La Jornada Semanal

Page 1

Rousseau

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 9 de septiembre de 2012 ■ Núm. 914 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

tres siglos de pensamiento Textos de B olaños , G allegos , M adureira , P érez y Y ébenes

J ames T hurber , humorista • Entrevista con R afael A viña


bazar de asombros Con Gore Vidal en Roma y México Fuera de toda duda está la influencia que a nivel mundial ha tenido Jean-Jacques Rousseau, cuya obra magnífica no ha dejado de ser objeto de reflexión y análisis al menos desde 1750, fecha de publicación del Discurso sobre la ciencia y las artes, al que siguió una serie de títulos fundamentales para entender la filosofía, la política y, en general, el pensamiento en Occidente. A tres siglos de su nacimiento, y con el apoyo invaluable de los académicos Enrique G. Gallegos, Gabriel Pérez y Rodolfo Suárez, investigadores de la UAM , ofrecemos seis ensayos en los que se abordan diversas facetas del vasto quehacer intelectual del célebre autor de El contrato social y Emilio o de la educación, para quien la razón de ser de toda idea y actividad humanas consistía en la obtención de la libertad. Completan el número una entrevista con el crítico de cine Rafael Aviña, así como un ensayo sobre James Thurber, poco reconocido pero excelente cuentista estadunidense. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

Pardeaba la tarde romana cuando el señor Balthus, director del Instituto de Francia en Roma y pintor de seductoras Lolitas y de ninfetas con calzoncitos blan­ cos de algodón y calcetas bien restiradas, levantó la copa para festejar el cumpleaños de un escritor es­ tadunidense que se había apoderado de una parte de la encantada noche romana. El escritor festejado era Gore Vidal, culpable, de manera deliciosa, del nuevo sacco di Roma (digo esto en el sentido que tiene apo­ derarse de una ciudad y hacer el papel de “gurú” en los últimos tramos de La dolce vita arremolinada en torno a los cafés y bares de la Via Veneto. Marcelo y Anitona, de la mano de Fellini, celebraron los ritos contradictorios de los truculentos y siempre fasci­ nantes días de la dolce). La tarde en casa de Balthus se desplomó sin estridencias sobre una noche clara y apacible, pero que, como todas las noches de esos años, llevaba la música por dentro. Balthus habló de su hermano Pierre y de las aventuras ordenadas por las leyes de la hospitalidad que dicta Roberte, perso­ naje central de Roberte ce soir, el formidable texto que adaptó en México Juan García Ponce y dirigió, en varios espacios de la Casa del Lago, Juan José Gurro­ la. Bebíamos vino de Orvieto y en el centro de la mesa brillaban, gracias al buen aceite de oliva, unos cora­ zones de alcachofa con pedacitos de jamón de Parma. Muy pronto, Gore fue el foco de atención. Habló lar­ ga y sabrosamente y, sin pretensiones pontificales, nos dio su punto de vista sobre el american dream. Recuerdo sus palabras: “Al establecer los colegios y los votos electorales, los padres fundadores logra­ ron que Estados Unidos de América no transitara jamás hacia la democracia.” Al día siguiente fuimos a un cine del centro para enfrentarnos de nuevo al sue­ ño estadunidense. Esta vez de la mano ingenua, opti­ mista y experta de Frank Capra. It’s a Wonderful Life ilu­m inó la pantalla con su candorosa y muy bien he­ cha confianza en el pueblo (en este caso no el mismo pueblo hambriento y desesperado de Las uvas de ira, de Steinbeck-Ford) trabajador y cuidadoso de sus ahorros. Capra terminó por emocionarnos con su buena fe. El italoestadunidense decretaba los térmi­ nos de la total felicidad que, de acuerdo con las pala­ bras del himno nacional, iba a colmar todos los sueños del país del melting pot.

9 de septiembre de 2012 • Número 914 • Jornada Semanal

Hugo Gutiérrez Vega Poco antes de salir de Roma, Gore Vidal nos ofreció una cena en la trattoria cercana a su casa del Panteón. Entre plato y plato –ravioles de espinaca, ternera con salsa de limón–, Gore nos entregó su teoría sobre la eternidad de Roma. Esta cualidad maravillosa se en­ contraba más en el placer vital que en la piedad religio­ sa proveniente de un Vaticano cada vez más apegado a la politiquería y al negocio. Nos despedimos en la puer­ ta del Panteón y Gore nos recomendó que nos llevára­ mos en la memoria al pueblo romano gritón, escan­ daloso, tragón, generoso, pero, sobre todo, dispuesto siempre a mantener incólume su alegría de vivir. Muchos años después volví a ver a Gore. Por esas épocas yo dirigía un programa llamado Encuentro. Lo había iniciado el bachiller Gálves y Fuentes y, a su muerte, lo continuamos el señor Álvaro Mutis y este bazarista. Invité a Gore a una emisión sobre litera­tura y política. Lo recibí en el aeropuerto. Venía eufórico pues México le gustaba mucho y las ideas en torno al tema del programa le salían a borbotones romanos. Por cierto que, al poco tiempo, el señor Mutis quedó como único conductor del programa. Trabajaba para Televisa y yo era el conductor nombrado por el Segu­ ro Social (dirigido a la sazón por el muy inteligente don Jesús Reyes Heroles). Por haber participado en una mesa redonda con un discursito sobre la manipu­ lación informativa y la ignorancia fomentada por el monopolio electrónico, el Tigre le pidió a don Jesús que me despidiera, cosa que hizo con desagrado, pues éramos buenos amigos y no le gustaba la obscenidad de los dueños del monopolio de la industria de la con­ ciencia (Edgar Morin dixit). Cenamos en un come­ dero de muchas estrellas y nos acompañó Carlos Monsiváis, el cronista que Gore leía con fruición admirada sin restricciones. A la salida nos topamos con Dolores del Río, tan esplendorosa como en Ramona o Evangeline. Gore se puso de rodillas y ex­ clamó: “¡Divina!” Dolores sonrió y nos dio a besar su mano. Gore declaró que ese había sido uno de los mejores momentos de su viaje a México. Yo pienso que lo mejor fue su participación en el programa, col­ mada de inteligencia, de honestidad intelectual y de ácido y refulgente humorismo. jornadasem@jornada.com.mx

Directora General: C a r m e n L i r a S a a d e , Director: H u g o G u t i é r r e z V e g a , Jefe de Redacción: L u i s T o va r , E d i c i ó n : F rancisco T orres C órdova , Corrección: A leyda A guirre , Coordinador de arte y diseño: F rancisco G arcía N oriega , Diseño Original: M arga P eña , Diseño: J uan G abriel P uga , Iconografía: A rturo F uerte , Relaciones públicas: V erónica S ilva ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: A lejandro P avón , Publicidad: E va V argas y R ubén H inojosa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: Impronta de un espíritu

Ilustración de Ralph Ueltzhoeffer

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh­t émoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui­ tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jor­n ada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.

2


3

James Thurber, humorista Ricardo Guzmán Wolffer

A

l lado de figuras literarias reconocidas por sus dotes de humor, el estadunidense Thurber (1894-1961) padece lo que muchos autores en muchas latitudes: se le lee poco fuera de su país. Lo cual habla más de las prácticas editoriales y de los canales de distribución de la literatura, que de la calidad del trabajo de este pe­ culiar cuentista con inclinaciones por el dibujo, pues gustaba de ilustrar algunos de sus textos y los de otros autores, con ese formato que hizo fa­ moso a Gorey. Empero, el recuerdo de autores como Thurber no es ocioso, especialmente si sus textos siguen funcionando como afirmación de que el universal gesto de sonreír y carcajearse tiene sus peculiaridades en cada lugar y tiempo; o como confirmación de que el humor termina por ser una forma muy eficaz de conocer la naturaleza huma­ na y sus pequeños gestos que llegan a definir una vida o una sociedad. Thurber, autoproclamado lector de Huckleberry Finn y director de la revista The New Yorker, destacó en el cuento y publicó viñetas en varias revistas. Su mirada sobre la sociedad estadunindense era tan rotunda como delicada. En una de sus viñetas está una mujer rezando hincada junto a su cama, en una amplia recámara con varios muebles y cuadros que denotan una vida acomodada, y le pide a Dios que la mantenga como una “normal y saludable jo­ ven americana”. Los textos de James ponen el dedo en la llaga, pero no muestran que busque un cam­ bio ni una lección moral. En la parte más esencial del humor, basta mostrar lo risible y disfrutar con apuntar el dedo. Será cosa del espectador determi­ nar qué hacer con eso. Mientras algunos moneros mexicanos muestran lo grotesco que son los políti­ cos y cómo ello nos afecta, para instar a la reflexión Thurber patentiza lo insostenible y lo deja a la ma­ no, para que uno se lo lleve a donde quiera. En su deliciosa serie ilustrada La guerra entre hombres y mujeres, ellos sólo aparecen con traje de etiqueta y ellas de vestido casi largo, muy arregla­ dos ambos, como si la etiqueta fuera lo cotidiano, lo obligatorio. Ni siquiera en las confrontaciones físicas se despeinan o sangran, con todo y que hay pistolas, piedras y garrotes en las batallas. Antes de la entrega final de las mujeres, donde simbólica­ mente una entrega un bate, hay una “rendición de las tres rubias”, donde ya el lector interpretará si el gesto de las tres féminas indica su gusto por el so­ metimiento o la falta de luces que tanto señalan los propios estadunidenses a sus propias rubias. A lo largo de los cuentos de James se advierte esta inago­ table confrontación de los géneros en las cosas más sencillas y más profundas de la convivencia coti­ diana, para mostrarnos que en una sociedad con cierto bienestar (donde no hay decapitados en las esquinas, donde el acceso a la alimentación no se

limita con políticas públicas, etcétera) los pequeños detalles pueden cambiar la vida a las personas, al menos mentalmente. En el cuento “La dama en 142”, una pareja elucubra sobre qué podría llevar a una mujer a ser buscada en la estación 142 del tren: ella asegura que la mujer está enferma y que le están buscando un doctor; él piensa que es una espía internacional y que se ha logrado de­ tener una conjura internacional con su captura. Con eso el personaje comienza a ver sospechosos a los de­ más pasajeros, hasta que ambos son secuestrados por una pareja y están a punto de ser ejecutados, cuando vemos que se trata de un sueño del hombre. Los caminos de la mente, en lo interno, en esa constante búsqueda de unión con la pareja o cualquier otro, pueden desgas­ tarnos en lo esencial. Esa pequeña lucha es trasladada por el autor a los obvios lu­ gares de confrontación, como el trabajo. En “The Catbird Seat” (juego de palabras so­ bre el desarrollo del jue­ go del beisbol, referido a cuando el bateador está a gusto, con tres bolas y ningún golpe fallido o straik) el estirado y per­ fecto trabajador Señor Martin se enfrenta con una joven que sin ningún empa­ cho desea cambiar el sistema de tra­ bajo de la empre­ sa donde Martin ha estado por dé­ cadas. A l c o m p re n d e r que está en riesgo, la aborda en su casa, donde insulta y amenaza al director y la deja cons­ ternada. Al día siguiente, tras ser inquirido al respecto con mucha pena por el propio director, Martin niega todo. La mujer es despedida, pues nadie puede creer que el empleado perfecto sea ca­ paz de hacer eso. Además de advertirse sobre los prejuicios sobre las mujeres y la importancia que en las empresas se da al debido comportamiento laboral, no se puede dejar de saborear el suave de­ sarrollo de la trama que muestra cómo el propio Martin se va sorprendiendo de su perfecto plan y cómo engaña a todos. Además, imposible negarlo, arranca en el espectador al camino mental de ver a cuántos de esos trabajadores trepadores (no se piense en los burócratas, ésos no hacen mucho), femeninos o no, uno quisiera poder quitar de en medio con tanta eficacia e impunidad.

