La Jornada Semanal

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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 2 de diciembre de 2012 ■ Núm. 926 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Chile

La cultura en

antes y

AHORA

C armen B erenguer , E licura C hihuailaf , P atricia E spinosa , A na M aría R isco , P aulo S lachewsky , J aime V aldivieso , et al.


bazar de asombros BERNANOS Y EL DOLOR DEL MUNDO Trece años después, Chile vuelve a ser el país invitado especial en la Feria Internacional del Libro ( FIL ) de Guadalajara y, como lo hiciera en 1999, ofrece “el talento de sus creadores y la vitalidad de su poesía, narrativa y ensayo”. Además de una mínima muestra del trabajo reciente de trece autores, entre narradores y poetas, aquí proponemos el análisis de algunos aspectos nodales de la cultura en Chile, en voz precisamente de especialistas chilenos, incluyendo a Faride Zerán, catedrática universitaria y Premio Nacional de Periodismo 2007 en Chile; a la crítica literaria Patricia Espinosa, y a la también catedrática Ana María Risco, entre otros ensayistas. Agradecemos a Mario Casasús su valiosa y fundamental colaboración, sin la cual este número no habría sido posible.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

“Mi parroquia es una parroquia como las demás. To­ das se parecen. Las de hoy en día, naturalmente. Ayer mismo le decía al señor cura de Norefontes que el bien y el mal deben hallarse equilibrados o, si lo prefería, superpuestos uno y otro sin mezclarse, como dos líquidos de distinta densidad.” Así empie­ za la magistral novela de Georges Bernanos, Diario de un cura rural, llevada al cine por otro persona­ je notable, Robert Bresson. Ambos pertenecen a un momento muy importante de la cultura católica y ambos, también, fueron vistos con ojos nostálgi­ camente inquisitoriales por la jerarquía eclesiástica rígida y conservadora a ultranza de la Francia here­ dera del horrible talante de la noche de San Bar­t o­ lomé. Bernanos vio de inmediato el peligro repre­ sentado por el levantamiento de los espadones franquistas. El ridículo título de “Caudillo de España por la gracia de Dios” que el asesino chaparro se colocó sobre su malpensante cabeza (recuerdo la capa de ar­ miño de Su Alteza Serenísima; sin embargo, el siniestro cojo no metía a Dios en sus pomposas ce­ remonias), la complicidad que estableció con los fascistas y los nazis, la ayuda que de ellos reci­ bió y, sobre todo, la fotografía del cavernícola arzobispo de Toledo bendiciendo las armas de los ene­ migos de la legalidad política, hicieron que el autor católico es­ cribiera una novela titulada Los grandes cementerios bajo la luna, en donde aparece, con poderosas tintas, todo el horror de la masacre peninsular, así como la crueldad de los espadones y los asesina­ tos cometidos en el nombre de Dios y autorizados por clérigos carlistas, fascistas y, sobre todo, funda­ mentalistas que, al escuchar la orden de fuego, es­ grimían el crucifijo y tranquilamente se sentaban a comer su plato de alubias con chorizo en espera de la siguiente ejecución que se hacía “por Dios y por España”. Mauriac se unió a Bernanos en la protes­ ta contra el levantamiento militar y eclesiástico. En

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Hugo Gutiérrez Vega cambio, Claudel, gran poeta y ultramontano sin re­ medio, se afilió a la corriente franquista y atacó, sin los necesarios matices, a la República. Mariano Orta compara al cura rural del Diario... con el San Manuel Bueno de la pequeña nivola de don Miguel de Unamuno, el cura que perdió la fe cuando sintió que su voz se hundía en las aguas del lago cercano a su templo parroquial. Eso pasaba cuando el santo hombre decía: “Creo en la resurrec­ ción de la carne.” Y siempre guardó silencio para no perturbar la fe de sus feligreses. El desasosegado sacerdote de Bernanos, dice Orta, “disfruta de una lucidez que supera todos los conocimientos huma­ nos y que se parece tanto a la del cura de Ars, preci­ samente porque están abrasados de amor a las almas, a la par que entregados a una lenta agonía, incluso los de corazones más intrépidos”. Hay, como verán mis lectores, una gran diferencia entre el hu­ milde cura rural de Bernanos y los fundamentalistas jerarcas pe­ ninsulares. El cura francés parte del amor y sufre, duda y se entre­ ga a los demás para impedir que duden y se angustien. El autor ya había formulado la frase que ex­ plica su postura frente al pensa­ miento y el arte, especialmente la literatura: le malheur des hommes est la mer­veille de l’univers. Para Bernanos el dolor nos acompaña en todos –o casi todos– los pasos de nuestro tránsito vital. Hay mo­ mentos de gracia intacta que ga­ namos a la tristeza, pero el dolor es el que purifica, el que nos deja desnudos y temblo­ rosos frente a la muerte. San Agustín y el Byron del gran poema “Lucifer”, hablan de la purificación en el paso por el dolor. El cura rural sabía mucho de pe­ nas, de silencios del alma y, sobre todo, de la existen­ cia de varias y muy distintas formas del mal en las vidas de los seres humanos, de los sencillos feligreses de su “iglesia menesterosa” (López Velarde dixit). jornadasem@jornada.com.mx

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AHORA Portada: Un país que cintila Fotoarte de Marga Peña

Directora General: C a r m e n L i r a S a a d e , Director: H u g o G u t i é r r e z V e g a , Jefe de Redacción: L u i s T o va r , E d i c i ó n : F rancisco T orres C órdova , Corrección: A leyda A guirre , Coordinador de arte y diseño: F rancisco G arcía N oriega , Diseño Original: M arga P eña , Diseño: J uan G abriel P uga , Iconografía: A rturo F uerte , Relaciones públicas: V erónica S ilva ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: A lejandro P avón , Publicidad: E va V argas y R ubén H inojosa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh­t émoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui­ tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jor­n ada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.

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Arte chileno reciente: 3

política y memoria Ana María Risco* Alfredo Jaar, Los ojos de Gutete Emerita, 1996

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ientras las noticias internacionales sobre arte y artistas chilenos han celebrado es­ te año el centenario de Matta o la pre­ sencia de Fernando Casasempere en el programa cultural londinense de los Juegos Olím­ picos, al interior del país el diálogo menos glamo­ roso entre arte y coyuntura política sigue teniendo peso en la agenda. Recientemente, un grupo de in­ telectuales y artistas se reunieron en un simposio llamado Trienal de Chile 2, revisión de la primera versión del evento organizado por el Es­tado en 2009 y que no tuvo su correspondiente continuidad este año debido a problemas adminis­t rativos. Se tra­ taron allí temas que atañen transversalmente al mundo del arte actual, como la empresarización y predominio de las lógicas “feriales” en la circula­ ción de obras, pero también asuntos más locales, como el boom de las escuelas universitarias que arrojan cada año cientos de egresados cuyo diploma los consagra como “artistas”, o las actuales políticas públicas en materia de cultura, fuertemente orien­ tadas a la formación de audiencias, con beneficio principal para las industrias culturales. El dato señala cierta proclividad, a veces satura­ da de discurso, de los productores y agentes del medio artístico en Chile hacia la crítica cultural e institucional, característica que comenzó a formar­ se en los años 1975-1985, cuando cobraron cuerpo las primeras vanguardias fuertes (influidas por la neovanguardia internacional, pero también en evi­ dente respuesta al remedo de arte propiciado en­ tonces por la dictadura). Aunque las generalizacio­ nes se equivocan siempre en algún punto, podría sostenerse que esa proclividad hacia la crítica cul­ tural marca el devenir de las artes visuales chilenas hasta hoy. Cuando no han sido meras portadoras de discursos fáciles de denuncia, muchas obras han ido meritoriamente por un camino incisivo, desa­ rrollando estrategias que desestructuran, con­ travienen o remedan los sistemas de representa­ ción dominantes, dentro y fuera del arte, con claros, aunque no directos ni inmediatos efectos políticos.

El fin del aislamiento cultural en los años noventa y la primera década de 2000, y la salida de artistas jóvenes a formarse y vivir intermitentemente fuera de Chile, ha añadido perspectivas y experiencias a esos lenguajes críticos, lo que hace que el medio se encuentre dominado hoy por una variedad de propuestas que en algunos casos hacen suyos los traumas y los dolores recientes de la sociedad chi­ lena (siguiendo los pasos de obras emblemáticas del período dictatorial) y, en otros, se solazan en la ocupación lúdica, cínica, irónica o indignada de ese amplio y provocador espacio de negociaciones sim­ bólicas que constituye la cultura global. En la línea que une densidad crítica, rigor concep­ tual y esplendidez formal se encuentra el trabajo de Alfredo Jaar, artista que emigró a Nueva York a prin­ cipios de los ochenta, y quien se consagró inter­ nacionalmente en los noventa con su proyecto en varias fases sobre el genocidio de Ruanda. Su obra, que confía a un cuidadoso tratamiento de la imagen la posibilidad de restituir en ella su capacidad de afección, ha sido objeto en años recientes de mues­ tras antológicas y retrospectivas en diversas ciuda­ des del mundo, como la que acaba de concluir en Berlín. El artista, que representará a Chile en la pró­ xima Bienal de Venecia, trabaja en la actualidad en varios proyectos de alcance internacional, entre ellos el memorial público temporal que conmemorará los setenta y cinco años del bombardeo de Guernica. En el mismo orden de magnitud en lo que a cali­ dad y alcance se refiere, sobresale el trabajo de Eu­ genio Dittborn, figura clave del arte de avanzada surgido en la dictadura y cuya producción aeropos­ tal ha atravesado durante ya más de veintinco años el mapa del mundo a través del servicio de correo regular. Una monumental muestra de sus pinturas, que combinan la aeropostalidad con la poética del archivo visual de la barbarie, pudo verse el año pa­ sado en la Bienal del Mercosur, donde Dittborn fue artista homenajeado. Entre los artistas más jóvenes es posible observar la aparición de nuevas operaciones y temas que

rearticulan la vocación política ya observable en obras precedentes. Voluspa Jarpa, a quien la última versión de la feria arco de Madrid adjudicó su es­ pacio Solo Project, inspira su trabajo en los polémi­ cos archivos desclasificados por la cia , mientras que Iván Navarro, que vive fuera y que este año ex­ puso en la Fundación Volume!, de Roma, lo hace en la “estética” (si es que puede llamarse así) de los es­ pacios arquitectónicos transformados en centros de tortura. La fuerza y coherencia en el lenguaje de estos dos sub-45, atrae permanentemente la mirada del mundo del arte dentro y fuera del país, por lo que cabe pensar en su proyección creciente. Por otra parte, ciertas facetas históricas del arte chileno han comenzado a ser revaluadas por estos días. Destaca en este sentido la reciente retrospectiva de la sin­ gular precursora del arte cinético, Matilde Pérez, en la feria pinta (Londres, 2012) y la retrospectiva de Juan Pablo Langlois, que transcurre ahora mis­ mo en Santiago, importante por cuanto permite apreciar el impacto del trabajo de este artista que, desde fines de los sesenta, impuso en su obra cues­ tiones relevantes para el arte contemporáneo, como lo efímero, lo precario, lo banal y lo inmaterial. Si se trata de realizar una fotografía del arte chi­ leno actual, habría que constatar, también como par­ te de este panorama, un creciente aumento de la circulación comercial de obras, especialmente a par­ tir de la pujante feria chaco, y de las publicaciones en el área: el libro antológico Copiar el Edén (2006), impulsado por el crítico cubano Gerardo Mosque­ ra, convertido en una mezcla de archivo y vitrina del arte chileno para el mundo; la voluminosa recopi­la­ ción de pintura de las tres últimas décadas Revisión técnica (2010); los libros de entrevistas de Fede­ rico Galende a artistas y agentes del mundo del arte llamados Filtraciones (i, ii, iii), entre otros, muestran que los aparatos editoriales han comenzado a consi­ derar seriamente la importancia de este campo • *Catedrática de la Universidad Alberto Hurtado (Santiago de Chile)


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Jornada Semanal • Número 926 • 2 de diciembre de 2012

Tres poetas William Faulkner desde su tumba Jaime Valdivieso

Hoy escucho voces desde lejos Leves pisadas que se acercan Son los que caminan por el cementerio Los que buscan a la muerte como amiga Yo sé que en vida pocos me quisieron Decían que era un borracho Que salía a cazar con los negros Me importa un carajo lo que digan La mayoría de estos son los Hipócritas protestantes Que nada sabían de la vida

Y menos de la muerte. Ya pueden irse al carajo Y ocuparse de su propio culo. Claro que seguí cazando con los negros Y bebiendo whisky con ellos No sólo me odiaban por esto Sino por felicitar a un vendedor de diarios Por decir que era comunista Y tener el coraje de decir lo que era. Se pueden ir tranquilamente al carajo.

