La Jornada Aldea global

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DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE

Xinhua/Enzo dE Luca/aBI

SUPLEMENTO MENSUAL. AÑO 2. NUMERO 16. AGOSTO DEL 2013

NuEVA RESISTENCIA

EN AMÉRICA LATINA

EN BRASIL CRISIS ANTES DE LA FIESTA

PROGRESISMO, IzquIERDA y SOCIALISMO EN EL CONO SuR


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JULIO DEL 2013

NDICE CARMEN LIRA SAADE

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Directora General

3 EDITORIAL

LUIS JAVIER SOLANA Coordinador General RUBEN MONTEDÓNICO

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Información

LA NUEVA RESISTENCIA EN AMÉRICA LATINA Hay una amplia base social que posibilita el cambio

ANDRÉS RUIZ Redacción FABRIZIO LEÓN DÍEZ Editor de Fotografía ROMERO Dirección de Arte LETICIA MARTÍNEZ MARTÍNEZ MARIANA OLLIN YOLIZTLI M. Diseño

8 PROGRESISMO IZQUIERDA Y

Secciones del Suplemento Cuatro secciones bajo las cuales se agrupa el análisis de los acontecimientos internacionales:

SOCIALISMO EN AMÉRICA DEL SUR Buenos deseos inviables en la división internacional del trabajo

1. Balances geopolíticos y actores globales, principalmente los Estados que han jugado un papel hegemónico en Europa y América del Norte así como actores emergentes (China, Brasil, Corea del Sur, India, Sudáfrica, México) que en la primera década del siglo XXI están modificando los equilibrios globales. Actores como las redes sociales de opinión e influencia ligadas a las nuevas tecnologías; el crimen organizado; y en general la sociedad civil que reclama crecientemente espacios de influencia y que condicionan el papel predominante de los Estados en las relaciones internacionales.

DE LOS 12 SAMBA INCONFORMES

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Se desportilló la imagen primermundista de Brasil

2. Recursos mundiales y población, binomio cuyo equilibrio es cada vez más precario sobre todo cuando se trata del agua, los alimentos, las fuentes primarias de energía, y el medio ambiente. Y que abre la posibilidad de guerras futuras por el control de esos recursos o para impedir que un país acelere, con sus políticas nacionales de desarrollo, el cambio climático y de sus ecosistemas con consecuencias catastróficas para el planeta.

RAMÍREZ 16 SERGIO DE TROPELES

Y TROPELÍAS

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3. La economía global, operando hoy día bajo supuestos fuertemente cuestionados incluyendo los retos de un nuevo proteccionismo comercial, una guerra de divisas, las secuelas de la reciente crisis financiera y económica mundial que seguirán pesando en la estructura del capitalismo y de las economías emergentes, en particular en los mercados laborales y en el problema del desempleo, así como en las presiones migratorias de unos países y regiones a otras. Estos tres ejes – actores geopolíticos, la geopolítica de los recursos naturales y del medio ambiente, y la economía global – serán los componentes permanentes del suplemento. 4. La coyuntura y lo nuevo, el cuarto eje propuesto, es un espacio para recoger hechos circunstanciales que permitan destacar las reacciones inmediatas de gobiernos y de fuerzas sociales y políticas involucradas. Esta es la propuesta, expedida junto con la invitación para iniciar con nosotros la experiencia de navegar por el mundo con mejor información y mayor conciencia de los eventos que nos impactan.

2 FOTO DE PORTADA: Un mAniFEsTAnTE, que porta un tapabocas con la bandera estadunidense, es captado afuera de la sede regional de la Presidencia, en Sao Paulo, Brasil


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E D I T O R I A L

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a perspectiva de un potencial cambio radical en las primeras décadas del siglo XXI están en América Latina –según el curso actual–, donde se pueden hallar con mayor frecuencia acciones contra el colonialismo residual sin bandera que asuela la región hace más de siglo y medio. La síntesis afirma que la lucha por libertad y soberanía en estas tierras ha sido fundamentalmente contra los imperialismos que inicialmente la balcanizaron, dieron paso al independentismo y posibilitaron los dominios económicos –apoyados en sectores criollos gobernantes– a un nuevo conquistador, con o sin cañoneras, con o sin inducciones a grupos cívico-militares. “América para los americanos” sólo fue un pasajero lema con el cual se alejó al colonizador europeo para dejar a la latinidad atada a las pretensiones y necesidades de yugo –de centralidad anglosajona– del norte continental. Aquel gentilicio segregaba a los habitantes del subcontinente al tiempo que les exigía que aportaran partes al engranaje económico que iría acrecentando las aspiraciones estadunidenses de convertirse en potencia. Repasando puntualmente el devenir de la lucha de clases en nuestros territorios, sus pocos éxitos y sus varios fracasos, se llega –en la primera nota de este número– hasta nuestros días, en que nuevas generaciones enfrentan de mejor forma los desafíos de la etapa, que incluye –en común con lo vivido– la confrontación con el imperio. La siguiente colaboración da continuidad al pensamiento anterior cuando expone el momento por el que políticamente transitan algunos países de la región sudamericana donde –con la contribución de izquierda– hay gobiernos progresistas que sin llegar a plantearse una alternativa estructural de cambio al capitalismo –algunos de ellos aplican en el campo económico y financiero medidas propias del modelo neoliberal–, en casos y ocasiones puntuales, o en instancias prolongadas, chocan con planes de desestabilización del imperio. El cuestionamiento que el autor plantea y que muchos hacen, prologado por la positiva valoración acerca de lo mucho que –de todas formas– han incidido esos regímenes en cambios geopolíticos, es: “¿En qué medida estos gobiernos acercan, estancan o incluso alejan al movimiento social y popular de escenarios de transición hacia proyectos

político-económicos más radicales, de transformaciones estructurales en favor de la población?” Una primera respuesta que ofrece es “recuperar un análisis de clase de tales gobiernos”. De inmediato alerta que “no puede ignorarse que el proyecto del capital, en un contexto de recomposición general del capitalismo, continúa adelante y no ha sido afectado en lo esencial por los cambios ocurridos en la región. De todas formas, la existencia misma de gobiernos progresistas en América del Sur es una manifestación de importantes cambios en la correlación de fuerzas, aunque sus impactos sean disímiles”. Y esto da pie para la nota sobre Brasil, donde lo primero a considerar es que se apuntan con corrección los antecedentes de protestas desde el año 2000, se constata una rebeldía antinstitucional, sin partidos ni grandes centrales obreras, con calles copadas por jóvenes sin organización visible, demandando la apertura de canales donde exponer problemas y soluciones propias; exhibiendo rasgos rebeldes y eludiendo ser etiquetados genéricamente como “clase media”. El incremento de 20 centavos en el transporte público fue el leitmotiv que colmó la paciencia social, que actuó a instancias de un proletariado joven, con el ingrediente de que muchos son estudiantes con empleos precarios e inestables, que mediante convocatoria a través de las redes sociales, concretaron las manifestaciones en las principales ciudades. Son los mismos que no fueron atraídos por las grandes centrales sindicales al paro del 11 de julio, contestando así a la falta de apoyo de aquellas a sus demandas, que llegaron a calificarlas de instrumentos de la derecha. Muchos de esos manifestantes escucharon la voz del papa Francisco –de visita en Brasil– esperando palabras sobre los problemas que los aquejan para decidir, en cada caso, si regresan o se van de la Iglesia de sus mayores. Con más tiempo, sin que quizá se defina su futuro, aguardan las decisiones de las cúpulas partidarias y empresariales para ver a quiénes postulan en la elección de octubre después que pase, en julio, el Campeonato Mundial de Futbol de 2014. ¿Habrá un segundo periodo encabezado por la señora Rousseff ? Por último, a tres décadas de la edición nicaragüense de Tropeles y tropelías, de Sergio Ramírez, que ridiculiza, sin nombrarla, a la dinastía dictatorial de los Somoza –volumen ilustrado por el pintor alemán Dieter Masuhr– se incluyen, como muestra de esos relatos, de naturaleza que asemeja extensas greguerías, dos textos y otros tantos grabados de la treintañera obra.


