La Jornada Semanal

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dos siglos de actualidad

Los hermanos Grimm

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 22 de julio de 2012 ■ Núm. 907 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

R icardo G uzmán W.

M anuel R ojas , un chileno del mundo • M artín A dán y la otra vida • Mendigos y clochards


bazar de asombros

Al menos en el mundo occidental deben ser en verdad muy pocos quienes no conozcan, porque los han leído pero sobre todo visto adaptados al cine y a la televisión, uno o más cuentos como “Caperucita Roja”, “La Cenicienta”, “Blanca Nieves” o “Hansel y Gretel”. Sin embargo, esa masificación no ha sido acompañada del pleno reconocimiento a los hermanos alemanes Jacob y Wilhelm Grimm, autores de Cuentos para la infancia y el hogar, cuyo primer volumen apareció en 1812 –el segundo vio la luz tres años después y una ampliación, en 1857, con el título Cuentos de hadas de los hermanos Grimm–, cuyos personajes e historias han tenido, desde su origen, el sello de lo clásico. El ensayo de Ricardo Guzmán borda sobre ese origen, así como sobre el conocimiento y el valor universales de estas piezas literarias que van mucho más allá de su mera trivialización. Publicamos además sendos textos sobre escritores latinoamericanos: el peruano Martín Adán y los chilenos Pedro Lemebel y Manuel Rojas. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

22 de julio de 2012 • Número 907 • Jornada Semanal

Un libro de Annunziata Rossi ( i de ii )

Hugo Gutiérrez Vega

Spesso il male de vivere ho incontrato. De este ver­ so de Eugenio Montale parten las reflexiones múl­ tiples sobre el arte, el pensamiento y el sentimiento europeo a los que ha dedicado gran parte de su vida y de su trabajo académico, literario y periodístico, la doctora Annunziata Rossi. Gran parte de ese rico caudal está reunido en el excelente libro publica­ do por Aldus y la unam con el título tomado del poe­ ma de Montale, El mal de vivir. En el libro predominan los italianos que son ob­ jeto de los comentarios lúcidos y originales de la doc­ tora Rossi. Ahí están Federico de Roberto, Italo Svevo, Luigi Pirandello, en su vertiente de narrador; Cesare Pavese estudiado como poeta, narrador y en­ sayista; Umberto Eco y Eugenio Montale tratado en dos tiempos de su vida y de su obra, a su vez marcados por dos libros: Ossi de seppia y Le occasioni. La doctora Rossi reúne a todos estos italianos con Hermann Hesse, Thomas Mann y Elías Canetti, pues considera que comparten el mismo período histórico: “las dos guerras mundiales y el espíritu de la época”. Además, todos ellos reflexionan sobre el hombre eu­ ropeo, sus grandezas y contradicciones. No olvidemos que nuestra autora ha hecho agudas observaciones so­ bre lo que llama “el quiebre de esa continuidad cultu­ ral llamada Europa”. Es claro que encuentra la ruptura más grande y dañina: el nazismo y el fascismo. Ambos destruyeron con saña el conjunto de valores humanís­ ticos que constituían el ser mismo de lo europeo. Recordemos que Annunziata Rossi nos ha entre­ gado, sin fanfarrias académicas y de una manera discreta y amena, toda su sabiduría sobre el renaci­ miento, sus estudios sobre Marsilio Ficino, Giorda­ no Bruno, Pico della Mirandola, Campanella y otros magos del pensamiento humanístico. Nos ha hablado, además, de Botticelli y de Cavalcanti y el dolce stil novo. Sus observaciones sobre el nazismo y el fascis­ mo han enriquecido nuestra visión de esos horrores que marcaron con fuego, sangre y terror tecnológico el siglo xx. Ahora nos obsequia, gracias a la unam y a Aldus, estos ejemplos señeros de crítica literaria bien relacionada con el acontecer social y político de los tiempos modernos. El libro que recoge este poderoso caudal de pensamiento, de belleza formal y de bien

utilizada erudición es muy hermoso. Todos cono­ cemos el proverbial buen gusto de Aldus. De Roberto es, por muchos conceptos, una nove­ dad para los latinoamericanos, pues si bien ha sido traducido al español, su difusión ha sido escasa y sus comentaristas no captaron su gran importancia en el corpus de la literatura siciliana. La doctora Rossi lo define como “el último y gran innovador” del verismo literario representado por Giovanni Verga. De esta manera, Verga, De Roberto y Capuana se con­ vierten en los patriarcas de la novela insular y el verismo influye determinantemente en todo el gigan­ tesco aparato fílmico que conocemos con el nombre de neorrealismo italiano, el movimiento que cu­ brió de verdadera compasión y de maestría formal a la Europa devastada por la segunda guerra y por el pavoroso Holocausto. Unas obras como Los virreyes, de De Roberto, como I malavoglia, de Verga, explican la fortaleza de la moderna novela italiana. Pense­ mos en Bassani, Buzzati, Pratolini, Moravia, Deledda, Pavese, Vittorini, Lampedusa... La doctora Rossi se identifica –como muchos de nosotros– con el bueno de Zeno, el personaje de la no­ vela de Italo Svevo, La conciencia de Zeno. Svevo es un pseudónimo de Ettore Schmitz, un industrial tries­ tino de origen judío que fue amigo de Joyce y alumno de Freud. Annunziata Rossi se une a la tarea de divul­ gación de este autor que permaneció en la sombra has­ ta que lo rescataron el mismo Joyce, Montale y Lar­ baud. Pensemos en las páginas finales de la saga de Zeno y en un monólogo hermoso y terrible en el que Svevo anuncia el horror nuclear. En él se habla del descubrimiento de un ordigno (artefacto) de incon­ mesurable fuerza destructora que un hombre colocará en el centro de la Tierra. Pasada la formidable explo­ sión, la Tierra rodará por el espacio como la “nebulosa primordial”. Nuestra autora ve en Zeno la desenfre­ nada pasión por el cigarro y la obsesión por dejarlo (en su diario aparecen con frecuencia las letras uc (ultima cigarretta); la indecisión, la apatía, la enfermedad que nace en la mente y, sobre todo, los rasgos esenciales de la crisis del pensamiento burgués. jornadasem@jornada.com.mx

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Portada: Puros cuentos

Ilustración de Gabriela Podestá

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bitácora creación bifronte

Jornada Semanal • Número 907 • 22 de julio de 2012

Jair Cortés

RESISTIR DESDE LAS PALABRAS

jair_cm@hotmail.com

Para Luis Tovar

Leyendo la novela de Doris Lessing, Memorias de una superviviente, en estos días de incertidumbre nacional, me encuentro (más allá de la coincidencia, estoy seguro) con el siguiente fragmento: “Las actitudes frente a la autoridad, frente a Ellos, simplemente, eran cada vez más contradictorias y todos imaginábamos estar viviendo en una comu­ nidad particularmente anarquista. Sin duda no era así. En todos lados sucedía lo mismo.” Esta misma sensación es la que a muchos mexicanos nos queda después de una larga tensión generada por las campañas políti­ cas, una especie de síndrome postelectoral, una “ansiedad colectiva” (el término también es de Lessing), un sentimiento de fatalidad, justificada o no, que aparece en unos versos de Rober t Lowell: “Sentimos a la máquina huir de nuestras manos,/ como si alguien más la condujera; /si vemos una luz al fin del túnel/ es la luz de otro tren que se aproxima.” Pero también está la otra cara de la moneda, lo que conocemos como “resistencia”, esa capa­

cidad de soportar y hacer frente, de construir desde el margen, desde una periferia olvidada o ninguneada. No desde la derrota porque, no se trata de vencer, sino de permanecer con dig­ nidad en esta vida, desde cualquiera que sea nuestra trinchera. Resucitan autores que creía­ mos olvidados. Las palabras florecen otra vez en las calles, alguien las grita, las lleva en una ca­m iseta o las postea en las redes sociales: rea­

parecen los síntomas de una esperanza. Pienso que esas luces verbales iluminan los caminos casi borrados o reinventados y provienen de un pasado mucho más amplio que el contenido en una “historia nacional”. Es hora de buscarnos más allá de los nacionalismos, de las ideas con­ taminadas por la política y la charlatanería; es momento de preparar nuestras palabras, a la manera de José Carlos Becerra, en aquel ma­ gistral poema titulado “Adiestramiento”: “Aho­ ra esta palabra, esta diferencia casual de la pa­ labra ante sí misma,/ esta marca, esta cicatriz en la forma del amor,/ en el hueso del sueño, en las frases trazadas al mismo ritmo/ con que los hombres antiguos levantaban sus templos y elegían sus armas.” El tiempo sigue su curso, día a día el calen­ dario se deshoja. ¿Cambiarán las cosas? Cam­ ­b iaremos nosotros, individual o colectiva­ mente, eso es un hecho. Mi consigna personal la tomo de “Tarumba”; de Jaime Sabines: “De­ trás del mostrador soy el héroe del día/ Yo soy la resistencia. Oídme.” • En la 1a MegaMarcha contra la Imposición, 7 julio 2012, DF

Dos poemas Stelios Yeranis

El disparo

El retorno “Volvieron”, gritó asustado Léukippos, el carretero que poco antes había arrojado en el pozo seco su escudo. “Mira –dijo al jardinero– regresan los soldados de Jerjes y me degollarán en el filo del pozo. Te ruego, viejo compañero que me laves con fuerte vino y me siembres bajo aquel alto ciprés; que pueda ver el cielo del Ática cada vez que se disuelvan las nubes.

Hablábamos de cosas hermosas y había amor en todas nuestras voces. No, no era el vino –podría decir que estábamos ebrios desde antes. También a un desconocido –que escuchaba a escondidas– nuestro calor lo había empezado a envolver.

Ay, dioses de mi patria, por qué no me disteis cordura y me dejasteis creer que terminó la guerra y que nuestra democracia venció a los bárbaros.”

cuando

Si lo ganamos también a él –pensé–, tiene que empezar de inmediato la liturgia. Un poco más y la armonía llenará nuestras vidas. Veía sus ojos listos para recibir la revelación,

se escuchó en la calle el primer disparo que nos arrojó a todos en el espejo roto. Véase La Jornada Semanal, núm. 752, 2/ viii / 2009

V ersión de F rancisco T orres C órdova


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Manuel Rojas, Ximena Ortúzar

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oeta, novelista, cuentista, ensayista y acadé­ mico, Manuel Rojas publicó treinta y un libros, y en 1957 recibió el Premio Nacional de Litera­ tura de Chile. Nació en Buenos Aires, de padres chi­ lenos, el 8 de enero de 1896; tenía tres años de edad cuando sus padres se trasladaron a Santiago, Chile, y siete cuando su madre, viuda, regresó a la capital argentina. Las carencias económicas familiares in­ terrumpieron su educación formal a los once años, edad a la que comenzó a trabajar. Su formación fue, por tanto, autodidacta. Con dieciséis años decidió radicarse en Chile, donde sobrevivió realizando diversos oficios: men­ sajero, pintor “de brocha gorda”, artista circense, electricista, estibador, cuidador de embarcacio­ nes, obrero ferrocarrilero, aprendiz de sastre, tala­ bartero, linotipista del diario El Mercurio, consueta y actor en compañías teatrales ambulantes y emplea­ do de la Biblioteca Nacional y del Hipódromo Chile, entre otros. Sus primeros escritos se publicaron en diarios y revistas de Buenos Aires; luego publicó en Santiago crónicas, artículos y críticas literarias en periódicos chilenos, bajo el seudónimo de Pedro Norte. La lucha por sobrevivir no impidió su creación literaria. En 1921 –tenía entonces veinticinco años‒ publicó Poética. Debutó como novelista en 1932, con Lanchas en la bahía. En 1959 inauguró el surrealismo literario chileno al publicar su cuento “El vaso de leche”.