E s c r i b i ó algu­ nas “F á b u l a s d e nuestro tiempo”. En “La niñita y el lobo”, obvia parodia de “Ca­ perucita Roja”, al mo­ mento en que la niña (que no lleva nada rojo, ni capa) advierte que es un lobo y no su abuela, saca una pistola automáti­ ca y lo mata. La moraleja es: “Ya no es fácil engañar a las niñas, como antes.” No sólo el conflicto de gé­ neros brota cada tanto de sus textos, incluso con cierta burla sobre la forma de hablar de hombres y mujeres de color (escribe fo­ néticamente las expresiones locales), sino otros comportamientos que son visibles en cualquier latitud: los libros de autoayuda. En “Fuerzas des­ tructivas en la vida” el autor inventa títulos ridícu­ los sobre libros relativos y muestra lo poco que sirven para resolver una trifulca marital derivada de una desatinada broma. A lo largo del texto utili­ za esos peculiares “mensajes de autoayuda” para demostrar su ineficacia, al menos en el cuento. Con un humor que por sencillo continúa fresco, Thurber nos explica con certeza en este último tex­ to: “La mente indisciplinada, en corto, está mejor adaptada a este mundo confuso en el que vivimos que la mente alineada.” •


9 de septiembre de 2012 • Número 914 • Jornada Semanal

4

entrevista con Rafael Aviña Jaimeduardo García

La antisolemnidad según Tin Tan E

l fotógrafo Semo (Simón Flechine) inmortali­ zó a Tin Tan con la imagen donde magnifica al pachuco: posa de perfil y junto con su sombra amplificada desafía al convencionalismo, es la reafirmación de la libertad y el desparpajo de un actor que arrancó su carrera en la emisora xej de Ciu­ dad Juárez, Chihuahua, cuando limpiaba un micró­ fono e imitó a Agustín Lara. Nacía un artista que se convertiría en un símbolo de la cultura popular mexi­ cana hasta nuestros días. Rafael Aviña escribió esa historia en Aquí está su pachucote… ¡Noooo! Biografía narrativa de Germán Val­ dés (Conaculta); la hizo “para rendir un homenaje a Tin Tan, que me ha dado no sólo el placer visual de ver mujeres hermosas, situaciones extraordinarias y gags inteligentes, sino que en una época conflictiva, donde siempre estamos agobiados, sus películas nos recuerdan que la vida se puede tomar de una manera más disfrutable”. Señala que uno de los aportes de su libro es que revisó todas las películas que filmó Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo (19 de septiembre de 1915-29 de junio de 1973), pues “todos los trabajos se enfocaban en el período 1949-1954. Las filmogra­ fías publicadas son incorrectas o hay ausencias. De manera azarosa encontré Puerto Rico en carnaval, que no estaba registrada”. El investigador sostiene que Tin Tan “encarnó la antisolemnidad, la anticomplacencia. Fue un espíri­ tu libre. El manejo del idioma, su dominio del gag, su sentido faúnico y su disposición a la irreverencia y al placer le dieron fuerza y aceptación masiva”. Al compararlo con cómicos de la época, el perio­ dista destaca que “Tin Tan le dio la posibilidad de lucimiento a los actores de reparto. En El rey del ba­ rrio, en la secuencia donde Vitola (Fannie Kauffman) y Tin Tan cantan y bailan, no se sabe quién luce más. Eso no lo hizo ningún cómico”. Además lo distinguió la autocrítica y la mofa de sí mismo. “No sólo se burlaba de él, en El revoltoso es evidente, sino de Jorge Negrete o Pedro Infante.” Aviña resalta la genialidad del actor cómico. Se emociona cuando ejemplifica con la secuencia del sueño en Simbad el mareado: “Es la más fascinante en la historia no sólo del cine mexicano sino de la histo­ ria del cine mismo. No conozco ninguna escena que abarque realismo y surrealismo; un desbordamien­ to absoluto de la música: aparecen bailando las Dolly

Sisters, se escucha a Pérez Prado, a Tabaquito, y Sil­ vestre Méndez improvisando con Tin Tan cosas to­ talmente absurdas. Es un momento sublime; tuvo una capacidad extraordinaria para la improvisa­ ción y la hilaridad.” En Tin Tan está presente la crítica social. Rafael Aviña puntualiza que con Miguel Alemán en la Pre­ sidencia “empezó la gran corrupción de los servido­ res públicos. Tin Tan no dejó pasar esa situación; no en balde su yate Tintavento fue una burla del navío presidencial Sotavento, o en El vizconde de Montecris­ to, critica a los ‘hambriadores”. Lamenta que los intelectuales atacaron mucho a Tin Tan, entre ellos, “Salvador Novo. Sin embargo, éste entendió que era un personaje muy inteligente; se hicieron grandes amigos, con frecuencia desayu­ naban en el Hotel Reforma”. El escritor comenta que una de las razones por las cuales se le embestía es que lo consideraban un per­ sonaje vulgar. “En sus películas, y mucho tuvo que ver el Peralvillo [Juan García, guionista y actor de sus cintas], los personajes de barrio, el lenguaje utilizado y su actitud atentó contra las buenas conciencias. “Otro factor es que Cantinflas vio en Tin Tan una fuerte amenaza. Además, la crítica se ocupaba del cine de Julio Bracho o de Emilio el Indio Fernández, que triunfaban en el extranjero.”

Luego de la época de esplendor cinematográfico, Germán Valdés entra en un proceso de decadencia. Rafael Aviña se la atribuye a la pésima administra­ ción, tanto de imagen como económica: “Uno de sus delirios fueron los Cadillac.” Por ello trabajó casi a destajo: “De 1956 a 1958 fil­ mó veinticuatro películas, si lo comparamos con Cantinflas, que en ese período hizo tres filmaciones, pues sabía que su imagen la podía quemar y dosificó sus películas, a Tin Tan eso le valió madres.” A Germán Valdés le pagaban por película 25 mil pesos semanales a principios de los años cincuenta. “Fue mucho, considerando que el primer salario de Tin Tan en una película (Hotel de verano) fue de 350 pesos. En esa época cobraba 40 pesos diarios en teatro.” El investigador considera que la gran etapa de Tin Tan termina con Lo que le pasó a Sansón. La cataloga como una gran película; “todavía tiene muchas apor­ taciones interesantes de su humor. Sin embargo, el caso más lastimoso es Quiero ser artista, donde sólo aparece 27 segundos, y las películas de Chanoc”. Algo que se le criticó a Tin Tan es el consumo de marihuana, que nunca ocultó y lo exhibió en sus pelí­ culas, fue una manera de desafiar al poder alemanista. “Fue un hombre hiperactivo, de ahí que le gustara tanto la sexualidad, la marihuana, la música, el bai­ le, el reventón. El consumo de la marihuana le atrajo muchas críticas. Eso no lo hizo ni mejor ni peor per­ sona, ni mejor o peor actor”, precisa. Al escritor le parece una injusticia que a Tin Tan jamás se le valoró en vida sus películas y su talento: “Nunca lo nominaron a ningún Ariel. Me sorprende que con Las aventuras de Pito Pérez la crítica no reco­ nociera su capacidad para la tragicomedia”. Rafael Aviña sostiene que Tin Tan permanece en el imaginario colectivo de las nuevas generaciones. Se lo atribuye a que “no ocultaba nada, fue antiso­ lemne dentro y fuera del set; fue muy transparente, libre y hedonista, en el buen sentido de la palabra”. El periodista puntualiza que en la actualidad los jóvenes traen camisetas de Tin Tan y no de Cantinflas. “Mario Moreno representaba lo institucional, lo coer­ citivo, lo burocrático, el discurso moralizante. Tin Tan fue todo lo opuesto. Hay una frase de Carlos Monsiváis que lo caracteriza: ‘Tin Tan es el primer mexicano del siglo xxi ’. Sigue siendo un personaje adelantado. Y a lo mejor es el primer mexicano del siglo xxii .” • Foto: http://sitios.itesm.mx


Rousseau y la ciudadanía Gabriel Pérez Pérez

R

ousseau ha sido aclamado como uno de los principales filósofos políticos de la moder­ nidad, su influencia ha trascendido el pensa­ miento político de su época. Para este autor la sociedad contribuye a ordenar las relaciones entre los hombres, de manera que la comunidad es el prin­ cipal instrumento de moralización. Recuperando la influencia clásica de filósofos co­ mo Platón, en su obra destaca que no todos los hom­ bres de una población son iguales, de forma que diferencia entre habitante y ciudadano, ya que en­ tiende que esta segunda concepción está vinculada a la formación de la ciudad, y hace referencia a los asociados que participan de la autoridad soberana. En este sentido, un súbdito es aquel que se somete a las leyes del Estado sin la posibilidad de exponer su opinión ni influir en la voluntad general. En el marco de un orden que estructura a la socie­ dad mediante el contrato social, tanto al soberano como al ciudadano corresponden derechos y obli­ gaciones que deberán respetar en tanto miembros del Estado. Sólo siendo parte de la sociedad se puede disfrutar de los bienes públicos y privados, la perte­ nencia al Estado hace posible garantizar la pro­ piedad y la seguridad. Jean Jacques Rousseau recupera elementos cen­ trales de la filosofía política clásica, como la sobe­ ranía y la ciudadanía. Frente a la Ilustración se colo­ có como un crítico del predominio de la racionalidad y el conocimiento ‒ambos elementos concentrados en grupos minoritarios‒, que excluyen la opinión de las minorías. Para Rousseau sólo dentro de una sociedad puede haber individualidad, libertad, egoísmo, respeto a los pactos; fuera de ella no hay nada moral. De ella obtienen los individuos sus facultades mentales y morales y por ella llegan a ser humanos; la categoría moral fundamental no es el hombre, sino el ciudadano. Rousseau idealizó la concepción de la ciudad-Es­ tado de la Grecia clásica; esta fue una de las razones de que su filosofía política no lle­ gase nunca a tener una articulación íntima con la política contemporánea. Al resucitar la intimidad de senti­ miento y la reverencia que comporta­ ba la ciudadanía en la ciudadEstado, permitió que se aplicasen a la ciuda­ danía del Estado nacional. Consi­ deraba el cosmo­ politismo implí­ cito en el derecho

natural como mero pretexto para eludir los deberes de ciudadano. Concibió una sociedad general con arreglo a las sociedades particulares. Para Rousseau, el estable­ cimiento de Estados pequeños nos hace pensar en Estados grandes; y sólo comenzamos a ser verdade­ ramente hombres después de haber llegado a ser ciu­ dadanos. Esto muestra lo que debemos pensar de esos pretendidos cosmopolitas que, al justificar el amor a su país por su amor a la especie humana, se jactan de amar a todo el mundo para poder disfrutar el privilegio de no amar a nadie. Para Rousseau el pac­ to social establece una igualdad entre los ciudada­ nos, en la que comparten los mismos derechos y obli­ gaciones, sin hacer distinciones entre ellos. No obstante, cabe diferenciar entre los derechos del ciu­ dadano y los derechos del soberano, los cuales, en el segundo, aun cuando tiene un poder absoluto, no pueden sobrepasar los límites de la voluntad general. Lo anterior nos remite a que no debe confundir­ se la voluntad de todos con la voluntad general, ya que la primera, concebida como suma de voluntades individuales, hace referencia al interés privado y la segunda al interés común. En las sociedades con­ temporáneas esta diferenciación forma parte de una amplia discusión en torno a la concepción de bienes­ tar público, por un lado, apelando a la libertad indi­ vidual y, por otro lado, a la igualdad social. Suponer el predominio de un grupo social impli­ ca negar la igualdad entre los individuos. Si bien no pueden dejar de reconocerse diferencias físicas que la naturaleza estableció entre los hombres, en la or­ ganización social se reconoce una igualdad moral y legítima a partir de la cual se da sustento al contrato social. A partir de estas premisas básicas, se entiende que el bien común es resultado de la voluntad ge­ neral y es sólo con base en ella que se pue­

de dirigir el Estado. En este sentido, la integra­ ción de la voluntad de cada miembro de la comuni­ dad en un interés colectivo constituye en sí mismo el vínculo de la sociedad. Sin lugar a dudas, para Rousseau las sociedades modernas tienen como valores centrales la libertad y la igualdad, los cuales cobran sentido en tanto la persona particular se asocia en un cuerpo colectivo comúnmente denominado Estado, en el que los ciu­ dadanos son parte constitutiva. No obstante, en Rousseau la ciudadanía es un término que, a pesar de su frecuente uso, ha sido empleado de una forma confusa, lo cual limita sus alcances teóricos. A partir de la noción de ciudadanía, Rousseau hace una crí­ tica a posiciones que la conciben como una virtud, esto es, como expresión de civilidad de las socie­ dades modernas, de manera que un ciudadano es el individuo que supera su estado natural y salvaje. Para Rousseau, más allá de un atributo ético o mo­ ral, la ciudadanía es un derecho imputable a todos los individuos que, de manera pasiva o activa, sus­ criben el contrato social. La ciudadanía niega la diferenciación de los hom­ bres en viejas categorías como la de esclavo, ya que, por un lado, a todos los hombres les son reconocidos iguales condiciones y derechos, y por otro lado, aun cuando pueden ceder libertad a favor de su seguri­ dad y bienestar, es ilegítimo que el hombre ceda to­ dos sus derechos. Estos derechos en la organización civil son ajenos a imposiciones por la fuerza que no responden a una conducta justa. Si bien es cierto que Rousseau no diferencia a los hombres, también es cierto que dentro del pacto social se excluye a los extranjeros. No obstante, cabe resaltar que una vez establecido el Estado, todo habitante, por el simple hecho de residir en ese territorio, tiene im­ plícita la aceptación del contrato social. De manera general, la ciudadanía es una concepción amplia que relaciona a los individuos con una comunidad políti­ ca en particular en la que, en tanto miembro, se le re­ conocen y garantizan iguales derechos y libertades. La noción de ciudadanía en Rousseau es un ideal utópico que a 300 años de su nacimiento y fundamentalmente desde la publicación de El contrato social, hace 250 años, nos ha mantenido reflexionando y seguramente nos manten­ drá pensando en torno a ella por muchos años más •