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Hay una amplia base social que posibilita el cambio

Nueva

resistencia en Latina No hay dictadura en el subcontinente que

no haya sido auspiciada desde el norte

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inicios del siglo XXI, una de las regiones con mayor potencial revolucionario y, desde luego, con excepcional imaginación para reconstruir el mundo –su mundo– ha resultado ser América Latina. Serían muchas y variadas las causas que han condicionado esta especial situación militante de resistencia y de rechazo al orden imperialista establecido inflexiblemente, sobre todo por Estados Unidos, desde hace bastante más de un siglo. No sería exagerado decir que la historia latinoamericana se define por la resistencia y la lucha contra el imperialismo, y como consecuencia también de una lucha interna, con frecuencia sangrienta, entre grupos sociales antagónicos por sus intereses e ideologías. Unos pensando en que la resurrección latinoamericana sólo puede venir de fuera, de los “iluminados” centros de poder mundial en lo económico, político y cultural. Naturalmente, detrás de una idea tan simplista anida el prejuicio de que nuestros pueblos, con sus ingredientes indígenas y africanos, por definición y “naturaleza” son inferiores a las poblaciones europeas y caucásicas, a las poblaciones del norte. Pero no se trata solamente de prejuicios y de racismo sino del hecho material de que los “convencidos” de que la “salvación” procede del norte están vinculados casi sin excepción a los intereses coloniales e imperialistas: la “salvación” es individual, o de sector y clase, y nunca pensando en la nación como un todo. En la extraordinariamente variada composición social y cultural de nuestros pueblos, que los hace tan diferentes, las batallas anticoloniales y por la independencia de nuestros países, fue en general apoyada, sobre todo a principios del siglo XIX, por Estados Unidos, que juzgaba útil a sus intereses que las potencias europeas colonialistas abandonaran esta parte del mundo. Lo cual ocurrió, salvo contadas excepciones. Ello dio lugar a que nuestro continente, en el momento en que se fortaleció el imperio del norte, quedara a merced, como campo libre de penetración y acción, de la gran nación norteamericana. Las inversiones, las alianzas, la influencia política, las orientaciones de nuestro desarrollo económico y educativo, de manera más o menos directa, fueron implantados o influidos grandemente por sus intere-

REUTERS/Yuri Gripas

América

VICTOR FLORES OLEA fue director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); embajador en la URSS; representante de México ante la Unesco y la ONU; subsecretario de Cultura de la Secretaría de Educación Pública y para Asuntos Multilaterales de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y primer presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Actualmente es investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM y articulista de La Jornada, además de destacado fotógrafo

2 El hElicóptEro MarinE onE, con el presidente Barack Obama a bordo, arriba la Casa Blanca procedente del Campo David

ses, o por su visión del mundo, lo cual fue visto casi siempre por los habitantes latinoamericanos como una agresión y una imposición inadmisibles. Como una intolerable penetración y dominio imperialista. Sí, también lucha de clases en las sociedades latinoamericanas, pero lucha de clases casi siempre interferida, mediada, dominada por los intereses de la potencia del norte. Lo anterior se hizo especialmente evidente en la segunda mitad del siglo XX, ya que los intereses del imperialismo en América Latina no se conformaron con la extracción económica sino que tuvieron un objetivo primordial político: mantener a raya en el continente a los “agentes” que pudieran “minar” o debilitar su posición en la guerra fría, y “agentes” eran, para ellos, todos aquellos sectores de la población que exigían mejores condiciones de trabajo, mejores ingresos, educación y salud, es decir, todos aquellos que clamaban por “un mundo mejor”. El mejor método que encontraron fue el de imponer dictaduras que fueron terriblemente sangrientas y a las que sostuvieron con todos sus recursos. Prácticamente no hay dictadura a lo largo del siglo XX latinoamericano que no haya tenido su origen en una decisión en los altos círculos del gobierno de Washington o que no haya contado con su apoyo decidido. Como muestra del cinismo que anida en esa política, recordemos la frase de Henry Kissinger, ya secretario de Estado bajo Nixon, quien respondió a las objeciones del golpe de Estado contra Salvador Allende, presidente elegido legal y democráticamente por el pueblo chileno: “Sí, pero resulta inaceptable que se imponga el comunismo por la irresponsabilidad de ese pueblo”. Por supuesto, las razones políticas que han llevado a porciones muy importantes de la sociedad latinoamericana de diferentes países,


a luchar en contra de las dictaduras militares y sangrientas, impuestas, genocidas y violadoras de los derechos humanos, y al desastre económico de un neoliberalismo explotador y empobrecedor de las mayorías, están en la raíz de la transformación latinoamericana de las dos décadas anteriores. Y esas razones han sido tan poderosas que el panorama negro y de sangre de los años 70 y 80 que prevalecía en los regímenes latinoamericanos, se ha despejado de una manera increíble, hasta el punto de que nuestro continente se califica hoy como uno de luchas democráticas exitosas y de una transformación de unos regímenes a otros en que privan esencialmente los derechos de todos. Lejos de nuestra intención presentar un panorama idílico del continente –los problemas en todos los niveles y en muchas esferas siguen siendo desde luego preocupantes–, pero sí subrayamos el adelanto político que es una realidad en muchos de nuestros países, y el proceso alentador de las transformaciones históricas que hemos vivido, sobre todo en razón de las luchas y presiones populares.

Jacobo Arbenz, presidente de Guatemala legal y democráticamente elegido en 1950. Ese golpe, según se conoce ahora por documentos desclasificados por el gobierno estadunidense, fue una operación encubierta organizada por ese gobierno por conducto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus Las inversiones, las alianzas, la influencia siglas en inglés) y que se inscribió en el ambiente persecutorio del macartismo y de la guerra fría que se expresaba fuertemente política, las orientaen ese país. ciones de nuestro deOtro momento memorable en esta lista de golpes de Estado lo sarrollo económico y encontramos en 1964, con la expulsión del presidente de Braeducativo, de manera sil, Joao Goulart. Los años de Goulart estuvieron marcados por más o menos directa, reformas nacionalistas, como la expropiación de refinerías y de fueron implantados las tierras no cultivadas pertenecientes a compañías extranjeras. o influidos por Esta- Goulart fue un presidente de centro izquierda, pero cercano a las organizaciones obreras. En 1964 fue depuesto por un golpe dos Unidos, o por su que dio lugar a una serie de gobiernos militares que suspendivisión del mundo, lo eron drásticamente en Brasil, durante algunas décadas, los cual fue visto por los derechos civiles y las libertades. Goulart murió en 1976 en Buenos Aires de un supuesto ataque latinoamericanos Luchas, victorias y derrotas como una agresión y al corazón que desde esa época –y después Leonel Brizola (en Por supuesto, no pretendemos historiar América Latina en el una imposición inad- 2000), ex gobernador de Rio Grande do Sul y de Río de Janeisiglo pasado, pero sí hacer referencia a sus principales luchas y ro– se ha denunciado como un asesinato político (el presidente misibles victorias, y también derrotas, que han vivido nuestros pueblos, brasileño Ernesto Geisel lo habría autorizado) dentro del essobre todo en la segunda mitad del siglo XX (sin olvidar, como quema de la Operación Cóndor, el pacto criminal más siniestro recordatorio de paso que, por ejemplo, Bolivia sufrió en el siglo XX 56 que se ha establecido en América Latina, según lo ha calificado Stella golpes de Estado, Guatemala 36, Perú 31, Panamá 24, Ecuador 23, Cuba Calloni, la periodista argentina y corresponsal de La Jornada en ese país, 17, Haití 16, Santo Domingo 16, Brasil 10, Chile nueve, Argentina ocho, que lo ha estudiado y denunciado como nadie (Operación Cóndor, Pacto etcétera).Prácticamente todos ellos respaldados o incitados por el gobiCriminal, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005). erno estadunidense. Puede entonces entenderse fácilmente no sólo el Debe mencionarse también el asalto a la República Dominicana, por resentimiento sino la honda desconfianza hacia Estados Unidos que ha los marines de Estados Unidos, en 1965, para deponer al intelectual proechado raíces en el subcontinente latinoamericano y caribeño. gresista Juan Bosh, quien había sido elegido democráticamente después Para no remontarnos demasiado en el tiempo, mencionemos sólo aldel golpe de Estado a Joaquín Balaguer, quien sucedió al dictador Rafael gunos de los golpes de Estado que hirieron más profundamente la conLeonidas Trujillo (cuya muerte y complot previo está magistralmente ciencia latinoamericana: el de 1954, que significó el derrocamiento de novelado por Mario Vargas Llosa en La fiesta del chivo, Alfaguara, 2


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República Dominicana se convirtiera en otra Cuba. Pero concentrémonos en uno de los episodios golpistas más brutales de la historia latinoamericana, que fue urdido por agencias estadunidenses como la CIA bajo las instrucciones directas, en este caso, del presidente Richard Nixon y del Consejero de Seguridad de la Casa Blanca y después jefe del Departamento de Estado, Henry Kissinger: el golpe de Estado al presidente de Chile, Salvador Allende, y su heroica muerte el mismo día en el Palacio de la Moneda (11 septiembre, 1973), que había sido atacado por aviones y tanques del ejército comandado por Augusto Pinochet. Debe tenerse presente que el golpe fue urdido desde el tiempo en que Salvador Allende ascendió a la Presidencia de su país por vías estrictamente legales y democráticas: el director de la División Hemisférica de la CIA, William Broe, envió una nota formalizando una reunión en que recibió instrucciones diciendo que “el presidente Nixon ha decidido que el gobierno de Allende no es aceptable para Estados Unidos. El presidente de Estados Unidos ordenó a la Agencia (CIA) impedir que asuma el poder o desestabilizarlo, y autorizó 10 millones de dólares para este propósito. (He aquí otra de las hazañas del Premio Nobel de la Paz 1973, ¡¡¡Henry Kissinger!!!) Lo que nadie discute es que Pinochet, a sangre y fuego, impuso en Chile el neoliberalismo, con base esencialmente en la privatización de las empresas estatales, del sistema de salud y de los fondos de retiro. La transformación económica, al amparo del monetarismo de los Chicago Boys y de su mentor, Milton Friedman, se inició tras el golpe militar mediante una drástica reducción del gasto público y despidos masivos en el aparato estatal que tuvieron un altísimo costo social. En 1976, tres años después del golpe, Chile era un país con miles de ejecutados y desaparecidos políticos, con un desempleo que superaba 40 por ciento y con una pobreza por arriba de 60 por ciento de la población, sin que hubiera lugar para expresar inconformidad alguna. Subrayamos que en Chile se facilitó grandemente la operación gracias a que su dictadura contaba con un brazo armado implacable: el ejército comandado por Augusto Pinochet. En otros países, como México, la transferencia y aplicación de otras visiones del mundo como el neoliberalismo, alejadas de la realidad del país, ha sido relativamente más sencilla y menos traumática, aunque también altamente polémica. El control de la Presidencia de la República, inclusive sobre el Poder Legislativo, facilitó enormemente las cosas. En México, ese grupo de economistas que hace ya más de dos décadas controla en buena medida la economía, quienes han sido llamados “tecnócratas” para subrayar su alejamiento del pueblo e inclusive su profundo desconocimiento de la historia nuestra. En otras condiciones, su gestión debe considerarse también como un desastre mayúsculo.