En días pasado vino un joven De un país del sur de Latinoamérica Venía con su mujer y se sentó junto a mi tumba Y habló en silencio sobre mis libros y sus propios sueños Que a él le bastaría dejar sólo Unas pocas líneas Que lo salvaran del tiempo y el olvido No quería más que eso Lo vi recogido sobre sí mismo Como si estuviera hablándome Más acá de mi muerte Y sin pensar que yo lo escuchaba.

Pelambre Carmen Berenguer A mi madre

Mis gruesas hebras salieron rudas y con ahínco porque tenían que nacerme crines a que domara mi estancia No hubo peine que cardara a diario el desafío de crecer la mata negra Mis enredos en ondas cerdas ululando el viento En temporales de húmedas marañas que al desenredarlas la lluvia lloraba dentro Mi peineta no entraría a mi selva negra que ordenara su resistencia a cualquier amarra que llevara a mi vera a mi chascona Temprano estas mil cerdas no arruinarían mis gruesos ondulados azabaches e irrespetuosos de una noche sin destino fue esta mata invertebrada de revueltos azulejos huecos de un ramaje postrero Y su espesor una especie de orgullo de ancestros originarios Me lo gritaban a la vera del camino India! con sorna perpleja de arrebatos diurnos Mis metálicas crinches iban más allá de su existencialismo Metafísico, lejos del modernismo, más bien parece un ramo decadentista

El maltrato a mi pelo iba más allá de su desacato a la obsesión de ser puro pelambre o quién hendía un peine en mi revoltijo de noche rabias ajenas en tal desenredo Que de tanto encono me eché aceite de comer a fin de desenredar la melancolía que iba alojándose en el cuerpo Y mirando mis cadejos de plata con cierto reproche le unté linaza y cerveza para suavizar la melcocha La loca del parque me lo manoseaba como vieja callejera recitando un mantra lindo! lindo! pelo! pelo! Con el tiempo me acostumbré a dar que mirar Mis lijas torpes al perder las cejas y el incipiente bigote que sin asunto se alisaba planchadito sin asunto se encrespaba de arrebato o era un Volcán eléctrico de lava ardiente o un Arrayán Florido porque sí al rato se ponía Ópalo porque no luego enrizaba el bosque y ni un diente un pinche una amarra libre caía la ramada en la siena


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chilenos El tiempo que sueña. Que soñamos que nos sueña Elicura Chihuailaf La Palabra surge de la Naturaleza y retorna al inconmensurable Azul desde donde nos alegra y nos consuela Cuando la Palabra cree / imagina interrogarse no es sino lo innombrado que la interroga para sacudirla para desempolvarla, para intentar devolverle su brillo original

mamita hay piojos en mi pelo muchos piojos y me pusieron parafina dormí con la cabeza amarrada que al prender un fósforo habría iluminado la cuadra mamita hay piojos en mi pelo me echaron creolina y dormí la noche con olor a baño de la plaza mamita tengo piojos y a la mañana al sol me sacaron cuatrocientas liendres y piojos y piojos caían al recipiente con agua mamita! Los piojos arrancaron por el cuello mamita no quiero mi pelo mamita no quiero ocuparme de mis crenchas Y unas cerdas se enredaron en mis pies danzando danzaban y danzan y entonces el profesor ruso miró mis rodillas

¿Para qué entonces el deseo de decirlo todo si, como en un tejido, el Ahora –en el tiempo circular– existe y se completa con las hebras del ayer y del mañana? Así nos dice el tiempo que sueña que nos sueña. Que soñamos.

apuntó a mis rodillas como prontuarios de vida raquítica Furtivamente había huido la niña y me había gibado ocultando mis mudanzas corporales hacia el despertar de la muchacha Sin darme cuenta mi cola de greda iba de un lado para otro sin corpiño y sin refajo Mis tetas no eran tan crecidas como para no jugar a la pelota con los puercos de la esquina mis pies eran ligeros rápidos en danzas rusas aquí debajo del ala de la iglesia de la calle di patadas a las canillas de los cabros Entonces me pasé la juventud en el cine de la cuadra El cine de postguerra y mi pelo resentido fueron amantes de la imagen Mientras veía desnudarse a la b . b . en Y dios creó a la mujer Yo continuaba trenzando nerviosa tal despar­ pajo corporal

Mientras Sofía Loren y su hija eran violadas en una iglesia abandonada por una soldadera en Dos mujeres yo estiraba alerta mis rulos en la oscuridad y quedaron las mechas tiesas en la desesperación Mientras veía cómo jugaba con los plumones de la burguesía Marcelo Mastroiani en la Dolce Vita yo me había cortado la trenza y comenzaba a copiar la moda europea y gringa en mi gruesa pelambre subdesarrollada y la compleja relación entre plancharlo y/o escarmenarlo La distancia solemne entre el peinado gato ordeñado a punta que saltara a mi cuello encima de la oreja Y la alarma secreta de la noche una media la cubría enterita pegadita al rostro la guedeja lisa De qué les hablo de esta testera que es mi sorna cuando me acompañaba larga la greña por las noches ayudándome a esconder el rostro travieso a que me dijeran un día que pelaba los dientes cuando soltaba el trapo.

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El iceberg de Sevilla Foto: esasevilla.blogspot

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Carnaval chileno enGuadalajara Patricia Espinosa*

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n Chile, leer es una práctica en peligro de extinción. En los últi­ mos seis meses, cuaren­ ta y uno por ciento de los chi­ lenos no ha leído un solo libro. La responsabilidad de tal ca­ tástrofe recae fundamentalmente en el Estado, que desde el retorno a la democracia, en 1990, no ha sido capaz de generar políticas eficaces de fomento a la lectura, reproduciendo una y otra vez gestos vacíos, buenas intenciones y compromisos que no son nada más que correctos saludos a la bandera. El casi millón de dólares que el Estado destina a la compra de libros va a parar en gran parte a libros de literatura infantil, autoayuda, esoterismo y manualidades. Lo que pre­ domina al momento de la selección son los criterios mercantiles; pero bueno, en Chile todo está domina­ do por criterios mercantiles y el libro, específicamen­ te la literatura, ha sido una de sus mayores víctimas. Dominada por las trasnacionales, en el escenario chileno la industria del libro ha logrado imponer cri­ terios mercantiles, privilegiando narrativas estan­ darizadas y de baja calidad (como Roberto Ampuero, Hernán Rivera Letelier y Carla Guelfenbein). A esto hay que sumar el nulo interés gubernamental por apoyar iniciativas tan básicas como la eliminación del iva a los libros, que alcanza diecinueve por cien­ to, y el arrinconamiento al que son sometidas las editoriales medianas y pequeñas, conocidas como editoriales independientes, por donde pasa desde hace algunos años lo mejor de la literatura nacional, tanto en narrativa (Kato Ramone, Óscar Barrientos, Yuri Pérez, Daniel Hidalgo, Federico Zurita, Eugenia Prado, David Poblete, Francisco Miranda, Cristóbal Gaete, Luis Seguel, Nona Fernández, Mili Rodrí­ guez, Claudio Maldonado, Pablo Toro, por nombrar algunos), como en lo referido a la producción poéti­ ca, el género que más se publica en Chile (Verónica Jiménez, Elvira Hernández, Priscilla Cajales, Pau­ la Ilabaca, Gladys González, Ángela Barraza, Nadia Prado, Germán Carrasco, Juan Carlos Urtaza, Daniel Rojas Pachas, David Bustos, Juan Carreño, Leonardo

Sanhueza, Raúl Hernández, Cristián Cabello, Yanko Gonzá­ lez, Camilo Brodsky, Víctor Hugo Díaz, Héctor Her­ nández Montecinos, Guido Arroyo, Diego Ramírez, entre muchos otros). Lo peor es que no existe siquie­ ra un debate sobre políticas culturales que tiendan a transformar profundamente el modo en que desde el Estado se enfrenta el tema de nuestra crisis cul­ tural. El país agoniza en términos culturales, no en cuanto a las élites, que siempre se las arreglan, sino en términos de millones y millones de chilenos para quienes la literatura dejó hace rato de ser siquiera un tema de entretención. En este contexto, la participación chilena en Gua­ dalajara puede verse como una simple anécdota que será inocua frente a la gravedad de la crisis que atra­ vesamos. Aunque sí tiene un aspecto interesante y es la representación de la ficción de país reconciliado que se realizará en la Feria. La Concertación, que go­ bernó el país durante veinte años, creó esa ficción de país reconciliado y diverso, pujante nación que de­ jaba atrás a pasos agigantados a sus vecinos latinoa­ mericanos, porque había logrado acuerdos fun­ damentales en convivencia, economía y política. Sólo se les pasaron por alto algunos detalles: la des­ igualdad ha crecido a niveles intolerantes, la educa­ ción y la salud pública se derrumban y el pueblo mapuche sufre el asedio constante de las fuerzas policiales, por sólo nombrar algunas urgencias que hacen ver al discurso dominante casi como una for­ ma de violencia o por lo menos de burla. Esa tonali­ dad ha seguido predominando en el discurso oficial, ahora con un gobierno de derecha. En ese simulacro nos encontramos y el diseño de invitados a Guadalajara se rige por esta ficción reconciliada y triunfalista. Así, se realizó una inteligente mezcla de mercado y cuoteos políticos, generando una imagen-país de diversidad y tolerancia acorde

con el manejo de continua­ ción concertacionista que ha tenido el Ministerio de la Cultura. Jugando al si­m u­ lacro de hermanarnos por el arte y la cultura, vamos a representar a los me­xicanos y al mundo el Chile del si­ glo xxi ; olvidémonos de todo lo demás, mostremos nuestra mejor cara. Desesperados por salir al mundo, nuestros escri­ tores preparan sus male­ tas y trajes de fiesta para Foto: eldiario.es asistir a una suerte de reality show o carnaval que dejará entre paréntesis nuestros conflictos internos (se vería muy feo que te llevaran a pasear, perdón, a representar al país, y mordieras la mano que te pagó el pasaje y la estadía). Pero también hay que recono­ cer una cosa fundamental: Chile ama, con un amor verdadero e inquebrantable, la globalización, ese invento extraordinario, supremo, que nos permitió terminar, por fin, con nuestro aislamiento, con esa sensación que nos hizo vivir durante siglos sintiendo que éramos el último rincón del mundo, así que es­ tamos siempre dispuestos a vender el alma y más a cualquier cosa que signifique que somos aceptados como iguales en la sociedad global. Si antes cordille­ ra, mar y desierto parecían barreras que nos alejaban de todo lo interesante que pasaba en el mundo, salvo para los cosmopolitas millonarios de siempre, el nue­ vo orden mundial ha destruido esas barreras, abrien­ do nuevas oportunidades de triunfo para todos. En 1992, dos años después del fin de la dictadura, al gobierno de la época se le ocurrió, en un acto de exhibicionismo incomprensible y aberrante, llevar un iceberg desde la Antártica a la Exposición Mun­ dial de Sevilla, en España. No recuerdo si se lo traje­ ron de vuelta o lo usaron para enfriar algunos tragos celebrando tan genial idea, el caso es que han pasado veinte años y no tenemos razones para esperar que nuestros escritores y escritoras, extremadamente valiosos en muchos casos, cumplan una función si­ milar a la de ese cubo de hielo. Y eso porque en Chile hace años que el mercado viene batallando para que el escritor jamás, pero jamás, se convierta en un su­ jeto político capaz de levantar algunas banderas que le permitan reconectar la literatura con el mundo. Algunos y algunas, los menos, se resisten con estoi­ cismo a ese destino; otros no serán más que ese olvi­ dado iceberg de Sevilla • *Crítica literaria


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Iván Navarro, The Missing Monument for Washington, 2007

Amante profesional R amón D íaz E terovic

Caja china D iego M uñoz v . En la pantalla del televisor, un ojo café, enorme, ocu­ pando todo el espacio disponible. En la pupila se refleja un salón amplio, iluminado, repleto de gente. Entre las personas estás tú, sonriendo, vestida de blanco. En tu pensamiento estoy yo, escribiendo esta historia. Así son las cosas, simples o complejas, se­ gún quieras verlas.

Basura del desierto V irginia V idal Dejo Antofagasta y penetro en el desierto más árido del planeta. El vehículo traga distancia. Casitas de ánimas y plásticos, latas, botellas decoran la vera de la ruta. Desierto convertido en basural donde pe­ na el ánima del oro. En la Cascada de Calama, una pastora vestida a la antigua usanza guía sus llamas sorteando desperdicios en busca de pasto. La Casca­ da dejó huella de llanto seco en los riscos. El ojo de agua, repugnante sopa de pañales, botellas, bolsas plásticas, apenas permite un claro para admirar al pez que nada bajo la nata de inmundicia.

