Pablo el intelectual y la izquierda
González Casanova
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 13 de enero de 2013 ■ Núm. 932 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
L uis H ernández N avarro
•El enigma Edward Hopper, V ilma F uentes •Entrevista con Diamela Eltit, A driana C ortés
bazar de asombros Pablo González Casanova “es un intelectual de izquierda, un pensador y un científico social” que, principalmente con su fundamental obra La democracia en México, “inauguró líneas de investigación y reflexión sobre la realidad nacional vigentes hoy en día”. Además, explica Luis Hernández Navarro en su semblanza, don Pablo “es un pensador que se ensucia las botas”, así como una muy necesaria excepción a la regla descrita por Kapuscinski, según la cual “el intelectual latinoamericano por lo general empieza en la izquierda y acaba en la derecha”. Celebramos la labor incansable del exrector de la unam y Premio Nacional de Ciencias y Artes, quien siempre ha opuesto al pensamiento de derecha disfrazado de democracia y liberalismo –auténticas pieles de oveja– los frutos de su labor inteligente y rigurosa, así como su congruencia. Publicamos además una entrevista con la escritora chilena Diamela Eltit, Premio Iberoamericano de Letras José Donoso en 2011. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
UN RETRATO DE EFRAÍN GONZÁLEZ LUNA: EL FINAL DE UN IDEARIO ( iv de viii ) Quisiera intentar la descripción de otros aspectos del pensamiento de don Efraín. Reconozco que me voy a meter en honduras, pues me saldré de mis campos, pero debo seguir adelante para cumplir mi obligación de entregarles un retrato de cuerpo entero de una de las personas que más admiré y respeté por su inteligencia y su integridad moral. Pienso que su visión de la economía era la de un liberalismo atemperado por las encíclicas papales que recogieron el pensamiento social de la Iglesia. Tal vez por eso pensó que la lucha política podría conciliarse con la práctica de la profesión legal en un bufete serio y respetable, puesto en buena parte al servicio de la banca privada y de las poderosas empresas. Sobre este tema conviene recordar que, en un momento de su vida, dejó de prestar sus ser vicios a esos clientes y se concentró en la atención de asuntos más modestos. Posiblemente esta dico tomía le hizo daño (recuerdo que algunos pillos disfrazados de fundamentalistas intentaron des prestigiarlo acusándolo de malos manejos profe sionales, sin lograr sus torpes propósitos). Me atrevo a creer que el abogado honesto, sabio y respetable dañó al intelectual y al político... Estoy pensan do en voz alta, pues como muchos de sus amigos y alumnos yo hubiera preferido que se dedicara de tiempo completo a la cátedra, la política y la escri tura. Las tres vocaciones no dieron todo el fruto esperado debido, en buena medida, por las exigen cias de la realidad inmediata. Ahora, ya con la dis tancia necesaria, pienso que mi desideratum es muy poco realista y que el personaje que estoy intentan do retratar tiene, como todos los grandes hombres, una serie de aspectos contrastados que no nulifican los datos esenciales de su vida. Por eso debemos asumirlos en su totalidad y evitar los retratos idea les que, tal vez, sean el producto de nuestro afecto y nuestra admiración y, por lo tanto, pueden ajus tarse solamente a las exigencias de nuestra visión personal. No olvidemos que fue un jurista sincero y sabio que defendió a ultranza el imperio de la ley
13 de enero de 2013 • Número 932 • Jornada Semanal
Hugo Gutiérrez Vega
y el establecimiento de un verdadero estado de de recho, ajeno a las componendas y a las trampas. Sobre este tema recuerdo una de sus frases: “Si la ley es buena, que se cumpla; si es mala, que se de rogue.” Fue, además, un fiel seguidor del pensa miento económico de Manuel Gómez Morín, su gran amigo (muy a la francesa, siempre se hablaron de usted) y maestro. Fue, por muchos conceptos, un político atípico que actuaba en la vida pública impelido por un pro fundo sentimiento del deber y por una actitud moral que, sin vacilación alguna y saltándome a la torera todos los estrictos límites de la ciencia política, ca lificaré de neorromántica. No sé si coincidía con Schiller en la noción del alto valor estético de la ta rea política orientada al mejoramiento de la convi vencia social y al progreso de la inteligencia, pero sí recuerdo la lúcida y estricta introspección que precedió a la escritura del discurso con el que acep tó la candidatura a la Presidencia de la República en 1952. En ella vio al país “reblandecido y desorien tado, el Partido débil, yo cansado y sintiéndome cada vez más solo, más abandonado”. Así vivió su inten so drama formado por los siguientes elementos: “Pavorosa posibilidad de mi candidatura, si los más aptos no pueden o no quieren aceptar el sacrificio. Esfuerzo aplastante, contradicción de mis hábitos, aficiones, planes y temperamento, de mi constitu ción personal más íntima e inmodificable. Sacrificio de cada momento. Incomprensión, deserción, trai ción”... ( NOTA BENE: Hago una breve pausa para re ferirme a la actual situación de desastre del pan , pues, poco menos del 20% de su militancia per maneció en su puesto. Supongo que las ratas del oportunismo salieron corriendo, pero me pregunto quiénes son los que se quedaron, a qué banderías pertenecen y en qué yunque se acomodan. Sigo con el retrato de González Luna...) (Continuará.) jornadasem@jornada.com.mx
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Edward Hopper enigma
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Vilma Fuentes
Edward Hopper, Automat, 1929
vilmafuentes22@gmail.com
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l Saint-André-des-Arts, uno de los raros hoteles típicamente parisienses que sobre vive a los monopolios y uniformidad de las cadenas hoteleras, llega una clientela de artistas, críticos y profesores universitarios. Su dueño, Henri Legoubin, nos dice que la visita al Grand Palais para ver la exposición de Edward Hopper es obligada para sus clientes, quienes vie nen con la reservación hecha, si no quieren hacer horas de colas y, aun así, correr el riesgo de no entrar al museo, el cual ha roto todos sus récords de visi tantes con este pintor. Agrega, con un dejo de asom bro, que el comentario más común, y espontáneo, de este turismo intelectual, proveniente en su ma yoría de Estados Unidos, Canadá y países europeos al norte de Francia, es: “Da miedo.” ¿Por qué provoca miedo Hopper? ¿A qué obede ce ese temor casi visceral que remueve en perso nas racionales incapaces de creer en fantasmas? Sin embargo, sus colores son alegres; sus personajes pertenecen a una clase media que no asusta a nadie. Se le considera, incluso, el pintor del american dream. Sueño de libertad y progreso. ¿Qué contienen esas imágenes, de tan extraño, para suscitar escalofríos de angustia? Cierto, se habla de soledad y melan colía en su pintura, pero ni una ni otra pueden cau sar tal temor. Después de todo, Hopper (1882-1967) es considerado un pintor realista del american way of life. De sus cuadros se desgaja un conflicto entre la naturaleza y el mundo moderno que hacen de él un ecologista premonitorio. Después de una estancia en París (1906-1910), donde recibe influencias (pinta paisajes de esta ciu dad) que lo harán ser criticado de afrancesamiento, se instala en Nueva York y se convierte en el pintor de la vida estadunidense. Los paisajes campiranos quedan atrás, comienza la representación de per sonajes citadinos. Hopper rechaza abiertamente la dictadura de la pintura abstracta. Aparece en su obra la separación entre el espacio interior y el ex terior: hombres y mujeres, en un café, solos, ilumi
nados por luces de neón, separados por los vidrios de ventanales de la calle en penumbra de la oscuri dad nocturna. Separación también, creo ver al de tenerme frente a sus telas de la vida neoyorquina, entre vida exterior e interior, entre un aspecto de apariencia serena, silenciosa, y una crispación, unos límites de desesperanza, que emanan de los pensamientos solitarios de esas personas. Poco a poco, los muebles van desapareciendo de sus cua dros, ocultos tras un muro, apenas una cama, un sillón. Irrumpen las parejas: hombres y mujeres sin comunicación entre ellos. Él ve la montaña, ella el mar. Él habla, ella lee. O pelean. Soledad conjun ta de ambos. Hopper contrae matrimonio en 1924 con la pin tora Josephine Nivison, mujer neurótica, tumultuo sa, con celos exacerbados. Algunos especialistas en el artista atribuyen a su dramática vida conyugal la melancolía, el autismo de sus personajes. El gale rista Danemberg, quien lo conoció personalmente, afirma que éstos se equivocan, pues soledad, nos talgia, melancolía y autismo se deben a la sordera que sufrió. Visionario como todo auténtico creador, Hopper representa el momento presente, lo fija, pero en él está ya contenido el futuro –a semejanza de las imá genes de los sueños, adivinatorias: la primera anun cia la siguiente al soñador. Y de esos instantes sus pendidos por Hopper nace el suspenso, el temor de un futuro anticipado; más que previsto, conocido. Decorados en espera de un acontecimiento terrible. Acaso de un crimen. El tiempo se estira en sus telas. Wim Wenders dice: “Hopper hace entrar el pen samiento de lo que va a pasar en el siguiente instan te.” Wenders no es el único cineasta que se inspira en la obra de este artista. Alfred Hitchcock recono ció servirse de la tela House of the railroad para el de corado de Psicosis, y de Night windows para su film Rear window. Muchos otros importantes realizado res toman de Hopper no sólo decorados sino tam bién temas para sus películas, entre ellos Woody
Allen. Vuelta de tuerca: de un cinéfilo que se inspi ró, por ejemplo, de Les enfants du paradis de Carnet, vista en su juventud, para su última gran tela Two Comedians (su mujer y él aparecen disfrazados de arlequines, como Jean Louis Barrault en su papel de mimo), su pintura va a ser la inspiración de ci neastas. El suspenso que emana de las escenas de sus telas respiran el ambiente de la novela policía ca: el crimen es inevitable e inminente. Acaso la vocación que me instala en los rincones de las terrazas de los cafés, en un rincón donde no soy vista y puedo observar a los otros clientes y a los pasantes, me ha hecho vivir dos curiosas situa ciones: cuando en 1990, Colette Lambrichs, de las ediciones de La Différence, decidió poner en la por tada de mi novela Gloria, traducida al francés, una tela de Hopper donde aparece una mujer con som brero, a solas en un café, mucha gente creyó que se trataba de una novela policíaca. No entendí enton ces por qué. Ahora, cuando me dicen que parezco un personaje salido de las telas de Hopper, com prendo los motivos. Sobre todo, cuando bajo la luz tamizada por la suntuosa cúpula de vidrio del Grand Palais, me detienen las miradas de reojo de mujeres que me miran desde el interior de algunos Hoppers y a quienes yo miro, a pesar mío de la mis ma manera. Un momentáneo extravío me hace du dar quién está de qué lado de la tela: ¿soy yo quien la mira o ella quien me observa? Comprendo, entonces, que las personas repre sentadas, más absortas que melancólicas, desean aislarse, volverse invisibles para ver lo invisible, más real por imaginario, eso que sólo se vuelve vi sible con los ojos de la imaginación. Edward Hop per desata el miedo porque desnuda la realidad real del american dream al revelar con una engaña dora simplicidad, más allá de los mitos fundadores de Estados Unidos, los secretos de una vida más íntima y más angustiante, porque Hopper pinta cada vez el mismo cuadro: el enigma de la presen cia, siempre efímera •
cuento
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Luis Enrique Flores
H
oy no tomaré café por culpa de Diego; anoche rompió mi taza. Él sabía muy bien que no me gustaba que ni las niñas ni él la usaran. Sólo se disculpó diciendo que fue un accidente, que venía con unas copitas de más y que lo primero que encontró a la mano para tomar agua mi neral fue mi taza. Como si no tuviéramos vasos en la alacena. A ver, por qué no rompió el tarro de cerveza que tanto quiere o los vasos de veladora que nos regaló su tía Juanita. No, tenía que romper precisamente mi taza, la taza que me regaló Rafa. Es una taza hermosa: cónica, de cerámica blanca con motivos de café impre sos. Era perfecta para mí. Mis manos firmes la tomaban mientras se iba calen tando con el café recién servido, luego ya con tres dedos la agarraba por el asa. Mis labios se amoldaban muy bien a su borde desde el primer sorbo hasta el último trago. Ahora está rota. Desde la primera vez que la vi me encantó. Esa ocasión, Rafa me invitó a desa yunar a su departamento, una semana antes de su boda. Fue una visita de despedida. Coci nó un omelet con champiñones y albahaca, previamente me sir vió fruta picada. Al final me dio pan de elote y café de grano en la taza que también era su favo rita. Le dije: me gusta tu taza. Te la regalo, respondió algo indi ferente. No supe si le dolía o le placía dármela. Después de los alimentos nos quedamos callados un largo ra to, sólo nos mirábamos. Yo es taba inquieta, y no era porque estuviéramos solos, ya lo había mos estado antes y no me sentía así. Siempre me ha gustado Rafa, y yo a él desde que lo conocí en la prepa, pero nunca fuimos no vios, nada más buenos amigos. Alguna vez nos declaramos nuestro gusto por cada uno y que hubiera sido bueno ser pareja, pero una u otra cosa nos lo impe día, hasta esa mañana que, des pués de mirarnos en silencio, le dije que lo iba extrañar y él res pondió ¿por qué? Porque te vas a casar, le dije. Tú estás casada, me reviró con una sonrisa mali ciosa. Sí, tienes razón, me rendí a su mirada. Me levanté y fui a besarlo. Tuvieron que pasar quince años para que Rafa y yo comen záramos a tener relaciones. No voy a caer en el cliché de decir que nunca había hecho el amor como esa vez, pero sí fue distin to. Tampoco voy a decir que estoy enamorada porque no es así. Él y yo com partimos nuestras alegrías y tristezas, sobre todo estas últimas. Me consolaba cuando rompía con mis galanes, que era muy frecuente. Yo lo animaba cuando las chicas lo bateaban y no querían ser sus novias; las compadezco. En la prepa tuve muchos novios y otro tanto de encuentros sexuales. Rafa no tuvo novia en esa época. Las cosas cambiaron cuando entramos a la universidad: cada quien se fue a facultades distintas, él a Arquitectura y yo a Psicología. En el primer semestre no tuve amores con nadie. Extrañaba a Rafa. Quise andar con él pero su suerte había cambiado y ya tenía novia. Un día me habló muy emo cionado: por fin, ya lo hice. Lo dejé en su idilio. Para el segundo semestre conocí a Diego y me embaracé. Nos casamos, enamorados por supuesto. Rafa no fue a la boda y se alejó un tiempo; ya tenía otra novia con la que duró toda la carrera. Yo pospuse mis estudios.