AP Photo/File

2 2000). Lyndon B. Johnson dijo en aquella ocasión que su intervención evitaría que la

2 En Esta imagEn dE archivo, el cadáver de Evita Perón yace junto al féretro de su marido, el general Juan Domingo Perón, el 7 de diciembre de 1974 en Buenos Aires, capital de Argentina

Maniobra engañosa y demagógica Por lo demás, y ante la crisis interna, el 2 de abril de 1982 el ejército argentino ocupó por la fuerza las islas Malvinas, que en un primer momento contó con un amplio respaldo popular. El gobierno imaginó que la recuperación de las Malvinas iba a resolver sus problemas políticos, pero el gobierno había subestimado la respuesta de Gran Bretaña, creyendo además equivocadamente que Estados Unidos apoyaría su acción. La reacción británica, también por motivos internos, fue extremadamente dura: el gobierno de Margaret Thatcher envió una poderosa flota y fuerzas militares para recuperar las islas. Estados Unidos, después del fracaso de la mediación del general Haig –que procuró que el gobierno argentino aceptara la resolución 502 de las Naciones Unidas y retirara las tropas de las islas– apoyaron decididamente a su principal aliado. A los pocos meses el gobierno argentino capituló ante las fuerzas británicas y le devolvió las Malvinas. Aparte del derecho histórico que pudiera tener Argentina sobre las islas, se reveló como evidente la maniobra engañosa y demagógica que estuvo en el origen de esa decisión. Muy brevemente. Uruguay, que hasta los años 70 del siglo pasado fue llamado la Suiza de América Latina, por su prolongada democracia (y el país con el mayor índice de alfabetización en América Latina), en 1973 sufrió uno de los golpes de Estado más violentos en América Latina. El golpe de junio de 1973 y el Consejo de Estado resultante levantó en la ciudadanía una importante resistencia prácticamente por la totalidad de los trabajadores agrupados en la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), así como también por el movimiento estudiantil, sobre todo de la Universidad de la República, quienes realizaron una huelga general de 15 días de duración, la más larga en la historia del país hasta aquel momento. Las fuerzas armadas detuvieron a dirigentes de izquierda y a otros ciudadanos sin posición política acusándolos de sedición durante el tiempo que duró la dictadura militar, hasta 1985, así como también (durante breves lapsos) a connotados dirigentes de

2 EstE boliviano participa en la marcha convocada el 27 de julio pasado, por la Cumbre de los Pueblos, paralela y contraria a la celebrada por 60 naciones para abordar temas económicos en Santiago, capital de Chile

los partidos políticos tradicionales, como Jorge Batlle Ibáñez y Luis Alberto Lacalle de Herrera, quienes posteriormente serían presidentes de la República con la vuelta a la democracia. Los integrantes de los partidos considerados “de izquierda” fueron totalmente aislados y sufrieron encarcelamiento y torturas (comprobados posteriormente por la Cruz Roja Internacional), mientras que los de los partidos tradicionales fueron sometidos a vigilancia permanente. En las cárceles uruguayas murieron cerca de un centenar de prisioneros políticos y continúan desaparecidas otras 140 personas, cuando menos Aventuras siniestras dictatoriales las vivieron también la mayoría de los países centroamericanos, encabezadas por los regímenes de Anastasio Somoza García, el padre, y de sus hijos Luis y Anastasio Somoza Debayle, hombres fuertes de Nicaragua y presidentes de 1933 a 1979 en que fue derrocado el último de la dinastía. Las fuerzas opositoras fueron dirigidas por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, grupo guerrillero formado en 1962 y llamado así en memoria de Augusto César Sandino. El avance sandinista sobre Managua fue muy rápido. Tratando de evitar otro régimen comunista (además de Cuba) en América Latina, Estados Unidos presionó a Somoza para que renunciara al poder en favor de una coalición moderada. El 17 de julio de 1979 Somoza abandonó el


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país, instalándose primero en Miami (Florida) y después en Asunción, Paraguay, donde fue asesinado en 1980. Los sandinistas nombraron un Gobierno de Reconstrucción Nacional para dirigir el país. Enfrentándose a grandes dificultades, intentaron (inicialmente con el apoyo estadunidense) activar la economía, pero Estados Unidos pronto se opuso a su política izquierdista que había nacionalizado la banca y pretendía llevar a cabo una reforma agraria profunda. Después de acusarles de abastecer a la guerrilla de El Salvador, el gobierno de Ronald Reagan inició el bloqueo económico del país en 1981 y empezó a financiar a grupos armados antisandinistas, la denominada contra nicaragüense. El resultado fue una mayor radicalización del régimen sandinista, que en 1982 firmó un pacto de ayuda con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. A la postre fue posible evitar la directa intervención armada de Estados Unidos en la región, y se fueron logrando gradualmente las negociaciones que pacificaron a Centroamérica, primero por el Acuerdo de Esquipulas y después por el de Chapultepec, en México. El apoyo ilegal en armas y en dinero del gobierno de Estados Unidos, violentando acuerdos del Congreso de ese país, dio lugar al escándalo denominado Irangate. Debe decirse que el Grupo Contadora, que intervino eficazmente en la pacificación centroamericana, se amplió en 1986 con el grupo de apoyo (Argentina, Brasil, Perú y Uruguay), de cuya unión resultó a la postre el Grupo de Río, a iniciativa del gobierno de México.