Balcones que no miran a La Moneda M ax V aldés Un niño habitaba el segundo piso de un edificio de viviendas sociales del barrio Estación Central. Todas las tardes se ponía a mirar a los transeúntes que iban de un lado a otro. Era el invierno de 1983 y no tenía nada más que hacer. El chico no lograba comprender por qué la gente caminaba cabizbaja y con desgano. Al ir a sus trabajos y al volver a sus casas. ¿Por qué ellos que sí podían caminar, correr, agarrarse a pu­ teadas con el chofer del microbús estaban deshe­ chos, cansinos, derrotados? Entonces para desper­ tarlos decidió lanzar trozos de pan desde su balcón como si se tratase de palomas circunspectas y vesti­ das a la usanza bancaria. Algunos, posados en su indiferencia no lo advertían, pero hubo otros que subían la mirada para ver desde dónde eran lanza­ das esas migajas. La sorpresa venía enseguida al ve­ rificar que un adolescente colorín, montado sobre una silla de ruedas, portaba la máscara de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte para violentar a los tran­ seúntes ¡Vaya manera de superar la discapacidad!

Doce

minificciones

Romero, asesino de profesión, se vanagloriaba de ser un hombre de palabra. Al conocer a Raquel sintió una súbita comezón en su orgullo. La invitó a cenar, la enamoró y por la mañana, cuando el sol caía plácido sobre los cabellos de la mujer, le disparó entre los pechos por el simple y estúpido placer de cumplir un contrato.

Los ensacados G abriela A guilera v . Así los encontraron, diecisiete años después, en un pueblo costero del norte. Los habían metido en sacos, luego de vendarles los ojos y dispararles de frente y de espaldas. Los ejecutores ni siquiera les dieron la oportunidad de quedar mirando el mar y los arroja­ ron en la fosa de dos metros de profundidad. Perma­ necieron sumergidos en la oscuridad y la sal. Pero los muertos que no son olvidados insisten en aparecer, y cuando salieron a la luz, el grito que permaneciera coagulado en sus bocas después de la última ráfaga se escuchó en todo el país acribillado.

seminan por el pueblo de Perjurio propagando la voz de Dios, distribuyendo revistas, vestidos con sus ternitos grises, muy bien peinados y la Biblia entre sus manos. Tocan puertas pero los ateos, de mal ta­ lante, les dan con la puerta en las narices, los incre­ pan y les echan los perros. Cierto atardecer de abril, los perjurienses descu­ brieron con asombro una frase de nubes escrita en el cielo: “¡Ateos!... ¿Por qué no creen en mi modelo?” Los ateos, arrepentidos, corrieron tras los pastores para salvarse, pero éstos, de mal talante, les daban con las puertas en las narices, los increpaban y les echaban los perros.

Hospital S ebastián A mar m . Yace en su cama, pensando, agonizando, contando sus últimos minutos, pero todavía no llega su tras­ plante.

Inmortalidad C ecilia Q uijada p . Solía vivir en mundos paralelos, cambiando de un lugar a otro sin avisar, como lo hace un rayo al caer. Esto la hizo inmortal. La muerte nunca la pudo hallar.

La mujer ilustrada C arla S vigilsky Muy a su pesar, se fue desdibujando de a poco.

Por necesidad de la empresa L orena D íaz M eza Pasó la lengua una vez más por encima de la línea roja que se formaba desde el pecho hasta el vientre cada vez que la herida quedaba expuesta, y compro­ bó que hasta en eso le habían mentido: su jefe no tenía la sangre tan fría.

Trabalenguas L inda B áez l . Érase una pasión que no tenía remedio. Érase un reme­ dio que no encontraba enfermedad. Érase una e­n ­ fermedad que no tenía cura. Érase un cura que no encontraba su religión. Érase una religión que no te­ nía Dios. Érase un Dios que no hacía milagros. Érase un milagro que la pasión tuviera remedio.

Parábola de los ateos y los creyentes

Buenas noticias

P edro g . J ara

F ernanda C avada

Perjurio es un pueblo ubicado en el sur profundo. La mayoría de sus habitantes son ateos, pero una mino­ ría es creyente. El fin de semana los creyentes se di­

Cuando me decían que no me iba a enamorar nunca, es que no sabían que había otro como yo, ahí afue­ ra, al que le habían dicho lo mismo •

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Chile

La cultura en Faride Zerán*

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LOS DE ENTONCES… ace más de una década , Chile también era el país

invitado de la Feria Internacional del Libro de Gua­ dalajara. Nos acercábamos al cambio de siglo y una parte del mundo cultural e intelectual se movía con manifiesta molestia ante una transición que no sólo había enviado a la gente a su casa para que las éli­ tes hicieran su trabajo: también asumía con natura­ lidad la impronta autoritaria heredada de diecisie­ te años de dictadura, lo que se traducía en que toda crítica al estado de las cosas no era aceptada y se sancionaba de manera contundente. Unos años antes, en una vitrina internacional tan espectacular como Guadalajara, Chile se había hecho presente moviendo una gran mole de hielo hasta su pabellón en la Feria de Sevilla, en pleno verano y con motivo de la conmemoración de los quinientos años de encuentros y desencuentros entre dos mundos. El famoso Iceberg de Sevilla que nos representó como país, originaba el primer debate crítico del mundo cul­ tural hacia la transición, cuestionando el relato que nos proyectaba como un país blanco, frío y sin memoria. Recuerdo la tarde de noviembre de 1999, cuando con la destacada periodista y Premio Nacional, Pa­ tricia Verdugo, fallecida en el año 2008, nos subimos al pódium de uno de los salones de la Feria de Gua­ dalajara para dar inicio al debate sobre periodismo y libertad de expresión que estaba programado en la apretada agenda de la fil . La delegación chilena era muy numerosa. Escri­ tores, editores, funcionarios del gobierno y varias figuras estelares, entre ellas la de Tencha Allende, la viuda del presidente, invitada por los editores de lom (Paulo Slachevsky y Silvia Aguilera), y la revis­ ta Rocinante que yo dirigía. Nuestro objetivo no era otro que rendir un home­ naje a Salvador Allende, a través de la querida figura de su viuda, en el auditorio (actualmente llamado Salvador Allende) en que el presidente había pro­ nunciado sus famosas palabras. Sí, nuestra iniciativa tenía que ver, sin duda, con resistir a las políticas de la desmemoria que se entro­ nizaban como parte del discurso de la transición. Un discurso que escondía sus heridas y miserias bajo la al­ fombra, y que nos impulsaba a desafiar a aquellos par­ tidos incorporados en la Concertación, que nos con­ vocaban t a m b i é n a d a r v u e l t a l a p á g i n a y a sumer­g irnos en la placidez del relato exitista que hacía de Chile un país que miraba con desprecio a Latinoamérica para sentirse parte de Europa y los países desarrollados. De paso, también lo hacía guar­ dar silencio cuando se arrasaba con los medios inde­ pendientes que habían resistido a Pinochet y que, en la nueva etapa de redemocratización, no eran fun­ cionales; o lo hacía callar cuando, con el dictador preso en Londres, se le hacía creer al mundo que sería juzgado en Chile, cosa que nunca ocurrió. Ya arriba del escenario de una sala repleta de gen­ te nos dimos cuenta, con Patricia Verdugo, que en la primera fila estaba sentada la periodista chilena Ale­ jandra Matus, en ese momento asilada en Estados Unidos para evitar su encarcelamiento en Chile por la publicación de El libro negro de la justicia chilena (1999), un reportaje de investigación periodística que desató la ira del Poder Judicial, y con ella la aplica­

ción de leyes reñidas con la libertad de expresión, mismas que a fines de la década de los noventa se­ guían vigentes en Chile. Sin dudarlo, ambas la invitamos a acompañarnos en el panel que, sin ninguna consideración hacia “la imagen internacional de Chile”, puso en evidencia lo que Human Rights Watch y otros organismos in­ ternacionales habían consignado en informes al se­ ñalarnos como uno de los países con mayor res­ tricción a la libertad de expresión y ausencia de pluralismo en la primera década de la transición, y con una prensa concentrada hasta hoy. Lo que se vino era previsible. Desde el estrado veíamos a los funcionarios gubernamentales aso­ marse para escuchar lo que decíamos para luego salir indignados. Poco antes, yo había tenido que resistir la ira del propio embajador de Chile en Mé­ xico, otrora amigo, que en solidaridad con su espo­ sa, escritora ofendida por una crítica a su libro pu­ blicada en la revista Rocinante por la académica Patricia Espinosa, no sólo arbitrariamente me deja­ ba fuera de actividades oficiales o me sacaba de la mesa de homenaje a Salvador Allende que yo misma había organizado y solventado junto con los edito­ res de lom , sino además castigaba a miembros de la embajada que me habían recibido a mi llegada a Ciudad de México. El Chile que pisaba la fil Guadalajara 1999, en tanto país invitado, mostraba un rostro intolerante y autoritario. La polémica siguió en Santiago a través de la prensa. Los abusos del poder fueron denuncia­ dos públicamente y la batahola entre escritores e intelectuales vs. burócratas en turno dividió por un rato la placidez de la transición chilena que, acos­ tumbrada a pactar y consensuar en nombre de las razones de Estado, se horrorizaba ante la pandilla de díscolos, criticones y malagradecidos que más daña­ ban la imagen del país en el exterior.

Qué duda cabe de que Chile se reinventa una y mil veces en el talento de sus creadores y que, como siem­ pre, pisándoles los talones los burócratas en turno, hoy exponentes de un gobierno de centro-derecha efectúan sus performances, como antes otros, en nom­ bre de otras razones hicieron de las suyas. Los actuales, precedidos por una escandalosa compra masiva de libros para proveer a las biblio­ tecas del país, y en cuyas listas escaseó la literatura (hubo sólo dos nuevas novelas) y proliferaron los tex­ tos de autoayuda, moda, recetas de cocina y tonte­ rías. Esto, cuando veinticinco por ciento de los títulos de las bibliotecas públicas de todo Chile se obtienen a través de las adquisiciones que anualmente hace el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, y cuando las cifras nos señalan que somos analfabetos funciona­ les en tanto más de la mitad de los chilenos no entien­ den lo que lee. Lo que podría ser un incidente menor o un traspié en materia cultural, aquí se transforma en un cri­ men, en tanto al analfabetismo funcional se suman el alto costo del libro, su escasa presencia en los ho­ gares chilenos, la ausencia de políticas públicas que estimulen el hábito de la lectura entre la población infantil y juvenil del país, y el resultado de una en­ cuesta que desde hace una década ejecuta la Univer­ sidad Católica a sus alumnos de primeros años. Las cifras conocidas hace pocas semanas en Chi­ le resultaron alarmantes. Si bien ochenta por ciento aprobó el test, la mayoría de los estudiantes eviden­ ció serias deficiencias en áreas como ortografía y vocabulario, obteniendo un promedio de 1.48 en ortografía y 1.63 en vocabulario, de un total de 5 puntos. La ausencia de un sistema de educación pública de calidad y gratuita que garantice, desde la cuna y hasta la universidad, igualdad de oportunidades y un horizonte de desarrollo republicano que permita co­

LOS DE AHORA…

rregir en parte la desigualdad estructural de la so­ ciedad chilena, es una aspiración que el movimien­ to estudiantil mantiene vigente y de la cual no se puede sustraer el país ante la próxima elección pre­ sidencial y legislativa. Más aún cuando ese déficit tiene como correlato la concentración en la propie­ dad de los medios de comunicación escritos (dos cadenas que comparten la pasión por el modelo neoliberal y poseen el noventa por ciento de los me­ dios escritos de Chile), y la existencia de una indus­

Han transcurrido casi catorce años de esos incidentes. Muchas figuras que en ese instante estuvieron en Gua­ dalajara regresaron consolidadas en la fuerza y talento de sus obras. La muestra de creadores no da cuenta ca­ balmente de la complejidad ni de la diversidad de na­ rradores, poetas o ensayistas chilenos. Pero es una bue­ na aproximación, como lo fue hace más de una década, del vigor y rigor de gran parte de nuestros creadores.


