■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 10 de junio de 2012 ■ Núm. 901 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Los persas
y su lengua de aves y de rosas
A ttar , F erdosí , H afez , J ayyam , M olaví -R umi y S aadí
Crónica de una restauración enmascarada • 10 de junio: exilio en la calle principal
bazar de asombros Notas sobre la novela de la Revolución ( iii de vi )
Attar, Ferdosí, Hafez, Jayyam, Molaví-Rumi y Saadí son los nombres de algunos de los poetas más importantes que ha dado la milenaria lengua persa, y desde tiempos inmemoriales los escritores de todo el mundo han abrevado en esa inagotable fuente. Alejandra Gómez Colorado nos propone un recorrido vivo y vibrante a través de la historia y las letras de estos autores inmortales, una de las principales herencias culturales de lo que hoy es Irán. Tres textos completan este número: una entrevista con la documentalista Tatiana Huezo, directora de la extraordinaria cinta El lugar más pequeño; un ensayo que busca desenmascarar la pretendida restauración del horror vivido en las siete décadas del priato, así como un relato conmemorativo de la matanza estudiantil del jueves de Corpus, que hoy cumple cuarenta y un años de haber sido perpetrada, precisamente bajo la barbarie de un régimen que, con el disfraz de “nuevo”, busca volver por sus fueros. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
Margo Glantz tiene razón cuando dice que las escenas y descripciones de Azuela no tienen cabida en ningún sis tema moral o filosófico, pues no juzga los hechos de sus personajes, no señala, jamás dice lo que piensa ni lo que debemos pensar nosotros de los sucesos que nos pre senta. Esa es la gran virtud de Azuela, que no es didác tico, no está levantando el “dedito” para dar leccio nes; nos deja sacar nuestras propias conclusiones, incluso que discutamos con él. Es sumamente respetuo so con sus lectores. Azuela es uno de esos hombres incorruptibles. En ellos descansa el futuro de la nación. Fue uno de los miembros fundadores del Seminario de Cultura Mexi cana. En 1942, la Sociedad Arte y Letras de México le otorgó el Premio de Literatura. El 8 de abril de 1943 ingresó como miembro fundador a El Colegio Nacional. En 1949 recibió el Premio Nacional de Lingüística y Literatura. Falleció en Ciudad de México el 1 de marzo de 1952 y fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres. Después de su muerte aparecen La maldición (1955) y Esa sangre (1956). Es fundamental reconocer que Los de abajo dio a conocer en el mundo nuestra revolución, que es una re volución eminentemente agraria. La novelística de Azuela es un trabajo de amor enriquecido por una visión amplísima de la compasión. M artín L uis G uzmán y L a sombra del caudillo Pasemos ahora a Martín Luis Guzmán, quien nació en Chihuahua, en 1887, y murió en México, en 1976. Era abogado –yo tenía un amigo que decía: “Martín Luis era abogado, pero lo disimulaba muy bien.” Es el gran prosista de la novela de la Revolución. Esta es una opi nión personal que otras personas comparten conmigo, entre ellas Emmanuel Carballo. La figura de Villa es la más admirada por Martín Luis Guzmán. Su primer tra bajo lo publicó en El Imparcial, donde escribía pequeños artículos sobre costumbres en 1908. Consiguió un tra bajito de escribiente en el consulado en Phoenix, Arizo na; a su regreso se inscribe, en 1911, en el Ateneo de la Juventud, institución fundamental para el desarrollo intelectual de México a principios del siglo xx, a la que
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Hugo Gutiérrez Vega
pertenecieron, entre otros, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Antonio Caso. Su carrera política se inicia como delegado a la con vención del Partido Constitucional Progresista, un par tido que apoyaba el movimiento carrancista. Está pre sente en la Decena Trágica, lo mismo que en el cuartelazo huertista. Nos describe en una de sus novelas al perso naje de Victoriano Huerta (para los jaliscienses una ver güenza, porque era paisano..., pero nosotros no tenemos la culpa de eso). Lo describe con sus anteojos color vio leta que usaba de día y de noche para tapar los ojos rojos por la borrachera de coñac. En su última carta, que diri ge al presidente Wilson de Estados Unidos bajo los efec tos del alcohol, le reprocha: “Usted me apoyó, pensó que con mi gobierno le iba a regresar la normalidad porfi rista a México, el orden y el progreso que quería el po sitivismo; usted y su embajador me apoyaron, incluso recibí armas para mi ejército y ahora me abandona.” La carta, que se encuentra en la Biblioteca del Congreso, de repente se corta y en una línea ondulante –se ve que ya el coñac había hecho su efecto– dice: “Y ultimada mente, señor presidente Wilson, váyase usted a chingar a su madre.” A la muerte de Madero y Pino Suárez, en 1913, Mar tín Luis renuncia a su empleo y funda el periódico El Honor Nacional, de oposición a Huerta. La figura de Villa es la más admirada por él, incluso fue su secreta rio en un momento, lo que sin duda influyó en la técni ca de su prosa. Escribe Las memorias de Pancho Villa como escribía Villa, con vocabulario reducido pero muy expresivo. En 1914 es representante de Villa ante Carranza y éste lo encarcela. La figura de Carranza no es bien tratada por Martín Luis Guzmán, pero dígase lo que se diga reconoce que ya se estaba gestando el constitucionalismo, que con solidaría la revolución. En la Convención de Aguasca lientes proyectaron documentales y se dice que cuando algunos soldados veían aparecer a sus enemigos en la pantalla sacaban la pistola y les disparaban. ¡Nunca el cine había sido tan exitoso! Martín Luis Guzmán descri be este y muchos otros pasajes de la época muy vivamente. (Continuará.) jornadasem@jornada.com.mx
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Portada: Altos castillos de poesía Foto de Ebrahim Khadem Bayat
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Jornada Semanal • Número 901 • 10 de junio de 2012
bitácora creación bifronte RicardoVenegas
El arte es el no pensamiento
ricardovenegas_2000@yahoo.com
Sin recurrir a poderes místicos,
hace florecer en un momento los árboles marchitos.
Kakuan Zenji
La fascinante biografía de Leonardo da Vinci ha bla del genio cuyos talentos fueron diversos y al unísono ejercidos en la argamasa de las artes. Un futurista al que debemos varios descubrimientos aerodinámicos, maríti mos y hasta anatómicos. Era ingeniero, pintor, escultor y muchas cosas más, y debo confesar lo más sorprendente pa ra mí: descubrir algunos sonetos de Da Vinci de muy buena factura y acabado: “Quien quiera lo imposible, otro preten da;/ que es lo imposible pretender lo cura./ Sabio es el hombre, pues, cuan do sin cura/ de lo que no ha de ser se desentienda.” Uno se pregunta: ¿de dónde nace dicha fertilidad para ofertar al mundo tantos pro yectos? Al escribir estas líneas no puedo sino entablar un puente en tre el que fuera Leonardo y el escul tor mexicano Carlos Campos Cam pos. Quizá sea la diversidad de su búsqueda lo que her
mana a aquellos que anhelan acercarse a lo inefable. Campos es un buscador de verdades universales, lo mismo en la escul tura que en el dibujo, igual que Leonardo, también es ingen iero y ha creado su propio método para realizarse en la pintura. Pero también ha sido cauto en el camino que ha emprendido. El artista medita cuando crea una obra y va por la senda más corta que rememora un proverbio zen: “Si tú entiendes, las cosas son como son; si tú no entiendes, las cosas son tal como son.” En Los diez cuadros del boyero, del maestro chino Kakuan Zenji, quien vivió en el siglo xii , se repre senta el camino del zen como un desper tar de la conciencia y comienza con un “apetito de misterio”, en palabras de León Bloy; en cada poema de Zenji y en cada vi ñeta se advierten los avatares del buscador, hay que “atar corto al buey” y domarlo constantemente para llegar a la iluminación; el buey es la naturaleza humana, el camino de la perfección se logra edu cando a esta naturaleza. Así, el hombre se convierte
finalmente en un bien preciado para los demás. Este rumbo no es tan distinto al abordado por da Vinci: quizá, tal vez, des pués de mucho navegar, se puede hablar consigo mismo y legar un testamento de bienes universales. El discurrir en la obra de Campos va de la fertilidad de la tierra al Eros que nos convoca, es el creador en bus ca de la libertad interior (al que no le ha bastado el cielo de los otros), del cosmos que indaga la flor de loto nacida en el fango, en el cieno más pobre que aspira al sueño celestial. Es el “hombre sin corazón” que late con su espíritu, ora semilla que arroja su esplendor al suelo, ora montaña erigida por la fe del oficio, como él mismo lo ha dicho: “Hice reciente mente un cuadro de pintura zen de 1.80X3 m; tardé cinco segundos plasmando la emoción y el sentimiento es ese trazo, eso puede tener el mismo valor estético de una escultura de mármol, en la cual he tardado un año; el tiempo es relativo, el arte es relativo.” • Esculturas de Carlos Campos Campos
Monólogos compartidos Francisco Torres Córdova ftorrescordova@yahoo.com
Del tiempo y la oración Hay una hora que los relojes en la historia no registran, fuera del alcance de sus cuarzos, números o esbeltas manecillas; invisible a las clepsidras de agua o de arena, los temblores de la luz o los sutiles engranajes de la sombra; una hora que se salta las tenaces cerra zones del tiempo cotidiano, imbricada en sus múlti ples cerrojos, sin intención definida, sin utilidad inme diata, anhelo de futuro o un aquí y ahora perentorio, y ajena a las arcas donde el tiempo se acuña a sí mismo en metales que se sueñan eternamente incontesta bles, se imprime en papeles de filigrana secreta o se cifra en impulsos electrónicos que conducen el poder o la miseria. Una hora húmeda, tibia y fecunda en el limpio vacío que fermenta el pensamiento, destilada y acendrada en la cadencia de la vida, pero no entram pada en su rutina, sino desde ahí expuesta al infinito azar y sus hallazgos siempre precisos, ésos que engar
zan la memoria en la molécula, que arraigan un suspi ro a la materia, como la altura de un árbol y el arco de su aliento en cada hoja, o el exacto relieve de la hue lla dactilar de una criatura en el vientre de su madre todavía. Una hora con el espacio todo sin orillas, a veces suspendida en el instante puntual que nos des pierta al recuerdo innato de la muerte, porque es toda vida ahí, en el borde de los labios del primer beso, en el espasmo primitivo que nos pierde y nos celebra el gozo de otro cuerpo, la distancia amorosa de sus ma nos. Una hora diríase sin tiempo, cierta de su lugar en la conciencia y a la vez más allá de ella, en el otro, no en el que vemos, sino en el que nos devuelve la mirada para decirnos la soledad que nos vincula, el tacto fino, cálido y severo de su enigma. Una hora que no disper sa el tiempo recto, indiferente y blanco que ciñe los huesos y la carne –la “religiosa, frenética y descalza”
que dice el poeta–, sino al contrario lo concentra, le da peso y resonancia y nos tañe como el pulmón de la ballena el horizonte de su canto. Tal vez esa es la hora en que la voz a trechos rota o deshilada pone en el aire el íntimo vigor de las palabras, la inocencia de su impulso trabajada en un grito, un lamento, una in vocación, un hechizo, un oráculo, todos alumbrados de silencio, y entonces alcanzan la oración o la plegaria, la piedra inicial donde el poema frota sus lenguas con la rugosa claridad de lo sagrado, con sus fibras de hier bas olorosas que así nos incorporan un instante a su misterio. Esa hora, ese recoveco del tiempo que es capa al tiempo en el puente delicado de unos versos: “Padre nuestro que estás en los cielos/ yo que amé/ yo que hice de mi novia un juramento/ que llegué a to mar al sol por las alas como a una mariposa/ Padre nuestro// Con nada he vivido.” (Odysseas Elytis.) •
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Antonio Valle A Hugo Gutiérrez Vega
“E
cos de mi onda” fue un homenaje al ritmo en demoniado que te sacaba de la depresión. Lo último que mencionaste en tu diario fue que habían asesinado a unos muchachos el jueves de Corpus. Meses después hablabas de una espe cie de “cacería de brujas y de brujos” que percibiste en algunos territorios bohemios de la ciudad. Esa fue la última nota que escribiste. Tal vez esta crónica te ayude a salir del fade sin fondo para que comiences a darle forma al rompecabezas.
ro que seguirán parados en el escenario hasta que ya no quede vivo ninguno. Arranca el flashback que fusiona alucinaciones vi suales y auditivas. Eso que te hace brincar como zulú en la oscuridad se llama África ardiendo en las ribe ras del Mississippi, del Támesis y hacia el norte del río de La Piedad. “No me escuchas llamar bajo la sucia calle/ Tengo una lucha interior/ estoy merodeando en tu ciudad.” “Can´t you hear me knocking.”
