La Jornada Semanal

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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 22 de abril de 2012 ■ Núm. 894 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

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bazar de asombros LOS ABURRIDOS Y LOS INDIGNADOS

El próximo jueves 26 de abril se cumplen 75 años del genocidio cometido en contra de los habitantes de Guernica, cuando un escuadrón de aviones alemanes bombardeó durante horas, reduciéndolo a escombros, el pequeño pueblo situado en el País Vasco. Símbolo máximo de ese terrible acontecimiento, el cuadro homónimo pintado por Picasso es una de las más altas expresiones humanas contra el horror y la barbarie que toda guerra ocasiona. Conmemoramos esa fecha con un texto de Anitzel Díaz y un poema de Hugo Gutiérrez Vega. Publicamos además un cuento de Ricardo Bada, una crónica sobre Oaxaca de Rosa Isela Briseño, una entrevista con Gustavo Reyes Terán, fundador y director del Centro de Investigación en Enfermedades Infecciosas, así como un texto en memoria de la activista y feminista boliviana Domitila Barrios de Chungara, nominada en 2005 al Premio Nobel de la Paz y muerta en marzo de este año.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

Me tocó vivir en Italia los primeros momentos de ese fenómeno que los capitalistas triunfadores llamaron “milagro económico”, así como los ini­ cios del desencanto y de la náusea (o, mejor dicho, el aburrimiento) que se plasmó en algunas novelas de Moravia, especialmente en La noia, y en una serie de películas sobre la incomunicación, el des­ aliento y la frustración producida por la sociedad del capitalismo salvaje, ligeramente atenuado por algunos aspectos del contradictorio, y ya en ese momento criticado por los economistas imperia­ les, estado de bienestar. Moravia y Antonioni, cada quien desde su propia e irreductible perspec­ tiva, son los grandes cronistas de esa etapa de pro­ greso material, regresión espiritual y helada acti­ tud capitalista. Nos angustiaban las películas de Antonioni, sus amenazantes silencios, los inter­ minables paseos en círculo y sin objeto por los jardines de las enormes casas de la burguesía ro­ mana, el claroscuro constante y, por lo mismo, abrumador; el rostro afligido o totalmente desva­ lido de su actriz emblemática, Monica Vitti, y los finales abiertos y, al mismo tiempo, sin un asomo de futuro. Todo lo contrario de los finales chapli­ nianos abiertos a un crepúsculo de buen augurio, mientras el mimo y, a veces la muchacha rescata­ da de la miseria, caminan, hacia una nueva vida o, por lo menos, hacia una forma de la esperanza. La película de Fellini, La dolce vita, nos entregó una magistral serie de retratos de seres atrapados en las redes del consumo, la angustia y el sinsentido vital. Una Roma que ya había superado las heridas de la guerra y una Italia que gozaba de todos los beneficios del crecimiento industrial y comercial (a pesar de que el sur seguía en el subdesarrollo), son los personajes centrales de una saga en la cual los seres humanos han perdido la mayor parte de sus asideros espirituales. El Cristo amarrado a un helicóptero que vuela sobre los tejados de la ciu­ dad abre la puerta de una de las películas esencia­ les de ese momento histórico y de perenne validez artística y humana. La escena del asesinato de los niños y del suicidio del padre asesino tiene una insoportable carga de desesperanza. El personaje muere y se lleva a sus hijos por la sencilla razón de que ya no le ve salida posible al mundo de la segunda guerra mundial, de la Guerra de Corea, de la llamada Guerra fría cargada de amenazas, del

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Hugo Gutiérrez Vega horror nuclear (muchos años antes, Italo Svevo, en el monólogo final de La conciencia de Zeno, había anunciado la destrucción de la humanidad por medio de la guerra atómica. El triestino veía al globo terráqueo girando en el espacio bajo la forma de la nebulosa primordial), de la feroz com­ petencia de las grandes empresas, de la frivolidad criminal de los privilegiados, de la miseria lace­ rante del Tercer Mundo. En fin... el sacrificio casi ritual marcó a toda mi generación (la llamada Ge­ neración de la bomba, de la Guerra fría y del capi­ talismo salvaje). El neorrealismo nos había deja­ do su calidad artística, su humanismo aferrado a unos jirones de esperanza, una inmensa com­p asión y una incalculable carga de ternura. Los que perte­ necíamos a la Generación de la bomba seguíamos admirando su mensaje, pero nos enfrentábamos a un nuevo fenómeno humano, el del cansancio, la de­ sesperanza, la desconfianza en los otros y una in­ soportable náusea que ya nos habían anunciado Sartre y los existencialistas. A mis muchos años de edad pienso que esas amenazas palpables en el cine y la literatura de mi generación se han concretado en el horror neoli­ beral que produce una trágicamente injusta dis­ tribución del ingreso, el aumento de la miseria, la ausencia de oportunidades para los jóvenes, la vio­ lencia del crimen organizado y de las fuerzas del Estado, el brutal crecimiento del desempleo y la demagogia que permea el discurso de la mayor parte de una clase política corrupta e irresponsa­ ble. Hemos pasado de la noia y de la psicosis de la bomba, a la franca y abierta indignación. En la última secuencia de La dolce vita, al ter­ minar la fiesta en la casa de la playa, los personajes se acercan al mar y ven a un pequeño grupo que rodea a un inexplicable monstruo marino con un ojo enormemente triste. Ese engendro está anunciando la proliferación de las monstruosidades. Ahora, en este mundo de terrible perfil teratológico, los seres humanos tenemos que hacer algo para evitar el final previsto por Svevo. Por lo pronto, manifestar nues­ tra justa indignación e intentar el acercamiento a la casi inalcanzable montaña de la esperanza, ésa en la que un día ya lejano se dijo un sermón lleno de confianza en la bondad humana. jornadasem@jornada.com.mx

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Portada: Pablo Picasso, Guernica (Fragmento)

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Vilma Fuentes

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in siquiera hacer el intento de expresar lo in­ decible: ¿quién es capaz de hablar de la barba­ rie que significa el asesinato a quemarropa de tres niños en una escuela judía francesa? Más allá de los improbables resultados de una investi­ gación policíaca que es ya una polémica y anuncia las más diversas querellas. Aún más lejos de las aleatorias consecuencias políticas, tanto en las ac­ tuales elecciones presidenciales en Francia como en el terreno más vasto de un recrudecimiento del ra­ cismo y de la influencia del fanatismo religioso. La reciente matanza, ejecutada a sangre fría por un personaje tan turbio como perturbador por su mis­ ma demencia, de tres militares –dos de ellos mu­ sulmanes y uno católico‒, un padre de familia y tres niños de una escuela judía, propone un cuestio­ namiento profundo de la confusión actual entre lo imaginario, lo virtual y lo real: el deseo de morir y

Sobre la matanza, la investigación policíaca dará sus respuestas, ya hoy contradictorias. Que el tipo fuese un aprendiz de terrorista o que se sin­ tiese protegido en tanto indicador de una de las agencias de espionaje francesas, las respuestas se­ rán tan inciertas como ardua la investigación: el triste personaje fue eliminado a pesar de todas las instrucciones de agarrarlo vivo. Su muerte “no pudo evitarse”. En Francia el sistema inquisitorial de la justicia no busca sólo los móviles: el dinero, el poder, la pa­ sión. La razón francesa pretende encontrar razones a lo irracional, sentido al sinsentido. Basta echar un ojo a procesos de la Corte, leer los comentarios de especialistas, ver algunas series televisivas judicia­ les, para asombrarse ante este deseo de comprender lo absurdo: por qué un hombre asesina a su familia, por qué una mujer mata a sus hijos, por qué un vio­

te con la realidad, que sufre la generación inter­ nauta, perturba y acrecienta la pérdida de la con­ cepción de realidad. Hasta hace unas cuantas décadas, esta pérdida parecía estar reservada a lo que la psiquiatría, a fal­ ta de otras explicaciones, considera una deficiencia o enfermedad mental. La verdad es aún más pertur­ badora. La pérdida del sentido de lo real no es una suerte reservada hoy a quienes la psqiuiatría nom­ bra “locos”. Michel Foucault se planteó la cuestión. También Jacques Bellefroid, al publicar uno de sus libros con el título Lo real es un crimen perfecto. Ambos autores, filósofo (o como Foucault se califi­ caba: arqueólogo) y escritor, se plantean, cada uno a su manera, si no la cuestión fundamental del ser, sí la cuestión de cuestiones: ¿de qué se trata cuando se habla de lo real? ¿Qué es lo real? ¿Un hecho, una imagen, un sueño, un discurso, una ilusión? Sha­

Águila o sol:

real

o imaginario

Toma de un video que, según France 2, muestra a Mohamed Merah (el asesino de Toulouse) Foto: France 2 Television (EFE)

de matar. Pulsión y pasaje al acto que hallan su rea­ lidad más inquietante y densa en la imagen. El asesino, de veintitrés años, cargaba, colgada en el torso, una cámara. No le era suficiente el cri­ men, necesitaba el souvenir, a semejanza de cual­ quier simple turista o de una madre de familia que filma la fiesta de cumpleaños de su hijo. Un souvenir que, además, deseaba difundir a través de internet ‒¿cómo propaganda? O, ¿como cientos de miles de personas que pasan sus fotos en Facebook o en otros sitios, con la certidumbre de cobrar, así, una exis­ tencia más real que la fantasmal de sus vidas coti­ dianas, el crimen no le bastaba y necesitaba filmar­ lo y proyectarlo? ¿La imagen difundida posee, hoy, más peso que la existencia? Comentaristas y expertos hablan de formación terrorista, de islamismo fanático, de desadapta­ ción a una sociedad que lo excluye... Las teorías, los análisis y las hipótesis se multiplican según la ima­ ginación y las inclinaciones ideológicas o de for­ mación de cada quien. Sin embargo, dos hechos son ciertos, absolutamente reales y monstruosos: los asesinatos y la filmación.

Una mujer llora junto al coche fúnebre que lleva uno de los ataúdes con uno de los tres niños muertos en la escuela judía Ozar Hatorah de Toulouse. Foto: Pascal Parrot

lador pasa al asesinato de sus víctimas. Después de las supuestas explicaciones psiquiátricas que creen encontrar en la infancia del criminal las res­ puestas, sigue la decepción del público, de los jue­ ces, de la policía, de todos los expertos imaginables, cuando, al fin, comprenden que ni siquiera el ase­ sino puede explicar su crimen. Sobre la filmación habría varios fenómenos que sería necesario estudiar, pues las consecuencias de esta manía, que se propaga como una epidemia, pueden afectar en forma profunda el curso de la evolución humana y no precisamente de manera positiva. Sobre todo entre las nuevas generaciones que pasan de lo virtual a lo real, de la imagen que aparece en la pantalla a la realidad de seres de car­ ne y hueso, con un desparpajo que, bajo las apa­ riencias de la maestría de la técnica, oculta una pérdida del sentimiento de realidad. Pérdida pro­ piciada por las imágenes televisivas, la fuerza de internet, pero también por las imágenes seleccio­ nadas por “razones de Estado” que se difunden a voluntad, así acaben de ser filmadas en estudio. El bombardeo de lo virtual mezclado intrínsecamen­

kespeare da la respuesta: Words, words, words. Pala­ bras que encuentran su conclusión en la última frase de Hamlet: and the rest is silence. El silencio del que habla Shakespeare habla más y mejor que los discursos. ¿Qué nos dice? Que nin­ guna palabra, por inteligente que sea, puede aclarar el enigma de la existencia humana. “El hombre está necesariamente loco”, escribe Blaise Pascal, mate­ mático que utiliza el término “necesariamente” en el sentido estricto de la matemática. Y continúa: “Es por otro giro de locura que cree no estarlo.” En efec­ to, ¿cómo no enloquecer ante la idea de la propia muerte? Idea impensable que necesariamente en­ loquece. Locura de la cual escapamos creyéndonos seres racionales, así debamos inventar, insensatos, un más allá, infernal o paradisíaco. Imaginario, virtual y real fueron confundidos en el horror con esta matanza bajo el sol de marzo una mañana en la ciudad rosa de Toulouse. Los hombres no dominan siempre las técnicas que la ciencia in­ venta. Y si lo imaginario es más real que lo real, no sucede lo mismo con lo virtual, tan probable como improbable •


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entrevista con Gustavo Reyes Terán Paula Mónaco Felipe

El enemigo del sida en México Dr. Gustavo Reyes. Foto: Carlos Cisneros/ archivo La Jornada

Médico cirujano, Gustavo Reyes Terán es fundador y director del Centro de Investigación en Enfermedades Infecciosas ( cieni ). Istmeño, nacido en Mixtequilla, Oaxaca, tiene cincuenta y dos años de edad, treinta y cuatro de ellos en la medicina, y es tal vez una de las personas que más sabe sobre infecciones y vih en México.

el Tratamiento Antirretroviral ( tar ) no bajó tan drás­ ticamente como en otros países y, en lo personal, creo que durante los años noventa estaba subesti­ mada quizá deliberadamente y ahora se registra mejor. En cobertura con fármacos sí hay cambios: cada vez más personas con vih tienen acceso gratui­ to, pero el problema es la detección tardía, cuando pasaron entre cinco y nueve años infectados. Mu­ chas personas con vih , decenas de miles, requieren tratamiento y no lo reciben. –¿Cómo se podría revertir eso?