La inevitable consagración Durante muchos años trabajó en su novela Tiempo irremediable. La presentó en 1950 al concurso de la Sociedad de Escritores de Chile. No ganó. Un año después, corregida y con el nombre de Hijo de ladrón, la propuso a la editorial Zig Zag, que la re­ chazó. Finalmente, la novela fue aceptada por Nas­ cimento, que la publicó en 1951. Hijo de ladrón, protagonizada por Aniceto Hevia ‒un adolescen­ te en formación, heredero de marginación y delin­ cuencia‒ consagró a Manuel Rojas ante la crítica y ante el público. Le siguieron tres novelas con el mismo protago­ nista: Mejor que el vino (1958), Sombras contra el muro (1964) y La oscura vida radiante (1971). Cuando un crítico sugirió que Aniceto Hevia era una suerte de alter ego del autor, Manuel Rojas dijo, a la Flaubert: “Aniceto Hevia soy yo.” Hijo de ladrón es su epopeya máxima, el texto que lo remitió a la gloria. Existen de esa novela más de cuarenta ediciones en español, ha sido traducida a quince idiomas y abrió para su autor muchas puer­ tas. Fue invitado a dictar conferencias a Colombia, Cuba, Panamá y Puerto Rico. En 1952 impartió la cátedra Literatura y Estilo en la Escuela de Periodis­ mo de la Universidad de Chile. En 1957 fue invitado por el Departamento de Estado de Estados Unidos para dictar conferencias. En 1961 fue profesor de li­ teratura hispanoamericana en una universidad de Seattle y en 1963 enseñó en la Universidad de Ore­ gon. En 1966 fue invitado a la Conferencia Tricon­ tinental de La Habana y como jurado de novela del Premio Casa de las Américas. Viajó por España, Por­

un chileno del mundo

Foto: http://chileliterario.blogspot

tugal, Inglaterra, Francia, la Unión Soviética, Italia, Estados Unidos y México.

Amante impenitente Manuel Rojas y la escritora María Baeza se casaron en 1928 y tuvieron tres hijos: María Eugenia, Patricio y Paz. María Baeza murió en 1936. En 1941 se casó con Valeria López Edwards. En 1961 conoció a Julianne Clark, su alumna en la Universidad de Washington, en Seattle, donde él enseñaba castellano y literatura. Ella era cuarenta y siete años menor. Se enamoraron. La esposa intentó cortar esa relación, fracasó y regre­ só a Chile. Un año después, Rojas fue nombrado pro­ fesor en la Universidad de California, en Los Ánge­ les. Julianne lo siguió y vivieron juntos, en secreto. Decidieron entonces viajar a Ciudad Juárez, donde consiguieron un acta de divorcio y se casaron en Chihuahua. Siguieron rumbo a Ciudad de México. Nuevamente Manuel Rojas encontró cómo ganarse la vida: adaptando obras literarias para Televicen­ tro, la actual Televisa. Dos libros reseñan su estancia en este país: Diario de México (1963) y Pasé por México un día (1964). En 1962, Rojas hizo una analogía con sabor a pre­ sagio: comparó a Julianne con el río Columbia y a sí mismo con una masa de hielo que detuvo su cauce por miles de años. Escribió: “¿Será Julianne el río, seré yo el ventisquero que un día desaparecerá de­ jándola libre?” En 1964 viajaron a Chile, para quedarse. La pareja permaneció unida ocho años. Cuando ella regresó a Seattle, él le comentó a una amiga cercana: “¿Qué

más puede pedir un hombre que ocho años de di­ cha?” De su vida junto a Manuel Rojas, Julianne Clark dio testimonio en su libro Y nunca te he olvidar.

Anarquista ... y censurado En los inicios de su formación intelectual, Manuel Rojas estuvo en contacto con integrantes del movi­ miento anarquista de la época. La influencia recibida fue evidente en muchos de sus artículos, entrevistas y notas publicadas en los periódicos chilenos Las Últi­m as Noticias y El Clarín pero, sobre todo, en su última novela: La oscura vida radiante. En 1968, cuando le preguntaron si era anarquis­ ta, respondió: “Tuve una juventud difícil; fui apren­ diz de esto y estotro; estuve preso varias veces (me acusaron en cierta ocasión de haberle echado ácido a unas puertas); leí muchos libros anarquistas. Siem­ pre he sido un tipo disconforme.” La crítica social incluida en su obra, su apoyo a la Revolución cubana, su amistad con Salvador Allende, motivaron que sus libros fueran prohibi­ dos durante la dictadura militar de Augusto Pino­ chet. No se enteró de ello: murió el 11 de marzo de 1973, seis meses antes que su amigo el presidente. Cuarenta y seis años antes, en Tonada del transeúnte, había anunciado: “Después, cuando mi muerte se pare ante mi senda, con mis sedas más blancas le­ vantaré una tienda y, a su sombra, desnudo, me ten­ deré a dormir.” Como señala Juan Pablo Guerrero en su semblan­ za: Manuel Rojas bien pudo haber sido un ciudadano del mundo, pero escogió ser un escritor chileno •


un poeta peruano

Martín Adán Cristian Jara

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iempre tuvo altibajos creativos. Aquel sábado por la noche abandonó el psiquiátrico para dar su acostumbrado recorrido por bares del cen­ tro de Lima. Ya para entonces, a Ramón Rafael de la Fuente Benavides, seudónimo de Martín Adán (Lima, 1908), se le conocía como el escritor de libre­ titas en los bolsillos; además de haber escrito La rosa de la espínela (1939), Sonetos de la rosa (1931-1942) y Travesía de extramares (1950), seguía gozando del re­ conocimiento por aquella obra de escaso conteni­ do pero de una genialidad tal que supera el paso del tiempo, y que publicó a los veinte años de edad. No queda registro claro de por qué eligió ese nombre: La casa de cartón (1928), pero en aquel poema en pro­ sa ‒vanguardia latinoamericana en su máxima ex­ presión para algunos‒ Martín Adán manifestaba el goce de su manera melancólica de aproximarse a su poético lenguaje. Avanzaba la noche cuando su oceánica afición a la bebida lo condujo a paso ligero hasta el bar Corda­ no, mítico punto de encuentro que hasta hoy abre sus puertas. Se acomodó en una arista a un lado del ac­ ceso, ahí donde tenía por costumbre escribir trozos de poemas en servilletas de papel. Era abril de 1960. En aquel entonces, frente al Cordano todavía se le­ vantaban los cimientos del desaparecido Hotel Co­ mercio, pero aquella noche el hotel tenía todas sus habitaciones ocupadas. Unos ingresaban a la recep­ ción con maletas, otros salían en busca de la Plaza de Armas: Irwin Allen Ginsberg eligió el Cordano. Venía de pasar dos intensos meses en Chile. Lo habían in­ vitado a un congreso de escritores estadunidenses y lo había pasado mejor que nunca. Antes de empren­ der el viaje a su destino quería aprovechar para inter­ narse unos días en la selva de Perú e ir en busca de su nueva obsesión: la ayahuasca. Quería probar esa bebida, quería saber qué imágenes alcanzaría a ver. Esa noche, descrita después como una mítica velada, Ginsberg se topó con Martín Adán en el Cordano. ‒¿Por qué escribes tantas porquerías? —preguntó provocador Martín Adán tras darle un sorbo a su cer­ veza negra. Ginsberg, acodado en la barra, se giró a con­ testarle: ‒Yo me baño todos los días y no me apestan los pies.

Vivía con deseos de recluirse en otro lugar que no fuera este mundo. El alcohol le ayudó a mitigar su melancolía y, como en algunos casos ocurre, el mito de su vida empezaba a superponerse a su obra.

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y la otra vida

Después de pasar por la selva de Perú, Ginsberg corrió para Tánger, siguió a Grecia e Israel. Llegó a India en 1962. Martín Adán, en cambio, se mantuvo encerrado en su circo de bohemios solitarios. Siguió llenándose la boca de alcohol. Disfrutaba a mares cuando citaba a Schopenhauer o a Nietzsche y nunca le faltaba gente dispuesta a prestarle atención a sus diatribas. Era tal la mirada que ponían en torno a su peculiar personalidad que, en 1961, Celia Paschiero, joven colaboradora de Borges, le escribió con urgen­ cia solicitándole exteriorizar toda su personalidad para un periódico. Escrito a ciegas (1961) es tan poe­ mario como respuesta a esa misiva que Martín Adán le brindó. La mano desasida es un conjunto de poemas fechados en 1964, de visión intimista; inspirado en las ruinas de Macchu Picchu, diferente a esa rei­ vindicación latinoamericana que Pablo Neru­ da escribiera sobre la ciudad inca. Dos años después, en Mi Darío, Martín Adán evoca a la muerte y a una sola voz conversa con el falleci­ do poeta chileno, celebra la gloria de un poeta que se parece a él, conversándole de tú a tú. De ese mismo año data Diario de poeta, donde libre de interlocutor se centra en temas universales co­ mo el ser, la desesperación, el amor, la tragedia y el olvido, y decide otra vez recupe­ rar la idea que más le obsesiona: la muerte. Vivía con deseos de re­ cluirse en otro lugar que no fuera este mundo. El alcohol le ayudó a mitigar su melancolía y, como en al­ gunos casos ocurre, el mito de su vida empezaba a superpo­ nerse a su obra. De no contar con la ayuda moral y econó­ mica de amigos, se habría visto obligado a pasar pe­ nurias más severas. Por otro lado, bien podría haber en­ listado a todos esos bartlebys que un día prefirieron no escribir, pero lo cierto es que después de una recaí­ da emocional no cesaba en su afán por volcarse a la mecánica permanente de su trabajo. Su imagen decayó debido al desvarío que pobló por algunos años su comportamiento. Vivió su locura y luchó contra ella hasta el final. Se graduó de abogado, se doctoró y se puso corbatas frente al espejo, pero la auténtica vida es­ taba en la poesía. La vida le daba solamen­ te para eso. Él aceptaba pagar el tributo de su condición. Quizás cuando le dolía saber que el ocaso de la vida es la trage­ dia de la muerte, se ponía a plantearle a esos cadáveres imaginarios que poblaron

Foto: esosdelacolina.blogspot.mx

algunos de sus poemas las dudas que habitaban en su mente: “Muerto..., en cuanto miro no veo sino tu nariz de hielo. Qué estado perfecto.” A Rubén Darío imaginariamente le decía: “Soy como tú Rubén aun­ que tú no lo creas. García Calderón me lo dijo en un día. Hablábamos de sexo, hablábamos de ideas.” Martín Adán murió solo y de miedo, triste quizás y con algunos poemas en esas libretitas que guarda­ ba en el bolsillo de su chaqueta. Se cuenta que fue a causa de un ataque al corazón, mientras lo esta­ ban operando, a las 22:45, la noche del 29 de enero de 1985. En la banca del manicomio donde se detenía a reflexionar hay un poema escrito por él, o a lo mejor no son más que unos extraviados versos que escribió alguien que se hi­ zo pasar por él: otro loco dispuesto a dejar claro, en nombre de Martín Adán, que hay marcas imborrables que la otra vi­ da exige •

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Lemebel

un escritor chileno Gerardo Bustamante

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edro Lemebel es un bestseller latinoamericano. Frente a la alta cultura, el autor propone una cultura incluyente en donde lo marginal –el discurso de las minorías, aunque con frecuencia se trate de las mayorías‒ queda visualizado en un alegato artístico que representa el pasado casi holo­ cáustico de la nación chilena y su sangrienta dicta­ dura, llena de desaparecidos, familiares enlutados en espera de una justicia que no llegó con el suspiro final del tirano. Lemebel es parte del sector de los olvidados y lo hace sin enfado; su compromiso con la historia surge posiblemente desde el Zanjón de la Aguada, don­ de vivió su infancia. En ese lugar tuvo interés por las narraciones orales y radiofónicas. Ya como escritor profesional recupera estos aprendizajes en sus in­ tervenciones en Radio Tierra, en donde comienza su carrera como cronista, actividad compleja en el caso de Lemebel pues sus temas siempre son disidentes; él habla de la memoria, el dolor; es voz de sí mismo y no olvida las historias de otros protagonistas anó­ nimos, ya sea a través de la escritura de crónicas, el performance, iniciado y sostenido durante los años ochenta, al lado del artista Francisco Casas, cuando se nombraban las Yeguas del Apocalipsis como una forma de protesta y demanda homosexual en el con­ texto del nacimiento y proliferación del sida, la re­ presión política y las demandas de un gran sector chileno de víctimas dolidas. La prosa cronística de Lemebel es importante por­ que, más allá de su original discurso al estilo neoba­ rroco, mezclado con lo kitsch y lo camp, pone a discu­ sión sus incisivas representaciones sobre clase, raza, género y visibilidad de lo gay. Su obra es transgreso­ ra porque revela que la construcción de género y el ejercicio sexual están más allá de las ventanas de la convención política, médica y psiquiátrica. Su poé­ tica del desdoblaje y la denuncia lo atestiguan, por eso construye “metarrelatos” que son su mejor arma literaria. Lemebel es su propia historia; es un sujeto que ha­ bla de polémicos temas como el sida, la discrimi­ nación, la fiesta gay, el dolor por la pérdida de sus amigos (por eso escribió su Loco afán. Crónica de sidario (1996), que es la letanía de los ausentes y los agoni­ zantes desde el recuerdo y la nostalgia del poseedor de la palabra exacta para homenajear a los Otros cuan­ do se les cierra el habla porque ya no pueden con la vida y se convierten en forajidos del llanto gay; en­ lutado siempre. Pedro también habla de los cuerpos travestidos, gozosos y sufrientes; presenta a divas pasajeras y tercermundistas con rostro mapuche, con labios rouge, ansiosas de la palabra de amor. La vio­ lencia del ambiente homoerótico, la navaja de la es­ quina noctámbula de Santiago o Valparaíso, así como las utopías para el mañana, atraviesan sus crónicas. Lemebel hace crónica lo cotidiano y excluido de vidas nada ordinarias, sino reveladoras, presentes a través de sus evocaciones candorosas, por eso mu­ chos de sus textos tienen el sello de las evocaciones de canciones de todo tipo, pero particularmente de boleros para no olvidar, muy al estilo de “Tengo mie­