5


6

Jornada Semanal • Número 914 • 9 de septiembre de 2012

Razón e imaginación en

Rousseau Enrique G. Gallegos

P

or mediación de los autores de la Enciclopedia, el siglo xviii ha pasado por ser el siglo de la razón; pero con idéntica legitimidad Kant lo designó, en la Crítica de la razón pura, la época de la crítica, y por intermediación de Baumgarten se le ha denominado el siglo de la estética. Estas rela­ ciones entre razón, crítica y estética están expresadas en la obra de Rousseau. El racionalismo ilustrado sostenía que la razón permitía conocer las causas de las acciones, evitar los sentimientos dañinos, actuar de forma reflexiva, or­ denar sistemáticamente a la sociedad y conocer las consecuencias sociales de las acciones. Pero Rous­ seau no está totalmente convencido de este entu­ siasmo. En el Discurso sobre las ciencias y las artes (1750), Rousseau elaborará una feroz crítica contra la civilización ilustrada occidental y sostendrá que las ciencias y las artes han tenido como efecto corromper las costum­ bres y el espíritu de las personas. “Conjun­ to de charlatanes”, dirá de filósofos y es­ critores ilustrados. A la exacerbación de la razón, Rousseau opondrá un conjun­ to de rasgos que el romanticismo después hará suyos: la ensoña­ ción, la subjetividad, la apelación al corazón y a las emociones, el erotismo y el culto a la naturale­ za, todo aquello que por simple exposición podríamos englo­ bar como dominios de la ima­ ginación. Así, en sus Confesio­ nes (1782-1789), Rousseau se autodescribe como un natu­ ral inquieto, apasionado, amante de la naturaleza, de la sencillez, de la espontaneidad y del caminar solitario por los bos­ ques. En Las ensoñaciones del paseante solitario (1782) manifiesta que la re­ flexión y la meditación le pesan y por momentos le molestan, pero también se percata de que su pensamiento transita de la ensoñación a la medi­ tación y de ésta a la ensoñación. Pero la crítica a la razón ilustrada y la recuperación de la imagina­

ción no se resuelven en una mera oposición, sino que es llevada por Rousseau a las propuestas conceptua­ les que lo empujarán más allá de su propio siglo para hacerlo piedra angular de nuestra época a través del romanticismo y de algunos conceptos claves para la democracia (pacto social, voluntad general, igual­ dad). Frente a la degradación social, moral y cultural que creía ver en su tiempo, propondrá en El contrato social (1762) un pacto en el que la igualdad, la legiti­ midad, la libertad de los ciudadanos y la lucha contra la arbitrariedad serán los puntos de partida de la política; mientras que en la Carta a D’Alembert (1758) se hará cargo de las implicaciones políticas y morales de la estética. Frente a un teatro y arte ilustrados, Rousseau opondrá una estética de la inmediatez y la recuperación de las costumbres y caracteres de cada pueblo. Un teatro en el que los ciu­ dadanos actúen y compongan sus propias obras. Una estética que recupere los valores propios del ciudadano y del ethos, pueblo en el cual vive. Hay una insospechada rela­ ción íntima entre El contrato social y la Carta a D’Alembert. No es casualidad que en ambos textos se rechace la repre­ sentación y se defienda la inmedia­ ción comunal. “No bien un pue­ blo libre se da representantes, ya no es más libre, ya no exis­ te”, dice Rousseau en El con­ trato social. Los libros de Rousseau mues­ tran el extraño equilibrio que mantenía entre razón e imagina­ ción. Si criticaba la razón ilustrada, la censuraba por lo que tenía de exacerbado y uniformante. Si recu­ peraba la ensoñación, la subjetivi­ dad, las emociones y las pasiones... la poesía, pues, era perfectamente consciente de los riesgos y de sus singulares vínculos con la razón. El contrato social puede leerse como la expresión de una arquitectura racio­ nal y estructurada, una voluntad metódica por reparar la degrada­ ción moral y estética mediante la doble prótesis (del pacto so­

cial y la voluntad general). De la misma manera, la es­t ética de la inmediatez que propone en Carta a D’Alembert es obra de una voluntad racional y metó­ dica que intenta sobreponerse a la estética ilustrada y sus efectos perniciosos. Pero estos desplazamien­ tos de una razón (que podríamos calificar de equi­ librada o estetizada) no impiden que en Las ensoña­ ciones del paseante solitario Rousseau también se muestre disperso, soñador, amante de la naturaleza, distraído y apasionado. Poeta, pues, de cabo a rabo. Los grandes filósofos-poetas tienen múltiples funciones en el acontecer del pensamiento, la imagi­ nación y las instituciones (sirven de guías, orientan los juicios, ayudan a comprender épocas pasadas, proporcionan categorías de análisis/imaginación y sirven para repensar/imaginar nuestra época); qui­ zá Rousseau cumple con creces esta exigencia. Me­ diante la expresión de la compleja y tensa relación entre razón e imaginación, entre política y estética, Rousseau se adelantará varios siglos a la crítica de la estetización de la política que Benjamin realizará en 1936 para el caso del fascismo en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. De la misma ma­ nera, su Carta a D´Alembert prefigura la preocupación que expresará Debord en 1967 en La sociedad del es­ pectáculo a propósito de una sociedad que se presen­ ta como una “inmensa acumulación” de apariencias. El punto que ata a Rousseau con Benjamin y Debord es una clara conciencia de las relaciones entre políti­ ca y estética al nivel de la experiencia política y sus efectos instrumentales y disciplinantes. Con otras intenciones y otros contextos, pero los riesgos de una política maquillada, frívola, vacía, espectral, acumulativa y espectacular estaban ya claramente apuntados cuando Rousseau preveía que, si no se modificaba el estado de las cosas, las elecciones de los políticos terminarían por pasar por “los camerinos de las actrices”. Una política esteti­ zante en la que los ciudadanos del siglo xxi nos en­ contramos atrapados. Basta contemplar en períodos electorales el “obligado” desfile de nuestros polí­ ticos por los programas de entretenimiento, la pu­ blicidad efectista y la apelación al lenguaje emotivo. Nada nuevo, se dirá. Acaso desde la expulsión pla­ tónica del poeta de la República seguimos fascinados con la misma comedia. Pero justamente esta con­ ciencia, este trazado histórico y conceptual, deberían mediatizar una crítica más tenaz y disolvente. Por ello, como quería Benjamin, habría que invertir el camino, repolitizar la estética y dotar a la política de un sentido más esperanzador •


Bernardo Bolaños

R

ousseau era hipersensible. “Yo no tenía nin­ guna idea de las cosas pero todos los senti­ mientos me eran ya conocidos”, escribe en las Confesiones. Y David Hume, quien buscó co­ nocerlo y lo acogió cuando era perseguido en Fran­ cia, afirmaba que Rousseau no era un gran lector, ni un observador, ni se destacaba por su pensamiento. “Él sólo ha sentido, toda su vida; y, en ello, su sensi­ bilidad va un paso más allá de lo que yo jamás había visto.” Esta característica de su personalidad surgió de su infancia, cuando le leía en voz alta a su padre (un relojero suizo) las novelas sentimentales de la biblioteca de la madre muerta. Ya famoso en toda Europa, un año antes de publicar El contrato social, sale a la luz su propia novela del corazón titulada Julia o la nueva Eloísa. En ella, una joven de clase me­ dia sacrifica el amor de su vida por interés econó­ mico y para cumplir las convenciones sociales. La lectura de esta historia desencadenará un alud de cartas a Rousseau en las que los europeos de la época afirman haber sentido con pasión inusitada, con lá­ grimas y estremecimientos, las peripecias de la joven Julia. La historiadora Lynn Hunt ha llegado incluso a afirmar que los derecho humanos, basados en la sensibilidad hacia otras personas independiente­ mente de su condición social, se hacen posibles en la conciencia de la gente gracias a la lectura de novelas sentimentales, de las cuales Julia o la nueva Eloísa es el ejemplo más impresionante. Se publicaron 115 edi­ ciones en francés de esta obra entre 1761 y 1800, sin contar las traducciones. Antes de esa revolución mo­ ral, tenemos testimonios de nobles que podían des­ vestirse sin pudor ante su servidumbre, “no tenien­ do por demostrado que los criados fuesen hombres”, según la expresión de Madame Duchâtelet. Con la lectura de novelas rosas, la gente se habituará a po­ nerse en los zapatos del otro, sea éste un mendigo o un extranjero. Rousseau tuvo un gran amigo al que mostraba sus manuscritos y veía regularmente en los cafés. Era Diderot. Pero la fama del primero los separa. Esa es al menos la triste historia de celos y complot de la cual Rousseau está convencido. A Jean-Jacques lo in­ digna que a Diderot lo traicione la envidia y que lo critique agresivamente por cualquier motivo. Por ejemplo, por haber huido de la ciudad para refugiar­ se en el campo. A Diderot, por su parte, le exaspera el orgullo desmedido de su amigo que desprecia el dinero, que creía sucio (como el monto de una pen­ sión de Luis xv ), en perjuicio de su familia. Luego vendrá una separación ruidosa. Rousseau acusa a Diderot de revelar su amor platónico por la joven Sophie d’Houdetot nada menos que al amante de ésta, el poeta Saint-Lambert. Diderot aduce un sim­ ple descuido, pero Jean-Jacques decide romper. “Tuve un Aristarco [entiéndase un censor] severo y juicioso; ya no lo tengo, ya no lo quiero, pero lo lamentaré por siempre y le falta mucho más a mi corazón que a mis escritos.” Al leer esas líneas, Diderot se enfurece y trata a Jean-Jacques de “vano como Satanás, ingrato, cruel, hipócrita y malvado”. Rousseau vivía una paradoja existencial: amaba a las sociedades libres y participativas pero admira­ ba también la espontaneidad del buen salvaje. Digan lo que digan los filósofos políticos contemporáneos con sus sutiles distinciones y sus lecturas separa­ das por disciplinas, Rousseau redescubrió la demo­ cracia. Esta última es la experiencia esquizofrénica en la cual el ser humano es tanto un bourgeois retraí­ do en su vida privada como un citoyen comprometi­

do. Léanse, respectivamente, el Emilio y El contrato social. La suma de estos dos personajes da lugar a un Yo que se extraña de sí mismo. En Las ensoñaciones del paseante solitario, obra póstuma, Rousseau acabará reconociendo: “el conócete a ti mismo del templo de Delfos no era una máxima tan fácil de seguir como lo había creído en mis Confesiones”. Años después de su disputa, Diderot retratará la conciencia de su antes amigo en el diálogo titulado El sobrino de Rameau: “Que el diablo me lleve si sé en el fondo quién soy. En general, tengo el espíritu redondo como una pelota y el carácter franco como el mimbre; jamás soy falso, siempre que tengo interés en ser ver­ dadero; jamás soy verdadero, si tengo siquiera un poco de interés en ser falso. Digo las cosas como ellas

al poeta Schiller, que lo compartirá con Goethe, su traductor al alemán, y luego con Hegel, quien lo ci­ tará tres veces en La fenomenología del espíritu al abor­ dar el desarrollo del Espíritu extrañado de sí mis­ mo. Hegel interpreta el diálogo de Diderot como testi­m o­n io del surgimiento de la autoconciencia en la modernidad, una conciencia escindida, libre de las ataduras de la tradición y la religión. Podemos adoptar la profunda lectura que hace Hegel del diálogo para afirmar que Rousseau ejem­ plifica mejor que nadie el surgimiento de la concien­ cia moderna. Rousseau se fijaba en su propio pecho, en sus libros y se decía: “Es auténtico mi sentimien­ to.” Rousseau abrió las puertas a la emergencia de sociedades liberales, formada de burgueses-ciuda­

Rousseau o la

soberanía de la

autoconciencia me vienen, si son sensatas qué mejor; si impertinen­ tes, ni modo. Uso plenamente mi franqueza.” Y Di­de­ rot termina este párrafo parafraseando la descripción que hiciera Hume de Rousseau: “Nunca en mi vida he pensado, ni antes de expresarme, ni al expresarme, ni después de haberme expresado. Por ello, no ofendo a nadie.” Desde luego, cuando Hume y Diderot decían que Rousseau nunca pensó no sugerían que fuera un imbécil, sino que se regía por un deber de esponta­ neidad, por intuiciones emotivas que daban lugar a un valor nuevo: la autenticidad. Ésta es la indepen­ dencia incluso para ser uno mismo, la falta de sumisión llevada hasta la definición inédita de sí. Una copia de El sobrino de Rameau llegará, a través de un bibliotecario de Catalina la Grande de Rusia,

danos, libres en el sentido de ser dueños de su vida interior, es decir, atrincherados bajo su conciencia individual. En la modernidad, la virtud suprema de los burgueses-ciudadanos será la autenticidad; ca­ da persona será, como denunciaría Marx, una mó­ nada. Y la autenticidad será también una forma de locura, un distanciamiento del Yo. Por eso, el retra­ to que hace Diderot de su antiguo amigo no es com­ placiente. La vigencia de Rousseau como filósofo es enorme. El ser humano no es sólo el buen salvaje asocial, ni sólo el ciudadano total. Entre el individualismo libe­ ral y el jacobinismo totalitario está Rousseau. Entre la vida privada y la vida pública está la autoconcien­ cia moderna •

