ITALIA
Berlusconi
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 5 de febrero de 2012 ■ Núm. 883 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
y la caída de
F ABRIZIO L ORUSSO
Los cien años de J OSEFINA V ICENS • La censura en el R ÍO DE LA P LATA • La cándida sonrisa de J OSÉ B IANCO
bazar de asombros
5 de febrero de 2012 • Número 883 • Jornada Semanal
UN DICCIONARIO ANARQUISTA
Hugo Gutiérrez Vega
a Juan Manuel Roca y Luis Hernández Navarro
“La política hecha espectáculo, la desconfianza popular hacia el sistema y los gobernantes, la crisis del Estado de bienestar, la derrota del salario-trabajo, las utilidades empresariales, el envejecimiento poblacional e institucional, la abdicación de la ética y de la crítica, incluso en la prensa, a favor de la búsqueda de prebendas”... de éstas y otras calamidades habla Fabrizio Lorusso y, aunque perfectamente aplicables al caso mexicano, aquí se refieren al estado de las cosas que el impresentable Silvio Berlusconi dejó hace apenas unos meses en Italia; terrible espejo en el que nuestra sociedad bien puede cotejar su imagen. Publicamos además un texto en memoria del recientemente fallecido terapeuta Agustín Palacios, un ensayo sobre la censura en el Río de la Plata, así como dos semblanzas: una de la escritora mexicana Josefina Vicens, en el centenario de su nacimiento, y otra del narrador y crítico literario argentino José Bianco, quien durante más de dos décadas fue jefe de redacción de la mítica revista Sur. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
En 1929, Walter Benjamin escribió un ensayo que a ma: “Cada opinión impuesta a un niño es un pecado Paul Auster le parece profético. El objetivo principal en contra de él.” El revisitado con urgencia Carlos del trabajo crítico era el de analizar la idea de la liberMarx dice de la palabra capital: “El capital es trabajo tad implícita en la moral surrealista. Dice Benjamin: muerto que sólo se reanima vampirescamente chu“Desde Bakunin, Europa ha carecido de un concepto pando trabajo vivo.” Roca y Álvarez muestran su radical de la libertad. Los surrealistas tienen uno. Son preocupación por los jóvenes de nuestro tiempo en la los primeros en destruir el ideal liberal-moral-humaentrada sobre el cinismo: “Es en alto grado repugnannista de la libertad, porque están convencidos de que te ver cómo una buena parte de la juventud, cansina y la libertad, que en este mundo sólo puede comprarse aturdida, se muestra desinteresada en la vida política con los más duros sacrificios, debe ser disfrutada sin y cultural del país. Esa pasividad supina no podríamos restricciones, en toda su plenitud, sin ningún tipo de llamarla de manera distinta que cinismo.” Dos pencálculo programático, todo el tiempo que dure.” La sadores geniales, Ambrose Bierce y Borges, hablan frase de Benjamin me trajo la imagen sobre la noción del conservadurisdel Bakunin descrito por Valle Inclán mo: Bierce piensa que un conservador “Un conservador es un en una de las novelas de su Ruedo ibées “un político enamorado de los mapolítico enamorado de rico, mientras gritaba su caudalosa les existentes, diferente del político los males existentes, defensa de la libertad humana en el liberal que desea reemplazarlos por diferente del político refectorio de un barco anclado frente males nuevos”. Borges confiesa: “Yo liberal que desea a la milagrosa visión de Cádiz. Muera conservador pero hoy no queda reemplazarlos por chos años después de leer la novela nada que conservar.” males nuevos” de don Ramón María del Valle Inclán, El urgente diccionario (pienso que marqués de Bradomin, autor de las a Luis Hernández Navarro le va a enAmbrose Bierce Divinas palabras (y, según su esposa tusiasmar) contiene biografías de “de otras menos divinas”) y del mejor teatro que se seres ligados al ideal anarquista-pacifista, como escribió en lengua castellana a principios del siglo xx, Thoreau, Read, Iván Illich, Bakunin, Joe Hill, Julio recordé al personaje pintado por Antonio Gala: una Verne (Nemo es un anarquista), Rexroth, Tolstoi (el loca alegre y desasosegada que recorría las calles “cristiano libertario”), Kropotkin ; los Flores Made la tacita de plata (leáse Cadíz), regalando flores y gón, Chomsky, Wilde, Zapata, Proudhon, Sender, cantando sin descanso la copla que le salía del alma: Radowitzky, Simone Weil, Onetti... Todos ellos apor“Allá en La Habana/ tengo un amor/ es almirante taron ideas y temas para el diccionario de Roca y Ály embajador/ y como me quiere tanto/ cada mañana varez. En estos momentos de indignación y de perdesde La Habana/ me manda un barco con una flor.” plejidad, con la violencia, la miseria y el miedo que Esa desolada y amorosa loca y la figura de oso siconstituyen nuestro amargo padecer cotidiano, sólo beriano de un Bakunin defensor de la libertad, me nos queda gritar la palabra no, la más anarquista y llevaron a la lectura del Diccionario anarquista de libertaria de las palabras. Por medio de ese no damos emergencia, escrito por mi querido amigo, el poeta sentido a nuestra visión del mundo y de la realidad, colombiano Juan Manuel Roca y por Iván Darío Áldefendemos la libertad humana y, a pesar de nuesvarez. Abrí al azar el diccionario y me detuve en la tra debilidad, nos tornamos invulnerables y afirmadefinición de millonarios: “Se denomina así a unas mos los valores de la solidaridad y de la compasión, gentes tan pobres que lo único que tienen es dinero.” que es una alta forma del amor, una visión del amaneLeopardi les entregó una idea sobre la moda: “Es la cer en las montañas contemplado por un hombre que madre de la muerte”, y el indispensable Voltaire dequiere romper, pacíficamente, sus cadenas. Tienen fine así al monstruo: “Todo el que persigue a un homrazón Roca y Álvarez: digamos: No. bre porque no es de su opinión, es un monstruo.” En jornadasem@jornada.com.mx una línea parecida, el gran pedagogo A . S . Neil, afir-
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Portada: L'italiano vero Adiós Silvio, no te extrañaremos Foto: Massimo Percossi
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BITÁCORA creación BIFRONTE
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Jair Cortés EL MIEDO, KRISHNAMURTI Y RAYMOND CARVER
jair_cm@hotmail.com
Para Miguel
Cuando alguien le preguntó a Krishnamurti cómo liberarse del miedo que domina todas nuestras actividades, el filósofo respondió que había diversos tipos de miedo y que no se necesitaba analizar cada uno: “En primer lugar, lo que se vence habrá de conquistarse una y otra vez. No es posible vencer, sobreponerse a ningún problema; el problema puede ser comprendido, no vencido.” Y más adelante se preguntaba él mismo, para indagar en lo más profundo de la experiencia: “¿De qué tenemos miedo? ¿Tenemos miedo de un hecho, o de la idea acerca del hecho? ¿Tenemos miedo de la cosa, tal como es, o tenemos miedo de lo que creemos que es? ” Las preguntas lanzadas por Krishnamurti son en sí mismas respuestas reveladoras: separan el hecho de la idea, lo concreto de lo abstracto. Por su lado, Raymond Carver, en uno de sus más impactantes poemas, titulado precisamente “Miedo”, explora, desde un tono conmovedoramente confesional, los diferentes miedos a los que su ser (el de todos nosotros) se enfrenta, miedos cotidianos: “Miedo a ver una patrulla policíaca estacionándose en mi patio/ […] Miedo al teléfono que suena a mitad de la noche.” Su poema también sondea temores abstractos: “Miedo al pasado resucitando./ Miedo a que el presente vuele/ […] Miedo a la ansiedad./ Miedo de que aquello que yo ame resulte letal para los que amo. ” Miedos que nacen con nosotros o que se arraigan en nuestra más tierna infancia: “Miedo a las tormentas eléctricas […] Miedo a los perros, aunque me digan que no muerden.”
Me pregunto ¿cuántos de nosotros experimentamos estos miedos? ¿Cómo, en silencio, convivimos con nuestros temores, en un zoológico mental, creyendo que estamos a salvo, separados de ellos por rejas imaginarias? “El pensamiento es producto del pasado –dice Krishnamurti– y sólo puede existir gracias a las palabras, a los nombres, a los símbolos, a las imágenes, y mientras el pensamiento considere y traduzca el hecho, tiene que existir el miedo.” Sin embargo, el miedo es el signo de nuestros tiempos; hay un desasosiego que se mezcla con la esperanza, panoramas claroscuros, ríos revueltos en donde ganan pescadores egoístas y tramposos, cuya ventaja es el poder que nosotros les hemos confiado. Más temores: miedo a la guerra, pero no a la idea de la guerra sino a la cotidiana, la que diariamente corre por calles y veredas de México; y también la otra guerra, la que ejercemos todos contra todos, tratando de sobrevivir al conductor que maneja en el carril de al lado, al que nos hace la vida imposible detrás de un escritorio; miedo a la burocracia, miedo a que un error en nuestro nombre nos impida cobrar la quincena; miedo a que nos confundan con un criminal o un policía; al abandono en el que nos tienen los gobiernos; miedo al futuro porque tenemos miedo del pasado; miedo a ingresar a un hospital y no salir vivos o, como dice Carver: “Miedo a la muerte./ Miedo a vivir demasiado./ M iedo a la muer te/ Pero ya dije eso.” •
Miedo, ilustración de Jaume Muñoz Cunill
El último mar Nikos Karidis Los aviones ametrallaban nuestras casas los obuses derrumbaban las puertas la oscuridad entraba en las habitaciones por los vidrios rotos de las ventanas. En el balcón habíamos colgado una sábana y pedíamos auxilio, sobre una cojín ensangrentado moría un persona desconocida. Las dos de la tarde y llovía
Entre los pimientos y los eucaliptos ahí en la esquina de la calle desierta fijábamos los ojos de la esperanza y esperábamos a que aparecieras como bandera, como aire incluso como muerte. Las dos de la tarde y llovía. Las dos de la tarde y pensaba en ti.
Véase La Jornada Semanal, núm. 738, 26/ IV / 2009.
V ERSIÓN DE F RANCISCO T ORRES C ÓRDOVA
José Cueli
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Agustín
Palacios, terapeuta
“
Prácti camente murió dando un seminario. La mañana de su muerte había dejado todo preparado para ir a impartir sus conocimientos al Instituto de Psicoanálisis.