Nueva dinámica de relaciones Norte-Sur

En este contexto, no resisto la tentación de reproducir también, con cierta extensión, el escrito de Noam Chomsky El desafío de América Latina, (La Jornada, 14 marzo 2009), en que con gran penetración el filósofo resume la batalla latinoamericana de los años recientes, especialmente para lograr su independencia del imperialismo estadunidense y las transformaciones que le son indispensables: “Ahora Bolivia –nos dice Chomsky– junto con buena parte de la región, desde Venezuela hasta Argentina, ha resurgido. La conquista y su eco de dominio imperial en Estados Unidos están cediendo el paso a la independencia y a la interdependencia que marcan una nueva dinámica en las relaciones entre el norte y el sur. Y todo eso tiene como telón de fondo la crisis económica en Estados Unidos y en el mundo. “Durante la pasada década, América Latina se ha convertido en la región más progresista del mundo. Las iniciativas a través del subcontinente han tenido un impacto significativo en distintos países y en la lenta emergencia de instituciones regionales. “Entre ellas figuran el Banco del Sur, respaldado en 2007 por el economista y premio Nobel Joseph Stiglitz, en Caracas, Venezuela; y el ALBA, la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe, que podría demostrar ser un verdadero amanecer si su promesa inicial puede concretarse. “Otra prometedora organización regional es Unasur, la Unión de Naciones de Falta de credibilidad de los partidos América del Sur. Modelada en base a la Unión Europea, Unasur se propone esEl hecho de que en los pasados 15 años hayan avanzado en prácticamente todos los contitablecer un Parlamento sudamericano en Cochabamba, Bolivia. Se trata de un nentes los movimientos sociales, se ha reflejado también en América Latina, hasta conversitio adecuado. En 2000, el pueblo de Cochabamba inició una valiente y exitosa tirse por su militancia en nuevos y a veces decisivos actores sociales. Inclusive relegando lucha contra la privatización del agua. Eso despertó la solidaridad internacional, muchas veces a los partidos políticos a un lugar secundario y tomando la vanguardia en pues demostró lo que puede conseguirse a través de un activismo comlas luchas políticas y sociales de la transformación. Por lo demás, el desastre prometido. del neoliberalismo, al que se habían plegado la inmensa mayoría de los par“La dinámica del Cono Sur proviene en parte de Venezuela, con la tidos, ha afectado profundamente la credibilidad de los mismos, que pronto elección de Hugo Chávez, presidente francamente izquierdista cuya han enseñado su verdadera ley interna de servidores del dinero empresarial. intención es usar los ricos recursos de Venezuela para beneficio del Los movimientos sociales en América Latina se han convertido en vanguarpueblo venezolano en lugar de entregarlos para la riqueza y el prividia de las luchas por el cambio social. Decíamos antes que sus objetivos son legio de aquellos en su país y el exterior. También tiene el propósito En los pasados 15 años muy variados, pero que sumados todos constituyen un amplio proyecto de de promover la integración regional que se necesita de manera desesavanzaron en todos carácter cultural, político y social, que incluye desde la defensa del derecho perada como prerrequisito de la independencia, para la democracia, y los continentes los de voto de las mujeres y la igualdad de género, hasta el reconocimiento de para un desarrollo positivo. movimientos sociales, la identidad de los pueblos indios como parte sustantiva de la nación y de la “Chávez no está solo en esos objetivos. Bolivia, el país más pobre hasta convertirse por cultura nacional. Por supuesto, la lógica profunda de tales movimientos dedel continente, es tal vez el ejemplo más dramático en esa dirección. semboca inevitablemente en la exigencia de la ruptura con el sistema político, su militancia en nuevos Bolivia ha trazado un importante sendero para la verdadera demoeconómico y social imperante, que impide la satisfacción de esas demandas; cratización del hemisferio. En 2005, la mayoría indígena, la población y a veces decisivos actales movimientos fueron logrando gradualmente personalidad específica y que ha sufrido más represiones en el hemisferio, ingresó en la arena tores sociales. Inclusive desligándose de las plataformas tradicionales de los partidos organizados, política y eligió a uno de sus propias filas, Evo Morales, para impulsar relegando a los partidos socialistas, comunistas o simplemente nacionalistas. Sin olvidar que los moprogramas que derivaban de organizaciones populares. políticos a un lugar vimientos sociales en América Latina, como en el resto del mundo, han sido “En consecuencia, Bolivia es también ahora el escenario de la conheterogéneos y carentes de decisiones centralizadas y verticales. Se trata, secundario y tomando la frontación más peligrosa entre la democracia popular y las privilegiadas como hemos dicho, de una pluralidad política que logra relativa unidad de vanguardia en las luchas élites europeizadas que resienten la pérdida de sus privilegios políticos movimiento sin perder de vista la diversidad de su composición, de su origen, y se oponen por lo tanto a la democracia y a la justicia social, a veces políticas y sociales de la de sus características y, en general, alejados de las estructuras organizadas de de manera violenta. De manera rutinaria, disfrutan del firme respaldo transformación los estados y partidos. de Estados Unidos. La situación es que en América Latina se ha ido fortaleciendo una amplia “Durante una reunión de emergencia de Unasur en Santiago, Chile, base social que significa la posibilidad del cambio, que en ciertas condiciones líderes sudamericanos declararon ‘su firme y pleno respaldo al gobipudiera ser hasta de carácter revolucionario, como aparece sobre todo en los casos de erno constitucional del presidente Evo Morales, cuyo mandato fue ratificado por Venezuela, Bolivia y Ecuador. Es importante señalar, al mismo tiempo, que tales movuna gran mayoría’, aludiendo a su victoria en el reciente referéndum. Actualimientos han abandonado, al menos por ahora, el camino armado de las transformaciomente, con motivo del secuestro europeo del avión del Presidente Evo Morales, nes, y han emprendido, con todas sus dificultades y mediaciones, el camino de la luchas Unasur tuvo también una rápida y contundente intervención en apoyo al Presipolítica, inclusive por la vía electoral. Para simplificar: en un sentido estarían más cerca dente boliviano. de Antonio Gramsci que de Lenin y del Fidel Castro de la guerrilla en Cuba o del Che “La política económica que se impuso a Bolivia en esa época fue precursora de Guevara, que postulaban a los Andes como la Sierra Maestra de América Latina. El los programas de ajuste estructural implementados en el continente 30 años más propósito confesado o implícito de los movimientos sociales es el de constituir una nueva tarde, bajo los términos del neoliberal Consenso de Washington, que ha tenido hegemonía. por lo general efectos desastrosos. Atilio Borón, sociólogo argentino, en una revisión de 2004 de las transformaciones “Ahora, las víctimas del fundamentalismo del mercado neoliberal incluyen tamlatinoamericanas (en Rebelión), nos dice: “Grandes movimientos sociales han florecido bién a países ricos, donde la maldición de la liberalización financiera ha traído la en la última década del siglo pasado a partir de las pioneras revueltas de los zapatistas en peor crisis financiera desde la gran depresión. 1994, la aparición de los piqueteros argentinos, las grandes huelgas ciudadanas y de tra“Las modalidades tradicionales del control imperial –violencia y guerra económibajadores en Francia (…) y, hacia finales de siglo, la maduración y consolidación internaca– se han aflojado. América Latina tiene opciones reales. Washington entiende cional de estas protestas en Seattle y en Porto Alegre. Consecuentemente, nuevas fuerzas muy bien que esas opciones amenazan no sólo su dominación en el hemisferio, políticas han pasado a controlar los gobiernos (en países como Venezuela y Brasil, por sino también su dominación global. El control de América Latina ha sido el ejemplo) o se aprestan a hacerlo, como en Uruguay (…) No obstante, es preciso aclarar objetivo de la política exterior de Estados Unidos desde los primeros días de la que en la generalidad de los casos los cambios más importantes se produjeron en el terepública. rreno más blando del discurso y la retórica, y no en el más duro y áspero de las políticas “América Latina tiene grandes problemas, pero hay también desarrollos promeconómicas (…) pero sería erróneo subestimar sus alcances. (Aparecieron) nuevas formas etedores que podrían anunciar una época de verdadera globalización, la globade protesta social y organización política antagónicas al proyecto neoliberal (…) y es lización de la solidaridad y no la de la explotación. Se trata de una integración indudable que su declinante curso (del neoliberalismo, en todas sus facetas), a partir de internacional en favor de los intereses de pueblo, no de inversionistas y de otras mediados de los noventa revirtió la arrolladora influencia que había adquirido desde la concentraciones del poder.” década de los setenta de la mano de las dos más sangrientas dictaduras que se recuerden América Latina construye nuevas instituciones y nuevas mayorías democráticas en Chile y la Argentina”. en favor de sus pueblos e instituciones.

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AP Photo/Victor Ruiz Caballero

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n elemento central de la etapa actual son los denominados gobiernos progresistas. Más allá de las consideraciones sobre la manera cómo han incidido sobre cambios geopolíticos en la región –lo cual tiene la mayor importancia–, es fundamental hacerse la siguiente pregunta: ¿en qué medida estos gobiernos acercan, estancan o incluso alejan al movimiento social y popular de escenarios de transición hacia proyectos político-económicos más radicales, de transformaciones estructurales en favor de la población? Recuperar un análisis de clase de tales gobiernos se torna imprescindible. No puede ignorarse que el proyecto del capital, en un contexto de recomposición general del capitalismo, continúa adelante, y no ha sido afectado en lo esencial por los cambios ocurridos en la región. De todas formas, la existencia misma de gobiernos progresistas en América del Sur es una manifestación de importantes cambios en la correlación de fuerzas, aunque sus impactos sean disímiles. Los gobiernos progresistas del sur –con todas sus diferencias–, tienden a inscribirse dentro Antonio ElíAs de las variadas opciones de la institucionalidad tiene maestría en economía, es capitalista para enfrentar la crisis. Las políticas económicas ortodoxas de Brasil, Paraguay (dudocente universitario, asesor rante el gobierno de Lugo) y Uruguay son muy sindical, miembro de la Red de distintas a la heterodoxia Argentina; a su vez, Economistas de Izquierda del dichos procesos nada tienen que ver con lo que Uruguay (REDIU) y presidente ocurre en Bolivia, Ecuador y Venezuela. Esto no significa que no haya espacios sociales y polítide la Sociedad Latinoamericana cos por disputar en cada uno de ellos y que no de Economía Política y se pueda incidir sobre el curso de los procesos Pensamiento Crítico (Sepla). políticos en la región. En esta zona, los cambios son fuertes en el plano político-electoral, menores en lo ideológico y en los planos económico e institucional profundizan el capitalismo. En Bolivia, Ecuador y Venezuela, la situación es muy distinta, los cambios han sido mucho más profundos y fuertes en lo político, lo ideológico y en la apropiación, uso y distribución de la renta originada en el petróleo, el gas y la minería; a su vez, los cambios institucionales apuntaron al fortalecimiento de la soberanía nacional, la inclusión de los pueblos originarios y construcción de poder social, no obstante los persistentes intentos desestabilizadores de Estados Unidos. Lo anterior, sin desmedro de reconocer que las reglas básicas del funcionamiento capitalista se mantienen prácticamente intactas.