7


Jornada Semanal • Número 914 • 9 de septiembre de 2012

Hace un año en Ocupa Wall Street

El hombre moderno Miriam M. S. Madureira

E

n un conocido pasaje de su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Rousseau compara al hombre “civilizado” o “sociable”, su contemporáneo, con el hombre “salvaje” que habría vivido en un hipotético Estado de Naturaleza en los inicios de la historia humana: “el salvaje ‒dirá Rousseau‒ vive en sí mismo; el hombre sociable, siempre fuera de sí”. Con ello, Rousseau será el primero en nombrar aque­ lla experiencia, según muchos, central de la moder­ nidad, a la que se ha llamado después, con diferentes interpretaciones, la experiencia de la escisión o de la enajenación modernas: la experiencia de la imposi­ bilidad de identificarse con, o reconocerse en, todo aquello que ahora aparece –en términos más contem­ poráneos– como el otro de uno mismo: la naturaleza y el mundo de los objetos mismos, los demás sujetos y la sociedad, e incluso nosotros mismos. Todas esas dimensiones le aparecerán al sujeto moderno como teniendo algún grado de extrañeza, como efecto de la ausencia de una identidad que frecuentemente se pretende restablecer. Porque central en esa experien­ cia será, en las interpretaciones posteriores, la per­ cepción de esa extrañeza como resultado de una pérdida: se habría perdido, irremediablemente, una inmediatez originaria, resultado de una identi­ dad previa de lo que ahora aparece como extrañado. También el vivir “fuera de sí” de Rousseau parte de la percepción de una pérdida. Aquello que se ha­ bría perdido aparece en sus dos principales discursos –el Discurso sobre las ciencias y las artes, de 1750, y el mencionado Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad entre los hombres, de 1755– como con­ traste con la vida “civilizada” objeto de su crítica, la que a su vez se describe en ellos como resultado de un proceso de decadencia y corrupción. Cada uno de los dos discursos contesta a una pre­ gunta propuesta por la Academia de Dijon para una disertación, con el objetivo de premiar a la mejor res­ puesta. En el primero de ellos –con el cual Rousseau

fue premiado por esa Academia–, el autor, ofrecien­ do una respuesta original a la pregunta propuesta (“si el restablecimiento de las ciencias y las artes ha contribuido a depurar las costumbres”), expone toda la cultura de las “luces” y de la “reflexión” como corruptoras de la virtud moral y ciudadana que él cree encontrar en pequeñas repúblicas como Esparta, uno de sus modelos: en lugar de depurar las costumbres, las ciencias y las artes más bien las habrían corrom­ pido. Y en el segundo discurso, Rousseau retomará el tema al exponer el paso de un Estado de Naturale­ za, que él mismo admite que posiblemente nunca habría existido, a la “civilización” moderna, marca­ da por la desigualdad. Como contraste al diagnós­ tico del mundo “civilizado” moderno, Rousseau describe aquí un estado marcado por la “celeste y majestuosa simplicidad” de la naturaleza, en el que el “hombre salvaje” habría vivido “errante por los bosques, sin industria, sin habla, sin domicilio, sin guerra, sin relaciones, sin necesidad alguna de sus semejantes, sin el menor deseo por hacerles daño”: sujeto “a pocas pasiones y bastándose a sí mismo”, “no sentía más que sus auténticas necesidades”. Pero a pesar de sus diferencias, el diagnóstico de la modernidad que Rousseau expone en esos dos discursos –y que está presente también en otros de sus escritos– coincide en ver el origen del “vivir fuera de sí” del hombre “civilizado” en dos rasgos centrales de la “civilización”: la “opinión” y la “re­ flexión”. En primer lugar, la “opinión”: El “vivir fuera de sí” del “civilizado” tendrá su origen, para Rousseau, en lo que el autor percibe como el lujo, la obsesión por las apariencias, la vanidad, y la búsqueda de la “estimación pública” –por las que él mismo había pasado en los salones parisienses– que él ve como producto del desarrollo moderno de las ciencias y las artes. El hombre “salvaje” había podido “vivir en sí mismo” por no sentir más que sus “auténticas necesidades” y por no necesitar de sus semejantes; el hombre “sociable” ha perdido para Rousseau esa autosuficiencia que permitía su coherencia interna justamente en la medida en que “sólo del juicio ajeno […] extrae el sentimiento de su propia existencia”. Es el peso de “la opinión” y la dependencia de la mirada de los otros, expresión misma de la dependencia de los otros también en otros sentidos y asociada a la desigualdad, lo que estará por detrás de este aspecto de la experiencia de “vivir fuera de sí”. Y aquí entra también el otro aspecto de su diag­ nóstico: el hombre moderno vive “fuera de sí mismo” también por efecto de la reflexión, es decir, por el proceso mismo que la Ilustración francesa asociaba a las luces de la razón. Es conocida la afirmación de Rousseau en el segundo discurso de que si “la natu­ raleza nos ha destinado a estar sanos, […] el estado de reflexión es un estado contra natura, y que hombre que medita es un animal depravado”. La reflexión es lo que hace que se pierda la inmediatez que caracte­ rizaba a la situación natural que permitía al hombre “vivir en sí mismo”. Rousseau presenta ese aspecto en primer lugar en el sentido del distanciamiento de un contexto ético y de la pérdida de una virtud que habría tenido aquel carácter inmediato que le hacía aparecer como casi natural en los pueblos que él ve como no corrompidos: acerca de Roma, por ejemplo, el autor afirma, citando a Séneca, que hasta cierto punto de su historia “los romanos se habían conten­ tado con practicar la virtud; todo se perdió cuando empezaron a estudiarla”. Para Rousseau, quien distingue entre un autosuficiente

t

Rousseau

8


tres siglos de

pensamiento

La pérdida de la inmediatez causada por la

reflexión es efecto de un distanciamiento frente

a la naturaleza, al otro y a uno mismo.

9 de septiembre de 2012 • Número 914 • Jornada Semanal

“amor de sí” y el egoísta “amor propio”, “es la razón que engendra el amor propio, la reflexión la que lo fortifica”. Y la causa de ello está en el distanciamien­ to que el reflexionar provoca frente a su objeto: según Rousseau, “la razón hace replegarse al hombre en sí mismo, lo aparta de todo lo que le incomoda y afli­ ge”. Así se rompe la identificación inmediata, en el estado de naturaleza, entre “el animal espectador y el animal que sufre”, con la que Rousseau descri­ bía el único rasgo vagamente social del “salvaje”, la “piedad natural” con la que moderaba su amor de sí. Al “replegar al hombre en sí mismo”, la reflexión lo aparta de sí mismo y de los demás, de su “segunda naturaleza” virtuosa; y ésta a su vez coincide aquí con la primera: con su propia naturaleza interna, parte ella misma de la naturaleza en general. La pér­ dida de la inmediatez dada por la autosuficiencia natural causada por la reflexión es efecto así de un distanciamiento frente a la naturaleza, al otro y a sí mismo, y genera la dependencia frente a esas dimen­ siones ahora extrañadas de nosotros mismos. Por ello, el hombre civilizado vive “fuera de sí”. Sin embargo, la historia para Rousseau no termi­ na aquí. Se puede ver El contrato social como un in­ tento de restablecer la independencia y libertad na­ turales, y así también la identidad originaria, bajo otros parámetros: como libertad civil, en la que el hombre, al obedecer a la voluntad general, “no obe­ dezca empero más que a sí mismo y quede tan libre como antes”. En la sociedad política así constituida, el hombre pasaría a vivir otra vez “en sí mismo”. Só­ lo que ahora por “convención”, y ya no por fuerza de la naturaleza: también El contrato social parte de los hombres “como son”, lo que es decir, como son hoy, y Rousseau tenía claro que su modelo de socie­ dad sólo podría servir estrictamente hablando pa­ ra pequeñas repúblicas, como su Ginebra natal. A los demás hombres y mujeres que vivimos –sujetos modernos– replegados en nosotros mismos, pero fuera de nosotros, ni un regreso a la selva –que Rous­ seau nunca ha propuesto– o a la vida natural en las playas de los caraibas nos podrá regresar a la in­ mediatez perdida.

La religión civil Zenia Yébenes En El contrato social, Rousseau busca la instauración de un credo secular cuya finalidad sería asegurar la unidad del Estado. Rousseau tenía la idea de elabo­ rar una profesión pública de fe. Esta fe sería distinta de la fe religiosa cristiana. En primer lugar, porque “el cristianismo es una religión totalmente espi­ ritual que desapega a los hombres de las cosas de la tierra” (El contrato social, de donde tam­ bién las citas que siguen). En segundo lugar, porque atentando contra el espíritu social Busto en el Louvre

“lejos de entroncar los corazones de los ciudadanos con el Estado [el cristianismo] los separa de él como de todas las cosas de la tierra”. De estas premisas va a extraer la necesidad de formular la religión civil en la que se promueva el amor del ciudadano por sus de­ beres políticos. Los artículos de la fe rousseauniana son entendidos como sentimientos de sociabili­ dad, sustitutos laicos de la solidaridad religiosa. En ese marco son simples, precisos, y (en tanto artículos de fe) sin explicación ni comentario: “La existencia de la divinidad benefactora, poderosa, inteligente, pre­ visora y proveedora, la vida futura, la felicidad de los justos y el castigo de los malhechores, la santidad del contrato social y de las leyes: éstos son los dog­ mas positivos. En cuanto a los negativos, los resumo en uno solo: la intolerancia.” La cuestión sin embar­ go se devela más compleja, porque el ciudadano que no admita o acepte los principios de la profesión de fe debe ser expulsado del Estado. No por impío o hereje, matiza Rousseau, sino por insociable. ¿Cómo pueden los ciudadanos como grupo sobre­ ponerse al amor propio, a la dinámica de la desigual­ dad y a los regímenes de esclavitud y de dominio que los rigen? No es la sabiduría, ni siquiera la justicia de la voluntad general lo que cuenta, sino el hecho de su existencia como general. La cesión de las respectivas voluntades particulares crea leyes que gobiernan al individuo y asegura que la sociedad se transforme en un yo común. La relación entre la voluntad general y las voluntades particulares es sin embargo difícil de esclarecer. ¿Cómo persuadir a cada uno de los ciu­ dadanos de rendir su voluntad? Si la virtud ha de ser posible en el Estado, ha de ser a través de una figura que instile su carácter y sus costumbres en las leyes que los hombres han de otor­ garse para someterse a sí mismos. Rousseau lo llama el Legislador. Alguien que no tenga ningún rol en la estructura de gobierno pero que constituya su con­ dición de posibilidad. El Legislador debía “ser una inteligencia superior, que viese todas las pasiones de los hombres y que no experimentase ninguna”. Como los hombres no suelen atender a razones, ten­ dría que ser capaz de recurrir a una autoridad de otro orden, la autoridad de una religión civil que pudiera persuadir sin violentar: “He aquí lo que obligó en todos los tiempos a los padres de la nación a recurrir a la intervención del cielo y a honrar a los dioses […] a fin de que los pueblos, sometidos a las leyes del Estado como a las de la Naturaleza […] obedeciesen con libertad y llevasen dócilmente el yugo de la feli­ cidad pública.” El Legislador, conocedor del cora­ zón humano, daría a los ciudadanos una religión civil que los persuadiera y que favoreciera sus senti­ mientos de cohesión con el Estado. A través de los rituales y ceremonias cívicas, al rendir culto al Esta­ do el individuo se sentiría parte del Todo. La felici­ dad se basaría en confinar los deseos particulares a los límites impuestos por la necesidad que determi­ naría la voluntad general •