“
A
gustín Palacios, quien fuera amigo entrañable, recién fallecido, fue uno de los primeros en México en escribir sobre la caracterología de la época actual: el paciente narcisista y los trastornos borderline y la psicoterapia de dichas patologías. Centró su atención en el ritmo de la relación médico-paciente y la forma en que es alterada en los enfermos con grave detención del desarrollo emocional. Su intento fue dejar los aspectos teóricos e irse al terreno de la reconstrucción terapéutica. En un lugar en que el paciente y el terapeuta quedan en un extraño espacio y en el que el cambio resulta particularmente difícil, por el severo grado de déficit primario, en las estructuras psíquicas y relaciones objetales profundamente dañadas. Los pacientes con este daño no asimilan las palabras y las interpretaciones del médico de la misma forma en que lo hacen pacientes con un “Yo” más integrado. Debido a esto el grado de cambio que puede esperarse no será del mismo orden o la misma duración que el conseguido con pacientes neuróticos. Ante tan compleja patología, Agustín destacó la importancia del ritmo en la alianza terapéutica de médico y paciente como copia de la anterior relación entre la madre y el hijo. El niño al nacer tiene sus propios ritmos y toca a la madre adecuarse a ellos, si ha de acompañarlo brindándole un ambiente pacificador óptimo. Cuando esto no sucede por la patología previa de la madre o del niño, surgen los trastornos severos del desarrollo, manifiestos en asincronías que se repiten en la transferencia con el médico, es decir, en la relación médico-paciente. Las diferentes patologías tempranas podrían entenderse desde esta visión como asincronías que se repiten compulsivamente. El futuro niño con estas graves detenciones del desarrollo será un niño con necesidades desorganizadas que no fueron satisfechas en su oportuni-
dad por la madre, alterándose la percepción. El mundo no lo percibirá tal cual es sino como réplica del mundo interno. Agustín enfatizaba que gracias al inconsciente entrenado y preparado del terapeuta, éste se conectaba con el del paciente, determinando un ritmo sincrónico que permitía la diferenciación y organización de algunas variantes y funciones, problema de gran dificultad ya que el lenguaje debe también integrarse a ese ritmo, puesto que en estos trastornos tiene formas particulares de expresarse: hablan sin explicarse, pero dando por sentado que siempre son comprendidos. Las palabras, más que la expresión de una comunicación simbólica, son vehículos de una solicitud de simbiotización y expresión de un vínculo muy análogo al balbuceo del bebé cuando juega con la madre; por eso la necesidad de hablarle al paciente desde él y si es posible utilizando sus mismas palabras, tonos y ritmos, hasta conseguir que progrese de una fase pseudosimbiótica a la diferenciación en la que es capaz de “hablar con el analista”, dejando el monologo para hablar de nosotros. O sea, tener conciencia que al no tolerar la separación gradual, quedó fijado en una comunicación preverbal de una ma nera siniestra, carente de significado simbólico. La tesis de Palacios era que los enfermos con trastornos de detención del desarrollo, acercamientos y alejamientos, son complejos. Los contactos terapéuticos espontáneos y propositivos en la búsqueda de
que los intentos de resimbiotización no obstaculicen el libre discurso de la urgencia biológica del individuo de crecer de forma libre y separada. Agustín Palacios basado en esta línea, escribió sobre la patología del mexicano, de las ansiedades persecutorias en la pareja, que termina su matrimonio y en las secuelas de la separación. Escribió también un importante trabajo sobre los trastornos psicológicos que sucedieron al temblor de 1985 en Ciudad de México. Los trabajos de investigación que realizó eran tema de sus seminarios a los psicoanalistas y psicoterapeutas. Tan es así que prácticamente murió dando un seminario. La mañana de su muerte había dejado todo preparado para ir a impartir sus conocimientos al Instituto de Psicoanálisis. En la mesa del comedor quedó su desayuno y en la silla junto a su cama la ropa limpia que usaría ese día. Ya no se despidió de Linda, quien fuera su compañera los últimos treinta años de su vida. De igual manera, ya no asistirá esta semana a nuestro grupo de estudios en el que discutiremos Las muertes de Roland Barthes de Jacques Derrida. La muerte fue tema central en su vida al igual que la enseñanza. Pierde a su padre a los cinco años de edad. Y su madre tiene que ir a trabajar. Las fotos de la época lo muestran como un niño triste, el encuentro con Mercedes, su primera esposa le abre nuevos horizontes. Su suegro, Alfonso Boix, médico del exilio español, lo integra como hijo y le transmite la disciplina académica, la ideología socialista y seguramente su vocación médica y psicoanalítica. Al terminar la carrera de medicina en el Instituto Politécnico Nacional consigue una beca en la Universidad de Texas y cursa la especialidad de Psiquiatría en Galvestón, sede de la rama médica de la Universidad. Encuentra ahí un nuevo padre, Titus Harris, que lo impulsa a estudiar psicoanálisis. Tiene que regresar a México por sus ideas liberales en los años del macartismo. Ingresa a la Asociación Psicoanalítica Mexicana que será su casa y de la que fue presidente, así como vicepresidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Le sobreviven cinco hijos –dos médicos: Alberto, internista y Jordi, psicoanalista radicado en Canadá– y siete nietos. ¿Hay conocimiento en el vértice de la ausencia? “Nos preocupamos por la muerte y cuando esta llega ya no estamos.” Epicuro •
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Alejandro Michelena
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E
n el terror del poder absoluto frente a la potencia formidable de la transmisión de ideas, experiencias, o simplemente invenciones imaginativas, está el origen de toda censura. Tal ha sido el ingrediente fundamental en dictaduras de cualquier signo, e incluso ha operado durante gran parte del siglo xx en escenarios formalmente democráticos. Los pretextos se han reiterado una y otra vez: lograr un antídoto para las ideologías disolventes y subversivas, defender la moral y las buenas costumbres, velar por el modo de vida sano (que casualmente coincide siempre con el más convencional y aceptado). En fin: cortar de raíz el germen de las disidencias; establecer un dique ante las blasfemias contra Dios, o el Partido, o el Supremo, que los libros –esos objetos mágicos y anárquicos– suelen sugerir, insinuar o fomentar. La peculiaridad de la censura en el Uruguay de los años setenta fue su falta de normas de cualquier tipo. No existieron parámetros ‒en lo político y lo moral– como sí los hubo en los casos argentino y brasileño. Es decir que, salvo en lo que tiene que ver con libros de agitación revolucionaria, los censores de turno debían en cada caso decidir por sí y ante sí. Esto permitió que en los años más duros se encontraran en librerías materiales que una censura más o menos coherente no hubiera tolerado nunca. Por ejemplo: la monumental Estética, de Lukács ‒uno de los mayores críticos literarios de ideología marxista‒, y algunos de los libros de Wilhelm Reich ‒psicoanalista considerado “subversivo” por el propio Partido Comunista Alemán por sus ideas revulsivas en materia de libertad sexual‒, se exhibieron en vidrieras céntricas de Montevideo. Esta fue una ventaja que, por lo menos a un nivel elitista permitió –por inadvertencia de los cancerberos del régimen– que el país pudiera mantener cierto margen de alternativas intelectuales a la unanimidad ideológica que se estaba imponiendo desde la universidad, la secundaria y los medios de prensa. Pero la falta de criterios también encerraba peligros bien concretos. Los editores tuvieron que afinar muy bien su trabajo. De hecho, la requisa de libros se hizo norma habitual; iban a las librerías o a la propia casa editorial, y se llevaban el título considerado cuestionable por el censor y de paso algunos otros (por las dudas). Los responsables de una revista cultural juvenil, bastante tiempo después de que sus números 1 y 2 circularan y se vendieran hasta en quioscos, fueron detenidos y conducidos al Departamento 2 de Inteligencia para que explicaran por qué publicaban “material subversivo y disolvente”... Existía, sí, una nutrida lista de autores interdictos. Los libros de Francisco Espínola eran requisados sistemáticamente allí donde estuvieran, no por sus conte nidos, sino por el detalle anecdótico de que el entrañable Paco –simpatizante del Partido Nacional o Blanco de toda la vida– acompañara al Frente Amplio y se afiliara al final de su vida al Partido Comunista. Juan Carlos Onetti siguió viviendo en Montevideo hasta pasada la mitad de los setenta, pese a la arbitraria detención sufrida cuando –como jurado del último concurso de Marcha– había premiado un
cuestionado relato de Nelson Marra, “El Guardaespaldas” (por el cual el autor estuvo cuatro años preso); mucho antes de instalarse en España sus libros ya habían pasado a ser considerados “peligrosos” ideológicamente. Hubo figuras intelectuales que –en algún tramo de aquel período– fueron obligadas a un forzado aislamiento; se les destituyó de todos
tras dejaban pasar El mono y su sombra –del joven autor Yahro Sosa–, pieza que adaptada y dirigida por Carlos Aguilera se constituyó en un acontecimiento escénico insólito a finales de los setenta por su metáfora evidente sobre la falta de libertad, la represión y la cárcel. En materia cinematográfica, la anécdota más ilustrativa es la referida a la exhibición a fines de los setenta de Acorazado Potemkin, de Eisenstein. Con sensatez, la gente de
La censura en el Río de la Plata
Barton Lidice Benes, Censored Book
sus cargos académicos y por un tiempo no pudieron publicar en ninguna parte. Fue el caso del profesor, crítico y narrador José Pedro Díaz, cuyos libros de años anteriores siguieron sin embargo vendiéndose normalmente. Los libros de Mario Benedetti estaban prohibidos, y causaba escándalo hasta que se preguntara por alguno de ellos. Sin embargo, remanentes de sus ediciones se vendían –con cierta discreción– en más de una librería “de lance”. No sólo el material bibliográfico estuvo en la mira. Con acertado criterio, los censores le prestaron mucha más atención al teatro, al cine y también a los temas musicales. En el ámbito de los “cómicos de la legua”, todo el esfuerzo y el gasto de una puesta estaban supeditados al arbitrio caprichoso de ciertos personajes policíacos encargados de fiscalizar en la materia. Sin embargo, los inquisidores no las tenían a veces todas consigo: en cierta ocasión impidieron el estreno de algún texto de Florencio Sánchez que se había estrenado hasta en fiestas parroquiales, mien-
Cinemateca Uruguaya consiguió –por medio de amigos cercanos al Archivo de la Imagen del Sodre, un organismo oficial– la copia que allí existía del filme. La exhibición se realizó con enorme suceso y la requisa llegó después de la segunda función. Las “fuerzas del orden” se llevaron un material que era propiedad del propio Estado. El punto culminante del ridículo en materia de censura tuvo que ver con la música popular. En concreto: el caso de la prohibición durante años de tangos de Gardel como “Al pie de la Santa Cruz” y “Acquaforte”. Lo que este último plantea es la queja de un veterano calavera a punto de entrar a cuarteles de invierno, que reflexiona sobre la vida y aledaños desde la mesa del cabaret. Lo cuestionable para la censura estuvo en la mención del “viejo verde que emborracha a Lulú con su champán”, habiéndole negado el aumento al pobre obrero, “que le pidió un pedazo más de pan” •
ensayo Raúl Olvera Mijares
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rear uno mismo y reflexionar acerca de lo hecho por otros parecerían dos ocupaciones del espíritu esencialmente diversas e incluso irreconciliables entre sí: el hacer supone procacidad, liberación, cinismo; el juzgar, en cambio, encaja en un marco más bien rígido, de reglas establecidas, tolerancia acotada e imposición de ciertos valores. ¿Es posible juzgarse a sí mismo? ¿Puede uno, a sabiendas de que es culpable, exonerarse desde un inicio? ¿Cómo se puede estar y no estar? ¿Ser y no ser? Tal escisión del espíritu, ruptura de la mente, eso que en rigor significa la palabra esquizofrenia, no sólo es una característica del crítico-escritor, en particular, sino
de cualquier creador o artista en general: la capacidad de ser actor y espectador al mismo tiempo, una suerte de espectador avezado, perceptivo, capaz de encaminar la acción hacia algún lugar y prever los resultados. Por tanto, apertrechándose de cierta liberalidad, puede admitirse que en el arte es factible ser juez y parte a la vez. Poeta y ensayista, en sentido amplio, creador y crítico, son dos direcciones del intelecto, dos modos de vida, dos modalidades de la existencia que pueden convivir en un ser singular, y la modernidad ofrece una serie de ejemplos notables que van desde Stéphane Mallarmé, Paul Valéry, Oscar Wilde, Miguel de Unamuno, Jorge Luis Borges, hasta Octavio Paz y Czesław Miłosz. De hecho, pocos críticos de literatura han cono cido la fortuna de José Bianco (1908-1986), quien desde las páginas de la revista Sur (1931-1992), a partir de 1935 como colaborador y de 1937 a 1961 como secretario de redacción, comentaría a través de una serie de reseñas de libros, artículos sobre autores, entrevistas y algunos ensayos memorables lo más granado del mundillo de las letras en su natal Argentina, así como en el resto del ámbito de la len-
La
cándida sonrisa de
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La educación de Bianco trascurrió en su país, primero en la escuela pública, más tarde con los jesuitas (de quienes quedan oscuros resabios en sus novelas), para coronar su formación en la Facultad de Derecho, de donde desertó faltándole únicamente cinco materias en 1927. Ya para 1932 había publicado su primer volumen de relatos, La pequeña Gyaros. En 1972 habrá de concluir su labor creadora con la publicación de su tercera y última novela, La pérdida del reino, en la cual la crítica ha visto una especie de roman à clef acerca de la alta sociedad porteña, hecho que el autor siempre desmentiría. Galardonado con diversos premios, becas y distinciones honoríficas, Bianco encarna la historia misma de su tiempo, por un lapso de veinticuatro años secretario de redacción de Sur, fiel lector y venerador de revistas como la Nouvelle Revue Française, Temps Modernes, The Criterion, Partisan Review, Revista de Occidente, Orígenes, Hora de España o las mexicanas El Hijo Pródigo, Cuadernos Americanos, Diálogos o Plural. En su labor como crítico, José Bianco se adhería a un sano y tolerante eclecticismo; en ocasiones, era la anécdota vivida, a manera de crónica, la que animaba sus ágiles comentarios; otras veces, en cambio, observaba esquemas más formales y clásicos, con exordio, desarrollo y conclusión, como el lúcido análisis comparativo que emprendiera a propósito de dos escritores franceses de fuerte orientación autobiográfica, quienes no podían ser más contrastantes, Marcel Proust y Paul Léautaud, titulado El ángel de las tinieblas, donde contrapuntea la prédica y la práctica de dos hombres singulares, su vida y su obra: uno, pe queño burgués, exquisito y gazmoño a la luz pública aunque en privado de conducta licenciosa; otro, estrafalario, necesitado de recursos, todo un réprobo social, si bien transido de piedad hacia los seres menudos. Quién resulta más nefasto, si se ha de atender a sus biógrafos y a su conducta hacia los animales, es asunto que permanece abierto. Tema bastante peculiar que habría de valerle en 1973 recibir un premio otorgado por La Nación, el diario principal de su país, del cual él había sido colaborador. El ensayo está dedicado, por cierto, a Juan García Ponce, con quien sostendría una provechosa conferencia-diálogo ese mismo año en el marco de la Casa del Lago, por entonces bajo la dirección de Juan Vicente Melo. Serían innumerables las anécdotas y las cosas que pudieran destacarse acerca de José Bianco, quien supo alcanzar esa rara perfección en el escritor: la cualidad de encantar con su estilo, de ir fascinando poco a poco al lector, sin brusquedades, impaciencias ni anticipaciones superfluas, mediante un dominio de la técnica tan extremado, que justamente no se echa de ver. Detrás de la patente facilidad y espontáneo carácter de su estilo, sobre todo como ensayista, hay un trabajo inmenso y reiteradas reflexiones conscientes e inconscientes que a lo largo de su vida, cifrada y en sinopsis, quedó contenida a manera de legado y autorretrato en su aparentemente magra y modesta obra •
José Bianco
gua española. Sus intereses culturales eran vastos y se extendían a las letras de Francia, Inglaterra y otras naciones de Europa. Intachable traductor y prologuista, halló incluso tiempo de ensayarse en el dominio de la narrativa. Su novela Las ratas (1943), si bien circuló poco en su primera edición, suscitó una reacción favorable por parte de sus colegas, críticos y escritores. En realidad Bianco, en extremo cuidadoso de las formas, tuvo el buen tino de no enemistarse seriamente con nadie, ya que supo alternar en sus artículos la frecuentación de autores sancionados, podría decirse clásicos, con ciertos autores contemporáneos suyos, a quienes siempre abordó con espíritu crítico pero también con una gran sonrisa en una actitud de solidaridad. Lo que fue Sur en esos sesenta y un años de existencia es difícil precisarlo; baste recordar que ahí publicaron Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, María Rosa Oliver, Waldo Frank, Walter Gropius, Alfonso Reyes, y más tarde Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, aunque también Jean-Paul Sartre, Albert Camus, André Gide, Virginia Woolf, Graham Greene.