Acerca de las definiciones de derecha, izquierda y progresismo

Analizar la realidad política en términos de derecha o izquierda es evidentemente arduo si se considera el acelerado proceso de cambios ideológicos y políticos que desdibujan las fronteras entre ambas concepciones. En la realidad revolucionaria francesa del siglo XVIII se acuñó el concepto de izquierda y derecha, surgido de la posición que ocupaban los integrantes de los diferentes sectores en la Asamblea Nacional. A la derecha se sentaban los girondinos –empresarios y grandes comerciantes que integraban la gran burguesía–, que consideraban prudente hallar un acuerdo con la monarquía y la nobleza, limitando el poder real, pero impidiendo el derecho al voto de los pobres, quienes no pagaban impuestos. A la izquierda, se ubicaban los jacobinos –integrados por profesionales y modestos propietarios, que querían abolir definitivamente la monarquía y proclamar una República democrática, con derecho al voto para todos los grupos sociales. En esa lógica de ubicaciones relativas es indudable que los gobiernos progresistas están a la izquierda de los partidos tradicionales y conservadores, que han representado los intereses de los sectores dominantes en la historia regional. Los partidos progresistas, tanto los históricos como los más recientes, tienen una base policlasista que incluye a sectores importantes de trabajadores, capas medias y franjas menores de la burguesía nacional; en Bolivia y Ecuador, por su parte, expresan los intereses de los pueblos originarios. Desde el punto de vista de los valores, el concepto de derecha se asocia al pensamiento religioso ultramontano; el rechazo al aborto y al reconocimiento de derechos de los homosexuales; la reducción de la edad de imputabilidad de los delincuentes juveniles; el encuadramiento colectivo en estructuras autoritarias rígidamente jerarquizadas y disciplinadas.

izquierda y socialismo en América del Sur Los gobiernos pretenden atenuar los males del

capitalismo sin enfrentar al capital

La izquierda implicaría, en contrapartida, a quienes propician superar las discriminaciones, las desigualdades y que buscan generar formas democráticas más incluyentes. En Uruguay, por ejemplo, ese límite se torna muy borroso con Tabaré Vázquez: en su calidad de presidente de la República vetó una ley que legalizaba el aborto, la cual había sido impulsada y aprobada en el Legislativo por la fuerza política que lo llevó al cargo. Una posición mucho más precisa de los conceptos de derecha e izquierda surge de las revoluciones de mediados del siglo XIX: el desarrollo del pensamiento marxista y el crecimiento de la clase obrera en los países avanzados, situaron la lucha de clases como núcleo central de la definición de izquierda. En ese sentido, el concepto de izquierda conlleva un carácter definidamente anticapitalista y el de derecha se asocia con la defensa y profundización del capitalismo. En esa lógica se asume que la derecha es el segmento del espectro asociado a posiciones capitalistas, conservadoras, que consideran prioritario el mantenimiento del orden social establecido, enfatizan el libre mercado por encima de la intervención del Estado e impulsan valores individualistas y consumistas. Esto puede ir acompañado, o no, de un discurso nacionalista pero, más allá de éste, en general se le asocia con los países dominantes y con el gran capital trasnacional. Luego de la implosión del bloque socialista, el concepto de “derecha” quedó ligado al neoliberalismo y, por su parte, los conceptos de progresismo e “izquierda” se asociaron al antineoliberalismo: una definición por la negativa, un opuesto indefinido, que en la mayor parte de los casos implicó asumir las reformas de segunda generación propuestas por el Banco Mundial desde finales de los años 90. (1)

El progresismo del cono sur no es izquierda ni busca el socialismo El progresismo de los países del cono sur muta del discurso antineoliberal genérico al posneoliberal específico, con todas las implicaciones que esto tiene en favor del capital y contra el trabajo. Basta recordar que las reformas de segunda generación que impulsa en Banco Mundial tienen como fin explícito levantar los obstáculos institucionales para la expansión capitalista a escala mundial.

AP Photo/EstEban FElix

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Buenos deseos inviaBles en la división internacional del traBajo

PROGRESISMO,

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El progresismo y la socialdemocracia contienen un elemento común: pretenden atenuar los males del capitalismo sin enfrentar al capital; más aún, intentan “humanizar” el capitalismo sin costos para el capital. El progresismo es un término “simpático” para algunos, pero implica dejar de lado la lucha anticapitalista; por tanto, de acuerdo con nuestra definición clasista, no puede ser de izquierda. Esta caracterización del progresismo es compartida por apologistas del mismo, quienes afirman: “En el marco de una democracia de partidos plural y competitiva, retomando las mejores tradiciones nacionales y a través de políticas institucionalizadas, Uruguay presenta, pues, un escenario propicio para el asentamiento de un compromiso sustentable entre capitalismo y socialdemocracia”. (2) El programa para llevar adelante dicho compromiso es el siguiente: reforma de la educación; reforma del Estado; “consolidación de un modelo económico más competitivo y menos dependiente de la exportación de commodities; desarrollo de la capacidad de regulación del mercado y del salario; extensión y mayor progresividad del sistema tributario, a niveles comparables con países desarrollados; insistir en la combinatoria entre integración regional y regionalismo abierto; ahondar en la regionalización interna y la transversalidad interdepartamental de las políticas de desarrollo; afirmar la centralidad del trabajo formal, en la economía y la inclusión social; superar las políticas de pobres focalizadas, con extensión de las políticas universales; proseguir la restructura del gasto social en términos de reversión generacional y de inversión en capital humano, para favorecer a niños y jóvenes; sistema de cuidados, como política social y política de empleo; desarrollo del sistema de ciencia y tecnología”. Casi todos los puntos –compartibles desde la óptica de las carencias actuales– son buenos deseos inviables en la actual división internacional del trabajo, en el contexto de la crisis mundial y, sobre todo, para los intereses del capital. Es obvio que ninguno de ellos se dirige a la eliminación de la explotación capitalista, tampoco a la defensa de la soberanía nacional ni se plantea la protección del medio ambiente. Por el contrario, la lista de buenos deseos socialdemócratas/progresistas es funcional al sistema y encuadra en el esquema general de “capitalismo en serio” y “un plato de comida para todos”.

2 FotograFía de archivo que muestra a miembros de la guardia de honor que aguardan en el aeropuerto de Maiquetía, cercano a Caracas, el arribo de jefes de Estado y de gobierno que participaron en los funerales del presidente venezolano Hugo Chávez

Discursos más o menos estridentes aparte, los gobiernos progresistas del sur –Argentina, Brasil y Uruguay– encuadran perfectamente en el nuevo contrato social entre socialdemocracia y capitalismo y, por tanto, no son de izquierda ni buscan el socialismo.

3) En el norte el proyecto socialista se debilita Los gobiernos progresistas de Bolivia, Ecuador y Venezuela tienen diferencias importantes entre sí, pero tienen tres factores comunes: realizaron reformas constitucionales soberanas e incluyentes; enfrentan procesos desestabilizadores impulsados desde el exterior, favorecidos por debilidades internas, como la corrupción y el burocratismo; han avanzado muy poco en la implantación de los fundamentos económicos del socialismo. Por un lado, han tratado de construir procesos de cambio social sobre la base de estrategias alternativas al neoliberalismo, en el que la recuperación de las rentas obtenidas con la venta de “recursos naturales” han sido utilizadas, tanto para el desarrollo de políticas sociales más profundas que el simple asistencialismo del cono sur, como para impulsar formas de producción social, como el cooperativismo. En el caso de Venezuela, por ejemplo, se han construido gran cantidad de viviendas, centros educativos, hospitales y se ha dotado de luz, agua potable y saneamiento a sectores importantes de la población. Otro componente muy importante de estos procesos de transición ha sido las nuevas formas organizativas, como las comunas. A su vez, las reformas constitucionales marcaron un antes y un después en esos tres países. Los procesos, sin embargo, son distintos en su contenido y profundidad. Existen muchos riesgos, algunos endógenos al proceso, como la corrupción 2 y el burocratismo en Venezuela, denunciada y combatida por el presidente


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En esta zona, los cambios son fuertes en el plano político-electoral, menores en lo ideológico y en los planos económico e institucional profundizan el capitalismo

Nicolás Maduro (3); otros exógenos, como la ofensiva estadunidense en todo el continente: golpes de Estado que “preservan el Parlamento y el Poder Judicial” en Paraguay y Honduras; cuarta flota en el Atlántico y la alianza AsiaPacífico como nueva forma de integración para impulsar los ya conocidos tratados de libre comercio.

4) El modelo de acumulación es similar en norte y sur Aun con lo anterior, no debemos perder de vista que América del Sur tiene hoy un modelo de acumulación basado, en gran medida, en los agronegocios, el petróleo y la minería, con algunas características importantes: (I) lógica de extracción con el único propósito de apropiarse de la renta de los recursos naturales, por lo general, para una minoría de la burguesía agraria (II) proceso ampliado de reprimarización de exportaciones, como consecuencia de la restructuración productiva a la aplicación de la estrategia neoliberal de desarrollo en nuestra región desde el siglo pasado; (III) el regreso de la región como proveedor de materias primas a la economía mundial, redefiniendo –en muchos casos– la lógica de una inserción externa similar a la época colonial; (IV) el creciente proceso de mercantilización de la tierra, incluso con el rol del capital ficticio (especulativo, improductivo), profundiza la concentración de la propiedad de la tierra; (V) incremento del papel de las firmas trasnacionales como agentes fundamentales de la neocolonización en acuerdo con empresas “nacionales” que actúan con la misma intención de extracción, explotación y depredación. Asociado a este modelo de producción basado en la agroindustria, es también característica de la región la presencia de políticas sociales compensatorias. Ellas tienen sus modalidades particulares en cada país, pero en el mejor de los casos (allí donde tratan de aplicar estrategias para la transformación más radical), tienen un carácter puramente redistributivo, incapaz de avanzar en la discusión de la transformación del modelo productivo. Las estrategias de desarrollo alternativo, a su vez, continúan desarrollándose dentro de los procesos de integración mercantil neoliberal, tales como, el IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Suramericana Regional) que está diseñado para consolidar y profundizar el modelo productivo caracterizado previamente y, consecuentemente, el dominio de las empresas trasnacionales. Dominio que se ve reforzado por la presencia y el reconocimiento del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), una institución vinculada al Banco Mundial que tiene por objeto salvaguardar los intereses de inversores internacionales en litigios con algunos países; es decir, es una institución que, a expensas de los intereses nacionales y regionales, garantiza la libre circulación de capitales y sigue siendo el fiel de la balanza en las relaciones de nuestros países con las naciones centrales y las empresas trasnacionales. Se ha dado mucha importancia y se han generado múltiples expectativas con la creación de organismos multinacionales regionales. Se ha sostenido la necesidad de promover una nueva arquitectura financiera regional como pilar estratégico del desarrollo alternativo de la región. Uno de sus componentes, el Banco del Sur, sería una forma que nuestras economías tendrían para utilizar las reservas internacionales acumuladas y financiar proyectos que buscan cambiar el modelo productivo actual, al mismo tiempo que esta medida llevaría a una reducción de nuestra dependencia frente a la lógica de acumulación de las economías centrales. Poco, muy poco se avanzó en este sentido. (4) La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) reúne en su seno, desde un punto de vista geopolítico, al agua y al aceite: por un lado, los socios principales de Estados Unidos, como Colombia, Perú y Chile; por otro, los que buscan independizarse de la potencia del norte, como Bolivia, Ecuador y Venezuela. La gran potencia del sur, Brasil, desarrolla sus políticas de alianza tratando de usar a unos y a otros en función de su proyecto geopolítico estratégico.