‒Hice una maestría en salud pública porque creo que por definición cualquier médico tiene que estar preocupado por la salud pública. Estudié la especialidad en medicina interna y al ter­ minarla me metí a enfermedades infecciosas. Dentro de ellas el sida reúne los tres aspectos que más me han gustado: virología, inmunología y salud pública. –Trabajar con pacientes de vih parece tarea difícil y triste, comparable a especializarse en oncología. ¿Cómo ha sido?

‒Ha habido tristezas y alegrías. Viví la parte negra de la enfermedad y luego la satisfacción por su con­ trol con fármacos antirretrovirales. Antes la satisfac­ ción era diagnosticar e influir para incrementar la supervivencia, seis o doce meses para una persona podía ser significativo. Ahora hablamos de hasta cin­ cuenta años más para una persona y es más signi­ ficativo aún. Pero también está la tristeza de enfren­ tarse a una crisis social, política y cultural que impide salvar vidas salvables. Sigue muriendo gen­ te que no debería morir. –En 2013 se cumplen treinta años del primer diagnóstico de sida aquí. ¿Cuál es la situación?

‒En número de casos estamos entre los tres países con más frecuencia en el continente, después de Es­ tados Unidos y Brasil. En tasa estamos mucho más abajo: están infectados tres de cada mil adultos, que es una frecuencia baja, pero creo que no se tiene un conocimiento exacto de la prevalencia de la infec­ ción. En mortalidad algo raro pasa; desde que inició

–¿Contagiarse de v i h ya no es una sentencia de muerte rápida y sufrida? ¿Cuál es la expectativa de vida hoy?

‒Si una persona de veinticinco años se infectó ha­ ce un mes por vih y la detecto, entonces le doy tar apropiado, sigue las indicaciones del médico al pie de la letra, se previenen los efectos tóxicos de fárma­ cos y lleva una vigilancia del tratamiento, vivirá aproximadamente cincuenta años más, lo que es muy cercano al tiempo promedio de vida de un mexicano. Si detectas cuando han pasado años de infectado, la supervivencia se reduce de manera importante.

–¿Cómo han sido las políticas mexicanas sobre sida?

‒Optimistas de más. Por más exactitud que tengan las fórmulas matemáticas, dependen de cómo metas los números y pienso que estamos metiendo los equi­ vocados. No sabemos cuántas personas se infectan

-¿P

or qué eligió dedicarse al estudio del vih -sida?

‒Educación sistemática, masiva. Se debería crear conciencia sobre todo en la población donde se ha centrado más la infección en México: hombres que tienen sexo con hombres. Decirles que la infección por vih no es mortal como lo fue antes del tar ; que si te detectan inmediatamente puedes vivir tan larga­ mente como una persona sin vih y que vas a recibir atención y tratamiento gratuitos. ¿Has oído que esto llegue a todos los oídos?

En número de casos estamos entre los tres países con más frecuencia en el continente, después de Estados Unidos y Brasil.

cada año, cosa fundamental en la estimación de pre­ valencia de una enfermedad. A quienes dicen que el sida es un problema controlado en México les pediría un minuto de reflexión. Infectólogos, oftalmólogos, neumólogos y bron­ coscopistas son algunos de los veinticinco médicos de catorce especialidades que integran el ejército del cieni , del iner . Además, veinte estudiantes de pre y postgrado, psicólogos, trabajadores sociales, enfer­ meros e investigadores de ciencia básica en virología, inmunología, biología celular y genética. En un edi­ ficio se concentra la atención clínica, el diagnóstico y la investigación y es hoy el instituto más prestigio­ so del país. Además, el principal productor de inves­ tigaciones de la región en vih -sida con avances com­ parables a destacados estudios a nivel mundial y colaboraciones con grupos de vanguardia, como los de Vancouver, Oxford y Atlanta, entre otros. –¿Qué se ha logrado en los ocho años de existencia del cieni ?

‒Bajar la mortalidad, pero aún es del veinte por ciento, inaceptablemente alta. Mejoramos el diag­ nóstico de patologías relacionadas con el sida y nues­ tro laboratorio realiza estudios virológicos e inmu­ nológicos a más de 15 mil personas por año. En investigación biomédica, durante los últimos tres años el cieni ha sido el grupo más productivo del país; trabajamos con catorce estados que concentran más del setenta por ciento de casos documentados de sida y con mil 700 personas hicimos el primer estudio re­ presentativo de lo que pasa en México en resistencia de vih a fármacos. Somos líderes en Centroamérica con el Proyecto Mesoamericano (vih , hepatitis b y c), en el cual hacemos estudios virológicos, inmunoló­ gicos y genéticos, un estudio con potencial de resul­ tar en información clave para ayudar a controlar mejor al virus y dirigir la atención en la zona más pobre del continente, hoy olvidada. Recibimos mues­ tras de personas con vih recientemente detectado, serán más de 5 mil en siete países. –Un estudio que ni Naciones Unidas hace.

‒Es un trabajo digno de haber sido propuesto y hecho por la Organización Mundial de la Salud. Es obligación para ellos hacerlo, porque son problemas de salud pública y es una región pobre. No se ha he­ cho; por eso lo estamos haciendo nosotros •


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Rosa Isela Briseño

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resa de las causalidades y de una colosal con­ fusión me vi comprometida a emprender una nueva aventura en Oaxaca, a aquel lugar que me había acogido con tanto cariño años atrás. Acompañada por un trio de héroes dedicados a la promoción cultural, abordé el vuelo en la Terminal 2 con destino a la tierra del mole, del chocolate, de la tlayuda con asiento, del tasajo, de los chapulines asados en limón y sal, del tamal de chipilín y del mezcal de pechuga. Asumí un oficio, el de reporte­ ra y cronista, aunque fuera por unas horas, y este es el relato.

DÍA UNO Debía mantener un agudo sentido para percibir cualquier elemento bueno para esta crónica. En es­ pera del vuelo estaba una fa­ milia de paisanos recién lle­ gados del otro lado del norte con un sutil y personalizado estilo para hablar inglés. Tam­ bién parejas y viajeros solita­ rios de origen extranjero, una bola de comadres encarga­ das de amenizar los 50 minu­ tos del viaje con una charla de bodorrios, damas de honor, saltados, dejados y quedados de la familia. ¡Tierra a la vista! Desde el cielo uno puede ubicar cada uno de los lugares que hay por visitar en el Centro Histórico; sus parques, mercados, igle­ sias y demás. Al esperar las maletas llamó mi atención la sala contigua en la que esta­ ban regadas docenas de pren­ das de vestir. Decomiso. Ima­ ginen: tremendas maletas y ¡sópatelas! Luz roja del semá­ foro fiscal. ¿Cómo era posible que Oaxaca fuese traicionada con descaro por algunos de sus hijos? Pero el gusto por los trapi­ tos gabachos no le quita nada a su ancestral empresa textile­ ra. A esta Oaxaca de ocho re­ giones (Cañada, Costa, Istmo, Mixteca, Papaloapan, Sierra Norte, Sierra Sur y Valles Cen­ trales), de 570 municipios (480 regidos por usos y costumbres y 152 por estructuras partidistas); de diversidad et­ nolingüística con quince pueblos hablantes de len­ gua indígena; de geografía donde la medicina tradi­ cional sigue siendo una práctica para atender la salud. Es la tierra de Benito Juárez y de Francisco Toledo, de una alta concentración de biodiversidad, la tierra que visitan millones de turistas cada año, varios miles de ellos exclusivamente para admirar las fiestas de la Guelaguetza.

DÍA DOS Nuestra misión era presenciar la firma del Convenio Marco de Colaboración entre el Gobierno del estado y el Conaculta; instrumento que sirve para dar sen­ tido a las políticas, programas y acciones que permi­ tan un desarrollo cultural sustentable en la entidad. De igual manera se presentó el Programa Sectorial de Cultura ( psc ) 2011-2016, elaborado por la Se­ cretaría de las Culturas y Artes que preside Andrés Web­s ter Henestrosa. Se trata de un documento de planeación sin precedentes en virtud del amplio diagnóstico que contiene y que da base a lo que hará el gobierno durante el sexenio. El evento tuvo lugar en el Teatro Macedonio Alcalá, considerado como uno de los más importantes de la República. Ahí es­ taba yo, entre un nutrido grupo de mujeres, algunas

neación estratégica participativa. Propone una me­ todología para medir las posibilidades del desarrollo cultural: se trata de la caracterización del sector cul­ tural oaxaqueño, en lo que estimo es una suerte de Cuenta Satélite y que son estructuradas por el inegi en otros campos. El psc propone a ese mapeo desa­ rrollar numerosos ejes y programas, entre los que destacan el Sistema Integral de las Músicas, la crea­ ción del Fondo Estatal para el Desarrollo Cultural y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías. De dicha caracterización cabe destacar los resul­ tados que arroja. Por ejemplo, que un estimado de la aportación de la cultura a la economía oaxaqueña es del 6.53%, porcentaje del cual los medios de comuni­ cación aportan el 68.3%. Por lo que refiere a la par­ ticipación en el empleo, en lo cultural se ocupan un 7.6% (alrededor de 24 mil 70 plazas) dominado por la industria manufacturera con un 68%. Para llegar a estos indicadores se partió de la es­ tructura sectorial que tiene nuestro país. De los veinte sec­ tores se tomaron el 71, el 51, el 61, el 54 y el 31-33. Este orden responde a criterios de orga­ nización que permitieron la desagregación de subsectores relacionados con la cultura. Con base en los Censos Econó­ micos de 2009 y de cifras más actualizadas del inegi es que se pudo estimar tales aportacio­ nes en el contexto de toda la economía oaxaqueña. El acto me pareció sobrio, decoroso, sin florituras. La confusión que me trajo a la que fuera mi casa tuvo después otro espléndido episodio. Cla­ ro, comida típica: una degus­ tación de siete moles, tasajo, chapulines y mojitos de mez­ cal, además de gozar de la mú­ sica de un trío. Esta es la muy apretada cró­ nica de una aventura como periodista cultural durante dos días, de una suerte de re­ lámpago que me hace feliz compartirles por sus variados significados, muy especial­ mente los que atañen a mi for­ mación profesional. También subrayo lo que es en distintas vertientes el aprendizaje de un nuevo panorama para abordar la participación de la cultura, del sector cultural en la economía para, con ello, buscar el desarrollo de modelos de sustenta­ bilidad en el estado. Reconozco ahora, como bien se cita de José Vasconcelos, que “tanto hace por la cul­ tura quien la crea como quien la promueve” •

Exploración Ooajjakka

de las cuales portaban huipiles de origen Amuzgo, teñidos en color púrpura y cochinilla con largos re­ bozos de seda fina rematados con elegantes barbas. Y justo detrás de la primera fila de butacas que daban vista al engalanado estrado, atisbé a Alfredo Harp Helú acompañado de su esposa, un empresario com­ prometido con muchos intereses de la entidad. Pude entonces enterarme de que el Programa Sec­ torial de Cultura es resultado de un proceso de pla­