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AHORA

antes y

tria radial en manos del Grupo Prisa, mayoritaria­ mente, y canales de televisión que en su mayoría pertenecen a grupos económicos donde la existen­ cia de una televisión pública mediatizada por la exigencia de mostrar cifras azules no hace la dife­ rencia en tanto la mediocre y ramplona parrilla pro­ gramática que exhibe casi sin excepciones. Por ello, la decisión del gobierno de Sebastián Pi­ ñera de cerrar el diario gobiernista La Nación, con casi cien años de existencia, en vez de transformarlo en un medio público que en parte corrigiera la au­ sencia de pluralidad y diversidad temática, o el es­ caso, por no decir nulo, debate cultural e intelectual en la esfera pública, representa otro ejemplo de un gobierno más bien indolente ante la dimensión cul­ tural de la sociedad y ajeno a la importancia que ella tiene en la conformación de una ciudadanía con den­ sidad democrática y republicana. El argumento esgrimido para el cierre de La Nación (cuyo archivo reviste importancia patrimonial), en el sentido que no se requiere un diario de gobier­ no, cuestión compartida por una gran mayoría, no rige sin embargo para evaluar el desempeño del ca­ nal público, Televisión Nacional de Chile (tvn ), que en un estudio del Observatorio de Medios Fucatel, dado a conocer el pasado 8 de noviembre, señala que más de la mitad del noticiero central de tvn (trans­ mitido a las 21:00 hrs.) está destinado a difundir la labor del actual gobierno. En el mismo trabajo del Observatorio de Medios Fucatel,

Muchas figuras que en ese instante estuvieron en Guadalajara regresaron consolidadas en la fuerza y talento de sus obras.

y a propósito de la escasa o nula presencia de la cul­ tura en la escena nacional, el informe afirma que del total del noticiario de tvn sólo un cinco por ciento está dedicado a la cultura, los espectáculos y las ciencias. Todo junto, por lo que no es difícil colegir que sigue siendo el vagón de cola en las prioridades de un canal de televisión que llega a todo el país, pero que es incapaz de reflejar en su pantalla una diversidad que la reta a diario a través de movi­ mientos sociales, demandas de los pueblos origina­

rios, o temas medioambientales que sencillamente elude, como lo consigna Fucatel.

LO QUE QUEDA… Autores de la talla de Diamela Eltit, o Pedro Lemebel, quien acaba de presentar su nuevo libro de crónicas; Raúl Zurita o Nona Fernández, con su novela Fuenzalida; o de los historiadores Gabriel Salazar o Alfredo Jocelyn Holt, constituyen un ejemplo de la solidez de los nombres que representaron a las letras chilenas en Guadalajara, y de la densidad y amplitud de un discurso crítico que si bien no tiene en Chile los cau­ ces para que fluya e impregne en algo la conversación cotidiana, al menos es una muestra de que existe. Mal que mal son parte de los cientos de creadores que le salieron al paso a la directora de Bibliotecas, Archivos y Museos, Magdalena Kreps, nombrada por la administración de Piñera, cuando luego de intentar recortar en un tercio el presupuesto del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos más tarde prota­ gonizó, junto a otros connotados miembros de la de­ recha, una campaña cuestionando que el museo estu­ viese dedicado a las víctimas del terrorismo de Estado practicado durante el régimen de Pinochet. Junto al ministro de Cultura, Kreps es sin duda la figura más importante del gobierno actual en ese ám­ bito, por lo que no pasó desapercibido este insólito llamado a ampliar el contexto histórico que contiene el museo, incorporando el relato de los victimarios en un empate político y moral muy propio del Chile de las últimas décadas. Era como si en Buchenwald, don­ de se conservan las chimeneas de los hornos cremato­ rios que se divisan desde Weimer (la ciudad de Goethe), junto con explicar cómo se asesinaban a las víctimas del nazismo, el guía nos relatara las razones y la solidez de los argumentos de las ss para llevar a cabo el genoci­ dio, mostrando la eficacia de sus métodos.

De cualquier forma, Chile tiene mucho que entre­ gar y aprender. En la fil 2012, Chile entrega el talen­ to de sus creadores y la vitalidad de su poesía, narra­ tiva y ensayo. Le queda por aprender el lugar que ocupa la cultura en México, el presupuesto que se le asigna, la importancia de sus museos, por señalar sólo algunos pequeños ejemplos • *Catedrática de la Universidad de Chile. Premio Nacional de Periodismo 2007

Nona Fernández Alfredo Jocelyn Holt y Raúl Zurita

Gabriel Salazar Diamela Eltit Pedro Lemebel y Patricia Verdugo

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leer Cuento chileno contemporáneo. Breve antología, Poli Délano (compilador), Dirección de Literatura, Difusión Cultural unam, México, 2012. Que lo diga el propio compilador, él mismo cuentista, chileno de nacionalidad y, por lo tanto, gran conocedor de lo que su país ha producido en el género: “En los cuentos incluidos se encontrarán vivencias humanas intensas, fuertes, dramáticas, conviviendo con lenguajes y estilos tan heterodoxos como funcionales a las historias narradas.” Aclara Délano que en este volumen sólo han sido incluidas “dos generaciones de escritores que se encuentran en producción en la actualidad: la de los Novísimos o de los ’70 y la de los ‘80 o n.n.” Encontrará el lector veintitrés distintas voces, incluyendo algunas bastante conocidas, como las de Antonio Skármeta y Ariel Dorfman.

Doce en punto. Poesía chilena reciente (19711982), Daniel Saldaña París (selección y prólogo), Dirección de Literatura, Difusión Cultural unam, México, 2012. Como “un golpe de aire fresco y una provocación para que el lector abandone de una vez las certezas poéticas” definen los editores esta recién preparada asamblea compuesta por las más recientes generaciones de poetas chilenos. Saldaña, el antologador y prologuista, además de poeta él mismo, posee otros dos atributos que necesariamente han influido en la preparación de este volumen: es joven –nacido en 1984— y no es chileno. En otras palabras y generacionalmente hablando, oye bien de cerca las voces poéticas que suenan aquí, y lo hace sin que lo distraigan chovinismos nacionalistas.

Fósil. La llamada de Emmanuel Lévinas, Marcelo Schuster, Ediciones Sin Nombre, México, 2012. Lituano de nacimiento, brevemente avecindado en Ucrania y más tarde en Francia –país del cual adoptó nacionalidad–, el filósofo y escritor Lévinas no es un pensador sencillo: discípulo y luego intensísimo detractor de Heidegger, el autor de El Tiempo y el otro, De la existencia al existente, así como infinidad de ensayos sobre judaísmo, sostuvo intensos diálogos con Maurice Blanchot, Jacques Derrida y Jean-Luc Nancy, entre muchos otros. En este libro, el doctor en filosofía Marcelo Schuster “plasma uno de los caminos más extraños y provocadores del pensamiento contemporáneo”: el trazado por dos pensadores cercanos-distantes, como lo son Lévinas y Nancy.

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Dispensario, Juan Manz, Editorial La Otra, col. Temblor de cielo, México, 2012.

JUAN MANZ O LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO POÉTICO CÉSAR ARÍSTIDES

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uan Manz (Cd. Obregón, Sonora, 1945) es dueño de una obra poética intensa y creciente que lo ubica como una de las voces más sólidas del norte de México, Tres veces espejo (1996), Padre viejo (con versiones al francés e italiano, 2000) y Molinar sin aspas (2010), entre otros libros, son una clara muestra. Sus temas son la búsqueda de la palabra precisa para anunciar origen, el soliloquio que alude al paso del tiempo y la atención a las entidades míticas de sus ancestros y sus poetas. Dispensario es una bella continuación de sus reflexiones, compuesto por una serie de poemas fragmentados, donde recurre a la experimentación y a la melodía para seducir con sus cantos. Odas de viaje e introspección, de alumbramiento y travesía, los versos dialogan con el frío, descifran el misterio de las zonas remotas al tiempo que anhelan la voz en los escenarios contemplados: “Porque el hielo/ cima las montañas/ y cuelga/ sus hamacas blancas/ entre ladera y ladera/ escurre/ rebosa el glaciar/ que pisaremos/ congela el aluvión/ de espíritus azules/ y almas blancas/ que ya nos velan/ subhieláneos a distancia.” Cada poema es un vuelo para cercar el destino y dar con la semilla de la identidad. En “Alaska” la travesía es mirada que apresa el frío y el espacio para escribir la remembranza, como advertimos en la cita anterior; en la siguiente estancia: “Library”, los versos son un pretexto para hablar de la escritura y sus hallazgos, a partir de la lectura de Eliot. Manz medita sobre el súbito encuentro de una biblioteca en un barco, elabora una serie de variaciones sobre lo escrito y lo aprehendido: “Ahora/ para lo que quiero expresar/ propongo/ la siguiente analogía:/ a cambio del río interior/ a que Eliot se refiere,/ presumo tener/ en este largo pasillo/ que me trajo/ a esta pequeña librería/ al río de mi otro/ y en esta ocasión/ sin tiempo/ a quien escribe este poema.” El otro es el que escribe, pero también lo es el poema, el otro es quien lee/escribe, para hacer de la metapoética una voz serena. Lector devoto de Walt Whitman, no podían faltar en estos paseos el diálogo vivo con el poeta de la esperanza, y en “Última cruzada” pregunta al capitán sobre las fatigas y batallas del espíritu, lo convoca y dignifica su legado. El capitán de Whitman es para Manz el poeta que acompaña sus divagaciones; el invocado es comparsa en travesías, viento que dicta el rumbo y el sentimiento necesarios: "Oh capitán... mi capitán.../ nuestro brumoso viaje ha terminado.../ .../ Quiero decirle que casi ha ganado –con ésta‒/ una cruzada más/ para su honroso historial/ como marino/ [...] Y que a pesar de que nunca/ apareciera en la cena formal/ a que fuimos convocados a su nombre/ le estamos muy reconocidos/ por traernos de regreso.” Por traer de regreso al poeta que dialoga con su mentor, por traer de vuelta a la poesía. El viaje para Juan Manz es perpetuo, circular e insistente, así regresa al terruño donde canta el desierto, o a Europa donde brotan sus orígenes, a los cielos ajenos que le traen el recuerdo de su padre: “Otra vez aquí/ Padre/ ahora camino a Lucerna/ recordándote/[ ...] haciendo mías/ las preguntas/ que no te hice cuando niño.” Y después del llamado de la sangre (“Aires de añoranza”), el poeta se despide con “Salut au Whitman”, sella el círculo, las travesías, y deja en suspenso la búsqueda del

poema y de la identidad, pregunta al poeta (a él y a Whitman) qué mira en el horizonte, qué paisajes y palabras: “Tú me enseñaste,/ Walt Whitman,/ a amar la poesía,/ a desprenderme de prejuicios/ que pudieran reprimirme,/ para volar a plenitud la noche misteriosa/ de mi alma y de mi cuerpo...” Dispensario, prologado con esmero por Martha Canfield, reúne señales de viajero y alabanzas que nacen de la travesía, una serie de poemas que buscan la voz y el misterio del poeta alabado, una indagación preclara en mares y memoria para saber de nuestra estirpe • Desmantelamiento de la ciudadanía. Políticas de terror en la frontera norte, Héctor Domínguez Ruvalcaba y Patricia Ravelo Blancas, uam -Iztapalapa, México, 2011.

EL VACÍO COMO RECORDATORIO RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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ablar sobre Ciudad Juárez, cuando tiene años que la prensa nacional ha ido disminuyendo las notas sobre la violencia que ahí es cotidiana, es un acto de justicia sustitutiva ante la ineficacia gubernamental. El número de asesinadas en condiciones de un terror que en otros lugares ni siquiera se comprende, ha resultado un olvido más en una administración donde los muertos sobran por todo el país. Cada muerto es importante, también cada ciudad perdida en manos de los empistolados, oficiales o no. La investigación de Domínguez y Ravelo confirma que no todo es tan sencillo como poner retenes o esconder información. Ciudad Juárez es emblemática por muchas razones. En algún viaje a España me tocó ver en la librería del Museo Reina Sofía un libro sobre las asesinadas de Juárez: estaba en la oferta de libros de ciencia ficción. En otras partes del planeta ni siquiera se piensa en una ciudad donde las calles son privadas, la noche también, y muchos parientes de víctimas prefieren arriesgar la vida en sus propias investigaciones, antes que acudir a la policía local, estatal o federal. El libro está dividido en tres ángulos: la imagen de la ciudad, la vida juvenil, y las políticas del miedo y sociedad del goce. En cada uno se advierte la mirada profunda que no por extensa es ineficaz. Es una ciudad donde las maquiladoras, con sus privilegios derivados del dinero y trabajo aportado a la sociedad, han preparado el camino para que se tome como mercancía al cuerpo humano, ahí sí, sin diferenciación de sexo o edad. Las implicaciones de ello revientan la sociedad por muchos campos. La privatización de los espacios nocturnos públicos es uno de varios. Se requiere tener un arma y estar dispuesto a usarla para salir de noche. Quizá la parte más básica del nuevo orden criminal sea la sociedad estructurada en varios niveles: la economía pública y la clandestina; las entidades públicas, donde se supone que reside el poder legítimo, y los grupos paralelos que cumplen funciones públicas (cobran impuestos, imponen horarios, limitan actividades, deciden la vida de hombres y mujeres, etcétera); la imagen oficial y la imagen al interior de la sociedad; los derechos humanos y la virtual suspensión de garantías legales; la huida de las clases pudientes y la expansión de los delincuentes vueltos nuevos ricos. Entre muchos. La meticulosa investigación sobre Ciudad Juárez termina por recordarnos que esa ciudad otrora esplendorosa apenas fue la puerta por donde entraron al país la desolación y la muerte, ahora innegables y, al parecer, imbatibles. Tristemente, las