I
Iv
Desde la ventana de un edificio en ruinas escuchas “Ecos de mi onda”. Dos chicos huyen brincando las bardas porfirianas de unas azoteas. Cerca de ahí un perro policía –de los setentas– intenta alcanzar a los muchachos que saltan divertidos. A través de una mirilla, un civil hace foco en la sien de uno de los jóve nes. Antes de que escuches la detonación los chava les desaparecen tras una sábana. En su departamen to, Lupita no se ha dado cuenta de lo que pasa en la azotea. De pronto su mano cae sobre la perilla de una Stromberg Carlson. Al subir el volumen de la conso la ella se va junto con los Rolling al cielo. II
Diez años después leíste Las batallas en el desierto. Di ces que ese libro tiene encantada a Lupita. Bajo la luz del dulce relato de José Emilio te detienes en una en trañable vecindad para percibir dentro de ti un deseo adverso. Saludas a la Virgen Morena y te arrancas en la bici hasta que llegas a la plaza Ajusco. Te hundes en la pelota cósmica seguro de que al otro lado del arco iris ella siempre te esperará. “Viene en colores por todos lados/ Peina su pelo/ Es como un arco iris.”” She’s a Rainbow.”
Desde que a Lupita le silbabas el tema de Pérez Prado con el que Fellini musicalizó La dolce vita, yo jugaba a ser Marcello Mastroianni, él era el novelista frus trado de la Vía Veneto y yo el narrador arruinado de nuestra Roma mexicana. Desde entonces he intenta do atar los cabos de tu historia, pero como sólo tengo secuencias inconexas y un milagro falso, no he podi do construir un argumento convincente. Sin embargo, ahora que empieza una nova primavera mexicana, tal vez logre descubrir al monstruo intemporal de La dolce vita, que después de cuatro décadas sobrevive en nuestra Roma. Esa es la razón por la que te invité a dar otra vuelta a la manzana para que, aquí entre nos, intentemos explicar lo que pasó el día de la fuga. Ok, dices escuchar la algarabía que hacen unos chicos con su motoneta. Atrás de ellos vienen las sirenas y los perros aullando más que Jagger. Los vecinos gritan indignados al escuchar la revoltura en crescendo. Tú sonríes al mirar las figuritas tratando de esconderse en una sábana. Entonces, allá, en la azotea de enfren te, azulean unas llamas diminutas. En medio del des orden escuchas el riff inmejorable de los Rolling y miras el cuerpo de uno de los chicos sangrando en la saliente. Por un instante, las cuerdas de Keith Ri chards y el saxo hacen que voltees hacia el departa mento de Lupita cuando un civil dice: “Déjalo que sangre.” Pasan unos segundos interminables –o tal vez sean unos años– mientras suena “Exile on Main Street”. El niño héroe se está muriendo. Su cabeza da vueltas en el sinfín de un disco negro. Algunos sobre vivientes del combate comienzan a moverse en esa zona oscura. Las calles de la ciudad son peligrosas. Desde entonces tú te mueves lento y callado como un ajolote en el agua sucia que los civiles dejaron para que sobrevivas. ¿Qué le pasa a Lupita? No sé. ¿Qué quiere la niña? ¿Bailar? III Correosos, ondulantes, inextinguibles; los rebeldes ingleses dicen que se irán muriendo poco a poco pe
Te has quedado a vivir en el pasado. Como un ra dioescucha misterioso, tu mente sintoniza con tres canciones de los Rolling. Te fijas en los anuncios del Instituto Patrulla y –para las amas de casa que te qui tan el sosiego–, del jabón Zote. Te estableces en una zona que comienza a degradarse. Antes solías mirar una avioneta que escribía versos en el cielo. Era tan ta la felicidad que te causaba la vieja Roma que estu viste a un tris de quedarte atrapado para siempre en esa red. Sin embargo, como los civiles no dejan de pisarte los talones, te mueves de aquella trama ra diante de liras y palabras. “Nunca conservé un dolor pasando el atardecer/ Nunca terminé la escuela/ nunca quise ser como pa pá.” “Happy.” v Ya no recuerdas quién te dijo que sus satánicas majestades eran los mismos demonios que tocaban rhythm and blues. Aunque todavía te intimidan un poco los pobres diablos de la infancia, saltas entre docenas de muchachos con la energía tribal de “Sim patía por el diablo”. Como no sabes nada del mons truo de La dolce vita, ni de Lupita y el Fausto, ni siquie ra de Una temporada en el infierno, te llevas un buen susto cuando en el cine Morelia una niña casi muerta vomita crema de espinacas. Por fortuna, antes de que se derrumbe tu pantalla interna, para liberarte de El exorcista siempre puedes encenderte con el disco Beggars Banquet, con la voz imaginaria de Lupita o con una motoneta entre las piernas. “Lo que te confunde es la naturaleza de mi juego.” “Sympathy for the Devil.” vI Sintonizo con el azogue de tu mente. Cuarenta años después, Jagger continúa siendo endemoniadamen te ágil. Sería bueno que le preguntaras cómo pasa el tiempo, si es que pasa por ese rebelde que tiene setenta y tantos años y se arquea como acróbata. El cantante se mueve como el argento vivo que corre por las venas de algunos héroes de las batallas. Así funciona el tiempo y las construcciones virtuales que improvisas. Por ejemplo, en los helados de La bella
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Italia, hoy volviste a ver a un exrebelde poniendo en la rockola “Volare”, Azul/ pintado de azul. Sin em bargo, por más que el hombre se pinte de azul tú sa bes que es un civil traidor y peligroso. La primavera está llegando a la tele y los nuevos chicos se dispo nen a ensamblar el tiempo y la historia del país con su destino. Tu radio íntima transmite las consignas de los jó venes que terminan a sangre y fuego el jueves de Corpus. Obsequias un minuto de silencio que se prolon ga hasta el día de la fuga. Los radioescuchas saben que el chico de la Roma ya está muerto, aunque él y tú piensen lo contrario. Pones el audio donde inju rian y reclaman los brothers del ‘58, las blue sisters del ‘68, los warriors del ‘71, los romanos del ‘85, que cada septiembre vuelven buscando sus zapatos; el escán dalo de la reunión que se desdobla en el sinfín de las indignas batallas de Tlatelolco y de San Cos me. Las multitudes le pisan los talones al prójimo que está corriendo por su vida. vIi Para no hacer ruido, de vez en cuando caminas des calzo por Álvaro Obregón. Antes de llegar al Hotel Colonia Roma observas detenidamente una escul tura sadomasoquista. Intentas convencerte de que las imágenes de Shine a Light no tienen nada que ver con el ángel, el sátiro y el síntoma que haces eviden te. Nunca imaginaste que, cuarenta años más tarde, seguirías encendiendo la luz de una solitaria habi tación para saber qué es lo que los muertos quieren, qué vas a hacer con el chico que saltaba en la azotea y sobre todo qué le pasa a Lupita. Mientras tanto, Jagger salta como nunca en el do cumental de Martin Scorsese. Es un homenaje a todos los que han sobrevivido por amor. “Te vi acostada plácidamente en la habitación 1009/ Bueno, estás borracha en el callejón, nena, con tus ropas desgarradas/ Tus amigos de la noche te abandonaron en el frío amanecer gris.” Shine a Light. Entre la ficción y las historias de los Rolling tu vida se ha convertido en una riada francamente os cura. Eso comenzó desde el día que la bruja se chupó a Jack y a los chavales. “Nací en un huracán de fuego cruzado/ y le aullé a mi mamá bajo la lluvia torrencial/ pero ahora todo va bien, de hecho, ¡es increíble!” “Jumpin’ Jack Flash.” vIii Vamos a dar una vuelta a la manzana de regreso. Es cucha, la Stromberg Carlson ha comenzado a vomi tar detalles de la vieja historia. Cuando años después Lupita vuelva en sí, ya habrá perdido el brillo que los ángeles le dejaron la primera madrugada que regre só del Bar Azul, de ese subterráneo donde bailan las mujeres más tristes y excitantes que jamás has visto. Esos detalles se ensamblan con la muchacha fantasmal que de vez en cuando te acompaña. “Voy ahogarme en tu amor/ voy a hundirme en ti.” “Soul Survivor.” No fue fácil sobrevivir a la mezcla de música de liciosa con letras letales. Será por eso que buscas mu jeres cada vez más siniestras. ¿O era la misma vieja señora que, como la hermana incestuosa del Rey Ar turo, te embrujó? ¿Acaso esa muchacha fantasmal es un avatar de “Angie” o de Anita Pallenberg, amante de lujo de dos piedras rodantes? “¿Quién es esa mujer que va de tu brazo vestida para aniquilarte?/ Arrástrame a los dormitorios
del blues/ deja que todo se caiga esta noche.” “Let it Loose.” iX Las rolas de los Stones trazan una pista que hiere tu memoria. “Oh, una tormenta está amenazando mi vida.” ¿Recuerdas la primera vez que escuchaste canciones de Gimme Shelter en una rockola de San José del Pacífico en Oaxaca y en el Mezcalito en Puer to Escondido? “Te digo/ el amor, hermana/ está a un solo beso de distancia.” En un expendio entre indio y hippie que frecuentan algunos romanos iniciados te enteras de que Robert Jhonson, el mítico precursor de los Stones, murió envenenado por un marido celoso que le disparó un vaso de whisky. Claro, tú no eres el Rey del delta blues, y menos una variante de Funes el memorioso, sólo eres un tipo que recuerda el slide de Keith Richards deslizándose sobre el pezón de una mucha cha. La rosa se resbala por la memorable lengua escarlata y las percusiones de Charlie Watts suben como hormigas en sus piernas. Oh, sí, esos soni dos te ayudarán a soportar la suspensión glaciar de tu memoria como el prodigio ominoso que encalló en La dolce vita. X Todos los días Lupita llega al crucero de Mérida y Gua najuato. En el Bar Azul unos espectros sensuales se mueven con la música de Exile on Main Street. Ella pi de un trago y espera que te des una vuelta por el ne gocio para que termines con esa construcción inexis tente. Después de años Lupita levanta los ojos de Las batallas en el desierto y tararea: “La guerra, niños/ está a un solo tiro de distancia.” “Gimme Shelter.” Cuando estás a punto de visualizar el corazón en el que se alojó el primer disparo, Jagger interrumpe tus pensamientos porque pregunta por Angelina Jo lie: Anybody seen my baby? Como algunos sobrevi vientes de San Cosme y de la Roma, tú también te has hecho esa pregunta cientos de veces. Pronto logra rás saber qué es lo que Lupita quiere de verdad; mientras tanto, ella seguirá bebiendo en la cueva underground que arde y se apaga dentro de tu plexo. Como el cronista de la Via Veneto he vuelto a fra casar, ¿verdad? Bueno, tomemos un poco de aire fresco; dicen que esta vez los muchachos están ha ciendo verdaderos milagros en la calle. P osdata “En la tranquila ciudad de Londres no hay lugar pa ra un luchador callejero”, dice un fragmento de “Street Fighting Man”, del disco Beggars Banquet (El banquete de los mendigos), cuyos temas se inspiran en las revueltas juveniles del ‘68. “Can´t you hear mi knocking”: las radiodifuso ras mexicanas presentaban esta canción como “Ecos de mi onda.” Pertenece al álbum Sticky Fingers (Dedos pegajosos), primer álbum editado por el sello de los Rol ling Stones en 1971. El disco fue construido mediante colisiones y aleaciones de rock and roll, country & blues. Un año después de la balacera del jueves de Corpus, se publica Exile on Main Street (Exilio en la calle principal), el mítico álbum que produjeron los Stones en el sur de Francia. Sus géneros son rockabilly, boo gie-woogie, jazz y gospel •
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Crónicade unare Gustavo Ogarrio
Hernández, El nuevo PRI
L
a longeva época del pri como partido de Estado había dado origen a toda una estela de nociones y metáforas para interpretar los secretos de su continuidad autoritaria. Una de estas claves era sin duda la de la máscara. Los rituales de contempla ción crítica de ese dinosaurio empedernido, los in térpretes más osados de ese misterio político deno minado “nacionalismo revolucionario”, hechizados por el aliento de lo indescifrable y por la lógica pala ciega de los secretos de la cuasi monarquía priísta, concentraban sus fuerzas ensayísticas en penetrar los secretos de ese equilibrio de poder despótico me diante el desmontaje de sus caretas. Las máscaras del poder político del pri causaban reacciones ambiguas y conductas uniformes: odios casi admirativos, apo logías innecesarias de un “partidazo” que respalda ba su legitimidad autoritaria con su omnipresencia, largos sexenios de una opacidad casi medieval, con trol absoluto de los límites del lenguaje público en televisión y radio. La máscara encubría también una paternidad es quizofrénica con sus intérpretes y gobernados: las prácticas domésticas de la vida pública nacían de la simbiosis con la corrupción de Estado y la cultura política del abuso. Todas las desventuras de la nación estaban ya prefiguradas en el padre autoritario, cu yos vicios y virtudes se repetían como una dulce pe sadilla en cada uno de sus herederos. ¿Cuáles eran estas máscaras que terminaron sien do el rostro mismo de toda una época? La máscara del Estado benefactor que había creado el mito de la corrupción generosa, aquella que robaba pero que “al menos” repartía algo del botín entre los goberna dos; la máscara temible del represor, encarnada en la risa grotesca de Díaz Ordaz y en la matanza de Tla telolco en 1968; la máscara de la “apertura demo crática” como una manera de simular una transfor mación política, guiada por Luis Echeverría y finalmente sepultada con la matanza del 10 de junio de 1971; la máscara neoliberal salinista que le pedía a esa otra máscara, la zapatista, un diálogo insólito entre enigmas, en 1994; la máscara de los mitos de la gobernabilidad autoritaria disfrazados de estabili dad nacional, con toda la fuerza enunciativa de su encubrimiento literal: el tapado, el dedazo, el arri
bismo, la cargada, el hueso; en fin, la secrecía como política de Estado y como criterio de las lealtades verticales, morales y criminales, con sus eufemis mos como la Unidad Nacional o el presidencialismo. La era de esplendor del pri significaba la certeza ab soluta de que estas “esencias” resguardaban el ver dadero rostro de la nación. Con una sociedad que celebraba la alternancia en la Presidencia en 2000, pero que al mismo tiempo se mantenía abrumada por el desgaste de la eternidad del poder político del pri , el veloz fracaso de la tran sición a la democracia tuvo como palanca una ex tensión de ese juego de enigmas: la máscara de la agonía del dinosaurio como la clave para descifrar el futuro del país, hipotecado en las formas en que moriría el viejo pri . Después de perder la Presidencia y al refugiarse en el poder que todavía conservaba, el pri administró su decadencia de manera atropellada pero siempre efectiva, conforme a sus propias leyes. Es evidente que el peso de su pasado lo mantuvo con vida, y no la fuerza de sus transformaciones democráticas. Las fuerzas de oposición al pri heredaron de manera vi rulenta los vicios del antiguo régimen, unificaron sus prácticas para inaugurar un pragmatismo polí tico cargado de corrupción y de esterilidad demo crática. Todo el poder de transformación que gana ron como partidos gobernantes emergentes, de alguna manera lo fueron perdiendo al ensayar un lance suicida: vivir de la respiración del antiguo ré gimen, al asimilar sus rasgos más autoritarios. Esto dio origen a una nueva época, con sus propias con tradicciones y ambigüedades, que también posibi litó el “regreso” del pri : la era del gran espectáculo mediático de la crisis del sistema de partidos y de sus instituciones, el naufragio de la transición a la democracia. ¿Cuál fue la metamorfosis o el proceso de conservación y actualización que experimen taron estas máscaras? ¿Es este sentido del ocultamiento lo que se encuentra detrás del deseo creciente de la sociedad mexica na de descubrir, en la campaña presidencial, quién es el “verdadero” pri , el “verdadero” Enrique Peña Nieto?