Lee y descarga el psc en http:// economiacultural.xoc.uam.mx


Ricardo Bada

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Amos

Para Carmen & Álvaro Mutis

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e mi casa al trabajo son unos ocho kilómetros, que recorro a diario, ida y vuelta, con mi bici­ cleta. Salgo de casa, doblo a la derecha y en­ seguida me adentro en el bosque, y al final del bosque una breve curva a la derecha y ya estoy a la orilla izquierda del Rhin, por donde sigo hasta el du­ ro banco de la galera turquesa donde gano con el sudor de mi frente el pan nuestro de cada día. Adquirí la costumbre de ir al trabajo en bicicleta no importa en qué condiciones climatológicas (ex­ cepto el hielo, que es traicionero de suyo), desde que nos mudamos a este pueblito de pescadores... de cuando se pescaba en el Rhin, claro está. Un pueblito donde acaba Colonia, por el sur, y luego siguen las refinerías de Wesseling. Y el trayecto diario, sobre todo el matutino, me ha servido para entablar no­ tables amistades que en la mayoría de los casos se reducen al “buenos días” intercambiado con otros ciclistas que vienen en dirección opuesta o me ade­ lantan, o con jinetes que pululan por aquí gracias a la difundida creencia de que cabalgar es una buena terapia para los achaques de la columna vertebral, o con señoras y señores, más señoras que señores, que sacan a sus perros a pasear y a que abonen con sus aguas menores y mayores los campos labrantíos que siguen existiendo en las lindes del bosque. De entre todas esas amistades, la más asidua, ade­ más de haber sido la primera, es con el señor Todt, Herr Todt, por quien se escribe este cuento. Mi amistad con el señor Todt se inició un lluvioso día de primavera de hace ya algunos años. El señor Todt estaba sentado en un banco del sendero, y del amparo de su amplio paraguas casi sólo sobresalían sus para mí inconfundibles piernas, embutidas en pantalones de pana hasta debajo de las rodillas y gruesas medias de lana a rombos de colores entre las perneras y las recias botas de suelas aún más recias, de la consistencia de las blasfemias bávaras. Como me sentí obligado a tocar el timbre de la bicicleta, porque su pachón andaba zigzagueando por el ca­ mino sin un rumbo que me permitiera intuir si lo iba a chocar por el hocico o por el trasero, el señor Todt alzó su paraguas, focalizó la situación, le gritó algo al pachón, y yo hubiese seguido adelante tras un “¡Danke!”, y a buen seguro un “¡Morgen!”, a no ser porque el señor Todt se irguió en toda su estatura protegida por el paraguas, y me preguntó: –¿… a pesar de la lluvia? Esto último fue lo único que entendí, pues no con­ taba con su intento de comunicación y seguí peda­ leando. Me detuve, frenando con el pie en el pedal derecho y afianzándome luego en el suelo mientras me daba vuelta: –Perdone, no entendí lo que dijo. –¿Cómo? –me espetó el señor Todt, en un tono de voz inusualmente alto, y por él me di cuenta de que mi interlocutor era bastante sordo. –¡Le dije que no entendí lo que me dijo! –Ah –y bajó la voz como hacen todos los sordos cuando notan por el rostro de quienes les hablan que éstos les están gritando‒. Le pregunté que si siempre va a su trabajo en bicicleta aunque esté lloviendo. Así de sencillo fue el comienzo de nuestra amis­ tad, allá por 1980, cuando ya hacía casi cinco años que nos habíamos encontrado poco más o menos que

y

perros

Ilustración de Álvaro Tapia Hidalgo

a diario por el camino del bosque. A partir de aque­ lla lejana mañana primaveral, no hubo vez que nos divisáramos de lejos y en que no se preparase el se­ ñor Todt para destocarse cortésmente al pasar yo a su lado, mientras que yo, por mi parte, dejaba de pedalear para poder cruzar entre él y su pachón llevado por la inercia del impulso adquirido. Lo normal era que sólo intercambiáramos un salu­ do matutino y algún otro, siempre breve, comenta­ rio meteorológico. No sé si por su sordera, o a lo mejor por una dis­ creción propia de sus orígenes (a mí se me hacía que el señor Todt no era coloniense, ni siquiera renano; yo me lo figuraba, no sé por qué, refugiado del este, de Masuria o la Prusia oriental...), pero lo cierto es que nunca hizo alusión a mi inconfundible acento extranjero. Hasta que un día en que nos tomamos tiempo para platicar comentando el fastuoso espec­ táculo de un faisán, me preguntó a boca de jarro: –Sí no es indiscreción, ¿de dónde es usted? –Soy español... –y puse especial énfasis en pro­ nunciar eschpañol y no spañol, como suelen hacer mis compatriotas incluso después de toda una vida en Alemania.

Resultó que el señor Todt conocía España. Y me habló de la impresión que le produjo la tierra tan ro­ ja, vista desde el avión. Lo mismo que había impre­ sionado a mi mujer neerlandesa la primera vez que voló conmigo a Madrid. –Sí –le dije al señor Todt–, pero también tan verde, no sé qué lugar conoce de mi país, pero Galicia, As­ turias, el País Vasco, por ejemplo, son muy verdes. Sus ojos se achicaron con un movimiento similar (e inverso) al de la lente de un microscopio que bus­ ca el máximo de nitidez, en este caso dentro de sus recuerdos. –Es verdad –asintió al cabo de unos instantes–, el País Vasco es muy verde, muy verde. En aquel período de mi vida, durante varios me­ ses, intenté llevar un diario, y gracias a él recupero ahora un momento de estupefacción del señor Todt tal como lo transcribí entonces: “Abril 27 (1987). Encuentro en el bosque con el señor del pachón. Me pregunta que si vi anoche el programa de la 1ª cade­ na de tv . Le digo que no tenemos televisor. Su asom­


ensayo

Jornada Semanal • Número 894 • 22 de abril de 2012

bro infinito casi me da pena. Le explico nuestro re­ chazo de ese medio de masificación comunicada. Menea sin mucha convicción su sólida cabeza. Ten­ go prisa y me despido sin preguntarle qué programa me perdí.” No hay que decir, pues no se vive en Colonia sin caer en ciertos tópicos, que uno de los temas recu­ rrentes en nuestras conversaciones o más bien en los monólogos del señor Todt conmigo, era el Pa­ dre Rhin. Sobre todo en época de grandes lluvias o de des­h ielos. Cuando el Padre Rhin decide salir­ se de ma­d re y hacernos la puñeta a todos sus hijos más próximos. Fue con ocasión de una de sus riadas más grandes que me vine a enterar de dónde vivía el señor Todt. Yo ya sabía, por el periódico y por el informativo de la radio, que las aguas habían rebasado, esa madru­ gada, las praderas ribereñas y empezaban a anegar los sótanos y los entresuelos de las calles costaneras. Ese día me encontré al señor Todt, puntual como un filósofo prusiano, en la esquina de las canchas de te­ nis con el Fuchskaulenweg. – ¿Ha salido de casa en barca o lo hizo todavía a pie enjuto? –me preguntó, y la referencia bíblica pa­ recía confirmar que venía de una comarca pietis­ ta, ¿por qué no la Prusia oriental? – A pie enjuto –le contesté–, ¿y usted? –También, yo vivo acá a la vuelta, en la Mühsam­ strasse. Poco faltó para que me echase a reír. ¡Nada menos que en la calle Mühsam! Por supuesto que no tuve valor para decirle que lo que menos me hubiese ima­ ginado, por muchos días de vida que me queda­ ran, es que viviese en una calle rotulada con el nom­ bre de mi bienamado anarquista, el político alemán mo­derno que más quiero, junto a Carl von Ossietzky y Rosa Luxemburgo. Algunos años después, y una vez más en época de riadas, una riada que en esta oportunidad amenaza­ ba con ser “la del siglo” (lenguaje de la prensa), tam­ bién supe la edad del señor Todt. Desde que lo vi detenerse al divisarme en el camino, y por su actitud exultante, imaginé que me tenía preparada una de sus clásicas bromas acerca del Arca de Noé, la balle­ na de Jonás o el Nautilus del capitán Nemo. Pero no. Esta vez me equivoqué de medio a medio. Apenas llegué a su altura y, prácticamente sin solución de continuidad con su “¡Guten Morgen!”, me espetó su efeméride: –¿Sabe una cosa? Mañana cumplo ochenta y cinco años. Mañana sería el 21 de diciembre. Yo conocía bien la fecha, el aniversario de un alemán contemporáneo que nos dejó huérfanos ocho años atrás. Así que se lo dije: – Pues no sé si lo sabe, pero entonces tiene usted cumpleaños el mismo día que lo tenía Heinrich Böll. Una expresión que me pareció de perplejidad res­ tó bonhomía por un instante a los rasgos de aquel rostro distendido por la sonrisa. En su vida ha oído el nombre de Böll, fue lo que pensé. Pero luego, mien­ tras continuaba mi camino al trabajo, después de haber felicitado al señor Todt, pensé que tal vez no fuese perplejidad sino rechazo lo que había aflorado a su cara. A fin de cuentas ¿qué razones de peso, qué razones objetivas tenía yo para pensar que era pru­

siano y pietista? De repente me di cuenta de que el señor Todt podía ser perfectamente coloniense o al menos renano, ¡y católico!, de aquellos católicos pa­ ra quienes el nombre de don Enrique era sinónimo de herejía, blasfemia y qué sé yo cuántas cosas más. Al poco tiempo mi vida laboral experimentó un cambio notable que me obligaba a levantarme bas­ tante más temprano y llegar al trabajo con una pun­ tualidad de reglamento, de tal manera que dejé de ver por muchos meses al señor Todt y a su pachón. Fue ya entrado el otoño, y en un día sábado, que salía de casa a la misma hora de meses atrás, para retirar en la oficina de correos una carta certificada, para lo cual tenía que atravesar el bosque y acudir al pueblo inmediato. Y ahí vi venir hacia mí, a la al­ tura de las canchas de tenis, al perro pachón del señor Todt. Sólo que atraillado a una correa cuyo extremo asía con mano firme una robusta anciana vestida de oscuro y a quien yo no conocía de nada. El pachón se detuvo al verme llegar, y estoy ten­ tado a decir que el movimiento de su rabo fue un saludo que se correspondió con mi automático “¡Gu­ ten Tag!” y el no menos automático “¡Guten Tag!” de la anciana. Continué mi camino, llegué al otro pue­ blo, retiré la carta certificada, regresé a casa y en nin­ gún momento me abandonó la sospecha de que un eslabón de la cadena de mis queridas costumbres se había roto, y de que yo acababa de enterarme de ello de la misma manera que los vecinos de Königsberg se habrían enterado de la muerte de Kant. Por la in­ esperada ausencia de su reloj de carne y hueso, de levita y galera. Luego de almorzar, despejé mi mesa de trabajo y amontoné a mi derecha los fajos de periódicos de los últimos seis meses. Los había ido guardando para una colaboración prometida al suplemento cultural de un diario madrileño: un ensayo sobre la cita literaria en las esquelas necrológicas de los periódicos alemanes. Sistemáticamente comencé a retroceder, ejemplar por ejemplar, deteniéndome nada más que en las páginas de las esquelas, tijera en mano, seleccionando y recor­ tando sólo aquellas encabezadas por una cita.

Resultó que el señor Todt conocía España. Y me habló de la impresión que le produjo la tierra tan roja, vista desde el avión. Lo mismo que había impresionado a mi mujer neerlandesa la primera vez que voló conmigo a Madrid.

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El montón de diarios a mi derecha fue disminuyen­ do poco a poco dejando a mis pies otro montón y a mi izquierda una colección de recortes. Alguien menos tozudo que yo habría abandonado la tarea secunda­ ria hacía algunas horas, pues la primaria y original ya estaba cumplida con creces. Pero el corazón me se­ guía diciendo que la esquela que yo buscaba, ésa, sí, iba a aparecer. Y apareció, sí. Hasta con una cita. La cita, que me dejó estupefacto, era de las autén­ ticas últimas palabras de Goethe: “Ven, hijita, dame la patita”, que no suenan en alemán lo ridículas que resultan en castellano. En cuanto al texto no me dejó lugar a ninguna duda. Hermann Todt, nacido el 21/ xii /1908 en Jena/Turingia, había fallecido en Colo­ nia el 26/ iv /1994. Su desconsolada viuda, hijos (dos), nietos (cinco), nueras y demás parientes, co­ municaban la triste noticia y daban como domicilio mortuorio el n° 14 de la Mühsamstrasse. El entierro tendría lugar el sábado 29/ iv , en el cementerio del bosque de Rodenkirchen. Allí me dirigí, donquijote sobre mi rocinante ho­ landés de acero y neumáticos, después del desayuno del domingo. Quería despedirme de mi amigo el señor Todt, cuyo nombre (ahora debo revelarlo) sólo había sabido al leer su esquela mortuoria. Familiarizado como estoy desde hace mucho tiempo con las cos­ tumbres de los enterramientos gracias a mi casi ma­ niática pasión por los cementerios, y conocedor ade­ más a carta cabal de éste de Rodenkirchen, no me fue difícil dar con la tumba del señor Todt. Lucía cuidada y era muy sencilla. Sin cruz. Nada más que una lápida con el nombre y las fechas liminares. Un farolito con una débil llama sobre la derretida cera roja era el úni­ co adorno al pie de un minúsculo cantero de nomeol­ vides embutido en la lápida. Alguien, quizás la viuda, organizó el piadoso gesto de insertar en ese cantero, como si fuese una condecoración, la franja de una de las coronas que debieron amontonarse sobre la tumba el día del entierro. En esa ancha tira tricolor, amarillorojo-negro, centelleaba la purpurina de unas palabras en un español casi impecable: Nunca te olvidaremos: Tus Kamaradas de la Legión Cóndor. NOTA EPILOGAL: Este es un cuento sobre los asesi­ nos que siguen viviendo entre nosotros. Baste recordar que la Legión Cóndor, enviada por Hitler para apoyar al inferiocre general Franco en su rebelión contra la República, fue la autora del cri­ minal bombardeo de Guernica el 26 de abril de 1937. Con razón Herr Todt recordaba aún que el País Vasco, visto desde arriba, es muy verde, y con razón no se perdió el programa de la televisión alemana en el cincuentenario del bombardeo. Él mismo moriría en el 57° aniversario de ese día luctuoso •

