Indian Coffee House en Calcuta, India. Afuera están el cielo gris y ácido, las calles malolientes, los emblemáticos carritos arrastrados por personas o rickshaws, el escándalo perpetuo de los bocinazos de las motonetas y autos, la gente y las vacas esqueléticas formadas en un solo carril. También los puestos de madera y bambú de libros viejos apilados, así como las numerosas librerías y universidades que componen el boi para o barrio de los libros, con fama de ser el segundo mercado de textos de segunda mano a nivel mundial. Muy cerca de College Street, en el número 15 de Bankim Chatterjee Street, detenido en el tiempo, con las fotos de Mahatma Gandhi, Jawaharlal Nehru, Indira Gandhi o Rabindranath Tagore, colgadas de sus paredes descarapeladas, se encuentra un café libre de estrategias de mercadotecnia, sin una decoración de ésas que llaman de clase global, pero con el sabor del café del sur de India, y un menú con platillos típicos y condimentados como las samosas de vegetales, el pollo tandoori, el arroz basmati o el biryani de res, cordero o pollo. Los precios, de ensueño, han atraído a los intelectuales por décadas y ha sido calificada como una de las veinticinco experiencias auténticas en Asia por la revista Time. Al cruzar el decadente umbral de esta cafetería de dos pisos, el ruido de la calle es suplantado por las espirales de humo de cigarro, el aroma a café indio, la singular vestimenta de los meseros con almidonadas filipinas blancas, un turbante coronado por una especie de abanico y la camaradería de voces de varias personas hablando al unísono, fundidas en una conversación informal de asuntos serios o triviales que los bengalís llaman adda. La historia de este café se remonta a 1876, cuando India aún estaba bajo dominio británico. Ese año fue inaugurado el Albert Hall para conmemorar la visita a India del príncipe de Gales, Eduardo VII . Más
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Con sus 15 millones de habitantes Calcuta es la décimo tercera ciudad más poblada en el mundo y el alma de la intelectualidad bengalí
Café y
Montserrat Hawayek/ Fotos: Maritza López adelante, en 1942, una llamada Junta del Café decidió adjuntar una cafetería a ese espacio e inducir al consumo de esta bebida en el país. Por ser el alma de la intelectualidad bengalí, en la antigua Calcuta los ciudadanos notables, como Rabindranath Tagore, premio Nobel de literatura en 1913, y el líder revolucionario Subhas Chandra Bose (1897-1945), no tardaron en frecuentar el India Coffee House y poco a poco el lugar se convirtió en un sitio de reunión de poetas, artistas, literatos y gente del arte y la cultura. A mediados de los años cincuenta, la Junta del Café cerró las cafeterías por toda India; los tra bajadores despedidos tomaron las sucursales bajo el
Calcuta es reconocida como el epicentro del movimiento independentista de India
liderazgo del comunista Ayillyath Kutiari Gopalan y cambiaron el nombre de India Coffee House a Indian Coffee House. Gopalan organizó sociedades por todo el país, y así nació la sociedad cooperativa India Coffee Board Workers Cooperative Society Ltd, la cual funciona hasta el día de hoy. Actualmente existen trece cooperativas que administran las cafeterías presididas por comités administrativos electos por sus empleados y existe una federación de cooperativas bajo las que se amparan los cuatrocientos establecimientos, que no han podido ser suplantados por las franquicias de cafeterías más occidentalizadas. Con su fuerte tradición literaria, artística y revolucionaria, el Indian Coffee House tiene varias sucursales en Calcuta; en Central Avenue, en el Medical College, en el Presidency College, en el barrio de Jadavpur y en el más famoso establecimiento de College Street. En 1958, el Indian Coffee House de College Street fue cerrado por su administración; no obstante, profesores del Presidency College y de la Universidad de Calcuta intercedieron ante el gobierno para que este espacio, de fuerte herencia histórica, fuese conservado. En los años siguientes, el prestigio del Indian Coffee House de College Street se incrementó con las visitas regulares del cineasta bengalí Satyajit Ray, el cantante Manna Dey, el Premio Nobel de Economía en 1998, Amartya Sen, el director de cine Mrinal Sen y la actriz, guionista y directora Aparna Sen. Su significado histórico obedece a ser el sitio de reunión de innumerables personalidades relacionadas con la cultura, como estudiantes, editores, artistas, escritores y pintores. Ahí, asiduos como el director y guionista Ritwik Ghatak, y los escritores Narayan Gangopadhyay, Sanjeev Chattopadhyay, Samaresh Majumdar y Subhas
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Mukhopadhyay, podían dejar atrás por unas horas “la irrealidad de la India” de la que habla Octavio Paz en su ensayo ”Vislumbres de la India”, o discutir acaloradamente las consignas políticas escritas en los muros del boi para. A principio de los sesentas, el café se convirtió en el lugar de la Generación del Hambre, un movimiento literario y cultural, presidido por los poetas Shakti Chattopadhyay, Malay Roy Choudhury y Samir Roychoudhury, entre otros, que iban contra el canon colonial en la manera de expresarse en la lite-
Derecha: Decadente umbral del Indian Coffee House en uno de sus locales más famosos ubicado en College Street
Abajo: El barrio de los libros es uno de los más politizados de Calcuta
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Muchas revistas literarias deben su origen a las sesiones de adda en este café y el Indian Coffee House de College Street es famoso por haber gestado importantes movimientos políticos
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El Indian Coffee House es un café baratón donde se reúnen maestros, estudiantes, periodistas e intelectuales
ratura y pintura. Se dice que Allen Ginsberg visitó el Indian Coffee House de College Street en 1962, para discutir ahí durante horas con su amigo el poeta y novelista, Sunil Gangopadhyay, y con Shakti Chattopadhyay, a quien se reconoce como el mejor poeta lírico después de Tagore. Aunque muchas revistas literarias deben su origen a las sesiones de adda en este café y el Indian Coffee House de College Street es famoso por haber gestado importantes movimientos políticos, así como, por haber albergado a personalidades de la cultura; hoy en día, muchos clientes vienen sólo atraídos por su atmósfera cargada de nostalgia, por sus largas sesiones de adda, su extenso menú, la imposibilidad de predecir lo que tendrán disponible ese día en la carta y el económico precio de doce rupias –equi valentes a 30 centavos de dólar– por una deliciosa y reconfortante taza de café •
ensayo
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Eduardo Hurtado
... a pesar de tan alta hechicería, no aprendió a hablar el aprendiz de hombre. Jorge Luis Borges, “El Golem”
éxico vive un momento peliagudo. Y la responsabilidad ciudadana es mayúscula: elegir al encargado de fijar las políticas que permitan recomponer el camino. Uno de los candidatos es el producto de una campaña coordinada por los poderes fácticos, con Televisa al timón. A partir de 2007 la empresa se ha encargado de colocar en primer plano a un joven priísta de viejo cuño, Enrique Peña Nieto, exgobernador del Estado de México. Las herramientas principales, junto a los spots disfrazados de noticias y las noticias configuradas como spots, han sido las encuestas. El hombre fuerte del PRI es un mito fabricado desde las pantallas. Como sea, la estrategia ha dado frutos: durante años, millones de mexicanos se han mantenido en la certeza de que Peña encarna la posibilidad de un gobierno “ordenado”. Aunque las expectativas no se fundan en los hechos. Atenido a las aclamaciones de sus publicistas, el candidato ha destellado en los escenarios políticos, sin más recurso que su capacidad para recitar varias líneas trilladas con ademanes y voz de político setentero. Pero con la contienda en puertas, las vaguedades dejan de ser alternativa. Y ha sucedido lo ineludible: el original no empata con el simulacro. En la FIL 2011 un reportero lanzó una petición muy básica que para el mexiquense resultó venenosa: “Mencione tres libros que hayan influido en su vida.” El interpelado comenzó por nombrar la Biblia. “No toda, por supuesto”, explicó de inmediato bajo el reclamo insidioso de su mala conciencia. Lo que siguió fue peor: incapaz de obtener “algo” de los archivos de su memoria, aventuró un par de títulos de actualidad, sin atinar a nombrarlos de manera correcta y sin especificar la identidad de sus autores. El episodio se prolongó. El hombre resbalaba como caballo en un iceberg, farfullaba desconcertado, miraba el piso y luego el techo con ojos de espanto, mientras las risas de los asistentes crecían. Horas más tarde la escena circulaba por las redes sociales, condimentada con chascarrillos sangrientos. Sus abogados se prodigan en excusas. Leer, arguyen, está sobrevaluado. Que un político posponga tan prescindible función no tiene por qué perjudicar su labor. Por lo demás, agregan, dado que la mayoría de los mexicanos no lee, aquellos que se empeñan en ridiculizar al priísta, iletrados ellos mismos, carecen de autoridad. El primer alegato merece una reflexión aparte. El segundo es un sofisma: que México sea una de las naciones menos lectoras del planeta es un hecho que acusa las deficientes políticas educativas de sus gobiernos. Lo menos que puede hacer un pueblo que resiente una calamidad así, es reclamar que quien aspira a gobernarlo tenga otra
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Peña Nieto y el Golem
formación –y un interés razonable en la enseñanza y la cultura. No es de asombrar entonces que millones de ciudadanos hayan tenido el impulso de traducir en clave humorística las andanzas de Peña. En cuanto al primero de los razonamientos, vale preguntarse: ¿de verdad no importa que el aspirante a la presidencia de un país no lea? Desde luego, no se trata de exigirle a los más altos dignatarios de nuestra clase gobernante que muestren familiaridad con el arte y la ciencia. Se trata sólo de que en su visión de las cosas asome algún trato con las ideas. “No tengo tiempo para leer”, aseguró el presidenciable. Quien así se expresa deja ver un íntimo convencimiento de que la cultura no aporta utilidad alguna, que la conducción de un país no demanda sutilezas. Pero la realidad apunta en un sentido distinto. Otro gallo nos cantara si Calderón tuviera sensibilidad para escuchar los argumentos de quienes le piden reconsiderar su estrategia de combate al crimen. ¿Cómo llevar el tema a un terreno que supere el enfoque de los buenos contra los malos, si la idea que se tiene del mundo ocurre en blanco y negro? Es verdad que la lectura de algunos títulos no es garantía de que un político se conducirá con visión de estadista, pero no haberlos leído sí anticipa que no tendrá elementos para hacerlo. La aparición de Paulina Peña ha evidenciado otras dolencias. A través de su twitter la joven interpeló a quienes hacían escarnio de su padre, cosa meritoria, de no ser porque al elegir un insulto decidió optar por uno sembrado de prejuicios clasistas: “Un saludo a toda la bola de pendejos que sólo forman parte de la prole...”. Las palabras de la chica obligan a pensar en la influencia de su entorno más próximo. Se puede alegar que es rigorista juzgar a Peña por la opinión de su hija. Pero no hay que olvidar que a menudo se les pide a los ciudadanos transferir a la figura de los políticos ciertos valores personificados en sus parientes. ¿Por qué exigir entonces lo contrario cuando alguno exhibe una conducta discriminatoria? Los desatinos de Peña han puesto en jaque a todos aquellos que se lanzaron a crear un Golem a la altura de sus ensueños, con la idea de hacerlo presidente. Quisieron endilgarle a la criatura cualidades prodigiosas: penetrante, sagaz, dueño de un raro instinto político. A los primeros pasos el muñeco se derrumba. “Muéstranos el camino”, le imploran. Y el infeliz se enreda, lo mismo en castellano que en inglés. Los cabalistas desesperan al constatar las insuficiencias de su penoso hijo. Nada que hacer: el partido se aventuró a postularlo sin considerar la opción de un colapso y ya no hay modo de sacar la pata. No les queda más que fiarse al poder de sus aliados mediáticos. ¿Conseguirán ellos instalar en Palacio al Candidato de las Estrellas? Es muy posible. Sin embargo, aún quedan espacios para el disenso: en internet y las redes sociales existen pistas para que los mexicanos discutamos en serio lo que representaría el triunfo de un sujeto que enseña carencias tan alarmantes •
Collage de Marga Peña
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José María Espinasa
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ecientemente –en septiembre, con motivo de la Feria del libro de Monterrey, y en medio de una febril actividad en la capital regia: Encuentro de escritores, homenajes a Tomás Segovia y a Juan Gelman–, la UANL presentó la tercera entrega de la colección de El oro de los tigres, espléndida iniciativa de la casa de estudios para dar a conocer traducciones de poesía. La entrega la conforman selecciones de Franc Ducros (traducción de Gabriel Magaña), Ledo Ivo (traducción José Javier Villarreal), Marina Tsvetaieva (traducción de Selma Ancira y Francisco Segovia), Silvia Plath (traducción Paulina Vinderman) John Donne (traducción
cería una nota aparte, pero vamos a tomar Una noche para representarlos a todos. José Emilio Pacheco ha realizado una extraordinaria y muy puntual labor de traducción –baste recordar su versión de Epistola in carcere et vinculis (De Profundis), de Oscar Wilde y de Los cuatro cuartetos de Eliot (de la que urge una reedición, aunque no esperen a la versión revisada y anotada que el propio Pacheco lleva anunciando algunos años–, y lo ha hecho con sensibilidad de poeta, incluyendo muchas veces una sección de versiones en sus libros. Sus “aproximaciones”, término que las describe muy bien, no son las de un filólogo ni las de un erudito
trar la conexión entre ambos y el éxito de sus aproximaciones. Uno de los poemas más célebres de Cavafis es “Esperando a los bárbaros.” Se le ha leído de mu chas maneras, entre otras como la necesidad de ese vigor que proviene del extrarradio, de la periferia, del más allá de las murallas, única esperanza para una sociedad que languidece. Pero vigor no es sinónimo de fuerza y Cavafis no tiene nostalgia de la barbarie sino de los bárbaros. La diferencia no es poca. A su vez Pacheco transparenta los poemas en sus aproximaciones al volverlos muy ceñidos, sin ese dejo retórico que tiene el griego y que, curiosamente, también tiene el mexicano en sus poemas “propios”.