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leer

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conclusiones del trabajo podrían aplicarse a todo el territorio nacional: para iniciar la cura, hay que reconocer la enfermedad. Habrá quien no la sepa tan profunda. Un libro indispensable para comprender el deterioro nacional • Manual del buen promotor. Una guía para promover la lectura y la escritura, Felipe Garrido, Conaculta, México, 2012.

hermanos Grimm, donde se advierte que “el gusto por la lectura no se enseña”; “se transmite, se contagia”. Y, por otra parte, en un paréntesis, y esto reafirma la consigna de otro capítulo: “No es que leer sobre la lectura haga daño, pero no es lo primordial. Lo cardinal es que los promotores sean lectores.” A diferencia del habla, hacia la cual como especie tenemos una disposición natural, “no existe hacia la escritura una prioridad biológica similar.” La segunda depende de la educación. De ahí la importancia de los promotores, que consistiría en hacer “crecer el número de lectores autónomos, capaces de escribir” •

AUGUSTO ISLA

ORIENTACIÓN PARA ORIENTADORES RICARDO YÁÑEZ

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caso el principal encanto de este libro consista en, como bien el subtítulo anuncia, no separar la lectura de la escritura, en extender una invitación al lector a pasar del consumo a la producción, para la mejor comprensión del fenómeno de la lectoescritura –o de la escritolectura. Sutilmente dosificada, la invitación, que se reitera de vez en vez, pudiera –no es así– dejar la impresión ya de un cliché, ya de una obsesión, pero contrariamente suscita la idea de estar hecha –y ¿por qué no?, calculada– desde la comprensión del fenómeno mismo, desde la voz de alguien inmerso desde siempre en una maraña de signos (letras, sílabas, palabras, comas, acentos, puntos y etcétera) que de pronto se resuelve en universo. Un universo que se agradece, y humilifica. El guía es sobre todo atento con sus (posibles o seguros) lectores. Su tono, modesto, atempera el ánimo (admirativo) con que emprende la encomienda. Difícil, se sabe, es para cada autor dar con el tono de cada libro. Repetiré: modesto y admirativo a la vez es el de éste, no tanto un buen, sino un justo tono. Confronta el libro lo utilitario y lo autónomo en relación con la lectura y la escritura, y –sin menospreciar necesidades– apuesta por lo segundo: la libertad en la elección de leer, de escribir. De otro modo dicho, por el gusto, por el placer. Entre las conclusiones el hecho de que los promotores de lectura en el país enfrentan un doble reto: “Convertir en lectores autónomos capaces de escribir” a treinta millones de personas mayores de quince años, “alfabetos que no han rebasado los límites de la lectura utilitaria”, y ocuparse de que los menores de esa edad terminada su educación básica sean, “como resultado de esos diez o doce años pasados en las aulas, lectores autónomos, capaces de comunicarse por escrito con precisión y claridad”. Nombremos algunos de los capítulos: Escribir es tan importante como leer, El buen promotor tiene que ser lector, Cómo elegir un texto para niños, Ilustraciones, Sentido y significado, ¿Hasta dónde hace falta comprender? En relación con los dos últimos mencionados, el hecho de que gracias al sonido muchas veces el non sense, el sinsentido, pueda volverse sentido, y esta nota: “Lo importante no es entenderlo todo desde un principio: eso es imposible. Lo importante es hallar en lo que leemos suficiente sentido y significado para interesarnos en seguir leyendo.” Un apartado entrañable es aquel en que Garrido hace una semblanza de su abuela lectora (en voz alta, en grupo) de los

La llave dorada, Shankalé, Octavio Antonio Colmenares y Vargas editor, México, 2012.

UNA LLAVE MAESTRA JUAN PUGA

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odos alguna vez hemos atravesado por problemas sentimentales, económicos o existenciales; a todos nos ha fallado un proyecto, una conquista, una relación, un negocio, en fin… Cuando nos sentimos desdichados y peligrosamente cerca de tocar fondo, recurrimos –con sus honrosas y numerosas excepciones– a algún libro, publicación o método que nos ayude a salir de la angustia o que nos consuele un poco de la desazón o depresión que nos producen los vaivenes y volteretas de la vida. En esos momentos podemos recurrir a tantos autores como tamaños, ediciones, portadas y demás atractivos editoriales nos ofrecen las librerías y escaparates, algunos muy especializados en estos temas, como los Vips, los Sanborns, etcétera… Sabemos, también, que no todos dan en el clavo; algunos nos bombardean con explicaciones tan incomprensibles y complejas que preferimos seguir con nuestras desdichas a cuestas y otros son tan optimistas y promisorios que, si llegan a convencernos de algo, es de que no hay nada más falso que una fórmula secreta o una panacea milagrosa para devolvernos el ánimo y el optimismo. Transmitir la sensación de felicidad y alegría no es tarea fácil. La llave dorada, es un libro muy bien escrito y, a juzgar por su contenido, producto de una profunda y honesta reflexión que pone de relieve el hecho de no haber sido concebido como modo de lucrar. Lo que en él se transmite son sinceros pensamientos, consejos y ejercicios sencillos y agradables. En sus trece capítulos La llave dorada, logra transmitirnos un estado de paz interior que nos ayuda a deshacernos de la idea de que un estado semejante es algo muy difícil o imposible de alcanzar. Shankalé, el autor de esta pequeña obra, parte de un momento de intensa satisfacción y alegría, asesorado por diversos autores, cuidadosamente elegidos, como Sigmund Freud, Wayne Dyer, Deepak Chopra y Carlos Castaneda, entre otros, para entregarnos pensamientos y orientaciones hacia un modo de convertir nuestros sueños en realidad, con excelentes y casi inmediatos resultados •

HÉCTOR AZAR, el hombre y el teatro (Festival Internacional de Teatro Puebla)

próximo número

Jorge Galván, Mariana Domínguez y Miguel Ángel Quemain

Calderón y el colapso de los principios

jsemanal@jornada.com.mx

Debo suponer que Felipe Calderón se formó en el canon de la doctrina social de la Iglesia romana, según la cual la sociedad debe ordenarse en provecho de todos y cada uno de sus miembros, de modo que asegure la primacía del bien común en el orden político. El origen de dicha doctrina se remonta a Tomás de Aquino (1225-1274), quien hermanó la razón aristotélica y la fe cristiana. El tomismo, nos dice Alejandro Taglavini, “se opone a la violencia como método organizador de la sociedad”. Ni siquiera es válido infligir algún detrimento a la parte –los criminales son personas, son pueblo; pueblo sin esperanza, sin brújula moral– para salvar el todo. Digamos que en la guerra, vencedores y vencidos, si los hay, están atados, por igual, a la misma miseria. Cuando Calderón se ostentó como comandante de las fuerzas armadas nos hizo saber que no gobernaría con la justicia, sino con la potencia; que el imperio de la ley, entendida como regla de conducta proclamada por la autoridad para el bien común, cedería su lugar a un orden represivo y cruento; que, en fin, estaba dispuesto a sacrificar vidas; vidas de personas cuyo valor es inconmensurable según el espíritu cristiano, pues en cada persona brilla el esplendor divino. De acuerdo con la filosofía tomista, si alguien es llamado a servir a la comunidad, es porque la caridad le ordena acudir a una necesidad apremiante. En el gobierno de Calderón no hubo comprensión del fenómeno con el cual lidiaba, inscrito en los abismos de la desigualdad y en la bancarrota espiritual de amplios segmentos de nuestro pueblo; no hubo caridad ni prudencia, sino impotencia y necedad. En su encíclica Humani generis, el papa Pío xii sostiene que el tomismo es la guía más segura para la doctrina católica. Calderón la arrojó por la borda y navegó en una atroz incertidumbre; el aire angelical de los principios fue reemplazado por un pragmatismo demencial que le ha heredado a México vulgaridad, pobreza y ríos de sangre. Hemos de recordar las palabras de Aquiles en La Ilíada: “Nada vale para mí tanto como la vida, ni todos los bienes que se dice contiene Troya, la próspera ciudad. Pues se pueden conquistar bueyes y grandes carneros. Pero una vida humana, una vez que se ha ido, nada la reconquista.” •


La ignorancia poética La ausencia de lectura en voz alta en las escuelas ha generado no sólo falta de comprensión en lo que se lee, sino también ignorancia de eufonía o lo que es lo mismo sordera poética. En general, los mexicanos (incluidas personas cultas o con instrucción) no tienen conocimiento de técnicas elementales de la versificación: por ejemplo, y sólo por citar dos aspectos básicos, no saben distinguir entre una rima asonante y una consonante, y no tienen la menor idea de la forma en que se miden las sílabas en un verso. La escuela ha producido y sigue produciendo generaciones antipoéticas. Son muchos los que creen que es suficiente que los versos terminen en una misma vocal para que exista la rima, y en cuanto a la medida, suponen que las sílabas gramaticales son equivalentes a las sílabas métricas. Desconocen el ritmo y la música interna de un verso. Por supuesto, no saben de hiatos ni sinalefas. Si tuvieran al menos una noción de esto, podrían comprender por qué las sílabas gramaticales no equivalen siempre a las sílabas métricas. No les enseñan en la escuela, porque ni los mismos maestros lo saben, las llamadas licencias poéticas, y no existe en el sistema escolar público algo que sea realmente “metodología de la lectura”. Por ello ignoran que cuando un verso termina en palabra aguda (con acento tónico en la última vocal), se suma una sílaba, y no saben que cuando el verso termina en palabra esdrújula (con acento prosódico en la vocal de la antepenúltima sílaba), se resta una sílaba. Ignoran que, en la poesía, el ritmo es fundamental, y que en un verso la distribución de los acentos crean una especial música que lo hacen inolvidable. Un verso puede echarse a perder por una palabra de más o de menos. Al arte de medir sílabas en la poesía se le llama escandir. Tenemos una sinalefa cuando un diptongo o un hiato entre el final de una palabra y el inicio de otra se cuenta como una sola sílaba; incluso ocurre con los triptongos. El hiato, en cambio, es lo contrario: es romper un diptongo y crear, artificialmente, dos sílabas en donde sólo había una. Lo extraordinario es que José Alfredo Jiménez, que era autodidacto, sabía perfectamente medir y rimar sus versos: “Yo sé bien que estoy afuera,/ pero el día que yo me muera,/ sé que tendrás que llorar.” En este ejemplo, los dos primeros versos, que terminan en palabras llanas o graves, tienen ocho sílabas, mientras que el tercero, que concluye en palabra aguda, posee siete, pero por regla poética se le suma una sílaba más (por el acento final) y queda en ocho. Gente que ha ido a la universidad no sabe esto y es muy fácil verlo, cada año al menos, cuando realizan sus “calaveras” en el Día de Muertos. No saben contar sílabas y no tienen idea de la rima; carecen de mínima cultura poética, y en parte todo esto se debe a la escuela o, para decirlo mejor, a la ineptitud del sistema educativo mexicano. La mayor parte de las “calaveras” o “calaveritas” que aparecen en los periódicos están escritas como Dios le da a entender a cada quien: sin ton ni son, sin ritmo ni medida, con falsas rimas, sin música y, claro está, muchas veces sin ingenio. Lo alarmante del caso es que la “calavera” es una forma tradicional de la poesía popular mexicana (semejante al corrido), de versos octosílabos, generalmente en estrofas de cuatro.