Representaciones de la Legión Cóndor en miniaturas coleccionables


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Guernica El caballo desbocado

Anitzel Diaz

75 años contra

No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un

instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo

Pablo Picasso

L

a gran estrella del museo Reina Sofía de Ma­ drid es sin duda el Guernica, de Picasso. Unos cuantos pasos, pasillos, vuelta a la de­ recha y ahí está de frente, monumental. A primera vista quita el aliento. El Guernica es una de esas piezas que forman parte de la cul­ tura universal y tienen una exposición tan mediática (libros de arte, documentales, playeras y toda la pa­ rafernalia que se crea alrededor de “lo famoso”) que cuando uno la ve en vivo es como si estuvieras frente a una celebridad. No sólo por las dimensiones –7.8x3.5 metros‒ o por los negros blancos y grises que

Otra forma de dolor es

representado al colocar una mujer saliendo de un edificio en llamas,

totalmente atrapada en ellas. Con sus brazos

levantados y la boca

abierta expresando el horrible sufrimiento

que está padeciendo.

plagan el lienzo, o por los rostros contorsionados, sino por su carga simbólica y más que nada por su fama. Más allá del contenido, de lo semántico de la pieza, que es su primer valor, el Guernica es una pro­ testa, una denuncia. Pablo Picasso leyó en el periódico acerca del bombardeo indiscriminado hacia un lugar llamado Guernica y Luno; un pueblo situado al norte de Es­ paña en el País Vasco. El 26 de abril de 1937 el pue­ blo sufrió cuatro horas de bombardeo por parte de aviones alemanes, los cuales redujeron a escombros la villa entera. Se dice que en 1940, con París ocu­ pada por los nazis, un oficial alemán, ante la foto de una reproducción del Guernica, le preguntó a Picasso que si él había hecho eso. El pintor respon­ dió: “No, han sido ustedes.” Guernica, el pueblo,

no es ahora más que un lugar con su plazuela y vie­ jos con boina, pero indudablemente se ha conver­ tido en un símbolo tan grande y fuerte como Hiro­ shima y Nagasaki. El mural es una gran puesta en escena. Tiene la herencia formal de las Señoritas de Aviñón, postcu­ bistas, africanoides, en fin, picassianas. El artista hizo más de sesenta dibujos preparatorios para el Guernica (era obsesivo hasta la genialidad), estudió la forma al máximo y llegó a una desconstrucción de las imágenes que le ayudó a plasmar la destruc­ ción de la guerra. El gran formato del mural coincide con la estructura narrativa del mismo. Dentro de él se produce una simbiosis del espacio interno y exter­ no. Por su gran tamaño el espectador se siente ab­ sorbido por la escena; vive el horror de la escena. Do­minan los grises alternados en algunas partes con blancos y negros luctuosos, además de algunos re­ flejos rosas y violáceos debidos al proceso de elabo­ ración del mismo. Tanto las formas, como también los colores del cuadro, expresan la emoción que el propio Picasso sintió al leer las noticias del bombar­ deo. La imagen derrama un sentimiento de pérdida y desesperación: de guerra. Cada personaje representa una historia. En el cua­ dro aparecen representados nueve símbolos: seis seres humanos y tres animales (toro, caballo y palo­ ma). Está la piedad: una mujer rota de dolor, con lá­ grimas como si fueran sus ojos, recoge a su hijo muer­ to en brazos. La paloma: que tiene un ala rota y el pico abierto, símbolo del rompimiento de la paz. Un hombre descuartizado, tirado en el suelo, con una estrella de cinco puntas en una mano y una espada y flor en la otra: simboliza la barbarie de lo inexpresa­ ble. Otra forma de dolor es representado al colocar


El mural de Guernica Gernikako Arbola Hugo Gutiérrez Vega

a:

A Pablo Picasso

La casa en llamas

La madre con su hijo muerto

Dejad a ese caballo

rumiando su agonía;

dejad que el toro negro empitone su muerte;

cuánto mejor la espada

que esta muerte no vista,

la barbarie

no esperada, que llega del aire envenenado.

El niño duerme, muere; los senos de la madre;

la descubierta estrella de la noche pasada. No hay sangre, El guerrero muerto

una mujer saliendo de un edificio en llamas, total­ mente atrapada en ellas. Con sus brazos levantados y la boca abierta expresando el horrible sufrimiento que está padeciendo. Durante la elaboración de la pintura, Dora Maar hizo distintas fotografías que permiten recomponer el proceso compositivo en el que Picasso hizo re­ petidas correcciones sobre la marcha. Entre los cam­ bios realizados figura la luz artificial que ilumina un interior, cuando originalmente era un sol en una es­ cena que se producía en la calle, por lo que la mujer que porta el candil en realidad se asomaba por la ventana de una casa en llamas. Del mismo modo, el toro aparecía con el cuerpo colocado en dirección contraria y el soldado recogía en su puño un mano­ jo de espigas. Tras la clausura de la Exposición de París, el Guernica fue expuesto en Noruega e Inglaterra y después trasladado, por razones de seguridad, a Nueva York, donde formó parte en 1939 de una exposición dedi­ cada a Picasso en el moma . Tras la derrota de la Repú­ blica española ese mismo año, Picasso lo cedió en préstamo al museo estadunidense y manifestó el deseo de entregar la obra al pueblo español cuando hubiese un régimen democrático. El cuadro, junto a la colección de dibujos preparatorios, fue entregado a España en 1981, y fue instalado el 10 de septiembre en el Museo del Prado, ocupando la sala principal del Casón del Buen Retiro. En 1992 pasó a ser la obra principal del nuevo Museo de Arte Reina Sofía, don­ de sigue atrayendo a visitantes de todo el mundo. En la actualidad el Guernica no ha perdido su fuer­ za de denuncia; es una imagen tan fuerte que supera la realidad de cualquier fotografía plasmada en los medios de comunicación •

no hay lugar para la sangre

en este panorama de cuerpos destrozados; sólo el aire caliente, el minuto sonoro

y después el silencio, el grito no esperado presente, aquí,

como la casa muerta y los ojos del niño

abiertos hacia adentro. Dejad que el toro negro no acepte su agonía

y que el sueño de arena engañe su silencio.

Dejad que el niño duerma, que la tierra se abra,

que la casa sin muros

abandone a sus hiedras. Nada se puede hacer; el minuto ha pasado. Sólo queda gritar,

gritar hasta que el viento nos muestre una salida.

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leer Los cristeros & Los bragados, J. Guadalupe de Anda, Miguel Ángel Porrúa, México, 2011.

FABULACIÓN DE LA CRISTIADA Y SUS SECUELAS RICARDO YÁÑEZ

Volumen ambicioso, rico, documentado, éste que a más de reunir las novelas del autor jalisciense relativas a la guerra cristera y su secuela, la oposición a la educación socialista, incluye un acucioso estudio introductorio –a cargo de José m . Murià– que ofrece una semblanza del autor y la caracterización de la región en que se desarrolla la acción narrativa y de sus habitantes, y fusiona felizmente crónica, investigación, evocaciones familiares y crítica (de los avatares editoriales y críticos de los referidos títulos), sendos prólogos de Octavio g . Barreda y José o Josep Carner y un comentario general de Arturo Azuela en que también se aborda otra obra de De Anda: Juan del Riel, cuya “síntesis final… muestra el aliento de un novelista consumado”. Eso aparte de restituirle a Los cristeros/La guerra santa en Los Altos un diccionario de localismos y reproducir, bien que en formato reducido, fotografías, portadas y otros documentos. En entrañable remembranza de cómo llegó al conocimiento del trabajo de j. Guadalupe de Anda, Murià cuenta que sus novelas fueron piedra de fundación de la nueva biblioteca con que su padre, José María, sustituiría la otra, barcelonesa, destruida en la Guerra civil española. Pero también que decidió un emotivo reencuentro entre el que fuera tan querido maestro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara y el historiador. Queda apenas si sugerida la probable identificación entre lo que Machado llama “las dos Españas” y lo que todavía algunos ven como dos formas de intolerancia enfrentadas aquellos años en nuestro país. Escueto, de trazos recios, costumbrista quizá pero más atento a los conflictos profundamente humanos que a las costumbres, el De Anda de estas dos novelas publicadas por primera vez, correspondientemente, en 1937 y 1942, sin dejarse ver del todo imparcial se evidencia equilibrado. Varios son los personajes que transitan por ambas novelas, pero el que definitivamente las une, y uno cree ver en él la visión del novelista, es el tío Alejo, hombre bueno, encariñado con su tierra, de armas tomar si se requiere, pero mesurado, aunque con un dejo de fatalidad y, diríase, de amargura. Podrá haber, los hay, otros personajes sobresalientes, principalísimos, señaladamente Policarpo Bermúdez (Cristeros) y el maestro Pablo (Bragados), mas es Alejo quien, un tanto como Levin en Ana Karenina, al modo de un bajo en música, sostiene la trama de cada una y las dos, cronológicamente sucesivas, narraciones.

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Ignoro qué tanto de naturalista (en el sentido literario) tenga De Anda, pero sería interesante ver con atención su mirada sobre los animales, la relación entre éstos y las personas en sus –bien que ubicadas en tiempos históricos– fabulaciones, y ver cómo señala singularidades animalescas en sus personajes, desde los apodos: Pinacate, Lagartija, Ranilla… hasta, en boca de sus personajes, las “ratas bolcheviques”, “la tripona que parece yegua preñada” y “la otra tísica, que parece campamocha”. La lista puede continuar. De “un viejo muy ladino” se dice: “El condenado duerme como las liebres, con un ojo abierto; tiene olfato de perro y oye como los venados, por las patas.” En algún momento aparece un “tipo estulto que parece haber sido extraído de una zahúrda”, quien, “con sus ojos encapotados de cerdo”, le encarga “muncho a la burra de mi madre” al maestro Pablo, que (pero este es otro asunto) terminará desorejado por los bragados. Hemos entrevisto el sentido de humor de De Anda. Aunque sus dos historias terminan trágicamente, el humor (el humor y el lirismo, los versos, con alguna frecuencia pícaros) las permea. Vaya un ejemplo escatológico: “Frente al cuarto, a un lado de la puerta del corral, con grandes letras rojas: " c o m ú n ", y debajo esta nota: “Se prohíbe dejar morralla sobre el mostrador.” Otro, algo distinto: La cuarentona Doña Lolava con cierto temor montada sobre un burro que finalmente la tira, “y tirada a lo largo en el lodazal, la ropa levantada y las carnes al aire, grita la señora lloriqueando: –Ahí está para que lo vean. Se los decía… ¿Ya lo vieron? [se entiende: manifiesta que previó el accidente y no le hicieron caso]. Y “haciendo enormes esfuerzos para contener la risa, mientras la levanta” le responde el arriero: –Ya lo vimos, sí siñora...” El profesor Ventanilla confía que habló con un muerto: “Me dijo dónde estaba enterrado el dinero; escarbé y encontré en un cántaro un peso falso y una peseta lisa de resplandor… Pero la ánima me había encargado que pagara sus mandas: una misa, y una vela de a peso…. Le salí perdiendo al negocio.” Las canciones (algunas todavía se escuchan), cánticos, letreros, versos, oraciones insertos –siempre a propósito– en las dos novelas, tienden a encantar. Al respecto cabe citar una variante de cierta canción que se ha atribuido sin fundamento a Rulfo (le llaman de más de un modo, uno de ellos "El gavilán"): “A usté que le vuela el anca/ y a mí que me aprieta el cincho; habiendo tanta potranca/ nomás por usté relincho…”, y otra de los celebradísimos versos del Pito Pérez, que acá (cristeros) proceden de los títeres: “Siempre el probe desmerece:/ Cuando muchacho, apaleado;/ cuando soltero, soldado…” Volvamos al estudio introductorio. A una especie de tertulia literaria tapatía llega Ignacio Arriola Haro con un mensaje de Hugo Gutiérrez Vega (a quien el estudio está dedicado): Alberto Moravia necesitaba un ejemplar de Los cristeros. Cuenta Murià que los antes reticentes a la calidad de De Anda ahora se deshicieron en elogios. Excelente descriptor, creador de caracteres, observador de las pasiones humanas, crítico por lo general ecuánime de los abusos de ambos

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bandos, a veces con algún toque (sabido es que todo autor crea a sus antecesores) “rulfiano”, como el desvanecerse de la tarde los horizontes teñidos de rojo al comienzo de La presa, séptimo capítulo de Los Bragados, que terminará con “los botones de lumbre” reflejando su luz roja en los charcos “como grandes manchas de sangre”, solución circular que de alguna manera anuncia la fórmula de "En la madrugada"; pero sobre todo ¿no anticipa a Miguel Páramo este Policarpo que “después de muerto anda dando que hacer y espantando a las gentes” que “tienen que meterse en sus casas después de escurecido, si no queren toparse con su ánima, montado en un caballo prieto, con aquella risa tan sabrosa y de tanta satisfaición que siempre traiba en los labios y se oyía dende una legua de lejos…”? •

Aiguille/Aguja, José Ángel Leyva, versión al francés de Françoise Roy, Écrits de forges/Mantis Editores, Canadá, 2010.