La maldición de Babel: Pacheco, Borges, Reyes y el Tuca Ferreti Pacheco, Borges y Cavafis
de José Luis Rivas) y una joya, Una noche, de Constantino Cavafis en “aproximaciones” de José Emilio Pacheco. La tradición mexicana en la traducción de poesía es reconocida entre los lectores de habla hispana, pero en los últimos años, debido a la dificultad extra que implica el hecho de publicar poesía y hacerlo en otra lengua, con derechos y de preferencia bilingüe. En Nuevo León esa tradición es importante, de Miguel Covarrubias a Jeannette Clariond y José Javier Villarreal. Estas entregas son un verdadero lujo, pero como todo buen lujo, necesario, no un dispendio sino una manera de crear y preservar cultura y tradición. No siempre las ediciones son bilingües, pero sí la mayoría (no lo son en este caso las de la rusa y las del griego, lo cual es en parte explicable, no tanto por la dificultad tipográfica (alfabeto cirílico) sino por la muy reducida cantidad de lectores que los lee. Desde la primera entrega lo que llamó la atención fue lo bien equilibrada que estaba la selección de lenguas, autores traducidos –clásicos combinados con contemporáneos, autores y poesías exóticas, muy conocidos y otros casi ignorados– y traductores (de Nuevo León, de México, de Hispanoamérica), y esto se ha mantenido en las dos siguientes. Cada uno de los libritos –elegantemente unidos en una sencilla caja que a través de su título recuerda a la vez a Borges y al Tigres, equipo de futbol de la Universidad– mere-
(aunque reúna cualidades de ambos) sino las de un lector-creador, que cumple la máxima de que lo primero que hay que hacer es poesía en la lengua de llegada. Con Cavafis México tiene ya su historia. Traducciones –buenas– de filólogo, directas del griego, debidas a la pluma de Cayetano Cantú, traducciones de poetas, como las de Juan Carvajal (del francés e inglés) y José Emilio Pacheco, que aunque no vengan del griego directamente lo tienen muy presente. Y en el terreno helénico, clásico y actual, un buen número de nombres de ese idioma: Jaime García Terrés, Francisco Torres Córdova, Carlos Montemayor, Hugo Gutiérrez Vega, Selma Ancira, Natalia Moreleón y un largo etcétera. Las de Cavafis son ante todo “afectivas”, y trataré de explicar las comillas para quitarlas: lo leemos mediado por su condición de puente mágico entre la civilización clásica y la Grecia contemporánea (o mejor sería decir: el mundo contemporáneo). Un poeta tan manifiestamente para poetas como Cavafis es sin embargo un poeta para todos, pues lo leemos de forma profundamente sentimental, como representante de una atmósfera antigua, no desaparecida, pero sí perdida para la modernidad. En otros lugares me he ocupado de esa condición afectiva de Cavafis, aquí me ocuparé de esa misma condición en José Emilio Pacheco, para tratar de mos-
Me permito señalar que si bien le quitamos las comillas a aproximaciones se las pusimos a propios. Así, La noche es una notable versión de Cavafis (aunque no sé si se podría traducir toda su obra de esta manera) y uno de los mejores libros de José Emilio Pacheco. El autor de Islas a la deriva consigue algo curioso: vuelve a los poemas en castellano claramente modernos, los despoja de esa nostalgia por un tiempo ido que tiene el original, pero con esto no diré que los hace mejores sino que les da una fuerza distinta. Así, los textos de La noche son a la vez plenamente Cavafis y plenamente Pacheco. En el notable prólogo que escribe Margarita Minerva Villarreal, directora de la Capilla Alfonsina de Monterrey y editora responsable de El oro de los tigres, proyecto que, además, del ya mencionado homenaje a Borges, rinde también homenaje al polígrafo regiomontano, para quien la traducción fue tan importante, se traza un brillante retrato de Cavafis y su poética. Al libro lo completan fotos de Eduardo (Walo) Rubio que van más allá de lo decorativo, para redondear un libro notable. Si con la primera entrega de El oro de los tigres se vislumbraba la constitución de una colección destinada a volverse referencia para la poesía traducida al español, la continuidad establecida por las entregas dos y tres confirman el pronóstico: la riqueza que la maldición de Babel les concede a los hombres •
Xabier F. Coronado Eros dormido. Foto: Ministerio Griego de Cultura
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ué entendemos por amor? Quizá haya pocas palabras con tal cantidad de posibles interpretaciones. El concepto de amor es tan contradictorio que se puede referir a algo inmaterial, puro y casto, como el amor espiritual; o a algo físico, apasionado y lúbrico, como el amor motivado por el erotismo. Cuando alguien nombra el amor, a veces no sabemos con certeza a qué se está refiriendo. Es normal, pues a menudo no tenemos una idea clara de lo que significa el amor para nosotros mismos. El amor no es algo único, hay muchos tipos de amor y muchas maneras de amar. Entonces, ¿ese sentimiento que nos invade en situaciones tan diferentes no es siempre el mismo? Quizá no…, o tal vez el amor sí, es el mismo, pero se mezcla con emociones, deseos y pasiones que lo hacen diferente en cada ocasión. Posiblemente existe el Amor con mayúscula, puro, sin contaminar, pero lo que determina el tipo de amor es el sujeto-objeto hacia el que enfocamos ese sentimiento. Por eso, para entendernos, casi siempre tenemos que ponerle un apellido: amor filial o paterno, amor propio, amor carnal, amor al dinero, a la naturaleza, a Dios, a nuestros semejantes, etcétera. En el diccionario oficial de la academia de la lengua, nos encontramos que la palabra amor (del latín, amor, –oris) tiene doce definiciones directas y no menos de veinte acepciones de uso. La primera definición dice que es un sentimiento que mueve a desear el bien a “la realidad amada”; la segunda se refiere a la atracción sexual; la tercera al “apetito sexual de los animales”; y el resto contempla otras posibilidades diferentes. En el diccionario de María Moliner la definición es más precisa, trata sobre el uso de la palabra amor en diferentes sentidos: concreto o abstracto, corriente o cuando se refiere a conceptos elevados. También indica que se sustituye familiarmente por “querer” o “cariño”.