Transparencia: entre simulacro y espectáculo Quizás la interpretación del poder político ya no se asume más como enigma, como un jero glífico en movimiento que se le impone a la sociedad para que ésta descubra la verdadera naturaleza del sistema político y deje al descu bierto sus entrañas, su funcionamiento y los rastros de sus abusos y crímenes. Quizás he mos abandonado esa época de resignaciones en la que se preguntaba, con morbo autodidacta, “¿qué hay detrás del poder?” La transparencia del poder es ahora una nue va máscara. Los escándalos que genera la co El Fisgón, El anhelo
rrupción ya no son rumores indecibles que se saben pero no se comentan o que simplemente generan movimientos en los gabinetes o la muerte prematura de alguna carrera política. Si antes el enigma de esas máscaras era la clave para interpretar al Estado y al sistema político en su conjunto, ahora la “transpa rencia”, la visibilidad, es su signo. Una visibilidad que quizás está generando también nuevos modos de aceptación, por parte de la sociedad, de la domi nación y del atropello de Estado. No sólo la guerra de Calderón contra el crimen organizado es abierta, sin matices, maniquea; tam bién es abierta la corrupción, los escándalos políti cos que se suceden uno a uno sin respiro, que duran lo que tarda en montarse mediáticamente una nueva denuncia de corrupción. La política dominante es ahora este vértigo de bataholas que hace funcional su propia crisis. Un simulacro de transparencia. O, si se quiere, una “transparencia” cuyos acusadores mediáticos no problematizan su relación de interpre tación con la trama profunda de los hechos, su situa ción enunciativa; que solicita a micrófono abierto, por ejemplo, que ya no se transmitan las escenas te rroríficas que deja la deshumanizadora guerra con tra el crimen organizado y que, al mismo tiempo, impide la humanización de las víctimas mediante su escenificación melodramática. ¿Cómo se combinan este montaje de la transpa rencia y los vestigios del enmascaramiento del pri ? Digamos que esta nueva máscara de la transpa rencia se define, ante todo, como espectáculo. Y es aquí donde el pri –y por añadidura Enrique Peña Nieto– ha recargado su viejo pacto con la ideología del entretenimiento; con
“ enmascarada
Televisa, en particular, pero también con una parte importante de los grandes corporativos de la comu nicación, los cuales se encargan de hacer “transpa rente” el regreso del pri a la Presidencia y del acora zamiento melodramático de la campaña del mismo Peña Nieto. Un pacto que ya no es el juramento de lealtad del “soldado” priísta, al estilo de Emilio Az cárraga Milmo, sino el pacto corporativo que me lodramatiza abiertamente una campaña política. Amores felices para una época de desencuentros entre la ciudadanía y los herederos de la vieja clase priísta. Melodrama y transparencia son ahora las coordenadas para comprender que la puesta en es cena de la crisis de los partidos funciona de manera parcial dentro de su enunciación directa. Esa denun cia o crítica siempre lleva como límite de su transpa rencia el encubrimiento de la corrupción tricolor y el olvido sistemático de su historia de crímenes de Es tado. Hay en esta voluntad mediática de transpa rencia una denuncia preferencial de ciertos actos de corrupción: la televisión edita al adversario y repite su pedazo de corrupción hasta el cansancio. Dentro de esta paulatina “restauración” –desde 2009– del antiguo régimen, uno de los rasgos más importantes es el de una fuerte simbolización de las máscaras del viejo pri , una reiteración de que es posible el regreso de un paraíso previo a la guerra contra el crimen organizado, en el que estas máscaras eran los signos de una época dorada de bienestar. Pero el enmascaramiento de la restauración tiene doble filo: también amenaza con volver la máscara de la jerarquía y de la represión, la carcajada del ré gimen ante la estigmatización y la borradura olím pica de los estudiantes muertos. Aparece con mayor fuerza para Peña Nieto el “fantasma” de Atenco, esa represión que no por casualidad fue directamente transmitida en vivo y en directo por las dos grandes televisoras privadas, uno de los primeros montajes de esa “transparencia” preferencial. Como sucedió a posteriori con las grandes represiones contemporá neas de Estado, cuyo comienzo fue sin duda el ‘68, Atenco ahora está plenamente documentado en lo que se refiere a los abusos y violaciones por parte del gobierno del estado de México en su incursión arma da, del cual era titular en ese entonces Peña Nieto. ¿Cómo pueden entenderse la fatídica mañana que Peña Nieto visitó la Universidad Iberoamericana, el rechazo y las consignas de estudiantes en su contra, así como el montaje de “apertura democrática” que después divulgaron tanto la campaña de Peña Nieto como muchos de los grandes corporativos de la co municación? Si el control de medios fue una de las más feroces políticas de Estado del antiguo régi men, ahora el control mediático de daños, su melo dramatización como montaje de apertura democrá tica, es acaso una de estas mutaciones que el pri ha experimentado, tan parecida a una de sus antiguas máscaras pero que al mismo tiempo nos advierte so bre cierta actualización de sus rasgos.
Esta nueva máscara de la transparencia se define, ante todo, como espectáculo. Y es aquí donde el pri –y por añadidura Enrique Peña Nieto– ha recargado su viejo pacto con la ideología del entretenimiento; con Televisa.
Rocha, Descarada cargada
El nuevo traje del emperador Gatopardo Como un último juego de máscaras, ¿podríamos afir mar que la misma idea de una restauración del an tiguo régimen es la última de las máscaras del pri y de Peña Nieto? Toda máscara se mueve entre la simulación y la realidad; su capacidad para representar y transmitir una exageración de lo real, ya sea paródica o trágica, termina por confundir ambos planos. Y no es que las máscaras sustituyan al rostro “verdadero”, encubier to; más bien la ficción de las máscaras se transforma en un atributo más del rostro oculto. A lo anterior se podría añadir lo que afirma Joseph Campbell en su magnífico estudio sobre las máscaras de Dios: “Por que en la historia de nuestra especie, todavía joven, un profundo respeto por las formas heredadas ha tendido a suprimir la innovación.” Si la sociedad se ríe de ella, la máscara retrocede y finge no haber escuchado esa carcajada, recibe los halagos con vehemencia distraída, con beneplácito solemne; si es objeto de críticas agudas o motivo de interpretaciones adversas, el rostro gira y cambia de máscara, en un juego demencial: se es y no se es al mismo tiempo, o se representan varios papeles y se escenifica la contradicción misma. Lo que queda de las máscaras es la transparencia de su confusión.
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“
estauración
10 de junio de 2012 • Número 901 • Jornada Semanal
¿En el proceso de restauración del pri han sido desterrados la obediencia partidista, la demagogia casi metafísica, el fraseo indescifrable que oculta las adversidades o el abierto gesto de represión o de censura? ¿Están ausentes el acorazamiento mediá tico, las viejas alianzas corporativas que actualizan lealtades con poderes casi absolutos? En fin, a la vista está el paraíso que idealmente se está pensan do desde la perspectiva de la restauración enmas carada: que sea unánime otra vez el poder recupe rado; que se instale de nuevo la eternidad y que el pasado de oprobio sea enterrado una y mil veces en editoriales generosos, en comentarios televisivos que desde el “mundo del espectáculo”, en hora rios estelares, fiscalizan el color de la corbata de Peña Nieto para evitar que se mire de frente a las múltiples máscaras del pri . La minuciosa operación política y mediática que significa hacer creíble y legítima esta nueva máscara. También crece la ex pectativa de que la máscara se desvanezca y nos per mita ver por fin el verdadero rostro del nuevo pri y de Peña Nieto. Sin embargo, no debemos olvidar que una de las leyes básicas de la permanencia tri color radica en una paradoja, en una vieja consigna política que está en el corazón de la época del “na cionalismo revolucionario” y que ha sido, en los últimos años, su más acabado método de actualiza ción: cambiar para seguir siendo el mismo •
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Alejandra Gómez Colorado
Los poetas Ferdosí
T
al vez lo que más sorprende al viajero que se adentra en Irán sea descubrir cómo la poesía antigua está
vigente y vive en la voz de los ciudadanos: obreros,
taxistas, profesionistas, políticos y artistas saben y
recitan poemas que fueron acuñados a partir del año mil. Es práctica común de los iraníes visitar los mausoleos de los poetas para leer sus versos y rendirles homenaje; los poetas son considerados, además de sabios maestros, verdaderos héroes culturales y orgullo de la nación.
Se dice que el persa es la lengua de los mil poetas; sin
duda lo es. Podríamos incluso decir que la poesía ha forjado la cultura persa. Es un factor de identidad que cruza grupos étnicos y clases sociales; refranes, dichos y anécdotas se
desprenden de los textos de los poetas antiguos. De igual
forma la música, la miniatura y la caligrafía siguen encon
trando en la poesía su fuente de inspiración.
Las fotografías y testimonios que integran este texto son
resultado del proyecto de investigación La poesía como
experiencia cotidiana en Irán, apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y el Museo Nacional de las
Culturas. La primera etapa de este proyecto incluyó trabajo de campo en Irán entre noviembre de 2010 y enero de 2011. Alejandra Gómez Colorado, antropóloga; Irais Barreto
Canales, internacionalista, y el fotógrafo iraní Ebrahim
Khadem Bayat, recorrieron algunas ciudades de Irán en
busca de testimonios que expresaran la contundencia de la cultura poética de ese país. En Teherán e Isfahán, se
reunieron con académicos, artistas, estudiantes y religio sos, mientras que en Tus, Shiraz y Nishapur visitaron los mausoleos de algunos de los principales poetas persas,
realizando entrevistas entre los visitantes. Cabe decir que estos mausoleos son verdaderos complejos culturales y de esparcimiento, sus jardines están sonorizados con los
versos del poeta que en ellos yace. Cuentan con cafetería, librería y algunos con bibliotecas especializadas.