9


ensayo Leandro Arellano

D

e haber sido tan longevo como Matusalén, Juan Jacobo habría cumplido trescientos años en junio pasado. Mas la fortuna del pa­ triarca bíblico es única, los mortales no damos para tanto. Polvo somos y al polvo tornamos más pronto que tarde. Al Olimpo sagrado ingresan sólo unos cuantos, que también sobreviven en la memo­ ria de los hombres. Sócrates murió hace más de dos milenios, pero su memoria ronda nuestro espacio cada anochecer, al levantar el inventario del día que se acaba. Igual que el sabio griego, Juan Jacobo se halla en el estrecho censo de aquellos a cuyo paso la humanidad avanza, uno de esos seres que ensanchan los horizontes y nos reconcilian con la vida. Chesterton dijo que quien ama al mundo debe pro­ curar reformarlo; axioma que Juan Ja­ cobo cumplió a cabalidad. Con la ree­ dición de sus obras, mesas redondas, suplementos, seminarios, publicaciones especiales y otros homenajes, Francia entera y su natal Ginebra, igual que uni­ versidades e instituciones culturales en muchas partes, celebran el tricentésimo aniversario de su nacimiento. La vida de Juan Jacobo fue un andar constante. “Es preciso que mi cuerpo esté en movimiento para que se mueva mi espíritu”, escribió en sus Confesio­ nes. Desde la niñez se aficionó a caminar y en su juventud hizo grandes recorri­ dos a pie. Testimonios del placer que le provocaba andar y la satisfacción que le producía el solo hecho de ponerse en marcha los hallamos a cada paso de sus obras autobiográficas. Andaba el cami­ no en busca de motivos para su creación. Durante su estancia en l´Hermitage –en los suburbios de París- se aficionó salir a la campiña de paseo por las tardes, li­ breta y lápiz en mano. “No puedo me­ ditar sino andando”, anotó en sus Con­ fesiones. Ensoñaciones de un paseante solitario tituló su última obra, un grupito de diez textos que, reunidos, alcanzan poco más de un centenar de páginas, y que representan la continuación y culmina­ ción de sus Confesiones. Las comenzó en París y las concluyó en su última residencia, Er­ menonville, donde además de escribir y deleitarse con la música, estudiaba y practicaba la botánica. Allí murió a los sesenta y seis años, víctima de una apo­ plejía y recluido casi en soledad, achacoso y pobre, con pocos y leales amigos, menos por la maldad hu­ mana que por su neurosis. Al contemplar un paisaje me siento conmovido sin saber por qué escribió, y esa emoción es transmi­ tida enteramente al lector. Quién sabe si en México, donde el cultivo literario del paisaje es escaso y tar­ dío, sea difícil entenderlo. Su profunda afición por

El andar de

9 de septiembre de 2012 • Número 914 • Jornada Semanal

10

blicanas y en el crecimiento del nacionalismo. El Romanticismo, además, tiene en él a uno de sus gran­ des precursores. Una de sus ideas centrales es que el hombre es bueno por naturaleza... Juan Jacobo es el arquitecto del concepto de so­ beranía popular. En El contrato social, una obra es­ truendosa escrita en tono apacible, propone la de­ mocracia absoluta bajo un régimen de monarquía absoluta, como era el reinado de Luis xv . El sentido contractual de la vida social que propone es racio­ nalismo puro, en una aparente contradicción de este filósofo naturalista y sentimental. Al publicarse, El contrato social –que este año cumple dos y medio siglos– y el Emi­ lio desataron un debate que aún palpita en el pecho de los hombres. La Sorbona y el Parlamento los condenaron y Juan Jacobo padeció exilio por ello. La Enciclopedia nació destinada a in­ fluir en la fortuna de Francia y del mundo. Fue una como mecha para provocar la revolución. El Parlamento denunció la obra por atea, rebelde, corruptora de la juventud... ¿Compañeros de viaje de Juan Jacobo en esa empresa? Voltaire y Mon­ tesquieu, además de sus directivos: D´Alembert y Diderot, entre otros. Primero admirador y más tarde adver­ sario de Voltaire, comparte con él no sólo el tiempo sino la disputa en el corazón de los hombres: Rousseau es deísta, pesimis­ ta y sentimental, mientras que Voltaire es ateo, optimista y racional. Voltaire fue un reformador; un revolucionario Juan Ja­ cobo. Por esos caprichos arduos de com­ prender, las influencias de ambos se combinaron para dar luz al espíritu con­ testatario, que desembocó en la Revolu­ ción francesa. Es progenitor o ascendiente de varia­ das corrientes filosóficas y sociales, radi­ cales todas. En términos actuales sería considerado un agitador, un subversivo (es éste el adjetivo del suplemento HorsSérie que le dedicó Le Monde, correspon­ diente a mayo-julio), un hereje a quien en vida no pocos debieron considerar un lu­ nático. Muchos de sus contemporáneos lo detestaban y aun hoy no escasean las bue­ As de una baraja de época nas conciencias que rechazan su ideario. la naturaleza física se proyectaba en sus sentimientos Desde la aparición de su Diccionario, sus ideas no y en sus ideas, y de ella emerge su filosofía. Juan Ja­ han cesado de provocar debates. Charles Maurras lo cobo, iniciador y engendrador de tantas cosas, como detestaba, considerándolo un semihombre, en tan­ lo llama Azorín, es precursor de los ambientalistas to que Michel Bakunin lo llamó el profeta del Esta­ actuales. do doctrinario, el verdadero creador de la moderna Su inclinación por el andar físico es un anuncio y reacción. Empero, Claude Levi-Strauss le rindió un una proyección de su ruta espiritual. En literatura, tributo enorme hace medio siglo en la Universidad su herencia es el establecimiento de la naturaleza de Ginebra, al señalar que Juan Jacobo es el inven­ y de la sensibilidad como las bases de la vida interior tor de las ciencias del hombre. del hombre, y sus ideas políticas forman parte del Sin prisa y sin reposo, Juan Jacobo sigue su mar­ patrimonio de la Ilustración: influyeron en la Revo­ cha. Ya sabemos que la inmortalidad es la culmina­ lución francesa, en el desarrollo de las ideas repu­ ción de una vida •

Juan Jacobo


11

leer

Jornada Semanal • Número 914 • 9 de septiembre de 2012

Cárceles imaginarias, Luis Leante, Alfaguara, México, 2012.

EL PODER DEL PASADO JORGE ALBERTO GUDIÑO

Se pueden escribir centenares de cuartillas que aborden el tema del pasado. Hablar en torno a lo ya sucedido lleva, sin duda, a discusiones bizantinas plagadas de lugares comunes. Sobre todo porque se asume al pasado como un hecho al que se puede llegar a través de diversas vías. Esta cosificación gusta de ignorar, de golpe, el relativismo oculto en dicho pasado. La desmemoria compite con la distorsión y las limitaciones de quien recuerda a la hora de errar en la construcción de lo que ya no existe; de lo que nunca será posible recrear a cabalidad porque sólo es la suma de todas esas perspectivas aglutinadas. De otra forma: el pasado es inasible. Quizá por eso es que resulta tan atractivo. Sobre todo para la literatura. Construir el presente efectivo mientras se rescatan pistas del pasado es una estrategia

Alquimia del fuego inútil (antología poética, 19612010), Armando Romero, La Cabra Ediciones/ uanl , México, 2012.

común en la narración; ya sea que se realice mediante analepsis, investigaciones o recuerdos. Luis Leante (Murcia, 1963) es un especialista en estos ejercicios narrativos. Al menos es algo que salta a la vista en sus novelas más recientes. Cárceles imaginarias no es la excepción. Matías Ferré es apenas la sombra de lo que pudo haber sido. Tras la muerte de Victoria, el amor de su vida, se dejó vencer por un alcoholismo galopante del que logró salir gracias a la ayuda de su hermano. Fue él quien lo convenció de optar por el puesto de bedel en el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona. Un empleo inferior a sus capacidades: tan cómodo como anodino. Una serie de casualidades lo llevará a interesarse por los movimientos anarquistas de principios del siglo xx . Era el tema que Victoria estudiaba antes de su muerte. Es un pequeño pretexto que despertará la curiosidad del historiador que fue. A partir de esa duda, irá desempolvando la historia de un curioso personaje: Ezequiel Deulofeu. Él no sólo rompió con su padre más de un siglo atrás. También fue perseguido por un atentado con bomba que no cometió y tuvo que huir a Filipinas, de donde sólo pudo salir viajando a Chile. Para ello consiguió papeles falsos y cambió de nombre. En cada uno de los puertos se enamoró de sendas mujeres como quien lo hace por vez primera, y a todas les juró una lealtad compleja y viscosa como la época que vivían.

Para un historiador cualquiera los hallazgos resultan cautivadores. Más para Matías que, conforme se adentra más en el pasado, más toma conciencia de la persona en la que se ha convertido. No por nada reanuda viejas amistades e inicia un romance por demás prometedor. Como en todas las novelas de Leante, el final es un portento de técnica: logra conjuntar todos los elementos planteados mientras relaciona dos momentos históricos casi imposibles: pasado y presente confluyendo para mostrar que, si la memoria no basta, existen algunos hechos irrefutables. Por si fuera poco, su prosa es de ésas en las que es fácil perderse: en las que el abandono resulta lo más aconsejable.

Traducida al inglés, italiano, francés, portugués, griego, árabe, rumano, hindi y alemán, la obra de este poeta y narrador colombiano abrevó en las aguas tempranas del sesentero movimiento nadaísta en su natal Colombia, pero luego el autor de Un día entre las cruces y Cuatro líneas encontró nuevas rutas, geográficas y literarias, para desplegar las alas de su voz. De todo eso se nutre esta amplia antología poética, abarcadora de un medio siglo fecundo que Romero ha venido sembrando con decenas de títulos. Abre el volumen un prólogo a cargo de Arturo Gutiérrez Plaza.

men Boullosa, Dolores Castro, Martha Chapa, Beatriz Espejo, Margo Glantz, Bárbara Jacobs, Ethel Krauze, Mónica Lavín, Silvia Molina, Elena Poniatowska, Cristina Rivera Garza, Sara Sefchovich y Carmen Villoro. Rubrica el ancho volumen un epílogo escrito por Michèle Petit.

Lectoras, Juan Domingo Argüelles, Ediciones B, México, 2012. Cabe preguntarse de dónde sacará tiempo el colega y compañero de páginas Argüelles, para sostener el ritmo productivo de una pluma –o un teclado– tan capaz de dar a la imprenta la cifra ya impresionante de libros escritos por el autor de Como el mar que regresa, Las aguas del relámpago y Ustedes que leen, por mencionar sólo tres de la extensa lista. Preguntarse únicamente de dónde sacará el tiempo, ya que es muy claro que el entusiasmo, la calidad y la pertinencia de su opus los obtiene de su permanente interés por enriquecer, con propuestas e ideas, el espectro intelectual y literario mexicano. De ello es muestra esta compilación de las conversaciones que Juan Domingo ha sostenido con algunas de sus pares: Sabina Berman, Car-

KLIMT, arrebato y contemplación Germaine Gómez Haro

en nuestro próximo número

Agustín Lara en blanco y negro

próximo número

Horacio Coppola, un artista de la cámara jsemanal@jornada.com.mx


Más de Ernst Jünger y la poesía Para Ernst Jünger, el poeta tiene más afinidad con el hombre que trabaja con las manos que con el que trabaja con las máquinas. Y observa algo que es, en esencia, lo que define su vocación: “Como el poeta no representa ningún estamento, por no hablar de una profesión, no puede encuadrarse en la sociedad. El conflicto comienza ya en la familia, que generalmente lo considera una desgracia cuando aparece en ella.” Jünger trae a cuento una frase que Flaubert le expresó a Louise Colet en una carta del 13 de enero de 1854: “Quisiera vivir dos o tres libros más; por eso estoy cristalizado y entumecido.” No dijo que quisiera escribir libros, sino que los quería vivir. He aquí lo que le es propio a la vocación literaria. Flaubert diría también: “Escribir tiene que ser algo tremendamente valioso, para que alguien soporte convencido semejantes tormentos y no quiera ningún otro. Aquí hay un misterio que supera mi entendimiento.” A lo largo de las anotaciones que componen El autor y la escritura, Jünger reflexiona sobre la poesía con una lucidez extraordinaria. Afirma, por ejemplo: “Más importante que saber si un poeta me gusta o no me gusta, y aun si me causó dolor, es que me haya estimulado.” No muchos, por cierto, consiguen esto último, a pesar de que puedan gustar o disgustar. En cuanto a la “técnica”, que tanto suele envanecer a los que dicen que la tienen y la usan, Jünger afirma: “La técnica es absolutamente ofensiva y voraz, un producto del pensar concentrado exclusivamente en el fin, que se sitúa en el polo opuesto del mundo de las Musas, hostil a la poesía y a la meditación.” Recordemos a Faulkner, cuando a pregunta expresa acerca de la técnica por él utilizada, sentenció:“Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía.” En cuanto a la verdad de la literatura (o la verdad de las mentiras, como dijera Vargas Llosa), Jünger sostiene que la lectura no sólo debe divertir sino también enseñar y, auxiliándose de Goethe, recita: “Los cuentos de hadas, por maravillosos que sean,/ las artes del poeta los hacen verdaderos.” Pocos autores, como Jünger, explican tan extraordinariamente este proceso de aprendizaje. Afirma: “El lenguaje contiene moléculas que se graban tempranamente. Por ello es importante que al niño se le hable mediante la poesía ya desde las canciones de cuna. Mi madre nos leía poemas por la noche.” Cuando un poeta toca las más hondas emociones y comparte sus hallazgos con los lectores, ennoblece todo y a todos. Así lo cree el autor de Abejas de cristal, quien agrega:“El poeta juega con la realidad: el poema puede completarla y sublimarla, pero no la reemplaza.” Dicho esto para aquellos que no consiguen distinguir ficción y realidad. El poema, en sus casos más altos y sublimes, es una descarga de emoción más que un logro de la disciplina. Jünger está seguro de ello y sostiene: “Es mejor cuando la puerta se abre sola que cuando es abierta. La diferencia se oye también en el poema; sentimos si ha sido compuesto con trabajo o si surgió desde el interior.” La inteligencia superior de los grandes poetas, decía Baudelaire, radica en su más profunda es-