5) Avances, riesgos y desafíos para los gobiernos progresistas

Uno de los principales rasgos del proceso político y económico de América del Sur es la pérdida de soberanía sobre sus recursos naturales. Dada la configuración del proceso de acumulación capitalista a escala planetaria y la nueva división internacional del trabajo, es indiscutible la importancia que han adquirido los hidrocarburos, los minerales, las fuentes de agua y la bio-

diversidad de que dispone América del Sur. Las trasnacionales han impuesto un modelo “reprimarizador” de las economías latinoamericanas, basado en la explotación indiscriminada de esas riquezas naturales. En diferentes países es notorio el alistamiento del territorio para proyectos en hidrocarburos, en minería, construcción de nuevas represas, explotación maderera, accesos a fuentes de agua, proyectos de agrocombustibles o de producción de soya, entre otros. Es claro que en la actualidad la disputa por la renta de los recursos naturales se ha acentuado y que el debate político y económico guarda relación no sólo con la forma, sino con el destino que ha de dársele a esa renta, fundamentalmente en los gobiernos progresistas del norte sudamericano. Los regímenes existentes en los progresistas del sur son en extremo generosos con el capital trasnacional y lo que se está observando es una verdadera feria de la riqueza latinoamericana. Buena parte del territorio de la región está siendo adquirido por empresas trasnacionales, lo cual tendrá repercusiones incalculables en el largo plazo –allí no importará si nos “ocupan” estadunidenses, chinos o europeos–, lo fundamental es que se profundiza la neocolonización de nuestro continente. Poco importa, desde el punto de vista de la independencia económica y política, si parte de esa inversión/invasión extranjera directa genera, en el corto plazo, excedentes para ejecutar políticas sociales de diverso tipo. La extranjerización, la primarización y el extractivismo depredador ge- neran hambre, desarraigo y muerte en las naciones periféricas, para mantener y acrecentar los niveles de consumo de las clases dominantes en los países centrales. Más allá de las condiciones nacionales desiguales, la experiencia de algunos países progresistas en el norte sudcontinental demuestra que es posible y absolutamente necesario elaborar e implementar una política de recuperación de propiedad de los recursos naturales. Si bien la correlación internacional de fuerzas y la misma voluntad política de los respectivos gobiernos no han posibilitado adelantar procesos de nacionalización con la misma radicalidad de otros tiempos, debe destacarse el proceso de nacionalizaciones en Ve-nezuela, único país de América del Sur donde la inversión extranjera directa se ha reducido. En la misma dirección, sin llegar a la nacionalización, se han realizado acciones en Bolivia, Ecuador y la propia Venezuela que han permitido recuperar parte de la renta proveniente de tales recursos, afectando intereses trasnacionales, a fin de ser destinada para propósitos que pueden favorecer a las mayorías explotadas. En esos países se encuentran en pleno despliegue los debates acerca de la necesidad de elaborar un modelo de desarrollo alternativo, a pesar de los afanes desestabilizadores provenientes del nore del continente. No podemos ignorar que en los países con gobiernos progresistas los intereses del trabajo y el capital conviven y disputan en temas cardinales, en particular en aquellos relacionados con la inserción internacional, la concentración y la extranjerización del sector productivo y, por supuesto, la distribución del valor agregado y las normas laborales entre patrones y asalariados. Todo ello en el conjunto de un sistema productivo que se ha caracterizado históricamente por su mala calidad y la baja incorporación de valor agregado. El dominio del capital ha crecido, a pesar de los triunfos políticos progresistas, y se consolidó el modelo extractivista exportador, con su consecuente proceso de primarización, la profundización de la apertura a la inversión trasnacional en nuevas instalaciones y la


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1.- Banco Mundial, El Estado en un mundo en transformación, Washington, DC, 1997. 2.- Lanzaro, Jorge, semanario Brecha, Montevideo, 12 de abril de 2013. 3.- “Hay otros enemigos poderosos, uno de ellos es la corrupción. Yo he dicho y le he pedido al pueblo (...) la corrupción se va a tragar a la patria si no nos ponemos al frente de una poderosa lucha contra los corruptos, contra los métodos de corrupción esté donde esté”. Ver más en: http://www.20minutos.es/ noticia/1853860/0/venezuela/nicolas-maduro/corrupcion/#xtor=AD-15&xts=467263 4.- En 2007 se firmó el memorándum para la creación del Banco del Sur, el Convenio Constitutivo se firmó el 26 de septiembre de 2009 y la primera reunión de ministros para ponerlo en marcha fue el 13 de junio de este año.

AP Photo/Juan Karita

2 Esta Embarcación hecha con carrizos, surca el lago Titicaca, en Bolivia, para participar en un festival que forma parte de las celebraciones de Santiago apóstol

gobiernos, basado materialmente en: a) los beneficios salariales, las mejoras en las condiciones laborales y las políticas asistencialistas, que benefician a importantes sectores populares; b) el ingreso permanente de inversiones extranjeras directas que dinamizan la economía y generan empleo, básicamente en el corto plazo, por lo cual reciben el apoyo, explícito o implícito, de trabajadores y empresarios. Se debe trabajar mucho en cada uno de estos países para sortear los riesgos del contexto internacional actual, corregir las desviaciones internas en los procesos más avanzados y modificar el rumbo en aquellos donde se profundiza el capitalismo. Los procesos de cambio social profundo nunca fueron fáciles.

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extranjerización de la capacidad productiva existente, en particular la tierra y los recursos del subsuelo. El peso de la clase trabajadora en estos gobiernos se muestra en la ampliación de los derechos de los asalariados, el consecuente fortalecimiento de los sindicatos y las mejoras salariales. Sin embargo, el rasgo capitalista estructural, la explotación de la fuerza de trabajo, mantiene sus características principales: precariedad, informalidad y bajos salarios en la mayoría de los sectores. Actualmente se agrava la situación porque en muchos países progresistas se está precarizando el trabajo en el sector público. La crisis económica mundial puede desestabilizar estos gobiernos al reducir la disponibilidad de recursos para financiar sus políticas como consecuencia de la caída de la demanda de materias primas, en volumen y precios; la recuperación del valor relativo del dólar, con las consiguientes devaluaciones en nuestros países; el aumento de los intereses de la deuda externa que se acrecentó a lo largo de estos años, y el retraimiento de la entrada de capitales. En dicho contexto de crisis mundial, cuando se agudiza la lucha de clases, se debilitará uno de los pilares fundamentales del apoyo electoral de estos

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Samba Se deSportill贸 la imagen primermundiSta de BraSil

DE LOS

INCONFORMES Las protestas derrumbaron la intenci贸n de voto para Dilma Rousseff


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REUTERS/Pilar Olivares

2 Policías antimotines disparan granadas de gas lacrimógeno durante las protestas por la visita del papa Francisco, cerca del palacio de Guanabara, en Río de Janeiro

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Ruben Montedónico Coordinador de información de Aldea Global

quello parecía preparado para que comenzara el “fin de fiesta” a todo vapor que auguraba un segundo periodo presidencial: con la consabida mercadotecnia y el debido dispendio de fondos, se hicieron reciclajes y obras suntuosas, aunque en uno y otro casos hubo sufrimiento, sobre todo de pobladores de zonas marginales, sacrificados en aras de presentar una imagen de modernidad y desarrollo. Brasil debía lucir como lo suponen muchos que no lo pueblan: una nación emergente que “roza” el primer mundo. Grandes expectativas se tejían en torno al inicio de los fastos; recordaba –según dicen– los festejos anticipados del 16 de julio de 1950 y que la historia brasileña considera como “el día de la tragedia”, cuando su selección perdió 2-1 ante Uruguay y con ello se le fue de las manos el Campeonato Mundial de Futbol, hecho que también se conoce como Maracanazo, porque el partido se jugó en el recién inaugurado estadio de Maracaná. Sucedió que en pocos días Dilma Rousseff perdió la certidumbre que le daban las encuestas de intención de voto, donde obtenía más de la mitad de los eventuales sufragios de octubre de 2014, con lo cual sería presidenta por segunda vez y en primera vuelta. En el final de su mandato –más allá de las dificultades, los atrasos en algunas construcciones, gastos descomunales de miles de millones de dólares y cierto grado de cesión de soberanía– estaba ofreciendo un “finale presto” donde el ensayo general, satisfactorio para las mayorías del país, lo representaba la Copa Confederaciones y quedaba para el año de los comicios el plato fuerte de una nueva Copa del Mundo, como la de 1950. Y no terminaban ahí los anuncios del circo de antes y después: habría, para la antigua capital, Juegos Olímpicos en 2016. Y así se espera