Además de evidenciar la vigencia e importancia que la
poesía persa tiene hasta el día de hoy, este proyecto busca también revertir los estereotipos que se han generado en
torno a la cultura islámica y a los países de Oriente Medio a partir de la llamada “lucha contra el terrorismo”; busca
mos hacer evidente el refinamiento y sensibilidad de una cultura que ancla su identidad en el arte y la sabiduría
milenarias. Se trata de un homenaje al genio y a la sensibili dad y del alma de Irán.
Nació en 940, cerca de la ciudad de Tus, en el noroes te de Irán. Abol-Ghasem Hassan ibn Ali Tusi obtu vo su nombre de escritor durante su visita a la corte del sultán Mahmud Gaznavi, quien, complacido por su poesía, lo llamo Ferdosí, “hombre del paraíso”. Es el gran poeta nacional, creador de una de las gran des epopeyas universales, el Shahnamé o Libro de los reyes, poesía épica en donde se relata la historia antigua de Irán. Ferdosí creció en medio de las victorias de árabes y turcos sobre Irán; su país estaba en un proceso de arabización e islamización. El Shahnamé represen tó un hito de resistencia nacional por la recupera ción de la historia antigua de Irán, por la conser vación de los valores morales y espirituales existentes antes del islam, y por la eliminación del vocabulario de origen árabe. En el texto se advierte la gran confianza que tuvo en su obra; se propuso conservar y renovar su iden tidad nacional, preservar el persa como lengua y fijar los modelos de la cultura e ideales iraníes. Ferdosí comenzó el Shahnamé en el año 980 y lo terminó en 1010. Murió diez años después en Tus, en donde se erige hoy su mausoleo. He sufrido bastante en estos treinta años. He hecho revivir al iraní, con la lengua persa. Después de esto no moriré, pues estoy vivo por haber esparcido la semilla de la palabra.
En 60 mil versos, el Shahnamé narra la historia del antiguo Irán, desde el principio de la civilización hasta la derrota del imperio persa por los árabes. Gra cias a este libro, el alma ancestral de Irán ha perma necido vigente en la cultura popular durante más de mil años. Ha sido recitado en plazas públicas, algu nos de sus pasajes se han representado en las pare des de los cafés y en los palacios. Al conservarse lin güísticamente vivo, sigue ejerciendo una enorme influencia como ejemplo poético y épico, pero tam bién como documento de identidad del pueblo iraní. Las construcciones prósperas se destruyen con la lluvia y los rayos del sol; yo he fundado un alto castillo de poesía al que no dañarán ni el viento ni la lluvia.
Al cruzarnos con un hombre mayor que estaba sen tado frente a las puertas de la ciudadela de Shiraz le preguntamos: –¿Usted sabe quién escribió el Shahnamé? –¿No es usted iraní? –Sí soy iraní. En esta página: dos vistas del mausoleo de Ferdosí
Los –Entonces, ¿cómo es que no sabes quién ha escrito el Shahnamé?... –¿Usted suele leer el Shahnamé? –Sí, lo leo con mucha frecuencia. –¡Estupendo! –Si no leo el Shahnamé, me enfermo. –¡Vaya! ¿Se sabe algunos versos del Shahnamé de memoria? –Sí... Ferdosí me gusta muchísimo. Él no era sólo un poeta, era un sabio. Dice en un poema: “El andar de la bóveda celeste/ La rotación del sol y la luna// No son sólo un juego/ Tal universo no es pueril// En este universo no existe ni una partícula inútil/ Aun que no veamos a quien mueve los hilos// Ni se puede salir de su dominio/ Ni se puede llegar a su origen…” –¿A qué se dedica usted? –Soy un simple obrero. Alguna vez fui agricultor, luego vine aquí para trabajar de obrero. Ahora estoy jubilado. Un profesor de literatura que visitaba la tumba de Attar junto con algunos colegas nos dijo: “Dicen que un sabio egipcio contaba que la civilización egipcia desapareció porque no tuvo un Shahnamé ni un Fer dosí que haya salvado su idioma y que es por esta razón que ahora el idioma oficial de Egipto es el ára be, mientras que antes no lo era. En realidad, Ferdo sí es el salvador de nuestro idioma.”
persas
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y su lengua de aves y de rosas
Omar Jayyam Fue un gran matemático y astrónomo además de un consagrado poeta. Nació en 1048, en la ciudad de Nishapur, capital de las ciencias y las letras del siglo xii . Por su apellido se deduce que su padre pudo ser fabricante de jaimas (tiendas de campaña), sin em bargo el joven Jayyam tuvo una educación sólida viajando por Bujara, Samarcanda e Isfahán. Desarrolló la mayor parte de su trabajo bajo el pa trocinio del sultán Maleksha Yalal al-Din, quien lo invitó en 1074 a crear un observatorio astronómico y a hacer reformas en el calendario solar. Sus observa ciones dieron como resultado el calendario Yalalí, más preciso que el Gregoriano que se elaboraría cin co siglos después. El factor desconocido de una ecua ción (x) fue una aportación de Jayyam a las mate máticas para resolver los problemas de álgebra. Su producción literaria se compone de cuartetos, rubaiyat, en los que expresa su ignorancia ante los hechos de la naturaleza, su preocupación ante la fu gacidad de la vida, la eternidad de la muerte y la in significancia del ser humano ante el universo. Esa caravana de la vida, ¡cómo pasa! Recibe el momento que pasa con alegría. Saguí: ¿por qué sufrir por el dolor que tendrán mañana los demás? Acércame la copa, que la noche está pasando.
Jayyam logró adaptar su pensamiento a las exigen cias de la métrica con la precisión de un matemático y expresar un razonamiento profundo de forma bre ve y con palabras sencillas. Murió en 1131 en Nisha pur, donde se alza hoy su mausoleo. Supón que se hayan cumplido todos tus deseos: ¿Y después? Figúrate que has acabado tus días: ¿Y después?
Fotos de Ebrahim Khadem Bayat. Arriba; mausoleo de Jayyam
Presume de que has sido feliz durante cien años: ¿Y después? Imagina que te esperan otros cien años: ¿Y después?
En vida, Jayyam no publicó sus cuartetos, los leía a sus amigos más íntimos. Los Rubayyat son un trabajo que ha sido compilado por diversos autores, dando como resultado un gran número de colecciones que difieren entre sí. La más conocida y difundida es la traducción de Edward Fitzgerald, que contiene 158 cuartetos y fue publicada por primera vez en 1859 a partir de un manuscrito encontrado en la Biblioteca Bodleian en Oxford.
Attar No hay muchos datos sobre la vida de al-Din Muḥam mad ibn Ibrahim Aṭṭar. Se sabe que nació hacia el año 1142 y que fue farmacéutico. Durante su juventud viajó a Egipto, Siria, Arabia, India y Asia Central pa ra establecerse luego en Nishapur, al noroeste de Irán, en donde comenzó a recopilar versos y dichos de sufíes, místicos musulmanes. Desde su infancia, Attar, alentado por su padre, estaba interesado en los sufíes y reconocía a sus san tos como guías espirituales. Sus poesías exponen temas místicos, éticos y preceptos morales prácticos. Sus versos conllevan una experiencia espiritual en el lenguaje simbólico familiar del misticismo islámico clásico. Su obra maestra es La conversación de los pájaros, un poema alegórico que describe la búsqueda que emprenden los pájaros (los sufíes) de la mítica ave Simorg, a quien desean hacer su rey (Dios): “Si tu espíritu no es apto para ver al Simorg,/ no será tu corazón un espejo brillante, apto para reflejarlo.”
Muchacho comprando el busto de Jayyam en su mausoleo
Cuando los mongoles invadieron Irán, muchos intelectuales emigraron hacia Anatolia. Se cuenta que en ese camino, el gran poeta Molaví, conocido en Occidente como Rumi, se encontró con Attar, quien le regaló un texto sobre la iluminación del alma en el mundo material. Este libro tendría una gran influencia en el joven Rumi y en su obra posterior. Attar permaneció en Nishapur, murió de forma violenta en la masacre que los mongoles infligieron sobre la ciudad en 1221: “Deja que se vea la cicatriz del corazón, porque por sus heridas se conoce a los hombres que están en el camino del amor.” La única obra de Attar escrita en prosa es El memorial de los santos (Tadhkerat al-auliya). En el prefacio enlista las razones que lo llevaron a escribir esta obra: su preocupación ante el olvido de los dichos de los místicos y de sus comentarios del Corán y la Tradi ción (sunna), así como de la forma de vida que lleva ban. Cada capítulo está dedicado a algún maestro y sigue
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Mausoleo de Attar
cuenta con un análisis de biografías y comentarios que hacen de este material una fuente fundamental para el estudio de la tradición mística islámica: “Si un simple suspiro de amor llega a ese lugar llevará consigo el perfume del corazón. Ese sitio está consa grado a la esencia del alma.” De aquel grupo de maestros que visitaba la tum ba de Attar, una mujer nos dijo: “A mí me encanta la poesía, tanto que en lugar de cantarle a mi niño can ciones de cuna le leo poesías.” Otro profesor recitó un poema de Saadí en el que hace referencia a Attar: “Mostraré a todo el mundo el arco de tu ceja/ quien vea la luna nueva la mostra rá a todo el mundo./ El cielo tendrá que seguir to lerando/ hasta que en el mundo una madre dé a luz a un hijo como tú, Attar.”
Molaví-Rumi Es un poeta persa que, si bien no está enterrado en Irán, es imposible omitir, ya que la mayoría de nues tros entrevistados hicieron referencia a sus versos y lo mencionaron como uno de sus favoritos. Molaví nació en Balj, en 1207. Hijo de un eminen te teólogo, siendo niño tuvo que escapar con su fa milia de la invasión mongol; tras estancias en Bag dad, Damasco y La Meca, se estableció en Konya, en la región de Anatolia, que en aquel entonces se de signaba con el nombre de Rum, de ahí que a Molaví se le conozca como Yalal al-Din Rumi. También se le atribuyó el título de mawlana, “nuestro maestro”, ya que fundó en Konya la cofradía sufí de los mevlevíes (derviches giróvagos). Se le considera el poeta místico más importante en lengua persa y uno de los principales del islam. Compuso los 45 mil versos del Mathnawi, La búsqueda mística, una verdadera enciclopedia en verso. El Mathnawi fue escrito en un género poético que lleva el mismo nombre. Tuvo su origen en el árabe, pero los persas lo desarrollaron con maestría a partir del siglo x, para luego influenciar fuertemente a la poesía turca. Los versos del Mathnawi riman de dos en dos y se considera que, con esta obra cumbre, Molaví lle vó al género a su máxima expresión: De nuevo me enloquecí de ilusión De tal manera que rompería cualquier atadura Soy como el cielo, como la luna, como una vela encendida por tu fuego Soy toda razón, todo corazón, toda alma, toda vida
Si estoy sin ti en los cielos, triste estoy como una nube oscura Si estoy contigo encarcelado, es como si en un jardín estuviera. Estaba muerto, reviví, era una lágrima, sonrisa me volví La fortuna del amor llegó y en fortuna eterna me convertí Soy luna por tu luz que sol eres, mírame a mí, mírate a ti Por tu risa, un jardín de flores risueñas me volví No dejaré ir fácilmente la pena de tu amor No dejaré al amigo hasta que me muera Del amigo me ha quedado el dolor del recuerdo No cambiaré ese dolor ni por mil remedios.
En su obra, Molaví describió el sufismo desde su pro pia experiencia y expresó un amor universal. Musul mán convencido, afirmó la validez de todas las re ligiones. Murió en Konya, hoy Turquía, en 1273. Cuando visitamos la tumba de Attar, el jardine ro de aquel lugar, Seyed Mahdi Ghazi, se encon traba regando y cuidando las flores mientras canta ba una melodía preciosa. Cuando le preguntamos qué era aquello, nos respondió que era un verso de Molaví: “Si creces trigo de mis cenizas/ a partir de ese momento, el pan de trigo que cocines te embriaga rá./ La masa y el panadero se volverán locos/ su horno recitará versos amorosos embriagantes./ No vengas a verme a mi sepulcro sin el daf (pandero)/ que no se debe estar triste en la fiesta de Dios./ Para olvidar tu dolor ponte la mortaja.”