Pedro

y la poética de la agrietada memoria Lemebel en un performance. Foto: lamajabarata.blogspot.mx

do torero”, en la voz de Sarita Montiel, un icono de la gaycidad hispánica que sirve como escenario me­ lodioso para la ambientación de la novela alusiva a la dictadura de Pinochet y que Lemebel tituló con el nombre de la canción. El autor, a lo largo de su prolífica obra, tiene pre­ dilección por la vida de las periferias. Su estética del “mariconear” traza la geografía de los deseos traves­ tis y homosexuales, de espacios íntimos en donde los deseos, los amores y los contactos sexuales fantasean o se materializan. Por otra parte, la obra de Lemebel emparenta su postura ideológica con la de otros luchadores so­ ciales de Chile; es el caso de su querida amiga Gladys Marín, fallecida en 2006 y quien fuera secre­ taria general del Partido Comunista Chileno y un pilar importante dentro de la historia chilena con­ temporánea. Lemebel es protagonista de la historia chilena del siglo xx ; su contribución es su voz llena de memoria; estetiza el recuerdo de su presente y, al paso del tiem­ po, sus crónicas se vuelven documentos obligados de consulta para historiadores y sociólogos, pues ahí se encuentra el germen poético de una prosa que na­ ce de la entraña. La sola presencia de Lemebel viene

Lemebel es parte del sector de los olvidados y lo hace sin enfado; su compromiso con la historia surge posiblemente desde el Zanjón de la Aguada, donde vivió su infancia.

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a importunar la equívoca apreciación de que los ho­ mosexuales no sirven para la revolución; para el caso chileno, ahí está Lemebel, como para el caso cubano tenemos a escritores como Reinaldo Arenas y su ale­ gato anticastrista. Los libros de Pedro Lemebel son incómodos para la historia oficial porque hablan, entre otras cosas, de casos como el mundo militar y homoerótico, en crónicas como “La iniciación de los conscriptos (o la Patriótica hospitalidad homosexual)”; pero tam­ bién sobre la homofobia mítica del Che Guevara o de las primeras damas de la democracia y sus som­ breros lujosos. A Lemebel le interesa lo que pasa en la plaza pública, las manifestaciones y sus asisten­ tes, las consignas y las voces de la colectividad que luchan por gritar un mundo mejor. En estos actos, el cronista es un asistencia más, sólo que cuando escribe elabora una cartografía poética y casi cine­ matográfica, a manera de documental, sobre la des­ dichada historia patria. Adjetivación profusa que marca su dolor y en­ cono por las injusticias sociales, los olvidos de los que han sido asesinados y enterrados en y desde el anonimato, la prosa de Lemebel es un canto gene­ ral al recuerdo de su mancillado país, lleno de tum­ bas y de palabras escritas por el autor de La esquina es mi corazón, como depositario de una conciencia colectiva que se materializan en un eco de palabras que se afinan en el canto del colectivo que sigue pidiendo justicia a más de seis años de la muerte del odiado dictador que paralizó las almas de miles de chilenos. La construcción de un futuro mejor, lucha tan pe­ dida por Salvador Allende, encuentra su correspon­ dencia en la escritura de Lemebel porque la memoria como un acto doloroso y reivindicativo sigue su go­ teo de palabras ya agrietadas por la pena de los ecos que renacen en la memoria de la historia que se escri­ be para que no se olvide •


Mendigosyclochards Vilma Fuentes

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dores a nuestra policía. La voz del hombre sube de l sesentón, bien conservado, panzón, traje y tono al mismo tiempo que su delirio, el cual se da corbata, un bastón que no necesita, pero es par­ cuerda él mismo como un reloj automático que au­ te de lo que él cree su elegancia, entra al cafémentase su velocidad e hiciera pasar con más ra­ bar con un paso silencioso y frío como su irri­ pidez el tiempo. tación. El hombre es cliente, los meseros conocen sus ‒No voy a dar un quinto a un clochard para que gustos: vodka cuando está de buenas, campari triple se emborrache y mate a alguien, si no se mata él cuando su mujer lo ha puesto de malas. No soporta solito, mi amorcito. las bebidas azucaradas, reavivan su cólera cuando ‒No me llames “amorcito”, queridita. ¿No te di­ no la aumentan. jo tu gran amiga, la dueña de la tabaquería, que los Los jóvenes parroquianos conocen a la pareja. mendigos la asuelan todas las noches pidiéndole Parte de las diversiones del café: la escena conyu­ que les cambie sus monedas por billetes? ¿Que ganan gal se repite tarde tras tarde, o casi. Frecuen­t ado por una clientela joven, el café, no ha cambiado desde su apertura medio siglo atrás. Pero su clientela cambia con la edad. El ruido y las risas estridentes ale­ jan a las personas mayores. Excepto a esa pareja que no parece darse cuenta del paso del tiempo. Hoy, la palidez del sexagenario, quien no soporta la espera y se ve obli­ gado a esperar a su esposa, anuncia una escena conyugal particularmente memorable. La mujer se atrasa dando limosna a los mendigos que ocupan la acera junto al café. ‒Parece que lo hace a propósito, murmura para sí. ‒¿Dice usted?‒, pregunta el joven mesero. ‒Triple campari. ‒¿El señor anda de malas?‒, dice sin sorna el servidor. El hombre, sin responder, lo mira con tal fijeza a los ojos que lo hace ale­ jarse de inmediato, antes de recibir un bastonazo. La mujer, una quincuagenaria envejecida, algo jorobada, gordezue­ la, con un sombrerito que exhala naf­ ta­l ina, traje sastre oscuro y zapatos bajos, cruza el umbral del café con una sonrisa beata. No acaba de sentarse a la mesa cuando el hombre la inter­ pela en forma abrupta. ‒¿Estás contenta? Ya fuiste a hacer Un clochard en París en los años cincuenta tus buenas obras. A distribuir dinero Foto: Patrice Molinard a tus clochards. ‒Joven, por favor, sírvame un té‒, pide al mesero entre ciento cincuenta y doscientos euros diarios? sin responder al enojo de su marido. Con calma se Más que ella trabajando duro doce horas cada día vuelve hacia él, pone la cara de víctima que más lo de la semana. exaspera y finge un miedo exagerado que utiliza pa­ ‒Tendrá envidia, dice con ironía la mujer después ra arreciar la cólera del hombre. de dar un sorbo a su té. ¿Y por qué no pide limosna ‒Te pregunto si estás satisfecha. ella si es tan productivo el negocio? ‒No distribuí ningún dinero a los clochards. ‒Porque debe tener su dignidad, cosa que no tie­ Ayudé a los mendigos, miserables que necesitan nen tus clochards. comer. ‒No son clochards, esas aves migratorias que des­ ‒Clochard, mendigos, es lo mismo. Harías me­ parecen, como de casualidad, en invierno y regresan jor en dar tus limosnas a los clochards, en vez de a a París con la primavera. Sólo para embriagarse y dar tus pordioseros. Una banda, ¿qué digo?, una con­ el mal ejemplo. gregación, una secta, una asociación secreta, es­ ‒Y, ¿a quién crees que sirven de “ejemplo”? ¿Crees pías extranjeros... Si al menos sirvieran de indica­ que los pasantes los ven como un ideal de vida? En

todo caso, ellos al menos no ocultan para qué piden limosna, mientras que tus mendigos sí. ‒Piden para comer. No tienen trabajo. ‒¿Más trabajo que el suyo? Llegan a sus puestos, su territorio distribuido como la acera entre las res­ petuosas, cada mañana a la hora exacta. Están orga­ nizados como una próspera empresa. Ve tú a saber si el ciego de veras no ve, si tu amputado no tiene sus dos piernas... ‒Yo vi su muñón. ‒Lo enseña para asustar a los niños y a las idiotas, perdón, ingenuas como tú. Y la muchacha con su mu­ ñeca envuelta en su chal y que hace pasar por un bebé desde hace cinco años. Al menos a la muñeca la viste. ‒La chica perdió a su hijo y se consuela con la muñeca. ‒Patrañas. Los jóvenes parroquianos guardan silen­ cio y se hacen señas, se lanzan guiños de ojos, se sonríen conteniendo la carcajada, mientras siguen con atención la escena con­ yugal cotidiana entre el viejo xenófobo y la remilgada mojigata. El sesentón se da cuenta de que su mujer y él son el hazmerreír del café. Lo sabe, pero no le importa. Al contrario, parece darle gusto. ‒Te están mirando‒, dice a su esposa con sorna tratando de herirla. ‒Sin duda están de acuerdo conmigo. Los mendigos son mendigos y los clochards, clochards. ‒Sí, desde luego, y cada grupo debe tener su filosofía, su ética, su política. Igualito que las cigarras y las hormigas. ‒Porque tú eres capaz de confundir una hor­ miga con una cigarra si te encuentras con uno de esos insectos, amorcito. ‒Y tú debes tener miedo de volverte una clochard. Por eso les das limosna, no por caridad, por superstición. Para exorcizar su suerte. ‒Estás loco. ‒Y tú, queridita, estás rematadamente loca. ¿Cuánto dinero no le diste al viejo avaro que era dueño de un departamento seis veces más gran­ de que el nuestro? Y tus pordioseros con dere­ chos, ahora, ¿no me lo dijiste tú misma?, exigen, ya no suplican. ¿No te gritó un pordiosero hace un mes, cuando sólo le diste un euro, que con eso no le alcanzaba para su hotel? Los faroles se encienden en el bulevar. La pareja guarda silencio y los jóvenes clientes vuelven a sus charlas entre ellos. La función ha terminado. El sesentón arroja un billete y sale del café sin es­ perar el cambio, que ella espera y embolsa, prome­ tiéndose, y haciéndose gala de su buena conciencia, darlo a los pordioseros. Él sonríe pensando en esos clochards y mendigos que, después de todo, son siem­ pre un tema de disputa con su devota mujer y les dan los motivos del diálogo de sordos que les man­ tiene vivo el odio y les sirve de fidelidad a los lazos matrimoniales •

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Los hermanos

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Ricardo Guzmán Wolffer

e los cuentos que han marcado a Occi­ dente desde hace un siglo, muchos fue­ ron escritos por los hermanos Grimm (Jacob y Whilhelm). Resulta curioso establecer cómo la difusión de estos textos ha terminado por asimilarlos en todo Estados Unidos, cuando en su momento fueron hechos, entre otros fines, para buscar una identidad nacional en Alemania. Napoleón invadía Europa y los alemanes buscaban diferenciarse de los invaso­ res. Los autores recopilaron entre la gente de edad, rural o de la burguesía, y con su propia familia, pero escribieron con su propio estilo e intención. Querían recuperar esa “riqueza nacional” surgida de la “ima­ ginación poética del pueblo”, según Herman Grimm en el prólogo de la edición española. Los textos terminaron por hacerse universales. Desde la primera edición, la intención de los escri­ tores fue hacerlos “infantiles”, que en parte se logró