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cuento
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sí despertó un día. Era un lunes como los he visto amanecer por montones, sólo que esa mañana en lugar de levantarme suave y cariñosamente, mi mamá intentó morderme los pies. Yo estaba dormido y primero creí que era una pesadilla. No reconocí que fuera ella. Sólo vi una horrenda cabeza con pelo negro que lanzaba mordiscos. La pateé con todas mis fuerzas y juro que escuché cómo tronaban algunas de sus vértebras. Me levanté asustado, tomé el bat de beisbol que tengo debajo de la cama, y recordando las lecciones básicas de un encuentro zombi, le pegué en la cabeza. Ella quedó aturdida, tendida en el suelo de mi recámara. Vestía el camisón lila con flores azules que le regalamos en su cumpleaños. Fue entonces que la reconocí. “Mamá”, dije entre asombrado y a d o l o r i d o . Nunca pensé que mi m a d re p u d i e r a ser uno de ellos. De hecho nunca pensé que ellos existieran, pero ahí estaba ella, con la cara desfigurada por el batazo, pero todavía respirando y gruñendo le v e m e n t e . Era su mismo rostro, pero deformado por los claros signos de una muerte que había dejado el paso a la vida: un tono verdoso en la piel, un ligero aroma a podrido y fluidos que escapaban por ojos, boca y oídos. Comenzó a recobrar la conciencia, si es que un zombi puede tenerla. Antes de que pudiera ponerse de pie, le asesté otro batazo, esta vez en la nuca para no deshacerle más la cara. Volvió a atolondrarse. Sin pensarlo mucho, arranqué el cordón de las cortinas y le amarré las manos y los pies mientras pensaba qué hacer. Mi mamá ya no era, pero el camisón me la hacía recordar y no pensaba molerla a golpes dentro de mi cuarto. Salí de la recámara con el bat en la mano, con la certeza de que mi hermana había corrido la misma suerte que ella. Pero no. La encontré en su cama, tan dormida como una niña de seis años pueda estarlo a las siete de la mañana. Fuera lo que fuera que convirtió a mi madre en una zombi, sólo la atacó a ella. Salí a la calle para cerciorarme de que el apocalipsis era doméstico. Y sí. Afuera la vecina me saludó amablemente mientras compraba un tamal; el basurero recogía tranquilamente las bolsas de basura y los coches todavía circulaban sin mayor problema. El fin del mundo había iniciado y terminado sólo en la recámara de mi madre. Regresé al interior de la casa. Debía tomar una decisión. Desperté a mi hermana que de entrada se sorprendió de verme a mí y no a su madre. ‒Hola, ¿dónde está mi mamá?
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Germán Chávez
‒De ella quiero hablarte ‒le contesté‒ se fue y nunca más volveremos a verla. ‒¿A dónde se fue? ‒preguntó sin comprender la parte de “nunca más volveremos a verla”. ‒Ella murió, chaparrita. Algo le pasó en la noche que murió y dejó de respirar... aunque... ‒Ajá. ‒Bueno ‒traté de explicarle‒, ella regresó de la muerte. Un pequeño rayo de luz se coló por la ventana e iluminó el rostro pícaro de mi hermana. ‒Ah... entonces mi mamá es un zombi. Un muerto viviente. ‒Exacto. Quiso verla y la llevé a mi cuarto donde yacía en el piso, retorciéndose y gruñendo. ‒Pobrecita. Debe tener hambre ‒dijo mi hermana. ‒Sí, tienes razón. Pero no podemos alimentarla. ‒Mmm... yo creo que sí. En el refri hay algo de carne cruda. Contra mi voluntad (eran buenos bisteces), ella le dio la comida a mi madre, que los devoró sin compasión alguna. Después de comerlos se volvió a apaciguar. ‒Ves, sólo tenía hambre. ‒Chaparrita, tenemos q u e h a c e r algo con ella. No podemos tenerla amarrada por siempre. Además, los vecinos van a notar el hedor a cadáver. ‒¿Cómo, la vas a dejar libre en la calle?, ¿y si algo horrible le pasa? ‒No ‒contesté lo más serio que pude‒, estoy pensando en exterminarla y enterrarla. ‒¿No podemos quedárnosla? ‒preguntó ella, inocente‒. Mira, si le damos de comer como que se aquieta. Y del hedor, pues la bañamos diario y le ponemos talquito. ‒Chaparrita, está muerta y nada podemos hacer. ‒Sí que podemos. Yo creo que si la alimentamos y le hacemos recordar las cosas que hacía, puede volver a ser nuestra madre. Aunque al principio me opuse rotundamente a conservar a mi madre como zombi, tampoco pude decirle que no a mi hermanita que, después de todo, necesitaba a una mamá. Así, le dimos de comer todos los días hasta que de repente dejó de gruñirnos. Luego la desatamos, aunque la teníamos confinada a su recámara. Pasaron varios meses, mi mamá zombi comprendió que no debía atacarnos y fue entonces que la dejamos libre en la casa. Entre mi hermana y yo, poco a poco, le enseñamos a recoger la ropa, a poner la lavadora, a programar el despertador, a cocinar huevos revueltos, primero, y luego hot cakes. Hoy, lo único que nos recuerda que mi mamá es un zombi es el hedor que lleva a todas partes, los dos kilos de carne cruda que se come diariamente y los gruñidos que sustituyeron los que suponemos eran buenos consejos •
Mi mamá es un zombi Ilustración de Gabby Correia
ITALIA
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oma, otoño de 2011, frío en el palacio, calor en las plazas. El Caimán, un apodo del ex Jefe de Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, acuñado por el cineasta Nanni Moretti, se ahogó en un charco de escándalos y desmanes, tras casi veinte años en la escena. Hace falta citar las palabras del que muchos definieron como el “dueño de Italia”, patriarca de la economía y de la política. El Cavaliere, hoy sin más corceles y con su séquito diezmado, pareció elegir, por ahora, una salida del poder, tras caer de su silla dorada. “Ya presenté mi renuncia al cargo de primer ministro. Lo hice por mi sentido de responsabilidad y del Estado, para evitarle a Italia otro ataque de la especulación financiera, lo hice sin haber perdido jamás el voto de confianza del Parlamento. Es más, hemos tenido muchas veces un voto favorable y mayoritario de las dos Cámaras y todavía contamos con esa mayoría. Permítanme decirlo, fue triste ver que un gesto responsable y, permítanme, generoso, como es la renuncia, haya sido recibido con chiflidos e insultos. Sin embargo, como contrapartida de los centenares de manifestantes que ayer estaban en las plazas, hay millones de italianos quienes saben que hicimos con conciencia todo lo posible para defender a nuestras familias y empresas de la crisis global que afectó a todos los países avanzados, no sólo al nuestro. De todos modos, agradezco a los italianos por su cariño y fuerza que nos dieron para lograr muchos de los objetivos que nos habíamos planteado, ya desde 1994, cuando anuncié mi entrada en escena. Ese día cambió la historia de Italia. Nunca he faltado a ese credo político que pronuncié. Fue y es una declaración de amor para Italia. Dije ‘Italia es el país que amo, aquí tengo mis raíces, esperanzas y horizontes, aquí aprendí de mi padre y de la vida el oficio del empresario, aquí aprendí la pasión por la libertad’, no cambiaría ni una coma de esas palabras.” Así habló Berlusconi, tras dimitir de primer ministro, el pasado 12 de noviembre. En realidad, sí cambió una que otra coma de esas palabras: Italia ya
se ha vuelto “un país de mierda” del que se irá pronto, según sus conversaciones telefónicas del julio de 2011, intervenidas por los jueces y, luego, publicadas. Tanto sus seguidores como los opositores vislumbraron ya el cierre de un ciclo de diecisiete años: una época larga, en el centro de la vida política, social, económica e, inclusive, mundana y oscura de Italia. En el palacio del Quirinale, sede de la Presidencia, el Premier –un cargo de primus inter pares según la Constitución, pero de primus super pares, superior a la ley, según la interpretación berlusconiana de la misma Carta– entregó oficialmente su renuncia al presidente de la República, Giorgio Napolitano. Mientras tanto, la plaza se llenaba de ciudadanos, al grito de “payaso”, “a la cárcel”, y aplaudiendo por la quizás definitiva liberación de una pesadilla mediático-política que, en los ochenta, fue un sueño de éxito, aunque marcado por claroscuros sobre los orígenes de su “fortuna”; en los noventa, un experimento político populista y, finalmente, una comedia ridícula y dañina en la última década. “A los que festejaron por mi supuesta salida de la escena, quiero decir con claridad que a partir de mañana redoblaré mi compromiso en el Parlamento y en todas las instituciones para renovar a Italia. Viva Italia, viva la libertad.” Pese a esta amenaza final, durante horas en las calles ondearon las banderas tricolores y se destaparon botellas de spumante para festejar la retirada de el Caimán. Sin embargo, la efervescencia del momento dejaría pronto espacio a la angustia. En 2011, la tasa de desempleo juvenil fue del treinta por ciento y, aunque la tasa general fue del 8.4 por ciento, siguen las inequidades: el diez por ciento de la población detenta casi el cincuenta por ciento de la riqueza. El gasto público italiano es casi igual al de los otros países de la Unión (50.5 por ciento del PIB ) y su recaudación fiscal algo superior (46 por ciento frente al 44 por ciento), pero Italia derrocha más dinero, hay graves problemas éticos y financieros ligados a la evasión fiscal, a la corrupción, a las mafias y a los delitos de cuello blanco. Además, la eco-
nomía no ha crecido. El PIB subió un 0.87 por ciento promedio en los últimos quince años y sólo el 0.2 por ciento en 2001-2010. Esta década perdida dejó una deuda excepcional, equivalente a 120 por ciento del PIB italiano, la octava del mundo y segunda de la zona euro después de Grecia, que registró un 144 por ciento. Sin embargo, la gran diferencia es que Italia representa la tercera economía europea, con un tamaño poblacional como el de Francia y el Reino Unido, por lo que no podría quebrar o dejar de pagar deudas sin arrastrar al abismo a toda la UE, a la mayoría de sus socios en el mundo y al Euro. La recesión de 2009 y 2010 –que Berlusconi negó rotundamente durante meses, pero que hasta hoy sigue surtiendo sus efectos nefastos– terminó de matar al liderazgo de el Caimán, ya golpeado por escándalos judiciales (juicios por corrupción, fraude fiscal, abuso de autoridad y explotación de la prostitución de menores), políticos (compraventa de votos en el Congreso, cooptación de diputados, aprobación de leyes ajustadas para él mismo llamadas ad personam, conflicto de sus intereses particulares con cargos públicos) y morales (no relevantes penalmente, pero sí para la ética pública del “buen gobernante”). Me refiero a frases pronunciadas públicamente, de mal gusto, misóginas y mesiánicas. “Yo soy el Señor,