LAS FUENTES: MITOLOGÍA, FILOSOFÍA Y LITERATURA El amor tiene, en la tradición grecolatina, su propia diosa: Afrodita/Venus. Según la mitología griega, Afrodita, diosa del amor y la belleza, es hija de Zeus ‒rey de todos los dioses concebido por Cronos y Rea‒, y de Dione ‒nacida de Océano y Gea. Según otra versión, Afrodita surgió del mar. La narración mítica cuenta que Cronos, dios del tiempo, para destronar a su padre Urano ‒personificación del cielo como elemento masculino primigenio‒, lo castra con una hoz gigantesca y después arroja sus genitales al mar que, al ser fecundado, engendra a Afrodita; por eso también se la conoce como “la diosa nacida de las olas”. En la mitología Afrodita se presenta como esposa de Hefesto, dios del fuego, pero siempre aparece cortejada por numerosos amantes divinos y humanos. Se dice que de la unión de Afrodita con Ares, dios de la guerra, nació Eros, el dios del amor. También existen diferentes versiones sobre el origen de Eros. Parménides dice que es el primer dios concebido y, según nos relata Hesíodo en su Teogonía, Eros emergió del Caos primordial a la vez que Gea (la Tierra) y Tártaro (el Inframundo). En cambio, el poeta Aristó-
fanes, en su obra Las aves, relata que Eros nació de un huevo incubado por Nix (la Noche), que había fecundado Érebo (la Oscuridad). Eros representa la atracción sexual de los seres vivos y también la fertilidad. Se le conoce como un ser ambivalente, voluble y caprichoso que siempre consigue el objeto de su deseo. Eros es el ayudante de su madre Afrodita y encauza la fuerza esencial del amor hacia los seres humanos. Según la tradición griega, madre e hijo se reparten el trabajo, mientras Afrodita rige el amor entre mujeres y hombres, Eros sería el mentor del amor entre hombres. En la tradición romana (Cupido), se representa alado y ciego, portando un arco, y se dice que las heridas causadas por sus flechas inspiran amor. Platón, uno de los principales teóricos del sentimiento amoroso, dedica dos de sus célebres diálogos a tratar este tema: “Fedro o del amor” y “Symposio (Banquete) o de la erótica.” En contra de lo que entendemos por “amor platónico”, el carácter del amor que expresa Platón en sus obras no es la renuncia al ser amado sino su relación con los ideales de la vida; el amor es un estímulo para crear la “vida ascendente”. En el “Banquete”, Platón reflexiona, a través del discurso de sus personajes, sobre la naturaleza de Eros y el papel que juega en la vida humana. Fedro, el primero en tomar la palabra, entiende por Eros la pasión sexual y apoya la teoría del dios primigenio: “De entre los dioses, Eros es el más antiguo, el más venerable y el más eficaz para asistir a los hombres en la adquisición de virtud y felicidad.” Pausanias, dice que no todo amor es hermoso ni digno de ser alabado y sostiene que “no hay Afrodita sin Eros”, y que como hay dos Afroditas, “una más antigua y sin madre, es hija de Urano y la llamamos Urania; la otra, más joven, es hija de Zeus y Dione y se llama Pandemo”, también hay dos Eros. El de Urania infunde un amor elevado y “obliga al amante y al amado a dedicar mucha atención a sí mismos con respecto a la virtud”; en cambio, el Eros de Pandemo atrae el amor con el que aman los hombres vulgares, que desean más los cuerpos que sus almas. El siguiente comensal, el médico Erixímaco, opina sobre este doble Eros y dice: “Uno es el amor que reside en lo que está sano y el otro reside en lo que está enfermo, son el amor bello y el amor vergonzoso.” Es decir, un Eros hermoso, celeste, y otro vulgar, terrenal, “que debe aplicarse con cautela para cosechar el placer sin que provoque ningún exceso”. Con cada nuevo discurso las alabanzas a Eros se incrementan; Aristófanes piensa que los hombres no se han percatado del poder de Eros porque no han erigido en su honor grandes templos, y Agatón ve en el dios del amor la personificación de todo lo bello. Por fin, llegamos al discurso de Sócrates, quien revela que Eros es un gran demon ‒genio o espíritu intermedio entre los dioses y los hombres‒, que interpreta y comunica a los dioses las cosas de los hombres y a éstos lo relativo a las divinidades, “al estar en medio de unos y otros llena el espacio entre ambos, de suerte que el todo queda unido consigo mismo como un continuo”. Sócrates sostiene una nueva teoría sobre el origen de Eros y afirma que el dios del amor fue engendrado por Poros (la abundancia) y Penia (la pobreza), durante la celebración del nacimiento de Afrodita. Como consecuencia de ser con-
cebido ese día, Eros siempre será ayudante de Afrodita y, por naturaleza, amante de lo bello. Según Sócrates, sus progenitores marcaron las características de Eros: “Es siempre pobre y, lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es flaco, desaseado, sin calzado y sin domicilio, sin más lecho que la tierra se acuesta a la intemperie, en las puertas y al borde de los caminos, lo mismo que su madre está siempre peleando con la miseria. Pero, por otra parte, de acuerdo a la naturaleza de su padre, está al acecho de lo bello y de lo bueno; es valiente y activo, perseverante y hábil cazador, siempre urdiendo alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, amante del
Eros,
y el sent conocimiento, un formidable mago, hechicero y sofista. No es por naturaleza ni inmortal ni mortal. Todo lo que adquiere lo disipa, de suerte que Eros nunca es rico ni pobre, y está, además, en medio de la sabiduría y la ignorancia.” Con estas palabras de Só crates, Platón describe las cualidades del amor humano y sus contrastes. Siguiendo el hilo de las fuentes filosóficas llegamos a Aristóteles, discípulo de Platón, que abarcó en sus escritos todo el conocimiento de la época. Cuando trata sobre el amor, el pensador macedonio
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considera que el hombre no ha de amar cualquier cosa, “sino aquella que es digna de amor”. En su libro La gran moral nos dice que el verdadero objeto del amor debe ser el bien, e insiste en que lo que se ama, a pesar de que nos parece bueno, a veces no lo es: “La mayor parte del amor procede de afecto y deleite, y por esto aman, y fácilmente desisten.” También trata sobre el placer y, al considerar que no siempre es un bien, concluye que no debe ser, en sí mismo, el objetivo del amor. Una visión más hedonista y apasionada del amor la encontramos en el poeta romano Ovidio. En su épo ca, el autor de El arte de amar fue considerado el maestro del amor erótico: “Si alguien en la ciudad de Roma ignora el arte de amar, lea mis páginas, y ame instruido por sus versos.” Ovidio fue un enamorado totalmente convencido y entregado (“yo me someteré al amor, aunque me destroce el pecho con sus saetas y sacuda sobre mí sus antorchas encendidas”) que no dudaba que el placer era algo inherente al amor. Ovi-
SIN NOTICIAS DE AFRODITA Gradualmente se produce la masculinización del tema amoroso y el tándem divino que manejaba los asuntos del amor (Eros y Afrodita) se va disgregando. Durante el imperio romano, Eros, en su molde de Cupido, dispara las flechas que trasmiten el amor a los mortales mientras que Venus/Afrodita, se desvanece en un plano más etéreo. Posteriormente, con el nacimiento e institucionalización de las religiones monoteístas ‒de dios único y masculino‒, comienza un largo período de fanatismo religioso que rechaza el carácter erótico del amor hasta sumirlo en la condena y el olvido. El sentimiento amoroso pasa a estar dominado por el amor sublime hacia un dios paternal. Los grandes místicos, como santa Teresa de Jesús o san Juan de la Cruz, experimentan en sus obras profundos éxtasis amorosos enfocados en lo divino y Dios aparece como el único ente digno de ser amado.
Afrodita
vierte a Eros en “el principio del ser” y lo identifica como el instinto de la vida. Para Freud, la existencia es la fusión de este Eros con Tánatos, el instinto de la muerte. Así, Eros retoma el lugar principal que la mitología y los antiguos filósofos le habían dado. Pero, ¿qué fue del amor? No hay noticias de Afrodita. Con el último cambio de siglo, la tendencia parece enfocada hacia otro tipo de sentimiento amoroso: el amor por uno mismo. En la actualidad, época de individualismo feroz y culto al ego, todo parece tender a que permanezcamos mirándonos en la computadora, enamorados de la imagen virtual que proyectamos de nosotros mismos. Mientras tanto, el mundo real se desmorona. Las nuevas tecnologías, la comunicación extrema y la red digital que envuelve al planeta, contribuyen a extender ese narcisismo virtual, regido por un dios personal, benévolo y consentidor con uno mismo, pero estricto e implacable para condenar a los demás. Esta tendencia se integra en la sociedad y se filtra en la cultura. Ese yoísmo de masas se hace presente en blogs y redes sociales que aspiran a convertirse en sectas globales, en ellas cualquiera puede tener diariamente su “minuto filosófico” como aporte circunstancial dirigido al mundo añadido. Para intervenir en ese juego, aquí queda esta reflexión de Aristóteles (Moral a Eudemo, capítulo VI : “Del Amor Propio”): “Sobre el amor propio se ha discutido mucho si el hombre puede o no amarse a sí mismo. Hay personas que creen que lo primero de todo es amarse a sí mismo, y que, convirtiendo en regla el amor propio miden por él todas sus amistades para juzgarlas.” •
Foto: Justin Hill
timiento amoroso dio trató sin rubor las pasiones que se mueven en los diferentes tipos de relaciones amorosas. Su obra magna, Metamorfosis, compendia en quince volúmenes la mitología grecorromana y es una crónica de los amores entre dioses y héroes. A pesar de ser un escritor famoso y reconocido en Roma, el emperador César Augusto lo desterró por razones imprecisas ‒los motivos fueron, según el propio Ovidio, “un poema y un error”, y pasó sus últimos años de vida en el exilio, desde donde compuso Las Tristes, una obra doliente y resentida que buscaba el perdón del César.
Para volver a encontrar alguna referencia a Eros, aquel dios primigenio, tuvieron que pasar cientos de años. En los albores del siglo xx, Eros reaparece en la obra del pensador austríaco Sigmund Freud. En su libro Metapsicología (1905), el creador del psicoanálisis resucita al olvidado dios helénico y lo utiliza de manera renovada, con-
Afrodita, British Museum
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le eer Carta a los indignados, Enrique Dussel, La Jornada Ediciones, México, 2011.
PARA DOCUMENTAR LA INDIGNACIÓN ANTONIO SORIA
Para evitar intentos inanes de superar elocuencias, para explicar el propósito de este volumen permítase la cita extensa: “Esta Carta a los indignados está dirigida sobre todo a los jóvenes, pero también a todos los militantes conscientes de su responsabilidad política, que se levantan en nombre del sufrimiento de la comunidad política: el pueblo. Está dedicada a todos los indignados que con sus plantones se han propuesto hacer que banqueros y magnates, propietarios del capital financiero nacional y globalizado, se den cuenta de la deshonestidad de su avaricia; que los Estados, cuyas burocracias políticas monopólicas y con frecuencia burocratizadas y corruptas, se responsabilicen de sus actos.” Pero de su lectura se desprende que esta Carta a los indignados, misma que forma parte de la colección Los Nuestros de esta casa editorial, tiene mucho que decirle a la multitud compuesta por todos aquellos que –no siendo ni los jóvenes aludidos, ni los mencionados militantes conscientes de su responsabilidad política, ni tampoco los indignados que hacen plantones– conforman la mayoría de la población. Diríase, incluso, que los destinatarios de esta misiva pueden –y deben– ser, preferentemente, todos aquellos que todavía no articulan su condición de víctimas de un sistema intrínsecamente inequitativo, su zozobra ante una situación de seguridad sin visos de mejoría, su desesperanza frente a un panorama económico que sólo sabe anunciar peores tiempos, su hartazgo ante una clase política y empresarial tan indolente y alejada del grueso de la sociedad como es posible estarlo… aquellos, pues, que no han articulado aún esa combinación, potencialmente explosiva, en nada diferente a una resignación de facto, en una indolencia perniciosa por cuanto la inacción colectiva sólo garantiza una mayor descomposición en el estado general de las cosas que padece la muy abrumadora mayoría de la población mundial. La Carta a los indignados que da título al volumen es, dentro del mismo, el primer capítulo, luego del cual el autor ofrece un lúcido ensayo titulado “Democracia participativa, disolución del Estado y liderazgo político”, seguido por un tercer apartado, “Meditaciones desde coyunturas políticas”, en el que se aborda una multitud de temas y ámbitos de carácter político, referentes lo mismo a la teoría que a la práctica; entre muchos otros, “Mediocracia y hermenéutica”, “La políticaespectáculo: lo populista y lo popular”, “Moralidad, legalidad y legitimidad política” y “Criterios de liderazgo democrático.”