De la función a la acción Entre los estudios de tales cuentos destaca Morfología del cuento (1928) de Vladimir Propp, donde mencio­ na la existencia de treinta y un funciones o constantes, de las cuales no todas deben aparecer en los cuen­ tos maravillosos. Desde la primera, cuando el héroe se aleja de la familia, hasta la última, donde el héroe se reivindica tras castigar al falso héroe y con ello puede matrimoniarse y ascender al trono. A esas treinta y un acciones corresponden treinta y un funciones: ale­ jamiento, prohibición, transgresión, interrogatorio, información, engaño, complicidad, fechoría, carencia, mediación o momento de transición, principio de la acción contraria, partida, primera función del donan­ te, reacción del héroe, recepción del objeto mágico, desplazamiento en el espacio entre dos reinos, viaje con un guía, combate, marca, reparación, regreso, per­ secución, socorro, llegada de incógnito, pretensiones mentirosas, tarea difícil, tarea cumplida, reconoci­ miento, descubrimiento, transfiguración, castigo, boda. Y así como hay ciertas acciones necesarias en todo cuento fantástico, que corresponden a una fun­ ción específica, también hay esferas de acción para cada personaje: el malo (hace el mal, lucha con el

bueno, etcétera); los personajes secundarios (ayudan al héroe a conseguir el objeto deseado); los auxiliares, de la princesa, del héroe (la búsqueda y el casamien­ to, entre otros), en contraposición al falso héroe (y sus pretensiones de embustero). Además, los cuentos fantásticos hablan de una carencia con pasos inter­ medios para llegar a la recompensa. Es una estruc­ tura común de los cuentos maravillosos. Sin embargo, el análisis doctrinario, como si los cuentos de los Grimm fueran sólo un producto de la cultura germana, casi como una campaña propagan­ dística, deja a un lado el disfrute del lector: los niños leen esos cuentos porque se divierten. Desde la pri­ mera edición, “los niños se habían adueñado de los libros y los leían con sus propios ojos” (Herman dixit): entonces se leía a los niños. Son los padres los que se escandalizan ante la rudeza de los detalles. Cierto que podrían identificarse símbolos e intencio­ nes didácticas, moralizantes, en muchos de sus cuen­ tos: de “Caperucita Roja” se obtiene la lección de la obediencia: el lobo se la come por no obedecer la in­ dicación paterna de no dejar el camino (el buen ca­ mino, se entiende). Igual Blanca Nieves: si hubiera seguido la orden de no abrir la casa de los enanos, la bruja-reina jamás habría podido envenenarla y luego matarla. Se les identifica como textos para público infantil, ante la posibilidad de usarlos para educar a los niños a mantener el orden social. Sin duda es útil enseñarles las bondades de la convivencia y lo repro­ chable de matar, golpear o hacer sufrir a personas y a animales. Pero se pierde de vista que uno de los atractivos de la literatura es, precisamente, la posi­

Los cuentos de los hermanos Grimm, con todo y la censura editorial y paterna, no dejan

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a Jerónimo y Moisés

por las adaptaciones en donde se han ido suavizando los argumentos originales, como sucede, por ejem­ plo, con “Caperucita Roja”, pues en la versión más popular el lobo no se come a la niña, ni le rellenan con piedras el estómago, y hasta puede que ni se muera. Esa gradual reducción de la crudeza se dio desde las primeras publicaciones de los Grimm. El título original era Cuentos para la infancia y el hogar publicado en dos volúmenes (1812 y 1815), amplia­ dos en 1857, a los que se conoce más como Cuentos de hadas de los hermanos Grimm.

de divertir por

evocar situaciones

imposibles, pero que nos son cercanas.


s dosGrimm: siglos de actualidad bilidad de causar el peor de los dolores o cometer las atrocidades o burlas máximas y continuar con la vida cotidiana, pues todo ese dolor sólo ha sucedido en la imaginación de los lectores. Los chicos se divierten incluso repudiando los aspectos más sencillos de la higiene personal: en el original de “Blancanieves”, la madrastra la envenena al peinarla con un peine emponzoñado, antes de lograr matarla con la man­ zana infectada, ante lo cual, las niñas que no gustan de acicalarse como ordenan las madres impositi­ vas, o que prefieren el juego a la higiene, seguro con­ ti­n uarán leyendo. Habrá algunos, como la historia de “Hansel y Gretel”, donde podríamos percibir una variante para preservar el orden familiar: la relación de la madrastra y los hijos de la pareja: es la madras­ tra quien urde el plan para abandonar a los niños en medio bosque, con el argumento de que es mejor que mueran ellos dos y no los cuatro. Algunos tratadistas refieren que en el texto original era la madre quien los abandonaba, pero que la censura prefirió hacer de la madrastra la malvada, para respetar la fi­ gura materna como fuente de bondad. Y eso que en otros cuentos la madre es terrible. Convenientemen­ te, cuando los niños vuelven con el padre arrepenti­ do, la madrastra ha muerto, y entonces sí viven fe­ lices para siempre. No es el único caso en que los hijos pagan los pecados de los padres: Rapunzel está en el castillo porque su madre obligaba a su marido a cortar verduras del jardín de la bruja: cuan­ do ésta lo sorprende, le obliga a entregarle a la hija que tendrán y una vez en manos de la bruja, Rapun­ zel no vuelve a ver a sus padres. La gula de la madre desencadena la tragedia de la hija; con todo y final feliz, son años de soledad y aislamiento. Se supone que el héroe se transforma en el cuento, pero hay historias, como “El destripaterrones”, don­ de el personaje central se dedica a embaucar y matar a todo el pueblo. Aunque es el único vivo y es rico, eso sí, tendrá dinero mal habido: no logra una reivin­ dicación moral. Podría culparse a las películas de Walt Disney de rebajar el nivel de muchos cuentos de los Grimm, pero no son los únicos censores. Además, ¿de verdad los niños prefieren la seguridad de los textos senci­ llos? Es discutible, si se conviene en que puede ser más divertido que la reina mala de “Blanca Nieves” muera al ser obligada a bailar sobre las brazas ardien­ tes, luego de que Blanca Nieves escupiera la man­ zana envenenada que milagrosamente ha conserva­ do en la garganta, y que arroja cuando el príncipe se lleva el ataúd de cristal para contemplar a esa muer­ ta hermosa en su castillo y por error el féretro cae contra el suelo. Si se parte de la base de que el prín­ cipe cree muerta a la envenenada, resulta bastante discutible suponer que esté enamorado del cadáver. No se desprenden intenciones más aviesas, pero re­ sulta destacable ese medieval gusto por la muerte en

su contemplación. Es curioso, como el otro cuento donde aparece otra Blancanieve (“Blan­c anieve y Rojaflor”) casi no es difun­ dido: dos hermanas, distintas pero compe­ netradas (juegan, duermen, hacen todo juntas: la madre les inculca –o sentencia‒ que lo que es de una es de la otra), viven con su madre. Un día de invierno llega un oso y se gana su con­ fianza. Al llegar el verano, el oso se va para es­ conder sus tesoros de los enanos ladrones. Las hermanas se topan con uno en varias ocasio­ nes, quien las insulta a pesar de recibir su ayu­ da. Finalmente, el enano se encuentra con el oso, éste lo mata y se convierte en un príncipe, quien se casa con una y su hermano con la otra. Las her­ manas casadas viven felices y por mucho tiempo con la madre. Pareciera ser una historia didáctica sobre la bondad y cómo debe ser premiada, pero resulta menos divertida que otras, no hay más muertes humanas. Los cuentos de los hermanos Grimm, además, contienen elementos que pueden ser asimilados a mitologías diversas: el lobo de “Caperucita Roja” resulta una suerte de demonio caníbal. No puede ser un simple animal: le cortan el estómago, le sacan a Caperucita viva y capaz de juzgar qué se siente estar en una oscuridad, lo rellenan de piedras y, mientras, el lobo sigue dormido, sin darse cuenta de la carni­ cería que ha sufrido. Ningún animal podría tolerar eso, debe ser un ente mágico: un diablo. También, en “La Cenicienta”, hay elementos macabros, pues en el texto de los Grimm no hay hada madrina (ese es de Perrault): Cenicienta va a pedir a la tumba de su madre un vestido y zapatos para ir al baile del príncipe. Como si la madre fuera un fantasma encar­ nado, las aves le colocan las ropas a la doncella. Ese fantasma actúa sobre las hermanastras: al probar­ se el zapato olvidado, por consejo de la propia ma­ dre, una se corta un dedo y la otra parte del talón, para que les pueda quedar el zapato de Cenicienta: cuando pasan con el príncipe frente a la tumba de la madre, los pájaros le advierten al novio de la sangre en el zapato y éste percibe el engaño. Cuando al fi­ nal se casa Cenicienta, las aves les sacan los ojos a las hermanastras para castigarlas por su maldad. Sin duda es una fantasía que la madre no abandone nun­ ca a los hijos, pero que llegue a esos extremos de de­ jar ciegas a las malas hermanastras, va más allá. En este texto, las madres son despiadadas y, de nuevo, son como seres maléficos, más asimilables a demo­ nios, por la crueldad ya con las propias hijas, ya con las demás; y más reprochable al dejar ciegas a las hermanastras, pues Cenicienta se había casado ya, y el castigo sólo se explica como un regodeo de ese fan­ tasma encarnado en los pajarracos vengadores. En el cuento del enano Rumpelstiltskin estamos ante un ser mágico que pierde sus poderes cuando la reina,

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Ilustraciones de Gabriela Podestá

quien había prometido darle su primer hijo por la ayuda que le permitió casarse con el rey al engañarlo, le adivina el nombre. El enano patea el piso, se parte en dos y muere. Una larga tradición sajona y místi­ ca atribuye poderes al hecho de saber el nombre del demonio que enfrentaban los exorcistas: al poseer el nombre del diablo, se tiene control sobre el ser, cuya principal fuerza es estar oculto, de nombre, a los demás. Algo similar pasa en “El diablo y su abue­ la”, donde un dragón (clásico escondite del demo­ nio) ofrece ayudar a tres soldados a cambio de que lo sirvan por siete años.

Lo divertido es educativo (y viceversa) Suele decirse de estos cuentos que son de final feliz, como si los lectores necesariamente se identifica­ ran con el personaje central. O que muestran la valen­ tía al enfrentar los peligros de la historia, siempre salvables gracias a la entrega del personaje central, lo cual no necesariamente es cierto: en muchos textos apenas se percibe la voluntad de actuar a pesar del miedo. Es más un desenvolverse por inconsciencia que por valor. De ahí que muchos críticos de esta ex­ presión literaria le resten valor al establecer que se forjan falsas esperanzas en los lectores, en cuanto a que siempre saldrán victoriosos, lo que ciertamente no corresponde a la vida real, donde lo único cons­ tante es la inconstancia en obtener los resultados por los que trabajamos o estudiamos. Mas que educar a los niños, los textos originales buscaban divertirlos. Una vez más son los padres los que encuentran vir­ tudes no originales en tales textos. Cierto que los cuen­ tos pueden ser formativos y que la mejor manera de educar es mediante la lectura lúdica, pero no se perci­ be esa intención en todos los textos de los Grimm: al­ gunos concluyen con una máxima, pero no todos. Los cuentos de los hermanos Grimm, con todo y la censura editorial y paterna, no dejan de divertir por evocar situaciones imposibles, pero que nos son cercanas. Por algo los recordamos doscientos años después de su inicial publicación •


leer Pretexta o El Cronista Enmascarado, Federico Campbell, Ediciones Sin Nombre / Universidad del Claustro de Sor Juana, México, 2011.

CON EL PRETEXTO ENRIQUE HÉCTOR GONZALÉZ

El escritor reedita su novela luego de treinta y dos años y, como a Pierre Menard, el tiempo le escarmena (o escatima o tima solamente) el contexto para que la historia diga otra cosa (o algo por el estilo). Y es precisamente una cita de El contexto, de Leonardo Sciascia, autor de cabecera de Campbell y sobre quien escribió alguna vez el ameno y precavido ensayo La memoria de Sciascia, la que sirve de epígrafe a esta novela escrita en tiempos priístas y reeditada cuando ya todos sabemos a quién le dan pan que llore. Se trata de una historia política y a pesar de ello elaborada y sutil, atractiva y redonda, en absoluto coyuntural u oportunista. La adjetivación favorable obedece quizá a que escapa –la atmósfera es de espionaje– de la circunstancia inmediata de su anécdota (un autor fantasma, pagado por el Poder, escribe un libelo, bajo el brumoso apelativo de Bruno, con el fin de desacreditar, destruir la imagen de cierto intelectual –antiguo maestro suyo– que es crítico del sistema) para morderse la cola y convertir esa abyección moral en deliberado refugio y puesta en juego (y en duda) de su

Saga del veedor y otros poemas, Juan Guillermo López, Siglo xxi/Colegio Superior para la Educación Integral Intercultural de Oaxaca, México, 2012.