EL MUNDO DE OTRO MUNDO LUIS MARÍA MARINA

Hay en la poesía de José Ángel Leyva una querencia natural por la función creadora del lenguaje. Aquella que le lleva a emprender el camino siempre espinoso de la sabiduría; a descender después para, con el conocimiento trabajosamente adquirido, mezclarse con sus iguales; y, una vez entre ellos, a entregarse en cuerpo y alma a la única tarea que cabe al poeta contemporáneo: la restitución a la existencia, hic et nunc, de la salud, del ardor mismo de la vida. Al Hölderlin que formula el ya canónico wozu Dichter? (“¿Para qué poetas?”), Leyva no lo ha bajado de ningún zócalo, sino que lo lleva dentro de sí y con él dialoga permanentemente. El poeta no entona el wozu Dichter? por la misma simple e inefable razón que ningún dios responde a la razón de su existencia. La función del poeta de Aguja es genialmente soberbia. Si los dioses nos han abandonado, nos queda el mundo. Y si el mundo se nos cae a pedazos, mejor; rehagámoslo con la misma fuerza creadora que impulsó


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leer

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a los dioses. Rehagámoslo siempre, sin descanso, hasta caer muertos. Aguja es, por tanto, una sucesión de mundos, o, mejor, el hallazgo del mundo que yace tras el mundo. Sus estancias son poemas, pero también “pasajes” en el sentido, claro, de Benjamin. Erizos que se proponen, se contienen y se agotan a sí mismos. Y que, no obstante, se comunican por medio de pasajes ocultos con cada uno de sus vecinos, consiguiendo el milagro de que la suma de cuarenta y nueve erizos tenga como resultado un nuevo erizo, numerado con el cincuenta, que contiene por arte de alquimia pura a todos los anteriores. Las herramientas con que Leyva forja sus mundos son variadas. En ciertos pasajes, opera sobre la propia realidad, aplicando un bisturí sutil. Extirpa la gris costumbre de la realidad para en su lugar colocar la sorpresa multiforme que perciben los ojos alucinados del curioso impenitente que a todos y a todo interroga. Así en poemas como "Nagual 7": “entonces/ cuando dejas de ser/ eres el mismo” o Nagual 9, que concluye con el magnífico verso “es tiempo de emigrar a otro verano”. O bien recurre a la imagen deslumbrante, arriesgada (“nubes transgénicas”, “máscara de espuma”), que no encuentro en los poetas mexicanos de su generación porque viene de otro lugar, de un António Ramos Rosa. O, simplemente, aplica una casi imperceptible cirugía estética, caso de "Agosto", poema extrañamente luminoso que niega la noche en que vive, desde Baudelaire, el poeta citadino y afirma la posibilidad de que la luz bendiga a la ciudad. Un poema que, como decía Eugénio de Andrade, dice las dos o tres palabras que lo dicen todo, al decir lo esencial, siendo lo esencial decirse a sí mismas. En otros pasajes, el poeta deja los trastes del cirujano y se tiende en la mesa de operaciones. Todo, entonces, punza. Proliferan buñuelianas navajas que, al rasgar la retina, rompen el velo que nos impide contemplar la realidad. Vuelan lorquianos cuchillos, dagas, agujas, siempre de doble filo, que hienden la carne, pero también zurcen las heridas. Zumban los mosquitos, “metralla… en el ritual de la sangre”. Desgarran los dientes, causando en la carne una “hemorragia del no ser”. Edipo comparece armado con los broches del vestido de Yocasta para obsequiarnos con el espectáculo de su ceguera. Y aún Tarzán, un lastimero Aquiles desarmado por la urbe, blande sin objeto su mísero cuchillo. Al cabo, el poeta se desprende de la máscara y se muestra en todo su ruinoso esplendor: espléndido “poeta cenizo” (versión gore de uno de los poemas de El guardador de rebaños de Alberto Caeiro, aquel que comienza “Desde la ventana más alta de mi casa / con un pañuelo blanco digo adiós / a mis versos que parten hacia la humanidad”). Y, una vez en escena, se declara dispuesto

a iniciar la vida con el solo poder de su palabra. En "Imagen" escribe: “En plena abstinencia de figuras tuve un sueño (…) El verbo fue primero / luego, la imagen valió más que mil palabras”. En "Dioseros", “abre la puerta del lenguaje” para volver, desnudo, al principio. El mundo puede (y debe) ser re-creado. Y al re-crear el mundo, se re-crean los espíritus gemelos con una peculiar modulación. “Alguien me ha dicho que traigo el diablo adentro”, confiesa el poeta, y descubrimos entonces que, triple salto mortal, el Johann Faust contiene ya de serie a su Mefistófeles, que el poeta, auténtica “máquina soltera” en el sentido de Duchamp, si quiere entablar negociaciones con el de abajo sólo necesita hablar consigo mismo. Vamos terminando. Una finalidad sin fin. Al diseccionar nuestra capacidad cognitiva Kant nombra, de paso, la esencia misma de la Poesía. Una finalidad sin fin. Un propósito gozoso y autorreferencial que se justifica a sí mismo. Todos y cada uno de los pasajes, todos y cada uno de los mundos de Aguja comparten esa característica común: son prisiones gozosas, mundos habitables. Lugares donde somos invitados por el anfitrión, ducho y generoso, a quedarnos a vivir. Lugares donde descansar, morosamente, entre las letras. Tomo el guante que el poeta lanza, generoso, en mitad de la plaza. Con su permiso, en el misterioso doble filo de esta Aguja, me quedo a vivir • El azul de Van Gogh, David Martín del Campo, Conaculta, México, 2011.

OFICIO DE OFIDIOS ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

Cien artículos, cien, son los que recopila el autor como quien lidia en tarde de toros destartalados la faena de su vida, no tanto porque en ella se juegue la alternativa que lo catapulte a la fama (¿quién debería su renombre a la reunión de un centenar de notas sobre asuntos culturales publicadas en los años previos?), sino porque nada muestra mejor la manera de arrastrar el lápiz –ese oficio de ofidios– que la lucha con la pantera diaria del artículo que da de comer. Para el caso, es preciso aclarar que quien recoge ese siglo de ensayos súbitos no es pájaro nuevo en el alambre de la publicación literaria, sino ave avezada en vuelos de toda índole. Con sesenta años a cuestas, más de diez obras narrativas que han sido objeto de diversos reconocimientos –José Agustín saludó su primera novela, Las rojas son las carreteras (1976), como la más fresca del Ciclo del

ʼ68– y dura brega como reportero, corresponsal y cronista en diversos medios y acerca de asuntos igualmente disímiles, David Martín del Campo espiga entre su última producción periodística cien notas culturales que probablemente alcancen menos lectores en forma de libro que los cosechados bajo la versión silvestre del artículo suelto, pero que sin duda se erigen así, en manojo, como un ejemplo de lo que significa en verdad la palabra cultura: el depósito que hacen los años en las arcas de una “vida por vivir y ya vivida”, según lo acuña Octavio Paz en verso memorable; esto es, el sedimento de lo que el novelista y el reportero depositaron en la sabiduría futura del ensayista. El libro es un pentagrama de notas con cinco líneas temáticas por las que cruzan todos los tonos y armonías de lo que a un periodista cultural puede interesar: el perfil de sus escritores a modo, la nostalgia de la enciclopedia esencial de otros tiempos (el Tesoro de la juventud), lo que hay de provinciano en el cosmpolitismo del nuevo milenio y lo que de universal habita en el rincón más recóndito de las ciudades del interior; libros, clichés televisivos, sanas costumbres, Mike Laure, cómo incendiar una biblioteca: cajón de sastre que ni mucho menos era del que obtenía Ibargüengoitia sus botones de muestra, como sugiere el prologuista. Ni siquiera el tono es el mismo: Martín del Campo entra a saco en sus temas, nos pone de inmediato delante de la cosa, y en los artículos del autor de Las muertas siempre hubo la mediación de esa gracia espontánea que no estaba en el asunto ni en el narrador, sino en el elusivo silencio de pasmo que generan la bellaquería y la estupidez del mundo. En El azul de Van Gogh, en cambio, hay más amor que distancia y más legítimo pulso de maître de cuisine que buena sazón de humorista. No son dos escritores comparables, como sin duda no lo son una crónica de Monsiváis y una de Norman Mailer o un ensayo de Borges y uno de Paz. Fuera de ese dislate (la recopilación pudo prescindir de nota tan mal escrita), el libro es una agradable recolección de ensayos que no lo son, ni por sus dimensiones ni por la predominancia de su voz inevitablemente narrativa. Legible casi de una sola sentada, a pesar de las más de trescientas páginas y dada la amenidad y la clave bien temperada de sus disquisiciones, el volumen galopa a salto de mata entre los gatos de Faulkner y Lady Di, por mencionar dos de las múltiples polaridades que tensan su trama, desautorizando la vieja ironía de Oscar Wilde (para quien la diferencia entre el periodismo y la literatura es que el primero no puede leerse y la segunda no se lee) en la medida en que aquí conviven estrechamente gracias al buen oficio de un autor que sabe cómo deslizarse entre las piedras fugaces de la banalidad –y hacerlas parecer eternas •

VICENTE ROJO: la vuelta al mundo en 80 años Francisco Serrano

próximo número

en nuestro próximo número

Entrevista con Suzanne Dracius

El testamento de Atahualpa Yupanqui jsemanal@jornada.com.mx


Ethel Krauze y su didáctica de la creación Al leer la teoría y la didáctica poéticas que Ethel Krauze expone en Desnudando a la musa: ¿qué hay detrás del talento literario? (Conaculta, 2011), recordé el libro La poesía en la práctica, en cuyas páginas Gabriel Zaid demuestra que incluso la publicidad cuando involucra la creación puede ser eficazmente poética, como en los siguientes versos que fueron un anuncio cervecero de época: “Goce la vida,/ gócela ahorita/ con Carta Blanca exquisita.” Esto era cuando la publicidad aún apelaba a la eufonía, a la nemotecnia y a la armonía entre forma y fondo, entre continente y contenido. Cuando la publicidad confiaba en que sus destinatarios tenían una base de cultura general. No sé si este anuncio consiguió, para su causa, más borrachos, pero lo que sí sé es que al escuchar el comercial podían ocurrir dos cosas: despertarse el ansia de beber cerveza o, al menos, lograr que esas palabras se fijaran en la memoria y dieran ganas de recitarlas otra vez: “Goce la vida,/ gócela ahorita/ con Carta Blanca exquisita.” Más allá de la cerveza, la vida misma se gozaba al recitar. Los borrachos podían no necesitar tanta creatividad y lirismo para convencerse, pero estoy seguro de que este prodigio de síntesis emotiva habrá sensibilizado a más de uno en la sonoridad y en la eficacia del idioma, independientemente de dipsomanías o abstinencias alcohólicas. Lo que sustenta el libro de Ethel Krauze y con lo cual coincido plenamente es en el hecho de que no todos podemos ser escritores y lectores profesionales, ni ésta es la ambición de todo el mundo, pero sí podemos escribir y leer gozosamente, y este goce puede despertar vocaciones dormidas o insospechadas en personas que no tenían idea de que escribir y leer fueran ejercicios tan plenos. Leer y escribir modifica el cerebro. Está probado científicamente, como probado está también, para los efectos del deporte, que ciertas especialidades del atletismo han transformado la anatomía, la estructura ósea y la masa muscular de los deportistas. El filósofo José Antonio Marina tiene razón cuando afirma que “el proyecto de correr más velozmente los cien metros libres ha cambiado incluso la estructura física de los corredores”. Un ejemplo obvio de esto es Usain Bolt, el prodigioso atleta jamaiquino cuya velocidad relampagueante está sin duda asociada a su anatomía aerodinámica luego de múltiples generaciones de velocistas menos rápidos. Lo mismo pasa con los seres humanos a lo largo de muchas generaciones, en la utilización del cerebro y de todos los sentidos. Alguien que reflexiona es alguien que está contribuyendo a mejorar su función cerebral, pero no sólo la suya sino también la de futuros pensadores, que pueden ser, por supuesto, sus propios hijos. Alguien que escribe y que lee no sólo mejora sus capacidades de inteligencia y sensibilidad, sino que deja una huella en la genética de sus descendientes y sucesores. No es un asunto de creencias; es una evidencia científica. En Desnudando a la musa, Ethel Krauze lleva a cabo, precisamente, un análisis científico sobre la génesis del lenguaje verbal y el desarrollo de las capacidades cognitivas y creadoras y, con las bases teóricas de pensadores e investigadores como Giambattista Vico, del siglo x v i i i ; Martin Heidegger, Lev Vigotsky, Humberto Maturana, Beatrice y Robert Gardner, Carl Sagan, Roman Jakobson, Tzvetan Todorov y Al-

fonso Reyes, entre otros muchos del siglo xx , nos demuestra que la musa puede venir hacia todo aquel que la llama o la requiebra si se utilizan todos los sentidos y todas las potencialidades creativas. Por ello es necesario, añade la autora, que la didáctica de la creación literaria ocupe un lugar importante en el sistema educativo. A mí me queda muy claro que si esto se llevara a cabo, el nivel de lectura aumentaría considerablemente en los estudiantes, pero además las capacidades de expresarse por escrito y de desarrollar el diálogo verbal, como un arte y una herramienta de expresión, mejorarían el entendimiento. Lo que Ethel Krauze nos dice, convincentemente, a lo largo de su libro, es que “todo el mundo tiene la capacidad de ejercer la creación literaria, pues cada persona cuenta con las herramientas tanto físicas como cognitivas y lingüísticas para lograrlo”. Y no sólo esto: a la musa “es posible convertirla en huésped permanente de nuestra natural creatividad”. Biológicamente todos podemos desarrollar nuestras potencialidades y hacer de la herramienta escrita un elemento fundamental no sólo de comunicación, sino también de aspiración a la belleza y a la profundidad espiritual e intelectual •

