Schnitzler
José Ma. Pérez Gay
Canetti
Mann
Roth
Musil
el compromiso de la memoria
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 2 de septiembre de 2012 ■ Núm. 913 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Textos de Ricardo Bada y Xabier F. Coronado
Entrevista con F errán A drià N ahui O llin o la elección del destino
bazar de asombros Guadalajara: una ciudad, una revista (iii y última )
“Durante muchos años mantiene el difícil compromiso de estar lejos y se dedica a buscar las claves del siglo entre las ruinas del imperio perdido”: así es como, inmejorablemente, Xabier Coronado describe lo que ha sido el principal signo de la vida y la obra fecunda de José María Pérez Gay. Diplomático, traductor de Canetti, Mann, Kafka y Musil; catedrático, doctor en sociología, editor y promotor cultural, Pérez Gay ha sido testigo y simultáneamente parte activa del tiempo que le ha tocado en suerte vivir, es decir éste, lleno de contradicciones y rutas sin salida aparente. Los textos de Xabier Coronado y Ricardo Bada ponen de relieve lo anterior y nos entregan el retrato hablado de uno de nuestros intelectuales más lúcidos y congruentes. Publicamos además una entrevista con el célebre Ferrán Adrià, chef catalán considerado el mejor del mundo, así como un ensayo en recuerdo de la inolvidable Nahui Ollin.
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La ciudad crecía y seguía siendo la capital cultural y educativa del occidente y la costa del Pacífico. Las pensiones de estudiantes se llenaban de sonorenses, sinaloenses, nayaritas, colimotes que asistían a los co legios de los jesuitas y maristas o a la universidad y, más tarde, al iteso. La Autónoma tenía sus residencias exclusivas para evitar que sus cachorros sufrieran con taminaciones ideológicas. En las pensiones se hacían milagros para enfrentar con éxito los apetitos bestiales de los pupilos. Las sopas de fideos, tortilla, arroz con huevo cocido, las pacholas, albóndigas, albondigones, cuetes mechados, patitas de puerco y bisteces ento matados; las enchiladas, enfrijoladas y enjitomatadas; las tortas de papa, chayote o chinchayote y los frijoles “para llenar huequitos” eran parte del milagro de ad ministración doméstica. No recuerdo la razón por la que los pollos eran un lujo y pienso en la enorme varie dad asturiano-mexicana de los panes dulces, en el pan salado, los molletes, los chilaquiles tronadores y el chocolate, las aguas frescas y los refrescos de la recién abierta Canada Dry, especialmente el sofisticado Ginger Ale y un refresco de uva que hacía el papel de vino en las fiestas. La cerveza era de la fábrica local, se bebía más ron que tequila (ahora acabo de comprar una botella de tequila en abonos; acabaré de pagarla en dos años) y del otro lado de la Calzada se decía que el ron Castillo con tehuacán podía cumplir el papel de un whisk y modesto. Las botanas industriales empeza ban a suplantar al pico de gallo; La Copa de Leche y El Francés eran los comederos de lujo; se bebía café y se alegaba sobre las cosas del cielo y de la tierra en los lugares de los griegos con nombres helénicos, Acró polis, Apolo... El pri ganaba monótonamente las elecciones. En el centro y las colonias, el pan obtenía una modesta vo tación, en las zonas rurales se cumplía lo que ahora sería un sueño guajiro de los gobernadores nostálgi cos del monolitismo: casillas con 3 mil votos para el pri y cero para los otros partidos. Los controles de la ctm y las federaciones regionales, así como las de las agrupaciones campesinas, eran un modelo de discipli na ciega y sólo el pan y los pocos comunistas hacían una oposición con nulas esperanzas. La ciudad inicia ba su despegue y perdía genio y figura. Nos azoró el movimiento de la telefónica sobre los gatos hidráulicos del ingeniero Matute y contemplamos el principio del
2 de septiembre de 2012 • Número 913 • Jornada Semanal
Hugo Gutiérrez Vega
fin del rostro urbano cuando la calle Juárez se abrió empujando o demoliendo bellos edificios. La ciudad, decían, tenía apendicitis y era necesario operar, hacer una profunda herida para que fluyera el mal y se nor malizara el organismo enfermo de crecimiento. Tenemos en las manos una hermosa y bien escrita revista que nos muestra el rostro cotidiano de nuestra ciudad, su arquitectura humilde, bella y funcional. So bresalen los textos de Alfaro, historiador de la arqui tectura que mucho sabe de las moradas para que la vida transcurra cómoda y bellamente; del historiador Mu riá, que sabe balancear la microhistoria con los grandes movimientos de la superestructura; del nostálgico Pé rez Verdía; del fundador de la más ilustre Escuela de Arquitectura del país, Nacho Díaz Morales, talentoso, modesto y lleno de ideas urbanísticas; del sociólogo Guillermo de la Peña que nos habla de la economía y sus años, éxitos y daños; del crítico de Orozco, Gon zález Mello, y de Juan Palomar, arquitecto y gran sacer dote del culto a nuestro miglior fabbro, Luis Barragán. Un texto de Tennessee Williams, en versión de Hernán dez y Paz Lestón, completa la bella entrega ilustrada con fotos perfectas y deliberadamente sencillas para servir mejor al propósito de mostrar la vida cotidia na de una ciudad que debe conocer mejor su pasado para mejorar su presente. El futuro es un país descono cido y yo no soy ni predicador ni diputado por Cocula. Así es que ni lo vuelvo a mencionar. Ashbery me dará las últimas palabras: “Y como acostumbro, empiezo a soñar acodado en el escritorio y medio asomado por la ventana sobre la Guadalajara vislumbrada. ¡Ciudad de flores rosadas! ¡La Ciudad que más quería ver y menos vi de México. ¡Qué limi tada, pero con todo y eso, qué completa ha sido nuestra experiencia de Guadalajara! Vimos el amor adolescen te, el amor de casado y el amor de una madre vieja por su hijo.” Eso vio Ashbery, eso vimos los tapatíos huidos, eso ven ahora ustedes, a la ciudad viva, con sus truenos en seco –campana bendita y magnífica–, sus grandes llu vias, fríos y calores. Ciudad para que la vida cumpla sus ritos y, como novela de Yáñez, ampare al amor que es “la más peligrosa y temida forma de vivir el morir”.
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bitácora creación bifronte
Jornada Semanal • Número 913 • 2 de septiembre de 2012
RicardoVenegas Biblioteca digital vs. biblioteca terrenal El acceso a la información fue modificado desde que se crearon amplísimas bases de datos lla madas bibliotecas digitales. Desde ahí pueden ser consultados diversos tipos de fuentes de infor mación: tesis, periódicos, libros, revistas y una in finita cantidad de datos como disfrute para la eternidad (una vida no bastaría). Pese a las ven tajas que ofrece la digitalización de documentos (actualización constante, horario abierto, búsque das más rápidas…), hay lectores que no abando narían su biblioteca de libros por una virtual. En la biblioteca más antigua se pueden consultar obras completas, mientras que en la digital no hay, en muchos casos, volúmenes enteros de la obra en cuestión, es decir, se ofrecen sólo ca pítulos, pasajes y resúme nes de obras. Al contrario, y a pesar de los esfuer zos de los biblioteca rios por mantener al día los acervos de la biblio teca tradicional,son siem pre insuficientes compa
ricardovenegas_2000@yahoo.com
rados con la velocidad del flujo de datos en la red. Por supuesto, siempre es grato encontrar un e-book (un libro digitalizado o electrónico) en for mato PDF para no adquirirlo en la librería más os tentosa (uno de los pretextos más usados –lugar común– para no leer es: “los libros son carísimos”), a condición de que no sea tan extenso. No es lo mismo leer El samurái, de Shusaku Endo, en for mato de libro, que en la pantalla de la computa dora, por gratuito que sea. Otro inconveniente de la biblioteca en la red es que no todo se encuentra“arbitrado”. Los journals arbitrados son publicaciones integradas con un equipo de expertos en su materia, los cuales definen los criterios que norman la pu blicación de un artículo. Esto revela que no toda la información de inter net es confiable y abun dan los artículos mal redactados, mal trans critos o con datos falsos. Curiosamente la bibliote
ca digital aspira a contener los volúmenes de la tradicional, de manera que la visión polarizada de ambas herramientas podría tornarse en unidad perfecta si los usuarios de unas y otras accedieran al uso indistinto, a la adaptación y a la adopción. Todo sitio web que permite realizar búsque das de información lo hace apoyándose en un motor de búsqueda. Este motor (equivalente al fichero de la biblioteca tradicional) es una caja o renglón donde se colocan las palabras o térmi nos de los cuales se busca información. Esta he rramienta se acompaña de campos o etiquetas donde se puede seleccionar el sitio del documen to en el que se desea ubicar estas palabras: autor, palabra clave, materia, título… Algunos son más sofisticados e incluyen conectores para realizar combinaciones entre dos términos o más, o dos frases o más, para delimitar la búsqueda. Los más comunes son AND ( Y ), OR ( O ) y NOT ( NO ). Buscar un libro no debería representar hoy ninguna dificultad. Si el volumen no está en la librería, quizá se encuentre en la red; las dos he rramientas son complementarias, lejos del agua y el aceite que nos han querido vender •
Monólogos compartidos Francisco Torres Córdova Sombra de ángel En la intrincada madeja de horizontes que cercan el sueño en que se mece una criatura, al centro o en los bordes de su arco de luz o de sus amplias galerías de pura y densa oscuridad, ya la reciente alquimia de sus ojos se afana en encontrar la he bra que habrá de deshilar el ovillo y tramar así su biografía. En la fuente o a la distancia de las múl tiples señales que marcan o anulan los senderos que incesantemente se entrecruzan, se alargan y se cierran, se rozan, se enlazan o disuelven en la precisa vastedad de lo posible, siempre a punto y alertas en el acto más simple y cotidiano, desde el nacimiento hasta la muerte; en el poder de ese azar de condiciones que trazan o desatan, cie gan o inauguran un destino, cuando cobran cima y ocurren, porque en verdad ocurren, hay un ins tante que parece salirse del tiempo de la vida, que no es su ausencia y sí la vida misma concentra da, la única propia y la vida simultánea a todas.
ftorrescordova@yahoo.com
Esa pausa, esa sombra de ángel inasible y trans parente, con frecuencia se disuelve o se extravía en el ruido del mundo que transcurre. Sin embar go ahí, surgida del silencio que dejó en el aire, la palabra del poema busca asir su resonancia, de tener el tiempo que la arrastra, hacerse de su al tura y su horizonte. Gastón Bachelard lo dice con la claridad del pensador que se deja leer por la palabra así articulada: “La poesía es una metaf í sica instantánea. En un breve poema, debe dar una visión del universo y el secreto de un al ma, un ser y unos objetos, todo al mismo tiempo. Si sigue simplemente el tiempo de la vida, es me nos que la vida; sólo puede ser más que la vida inmovilizando la vida, viviendo en el lugar de los hechos la dialéctica de las dichas y las penas. Y entonces es principio de una simultaneidad esencial en que el ser más disperso, en que el ser más desnudo conquista su unidad” (“Instante
poético e instante metafísico.”) Algo –esa pala bra–nos fija entonces de pie en la tierra y nos po ne el dedo del cielo en la cabeza y en la frente, y el tiempo en el que somos se condensa y se sus pende: “Así, en todo poema verdadero se pueden encontrar los elementos de un tiempo detenido, de un tiempo que no sigue el compás, de un tiem po que llamaremos vertical”, apunta más adelan te el pensador francés. Acaso por eso mismo el poema es también el recinto de la más plena so ledad, pero ya una soledad que comparte y que vincula; que acerca lo distante y a la distancia le da una perspectiva, tacto, presencia: “Esa fragan cia tan pura/ que llena toda la sombra/ de la sala, que nos nombra/ con un dejo de amargura/ –co mo recuerdo que apura/ el desdén; esa fragan cia/ que viene de una distancia/ inmemorial a la sala/ será tu aliento, picuala/ será la luz de la in fancia” (“La enredadera”, Eliseo Diego.) •
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El lavalozaque
sevolvióalq
entrevista con Ferrán Adrià Paula Mónaco Felipe
-¿E Foto: Francesc Guillamet
De pequeño soñaba con ser futbolista y quería ser un crack, como Johan Cruyff. Improvisaba porterías en las calles de L’Hospitalet, en Barcelona, porque era un niño de barrio en una familia completamente normal, dice. No tuvo la magia de Cruyff ni pudo ser el mejor futbolista europeo de la historia, pero llegó a ese nivel: ha revolucionado la cocina y desde hace trece años se le considera el mejor chef del mundo. El catalán Ferrán Adrià es el inventor de las espumas que ahora son moneda común en infinidad de restaurantes. Es quien se atrevió a ensayar hasta el cansancio en un laboratorio para crear refinadas y conceptuales técnicas como la desconstrucción de los sabores (aislar ingredientes de un plato típico y reconstruirlo para que aspecto y textura varíen hasta ser irreconocibles, sin perder el sabor original). El rey de la “cocina molecular”, adorado por unos y criticado por otros, ha creado platos inverosímiles que parecen de ciencia ficción, como las esferificaciones (pequeñas bolas de contenido líquido), comidas que utilizan nitrógeno líquido y explotan dentro de la boca. Sofisticados y alocados platillos como “ninfa de algodón”, “bizcocho de pistachos liofilizados”, “ostra con emulsión de jamón y su perla”, “lío de zanahoria”,“gelatinas calientes” o“sesos de cordero con erizo y algas”.
s verdad que nunca estudió cocina? ¿Cuándo descubrió ese mundo que hoy es el suyo? ¿Qué le gustó?