la caída de
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Fabrizio Lorusso
Berlusconi
Milán, febrero de 2011 Foto: Luca Bruno
Roma, febrero de 2011
En Roma, diciembre de 2009. Foto: Alessandro Di Meo
hay algo divino en ser elegido por la gente” y “Ustedes tienen que volverse misioneros, apóstoles, les explicaré el Evangelio según Forza Italia y según Silvio”, en 1994 y 1995 respectivamente. Hay otras recientes, de 2010: “A las mujeres desempleadas: búsquense a un chico adinerado” y “más vale ser apasionados por las chicas hermosas que gay”, y una de 2006: “Tengo Cartel de periferiadesign demasiado aprecio hacia la inteligencia de los italianos para creer que hay tantos pendejos que voten contra su propio interés.” Es sólo una escueta selección. Hoy, la erosión de la credibilidad internacional del sistema-país es evidente. Las leyes pro Berlusconi son incontables: despenalización de la falsificación de balances, condonaciones para evasores fiscales, reducción de términos para la prescripción de
varios crímenes, unos decretos salva-Rete4, una de sus televisoras que opera ilegalmente, y tres intentos de crear fueros especiales para altos cargos (incluyendo siempre el de primer ministro), todos declarados ilegítimos por la Corte Constitucional. Por todo ello, las deudas italianas pesan más. Su monto comenzó a subir vertiginosamente hace treinta años, durante los gobiernos despilfarradores de los demócratas cristianos y su aliado, el socialista Bettino Craxi, quien también fue el referente político del Berlusconi empresario en los ochenta. De la construcción (Edilnord y residenciales Milán 2 y 3 para los VIP ) al futbol (equipo del Milán), de las tiendas departamentales (Grupo Standa-Rinascente) a los seguros (Mediolanum), del cine (Medusa Film-Blockbuster Italia) a la Tele (Mediaset) y las editoriales (Grupos Mondadori-Einaudi-Grijalbo), el business man milanés da el gran brinco a la política en 1993. Lo hace para suplir la desaparición de sus aliados en Roma, es decir, de los partidos y personajes sacudidos por las investigaciones de los fiscales de Milán, conocidas como Operación Manos Limpias contra los sobornos. Y lo hace también para protegerse de las tenazas de la justicia que se estaban acercando peligrosamente al núcleo de sus intereses. Así, se resignifica la expresión “conflic-
to de intereses” para Italia, al juntarse en un mando único el poder político y el económico con todos los perjuicios a la democracia que ello conlleva. Durante los gobiernos de la coalición de centroderecha, sobre todo en 2001-2006 y 2008-2011, la ONG Freedom House descalificó a Italia en su informe anual sobre libertad de prensa, al bajarla de país libre a semilibre a causa de “la posibilidad del Premier para influir en la TV pública con un conflicto de intereses entre los más claros del mundo”, lo que hace del bel paese un caso “anómalo en la región por las interferencias gubernamentales, sobre todo para cubrir los escándalos de su presidente”. Y el Caimán responde, en 2006: “La prensa extranjera normalmente es de izquierda y nos presenta de manera distinta de lo que es la realidad.” Hay más: el año pasado el índice sobre percepción de la corrupción fue de los peores en Europa. En fin, parece haberse cumplido una parte sustancial del Plan de Renovación Nacional, antidemocrático y subversivo, que sostuviera la logia P2 de la Masonería de la que Berlusconi era integrante con la matrícula 1816. Tengo treinta y cuatro años. En 1994 tenía diecisiete, es decir la mitad, cuando el hombre que ya estaba entre los más ricos del país y ostentaba el título de Cavaliere del Lavoro, que otorga el Estado a distinguidos empresarios, optó por la “carrera política”. En abril ganó las elecciones, apoyado por una alianza entre partido-empresa Forza Italia, fundado el año anterior, el postfascista Alleanza Nazionale, liderado por Gianfranco Fini, y la formación secesionista y racista de la Liga Norte para la Independencia de la Padania, dominada, hoy como entonces, por el rudo caudillo norteño Umberto Bossi. Para los que lógicamente no saben qué es la Pa dania, una nota: según la Lega, se refiere al norte del país, la zona más próspera, que debe su nombre a la llanura padana. Es un territorio difuminado de Turín a Venecia, de Milán a Parma, y sus confines son cambiantes, conforme van variando sus consensos electorales. sigue
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ensayo
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Foto: Der Wanderer
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Se ideó una patria nueva pa ra un supuesto pueblo “céltico, padano y norteño”, distinto del italiano, según los líderes del partido, quienes suelen gritar “la tenemos dura” y “Roma ladrona, la Lega no perdona”, pero no desprecian los cargos en el Parlamento con sede en la capital nacional. Sin duda es posible afirmar que Padania Is a State of Mind: o sea, un invento ideológico de una agrupación populista que cosecha votos valiéndose de la xenofobia, el folclor, la repartición de cuotas de poder y el miedo al otro, sea el sureño o el “extracomunitario”. Si bien a nivel nacional jamás ha rebasado el ocho por ciento de las preferencias, en algunas regiones septentrionales mantiene sus feudos con consenso de entre el quince y el veintiocho por ciento. De cualquier forma, en un sistema parlamentario fragmentado como el italiano, son cifras que determinan la sobrevivencia y las líneas políticas de un gobierno. Ni nueve meses duró el primer ejecutivo de Berlusconi por los berrinches de su aliado Bossi, así que fue reemplazado por Lamberto Dini con un gabinete técnico, es decir, formado por tecnócratas y no por exponentes de partidos. Su naturaleza bipartisan –derecha e izquierda juntos– es, en realidad, necesaria para proteger a los partidos y sus líderes del enorme costo político que ciertas medidas muy impopulares, normalmente de recorte del gasto y aumento de la recaudación, tienen para ellos. De 1996 a 2001 los gobiernos de Romano Prodi y Massimo D’Alema, de centro-izquierda, lograron el ingreso de Italia en la moneda europea, pero no quisieron frenar al Caimán quien, por una serie de negociaciones políticas, pudo mantener su poder mediático intacto, junto con el conflicto de intereses, para ganar las elecciones de 2001. Los “progresistas” habían perdido la oportunidad de cambiar el statu quo que desgraciadamente persiste hasta la actualidad. El comienzo del segundo mandato de Berlusconi es recordado por la represión contra los manifestantes en Génova durante la cumbre del G 8 y por la consiguiente muerte de Carlo Giuliani, el 20 de julio de 2001. Se quiso dar un golpe duro mas no mortal a los movimientos sociales y antagonistas que allí se juntaron, en ese entonces como hoy, indignados y globales, para seguir la pista para “otro mundo posible” trazada desde la insurrección de Seattle en 1999. Dieciséis años después del ejecutivo de Dini, la historia se repite: en sólo diecisiete días, tras el fin del cuarto gabinete de Berlusconi en noviembre de 2011, el presidente Napolitano nombra al nuevo premier: el economista y ex comisario europeo a la competencia, Mario Monti, quien presenta a las cámaras una ley financiera de emergencia, “lágrimas y sangre”. Entonces se instala un ejecutivo de “responsabilidad nacional”, técnico, con Monti ejerciendo también como secretario de Economía para “salvar a Italia”. Lo votan todos los partidos excepto la Lega, que queda como única fuerza de oposición en el Congreso para tratar de recuperar los con sensos perdidos por su apoyo al Caimán, vigente hasta hace poco, en vista de las elecciones a ce-
Un secreto del éxito de Berlusconi sería de índole cultural y antropológica, ya que él parece reunir varios estereotipos, quizá los más bajos, del italiano promedio.
lebrarse en 2012 o 2013. El plan de austeridad de Monti– recortes e impuestos por 20 billones de euros –representa, junto a la anterior ley financiera de Berlusconi (54.5 billones), el reajuste financiero más imponente de la historia italiana. En 1994, cuando participé en la autogestión y ocupación de mi escuela contra los recortes presupuestarios del gobierno, siendo parte de un movimiento estudiantil que cambiaría mi vida, nunca imaginé que el Caimán duraría tanto en el poder y que sobre él escribiría en 2012. Tampoco pensé, cuando entré a estudiar en la Universidad Bocconi de Milán, que su director, el otoñal profesor Mario Monti, sería, en el futuro, el rector del destino de Italia, justo después del mismo Berlusconi. Irónicos destinos. Un secreto del éxito de Berlusconi sería de índole cultural y antropológica, ya que él parece reunir varios estereotipos, quizá los más bajos, del italiano promedio. Todos los clichés son máscaras de carnaval, caricaturas exageradas, pero finalmente existen: el futbol, opio de los pueblos modernos; la pinta del trovador con mandolín y los chistes del falso latin lover, la televisión y la burla como reinas, la familia y la mamma como ideales, engañados en la práctica; el machismo y la parranda, la fama elevada a ideología nacional, la leyenda del self made man, tramposo pero exitoso, y el orgullo presumido por ser o haber sido (¿él mismo?, ¿o el país?) el centro de la historia de Occidente. Si bien la mayoría de los italianos no se identifican en este conjunto de “creencias” y clichés, éstos se usan como palancas que conforman estrategias políticas ganadoras. Sus palabras lo confirman: “Pese a las acusaciones infamantes que la oposición lanza en contra del gobierno, nadie en Europa ha hecho tanto y con resultados tan brillantes”, en 2011, y “Mussolini jamás mató a nadie: a los opositores los mandaba de vacaciones al exilio”, en 2003. Para presentar su himno personal “Menos mal que Silvio está”: “Tengo un complejo de superioridad, así que digo ‘menos mal que Silvio está’, nadie hubiese podido hacer mejor que nosotros”, en 2002. Y recuerden, “el Premier no puede mentir, por definición.” (2006.)