que ocurra, aunque de manera distinta a como figuraba en el guión preconcebido. Existe en el mundo una cierta visión idealizada de qué es Brasil en la década anterior, tras el gobierno de Inacio Lula da Silva y el actual de Dilma. Lo que se tiene, sin adjetivos, es al país con población de 190 millones de habitantes, un sector empleado que gana salario mínimo de 300 dólares, producto interno bruto de 239 mil millones de dólares y deuda externa equivalente a 44 por ciento del presupuesto federal. Lo que ocurrió en los pasados 10 años es que se aplicó como política económica por parte de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) –en un contexto de crecimiento económico–, medidas asistenciales de auxilio, incremento del salario mínimo por encima de la inflación, facilidades de crédito a sectores de bajos ingresos e incoporación al mercado de trabajo a cerca de 40 millones de personas. La resultante fue la tranquilidad social extendida, aunque ello no modificara el hecho de que Brasil se ubica entre las naciones con más desigualdad social y que no se hiciera ningún cambio estructural. Al coincidir con las cifras gubernamentales en cuanto al mayor incremento del mercado laboral, no escapa a la comprensión que se trata de un sector de clase mayoritariamente afectado por la precarización, sobrexplotado, carente de acceso a servicios públicos eficientes y que recibe como paga promedio uno y medio salarios mínimos (450 dólares), desempeñádose en urbes de vida cara. Los obligados superávit fiscales primarios –cuyas imposiciones asuelan con impuestos indirectos a las clases de menores ingresos–, sumado al pago de la alta deuda y la crisis del mundo desarrollado que provoca la desaceleración en algunos países emergentes, señalan el rumbo de políticas económicas asentadas sobre bases neoliberales con retoques keynesianos anticíclicos, que tiene como destino principal la subsidiariedad de la burguesía, no tienen la mira puesta en la clase obrera.

La chispa que enciende la pradera Eses conjunto de factores hace entender y explica, en parte, que en junio pasado, en una docena de grandes ciudades ocurrieran en repetidas ocasiones manifestaciones que se extendieron a otras, terminando por abarcar casi todo el inmenso territorio brasileño. Sin importar que fue difícil –y hasta hoy lo es– encontrar una cabeza, una dirección visible, las dimensiones de la protesta tuvo ribetes de revuelta, conjuntando diferentes capas sociales, en particular las clasificadas, con poco rigor, como clases medias; los jóvenes obreros y empleados, muchos de ellos estudiantes, cuyo patrón común fue lo diferente de las movilizaciones partidarias, sindicales o de género. La realidad exhibió un país en que a punto de partida del desencadenamiento de un movimiento popular contra el aumento de la tarifa del transporte público de pasajeros, pasó a objetar las desigualdades sociales, las oportunidades laborales, la corrupción de las cúpulas gobernantes y de los partidos políticos, la persistente inflación y, en general, todo lo que representara políticas federales de “inclusión social”, que engalanaban a Brasil en el extranjero como país emergente en tránsito a lo exitoso. En todo caso, no se puede ver lo sucedido como algo exactamente espontáneo; quizá sólo se trató de un movimiento sorpresivo, pero con raíces en otros momentos. Hay que recordar, por ejemplo, que una cultura de disidencia que mostró otras caras de los problemas del país y de sus clases sociales se viene expresando en los pasados 13 años. En 2000, jóvenes urbanos incursionaron con radios comunitarias que no pedían concesiones estatales para salir al aire; sectores juveniles que dentro de sus partidos se opusieron a las acciones de las direcciones y terminaron alejándose de ellos, además de que se extendieron los movimientos que cuestionaron las burocratizadas cúpulas sindicales y de gremios estudiantiles. En 2003, la “revolta do buzú” (autobuses), en Salvador, capital de Bahía, tuvo en las calles a 40 mil personas protestando por el aumento del boleto del transporte urbano; a este movimiento se sumaron estudiantes. En 2004 fue el turno de Florianópolis –capital del sureño estado de Santa Catarina– donde se verificó la “revolta das catracas” (onomatopeya para cerradura de molinillos) por el pase libre del transporte de pasajeros. En 2005 se crea el Movimiento Pase Libre (MPL) nacional, una corriente que ofreció formas de lucha ajenas a los partidos políticos y a los sindicatos, con prácticas de acción directa anticapitalista de masas. Diversos analistas refieren que en Brasil existe una juventud proletaria con variedad ideológica que tiene en su seno un núcleo mayoritario de trabajadores informales, un sector menor formal y a terceros en situación ocupacional precaria. Otro tanto se indica acerca de aquellos participantes a los que adjudica pertenencia a la mal definida “clase media”, sin distinguir estadios y consideraciones diversas en ella, incluida la temática racial. Desde esos sectores se señala tanto que los torneos de 2


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AP/Daniel Ochoa de Olza

2 OpOsitOres al gObiernO de dilma rOusseff se manifestaron cerca de la playa de Copacabana, donde se llevaba a cabo un viacrucis con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, en Río de Janeiro, durante la visita del papa Francisco

AP/Daniel Ochoa de Olza

es un desastre, lo que en 2007 y 2008 amplió el espectro de conciencia crítica de los militantes, transformando los Comités Populares de la Copa en lugares donde también llegaron universitarios, gente del Movimiento de los Sin Techo, los desalojados y los trabajadores con empleos precarios, posibilitando la extensión del trabajo organizativo hacia secundarias y la perifería proletaria de las grandes ciudades. La clave fue la organización, a la que posteriormente se sumaron algunos medios informativos y desde los espacios deportivos de éstos se comenzó, paulatinamente, a objetar el trato dado al país y a su soberanía por la dirección del órgano rector del balompié, la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA). El ingrediente joven de las actuales movilizaciones –y aquellas que seguramente seguirán– pretende algo que parece muy sencillo: ser escuchado. Cuestionan, de raíz, la falta de respeto por los derechos ciudadanos; quieren tener canales propios para demandar por igual cuestiones que hacen a razones etarias como a toda la sociedad; desean educación de calidad sumando materias humanísticas, profesionalización docente, bibliotecas, salas de informática y transporte gratuito para los estudiantes. Interpretaciones académicas Michael Hardt, profesor de la estadunidense Duke University, coautor, con Antonio Negri, de Imperio y Multitud, al considerar lo que se dice de las manifestaciones promovidas desde el MPL, que contiene difusas reivindicaciones y carece de liderazgos, afirma: “Simplemente el Estado no puede arrestar a los cabecillas y destruir el movimiento, ni puede cooptar a los líderes que dirigen a las masas. La multitud, en este sentido, no puede ser contenida”. Hardt, mantiene su atención en las protestas y las considera “con gran interés y entusiasmo”. Según él, este tipo de manifestación rechaza siempre los canales políticos tradicionales para crear relaciones más democráticas por un breve lapso. Sin embargo, acota, no ha sido capaz hasta ahora de llevar a cabo transformacions duraderas en la sociedad. “Este es el próximo desafío”, reflexiona. Observa que en Brasil la chispa ha sido provocada por el aumento del costo del transporte. “Desde mi punto de vista, el factor más importante que une estas experiencias es el rechazo de la representación política y la demanda de ‘democracia real’, como pedían los Indignados en España. Es decir, un plan de acción de política democrática, más completo y más participativo. Sin embargo, hay una diferencia significativa: mientras en otros países había una situación de crisis económica, en Brasil las protestas se han dado en un contexto de expansión económica”. Por su parte, la socióloga María da Glória Gohn, profesora de la paulista Universidad de Campinas –especialista en movimientos sociales– lo que encuentra común en el movimiento brasileño y otros en el mundo es la predominancia de jóvenes estudiantes de capas medias, conectados a través y por redes digitales, con organización horizontal autónoma, lo que la lleva a concluir que por tal razón son críticos de las formas tradicionales de la política operada desde los partidos y los sindicatos. Encuentra en eso diferencias sustanciales con los Indignados de España, Portugal o Grecia. Señala otras diferencias al referirse a los movimientos nombrados como Primavera árabe, y apunta debilidades de aquellas democracias –manifiestamente en lo electoral–, fuerte control social, notable en las relaciones que se establecen entre política y religión islámica. Por último, indica que los movimientos brasileños y los de Occupy Wall Street difieren porque, en su pauta específica contra el aumento de las tarifas del transporte, los primeros no ocuparon un territorio específico sino que optaron por manifestarse andando por las calles. El repaso conduce a Gohn a la afirmación de diferencias, incluso, que se remontan a 1968, marcado en Brasil por movimientos que luchaban, en primer lugar, contra el régimen cívico-militar dictatorial; en segundo término, por el deseo de participar en una sociedad que se modernizaba con accesos restringidos, como en las universidades con el problema de los “excedentes” de alumnos (rechazados) en las pruebas de admisión. La socióloga identifica como puntos comunes en 68 y 2013 el protagonismo juvenil, en particular de los estudiantes; la falta de espacio y de canales para expresar sus demandas; la influencia de las ideas del socialismo libertario; el uso de los medios de comunicación de cada época para articular las acciones –los muros y la televisión en 68, las redes digitales y los celulares y tabletas en 2013. Sin embargo, debe señalarse como diferencia destacable la relación con la política. Los jóvenes del 68 –de las riberas del Atlántico– querían participar en política, estaban en contra de las formas conservadoras y adherían a grupos con ideologías de izquierda. Hoy, los manifestantes de 2013 quieren otra política, diferente de los términos y formas de como viene siendo practicada: no desean encuadramientos partidarios e ideológicos sino una situación más libre. En 68 proponían uniones con trabajadores y campesinos; en 2013 no existe la pretensión de alianzas de clase; se priorizan cuestiones de ética y de moralidad pública. En síntesis: en 68 los jóvenes querían cambiar la sociedad mediante cambios políticos. Hoy quieren cambios políticos mediante una acción diferente del Estado que no atiende a la sociedad. No se llega a negar al Estado sino que se lo quiere más eficiente, concluye Gohn. Es justo señalar que algunos sectores organizados de trabajadores, aunque modestos en número, apoyaron las manifestaciones. Ahí estuvieron, por ejemplo, contin-