22 de abril de 2012 • Número 894 • Jornada Semanal

Ana García Bergua Misterios del mercado sobre ruedas A cuatro puestos de la pescadera que vende en el mercadito de mi barrio, se planta el de otro pescadero que me intriga mucho. Les diré por qué: el puesto de la pescadera es una fiesta de salmones, huachinangos, dorados, extraviados, conejos, atunes, marlines y muchas otras maravillas, siempre atestado de clientela a la que la pescadera y sus hijos no se dan abasto para atender. Cuatro puestos más adelante, pasando unos que venden frutas y verduras de hoja verde, se emplaza, les decía, el valiente competidor. Ofrece apenas cuatro o seis pescados grises que parecen perderse en el enorme paño blanco; nadie se detiene a considerarlos y el hombre se mira siempre triste, sin apenas energía para anunciarse. Más murmura que grita sus pescados, no vaya a ser que se despierten. Es evidente que nadie en su sano juicio le comprará y de ello es muestra el hecho de que jamás le he visto cliente alguno, si acaso las moscas sobre los cuatro o seis pescados, todos de la misma clase, que se extienden en el puesto como si estuvieran más muertos que los de la pescadera, tan frescos que parecen a punto de saltar e irse de fiesta dando coletazos entre las acelgas, los rábanos y las lechugas del puesto contiguo. Luego de observarlo semana tras semana, he llegado a la conclusión de que ese pescadero no se encuentra ahí, como los otros comerciantes, por razones sensatas y mercantiles. Algo me dice que su presencia en el mercadito tiene más de metafísico y misterioso. Quizá el hombre que no vende pescado es una especie de revés del éxito de la pescadera o más bien un aditamento complementario e indispensable. Si el hombre desapareciera, el puesto de la pescadera lo haría también, pues la plenitud y la ausencia se necesitan una a la otra para sobrevivir: son vasos comunicantes, en este caso pescaderos comunicantes, unidos para siempre por mecates invisibles que los clientes del mercadito seríamos incapaces de ver. De ahí que no entendamos, de buenas a primeras, la presencia lacónica del hombre con los cuatro o seis pescados grises. O tal vez el hombre que no vende pescado es un masoquista de los profesionales, un uruguayo fatalista o una especie de ejemplo místico de que la vida es, desde siempre, una empresa desesperada de la que todos saldremos perdiendo. Es un ejemplo gratuito de moralidad para las señoras del mercado: nos dice que aunque ese día nos alcance para la compra y salgamos felices, con la bolsa o el carrito repletos de lechugas, pimientos y piernas de pollo, no debemos confiarnos. Frente a las imprevisibles vueltas del Destino, no sería raro –y en los tiempos que corren lo raro sería lo contrario– que nuestras muchas flores de calabaza se transformaran en unos pocos ramos de cilantro y nuestra voz entusiasta en un grito de socorro lamentable y desangelado, como el de aquel hombre. También he pensado que ese hombre que no vende y susurra lánguidamente “pescado fresco, pescado fresco” es en el fondo un artista de la ironía que amablemente nos educa en esta figura literaria. O bien que los pescados que en apariencia ansía vender no son pescados, sino que contienen en su interior bisutería china o mensajes secretos que se envían entre sí las sectas herméticas del barrio de San Francisco y las místicas de la Conchita, para organizar rituales en las catacumbas coyoacanenses, las noches de luna llena. Pero por más que espero, disimulada entre el puesto de naranjas y mangos benditos, a los

PASO ADE RETIRARME LAS RAYAS LA CEBRA

Juan Domingo Argüelles

LA CASA SOSEGADA JORNADA DE POESÍA

arte y pensamiento ........

viandantes que se detendrían frente al pescadero a recibir o entregar un mensaje escondido en las entrañas de una tilapia, no veo a nadie que lo haga.“Pescado fresco, pescado fresco”, sigue murmurando el hombre de la empresa perdida y ni quien se pare. Así, la posibilidad más plausible es la que luego de muchas cavilaciones he llegado a concebir, una posibilidad no por extraña menos terrible: los cuatro pescados grises venden, en realidad, al hombre, como una pequeña mafia del mar que, así acostada como se ve, respira en el aire. De ahí que sean tan pocos, tan iguales como hermanos, tan inmóviles. Pescados al fin, de cerebro limitado, no han entendido que para obtener ganancias por aquel hombre tan melancólico necesitarían arreglarlo un poco mejor y hacer el reclamo ellos mismos, con lo que lograrían sorprender a la clientela. El llamado de aquel hombre, amenazado por la pequeña arma con que le apunta uno de los pescados bajo su aleta es, en realidad, un grito de auxilio, que debemos atender •

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Alonso Arreola alarreo@yahoo.com

Y en la esquina gris… Recientemente se desató en internet una acalorada y muy interesante discusión entre los sitios españoles Nada es Gratis e Ibercrea. Todo comenzó cuando, en el primero, su colaborador Samuel Bentolilla publicó cómo evitar el pago en línea del diario británico Financial Times. Esto provocó algunas protestas, entre ellas la del Instituto Ibercrea, dedicado a la defensa de los derechos de autor con el apoyo de la Asociación de Gestión de Derechos Intelectuales, Artistas Intérpretes o Ejecutantes, la Sociedad de Gestión de España, el Centro Español de Derechos Reprográficos y la Sociedad General de Autores y Editores. Pero el asunto no quedó allí. Cada uno vio encarnada su postura en un representante, el economista Jesús Fernández-Villaverde y el escritor Daniel Gascón, respectivamente. El primero se mostró a favor de un replanteamiento legal sobre los derechos de autor y publicó el texto “Las falacias de los defensores de la propiedad intelectual”. Sitio vanguardista y de discusión abierta, el de Nada es Gratis recibió decenas de comentarios, tanto a favor como en contra, lo que per se nos parece saludable, pues estemos en la posición que estemos, es un hecho insoslayable que la realidad legal sobre estos temas ha dejado de representar a una mayoría inquieta, activa como nunca gracias a las redes sociales y la tecnología. Entre los planteamientos de Fernández-Villaverde llama la atención su idea sobre cuatro sistemas posibles de financiamiento para la creación (mecenazgo, premios, mecanismos de cooperación múltiple y mecanismos de innovación competitiva), así como una postura que no cancela ni menosprecia la autoría o el derecho mercantil de ideas y productos, sino que cuestiona la protección que históricamente se ha hecho del monopolio en Occidente, una práctica que por un lado impulsa nuevos proyectos, es verdad, pero que también genera competencia desleal y precios fuera de la justicia. Siendo críticos, debemos reconocer en su tono académico un aire de suficiencia esnobista que parece fría. Conocemos personalmente a muchos artistas buenos que se quejan de los perjuicios de la piratería, pero que tampoco lo hacen desde la riqueza perdida, la vanidad o el egoísmo, sino desde un estado de desconcierto genuino en el que no saben cómo proceder. Ahora bien, Ibercrea, en las antípodas, responde inteligentemente en voz de Daniel Gascón, con un artículo que publicara también en Letras Libres: “Por la cara”. En él no sólo se enaltecen dos puntos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: 1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten. 2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora. Además se señalan un par de aspectos importantes sobre los detractores del derecho autoral: “Al igual que los creadores tendemos a defender nuestro modo de vida, uno tiende a dar menos importancia a los derechos de autor cuando sus ingresos –y su libertad– no dependen de ellos. ” Y más adelante: sería injusto “despreciar, insultar y negar los derechos de quienes se ganan la vida con sus ideas –que son ejecutadas en forma de canciones, películas o discos, y generan beneficios– y consideran

que la satisfacción de la vanidad no es suficiente para ellos”. En fin. Ambas posturas pueden leerse en los respectivos sitios. Empero, nosotros pensamos que el libre intercambio de ideas, y específicamente de música, es una práctica imparable debido no sólo a los piratas tipo gángster, sino a consumidores de perfil variopinto que, en países como México, no pueden ser simplemente tachados de “ladrones”. Se trata de un comportamiento que no cambiará ni a corto ni a mediano plazo. Por ello también estamos quienes, directamente, renunciamos a perdernos en esa reyerta a blanco y negro para experimentar con otras formas y estructuras grises de producción, promoción, venta y alianza. Podrían decirnos comodinos o argumentar que nunca vimos los frutos de nuestras ideas. Pero en nuestro caso no es verdad ni lo uno ni lo otro. Así, mientras las burocracias se ponen de acuerdo con empresarios y políticos, la gente seguirá creando procesos de supervivencia harto encomiables. ¿Ejemplo? PledgeMusic, una de las más acertadas estrategias de mecenazgo que hayan surgido en la red, pues no sólo puentea a los artistas con benefactores, sino que además triangula apoyando a muy diversas instituciones de caridad •

Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com

El chongo de la peinada “No la quieres peinada sino hasta con chongo”: así se le reprocha, en México, a quien manifiesta insatisfacción por alguna cosa que sólo le parece buena cuando la ve desnaturalizada por la fuerza de la exageración. En dicha frase popular salió pensando este sumaverbos de la sala cinematográfica donde recién había visto Días de gracia (México, 2011), primer largometraje de ficción de Everardo Gout, quien además de dirigir es autor del guión, coproductor y coeditor de su filme. Uno de los primeros pasadores que levantan el chongo es la anécdota, sostenida como cierta por unos con similar enjundia a la de otros que la niegan, según la cual en Cannes la cinta recibió un aplauso para el cual apoteósico resultaría un adjetivo minimizante: “quince minutos de batir palmas, en Cannes, ni para Woody Allen”, moderaban unos; “lo niegan por puritita envidia”, se empeñaban otros. Descontado que, de haber sucedido tal cosa, tal cual, hoy sería mucho más que una anécdota que va juntando polvo, el mal ya estaba hecho: Días de gracia llegaría al momento de su exhibición masiva comercial convertida –y no sólo por causas atribuibles a contenido y factura sino también por otras achacables al discurso que en torno a ella ha emitido su propio realizador–, en una hipérbole de dos horas con doce minutos. Refiriéndose a su propia película, Everardo Gout ha dicho, entre otras cosas, las siguientes –las citas son textuales–: la película “es enmarañada, rompecabezosa”; “es un thriller kinético”; “es una carta de amor hacia el cine”; “es un melting pot de todo lo que me gusta del cine”; “quise hacerla lo más espectacular posible”; “quería que la reacción de la gente fuera más visceral, más epidérmica y no tanto intelectual”. Tiene razón Gout al definir su filme como una maraña, es decir y según el diccionario, como enredo, lío, confusión o embrollo: así se perciben los evidentemente innecesarios enroques a los que somete la cronología, tanto interna como relativa, de las historias que cuenta, divorciando su obra de cualidades que muy probablemente buscaba –complejidad, profundidad, densidad–, y en cambio casándola con atributos que seguramente no deseó: dispersión, desperdigamiento y, por momentos, hasta incoherencia. El pietaje demuestra lo antedicho de principio a fin: dividido el conjunto en tres grandes bloques anecdótico-temporales correspondientes a 2002, 2006 y 2010, la decisión formal para el manejo de cada uno consistió sobre todo en el uso de resoluciones gráficas –consecuencia del empleo de cámaras, lentes y filtros específicos–, así como de texturas plástico/cromáticas –producto de un diseño de producción y artístico, amén de un trabajo de postproducción también específico– diferentes para cada época, pero con tan mala fortuna en el ensamblado final del declaradamente rompecabezoso ejercicio de espectacularidad, que acabaron siendo necesarios, pero no suficientes, algo así como boyas o mojones que indicasen cuándo se está en qué Mundial de Futbol –el de 2002, el siguiente o el siguiente del siguiente–, puesto que tal evento es, también de acuerdo con lo declarado, el sustento para que el título se refiera a unos tales Días de gracia. Queda la trama pero, en atención a lo buscado por Gout, aquello de la reacción “más visceral, más epidérmica y no tanto intelectual”, este juntapalabras se confiesa derrotado ante la kinesis del thriller meltingpotesco; declara que tanto filtro, tanto lente, tantísima música, tanto encuadre, tanta postproducción, tantísimo infructuoso aba-