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Conceptos que, al mismo tiempo, son realidades, como “poder”, “democracia”, “representación”, “participación”, “institucionalización”, y muchos más, son analizados por Dussel bajo la luz de la necesidad antedicha de que las decisiones referentes a la organización del mundo dejen de ser tomadas por un puñado de seres humanos, cuyo interés primordial consiste en lograr que prevalezca dicho estado general de las cosas –puesto que los favorece–, sin importarles ya no se diga lo obvio, es decir la situación del otro noventa y nueve por ciento, para decirlo con los occupy estadunidenses, sino al menos la viabilidad a corto y mediano plazo de sostener un modelo social, económico, político y hasta cultural depredatorio, amoral e individualista pero, sobre todo –es preciso insistir–, insostenible más allá de consideraciones de corte ideológico •
Cuando la muerte se aproxima, Arnoldo Kraus, Almadía, México, 2011.
PARTIR CON DIFICULTAD RICARDO GUZMÁN WOLFFER
Escribir sobre la muerte y sus dificultades tiene su truco. Aunque no es el caso de Kraus, es fácil caer en la moralina o en la religiosidad mal entendida. Así, el libro de Arnoldo nos plantea distintos temas propios de la muerte contemporánea, pero bajo el denominador común de la mirada humanista. Si ya es difícil imaginar la situación cuando uno no está en las condiciones que la orillan, comprender cabalmente al suicida o a quien auxilia en la eutanasia es todavía más complicado. Con un análisis basado en las muchas vertientes que tocan la muerte, la obra nos propone acercarnos sin perjuicios a este deambular previo al abismo.
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Es fácil criticar a quienes están agotados de esperar el fin, pero el acercamiento puede darse a partir de que la vida sólo debe preservarse cuando en ello hay dignidad y esperanza. Y es que, nos relata Kraus, es difícil asimilar al paciente como un ser autónomo: suele dársele trato de minusválido, de alguien que no puede decidir por sí mismo. En pleno siglo XXI , hay quienes siguen sosteniendo que la vida humana no le pertenece al individuo. Todavía falta hablar de la soledad y la desesperanza que viven ciertos enfermos, prácticamente aislados del mundo. Habrá quien lo establezca, dice el autor, por entender que cuando una parte de la sociedad se suicida, aunque sea un porcentaje menor, la sociedad misma se está acabando. Tal vez hablar de una muerte social en un país donde la contabilidad de muertos y desaparecidos se ha perdido con un sexenio más trágico que la guerra de Vietnam, pueda ser ocioso, pero el razonamiento subsiste: la sociedad decide morir, acabarse a sí misma. Y eso no es agradable al oído subjetivo ni social. El autor no pretende agotar el tema, pero plantea preguntas básicas, cierto de que, al final de cada análisis, no se puede generalizar. Siempre hay aristas por descubrir: ¿qué tipo de enfermedad justifica el suicidio o la eutanasia?, ¿qué hacer con los niños?, ¿cuáles padecimientos realmente limitan el acceso a la autonomía y a la libertad?, ¿cuál es el papel de los doctores en la eutanasia pasiva y en la activa, cómo pueden acompañar realmente al enfermo en ese tramo final: liberándolo del dolor o de la vida?, ¿siempre habrá que pedir opinión al enfermo para poner fin a su vida? No son preguntas académicas. En un país como México, donde las instituciones de salud pública suelen acercarse a su propio fin en abasto de medicinas o en la calidad en los medicamentos, establecer los costos financieros y sociales de mantener con vida a enfermos terminales o incurables también debe ser parte del análisis. Además, el autor aborda el suicidio en parejas, donde el análisis es todavía más complicado, por la unión que se presupone en los seres enamorados (¿qué mayor muestra de amor, que ofrendar la propia vida ante el otro?). Un libro que obliga a meditar sobre el aquí y el ahora •
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La muerte de Montaigne, Jorge Edwards, Tusquets, España, 2011.
MONTAIGNE SEGÚN EDWARDS MIGUEL BARBERENA
No conozco el desempeño del escritor Jorge Edwards como embajador de Chile en Francia; lo cierto es que durante su estancia en París ‒lo nombró el presidente Piñera en 2010‒ Edwards se ha dado tiempo para escribir La muerte de Montaigne, una “novela más o menos ensayística con aspectos históricos”, según definición del propio autor. Lo de “novela” puede llamarse sólo por convención comercial. El libro se lee como divagaciones y evocaciones alrededor del inmortal escritor de los Ensayos, Michel de Montaigne (1533-1592), el más grande de los pensadores de Francia. Escribe Edwards: “Escribo una fantasía muy personal, mi Montaigne, para decirlo de algún modo, y si el paciente lector quiere seguirme, la elección es suya.” En su fantasía, Edwards lo mismo conjetura sobre la relación entre Montaigne y su ahijada y albacea literaria, Marie de Gournay, que hace un homenaje al género ensayístico fundado por el filósofo, u ofrece una recreación fragmentaria de la vida y época de los personajes históricos del siglo XVI francés, salpicada con los comentarios de la actualidad política en Chile. Edwards trae demasiadas cosas entre manos y no siempre le cuajan. En partes relaja la prosa, en otras ofrece demasiadas concesiones didácticas, un manual de historia con páginas arrancadas a Jules Michelet. El libro se salva por Montaigne, que conjetural, imaginario o improbable, sigue siendo Montaigne, gentilhombre gascón. Edwards novela la tardía pasión de Montaigne por Marie de Gournay, su fille d’alliance o “hija de adopción”. Él tenía cincuenta y cinco años y era ya un pensador respetado, además de destacado político y diplomático, alcalde de Burdeos entre anteriores cargos. Ella era una chica de veintidós años, apasionada de la obra de Montaigne, hoy diríamos una fan. Los últimos cuatro años de vida del filósofo ‒se conocieron en 1588‒ Marie se convirtió en secretaria, amanuense, editora y persona más cercana al señor de Montaigne, por encima incluso de la esposa, de la que el pensador vivía distanciado.
¿Qué tan íntima fue la relación con Marie, su “hija espiritual”? Nadie lo sabe, pero Edwards da rienda suelta a su talento de novelista para imaginarlos en la cama, Montaigne con “su pene erecto”; Marie, desnuda y con los ojos vendados, “penetrada por el maestro con delicadeza, pero con firmeza”. Uno de sus propósitos, nos dice Edwards, es indagar “los misterios eróticos de Montaigne”. La estrella del libro es la chica de Gournay, en quien Edwards ve a una precursora de Georges Sand, Colette o Simone de Beauvoir, “una chica sensible, enamorada de la literatura, y por lo tanto de Michel de Montaigne, y que trató de buscarse un camino en las letras con enorme valentía, con algo de ingenuidad, con indudable talento.” Edwards también tiene a favor de su libro una época histórica fascinante, que lo tiene todo (“años de furia, de odio, de crímenes desatados”): el final del renacimiento en Francia y las guerras de religión entre Enrique IV , protestante borbón (“París bien vale una misa”) y su primo, el muy católico Enrique III de Valois. Montaigne tuvo un papel destacado en la política de su tiempo: hospedó en su chateau de Dordoña a Enrique III ; sirvió a Enrique IV como courier diplomático… En esa Francia del siglo XVI, recuerda Edwards, reinaba “la guerra civil, el odio, la desconfianza, la inseguridad generalizada…” De ahí da un pequeño salto para comparar esa situación con la de Chile en los años setenta del siglo XX , cuando el gobierno de Allende y el golpe de Pinochet. Edwards es otro de los intelectuales latinoamericanos marcados por la guerra fría ideológica de aquellos años, particularmente la que se daba en torno a Cuba. De joven empezó, como toda su generación, a la izquierda. Su primer destino diplomático fue, precisamente, París, donde sirvió al embajador y poeta estalinista Pablo Neruda. Pronto, al tiempo que el gobierno de Fidel Castro mostraba sus verdaderos colores, Edwards se pasó a la derecha liberal. De su estancia como embajador del gobierno de Allende en Cuba (1971) salió Persona non grata, uno de los clásicos del anticastrismo. Poco después, el pinochetismo lo mandó exiliado a España… Ganador del Premio Cervantes de 1999, Jorge Edwards cumplió en 2010 ochenta años de edad con esta meditación novelesca sobre el gran humanista francés: “Montaigne significa para mí la libertad, la sensatez, el humanismo superior, y, en algún sentido: la lectura y la escritura.” Tal vez sea la suya la mejor edad para (re)leer a Montaigne; cuando, viejo y sabio, uno puede realmente comprender la profundidad de un ensayo como “Filosofar es aprender a morir,” uno de sus más célebres, y que, obviamente, Edwards multicita a lo largo de un libro con el título de La muerte de Montaigne •
Las afueras, Luis Jorge Boone, Ediciones Era/Dirección de Literatura UNAM, México, 2011.
i ttanto t d d ió para las Letras Alguna vez becario de lla FFundación Mexicanas como del Programa Jóvenes Creadores del Fonca, y con varios premios literarios a cuestas, así como la publicación de siete libros de poesía, este autor coahuilense nacido en 1977 incursiona en la novela, tras la publicación de un cuentario titulado La noche caníbal. Narrar para la infancia. El arte de escribir cuentos para niños y niñas; ideas, propuestas y astucias literarias, Luis Bernardo Pérez, Ficticia, México, 2011.
El muy largo subtítulo del libro es tan elocuente que poco deja por describir. Añádase una advertencia de los propios editores, necesarísima, según la cual y por ventura “la presente obra no constituye un recetario”, así como la aclaración de que, preferentemente, “será de utilidad para quien, tras haber hecho algunos intentos [de escribir cuentos infantiles], se siente intimidado ante las dificultades que ha encontrado en el camino”. Vale, pues.