PASAR POR EL ESPEJO JAIME LABASTIDA

¿Qué es un veedor? El concepto ha caído en desuso. Se trata de un arcaísmo. En sus orígenes, la forma del verbo español ver exigía una duplicación en la vocal y se decía (y se escribía) veer. De ahí veedor, aquel que mira con atención (o con curiosidad) las cosas. Sin embargo, en la España medieval un veedor era, además, un hombre que tenía un oficio: el de vigilar que se cumplieran las ordenanzas, en las ciudades y en las villas, de los gremios encargados de los bastimentos. En sentido amplio, un veedor es un hombre que visita e inspecciona y advierte, así, lo que sucede. Había oidores, ministros de toga que en las audiencias del reino dictaban sentencias y participaban en los juicios. Había oidores, pues, como había veedores. Oidor era hombre especializado en oír, mejor dicho, en oír bien, en discernir la verdad

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propia existencia como escritor paranoico que sufre la angustia de ser descubierto o formar parte de una trama cuyos hilos desconoce. La reedición del libro, treinta y pocos años después, parece algo más que un buen pretexto para celebrar los setenta de vida de Federico Campbell (Tijuana, 1941), periodista, entrevistador y escritor confeso de unas cuantas novelas que, acaso por la circunstancia de los dos primeros oficios, no han recibido la atención que merecen. Porque Pretexta, sin ir más lejos, fue elogiada en su momento (1979) en razón de las diversas virtudes metaliterarias que la animan; y el beckettiano monólogo Todo lo de las focas (1982) participa de una hibridación del lenguaje poético y dramático como ninguna novela, corta o larga, lo hizo antes o después, si exceptuamos Noticias del Imperio, de Fernando del Paso. Y sin embargo, Campbell no ha sido reconocido ni leído suficientemente en su faceta de narrador. El riguroso retrato del profesor Ocaranza al que se entrega Bruno Medina es lo mismo un ejercicio de imaginación policíaca que una paciente reconstrucción del yo. El libro, entonces, deja muy atrás el situacionismo propio de la narrativa política para alojarse en un más allá de índole metafísica, ontológica. ¿Es la personalidad propia una construcción de los otros que nos encargamos de certificar en aras de oscuras intenciones? ¿Es el otro un espejo “que me da plena existencia”? Cosío Villegas, Revueltas o algunos otros intelectuales que radiografiaron la podredumbre del sistema en los años sesenta y setenta asoman hechos jirones detrás de Álvaro Ocaranza, quien los trasciende, por cierto, en virtud de que se trata de un personaje de ficción del cronista enmasca-

rado, que a su vez es y no es Campbell, es y no es el joven escritor siempre dispuesto a ultimar a sus maestros para poder existir. Como en el “Pierre Menard” de Borges, el tiempo ha trabajado estos treinta y dos años en favor de Pretexta. Sin proponérselo, Campbell ha anticipado el climaterio de nuestra actual superchería política, la menopausia de un sistema que ha perdido su fertilidad en la medida en que se ha ajustado mil veces para sobrevivir, “haiga sido como haiga sido”. La diatriba contra Ocaranza sigue siendo vigente porque de ese modo, sedicioso y oscuro, se sigue manejando una clase política que, aun cambiando de pri a pan , no deja de urdir la misma tela emponzoñada donde la mentira es la araña mayor. Sólo que la historia sigue recorriendo las islas de nuestra vida pública como el otoño lezamiano, y ya no es necesario vituperar a un hombre para dejarlo fuera de la jugada: ahora se estila pasarlo por el narco del triunfo •

en la maraña de palabras que estaba obligado a escuchar. Veedor, a su vez, era el hombre que sabía ver y podía juzgar en consecuencia. Ahora, Juan Guillermo López resucita la palabra y se autocelebra como un veedor. Pero, ¿qué ve este veedor? La primera respuesta que nos asalta es que se ve a sí mismo; antes que otra cosa, el oficio de este veedor consiste en verse a sí mismo. ¿Qué ve el veedor, cómo lo ve y a través de qué instrumento? La respuesta que se nos ofrece es clara: se ve a través de un espejo. Por eso, las dos secciones iniciales del libro responden a los títulos “Don del espejo” y “Espejo que no refleja nada”. Lo primero que se mira en el espejo es el rostro propio, el rostro del que mira. Por esto en la poesía de Juan Guillermo López hay una mirada, sí, pero una mirada que no va de manera directa hacia las cosas, sino que pasa, para verlas, por el espejo. ¿Qué efecto se obtiene, al mirarse a sí mismo y, de igual manera, al ver a las cosas a través del espejo? Una sensación de distancia, una certidumbre de alejamiento. Lo que el poeta ve en el espejo (en el vidrio que ha recibido una capa de azogue, en el cristal de un estanque o en el espejo de palabras que forman el poema) son imágenes. Diría más, imágenes detenidas, privadas de tiempo. Vayamos a los versos con los que se abre el libro: “El tiempo se detiene/ y al anular su efecto sobre el mundo/ refleja solamente lo que quiere.”

El vínculo entre el tiempo y el espejo es un vínculo vacío: el espejo detiene el tiempo. El espejo es un “lugar donde calla la memoria”; el “cristal de agua” muestra que, en su fondo, el poeta es “sólo imagen” y que “nada de realidad atestigua” su paso. “La voz no existe entonces. En la noche, el silencio.” Adviértase: en el espejo no existe la voz, no hay un sonido, sólo el silencio. Da la impresión de que, si hubiera palabras, serían sólo palabras escritas, jamás dichas. Así, “la imagen escapa del sonido para desesperar ante el espejo”. En la segunda sección del libro, esta ausencia de voz, este silencio se determina aún más: “el tiempo ya no es”, aun cuando “en otro lado debe estar la vida”. ¿Qué intenta, pues, el poeta? ¿“Buscarse en un espejo que no existe”? Hay un verso, un endecasílabo magnífico, un endecasílabo yámbico perfecto, decisivo, a mi juicio, en el conjunto del libro: “El diálogo brutal de los objetos.” ¡Hermoso verso! Los objetos sostienen “un diálogo brutal”. ¿Entre sí? ¿Con el hombre que los mira? Pero el veedor, a su vez, ¿solamente los mira y, además, a través de un espejo, quiero decir, nunca de una manera directa? ¿Los toca? ¿Los acaricia? ¿Los transforma? ¿Juega con ellos? Hay en todo el poema (pues considero este libro como un solo poema dividido en cuatro partes), una angustia infinita, una melancolía imposible de soslayar.


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leer

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¿Qué queda? El “vacío, esa otredad detrás de cada cosa,/ ese nadar en un río que nunca es” ya que sus corrientes van “hacia ninguna parte”. Así, el poeta no se engaña y nos dice: “La realidad ocurre en otro lado”, o sea, en este lado del espejo, en el lado que el poeta abandona para hundirse en imágenes (de sí mismo, del mundo): “Volver al silencio./ Ausencia,/ hueco y piedra,/ espejo de la voz que no se nombra.” Por estas razones, “El veedor vio su cuerpo como un sueño” y, ya invidente: “busca en el espejo/ la imagen que le acosa”. La conclusión es rotunda en el verso final: “Permanente Babel es el silencio.” Es decir, ni siquiera en lo más profundo del silencio se puede hallar el sentido de las cosas; ni sólo en el silencio es posible oír (o ver) lo que las cosas significan. Al final, hay sólo un vacío. La poesía de Juan Guillermo López es, sin duda, hija directa de los Nocturnos de Xavier Villaurrutia y se inscribe en esa misma pasión, mortal y desolada •

Strindberg: el alquimista infernal del teatro, Víctor Grovas Hajj, Libros de Godot, México, 2012.

A CIEN AÑOS DE STRINDBERG EDGAR AGUILAR

Cuando Edgar Allan Poe deliraba en las calles de Baltimore y luego moría miserablemente en el hospital universitario de Washington –según las crónicas de la época–, aquel fatídico año de 1849, “en el tercer piso de una amplia casa cerca de la iglesia de Clara en Estocolmo, el hijo del agente viajero y la criada de casa despertó a la conciencia. Las primeras impresiones del niño, tal cual lo recuerda años después, fueron miedo y hambre”. Así, del otro lado del Atlántico, August Strindberg (1849-1912) saludaba al mundo. En el centésimo aniversario de su muerte, Strindberg: el alquimista infernal del teatro, de Víctor Grovas Hajj, “pretende hacer un homenaje a quien fue uno de los transformadores del teatro moderno”. Homenaje que cumple como nota biográfica, aunque adolece de una más profunda compenetración en la obra dramática del escritor sueco. No obstante, hay en el presente estudio varios aspectos sobresalientes, a pesar del tono y el estilo académico del autor y de una serie de erratas a lo largo del libro, donde se inte-

La inocencia del haiku. Selección de poetas japoneses menores de 12 años, Vicente Haya (compilador), Yurie Fujisawa y Vicente Haya (traductores), Vaso Roto, México, 2012.

La rosa negra, Óscar Mata, Universidad Autónoma Metropolitana/Ediciones Sin Nombre, México, 2011.

El compilador de esta abundante selección ha publicado tres decenas de libros sobre niponología e islamología, entre los que se cuentan Santoka (70 haikus esenciales), El corazón del haiku (La expresión de lo sagrado) y El espacio interior del haiku. Evidentemente, Haya es uno de los más grandes conocedores, de habla hispana, de este género de belleza y precisión relampagueantes, y esta selección, notable por la edad de los autores que la componen, confirman a plenitud el aserto.

Quizá mejor conocido como ensayista e investigador, así como por haber publicado un exitoso curso de redacción, Mata es al mismo tiempo un cuentista de voz tan sólida como provista de fluidez, y esta rosa negra es un delicioso testimonio. Seis son las piezas que componen el cuentario, engarzadas a la manera de perlas en un collar, de modo que cada una de ellas, para verse enriquecida y complementada, requiere la presencia de las otras, aunque por sí misma ya posea su propia especificidad.

gra una breve pieza de Strindberg y un modesto dossier, al final del mismo, dedicado a él. En la figura de Strindberg se unen y complementan una infinitud de caracteres y de aficiones de diversa índole (la alquimia, la pintura, la historia, el ocultismo y la teosofía, entre otras), aunado a su visión trágica y visceral del matrimonio, que lo marcaría para siempre y desarrollaría en obras posteriores como Infierno. Sin embargo, una de sus más grandes aportaciones, como bien lo menciona Víctor Govas, está en su concepción del teatro: “Strindberg señalaba la relación entre sus obras ‘de cámara’ y los conciertos ‘de cámara’ y como sabemos, la relación entre la música y la acción como contrapunto en estas obras contribuía a la ‘polifonía’ que buscaba Strindberg en estas obras cortas y desnudas de toda construcción naturalista.” En efecto, el vínculo música-teatro es apenas el punto de partida de una compleja y novedosa obra dramática que vislumbraba ya en su economía de medios escenográficos, en el innovador manejo de luces para dar una mayor expresividad a los actores, en su desenvolvimiento escénico, en la interacción más cercana con el público –Strindberg crea su propia compañía y funda su Intima Teatern para dicho propósito–, en la resolución psicológica de sus personajes y en la contención emocional de sus dramas, lo que a la postre se convertiría en la culminación del teatro moderno, como preámbulo del surrealismo y del teatro del absurdo, a contracorriente de representaciones más convencionales de su tiempo, como las de Ibsen y Chéjov. Muchas enseñanzas podemos obtener del libro reseñado, como el hecho de que Strindberg, además de genial compositor de dramas, fue tanto un pensador brillante y sumamente prolífico como un hombre impulsivo, caprichoso y de marcados conflictos religiosos, con un delirio de persecución enfermizo, tal vez a la manera de su admirado Allan Poe, de quien afirmaba había encarnado en su espíritu •

RAMÓN PÉREZ DE AYALA, literatura, oficio y experimento Xabier F. Coronado Entrevista con Dolores Castro