CINEXCUSAS CINEXCUSAS

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rrocamiento, tan palmaria cuan inane redacción tuvo el cineasta para escribirle su carta de amor al cine –con una referencialidad homenajística de ésas que al pasarle desapercibidas al gran público le huelen a soberbia al “especializado”–; en fin, tanto y tanto exceso echado a rodar voluntariamente, hicieron que a este ponecomas muy poco le quedara en claro, si no es que nada: apenas, que hay un policía capaz de cualquier bajeza no obstante su corazón todavía humano; que hay un secuestro y, valga la obviedad, un secuestrado sufriendo lo indecible mientras su esposa sufre lo ídem, y un grupo de sujetos malencarados que, en la escena aparentemente cumbre, tomada desde todos los ángulos posibles –inclusive uno aéreo–, se agarran a balazos, con bala en cámara lenta y toda la cosa. Visceral y epidérmico, tal como fue solicitado: no por gracia, sino por desgracia, estos Días de gracia son, y daría gusto que no lo hubieran sido, como el chongo de la peinada •


arte y pensamiento ....... LA JORNADA VIRTUAL

22 de abril de 2012 • Número 894 • Jornada Semanal

Naief Yehya naief.yehya@gmail.com

Un remedio para el trauma, el remordimiento y la culpa Manufacturar asesinos El soldado es un hombre o una mujer que debe abandonar toda individualidad para servir como una pieza en una maquinaria diseñada para obedecer y principalmente destruir; su tarea no es cuestionar ni mucho menos debatir. Las naciones que lanzan continuas aventuras bélicas han aprendido que los sobrevivientes de las guerras regresan a casa cargados de memorias atroces que a menudo los conducen a tener actitudes antisociales y a veces peligrosamente sociópatas. Los ejércitos tienen entre sus objetivos manufacturar, mediante entrenamiento y adoctrinamiento, asesinos o, por lo menos, individuos capaces de matar a otros seres humanos, no por odio, necesidad o desesperación, sino simplemente por seguir órdenes. No obstante, la única herramienta con que cuentan para controlarlos a largo plazo es inyectarles un sentido obsesivo del honor, el deber y la responsabilidad. Este método funciona a veces, pero a menudo no es suficiente para contrarrestar el trastorno por estrés postraumático, la depresión, la ansiedad, los ataques de pánico y demás aflicciones que padecen muchos veteranos. El problema en buena medida radica en el poder de la memoria y la incapacidad de olvidar. Por tanto, los mandos militares han tenido desde hace tiempo gran interés en el desarrollo de drogas capaces de borrar memorias traumáticas. Esto hasta hace poco se consideraba inconseguible por otro medio que no fuera un “lavado de cerebro”. Sin embargo, hoy se sabe que si bien el cerebro depende de ciertas sustancias químicas para retener memorias, depende de otras más para poder olvidar. Hasta hace poco se creía que los recuerdos firmemente implantados en la memoria eran estables y estaban sólidamente sellados en los circuitos

A LÁPIZ

neuronales. Hoy sabemos que esto no es del todo cierto, sino que, como escribe Jonah Lehrer en su artículo de Wired (marzo 2012),“The Forgetting Pill”, las memorias se forman pero son reconstruidas cada vez que las evocamos, ya que al hacerlo alteramos sutilmente su representación celular. “La memoria es menos como una película, una emulsión de sustancias químicas en celuloide, y más como una obra de teatro que es sutilmente distinta cada vez que se interpreta”, escribe Lehrer.

La estructura de la memoria “Toda memoria comienza como un juego de conexiones que cambian entre las células del cerebro… Para que una memoria exista, estas células aisladas deben volverse más sensibles a la actividad de otras, por lo que si una célula se activa, el resto del circuito se enciende también.” Los eventos traumáticos se recuerdan de dos maneras. Por un lado, como una escena cinematográfica que es posible repetir a voluntad y se almacena en varias áreas sensoriales del cerebro y, por otro lado, se evocan las emociones, las cuales se

En la primera solapa de Visita íntima aparece una imagen sobresaltante del autor pues, como si fuera un Duce, mira enérgicamente y con los brazos cruzados hacia un lugar que el lector no percibe. Se trata, tal vez, de las visitaciones de Vladimiro al territorio escritural donde se fundan sus relatos, a ese lugar donde, hay que decirlo ahora, el autor se mueve indistintamente por geografías ecuatorianas, mexicanas y europeas (Barcelona, Komárom, París), asumiendo formas lexicales propias de España y América. Los cuentos ofrecen, además, distintos paisajes, no obstante la insistencia en ciertos lugares áridos y montañosos (tanto del norte de México como de Ecuador); y se combinan los relatos de largo aliento (“La caída y la noche”) con otros muy breves (“En el laberinto”, “El hombre espejo” y “Penitencia”). La mayoría de los textos resulta de índole pesimista (“Visita íntima” es sólo uno de los muchos ejemplos), con una felicidad que siempre es esquiva para los personajes, y los hay de índole “realista” (“El prisionero”) y fantástica (“El tren” y “La antóloga”). Cada lector tendrá sus cuentos favoritos al terminar la lectura del libro, no obstante que se trata de un volumen muy sólido dentro de su diversidad temática y atmosférica. “El tren” y “La antóloga”, por ejemplo, no tienen pierde. El primero es como una cinta de Moebius tan bien estructurada, que el lector no se da cuenta del momento en que se van produciendo las metamorfosis del texto y las traslaciones físicas y temporales del protagonista. Está emparentado, sin pedirle nada, con “Continuidad de los parques”, de Cortázar. Y el segundo es un breve relato epistolar, desternillante, en el que intervienen muchos personajes que andan por ahí: Felipe Garrido, Héctor Perea y otros correspon-

Guerreros sin culpa Cuando esta terapia se perfeccione es indudable que tendrá numerosos usos positivos para curar incontables desórdenes relacionados con la memoria, pero al mismo tiempo será una herramienta poderosa para producir al soldado ideal, carente de remordimientos y ajeno a las consecuencias de sus acciones, aun las más brutales, crueles y delirantes, como la reciente masacre cometida por el sargento estadunidense Robert Bales contra dieciséis civiles afganos, nueve de ellos niños. Esto sería el complemento perfecto para las guerras que se pelean con aviones drones que bombardean blancos en cualquier rincón del paneta mientras los pilotos se encuentran en una base en Nevada o Arizona y, tras aplastar aldeas y matar sospechosos, pueden ir a ver a los hijos jugar beisbol y a cenar a McDonalds con la familia •

Enrique López Aguilar alapiz@hotmail.com

Vladimiro Rivas, el visitador (iii y última)

guardan aparte, en la amígdala. Así, en algunos experimentos se ha dado ciertas drogas (desde éxtasis o mdma , hasta beta bloqueadores para la alta presión y la ansiedad, como propanolol) a personas que han sufrido situaciones traumáticas, y bajo su efecto se les ha hecho recordar el acontecimiento. Al evocarlo en ese estado alterado (o incluso eufórico) su poder es reconfigurado y cambia notablemente. La efectividad para aliviar el impacto de las memorias negativas rebasó en algunos casos el ochenta por ciento. Lehrer señala que a esto hay que añadir el descubrimiento por parte del neurólogo Todd Sacktor de la proteína quinasa c o pmkz , la cual es la clave para la preservación de las memorias a largo plazo, ya que incrementa la densidad de ciertos sensores de las neuronas. Al poder enfocar determinadas memorias específicas (al recordarlas bajo el efecto de fármacos que alteran la química del cerebro) será posible eliminar detalles negativos específicos aun sin alterar el recuerdo del acontecimiento.

sales del azorado Vladimiro, que construye con sus propias cartas la incertidumbre acerca del paradero y la existencia de Reni Marchevska, una antóloga búlgara de cuentos hispanoamericanos que trabaja en la Universidad de Sofía (según el autor, la anécdota es absolutamente cierta, no fruto de una invención; como sea, lo verdaderamente importante es la trasmutación del hecho “verdadero” en materia literaria). Si es cierto que la memoria es la mejor antologista a la hora de seleccionar los materiales de un cuentario, yo me declaro perplejo. Muchos cuentos me gustarán más que otros, pero debo admitir el peso total de la colección. Visita íntima es un libro redondito, de ésos que uno envidia con envidia de la mala (descreo por completo de esa hipótesis hipocritona de que exista una envidia “de la buena”). El único cuento que me parece relativamente fallido, o intrascendente, es “El cartel”, no obstante lo sugestivo del experimento de las muchas voces para juzgar un acontecimiento del que termina por no saberse nada, salvo que hay una mujer acusada de ser cruel con los perros. ¿Lo que llevo dicho significa que “La caída y la noche” pasó de su condición de novela corta a relato? Me parece que siempre se mantuvo en esa frontera genérica por su extensión. Debe admitirse que, con respecto a la primera versión de 2000, la que Rivas ofrece en Visita íntima supone tantas correcciones que casi es otro texto. Si tuviera que emplear una imagen para esclarecer lo que le ocurre al lector cuando tiene en sus manos Visita íntima, recurriría a una, propuesta por Forster en Aspectos de la novela: el lector se vuelve un cromagnon sentado con otros de su especie alrededor de una fogata, mientras escucha atentamente y con interés las palabras del brujo; o una

especie de sultán fascinado con los relatos de Scherezada: siempre quiere saber qué más va a pasar, pero también se pregunta por los porqués de cada texto. Es así como Vladimiro Rivas se vuelve un visitador de cada persona que abre el libro, un huésped al que se desea atender para que sus palabras y sus cuentos no falten en las manos. Todo es comenzar con “La obra maestra”, un dizque prólogo que bien podría ser otro de los relatos del volumen, pero ya se sabe, así son los escritores, que disfrazan de múltiples maneras sus intenciones y falsas modestias. Lo reitero: Visita íntima debe ser considerado como uno de los mejores libros de cuento publicados en español durante el año pasado y merece ser leído con voracidad. Al final, las mejores recompensas las tendrá el lector merced a las numerosas visitaciones que ese fabulador llamado Vladimiro Rivas realiza por variados universos: el resultado de cada visita suya es un cuento que el autor trae hasta nosotros como fruto de esos viajes •

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Arte contemporáneo en India En dos viajes recientes he tenido la oportunidad de acercarme al arte contemporáneo de India, esa inaprensible tierra milenaria que es un caleidoscópico mosaico de culturas vivas y ancestrales, religiones, lenguas, sabores y aromas que se funden y se confunden en una insólita amalgama que nunca deja de sorprender al visitante. El pasado mes de septiembre visité, en el Centre Pompidou de París, la exposición París-Delhi-Bombay que congregó a cincuenta destacados artistas franceses e indios que mostraron obras en su mayoría relacionadas con la realidad actual en el subcontinente, tema candente que salta a la vista en las muy variadas manifestaciones artísticas. Hace un par de meses viajé a India y pude percatarme in situ del pujante desarrollo del arte contemporáneo que en las últimas tres décadas ha conseguido colocarse en las primeras filas del mainstream internacional, a la par de esa otra gran potencia económica asiática que es China. India cuenta ya con dos incipientes Ferias de Arte que han atraído a importantes galerías europeas y estadunidenses, así como a curadores y coleccionistas que ya tienen su mirada puesta en artistas indios noveles y destacados, entre ellos algunos que han alcanzado precios inconcebibles en las subastas de Christie’s y Sotheby’s, rebasando el millón de dólares. Es el caso de la India Art Fair que tuvo su cuarta edición en febrero en Delhi, y Art Chennai, que se llevó a cabo en marzo en Madrás con un éxito comercial inusitado. La diversidad