Ejemplo anónimo: “Es una verdad sincera/ lo que nos dice esta frase:/ que sólo el ser que no nace/ no puede ser calavera”. Las rimas son perfectas (consonantes), y la métrica, impecable (todos son versos octosílabos). Otro ejemplo, también anónimo, de hace un chorro de años: “Calaveras elegantes/ son todos los magistrados,/ los médicos y abogados,/ y también los estudiantes.” El autor anónimo del “Corrido del hijo desobediente”, sabía también rimar y escandir a la perfección: “Ya con ésta me despido,/ que me lleve la corriente,/ y aquí se acaba el corrido/ del hijo desobediente.” Si Santiago, el personaje de Vargas Llosa en Conversación en la Catedral, se preguntaba “en qué momento se había jodido el Perú”, nosotros tenemos buenas razones para preguntarnos en qué momento se jodió la educación en México, incapaz siquiera de transmitir el saber popular y tradicional de quienes, sin mucha ciencia, tenían un dominio técnico perfecto de la retórica y la poética. El siguiente refrán pareado es otro buen ejemplo: “De este mundo sacarás/ lo que metas, nada más.” No son siete sílabas, sino ocho, por su terminación en palabra aguda.Y la rima es perfecta. Algo que está en el refranero popular, hoy no lo puede hacer la gente ni yendo a la escuela •

2 de diciembre de 2012 • Número 926 • Jornada Semanal

Ana García Bergua Lo que usté me diga está bien Qué extraña es la memoria que casi siempre se pierde.Y luego, cuando de repente aparece, lo hace de la manera más extraña, alumbrando cosas que ni venían a cuento, cosas que ni nos acordábamos de que ya no nos acordábamos. En el fondo no me gusta, aunque alimente y engorde la añoranza y la melancolía, estar recordando episodios de los cinco años y olvidar, al mismo tiempo, si la estufa se quedó encendida, qué hice ayer, qué debo hacer hoy, quién soy a fin de cuentas. De repente pasa uno días enteros recogiendo retazos de historias, conversaciones, pendientes olvidados, víctima de la falta de memoria inmediata, y evocando situaciones añejas que nada tienen que ver con la vida cotidiana. ¿Qué le dije, qué me dijo, cuándo y dónde iba yo a hacer qué? Los asuntos pendientes danzan a nuestro alrededor como un racimo de globos que se escapan en un parque de diversiones. Nos acostumbramos a dejar pistas perdidas que saltan de repente, como la frase que nos permite retomar la trama de la novela que estamos leyendo, pero no siempre tenemos esa suerte. Ahora nos pasó al zapatero y a mí. Este ya no es el mismo zapatero de siempre, el zapatero barbón y siempre malhumorado que atendía en el centro de Coyoacán hace algunos años. En su changarro, con la cortina de agujetas de colores que pendía encima del mostrador y los estantes llenos de zapatos arreglados o a medio arreglar, tenía una página de periódico pegada a la pared con la foto de un hombre también de barba, muy parecido a él. Nunca supe si era él mismo o su hermano gemelo y menos me atreví a preguntarle, porque sus respuestas solían ser tan absurdas como furiosas (¿cómo quiere que tenga sus zapatos, si no pasa por ellos el día que le digo?). Eso sí, era muy bueno en su oficio. Un día su local simplemente desapareció, con todo y fotografía, devorado por un mini súper. Ahora tengo dos zapateros aquí cerca, ambos en locales mucho más pequeños; uno se encuentra junto a otro changarrito de plomería y me temo que el plomero y él se contagian mutuamente la flojera: ¿Puede pintarme estos zapatos? Uy no, ésos no se pintan, total así se ven bien. ¿Podría venir a terminar de componerme el horno? ¿Cómo cree?, esos hornos ya no se arreglan, así quedan... Por eso le llevo mis zapatos al otro, al viejito que está más a la vuelta, quien además trabaja mucho mejor. Lo malo es que la desmemoria del viejito y la mía se complementan muy bien. –Vine por unas botas, ¿se acuerda?, las de la suela corrida que le traje antier. –Ah, sí, ¿son éstas? –No. –¿Éstas? -Tampoco. –A ver, búsquele usté, yo no me acuerdo. Imposible encontrarlas entre tanto zapato amontonado, pero las logro distinguir. –Ésas. Se las traje con los zapatos azules, ¿se acuerda? –¿Cuáles?¿Qué le dije que le iba a cobrar? –¿No lo apuntó? –Sería en las suelas de los azules, no ve que se las cambié. Ya se los entregué. –Chin, ya hasta me los puse. ¿Y qué decía? –¿Qué me dijo? –¿Qué le debo? –Son ciento cuarenta y cinco, aquí adentro le puse, mire. –Pero le adelanté algo, ¿no? –Pues usté dígame, ya se me olvidó. –¿No lo apuntó? –¿Usté no se acuerda?

PASO ADE RETIRARME LAS RAYAS LA CEBRA

Juan Domingo Argüelles

JORNADA DE POESÍA

arte y pensamiento ........

–¿Cien? No, no creo. Creo que le di cincuenta. –¿Cincuenta? Creo que sí, no me acuerdo. –Sí quedamos, ¿no? … –Lo que usté me diga está bien, ya le dije que no me acuerdo. –Se me hace que fueron cincuenta... ¿o qué? –Tons me debe noventa y cinco. –Sale, pues. Estoy segura de que los dos nos sentimos transados, pero ya ni modo. Les puso a mis botas unas suelas que no son iguales a las que traían. Pienso si reprochárselo y me imagino la respuesta: ¿cómo eran las que traían?, ya no me acuerdo, como usté me diga está bien. Igual estarán más cómodas, concluyo mientras me alejo y le echo una ojeada al changarro del otro zapatero con sus cinco zapatos perfectamente alineados. Dudo sobre si debí mejor llevárselas a él y me imagino su probable respuesta: Uy, no, estas suelas no se cambian. Inevitablemente recuerdo al otro, al del centro de Coyoacán, el de la foto en el periódico, con sus reproches y sus gruñidos, y trato de hacer comparaciones, siempre inútiles, siempre pendientes de la memoria, que tanto a mí como al viejito se nos va. En el fondo por eso me cae bien, aunque seguramente los dos perdemos siempre algo en esto. Cuando llego a casa con las botas, me doy cuenta de que no pasé a pagar el teléfono. Igual se me olvidó el recibo. Pero qué bien me acuerdo de esta negociación de locos. Lo que yo me diga está bien •

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........ arte y pensamiento

Alonso Arreola alarreo@yahoo.com

Revelación del Oxxo Estás de pie en la ventanilla de un Oxxo de Ciudad de México. Son las 5.30 de la mañana. La fiesta terminó. Te quedaste sin cigarros. En lo que esperas a que despierte el encargado en turno, observas que dentro de tu automóvil alguien comienza a bailar. Apenas percibes el ritmo que se cuela por la puerta entreabierta. Es Gotye, ese francés que dio la cara por Europa en la última y ridícula premiación que mtv transmitiera desde el Viejo Continente. Sí, hablamos de ese evento con el cual la franquicia estadunidense continúa su misión expansiva sin reparar en los proyectos que nacen, se desarrollan y mueren al otro lado del Atlántico. En fin. Regresas a tu sitio tras el volante e, inundado por una libertad olvidada, pones de nuevo la canción. Se trata de “Somebody I Use To Know”. Arrancas negándote a seguir el camino a casa. Escuchas con atención. Analizas por qué ese tema resulta tan efectivo y conmovedor. Una introducción con dos notas de guitarra que de pronto se vuelven acorde, una simple melodía de algo que parece xilófono de juguete. Luego las suaves percusiones, la llegada de una voz contenida, expresiva, narrando los recuerdos de un amor enfermo. Todo se mantiene en un mismo y bajo nivel dinámico. La letra se vuelve casi estúpida, banal, hasta que de la nada se eleva hacia el coro sin mayores cambios en la estructura o instrumentación. El video es magnífico. Lo recuerdas bien por la participación de Kimbra, esa bella y capaz cantante con la que Gotye dialoga sus reclamos. Bosquejo, trazo magistral a lápiz, la pieza termina tal como comienza y la vuelves a poner. Hace tiempo que no te dabas la oportunidad de profundizar en el aire. Rodeando los Viveros de Coyoacán, evadiendo a quienes ya trabajan sus cuerpos contra el frío, sigues manejando mientras alguien canta a tu lado. Rejuveneces. Piensas que ha llegado el momento de revisitarte. Acabas de cumplir treinta y ocho años y eliges, porque el amanecer lo exige, “Streets of Philadelphia”, de Bruce Springsteen. Luego: “C’est la vie”, de Emerson, Lake & Palmer; “Red Rain”, de Peter Gabriel; “On Every Street”, de Dire Straits; “Different Strings”, de Rush; “Drowning Man”, de u2; “Love Song”, de The Cure, y “The Rainbow”, de Talk Talk. Te lamentas de no tener a la mano a The Blue Nile, Japan o Dead Can Dance. Para decirlo de otro modo: te das una dosis de melancolía alterada, pues hace meses que no ponías freno al espíritu. Cruzando días, semanas, meses y años, aceleras por avenida Universidad con rumbo a fechas lejanas. En una sintonía distinta, quien te acompaña saca el más reciente álbum del trío británico Placebo. Se llama b3ep. Coliges que tus oídos están listos para recibir un trabajo que ha pasado casi desapercibido entre quienes frenéticamente buscan nuevos grupos ante los cuales rendirse. Suena “ b 3”. Desde los primeros compases decides que lo comentarás en tu columna del domingo. Luchas contra los adjetivos, pero éstos te asedian como insectos a la carne podrida. El auto se inunda con el riff expansivo de “I Know You Want To Stop”. Vienen después “The Extra”, “I Know Where You Live” y “Time Is Money”. Concluyes que es de lo mejor que han hecho. Claro: lo vuelves a poner, te vistes de espeleólogo y desciendes sin prisa lanzándote desde la piel erizada. El tráfico gana musculatura. No has llegado a dormir. No te arrepientes pese a que el cansancio te obsequia visiones anacrónicas. Un filtro sepia se interpone entre tus pupilas y el mundo exterior. No encuentras el teléfono. ¿Había Gotye

un teléfono? Buscándolo notas que las cosas han cambiado. El tapiz y el tablero del auto parecen otros. Miras a tu lado y, quien años después firmará en tu acta de matrimonio, sonríe sin dejar de cantar. Te estacionas con miedo. Estás frente a la casa de tu adolescencia, allí donde las luces comienzan a prenderse una por una. Rostros olvidados te saludan desde el portón vecino. Con mareo, buscas tu reflejo en el retrovisor para descubrir al que fuiste, cuando la música era “sólo” música. Calculas la época. Alguien golpea la ventanilla. La parálisis te detiene. Los golpes continúan. Giras lentamente el rostro. “¿Qué deseas?”, pregunta el encargado del Oxxo con desesperación. (Parece llevar dos décadas repitiendo lo mismo.) Sales del sueño vertical y, mientras Gotye insiste desde el auto: “eres alguien a quien solía conocer”, finalmente pides los cigarros que has venido a comprar. Aún confundido, arribas a casa y abres la primera botella que encuentras. Sacas un montón de discos; comienzas tu búsqueda mientras ella baila y baila y baila, feliz de que hayas vuelto a ser el de antes. Una vez más, gracias a la música, puedes comenzar de nuevo •

Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com

“Ésa ya la vi” (demasiadas veces) Como si la vida, la historia o la existencia misma consistiesen algo así como en un conjunto de cuartos estancos o –con el lenguaje de la teoría de conjuntos– como si fuesen áreas que nunca intersectan otras áreas: así es como Demasiados acostumbra mirar la realidad, tratar de aprehenderla. Las riadas de tinta y bits que suelen derramarse con motivo de la aparición de ciertas películas son ejemplo abundante y pernicioso de dicho pensamiento descoyuntado, desagregado: a Demasiados, lo mismo que a Muchagente y adláteres, una de dos o ambas: o bien quedan satisfechos con centrar, invariablemente, su atención en lapelícula-en-sí, prescindiendo de todo elemento no técnico ni formal, o sencillamente no les alcanzan la tinta y los bits, pero sobre todo el cacumen, para más. Empero, es verdad que son abrumadora mayoría los filmes cuyos méritos o motivos para reflexionar en torno suyo son una perfecta suma cero; tan cierto como que hay otros filmes cuya verdadera relevancia, en términos analíticos, no descansa en el feliz o infeliz empleo de una cámara, el desempeño histriónico de los protagonistas, la eficacia del montaje, etecé, y aún más: puede que dicha relevancia radique en su diegesis, pero sólo por asociación con el mundo real, externo al filme, y no tanto por lo efectivo que un argumento, un guión, una trama, lleguen a ser narrativamente hablando. Claro ejemplo de lo antedicho es Argo (eu, 2012), el tercer largometraje de ficción dirigido –y estelarizado– por el también actor estadunidense Ben Affleck. Precisamente en estos dos flacos datos ha consistido el meollo de casi todo lo que este ponepuntos ha conseguido leer respecto del filme: en que lo dirige Affleck, en que es actor y Muchagente dice que salió mejor para dirigir que para lo otro, y en que es su tercer largo. Ah, y en que “la película es buena”, entendiendo por “buena”, cuándo no, que está bien fotografiada –punto en el cual brinca, incontenible, el orgulloso chovinismo de poder decir que el cinefotógrafo es mexicano–; que las actuaciones son más que eficientes –difícil que no lo sean, por ejemplo, con la presencia de John Goodman y Alan Arkin–; que la edición quedó muy bien porque ayuda, y mucho, a sostener el ritmo y el suspense, ya que se trata de un thriller –político, para el caso–; y que si la música entra “cuando debe”, y que si el diseño de producción es una maravilla porque logró ambientar, prácticamente sin falla, un año de 1979 muy convincente, y así y así. Puesto que nadie parece haberlo dicho con todas sus letras, dígase aquí: bastante mejor producida y toda la cosa, pero Argo es tan panfletaria como los peores panegíricos de la extinta urss y sus satélites extintos o, para un caso más próximo tanto a nivel cronológico como geográfico, no es mejor que la peor melcocha filmográfica panamericanista de postguerra que los yanquis –tan conceptualmente anacrónica es Argo, que permite usar un término como éste– echaron a andar hará cosa de seis décadas atrás. Con Argo, Affleck hizo algo así como su propia Rescatando al soldado Ryan, sólo que en lugar de uno son seis los rescatables, y en lugar de ser soldados son burócratas. Vale: no cabe aquí la ingenuidad de esperar, de los estudios Warner, nada que no sea un panegírico, un monumento a la autoadulación, un alegato justificatorio de las estadunidenses andanzas alrededor del mundo, ya sean bélicas –en aplastante proporción–, políticas o económicas/comerciales, trasvasadas a una