–Fue una casualidad. Empecé trabajando en un hotel de Castelldefels, fregando cacerolas con el único objetivo de ganar un poco de dinero para irme de vacaciones a Ibiza. El chef Miquel Moy, mi primer jefe, hizo que crecieran en mí la curiosidad por este oficio y las ganas de aprender. Conocí la cocina por casualidad y después de mucho esfuerzo, trabajo y dedicación, se ha convertido en mi pasión.
–Desde 1999 usted es considerado el mejor cocinero del mundo. ¿Qué le ha dejado esa experiencia?
lista de personas más influyentes del mundo de la revista Times. No se vislumbra alguien que lo releve y en el mundo gastronómico bromean diciendo que es el máximo celebrity-chef, pero no hay críticas; en general sus colegas lo elogian, lo consideran gene roso y capaz de abrir caminos que luego otros tran sitarán. Tiene un extenso y variadísimo currículum. Es doctor honoris causa por la Universidad de Har vard y creó un taller-laboratorio en Barcelona pero también ha trabajado en las bodas reales de Ingla terra y España. Ha hecho jamones, vinos, aceites, menús para aerolíneas, sugerencias para la dieta de enfermos de cáncer y hasta papas fritas comerciales.
–Una inmensa gratitud y al mismo tiempo una gran responsabilidad. Soy consciente de que hay muchas personas que respetan y admiran mi traba jo, por lo cual debo realizarlo de forma honesta.
–A usted, ¿qué no le sale?
–¿Hubo tiempos difíciles?
–¿Qué come a diario?
–Muchísimos. Para poder llegar a hacer (del restaurante) El Bulli nuestro sueño, hemos tenido que superar muchos problemas (los primeros quin ce años fueron apenas para salvar costos en lo eco nómico).
–Usted es también un empresario destacado, para algunos un Midas que convierte en oro todo lo que toca, sean restaurantes, servicios de catering o productos comerciales. ¿Se puede estar en la cocina y en el negocio sin distraerse?
–No soy ningún Midas, han habido proyectos que no han funcionado. La experiencia de años hace que se tengan conocimientos de otras facetas, como la economía. Y siempre me rodeo de expertos, porque es un mundo complicado.
–¿Le preocupan las críticas por sumarse a proyectos comerciales y patrocinados?
–Para nada, al contrario. En esto se debe ser muy pragmático y para realizar proyectos ambiciosos se necesita financiación. Siempre digo que los pa trocinadores deben tener protagonismo y les de bemos agradecer porque en el mundo se han hecho cosas magníficas que sin su apoyo nunca se hubie ran podido realizar. Preciso y puntual en sus palabras, aunque no an tipático, igual responde sintético que argumenta con pasión. Se acelera en la plática porque así es en la vida. Siempre corre, nunca se detiene, y le divierte decir que fuera de su país lo consideran “el loco co cinero”. A sus cincuenta años, el lavaloza que se vol vió alquimista ha sido portada de cuanta publica ción prestigiosa exista y es asiduo integrante de la
–Muchas cosas. Por ejemplo, mi sueño de peque ño era ser futbolista, como Johan Cruyff, y está claro que me quedé en el camino. –Mucha verdura y fruta, cocinadas de forma muy simple.
Cinco años atrás, en la terraza de El Bulli, Ferrán Adrià rebatió las críticas al tamaño de las porciones y a su menú minimalista, que incluía una degustación predeterminada con pequeñas esferificaciones y platos galácticos, a un costo de 250 euros. “No pongas en comparación cocina tradicional con alta cocina, son dos mundos que no tienen nada que ver, son diferentes y confrontarlas no tiene ningún sentido. Hay un mito de que en El Bulli se come poco pero es tonto, hay 800 gramos de comida. Es un tema de proporción y un principio de armonía, de secuencias. Conforme vas comiendo, si la secuencia es demasiado larga, pobres de nosotros. Al final un plato es un lenguaje y tiene que estar escrito de manera que lo entiendas, para eso tienen que ser problemas cortos. Una canción no dura veinte minutos.”
quimista
Come, este es mi cuerpo (fragmentos)
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Esther Andradi
mercado
En el mercado me detengo ante la escultural calabaza. A un costado, una palta morada le hace un requiebro. La palta está partida a fin de demostrar eficazmente que es tan tierna como las que más. No puedo seguir adelante. Necesito confiar a alguien esta maravilla y entonces descubro que el mundo es un mercado y más valdría no hacer las compras sola. vino
–Usted y algunos colegas suyos revolucionaron la gastronomía, rompieron los moldes. ¿Hacia dónde va la cocina ahora?
–Es imposible pensar que va en una dirección única. Por suerte, en el mundo encontramos muchos estilos, aparte de las cocinas tradicionales e histó ricas. Pero lo que sí podemos afirmar es que cada día los cocineros apuestan más por una cocina que emocione; la emoción se está transformando en el eje de la alta cocina. Estoy seguro de que aún nos depara grandes sorpresas. Ferrán Adrià ha dedicado veintisiete años de su vida al restaurante El Bulli, una casa con aires de residencia familiar, cortinas provincianas y muebles antiguos, instalada en un lugar privile giado, la Cala Montjoi, donde los Pirineos termi nan en las frías y azules aguas del Mediterráneo. Cuando El Bulli llevaba cinco años consecutivos elegido como mejor restaurante del mundo y con tres estrellas de la Guía Michelin (máxima distin ción), en la cima del éxito, Adriá cerró sus puertas. Era la meca de la cocina de vanguardia y atendía únicamente seis meses al año, sólo en horario de cena. Recibía cerca de 800 mil pedidos de reserva ciones, con eternas listas de espera porque apenas tenía capacidad para seis mil comensales por tem porada, cincuenta al día. No abandonó el partido, sólo pisó el balón.
–¿Por qué decidió cerrar su restaurante? ¿un día se despertó y dijo no va más?
–El Bulli no se ha cerrado, se ha transformado en El Bulli Foundation. Fue una decisión consecuen te y meditada, respetando nuestra experiencia y trayectoria. Necesitábamos cambiar el escenario y durante toda la historia del lugar los cambios han sido una tónica general. Necesitábamos reinventar nos, esto nos permitirá seguir creando con ilusión, pasión, riesgo y libertad. El chef que rompió con la supremacía de la cocina francesa a nivel mundial lleva un año sin abrir su restaurante. Ahora se dedica a viajar y trabaja en dos ambiciosos proyectos. Uno de ellos es El Bulli Foun dation, un búnker de cocina experimental con insta laciones vanguardistas y ecológicas que incluyen una sala de generación de ideas (“ideario”), otra de proyecciones, un archivo y una cocina. La construc ción avanza y planea inaugurar en 2014. El otro pro yecto es Bullipedia, una enciclopedia culinaria que incluirá todo lo investigado y creado por el catalán y su equipo.“Es una tarea monstruosa. Para ordenar todo lo que hemos hecho necesitamos años, pero lo bonito es que no tiene fin, irá creciendo día a día por que la cocina es algo vivo.” •
Mi cara se parece cada vez más a una pasa. Las arrugas me visten la sonrisa de lomo de tortuga, el llanto de crisálida, la seriedad de pasa nomás. Por eso bebo tanto. Para macerarme en alcohol y así poder tragarme. Lástima que no puedo sobornar al espejo. Pero quizá termine disolviéndome en saliva, acogiéndome al privilegio de las hostias. nueces
Los vegetarianos me dijeron que una nuez tiene las mismas proteínas que un bife. Así que el do mingo compré nueces. Soy mujer de ideas antiguas o bien de escasos artefactos modernos. Ergo: no dispongo de rompenueces. De modo que pretendí partir a las condenadas golpeándolas contra la mesa. Imposible. Apelé a mi instinto y apreté una contra otra. Infalible. La comprobación me enseñó que aún con feminismo y todo, la mejor forma de dividir a las mu jeres no es aplastándolas contra el piso –como nos hacen a algunas– sino apretando una contra otra. Como las nueces. carnes i
¿Hay algo más masculino que la carne? ¿Más violento y lleno de provocaciones que un trozo de carne fresca colgando del gancho? A veces, cuando mi esmerado casero destroza la carne con un hacha y sobre un tronco – procedi miento común en los mercados peruanos, pero que, como se sabe no es lo más apropiado- des pués, mientras sorteo astillitas de madera y huesitos triturados, siento que me como un macho. Un camionero en musculosa, bigotes y barba incluída. Prefiero las verduras y frutas, mil veces. Pero entre nosotras las hay carnívoras...¡y cómo! carnes ii
Verdad es que también existen aquellas carnes andróginas, y una que otra asexuada, tierna como recién nacido. Entre las primeras, qué duda cabe, están todas las formas de los lomos exceptuan do aquellos fuertemente aderezados –con pimienta por ejemplo– que me retrotraen indefectible mente a la imagen del hombre del camión. Entre las segundas, el insípido pollo y algunas variedades de pescados. ¿Los mariscos? Esos tienen todos los sexos y aun los que no tienen nombre, toxinas incluidas, sazonando la moral y el rito de chupar y sorber el laberinto de sus interiores. Como decía Proust –“con todo el pasmo y el dolor del amor“– O como dijo alguna vez una analista querida: “–No se preocupe por sus opciones sexuales. Los pansexuales como usted, no conocen reglas–“ Igualito a los mariscos. carnes iii
Y ni qué decir, que si hay que elegir entre masculinidades, atraco con los chicharrones. Crocantes, irremediablemente sebosos, calientes y deliciosos. A cualquier hora, pero preferiblemente al de sayuno, después de una noche larga. Seductores, varoniles, los chicharrones, casi siempre indigestos después, pero entretanto qué buenos • Nyotaimori, moda japonesa de comer sushi sobre el cuerpo de una persona
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Nahui
Ollin tu/ el sexo/ maravilloso/ a todos los ojos/ que/ la poseen/ viéndola.” Sabía lo que decía. Viéndola, todos la poseen. Le yéndola, también. Pensando en la fotografía que atrapó literalmente a Tomás Zurián y que desenca denó la pasión de su rescate, no podemos sino con cluir que la mítica mirada de Carmen Mondragón/ Nahui Ollin sigue cobrando víctimas. El Doctor Atl, que gozó esos ojos y los tuvo muy cerca de los suyos, los vio así: “Sus ojos verdes me inflamaron y no pude
Juan Domingo Argüelles
T