Saadí Abu-Mohammad Mosleh al-Dinbin Abdallah Shira zi, mejor conocido como Saadí, nació en Shiraz hacia 1210, durante una época marcada por la violencia. Por el oeste, el mundo musulmán fue invadido por los cruzados europeos y, por el este, por el ejército mongol de Gengis Khan. Los sucesores de este úl timo invadieron Irán, destruyendo ciudades y ma sacraron pueblos. Saadí estudió teología en la Universidad de Bag dad, una de las más prestigiosas de su tiempo. Tras sus estudios emprendió diversos viajes por el norte de África, la península arábiga y el este asiático; sus pasos lo llevaron también hasta India y Asia central.
Sus viajes duraron más de veinticinco años. Este bagaje de experiencias sirvió al poeta para redac tar sus dos obras magnas: El Bustán o El jardín de las frutas, un poema épico y filosófico que expresa las vir tudes musulmanas, publicado en 1257, y el Golestán o El jardín de rosas, una colección de prosas y poemas que documentan sus viajes, publicado en 1258: “Mientras estés atado a tu hogar y a tu comercio/ no podrás, oh tú que eres inmaduro,/ convertirte en un humano verdadero.” Su conocimiento de diversas regiones y culturas lo llevó a generar un pensamiento humanista, como se advierte en este verso que se encuentra en la en trada del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York: “Todo hombre es como un hueso, siempre li gado a otro./ Juntos, los miembros forman un solo cuerpo y tienen un mismo origen./ Si la vida causa dolor a un miembro,/ ninguno de los otros permane cerá indiferente./ Si a ti no te provoca nada el dolor de los demás,/ no podremos llamarte ser humano.” Saadi murió en 1293. Su tumba, junto con la de Hafez, son lugares emblemáticos y de visita obligada en la ciudad de Shiraz. “Cuando me miras, todo mi cuerpo se vuelve corazón,/ cuando te miro, todo mi co razón se vuelve mirada.” Hasta el día de hoy, el Golestán es un modelo para los hablantes del persa, quienes consideran a Saadí como el “maestro de la dicción” y el “mejor de los ora dores”. En este texto Saadí hace uso magistral de sus conocimientos del Corán, al intercalar pequeños frag mentos. Su faceta de consejero alterna con poemas reivindicativos de justicia para mostrarse devoto y re ligioso a la vez que enemigo de la moralina y la falsa religiosidad. En el Golestán de Saadí, se muestran mu chas facetas del poeta viajero y del mundo que lo ro deaba. Hasta el día de hoy, los iraníes extraen morale jas y dichos de esta obra para dar consejos sobre el buen comportamiento. Fue traducido al inglés por primera vez en 1609. Saadí dijo sobre su propio Go lestán: “Una rosa sólo vive durante cinco o seis días,/ la alegría de mi jardín de rosas existe por siempre.” El director del complejo cultural de Saadí dice que los días de primavera, los de mayor afluencia, el mausoleo recibe 15 mil visitantes diarios. El emplea do de la librería comenta que durante esa temporada vende sesenta libros de Saadí y cuarenta de Hafez diariamente, número importante tomando en cuen ta que la gente suele comprar los poemarios en la puerta de los mausoleos y no en la librería. Tres per sonas en un grupo de amigos que se encontraban en la cafetería del mausoleo de Saadí nos comentaron:
10 de junio de 2012 • Número 901 • Jornada Semanal
–Me llamo Shahrzad… He venido a Shiraz desde Teherán por motivos de trabajo. Y siempre que ven go, visitar este mausoleo es obligatorio. Para mí, Shi raz sin Hafez y sin Saadí carece de sentido. La poesía es una parte importante de mi vida. –¿Suele leer poesía regularmente o depende de su estado de ánimo? Es decir ¿lee poemas profesional mente o como un pasatiempo? –No me lo tomo como algo profesional pero es parte de mi existencia… –Yo soy Yasamán. También soy médico. Creo que la poesía está presente en todos los momentos de la vida de nosotros los iraníes. Sólo que de maneras y estilos diferentes. Puede que al ser mayores, la poe sía que nos gusta sea también más madura. Es decir el estilo de poesía que nos gusta cambia según nues tro estado del alma. –¿Creen que la poesía podría ser una buena carac terística para describir el alma iraní?
Muchachas en el mausoleo de Saadí
–Creo que la poesía, igual que la música, es una parte importante del alma iraní. Puede que esto se deba a que nuestros antepasados difundían el amor, la delicadeza, la pureza y la amistad, y a que el rastro de todo eso se ha quedado en nosotros, aunque nos parezca que cada vez es más borroso, nunca se bo rra. Puede que algunas veces se empalidezca, como la llama de una vela que puede debilitarse, pero nun ca se apaga. –Me llamo Mohammad, vivo en Teherán y soy in geniero. Suelo leer mucha poesía, pero nunca inten to memorizar los versos. Creo que la poesía es muy espontánea, es decir, dependiendo del ambiente en el que uno se encuentre, inconscientemente, le vie
nen poemas a la mente… Por ejemplo, hoy mismo, al entrar en el mausoleo de Saadí, sin pensarlo, de re pente me acordé de algunos de sus poemas… creo que lo mismo le pasa a todos los iraníes… no es algo que de bamos memorizar forzosamente para que se convier ta en nuestra cultura: ya lo es.
Hafez Shams al-Din Muhammad Shirazi, nace en Shiraz, al sur de Irán en 1315 y muere en la misma ciudad en 1389. Su padre murió cuando él era pequeño, pero a pesar de las dificultades económicas su madre logró darle una buena educación. Aprendió de memoria el Corán, razón por la cual recibe el nombre de Hafez, que significa “el que preserva el libro sagrado”. Tra bajó como copista y más tarde fue profesor de estu dios coránicos en la Universidad de Shiraz. Vivió una época turbulenta durante las invasio nes de Gengis Kan y Tamerlán. Los constantes cam bios políticos lo llevaron a autoexiliarse en Isfahán. En esta etapa de su vida Hafez permeó su poesía de espiritualidad y melancolía: “De un horizonte a otro existen ejércitos de tiranía,/ pero desde la eternidad hasta la perpetuidad existe la oportunidad para el derviche.” Hafez es sin duda el poeta persa más popular. No hay hogar en el que no se encuentre su Diván, compi lación de poemas, mismo que ha adquirido un lugar muy especial entre los iraníes, pues recurren a él pa ra hacer consultas sobre el futuro o encontrar solu ciones a los dilemas del presente. Hasta la fecha es uno de los libros mas vendidos en Irán, se le encuen tra en ediciones de lujo y de bolsillo para llevarlo en los viajes. La temática de estos versos se divide en tres: aquellos que celebran el amor, el vino y el goce de los placeres mundanos; aquellos de contenido místico y los que fueron dedicados a los benefactores y mecenas de Hafez. “Todo aquel en cuya mente pe sa la pena de un amor/ es como granos de incienso puesto al fuego en un dulce quehacer.” El poeta alemán Goethe se refirió a él de esta for ma: “¡Oh Hafez! Tus palabras son grandes como la eternidad, pues no tienen ni principio ni fin.” En el mausoleo de Hafez conversamos con algunas chicas: –¿Podrían contarnos por qué están aquí? –Es viernes por la tarde y aquí es Shiraz. ¿Qué lugar mejor que Hafezieh (Mausoleo de Hafez) para pasar un viernes por la noche? –¿Suele venir mucho por aquí? –No mucho, algunas veces. –¿Y usted? –Sí, vengo con mucha frecuencia. –¿También consulta a Hafez para pedirle pre sagios? –Así es. –¿Y cree en eso? –Sí. Depende de lo que siento. Siempre que se lo pregunto con fe, me da buenas respuestas al instante. –¿Y usted? –Claro que creo en ello, aunque no le consulto mucho. –¿Leen otros versos además de los de Hafez?
–Sí. –¿Cuáles? –Los Ghazalyat-e-Shams de Molaví y mucha poesía contemporánea. –¿Cuándo fue la última vez que consultó a Hafez para pedir un presagio? –Hace unos minutos. –¿Fue bueno el presagio? –Sí. –¿Y usted? –También hace unos minutos. –¿Y la respuesta qué tal? –Muy buena. Nunca te deja sin respuestas… –¿Quiénes son sus poetas favoritos? –Me gustan mucho Hafez, Ahmad Shamlú y Mehdí Ajaván Sales. –Entonces lee tanto a los poetas clásicos como a los contemporáneos. –Sí, así es. –¿Con qué frecuencia suele leer poesía? –A Shamlú y a Ajaván Sales les leo dependiendo de mi estado de ánimo, pero a Hafez cada domingo por la noche. –¿Y por qué? –Porque nos han enseñado nuestros antepasados que los domingos por la noche son las noches de Ha fez. Y que es muy oportuno pedir un deseo y consul tar a Hafez al respecto. En Teherán realizamos una entrevista a la arquitecta Afarín Neysarí, dueña de la galería de arte Aún. Da do que el nombre de su galería retoma un concepto utilizado por Hafez para expresar sentido, fuerza y sustancia. Lo que nos comentó condensa el sentir de muchos iraníes: –Es muy interesante: la tía de mi marido, una mu jer de unos noventa y tres años, cada vez que vamos a visitarle, después de un rato, pide que alguien re cite un poema. Bueno, ella es la mejor en eso y es la que empieza y sigue recitando poesía durante un largo rato, como unos treinta minutos. Recita a Ha fez, Molaví, Ferdusí, etcétera, y es verdaderamente impresionante. –Su marido nos comentaba que su tía es mazdeista* –Sí, así es. –Entonces, ¿eso significa que en la cultura iraní, independientemente de los antecedentes religiosos y culturales, la poesía pertenece a todos? –Exactamente. Es más bien una cuestión nacional, y no étnica o religiosa… –¿Cree que la poesía es de alguna manera cosa de todos los iraníes? –Sí, la poesía está presente en nuestra vida coti diana. Por ejemplo, siempre que queremos explicar algo muy bien o darle un valor especial, citamos un poema. También los enamorados siempre se escri ben poesía, así que la poesía es muy importante pa ra nosotros • * El mazdeísmo es una religión de origen iranio, la pre dominante en Persia antes de la conquista islámica. En Irán existe una comunidad mazdeista muy importante.