piritualidad, que nada tiene que ver con la ciencia. En palabras de Jünger, lo peor que puede hacer el poeta es ser engullido por los negocios; la poesía más extraordinaria es la total negación del negocio: es el ocio creador. Sólo si la vocación poética es fuerte, abandonará ese ámbito nocivo o bien será expulsado por los propios negociantes que son incapaces de tolerar el ocio de la poesía. La defensa poética de Jünger resulta más entrañable y más poderosa que la de muchos poetas. Para él,“la poesía testimonia algo más que el orden visible, y el poeta sigue una vocación que proviene del mundo indestructible.” El gran escritor alemán tiene no sólo una percepción clara sobre el universo poético, sino también sobre las amenazas que rodean a ese universo. Por ello afirma que el mito es indispensable para el poeta, del mismo modo que lo más pernicioso es la política. Explica: “En contraste con la épica, la poesía lírica vive de lo atemporal. Refleja lo imperecedero. Perecederas en cambio son la historia, la sociedad, la ciencia, y con ellas el poema que se les dedica. ” Y cuando Jünger habla de política, se refiere incluso a la política que hay en las letras: “El autor tiene que satisfacer a la lengua, no a la crítica; por consiguiente, no al juicio, sino a la ley. La mayoría de las reseñas no pertenecen hoy al terreno del arte, sino al de la política.” Es imposible decirlo mejor •

Ernst Jünger

9 de septiembre de 2012 • Número 914 • Jornada Semanal

Ana García Bergua El fuego y la hora Qué objeto tan curioso el encendedor, casi antiguo ahora que nadie puede fumar en espacios cerrados. Para mí representaba el triunfo del hombre sobre el fuego; no sólo el cerillo con su rasguido, sino el objeto tecnológico: la ruedita de pedernal que gira, el gas que alimenta la llama personal, domesticada. Si no hubiese la prohibición de fumar en tantos lugares, los encendedores serían portentosos a estas alturas. Seguramente los fumadores –que seríamos todos, desde los bebés de cinco meses hasta los ancianos de cien años –produciríamos fuego haciendo un elegante gesto con la sola mano, un fuego que no quemara pero sí encendiera aromáticos cigarros. Quizá haríamos fuego con el teléfono celular, brotaría de las pantallas y los muros a voluntad, lanzaríamos bolitas ardientes a cigarrillos prestigiosos y expectantes. Si el humo siguiera formando par te de nuestras vidas como antes –el humo en los autobuses, los elevadores, los cines, cuántas toses–, el progreso de los encendedores se equipararía al de las televisiones y los coches: los habría electrónicos o digitales, llenos de misterio, como aquellas latas de fuego que se venden para los campamentos. Todavía los coches traen encendedores, unos tubos con un tizón al fondo, en los que uno teme que los niños metan el dedo, a falta de cigarrillos que les avisen de qué se trata. Antes los seres humanos cargábamos el fuego en el bolsillo, quizá era nuestra manera de presumir ante la naturaleza que lo habíamos dominado. Los galanes sacaban el encendedor como vaqueros del oeste sus pistolas, como parte de la seducción. A veces lo teníamos que encender a media calle, protegiéndolo del viento, para alumbrarnos en la oscuridad y mirar alguna cosa, leer un teléfono anotado en un papelito furtivo. Con el encendedor y los cerillos cargábamos el calor y la luz, domesticados. Pero ya no es así. El cigarro y sus acompañantes andan proscritos: los celulares alumbran mejor que muchas linternas y ya nadie se quema los dedos con cerillos para ver algo. Fue hace días que me di cuenta, cuando observaba un pequeño encendedor plástico de los más usuales y percibí cómo había perdido la costumbre de cargarlos. Un animalito de contrabando, en apariencia inofensivo, aunque no sé si lo aceptarían en los aviones. Ni siquiera uso cerillos –por más que me gustaban ésos que traían cuadros clásicos y la Venus de Milo en la portada, o los que te decían el horóscopo– y en mi cocina habita un encendedor gigantesco, japonés, que parece el revólver de una geisha psicodélica: a nadie se le ocurriría llevar eso en el bolsillo. Los encendedores se han vuelto cosas limitadas, como los relojes que tan sólo marcan la hora junto a tantos adminículos que la traen añadida como decoración. ¿Y quién quiere ahora un reloj? La hora nos persigue desde los teléfonos, desde las computadoras, en grandes letreros en las calles. En cualquier lugar está la hora, como un accesorio más de otra cosa al parecer más importante: pronto los beduinos en el desierto traerán una hora encendida en las monturas, una hora que se desprogramará, pues eso les pasa a las horas que parpadean en todas partes. La hora ha perdido importancia y cargar un reloj se ha convertido en una excentricidad similar a la de llevar un radio o, quizá, un encendedor. Incluso cuando marcamos el clásico 030 nos dicen la temperatura y las placas que no circulan, como si la compañía de teléfono se avergonzara de sólo dar la hora –y quizá nuestro teléfono de ser sólo un teléfono.

PASO ADE RETIRARME LAS RAYAS LA CEBRA

Juan Domingo Argüelles

LA CASA SOSEGADA JORNADA DE POESÍA

arte y pensamiento ........

Hasta hace no tanto tiempo escuchábamos la hora en una estación de radio que sólo se dedicaba a eso. Un hombre de voz semejante a la del narrador de Los intocables –pero no era Álvaro Mutis– la iba recitando a toda velocidad, minuto a minuto, entre anuncios de relojes, chocolates y mecánicos que rectificaban nuestro motor cuando se equivocaba. Mi duda siempre fue si aquel hombre pasó un día entero grabando cada minuto de manera incansable, si pudo tomar un trago de agua entre hora y hora, si cayó desmayado al recitar las doce de la noche: quizá dio la vida por que llegáramos a tiempo a nuestras citas y no lo sabemos. Pero aquella estación ya no existe y los relojes dan una impresión de inutilidad; de hecho, nadie llega a tiempo a ningún lado. Me pregunto qué sucederá cuando los teléfonos que ahora cargamos sean la diminuta función de una cosa que haga portentos en nuestro bolsillo, portentos tan grandes como el fuego y la hora. Para mí lo siguen siendo •

12


........ arte y pensamiento

Alonso Arreola alarreo@yahoo.com

Del Festival Ajusco al Capital Nos parece importante que los jóvenes –y los melómanos en general– sepan a quién le pagan el boleto de un concierto. No hay discusión. Igualmente aplaudimos su despertar político, la participación que recientemente han tenido en distintos eventos de la vida mexicana. Incluso entendemos el maniqueísmo oscilatorio, la infección que sus movimientos han sufrido cobijando a organizaciones con otros intereses, pues ninguna iniciativa de este tipo puede mantenerse impoluta. Confiamos además en que su estructura se mantenga, evolucione y deje un buen legado a largo plazo. Con lo que no podemos estar de acuerdo, empero, es con el intento de boicot que algunos pretenden hacer contra festivales y espectáculos que contribuyen al desarrollo del país –incluso siendo patrocinados por cervecerías–, pues ello significa golpear a músicos cuyo único “delito” es que se dejen contratar por las compañías de producción predominantes. Si se generalizara esta postura, hipotéticamente, se produciría un efecto dominó que echaría por tierra avances importantes en la tenencia de cultura no sólo musical, sino teatral y escénica en general. Sería terrible volver a los tiempos en que no se podía ir a conciertos de calidad porque simplemente no había quien invirtiera en realizarlos. Acordemos: así como los buenos movimientos sociales cargan con algunos oportunistas dentro, los monopolios malsanos también tienen contratada gente valiosa y hacen algunas cosas bien. Ni los unos son completamente buenos, ni los otros totalmente malos. En aras de ninguno se debe ser “fiel a ciegas” so pena de llegar a un fundamentalismo siempre insatisfecho. Por supuesto, ello no niega el espíritu crítico. En el pasado nos hemos quejado, en este mismo espacio, sobre la mala organización de algún show, sobre el mal sonido o los precios leoninos que continuamente se nos exige pagar por un espectáculo. Males que van y vienen, tampoco podemos negar que hemos mejorado aprendiendo numerosas lecciones desde aquellos conciertos seminales de los ochenta con The Police (df), Queen (Puebla), Santana (León) y Rod Stewart (Querétaro), tiempos en que escuchar grandes bandas parecía tan imposible como que Paul McCartney pisara el Zócalo. Hoy, en cambio, las oportunidades se multiplican –para bien y para mal, es verdad– y sí, hasta el gobierno capitalino invierte en conciertos, lo que no sucedería sin la negociación con otras compañías. Así las cosas, por su buena curaduría y para que no se detenga el ritmo de la música –hoy cuando la industria se debilita y cuando a los músicos se les complica la subsistencia–, le recomendamos al lector el festival de rock anglo Corona Capital en el Autódromo Hermanos Rodríguez los próximos días 13 y 14 de octubre. Hablamos del mismo festival sobre el que se ha levantado la posibilidad del boicot y que ojalá transcurra de la mejor manera (así lo indican sus ventas). Destacan en el cartel los nombres de The Black Keys, Franz Ferdinand, New Order, Suede, Florence + The Machine, Basement Jaxx, Cat Power, The Kills y The Raveonettes, entre muchos anglosajones más, así como los de los mexicanos Hello Seahorse!, Leon Larregui y Vicente

Gayo. De hecho, recordamos ahora que estos últimos, los Vicente Gayo, son una de las bandas que tocaron apoyando al movimiento #YoSoy132 en sus exigencias contra Televisa, compañía aliada a Ocesa, productora de dicho festival. Participar allí, creemos, no los hace incongruentes. Por el contrario, ayudan al cambio extendiendo su voz. Finalmente, otra invitación muy especial, ésta para el primer Festival Ajusco de rock independiente en el que durante tres días de septiembre (14, 15 y 16), antes del arriba mencionado, se presentarán cerca de sesenta bandas que no necesitarán patrocinadores para conectarse a un amplificador. Hablamos de Sho Trío, Juan Cirerol, Sonido San Francisco, Sonido Changorama, Agrupación Cariño, Simplifires, Niña Dioz, Atto And The Majestics, Not Made In China, Marcmonster And The Olives, Perros Celestes y Alyosha Barreiro, entre muchas más. Iniciativa de Marco Olivera, su eje es la autogestión que los jóvenes pueden llevar a cabo para –aquí lo interesante– no depender de quienes usualmente producen este tipo de festivales. Desde luego, hay un costo para entrar pero, a diferencia de lo que suele ocurrir, es realmente bajo y servirá para cubrir gastos básicos de funcionamiento: cien pesos por día. Visite la página www.ajusco2012.com y entérese de horarios, mapas y condiciones •

Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com

Progresando p’atrás No han pasado ni siquiera dos siglos completos desde el día en que un anatomista francés de apellido Cuvier, ufano y autocomplaciente (igualito que político mexicano contemporáneo), se dirigía a una bastante nutrida audiencia para comunicarle el resultado de sus muy sesudas y –en aquel entonces nadie hubiese osado ponerlo en tela de juicio– científicas conclusiones, respecto del objeto de estudio ahí presente. Dueño absoluto de la atención de su igualmente sesudo público, pero no sólo de eso sino, según él y quienes lo escuchaban, también de la Verdad, así con mayúscula (como si de un vulgar magistrado del tepjf se tratara), Cuvier ni cuenta podía darse de cuán engolada le salía la voz, de lo desasido e inopinado de sus más que temerarias conclusiones, ni de cuánta petulancia supuraba su discurso …y hasta ahí, para no seguir enfatizando, pues casi sale de sobra, lo poco científica, vista en conjunto, que resultaba su actitud. Inerte que a la sazón ya era, aquel objeto de estudio nada podía objetar, como sí lo había hecho años atrás, y muy vivamente, en presencia del mismo y porfiado anatomista, el tal Cuvier, que para entonces contaba entre sus más caras obsesiones la de ver con sus propios ojos –es decir, no descrita por alguien, ni dibujada o sucedáneos– una cierta particularidad anatómica de la cual estaba en posesión el multirreferido objeto de estudio; a estas alturas, claro, mejor definible como objeto de deseo, por muy científico que haya querido argumentársele. No de deseo erótico, ciertamente, pero lo mismo capaz de obseder a quien lo persigue. Claro que tenía un nombre: se llamaba Saartije, aunque ajenos y cercanos le dijeran la Venus Hotentote. Para su infortunio, las afrentas del anatomista no fueron las primeras por ella sufridas, y puede discutirse largamente acerca de si habrán sido las peores, ya que tanto las previas como las ulteriores ofensas a su dignidad son de las que salpican a todo el género humano, incluso si una porción mayoritaria de éste ignora, con o sin mala conciencia, las vejaciones aplicadas a uno, a cualquiera de sus semejantes. Esclavización, explotación, discriminación, lumpenización, exotización y racismo, no son las únicas pero sí las principales cadenas con las que su tiempo –unos albores del siglo xix con los que estos albores del siglo xxi guardan un alarmante parecido; tanto, que Mediomundo no lo nota– y su circunstancia baldaron hasta el último de los días de Saartije, y gracias a Cuvier y sucesores lo siguieron haciendo durante muchos, demasiados años después.