No encuentro con qué pegar la taza. Tendré que ir a la tlapalería para ver qué me recomiendan, porque el remedio que me dio mi hermana Martha no me pa reció práctico. Le llamé apenas las niñas se fueron a la escuela y su respuesta fue esta: puedes utilizar cemento blanco y añádele sellador vinílico. Deja que la pasta sea de consistencia semisólida y al fraguar, con una brocha, resana las pequeñas grietas que aparecen en la pasta. Qué complicación, dije, además me regañó por hacer tanto argüende por una taza. Ya no le respondí; no es una taza, es mi taza, le dije en el pensamiento; ella qué sabe. Es más, de haber podido, jamás la habría lavado, la habría conservado así como la traje del depa de Rafa, con los restos de café y la bolsa de plástico en que la guardó. Diego y yo fuimos a la boda de Rafa; las niñas no. No se casó con su eterna novia de universidad. Lo hizo con una periodista que lo entrevistó cuando él anduvo metido en el proyecto de la Torre del Bicentenario. No le caí muy bien a Diana, su esposa. A mi marido tampoco le simpatiza mucho mi “amigo de la prepa”, como él le dice. En tantos años Rafa y yo nunca habíamos bailado. Ese día sólo bailamos una pieza y me gustó sentirme la novia. Tres meses después de que Rafa regresó de su luna de miel, fue su cumpleaños. Lo invité a desayunar y terminamos en un hotel. Le dije que la taza que me dio me gustaba mucho y que la usaba todas las mañanas para tomar café como él me había en señado a preparar. Ojalá te dure mucho, dijo él. Como lo nues tro, le respondí. ¿La amistad o la aventura?, preguntó. Las dos, le dije. No pueden durar las dos; es una u otra, sentenció. O ninguna, le completé. Asintió con la cabeza. ¿Por qué no?, pregunté. Los dos sabemos que tiene que terminar alguna vez. Pero la pasamos bien, insistí. El problema es que no fue en su tiempo, arguyó. ¿Cómo?, me sentí tonta. Sabíamos que tenía que pasar, no sabíamos cuándo, pero lo seguro es que tiene que acabar, fue su respuesta. A pe sar de que sus palabras me do lieron, las acepté y volvimos a hacer el amor. Me gusta hacer el amor con Rafa. Con él puedo gritar mis or gasmos sin la precaución de des pertar a las niñas. A él sí le pue do pedir que me posea como me Foto: Fahad gusta. Con él siento que mi capa cidad de otorgar placer es inago table. Hubo un tiempo en que nos veíamos cada mes, pero luego se fue espa ciando. Hace ocho meses que no nos vemos. Acaba de ser papá de un niño, me enteré porque lo publicó en su Face. Sentí gusto y tristeza. A lo mejor es el mo mento de terminar. No sé. Ya no va a tener el tiempo que a mí me sobra. Con dos hijas que rebasan los diez años sé de lo que hablo. Sólo espero que la amistad no se acabe; dependerá de los dos. Conseguí pegamento uhu . Que muy bueno, me dijeron. Por más que trabajo con cuidado no logro ensamblar los pedazos de cerámica. Ahora me doy cuenta de que faltan algunos, no encuentro el asa y un fragmento pequeño de la boca que completa el dibujo de un grano de café se ha pulverizado. La taza no quedó bien. Se ve agrietada y se siente frágil. A lo mejor hasta el café se filtra. Sin aga rradera y despostillada no es la misma. Voy a marcar al celular de Rafa –a ver si ahora sí me contesta– para decirle que la taza está rota •
Mi taza
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El c
: s e l l i M s e L e d ampo
a s e c n a r f a i r o t s i una h Rodolfo Alonso
C
ada vez que recalo en París, no dejo de cum plir un acto recurrente: visitar, detrás de No tre Dame, el sauce al que mi viejo amigo Juan José Saer alude, de paso pero no al azar, en pocas líneas de su agudo “El río sin orillas”. Es que ese sauce junto al Sena no podía dejar de recordar le su juventud en Santa Fe, la misma en que nos co nocimos, junto a Juan l . Ortiz. Y me revive esas pre sencias queridas. Pero también otros recuerdos ominosos. Porque ese sauce está junto al Memorial de la Deportación, el monumento que recuerda a los franceses arrastra dos por los nazis. Y su severa austeridad no deja tam poco de traerme una herida candente. Nada recuerda allí el hecho de que judíos franceses (y no sólo fran ceses), durante el gobierno títere de Vichy, fueron arrancados de su hogar por la policía gala, amonto nados en el Vel d’Hiv (Velódromo de Invierno), para ser concentrados luego en Drancy y desde allí envia dos finalmente, a sabiendas, hacia las ins aciables fauces nazis del infierno de Auschwitz. Hubiera sido horrible en cualquier parte, pero lo era mucho más, sin duda, en el país de la libertad civil y los derechos humanos. (En casa de Juan l . Or tiz, lo recuerdo bien, un pequeño marco resguardaba el recorte de su poema “A Francia”, escrito durante la segunda guerra mundial y publicado por un dia rio.) Pero en mi reciente paso por París me aguardaba una enorme noticia: después de cuarenta años de silencio y treinta de forcejeos, no sólo burocráticos, Francia se había decidido a limpiar su nombre. Y cuenta ya con el Memorial de esos hechos ini cuos, en el único gran campo francés de internación y deportación todavía intacto, el de Les Milles, en Aix-en-Provence. Para que no queden dudas, JeanMarc Ayrault, primer ministro socialista, afirmó: “La
historia del campo de Les Milles es una historia fran cesa.” Dicho campo, donde 10 mil personas fueron internadas entre 1939 y 1942, estuvo siempre bajo la única autoridad del gobierno de Vichy, “que fue deliberadamente cómplice en 1942 de las deporta ciones efectuadas por la Alemania nazi”. La mayor parte eran refugiados europeos que huían de las per secuciones en su país de origen. “Todos pensaban que Francia ‒recalcó Ayrault‒, patria de los derechos del hombre, les ofrecería protección y asilo. Conser vamos el recuerdo de cada uno de esos refugiados, cuya confianza fue traicionada.” Entre los interna dos figuran numerosos artistas e intelectuales: Max Ernst, Hans Bellmer, Lion Feuchtwanger. La inauguración del Memorial de Les Milles, rea lizada con gran pompa, se efectuó setenta años después de la partida del último convoy hacia Aus chwitz, y aspira a la educación cívica y ciudadana en el respeto del otro. Asistieron los treinta y ocho embajadores de los países de las víctimas. En medio de las siete hectáreas del campo de Les Milles, se con serva la explanada donde eran reunidos los presos y un vagón ferroviario de 1940 estacionado en un trecho de vía, siniestros recuerdos de los convo yes nazis. La única sobreviviente de semejante horror: Mi riam Altman, de ochenta y ocho años, residente en Estados Unidos, a la que una artrosis mantiene en su silla de ruedas, no pudo asistir. Pero su historia fa miliar, que comienza en Polonia, se volvió sintomá tica. Su padre recorrió todos los campos, entre ellos Saint-Cyprien o Gours (donde Francia internó antes a republicanos españoles), hasta caer en Les Milles y luego, por error, ponerse en manos de los nazis. Su madre murió de tifus en Les Milles. Pero ese mismo tifus salvó a Miriam. Un enfermero francés la sustra
jo del vagón que partía, con el pretexto de hospita lizarla. De allí pasó a ser encubierta por un médico francés que arriesgó su vida y la de su familia por salvarla. Casi al mismo tiempo que se inauguraba el Me morial de Les Milles, el diario francés Le Monde dis tribuyó el primer título de su nueva colección Los Rebeldes. Su título es Los Resistentes 1 y allí puede leerse, por si quedara duda alguna, lo siguiente: El 15 de agosto de 1942, 4 mil judíos expatriados de la zona sur llamada libre son entregados a las autorida des alemanas, y otras detenciones tuvieron lugar el 25 en función de órdenes emanadas de la Dirección Ge neral de la policía en Vichy, por despacho rigurosa mente confidencial nº 2765 P. El gobierno del mariscal Pétain acepta entregar a 10 mil judíos extranjeros ya internados, para contribuir a la cuota de 100 mil judíos a deportar de Francia –cuota fijada por Himmler el 11 de junio de 1942. La prensa colaboracionista se rego cija de que los judíos dejen de ser los ocupantes de la zona no ocupada, como ya se ha felicitado de que en la zona norte, desde el 8 de julio, el acceso de los judíos a los establecimientos públicos esté prohibido, y de que no dispongan más que de una hora para hacer sus compras en las grandes tiendas. En Londres, el Comi té Nacional Francés en el Exilio denuncia, desde el 7 de agosto, esa política monstruosa.
No es el único caso, por supuesto. Pero hay muchas otras heridas que Francia debe todavía cauterizar: por ejemplo su colonialismo genocida, especialmen te en Argelia. Y que nos toca a los argentinos, con la probada intervención de asesores franceses de aque lla atroz represión contra una población civil en la sangrienta dictadura militar del Proceso •
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La palabra teatral de Diamela entrevista con Diamela Eltit Adriana Cortés Koloffon Foto: Borzelli
Diamela Eltit (1949) fue agregada cultural de Chile en México y ha explorado formas narrativas cercanas a un lenguaje teatral. Fundadora, junto con el poeta Raúl Zurita, del Colectivo de Acciones de Arte ( cada ) que se rebeló con propuestas artísticas en contra del régimen de Pinochet, es profesora de literatura en la Universidad de Nueva York. Obtuvo el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso en 2010 y en 2011 estuvo nominada al Premio Altazor en la categoría de narrativa. Es autora, entre otros libros, de Lumérica, Vaca sagrada, Los vigilantes, El cuarto mundo y Jamás el fuego nunca, que acaba de reeditar la editorial española Periférica. El crítico literario Julio Ortega afirma que Diamela Eltit hace de la lectura “una labor crítica del lenguaje” y del libro “un instrumento conspiratorio contra el orden dominante”. Sus libros, añade, “convierten la lectura en una sediciosa labor clandestina, de vocación anarquista, radicalidad estética y despojado estilo”.
-U
sted vivió en Chile durante la dictadura de Pinochet, ¿puede hablar sobre el “inxilio” o exilio interior que experimentó junto con otros escritores?
–Pertenezco al llamado “inxilio” o exilio interior. No me atrevo a hablar por otros escritores pues cada experiencia es única e intransferible. Pero tiene que considerar un tiempo de vida de diecisiete años bajo dictadura, una vida compleja marcada por masivos actos de coerción y muerte, por agobiantes discur sos públicos que buscaron disciplinar militarmente a un país completo, por la depredación de las empre sas del Estado en favor de empresas privadas a valo res irrisorios, la suspensión de libertades (los siste máticos y violentos estados de excepción, incluido el estado de sitio), en fin, es una experiencia radical
que no se puede trivializar en un relato liviano por respeto a las innumerables víctimas. Pero, en ese es pacio establecimos una vida y, desde luego, una comun idad literaria tal vez más anómala por la falta de editoriales, de espacios públicos literarios y por la censura. Sin embargo, allí están los libros que man tuvieron el hilo narrativo de esos años. –¿Cuál fue, en su opinión, el papel del arte y la literatura tras el régimen dictatorial?