engo la hipótesis de que el deslumbramiento que produce la belleza física y la penetrante y seductora mirada de Nahui Ollin (“ojos inusi tados de sulfato de cobre”) ha impedido leer la con más atención. Su belleza arredra y arrebata, y todo lo demás pasa a un segundo plano. Es difícil concentrarse en su obra cuando ella mis ma es también parte de su obra, pues Nahui Ollin eligió su destino o, como dijera Rosario Castellanos (en su “Meditación en el umbral”), buscó otra forma de ser, con las consabidas consecuencias, en una so ciedad a la que ella rebasó. Si Rosario Castellanos dijo: “haber otro modo que no se llame Safo/ ni Mesalina ni María Egipciaca/ ni Magdalena ni Clemencia Isaura”, Nahui Ollin pre gona su “Insaciable sed”. Líricamente, confiesa: “Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed/ de esos mundos nuevos/ que voy creando sin cesar,/ y de las cosas/ y de los elementos,/ y de los seres,/ que tienen siempre nuevas fases/ bajo la influencia/ de mi espíritu y mi cuerpo que tienen siempre loca sed;/ inagotable sed, de inquietud creadora.” En Nahui Ollin, espíritu y cuerpo son indisocia bles, y esa inquietud creadora y esa inagotable sed de los mundos nuevos aparecen una y otra vez en sus pinturas, en sus poemas, en sus prosas, pero también en sus actitudes vitales, en su arrojo, en su audacia y desparpajo de no pedir permiso a nadie para ser lo que realmente quería ser: “renovación de juventud de carne y de espíritu”. Patricia Rosas Lopátegui supo comprender todo esto y nos lo entrega, íntegro, en el espléndido vo lumen Nahui Ollin sin principio ni fin: Vida, obra y varia invención (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2011). Reunir la obra de Nahui Ollin, recuperarla pa ra los lectores y para la historia cultural de México, constituye un mérito que debemos agradecer, pero añadir a ello las referencias, la hemerografía, la ico nografía y los estudios biográficos sobre esta impar artista y espléndida mujer, es doblemente agradeci ble. Nahui Ollin, gracias a esta publicación exhaus tiva, con un maravilloso prólogo de Tomás Zurián, vuelve a la vida, regresa al ejercicio rebelde de vivir y crear, y nos planta su belleza en todos los sentidos: para que la veamos, también, aquellos que no la co nocimos personalmente. Expresado con fortuna y brevedad aforística, “encarnación del eterno retorno, Nahui Ollin repre senta en la cultura universal el movimiento con tinuo de la creación, la libertad audaz y la ola más álgida del erotismo puro y sincero”, en palabras de Rosas Lopátegui. Polifacética, Nahui Ollin fue pintora, poeta, ensa yista, compositora, modelo y mujer que rompió con todos los esquemas de su tiempo. Loca, por supuesto, porque la locura es ese estigma con el que la socie dad de las buenas conciencias condena lo que no en tiende ni acepta, Nahui Ollin hizo lo que le dio la
o la elección del d gana en un tiempo y en un ámbito en los que la liber tad se pagaba a muy alto precio. Recuerdo aquí unos versos de Luis Cernuda, que vienen al caso: “Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos,/ En rup tura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto.” Así, a precio alto, pagó ella la libertad. En su Óptica cerebral (1922), del que José Gorostiza dijo que era “un libro puro donde no cayó la semilla de otros libros”, Nahui Ollin escribe sobre la esclavi tud y el poder de los imbéciles. Los poderosos, dice, “hacen de los pueblos y de los mundos masas unifor mes, manadas de borregos guiados por venerados criminales que se titulan gobiernos”, y en el caso de los imbéciles, éstos tienen como auxiliar perverso el oro que han acumulado y que es muchas veces el fru to de sus rapiñas. Obviamente, una persona que di jera estas verdades sólo podía ser una loca, y más loca aún mientras más bella. Su poesía, sea en verso o en prosa, contiene siem pre no sólo el componente lírico sino también el én fasis de rebelión que pone en entredicho el estatus aceptado. Nahui Ollin reivindicó su independencia y eligió su destino. No en vano escribe su epitafio, para que sobre su lápida leamos la descripción de su carácter, su búsqueda vital y su conquista de indivi dualidad. Sostiene: “Independiente fui, para no per mitir pudrirme sin renovarme; hoy, independiente, pudriéndome me renuevo para vivir.” Asegura que los gusanos no le darán fin, y es poética y es profética en este sentido. Erótica y rebelde, o rebeldemente erótica, Nahui Ollin lo transfigura todo. Si pudiera hablarse de una mirada terrena que encarnara el mito de los ojos má gicos que petrifican (Gorgona, Medusa, pero no con máscara de horror, sino con la más alta belleza insu perable), esta mirada es sin duda, en el arte mexica no, la de Nahui Ollin, ya sea retratada por Antonio Garduño o por Edward Weston. Esta mirada no la conoceríamos sin los retratos de estos dos fotógra fos que quedaron petrificados por la diosa Eros. Ella misma describe su mirada: “Mis ojos verdes se reconcentraron con voracidad.” La de Nahui Ollin es, en efecto, una mirada voraz, pero la artista insis te en que es tierna en el interior, y esta frase que da título a otro de sus libros (escrito originalmente en francés) tiene la feliz anfibología de la ternura y la sexualidad. Dice: “Tierna/ en el interior/ del espíri
quitar los míos de su figura en toda la noche. ¡Esos ojos verdes! A veces me parecían tan grandes que borraban toda su faz. Radiaciones de inteligencia, fulgores de otros mundos. ¡Pobre de mí!” Y luego el cabello, ya bien largo, ya corto, o tras quilado, tusado como en la poderosa fotografía de Weston, que podemos vincular a estos versos de la escritora: “Me corté el cabello largo y rubio que te nía/ me lo corté para amar/ para dar un poco de oro de mi cuerpo/ Cuando me lo corté para gustar/ las puntas volvieron a crecer más largas/ y gané después de darlo.” Venus suspensa, para decirlo con palabras de Ra fael López, Nahui Ollin/Carmen Mondragón goza su desnudez y la reparte. Sus grandes ojos verdes iluminan aún más esa desnudez tanto en las foto grafías como en sus autorretratos pictóricos donde es ella todo ojos y luz. En un óleo de 1928 le presta incluso sus ojos a un felino. “Ojos inusitados de sul fato de cobre” vuelvo a decir, con el célebre verso de López Velarde. En un texto de Elena Poniatowska de hace veinte años (que Rosas Lopátegui recoge también en este libro), la autora de Tinísima escribe: “¿De dónde pro
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vienen los ojos de sulfato de cobre de algunas mexi canas que las hacen parecer ciegas o brujas o veladas por una hoja de árbol, una ola de mar? De que Nahui Ollin tenía el mar en los ojos no cabe la menor duda. El agua salada se movía dentro de las dos cuencas y adquiría la placidez del lago o se encrespaba furiosa tormenta verde, ola inmensa, amenazante. Vivir con dos olas de mar dentro de la cabeza no ha de ser fácil. Convivir tampoco. El Doctor Atl vio a Nahui en un salón y se abrió ante él un abismo verde como el mar.
destino
creación Enrique Escalona
Palo dado…
L
a sentencia se cumplió: empalamiento al acusado. Primero le rompieron la quijada, después le fracturaron las
piernas. Desnudo, lo tomaron de los brazos, cuyas manos estaban unidas y amarradas por las muñecas. Tres hombres lo levantaron en vilo, en ángulo recto; ya en el aire, otro le abrió las nalgas para que quedara expuesto el ano. Poco a poco lo sentaron en la estaca de punta redondeada, que penetró en las entrañas como un cenital de luz en la oscuridad. Lo mantenían en posición recta y con la cabeza hacia arriba para evitar el daño de órganos vitales que causara la muerte inmediata. El alarido del empalado provocó la euforia de quienes miraban, que se extasiaron cuando de la boca del castigado salió, como lengua, el extremo superior del palo. El cuerpo se agi-
Nahui Ollin, fotografiada por Antonio Garduño
taba desesperado; duró tres días con vida, y
‘Yo caí en ese abismo, instantáneamente, como el hombre que resbala de una alta roca y se precipita en el océano. Atracción extraña, irresistible.’ La invitó a ver su pintura en una vieja mansión en la calle Ca puchinas número 90. ‒Quizá le gustaría a usted ver mis cosas de arte. Así le dijo la serpiente a Eva, y así empezó el paraíso para ambos. ¡Pobre de Nahui! ¡Po bre del Doctor Atl! Vulcanólogo vulcanizado.” Esta hermosa descripción contiene, en su breve dad, todo cuanto fue Nahui Ollin: una atracción irresistible. Y todo cuanto sigue siendo: una atrac ción irresistible, un abismo que, en su profundidad, encierra una historia de rebeldía, belleza, talento e inteligencia que todavía nadie ha podido abarcar, pero que todo aquel que cae bajo su influjo trata de explicarse. Nahui Ollin la Bruja, la Gorgona, la Loca, la Rebelde, la Venus Imposible. Y también la pintora, la escritora, la transgresora que, movida por su inquietud creadora, eligió su destino (movi miento perpetuo, renovación continua del univer so) para estar hoy entre nosotros y en un libro que, gracias a Patricia Rosas Lopátegui, nos atrapa y nos lleva al fondo del abismo, un verdísimo abismo sin principio ni fin •
varias semanas putrefacto. Con su muerte se terminaron los empalamientos, que cientos de veces él ordenó •
Pérez
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de la me Xabier F. Coronado
José María Pérez Gay. Foto: Roberto García Ortiz/ La Jornada
H
Walter Benjamin
ay un conocido aforismo que vincula la negación de conceptos contrarios para darles razón de ser: “Sin memoria no hay futuro.” Pero, ¿qué entendemos por me moria? En el d r a e , “memoria” (del lat. memor ia), tiene una quincena de acepcio nes diferentes, la primera de ellas la define como: “Potencia del alma, por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado.” En su diccionario, María Mo liner va un poco más allá en la etimología, nos ex plica que memoria viene de mémor-is, “el que re cuerda”, que a su vez procede de mémini: fijar, grabar, incrustar, mantener en; y la define de ma nera más racional: “Facultad psíquica con la que se recuerda.” Ninguno de los dos diccionarios explica que la memoria, además de ser una capacidad indi vidual, puede compartirse: memoria familiar, po pular, histórica…, lo que conocemos como me moria colectiva. En la frase que la enlaza con el futuro, memoria se refiere al recuerdo de lo pasado, de todo lo que ha dejado huella y es susceptible de ser interpre tado con el fin de extraer una enseñanza que pueda servirnos en lo venidero. La cita de Benjamin que abre este texto encaja en el ámbito particular, pe ro también en el general, porque la memoria co lectiva se fija integrando la memoria de cada in dividuo. José María Pérez Gay, narrador, ensayista y tra ductor, es un intérprete de la memoria, un recolector de recuerdos ‒personales, históricos‒ que al trans mitirse se incorporan al libro inmaterial de la me moria colectiva.