El mismo presente de siempre Ya se sabe que no les asiste la razón en absoluto, pero todos los tiempos presentes se han visto a sí mismos como el non plus ultra de cualquier cosa, trátese de ciencia, de ética, de filosofía o de cualquier otro rubro, más o menos trivial o más o menos fundamental. En ese sentido, con soberbia comparable a la de cualquier tiempo presente –como el nuestro, particular y patéticamente orgulloso de muchos de sus nocivos avances–, la postura “científica” y social de 1817 que se cuenta en Venus negra, en lo esencial no es ni por un ápice distinta a la que se padeció, por ejemplo, trescientos años atrás, cuando los eruditos peninsulares le negaban la posesión de un alma –y peor, la condición humana– a los nativos de América; a la vivida por los afroamericanos hasta hace bastante poco en Estados Unidos y en Sudáfrica, cuando no podían ni entrar por las mis-

CINEXCUSAS CINEXCUSAS

Jornada Semanal • Número 914 • 9 de septiembre de 2012

BEMOL BEMOL SOSTENIDO SOSTENIDO

13 13

mas puertas que los de “raza blanca”; o bien a la padecida hace más o menos medio siglo por la mayoría del género femenino mundial, que ni votar podía porque se le consideraba “inferior” o “incapaz” o, sin ir más lejos, a la sufrida hoy por hoy, digamos si se es afgano y toca ver que rusos y estadunidenses lo tratan a uno como eterno desposeído de los derechos humanos más fundamentales. Sensación agridulce como pocas, la de ver plasmado en pantalla un relato redondo, intenso y sin fisuras, en el que por debajo de lo evidente más bien se cuenta –y vaya uno a saber si la intención era ésa– lo escaso y cuestionable que resulta nuestro “progreso”. Que lo digan, si no, los Cuvier de dentro de dos siglos. Amén de sus evidentes cualidades cinematográficas, en lo antedicho radica el valor más destacable de esta Venus negra, correctísimo título en español de la coproducción franco-belga escrita y dirigida por el tunecino Abdellatif Kechiche, hace poco incluida en la más reciente Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, y en estos días felizmente reprogramada en sedes alternas de la propia Cineteca: Sala Lido, The Movie Company y Lumiére Reforma •


arte y pensamiento ....... LA JORNADA VIRTUAL

14

Naief Yehya naief.yehya@gmail.com

Aurora, ascendencia y colapso de Batman (ii y última) Miedo Casi no parece coincidencia que en El caballero de la noche asciende tenemos a un Batman deprimido, recluido durante décadas en su mansión fantasmal, un héroe vencido, roto emocional y físicamente, pero sobre todo incomprendido. El genocida del cine de Aurora quizás se sentía de la misma manera. A estas alturas sabemos bien que el enorme poder de los grandes superhéroes de historieta, y ahora fílmicos, no radica en su fuerza ni habilidades sobrenaturales, sino en su enajenación, su mórbido aislamiento y heroica y patológica renuncia al reconocimiento. Mucho se ha escrito del significado de la máscara (“No es lo que soy bajo la máscara, sino lo que hago lo que me define”, dice Batman) y de la situación límite del justiciero-vigilante que opera fuera del marco de la ley, pero el mito de Batman, más que el de cualquier otro héroe, está cargado de simbolismo pop de historieta, y a través de sus consecutivas reencarnaciones ha ido adoptando una variedad de elementos que están en consonancia con nuestras angustias y preocupaciones. En Batman Begins, de 2005, el tema es el miedo. Batman comienza su carrera de justiciero resolviendo sus miedos tras caer en un pozo seco, el evento que desata su caída del paraíso. Aquí la Liga de las Sombras, una organización internacional dedicada a erradicar la decadencia humana (“Cada vez que una civilización alcanza el pináculo de la corrupción volvemos para restaurar el orden”), decide destruir Ciudad Gótica, cuya situación se ha vuelto irredimible, con una poderosa toxina psicotrópica que induce el pánico y forzar así a los habitantes de la urbe a que se destruyan mutuamente dominados por un incontrola-

A LÁPIZ

ble miedo. Tampoco es coincidencia que sólo tres años antes la administración Bush haya lanzado una guerra contra Irak justificada mediante una campaña propagandística que tenía como función provocar miedo ante la presunta amenaza de un –absolutamente imposible– ataque nuclear iraquí (“No podemos esperar a la prueba definitiva, la pistola humeante que podrá venir en la forma de una nube con forma de hongo.” g. w. Bush, 7 de octubre de 2002).

Rescatar lo irrescatable Los enemigos de Batman no quieren robar ni conquistar en ninguna manera o sentido convencional, sino que son urbicidas por convicción, y sus actos, más que a una ideología, responden a un idealismo extremo. Para el maestro de Batman, el mercenario, superninja y genocida Ra’s al Ghul, la corrupción, la decadencia y la inmoralidad deben castigarse con la muerte, y ninguna ciudad representa mejor en el imaginario popular (y en las fantasías jihadistas) a Sodoma y Gomorra que Nueva York-Ciudad Gótica. Dark Night (El caballero de la noche) se estrenó en 2008, año en que comenzó la recesión global provocada por el cataclismo financiero que aún nos afecta. Aquí aparece el Guasón, quien funciona como antítesis de la esperanza que representa Batman (como le explica el comisionado Gordon antes de insinuar que, al usar una máscara, provoca que los criminales también usen una). El Guasón es un símbolo del caos y el absurdo de la solidaridad humana. Para derrotar al Guasón, Bruce Wayne debe sacrificar una parte de sí mismo. Finalmente, en El caballero de la noche asciende, el exmercenario Bane es un títere al servicio de Talia al Ghul, quien quiere terminar la obra de su padre borrando la ciudad del mapa con una bomba atómica. El dilema de Batman consiste en querer rescatar una y otra vez a la población de una

nación moralmente corrupta y criminal. ¿Dónde se traza la frontera entre la decencia y la complicidad?

Intersección Muchos han querido explicar el fenómeno de los actos espectaculares de violencia armada en eu como un reflejo de la violencia cosmética del cine y el entretenimiento. Una sociedad violenta produce entretenimiento violento, que a su vez cierra el círculo vicioso al inspirar e incitar a más violencia. La evidencia para probar esto es muy endeble, y puede de hecho demostrarse –con la misma facilidad–que la violencia en las pantallas de cine, en la tele y los juegos de video tiene la función de canalizar la rabia y los deseos criminales populares. Mantenemos un diálogo permanente con las imágenes brutales: alimentan y disipan nuestros temores, reivindican nuestras frustraciones, muestran nuestra suerte y nos advierten acerca de los peligros reales y de los que acechan nuestra imaginación, sin permitirnos entender la diferencia entre unos y otros. Sea cual sea la verdadera influencia de los medios en los actos delirantes y desesperados, como la matanza de Aurora en este caso, tenemos una ominosa intersección entre una fantasía genocida y un acto genocida, entre un filme que destaca por el espectáculo de armamento militar de alta tecnología usado en contra de la población, y un individuo que adquirió un poderoso arsenal, incluyendo armas de uso militar, para emplearlo en contra del público de un cine. Queda preguntarnos si estamos solos y vulnerables, y despojados de esperanza en un mundo donde no hay ni habrá superhéroes pero sí supervillanos •

Enrique López Aguilar alapiz2000@gmail.com

La ruta de la amistad No es que todo deba permanecer igual, estático, inamovible, pero la manera como en Ciudad de México se destruye, derrumba y deshace “para mejorar”, parece la persistencia de la tradición náhuatl de demoler cada cincuenta y dos años para reedificar y recubrir lo pasado con utensilios y estructuras recientes: un fuego nuevo que incendia lo de antes, aunque deje inciertas las “mejorías” por venir, pues rara es la ocasión en la que el Fénix resurge de sus cenizas. No comentaré la desaparición de la taquería El Aloa, inigualable proveedora de placeres gastronómicos en la calle de Amores, ni la paulatina desaparición del aspecto que tuvo San Pedro de los Pinos, en las cercanías de avenida San Antonio, hoy una colonia derruida entre segundos pisos, circuitos interiores y la invasión de locales comerciales. Más bien pretendo evocar (pareciera que sólo queda el tono de la elegía para hacerlo) lo que fue uno de los más

La torre de los vientos

visibles proyectos de las Olimpiadas Culturales en el no tan lejano México de 1968: la Ruta de la Amistad. Quienes se han opuesto a la construcción de la llamada “supervía” y de la “autopista urbana sur” han ofrecido razones y argumentos de peso acerca del impacto ambiental que supone la edificación de esas obras de infraestructura urbana, así es que quisiera meditar acerca de la desaparición paulatina, ante los ojos de todos, del corredor escultórico mencionado, considerado el más extenso del mundo. La Ruta de la Amistad fue diseñada por Mathias Goeritz. En la Ruta se ubicarían diecinueve obras construidas en concreto a lo largo de 17 kilómetros, desde San Jerónimo hasta Cuemanco, a los lados de los carriles centrales y laterales de Periférico Sur. El proyecto suponía la participación de artistas de los cinco continentes y los resultados fueron obras diversas de arte contemporáneo con alturas que iban desde los 7 hasta los 22 metros de altura, ubicadas cada mil quinientos metros. Una gran parte de la Ruta coincidía con la zona pedregosa resultante de la erupción del Xitle, en un –hoy– irreconocible entorno de árboles y maleza verdes –en verano– y de color amarillo –en invierno. La idea era que el arte contemporáneo sumara sus colores a los de ese entorno natural pero, con los años, éste sufrió muchas modificaciones y la Ruta padeció diversas agresiones: desde grafitis, deterioro por la falta de un proyecto de conservación y siembra indiscriminada de árboles alrededor de cada escultura, hasta la incorporación de alguna de ellas a espacios privados, como la que hoy “forma parte” del colegio Olinka… El catálogo es el siguiente: 19 esculturas, 19 estaciones, 19 autores: estación 1, Señales (México), de Ángela Gurría; 2, El ancla (Suiza), de Willy Guttman; 3, Las tres Gracias (Che-

coslovaquia), de Miloslav Chlupác; 4, Esferas (Japón), de Kioshi Takahashi; 5, El sol bípedo (Hungría), de Pierre Székeli; 6, La torre de los vientos (Uruguay), de Gonzalo Fonseca; 7, Sin título (Italia), de Constantino Nivola; 8, Disco solar (Bélgica), de Jacques Moeschal; 9, Sin título (Estados Unidos), de Todd Williams; 10, Reloj solar (Polonia), de Grzegorz Kowalski; 11, Sin título (España), de Josep Maria Subirachs; 12, Sin título (Australia), de Clement Meadmore; 13, Muro articulado (Austria- eu ), de Herbert Bayer; 14, Tertulia de gigantes (Países Bajos), de Joop j . Beljon; 15, Sin título (Israel), de Itzhak Danziger; 16, Sin título (Francia), de Olivier Seguin; 17, Sin título (Marruecos), de Moahamed Melehi; 18, Puerta al viento (México), de Helen Escobedo; 19, Sin título (México), de Jorge Dubon. Hay tres esculturas que no se encuentran en la Ruta: 1, El Sol Rojo, de Alexander Calder (Estados Unidos), en el Estadio Azteca; 2, La Osa Mayor, de Mathias Goeritz (México), en el Palacio de los Deportes; 3, Hombre corriendo, de Germán Cueto (México), en Ciudad Universitaria. No todos saben que Señales (ubicada en la glorieta de San Jerónimo en sentido de norte a sur) es obra de la mexicana Ángela Gurría y que cierra la Ruta, en el otro extremo de Puerta al viento, de Helen Escobedo, que la abre. Todos la hemos visto al pasar por ahí: es una escultura de 18 metros de altura, con dos “cuernos” en blanco y negro. Se ha vuelto emblema de la entrada a San Jerónimo, aunque –no obstante sus dimensiones– cada vez resulta más invisible bajo el peso de la “autopista urbana sur”. ¿Y el resto de las esculturas? Han desaparecido ante las columnas de la mencionada autopista, que ahora reemplaza la Ruta de la Amistad. ¿Dónde están? ¿Dónde quedarán? Misterio •


....... arte y pensamiento

15

ARTES VISUALES

Germaine Gómez Haro

Amador Montes: Los actos El arte de Amador Montes (Oaxaca, México, 1975) abreva en las fuentes del imaginario híbrido y mestizo de la tradición oaxaqueña, tan rica en imágenes referenciales de mitos, leyendas y costumbres del mundo indígena, cuya fuerza ancestral permanece viva y palpitante. El mundo natural y animal han estado presentes en su pintura a través de representaciones híbridas de aves e insectos que habitan parajes oníricos. Su trabajo reciente, reunido en la exposición titulada Los actos, que se presenta en la Casa Lamm, se aleja de los estereotipos que invaden la pintura oaxaqueña, pletórica de bichos “empanizados” en gruesas texturas matéricas, y llama la atención por su proceso de investigación tanto iconográfica como técnica. En Los actos, el universo del circo se despliega en sus lienzos con un repertorio de imágenes que atrapan por la frescura de su representación visual. El circo ha sido tema de inspiración de numerosos artistas por la carga simbólica de sus personajes, su colorido y movimiento, y por tratarse de un espacio para la fantasía que rebasa los límites y restricciones del mundo real. El circo es un universo per se donde simultáneamente se suceden acciones e historias que van ligadas a los malabares de personajes intrépidos y asombrosos que desafían la vida en sus actos de funambulismo. En la pista del circo, animales y humanos rompen las barreras de la naturaleza para fundirse en seres híbridos que el artista despliega en sus lienzos al ritmo de los trapecios y el equilibrio de la cuerda floja.