–La verdad es que yo sentí que la Unidad Popular chilena, liderada por Allende, abría un escenario fas cinante que democratizaba a un país bastante elitista. Yo nunca he militado en partido alguno, pero tengo una identidad política filiada a una izquierda nóma da, no centrista, que se mantiene vigente y expectan te. Sin embargo, no creo en las misiones literarias; cada gente escribirá lo que quiera, pero claro, mi pasión es la literatura y me interesan las estéticas menos formalizadas no comerciales y dotadas de signos liberadores. Esa ha sido mi historia cultural y en eso sigo creyendo. –La cama, ¿último reducto contra “la violencia del mercado producida por un neoliberalismo verdaderamente intensificado”, como afirma un personaje en Jamás el fuego nunca?
–No es fácil mantener una narración cuyo centro es una cama que aloja una pareja sin sexualidad. Fue un desafío, más allá del resultado concreto de la no vela, fue muy importante para mí escribirla sin caer me de la cama que era el gran riesgo. –¿Por qué la alusión recurrente a los perros en esa novela?
–Los perros son tan complejos, su domesticidad, el discurso social y en cierto modo sentimental de la mansedumbre hacia el amo, pero hay que considerar sus colmillos más que filosos y la potencia del ladri do que no nos deja dormir. –¿Qué posibilidades narrativas le ofrece el recurso de la ironía?
–Sin ironía estamos jodidos. Es un recurso de des montaje y es un arma de lectura social. –¿Por qué dice la narradora: “No digo nada para preservar la languidez que este siglo nos otorga”, y más adelante: “en este siglo parece todo irreal o prescindible, sí, prescindible”.
–Los personajes de Jamás el fuego nunca son mar xistas, se enfrascaron en una utopía política y se ordenaron en una disciplinada militancia, el futuro para esos cuerpos era la revolución, no el mal. –¿Qué vínculo mantiene con Michel Foucault, particularmente con Vigilar y castigar?
–Michel Foucault es uno de los pensadores más importantes de la época contemporánea. Y en este tiempo globalizado que beneficia y expande al su jeto también está un trasfondo en que se multiplica hasta el paroxismo la vigilancia, la dominación y las impactantes y amplias legitimaciones de universos regidos por la biopolítica. Michel Foucault abordó estos escenarios sociales, y cuando vuelvo a leerlo se renueva mi admiración por su impecable trama do crítico y por su ya legendaria perspicacia. –¿Cómo asocia el lenguaje corporal de sus personajes con su narrativa?
–Yo siempre he pensado literariamente el teatro de la letra y el texto como escenario. Me interesa la noción de escena como eje narrativo y el cuerpo: su huella, sus huesos, su discurso, como un material primordial para movilizar ficciones. –¿Construye espacios narrativos a partir de la palabra, como en la tragedia griega? Asimismo, hay en su obra una corporeidad excesiva de los personajes ¿de manera semejante al teatro barroco?
–Para mí la letra, la escritura tiene (es un de cir) una especialidad, una densidad, la pienso en un sentido casi tridimensional, y quizás por eso pueda ser excesiva, en el sentido más barroco del término. –Sus personajes femeninos sufren, sangran, ¿difiere el tratamiento que hace de ellos en su poética?
–No lo sé, quizás se escriba siempre lo mismo y sólo pueda ingresar cada vez a lo otro que porta lo mismo. Pero es apasionante mantener una ruta de tensiones y más aún permitir y avalar la presencia monótona de ciertas obsesiones. –¿Qué tan difícil es para una escritora en Chile permanecer al margen de las leyes del mercado editorial?
–Ser escritora es bastante complicado por la vio lencia de la exclusión de género, pero en cuanto a las leyes del mercado, en realidad no quiero acatarlas ni menos frecuentarlas •
Pablo González Casanova el intelectual y la izquierda
Luis Hernández Navarro
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l 2 de mayo de 2010, Pablo González Casanova intervino en la sesión inaugural del Foro Social Mundial temático 2010 en Ciudad de México. Dedicó su presentación al Sindicato Mexicano de Electricistas ( sme ), a los campesinos de San Juan Copala y a Atenco. No fue un gesto cualquiera. La solidaridad con el sme no estaba de moda. A la intensa campaña desata da desde el poder en contra de los electricistas se sumaron sectores de la izquierda intelectual, a quie nes los trabajadores les parecen privilegiados y su sindicato rancio. Pero a don Pablo le ha tenido sin cuidado nadar contra la corriente de lo “políticamen te correcto”. Ante el levantamiento zapatista, la entrada de la policía para romper la huelga estudian til en la unam y la revolución cubana (por citar sólo tres ejemplos entre muchos otros), él ha dicho lo que piensa, no lo que se espera que diga. Don Pablo orien ta su acción política por sus principios y su reflexión teórica, no por modas. Y con el sme le une lo que él ha caracterizado como “sentimientos intelectuales”. Su padre mantuvo reuniones frecuentes con integrantes de ese sindicato y él mismo participó en su revista Lux, redactando crucigramas, y escuchó a dirigentes de ese gremio, como Francisco Breña Alvírez, con versar sobre el socialismo. González Casanova defiende las causas en las que cree sin sacrificar su independencia, sin plegarse a la razón de Estado o a la razón partidista. Aunque se ha definido como un intelectual orgánico de la Univer sidad, es celoso de su independencia frente al propio medio intelectual y los distintos ámbitos académicos, así como frente a las comunidades intelectuales más reducidas de especialistas, de afinidades políticas y los medios de comunicación. En la misma reunión en la que expresó su apoyo público a la causa del sme , abordó temas candentes sobre la lucha por la emancipación social actual. Lo hizo con rigor analítico y pasión política. Dijo que la construcción de un mundo diferente no será posible sin antes definir dos ejes: que el capitalismo no solu cionará los problemas del planeta, y que las organi zaciones y luchadores deben incluir a todos los po bres de la Tierra y a los que están con ellos, aun a “los que han sido diabolizados por la izquierda institu cional”. De otra manera, alertó, “nos pasaremos ha blando la vida de otro mundo posible, hasta que el imperialismo de varias cabezas acabe con el mundo en que vivimos y la tierra que habitamos”. Invitó a asumir con urgencia la necesidad de de finir un proyecto común de quienes luchan por otro mundo. “Manifestar nuestros puntos de unión ‒di jo‒, formular proyectos de acción conjunta e inme diata en torno a ellos, el respeto cabal, el respeto total a la autonomía de los participantes, individuales y colectivos. Debemos definir acciones concretas con fuerzas concretas que están luchando por la paz, la justicia y la libertad. Definiendo a esas fuerzas nos definiremos nosotros.” Don Pablo, es preciso recordarlo, no es un joven estudiante universitario formado en algunas lecturas de marxismo de manual, ni el dirigente de algún par tido leninista, sino un intelectual de noventa años de edad, exrector de la unam , fundador de la sociología mexicana, laureado con varios doctorados honoris causa y reconocido como uno de los grandes pensa dores contemporáneos de izquierda. Un académico a quien hace tres o cuatro décadas figuras del mundo sigue
Foto: Cristina Rodríguez/ archivo La Jornada
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Pablo González Casanova durante el encuentro de intelectuales con zapatistas en el DF, 12 de marzo de 2001 Foto: Alejandro Meléndez/ archivo La Jornada
Pablo González Casanova, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador durante mitin en la UNAM en junio de 2000 Foto: José Carlo González/ archivo La Jornada
intelectual y político que hoy militan abiertamente en las filas de la derecha, lo acusaban despectivamen te de ser “demócrata”. A sus noventa, González Casanova expresa con toda claridad el sentir de nuestra época. Su pensa miento atiende las demandas de explicación de una etapa extraordinariamente compleja, de cambio, de seguridad espiritual, de cohesión, de reconoci miento, de amplios sectores sociales reales (no imaginarios). Sus obras son una herramienta pri vilegiada para la crítica del poder y la enunciación de la verdad en nombre de los oprimidos. Su obra ha gestado un horizonte intelectual para la izquier da social y un nuevo cuadro ideológico que ayudan a recomponer y reformular el alimento espiritual de los sectores más activos de la izquierda. Su trabaj o proporciona un buen conocimiento de la realid ad, condición indispensable para la acción política y social. Finalmente, en un momento de desánimo social, sus reflexiones coadyuvan a ela borar proyectos alternativos frente a los males del orden establecido.
EL FIN DEL INTELECTUAL CLÁSICO Desde finales del siglo pasado vivimos una época en la que la influencia de los intelectuales en los asuntos públicos, tan importante en otras épocas, ha dismi nuido sensiblemente. Muchos de ellos se reciclaron
transformándose en expertos y tecnócratas. Despla zados de la tarea de formar la opinión pública por el príncipe electrónico, han buscado convertirse en intelectuales mediáticos. Se han vuelto así una espe cie hecha de celebridades, aunque a quienes apare cen como editoralistas en las barras de opinión de los telediarios se les vea pero no necesariamente se les escuche. Publicidad, información y entretenimiento se han vuelto, por obra y gracia de la televisión co mercial, una sola cosa. De la mano de ella, muchos intelectuales son ahora comentaristas y aduladores de los poderes establecidos. La prensa escrita que representa los intereses más conservadores les brinda a los profetas del fin de la utopía amplia cobertura. En ella difunden sus opi niones y publican sus artículos. Sin embargo, a pesar de su reciente protagonismo, hacen agua. Dedica dos a servir al príncipe, no tienen nada que ofrecer a los pueblos. Quienes los escuchan son, apenas, sus audiencias de siempre. Sus opiniones están lejos de normar criterios o legitimar conductas. A lo sumo, alimentan prejuicios. Al metamorfosearse de esa ma nera, los intelectuales de la pantalla chica se han ido devaluando. En una época de expertos, tecnócratas e intelec tuales mediáticos como la que vivimos, ¿qué papel desempeña un intelectual de izquierda como Pa blo González Casanova?, ¿qué espacio tienen sus ideas y su quehacer?, ¿qué puede recuperarse de su obra que tenga sentido para explicar lo que su cede hoy en día? No son preguntas ociosas. El exrector ya sufrió, en el marco de la huelga universitaria de 1999-2000, la sentencia del tribunal televisivo por su decisión de renunciar a las dirección del Centro de Investiga ciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humani dades, como protesta por la entrada de la policía a la unam . Al analizar el papel de los medios electróni cos en el conflicto, escribió en La Jornada: “La tele visión actual nos impide ver los problemas sociales para resolverlos. Convierte los problemas socia les en problemas individuales, penales, policiales y militares.” Don Pablo juega un papel central en el actual de bate latinoamericano. Su visión de la realidad conti nental (y del mundo actual) y de los sujetos eman cipatorios, es de gran actualidad. Literalmente, su producción teórica, por más debatible que pueda resultar en algunos aspectos, es de una enorme im portancia en esta época. González Casanova mantiene viva la idea del in telectual moderno, nacida en Francia con el filósofo ilustrado del siglo xviii , y con el Émile Zola de Yo acuso (1898), con motivo del caso Dreyfus. Es un in telectual que, como advirtió Michel Foucault en una entrevista de junio de 1975, es universalista (capaz de pronunciarse sobre multitud de asuntos), pres criptivo (fija sin ambigüedad lo que cree que está bien y lo que está mal) y profético (Le Monde, 19-20/ ix /2004). Don Pablo es un intelectual de izquierda, es decir, es un pensador y un científico social que muestra preocupación por los problemas de la sociedad y del mundo desde el punto de vista de valores como la justicia social, la solidaridad y la lucha contra las desigualdades, la oposición a las variadas formas de colonialismo, el imperialismo o la opresión, la eman cipación de las mujeres, el rechazo del racismo y de la xenofobia, la defensa de la laicidad y la denuncia de la arbitrariedad. Aporta lucidez, rigor y creativi dad en la tarea propiamente intelectual, justicia en sus juicios y un compromiso práctico para mejorar la sociedad. Es, además, un pensador que se ensucia las botas. Lo mismo viaja a Chiapas y escucha pacientemente y con respeto durante horas las intervenciones de activistas de todo el país, que se traslada a Cuba para analizar las dificultades de la construcción del socia
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lismo. Indistintamente imparte la conferencia inau gural de un seminario sobre el pensamiento de Car los Marx en Francia, que habla ante una asamblea de obreros y campesinos sobre el futuro de México y la tragedia de la nueva ocupación estadunidense del país. Nada que ver, pues, con la idea común que sobre los intelectuales se tiene en muchos sectores de la población y que expresó el finado músico Rockdrigo González en su canción “Los Intelectuales”: “En un extraño lugar retacado de nopales/ había unos ti pos extraños llamados intelectuales/ no sabías si eran marcianos, mexicanos o europeos/ ángeles, diablos o enanos, cardíacos o prometeos.” González Casanova es la excepción a la regla es crita por Ryszard Kapuscinski en Lapidarium i para describir el comportamiento de los hombres de la cultura del hemisferio. Según el cronista polaco: “Un rasgo característico de la evolución política del intelectual latinoamericano es que por lo general em pieza en la izquierda y acaba en la derecha. Empie za participando en una manifestación de estudian tes contra el gobierno y acaba de ministro. Recorre el camino de joven rebelde a viejo burócrata. En ninguna otra parte del mundo es tan profundo el abismo que se abre entre la juventud y la vejez, entre el comienzo y el fin de una biografía.” A sus ochenta y ocho años, don Pablo es el mismo que
En la inauguración del Encuentro en Defensa de la Humanidad junto a Rigoberta Menchú, Gilberto López Rivas y Evo Morales, entre otros, 24 de octubre de 2003 Foto: Carlos Ramos Mamahua/ archivo La Jornada
siempre ha sido, Incluso, algunos dirían que es aún más radical.