Las huellas de la catástrofe En esos años los escritores se dedicaron a recordar lo que había sucedido, su tarea fue la de restituir la
memoria, esencia al final de toda literatura.
j. m. Pérez Gay
El destino de José María Pérez Gay (Ciudad de Méxi co, 1944), uno de los intelectuales más reconocidos de nuestro panorama actual, se comienza a definir cuan do, recién licenciado en Comunicación por la Univer sidad Iberoamericana ‒que entonces se ubicaba en un caserón de Coyoacán donde “el catolicismo apos tólico y romano más radical campeaba en los salones de clase”‒, le conceden una beca de cinco años en la Universidad Libre de Berlín, para estudiar maestría y doctorado en Sociología y Germanística. Después de siete meses aprendiendo el idioma en Baviera, se traslada a Berlín. Corría el mes de abril del año ’65 y Pérez Gay se encuentra con una ciudad que “vein te años después de la derrota del Tercer Reich era to davía un montón de ruinas y escombros, terrenos baldíos sin nombre, por doquier las huellas terribles de la guerra”. Pero la consecuencia más determinan te de aquella guerra era la división de la urbe en cuatro sectores y la construcción de un muro que separaba la parte oriental de la occidental. Pérez Gay confiesa que se quedó desconcertado cuando una noche le des pertaron las ráfagas de ametralladora y se dio cuenta de que iban dirigidas a las personas que intentaban pasar a la zona occidental de la ciudad. A ese recuerdo de su memoria individual se sumó, aquel mismo verano, otro que forma parte de la me moria colectiva, la visita al campo de concentración de Auschwitz, una evidencia de la masacre que esta ba prácticamente como al final de la guerra: “No dá
bamos crédito a lo que íbamos viendo. Las miles de maletas amontonadas en las bodegas…” El guía era un sobreviviente del campo que les contó de primera mano lo sucedido en aquel lugar. La visión de las huellas de la catástrofe humana impacta en el joven estudiante mexicano. A partir de entonces se convierte en un testigo activo de todo lo que vive, reteniendo con precisión en su memoria individual esas experiencias. Además asume la la bor de profundizar en todo lo que ve, para conocer la memoria de esos abismos colectivos. Pérez Gay se convierte en narrador de su propia vida y en inves tigador de la memoria histórica. Durante muchos años mantiene el difícil compromiso de estar lejos y se dedica a buscar las claves del siglo entre las ruinas del imperio perdido. Los beneficiados de esta resolución somos todos sus lectores, porque las experiencias que reúne son ana lizadas y trasmitidas con tanta claridad que nos hace partícipes de ellas. En sus libros y artículos, Pérez Gay
“
“Casi todo lo que escribo tiene que ver con el periodismo, el periodismo literario si quieres llamarlo así. No me da ninguna pena decir que en las páginas de los diarios me hice. ”
“
La verdadera clave de nuestra vida es la memoria.
zGay el compromiso
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emoria
narra la vida de los escritores y personajes que descu bre en su investigación, extrae las ideas y explica las circunstancias, recupera la memoria y nos la revela.
La aventura de vivir y contar la historia Mi propósito es unir la tensión finísima y poderosa de
la novela, el amor a la biografía y el rigor de la historia
social y literaria. j. m. Pérez Gay
Las búsquedas literarias, filosóficas e históricas de José María Pérez Gay, nos hacen entender mejor un siglo tan determinante como el pasado. Al leer sus libros sentimos la mano del maestro que nos guía con palabras que forman historias memorables. Así, nos sitúa en un abarrotado auditorio de Berlín en 1967, donde Herbert Marcuse, “un académico desprovis to de solemnidad y de pedantería”, explica a los es tudiantes que “lo único que puede esperarse de las nuevas posibilidades tecnológicas es que se convier tan en nuevas posibilidades de represión”; y les lan za la idea precisa: “Sólo la imaginación nos dará una respuesta”, que meses después se convierte en con signa: “Cuando, un año más tarde, vi escrito en los muros de París: ¡la imaginación al poder!, recordé a Marcuse.” Pérez Gay también nos invita a participar en el primer encuentro entre Rudi Dutschke, el malogra do líder universitario alemán, y Daniel Cohn-Bendit, el Rojo, en el Club Republicano de Berlín Occiden tal. Sobre las consecuencias del ’68 nos comenta que a partir de entonces “muchas cosas cambiaron sin darnos cuenta. Creíamos que el mundo era nuevo, porque nosotros éramos nuevos en el mundo”. Pérez Gay es un impecable rastreador del pasado reciente, sus textos proyectan imágenes que nos con vierte en testigos directos de la historia. Visualiza mos a Joseph Roth en la terraza del café Tournon, reinventándose a sí mismo y haciendo alarde de lu cidez etílica. Conocemos personalmente a Elías Ca netti y nos enteramos del “apasionado debate contra la muerte” que sostuvo toda su vida el genial escritor de Masa y poder. Visitamos en su casa a Heidegger, “el pequeño mago de Messkirch”, el profundo pensador de Ser y tiempo, ensombrecido por su ceguera histó rica. Saludamos a Paul Celan, el poeta de la lengua adánica, durante un curso de literatura comparada en la Universidad Libre de Berlín, tres años antes de sentenciarse a sí mismo a morir ahogado en el Sena
por creerse responsable de la muerte de sus pa dres. Pérez Gay afirma ‒corroborando las palabras del poeta guatemalteco Luis Cardoza: “Olvidar es saber vivir. Yo quiero un recuerdo sin pasado‒ que, en este caso, “la vida sólo es posible si hay olvido. El perdón no es sino una ratificación moral del olvido. Paul Celan no pudo olvidar ni perdonarse”. Los escritos de Pérez Gay son de carácter filosófico, histórico, biográfico; y según sus palabras, proceden del periodismo: “Casi todo lo que escribo, aun cuando sea novela o cuento largo, tiene que ver con el perio dismo, el periodismo literario si quieres llamarlo así. No me da ninguna pena decir que en las páginas de los diarios me hice. Todo esto para mí tiene dos sinó nimos: periodismo y literatura.” También afirma que la literatura “es la zona más acogedora de la existen cia”; a la vez que no considera a la crítica literaria una especialidad sino “vocación individual que arma pa cientemente la pedacería de la cultura”.
Nexo entre culturas No podría concebirme sin las historias de Joseph Roth, sin la
pasión de Arendt y Heidegger, sin la inteligencia y las
preguntas de Habermas, Sloterdijk, Safranski.
j. m. Pérez Gay
El destino de José María Pérez Gay, además de lle varlo a asumir el compromiso de ser un recopilador y trasmisor de la memoria, lo condujo a ser nexo en tre culturas. Tendió el puente que dio acceso al lector mexicano a la literatura en lengua alemana, un logro que todos le debemos. Nos presentó a una serie de escritores fundamentales ‒Roth, Canetti, Kraus, Broch, Benjamin, Habermas, Musil, Benn y Enzens berger, entre otros‒, las piezas que nos faltaban para completar y entender la historia de la literatura y la filosofía del siglo xx . Con su prosa fluida y un análisis apasionado e imparcial, Pérez Gay fue trazando el mapa de las ideas que circulaban en Europa. Esa tarea nos fue dejando, además de una larga serie de interesantes ensayos, una cosecha de libros fundamentales como: La difícil costumbre de estar lejos (Océano, 1986); El imperio perdido (Cal y Arena, 1991); Tu nombre en el si lencio (Cal y Arena, 2001); y La profecía de la memoria. Ensayos alemanes (Cal y Arena, 2010). Toda esta labor le valió merecidos galardones: en Alemania, la Cruz al Mérito y la Medalla del Institu to Goethe; en Austria, la Cruz de Honor para las Ciencias y Artes; y en México, el Premio Nacional de Periodismo en Divulgación Cultural. Además de ho menajes y reconocimientos públicos.
El compromiso con México Pérez Gay tuvo la firmeza de seguir adelante a pesar de las
múltiples situaciones desfavorables. Se mantuvo amarrado al
mástil y atravesó los círculos en que no sólo lo cuestionaban, sino lo
denostaban. La suya fue una pequeña gran batalla.
Elena Poniatowska
Hay otra faceta en José María Pérez Gay, la de per sona comprometida con su tiempo y con lo que su cede en México. Su reciente libro, El corazón es un gitano (Planeta, 2010), es un mosaico de estampas actuales (“relatos súbitos”) de la vida en Ciudad de México. Activo y militante, sabe cómo seguir dele treando la esperanza a pesar de todos los obstácu los: manteniendo esa búsqueda continua de cauces para poder comunicar las ideas (Radio Educación, Canal 22, La Jornada, Nexos, etcétera.); apostando siempre por la cultura social ‒“una sociedad de lec tores críticos en los que todavía alienta la esperan za”‒ y el conocimiento, como marco y vehículo pa ra navegar por estos tiempos, tan vertiginosos y determinantes como aquellos que vivieron Roth, Broch o Kraus. Nuestro presente es heredero de un período don de se cayeron todas las utopías a base de genoci dios y catástrofes: Auschwitz, Hiroshima, Camboya, Chernobyl, Chechenia o Ruanda… (El Príncipe y sus guerrilleros: la destrucción de Camboya, Cal y Arena, 2005 y La supremacía de los abismos, La Jornada, 2006). Tragedias que, a pesar de su reiteración hist órica, no dejan de sorprendernos porque, como nos dice Pérez Gay, “no queremos ver que la barbarie es la posibili dad permanente de nuestra cultura”. Una época que desembocó en donde hoy nos encontramos, en esta segunda década del segundo milenio, cuando se ha ce más consciente la sensación de que todo se nos escapa de las manos. Pérez Gay analiza e integra con la precisión de quien se sabe testigo de su tiempo, siempre alerta por si surge la oportunidad de orientarnos hacia desti nos diferentes a los abismos que nos acechan. Cono ce la importancia de aprender la lección histórica para que se cumpla la profecía de la memoria, que siempre redime pues en ella está trazada la ruta para salir indemnes. En su artículo, “Así escribo” (Nexos, 2009), Pé rez Gay confiesa que ante los recuerdos siente nos talgia y esperanza, a la vez que nos deja esta re flexión: “Sabemos que los recuerdos no existen: reescribimos siempre la memoria del mismo mo do como reescribimos siempre la historia.” Nostal gia del pasado y esperanza en el futuro, porque al recapitular la historia y la memoria, encontramos las claves para superar los obstáculos donde nos estan camos; conseguirlo supone, como decía Nietz sc he, “redimir a los hombres de la venganza”. Entonces, podremos seguir adelante con el entusiasmo nece sario para no caer en la estrategia generalizada del fracaso. Para terminar, no puedo dejar de transcribir unas palabras, escritas por Pérez Gay en su ensayo, “Frie drich Nietzsche: constructor del siglo xx ”, que son un retrato involuntario de sí mismo: “El filósofo del futuro es, para Nietzsche, el mé dico de la cultura, el intérprete y crítico del mun do: el que sabe del poder de la memoria, el que para crear recuerda y se opone al veneno lento del olvido.” •
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leer Yo, cuervo, Miguel Ángel Flores, Almaqui Editores, México, 2012.
GRAZNIDO DE ATROZ PRESAGIO EDGAR AGUILAR
Conocedor de la poesía francesa –y de otras latitudes de Europa no tan transitadas, aunque no menos importantes, como la checa, de la cual ha preparado volúmenes imprescindibles–, Miguel Ángel Flores cuenta ya con una sólida trayectoria como traductor, ensayista y poeta. En su haber destacan traducciones de poetas prácticamente desconocidos para el público en nuestro país; como poeta parece seguir esta misma línea en la que su trabajo poético se aparta en buena medida de lo que podríamos llamar –con lo ambiguo del término– como “representativo” de la poesía mexicana de las últimas décadas. Ahora nos ofrece un nuevo poemario de título por demás sugerente: Yo, cuervo. Las referencias a la majestuosa ave de apariencia tétrica en la literatura –y en particular de ciertas culturas– son de tal abundancia, que habría que llenar un catálogo inmenso en donde esta enigmática figura de dimensiones mitológicas ha tenido cabida. Las
Zona cero. Entrevistas con escritores, Adriana Cortés Koloffon, unam -Coordinación de Difusión
Cultural-Dirección de Literatura, México, 2012.
EL ESPACIO DE LA PALABRA ANTONIO SORIA
Doctora en Literatura Iberoamericana por la unam, alguna vez becada tanto por el Conacyt como por el gobierno francés, la autora de esta compilación de conversaciones, notablemente eficaz e inusualmente discreta –cuando se coteja su proceder con el hiperprotagonismo que desnaturaliza, hipertrofiándolo por el flanco del ego, el trabajo de algunos colegas suyos‒, surge como una de las periodistas culturales mexicanas de labor más puntual y consistente de cuantos componen el espectro contemporáneo en la materia. No es la entrevista, como bien sabe todo aquel que la practica como parte de su oficio, un ejercicio que se caracterice por la sencillez; menos aún cuando se trata de conversar con conversadores –valga el no-pleonasmo‒, que eso y no otra cosa es, en esencia, todo escritor que se respete. En este caso, a las exigencias naturalmente impuestas a
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más fascinantes las hallamos, quizá, en los prodigios poéticos de Edgar Allan Poe y de Rimbaud, almas oscuras que vislumbraron en el cuervo la encarnación más acabada de lo funesto, lo fúnebre y lo bizarro. Pero también de una extraña belleza que nos deja, a la vez, extasiados y perplejos. Poemas breves e intrincados los de este libro. El poeta, sin embargo, no se asume propiamente como un cuervo, como a primera vista sugiere el título. ¿O sí? La luz, el sol y el vuelo son –cosa curiosa por su aparente carácter antagónico con el pájaro lúgubre– algunas de las imágenes más recurrentes, a veces contrastadas: “Negro sol/ Qué tranquilo el mar/ Y los mantos de la luz/ Un ave mental/ En el aire inquieta/ Voz del cuervo/ Vuelo en negro.” El poeta contempla entonces al cuervo desde una perspectiva exterior, casi luminosa, pero –y aquí su rasgo necrófilo u onírico– su mirada interior de aquél sólo puede encontrar su origen en una deformación del lenguaje –un habla torcida, forma de balbuceo, graznido de atroz presagio– o, lo que es lo mismo, en una sombría condición del espíritu: “Soy de noche en pluma/ Y un muro de sueño/ Me sostiene/ Arrancar quisiera.” Y, cual visión apocalíptica, anuncia: “Y vi a cuervo descender del cielo/ Y en su pico grabado/ El santo y seña de la bestia/ Lloró el cielo/ No era lluvia/ Huracán como limosna de los desheredados”, para fatídicamente concluir diciendo: “Y después himnos de nada.”