Los actos, de Amador Montes, es el resultado de una larga investigación y rescate de los elementos gráficos propios de la tradición del espectáculo circense, que el artista incorpora a sus composiciones como parte intrínseca de la lectura visual. Sus lienzos, sutilmente texturados a través de la superposición de diversas capas de pintura y fragmentos de material gráfico proveniente de los promocionales del circo, como carteles, boletos y afiches, devienen una suerte de palimpsestos en los que se entrelazan las imágenes y la tipografía en composiciones de una gran riqueza plástica que se relacionan con medios más apegados al diseño, como la serigrafía. El dibujo juega un papel esencial al hilvanar los elementos gráficos del collage con sus trazos delicados y estilizados. Cabe destacar la investigación técnica que el artista ha llevado a cabo en la producción de estas piezas. A diferencia de su obra anterior, en la que predominaban una paleta fulgurante y gruesas texturas trabajadas con tierras, destaca ahora la intercalación de finas capas pictóricas que cubren sutilmente la superficie, haciendo destacar transparencias, opacidades y veladuras. Así lo explica el creador: “La técnica es el resultado de una experimentación con una pasta industrial que aplico sobre la superficie y después dibujo con grafito y la sello con una cera especialmente preparada para tal efecto; al final se pule para conseguir un brillo interesante que propicia en los blancos un tono aperlado.” Asimismo, su paleta ha dado un vuelco al abandonar la saturación cromática y se concentra en tonalidades más neutras, como el negro, el blanco, el ocre y el asfalto, alejándose de su producción anterior y del peligroso folclorismo que ha sido una tentación en muchos artistas locales, herederos de la tradición de Toledo, que han explotado hasta el agotamiento una especie de frívola y banal “oaxaqueñidad”.

En esta muestra, Amador Montes rinde un homenaje pictórico a la magia, la fantasía y el asombro del universo circense, que nos recuerda que la vida misma –más allá de los límites de la imaginación– no es más que un gran acto de ilusionismo •

Boleto

Jorge Moch

CABEZALCUBO

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch

Los tuits del vi informe Mientras Felipe Calderón hilvanaba mentiras hace unos días a propósito de su último informe de gobierno, en Twitter las opiniones sobre lo que estábamos escuchando fueron un contrastante muestrario de indignación pública ante la inconcebible soberbia del que muchos tenemos por el peor presidente en décadas. Reservo por cuestiones de elemental privacidad las cuentas o nombres de los remitentes. Las respuestas a su discurso triunfalista van desde la socarronería más intrincada y ácida hasta la muy coloquial, directa y contundente mentada de madre (con adelantada sic): “Según el informe de Felipe Calderón, México tiene un Índice de Desarrollo Humano muy alto. Cuídate, Noruega, que vamos por el primer lugar.” “La mejor respuesta a la fantasía presidencial es el homenaje a periodistas muertos y desaparecidos.”“El tema de seguridad y los 50 mil (o 60 mil

muertos, según la fuente) será difícil que fch se lo quite de encima, lo acompañará inevitablemente.” “Se adelanta la entrega del Oscar al mejor guión al conocer el sexto informe de Felipillo...”“Calderón es un narcisista megalomaníaco.” “Miserable!!!” “Dedicado a ustedas y ustedes, este humilde, mas franco y sentido, último informe de gobierno: ‘Somewhere over the rainbow, way up high…’” “Felipe Calderón no hizo avanzar a México, ni tampoco lo hizo retroceder. Sólo lo enterró.” “Lapsus de@FelipeCalderon SE autodenominó ‘presidente de la pobreza’ // o Quizá ‘Pobreza de Presidente.’”“Sexto informe de ficciones a cargo de Felipinocho.” “Puto... el que creyó lo del # vi Informe!!!” “El tiempo puso en su lugar al verdadero peligro para México: Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa.” “Sr @FelipeCalderon le faltó mencionar la tragedia de la #guardería abc y que los altos responsables fueron premiados por su gobierno.”“Enano de ideas mentiroso traidor borracho corrupto que ‘vendió’ al país al crimen organizado ese es Calderón peor que Santa Anna.” “‘La competitividad en telecomunicaciones crece’...ah shinga!! creo que a fecal le dieron el informe de otro país.” “La verdadera medida de Calderón, enano espiritual, es q nadie lo extrañará como ‘presidente’... O alguien aquí le diría ‘no te vayas’?” “El informe de Felipe me recuerda a Un mundo feliz, de Aldous Huxley...”“Nada dijo Felipe Calderón d los millones de pobres que se sumaron a la estadística de inicio de su gobierno...”“Si es incoherente y hasta ininteligible el mensaje de fch es porque no es fácil hablar desde debajo de los escombros.” “Felipe Calderón está llorando porque le sirvieron Bacardí en lugar de Presidente... Lo comprendo sabe re culero.” “Cuánta soberbia... qué patético.” “Acabó el show de Jelipe: 118 segundos de ovación; en promedio 593.22

muertos por segundo de aplausos. ¿Lo mejor del informe?: es el último.”“Y ahora viene el toque melodramático en el discurso. No hay megalómano que no lo dé.” “No cabe duda que Felipe Calderón vive una realidad aparte. Todo este tiempo nos ha gobernado un lunático.” “#ChingaTuMadreCalderon, no hay nada más que decir!!” “Nomás falta que le canten las golondrinas...” “Esos aplausos son parte de un rito vergonzoso.” “Qué patéticos, vergonzosos, inútiles y perniciosos son los autoelogios del beodo ése q por fin se larga...”“Adentro de Palacio, la fiesta de @FelipeCalderon, afuera, un zócalo fantasma (excepto por el sme .)” “Yo sé quién va a estar borrachini el día del grito...” “¡Ni una autocrítica! Todo color de rosa, todo está perfecto: el país d las maravillas. Q pena. La autocrítica sincera reivindica al político.”“Bajo ningún gobierno que haya vivido, asesinaron a tantos activistas como con Calderón…” “Gringos se amotinan en la frontera tratando de cruzar ilegalmente a mx luego d escuchar 6o informe maravilloso de Calderón.”“Al siniestro tartufo @FelipeCalderonse le quebró la voz al final, y a nosotros al final nos quebró el país, el infeliz.” “Cómo no invito #fch a los 130 mil huérfanos que dejó su estúpida y entreguista guerra vs el ‘’crimen organizado.’”“No mames que @felipecalderon repite lo que López Portillo? Pinche enano de mierda”. “–Voy a vomitar... –Eres bulímica?–No, estoy escuchando el#6oInformedeGobierno de Felipe Calderón.” Y así hasta un casi infinito de enojo popular imposible de contener en el apretado cartabón de esta columna. Lástima que no pusieron una pantalla en Palacio Nacional donde a cada falsedad de Felipe Calderón se opusiera cualquiera de estos valientes enunciados. Hubiera sido, por decir lo menos, muy divertido •


E

n 1922, en una ciudad al sur de Irak, se realizó una expedición para rescatar 5 mil tablillas de barro. El lugar se llama Ur, un antiguo centro ceremonial sumerio ubicado entre Bagdad y el Golfo Pérsico. Después de muchos estudios y traducciones se rescataron cuarenta y dos himnos y tres poemas largos firmados por una sacerdotisa akadia. El nombre que aparece al reverso de las figuras es Enjeduana: poeta que cantó su destierro hace 4 mil 300 años. Sus himnos son anteriores al poema de Gilgamesh, la Biblia y el Corán. Por consiguiente, Enjeduana quizá sea la primera poeta hasta ahora conocida. Sus versos refieren un ferviente culto a Inanna, hija del dios y la diosa lunar. Inanna, después nombrada por las demás culturas como Venus, es reconocida a través de los poemas de Enjeduana como toro salvaje, como prostituta sagrada y como guerrera.

El descubrimiento a principios del siglo xx Esa primera misión estuvo dirigida por Leonard Wolley junto con su esposa Katherine y su colaborador Max Mallowan. La hazaña se llevó a cabo en medio de tormentas de arena y constan-

9 de septiembre de 2012 • Número 914 • Jornada Semanal

tes luchas por tener libres de tierra comida, agua y pertenencias. El primer hallazgo fue un disco de 25.6 cm de diámetro donde se leía lo siguiente: “Enjeduana, vera señora de Nana, esposa de Nana, hija de Sargón, rey de todos, en el templo de Inanna…” Esto conformaba un primer retrato de una mujer que rendía culto a una diosa.

Enjeduana, ¿la primera poeta del mundo? Yendi Ramos

16

Primer documento en español Los datos sobre la vida y obra de Enjeduana, así como los tres poemas largos, se publicaron en 2009 en el libro Tres grandes poemas de Enjeduana dedicados a Inanna ( u a c m ). Los cantos fueron traducidos del sumerio al inglés por la investigadora y terapeuta junguiana Betty De Shong Meador; y al español por Susana Wald, escritora húngara radicada actualmente en Oaxaca. Enjeduana es, pues, la primera escritora que tiene un nombre y comienza a estudiarse con lupa. Aunque desde principios de los años noventa otras épicas sumerias se tradujeron al español, como el Gilgamesh, y se continúan desenterrando tablillas que cuentan la historia de Inanna, ambas leyendas son consideradas anónimas. Las dos historias se alimentan de la tragedia, de la divinidad, del viaje del héroe en un mundo poblado por semidioses y hombres y, como en muchas otras culturas, también del encanto del inframundo. Enjeduana, princesa y testigo Tal como lo cuenta Meador, Enjeduana fue hija de Sargón, rey de Mesopotamia, que llegó al poder por designio de Inanna. Sargón, “rey de todos” fue hijo de un jardinero nacido en Azupirann (pueblo de azafrán). Después de ser copero del rey, se rebeló en contra de Ur-Zabada y con la ayuda de los dioses logró despojarlo; es así como construyó la ciudad de Akad, sitio que al parecer aún no ha sido encontrado por los arqueólogos y la capital más importante del imperio de Sargón. E n j e d u a n a c re c i ó e n m e d i o d e g r a n d e s cambios. Fue princesa, la única mujer de cinco hijos del “rey de todos” y, quizá, de una mujer de origen sumerio. Aprendió como parte de la tradición akadia la escritura cuneiforme de una manera fina y elegante, lo que le permitió plasmar sus himnos y poemas. En una edad adulta, Sargón la nombró sacerdotisa del dios lunar en el templo de Ur, probablemente como una estrategia militar para imponer la creciente cultura akadia sobre la sumeria. Aunque los autores de los relatos de dioses, mitos y cantos son de origen sumerio, los akadios dominaron la mayor parte de esa región de Mesopotamia. Enjeduana vivió entre ambas civilizaciones como una especie de misionera entre el reino de su padre y Ur. Más sobre literatura sumeria Recientemente, también en México, se publicó Inanna. Reina del cielo y de la tierra (Conaculta, 2010), una investigación de Samuel Noah Kramer y Diane Wolkstein. La traducción al español es de la poeta Elsa Cross y quizá sea la adaptación más completa que se distribuye en México sobre la diosa de Uruk. Esta interpretación muestra apenas una mínima parte de la creatividad sumeria pues, según Kramer, la misma está conformada con más de veinte mitos, nueve relatos épicos, así como doscientos himnos reunidos en aproximadamente 30 mil líneas de texto, todas ellas aún por descifrarse •

Ilustración de Juan Gabriel Puga

ensayo


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.