Pese a los clichés, en Italia hubo fenómenos parecidos a los de otras “democracias industriales maduras”: la política hecha espectáculo, la desconfianza popular hacia el sistema y los gobernantes, la crisis del Estado de bienestar, la derrota del salario-trabajo, las utilidades empresariales, el envejecimiento poblacional e institucional, la abdicación de la ética y de la crítica, incluso en la prensa, a favor de la búsqueda de prebendas. Quienes capitalizaran mejor estos factores ganaban, y Berlusconi lo ha hecho a su manera, proponiéndose como continuador de la tradición demócrata cristiana con pinta de liberal y paternalismo absolutista. El populismo, la maña mediática de Sarkozy y los escándalos de Chirac en Francia, no fueron tan distintos de los de Berlusconi, así como la necedad y las frases celebres de G . W . Bush o de Aznar en España. Pero hay especificidades más marcadas en Italia, por factores como el corporativismo económico, herencia del fascismo, la cultura de la recomendación en detrimento del mérito, las televisoras públicas controladas por los partidos de gobierno y las privadas por el Caimán. La polarización social, incluso dentro de las familias y entre generaciones (los papás protegidos con el viejo sistema frente a los hijos precarios de la globalización), creció. Lo mismo pasó entre los opositores y los partidarios de Berlusconi. Éste aprovechó el vacío que dejó la desaparición de los viejos partidos, así que muchos italianos no lo votaron por una locura colectiva (en los noventa y después), sino que creyeron en una opción que llenaba un hueco en el momento justo y que supo presentarse como creíble. Una izquierda dividida y unas leyes electorales poco equilibradas completaron la obra. Por otro lado, el suministro lento del berlusconismo al pueblo italiano ha creado más indiferencia, pero también sus anticuerpos, el antiberlusconismo y la reacción de varios sectores: el periodismo, la sociedad civil, la universidad, los movimientos sociales, culturales, políticos, de mujeres y trabajadores, de escritores y actores, los migrantes y excluidos, los precarios y los estudiantes. Un tipo de antiberlusconismo vive de la contraposición, sin ideas propias y creativas, y quizás vaya perdiendo su razón de ser, conforme el caudillo se retire y nos demos cuenta de que los problemas quedan y no dependen sólo de él. Por mucho tiempo la izquierda parlamentaria y sus referentes en la sociedad tuvieron esta postura, aunque ahora parecen despertar. En cambio, por parte de los movimientos, desde los más autónomos e “indignados” hasta los “integrados”, pero críticos y militantes, se propusieron diagnósticos y soluciones distintas a los problemas del país. Las plazas y la gente han estado cada vez más participativas. Quizás ya no sea una minoría y algo se esté moviendo en las demás fuerzas progresistas dentro y, sobre todo, fuera de los palacios del poder. Así fue con el movimiento por el sí en los referendos populares del 12 de junio contra las centrales nucleares, y por el agua pública que registró una aplastante victoria. Las alternativas existen, pero son retos por encarar con reflexiones duras sobre nosotros mismos. Están dando algún fruto y ojalá no se desperdicien, ya que si el “diablo” se irá, no estará muerto, porque hay que combatirlo también dentro de nosotros •
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Jornada Semanal • Número 883 • 5 de febrero de 2012
Conjuros, Felipe Garrido, Editorial Jus, México, 2012.
DE BREVEDAD INTENSA HERNÁN LARA ZAVALA Con este libro asistimos a la inauguración de una nueva forma literaria: “el conjuro”, hermosa palabra que en su acepción más general está relacionada con las invocaciones que, mediante la magia de ciertos vocablos, busca producir un efecto prodigioso y sorprendente sobre alguna o algunas personas. Por ello está también asociada con demonios, fantasmas, vampiros, muertos, espectros y sombras y, también, por qué no, con ángeles, arcángeles, santos y, por supuesto, con la mismísima mujer (o en su defecto algún hombre objeto de pasión) para realizar nuestros deseos. Felipe Garrido hace explícitamente tres conjuros: el primero, con que abre el volumen, es un conjuro de amor que dice: “Te convoco y te condeno a que no puedas cerrar los ojos sin verme… porque el único amor que me hace falta es el tuyo, y lo necesito de esta manera desmesurada.” El conjuro segundo, a la mitad del libro, es más bien una conseja o fórmula de carácter fantástico y poético, pues el autor recomienda: “En noches de luna llena deslícese el cayuco tan serpiente que no levante onda ni memorias”… y luego añade las siguientes instrucciones: “Suéltense las redes con un movimiento que no deje escapar reflejos…Al tiempo que se hunden, siete veces recuérdese en silencio el nombre de la amada”, y concluye: “Es posible entonces que se capturen peces de la luna …Puestos en el cuello de la mujer deseada, la llevarán a tu lado, bien dispuesta para el amor.” El conjuro tercero es más contundente: “Sediento del abismo de tu carne, te conjuro y te convoco para que ardas en el deseo de la mía…” y luego explica: “Que no haya en tu memoria más recuerdo que mis caricias, ni en tu esperanza otro refugio que mis brazos…ni en tu olfato otro perfume que mi sexo, ni en tu lengua más sabor que el de mi piel.” Por extensión estos tres conjuros logran impregnar al resto de los más de trescientos cuentos que constituyen el volumen y que son de muy diverso tono y temática. Algunos de estos cuentos ya habían sido publicados en otros libros, pero Felipe los revisó y modificó para la presente edición. El conjuro se convierte entonces en un derivado del cuento breve, de la ficción súbita, de las minificciones. Desde el inicio de su carrera literaria y particularmente desde la publicación, primero por entregas, y luego reunido en La musa y el garabato, Felipe Garrido ha sido uno de los más desta-
cados practicantes del texto breve en lengua española y uno de los grandes estudiosos de la obra de cuatro de las figuras emblemáticas de la literatura mexicana del siglo XX: Mariano Azuela, Agustín Yáñez, Juan Rulfo y Juan José Arreola. Felipe siempre habla de Rulfo; no obstante, en estos textos no se siente tanto su influencia como la de Arreola, sobre todo el de las “doxografías”. Pero también existe el influjo de los cuentos breves arreolanos, de sus parábolas y de la manera de integrar las estampas regionales de La feria. Se percibe asimismo la impronta de los cuentos alegóricos y fantásticos de Borges y de las minificciones de Julio Cortázar del tipo de “Continuidad de los parques.” La palabra conjuro evoca entonces las vibraciones líricas, mágicas, malignas y fantásticas que remiten a lo que Arreola llamaba los “habitantes de ficticia” donde se acepta que la liebre es gato. Garrido convierte así los conjuros en textos perversos, a contracorriente, de inminencia, ora líricos, ora costumbristas, fantásticos o religiosos, en donde el lector tiene que trabajar a la par con el autor para irle sacando jugo a sus propias interpretaciones y conclusiones. Conjuros es un libro bien armado, con excelente maridaje con las viñetas que lo acompañan (diseñadas por su hijo Íker), y complementan los textos de manera muy sugerente, los cuales van de lo doméstico a lo fantástico, de lo sacro a lo erótico, de lo onírico a lo realista, de la estampa regional a la pesadilla. Lo que Felipe Garrido nos ofrece es entonces una miscelánea de ficciones breves, muchas de las cuales guardan continuidad permitiendo que el libro no sea una mera recopilación de textos, sino que ofrece simultáneamente varias lecturas y leit motiv que se van intercalando a lo largo del volumen como una suerte de novela fragmentaria o un avión, como decimos en México, de la “rayuela cortazariana”, en donde no importa el orden que elijamos siempre y cuando demos cuenta de todo el libro. A Felipe Garrido le acaban de otorgar el Premio Villaurrutia 2012 y este libro comprueba la pertinencia de dicha presea •
Poemas pendientes, Rodolfo Alonso, Universidad Veracruzana, México, 2011.
ía Al menos tres títulos de su autoría y unas cuatro traducciones –dee Éluard, Drummond de Andrade y Mallarmé, entre otros– han sidoo publicadas en México por el arrgentino Rodolfo Alonso, también n colaborador de estas páginas. A decir de Ledo Ivo, la voz poéticaa de Alonso es “nítida e inconfundible” e” y los versos depositados en el preesente volumen se caracterizan, n, entre otras virtudes, por su “soliidaridad y su luminosidad”.
Bala por mí el cordero que me olvida, José Joaquín Cosío, Ediciones Sin Nombre/Ediciones Nod, México, 2011.
Es éste un poemario breve, connciso y, en virtud del oficio máss conocido de su autor, tambiénn sorpresivo e inesperado. Alguienn ha dicho, respecto de las páginass que conforman este libro, que enn ellas “se traza el paisaje de unaa ciudad negra y sitiada, fantasmal al y con la marca de una violenciaa inmerecida”.
La perfecta espiral, Héctor de Mauleón, Joaquín Mortiz, México, 2011.
Bien conocido, sobre todo por or su multiplicada labor en el peeriodismo cultural y la crónica, Dee Mauleón ha publicado, previo a este volumen, tanto novela comoo cuento, género al cual pertenece ce esta espiral. Nueve piezas, laa primera de las cuales da título al libro, son testimonio de la capaacidad narrativa de un autor quee con mano segura esgrime los os bártulos del literato.
próximo número
MUSIL, EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS Dickens, Galdós y las traducciones Y EL FILISTEO BURGUÉS Annunziata Rossi Los usos del lenguaje: nombrar para dominar en nuestro próximo número
jsemanal@jornada.com.mx a.ccom.