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La poesía y la miseria “¿Para qué poetas en tiempos de miseria? ” Esta pregunta que formula Hölderlin en ese hermoso poema que es “Pan y vino”, que los poetas hoy en México debíamos formularnos cada día, y que podría precisarse más preguntando, ¿para qué la poesía en tiempos de miseria?, tiene una inquietante respuesta en esa extraña novela –o sería mejor llamarla poema sinfónico– que es La muerte de Virgilio, de Hermann Broch. Concebida en Altt-Ausse, a donde la Gestapo había confinado a Broch, y concluida en el exilio de ese tiempo miserable, Broch imagina a Virgilio durante las últimas horas de su vida, dirimiendo en su corazón si debía o no quemar la Eneida porque “nada puede el poeta, ningún mal puede evitar; se le escucha únicamente cuando magnifica el mundo, pero no cuando lo representa tal como es. ¡Sólo la mentira es gloria, mas no el conocimiento! ¿Y sería posible, pues, pensar que a la Eneida le tocaría ejercer otra influencia, una influencia mejor?” Aunque sabía que no ejercería una influencia mejor y que la poesía no servía para nada en tiempos de miseria, Virgilio, por la amistad que lo unía a Augusto, no quema la Eneida, pero se sumerge en el silencio de la muerte. Tampoco Broch quemó su novela, pero se encerró en el silencio de las matemáticas. Ambos actos no son, quizá, más que la confirmación de lo que el poema de Hölderlin revela: vivimos, desde la aparición y la muerte de Cristo, la ausencia del Dios. “Un atardecer –escribió Heidegger en 1946 al comentar el poema con motivo de los veinte años de la muerte de Rilke– que se convirtió en noche”, la noche de la miseria y de la barbarie que sólo el poeta reconoce en su horror. Frente a esa noche nada hay que pueda decirse para revelar el conocimiento y evitar el mal que la ausencia del Dios instaló en la conciencia de los hombres. “El mundo –vuelvo a Heidegger– pende [desde entonces] del abismo, porque carece de fundamento.” Pero si la mayoría de los seres humanos puede vivir miserablemente allí, produciendo o soportando lo intolerable, el poeta no olvida la noche ni, adaptándose a ella, trata de abandonar el abismo. Asume, por el contrario, experimentar la ausencia del Dios, del conocimiento, para decirlo con Broch, donde habita la palabra. Porque sólo allí, en la experiencia de la ausencia como ausencia y su silencio, se prepara, diría Hölderlin, el advenimiento de la presencia que sólo se vislumbra en la contemplación, es decir, en el don de la visión que aparece cuando, en medio de la noche y de la ausencia, se miran las huellas que la divinidad dejó. Para Hölderlin son el pan, el vino y la sustancia de las cosas; para Broch, las matemáticas y su correlato acústico, la música. De allí que al final de La muerte de Virgilio el poeta experimente, desde el silencio que antecede a la muerte, la palabra como “lo concebiblemente inefable”, como eso que la novela balbucea con una belleza y una verdad inigualables, en medio de la miseria de su época: “La palabra se cernía sobre la nada, flotaba más allá de lo expresable y lo inexpresable, y él, sobrecogido por la palabra y rodeado por su rumor, se cernía con la palabra; no obstante, cuanto más lo envolvía, cuanto más penetraba en él, sobrecogido por la palabra y rodeado por su rumor, se cernía con la palabra; no obstante, cuanto más le envolvía, cuanto más penetraba él en ese mar de sonido y era penetrado por él, tanto más inaccesible y grande, tanto más pesada e ina-

prensible se tornaba la palabra, un mar cerniéndose, un fuego cerniéndose, pesado como el mar y leve como el mar, sin dejar por ello de seguir siendo palabra: no pudo retenerlo y no debía hacerlo; para él era inconcebiblemente inefable, pues estaba más allá del lenguaje.” El poeta y la poesía, parece responder Broch a la pregunta de Hölderlin, no sirven para nada en tiempos de la miseria. Su función, tal vez, sea contemplar en la noche la gratuidad del advenimiento de la palabra que se resguarda en la inefabilidad del silencio y quizá, en algún momento, balbucirla para encender una vela. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco- cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar todos los presos de la appo , hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón •

Hermann Broch

22 de julio de 2012 • Número 907 • Jornada Semanal

Verónica Murguía Adiós, Nora El 27 de junio murió Nora Ephron. Seguramente será recordada por sus guiones para películas (Cuando Harry conoció a Sally; Tienes un email; Julie & Julia), pero a mí lo que me más gustaba eran sus ensayos. La quise como a una conocida. No como a Marguerite Yourcenar o a Úrsula Le Guin, mis autoras favoritas. Esas dos no suscitan la familiaridad que Nora Ephron me provocaba. Son minervinas, distantes. Le Guin todavía vive y me da mucha alegría leer cualquier cosa que escriba. La adoro. Pero a pesar de que sonríe en la foto que miro a diario, me intimida la sosegada autoridad de su expresión. De Yourcenar, ni digo. Fue una joven bellísima, una anciana imponente a la que no le importaban las arrugas. Un genio. ¿Cómo hablar de depilación o clases de Pilates con ellas? ¿Del horror de ponerse un traje de baño bajo los focos como de morgue de los probadores en las tiendas? En cambio, con Nora Ephron daban ganas de hablar de todo. Lloré cuando supe que había muerto, pues supuse, además, que entendía de dónde salía el sabor agridulce de su último libro, que en español se titularía Ya no me acuerdo de nada. En esta colección de ensayos hay, por ejemplo, una suerte de melancólica disculpa escrita para Lillian Hellman titulada Pentimento. Pentimento, recordará el lector, es el título de un libro autobiográfico de Hellman, prolífica autora teatral y compañera sentimental de Dashiell Hammett. Ephron la admiraba y la entrevistó. Una amistad nació de la entrevista, misma que se arruinó años más tarde cuando Hellman y Ephron tuvieron diferencias en ocasión del divorcio de ésta última. Una tontería. Ephron lo admite. Confiesa, además, que aunque Hellman no era la persona que ella imaginó, nadie hubiera podido llenar los zapatos que trató de calzarle: “La historia es siempre la misma: la mujer más joven que admira a una mujer mayor; la persigue hasta conocerla; la mujer mayor se deja querer; la mujer joven se da cuenta de que la mujer mayor es un ser humano con defectos como cualquiera; la historia termina.” El ensayo sigue y dice: “Si la mujer más joven es escritora, tarde o temprano escribirá algo acerca de la mujer mayor. Y pasarán los años. Y ella también envejecerá. Y habrá momentos en que querrá disculparse –al menos por la forma en la que todo se acabó. Y éste es, quizás, un momento de esos.” Esta franqueza, esta mordaz mirada, gravita sobre cada una de las páginas de Ya no me acuerdo de nada. La memoria y sus imprevistas traiciones (“En cierta forma, estoy desperdiciando mi vida: si yo no me acuerdo de nada de lo que he hecho, ¿quién puede?”); el cuerpo al que desconocemos; el sexo y su lento apagarse; las medidas de la felicidad; el amor; el fracaso –afirma que lo mejor que escribió en la vida se malogró y no dejó de doler–; las sabidurías obtenidas al final, son sus temas. La muerte. “Gente que corre cuatro millas al día y sólo come nueces y bayas, cae muerta. Gente que bebe media botella de whisky y se fuma dos paquetes de cigarros, cae muerta. De repente estás en la lotería, la versión extrema de cualquier juego de azar, y un día, la suerte nos negará la sonrisa. Todos moriremos.” Y admite que por más que quiere decir o descubrir algo profundo acerca de esto, no puede. Se pregunta: ¿si supiera que estoy viviendo los últimos días de mi vida, ha-

LAS RAYAS DE LA CEBRA

Javier Sicilia

LA CASA SOSEGADA

arte y pensamiento ........

ría lo que hago ahora? La respuesta, juiciosa y simple, era que sí. Aunque se preguntaba si era poco ambiciosa por eso, su vida le gustaba. Para ella un día perfecto era comer natilla y pasear en el parque, o ir al teatro y cenar italiano. Me parece hermoso y asequible. ¿Por qué lo viable y lo perfecto tienen que ser mutuamente excluyentes? Sus ensayos siempre me han dado qué pensar. Me obligan a examinar cómo he cambiado. Cuando era joven, yo creía que tal vez el mejor día sería el del triunfo (¿Un premio?, ¿un trofeo?, ¿qué?); o el de la boda (estuvo buenísima); o quizás el momento de llegar al lugar soñado (¿La catedral de Colonia? ¿El mar Caribe?) Luego me dio por pensar que ese día sería aquél en el que lograría parecerme lo más posible a mi idea de lo mejor. Pero nunca he sabido con exactitud cuál es esa idea. Ahora creo que el día perfecto es cualquier día que pueda valorar. Y si es con David, mejor. Aspiro a tener una sonriente resignación ante la muerte –siempre que no ocurra en medio de la violencia y el odio– y un chiste, agrio pero bueno, ante las fragilidades de la vejez. Como Nora Ephron •

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........ arte y pensamiento

Alonso Arreola alarreo@yahoo.com

Revoltijo clásico Sabíamos desde su nombramiento que el director artístico de la ofunam , Jan Latham-Koenig, no sólo se involucraría con el conjunto principal de la Sala Neza sino que trabajaría simultáneamente en el desarrollo de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata, así como en la continuidad del proyecto operístico de la Universidad Nacional. Es por ello que el próximo 18 de agosto, en la sala Miguel Covarrubias, el laureado británico dirigirá Façade (selecciones) de William Walton, basada en los poemas de Edith Sitwell, así como Mahagonny Songspiel, de Kurt Weill, con libreto de Bertolt Brecht y Les malheurs d’Orphée, de Darius Milhaud, con libreto de Armand Lunel. En las voces estarán el Ensamble Filarmonía; Andrew Ashwin, barítono; Irasema Terrazas, soprano; Andrew Rees, tenor; Yvonne Fontane, mezzosoprano; Natasha Day, soprano; Josué Cerón, barítono; Andreas Mattersberger, bajo-barítono; Lourdes Ambriz, soprano; Adélaïde Rouyer, mezzosoprano, y Richard Wiegold, bajo. Nicola Raab será quien diseñe el espectáculo y Víctor Zapatero hará la iluminación. Para no perdérselo. Semanas después, en el concierto de gala de la pretemporada de la ofunam (septiembre 8 y 9), Latham-Koenig conducirá los destinos de Agnieszka Tomaszewska, soprano; Agnieszka Rehlis, mezzosoprano; Yaroslav Abaimov, tenor; Adam Palka, barítono; el Coro de Cámara de la Escuela Nacional de Música (Samuel Pascoe, director), todos en torno a las obras Stabat Mater, de Szymanowski, y Réquiem, de Mozart. Ahora que, si nuestro lector dominical prefiere los conjuntos puramente instrumentales y reducidos, puede investigar fácilmente el calendario de música de cámara del Anfiteatro Simón Bolívar (julio 29) y la Sala Carlos Chávez (agosto 18 y 19) en donde sonarán obras de Beethoven, Piazzolla, Paganini y Brahms. Para compartir con los niños, en cambio, estará el encomiable Festival El Niño y la Música que ofrece los conciertos El rey silencio (Jardín Botánico de la unam , sábado 4 de agosto a las 12:00 horas), Cri-Cri (Sala Neza, domingo 5 de agosto, 17:00 horas) y Don Quijote (Universum Museo de las Ciencias, domingo 5 de agosto, 15:00 horas). Claro que si la búsqueda es para hoy mismo, hay un encuentro interesante en la sala Manuel m . Ponce de Bellas Artes (17:00 horas). Hablamos del concierto dedicado a la amistad entre Pandit Chatur Lal y Octavio Paz (embajador de México en India de 1962 a 1968), en donde tocarán los tablistas Pranshu Chatur Lal y Niti Ranjan, los flautistas Pandit Hari Prasad Chaurasia (el más importante de su patria), Jean Christopher y el mexicano Horacio Franco, así como el tanpurista Meeta Lal Biyawat. Además del concierto se proyectará un cortometraje sobre la vida de Pandit Chatur Lal por sus ochenta y seis años de vida. Cabe decir que esta presentación es parte del ciclo de música de cámara de Bellas Artes que da continuación al de música de los siglos xx y xxi y que corre paralelamente al de Geometría Sonora del Museo Nacional de Arte (Salón de Recepciones), otra buena opción. Allí sonarán hoy, a las 12:00 horas, Rafael Negrete, tenor, y Sergio Vázquez, piano, con piezas de Händel, Mozart, Verdi, Leoncavallo, Donizetti, Rossini, Lehár, De Curtis, Bixio, Chueca/Valverde y Moreno Torroba. El siguiente sábado, igualmente a las 12:00 horas, estarán Manuel Ramos al violín y Carlos Salmerón en el piano, con obras de Beethoven, Ravel, Piazzola, Debussy y De Sarasate. Un día después, el domingo 28, a la misma hora, tocará turno al consorcio Virreinal de Metales, con Juan Carlos Torres en la trompeta y Felipe Galicia en el órgano, Jan Latham-Koenig

más el coro Colegio de Infantes de la Catedral Metropolitana de México; composiciones de Palestrina, Bach y Yon. Así que no hay pretexto, entre verano y otoño habrá mucha tela clásica de donde cortar. Letras que suenan// Escrito por el chilango-ahora-cachanilla Javier Fernández (@Mr_Phuy) y editado por Static Libros (nueva aventura del sello independiente Static Discos de Tijuana), Señora Krupps es un libro que compila seis cuentos (algunos previamente publicados) en los que triunfan los asuntos, las historias, pero sobre todo el lenguaje y la imaginación. De estridente relojería, ofrece humor torcido y metáforas que Huidobro celebraría. Un nuevo creacionismo fronterizo que vale la pena conocer. Búsquelo el lector en: www.staticdiscos.com. En el océano digital// Esfuerzo de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, Código df (www.codigoradio.cultura.df.gob.mx) es una estación de radio creada para internet que “promueve y difunde las propuestas artísticas, culturales y recreativas derivadas de la programación de la Secretaría de Cultura y recintos que colaboran con ella, así como de otras dependencias e instituciones públicas y privadas dedicadas a la cultura”. A lo largo de casi cuatro años se nos aparece como una entretenida posibilidad online conducida en vivo por creadores activos y muy diversos amantes del arte •

Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com

Entre la indiferencia y la pertinencia Como confirmando que la pertinencia suele divertirse poniéndose los atavíos del azar –y de paso aliviando la cruel y triste insania de la demasiada fruslería filmada con que siempre se llenan las pantallas en verano–, puede verse todavía en algunas, pocas salas en Ciudad de México, un filme al que le viene bien más de una definición sucinta: dedo en la llaga es una; concierto de aciertos otra; espejo para las almas, una más. Se trata de Indiferencia (Dettachment, Estados Unidos, 2011), producida y protagonizada por ese magnífico actor llamado Adrien Brody y dirigida por Tony Kaye. Infrecuente como pocas, aquí se percibe la combinación sutil de inteligencia, belleza y sensibilidad, puestas a las órdenes no de un despliegue inane de alardes narrativos y estéticos, sino de la mejor transmisión de un mensaje –sí, un mensaje, por más que esa palabra tenga hoy connotaciones innobles por culpa de la simplonería, la mojigatería, la cursilería y otras –ías con las que se le ha baldado, inutilizándola casi, hasta que llegue precisamente una obra como esta Indiferencia a reivindicar, por vía de su mensaje, ese atributo del que se habla al principio de estas líneas: pertinencia.