Emparentados en su forma con el haikú, y por los versos que van tejiéndose y encadenándose alrededor del poema para culminar en una única imagen –efímera en su movimiento, aunque permanente en su cualidad de estampa oriental–, los poemas que integran este librito son también herederos de la poesía simbolista francesa –el propio Rimbaud– y de la poesía francesa de la primera mitad del siglo xx , que Miguel Ángel Flores conoce muy bien debido a su ardua labor como traductor. De compleja lectura, Yo, cuervo es una suerte de conjuro poético que debe y amerita leerse en toda su oscuridad •
todo entrevistador, inevitablemente debe sumarse un talento en particular: ser capaz de sostener, con cada entrevistado, un nivel de conversación que, lejos de apagar, detone, despierte en aquél o aquélla el impulso de soltarse, de ir más allá de lo que ofrece en una obra –trátese de un corpus completo o de un libro reciente‒ sobre la cual ambos, entrevistador y entrevistado, están tomando base para la conversación. Se dirá tal vez que lo mismo vale a la hora de entrevistar a un político, un músico, un economista, un antropólogo y puede que incluso a un miembro de la farándula, pero hay una diferencia fundamental: ninguno de estos últimos tiene como herramienta, y aun más, como prima ratio, a la palabra, de modo que la carencia de cierto nivel de interlocución puede, más fácilmente que con otros, hacer naufragar el intento. Las cuarenta y tres conversaciones que Adriana Cortés reúne en este volumen dan cuenta, precisamente, de su notable capacidad para instaurar eso que, con mucho tino, ha denominado zona cero: en sus propias palabras, “una suerte de espacio neutral”, a la manera en que lo concibió el dramaturgo Peter Brook, en donde “basta con el lenguaje corporal […] y las palabras que evocan lugares y tiempos”. Cada encuentro entonces concebido como una puesta en escena de la conversación, para la autora lo importante en cada uno es brindar al lector materia para la reflexión y la interpretación personales: de las
respuestas dadas por cada entrevistado se deriva, simultáneamente, la revelación de una poiesis y un brote nuevo de incógnitas que sólo la siguiente pregunta –o quizá la siguiente obra del autor‒ podrá responder. Entre muchos otros, mexicanos y extranjeros, están incluidos aquí los diálogos entre Cortés y Margaret Atwood, Jorge Edwards, Margo Glantz, Nadine Gordimer, Miguel León-Portilla, Silvia Molina, Sergio Pitol, Elena Poniatowska, José Saramago, Antonio Tabucchi, Luisa Valenzuela, Fernando Vallejo y Dubravka Ugresic. Dígase lo obvio: quien mucho o algo conozca de la escritura de estos autores, aquí hallará material en abundancia para el enriquecimiento, y quien aún no se ha acercado a ellos encontrará más de un motivo para hacerlo de una vez •
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leer
Jornada Semanal • Número 913 • 2 de septiembre de 2012
El heliocentrismo en el mundo de habla española, Antonio Alatorre, fce ,
México, 2011.
LAS LUCES Y LAS SOMBRAS DE LA CIENCIA ESPAÑOLA RAÚL OLVERA MIJARES
La filología que tiene por objeto de estudio el idioma y los monumentos literarios puede parecer una disciplina particular y restringida pero, siendo su objeto material tan abarcador, el lenguaje, vehículo mismo del pensar, su campo se ensancha hasta comprehender cualquier tema concebible del que haya quedado testimonio por escrito. Antonio Alatorre (1922-2010), insigne filólogo y hombre de cultura universal, exmarido de Margit Frenk Freund y última pareja de Miguel Ventura, aborda en uno de sus últimos trabajos el papel que tuvo la astronomía y, más en particular, la condenación en 1633 de la teoría heliocéntrica de Copérnico y Galileo bajo el pontificado de Paulo v . Erigida por Raimundo arzobispo de Toledo entre 1125 y 1152, la célebre Escuela de Traductores da cuenta de la vastedad y los alcances de la
El último viajero, Alberto Chimal, Fondo de Cultura Económica, México, 2012.
VIAJAR Y NO VOLVER RICARDO GUZMÁN WOLFFER
Se dice que Alberto Chimal es de los grandes escritores de su generación. Lo cierto es que Chimal se ha mantenido constante en la producción literaria y este viajero del que ahora nos habla su reciente libro tiene un poco de pasado del propio autor. Para quienes hemos seguido sus libros, este paseante retoma la vena fantástica, por notable no menguante, de uno de sus primeros libros, Gente del mundo (Tierra Adentro, 1998), en donde la palabra decide al mundo y en la entelequia para decirla e inventarla empieza el verdadero viaje. Horacio Kustos es el peregrino de sus propios mundos y de sus propios senderos: usuario de la anástrofe, sus manos mentales son capaces de volver a edificar las torres deshechas por los aviones más odiados en la historia gringa y preguntarse al final de este delicioso texto si adentro de los aviones también había gente molesta.
ciencia natural en España durante el Medioevo. Innúmeras obras del griego –en sus respectivas versiones hebraica o arábiga– se vertían en romance y de éste pasaban al latín, la lengua universal de los eruditos, para distribuirse por el resto de Europa. Durante la segunda mitad del siglo xiii , por mandato del rey don Alfonso x de Castilla se aderezaron los Libros del saber de astrología, el Libro de la ochava espera (la octava esfera ptolemaica) y las Tablas alfonsíes. Un judío, Abraham Zacuto, nacido en Salamanca en 1452, expulsado por los reyes católicos y muerto en Damasco en 1515, fue un gran difusor de las ideas de los antiguos (Aristarco de Samos, Heráclides Póntico y Apolonio de Perga). Ptolomeo vino a ser desde el siglo ii hasta el xvi la autoridad incontrovertible acerca del sistema de las esferas celestes, cuyo centro era la tierra. Hubo, sin embargo, hasta el año de la condena, estudiosos españoles que acogieron las ideas de Nicolás Copérnico, si bien con ciertas reservas; ejemplo de ello son el valenciano Jerónimo de Muñoz y fray Diego de Zúñiga, de la orden de San Agustín. Dos figuras de renombre europeo, sabios universales, Athanasius Kircher (1601-1680), jesuita alemán domiciliado en Roma, y Juan Caramuel y Lobkowitz (1606-1680), cisterciense español elevado a obispo en Italia, influyeron con sus obras sobre pensadores novohispanos como sor
Juana Inés de la Cruz y don Carlos Sigüenza y Góngora. Ninguno de ellos, dado que vivieron en plena época de prohibición de la llamada hipótesis copernicana, consagró opúsculos relativos al tema; no obstante, por algunas de las implicaciones en sus obras literarias podría colegirse que se vieron expuestos hasta cierto punto a versiones –suavizadas por la ortodoxia de Kircher y Caramuel– de las ideas heliocéntricas. Un lamentable retroceso sufrió toda la ciencia española hasta fines del siglo xviii , cuando comenzó a relajarse la intolerancia, cosa que produjo una tara en el conocimiento y el progreso, que los esfuerzos realizados en los dos siglos subsiguientes a duras penas han logrado compensar •
Para quienes leyeron su novela sobre los amores perversos, Los esclavos, esta veta creativa del viajero parecerá extraña, demasiado pulida, por momentos demasiado bien hecha como para no querer dejarla volar, ciertos de que florecerá donde caiga. Pero en realidad esta es la verdadera voz generadora de Chimal: la del hombre que lleva en sí muchos universos y a veces los descifra para compartirlos. El manejo sobrado de las palabras, incluso las que muchos llamarían neologismos, es apenas una herramienta para permitir a este peculiar andante llevar al lector a lugares internos que sorprenden más por no haberlos reconocido antes, como si Chimal fuera un viejo terapeuta que nos desenterrara del subconsciente el gusto por la sorpresa literaria y, al hacernos sabedores de nuestras propias capacidades, le tomáramos una pequeña deuda para lecturas futuras. Los textos están voluntariamente encaminados a que el lector vaya en un safari de literatura inesperada, así tenga que disparar sobre los pies de páginas, que llevan más información y, algunos, son logrados haikus que ameritarían un nuevo libro para su desarrollo; lo cual no impide al autor mezclar los pies de página supuestamente escritos por el editor, con los supuestamente añadidos por uno de los personajes, con los del personaje central y con diversas citas literarias. Si la literatura de la fantasía crea mundos y cualidades en la humanidad, qué más da escribir libros enteros a pie de página. Y conste que cada una
aporta. Como incluso sucede con los peculiares hoteles pitagóricos y “nádicos” que reciben a otros pasajeros tan vívidos como h . k ., pero que le sirven a éste para encontrar el sitio de absoluta paz con su máquina del tiempo, recibida por una señora que las hace casi personalizadas. Al final, Kustos-Chimal se pregunta “no sé qué te voy a poder contar y qué no”. No importa, la literatura de este viajero nacido en algún siglo primigenio, aterrizado en la generación de los setenta, sigue siendo disfrutable. Habrá que tomar ésta y las siguientes rutas por él escritas •
ROSSEAU, tres siglos de pensamiento
Textos de Bolaños, Gallegos, Madureira, Pérez y Yébenes
en nuestro próximo número
próximo número
James Thurber, humorista jsemanal@jornada.com.mx
Yo sólo sé que no he cenado: Alfonso Reyes Hace cien años hubo una cena que difícilmente calificaría de última si fue, más bien, un primer esbozo de relato surrealista en la literatura mexicana; surrealismo avant la lettre, naturalmente, pues André Breton publicaría el primer manifiesto del movimiento doce años después, en 1924. Asimismo, y aunque escrito desde 1912, cuando su joven autor frisaba los 23 años, el relato de la cena aludida sólo apareció hasta 1920, en El plano oblicuo. “Principio de modernidad en la narrativa mexicana”, según Christopher Domínguez, “resbaladizo plano oblicuo entre realidad y fantasía”, de acuerdo con James w . Robb, el cuento es sin duda el texto de ficción más notable de Alfonso Reyes y un antecedente inevitable de Aura, de Carlos Fuentes, novela publicada cincuenta años después. La historia amalgama puntualmente el anagrama que va de lo irónico a lo onírico y, en su metafísica elegancia (Borges elogiaba al espejo cuando leía en Reyes una prosa ejemplar), no parece escrita por el hijo de un general porfiriano. Pero el autor de “La cena”, como escuetamente nombra al relato, era ya lo que iba a ser: una literatura en sí mismo, un clásico que escribió de todo y para todo, un profesional de las letras que dedicaba un día a la semana sólo para contestar su copiosa correspondencia con autores fundamentales de la literatura contemporánea. Porque Reyes sin duda encabezó intelectualmente el medio siglo que le tocó vivir, la primera mitad de la centuria precedente, dejándole la segunda a Octavio Paz. El robo de estafeta ocurrió mucho después de esa cena, en los últimos cuarenta y primeros cincuenta. Se trata de dos interlocutores naturales del siglo xx hispánico, de autoridades librescas cuya poligrafía ancló apenas en el cuento, pues ambos privilegiaron el ensayo y la poesía. De modo que, también por eso,“La cena” es garbanzo-de-a-libra, golondrina cuentística que si bien no hizo verano en la producción narrativa de Reyes, sí lo muestra como precursor de una estética cuyos barruntos apenas se advertían en la afiebrada atmósfera de las primeras vanguardias europeas. Como el “Borges” que hace de personaje en algunos cuentos del autor de El Aleph, aquí “Alfonso” aparece confinado a una escena de máscaras, un teatro de voces protagonizado por dos mujeres que, desde la oscuridad del jardín de su casa, ofician a modo de fosforescentes fantasmas una misa tenebrosa y sinestésica donde ambas suspiran musicalmente. Sus palabras flotan como peces empecinados en coagular el aire y el brillo de los espejos es lo mismo toque de clarín que despedazada cristalería. Nunca una cena ha cobrado tal atmósfera de irrealidad, de algo que no ocurre sino en la desleída opacidad