La luz y la oscuridad del lenguaje En el Arco y la lira –ese gran libro que habla del misterio de la poesía–, Octavio Paz escribió –cito de memoria–: “Cuando el lenguaje se corrompe, las sociedades se pierden y se prostituyen.” Algo semejante escribió otro gran poeta, William Carlos Williams, en una carta dirigida a Robert Creeley: “Si el lenguaje se distorsiona, el crimen prospera.” Lo que vivimos hoy en México tiene que ver con esas verdades. Si nuestra clase política ha prostituido al país y nuestra sociedad ha permitido que el crimen prospere, es porque el lenguaje se ha corrompido y distorsionado. Hablamos, pero al hablar ya no sabemos lo que decimos. Nuestras palabras han adquirido, como dice Luis Xavier López Farjeat,“una esterilidad significativa” que usamos irresponsablemente de manera multifuncional. El rostro más significativo de esta realidad se encuentra en la guerra de Calderón. Independientemente del uso equívoco o más bien, a causa de la ignorancia, exacto de la palabra guerra –del germánico werra: desorden–, detrás de ella surgieron otras palabras: “víctimas”, “muertos”, “desaparecidos”. Durante cinco años escuchamos y utilizamos esas palabras y durante cinco años nunca entendimos que detrás de ellas había seres humanos, rostros, familias destrozadas, dolor. Las palabras dejaron de significar. Designaban realidades terribles pero ajenas al sentido. Fue sólo cuando, frente al asesinato de su hijo, un poeta pronunció desde su dolor una metáfora tan extraña como popular: “Estamos hasta la madre” –estar hasta la madre, contra la vulgaridad ideológica de ciertos feminismos, no significa humillar a la madre; significa en México, país, valga el neologismo, materidolátrico, haber sido tocado en lo más sagrado–, que los significados de aquellas palabras terribles no sólo recuperaron sus sentidos, sino que hicieron emerger la realidad. En ese momento, el horror no sólo se convirtió en rostro humano, sino que detrás de él, un conjunto de nuevas formas de nombrar, que emanaban del dolor de las víctimas y de los poetas vueltos a la plaza pública, comenzó a restablecer los significados perdidos. Frente al lenguaje desgastado de la política, frente al lenguaje distorsionado de la vida social, un conjunto de formas de decir nuevas, nacidas del dolor más atroz, volvieron a restablecer los significados originales. Era y es, como señala el poeta Alberto Blanco,“la necesidad de la poesía de hallar nuevas formas de decir las mismas cosas de siempre” para evitar que se derrumbe “el edificio de la civilización [al que el lenguaje] ha dado lugar con sus palabras”. Por desgracia, y a pesar de esta ardua tarea de la poesía, que por un momento nos hizo vislumbrar el horror y el dolor de nuestra realidad, y las alternativas para salir de ella y volver a nombrar la vida, el lenguaje vacío de las elecciones, que ocupa todo el decir de los medios, ha vuelto a envilecer los significados y a humillar el dolor. Si la poesía –no me refiero sólo al poema, sino a cualquier forma del lenguaje que pueda revelarla– no se mantiene en el espacio público, no podrá mantener sanas, como quería Mallarmé,“las palabras de la tribu”. Sólo la poesía, como lo entendían los antiguos poetas chinos, es capaz “de rectificar el lenguaje” sin el cual las sociedades se pierden, se prostituyen y hacen prosperar el crimen. La poesía, a diferencia de lo que suele pensarse, no es la hermosa expresión de alguien, sino la expresión, a través de la profundidad del lenguaje, de todos. Para que alguien pueda hacerlo “debe ir –dice Gary Snyder– más allá de su yo, de
su personalidad”, hasta la fuente misma de los significados de la tribu, de ese yo plural llamado “nosotros”. “Aquí –decía roshi Dogen– [quizá en el monasterio del silencio donde el poeta y el espiritual se recogen] nos estudiamos a nosotros mismos para olvidarnos de nosotros mismos. Y cuando nos olvidamos de nosotros mismos entonces nos volvemos uno con todos los demás seres”, nos volvemos los canales a través de los cuales la tribu habla, se dice y recupera sus significados y su ser. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco- CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar todos los presos de la APPO, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón •
5 de febrero de 2012 • Número 883 • Jornada Semanal
Verónica Murguía Cada quien su magdalena ¿Cuál es el primer sabor que recuerdo? Leche con chocolate. Milo, para ser precisos. Servido en un vaso entrenador, de plástico rojo con un popote fijo y corto, para que la leche no se derramara. Recuerdo perfectamente la leche tibia, el ronroneo del líquido en el popote, el vago sabor a cacao. El Milo, supe después, no sabe a chocolate, sabe a malta. A leche en polvo, vainilla, cacao. A Milo, pues. Aun a esa edad, antes de ir al kínder, había cosas que rechazaba. El huevo tibio, que me obligaban a tragar apretándome la nariz para que abriera la boca. ¿Cómo es posible que no me gustara? Ahora me parece uno de los alimentos más sublimes, no sólo por los poderes nemotécnicos, que obviamente tiene, sino porque sabe a gloria. Aunque para liberar los poderes proustianos del huevo tibio –o estrellado sobre una tortilla frita–, hay que comprar huevo de granja, porque el industrial sabe a pescado y a surimi, ese cangrejo fingido pintado de rosa que se hace con mariscos misteriosos. Detestaba muchas cosas, pero mis padres nos quitaban la manía a fuerza de mantenernos en la mesa hasta que dejábamos el plato limpio. –Cómete la fabada. –Es que no me gusta. –¿Por qué? Esa era mi mamá, a mi papá no le interesaba el porqué y tenía razón. –Porque no me gustan estos frijolotes. –Pues te los comes. Se llaman alubias, no te hagas la chistosa. Y se quedaban leyendo el periódico, fumando y platicando como si yo no estuviera allí. Debajo, literalmente, de sus narices, mientras la fabada se coagulaba, el bolillo se enfriaba, otros niños salían a jugar. Mis hermanos prendían la tele y yo alcanzaba a escuchar a Pedro Picapiedra gritando ¡yaba daba du!, pero tenía que seguir en la silla y comer. –Tengo que ir a hacer la tarea. –Qué bárbara, qué cumplida. Te terminas la fabada o haces la tarea mañana en el camión. De aquí no te paras hasta que acabes. Se miraban y encendían otro cigarro. Yo fingía que lloraba y sí, medio lloraba de aburrimiento, porque la fabada me tenía harta. Mi madre se daba cuenta de que estaba a punto de rendirme. Se levantaba, ponía la fabada en un sartén, la calentaba y la volvía a servir. Yo hacía muecas, pero ya habían ganado. Comía, me daban un beso y, por fin, me iba. A los niños que me rodeaban y a mí nos gustaba lo ácido, contrapunteado con montones de sal y chile en polvo; c h a m oy s, j í c a m a s y p e p i n o s ro j o s d e chile, fruta deshidratada, galletas saladas bañadas en salsa Tabasco; papas fritas desmenuzándose por la humedad de la salsa Búfalo y el jugo de limón. También, proverbialmente, codiciábamos lo dulce, de formas que ahora me resultarían intolerables: pirulís con grageas; galletas con malvavisco y coco rallado; pasteles cubiertos de merengue, rellenos de mermelada. El hambre de la infancia: un leve calambre en la panza, una furia, el hambre del recreo de las diez y media. Las tortas de jamón y queso, reblandecidas y con la servilleta pegada; los sándwiches de mermelada de fresa con mantequilla; la manzana abollada, el plátano apachurrado. En la secundaria, el hambre del recreo se afiló debido a la clase de cocina. Nos alternábamos con el grupo “A” para escribir las recetas. Unas estábamos en pupitres, mientras en el espacio contiguo, donde había tres hornos y tres es-
LAS RAYAS DE LA CEBRA
Javier Sicilia
LA CASA SOSEGADA
arte y pensamiento ........
tufas de seis quemadores, el grupo “A ” preparaba lo que nosotros consignábamos por escrito. Escribíamos, por ejemplo, la receta para hacer budín azteca (tamales de rajas cortados por la mitad, salsa verde, una capa de pollo deshebrado, otra de queso Oaxaca, crema ácida arriba, se repite y al horno) mientras a unos metros lo cocinaban, ¡a la una de la tarde! ¡Sin haber comido! Esa hambre, ese antojo, es un recuerdo físico de tan potente. Proust, en el pasaje de la magdalena, nos ofrece la visión del recuerdo como una burbuja que se eleva desde el fondo de la memoria hasta la superficie, la conciencia. El olfato, las poderosas conexiones de este sentido con la memoria, el papel determinante de la nariz en la percepción de los sabores, hacen de la comida una fuente de diáfanos recuerdos y sensaciones. Hay épocas en la vida de cada quien en las que la memoria se manifiesta con más vigor y claridad que en otras; el pasado, transformado por nuestros anhelos y la imagen cambiante que tenemos de nosotros mismos, está más cerca. Quién sabe por qué, para abrir la puerta de mi infancia, en estos días me basta con sopear un bolillo en una taza de chocolate •
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Alonso Arreola alarreo@yahoo.com
Generación espontánea Siempre nos gustó el concepto de la “generación espontánea”. Imaginamos a Aristóteles viendo nacer gusanos de un fruto podrido sin considerar la implantación de huevos de mosca, pensando en una suerte de “milagro científico”. Tal teoría duró hasta que Francesco Redi y otros biólogos del XVII la refutaron demostrando que un ser vivo sólo nace gracias otro ser vivo, y no de manera espontánea a partir de materia inorgánica o muerta. Pusieron contenedores abiertos y cerrados con restos de carne y fruta, o simplemente húmedos, para notar que los que se exponían al contacto de insectos se convertían en nido de larvas y hongos, mientras que los cerrados no mostraban vida ulterior. Claro, el asunto puede llegar lejos y tocar a las religiones, al concepto mismo de Dios. Podemos meternos al laberinto de la “gallina y el huevo” y ahogarnos en el acertijo de la pregunta fundamental sobre el Universo. Pero es domingo y vale mejor irnos a otros terrenos más amables. Apelando al músico improvisador, acordamos que, en tanto se trata de un ser vivo, está plenamente capacitado para provocar el nacimiento de vida; en su caso, vida musical. Pues bien, sirva el exordio para invitar al lector a que se acerque a Generación Espontánea, grupo de improvisación libre formado en México durante 2006 por los músicos Wilfrido Terrazas (flautista), Alexander Bruck (violinista), Adnan Márquez-Borbón (saxofonista), Darío Bernal Villegas (baterista), Ramón del Buey (saxofón, piano), Carlos Alegre (violinista), Misha Marks (guitarra, acordeón) y Fernando Vigueras (guitarra). Su primer disco, reVuelta, se puede descargar de manera gratuita en: www.dog-eared-records.com. Se trata de un colectivo integrado por intérpretes provenientes del rock, el jazz, el clásico, el contemporáneo, la música electroacústica y cualquier género en que la espontaneidad provoque nuevas formas, siempre pasajeras, capaces de provocar al escucha a través de su rebelión contra las convenciones del ritmo, la melodía y la armonía. Probablemente habrá quienes se pregunten: “¿valdrá la pena o se trata de una bola de clavados haciendo ruido?” Ya luego hablaremos del concepto ruido, tan interesante. Mientras, digamos que nos hemos encontrado en la misma posición ante “compositores”contemporáneos que no sólo carecen de destreza en algún instrumento, sino que disfrazan su falta de creatividad con un currículo sospechoso. Empero, el colectivo del que hablamos hoy representa un arte genuino que aplaudimos. No se trata de una élite que busca validación a partir del nicho sofisticado o los kilómetros recorridos (y vaya que entre sus miembros hay tipos notables con importantes experiencias internacionales, sea como alumnos, maestros o concertistas), sino de seres dispuestos a la simple, llana y necesaria sorpresa que constantemente invitan o son invitados por otros de su estirpe. Un buen pretexto para ponerlos y ponernos a prueba es Cátedra, último trabajo discográfico, en donde aparecen los músicos citados menos Márquez-Borbón (seguramente por su estadía en Europa), pero con el agregado de Isaac de la Concha en guitarra eléctrica. Álbum breve y muy bien producido, muestra ocho improvisaciones en las que percibimos un entendimiento disfrutable, incluso en lo más desgarrado. Pese a lo que muchos creen, los grupos de improvisación alcanzan
grandes momentos precisamente por su diálogo interno, por la manera como la intuición se manifiesta a partir de algún pretexto, sea o no musical. Su primer corte se llama “Godoma”; el cuarto:“Duelo dos: lucha de clases”; el último: “Estoy a punto de hacer una obra maestra.” Así, de lo solemne a lo humorístico, Cátedra nos deja escuchar timbres y tesituras extremas, pero también la silla que cede, el piso que cruje, la respiración que llena el espacio de un silencio. Nos acerca a la intimidad de un círculo en el que sin duda se calienta el aire. Otra cosa en la que Generación Espontánea acierta es en darle la espalda al ego. Todos con proyectos como solistas o alternos, en este ensamble los músicos parecen seguir lineamientos claros. O sea que consiguen la verdadera libertad con lindes acordados incluso en sus renuncias formales. Para ello las dinámicas conseguidas son fundamentales. Porque sí, Cátedra es como un cuerpo de agua que sabe sufrir meandros, cascadas, desembocaduras y bifurcaciones, para finalmente evaporarse o convertirse en hielo, con nosotros dentro. Su sitio: www.generacionespontanea.net •
Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com