AMÉRICA LATINA Y SUS INTELECTUALES En América del Sur la clase política que representa a la derecha vive un pronunciado retroceso. Salvo el caso de Colombia y, en mucha menor medida de Pe rú, no cuenta con figuras de peso relevante. Pero el caso colombiano está marcado por sus vínculos con el narcotráfico y los paramilitares. Tan es así que ni siquiera cuenta con las simpatías de muchos legisla dores estadunidenses. No hay en la derecha continental una sola figura política que pueda hacer frente a los personajes que hoy conducen gobiernos de izquierda o de centroiz quierda en el área. Los políticos de la derecha suda mericana carecen de credibilidad. Por el contrario, la clase política progresista, más allá de sus claros curos, gana una y otra vez elecciones. Todos ellos tienen orígenes diversos. Hugo Chávez, de Venezue la, es militar; Evo Morales, de Bolivia, es un indígena, sindicalista de productores de hoja de coca; el derro cado presidente de Paraguay, Fernando Lugo, fue obispo católico; Rafael Correa, de Ecuador, es un doctor en economía egresado de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos; José Mújica, en Uruguay,
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es un antiguo guerrillero; Dilma Rousseff, de Brasil, fue guerrillera y su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, fue obrero metalúrgico. Es por eso que la dere cha ha tenido que recurrir a sus intelectuales para dar la batalla en el continente. Carente de políticos pres tigiados y reconocidos, ha debido echar mano de sus hombres de ideas para combatir lo que califica de ascenso en la región del indigenismo radical, la iz quierda marxista y el populismo. Curiosa ironía: la derecha, una fuerza tradicionalmente antiintelec tual, ha tenido que recurrir a los escritores para en frentar a la izquierda. Más allá de sus diferencias, intelectuales de la de recha, como Mario Vargas Llosa, Enrique Krauze y Jorge Castañeda (por citar a algunos), comparten un odio visceral hacia Cuba, Fidel Castro y, ahora, Hugo Chávez. El mandatario venezolano es el nuevo blan co favorito de sus críticas. No le perdonan que gane elecciones una y otra vez, ni que impulse su proyec to de socialismo del siglo xxi . Usualmente evitan definirse a sí mismos como de derechas. Prefieren presentarse como liberales (en la acepción estaduni dense de la palabra) y democráticos. Pero su pensa miento y su práctica son conservadoras. En los he chos, defienden el neoliberalismo y se oponen a las luchas emancipadoras. Varios de ellos son conversos que han tirado por la borda su pasado en la izquierda
Es en este contexto que debe evaluarse la actua lidad del pensamiento de Pablo González Casano va y su autoridad moral y política entre quienes protagonizan los procesos de transformación so cial. Él desempeñó un papel muy relevante en el nacimiento y convocatoria de la red En Defensa de la Humanidad. La red reúne a hombres y mujeres de la cultura, la academia, el periodismo y las be llas artes en el continente para frenar, en el terreno de la cultura, la ofensiva imperial y apoyar las lu chas de liberación en el continente. Esta iniciativa tuvo una de sus principales fuentes de inspiración en el Congreso Mundial contra el Fascismo, cele brado en 1937 en España, en plena Guerra civil. Los organizadores ‒entre los que se encontraba don Pablo de manera destacada‒ consideraron que la ofensiva imperial que para reestructurar territo rios y capitales desató el imperio a raíz de los su cesos del 11 de septiembre de 2001, tiene grandes semejanzas con los desafíos que el planeta enfren tó con el ascenso del nazismo. González Casanova ha sido un estudioso de Amé rica Latina (y del Tercer Mundo). Profundamente in fluido por la Revolución Cubana y por la experiencia de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, se ha involucrado activamente en la región. Sus re flexiones están tocadas por las olas subterráneas pro
El subcomandante Marcos saluda a Pablo González Casanova al término de la conferencia colectiva en el Primer Coloquio Internacional In Memoriam Andrés Aubry, San Cristobal de las Casas, Chiapas, 13 de diciembre de 2007 Foto: Víctor Camacho/ archivo La Jornada
y ahora se asumen como los profetas del fin de la utopía. Algunos han intentado incursionar en la po lítica con malos resultados. Como puede verse con facilidad en México, su paso por la administración pública ha sido desastroso. Sin embargo, a pesar de sus opiniones, por todos los rincones de la región florecen proyectos emanci padores. La lucha indígena es imparable. El marxis mo crítico renace con dificultades. Los movimientos sociales ponen en jaque a las oligarquías. La crisis económica hundió al Consenso de Washington y con él hacen agua quienes navegaban en ese barco decre tando que era la única opción viable. Irónicamente, los avances de la izquierda política y social en América Latina no tienen ‒salvo en casos como Uruguay‒ correspondencia con su influencia en el mundo de la cultura y la academia. El pensa miento progresista dentro de la intelectualidad re nace con dificultades. Sin embargo, en un momento de enorme protagonismo popular y conquistas elec torales, el enorme prestigio e influencia de los que disfrutó el marxismo en las universidades y entre los artistas latinoamericanos a fines de los sesenta y co mienzos de los setenta se ha desvanecido. El campo cultural progresista es terreno de choque y disputa entre los restos del marxismo neandertal y la teoría crítica renovada.
mica. El libro colocó en el centro del debate nacional una agenda de investigación y una metodología pa ra conocer al país. Inauguró líneas de investigación y reflexión sobre la realidad nacional vigentes hoy en día, y estableció un momento clave en el desarro llo de la sociología: el de la plena madurez de las ciencias sociales en México y el fin de los monopolios de los estudios extranjeros sobre el país. Hasta antes de La democracia en México muchos de los más importantes análisis sobre la sociedad y la política mexicanas habían sido realizados por ex tranjeros, sobre todo por estadunidenses. Desde Méx ico se habían elaborado muchos ensayos inter pretando al país desde la literatura, prescindiendo de estudios empíricos. Algunos marxistas, como Lombardo Toledano y José Revueltas, analizaron la estructura económica y social desde la perspectiva de la Revolución Mexicana. Trabajos pioneros como La estructura social y cultural de México (1951) de José Iturriaga, y La industrialización de México (1954) eran hechos excepcionales y limitados. González Casanova integró, con gran imagina ción, la sociología estadunidense con el marxismo, la historia y la estadística. Reflexionó creativamente sobre el marginalismo, el colonialismo interno, las so ciedades duales, para analizar la relación entre modern ización y democracia, y entre economía y
Participación en el Foro Social Mundial 2008, en ciudad de México, 22 de enero de 2008 Foto: María Meléndrez Parada/ archivo La Jornada
vocadas en toda el área por el triunfo del pueblo cu bano. Su autoridad intelectual en el continente tiene como sustento, más allá de su compromiso con las lu chas de liberación de la región, una vasta labor aca démica. Es así como coordinó los volúmenes América Latina en los años treinta (1977) y América Latina: historia de medio siglo (1925-1975) (1977); interpretó la histo ria contemporánea del continente desde la del eje del imperio en Imperialismo y liberación en América Latina (1978); editó Historia del movimiento Obrero en Améri ca Latina (1984-1985) e Historia política de los campe sinos latinoamericanos (1984-1985), Cultura y creación en América Latina (1984); escribió además El poder del pueblo (1986) y coordinó El Estado en América Latina: teoría y práctica (1984).
UNA NUEVA FORMA DE PENSAR AL PAÍS Pablo González Casanova inventó una nueva forma de comprender y de estudiar a México. Muy proba blemente dentro de cincuenta años lo leerán de la misma manera en la que hoy leemos con actualidad Los grandes problemas nacionales, de Andrés Molina Enríquez. Como lo ha señalado Lorenzo Meyer, La democracia en México es el primer gran estudio gene ral del sistema político contemporáneo hecho por un mexicano, desde una perspectiva mexicana y acadé
Pablo González Casanova abraza a Rosario Ibarra después de que ambos recibieran reconocimientos en el marco de la 6 Conferencia Sindical Nacional, 14 de septiembre de 2012 Foto: Yazmín Ortega Cortés/ archivo La Jornada
política. Concluyó que la falta de democracia produ cida por la explotación y el colonialismo interno im pedía al país caminar hacia una democracia repre sentativa y el desarrollo. Pero, a pesar de su adscripción universitaria, Gon zález Casanova ha ido más allá de las aulas para se guir desarrollando su labor de investigación. En una época como ésta, en la que una parte muy importan te del pensamiento vivo se encuentra lejos de los cir cuitos intelectuales tradicionales, don Pablo ha marchado hasta donde se localiza el laboratorio de sueños emancipatorios: abajo y a la izquierda. Hasta allí va el maestro, sea para escuchar y aprender, sea para hablar y enseñar. Frente a una academia prisio nera de la lucha por los puntos y el deslumbramien to de las pantallas de televisión, el profesor sigue caminando una y otra vez entre las barricadas de los que resisten. Para esos sectores, su liderazgo intelec tual es indiscutible. Nunca ha sucumbido a los cantos de sirena del poder. A sus noventa años, don Pablo mantiene la misma curiosidad epistemológica de siempre y el mismo rigor analítico. Con sentido común e inteligencia ha sabido mantener la frágil conjunción de compromiso y distancia, de aproximación y alejamiento del obje to del compromiso. Es, con mucho, uno de los más grandes intelectuales latinoamericanos •
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leer Estío en la canícula, Kelly A.K., Casa Editorial Abismos, México, 2012.
Este libro de pequeño formato –de bolsillo, se diría, pero incluso más reducido– lleva como subtítulo la siguiente aclaración: “poema en un sinnúmero de actos”. Los apellidos de la autora, por alguna razón que no se explica en el propio volumen, están reservados bajo las iniciales a.k., pero sí se informa, con cierta amplitud, sobre la ficha curricular de la poeta: que se graduó en Literatura Latinoamericana en la uia; que tiene una maestría en Estudios Críticos; que entre 2009 y 2010 fue becaria del Fonca para escribir una novela; que colaboró con José Gordon en el programa televisivo La oveja eléctrica; que su primer libro –del cual no se indica género–, titulado La espera: seducción de las bellas durmientes, fue publicado en 2010; que es candidata a un doctorado en Literatura Comparada y becaria del Writer’s Institute y, finalmente, que publica en medios impresos y electrónicos lo mismo cuento que crónica que artículos diversos. Quizá sean erratas, quizá no, pero de los setenta y ocho “actos” en los que está dividido el único y largo poema, los últimos seis repiten la numeración –en romanos– a partir del que tal vez era el setenta y tres, pero resulta ser un segundo “acto” sesenta y tres, amén de que hay fragmentos que, por la disposición de diseño tipográfico, no parecieran pertenecer al “acto” previo ni al posterior. Algunos de éstos son tan sucintos como puede leerse aquí: “(tampoco de eso se trata)”, mientras que otros, como el lix, llegan a ser tan poco legibles como se ve: “Version:1.0 StartHTML:0000000105 EndHTML:0000004598 StartFragment:0000002445 EndFragment:0000004562”.
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Apologética sobre la infancia en Lewis Carroll y sucesores, Jorge Hernando Daza Restrepo, Ediciones Sin Nombre, México, 2012.
El barrio y los señores, Gonçalo M. Tavares, Almadía, México, 2012.