Albricias felicitamos a nuestro colaborador y amigo
Felipe Garrido por haber obtenido el premio Xavier Villaurrutia 2012
próximo número
ITALIA Y LA CAÍDA DE BERLUSCONI La censura en el Río de la Plata Fabrizio Lorusso Los cien años de Josefina Vicens
en nuestro próximo número
jsemanal@jornada.com.mx da a..co com om mx
Juan Domingo Argüelles Más sobre arte, poesía y pelos Mi amigo el pintor Carlos Pellicer López me dice, acerca del arte sin pelos: “Me llamó la atención el tema, es de veras curioso. No hay representaciones de Cristo con vello púbico, o casi no. Tal vez una de Miguel Ángel, que creo tiene un taparrabo postizo, de plata, claro. Así que el vello tiene su misterio.” Carlos, que es, también, un estupendo ilustrador y divulgador de la literatura, me hace notar, en relación con la poesía, que Salvador Díaz Mirón es otra de las excepciones pilosas, pues sus descripciones eróticas son con pelos y señales, por ejemplo en su majestuoso poema “Cleopatra”, cuyas primeras tres estrofas son turbadoramente descriptivas e inquietantes: “La vi tendida de espaldas/ sobre púrpura revuelta./ Estaba toda desnuda,/ aspirando humo de esencias/ en largo tubo, escarchado/ de diamantes y de perlas./ Sobre la siniestra mano/ apoyada la cabeza;/ y como un ojo de tigre,/ un ópalo daba en ella/ vislumbres de fuego y sangre/ el oro de su ancha trenza./ Tenía un pie sobre el otro,/ y los dos como azucenas;/ y cerca de los tobillos/ argollas de finas piedras;/ y en el vientre un denso triángulo/ de rubia y rizada seda.” “El vello tiene su misterio”, dice Carlos Pellicer López.Y así es. ¿Por qué la pornografía contemporánea prescindió del vello pubiano? Precisamente porque el vello cubre un misterio que la poesía descubre sutilmente, mientras que la pornografía rasura todo y deja al descubierto el misterio del modo más obsceno, como dijera Jean Baudrillard en Las estrategias fatales. Al rasurar el pelo pubiano, al retirarlo por completo, ya no hay misterio posible ni hay una mirada lírica sobre las cosas y los sexos. Señala Baudrillard: “Más visible que lo visible, eso es lo obsceno. Más invisible que lo invisible, eso es lo secreto.” Lo primero se llama pornografía; lo segundo, poesía. Poeta-sociólogo, Baudrillard ha entendido y explicado muy bien, es decir poéticamente, esta aparente paradoja de los genitales rasurados: “Si se resuelven todos los enigmas, las estrellas se apagan. Si todo el secreto es entregado a lo visible, y más que a lo visible, a la evidencia obscena, si toda ilusión es entregada a la transparencia, entonces el cielo se hace indiferente a la tierra. En nuestra cultura todo se sexualiza antes de desaparecer.Ya no es una prostitución sagrada, sino una especie de lubricidad espectral, que se apodera de los ídolos, de los signos, de las instituciones, del discurso.” Cuando ya no hay nada oculto, todo se reduce a un objeto ya no sólo depilado sino también descarnado. ¿Pero cómo fue que la pornografía contemporánea optó precisamente por los genitales sin pelos, que es justamente lo que define al arte clásico, pero en este caso como un tabú? O, planteado al revés, ¿por qué el arte clásico optó por una genitalia sin pelos? La respuesta es obvia en el caso de la primera pregunta: la pornografía no busca el misterio, sino hacer más visible lo visible. En el caso de la segunda, para el arte clásico, el vello mismo era ya parte del misterio que debía permanecer invisible. En este sentido, es por lo menos ambigua la forma en que el mismo Museo d’Orsay presenta la pintura El origen del mundo, de Gustave Courbet: “Courbet siguió explorando con el desnudo femenino, a veces con una inspiración obviamente libertina. Pero con El origen del mundo se autoriza un atrevimiento y una franqueza que proporcionan al cuadro su poder de fascinación. La descripción casi anatómica de un sexo femenino no está matizada por ninguna artimaña histórica o literaria. Gracias a
la gran virtuosidad de Courbet, al refinamiento de una gama de colores ambarina, El origen del mundo se salva no obstante del estatuto de imagen pornográfica. La franqueza y el atrevimiento de este nuevo lenguaje no excluyen un vínculo con la tradición: de modo que la pincelada amplia y sensual, junto con la utilización del color, recuerda la pintura veneciana, y el mismo Courbet se reclamaba del Ticiano, de Veronese, de Correggio, y de la tradición de una pintura carnal y lírica. El origen del mundo, ahora presentado sin ninguna ocultación, reencuentra su debida plaza en la historia de la pintura moderna. Sin embargo, no deja de plantear, de manera turbadora, la cuestión de la mirada.” Seguramente, cuando se habla de plantear, perturbadoramente, la cuestión de la mirada, esta perturbación tiene que ver con los pelos en la obra de Courbet. Pero no deja de ser curioso que incluso en la escena emblemática de la película Bajos instintos (el cruce y descruce de piernas de Sharon Stone), lo que falte sean pelos •
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Ana García Bergua El día en que fui Minerva Hubo una época en la que una era joven y bastante ingenua pero no tanto como para correr peligros innecesarios y por ello respondía cortésmente a los jóvenes que abordaban a las muchachas en el camión, ésos que te decían “amiga”: amiga esto y amiga lo otro, y llegaba el momento infalible en que te pedían el teléfono y una daba un teléfono falso con fría convicción, incluso corrigiendo los números falsos mal anotados por el sujeto.Y luego a veces llamaban a la casa unos galanes a quienes seguramente alguien como tú les había dado un teléfono falso y preguntaban si estaba Flor, Rosalinda, Azucena o Margarita, y contestabas “está equivocado” con educación y un poco de lástima, pero también, hay que admitirlo, con un ligero regusto interior porque recordabas a aquel tipo insistente con el que no te había quedado más remedio que conversar en el camión –aunque precavida, eras joven y temerosa–, a pesar de que detestabas que te dijeran “amiga” cuando no lo eras de mucha gente, ni mucho menos suya, y te imaginabas cómo preguntaría por ti en Abarrotes y Ultramarinos Gutiérrez, por poner un caso, o en el taller mecánico La Flecha, y le dirían que estaba equivocado o que Antonieta Ramírez (el nombre falso que le habías dado) no existía. Era como conocer la segunda parte de la historia desde otro lado, un lado seguro y burlesco que te hermanaba con las demás. ¿Cuántas veces les ocurriría lo mismo a aquellos sujetos que les decían “amiga” a las muchachas en el camión y las obligaban a dejar el libro que leían apaciblemente, cuántas veces colgarían el teléfono, consternados, quizás ofendidos, curándose el orgullo con el pensamiento de que ya lo habían sospechado, ya se lo imaginaban, uno se arriesga a esto, todas las mujeres son unas ingratas, recordaban que ese día no se habían colgado su patita de conejo, etcétera, y a lo mejor salían inmediatamente a tomar otro camión y probar si podían llamar o bautizar como “amiga” a otra muchacha que, ella sí, animada por las canciones de Roberto Carlos, conversara con ellos con genuina ingenuidad y les diera un teléfono de verdad? Todavía llaman a la casa equivocados de aquellos, preguntando por Florinda, Eloísa, Ifigenia. Los puedo distinguir por la voz temerosa o audaz, según el carácter, pero sobre todo muy joven, y a veces también me da tristeza pensar que quizá con Florinda soñaron haber encontrado el amor en el camión. Y cuando les explico que aquí no vive ninguna de esas muchachas ya arquetípicas de tan inefables e inencontrables, que están equivocados pero en todo, realmente, también me las imagino a todas dictándoles con atención un teléfono falso, con atención y miradas de soslayo, a la espera de no ser descubiertas en el pequeño engaño salvador, esa muesca en la historia, tan imperceptible pero a la vez tan poderosa, pues desvía un desenlace inseguro y quizá aterrador hacia la dimensión donde están todos los peligros conjurados. Los falsos números son también mágicos. Y es que a pesar de todo no hay protección mayor para cualquier persona en esta ciudad donde es tan fácil desaparecer, que recurrir a la ficción, perderse luego de dejar una dirección falsa en la colonia más lejana que una se sepa y un número que no corresponda a nada conocido. Y cuando cuelgan, desengañados, pienso también que quizá algunos no tenían mala intención, pues pidieron el teléfono, o quién sabe, las cosas se han vuelto tan siniestras en los últimos años que ya nadie confía en nadie. ¿Cuántos nombres, datos falsos, damos por el miedo a ser perseguidos?