Mirada que es como palabra Como Todomundo sabe, el cineasta griego Thódoros Angelópoulos murió el pasado martes 24 de enero, en pleno rodaje de lo que iba o habrá de llevar por título El otro mar. Contaba setenta y seis años de edad y, en un hecho cuya ironía bien podrá comprender todo aquel que conozca siquiera a medias la filmografía de este ateniense, la muerte se la causó –si bien involuntariamente, de manera accidental– un policía con su motocicleta. Comprobando una vez más cuánto placer obtiene el azar cuando dibuja vínculos ocultos y flagrantes coincidencias, recuérdese aquí que la muerte de Angelópoulos guarda parecido con la de Roland Barthes; y para que el improbable lector aquilate de mejor manera cuán llamativa es la similaridad de las muertes de ambos, recuerde la importancia que en el desarrollo vital e intelectual de Theo tuvo Francia y lo francés; también considérese que Barthes fue “expulsado” de esta vida justo frente a La Sorbona, donde Angelópoulos alguna vez tomara clases, entre otros, con Claude LéviStrauss... Nadie que conozca, como ya se dijo antes, siquiera medianamente la filmografía angelopoulosiana, habrá de considerar gratuito ni peregrino el parangón arriba pergeñado, puesto que quien ha ensanchado su horizonte no sólo filmográfico sino, sobre todo, humano, en virtud de haber visto La eternidad y un día, La mirada de Ulises, Reconstrucción o Paisaje en la niebla, por citar sólo las más recordadas; quien las haya visto sabe que lo de Theo era como hablar, literalmente hablar a través de la imagen –no esa platitud mema de “una imagen dice más que...”, sino ejercer la palabra, despertarla, provocarla, volverla necesaria y útil. Como Barthes quería, por ejemplo. Pero que lo diga, en sus palabras, el propio Thódoros Angelópoulos: “Las mujeres son más figuras trágicas que los hombres. Mi madre, por ejemplo, en ocasiones era Antígona y otras veces era Hécuba. A lo largo de su vida representó diversos roles.” “Los premios son los premios, pero independientemente de ellos necesito contar esas historias, y hacerlo con sencillez es lo más difícil.” “En Viaje a Citera, en realidad el viaje es una reelaboración del mito del retorno de Odiseo, según el propio mito que precedió a Homero. Parecido a la versión de Dante, se trata de una versión pre-homérica en la que Odiseo vuelve a navegar después de haber regresado a Ítaca. Así pues, la película trata más sobre un abandono que sobre un regreso a casa. Siento un enorme respeto por los escritores antiguos. Es verdad que no hay nada nuevo; sólo retomamos y reconsideramos ideas que los antiguos ya habían abordado antes.” “En vista de todas las dificultades, las frustraciones y el esfuerzo que implica, a final de cuentas hacer cine es una aventura humana...” “Alejandro Magno refleja la transformación de un hombre en un tirano. No se refiere solamente al fenómeno del fascismo o el estalinismo, sino al poder el general. La visión manifestada en Alejandro Magno es acerca del peligro latente en la transformación de cualquier autoridad o poder, se trata de ver cómo las buenas intenciones iniciales acaban convertidas en despotismo.” “Los cazadores expresa la manera en la que un hombre de mi generación piensa acerca de la historia de Grecia [...] Es un estudio de la conciencia histórica de la burguesía griega. En Grecia, las cla-
CINEXCUSAS
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ses dominantes le temen a la historia y, por eso, prefieren esconderla. Los cazadores parte de esta premisa.” “Los griegos crecen sin poner ningún cuidado en lo que consideran ‘piedras muertas‘. Con El viaje de los comediantes intenté llevar la mitología directamente a las personas.” “La dictadura está entrelazada directamente con la estructura formal de Días del ‘36. El silencio impuesto fue una de las condiciones bajo las cuales filmamos. La película es... algo así como una vía para que el espectador se dé cuenta de cómo la censura está implícita.” “¿Qué quiero que suceda? Sencillamente quiero nuestra vida, aquí, para ser más humanos. Necesitamos volver a aquellos lugares en donde está mucho de lo que sigue siendo importante y auténtico en nuestras vidas.” “Cada cineasta recuerda la primera vez en que se asomó a la mirilla de una cámara: es un momento en el que se descubre no tanto algo sobre el cine sino más bien algo sobre el mundo. Pero entonces llega un momento en el que el cineasta comienza a dudar de su capacidad para ver las cosas, un momento en el que ya no sabe si su mirada sigue siendo inocente y justa.” “Paisaje en la niebla no trata solamente de dos niños en busca de su padre. Se trata de un viaje que es una iniciación a la vida. En el camino, los niños lo conocen todo: el amor y la muerte, la verdad y la mentira, la belleza y la destrucción. El viaje es sólo una manera de enfocar todo lo que nos da la vida” •
arte y pensamiento ....... GALERÍA
5 de febrero de 2012 • Número 883 • Jornada Semanal
Rodolfo Alonso
Vigencia de Oliverio Girondo
mente a inspirarle a Baudelaire para intentar transmitir la vida urbana moderna), ese volumen nos introduce quizá de sopetón, a mi modesto entender, en otras dos premoniciones no menos visionarias de nuestro Oliverio: el pre-sentimiento del absurdo que, trece años más tarde, en 1945, iba a comenzar su predominio sobre el escenario intelectual del mundo desde la Europa convulsionada por la catástrofe, y la cabal aparición entre nosotros del más legítimo “humor negro”, del cual el mejor surrealismo iba a hacer una de sus más nítidas banderas. Me animaría a añadir, aunque no por supuesto en forma tan marcada y en clave muy especial y originalísima, cierta concomitancia que me parece intuir no sólo con el clima de lo que dio en llamarse el “grotesco” para nuestra dramaturgia, sino también algún contacto con aquellos marcados estereotipos sumamente significativos a los que supo re-
Una vez más Consternado, don Abundio sacó del baúl donde iban quedando una copia de algo que había mandado a La Voz de la Costa seis, o doce, o quién sabe cuántos años atrás; no estaba seguro; lo había enviado varias veces, pero nunca lo habían publicado. “Por ahora, la falta de espacio, lamentablemente...”, le había dicho siempre el subdirector después de elogiarlo. Lo leyó por encima, saltándose palabras, líneas, párrafos; las páginas en desorden. Lo había enviado tantas veces; lo había leído y releído; lo había repensado insomne tantas noches. De pronto sentía que faltaba alguna parte o que estaba releyendo algo que acababa de leer. “...todos lo repiten... el crecimiento, el bienestar del pueblo, la lucha contra la miseria... las oportunidades, la educación, la tranquilidad... la solución está en el pueblo, el pueblo, el pueblo...” Una pesadilla recurrente, pensó. No era eso lo que buscaban. Se trataba, siempre, de enriquecerse, de ganar el poder •
Rogelio Guedea
MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido
rguedea@hotmail.com
El otro frente al espejo Hay cosas que, curiosamente, uno jamás sabe de uno mismo. Viven como debajo de las cosas que sabemos, guarecidas siempre a la espera de sorprendernos a la menor provocación. Viven en los resquicios de los recuerdos, como el moho en las bisagras de las puertas, o los agujeros de un olvido aparente. Son las cosas que nos definen realmente y no lo sabemos, porque también a veces nosotros mismos las pisamos para enterrarlas más adentro, debajo de lo que queremos o deseamos ser, como el monstruo que respira entre la máscara y el rostro que usamos todos los días para ir al trabajo. Los otros a veces pueden ver ese monstruo con claridad, cuando se nos acercan un poco, o nos rozan con la yema de los dedos, pero sólo algunos se atreven a decírnoslo. Generalmente vivimos sin saber lo que somos en realidad. Vamos por la vida con los ojos vendados, a tientas, parecidos a los ciegos que se extravían al ser abandonados en medio de la multitud por el perro que, hasta entonces, les tendía su mano amiga •
AL VUELO
La estruendosa banalidad dominante se hace la desentendida. Pero las pruebas felizmente irrefutables de su permanencia (como contraveneno y como antídoto, frente a cualquier solemnidad o grandilocuencia), se suceden sin cesar. Yo disfruté de la inmensa fortuna de ser uno de aquellos jóvenes (todos sintomáticamente ligados con uno u otro de los movimientos de vanguardia: invencionismo y surrealismo, que conmocionaron la poesía argentina durante los años cincuenta), que supieron reconocerse en Oliverio Girondo, al reconocerlo. Como ellos, también me tocó ascender los escalones blanquísimos del hall de entrada a la casona de la calle Suipacha 1444, en Buenos Aires, a pasos de la avenida del Libertador por la empinada subida, para enfrentar el enorme espantapájaros que custodiaba el ingreso, de chistera y monóculo, con un cuervo posado en el hombro, como los que revoloteaban a su alrededor en la portada de la edición original de Espantapájaros, y que parece –por suerte– haber sido rescatado de herencias y acarreos en el Museo de la Ciudad. Esa estrambótica figura, sin embargo un abierto paradigma, testimoniaba aquella célebre apuesta que, anticipándose de forma visionaria (pero en franco tren de broma, es claro) a los actualmente desbocados mecanismos publicitarios, paseada por la calle Florida en una carroza fúnebre rodeada por apuestas damiselas, le permitió agotar en tiempo récord la primera edición de ese libro. Propuesta que, implicando un sonoro cuestionamiento de ciertas idealizaciones entonces vigentes con respecto a la poesía, era en todo coherente con el tono mismo del libro. Registro a la vez generalizador y personalísimo de esa peculiar presencia, en la literatura argentina, del poema en prosa (el mismo que Aloysius Bertrand llegó involuntaria-
currir instintivamente nuestro Roberto Arlt. Todo lo cual nos prueba apenas que Oliverio siguió siendo consecuente con ese meridiano concepto de sus Membretes, donde afirmó, lúcidamente, que “la nacionalidad es algo tan fatal como la conformación de nuestro esqueleto”. Y ya que estamos en tren de suposiciones, que por algún momento se yerga desde este castellano terrestre y rico, jocundamente vivo, un atisbo del Vallejo humanísimo (“El solo hecho de poseer un hígado y dos riñones ¿no justificaría que nos pasáramos los días aplaudiendo a la vida y a nosotros mismos?”), no puede sorprendernos. Siendo tan nuestro y tan de nuestra lengua, en nuestro propio modo, Oliverio Girondo no podía dejar de ser también, en alguna medida, a su manera, latinoamericano. Evidencia de desacralización y desparpajo, pero también rotundo hecho de lenguaje, como vimos, Espantapájaros culmina haciendo literalmente público uno de los secretos mejor guardados por la especie: “el miasma de la certidumbre de la muerte”. A la que enfrenta, también con premonitoria clarividencia, aquella misma reacción con que los totalitarismos de su época estaban por coronar a la vez su culto de la muerte y su miedo a la muerte: “un aguacero de granadas que produjo la destrucción de la ciudad y la redujo a escombros y cenizas” (y esto en 1932, cuatro años antes de comenzar la Guerra civil española y siete antes de la segunda guerra mundial). Frente a la angustia de la nada o el absurdo de la realidad y del ser, con el mismo estómago poderoso que festejó sus comelitones de “La Púa” en la célebre carta-prólogo para la segunda edición argentina de sus Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, Oliverio prefirió caer siempre de parte de la vida, pero sin negarse nunca a abrir los ojos •
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Miguel Ángel Quemain
LA OTRA ESCENA
mquemain@prodigy.net.mx
Mariana Giménez, el dolor perpetuo de la guerra Bajo la dirección de Mariana Giménez, La paz perpetua, de Juan Mayorga, es una indagación sobre los límites de la condición humana enmarcados en una ética donde se juegan las ambivalencias de lo innato y lo adquirido, la naturaleza del bien y el mal, sus confrontaciones con lo justo y lo bueno. El texto homónimo de Kant se constituye como bandera de la romántica posibilidad de acuerdo entre los irreconciliables. Así fue en su momento la intención de Einstein en los albores de los años treinta, al pensar en la posibilidad de un mundo sin guerras. Le preguntó a Freud si esto era posible y éste contestó que era algo que no se podía “colegir”; había una tendencia que nos conducía a formas primordiales de disolución: inmovilidad y aniquilación. “Creo que la principal razón por la cual nos sublevamos contra la guerra es que no podemos hacer otra cosa”, decía. Se ha querido ver la obra de Mayorga como una fábula sobre el terrorismo porque los estados emocionales de los personajes son límite, lo mismo las decisiones que exigen la práctica de la violencia institucionalizada. Además de que la representación de sus obras también ha estado vinculada a reflexiones europeas sobre genocidio, autoritarismo, exterminio en los campos de concentración y la violencia que procede tanto del Estado como del orden terrorista. Obras que preceden a La paz perpetua indagan en ese mundo y tienen al pensamiento clásico como eje: de Montaigne a Kant, como Himmelweg, Últimas palabras de Copito de nieve y El jardín quemado, donde el propio autor reconoce que el sentido último está en la manera en que unos hombres ejercen la violencia contra otros, enmascarados y abandonando toda autenticidad para sobrevivir. Son vivencias que han descrito desde Semprún hasta Primo Levi en