LA INFANCIA COMO PERTURBACIÓN
LA VECINDAD DEL SEÑOR TAVARES
RICARDO GUZMÁN WOLFFER
CUAUHTÉMOC ARISTA
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e la conocida obra de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, es dable llegar a otras vetas de su autor, como la fotografía y el gusto visual por las infantas. A partir de este dato y de varios que se desprenden de Alicia, Jorge Hernando Daza Restrepo nos lleva al camino de la pedofilia, desde diversos ángulos, para evidenciar que el gusto por las niñas ni es nuevo, ni necesariamente debe ser un abuso ni un crimen. Pero no por ello deja de incomodar ante las muchas posibilidades que el fenómeno presenta. Publicado en el siglo xix , en plena época victoriana, Alicia apenas resultaba una expresión más de la época en que la doble moral llevaba a los extremos más aberrantes. El gusto por las niñas es uno que plantea dos opciones en esta filiación por una estética y el símbolo que en ello va: la eterna juventud en la inocencia de la infancia y la asexualidad. La búsqueda en la niñez de la propia regresión se puede revelar en adultos genuinamente preocupados por lograr el desarrollo sano y paulatino de los infantes, sin mayor interés, pero también los hay que buscan, además del goce sexual, la aprehensión de la etapa previa a la castración simbólica, donde la psique se decanta al rol de padre modelo. Una de las virtudes del texto de Daza es recopilar a una serie de narradores, fotógrafos y pintores con una evidente afinidad por las niñas, pero con la precisión de establecer la aproximación de varios para evidenciar que el mismo hecho puede tener muchas causas diferenciadas y hasta opuestas. Nombres como Nabokov, Hans Bellmer, Morton Bartlett, Jake y Dinos Chapman, William Bouguereau, Sally Mann, Jock Sturges, Ovenden y muchos otros, se estudian y ahí se destacan las técnicas contrastadas que no dejan de evidenciar las preferencias del espectador: la fotografía contra la pintura, lo descriptivo contra lo fantasioso, lo visible contra lo oculto. Además, bajo la óptica de la indagación pedófila, filmes conocidos toman significados novedosos: ¿quién pensaría en el Taxi Driver, de Scorsese como un filme donde se desarrolla esta pedofilia? Cierto que la Judy Foster de la película era una niña, pero la violencia opaca esa parte de la trama. El pretexto de la pedofilia conduce al lector a las preguntas fundamentales del arte. A entender que, con independencia de las intenciones del autor, siempre será el espectador el que dará significado a la producción artística, que también debe ser aceptada cuando muestra las facetas más terribles del alma humana, que suelen ser íntimas. Y, en el caso del gusto por las infantas, plantearse la pregunta de qué es lo que opera: el inconsciente o la moral, la ética o lo que uno se oculta. Stu Mead, cita Daza, nos sugiere que en cada cuento infantil hay un depravado oculto. De ahí a la estética de lo reprochable, hay un paso. Un ensayo que ejemplifica cómo un tema, por espinoso que sea, es ocasión de retomar cuestionamientos profundos sobre el arte y su interiorización. •
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econforta al lector encontrar en el nuevo libro de Gonçalo m . Tavares el apellido Juarroz. Y como lo acompañan los de Valéry, Breton, Calvino, Eliot, Brecht, Swedenborg y Walser, entre tanta buena sorpresa nace la inquietud por enterarse del criterio que los agrupó a todos en un barrio, denso e improvisado como las áreas cerebrales en que sus obras continúan generando pensamiento. No son ensayos sino relatos como en blanco y negro, donde personajes con estos intimidantes apellidos hacen lo único que saben: pensar, anotar, dibujar. A veces coinciden pero ello no es garantía de interacción. La vaguedad de sus rostros no les ayuda y son malos actores, pero uno los imagina moviéndose como Buster Keaton y Charlie Chaplin. El libro El barrio y los señores funciona como una serie de cuentos de lógica disidente o ejercicios de patafísica, no como la “supernovela” que prometen editores. Yo lo leí como un caso radical de crítica literaria. “Toda la explicación de la poesía –con los volúmenes de quinientas páginas de ensayo que analizan el tercer verso de un libro– parece no ser más que la colocación de una sustancia que pretende recubrir las fisuras sorprendentes que el verso instaló en el lenguaje. […] Quedamos, pues, con un lenguaje homogéneo y parvo”, dice el señor Breton en las primeras páginas. En esa restauración no incurre, por ejemplo, el señor Eliot en sus disertaciones sobre versos únicos. Se aparta de la exégesis e intenta una hermenéutica que pone al lector ante las disyuntivas que probablemente afrontó el autor de la línea comentada. Y todo esto en medio de una parodia de la proclividad académica de Eliot y de la incómoda pedantería de todas las conferencias, donde guarda la compostura hasta el señor Borges, “el grafitero del barrio”. Tampoco el señor Breton aspira a encontrar la verdad en la poesía. Lo uso como clave porque Tavares lo colocó al principio. Él se pregunta, qué digo, se entrevista desde su realidad o surrealidad que es la poesía, en busca del sentido de la verdad en la escritura. Su invariable respuesta: un silencio tautológico. Para que su crítica fuera literaria Tavares eligió a escritores conscientes de las propiedades intrínsecas de la escritura. Por eso no recurrió a la metodología clasificatoria ni a la anécdota biográfica, sino trata de poner en acción a figuras vagamente basadas en los mencionados autores del canon moderno. Su única acción que deja evidencia legible: la escritura misma; y en el caso de los señores Valéry, Swedenborg y Juarroz, el dibujo. Claro que ellos no son conocidos por trazos como ésos. A despecho de la forma en que los haya ideado Tavares, estos personajes parecen duendes huidos de los cráneos de los escritores con un par de ideas obsesivas como identidad. Y entonces despliegan su pensamiento apegado a las dimensiones reales de la página, sus acciones apegadas al pensamiento, los esquemas que gobiernan y justifican las ideas. Exactamente como el texto que aclara lo blanco y enfatiza la oscuridad de una hoja. •
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Calzada de los Misterios, Vilma Fuentes, Fondo de Cultura Económica, México, 2012.
LAS ESTACIONES DEL DESCUBRIMIENTO ANTONIO SORIA
La presente es la sexta novela publicada por la ensayista, poeta y narradora Vilma Fuentes, nacida en México y quien, desde hace más de tres décadas, alterna estadías entre este país y Francia. Es, también y desde 2000, articulista regular de esta casa editorial, tanto en la edición diaria como en ljs . Vaya lo anterior a manera de brevísima puesta en antecedentes para entender mejor –como inevitablemente hará el lector de esta Calzada de los Misterios– de dónde vienen la cadencia en el discurso, la eficacia narrativa y la intensidad anecdótica con las que Fuentes ha sabido nutrir esta obra que forma parte de la rigurosa colección Letras Mexicanas del fce . O quizá mejor sea indagar dentro de la propia novela; vale decir, andando y desandando las calles, avenidas, colonias, rumbos y barrios que son, simultáneamente, capítulos de esta narración de hondo aliento, así como señales en el camino que recorre/descubre la protagonista y, con ella, el lector. Desde la inaugural Calzada de los Misterios en la colonia Tepeyac Insurgentes, Pingo, que así es como la llaman sus padres y parientes, que en el juego literario de la verdad de la ficción –Vargas Llosa dixit– es y no es la propia autora, se abre paso a través de una ciudad, la de México, a la que ve crecer junto con ella: la Avenida del Niño Perdido en la Vértiz Narvarte; el Retorno del Futuro en la Valle de las Luces; la Cerrada del Desierto en Chimalistac; el Callejón del Diablo en Insurgentes Mixcoac; la Calle Fuente de la Inspiración en Fuentes del Pedregal, son apenas el arranque de una singladura urbana que, preciso es insistir, mucho tiene, o todo, de revelación que hace posible comprender más de una realidad: la del entorno, la del espacio físico que se habita, en primera instancia quizá, pero no más importante que ese otro ambiente, esa otra atmósfera que va descubriéndose al ir de la mano –mejor dicho de los ojos– de Pingo: el ambiente, la atmósfera sociocultural de un México, una ciudad capital que no parecía crecer, en aquellos años sesenta, al parejo del ímpetu urbanizador. Excepción hecha, claro está, de espíritus como el de la protagonista, quien, muy desde el principio y a pesar y hasta en contra de los deseos de su parentela entera, encuentra y decide quedarse a vivir en otro mundo también en permanente expansión: el que le brindan los libros, la literatura, el arte de la fuga que diría Sergio Pitol.
VOLVER AL PASADO: melodrama y restauración Gustavo Ogarrio
Con esa habilidad que tienen ciertos narradores para lograr que una idea compleja sea dicha de manera sencilla –el mejor, si no el único modo de hacerla totalmente comprensible y, por lo mismo, adquirible, aprehensible por parte del lector–, Fuentes va dosificando, calle por calle y paso a paso, elementos de lo que pareciera ser su personal poiesis, amén de su postura, en tanto escritora, frente al fenómeno literario. En palabras de la narradora y a la vez protagonista, he aquí algunos ejemplos que avalan lo anterior: “Mi fe en los libros fue más fuerte que mis dudas: todo estaba en ellos, era cuestión de hallar el volumen indicado.” Empero, matiza diciendo que “hoy todavía, la lectura de algunos libros donde siento la minuciosa preparación de cada página y puedo adivinar la fabricación y el previsible final, me sigo diciendo que Jorge tenía razón: el autor no puede compartir asombro alguno con el lector porque él mismo no descubrió nada en el curso de su escritura.” Aunque, de cualquier modo, prevalezca un apasionamiento que contagia: “Nadie se muere sin acabar un libro [se refiere a Cristián de Troyes, autor de Parsifal pero, aquí se añade, igualmente podría referirse al lector]. Eso no existe. Todos los libros tienen un final.” El Jorge al que se alude en la cita, así como las niñas compañeras del colegio, las monjas que lo administran, la hermana de la protagonista, la empleada doméstica en casa de ellas y varios más, son los personajes que pueblan, y también ensanchan, el universo siempre en expansión de esta Pingo cuyo principal desplazamiento no es tanto el que la lleva de un lugar a otro a lo largo de la ciudad entera, sino el que la conduce del deslumbramiento inicial frente a un mundo apenas entrevisto y atisbado, a la comprensión a cada tanto más cabal de aquello en lo que consisten la cotidianidad, la vida de todos los días y de toda la gente pero, antes que ésa, la propia vida interior, posiblemente siempre niña pero, precisamente gracias a esa condición, siempre dispuesta al asombro y al re-descubrimiento. •
F e de erratas Por un lamentable error, en el número 889 del 18 de marzo de 2012, el cuento “Despedirse de Livinus”, de Roger van de Velde, fue publicado sin darle el debido crédito a Fons Lanslots, el traductor, a quien ofrecemos –lo mismo que a nuestros lectores– una disculpa.
próximo número
Entrevista con Ma. Eugenia Flores
El sentido caduco de la actualidad jsemanal@jornada.com.mx
Vagamundo y otros relatos, Eduardo Galeano/La canción de nosotros, Eduardo Galeano, Siglo xxi Editores, México, 2012.
La reedición de estos dos bien conocidos volúmenes del igualmente conocido –y reconocido– autor uruguayo responde a la necesidad, más que evidente, de poner al alcance de las nuevas generaciones lectoras los títulos indispensables de la literatura latinoamericana. Casi cuatro décadas han transcurrido desde la primera edición del cuentario Vagamundo..., y un lapso similar de tiempo ha pasado también desde que la novela La canción de nosotros obtuviera, ex aequo con una de Haroldo Conti, el Premio Casa de las Américas en 1975; vale decir, en ambos casos, mucho antes de que las arriba mencionadas nuevas generaciones de lectores viesen la luz de este mundo. Leídos, recordados y celebrados por buen número de las generaciones previas, de ellos puede afirmarse, al menos, eso que los propios editores añaden: para los cuentos, que “fundaron el estilo narrativo que haría inconfundible, en los libros siguientes, la obra del autor”; para la novela, que “es sobre el exilio: el autor evoca su tierra prohibida y la recrea a través de las aventuras que en sus páginas se entrecruzan, sobre el trasfondo de la dictadura militar, en el tiempo de los horrores y los desafíos”. No se evita aquí el lugar común ni la reiteración: este par de títulos son de los indispensables en cualquier biblioteca personal bien surtida y son, evidentemente, una inmejorable puerta de entrada al opus Galeano para todos aquellos que, por una u otra razón, no se han acercado todavía a su abundante quehacer literario.