PASO ADE RETIRARME LAS RAYAS LA CEBRA
........ LA CASA SOSEGADA JORNADA DE POESÍA
a
Y es posible que no sólo el teléfono sea falso, sino también el nombre, y que Adriana, Rosalinda o Medusa sean en realidad Perla, Vitola y Marilyn. La última vez que me transfiguré fue ya hace tiempo y me llamé Minerva cuando trataba de responder a las preguntas enfermizas de un taxista en lo que esperaba a que se detuviera en un alto para poder bajarme y aprovechaba para escaparme lo mejor que podía de semejante tipo, cosa que hice. Cuando pasábamos cerca de Coyoacán, el nombre de Minerva, la avenida, apareció como un talismán, mi patita de conejo particular. Minerva Ramírez, dije, aquí me bajo. Eso fue hace tiempo ya. Ahora sería rarísimo que un taxista me preguntara mi nombre, si no es para hacer un recibo o llevarme al aeropuerto. Más bien me cuentan a mí sus vidas y se los agradezco; lo gracioso sería que las historias que me cuentan los taxistas fueran también falsas. Eso sí, nunca les llamaría por teléfono •
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........ arte y pensamientto
Alonso Arreola alarreo@yahoo.com
De hueseros Horas vuelo para un mercenario. Como en la política, eso es el llamado “hueso” musical.“Chamba” frente a cualquier audiencia a cambio de dinero y sin un verdadero compromiso estético o cariñoso con la música. Huesero es quien atrapa esa oportunidad sin miramientos. Es el obrero de la guitarra, el bajo, la batería, el teclado o el micrófono –de cualquier instrumento o actividad humana– que, pudiendo hacerlo, renuncia sentimentalmente a lo que hace y participa en una simple transacción aprovechándose del mejor postor. Lo sabe bien nuestro lector dominical: “huesero” es un término peyorativo y se puede aplicar no sólo a tantos políticos e hijos del pop, sino a otros géneros más respetados. Hay hueseros en bandas de rock, jazz y salsa, en orquestas clásicas patrocinadas por gobiernos e instituciones; los hay en bares, cruceros, hoteles y en cualquier lugar que requiera música en vivo. Ahora que, para ser justos, debemos decir que todo huesero es un intérprete, pues replica una obra ajena, pero no todo intérprete es huesero. Hay incontables músicos que viven dignamente de tocar repertorios comerciales en condiciones como las anteriores, sin composiciones de su autoría, pero que no se comportan como hueseros. Digamos que son buenos y honestos burócratas. Dicho lo anterior, “inspirados” por el inicio de este horroroso año electoral, pensamos en una clasificación para los hueseros que hemos conocido. El primero sería el Huesero Pasajero. Hablamos del joven músico que por un tiempo –no más de cinco años, de preferencia– toca covers en clubes y eventos, pero que entiende, intuye y sabe que debe crear su propio discurso. Alguno lo logra pero la mayoría abandona la música en pos de “una verdadera profesión”. El Huesero Orgulloso. Este espécimen no presenta debates internos ni cree en la poesía. Lo suyo es simple: tocar lo que sea siempre y cuando se trate de “artistas de la tele” que le dejen dinero, pero sobre todo algo que presumir frente a sus colegas. Busca que lo patrocinen marcas de instrumentos, que se le muestre en pósters y que lo inviten a dar clases magistrales, aunque nunca haya desarrollado una voz propia, aunque lo suyo sea la pura y llana imitación. El Huesero Frustrado. Este es un peligro para quienes lo rodean. Se especializa en destruir familias. Amanece pensando que ahora sí se va a poner a componer su disco, que ahora sí va a terminar su disco, que ahora sí va a promover su disco… pero cuando el día termina no hizo nada. Suele pasar las horas con socios musicales pero menospreciando lo que hacen, con aires de genio incomprendido, atado a ellos por la pura necesidad económica. Muy distinto al Huesero De Estudio, que por cierto está en extinción. Surgidos cuando los discos eran negocio, los “músicos de sesión” constituían una élite inalcanzable. Lo mismo grababan con Gloria Trevi que con Frank Zappa ( Vinnie Colaiuta lo hizo con ambos). La ventaja que tienen es que se muestran raramente en público y nunca tocando porquería. Esa la graban en la intimidad, reciben un cheque por ello y luego rezan para que su nombre se pierda ilegible entre los créditos del álbum. Claro, también está el Huesero Que No Sabe Que Es Huesero. Este es un ser excepcional. Jura que es un músico comprometido con sus proyectos artísticos, pero en realidad no tiene un vínculo pasional con lo que hace. No toca covers ni en bodas. Se presta a numerosos conjuntos de música original y Ilustración de Juan G. Puga
jura estar en sintonía con los compañeros de cada grupo. A todos les dice lo que quieren oír, pero en el fondo lo único que desea es estar en casa viendo una película, contando el dinero para sus próximas vacaciones, revisando sus millas para el boleto gratis de avión. Ejemplar común es el Huesero De Sí Mismo, que puede ser cínico o vivir en el autoengaño. Los hay en distintos niveles, aunque el requisito sea haber alcanzado notoriedad. Los Rolling Stones y U2 son ejemplos máximos. No importa lo nuevo que produzcan. Importa lo que ya hicieron, los hits que han de repetir ad nauseaum para mantener estatus, sin preparar versiones con credibilidad. Finalmente, despidámonos con El Huesero Que En Realidad No Es Huesero. Este es un verdadero profesional y solemos confundirlo. Tiene clara su función en un proyecto y la ejecuta con respeto al compositor y a la música. Sabe entregarse, Alguien que pueda controlar su vanidad (no está mal que la tenga), que pueda controlar su ambición (no está mal que la tenga), que se preocupe por vivir bien (no está mal), pero que se sepa al servicio de algo más grande.Y no nos referimos a un proyecto de nación, sino a tocar el instrumento que hayamos elegido en la vida (si es que pudimos elegir) sin hipocresía •
Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com
Las ruedas de mi abuelita Hay en México una expresión popular que se usa para ironizar respecto de algo considerado a tal punto imposible, que se le compara con esa otra imposibilidad, de suyo jocunda, consistente en que la abuela de uno tuviese ruedas.“Claro, y si mi abuelita tuviera ruedas, sería bicicleta…”, se dice al escuchar alguna cosa que –un mexicanismo más– claramente sea un auténtico sueño guajiro. La enllantada abuela cinematográfica de estos días ha echado a rodar su entusiasmo a consecuencia de que la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Estados Unidos decidió nominar, para la próxima entrega de sus bien conocidos premios a dos mexicanos en diferentes categorías. Como a estas alturas lo sabe Todomundo, se trata de Emmanuel el Chivo Lubezki por su labor cinefotográfica para The Tree of Life –El árbol de la vida–, filme dirigido por Terrence Malick, y de Demián Bichir por su actuación protagónica en la cinta titulada A Better Life –Una vida mejor–, cuya dirección corrió a cargo de Chris Weitz. Más contento que un quinceañero enamorado y bien correspondido, Unosyotros ha dado y seguirá dando, en medios impresos y electrónicos, y de aquí hasta el 26 de febrero, día de la ceremonia de premiación en Hollywood, muchas y superlativas muestras del placer inefable que le provoca esta nueva palmadita del amo fílmico en la cerviz del más cercano –geográficamente hablando– de sus mercadotécnicos esclavos. Por si alguna falta hiciera aclararlo, es obvio que nada de lo anterior se dice en contra de los merecimientos de Lubezki y Bichir para aspirar a este o a cualquier otro galardón; se dice en contra, eso sí, de quienes nomás con escuchar juntas las palabras “Oscar” y “mexicano”, salivan tan pavloviana como chovinistamente porque, según ellos, no hay trofeo cinematográfico más importante y, en consecuencia, consideran “un honor” que un paisano se haya ganado algo que sería ni más ni menos que el derecho a la existencia, profesionalmente hablando, siempre que se den por plausibles los condicionamientos de ese número creciente de simplones que, siempre por estas fechas, al hacer el panegírico de una simple nominación a un premio cuya verdadera importancia es exclusivamente monetaria, le hacen la chamba –y de a gratis, para acabarla de amolar– a la MPAA y demás organismos fílmicos estadunidenses. Puesto que al Chivo es la quinta vez que lo meten a esta guerra de suspiros, –lo cual hace que, en su caso, el asunto se reduzca “a ver si ora sí va la buena”–, la nominación más explotable para todo aquel que no se llame Demián ni se apellide Bichir es, precisamente, la de quien a ese nombre responde.
LA SUTILEZA DE UNA PARADOJA CASUAL Mera casualidad, clara paradoja o ironía poco sutil, tanto el tema de fondo como el personaje principal de A Better Life pueden ser vistos como una suerte de traslación fenoménica de doble sentido: en el filme, Bichir encarna a un inmigrante ilegal mexicano que se busca la vida en California, con todas las dificultades que ello implica, más la adicional de ser el padre soltero de un adolescente cuya cotidianidad luce plagada de riesgos y amenazas. En la trama, las relaciones de Carlos –que así se llama el personaje, un jardinero menos viejo que avejentado– con los ciudadanos legales se reduce al ámbito laboral, dejando los vínculos de naturaleza afectiva exclusivamente para los connacionales que, como él, habitan un suelo que, diría la canción, está lejos de donde han nacido.
CINEXCUSAS CINEXCUSAS
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BEMOL BEMOL SOSTENIDO SOSTENIDO
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Pero hete aquí que no nada más la solidaridad, el apoyo y la compañía para Carlos provienen, como parecería obvio, de esos paisanos: son ellos también el principal, y en A Better Life, incluso el único manantial de problemas, angustias, traiciones y chingaderas varias. Es como si la película dijera, en el fondo, algo así como que las broncas de los mexicanos ilegales en Estados Unidos son su bronca, en lo cual no piensa meterse ningún american citizen que se respete; salvo, claro está, cuando el trabajo de algún frijolero –Molotov dixit– pueda reportar algún beneficio material. Exactamente lo que, burla burlando, sucede con los desempeños fílmicos hoy nominados, para más felicidad de Unosyotros, en categorías distintas a la de “película extranjera”. Amén del espíritu de buen salvaje que ojalá el mencionado Unosyotros no sacara a pasear con tanto desempacho, otra cosa sería si al Oscar no se le sobredimensionara de ese modo obsceno, y si A Better Life no fuese para los migrantes mexicanos una especie de autopatada; y, claro, si mi abuelita tuviera ruedas, también sería otra cosa •
arte y pensamiento ....... LA JORNADA VIRTUAL
Naief Yehya naief.yehya@gmail.com
La amenaza de SOPA y PIPA: primera estrategia corporativa para destruir la web LA MALDITA SOPA El 18 de enero de 2012, a media noche, tuvo lugar un hecho sin precedentes en internet: miles de sitios se unieron en un acto de protesta virtual. Wikipedia, la exitosa y popular enciclopedia por colaboración en línea impuso una página oscura con la leyenda “Imaginemos un mundo sin conocimiento gratuito”, para bloquear el contenido de su versión en inglés por 24 horas, en protesta por las legislaciones promovidas por el Congreso de Estados Unidos: la propuesta de ley para detener la piratería en línea, SOPA (Stop Online Piracy Act), sometida a la Casa de Representantes, que permitirá al Departamento de Justicia y a los dueños de los derechos de autor de cualquier obra obtener órdenes de la corte en contra de las páginas que sean acusadas de violar o permitir que otros violen derechos de autor de terceros, también obliga a los motores de búsqueda a bloquear páginas y a los servidores a servir como censores; y la propuesta de ley PIPA en el Senado que promete la protección de la propiedad intelectual en línea ( PROTECT IP ACT ) y pretende “prevenir amenazas reales a la creatividad económica y el robo de la propiedad intelectual” al ofrecer herramientas para limitar el acceso a páginas “deshonestas” que violen las leyes o tengan material pirata en cualquier lugar del mundo.
NUEVAS REGLAS, VIEJOS CRITERIOS Bajo estas leyes, el streaming ilegal de una obra protegida podría ser un crimen que se castigaría con un máximo de cinco años de cárcel, y tener una foto, una canción o un video protegido en un sitio web podría conducir a la desapa-
A LÁPIZ
rición de dicho sitio. Estas leyes fueron concebidas por megacorporaciones de la industria del entretenimiento y la cultura (Disney, Penguin, Scholastic, Viacom, Hachette, Warner, Sony, Universal, entre otras), así como organizaciones y empresas en los campos más diversos ( Visa, L’Oreal, Pfizer, Revlon, sociedades de autores, tenistas, alcaldes, etcétera) y fueron promovidas por cabilderos en Washington que pudieron echarse al bolsillo a varios políticos con la intención de proteger productos, pero de paso bloquear tanto el derecho de cita como las limitaciones y excepciones que usualmente son comunes bajo los derechos de autor.
EVOLUCIÓN Y RETROEVOLUCIÓN En sus versiones iniciales, estas leyes permitían al autor o propietario de los derechos exigir (sin necesidad de la orden de un juez) que un sitio sea bloqueado, sus anuncios retirados y su acceso a medios de recaudación cerrado, ya sea PayPal o las empresas de crédito Visa, Mastercard, etcétera. Las últimas versiones de estas leyes se han ablandado un poco, pero la esencia se mantiene: si una corporación siente o cree o prevé que alguien puede piratear sus valiosos productos, tiene el derecho de actuar preventivamente. El potencial para el abuso es enorme. Si NBC tratara de sabotear a CBS , esos gigantes tendrán los recursos para pelear legalmente, pero sitios con mínimos o nulos presupuestos no podrán hacerlo, de manera que estarían condenados a desaparecer si entre sus páginas alguien descubre una canción, una imagen, un video o un texto del que alguien tenga o crea tener los derechos.