torno a sus experiencias en los campos de concentración. Sin embargo, a pesar de esta vorágine temática y de orden filosófico, Mariana Giménez logra una lectura donde la ambigüedad de la exposición y discusión temática no se dirigen al orden de la subjetividad, porque el texto se levanta sobre un planteamiento donde existe una especie de esclavo con características animales, ferozmente domesticadas. La obra puede leerse como una expresión aleccionadora frente a todo lo que nos sucede como testigos, espectadores y víctimas de una violencia que se caracteriza por su impunidad, abuso, estupidez y prepotencia, y que coloca a los actores de la seguridad como unos objetos cuyo poder es susceptible de arrollar a los sujetos/objeto de su protección y defensa, como hemos visto sin tregua en el actuar de la Policía Federal, la Marina y el Ejército. Esos perros que Mayorga ha colocado como depositarios de un lenguaje que difícilmente puede ser atribuido
Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com
Televisión con decoro Las televisiones que producen los gobiernos estatales suelen ser patéticos ejemplos de mediocridad y conformismo. Es cosa común que las topemos en plena, abúlica sesión de zapping y apuremos el dedo en el botón del control remoto, ya que tienen en parrilla programas aburridísimos, casi siempre de discusión “y análisis”, porque un programa donde se sientan de dos a cuatro duchos a dialogar es harto más barato que cualquier producción documental o ya no digamos narrativa. Basta un foro más o menos iluminado, un par de micrófonos monitores de solapa (o de perdida un viejo boom) y una cámara para que tengamos a cuadro un acercamiento a ese señor que con severidad pontifica sobre las dinámicas cualidades de la nueva miscelánea fiscal, o por qué determinada modificación constitucional (a una constitución estatal que a todos tiene sin cuidado) eleva al señor gobernador, y al gabinete del que invariablemente el verborrágico y monocorde ponente forma parte, al parnaso de los notables o por lo menos a hijo predilecto de su entidad. Topar en cambio con programas de producción sencilla y hasta espartana pero que nos “enganchen” al tema que tratan o a la manera en que tratan el tema, es una placentera rareza. Entonces a veces hay proyectos de televisión estatal que paradójicamente funcionan –y digo “paradójicamente” porque usualmente decir televisión estatal es decir propaganda del gobernador en turno, enriquecimiento inexplicable del director y sus contlapaches, o camaleónicos reacomodos en la administración pública a menudo ligados a bochornosos casos de nepotismo y sempervirente cleptocracia–, pero de vez en cuando surgen valiosas excepciones,
y eso parece ser el Canal Mexiquense, del sistema de Radio y Televisión del gobierno del Estado de México. Bien harían las televisoras públicas de otros estados, como Radio Televisión de Veracruz, o TV Nuevo León en fijarse cómo se puede hacer televisión pública decorosa sin estridencias (La licuadora es de pena ajena, y los noticiosos del gobierno jarocho son un lamentable rosario de abyecciones). Aunque empezó a transmitir desde mediados de 1983, se le brindó personalidad jurídica y administrativa desde julio de 1984. Según el subdirector de concertación y relaciones públicas de SRT VM , Javier Lazcano, la iniciativa de creación del canal fue del entonces gobernador Alfredo Del Mazo. En 1988 la Secretaría de Comunicaciones y Transportes otorgó el permiso para la gestión de patrocinios, y a lo largo de la siguiente década se consolidó el canal en el sistema estatal de radio y televisión, sectorizado en la correspondiente Secretaría de Educación, Cultura y Bienestar Social del Estado de México. Hasta allí nada muy distinto –en apariencia– a la génesis de sus contrapartes en otras
a un ser humano por el carácter tan instrumental del discurso, en latitudes como la europea, que durante las últimas décadas ha convivido con la amenaza (cumplida) del terrorismo, cobra un sentido distinto al de nuestra lectura, porque esos perros pueden representar también el mundo terrorista que apuesta más por una idea que a favor de una vida. No deja de conmover el profesionalismo de unos actores que participan del rito iniciático de una actriz que se transforma en directora con un primer montaje sólido, emotivo y cuidado al detalle. Sobre el escenario sólo hay hombres, pero la diferencia del género no cuenta; el poder y sus efectos carecen de sexualidad, porque la diferencia de los sexos no puede más que la relación amo-esclavo. La coherencia actoral del conjunto es asombrosa, la caracterización y la indagación emocional que cada actor emprendió para entender lo que de físico y literal forma parte de la espiritualidad de su personaje/cosa constituye un lección actoral invaluable: Enrique Arreola, Odín, rottweiler; Marco Antonio García, un pastor Alemán de nombre Emmanuel; Israel Islas, su poder físico está en su cruza, su impureza. Todos evaluados por un estupendo Diego Jáuregui, como Casius, un labrador experimentado y juicioso que es el vínculo con el mundo de la domesticación y el control. Al final, el trabajo se empaña momentáneamente por un innecesario blablablá pedagógico y moralizante sobre la condición humana. Sin embargo, no oscurece el trabajo que, a lo largo de casi dos horas, mantiene al espectador exhausto y tirante en una butaca/perrera que se abre al final con un aplauso que finaliza la tensión. Esta obra forma parte de los montajes de la CNT y configura su repertorio •
CABEZALCUBO entidades de la República, pero llaman la atención varias cosas. Una, que fue a partir de la entronización del salinato y el Grupo Atlacomulco y su sindicato de gobernadores oscuros que ese proyecto de televisión pública cobró auge, y no deja de ser paradójico que efectivamente un grupo político del pragmatismo priísta famoso por sus corruptelas como es el Atlacomulco, desde Hank González y sus herederos Jiménez Cantú y Del Mazo hasta el mismo Enrique Peña Nieto o su delfín Ávila, pasando por personajes de lóbrega fama pública como Emilio Chuayffet, que tan caro le ha salido al país en términos de erario público y democracia, tuviera como subproducto un medio masivo electrónico eficiente y, sobre todo, plural, porque si bien es cierto que el propósito de pluralidad es letra muerta en casi todos los medios que dependen del ánimo burocrático o de la nómina pública, en el Canal Mexiquense sí suelen abrirse cámaras y micrófonos a variadas opiniones sobre el mismo tema, pero sobre todo sorprende su dilección programática por las bellas artes, por programas de calidad (aunque sean “enlatados”, es decir, no de producción propia sino de acervo y crestomatía), y que aún con pocos recursos se produzcan programas amenos y verdaderamente educativos, ahí Misión lectura. Es interesante también que la calidad no decrece a pesar de un ritmo de rotación de directores generales realmente notable: catorce de ellos en veintiocho años, a razón de un reemplazo cada dos años... Lo que obliga a reconocer que algo funciona, quizá por kafkianas omisiones, y que sin duda al seno del Sistema de Radio y Televisión Mexiquense hay gente que disfruta su trabajo y que simplemente lo hace bien. Y eso es algo que mucho se agradece de este lado de la pantalla •
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ólo dos novelas fueron suficientes para que J o s e f i n a Vi c e n s s e consagrara como una autora mayor dentro del panorama narrativo mexicano del siglo pasado: El libro vacío (1958) y L o s a ñ o s f a l s o s ( 1 9 8 2 ) . Vi c e n s publicó también el relato “Petrita”, aparecido originalmente en la revista La Brújula, en enero de 1984. Su obra teatral Un gran amor apareció en Cuadernos de Bellas Artes, en febrero de 1962. En varias entrevistas se atribuye la escritura de más de noventa guiones cinematográficos, entre ellos Las señoritas Vivanco, Los p e r ro s d e D i o s y R e n u n c i a p o r motivos de salud. Los estudiosos de Josefina Vi c e n s a f i r m a n q u e e s c r i b i ó a r t í culos de tema político bajo el seudónimo de Diógenes García, y crítica taurina en la revista Sol y Sombra con el nombre de Pepe Faroles, sin embargo, consultando esta última publicación, uno no encuentra colaboraciones con este nombre. Josefina Vicens nació en 1911 en Villa Hermosa, Tabasco y murió en 1988 en Ciudad de México. Hizo sus estudios primarios y una carrera comercial en la capital del país, lo que le permitió trabajar como secretaria en el Departamento Agrario. Tuvo un cargo en la Acción Femenil en la Confederación Nacional Campesina y posteriormente se desempeñó en la Sección de Técnicos y Manuales del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica; ahí nació su interés por la escritura de guiones para cine. Desde la publicación de El libro vacío, la crítica la miró con beneplácito; en la segunda edición, la obra se publicó con una carta-prólogo de Octavio Paz, quien califica la obra de Vicens como una “verdadera novela”, que habla sobre la nada con un lenguaje “vivo y tierno”. Para Paz, la primera novela de Vicens destaca por la presentación del “hombre caminando siempre al borde del vacío, a la orilla de la gran boca de la insignificancia”. Con esta obra, se muestran las inquietudes autorales por el tema de la creación literaria, el conflicto de la “página en blanco” y la condición individualista del artista al que le angustia no tener nada que decir y que piensa en la primera frase para iniciar una novela. Por su parte, Los años falsos plantea el tema del patriarcado mexicano, pues en la obra el hijo varón se convierte, a la muerte de su padre, del mismo nombre, en el proveedor económico y en el encargado de proporcionar el tradicional “respecto de varón” a su madre y hermanas. Se trata de una metamorfosis de hijo a padre, así como de un rito de asignación, pues el patriarca ausente le hereda no sólo la carga familiar, sino el trabajo, el grupo de amigos y, de forma extre-
ma, la concubina. Aunque la mirada narrativa pone énfasis en las relaciones entre los géneros, en la obra destacan las alusiones a la política mexicana emergida de la postrevolución; a esa nueva época en la que la corrupción, la mentira y las influencias son privilegios de unos cuantos. En Los años falsos se aprecia la asignación y reproducción de los roles de género en los personajes de la novela, particularmente en el protagonista, quien queda revestido de un compromiso familiar y social ineludibles. Las mujeres quedan ficcionalizadas dentro de la subordinación, la dependencia económica y el silencio como características de su género, al menos en el contexto mexicano que Vicens alude. Dentro de la producción de Vicens hay que destacar también el cuento “Petrita”, hasta ahora poco conocido. La edición reciente del Fondo de Cultura Económica no incorpora este texto; tampoco la obra teatral ni el fragmento de una novela inconclusa publicada en el suplemento
Los cien años de Josefina Vicens Gerardo Bustamante Bermúdez
México en la Cultura el 26 de junio de 1960, con el título “Los enemigos”, proyecto que no pudo concretarse debido a los problemas visuales de la autora. “Petrita” se ocupa de la fijación que provoca en la mujer narradora –única voz femenina dentro de la narrativa de Vicens– por una pintura donde aparece una niña muerta que, a lo largo del relato, se convierte en la interlocutora de esta mujer en apariencia sola, que re-crea una amistad con la niña ausente/presente. Según contó Vicens en algunas entrevistas, este texto es producto de la impresión que le causó contemplar la pintura Niña muerta, del pintor Juan Soriano. Se trata también de recrear un tópico rural muy frecuente durante principios del siglo XX, particularmente los retratos o fotografías de difuntos en las provincias mexicanas. Petrita es el nombre que la mujer le asigna a la niña muerta, con la que establece una relación de amistad e incluso protección alienable. La narradora le inventa una historia de vida a su confidente, la cuestiona sobre el estado y la experiencia de muerte. Lo que Vicens pone a discusión en este relato breve es la relación entre el arte y la vida como conocimiento del individuo. Agrega, además, la condición de soledad de la protagonista, sus estados angustiosos que la llevan a experimentar un diálogo con la muerte. Por su parte, Un gran amor es una obra teatral en un acto, ilustrada con un dibujo erótico de Matías Goeritz. Los temas tratados son la promesa del amor entre un hombre y una mujer, la insatisfacción y las adversidades por realizar la unión en el pasado, así como el reencuentro a la hora de la muerte. Se trata de una pieza de corte surrealista que incorpora abundantes elementos simbólicos, sobre todo en la escenografía de un espacio identificado con el “limbo”, que incluye las túnicas que usan sus personajes y la propuesta de una construcción escénica del “limbo mexicano”, cubierto por una tierra caliza, una neblina apacible, árboles secos al estilo Juan Rulfo. En esta obra, cuatro personajes, dos hombres y dos mujeres, disertan sobre la imposibilidad del amor, el suicidio y los reencuentros en un tiempo etéreo donde ya no importa todo lo que se dejó de lado en vida, porque el “amor que no se defendió ya no importa defenderlo”. A cien años del natalicio de esta autora tabasqueña, la recopilación de su obra completa es todavía parcial. Cuando se recopile, se estará haciendo justicia literaria a una pluma lúcida que sólo escribió y publicó lo necesario para estar dentro del panorama de las escritoras mexicanas más importantes del siglo xx •