CINEXCUSAS

Jornada Semanal • Número 907 • 22 de julio de 2012

BEMOL SOSTENIDO

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Definición primera Dedo en la llaga porque hace una crítica, no por intensa menos delicada –y al revés también–, del modelo educativo contemporáneo occidental, concretamente en la franja que corresponde a la educación media superior. Eficiente y sencillo, el punto de partida de la trama consiste en una ruptura que, como habrá de verse, sólo es la primera de muchas: un profesor titular reporta que se ausentará de sus clases y un profesor temporal (Brody) tiene que sustituirlo. La del nuevo profesor es una visión externa y ajena al pequeño universo al que se agrega pero, simultáneamente, es una mirada que con seguridad ha presenciado, demasiadas veces, demasiados pequeños universos iguales a éste con el que habrá de vérselas, como para mostrarse ya no se diga sorprendido sino siquiera interesado en las particularidades del mismo. Empero, y a contrapelo de lo que sería “lógico”, la consecuente indiferencia no es tal y el nuevo profesor lo manifiesta en varios actos, algunos más graves y otros menos notorios pero, se insiste, todos marcados por el sello de la ruptura.

Definición segunda Concierto de aciertos, entre otras cosas porque amalgama, volviéndolos un solo discurso de plena coherencia, elementos formales que proceden de diversos géneros, entre ellos la ficción pura, el documental y la animación. Indiferencia liquida los riesgos del tremendismo y la moralina con el recurso a una polifonía de conceptos fílmicos cuyo ordenamiento diegético no solamente le confiere al filme ritmo y cadencia sino, mucho más allá de esa obligación, da origen a inflexiones, digresiones y reflexiones en torno al tema básico y a los muchos que de éste se derivan. La diversificación del punto de vista así obtenida universaliza la postura/visión/opinión mantenida por el protagonista, de manera que, siendo tan personal como sea posible, su perspectiva termina por ser la de ese Todos llamado espectador y, por ende, no es recibida como admonición, advertencia ni sentencia; es compartida y unánime, puesto que de Todos procede.

Definición tercera Espejo para las almas porque, directa-

mente derivado de lo anterior, es a ese intangible colectivo e individual hacia donde en realidad se dirige la mirada más atenta de esta Indiferencia: como decir que si a los demás les da lo mismo mi existencia, mis problemas, mis pequeñas y mis grandes angustias, mis actos públicos y mis deseos privados, mi capacidad e incapacidad para comunicarme con aquellos a quienes les da lo mismo que me comunique o que no lo haga… si así están las cosas, si a ese grado de aislamiento, egoísmo y soledad hemos llegado, entonces no sólo he de pagarles con similar moneda sino he de multiplicar la apuesta. Si me jodo y a nadie le importa, jódanse todos, y una terrible vuelta de tuerca: qué me importa si los demás se joden, siempre que no me joda yo…

Pertinencia de la impertinencia Bienvenida la pertinencia de la impertinencia de Indiferencia, y no es mero juego de palabras: buen azar es aquel que hace posible ver hoy un filme agudo, bello y sensible, que versa sobre jóvenes estudiantes invitados a bajarse de la nave del individualismo valemadrista –habitual depredador de quien lo aloje–, precisamente cuando son jóvenes, y estudiantes, los que andan exigiendo ser diseñadores colectivos de su propio futuro; ellos, y no los pleistocénicos empeñados en prevalecer a costa de lo que sea •


arte y pensamiento ....... GALERÍA

Ana Luisa Valdés

El pianista cubano Bebo Valdés nació en 1918 cerca de la Habana, en un pequeño pueblo. Tocaba el piano y compuso canciones muy exitosas; el club Tropicana era como su casa-village. Se fue a Europa en giras con Havana Cuban Boys y con el chileno Lucho Gatica. Pero en 1963 se enamoró de una bella sueca y se mudó a Suecia, dejando en Cuba a su familia y a su hijo Chucho, hoy uno de los más grandes músicos cubanos.

Bebo tiene hoy más de noventa años y ha vivido en el exilio sueco desde la década de los sesenta. Ha ganado varios Grammies y su disco en colaboración con el guitarrista español y gran artista de flamenco Diego el Cigala, ”Lágrimas Negras”, ha vendido cientos de miles de copias. Su reencuentro con su hijo Chucho resultó en un video que es uno de los más vistos de You Tube. Pero cuando yo lo encontré hace muchos años, Bebo era un pianista anónimo que se ganaba la vida tocando en el hotel Continental de Estocolmo todas las noches. El hotel era enorme e impersonal, cerca de la terminal de trenes.

Felipe Garrido

A tres días del mes de marzo, año de 1513, don Martín Soto, adelantado de Su Majestad, partió de San Lúcar con seiscientos hombres e siete naves. E yo, Antón Gil, venía en La probanza, la más velera dellas. La gobernaba Diego Lainza, y venía a bordo el veedor fray Pedro Ruiz, franciscano, con dos compañeros de su orden. E llegados a un puerto que se dice Cabo de Luzes, el domingo la mar comenzó a venir muy brava y la tempestad creció tanto que no menos tormenta había en tierra, y todas las casas e iglesias se cayeron, y seis o siete hombres andábamos abrazados para que el aire no nos llevara, e había que ver que los árboles no nos matasen, pues los vientos los tiraban. Pero don Diego nos hizo subir e desató las velas y cuando otro día amainó nos vimos sin los otros barcos, e luego se supo que un sobrino suyo algo le había dicho e don Diego no quería que nadie más llegara a Xanacoa. (De Nuevas navegaciones..., atribuido a Antón Gil, el

Rogelio Guedea

MENTIRAS TRANSPARENTES

Xanacoa

El público que escuchaba sin mucho interés a Bebo estaba compuesto de viajeros solitarios que no encontraban mucha comodidad en ese hotel que parecía un coloso soviético. Un amigo y yo estábamos sentados en el bar, escuchando el excelente piano, era una noche fría en Estocolmo y todo estaba helado. Éramos cuatro o cinco personas oyéndolo, estábamos un poco tristes, un poco borrachos, un poco solitarios. Le pedimos un tango y la melancólica música de Montevideo y de Buenos Aires nos puso aún más tristes. El piano era nostalgia en estado puro. De pronto la puerta del bar se abrió y un viento gélido vino de afuera. Era un hombre negro y gordo que llevaba consigo un instrumento musical. El recién llegado y Bebo se abrazaron. Dos viejos amigos que se querían y disfrutaban el encuentro. El hombre sacó su instrumento, vimos que era una trompeta. Empezaron a tocar juntos, era uno de los jams más hermosos y bien ejecutados que he escuchado en mi vida. Tocaban como si hubieran tocado juntos toda la vida, improvisaban, se seguían, se desafiaban, lloraban de tristeza y nostalgia y sus instrumentos lloraban con ellos. Dos hombres viejos y negros, recordando los viejos tiempos en que tocaban juntos; Bebo Valdés, el piano; Dizzy Gillespie, la trompeta. Unas horas antes Dizzy Gillespie había tocado en la Konserthuset de Estocolmo ante una multitud extasiada, las entradas costaban cien dólares y habían estado agotadas desde hacía varios meses. Ahora Dizzy y Bebo tocaron para nosotros hasta que amaneció y la ciudad y la noche eran mágicas •

rguedea@hotmail.com

Miel y abejas Hace unos días estuve en la Galería Nacional de Londres. No soy afecto a los museos, pero esta vez no pude rehusarme. Como nada en la vida me es indiferente, entré con los ojos absortos. Creo que fue en la segunda sala donde encontré Cupido quejándose a Venus, el cuadro de Lucas Cranach. En él aparece Venus desnuda y el pequeño Cupido debajo de un árbol. El niño alado sostiene con la mano derecha un panal de abejas y, con la izquierda, se toca el nacimiento del pelo. Tres abejas le pican diferentes partes del cuerpo. La mirada de la madre es de tierna compasión. Intenté obtener el significado de esa bella imagen que, en sí misma, me conmovía, pero fue inútil. Entonces me acerqué lo más que pude y vi la ficha que la acompañaba y que aludía a una verdad tan simple como ésta: todo placer va acompañado de dolor. Volví a la escena y me di cuenta de lo fácil que habría sido encontrar esa verdad oculta en un hecho tan simple que conjugaba miel y abejas. Muchas veces olvidamos, en efecto, que las grandes verdades de la vida las tenemos, para bien o para mal, frente a las narices •

AL VUELO

Bebo y Dizzy

Xamurado) •

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Jornada Semanal • Número 907 • 22 de julio de 2012

....... arte y pensamiento Miguel Ángel Quemain

LA OTRA ESCENA

mquemain@prodigy.net.mx

Cita a ciegas, la espiral borgeana El Círculo Teatral que fundaron Víctor Carpinteiro y Alberto Estrella hace ocho años es en realidad una espiral donde el teatro se desarrolla como espectáculo, espacio de enseñanza y de discusión. El equilibrio del que dotan a este espacio la presencia de Alberto Estrella y Víctor Carpinteiro es admirable. Al menos en las apariencias, lo comercial y el rigor de lo académico se ceden el paso con armonía. Mientras a Estrella parece fascinarle el relumbrón de la alfombra roja y el oropel, los grandes carteles con su figura en primer plano, parece que la presencia de Víctor Carpinteiro, inspirado en la tradición de la unam y la Universidad Veracruzana, mira más hacia la investigación y la modestia del rigor actoral que no pretende los reflectores comerciales. Tal vez la ambición justa de Estrella ha permitido ampliar el público con montajes, temas y presencias actorales que les sean familiares a los interesados en lo escénico y que toman las telenovelas, las series y la presencia en medios como un criterio de confianza. Como sea, el Círculo Teatral tiene todavía la impronta de Víctor Hugo Rascón Banda, quien fue una pieza sustancial en la creación de este foro que no se conforma con un público escaso, que se atreve a formar sus propios actores y que se instaló en un espacio ubicado en la colonia Condesa en el df, donde se iniciaron los talleres que traían la lección de los Actores del Método, espacio de enseñanza donde se desempeñó Alberto Estrella, cuya insistencia finalmente atrajo complicidades artísticas fundamentales. Pienso en la presencia de Rascón porque el Círculo conserva la voluntad de jugársela con lo clásico, lo comercial y un teatro que es amigo de la literatura, de la dramaturgia y el pensamiento.

Cita a ciegas, de Mario Diament, es un ejemplo de esta última perspectiva. Dramaturgia y actuación son el eje de este trabajo de largueza innecesaria pero de gran contundencia actoral. Si insisto en el trabajo de los actores es porque en su memoria están los trazos y los registros que el director Barclay Goldsmith marcó desde 2010, ahora en corta temporada en la calle de Veracruz 107. Diament es un escritor argentino avecindado en Miami, dedicado al periodismo y la docencia, que en un aliento de nostalgia trazó una obra que estrenó en Buenos Aires en 2005, con mucho éxito, por ese delicado homenaje que rinde a la figura del autor de Ficciones. Para quien no conozca a Jorge Luis Borges, los guiños y semejanzas del escritor ciego, quien es uno de los ejes de la obra, no afectará su comprensión. El extraordinario trabajo de Fernando Becerril (con una larga trayectoria también en cine y televisión) permite entender el sentido de un personaje que ha creado lleno de matices y tareas escénicas que hacen evidentes los recursos de un actor de tan larga experiencia.