AP/Daniel Ochoa de Olza

2 futbol (Confederaciones y Mundial) son un negocio, como que el transporte urbano


AP PhoTo/Victor r. caiVano

2 Integrantes del grupo Bloque negro (así denominado por el color de las ropas y los pasamontañas que usan sus militantes para evitar ser identificados por la policía) golpean un carro durante las protestas callejeras en Sao Paulo, el pasado 26 de julio

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La gran pregunta que divide a la opinión es si el modelo social francés es aún sostenible en el contexto europeo y mundial dominado por los mercados financieros. François Hollande y su gobierno parecen convencidos de que el crecimiento y la justicia social son posibles sin romper con los fundamentos de la globalización

gentes de las centrales sindicales ubicadas fuera del control gubernamental –Conlutas y la Intersindical–, aunque otros grupos no se acercaron porque señalaban que eran acciones dirigidas por la derecha opositora. Por otra parte, como demostración de que Brasil no estaba dormido, el 11 de julio las centrales sindicales, movimientos campesinos y urbanos, indígenas y partidos de izquierda convocaron a una jornada de paro que denominaron “Día Nacional de Lucha”, desde donde el sector rural –por conducto de Joao Pedro Stedile, dirigente de los trabajadores rurales del Movimiento de los Sin Tierra (MST)– demandó reforma agraria, mientras el conjunto reclamaba mejorías en la atención de salud, educación, transporte público accesible y fin de la precarización laboral, entre otras medidas. En el debe de esa jornada y de los programas de los convocantes debe consignarse que no hicieron peticiones más allá de lo reivindicativo, no articularon una respuesta clasista, aunque algunos de los sectores convocantes se involucraron directamente en las demandas sociales.

La derecha se aprovecha Los sectores de oposición de derecha intentaron, en distintos momentos, cooptar o por lo menos torcer el movimiento. Mientras en primera instancia acompañaron todo aquello que se oponía al gobierno, haciendo sus propios cálculos para el futuro electoral e infiltrando grupos fascistoides en las movilizaciones –promoviendo desórdenes, saqueos y violencia–: terminaron entendiendo que tampoco había una dirección estable y, por tanto, se vieron imposibililtados de cooptar. Las consignas en las calles –muchas escritas en papeles y cartones– tampoco resultaban acordes con sus intereses: en las pancartas se podía leer la indignación por el aumento del boleto –por ejemplo– del que se beneficiarían grandes empresas urbanas de transporte. Asimismo, entre las consignas que se escucharon con mayor frecuencia fue “Red Globo, fuera” condenando al emblemático y gigante consorcio de medios que, de acuerdo con la mayoría de los analistas, quiere hacer creer al público que es portavoz de las protestas. Entre las demandas más reiteradas oídas en las calles, muchas se dirigieron contra este monopolio, exigiendo la democratización de los medios de comunicación del país. Otros grupos políticos y empresariales procuraron insertarse en los movimientos callejeros para incidir en sus concepciones, pero fracasaron: sólo les quedó la opción ulterior de acompañar la represión. De mantenerse el repentino y abrupto descenso en la popularidad de la presidenta –más de 20 puntos porcentuales perdidos en la intención de voto a 15 meses de los comicios–, estaría orillando a que la dirección del PT –en particular– y sus 19 partidos aliados en el Congreso, repensaran la postulación de Dilma Rousseff como candidata a la relección. Tal vez, contra la voluntad de la mandataria, a principios de 2014 deban decidir que Lula recupere el 51 por ciento de la voluntad popular y sea otra vez candidato. El PT y sus aliados no cuentan con mucho tiempo para esperar y especular sobre si la presidenta asistirá y si será abucheada durante el Campeonato Mundial de Futbol del año entrante, u optará por enclaustrarse y hacerse la desentendida del circo-fiesta al que le puso la mesa. A esto habría que agregar que la presencia de Jorge Bergoglio, el papa Francisco en Brasil, no resultó ningún cheque electoral en blanco, aunque lo sigan en ese país –por lo menos en declaraciones– más de 120 millones, integrantes del mayor contingente católico del mundo. Tal y como hoy están las cosas, Dilma Rousseff dista mucho de ser aquella joven de la izquierda de Política Operaria (Polop) –impulsada, entre otros, por Theotonio dos Santos y Rui Mauro Marini– que se fragmentó en organizaciones como Vanguardia Armada Revolucionaria (VAR)-Palmares –que también la tuvo como integrante–; hoy se presenta como una pragmática gobernante rodeada de un gabinete de 39 ministros, con lo que se satisfacen las cuotas de aliados en el Congreso. De ese variopinto conjunto ministerial, el periodista Eric Nepomuceno hace mofa y befa cuando se refiere al pastor evangélico que ocupa la cartera de Pesca, afirmando que no distingue una sardina de un tiburón. Será importante, entonces, para los intereses de muchos, que la mandataria sepa elegir entre seguir o apearse a tiempo.

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REUTERS/Victor MoriyaMa

Lo que vendrá


16

AGOSTO DEL 2013

De la

Sergio Ramírez

Dieter Masuhr

De tropeles y tropelías

muerte civil

De tropeles y tropelías

U

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n día en que amigos civiles y militares celebraban el cumpleaños del Señor Presidente en una de las innúmeras haciendas de ganado que poseía frente al mar, después de servirse las viandas y pasado los brindis y discursos, se buscaba la mejor manera de disipar su aburrimiento, agasajandolo y divirtiendolo, cosa en que ya los cantos y los bailes bufos, piruetas, imitaciones y recitaciones habían fracasado. Habiendo pedido ya S.E. la berlina para retirarse y estando dispuesta la escolta, al Ministro de cultos se le ocurrió la feliz idea de iniciar un juego que con gran entusiasmo llamó de Guillermo Tell. El señor Presidente, expicó, utilizando una arma de fuego a falta de ballesta,dispararía sobre frutaas dispuestas convenientemente en als cabezas de los invitados, que ocuparían por turnos el sitio de honor. S.E. aceptó y el propio ministro de cultos, rubicundo y feliz, se ofreció para ocupar el primer turno, poniendo sobre su cabeza un mango que solícita, su señora esposa le alcanzó. El jefe de edecanes presentó al señor Presidente, cuadrándose militarmente frente a él, una caja de armas, de la cual eligió una pistola Smith y Wetson,calibre cuarenta y cinco, mango de conche nácar. Como podía esperarse, el tiro fue fatal y levantó al Ministro la tapa de los sesos. El mango cayó intacto al suelo. Las honras fúnebres fueron solemnes.

U

n día con presagios de lluvia y siendo la hora sexta, se publicó en la ciudad capital y en las cabeceras de provincia, un bando leido en las esquinas por un pregón vestido con ropas talares y acompañado de un cortejo militar con enseñas fúnebres. El bando anunicaba el luto oficial por el repentino e inesperado fallecimiento de un general opositor y la disposición del Supremo Gobierno de tributarle honras fúnebres iguales a las de un Ministro de la Guerra, con la observancia de tres días de duelo nacional. El primer asombrado con el anuncio fue el propio general, quién optó por huir, creyendo que se trataba de un atentado contra su vida, de los muchos que había sufrido, pues sobrevivía a emboscadas y envenenamientos; pero no fue perseguido por nadie, mientras continuaban los preparativos para su entierro. Los funerales fuero pomposos, se pronunciaron tres piezas oratorias, una por cada poder constituido de la República y al momento de descender el féretro a la fosa, cubierto con la enseña patria, se disposaron ventiuna salvas de fusileria. Cuando, al término del duelo oficial, las banderes fueron elevadas de nuevo al tope de sus astas en los edificios públicos, cuarteles, plazas y buques en alta mar, el general retornó en secreto a su casa, donde se encontró du familia entregada a los rezos habituales de nueve días por los difuntos; llamó a su mujer, a sus hijos, trató de abrazarlos, pero ninguno parecía reparar en su presencia. Su cama y sus muebles habían sido sacados de su aposento y sus ropas repartido entre los pobres. Fue a la calle, caminó por muchos rumbos, buscó a sus íntimos amigos, a los antiguos conspiradores, pero entre todos pasaba como una sombra. Al principio resultó duro, pero con el tiempo se acostumbró a la idea de su propia muerte. 2

Dieter Masuhr

Editorial Nueva Nicaragua, 1983 Mit neuer Bebilderung. deutsche Veröffentlichung 1981


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