■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 12 de mayo de 2013 ■ Núm. 949 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
La música: usos y abusos A lonso A rreola , X abier F. C oronado y M ariana D omínguez
Don Quijote en Alemania, R icardo B ada Dos poemas de F rancisco H ernández
bazar de asombros REFLEXIONES CÓMICAS
En El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer afirma con toda razón que “la música representa, con respecto a todo lo físico del mundo, lo metafísico, y con respecto a toda la apariencia, la cosa en sí”. Desde esta universalidad la música, que para muchos es el arte por excelencia, sirve lo mismo para nutrir el alma que para expandirla, moldearla, orientarla y, en ciertos casos, incluso torcerla o envenenarla. Alonso Arreola, Xabier F. Coronado y Mariana Domínguez abordan, desde diversas perspectivas, los usos y abusos con los que la humanidad ha signado esa manifestación en cuya ausencia, diría Nietzsche, “la vida sería un error”. Publicamos además dos poemas de Francisco Hernández, el más reciente ganador del Premio Nacional de Literatura, así como un cuento de Adolfo Castañón y un artículo de Ricardo Bada sobre la aparición del Quijote en lengua alemana.
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Revisando papeles viejos, fotos amarillentas, pro gramas de mano y recortes de prensa, me encontré una serie de reseñas escritas en distintas ciudades de la República, sobre presentaciones del grupo teatral llamado Cómicos de la Legua de la Universidad Au tónoma de Querétaro. Me precio de ser el fundador del grupo, pero prefiero hablar del equipo que inició, mantuvo y sigue manteniendo una aventura artísti ca, espiritual y cívica que se inició el mes de sep tiembre de 1959, en el atrio de la prodigiosa iglesia queretana de Santa Rosa de Viterbo, ejemplo del bar roco más excéntrico y de un eclecticismo arqui tectónico que reúne elementos moriscos con deco raciones de iglesias de Europa Central. El audaz y talentoso Mariano de las Casas fue el constructor de la iglesia que adorna sus botareles con las máscaras que le sacan la lengua a los alarifes críticos de los “excesos” innovadores del maestro Mariano que es taba ya en la mira de la malvada Inquisición. El proyecto teatral se basaba fundamentalmen te en La Barraca de Federico García Lorca y en las Misiones Populares de Cosío y de Casona, grupos que llevaron a pueblos, barrios de ciudades populo sas, patios de fábricas, aulas de escuelas rurales y teatros de provincia, un repertorio compuesto por pasos, entremeses, loas y jácaras del teatro nacional de España. Representaban, además, adaptaciones de textos clásicos y algunos autos sacramentales. En rique Ruelas y sus entremeses cervantinos de Gua najuato también influyeron en nuestros planes, pero pensamos sobre todo en la filosofía del Proletkult que iluminó de arte libre y verdadero los primeros años de la Unión Soviética. Malevich, el genial pin tor del cuadro titulado Blanco sobre blanco, inau guró la pintura moderna; Eisenstein, Pudovkin, Dziga Vertov y su Kino Pravda dieron un aliento nuevo al cine y, gracias a Lunac harsky, comisario de Instrucción Pública del primer gobierno de Lenin, se apoyaron los experimentos del siempre joven Sta nislavsky, Tairov, Vajtangov y, sobre todo, de Me yerhold. La vida cultural soviética de los primeros años fue una fiesta de libertad y de imaginación en la que destacaban artistas como Maiakovsky y Bul gakov. Para nuestra desgracia, Stalin y su alicuije, Dzanov, decretaron el realismo socialista, estable cieron el arte programado y señalaron dos posibles caminos a los creadores: la sumisión y, por lo tanto, la aceptación de un programa banal y repetitivo (una
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Hugo Gutiérrez Vega especie de Televisa rojiza), o la amena Siberia del Gulag, en donde murieron muchos millones de in sumisos. Ojalá que los estudiosos de la cultura y su difusión hagan hincapié en la tarea libre y respetuo sa de la imaginación encabezada por Lunacharski (autor de una excelente obra sobre Cromwell) y la distingan drásticamente de los horrores decretados por el realismo socialista de Stalin-Dzanov. A la distancia y desde la ya muy limitada pers pectiva (ando cerca de los ochenta) memoriosa, destaco algunos momentos de la vida de los Cómi cos, sobre todo de su relación con el repertorio tea tral y con el público de obreros, artesanos, campe sinos, escolares, que el grupo visitaba en sus ejidos, fábricas y escuelas, o convocaba para que se reunie ran en los atrios de los templos o en la sede prin cipal, el atrio de Santa Rosa. Ennumeraré esos mo mentos inolvidables: 1. La escenificación del Cántico Espiritual, de San Juan de la Cruz, alfa y omega de nuestra poesía en el atrio de Santa Rosa (los niños del barrio se lo sabían de memoria). 