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mostró su solidaridad al bloquear su nombre, pero no tuvo el valor de cerrar su servicio, finalmente un día sin Google es un día con Bing o Yahoo, y las pérdidas serian considerables. Wired impuso barras negras sobre todo su contenido y muchos sitios más, como Reddit, WordPress, BoingBoing, la Electronic Frontier Foundation e incluso el magnate de Facebook, Mark Zuckerberg (quien después de un largo silencio cedió, pero no trató de imponer sacrificio alguno a su red social) se unieron a la protesta. Estas leyes en esencia son disparates manufacturados por gente que tiene o una ambición superlativa o una ignorancia escalofriante. Una de las muchas ideas imbéciles propuestas por esta ley es que se impondrían requerimientos para redirigir búsquedas para que los servidores impidan que los cibernautas visiten determinadas páginas, esto es, que los buscadores deberán mentir respondiendo que las páginas prohibidas no existen. Esto pondría en peligro el protocolo de seguridad de internet DNSSEC (The Domain Name System Security Extensions) al imponer obstáculos inútiles que darían lugar a inconsistencias que podrían aprovechar los crackers para secuestrar o falsificar sitios con la intención de robar información. Aun con las modificaciones realizadas a último momento, esta ley sigue siendo una aplanadora que causará daño tanto a los mecanismos técnicos de la red como a la libertad de expresión, pero esencialmente a la naturaleza abierta de la web. SOPA y PIPA provocaron la reacción activista más importante de la historia de internet, pero aun siendo derrotadas representan la primera gran embestida corporativa en contra de una de las estructuras-servicios más vitales de nuestro tiempo.
DISPARATES AMBICIOSOS O AJUSTES IGNORANTES Wikipedia optó por una de las acciones más radicales para protestar, pero otros participaron de otras formas: Google
Enrique López Aguilar alapiz@hotmail.com
The Beatles, un viaje personal (II DE IV) Del llamado Cuarteto de Liverpool se puede decir lo que Debussy dijo de Beethoven: “Es un lugar común hablar bien de The Beatles pero, también, hablar mal de ellos.” Los roqueros ácidos, frenéticos, disonantes, rupturistas y alternativos que anduvieron cerca de Cream, Doors, Rolling Stones, Traffic, Hendrix, Joplin, Who y, luego, de Nina Hagen, Lou Reed y anexas, consideran que The Beatles fueron “dulzones”, sin recordar que The Beatles, o algunos de sus integrantes, compartieron tocadas, grabaciones y francachelas con los de Cream y Rolling Stones, por lo menos, y recibieron y reciclaron herencias musicales que pasaron por blues, jazz y Elvis Presley, y abrieron el camino hacia lo que ahora parece “normalito”. George Martin, el quinto beatle, ayudó a conducir los ímpetus experimentales de cuatro jóvenes que no sabían poner sus ideas musicales en una partitura, aunque fueran ricos y abundantes en ellas. La combinación fue exitosa, sumada a los trabajos del empresario Brian Epstein, quien murió prematuramente: un empresario con olfato más un músico de carrera más cuatro jóvenes hiperactivamente talentosos y carismáticos más un estudio de grabación dispuesto a satisfacer las peticiones del caso: el resultado se llamó The Beatles (palabra cuya traducción siempre ha oscilado entre “escarabajos” y “marcadores del ritmo”, aunque sospecho que la traducción exacta no interesa). No puedo explicar por qué Mozart y Beethoven se hicieron famosos por encima de autores contemporáneos suyos, ni por qué Marilyn Monroe pegó su chicle más allá de la muy frondosa y siempre dispuesta al desnudo Jayne Mansfield, ni por qué The Beatles destacaron por encima del inmenso
magma roquero del que formaban parte. La estructuración de la fama va más allá de los ímpetus mercadotécnicos (siempre perentorios y volátiles): más acá de las ocurrencias fílmicas y televisivas, no siempre afortunadas, The Beatles supieron hacer música, desde la que produjeron lo reconocido como “fenómeno beatle”. No me refiero a la persistencia del programa radiofónico La hora de Los Beatles, que lleva siglos sin cuenta de transmitirse por la radio, sino al hecho de que muchos papás logran arrullar, dormir y llevar a sus hijos hacia el camino mágico producido por esos cuatro jóvenes fulgurantes. ¿Con esfuerzo? No lo creo. Por alguna razón que no discierno, mucha música (no toda) de The Beatles es accesible para los niños, desde una impecabilidad de la pronunciación inglesa (fonética de cualquier lengua exigida a los intérpretes operísticos) hasta una musicalidad que la infancia acepta: salvo dos o tres canciones, casi toda la música del álbum Abbey Road es disfrutable para toda la gente, lo cual me lleva de la mano al caso de Mozart, cuya “universalidad” pretende probarse bajo la afirmación de que su música es la única que, “sin educación musical previa”, es aceptada de
inmediato por el oído de niños y “salvajes” (cito de memoria una frase en la que, lejos de cualquier rousseaunismo, infantes, bantúes, vándalos y jíbaros comparten la condición ominosa de una suerte de insensibilidad estúpida: así, Mozart sería un Orfeo conmovedor de impasibles rocas con el tañido de su lira). Que las músicas de Mozart y The Beatles puedan ser inmediatamente disfrutadas por los niños no significa que se trate de músicas simples, sino que poseen un melodismo que las vuelve accesibles sin ser simplonas, lo cual no demerita las obras complicadas y experimentales, de difícil acceso hasta para los “oídos entrenados”. Dudo, por ejemplo, que un apacible niño disfrute por igual “Octopus’ garden” y “Lucy in the sky with diamonds” respecto a “Helter skelter” y “I want you (she’s so heavy)”, aunque las cuatro hayan sido compuestas e interpretadas por el mismo cuarteto. ¿Será accidental que Leonard Bernstein –director y compositor estadunidense– haya declarado, en los años sesenta: “la nueva música clásica la están componiendo The Beatles”? Para el paso de melodismos a disonancias en el mismo compositor, baste citar los ejemplos de “Für Elise” y la Gran fuga, op. 133, de Beethoven. Al cabo de estructuralismos, descontruccionismos, recepcionismos, caoticismos y todo ismo teórico, es fácil ejercer lo dicho por Yahvé en el Libro de Daniel:“medir, pesar y juzgar”. Ars longa, theoria brevis: los jóvenes auditores de los años sesenta no dependíamos de ninguna teoría de la recepción que explicara cuanto recibíamos, percibíamos, sentíamos, entendíamos, sabíamos, o interpretábamos acerca de lo que “And I lover her” pretendía decirnos (ni nos interesaba) • (Continuará.)
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Jornada Semanal • Número 882 • 29 de enero de 2012
Diego Rivera en Nueva York (II Y ÚLTIMA) Como se adelantó en la entrega pasada (La Jornada Semanal, 15 de enero de 2012), se presenta en el Museo de Arte Moderno de Nueva York ( MOMA ) la espléndida muestra Diego Rivera: murales para el Museo de Arte Moderno, que rememora la emblemática exposición retrospectiva del artista que tuvo lugar en 1931 en ese recinto apenas inaugurado dos años atrás. El objetivo central de dicha exposición fue mostrar al público estadunidense, de una manera didáctica y promocional, algunos ejemplos del trabajo mural que se estaba llevando a cabo en nuestro país desde hacía una década, trabajo que contaba ya con un amplio reconocimiento y admiración a nivel internacional. Diego Rivera llega a Nueva York en noviembre de ese año y en sólo seis semanas se da a la tarea de realizar cinco murales transportables, cuyas medidas aproximadas oscilan entre 1m/1.80m × 1.30m/2.40m, formatos medianos que facilitaron tanto la ejecución como la movilidad de las piezas, teniendo en cuenta el gran desafío técnico que supone la creación de pinturas al fresco exentas del soporte mural, es decir, construidas a partir de bastidores metálicos creados especialmente para contener la base de cemento que sustenta las numerosas capas de yeso que se requieren para recibir en su superficie esta sofisticada pintura de origen milenario. Y en cuanto al desafío técnico para lograr esta adaptación moderna de la versión tradicional, resulta un gran acierto en la muestra la presentación pormenorizada de cómo se solucionó la ejecución de dichos soportes, inclusive se presentan imágenes radiográficas que dan cuenta de la audacia técnica que yace detrás de las impecables superficies bellamente pintadas. Entre el centenar y medio de pinturas de caballete que integraron esa gran muestra, cinco fueron los frescos que se presentaron el día de la inauguración en 1931, inspirados en comentarios sobre la reciente Revolución mexicana y los conflictos sociales derivados de ésta. Un mes más tarde, en enero de 1932, Rivera incorporó a la muestra inaugural tres piezas más, basadas en uno de los temas que
Historias amafiadas Hace unos días supimos de (y aplaudimos) la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que sanciona al Partido Acción Nacional y a la hermana mayor de Felipe Calderón, Luisa María, por la adquisición ilícita de espacios radiotelevisivos cuando ésta fue candidata en las recientes elecciones para gobernador de Michoacán, esto a raíz de una denuncia interpuesta por el Partido de la Revolución Democrática ante la presunta contratación de espacios televisivos hecha por Luisa María Calderón a TV Azteca para que le fuera dedicado un episodio, a manera de entrevista, del programa Historias engarzadas, que en la televisora del Ajusco conduce Mónica Garza. El programa salió al aire a finales de octubre, en plena campaña por la gubernatura, en violación del artículo 41 constitucional y de la reglamentación vigente en materia de contratación de espacios en medios masivos electrónicos. En su momento, las denuncias de quienes se sintieron afectados por el proceder de Luisa María Calderón y su equipo de campaña fueron desoídas, tanto por las autoridades michoacanas como por el Instituto Federal Electoral entonces, por cierto, todavía incompleto en su Consejo. El episodio en cuestión de Historias engarzadas resultó una burda pero zalamera pieza de propaganda en forma de entrevista donde Luisa María Calderón apareció lucida, resaltada como mujer brava y rebelde… pero finalmente hermana –y correligionaria– del presidente, aunque se trate de uno tan inepto como su menor hermano Felipe de Jesús, y en ello, hipocresías y discursos de independencia aparte, cobijada con todo el poder del Estado y sus cortes de lambiscones y palafreneros. Y cualquiera sabe que en México no hay mejor palafrenero del tlatoani que la televisión. En su momento –hace dos o tres meses– Luisa María Calderón contestó a sus críticos que el programa había sido a pedido de Mónica Garza, la conductora, y que apenas fue-
....... arte y pensamiento Germaine Gómez Haro
Frozen assets (Activos congelados)
marcarían de manera indeleble su discurso temático de esos años, y que fue su experiencia vivencial y estética en la luminosa, contradictoria y paradigmática ciudad de los rascacielos. La llegada de Rivera a Nueva York coincide con el nadir de la Gran Depresión, que, paradójicamente, propicia la coyuntura en la que surge el boom de la construcción de los rascacielos. El artista es testigo directo del megaproceso de industrialización del país, experiencia que lo fascina y esti-