CINEXCUSAS

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BEMOL SOSTENIDO

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historia de ficción en cuyo final, a fortiori, o se abrazan todos muy sonrientes o flamean las barras y las estrellas. Preferentemente, ambas cosas. Okey, pues, pero ¿hacer todo eso de modo que, se supone, Uno debe acabar pensando que un oscuro agente de la cia es un gran héroe? ¿Colgándose de hechos reales, en el Teherán de 1979, cuando Estados Unidos ya le había levantado la canasta al Sha, dejándosela en las manos al Ayatolah? ¿Volviendo hipervisibles a seis burócratas pasmados, carentes de toda gracia o interés, frente a cientos de miles de iraníes borrados en el anonimato de una masa informe, ciega, “violenta” y “asesina”? ¿Machacando con el valor, la intrepidez y el agudo ingenio de los gringos buenos versus los iraníes fanáticos y torvos? ¿Hacerlo justamente ahora, que Irán vuelve a ser el malo de la película y está en la mira para abalanzarse sobre su petróleo? Si la cosa es ver agentes de la cia , son preferibles aquellos como el muy agridulce, contradictorio, humanísimo, encarnado por John Malkovich en Quémese después de leerse (2008), de los hermanos Cohen •


arte y pensamiento ....... LA JORNADA VIRTUAL De la pornografía a la violencia sexualizada (ii y última) Sed de sangre y sed de carne Los ataques del 11 de septiembre de 2001 con sus casi 3 mil víctimas desataron un deseo de venganza popular en Estados Unidos, por lo que el gobierno de George w . Bush no tuvo que hacer mucha propaganda para justificar una respuesta militar dirigida en contra de un grupo terrorista. Y ese mismo público, encantado por el mito bélico, no titubeó cuando la misión punitiva se volvió una guerra, un ataque indiscriminado contra Afganistán. Como en las fantasías propagandistas fílmicas de Rambo y Chuck Norris, Estados Unidos se presentó como el paladín de la justicia que peleaba contra un enemigo despiadado que no merecía compasión ni ser juzgado por la ley, sino que debía ser eliminado. La noción de guerra aséptica de los conflictos estadunidenses anteriores resultaba insatisfactoria. Esta vez el público quería ver sangre. Y si bien los medios masivos convencionales mantuvieron su política de no mostrar el horror real de la guerra, muchos sitios en internet se dieron vuelo publicando fotos y videos sangrientos de los efectos de la invasión en la población nativa, imágenes que estimulaban el triunfalismo estadunidense, pero que llenaron de ira al resto del mundo. Se popularizaron entonces sitios como nowthatsfuckedup.com y ogrish.com. El primero se presentaba como un foro que ofrecía un trato a los soldados en los frentes de combate: acceso gratuito a la sección de pornografía de paga del sitio a cambio de fotos de la guerra. El abaratamiento y las mejoras de las tecnologías de video digital hicieron de cada soldado un corresponsal en potencia. Cientos o miles de ellos enviaron fotos de cuerpos de civiles y enemigos despedazados a cambio de la oportunidad de ver fotos y videos de cuer-

A LÁPIZ

Naief Yehya naief.yehya@gmail.com

pos desnudos, que en muchos casos eran imágenes amateurs de otros soldados en situaciones sexuales, con lo que se cerraba un extraño círculo sexo-horror-sexo. Al poco tiempo tuvo lugar el escándalo de la tortura sexual, ampliamente documentada, en la prisión iraquí de Abu Ghraib. Hay una sexualización implícita en la ocupación de un país, el sometimiento y la destrucción de una cultura. No obstante, esta noción adquiere un carácter literal cuando se muestran imágenes de personas humilladas, cuerpos mutilados por diversión, intrincados y crueles actos de abuso sexual o escenas de soldados orinando sobre cadáveres. Horror y pornografía se entrelazaban de manera cada vez más ostentosa en la Guerra contra el terror, no porque estos actos fueran inusuales, sino porque ahora eran registrados y distribuidos como entretenimiento.

La fábrica del horror A partir de la guerra de Chechenia (1994-1996) comienzan a proliferar en internet imágenes y videos de ejecuciones, decapitaciones, ahorcamientos, cuerpos desmembrados y toda clase de atrocidades. Estas imágenes llegaron a la red por diversos motivos –para enviar mensajes, intimidar, extorsionar, documentar o denunciar–, pero poco a poco han sido recicladas como espectáculo. Hacia principios del siglo xxi internet se convierte en un gigantesco almacén de imágenes límite que se multiplican cuando el crimen organizado, en particular los narcos mexica-

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nos y grupos insurgentes islámicos y de otras denomi‑ naciones comienzan a subir a internet sus propias ejecuciones, decapitaciones y mutilaciones. En febrero de 2002 apareció el video de la ejecución del periodista Daniel Pearl y la imagen de la ejecución de Nick Berg fue subida a la red en mayo de 2004, anunciada como venganza por las acciones de Abu Ghraib. Estos videos abrieron las puertas a una marejada del horror que ha conformado una especie de género con su propio lenguaje fílmico.

Estímulos intercambiables En un tiempo de diluvio pornográfico que ha normalizado las aberraciones más extrañas, de pronto la muerte se convierte en el último tabú. Las fotos y videos de muerte y tortura reales vienen ahora a ofrecer estímulos límite, un escalofrío perturbador que hace fluir la adrenalina como si se tratara de un paseo en la montaña rusa, un deporte extremo, una droga poderosa o un peligroso acto erótico con un extraño poder de excitación. El hecho de que varios sitios, como bestgore.com y goregasm.com intercalen imágenes atroces con pornografía hardcore va más allá de una simple estrategia comercial para atraer mediante el morbo. Estos sitios, así como la literatura del Marqués de Sade, tienen un público capaz de excitarse con la amenaza de la destrucción del cuerpo. Resulta pertinente entonces preguntarnos: ¿la fascinación sexual por la muerte puede ser un gusto adquirido? ¿En qué medida el estímulo del horror sangriento es compatible o intercambiable con el del sexo explícito? ¿Será que la aparición de estas imágenes en el mismo contexto del imaginario del deseo sexual representa una expresión del retorno de lo reprimido? ¿Es necesario o incluso posible censurar estas imágenes y de qué serviría hacerlo? •

Enrique López Aguilar alapiz2000@gmail.com

Mar (in)tranquilo y próspero viaje (i de ii) Uno de los rostros que ofrece Estados Unidos al viajero es el de un país ordenado, disciplinado y estructurado, amante de la naturaleza y de la convivencia con árboles, bosques y zonas cuidadosamente bellas, sean urbanas o rurales, como las ciudades de Nueva Orleáns, Savannah, San Francisco y Nueva York, o regiones como las del Mississippi y el noreste, más otras muchas que no menciono para no parecer una guía turística. Sobre algunas de esas realidades se han cernido cataclismos como los huracanes Katrina y Sandy en Nueva Orleáns y Nueva York, respectivamente, gracias al cambio climático tan enfáticamente negado por George Bush. En todo lo mencionado llaman la atención el orden y la fragilidad del orden, así como, en sentido inversamente proporcional, esa afición como estadunidense por la destrucción, manifiesta en las guerras y el cine y las armas: destruir lo ajeno sumado a imaginar la destrucción de lo propio. Nueva York ha sido una ciudad fantasiosamente devastada en el cine cientos de veces, hasta que llegó el 11 de septiembre de 2001 con su devastación in situ: no ha dejado de ocurrir que toda película “espectacular” incluya la parálisis de la Gran Manzana y sus alrededores. Una pregunta que se hace cualquier viajero es: “¿Por qué ese afán de ordenar en la realidad lo que la imaginación desea destruir?” Monstruos sobrecogedores y prehistóricos, invasores extraterrestres, adefesios creados por científicos locos: si por ellos fuera, Nueva York y muchas ciudades estadunidenses estarían reducidas a escombros, como Berlín, Gaza y Damasco, o Ciudad de México después del temblor. Quienes hemos visto de cerca la destrucción “de a de veras”, nos

preguntamos cuál es el chiste de ver reducidos a escombros lo que fueron casas y edificios de lugares un día firmes y hermosos. El noreste de Estados Unidos es un ejemplo peculiar del orden y la belleza donde natura y urbanismo parecen haberse dado la mano para dejar constancia de la impronta fundacional de las Trece Colonias con que inició su crecimiento la futura fuerza planetaria prevista por Alexis de Tocqueville. Durante el otoño, los árboles modifican sus colores de una manera un tanto imprevisible para la “eterna” primavera mexicana: verdes, dorados, ocres, cafés, rojos y rosas son algunos de los colores de las hojas con que se pintan bosques y arboledas de la zona, de donde no es inverosímil la salida de venados hacia densas carreteras que enlazan destinos como Easton y Filadelfia (en Pennsylvania) con Newark (en New Jersey). Ignoro las estadísticas demográficas para saber cuánta gente se moviliza desde las afueras hacia sus lugares de trabajo. En Ciudad de México, los trabajadores que viven en Azcapotzalco viajan hacia Cuautitlán, el Centro y el sur. Los oficinistas del sur viajan hacia el Centro, Azcapotzalco y

Santa Fe… En Nueva York nadie vive en Nueva York, salvo los ricos más ricos, en los alrededores de Central Park, o en el Village: trabajadores y oficinistas viven en las ciudades de los alrededores. En horas pico, el Metro se encuentra atestado. Después de las 9 de la mañana, cualquiera encuentra lugar para sentarse en todos los vagones… hasta la siguiente hora pico. Los trabajadores y neoyorquinos no se detienen a mirar el edificio Chrysler, ni Broadway: eso es asunto de turistas; y por Central Park sólo corren los ricachones de los alrededores. Nada que ver con Los Viveros de Coyoacán, espacio más democrático, si cupiera decirlo. Allá el dinero en efectivo es una recordación de la prehistoria: todo se paga con tarjetas (los taxis, los puntuales autobuses urbanos y el Metro) y el universo electrónico se pone en marcha a la hora de recoger boletos reservados de tren, de avión, de autobuses interestatales, de teatro, más las reservaciones en restaurantes. Pareciera que nada hay descobijado por la cibernética, la electricidad y la eficiencia, de manera que el Amtrak que viaja desde Penn Station (en New York) hacia New Haven (Connecticut), al norte, es una delicia de puntualidad y eficiencia que obliga a recordar esa manera como Ernesto Zedillo reventó el sistema ferroviario mexicano para privilegiar el comercio trailerizado. Bosques por todos lados: en Orange (Connecticut), en la zona norte neoyorquina (donde están Los Claustros), en Central Park: árboles y árboles, a diferencia de esa mexicana vocación talamontera: rapar el Ajusco, tirar los árboles de camellones y glorietas para edificar segundos pisos… Cuánta naturaleza viva en un primer mundo que depreda la selva amazónica e impulsa a un gdf amante del color más gris • (Continuará.)