de las pesadillas, ni un cuento supo deslizarse con tan pasmosa eficiencia entre la claridad de su escritura y las descontroladas situaciones que refiere, como lo ha obser vado David M i l l er, quien asocia la movilidad de las calles y la inmovilidad del tiempo con las atmósferas pictóricas de Chirico. La generosa erudición que alcanzó más tarde Alfonso Reyes, a quien le dio tiempo de organizar (como a Paz, como a Goethe) sus obras completas, vale decir, de coordinar el coloquio de su posteridad, no desmerece en absoluto frente a este inobjetable cuento de juventud sobre una cena que quizá nunca existió, convocada por dos desconocidas que invitan al protagonista a un viaje, de las nueve a las nueve, por una urbe imprecisa donde el desasosiego y la angustia ya son Kafka, pero la impoluta prosa es la que Reyes siempre nos convidó •
2 de septiembre de 2012 • Número 913 • Jornada Semanal
Verónica Murguía ¿Le baja tantito, por favor? Para Pilar Climent
1. Sospecho que a nadie le sorprenderá leer que Ciudad de México es considerada una de las más ruidosas del mundo. Que el ruido en la calle alcanza en las colonias aledañas al aeropuerto 140 decibeles. Este es un volumen que ocasiona daños irreversibles al oído y al sistema nervioso. El envejecimiento prematuro de los oídos y la sordera parcial que provoca pueden deprimir a quien la padece. Además, el ruido embrutece, desorienta, pone de mal humor, da dolor de cabeza y ganas de escaparse al Polo Norte. Está científicamente comprobado, no es broma. 2. Tampoco resultará novedoso para el lector enterarse de que, quien solicite silencio a los vecinos, el chofer del pesero, el taxista, el mesero, el entrenador del gimnasio, será considerado un pedante, un estirado, un creído y un enemigo de la democracia. Que la particular idea que el mexicano tiene de la concordia requiere que quien respete a los demás esté dispuesto a dejarse ensordecer por las canciones de Los Temerarios, aunque a uno le choque la música grupera. Es una muestra de solidaridad. El que quiera que le bajen es un desgraciado. 3. En el gimnasio hay una cacofonía particular, compuesta de la música ochentera con la que se hace la clase de spinning; el heavy metal y el hip hop de los que levantan pesas; la salsa de los que bailan zumba y el lamento imperceptible de los que tienen, todavía, oídos para sufrir con esa mezcla infame. Es sabido por todos los aficionados al escándalo que se entrenan en la mayoría de los gimnasios chilangos, que a quien solicite que se baje el volumen hay que decirle, como en el jarabe de “La Negra”, que sí, pero no cuándo, para que el solicitante –como ya dije, pesado, creído y seguramente viejo– entrene penando. 4. Al pasar cerca de las farmacias del doctor Simi es normal que a uno le asalte un dolor de cabeza que lo lleve a fantasear con el suicidio. No sólo por el recuerdo del millón de transas asociado a las farmacias, también por el volumen de la música y la voz chillona del personaje, que se elevan alternándose sobre el escándalo de los escapes, el claxon musical de los peseros o el acelerador intimidatorio de la pipa de Pemex. Quizás la visión del hombre que suda dentro de la fea botarga con la que lo obligan a disfrazarse para que represente al doctor,contribuya al malestar, pero no estoy segura. 5. ¿A quién se le ocurrió poner televisión en el Metrobús? 6. ¿Televisiones en los restaurantes? La otra noche fuimos a cenar con amigos queridos. No me enteré bien de cómo están. No pude oír mucho de lo que decían. Llegamos exhaustos a la casa, confusos e insatisfechos. Cansados de pegar de alaridos para hacernos escuchar; confusos porque comimos cosas que no pedimos, ya que el mesero no podía oír la orden; insatisfechos porque queríamos saber más de las vidas de nuestros amigos y no pudimos escucharlos. 7. ¿Por qué hay tantas edecanes en short, bailando cumbias y con un micrófono en la mano frente a las tiendas de excusados y azulejos que atestan División del Norte? Las pobres no saben usarlo y cuando se escuchan esos agudos que nos obligan a inclinarnos de horror, los perros salen corriendo. 8. ¿Sabía el lector que existe una Fiscalía de Delitos Ambientales en el df? Lo malo es que la Fiscalía parece estar del
LAS RAYAS DE LA CEBRA
Enrique Héctor González
GALERÍA
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lado del ruido. El fiscal especial, Samuel Ibarra, declaró en una entrevista que no se puede consignar a las personas señaladas por hacer escándalo, ya que no se puede comprobar que dañan la salud de terceros. Así que no me puedo quejar sobre la conducta del chofer de pesero que pasa a diario y varias veces por mi calle, obligándome a escuchar la misma canción de Espinoza Paz (“Pasado de copas/ borracho en la calle/ me puse a gritar como loco”) o de la Banda Los Recoditos (“Ando bien pedo/ bien loco/ contándole al recuerdo mis penas.”) No importa que dichas canciones revelen la disposición, digamos, temeraria del chofer, quien no sé si esté borracho y loco como los protagonistas de sus canciones predilectas, pero que maneja como si lo estuviera. 9. El fiscal Ibarra dice que los mexicanos no sabemos cómo pedirle a los demás que le bajen al ruido. Algunos sí sabemos. Lo que el mexicano promedio ha decidido ignorar es a quien no quiere compartir con él su gusto por el reggaetón de Daddy Yankee y su admirable capacidad para escuchar bajos que le hagan masaje cardíaco y le revienten los tímpanos. 10. Silencio. Por caridad •
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Alonso Arreola alarreo@yahoo.com
Tres boletos has de comprar… …estimado lector, apreciada lectora dominical. Tres o más entradas habrás de conseguir. Aquí los hechos que te orillan. 1. Alterna Jazz. Iniciativa de Sara Valenzuela –cantante tapatía fundadora del proyecto educativo Tónica–, Alterna Jazz es un ciclo de música contemporánea que vincula a importantes compositores de la escena neoyorquina con otros del Distrito Federal y Jalisco, no necesariamente en torno a un jazz tradicional, sino al espíritu de juego y experimentación que debe existir en toda música que apuesta por la improvisación. Se trata de un proyecto que fortalece a México en el circuito internacional y en el que se puede confiar, más que por los nombres y apellidos que lo integran, por un largo aliento (doce meses) que irá creciendo en el nuevo foro Roberto Cantoral (magníficamente diseñado) y otros espacios de Guadalajara. Así lo auguramos. Así lo deseamos. ¿Músicos extranjeros? El guitarrista Marc Ribot con su power trío Ceramic Dog; el trompetista Steven Bernstein con Sex Mob; el saxofonista y flautista Jay Rodríguez con Vehicle of Ascension; el contrabajista Ben Allison, los bateristas Ari Hoenig y Antonio Sánchez, los pianistas Jamie Saft y Jean Michel Pilc y el guitarrista Adam Rogers, entre otros. ¿Músicos nacionales? Los Dorados, Hernán Hecht, Agustín Bernal, Aarón Cruz, Diego Maroto y el notable Gil Cervantes, por nombrar algunos. El ciclo ya arrancó y los boletos están disponibles en los lugares, sitios web y teléfonos de siempre. 2. Chris Minh Doky & Dave Weckl. La primera vez que escuchamos en vivo al contrabajista estadunidense Chris Minh Doky fue en el año 2003, cuando vino como parte del grupo de Michael Brecker, legendario saxofonista no ha mucho desaparecido. Desde entonces supimos que su carrera sería larga. Así lo dejaban ver los primeros discos Minh y Listen Up! (1998 y 2000, respectivamente) con esa “alegre” manera de tratar al más gordo y ronco de los instrumentos. Igualmente llamó nuestra atención el apoyo masivo que le dieron a su debut los más reconocidos músicos de la escena estadunidense. De ahí que grabaran con él el propio Brecker, David Sanborn, Hiram Bullock, Mike Stern, Dianne Reeves, Lenny White, Joey Calderazzo y muchos más. Pues bien, ahora regresa a México (Lunario del Auditorio, 5 y 6 de octubre) conduciendo su propio cuarteto, Nomads, con el reconocido y virtuoso baterista Dave Weckl, el guitarrista Dean Brown y el tecladista George Whitty, tres extraídos de la crema y nata del jazz fusión noventero. Colaborador de Trilok Gurtu, John Scofield y Kenny Garret, de origen danés y vietnamita, Chris Minh Doky ha recibido entre otros reconocimientos la distinción Caballero de la Orden de Dannebrog por sus contribuciones a las artes de Dinamarca. Dicho esto, sin duda vale la pena ir a verlo, impresionarse con un estilo que, dentro del sonido acústico, nos deja flotando en aires pop. 3. Robert Fripp. Nos han dicho que Robert Fripp, fundador del grupo británico de progresivo King Crimson, regresa a México en plan de maestro. Legendarias son sus sesiones pedagógicas en el mundo de los guitarristas experimentales. La combinación que hace entre afinaciones atípicas y técnicas para la relajación corporal han influido en miles de instrumentistas a lo largo de tres décadas, cuando comenzara su prolífica labor pedagógica al frente del laboratorio llamado Guitar Craft, ése que se extinguiera al cumplir veinticinco años de vida para derramarse en los Círculos de Guitarra de Europa, de Estados Unidos y Latinoamérica creados por sus egresaRobert Fripp
dos, así como en dos conjuntos vivos: la Liga y la Orquesta de Guitarristas Crafty. Conocido por su ostracismo mediático y escénico (siempre al fondo del tinglado y en tinieblas), Fripp ha dejado una huella que se puede juzgar en múltiples dimensiones. Como líder de King Crimson su legado será duradero. Los álbumes In The Court Of The Crimson King (1969), Larks Tongues in Aspic (1973), Starless And Bible Black (1974), Red (1979), Discipline (1985), Thrak (1995) y The ConstruKction Of Light (2000) revelan enormes capacidades creativas cuando sabe rodearse de los músicos adecuados y les permite contribuir con libertad. Desafortunadamente lo último que hemos escuchado de su nueva formación nos ha parecido bastante malo. Veremos si nos reconquista en el futuro. Como solista y side man, por otro lado, su desarrollo es menos unidireccional y por momentos realmente encomiable. Allí contamos obras y giras con Frippertronics, Andy Summers, Brian Eno, David Sylvian y el polémico G3 (Steve Vai, Joe Satriani), entre otras varias. Pues bien, será en febrero cuando Fripp viaje a Cuernavaca para entrenar a músicos debutantes o experimentados, lo que tal vez podría interesar a quien sostiene estas páginas pensando que ha llegado el momento de desempolvar esa vieja guitarra que duerme en el ropero. Más información en este correo: intro@cge.mx •
Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com
Abundancia de la escasez (iii y última) Entre muchos otros, uno de los peores problemas del cine-chicle y sus empedernidos masticadores es que éstos no ven ningún problema. Llega la distribuidora, les ofrece su más reciente artículo masticable, ellos lo toman gustosos y ambos, chiclista y chiclero, juegan a que eso es el cine: un anillo de Moebius hecho de fugacidad, mediocridad y pronto olvido que se renueva cada viernes. La distribuidora, como se dijo aquí antes, lo que busca es “posicionar” su película mientras el guanabicrític, como también se dijo aquí, lo que anhela es ser leído, visto, escuchado, y vive convencido –y la rueda de noria de la semanal estrenitis bien que se ocupa de reforzarles la percepción– de que así y sólo así, respondiendo más que pavlovianamente a los estímulos de los que se ha hecho rodear, ha de lograrlo. Para él es inconcebible soslayar el nuevo estreno, la nota necrológica cinematográfica –el hermano de Ridley Scott es el ejemplo más reciente–, el blockbuster por venir –y siempre de los siempres habrá un blockbuster por venir–, pues le da la impresión de que la osadía de ignorar tan insoslayables acontecimientos traería como consecuencia no la desaparición o la disminución presencial de éstos sino la extinción, el aniquilamiento de él, cuya condición de sanguijuela o de rémora es, a estas alturas, inocultable y casi de seguro incurable.