Jorge Moch
ARTES VISUALES mula al grado de dedicar la mayor parte de su tiempo a recorrer la ciudad en busca de los más diversos escenarios en construcción, mismos que quedan plasmados en innumerables bocetos en tinta y acuarela que se exhiben en la muestra.“A diferencia de México –señaló Rivera– [EU] era el país verdaderamente industrial que había imaginado como el sitio ideal para el arte mural moderno.” Así, pues, los tres murales adicionales inspirados en la epopeya constructiva neoyorquina que tanto embelesó al artista son: Martillo neumático, cuya obra original está desaparecida y se muestra en la exposición el boceto al carbón, en el que queda plasmado el dinamismo de la ardua labor de los obreros captados por Rivera precisamente durante la construcción del Rockefeller Center; Activos congelados es una pieza enigmática y fascinante que pertenece al Museo Dolores Olmedo, en la que Rivera pinta un paisaje urbano lóbrego y sombrío en el que se hace patente el comentario del artista en cuanto a las consecuencias del capitalismo pujante en la sociedad moderna, tema que será llevado a sus últimas consecuencias y a gran escala más adelante en sus proyectos murales. Éste es, sin duda, el más controversial de los murales expuestos, cuyo trasfondo irritó a quienes se negaban a ver lo que estaba ocurriendo detrás del gran proyecto modernizador en el que la gran mayoría de desposeídos que Rivera logró detectar no tenía cabida. El tercer fresco se titula Energía eléctrica y es un homenaje personal del artista tanto a la invaluable labor de la mano obrera como a las igualmente valiosas aportaciones de la tecnología industrial. Es de celebrar la valiosa aportación que ha hecho el MOMA , con esta magnífica muestra, a la relectura de este crucial capítulo de la producción de Diego Rivera, que marcó un hito en su portentosa participación en el arte mural en Estados Unidos •
CABEZALCUBO
tumbaburros@yahoo.com
ron transmitidos cuarenta spots promocionales en Michoacán. Falso: además de la entrevista se transmitieron más de mil (1,088) repeticiones promocionales de la entrevista. La vuelta de tuerca que aplicó el TEPJ da un sesgo distinto a la infamante discrecionalidad con que se venían manejando esta y otras irregularidades en que incurrieron Luisa María Calderón y su equipo de campaña, y demarca al menos un determinado coto a los abusos e irregularidades en que incurre Acción Nacional, ese partido de empresarios que alguna vez se creyó a sí mismo una opción democrática y que en la praxis política ha resultado, mucho más allá de la comprensible, inmensa decepción que supone hoy para muchos mexicanos, en un taimado falansterio de enemigos de la democracia, de la verdadera alternancia en el poder o de traducir en prácticas sanas de convivencia la encendida retórica vacua de sus discursos. Finalmente Acción Nacional es un partido político de derechas, y en llevar agua a su molino, de acrecentar su poder o su presencia y multiplicar el fino tejido de las complicidades se hace su día a día, pero, ¿y TV Azteca? La entrevista que le hizo Mónica Garza a Luisa María Calderón es una lamentable muestra de propaganda mal disfrazada; sobran los momentos de elogio y autocompasión, de sentimentalismo ramplón, y brillan en cambio por su ausencia las críticas –por ejemplo, a que Luisa María Calderón fue diputada y senadora pero plurinominal, por designación y reparto de cuotas, nunca por elección directa o al menos suplencia en curul–, ni se cuestionan sus presuntos vínculos con grupos protoclericales, y ni siquiera se le preguntó de dónde sacó la emblemática directriz del “orden y
el respeto” con cuyas pintas sus estrategas propagandísticos atufaron las bardas de Michoacán de un sospechoso olorcillo a Fascio… Queda además la sospecha de que se tratara de una entrevista pagada. Desde luego la gente de Luisa María Calderón lo niega y la televisora, tal que suele hacerlo, guarda ominoso silencio. Pero no sería de extrañar que se tratara de una entrevista pagada, de una vulgar payola política, como tampoco sería raro, viniendo de TV Azteca, que se tratara de un obsequioso acercamiento con quien se pensó que sería la primera gobernadora panista en Michoacán, aunque la estrategia, como se vio después del tropezón rotundo del panismo en ese estado a pesar de ser el terruño de los Calderón Hinojosa (bueno, en realidad Luisa María es chilanga), y de que nadie se cree que Felipe de Jesús no apoyó a su hermana mayor, iba encaminada a nada más que al fracaso •
entrevista
29 de enero de 2012 • Número 882 • Jornada Semanal
con Marie-Eve Thérenty
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uando le pido a la traductora Kenya Bello que le pregunte a Marie-Eve Thérenty, doctora en Letras Modernas por la Université Paris 7, cómo influyó la prensa a la sociedad y a las instituciones en el siglo XIX , la investigadora gala abre sus ojos azules, me mira y sonríe: “Es una respuesta como de mil cuatrocientas páginas. En unos días se publicará La civilización del periódico. Historia cultural y literaria de la prensa, donde trabajamos sesenta investigadores durante cinco años el tema.” Es la respuesta. Pero la especialista en prensa del siglo XIX adelanta que en el libro plantean la tesis que “la era mediática inició en el siglo XIX. La civilización que representaron los periódicos transformó profundamente la economía, la política, la vida cotidiana y social”. De visita en México, donde ofreció un ciclo de conferencias en el Instituto Mora ‒en e l marco de los treinta años de ese organismo‒ con el título "La civilización del periódico. Prensa, sociedad y literatura en Francia en el siglo XIX ”, la profesora de literatura francesa en la Université de Montpellier III y autora de Balzac y la política precisa que en esa centuria todo fenómeno social tuvo eco mediático: “Los debates en la Cámara y las luchas sociales ocuparon un espacio importante en la prensa.”
muchos géneros surgieron en la prensa, como la novela por entregas o la poesía en prosa. La novela realista de finales del XIX retoma elementos del reportaje. –¿La prensa en el siglo XIX fue un poder institucional?
‒El cuarto poder nació en el siglo XIX . Existía una relación muy estrecha entre la clase política y el periodismo. Por ejemplo, Alphonse Marie Louis Lamartine (poeta y político, considerado como el primer romántico francés), antes de ocupar un cargo político fue periodista; su prestigio lo adquirió en la prensa. La prensa fue una fuerza muy poderosa de denuncia y escándalo; se creaban fenómenos mediáticos, como el del gene-
–Qué tanto contribuyó la prensa del siglo XIX al desarrollo de la literatura?
‒La aportación de la prensa a la literatura fue mayor, pues toda obra (novela, teatro, poesía) se publicó primero en la prensa y después se convirtió en libro. En el siglo XIX todos los escritores, salvo contadas excepciones, fueron periodistas;
–¿La prensa del XIX le dio visibilidad a las mujeres o reforzó los valores conservadores?
‒Hay dos posiciones al respecto: una, representada por la historiografía feminista, como Christine Planté, quien asegura que la prensa sólo reforzó la exclusión de las mujeres al plasmar en sus secciones las diferencias entre lo doméstico (la vida familiar, los quehaceres, las emociones) y lo público (lo masculino, lo político, lo racional). Sostiene que los periódicos colocaron en situación de ghetto los discursos femeninos. En cambio, los especialistas afirman que la prensa ayudó a modificar la relación entre los géneros y las mentalidades, sobre todo a partir de la Tercera República, cuando varias mujeres empiezan a ejercer el periodismo (como Delphine de Girardin o Amandine Aurore Lucile Dupin, que firmaba como George Sand) y se generan debates sobre los derechos femeninos, el derecho al divorcio o al trabajo. –El reportaje y la crónica fueron muy utilizados en el siglo XIX, ¿a qué se debió?
‒La crónica fue el género mayor en el siglo XIX en los diarios franceses (y también mexicanos); se convirtió en el género emblemático de lo cotidiano, el símbolo del desarrollo de la era mediática. La crónica relató la vida parisina mundana, la actividad cultural; fue una especie de contemplación de la vida intelectual. Quienes escribían crónicas lo hacían desde los salones. En cambio, el reportaje obligó a los periodistas a ir a la calle, a testimoniar, al principio fueron temas menores hasta que ganó espacios y se convirtió en el género mayor.
–¿Por qué define al siglo XIX como la sociedad del periódico?
‒El fenómeno no se produjo en el siglo XVIII , donde existían periódicos pero los tirajes eran austeros y la circulación restringida. En el siglo X I X el periódico se insertó en la sociedad. A principios del X I X la prensa estuvo restringida a las élites, pues la suscripción de un periódico durante un año costaba 80 francos y el salario de un obrero era de 2.50 francos diarios. Pero con la caída de Napoleón III en Francia, la crónica dejó de ser para las élites y se popularizó. Por ejemplo, en 1863 surge el periódico Le Petit Journal (El Periodiquito), que costaba 5 centavos. En el siglo XIX el periódico fue el principal medio de comunicación masiva. Le Petit Parisien tiraba 3 millones de ejemplares diarios; hoy ningún periódico puede hacerlo, porque en el siglo XX surgió la radio, la televisión e internet. Un ejemplo del fenómeno de la mundialización mediática fue la novela de Eugenio Sue, Los misterios de París, que se publicó en la prensa por entregas de 1842 a 1843. En 1844 se tradujo en todo el mundo.
ral Georges Boulanger (fue protagónico en la Tercera República, marginado políticamente se exilió en Bélgica, donde se suicidó ante la tumba de su amante. Le Petit Journal ilustró una de sus portadas con su tragedia).
–¿Cuáles son las características de la prensa francesa del siglo X I X y cuál es la diferencia con la prensa contemporánea? El suicidio del General Boulanger
El siglo XIX, inicio de la era mediática Jaimeduardo García
‒A la prensa del XIX hay que pensarla en dos regímenes: el de opinión y el de información. En el primer caso fue una prensa que se construyó con un sentido militante, donde no importaba la objetividad, pues fueron órganos partidistas. A finales del XIX surgió la prensa moderna y con ésta el modelo de la información, como los periódicos Le Petit Parisien y Le Matin, que fueron portavoces de los sectores populares, trataron de aplicar la objetividad informativa, como el reportaje. La mayor diferencia entre la prensa del siglo XIX y la actual es el lugar que ocupó la hibridación literaria; hoy no tiene cabida. Actualmente los periodistas se forman con otros criterios, los géneros periodísticos no aceptan la ficción y la literatura como elementos para escribir, en el XIX sí fue posible. Sin duda, se debilitó el papel protagónico del periódico •
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