....... arte y pensamiento Germaine Gómez Haro

ARTES VISUALES

de medios es una constante que va in crescendo entre los artistas más jóvenes que están realizando propuestas muy sorprendentes, sobre todo en instalaciones, obras multimedia y video, lo cual es de llamar la atención si se tiene en cuenta que apenas hace unos años la pintura y la escultura dominaban casi en su totalidad el panorama de las artes visuales. Gran parte del trabajo que he podido ver atrapa la atención por la consistencia en sus propuestas temáticas y conceptuales, y sobre todo, por el extremo cuidado en su factura, cualidad que cada vez se aprecia menos en el arte contemporáneo en general. Al parecer, los programas en las academias de arte ponen especial rigor en el desarrollo del oficio técnico de los jóvenes estudiantes de arte, lo cual se verá reflejado en sus creaciones, cualquiera que sea su medio de expresión. Llama especialmente la atención que la gran mayoría de los artistas indios centran su trabajo en torno a temas relacionados con la actualidad social y política del país, sin por esto tratarse de un arte nacionalista que poco interés despertaría en el público más allá de sus fronteras. Herederos del movimiento artístico que se desarrolló en la década de los ochenta conocido como Narrative Movement (Movimiento Narrativo), a los indios les gusta contar historias y no tienen más que asomarse a la calle de cualquiera de sus grandes metrópolis, o echar un vistazo a la cotidianidad rural, para encontrar un sinfín de temas a tratar y asuntos que denunciar. Se palpa el deseo de manifestar un compromiso social en las

Chitra Ganesh

Thukral and Tagra

Jorge Moch

diversas expresiones del arte contemporáneo, pero asimismo se cuida extremadamente que el resultado tenga una calidad estética y una factura impecable. Los temas recurrentes que aparecen abierta o veladamente en el arte actual tienen que ver con los grandes y complejos cambios que la cultura india está viviendo en su carrera desmedida por convertirse en una posible primera potencia económica mundial, y los beneficios y consecuencias que esto está acarreando en el complejo andamiaje social. Algunos de estos temas son: la hibridación cultural y la ambigua relación de amor-odio con Occidente; la abolición de las estrictas reglas que rigen la sociedad, en especial la discriminación de la mujer y las minorías, así como la homofobia, que es un tema tabú que aún no se puede tratar abiertamente; la marginalización que resulta del sistema social de las castas; el problema de identidad en una sociedad multicultural y multirreligiosa; la contradicción entre una riqueza insultante y la extrema pobreza; la herencia del colonialismo y las complejidades de la globalización; los peligros del equilibrio ecológico a consecuencia de la desmedida industrialización, entre otros tópicos que se plantean con humor ácido y satírico, e –insisto–, con una calidad estética y una frescura asombrosas, salpicadas por ese delicioso toque kitsch que permea toda la imaginería popular india. El arte contemporáneo en India ofrece un mar de propuestas muy interesantes, sugerentes y atractivas. Vale la pena tenerlo en la mira • Subodh Gupta

CABEZALCUBO

tumbaburros@yahoo.com

De los candidatos y sus anuncios (ii y última) Quien por estos nefandos días incurra en el extravío de prender la televisión y tenga la desgracia de sólo acceder a programación abierta deberá tragar forzosamente redobladas andanadas de publicidad y propaganda. Si la carga comercial que constantemente interrumpe contenidos los vuelve incoherentes, hace unos días conté en una tanda de anuncios de Canal 5 de Televisa la friolera de veintisiete anuncios que duraron casi quince minutos por seis y medio de programa; una absoluta falta de respeto a la teleaudiencia que es, paradójicamente, el objetivo, pero la última a tomar en cuenta por parte de los responsables de un dislate mediático así. Como sea, la televisión es imprescindible vehículo de propaganda electoral; las ecuaciones que antaño se usaban al crear un nicho comercial receptivo para un producto son ahora empleadas para diseñar el posicionamiento del candidato en el ideario colectivo: en un mundo global, hasta la política y sus deudas históricas con la gente son mercadotecnia. La televisión juega en las campañas con dados cargados, aunque se beneficia de los postulados de ley que la obligan a una repartición justa de los tiempos de emisión de mensajes proselitistas y suele presumir, vía sus comentaristas, presentadores, locutores y cabilderos, un discurso de doble moral e impresentables intenciones sobre la libertad de expresión y sus bondades. La legislación vigente sin embargo algo hace para atemperar los abusos que no hace mucho convertían a la televisión en unilateral aplanadora mediática invariablemente al servicio del poder (y de sus propios intereses, que suelen estar directamente vinculados a ese poder). Los partidos

políticos actualmente gastan ingentes cantidades de dinero en promoción televisiva. Algunos con recato, por coherencia discursiva o por simple carencia de cornucopia, como en el caso de la izquierda o de Nueva Alianza, mientras otros como el pri o la plataforma oficialista que sostiene a Josefina Vázquez Mota, del pan , cínicamente arrojan una fortuna demencial al hocico sin hartazgo de los consorcios televisivos. En al menos dos casos de los cuatro que nos saturan hoy, las campañas no funcionan, el gasto es fútil y oneroso, un escandaloso asunto que debería de avergonzar a más de un coordinador de campaña, si vergüenza tuvieran. La campaña de la misma Vázquez Mota, por ejemplo, es un fracaso a fondo perdido. Quizá simplemente hay candidatos que no “prenden”. O que no tendrían por qué hacerlo, tal parece ser el caso de Gabriel Quadri, aspirante del Partido Nueva Alianza, del que todos los mexicanos sabemos que es un instituto particular de Elba Esther Gordillo, la caciquil madrina del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, gremio convertido en esquirol, en materia de acarreos y grupos de choque al mejor postor, y que ante el repudio de sus antiguos correligionarios decidió lanzar su propio candidato “cachavotos” para debilitar el sufragio de la izquierda y de alguna manera granjearse de nuevo algunas simpatías cupulares. Su campaña –tocada por el dedo negro de la duda porque se sospecha que abreva en millonarios desvíos en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado cuando estuvo bajo la égida turbia de otro recadero de la Gordillo, Miguel Ángel Yunes– es deficiente, pretende hacer una breve pero morigerada caricatura de sus adversarios y crear una metáfora blanda a partir de cuatro personajes que viajan por el país. Los vemos en diver-

sas situaciones de las que, con donaire que no muestra en actos de campaña reales, un Gabriel Quadri jovenzuelo sale airoso con respuestas y comentarios supuestamente sesudos. Con un poder de convocatoria prácticamente nulo, la campaña de Quadri se apoya en sus declaraciones a los medios y esos anuncios en los que de fondo no se dice nada y hasta el estribillo es cacofónico al repetir dos veces en menos de un segundo y medio la palabra “contigo”, pero cerrando con una interrogación que lejos queda de situar al candidato en una posición de poder respecto al electorado. Riadas de recursos quizá mejor administradas en el caso de las izquierdas pero sin el impacto cuantitativo del pri o los golpes de dirección del pan, como previsto estaba, los grandes beneficiarios de esta campaña electoral siguen siendo los consorcios televisivos. Y el público televidente el pasivo blanco al que, por simple cuestión de saturación en todos los canales de la televisión, ya ni siquiera el control remoto pone a salvo. Al menos hasta el 2 de julio •


in memoriam

22 de abril de 2012 • Número 894 • Jornada Semanal

Domitila Barrios

E

n la madrugada del 13 de marzo pasado, cuando la primavera todavía no se atrevía a cruzar el umbral en Berlín, ingresó la noticia en mi correo: Domitila Barrios de Chungara ha muerto. El cáncer terminó por vencer a esta mujer que luchó contra todas las dictaduras y que estaba convencida de que el enemigo mayor para cambiar el mundo era el miedo. Acababa de morir en Cochabamba, Bolivia, en la pobreza y casi en el olvido, hay que decirlo, después de haber protagonizado batallas que marcaron el pensamiento de miles de mujeres en su país y en el continente. La Domi, como solían llamarla en confianza, nació en 1937 en Pulacayo, zona minera de Potosí. Desde muy pequeña conoció el trabajo porque, cuando murió su padre, quedó a cargo de sus cinco hermanas menores, pues su madre estaba muy enferma. Siendo muy joven, y ya esposa de un minero, participó del Comité de Amas de Casa del Distrito Minero Siglo xx . Con su claridad y su carisma llegó pronto a convertirse en secretaria general de ese organismo. Fue madre de once hijos, cuatro de ellos fallecidos, uno a consecuencia de las torturas a las que fue sometida por turbios gendarmes cuyos nombres ya están en el olvido y no fueron juzgados. Esto en 1967, cuando el dictador René Barrientos envió un contingente militar contra las comunidades de Catavi y Llallagua, que resistían la explotación de los grandes monopolios mineros. Durante la feroz represión, conocida como La masacre de San Juan, Domitila fue apresada a pesar de su avanzado embarazo. Condenada a ser esposa de minero, como ella misma se definía, fue ama de casa. En diciembre de 1977, con otras cuatro mujeres de mineros inició una huelga de hambre que terminó por derribar la dictadura de Banzer. Tuvo que exiliarse en 1980, cuando irrumpió a sangre y fuego el golpe militar de García Meza. Entonces llegó a Suecia y se encontró allí con una democracia que había logrado un alto nivel de igualdad social entre los géneros. Lo cuenta Víctor Montoya, el escritor boliviano exiliado en Estocolmo desde 1977, que la conoció desde niño, que compartió con ellas varias manifestaciones, discursos y represiones. “En Suecia –escribe Montoya–, “Domit i l a c o n s t a t ó q u e l a s m u j e re s latinoamericanas (exiliadas) se rebelaron contra su pasado de servidumbre y sumisión, amparadas por las leyes que defendían sus derechos más elementales, en igualdad de condiciones con el hombre.“ Cuando Domitila volvió a Bolivia se instaló en Cochabamba y allí creó la Escuela Móvil de Formación Sindical, un centro destinado

a las jóvenes de los barrios con mayores carencias. Fue nominada al Premio Nobel de La Paz en 2005 y estuvo a punto de ser candidata a la vicepresidencia, pero dicen que finalmente Evo Morales cambió de opinión. Lo que hace inolvidable a Domitila es su lucha en el movimiento de mujeres. Hace ya treinta y seis años que su testimonio Si me permiten hablar... recogido por la antropóloga brasileña Moema Viezzer, sembró de chispas las praderas del entonces incipiente feminismo latinoamericano. Eran tiempos radicales. Se sufría la dicotomía feminismo versus lucha de clases, la izquierda definía el problema de la mujer (sic) como "la contradicción secundaria“ y que se resolvería sólo "después de la toma del poder por el proletariado“. Muchas feministas, algunas teóricas, y otras desencantadas de la militancia política,

De feminismos, clases y miedo Esther Andradi

sentían los estragos de esta discusión en la propia vida. Eran los albores del feminismo latinoamericano que pugnaba por emerger en una sociedad signada por dictaduras militares, patriarcado indiscutible, oscurantismo religioso y explotación salvaje. En 1975 Domitila fue elegida para representar a Bolivia en la Tribuna de la Conferencia Internacional de la Mujer organizada por las Naciones Unidas en México. Domitila, la única representante obrera, habló y puso el dedo en la llaga: la lucha no es contra los hombres sino de clase. Cuando las delegaciones feministas le exigieron que abandonara su discurso político y que hablara de su condición de mujer, tomó la palabra y se enfrentó con Betty Friedan, la histórica feminista estadunidense autora del clásico La mística de la feminidad: Muy bien, hablemos de nosotras dos –dijo Domitila–. Si me permiten, voy a empezar. Señora, hace una semana que yo la conozco a usted. Cada mañana usted llega con un traje diferente, y yo no. Cada día usted llega peinada y maquillada como quien tiene tiempo de pasar por una peluquería bien elegante y puede gastar buena plata en eso y, sin embargo, yo no. Yo veo que cada tarde usted tiene un chofer esperándola a la salida y, sin embargo, yo no... estoy segura de que usted vive en una vivienda bien elegante, en un barrio también elegante ¿no? [...] ahora, señora, dígame: ¿tiene usted algo semejante a mi situación? ¿Tengo yo algo semejante a la situación de usted? Si usted y yo no nos parecemos, si usted y yo somos tan diferentes, nosotras no podemos, en este momento, ser iguales, aun como mujeres, ¿no le parece? Muchas aguas y aluviones y sequías se sucedieron desde aquello. El testimonio de Domitila Si me permiten hablar..., publicado un año más tarde y bestseller en ocho idiomas, abrió paso a múltiples voces del continente que se estaban buscando. En esa tónica aparecieron numerosos libros, entre ellos Ser mujer en el Perú en sus dos ediciones de 1977-1978, un conjunto de historias de mujeres de diferentes sectores sociales que recogí junto con la poeta y feminista Ana María Portugal en Lima, Perú, y que demostraba, a través del testimonio, que no se nace mujer sino que se llega a serlo, como bien decía esa otra madre que fue Simone de Beauvoir. Había elementos que nos unían como mujeres en lo social y otros que nos separaban en la clase, pero el género iba más allá. La dicotomía mujeres/ clase no existe, queríamos decir. O mejor :"la mujer“ no es una sino múltiples. La discusión fue tomando atajos diferentes a lo largo de los años. No uno, sino dos, tres, muchos feminismos. Y la palabra de la Domi fue crucial para recorrer este camino •

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