CINEXCUSAS
Jornada Semanal • Número 912 • 2 de septiembre de 2012
BEMOL SOSTENIDO
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La ene potencia del problema El problema del problema que Tiromirrollo no columbrará jamás es que su anemia profesional no sólo es contagiosa sino que por estos lares y a estas alturas ya parece epidemia: que lo digan los colegas asistentes a las funciones de prensa previas a los estrenos –este arrimacomas hace muchas lunas que ni va ni lo invitan ni echa de menos tales eventos–, cuando ven la sala en cuestión llena hasta el tope con gente “acreditada” que más tarde, se supone, hablará en un espacio público de la película en cuestión. Una vez más, no importa si lo que vayan a decir será favorable o no; para quien convocó a la función lo que cuenta es la presencia ulterior de la cinta en un espacio extra, el que sea, como sea. El otro problema del problema es que, naturalmente, la epidemia no se detiene en los márgenes de ese guanabiísmo integrado por puros y meros tontos útiles, pues como es bien sabido y evidente, pasa con todos sus efectos a todo aquel que se haya expuesto a los balbuceos, las dislalias, los atropellos gramaticales y sintácticos y la retórica menesterosa con los que Criticalamía suele componer sus atentados reseñístico-idiomáticos. Como si de una película se tratara, a la secuencia del pavlovianismo sanguijuelesco del guanabí le sigue la secuencia del espectador a estas alturas igualmente rémora pavloviana, y ponga el improbable lector las muchas comillas que lleva lo siguiente: si el crítico no me dice si la peli está nominada a los óscares o si ganó algún premio; si no me dice quién sale, pero sobre todo si no me dice, con pelos y señales, de qué se trata, y si al final no me dice si le gustó a él/ella, sucederán entonces mínimo dos cosas dos: la primera, que no me interesará ver la película porque no sé nada de la misma, y la segunda, que no me importará lo que diga guanabí, porque no me sirve de nada. Así, entre una nada y otra, el cine y su crítica terminan convertidos en una cosa muy, muy extraña, una especie de mezcla entre el juego de las cebollitas y la marcha de los elefantes:
todos en fila, bien repegados y agarrándose sus cosas...
¿Y la ética profesional, apá? ¿Que el ochenta por ciento de lo que veo y, por consiguiente, de lo que hablo, es puro cine gringo? Ese no es mi problema, responde Dicepapemas; yo no soy distribuidor ni exhibidor, lo mío es hacer la “crítica” de lo que veo. ¿Que de ese ochenta por ciento no se salva ni la cuarta parte y hasta yo me doy cuenta, pero qué puedo hacer, si de todos modos tengo que hablar de todas ellas porque si no, no me publican o los lectores no me van a pelar? ¿Que al hacerlo contribuyo a la perpetuación del estado de las cosas? Ajá, ¿pero qué tendría que hacer, entonces? ¿No hablar de ese cine? ¿Ignorar ocho de cada diez películas? ¿No estar al pendiente de los estrenos? ¿Dedicarme a otra cosa? Este sumaverbos sugeriría enfáticamente que mejor lo último, pero atenúa sus expectativas y se limita a proponer el muy necesario retorno de las dos palabras clave que componen el subtítulo de este apartado –van de nuevo: “ética” y “profesional”–, aun consciente de que es demasiado pedir y de que no dejarán de surgir nuevos ansiosos de mostrar, urbi et orbi, la abundancia de su escasez •
arte y pensamiento ....... PERFILES
2 de septiembre de 2012 • Número 913 • Jornada Semanal
Rodolfo Alonso
Los años nos permiten, a veces, algunos privilegios. No es de los menores, según mi criterio, haber podido asistir a la realización de los amigos. Hace un buen lapso ya, en la misma entrañable Maimará (donde nació Jorge Calvetti) la lluvia nos inclinó a refugiarnos, con Héctor Tizón (19292012), en uno de los dos únicos boliches del pueblo. Afuera, sobre el frente de adobe, un pequeño cartel ingenuamente rústico seguía rezando Los Naranjos. Adentro, en un ámbito que como el rayo y sólo por un instante me sugirió a Macondo, porque nadie confunde a la Quebrada de Humahuaca, mientras entre las sombras que iban prosperando a nuestro lado veíamos las pesadas gotas de la tormenta chorreando, desde un cobertizo de caña, contra la luz de un farol colgado en la pared del patio, alrededor de una jarra de vino ambos dialogamos una eternidad. O más bien yo lo escuché hablar a él, que lo hacía magníficamente, con ese tiempo fraternal y hondo que también solía regalarnos, por ejemplo, desde la galería de su casa en Yala. Entre tantas fértiles palabras suyas, hubo algunas que me quedaron vivamente grabadas, que me impactaron bien a fondo. Tizón mencionó entonces una fecha redonda en el tiempo futuro, un mojón en el devenir, digamos equis años, y de inmediato calculó cuántas novelas podían escribirse en ese espacio. Bien sabemos que el tiempo no sólo suele resultar elástico, sino también mañero y engañoso. La eternidad puede ser un instante, y el tiempo arrastrarse y sobrarnos como para que imaginemos tener que matarlo. Ahora, a la distancia, me alegra enormemente no sólo que Tizón haya podido ofrecernos –y ofrecerse– esos hermosos, tocantes libros trabajados por su vida que fue produciendo desde entonces, con la misma morosa y honda serenidad con que sabía conversar tan sabrosamente, sino también que esos libros hayan conseguido el auténtico milagro, y aún en tiempos áridos y ácidos, de hacerse carne con la apasionada atención de muchísimos lectores.
Los mismos que encontraron en Tierras de frontera, por ejemplo, bajo la forma de papeles y escritos tantas veces de circunstancia, surgidos y forjados con la misma intensa expresividad del transcurrir, o como en ese reciente Memorial de la Puna que él mismo calificó de último, algo así como la frescura de verde y agua en una siesta, muchas otras verdades del escritor y el hombre. Ésas que Héctor Tizón solía
Felipe Garrido
Por la tarde nos prestaron un rifle de municiones. En el lote baldío pusimos unas latas en un árbol para tirarles. Yo había disparado solamente en las ferias, a una distancia mucho más corta, y los otros muchachos eran unos expertos. Pero poco a poco fui afinando la puntería. De pronto sucedió: alcé el rifle, apunté con mucho cuidado, disparé. El bote no se movió. Un pájaro se cruzó volando y la munición lo mató, en el aire. Todos lo festejaron con gritos y risas, y uno de los niños me trajo el animalito. Lo sostuve en las manos, caliente, y me sentí terriblemente mal. Era precioso. Tenía el pecho de un negro intenso y las alas amarillas; el pico roto. Habría dado cualquier cosa por devolverle la vida; no había querido matarlo. En la noche me costó trabajo dormir. Al día siguiente salí solo, casi de madrugada; había visto dónde guardaron el arma. La segunda vez fue diferente. Tuve paciencia. Esperé a que el animalito se posara en una rama •
Rogelio Guedea
MENTIRAS TRANSPARENTES
Segunda vez
entregarse y entregarnos, cuando charlaba morosa y largamente entre amigos, junto con la creciente oscuridad del crespúsculo en su tierra, mientras caía la noche y se abría la confianza, con todo el tiempo del mundo para la projimidad, las historias y la fábula. Se están yendo los míos, mis cercanos mayores.Y me quedo más solo. Pero eso sí, encendido de recuerdos fecundos •
rguedea@hotmail.com
La izquierda y la derecha El tendero me trajo la reja de naranjas. Esta vez la dejó a la entrada de casa y no, como normalmente, al pie del refrigerador. Tuve que traerla por mi propio pie. Mientras atravesaba el pasillo vi mis dos brazos, ambos sosteniendo el peso de la reja. No fue hasta que empecé a meter las naranjas al refrigerador que me di cuenta de la importancia de mis dos brazos, coordinados en una misma labor. Pensé en la izquierda y la derecha políticas y en la sociedad a la que deberían beneficiar, y concluí que hemos vivido en un error creyendo que el régimen capitalista es un desastre, según los socialistas, y el socialista un fiasco, según los neoliberales. En este estira y afloja la única perjudicada ha sido la sociedad (o uno mismo, para el caso de nuestros brazos), de forma que si no existe un conciliábulo entre ambas jamás podremos aspirar a mejores niveles de bienestar, y sería, más o menos, como si durante el trayecto al refrigerador se nos cayera la reja y todas las naranjas se regaran en el piso, perdiéndonos para siempre la posibilidad de bebernos, cada mañana, su jugo dulce y fresco •
AL VUELO
¿Y quién se va a olvidar de Héctor Tizón?
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Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com
El poderoso regreso de Chéjov Antón Chéjov forma parte de nuestros clásicos y así recibimos periódicamente las actualizaciones, lecturas, ediciones, traducciones y puestas en escena de quien es uno de los máximos dramaturgos de la escena rusa. Teatro completo (Adriana Hidalgo Editora, 2009, 4ta. edición) se llama la puesta al día que ha logrado su editor Fabián Lebenglik, quien confía en que la traducción que ahora vuelve a circular en las librerías mexicanas apueste por una visión profunda y compleja de las obras extraordinarias de Chéjov. Lebenglik convocó el trabajo de dos figuras de primer orden para la traducción: Galina Tolmacheva y Mario Kaplún; en el caso de Platonov el crédito es para Federico Höller. Catorce obras se dan cita en un solo tomo consistente, riguroso y bello para los lectores asiduos y voraces del teatro cuya exigencia es el reparto de los papeles, los perso-
najes y los roles con enorme claridad: Ivanov, La gaviota, Tío Vania, Sobre el daño que causa el tabaco, El canto del cisne, Las tres hermanas, El jardín de los cerezos, El camino real, El oso, El pedido de mano, Un trágico a pesar suyo, El aniversario, El casamiento y Platonov –un verdadero lujo contar con ella, tan inatrapable por todos sus vicios de arrogancia escénica y el tono primerizo de un autor que quiere decirlo todo de un tirón, decirlo todo y callarlo también. La traducción no está en argentino y eso se agradece. No puede estarlo porque la profundidad con la que se ha tomado este volumen permite que la preocupación bordee en el ritmo propio de Chéjov y vaya al encuentro de los detalles, las minucias que no pueden ser vistas más que a condición de un desarrollo pausado en un territorio donde frase a frase se cumple un anclaje que emociona. Las propuestas que han llegado hasta nosotros no son escasas. Alianza Editorial reunió en dos volúmenes este teatro aleccionador en la traducción de Juan López Morillas y lo que corresponde a la narrativa encontró nueva vida en traductores más apegados a su propia convicción que al idioma y al contexto del autor, como es el caso de excelencia de Víctor Gallego, quien publicó una edición de La isla de Sajalín (Orlov, 1998), una especie de ensayo de orden socioantropológico, la crónica de un viaje a una colonia penitenciaria que por lo menos tendrá una bifurcación de gran vitalidad. La aparición de nuevas antologías con motivo del centenario de su muerte hace ocho años provocó una amplia muestra editorial que permite una selección sobre materiales de gran riqueza: Obras selectas (Espasa, colección Austral/Summa, 1999); Cuentos imprescindibles (Lumen, 2001); Cuentos (Pre-Textos, 2001) y Cuentos (Alba Editorial, 2004).
Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
Si mejor fueran violines… Qué falta hace un acto de contrición de las televisoras del duopolio tv Azteca-Televisa. Qué necesaria la revisión de sus contenidos y el involucramiento firme de la autoridad en telecomunicaciones. La cerrazón y la estrechez de miras de los ejecutivos de esas empresas, su endeble bagaje cultural, les impiden ver que un producto artístico o de divulgación cultural puede ser entretenido y no necesariamente el estereotipo que han fabricado con malicia de que las bellas artes resultan aburridas en televisión. La música clásica, por ejemplo. Es cierto que transmitir un concierto o una sinfonía puede resultar demasiado denso para un público malamente acostumbrado, como el mexicano, a que la pantalla chica entregue solamente entretenimiento efímero, escandaloso, exaltado; desde programas de chismes hasta partidos de futbol o peleas de box, pasando por todo un abanico de programas de morbo ramplón o de exhaustas sobreactuaciones en las telenovelas, pero ello es simplemente cuando no se quiere innovar. La Radio Televisión de España (rtve), fue innovadora en programas de divulgación cultural cuando lanzó en 2000 El conciertazo, con un interesante formato de público infantil –niños de cinco años en adelante– en vivo, con participaciones orquestales entreveradas con coreografías aprendidas por los mismos niños del público con maestros coreógrafos, maquillistas, vestuaristas, titiriteros y actores en un espectáculo multidisciplinario donde los niños tenían contacto con la música y la obra lo mismo de Bach que de Gershwin o Shostakovich de la mejor manera posible: jugando. Conducido ágilmente por el músico y periodista español Fernando Argenta hasta su retiro en 2009, El con-
ciertazo mantuvo un espíritu itinerante y abierto a todas las manifestaciones de la música de largo aliento, incluyendo el jazz, el rock o las manifestaciones musicales características de España y otras regiones del mundo, como el flamenco o la música percusiva de Senegal. También el programa fue palestra oportunísima para jóvenes talentos emergentes como la excepcional chelista María Eugenia Silguero (Irún, 1988) o el virtuoso pianista y director Iván Martín. Aunque los contertulios habituales de Argenta fueron el coro y la orquesta sinfónica de rtve o la Orquesta Filarmonía, el escenario de El conciertazo siempre estuvo abierto para otras agrupaciones quizá con el único requisito de ofrecer interpretaciones de buena calidad, como La Orquesta de Cuerda Camerana del Prado, los egresados de la prestigiosa academia madrileña musical del Centro de Enseñanza y Desarrollo de Aptitudes Musicales (el famoso cedam ) o, yendo más allá de las fronteras y la vastedad geográfica, la Orquesta Sinfónica Juvenil de Uruguay. Algunos episodios de El conciertazo se pueden consultar en http:// www.telebision.com/programas/el-conciertazo. En septiembre de 2008, a iniciativa de –quién lo dijera– la cantante Rafaella Carrá y el coreógrafo y cineasta Sergio Japino, la principal emisora italiana, la rai, lanzó al aire con tino, no muy común en esto de los refritos y las copias, su propio Il Gran Concerto, bajo la conducción del locutor Alessandro Greco. Allí brilló el jovencísimo violinista Paolo Tagliamento –apenas un chamaco de catorce años en el momento de su presentación, en noviembre del año pasado– interpretando de manera espléndida el Capricho No. 13, de Nicolo Paganini. Entre chistes y payasos, entre guiñoles y disfraces, los
LA OTRA ESCENA
En el Teatro completo existen sutilezas de grado que la traductora refiere. Dice que en los dramas de Chéjov “casi” no existen luchas espectaculares, victorias y derrotas. “Se tiene la impresión de que nada sucede y, sin embargo, el espectador sigue atentamente el devenir de la obra: cómo se concentran y evolucionan las emociones humanas, cómo cambian y finalmente se marchitan.” Muestra de una manera amplificada ese mundo pequeño pero tan significativo que moldea al hombre de la calle que “en el transcurso de una vida fluida y cambiante, [...] goza, sufre, se transforma y muere”. Es en ese orden de la expresión que se mueve un autor desinteresado en las tramas demasiado estructuradas y con respuestas inteligentes y armoniosas para cada problema, al modo de la dramaturgia y la novela policial anglosajona. Lo verdaderamente interesante entre los personajes de Chéjov pasa sobre la piel de los días que parece colorear de intrascendente un discurso donde, en realidad,“fluye lo esencialmente dramático”. El lector encontrará un uso de los puntos suspensivos que son la clave para entender dónde un director construye a partir de un trenzado imaginativo que ofrece tanto el texto como su silencio y su pausa. Hoy es posible observar esos temas y variaciones en el programa teatral que ofrece la unam, cuatro obras equidistantes en que muy distintos directores muestran dónde el genio de Chéjov es inflexible y capaz de pensar en el personaje y en el actor: “en esos puntos suspensivos el personaje continúa sintiendo y pensando y sus siguientes palabras serán una prolongación directa de lo que el autor no quiso hacer decir en voz alta”; certeza compartida por el actor que comprende el valor del silencio en la escena. Aspectos centrales en su Cuaderno de notas que también comentaré aquí •
CABEZALCUBO fragmentos de lo mejor de la producción clásica musical han ido educando a toda una generación de futuros melómanos. Los niños se divierten y la experiencia se vuelve integral e interdisciplinaria al involucrar la producción televisiva con sus booms y cámaras, sus equipos de iluminación y sus recursos de edición. A años luz del entretenimiento infantil de auditorio televisado en México, donde nuestros niños vulgarizan su acervo y se vuelven carne de tugurio toda vez que la televisión, en lugar de inculcarles el amor a las bellas artes, al bel canto, a los vericuetos interpretativos de la partitura, los orilla al reguetón, al chiste sexista y homófobo, a esa continua condena de degradación, cosificación y abaratamiento masivo del ingenio. La enajenación tal vez no es casual. Quizá se hace así para seguir incubando generaciones de analfabetas funcionales, tan cómodos para el podrido entramado sociopolítico en que ha sido convertido (con la nefasta presencia vitalicia de la televisión) este pobre país, donde la televisión niega el arte como objeto de consumo •
crónica
10 de junio de 2012 • Número 905 • Jornada Semanal
Chema Pérez Gay, deus ex machina Ricardo Bada
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erlín 1965, amigo Chema. Nos conocimos en la Berlinale, el festival de cine, que entonces se celebraba a caballo de junio/julio, hasta que el gremio hostelero protestó argumentando que esos eran los meses donde Berlín recibía el mayor número de turistas y los hoteles estaban full de todos modos, mientras que en invierno había grandes bajas de rentabilidad debido a que los hoteles estaban cincuenta por ciento empty. Y pasaron la Berlinale al mes de febrero, sic transit gloria mundi! Pero volvamos a la Berlinale del ’65, y durante ella, héte aquí que el azar –ese transparente seudónimo del Destino cuando actúa de incógnito– hizo que viésemos juntos, el miércoles 2 de julio, un largometraje colombiano: Cada voz lleva su angustia. ¿Lo recordarán en la propia Colombia los más viejos del lugar? Tamaña heroicidad nos fue premiada con una invitación a cenar del productor, a quien acompañaba su intérprete, también colombiano, estudiante como tú en el alma mater berlinesa. Yo me negué en principio, no quería que me reprocharan haber aceptado una invitación del productor de esa peli, como si fuese a influir en la crónica ya enviada a la redacción... y que era negativa, ça va sans dire! Pero también me negué porque al cabo de una semana de festival sentía mis ojos cuadrados y lo que más me apetecía era apoliyar (dormir), el verbo más bello del lunfardo. Sólo que sumercé, Chema, me convenció de que sería bueno comer alguna vez bien y tranquilos, y no fast food y apurados, como hasta entonces. Lo cierto es que el restaurante a donde fuimos, recomendado por el intérprete, era uno cubano cerca de la Ku’Damm, y ofrecía la particularidad de poseer en el centro una pequeña pista de baile y una también pequeña orquesta; nada de consola prepotente en decibelios con un dj decidido a arruinar la salud de nuestros oídos en complicidad con los otorrinos del lugar. Y no menos cierto es que al lado de esa pista de baile había una mesa vacía y a la vecina se senta-
ban un caballero de edad madura y cinco jóvenes de buen ver. Mis compañeros captaron de inmediato el aspecto filantrópico del asunto: había que descargar a aquel caballero de la pesada carga de entretener a cinco mujeres. Siendo nosotros cuatro, el reparto no podía ser más equitativo. Dicho y hecho; ocupamos presto subito la mesa vacía, y poco después ya se habían tendido los hilos de la telaraña latina hacia la mesa neerlandesa. Sí, eran neerlandeses. Asistentes sociales venidos a Berlín para estudiar el sistema asistencial en la rda y que pasaban todos los días al sector oriental para hacer su tarea, pero estaban alojados en el occidental y aquella era su última noche en la ciudad. De manera que decidieron salir a cenar juntos y fue por casualidad que cayeron en ese restaurante. También casualidad que salieran juntos, porque una de las chicas había decidido quedarse en el hotel, y sólo cedió cuando el caballero, que dirigía la expedición, anunció que o salían todos juntos o se quedaban todos en el hotel, y ella no quiso ser tan aguafiestas. Cosas de las cuales nos íbamos enterando gracias a que entretanto habíamos juntado ambas mesas. Y sonó la música y ahí cuatro caballeros se pusieron en pie al unísono y sacaron a bailar a otras tantas damas. Quedó una sin invitar, y a mí, que soy cero caballero pero tampoco un patán, no me quedó otra sino hacer de tripas corazón (no sé bailar, jamás aprendí) e invitar a la joven sin pareja. Eso sí, le adelanté que era el antípoda de Fred Astaire. Sonrió, y a partir de ahí todo fue a pedir de boca en el más literal sentido de la expresión, pues si no me equivoco el primer beso de lengua tuvo lugar antes de acabar la segunda estrofa. Y así continuó la noche y lo de apoliyar quedó olvidado en el más recóndito rincón de mi cerebro. En la segunda pausa de la música, mis compañeros celebraron un breve conciliábulo conmigo, en español, que nuestros neerlandeses no entendían. “Tú eras el único que no quería venir, y eres el único que ligó, carnal”, dijiste, Chema. Y yo: “Y bueno, acuérdense de que ustedes son hispanoa-
mericanos y yo de la raza de los conquistadores.” Y el productor: “¿Ah sí? Pues entonces hagamos una cosa; cuando vuelva la música, me levanto y saco a bailar a tu pareja, y tú a la mía, a ver qué tanto te vale la raza contra esa fortaleza.” Trato hecho, y al sonar de nuevo la música mi productor sacó a bailar a mi experta en Lingüística –además de asistenta social–, los otros caballeros a sus respectivas damas, y a mí me quedó el asalto a la fortaleza, que era la chica que, como yo, tampoco había querido acudir esa noche al restaurante. (Cosas que jamás se olvidan, la melodía que sonaba era “Solamente una vez”.) Para hacerlo corto, aquella neerlandesa responde al larguísimo nombre de Everdina Theodora María Hansen, aunque para abreviar todos la llaman Diny. Era la noche del 2 de julio, y al año siguiente, el 2 de julio de 1966, Diny y yo nos convertíamos en marido y mujer, por lo que sin duda alguna, y sin ofender al cine colombiano, certifico que aquel fallido largometraje suyo me dio el chance de protagonizar el mejor largometraje de mi vida, con el cual he conseguido siete Oscar: Rebeca, Ricardo hijo alias Chico y (con él y Angie, su esposa) Vincent, amén de Montserrat y (con ella y Frank, su esposo) el futbolista Paul Louis, el amoroso aunque también gritovitricida Oskar Linus, y el benjamín Henri Jonas. Años después nos visitaste en Colonia, Chema, en octubre 1976, cuando Helena y Eduardo Galeano estaban en nuestra casa, recién escapados de la dictadura de Videla. Me traías de regalo un ejemplar de Cantares, de Ezra Pound, en la versión de José Vázquez Amaral editada por Joaquín Mortiz. Y platicamos de la noche donde me convenciste de que fuésemos a cenar juntos, con las felices consecuencias que acabo de recordar. Así es que ahora, al pedírseme un texto para el homenaje que te quiere rendir La Jornada Semanal, ¿qué mejor homenaje puedo hacerte yo sino darte en público las gracias porque terminaste siendo el deus ex machina de mi vida? •
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