Perspectiva negra (ii y última) Podría decirse que la delincuencia se desarrolla en relación directa con el avance tecnológico y el estadio de las fuerzas productivas. El relato policíaco, en consecuencia, debe responder a estos factores. Escribir, a estas alturas, como Conan Doyle o Agatha Christie es absurdo. Se puede sustituir el palacete en la campiña inglesa por un viejo casco de hacienda; al aristócrata inglés por un hacendado de rancio abolengo y al flemático mayordomo que viste librea por un caporal de porte recio. Sin embargo, lo anacrónico seguiría siendo evidente. Hace algunas décadas, los médicos diagnosticaban a los enfermos a partir de la observación y los síntomas; en la actualidad no se atreven a diagnosticar sin tener en la mano estudios previos realizados en laboratorios calificados para ese fin. De manera similar, Sherlock Holmes se apoyaba en la observación directa para descubrir al culpable, y ahora la investigación policíaca se realiza apoyada en una serie de estudios forenses que van de la dactiloscopia al adn, y no soslaya la utilización de recursos electrónicos vía satelital para localizar o rastrear sospechosos o presuntos culpables. Así las cosas, ¿qué tanta credibilidad puede tener un investigador que sólo utiliza una enorme y ridícula lupa para la detección de rastros que lo conduzcan a identificar al culpable? La delincuencia, en la actualidad, se ha organizado; eso significa que su estructura ha alcanzado niveles muy complejos, similares a los de las grandes trasnacionales. La misma delincuencia se ha trasnacionalizado. Por otra parte, para conseguir sus objetivos, ha desplegado una intrincada red de corrupción que se extiende no solamente por los ámbitos de las policías responsables de su persecución, sino también por los poderes judiciales y políticos. Esto no excluye la posibilidad de que también algunos grandes empresarios y empresas estén en el ajo, pues, ya lo decía cierto clásico, los burgueses son capaces de fabricar la cuerda con la que serán colgados si esa producción les reditúa pingües ganancias. Como puede verse, para los escritores mexicanos de relatos policíacos la perspectiva es bastante negra. Sería ridículo, a menos que se haga como una farsa, seguir utilizando un detective privado similar a aquellos que se localizan en los inicios de este género. También inverosímil, o por lo menos muy difícil de hacer creíble, sería presentar como protagonista a un policía cuando para los mexicanos viene siendo lo mismo que los delincuentes. El protagonista de una novela policíaca ubicada en estos tiempos debería tomar en cuenta que el “sexenio valiente” dejó una estela de muertos, no de luz, además de un incremento, en un año, de aproximadamente dos millones de pobres; una caída estrepitosa en el poder adquisitivo del salario, un índice de desempleo muy elevado… ¿Por qué tomar esos datos en cuenta? Porque es obvio que para una persona desempleada, con una deficiente educación y pérdida de valores morales y sociales, la única manera de alimentar y darle techo a su familia será por la vía de la delincuencia.Y una prueba de esa vía la encontramos en el caso de los jóvenes sicarios que se involucran con los narcos porque ven ahí la manera fácil de conseguir unos pesos para vivir y chance hasta para darse la gran vida, aunque sólo sea por unos cuantos meses. Si se los quiebran, pues ya lo bailado quién se lo
quita. Cierto, ha surgido la llamada narcoliteratura, pero como ya lo he dicho en ocasiones anteriores, ésta se queda en la epidermis, en lo folclórico; no llega a la raíz del problema ni pone en evidencia las múltiples ramas y raíces de este ilícito. ¿Por qué? Porque hacerlo reclamaría una toma de posición respecto al sistema, y si se trata de buscar la justicia, por fuerza llegaríamos a condenar el capitalismo, y hacer esto sería tanto como declararse comunista o socialista y eso: “¡Fuchi! Ningún escritor que se respete puede declararse partidario del totalitarismo”. De nuevo: se confunden las ganas de mear con las de hacer el amor; en otras palabras, se cree que socialismo es igual a totalitarismo. Resulta evidente que el neocapitalismo mostró su incapacidad para resolver los problemas sociales y económicos del mundo: España, Grecia, Italia, Portugal, etcétera son la muestra. Pero, por otra parte, con el socialismo real (como se le llamaba antes) ocurrió algo similar, y el que sobrevive es una especie
de caricatura de socialismo. De ahí la necesidad de que el autor del género policíaco redefina los elementos con los que deberá trabajar. •
13 de enero de 2013 • Número 932 • Jornada Semanal
Ana García Bergua Un viaje a India El último libro de Margo Glantz, en el que interviene también su hija, la fotógrafa Alina López Cámara, es un viaje a India que en realidad son varios viajes sucesivos de la autora a ese país del que tanto se ha dicho que es hermoso y horrible, todo a la vez, y que sin embargo atrae desde siempre a tantísimos viajeros, imantados por la combinación entre lo sagrado y lo elemental, lo sublime y lo desgarrador, una otredad que pareciera concernirnos a todos en su representación del fondo de lo humano. La admirable Margo –que en este libro, coeditado por la Dirección de Literatura de la unam y Sexto Piso se presenta como escritora y viajera– recorre incansable las calles de Delhi, de Bombay, Benares, Kurajaho, Jaipur, entre muchas otras y en épocas distintas, y con la misma atención describe las joyas de un templo, el raquitismo de los perros o las vacas, los saris de las mujeres, de colores inverosímiles, los harapos de los mendigos, el aspecto de un grupo de bailarines de Bollywood o las elegantes vestimentas de unos turistas ingleses y alemanes en un tren. Las diferentes visitas a India de Margo Glantz, con amigos escritores, en grupo, con sus hijas Renata y Alina, sola incluso, se superponen como acuarelas insistentes en un cuaderno de viaje por ese país que en ella es como una especie de obsesión. Así lo expresa luego de que al salir de un concierto, en Londres, extravía un saco de seda negra comprado en Jaipur: “Siento como si se me hubiese extraviado una mano… Tengo que volver a visitar ese país, lo amo y lo aborrezco…India es como esos amores desgraciados que nos acechan siempre con su tufillo a veces hediondo, a veces maravilloso.”Y es que los olores acechan por todas partes en estos reiterados viajes a India, como un curioso recordatorio para la viajera: un olor a especias persistente, mezclado a veces con flores, o con basura, o con deshechos, o con cadáveres, un olor descrito por el escritor Naiyer Masud, cuent a M a r g o, t a n a n t i g u o c o m o e l mundo, antes de que existieran las flores y que al inhalarse induce a recordar lo olvidado. “Sí, India es un país horrendo y maravilloso, epítetos que repetimos invariablemente los que viajamos, país que deja recuerdos inolvidables, lugar común que podría leerse en un Reader’s Digest cualquiera. Lugar común evidente y ¿por qué no?, verdad sagrada. En Varanasi, como en Delhi, en Bangalore, en Agra, en Hyderabad, en Mumbai, el mismo polvo, el mismo caos, la misma contaminación, la misma mierda, las infaltables vacas, todo se repite…”Y sin embargo, en esa mezcolanza están los templos como oasis, las sedas, los ríos, los elefantes siempre decorados, las muchísimas deidades y religiones hinduistas, así como la musulmana, con distintas ceremonias, costumbres y modos de purificación, como las misteriosas Torres del Silencio de la religión parsi, a las que se lleva a los cadáveres a ser devorados por buitres, para que no contaminen la tierra o el agua. Los pasos de Margo, en este libro construido con base en fragmentos como muchos otros, parecen trazar un mapa que va y viene sobre imágenes que le obsesionan, un poco como el viajero que retorna a la esquina donde vio algo que le interesaba mucho, pero que al hacerlo siempre encuentra otra cosa. ¿Qué guarda de su periplo un viajero? Las imágenes y los recuerdos del viaje dependen por completo de su poder de observación, de su testimonio personal y subjetivo. Por ello los buenos relatos de viaje son mucho más brillantes y vívidos que las tristes fotografías con que un turista busca suplantar la experiencia y la memoria. El don de observa-
PASO A RETIRARME
Orlando Ortiz
PROSA-ISMOS
arte y pensamiento ........
ción de Margo abarca todo: lo sublime y lo horrendo, y en ese afán, me parece, busca abarcar un país en el que esos ámbitos se entremezclan cotidianamente de manera misteriosa. La de Margo Glantz es una mirada crítica y avasallada por un país que en muchísimos aspectos recuerda al nuestro, pero que parece trazar otras coordenadas sorprendentes, tanto quizá, que la cultura sempiterna devora ahí a la modernidad y le cambia el sentido. Comprenderlo sería una tarea infinita, que periódicamente han realizado muchos otros escritores, desde Forster hasta Octavio Paz, y que intervienen en los apuntes y referencias de Coronada de moscas, como acompañantes de la viajera Margo Glantz. Las bellas fotografías de Alina López Cámara, al atrapar esta mezcla desconcertante de color y belleza mezclados con el polvo, nos abisman en el acertijo. •
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........ arte y pensamiento
Alonso Arreola alarreo@yahoo.com
En busca del tololoche perdido El trío Los Juglares está sentado al fondo del bar semivacío. Sobre el escenario, el trío Los Bohemios le dedica una canción. Son amigos. Hacen bromas como si estuvieran solos. Y casi. Los clientes apenas suman una treintena. Se nota que la mayoría son visitantes asiduos, melómanos que se niegan a olvidar de qué están hechos. Nosotros, en cambio, llegamos aquí después de mucho indagar en el zócalo principal de Mérida, preguntando a los músicos más viejos en dónde escuchar trova yucateca. No fue fácil. “Vayan al lugar de Tony Espinoza por la plaza Santa Lucía; se llama El Nuevo Trovador Bohemio”, nos dijo un anciano con guitarra al hombro. “Ya no hay otro lugar dedicado a la trova”, remató su acompañante. Y sí, cada vez se toca menos en bares y cafés de Yucatán, donde hoy suenan mutaciones de rumba, salsa y bolero electrificados. Parece que la vida social de la trova ha quedado confinada a los museos, las plazas y aceras de fin de semana donde turistas y fiesteros de paso compran canciones a 75 pesos. Una tristeza, pues es una de las formas más sofisticadas de nuestra música tradicional, sobre todo en la organización y ejecución de voces, en los vuelos que han de alcanzar sus requintos, en los versos de quienes daban la espalda a lo ordinario. Originalmente interpretada por grupos numerosos, la trova cambió su dotación a principios del siglo xx para llegar a un formato de guitarra, requinto y tololoche yucateco, especie de guitarrón bajo con un sonido profundo y dulce, pero que al paso del tiempo resultó impráctico por su tamaño. Pretexto principal de nuestra visita a Mérida, este curioso tololoche no dejó verse sino hasta que llegamos al Museo de la Canción Yucateca. Animal en extinción, desde el silencio de una vitrina nos contó sus andanzas al lado de Guty Cárdenas, Chan Cil o Ricardo Palmerín, pilares de la trova que supieron unir talento al de poetas entrenados en el enaltecimiento del amor y la mujer: Pastor Cervera, Ermilo Padrón, Luis Rosado Vega y Ricardo López Méndez, entre varios más. Ubicado en la calle 57, a la vuelta del parque La Mejorada –allí donde el restorán Los Almendros prepara su deliciosa longaniza asada–, este museo celebra treinta y cinco años de existencia, aunque originalmente nació en otra locación. Se trata de una vieja casona colonial color verde pastel con patio central y concha acústica, espacio sin recursos pero digno, donde continuamente se celebran conciertos a cargo de quienes han heredado la tradición. Sin duda una visita obligada en la ciudad blanca si se desea conocer parte de su espíritu más esencial. Aún con la esperanza de encontrar un tololoche en estado “natural”, planeamos ir al mercado Lucas de Gálvez, principal en el abasto de Mérida. De ambiente agitado, empero, en sus entrañas no grita ni canta la gente. A las siete son pocas las voces que se elevan buscando clientes. Todos saben su función, su lugar en el orden de la mañana. No hay música, pero los olores y sabores la suplantan. Kibis, polcanes, brazos de reina y una gran variedad de tamales dan cuenta de las influencias española, libanesa y caribeña que perviven en la zona, algo también presente en el bambuco, los boleros, las habaneras y las claves musicales de Yucatán. En contraste, recordamos lo visto en la avenida Montejo la noche anterior: un grupo de bailarines atendiendo a una salsa elec-
trónica de irracional volumen para entretenimiento de turistas que difícilmente se arriesgarían buscando bebidas como el xtabentún. También recordamos que, cerca del hotel Fiesta Americana, Coca Cola regalaba rosca de reyes mientras sucedía un espectáculo que fusionaba lo peor de Tatiana con lo peor de Wisin y Yandel. Huimos ayer y huimos hoy. Planeamos un escape que nos aproxime a lo sagrado. Tal vez allí se nos aparezca algún tololoche perdido, exiliado de la urbe que ya no lo comprende. No será sencillo. El cenote Ik-kil nos recibe con pop anglosajón. Parece que hemos llegado a un balneario del centro del país y no a una puerta del inframundo maya. Con las paredes remozadas en concreto, iluminación y cascada artificiales, es casi imposible imaginar su antigua belleza, la imperfecta. Avanzamos entonces hacia Chichén Itzá, en donde nos sorprenderán las playeras de quienes “sobrevivieron” al “fin del mundo”, así como la mala ubicación de sus vendedores. La claridad del templo de Kukulcán nos rescatará impulsándonos hacia cenotes más puros, hacia la inigualable Uxmal desde la cual imaginaremos estas líneas. Allí, acompañados por el silencio del tolok innumerable que se bebe el sol a sus anchas, curaremos nuestra frustración ante la desaparición del tololoche. Aplaudiremos por el tiempo que nos acompañó y, frente a la Pirámide del Adivino, escucharemos de rebote el canto del quetzal: “Quisiera preguntar a los ocasos/ si aún es tu corazón nido vacío,/ para poder soñarme entre tus brazos/ y allí en tu corazón dejar el mío.” •
Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com
El defecto como posibilidad No son muchos los cineastas, y no se habla sólo de los mexicanos, que pueden presumir de lo que con justicia sí puede Carlos Reygadas: aparte de una cifra enorme de certámenes cinematográficos, en muchos de los cuales se ha llevado el reconocimiento principal, los cuatro largometrajes de ficción que lleva filmados hasta ahora han participado en una u otra sección del Festival de Cannes. Pero no sólo eso, pues exceptuando su segunda incursión –con Batalla en el cielo, hace siete años–, algo se ha llevado cada vez: en 2000, su ópera prima Japón lo hizo acreedor a una mención especial en la sección Cámara de Oro; en 2007 obtuvo el Premio del Jurado por Luz silenciosa y, finalmente, el año pasado ganó el Premio al Mejor Director gracias a Post tenebras lux. Concisión, brevedad, economía de recursos, estilo propio y efectividad, son sin duda algunas de las primeras ideas que vienen a la mente a la hora de pensar en el cine de Reygadas, y vayan las cursivas para enfatizar que, precisamente por lo innegable y lo notable de las características arriba mencionadas, muy temprano en la carrera del cineasta comenzó a manejarse tal concepto, sin que por el momento importe decidir si hay una justificación clara y cierta o si, habiéndola, tendrá vigencia mucho más a largo plazo, que es como una aseveración de tal naturaleza cobra auténtico sentido. Por el momento, pues, a tal grado se habla de ese cine que también, con similar velocidad, hablose de los Reygaditas, concepto que se explica por sí solo y que al Reygadas original no puede sino beneficiarlo, por aquello de “bienaventurados nuestros imitadores, porque de ellos serán nuestros defectos”.