Imagine el lector a un hombre solitario y ciego, sentado en una banca del parque, atento al espacio que modelan sus oídos y a ese otro que conserva su memoria de un mundo donde podía ver y que, gradualmente, viró hacia esa otra forma del silencio que es la clausura de la luz. Sus ojos sin vida parpadean, con el propósito único de mantener la humedad en el estéril globo ocular que le da forma a una expresión de permanente sorpresa en un rostro que es todo oídos. El escritor declara la existencia de mundos paralelos, convergentes y divergentes, destinos cruzados que se bifurcan y se materializan en una historia contada con gran rigor estructural, donde los personajes obedecen a vínculos desde inconscientes hasta aquellos que se ignoran debido a la pequeñez de un mundo que es un pañuelo, dispuesto a los encuentros inesperados y a relaciones insospechadas. Luis Cárdenas, intenso y memorioso, en el papel de Hombre/banquero/confidente del ciego, a través de un largo y complejo relato teje las vidas de tres mujeres: Mujer, interpretada por Silvia Mariscal, quien representa el encuentro/ desencuentro del escritor y ella misma. Un cruce fugaz que desoyeron y que parecía prometerles el amor eterno; la Psicóloga, a cargo de Ángeles Marín, y Muchacha, de Marcia Coutiño. La mujer del Banquero es la Psicóloga que atiende a la musa perdida del escritor que, a su vez, es madre de la muchacha que el Banquero confidente ama de súbito, y que a la vez es hija de la musa perdida de la paciente de la Psicóloga, que es esposa del banquero/confidente. Universos paralelos, cruzados, convergentes en un encuentro, en uno de los futuros posibles del amor/autor •

Mario Diament

Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch

Daño colateral o justicia poética Las elecciones en México suelen dejar regusto amargo. Son en la práctica todo lo que en teoría no debe ser un proceso electoral: subterfugio, operativo, maña y, sobre todo para los consorcios de los medios y allí particularmente las televisoras del duopolio, negocio, síntesis de corruptelas, trampas, infundios, calumnias y medias verdades que conforman la insana convivencia cotidiana nacional y un reflejo del interminable rosario de traiciones que reviste, en realidad mucho más a menudo que ocasionales, históricas gestas, ese compendio de mentiras al que llamamos “historia nacional”. Como un colofón agrio, los que quizá han sido en décadas los únicos comicios genuinos –aunque ahora sabemos que mucho del resultado estuvo en una mesa de negociaciones– obsequiaron, en las elecciones del año 2000, el que fue uno de los peores presidentes, de los más paletos, ignorantes y estúpidos que hemos padecido en la tragicómica coyuntura histórica del brinco del xx al xxi, y me refiero desde luego al deslenguado presidente-chachalaca. Después vino la traición a la democracia incipiente con el fraude avalado por las cúpulas y arropado por los consorcios de los medios en 2006, y un presidentucho lamentable que fue capaz no sólo de superar en estulticia a su dicharachero predecesor, sino que además, con tintes de tiranuelo, trucó promesas de empleo y fortaleza en las microscópicas economías familiares por un baño de sangre y horror que no parece tener final en puerta. Y luego las porquerías que ya sabemos de las elecciones de este año. El sistema, cualquiera lo sabe, tiene corifeos en los medios. Uno de los más destacados por su vulgar cortesanía es

Pedro Ferriz. Legendaria es su traición al periodismo y su risueña entrega al poder. Lo recuerdo durante el salinismo y también a lo largo de la gestión de Ernesto Zedillo convertido en vocero oficialista, locutor de actos presidenciales, el de los desfiles del 15 de septiembre. Recuerdo particularmente un montaje en un parque. Ferriz llenaba de medio cuerpo la pantalla, y detrás de él se podía ver a soldados en uniforme de campaña, fieramente armados, mal escondidos en los arbustos. Era una rareza encontrar a soldados armados de ese modo en pantalla desde la masacre de Tlatelolco. En televisión difícilmente hay casualidades así. Luego Ferriz se volvió –ya era de derechas– acérrimo defensor del neopanismo pragmático, de las concertacesiones y por asociación lógica, un feroz enemigo de la izquierda, de cualquier izquierda. Chistoso que hoy, quizá errando el cálculo, sus dichos propanistas le costaron el noticiero de Cadena Tres. Tal vez porque sus críticas a Enrique Peña Nieto no casaron bien con los intereses de un grupo empresarial invariablemente ligado al poder, y sobre todo al pri . Sus dichos sobre Peña Nieto se pueden ver en http://www.youtube.com/watch?v=WeuU65Y4qWE. No me gusta Ferriz. No coincido con él en nada. Jamás defendería su quehacer, más de mercenario de la derecha que de verdadero periodista, pero que sea removido por un reacomodo de intereses políticos, por revanchismo (igual, por cierto, que el que él mismo aplicó con saña a Carmen Aristegui y Javier Solórzano, dos señeros periodistas comprometidos con el oficio), si bien no está exento de alguna justicia poética no deja de pertenecer al ámbito de las porquerías a los que los priístas han demostrado con décadas de abuso y prepotencia ser tan proclives. En su inesperada despedida del que fue su noticiero por casi media déca-

CABEZALCUBO da, Ferriz habló de verse obligado “a callar”. Curiosamente, su espacio lo hereda Pablo Hiriart, conocido también por su fiero incordio a la izquierda y particularmente hacia Andrés Manuel López Obrador, sólo que combinado con una reiterada defensa del priísmo y un continuo negar las evidentes irregularidades del proceso electoral a favor del candidato del pri. En un escenario de reacomodos evidentemente ligados a intereses de grupo, los periodistas en México enfrentan un futuro poco halagüeño. La mayoría de los asesinatos de comunicadores de los últimos años siguen impunes. Las agresiones a los periodistas se multiplican. Y las voces, como mal ejemplo para la sana disidencia, empiezan a callar. Mala cosa, un horizonte fosco de represión disfrazada. Enrique Peña Nieto se dice ganador de la Presidencia y no es conocido por su tolerancia. Ahí está la brutal represión de San Salvador Atenco para desmentir toda retórica al respecto. Ojalá y sus agoreros detractores estemos, como dicen sus trovadores, equivocados •


entrevista

22 de julio de 2012 • Número 907 • Jornada Semanal

con John Gerassi, periodista francés John Gerassi (1931), periodista francés, quien fue editor de Newsweek y corresponsal de Time y de The New York Times, ha entrevistado a figuras señeras del siglo xx , entre otras, a Jean-Paul Sartre. Autor de El gran miedo de América Latina, Jean-Paul Sartre: la conciencia odiada de su siglo y Conversaciones con Sartre (Sexto Piso, 2012), donde reúne las entrevistas que le hizo al filósofo francés entre 1970 y 1974, Gerassi cursó su doctorado en la London School of Economics y ha sido profesor en la John Kennedy Freedom School en Berlín y en la Universidad de California. Aquí reflexiona sobre el ámbito político mundial en la actualidad y acerca del pensamiento filosófico y político de Sartre, quien fuera también amigo entrañable de su padre, Fernando Gerassi. En Conversaciones con Sartre, Gerassi no es complaciente. Cuestiona al autor de La náusea sobre temas tan polémicos en su momento como su postura frente a la política de Charles de Gaulle o el movimiento del ’68, o bien lo hace confesar sus obsesiones, una de ellas, recurrente a lo largo del libro, las alucinaciones que experimentaba al sentirse perseguido por cangrejos. Otro leitmotif es el detonador de la rebeldía de Sartre, quien explica a Gerassi que éste fue las burlas de las que era objeto por parte de sus compañeros de clase en La Rochelle (hoy diríamos bullying), además del maltrato de su padrastro hacia él y su madre, pero, sobre todo ‒confiesa Sartre‒, su rebeldía “está ligada a la literatura, ya que leer era una forma de escapar de la realidad para intentar encontrar la verdad en otra parte”. Gerassi se trasladó con su familia a Estados Unidos a raíz de la ocupación alemana en París entre 1940 y 1945.

–C

Ilustración de Juan Gabriel Puga

omo periodista, ¿qué posibilidades le ofrece el género de la entrevista para reflejar el pensamiento de un personaje?

–En el caso concreto de las entrevistas que le hice a Sartre, establecimos una rutina en donde hablamos como si fuera una conversación y no una entrevista. De esta manera, las entrevistasfueron más espontáneas.

–¿Qué tanto difieren sus opiniones de las de Sartre sobre temas tan diversos como la libertad, la muerte y la política?

‒Estuvimos de acuerdo en lo esencial. Diferimos, por ejemplo, en la política de De Gaulle: para él, De Gaulle era un monstruo en lo que respecta a asuntos vinculados con la política de Francia. Yo lo juzgaba desde una perspectiva relacionada con los asuntos internacionales, y en este sentido De Gaulle fue el que más se opuso a la hegemonía mundial de Estados Unidos durante aquellos años.

–¿Cuáles son los puntos en común entre Sartre y usted?

‒Ninguno de los dos nos sentimos abatidos por el sistema cruel del capitalismo moderno; sin embargo, a ambos nos abatió.

–¿Qué piensa acerca del concepto de Sartre sobre la libertad? Parece un tanto ambiguo: por una parte, en Ser y nada, afirma que el humano está condenado a ser libre, y por otra, que el movimiento del ’68 lo llevó a percatarse de la ausencia de libertad en nuestra sociedad, y de que todo se somete a la política.

‒Sartre intentó desarrollar un pensamiento que incluyera tanto al marxismo como a la filosofía existencialista. Pero no pudo, puesto que ambas posturas son divergentes: para los marxistas los actos del ser humano están determinados

por sus circunstancia; en cambio, para los existencialistas la libertad de elección antecede al condicionamiento de nuestra libertad.

de Latinoamérica, así como su gran incidencia en su progreso y desarrollo.

–Para Sartre, escribir, discutir y enseñar fueron su manera de contribuir a la causa de una revolución social. Después de la guerra mundial se dedicó por completo a luchar por esta causa. Aunque Sartre es considerado el filósofo más importante del siglo, su influencia no ha incidido en la esfera de la política.

–En alguna ocasión, Lenin dijo: “Dadme un centenar de hombres acostumbrados a enfrentarse a la policía, y me apoderaré de Rusia.” Sartre se pregunta si él tenía otra opción al ser atacado por ejércitos “voluntarios” venidos de catorce países capitalistas, con la economía en quiebra, y añade: “De no haber recurrido al criterio de la eficacia, habría sido el fin de los bolcheviques.” Usted le responde: “Cuando la eficacia es el criterio predominante en una sociedad, el idiota se transforma en esclavo y el genio en dictador.” ¿Por qué?

‒El tema versaba acerca del hombre-dios, basado en la discusión en el libro de Dostoievsky, Los poseídos, donde hay un debate entre Kirilov y Shatov sobre el tipo de hombre que salvará al mundo.

–En 1972 Sartre opinaba que tal vez tras el declive de la economía estadunidense emergería un nuevo humanismo. ¿Cree que esto sea posible ahora que Estados Unidos atraviesa por una terrible crisis económica?

–¿Cree que Sartre fue el último intelectual comprometido verdaderamente con sus propios ideales?

–¿Cuál era el tema de la novela que usted escribió a los diecisiete años y que decidió no publicar? ¿Por qué?

–¿Cuáles son las ideas acerca de América Latina que incluye en su libro El gran miedo?

‒En ese libro reflexiono acerca de la hegemonía de Estados Unidos sobre la vida de los habitantes

Gerassi desnuda a Sartre Adriana Cortés Koloffon

‒El criterio de eficacia implica que los fines justifican los medios y este razonamiento siempre deriva en una dictadura.

‒No creo que emerja un nuevo humanismo, porque el capitalismo hoy en día es mundial y los ricos siempre pueden sacar del banco su dinero en un segundo y transferirlo a cualquier parte del mundo. –¿Cuál piensa que sería la mejor forma de gobierno para los países de América Latina tomando en cuenta su contexto histórico?

–El socialismo, donde se satisfaga todo lo que la población necesita para vivir. –¿Cree que el comunismo haya muerto?

–Está cambiando. Actualmente se están desarrollando nuevas formas de comunismo, lo mismo en muchos países que en diversos ámbitos académicos, con escritores que comprenden los cambios sociales que tienen lugar en el mundo entero •

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