T raducción de versos y testimonios de I rma N avabi S hekufe M ohammadi T ahereh A rabsaeedi Vista nocturna del mausoleo de Hafez
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Consejos para presentar un libro Sucede que suena el teléfono y es para invitarte a participar en una presentación de libro. Sí, resulta que eres cuate del autor, o fuiste su maestro en alguna época, cuando le auguraste un brillante porvenir en las letras; o supuestamente eres entendido en la materia. De una manera u otra, el autor está convencido de que te hace un favor, rechazar su invitación te asegura un enemigo jurado de por vida... ni modo. Y bien, con anticipación el autor te envía un ejemplar de su libro, lo lees y necesariamente tu juicio oscilará entre dos extremos: “¡magnífico!” y “¡horroroso!” pasando por un “no está mal”. En los dos últimos casos es aconsejable reservarse los propios juicios. Pues, bien visto, ¿a santo de qué entrar a juzgar si el libro es bueno o malo, si ha sido escrito con la cabeza o con las patas? Hay manera de salir del paso sin calificar, sin comprometer un juicio. Mi consejo es limitarse a una recreación del texto. Me explico: si se trata de narrativa o poemas, puedes seguir al autor a los cielos de la fantasía, dando cuenta de las imágenes suscitadas por tan estimulante lectura. Si se trata de ensayos, puedes descender con el autor a los profundos interrogantes del ser. Una frase como “nunca había visto un libro así” no te compromete y el auditorio, más que la ironía encubierta, retendrá la excepcionalidad manifiesta. Y luego están tiempo y alteridad, lo uno en lo otro y lo otro en lo uno, muerte, nostalgia, el no ser de las cosas, soledad, hombre lúdico e interactivo, postmodernidad, imaginario, alienado, multimedia y multimercadeo, identidad, incomunicación; ah, no, ésta ya pasó de moda. En fin, no faltan referentes de los cuales echar mano. Conviene a estas alturas asociar al autor con ilustres predecesores en las letras. ¿Quién podría negar que está bajo la influencia de Rulfo, de Vallejo o de Joyce? ¡Aguas! Se trata de dignas filiaciones y no que el autor se los haya fusilado. Altamente recomendable es traer a colación a un escritor descubierto no hace tanto. Por ejemplo, si se trata de poesía, Vasko Popa. Ignorado por años, circula entre nosotros gracias a Octavio Paz y ha sido objeto de estudios y ediciones críticas. Además ¡escribe en idioma serbocroata! Con las guerras desatadas entre las nacionalidades y etnias de la exYugoslavia, su mención todavía es oportuna. Si se leen unos versos del autor presentado junto a otros de Vasko Popa, el efecto es increíble. Desde los más dormidos entre el público, hasta los más despiertos, se confunden, ya nadie sabe quién es quién: si el autor presentado o el tomado como referente. Han sido colocados a la par; uno es famoso, el otro no tardará en serlo. Y tú, presentador, no has tenido necesidad de arriesgar juicio alguno ni eres responsable de la mala comprensión del auditorio. Otra variante vine a aprender hace poco. Se trata de introducir una conferencia en la presentación, así nada tenga que ver. Sí, una conferencia propia, para tu lucimiento personal, que por cierto no estaba programada. ¿De qué tema? No importa, tú arrancas bien lejos en la Historia, por ejemplo, la Edad Media. Allí, explicas, primaba la conciencia colectiva bajo el manto de religiosidad. Después, con el Renacimiento, la Reforma, la Revolución industrial y la Revolución francesa, el individuo se hizo su lugar. Pero lo perdió con el advenimiento del comunismo, otra vez entró a dominar la conciencia colectiva, esta vez bajo manto político. A su caída, el hombre recupera su individualidad, su rol protagónico. Así, con ese diástole-sístole de la Historia, has demostrado tu sapiencia. ¡Cubriste los siglos! ¿Qué tie-
ne que ver eso con el libro presentado? Nada y todo–y así concluyes tu conferencia: con el hombre libre de ataduras y responsable de su destino, culmina el decurso histórico y la obra de nuestro autor. No, me rectifico: ...culmina el decurso histórico “donde se inscribe” la obra de nuestro autor. Claro, no conviene exagerar. Y te has echado tu propio rollo erudito a costa del presentado, sin que pueda reclamar nada pues tu conferencia remató a favor suyo. ¿No que ibas a salir del paso sin comprometer un juicio? Bueno, uno solito, y ya sabes,“uno es ninguno”, unito de despedida nomás, como dejando un buen recuerdo para que te vuelvan a invitar •
Vasko Popa
10 de junio de 2012 • Número 901 • Jornada Semanal
Verónica Murguía Dos versiones de Medea Medea, sacerdotisa de la oscura diosa Hécate, era, según la mitología griega, la hija del rey Etes de Colquis y la ninfa Idía. Era una maga poderosísima, cruel. Séneca, en su tragedia, la muestra como una fiera despechada, sabia y malvada, llena de horrendos recursos para hacer todo lo que deseaba. Apolonio la representó en Las argonáuticas venciendo al titán de bronce Talos, quien no permitía que los argonautas atracaran en Creta. Nos la muestra con el manto púrpura cubriéndole las mejillas, tomada de la mano de Jasón, los dos de pie sobre un barquito que se balanceaba violentamente sobre las olas. Imagino a la bruja pálida y decidida, murmurando las maldiciones que habrían de acabar con el titán. En cambio, a Jasón lo imagino tembloroso, con un hilo de sudor bajando de la sien al cuello y mirando de reojo a su mujer. La literatura me hace pensar que le tenía miedo y por eso dejó de amarla, aunque no le temía lo suficiente para reprimirse a la hora de abandonarla. Como sabemos, Medea mató a sus propios hijos para vengarse de Jasón, pues el argonauta era inconstante. Se prometió con la bella y joven Glauce, mientras estaba todavía casado con la bruja. Eurípides, en su tragedia, estrenada en ocasión de unas Olimpiadas en el año 431 ac ( no puedo resistir y debo abrir un paréntesis: ¿no es una maravilla que sepamos esto? ¿Que hayan llegado hasta nosotros estas antiguas noticias de concursos de teatro y competencias deportivas del siglo v antes de Cristo?), confiere al personaje una gran complejidad emocional. Para Eurípides, Medea es una mujer a la que el amor mal correspondido y la soberbia empujan al peor de los crímenes: a matar a sus hijos. Ese crimen, entre todos los que Medea cometió –la incitación a asesinar a su suegro, la muerte de Talos, el envenenamiento de la pobre Glauce, a la que se le cayó la carne de los huesos en la fiesta de su boda–, es el que nos horripila más. Porque es el crimen contra natura verdadero, al que se oponen tanto la biología como las leyes. A lo largo de la historia, ese crimen se ha visto asociado a la magia negra y a la más horrible perversidad. Los romanos lo atribuyeron a los cristianos, pues algunos, como Frontón, el tutor de Marco Aurelio, entendieron literalmente el tomar y comer del cuerpo de Cristo. Luego, los cristianos se lo imputaron a los judíos y a los herejes. Podrían ser valdenses, bogomilos, cátaros, patarinos. Si eran malos, mataban niños. Una de las preguntas fundamentales en los manuales inquisitorios de la Edad Media y el Renacimiento era, precisamente, esa: los brujos, ¿llevaban a niños al aquelarre? ¿Eran suyos? ¿Qué les hacían? Muchas veces los acusados eran inocentes. Otras, los únicos inocentes eran los niños sacrificados. En estos días mexicanos, a los que justamente podríamos calificar de convulsos, dos incidentes sangrientos han llamado la atención, a pesar de que a diario leemos cosas horribles. En cosa de unos meses, dos madres, una en Hermosillo, Sonora, y otra en Ciudad Nezahualcóyotl, en el estado de México, mataron o mutilaron a sus hijos, inmersas, cada una, en una locura distinta. Una, devota del culto brutal de la Santa Muerte, mató a su hijo de diez años, a otro niño de la misma edad y a una mujer de cuarenta y cuatro años, para pedir favores materiales, “influencias” y protección. La otra cegó a su niño de cinco, porque el pobre no cerró los ojos para orar durante un ritual religioso que tenía la finalidad de “salvar al mundo”.
LAS RAYAS DE LA CEBRA
Marcos Winocur
PERFILES
arte y pensamiento ........
Una deseaba bienes materiales y congraciarse con una deidad esperpéntica y cruel; la otra, en una versión retorcida del sacrificio que Jehová exigió de Abraham y que el ángel detuvo, quería posponer el fin de los tiempos. Ambas criminales influyeron en el ánimo de sus familias; las dos tuvieron como cómplices a los tíos de las víctimas. Los niños fueron destruidos o mutilados, obviamente, en balde. La madre sonorense está presa, a pesar de sus tratos sobrenaturales. No obtuvo las “influencias” que pidió, como no las han obtenido ninguno de los magos negros que en este mundo han sido. La otra cegó al niño de gratis, pues aquí seguimos y no gracias a ella. Al verlas, demenciales y confusas, dignas de una piedad que no puedo sentir, lo único que me queda claro es que la falta de educación y el fanatismo religioso crean monstruos. Pero a diferencia de Medea, no es el despecho lo que las impulsa: son la ignorancia, el miedo y la ambición •
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........ arte y pensamiento
Alonso Arreola alarreo@yahoo.com
Se reseñan discos gratis La cantidad de discos que hoy nos llegan para su reseña va en comprensible disminución. Cada vez son menos los objetos tangibles y más los sujetos digitales, los links, las ligas que nos ofrecen. Una de las diferencias entre ambos caminos, empero, es que quienes producen un cuerpo con sustancia suelen hacer más cosas para darle vida, pues de otra forma se queda ocupando espacio en un ropero, y su olvido pesa y se llena de telarañas. Mientras, la mayoría de los autores de lo invisible se conforman con anunciarlo en las redes a la pasiva espera del pez que lo “descargue”, pues no ocupa metros cuadrados de almacenaje. Dicho esto, los discos que comentamos hoy responden a autores de la primera especie: Ari Brickman, Fallo Figueroa, Guillermo Zapata, Marcos Miranda y Andrés de Robina. Todos nos hicieron llegar discos con peso específico, buscando eco; algo que ya ni los sellos discográficos más grandes hacen. Ari Brickman/ Escapar. Qué bien se desliza en los oídos. “Tus piernas me abrazan” y “En el centro de mi corazón”, temas iniciales, confirman algo que Brickman viene mostrando hace muchos ayeres, cuando hacía de las suyas en Niños Héroes y Siconauta. Esto: siempre se pueden lograr ángulos de interés y experimento aunque el sentido general de un proyecto apueste por sonidos acústicos y un lenguaje pop. Grabado, mezclado y masterizado con la ayuda de Luis Ernesto Martínez, Rodrigo Jiménez, Eduardo del Águila y Cornelius Walraven, Escapar es un álbum que da continuidad a su primer trabajo como solista, Todo este querer (el arte de ambos corre a cargo de Misha Seidel), pero aumenta su reto en términos de arreglo y dotación pues a su fiel compañero, el fino contrabajista Juan Cristóbal Pérez Grobet, se suman las baterías de Juan Carlos Novelo y los violines de Noemí Brickman. Ari continúa responsabilizándose de las guitarras, teclados, trompetas y programaciones, además, claro está, de las composiciones, voces e inteligentes letras. En resumen, Brickman es un cantautor vitaminado cuyas ideas sobreviven desde su estado más elemental, y ello es prueba de calidad. Don Fallo Figueroa/ Son jarocho, nuevo son. Llegado a la oficina de nuestra redacción, éste es de los que emocionan por una simple razón: no es fácil hallar piezas nuevas en la tradición veracruzana, composiciones que sepan respetar al género y que al mismo tiempo lo sofistiquen. Contrabajista y líder del conjunto Siquisirí, don Fallo se ha distinguido por introducir instrumentos atípicos al flujo jarocho, pero también por añadir puentes, arreglos, progresiones y armonizaciones que refresquen al pregón. Las voces mismas flotan de manera distinta junto a improvisaciones de requinto y jarana cercanas al blues, el flamenco y el jazz. Si bien es cierto que la grabación y la mezcla pudieron ser mejores, el valor de su discurso gana y pinta sonrisas en la cara. También de su autoría se puede buscar Sin palabras. Guillermo Zapata/ Bajo la ropa. De este disco se pueden aplaudir varias cosas, empezando por su nota introductoria. Escrita por Hernán Bravo Varela, en ella encontramos acertadísimas ideas respecto a la obra de quien con éste llega a seis discos; un hombre que sabe desarrollar a contracorriente los géneros más deshonrados por la industria, desde la inteligencia literaria (cuatro de los nueve temas fueron escritos junto al enorme poeta Francisco Hernández), la buena producción sonora y una solvente técnica interpretativa. Salsa, bolero y son se intercambian la ropa en un trabajo que esperó cinco años para ver la luz, Don Fallo
y que celebramos. Juzgue el lector estos versos, e imagínelos bailando:“El astillero se quema/ cuando la vida no zarpa./ Aquí te dejo un poema/ entreverado en el arpa./ Suene pues el son medido,/ en tarimas de castaño./ Si me mandas al olvido/ primero en tu sed me baño.” M i ra n d a y D e R o b i n a / Improvisación, experimentación y electroacústica. Es un álbum que cumple cabalmente con la promesa de su título pues, aunque son muchos los timbres que se cruzan en su aire, han sido sumados en dotaciones que cumplen un raro y valioso diálogo. Flautas, saxofones, mangueras, juguetes, botellas de plástico, arpas de boca, kalimbas y salterios, entre varios instrumentos más, bailan en dúos o tríos sabiamente equilibrados por un juego que pocas veces abusa de la claridad –u oscuridad– hallada. Miranda, en solitario o en la Sociedad Acústica de Capital Variable, ha sido una de las mentes más innovadoras del discurso experimental mexicano. De Robina, por su lado, se ha involucrado en distintos conjuntos de vanguardia y fundó el sello Cero Records en donde editó Reflexión alternativa del son jarocho. Juntos, apoyados por el músico invitado Alejandro Cayetano, ofrecen un capricho a dos lados (a y b) con catorce disparos que oscilan entre los 100 y los 600 segundos, y que sí, se disfruta más con audífonos, pues la labor de mezcla es un ingrediente fundamental •
Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com
De las palabras a los hechos A los 49, a los 132 y a los más de 60 mil
El hecho de que haya nacido en 1977 y, por ende, contar a la fecha con treinta y cuatro, máximo treinta y cinco años de edad, impiden ubicar a Kyzza Terrazas en una franja generacional –grosso modo, los nacidos en los años sesenta– diríase obvia para que un miembro de la misma tenga ciertas preocupaciones y aborde ciertos temas pero, sobre todo, desde ciertas perspectivas específicas, y no ha de ser extraño que, a raíz de lo anterior, experimente la rara sensación de haber llegado involuntariamente tarde. Al mismo tiempo, alguien como Terrazas quizá deplore, así sea sólo en su fuero interno, que no esté siendo la suya sino la siguiente generación –a la cual se suma la posterior a ésta–, la que con sus palabras, y más destacadamente con sus actos, está asumiendo un rol no sólo protagónico sino, por lo que hasta el momento puede ser ponderado, fundamental en la vida política y social de este país. El hecho de que así sea no es óbice, como por ejemplo hace constar El lenguaje de los machetes (2011), para que los nacidos en la década de los años setenta hagan saber que ellos también; ¿qué? Varias cosas: que también tienen algo, mucho por decir; que al igual que sus predecesores generacionales, conocen la historia de su país; que como sus sucesores, no querrán llegar únicamente a los meandros de la palabra y tendrán el valor de acceder a la planicie de los actos; que, similar a éstos y aquéllos, son conscientes de que su presente y su futuro están siendo víctimas de la inoperancia, la negligencia, la ineptitud, la venalidad, el cinismo, la caradura, la mendacidad, la hipocresía, la sordera, el oportunismo, el gatopardismo, la deshonestidad, la corrupción, la ostentación, el derroche, la criminalidad, la represión, la impunidad –y ponga usted aquí el interminable etcétera que de seguro está pensando–, con la que un puñado de impresentables toma decisiones, ejerce presupuestos y ocupa cargos, en todo lo cual fracasa estrepitosamente y con consecuencias funestas para la sociedad a la que primero dijo querer “servir”. El hecho central que se cuenta en la ópera prima de Terrazas puede resumirse así: érase una pareja de jóvenes, muy politizada y contestataria que, como consecuencia de la indisoluble mezcla de lo personal y lo colectivo, un día decide llevar a cabo un acto de los denominados “terroristas”, mismo que, también a causa de esa inextricable unión entre lo colectivo y lo personal, a fin de cuentas no se realiza. Que un setentero, como Terrazas –guionista de su propio filme–, postule lo que se ve en su ópera prima como detonador de soluciones o respuestas al insostenible estado de las cosas, habla en primera instancia de hartazgo y exasperación: que todo vuele, que todo estalle en pedazos, quizá como necesario preámbulo para comenzar de nuevo. Sin embargo, el terrorismus interruptus con el que culmina la trama dice que, a estas alturas de nuestra historia, no son esos métodos, ni cualesquiera otros que se le parezcan, los que pueden conducirnos a un escenario colectivo luminoso o, ya de perdida, menos turbio que éste en el que nos encontramos. La palabra, el lenguaje: el de los machetes del que habla el título de la cinta, en alusión directa a los hechos que tuvieron lugar en San Mateo Atenco (¿alguien lo ignora o lo ha olvidado?: la represión sangrienta de manifestantes y
CINEXCUSAS
Jornada Semanal • Número 901 • 10 de junio de 2012
BEMOL SOSTENIDO
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la violación a mujeres a manos de policías, entre otras muestras de barbarie; todo justificado, y en su propia voz, como el “uso legítimo de la fuerza del Estado” por un tal Enrique Peña Nieto, entonces gobernador del estado de México). El lenguaje, la palabra en su eternamente doble posibilidad: la de acercar o separar, esclarecer u obscurecer, mentir o decir verdad. La palabra, El lenguaje de los machetes como último recurso frente a la cerrazón, la redonda indisposición para el diálogo de quien se niega a ser interlocutor de sus gobernados, bien sea porque supone que “acceder” a ello aminora su poder, bien sea porque acusa una total incapacidad para la generación del discurso y, con él, de las ideas. Estrenada más de medio año después de haber hecho la usual ruta festivalera propia de una cinta de sus características, El lenguaje de los machetes cayó en cartelera en un momento inmejorable, de cara a los ya muy cercanos comicios presidenciales. Lástima la pésima difusión, el seguro trato miserable que se le dará mediáticamente y, para rematar, la presencia en cartelera de bodriazos como esa estolidez llamada Hombres de negro en su tercera y muy aburrida entrega •
arte y pensamiento ....... GALERÍA
Rodolfo Alonso
Los aniversarios solían prestarse a grandilocuencia y extroversiones. Quizás eso hubiera ocurrido precisamente en sus tiempos. Pero hoy, recordar los 120 años del nacimiento de la famosa poeta argentina Alfonsina Storni (1892-1938), sin duda debería encarar otras aristas, otras perspectivas.“El gusto es el contexto”, dijo Susan Sontag, ya hace varias décadas,“y el contexto ha cambiado.” La trayectoria vital de Alfonsina Storni, esa mujer tan valiente como sensible parece marcada, a la vez, por su propio destino y por el ambiente sociocultural en que le tocó desarrollarse. Una época en la cual por ejemplo la poesía (cosa que hoy no deja de asombrarnos) constituía un ámbito de trascendente resonancia para el medio, y donde el papel de la mujer era en todos los dominios, pero también en ése, injustamente subordinado por la preponderancia masculina que, como todo poder omnímodo, discrecional y que no se imagina cuestionable, se ejercía sobre los pies de barro de la hipocresía y el cinismo. A lo cual no podía dejar de añadirse, para una perspectiva menos simplista, raigal e ineludible –entonces como ahora– la bien llamada cuestión social. Perteneciente por su origen a una clase media centroeuropea generalmente activa y próspera, al parecer una debilidad paterna (la contracara del mito machista) vino a descolocar económicamente a su familia. Y así tuvo Alfonsina que depender toda su vida del trabajo personal, cosa que hizo con notable entereza y dignidad. Las mismas virtudes que llevó a su propia existencia que, muchas veces con una animosa sonrisa y contra viento y marea, supo encarar sin destruirse, por convicciones propias y sin someterse a los prejuicios de su tiempo, asumiéndose noblemente desde muy joven como madre soltera: “Yo soy como la loba. / Quebré con el rebaño / y me fui a la montaña / fatigada de llano.”
A la vez, una temprana vocación que la acompañó toda su vida, la convirtió (a fuerza de trabajo y por derecho propio) en una de las primeras mujeres que supo ocupar, más que dignamente, su lugar en otro ámbito entonces también dominado por los hombres. Pre-feminista entonces,
pero también de algún modo proto-socialista, y al mismo tiempo autora de una poesía íntimamente relacionada con los avatares y trajines de su acontecer y de su espíritu, no es siempre por su originalidad estrictamente literaria que
Felipe Garrido
Quince hermanos fuimos. Cinco de padre y madre: Antonieta, Cruz, Pedro Julián, Rosa –que soy yo– y Nicanor. Los otros diez fueron de las otras cuatro señoras que tenía. Siempre lo supimos. Todos llegaron a su velorio. Eran idénticos a nosotros; no había manera de negarlo. La más chica de sus mujeres tenía mi edad; traía en brazos una niña que se llamaba Rosa, como yo. Mi padre pensaba que podía tener todas las mujeres y todos los hijos que pudiera mantener. Y nadie le dijo que no podía. Nunca descuidó a nadie. Ni como padre ni como hombre. Locas las traía. Mi madre, a veces, cuando la hacíamos renegar, nos echaba en cara que si lo aguantaba era sólo por nosotros; pero cuando supo que el Leches –así le decían, no sé por qué– había muerto se pasó tres días gritando, llorando, arrancándose los cabellos. Pinche Leches, le decía, pues qué, ¿no ves que me dejaste sola? Me dio coraje verla moquear. Pues qué, ¿no lo había soportado sólo por
Rogelio Guedea
MENTIRAS TRANSPARENTES
El Leches
esta personalidad precisa y entrañable se nos impone ineludiblemente. Hay aquí, como ya me ha tocado aludir en otras ocasiones, algo así como un aura que envuelve de auténtico lirismo a formas que, acaso, de otro modo no hubieran sobrevivido al paso del tiempo. A todo lo cual su trágico suicidio, la prueba suprema, quizás nunca como en esta ocasión tan justicieramente convertida en mito, pero que también podría hacernos pensar más a fondo sobre qué arrastró a tantas personalidades argentinas significativas a semejante decisión, viene a dar algo así como la definitiva garantía de honestidad. La misma que supo ser reconocida, casi empáticamente, como una evidencia, más allá de la mortal retórica y el vacío de la mal llamada vida literaria (aunque en su tiempo todavía menos innoble que la nuestra), sobre todo por sus lectoras femeninas, de entonces y de ahora. Aunque no le falten ya a esta altura, como empezó a ocurrirle en vida con memorables amistades (nada menos que Horacio Quiroga o José Ingenieros, entre otros), comprensibles admiradores masculinos. Y es que merece ser tratada sin concesiones y sin demagogia, superando estereotipos y sentimentalismos, con la misma sobriedad y el mismo empuje con que la propia Storni (como la llamaba, de colega a colega, el gran autor de Cuentos de la selva) sin duda prefería ser tratada: “Yo soy como la loba, ando sola y me río/ del rebaño. El sustento me lo gano y es mío/ dondequiera que sea, que yo tengo una mano/ que sabe trabajar y un cerebro que es sano” •
rguedea@hotmail.com
Los objetos de esta casa Pensaba en los objetos que se quedan cuando uno se va a un largo viaje: el jarrón sobre la mesa del comedor, la cuchara olvidada en el fregadero, una almohada, la lámpara del escritorio, incluso el libro de Montaigne abierto por el medio. Uno se va y todos ellos se quedan ahí, abandonados a su suerte y, a veces, sólo bajo el amparo de una noche sin estrellas. Pensaba si, en algún momento, también extrañarán no hacer la función que antes cumplían, tan ritualmente, o si, acaso, se preguntarán por el destino de los habitantes de la casa, o tal vez por otros objetos que solían rozar cuando realizaban su labor (como lo hacen el tenedor y el cuchillo), el aroma de la comida o la música antes del anochecer. Me resisto a pensar que no pueden sentir nada, que están más muertos que nuestros muertos. Y tanto o más olvidados que ellos. ¿De verdad no seguirán su vida normal a nuestras espaldas?, ¿de verdad no se agitará su respiración ante el peligro inminente? Me gustaría vigilarlos desde un rincón de la dura sombra. Estoy seguro, no sé por qué, que me llevaría una sorpresa •
AL VUELO
Vida y pasión de Alfonsina Storni (1892-1938)
nosotros? •
10 de junio de 2012 • Número 901 • Jornada Semanal
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Jornada Semanal • Número 901 • 10 de junio de 2012
....... arte y pensamiento Miguel Ángel Quemain mquemain@prodigy.net.mx
Defender al cadac: el regreso de Azar Un conjunto significativo de la comunidad artística se ha rebelado contra el mandato absurdo de desalojar la casona de avenida Centenario que alberga el Centro de Arte Dramático (cadac), la institución teatral que fundó Héctor Azar en 1975, con la convicción de que el teatro nos hace mejores y permite trabajar en conjunto, y que ahora defiende con valentía y dignidad su hijo Carlos, escritor y profesor universitario. La incompetencia y arrogancia del Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (Indaabin) que administra el patrimonio inmobiliario federal, se había propuesto desalojar al cadac tras inhabilitar en 2000 el teatro que no tenía autorización a comercializar su taquilla. Héctor Azar generó, hizo posible una biblioteca de teatro que recoge también un riquísimo material documental para reconstruir algunos capítulos de nuestra historia; sistematizó un conocimiento sobre la dramaturgia, la esceno-
grafía y el uso del espacio, que colocan al Centro en un lugar de capital importancia para la enseñanza y la transmisión y relectura del teatro clásico bajo una mirada nacional (no nacionalista) y contemporánea. cadac es una escuela de teatro y composición que trata de hacer convivir lo escolar, es decir, transmitir la experiencia de la creación sin el compromiso definitivo de lo profesional, pero también con el rigor de la enseñanza de la actuación, la dirección y la composición dramática. Esa ha sido tarea de algunas organizaciones que intentan legar los bienes de sus agremiados, como es el ejemplo de Sogem con su Escuela de Escritores. No deja de sorprender que una institución de probado rigor en sus casi cuatro décadas, autofinanciable, reciba el encono de un gobierno que se caracteriza por la obsesión de sacar dinero hasta de los símbolos patrios (la ridículas estrategias epistemológicas durante las celebraciones del Bicentenario) y ha convocado a que hasta los artistas e intelectuales se changarricen para dejar de ser considerados esas rémoras que siempre nadan en las corrientes cálidas del presupuesto. Héctor Azar siempre sostuvo que, en México, las “instituciones son las personas” y así es. Aunque el camino es largo todavía, se notó la mano de Consuelo Sáizar, quien dijo en twitter que intervendría para frenar desde la instancia más alta esa aplanadora burocrática desinteresada en saber si lo que atropella es un proyecto de alta dignidad o un “changarro” de los que les tocó apoyar en el sexenio anterior. Si ya Conaculta y la sep dejaron ir la oportunidad de contar con tres compañías de danza contemporánea que representaban el rostro de la tradición y de la diversidad, ¿por qué no defender un proyecto que ya es de la sociedad a
Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
Crónica absurda con viborita de por medio Me levanto tarde, a las siete y media. Chancleo de mala gana hacia la computadora; todavía ando modorro, encandilado con los dragoncitos de Daenerys Targaryen, cómo hicieron charamusca al brujo marrullero. Me gustan esos cachorros infernales a los que ella ordena letal e ignífuga: “Drakary…”; me da coraje que los gringos de Game of Thrones apenas nos dieron una probadita como de diez capítulos, me quedé picado y tengo que velar otro año a que vuelva. Qué cabrones. Pura fantasía. Puro entretenimiento, pura evasión, pero de buena factura y con producción y reparto irreprochables. Así es la tele, como toda droga que se respete cuando primero te engancha y deja un huequito en la panza, incómodo para nosotros los neuróticos porque irrumpe con su cotidiana majadería el mundo: calor de mil diablos, deudas, pagos que se encaprichan en no llegar, la espada de Damocles del desempleo y tan caras que están las refacciones y ahí vienen las colegiaturas y cuando abrí el ojo, las campañas seguían allí. A trabajar, que todo cuesta. Miro desde mi ventana buscando el azul menta de las nubes allá donde me gustaría estar, o sea lejos, porque allá no hay cuentachiles que le expriman a uno el sueldo ni piquetes de mosco ni los cilindros del motor se tuercen. Antes de volver al oficio recuerdo la frase de Pérez Reverte ante el perfil citadino todavía lejano pero peligrosamente venidero cuando mira desde la silenciosa cubierta de su velero la costa andaluza: “el putiferio ladrillero”. El putiferio tabiquero, cretinismo urbano,
estupidez de cemento avaricioso y la claudicación de los bosques por los que tanto hay que llorar. Y una cosa lleva a otra, y la ciudad con sus humores y rumores me retrotrae al trabajo, a la necesidad de opinar, de contar cosas, de hablar de lo del día y lo del día son las campañas, la idiotez de chachalaca de Vicente Fox, de quien en su incoherencia bipolar –ya no sé si habla por la boca o por el culo– no puedo creer que se haya sentado en la misma silla que Juárez y Cárdenas, y que su verborragia obsequia, decía, materia de cuartillas y cuadritos de historieta con su absurdo llamado a votar por el sátrapa Peña Nieto. Y cuando voy empezando el primer renglón algo me golpea hombro y brazo izquierdos, cae en la papelera aquí junto a mí, la vuelca. Y yo miro entre el estupor y el misterio, veo los cables de las bocinas, los de la computadora, arrinconados allí, y un cable grueso. Verde olivo, que dicho sea de paso, no es mi color favorito. ¿Y ese cable?, acerco la zurda, pero no lo toco. Un atavismo milenario se activa y me retuerce la médula. El cable tiene escamas, palpita, respira, míralo, se desplaza por sí mismo, da vuelta sobre sí, escapa. No es cable, es una pinche víbora en mi estudio, en un segundo piso de más de cuatro metros de altura. Y de la modorra estúpida a la alerta atávica con su muy sano condimento de miedo, pego un brinco digno de olímpicos londinenses. El animalito recula, busca la cómoda oscuridad del rincón que hacen las pilas de libros, y yo me enfrasco en una batalla conmigo mismo y con el reino animal que dura como tres horas. Al final logro capturarlo. Me armo de arrestos y logro atrapar la cabeza, tomarla con la mano, con güevos, cabrón, y aquélla convertida en latiguillo,
LA OTRA ESCENA
pesar de que tienen alguna actividad económica (de lucro, dice el Indaabin) que consiste en hacer unos cursos que tienen un costo de recuperación para mantener a los profesores que los imparten? Pero si la actividad académica, de talleres y cursos es importante, también lo es la conservación de un acervo bibliográfico y documental (fotos, programas de mano, entre otros), incluido el propio acervo personal de Héctor Azar (quien fuera titular de la Compañía Nacional de Teatro, el Foro Isabelino, la Compañía de Teatro Universitario y del Centro Universitario de Teatro), tan consultado por las propias instancias gubernamentales dedicadas al teatro, desde el Centro Universitario de Teatro hasta el Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli. En una ciudad donde prolifera la apertura de antros y restaurantes, la esquina de Centenario se ve con codicia y se espera con paciencia que venza el último minuto de un procedimiento que, si bien es legal, no guarda proporción con los motivos que la institución exhibe para no renovar el comodato. El director de Indaabin se ha ablandado con el repudio que se le ha manifestado a la insensibilidad institucional por la falta de voluntad de encontrar soluciones y ajustar los mecanismos de renovación del comodato. Valdría la pena empezar a organizar la celebración de los cuarenta años de cadac, que atiende a quinientos alumnos anualmente y del que han egresado 18 mil personas que son capaces de comunicar la experiencia primordial de lo teatral, y mostrar lo que se puede hacer con ese Espacio c , como lo llamó Azar inspirado en la idea de llevar al teatro nuevas ideas. Bien dice Juan Villoro en un artículo sobre este tema: “en un país con 60 mil muertos en seis años, la pérdida de una opción cultural acreditada es un triunfo de la violencia” •
CABEZALCUBO haciendo por morder, y yo bajo las escaleras en piyama, diciendo “nomames, nomames, nomames”, que es una forma atea de rezar, y salgo al jardín y la suelto y la sierpe desaparece y me deja exhausto, tembloroso y feliz. Y precisamente cuando voy a cantar victoria un estruendo, los perros ladrando como locos, ora qué, carajo, y miro hacia arriba y un helicóptero artillado de la Armada, con fieros francotiradores colgados de los estribos pasa en vuelo rasante, y yo digo: que no vengan por mí, pero no, siguen peinando los pocos árboles que hemos dejado en pie en esta ciudad, buscando a alguien más peligroso que un gordo neurótico aporreateclas; chancleo raudo de vuelta a mi estudio, esperando que víbora, como madre, solo haya una, y precisamente cuando voy a retomar el asunto de las infamias se me atraviesa una nota periodística sobre una instalación en el Louvre de una máquina que literalmente hace caca, se llama Cloaca el esperpento y Wim Delvoye su atormentado inventor, y me pregunto si la culebra dejó alguna deposición de recuerdo, y después de remover libros polvosos encuentro que felizmente no hay caca de reptil a mis pies. Que la esfera sigue su curso. Que la vida sigue igual y que mi seriedad en el trabajo se fue al diablo •
entrevista
10 de junio de 2012 • Número 901 • Jornada Semanal
con Tatiana Huezo Recibir el cuerpo destrozado de una hija. Ver morir a vecinos y amigos. Matar a un semejante. Perderlo todo. ¿Cómo se sobrevive a una guerra civil? Siete familias traspasaron ese abismo en El Salvador y volvieron a su pueblo, Cinquera, que había desaparecido de los mapas. Quitaron malezas, recogieron los restos de sus muertos y lo refundaron. Construyeron casas, una plaza, escuela y hospital. Volvieron a sembrar, a tener hijos y a cuidar a sus animales. Aún tienen pesadillas y pasan las noches en vela, pero también ríen a carcajadas. Tatiana Huezo nació en El Salvador y se crió en México. Quiso entender si es posible curar el dolor, el hueco de más de 80 mil muertos, y fue al pueblo de su abuela. Su hallazgo se transformó en el extraordinario documental El lugar más pequeño, un relato sin imágenes violentas ni de archivo, un tesoro de historia oral. Tatiana es egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica y de la Pompeu Fabra. Este es su primer largo documental y batalló cuatro años para conseguir financiamiento. Ha ganado treinta y cinco premios internacionales (hasta ahora) y es uno de los pocos documentales que llegan a cines comerciales en México, aunque sólo por un par de semanas y con seis copias.
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¿
El lugar más pequeño:
exterminio y reconstrucción en El Salvador Paula Mónaco Felipe
Tatiana Huezo, documentalista mexicana-salvadoreña
Por qué hablar de El Salvador y de un pueblito tan pequeño?
‒Por curiosidad de sentir de cerca cómo había sido ese proceso que viví desde lejos. La primera vez que llegué a Cinquera una viejita se me abalanzó, me abrazó y me dijo: “¡Regresaste, Rina! ¡Estás igualita!, ¿cómo estás, mʼhija?” Le dije: “Está usted confundida, lo lamento mucho, no soy Rina.” Fue muy fuerte. Luego caminé y vi metralla, algunas casas abandonadas con árboles creciendo adentro y cuando entré a la iglesia había una cola de helicóptero militar en una pared y un montón de retratos de chamacos y muchachas, guerrilleros muertos. El olor a velas, el mar de rostros, esa cola allí colgada... dije: ¿qué iglesia es esta?, ¿qué pasó aquí? –¿Por qué elegiste no mostrar nunca la cara de los entrevistados?
‒Es una decisión formal y estética. Era una oportunidad de experimentar nuevas formas narrativas y quería alejarme del documental clásico o televisivo, donde es muy común ver a los personajes a cuadro, hablándole a la cámara. En el rodaje me propusieron poner la cámara lejos, pero no quería una cabeza parlante y dije: ni cerca ni lejos ni nada. Sabía que iba a ser una película de voz en off, súper íntima, donde la voz se te fuera metiendo adentro de a poquito. –Parece también una forma de proteger a las víctimas.
‒Era muy importante no regodearme en el dolor y no ilustrar la violencia. Incidir en el punto doloroso era muy fácil en esta historia donde podías llorar todo el tiempo y tener a los personajes expuestos, pero es una manera que a mi punto de ver les resta una dignidad funda-
mental. Había mucho drama pero está dosificado. En la entrevista de una mamá, totalmente desgarrada de inicio a fin, descubrí que también me puse a llorar, pero a los diez minutos me había agotado; a los quince empecé a dejar de sentir; a los veinte sentía cierta indiferencia, me incomodaba frente al dolor; y a la media hora ya no estaba identificada con el personaje. Me dije: qué fácil se desgasta el drama, qué fácil es acostumbrarse al dolor, y esto no puede suceder de ninguna manera. Sabía que el corazón y la fuerza de esta película estaban en el testimonio.
–El lugar más pequeño parece tener dos corazones porque la fotografía es muy seductora, con paisajes de un bosque exuberante, la calidez de los campesinos y detalles de vida cotidiana, como el parto de una vaca.
‒Hubo un trabajo fuertísimo de imagen de Ernesto Pardo (cinefotógrafo) sobre cómo contar la cotidianidad que iba a vestir la película. El reto era tener ojos, oídos y corazón muy abiertos, atentos a percibir detalles que se vuelven grandes y dicen cosas de cada personaje en acciones pequeñas de cada día. Por otro lado, estaba el reto de construir el bosque, sagrado para ellos, porque ahí están sus muertos. Trabajamos mucho en e s e b o s q u e v e rd e , h ú m e d o , l l e n o d e v i d a , bichos y sonidos. Es una película de atmósfera sonora y visual. –Muestras a exguerrilleros de una forma no romántica. ¿Cómo son?
‒Muy militantes, muy de izquierda y muy políticos. Son gente profundamente informada, pero no quería ubicarme en ideologías, bandos o discursos. Quería centrarme en cómo se vive después de haberlo perdido todo y me centré en
lo más elemental del ser humano: la sobrevivencia. Hubo preguntas que les hice a todos: ¿se cura el dolor?, ¿se cura la guerra?, ¿se cura la pérdida?, ¿se cura la muerte?, ¿se cura perder los hijos?, ¿valió la pena? –¿Y?
‒Aprendí que nada de eso se cura. No se cura el dolor, se aprende a vivir con él. –¿Qué es lo que permite seguir?
‒Entendí que la vida de cada día. En esta gente que decidió volver a su pueblo, el haber decidido regresar fue el motor que les ayudó a levantar sus propias vidas también. En la reconstrucción del pueblo llevan dentro la de sus propias vidas. Es gente que optó por vivir, por volver a sembrar la tierra, cosechar el maíz, tener a sus animales, volver a criar a los hijos y contarles lo que pasó. Es gente que se caga de la risa y que llora por los rincones, tienen grandes momentos de negrura y soledad. La gran mayoría intentó suicidarse. –¿Qué mensaje quieres que deje tu película?
‒No la hice pensando en dar un mensaje, la hice para aprender y sentir qué paso. No fui pensando en encontrar una lección de vida, pero a través de la película hay una reflexión sobre lo que significa la huella de la violencia en los seres humanos, en la intimidad de familia y pueblos. Amo las películas que no te dicen cómo pensar, que no te dan todo masticado. En Guadalajara llegó una señora muy humilde después de la proyección y casi llorando me dijo: “Oiga, señorita, estoy muy conmovida y quiero denunciarle que en mi pueblo está pasando lo mismo que pasa allí, quiero saber en qué pueblo de México es esto” •
LA IGLESIA, EL ESTADO Y EL LAICISMO Bernardo Bátiz
Entrevista con Carlos Monsiváis
próximo número
Manual para hablar chichimeca-jonaz
jsemanal@jornada.com.mx
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