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....... arte y pensamiento

Germaine Gómez Haro La naturaleza vigorosa de Pedro Diego Alvarado Captar la naturaleza, en la pintura de Pedro Diego Alvarado (México, df, 1956), es sumergirse en un universo idílico que nos transporta a parajes raramente visitados por los artistas contemporáneos, tan imbuidos hoy en día en los discursos de índole política y social. Pintar la belleza, en cualquiera de sus acepciones, ha dejado de ser interesante para muchos creadores que más bien optan por seguir las modas y pugnan por conquistar un lugar en las primeras filas del mainstream internacional, cuyos derroteros parecen confluir principalmente en los bajos fondos de nuestra sociedad actual. Tal pareciera que posar la mirada en el mundo natural fuera una banalidad, y recrear su belleza para el mero disfrute de los sentidos, un acto intrascendente: plasmar paisajes, flores y frutas resulta para muchos intelectuales del arte una práctica de aficionados que no merece otro espacio de exhibición que el “jardín del arte”. Más o menos así se comporta la intelligentsia del arte contemporáneo, ejerciendo toda una retórica gastada y pretenciosa que hace sentir al espectador no especializado que, sin esa retahíla de explicaciones tan incomprensibles como inconsistentes, no hay manera de conectarse con la creación contemporánea. La mayoría de las exposiciones que se presentan en museos siguen de una u otra forma esta críptica dinámica, en tanto que las prácticas artísticas que propician el goce visual o el placer sensorial son tildadas con simpleza como “decorativas”. Por esto resulta importante y propiciatorio que el Museo del Antiguo Colegio de San Ildefonso, cuya programación hace ya muchos años ha sido de una constante excelencia,

presente una muestra retrospectiva de Pedro Diego Alvarado, pintor de la naturaleza mexicana, quien principalmente se ha centrado por tres décadas en la recreación de flores, frutos y paisajes que evocan la exuberancia y voluptuosidad de nuestro patrimonio natural, un tanto denostado en el ámbito de las artes visuales a favor de la vorágine tecnológica. Forma y metáfora se titula la exposición retrospectiva integrada por alrededor de sesenta pinturas que abarcan el quehacer artístico de Pedro Diego entre 1983 y 2012, una amplia muestra espléndidamente museografiada que da

Magueyes con cielo nublado

cuenta del desarrollo de este artista que ha permanecido fiel a sus inquietudes y pasiones a lo largo de tres décadas. A manera de variaciones sobre un mismo tema, Alvarado va y viene en la recreación de sus paisajes y naturalezas muertas, jugando con los encuadres y las perspectivas pa-

Jorge Moch La infanda risa enlatada Uno de los más socorridos –y para muchos absolutamente prescindible– recursos de producción en televisión, sobre todo en programas que buscan hacer reír, son las risas pregrabadas. Risas enlatadas se llamaron durante años, porque se guardaban en cintas de carrete que a su vez se guardaban en recipientes metálicos, de lata. El historiador Ben Glenn ii afirma que el recurso de la inducción de la risa a la audiencia no es cosa nueva, ni vinculada directamente a los medios masivos electrónicos de hoy, sino al teatro inglés del xvi: durante las interpretaciones de algunas comedias de Shakespeare –y de una cohorte de imitadores suyos de la época– era cosa común “sembrar” estratégicamente en las graderías a espectadores que reían con particular énfasis ante una frase o un segmento de histrionismo físico, o que proferían exclamaciones de pena durante un momento de drama exacerbado para aplaudir furiosamente hacia el final de la obra: hoy, a quien protagoniza tales fullerías, simplemente le llamamos palero. Las risas enlatadas son eso, paleros de utilería, una argucia, una treta de los productores de programas de presunta comedia que en principio no confían en la solidez creativa o humorística de sus propios guiones, es decir, saben que sus escritores son mediocres, o simplemente no confían en la capacidad histriónica de sus actores, o desconfían del público y sencillamente saben mejor que nadie que el programa que producen es una porquería. Las risas enlatadas fueron invento de Charles Rolland Douglass, un ingeniero de sonido de la estadunidense nbc en la década de los años cincuenta, para un programa de comedia –bastante malito, por cierto, tan malito que precisamente el público necesitaba un empujoncito para que

ARTES VISUALES ra crear amplios espacios abiertos o francos acercamientos que en ocasiones barruntan la abstracción. No es casual que en sus inicios se haya inclinado por la fotografía, habiendo tenido el privilegio de ser discípulo de Henri Cartier-Bresson en París, de quien se palpa la influencia en el encuadre fotográfico de muchas de sus composiciones que, llevadas al lienzo, alcanzan sus últimas consecuencias. Pedro Diego se formó en la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda y en la Academia de San Carlos, y fue discípulo de Gilberto Aceves Navarro y Ricardo Martínez, y de ellos aprendió el rigor en el oficio y la maestría técnica, virtud también practicada en el taller del pintor nicaragüense Armando Morales, de quien fungió como asistente. Esa delicada y mesurada pincelada que caracterizó la pintura de Morales se percibe en las superficies suavemente texturadas y matizadas de Alvarado, aunque este último hace alarde de una paleta encendida y atrevida para dar vida palpitante a sus flores y frutos, mientras que el nicaragüense optó por un cromatismo callado que envuelve sus escenas en un halo de turbio enigma diametralmente opuesto a la voluptuosidad ígnea del mexicano. La naturaleza que pinta Pedro Diego es vigorosa por su fuerte carga expresiva, lograda a través de un ejercicio de observación y contemplación del entorno natural que recrea con pasión y deleite. Su diálogo con la naturaleza es un homenaje a la vida, una invitación a la re-conciliación con la sencillez de lo fortuito que tanto hemos descuidado por privilegiar el universo de la tecnología y la robótica. Las pinturas de Pedro Diego Alvarado nos devuelven la frescura de una mirada que se regocija con los orígenes y propicia el placer de los sentidos •

CABEZALCUBO

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch

la cosa más o menos resultara simpática–, que se llamaba The Hank McCune Show. Charles Douglass falleció a los noventa y tres años en 2003. Su invento se popularizó a lo bestia (hoy diríamos que se volvió viral): para fines de la década de 1950 prácticamente todos los programas de la televisión estadunidense tenían risas, chiflidos, aplausos y hasta lamentos pregrabados, intercalados según los productores consideraran necesario enfatizar la reacción del público en el foro, si lo había, o para aparentar su presencia cuando los programas se grababan sin público. La televisión de las décadas de 1960 y 1970 utilizaron las risas pregrabadas hasta la náusea. La popular pareja de Abbott y Costello, cuando mudó del cine a la televisión, cargó con las risas enlatadas y llevó el truco a extremos absurdos: durante toda la transmisión de un episodio se escuchaban risas de trasfondo, independientemente de lo que sucediera en pantalla. Las cosas acá en México, tan dados que somos a los excesos, no fueron muy diferentes. Televisa, que en su momento fue la única fuente de programas de humor en México, copió desde luego el truco de las risas pregrabadas. No hay comedia de los años sesenta, setenta, ochenta o noventa en México que no contenga risas en-

latadas, esa pauta boba para decirle al público cuándo reír, qué cosa es chistosa, qué rúbrica o muletilla hay que celebrarle a los presuntos comediantes. Aun programas de humor que estaban escritos con desparpajo y contenían situaciones o diálogos que por sí solos resultaban chistosos usaron y abusaron de las risas falsas. La carabina de Ambrosio, por ejemplo, en sus primeras temporadas hacía reír fácilmente. Pero de todos modos se usaba hasta el cansancio el sonsonete de las risas pregrabadas, y lo mismo sucedía, por ejemplo, con El show de los Polivoces o con Ensalada de locos. Luego dejó de ser necesario que escritores, actores y productores se esforzaran demasiado, bastaba una muletilla y el constante intervalo de risas pregrabadas para convencernos de que veíamos algo cómico. Roberto Gómez Bolaños, con cualquiera de sus personajes, es un claro ejemplo de una muletilla repetida hasta el hartazgo y celebrada siempre con risas enlatadas. Esperpentos nada chistosos como Anabel, Cosas de casados, Papá soltero o Cero en conducta, de Televisa, o mamarrachadas televisivas como Puro loco o De risa en risa, de tv Azteca, son sobrados ejemplos de la estulticia adornada con risas pregrabadas a las que hoy se agregan exageradas risotadas del equipo de producción en el foro. Es triste que haya espectadores que necesiten la instrucción de reír. La risa enlatada –o fingida– es un anacronismo. Una falta de respeto. Una tontería más de las muchas que abundan en la televisión mexicana y la hacen tan predecible •


ensayo

2 de15 diciembre de julio de 2012 • Número 926 906 • Jornada Semanal

El libro en Chile, una promesa democrática Paulo Slachevsky*

L

a máquina de la felicidad. Así fue recibida la primera imprenta en Chile en 1811. Con esta imagen se expresaba el anhelo y la promesa en la letra impresa, impronta asignada a la prensa escrita, al libro y la lectura en la República. Durante la Unidad Popular, editorial Quimantú, con sus ediciones masivas al valor de una cajetilla de cigarrillos, fue expresión máxima de ese anhelo de democratizar la sociedad a través de este mágico objeto que toma vida en el encuentro con el lector. Auto de fe. 11 de septiembre de 1973, los militares queman piras de libros en las ciudades de Chile. Otra de las marcas indelebles del Golpe y que selló una etapa. Durante los diecisiete años de dictadura, en las imágenes de allanamientos las armas y los libros eran expresión de la subversión. Mientras se desaparecía y asesinaba a los que luchaban contra la dictadura, en 1976 se impuso el iva al libro. Como señalara Orlando Letelier, ministro y embajador de Allende asesinado en Washington ese mismo año: “La represión para las mayorías y la libertad económica para los pequeños grupos privilegiados son en Chile las dos caras de una misma moneda.” Ley del libro. Durante la postdictadura, la ley de 1993 que crea el Fondo Nacional de Fomento al Libro y la Lectura busca recuperar un rol proactivo por parte del Estado en la creación, producción y acceso. Lentamente se multiplican las bibliotecas y los fondos concursables, contribuyendo a un crecimiento de la producción local. Pero el tema se abordó con el sello de la transición: “en la medida de lo posible”. Los concursos se transformaron en un fin en sí y no en un medio para romper el círculo vicioso que vivía el libro desde 1973. El impuesto al libro, el más alto del continente, se mantuvo intacto, igual que el modelo económico. Mercado del Libro. La creación y producción editorial local arrasada por la dictadura, en los años noventa enfrentó la creciente tensión cultura/ mercado; grandes grupos de la comunicaciones y la edición empezaron a dominar la escena local y a concentrar la producción desde España. El fin de la censura política abrió paso a otro tipo de barrera, la censura del mercado. Los rankings de los libros más vendidos vinieron a marcar la pauta de los espacios en prensa y vitrinas, relegando la poesía, la filosofía y gran parte de la producción nacional. Edición independiente. En Chile, como en muchos otros países del continente, la invención y la herencia de la palabra escrita ha tenido como lugar privilegiado las editoriales cuyo fin es la edición misma, el libro y no su rentabilidad económica. Los movimientos de editores independientes, junto a editores universitarios, vienen a resistir al tratamiento del libro como una simple mercancía. Surgen redes entre editores de diversos países y asociaciones como Editores de Chile, que buscan recuperar la valorización social del libro, el carácter liberador de la lectura y la importancia de que en cada país existan industrias nacionales del libro, potenciando la creación local y propiciando un intercambio equilibrado y diverso entre los países

de la lengua. No es posible que para que un autor circule entre México y Chile, deba hacerlo pasando por España. La lógica del comercio colonial no puede seguir dominando nuestras mentes. Tecnoutopía. Sin duda las nuevas tecnologías han permitido multiplicar posibilidades en todos los segmentados de la cadena del libro, y el libro digital permite responder a problemas que el impreso no resuelve fácilmente; sin embargo, el dominio de cierta tecnoutopía que identifica estos cambios con desarrollo, la conexión internet con mayor lectura, el acceso a computadoras con democratización, responde a un peligroso espejismo que lleva a remplazar en vez de complementar, uniformizar en vez de diversificar. Es fundamental que estos cambios no terminen con una rica red de librerías y bibliotecas, que no impongan como actores dominantes del sector a las megaempresas de la tecnología y las comunicaciones cuyo fin es el valor de sus acciones en la Bolsa, mientras transforman la relación ‒de largo plazo‒ del ciudadano con el libro en un vínculo de mero servicio, de producto desechable. Bibliodiversidad. La diversidad cultural aplicada al mundo del libro se expresa claramente en esas dieciséis letras. La Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de la Expresiones Culturales de la Unesco ratificada por Chile, México y muchos países latinoamericanos, consagra el derecho y obligación de los Estados en relación con sus expresiones culturales, mismas que no pueden ser tratadas como simples mercancías. El carácter cultural y social del libro encuentra su expresión en el espacio público y el Estado debe asumir un rol activo en la materia. Los mismos derechos de autor requieren ser tratados desde una perspectiva equilibrada. Al igual que los derechos del titular, cabe garantizar los derechos de acceso al conocimiento, la libertad de expresión y la posibilidad de seguir creando. Política Nacional del Libro y la Lectura. Ha sido el gran desafío de Editores de Chile. El mundo del libro es como un ecosistema rico y frágil a la vez, en el cual todos los actores son necesarios. La implementación de la Política Nacional aprobada en 2006, que articula la acción de instituciones públicas con la sociedad civil en una estrategia sistémica que aborda toda la cadena del libro, es un paso pendiente para lograr efectos multiplicadores de cada medida y acción en favor del libro y la lectura en la sociedad chilena. Promesa democratizadora. Tiempos esperanzadores se viven hoy al ver a los jóvenes marchando por la educación pública, al verlos leyendo en las plazas y el Metro. Al ver la multiplicación de proyectos creativos y editoriales que apuestan por un trabajo colectivo. Recuperar la lectura y el libro como una experiencia social significativa, es una apuesta político cultural en favor de una sociedad participativa y democrática • *Director de lom Ediciones.

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