CINEXCUSAS
Jornada Semanal • Número 932 • 13 de enero de 2013
BEMOL SOSTENIDO
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Posibilidad uno Empero, hay al menos dos posibilidades que de ninguna manera podrán jamás obrar en su beneficio y que, sin pertenecer a la misma esfera ni poseer, en el fondo, similar trascendencia, sucede que han tenido –mejor dicho, están teniendo– lugar simultáneamente. La primera es sin duda la menos importante de las dos pero, al mismo tiempo, es la más fácil y rápidamente visible, y consiste en el desprecio redondo y sin fisuras que a Reygadas le merece lo que digan, escriban y, por ende, piensen todos aquellos que mediáticamente se ocupan, por labor o por placer, de su cine –incluyendo, por supuesto, a estas líneas y a su autor. El ejemplo más reciente es Post tenebras lux, es decir, el contraste radical entre lo que inicialmente manifestó la gran mayoría de la prensa especializada –cualquier cosa que a estas alturas pueda significar eso– y lo que Reygadas tuvo a bien ripostarle, y lo que poco más adelante esa misma prensa decidió opinar, que si no fue radicalmente opuesto sí fue bien distinto a lo primero, y que al cineasta le provocó una sonrisa más bien socarrona que hasta sin verla se veía. Mala prensa, resumiría Masdeuno, misma que por otro lado, y a fuer de sinceridad total, ninguna o muy poca mella puede hacerle a la propuesta fílmica de Reygadas, decididamente antipopular y minoritaria. Dicho de otro modo, ninguna cantidad de “taches” mediáticos alejará a nadie de una sala donde se exhiba Post tenebras lux, como tampoco una tonelada de “palomitas” hará que a esa sala se precipiten multitudes. Lo que sí conseguirá –más allá, por cierto, de brindar una buena oportunidad para reflexionar en torno a lo que Cadavezmasgente define como la inutilidad de la crítica– es un efecto enojoso por necesidad: hacer más visible al cineasta
Post tenebras lux
que a la película, fenómeno del cual en México no faltan ejemplos y del que, habrá percibido claramente el improbable lector, estas líneas quieren ser deliberado e intencional ejemplo.
Posibilidad dos La segunda posibilidad tiene desde luego mayor relevancia y consiste en el probable/discutible hecho de que el propio Reygadas pareciera desear el primer sitio entre los Reygaditas; algo así como un repetidor, uno supondría que consciente, de aquellos recursos estilísticos y narrativos que innegablemente domina con total soltura pero que, paradoja de por medio, dan la impresión de ir restándole soltura a él, al dominarlo, y que las muy escasas incorporaciones formales incluidas en Post tenebras lux no alcanzan a contrarrestar. Quien haya visto sus tres cintas previas y vea esta última puede pensar una de dos: que hay un estilo claro y sostenido, o que los cuatro filmes acaban siendo demasiado similares. Piense el espectador lo que se le antoje: al fin y al cabo que a Reygadas lo que Uno piense le importa bastante poco. •
arte y pensamiento ....... LA JORNADA VIRTUAL
13 de enero de 2013 • Número 932 • Jornada Semanal
Naief Yehya naief.yehya@gmail.com
Una masacre estadunidense más: Newtown Sacrificio inútil El 14 de diciembre de 2012, Adam Lanza, un joven de veinte años, entró, abriéndose paso a tiros, a la escuela primaria Sandy Hook de Newtown, Connecticut, donde estudió. Iba armado con tres armas semiautomáticas: un Bushmaster xm -15 (la versión civil de la carabina de asalto ar -15 militar), una pistola Glock de 10 mm y una pistola sig Sauer de 9 mm, aparte de un rifle .22 Marlin, con el que mató a su madre de cuatro tiros en la cabeza antes de ir a la escuela. De manera semejante a James Holmes, el asesino del cine de la ciudad de Aurora del 20 de julio de 2012, Lanza iba disfrazado de comando, con ropa negra de apariencia paramilitar y una máscara. Lanza asesinó a veinte menores de seis y siete años (doce niñas y ocho niños), así como a siete adultos (incluyendo a su madre), antes de darse un balazo. Le disparó a sus blancos numerosas veces con balas diseñadas para causar el máximo daño posible; todos recibieron más de un balazo, algunos hasta once impactos. La matanza duró poco menos de 15 minutos en los cuales disparó cerca de cien balas. Lanza era un joven brillante que aparentemente padecía del síndrome de Asperger, por lo que tenía dificultad para socializar y relacionarse con la gente. Vivía con su madre, Nancy, una entusiasta de las armas que lo llevaba a practicar tiro de cuando en cuando.
Reacciones condicionadas A pocas horas de la masacre ya se apilaban los osos de peluche y los ramos de flores en altares improvisados en diferentes lugares. Estas atroces instalaciones, que parecen celebrar más el consumismo desaforado y frenético que
A LÁPIZ Diccionarios del español de México (i de ii) Por razones indirectamente escatológicas me di a la tarea reciente de zambullirme en algunos de los diccionarios existentes del español de México. Me explico. En un artículo “académico” me atreví a afirmar: “Sobra decir que, en España, la palabra culo designa a las ‘nalgas’, a diferencia del uso mexicano, casi siempre referido al ‘ano.’” Me refería al título de un libro de Carlos Blanco Aguinaga, De mal asiento. Incluso agregué una explicación, tomada del Diccionario de María Moliner: “En España se llama culo de mal asiento a la persona excesivamente inquieta, que cambia constantemente de lugar, ocupación o idea, no obstante que la expresión no aluda a las posaderas de ninguna persona sino a la comparación con una vasija que, por su fondo irregular, no se asienta bien sobre la superficie en que reposa y, por ello, se menea o muestra inestable.” Uno de los dictaminadores de la segunda ronda de lecturas de dicho artículo fulminó un breve “revisar”, lo cual perturbó mi condición de usuario del español mexicano (ya extenso, por los años que llevo ejerciéndolo): ¿me estaba equivocando? Recordé una anécdota contada por Begoña Zorrilla, pintora mexicana de ascendencia vasca: de visita en España con su familia, una de sus primas amenazó al hijo por una travesura: “¡Deja de hacer eso o te reviento el culo!” Begoña se escandalizó: “¡Oye, no es para tanto!” De la charla posterior entre ambas primas surgió la aclaración de que, en España, “culo” se refiere a “nalgas”, frente al uso mexicano que opta por “ano”. Claro, no es lo mismo “reventar” unas nalgas que el ano porque, encima de todo,“reventar”, en España, no significa necesariamente “hacer estallar”.
expresar un auténtico sentimiento de dolor, se han vuelto emblemáticas de una era de sentimentalismo instantáneo y reciclable. De la misma manera, una vorágine de muestras de duelo infestaba las redes sociales y los medios electrónicos. En la televisión los reporteros lloraban junto con las víctimas frente a las cámaras en un novedoso énfasis por demostrar su empatía. Una vez más se recicló la vieja discusión en torno a la cultura de las armas y los demás factores usualmente señalados como posibles responsables de este tipo de tragedias, que en este país tienen lugar con alarmante regularidad. Los sospechosos de siempre son los filmes y videojuegos violentos que tienen supuestamente el poder de influenciar al público para cometer actos criminales atroces. Asimismo, se culpa a las enfermedades psiquiátricas y, de paso, a las drogas –en este caso, las legales–, usadas para combatir la depresión, los trastornos de ansiedad, emocionales y de personalidad, en particular los controvertidos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (o ssri por sus siglas en inglés). Sin embargo, lo que queda claro es que pase lo que pase, ningún político se atreverá a luchar para limitar seriamente el derecho de los estadunidenses a comprar, acumular o portar prácticamente cualquier tipo de arma, ya que eso constituiría un suicidio político.
Los sospechosos usuales El argumento en contra de la violencia en los medios es obviamente risible. El entretenimiento violento (incluyendo los juegos de tiradores en primera persona más explícitos y sangrientos) que se consume en Estados Unidos, es el mismo que se devora en el resto del mundo con similar avidez. Sin embargo, en el resto del mundo las balaceras escolares son una rareza. En todo el mundo hay personas con desórdenes mentales, algunos de los cuales potencialmente pue-
den provocar actos de violencia extrema. Sin embargo, pocos pacientes de estas enfermedades fuera de Estados Unidos tienen acceso a las armas, en particular a las extremadamente poderosas y capaces de disparar enormes cantidades de balas. La epidemia de uso de drogas del tipo ssri ha sido vinculada a muchos de los asesinos múltiples en los últimos años. El uso de estos medicamentos se ha popularizado en muchas partes del mundo, pero es en eu donde se ha dado la inmensa mayoría de los crímenes masivos cometidos por sus usuarios.
Armas legales e ilegales pero siempre culpables De tal manera que volvemos a la primera y más evidente variable: las armas. Y mientras los políticos progresistas tratan de imponer reglas tibias para no enfadar demasiado a la Asociación Nacional del Rifle ( nra ), como limitar el tamaño de las cartucheras o la venta de armas de asalto como el Bushmaster, o imponer un tipo de licencia federal con un modesto período de espera para verificar la información del solicitante. Nada de esto tiene el menor efecto en el gigantesco arsenal público existente en este país, el cual suma alrededor de 300 millones de armas. Los fanáticos de las armas tratan de defender su manía alegando una diferencia entre quienes tienen “armas legales” y quienes poseen “armas ilegales”. Sin embargo, la gran mayoría de los genocidas solitarios han empleado armas comparadas legalmente. Empantanado de esa manera, el debate no va a ningún lado y en algún rincón del país alguien ya comienza a elegir su disfraz y sus armas, y a planear su próxima carnicería. •
Enrique López Aguilar alapiz2000@gmail.com
Nalgas y ano se encuentran en la misma zona geográfica de la anatomía humana y la revisión sugerida por el dictaminador no me llevó a un trabajo espeleológico de campo para discernir, in situ, si ano y nalgas son lo mismo desde la perspectiva del culo, pero sí a una pesquisa de diccionarios; dos generales: el Diccionario de uso del español, de María Moliner, y el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, de Joan Corominas y j . a . Pascual; y cuatro mexicanos: el Diccionario de mexicanismos, de la Academia Mexicana de la Lengua; el Diccionario del español usual en México, cuya investigación fue dirigida por Luis Fernando Lara; el ya venerable Diccionario de mejicanismos, de Francisco j . Santamaría; y una curiosa novedad: el Chilangonario. Vocabulario de supervivencia para el visitante de la Ciudad de México, de Alberto Peralta de Legarreta. Según Corominas, “culo” procede del latín culus, cuya primera documentación es de 1155, aparecida en el Fuero de Avilés. Antes de pasar a las derivaciones de la palabra,
Corominas indica: “Secundariamente, en Asturias ‘el ojo de la aguja’”, lo cual ya es algo (puesto que no pienso perderme en la pesquisa de usos como “ojete” y “el ojo del culo”). Entre los demás diccionarios propuestos, Moliner confirma el uso peninsular de la palabra “culo” como sinónimo de “nalgas”, el de Santamaría es un tanto ambiguo (me parece que por un exceso de puritanismo) y el de Lara es el único que, en segunda acepción, propone “ano” como sinónimo de “culo” para efectos del uso mexicano. El de la Academia Mexicana de la Lengua y el de Peralta (que tiene el mérito de funcionar como un registro sincrónico del español de Ciudad de México en los alrededores de la segunda década del siglo xxi) consideran que “ano” es, en México, la primera acepción de la palabra “culo”. Los diccionarios de la Academia Mexicana, Lara, Santamaría y Peralta deben considerarse diccionarios especiales y diferenciales, según lo explicado por José Moreno de Alba en la Presentación del de Mexicanismos, pues en ellos se encontrarán “voces y definiciones si no precisamente exclusivas, sí propias del español mexicano” y no pretenden explicar el léxico total de la lengua española. Al margen de las exploraciones comentadas, creo posible concluir que, independientemente de las acepciones que la palabra tuviera en México y España, el resultado de la búsqueda no excluye que en México y en segunda acepción “culo” sea sinónimo de “nalgas”.Vale decir que, de acuerdo con el habla situacional, cualquier usuario del español de México sabe diferenciar si con la palabra “culo” su interlocutor se refiere a las “nalgas” o al “ano”; sospecho que también lo sabe deducir no sólo el hablante peninsular, sino el de cualquiera de las normas lingüísticas españolas. •
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Jornada Semanal • Número 932 • 13 de enero de 2013
....... arte y pensamiento Germaine Gómez Haro
ARTES VISUALES
Gottfried Helnwein: maestro de la ambigüedad Por las calles de la ciudad se vislumbra, entre los variopintos carteles publicitarios de incontables eventos y propaganda comercial, la imagen estrujante de una niña con el rostro y el vestido blanco bañados en sangre. Parece una fotografía, pero se trata de una alucinante pintura realista hasta la perfección, obra del artista vienés Gottfried Helnwein, cuya exposición retrospectiva titulada Fe, esperanza y caridad se presenta simultáneamente en tres diferentes espacios en la ciudad: el Museo de San Carlos, la galería Hilario Galguera y la Galería Cimentación del Monumento a la Revolución, donde se exhibe una serie de fotos de niños mexicanos realizadas ex profeso para esta muestra. Como complemento de esta última, tres fotografías monumentales cubren las fachadas de edificios ubicados en la Plaza de la República. Maestro virtuoso de la pintura y el dibujo, fotógrafo, performancero, diseñador de escenografía y vestuario para el teatro y la ópera, Gottfried Helnwein nació en 1948 en la capital austríaca devastada física y moralmente por la crueldad de una guerra que aniquiló a millones y dejó con el alma rota a otros tantos. La Viena que le tocó vivir en su infancia carecía de colores y de sonrisas: una ciudad gris con habitantes grises, poblada por seres mutilados y deformes a consecuencia de las inclemencias, de las armas mortíferas y de la demencia del nazismo. Los niños fueron las víctimas más descarnadamente afectadas e, indirectamente, Helnwein fue una de ellas. Desde muy joven, ese pathos lo condujo a la búsqueda de la expiación y de la redención a través del arte. El suyo es un arte que plantea preguntas al confrontar al espectador con escenas sórdidas, hasta cierto punto apocalípticas, carentes de colorido pero pletóricas de sensaciones: su pintura es perturbadora a un tiempo que despierta ternura y curiosidad. Las exposiciones se recorren en el equilibrio tenso de quien experimenta la transgresión y la emoción, la fascinación y el rechazo. La indiferencia es poco probable.
Si bien el arte de Helnwein no se puede deslindar del contexto social e histórico del que surge, salta a la vista que su trabajo va más allá de éste y de sus posibles interpretaciones meramente circunstanciales. Los niños frágiles y vulnerables que vemos en sus pinturas, en algunos casos vendados y salpicados de sangre, y con la piel tenuemente maquillada en un tono blanco, mortecino, son una extensión del inconsciente colectivo y, como tal, a un tiempo atraen y repelen en una dicotomía vibrante: la belleza y el horror, la inocencia y la lascivia, lo sagrado y lo profano… Otras escenas en sus pinturas parecen extraídas de un film noir, el misterio palpita en ellas, como en la sonrisa sarcástica y hasta macabra de sus Mickey Mouse y Donald Duck,
Jorge Moch
personajes que dotaron de color y alegría su monocromática infancia y despertaron la imaginación del niño tímido y temeroso. Y es así como mediante el sacrificio –escribe la curadora Susan Crowley– entre el artista y el espectador se vive una catarsis. Llama la atención que la crítica Blanca González (Proceso, 17 de diciembre, 2012) haya tildado esta muestra de “retinal, escandalosa y simplista”, cuando a todas luces se trata de un artista de un refinamiento y una capacidad de introspección y expresión poco comunes en el ámbito de la creación contemporánea. En el mismo artículo reclama a Carmen Gaitán, directora del Museo de San Carlos, la organización de exposiciones “ajenas a la vocación de sus acervos”, punto de vista con el que también difiero, ya que la “vocación” de los museos hoy en día no es permanecer estáticos haciendo refritos de sus colecciones, sino propiciar la experiencia dinámica en un público heterogéneo al que se le debe ofrecer, ante todo, calidad. El trabajo de Gottfried Helnwein, de difícil clasificación pero incuestionable valor técnico, conceptual y filosófico, se inserta plenamente en el lenguaje contemporáneo interdisciplinario, toda vez que se vincula estrechamente con los grandes maestros del pasado –Goya, Rembrandt, Vermeer, Caravaggio, De Latour–, en sintonía con el simbolismo, el expresionismo alemán, el accionismo vienés y creadores más recientes quienes, como él, se han ocupado de los vericuetos internos de la condición humana: Gerhard Richter, Francis Bacon o Lucian Freud. Qué mejor que un museo de tradición clasicista como lo es San Carlos –y es el mismo caso del Munal– se integre a la tendencia universal de romper barreras cronológicas y estilísticas para presentar exhibiciones arriesgadas como la presente, la cual, en mi opinión, marca un hito en la manera de concebir la pintura contemporánea. •
CABEZALCUBO
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La invasión de los mandriles El amor por todas las criaturas vivientes es el más noble atributo del hombre Charles Darwin
Hemos sido invadidos con inicial sutileza por una legión de mandriles. Un saltapatrás evolutivo. Un retroceso que avanza como infección, marea perniciosa y furtiva. No es nueva la quinta columna involutiva, pero quizá ahora nos percatamos porque no había sido tan obvia. O tan cínica. Algunos de quienes masticábamos la sospecha de su maniobra adivinamos mandriles detrás de un escritorio en el banco, en el banco de la escuela, o dando clases. Malas caras de mandriles en las oficinas de gobierno. Los imaginábamos detrás de recias puertas de roble con adusto guardaespaldas de puños cruzados al frente; los intuíamos en altares y sacristías, los comprobamos al volante de microbuses y patrullas. Creíamos, no obstante, que un búnker albergaba humanos dedicados al control de los mandriles, aún en la perversa función de ser quienes mustiamente halaban las correas del macaco, por lo menos socorría la corrosión del pensamiento que el jefe era un ser humano, aunque fuera un siniestro político, un líder sindical corrupto, un diputado vendepatrias o un militar represor, machista, arbitrario y asesino. Pero humanos. O casi. No es tampoco cosa fácil reconocer a los mandriles así como así: casi todos se maquillan los azules belfos, usan blúmeres, vestidos coloridos y pantalones de corduroy con los que esconden sus rojísimas, inconfundibles nalgas. Ocultan de bostezos y sonrisas el largo de sus colmillos y ponen de vez en cuando su mejor cara aunque, precisamente, un rasgo característico de los mandriles es su virulenta predisposición a joderle la existencia a lo que se mueva.
Pensábamos, los creyentes, que los mandriles eran una suerte de mal necesario, de mano de obra de bajo mundo para mantener cierta cantidad de muy sanos balancines en los múltiples entresijos de la sociedad: demasiada bondad no hubiera sido creíble, demasiada perfección, aburrida. Suponían una especie de equilibrio de las connaturales dualidades entre el bien y el mal con que se construye el mundo… Creíamos, un poco cobardes, que mejor dejarlos hacer, si al fin habría un señor como nosotros, pero mucho mejor informado e infinitamente más poderoso, a cargo –secretamente, desde luego– del garlito de los mandriles. Y entonces prendí la tele y vi a un mandril de corbata diciendo mentiras como si fueran noticias. Cambié el canal y encontré a otro mandril, gordo como yo que casi no me muevo, hablando de deportes. Cambié otra vez el canal y me topé una familia de mandriles, hembras y machos hablando de quién se cogía a quién, de que si fulana mandril estaba guapísima con unos kilitos de más o si al mandril zutano le gustaban solamente los menganos y no las menganas. Cambié violentamente el canal y me encontré dos mandriles hembras coreando: “Quise ser como Shakira,
pero naquiaba con el ‘ira’; quise ser como Thalía, pero lo naco se me salía…” Cambié de canal una última vez para ver otro par de mandriles zangolotearse en el suelo de un foro de televisión mientras otro mandril se reía de ellos y un coro de mandriles disfrazados de payasos festejaba sus burlas estúpidas. Supe que el mandril se llama Mayito. Apagué, ofuscado, el aparato. Y entonces prendí la radio, y escuché una y otra vez el llamado de los mandriles a comprar porquerías que todos quieren pero ninguno necesita con tal de pagar en veinticuatro comodísimas mensualidades sin intereses. Y cambié de estación, para tener que soportar los gañidos de un mandril que, al frente de una banda de mandriles, entonaba otro berrido, picado de mal de amores y arrebatos líricos de farmacia, y reclamaba usando trasfondo de música horrible y facilona: “No es fácil continuar si estás herida/ son las trampas que siempre tiene la vida/ al diablo con los guapos y sus mentiras.” Apagué la radio, pero unos mandriles la escuchaban acá al lado mientras pintaban un muro y aullaban entre brochazo y brochazo, felices. Con tapones en las orejas prendí la computadora y abrí internet. Anónimos mandriles me informaron en sus notas seudoperiodísticas que un hindú orate y ególatra gastó 23 mil dólares en una camisa de oro y que Katy Perry luce una figura “insuperable” (sic)… Y entonces me doy cuenta de que el mandril que no entiende nada en el enajenado universo humano soy yo, el primate al final de la infinita línea que imaginó Émile Borel, pero no para escribir las obras de las bibliotecas del mundo, sino apenas esta humilde, inconsútil columna dominical que tendrá, entonces, la misma importancia deontológica de un plátano en una jaula del zoológico. •
ensayo
H
ace poco fue descubierta en el Museo del Prado, en Madrid, una copia de la Mona Lisa, de Leonardo da Vinci. Esta copia está lejos de ser la única en existencia. De hecho, hay millones de ellas. Pero la que descubrió la investigadora Ana González Mozo tiene una característica única: fue ‒o parece haber sido‒ hecha por alguien (anónimo o simplemente desconocido) que era contemporáneo del humanista y pintor renacentista y que trabajó a su lado. Por al lado quiero decir en el mismo taller: mientras da Vinci ejecutaba sus trazos, el copista los imitaba. Según los comentarios de Mozo y otros especialistas, la copia de El Prado es, pues, un instrumento invaluable para entender cómo el original, que se hospeda en el Louvre en París, adquirió su condición final. Me disculpo por discordar pero a mí la copia es la que me interesa. Da Vinci pintó a su modelo femenino (tal parece Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo) entre 1503 y 1506. El estatus de esa pintura es el de un clásico y asimismo el de una fuente inagotable de parodias que, ante un léxico negligentemente limitado como el nuestro, llamamos copias. Puedo asegurar sin temor a equivocarme que por su enigmática sonrisa, La Gioconda, de da Vinci, es la pintura más reproducida (imitada, duplicada, calcada, reproducida, pirateada) en la historia. El número total de multiplicaciones (en libros, cuadernos, rompecabezas, tarjetas postales, posters, camisetas, calzones, relojes, tasas de café…) es infinito. Nadie presta atención minuciosa a estas multiplicaciones porque, aunque nuestra civilización usa la copia como un mecanismo mercantil, es el original al que rendimos pleitesía. El original representa lo auténtico, lo legítimo, lo genuino. Es decir, lo sagrado en el arte: el punto de contacto entre el propio artista y el resto de los mortales. Sin embargo, según Mozo, la de El Prado no es una copia cualquiera; también es auténtica, legítima, genuina, sin bien no sagrada. Al grado que llamarla copia es un atropello. Quizás habría que describirla como otro original, o al menos ‒y a pesar del anacronismo nihilista‒ como una copia original. De todas formas, es una copia que no es sólo una copia. Su vínculo con el original es desafiante. Imaginemos en su taller a Da Vinci acompañado de este copista entre muchos otros. En la medida en que el pintor origina, el copista remeda; en todo caso, según Mozo, esa es la dirección del ejercicio artístico. Pero la realidad no tiene la obligación de ser ingenua. De allí que exista otra posibilidad mucho más factible: que el pintor origine para que el copista remede y que el pintor entonces remede para que el copista origine. Con esto quiero decir que en su Mona Lisa, Da Vinci seguramente copió ‒no pudo no copiar‒ ciertos elementos (el croquis, la delineación, una que otra pincelada) de la otra Mona Lisa que el copista derivaba de la original, de la primera. Siento que llamarla primera es así un mero atributo de la
13 de enero de 2013 • Número 932 • Jornada Semanal
Mona Lisa Mona Lisa Ilan Stavans
cronología, porque al fin de cuentas las dos Giocondas están asociadas de manera íntima, a grado tal que deberíamos llamarlas siamesas. ¿Por qué me inquieta tanto la existencia de una copia de la Mona Lisa que es casi un original? ¿Qué función tiene el arte de copiar en una época como ésta, afincada en el culto de la personalidad? ¿Por qué entendemos el plagio, la derivación y el hurto estético como un agravio cuando dependemos de ellos a diario? La respuesta a estas preguntas es sencilla: soñamos neciamente con ser individuales aunque sabemos que la individualidad es un sueño vano. •
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