2. La recuperación de la farsa francesa de la Edad Media, Micer Patelin y el Alka Seltzer devorado por el excelente actor, Ignacio Frías, para hacer más real la escena de la locura fingi da. Reseña este hecho el novelista chileno Ma nuel Rojas en su libro Pasé por México un día. 3. La puesta es escena de La cantante calva, de Ionesco, obra del absurdo que trata de la diso lución del lenguaje, en el Teatro de la Repúbli ca, lugar en el que se derramó tanto lenguaje. Ionesco visitó unos años más tarde Querétaro, ya que quería conocer el sitio parlamentario en donde la cantante calva se siguió peinando de la misma manera. Confesó que su sueño era que su obra se pusiera en el Parlamento de Bucarest. 4. La fidelidad de los actuales Cómicos a una tradición ya unida a la vida social de Queréta ro y la idea de que la tradición no es una lápida sino un capitel. jornadasem@jornada.com.mx
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Portada: Oir y padecer Collage de Marga Peña
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DonQuijote
Ricardo Bada
en Alemania
E
l 16 de enero del año del Señor de mil y seis cientos cinco se puso a la venta en la casa ma drileña de Francisco de Robles, “librero del rey nuestro señor”, la primera parte del li bro El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y hay quien asegura que en el corso del Carnaval de Heidelberg de 1613, sólo a ocho años de ese feliz acontecimiento, Don Quijote ya se encontraba entre las figuras que hicieron las delicias de los carnes tolendos ribereños del Neckar. Pero esta es sólo una de las dos versiones que conozco: según otra, un disfraz de Don Quijote habría destacado aquel mis mo año entre las grandes atracciones en la Corte heidelberguense, durante la boda del rey Federico del Palatinado con Elizabeth, la hija de Jacobo ii de Inglaterra. Abona esta segunda versión el hecho cierto de que los ingleses ya disponían de una traducción del li bro de Cervantes, la de Shelton, desde el año anterior (1612) a la boda de su princesa. Mientras que la pri mera al alemán de que se tiene noticia data de 1621, es incompleta y, por si todo ello fuera poco, no pudo darse a la imprenta hasta el final de la Guerra de los Treinta Años, es decir: 1648. Y habría que esperar a 1799-1801 para que al fin, gracias a la fervorosa labor de Ludwig Tieck, se tuviera en lengua tedesca una traducción íntegra de la novela de don Miguel. De todos modos, y considerando que los hechos relatados más arriba nos remiten al siglo xvii, cuan do –según parece– no existían ni la prensa ni la ra dio ni la tv (¡¿qué mundo era aquél?!), un dato co mo éste dice bien de la difusión y de la popularidad alcanzadas, en tan breve período, por el Caballero de la Triste Figura y su rechoncho escudero, cuyas aventuras, o desventuras, siguen siendo edita das en Alemania, e incluso han pasado al canon de la literatura universal del semanario hamburgués Die Zeit, que quedó establecido allá por 1980. Die Zeit es algo así como el órgano máximo de la intelectualidad alemana, y a sus lectores es bastante seguro que se los tomó como modelo para no pocas estatuas de crucificados en el país: el tamaño de sus páginas desplegadas abona esta no tan impía supo sición. Y fue en la redacción de Die Zeit donde uno de los popes de la feuilletonística germana, Fritz j . Raddatz, sugirió la conveniencia de disponer de un canon más o menos fiable de la supracitada lite rat ura (más bien menos que más, ya que incluye cuarenta y dos títulos de obras de autores alemanes), aunque no aspirase a ser “el canon”. El resultado fue un libro, Biblioteca ZEIT de los 100 libros, título cier tamente ambiguo, por decir lo menos. A fin de documentar la excelencia de su canon, Die Zeit estuvo publicando durante cien semanas consecutivas las reseñas de cada uno de esos libros, encargadas a plumas bastante calificadas. Para po ner nada más que una media docena de ejemplos, Heinrich Böll se ocupó de la Germania de Tácito; Manès Sperber de las memorias de Casanova; Rolf Hochhuth de Moby Dick; Günter Wallraff de la no
vela de Émile Zola Germinal (imposible saber por qué eligieron ésta en vez de Naná); Rainer Werner Fassbinder dedicó su atención a la gigantesca Berlin Alexanderplatz, adaptada por él mismo como serie de tv ; y para completar la anunciada media doce na de ilustres reseñadores, a Golo Mann le tocaron en suerte las Confesiones de Agustín de Hipona y El ingenioso hidalgo. ¿Por qué precisamente a Golo Mann el libro de Cervantes? ¿En recuerdo de las bellas páginas que su padre, Thomas, escribió sobre el Quijote mientras navegaba por el Atlántico cami no del exilio en Estados Unidos? Chi lo sa!
ción. Arremete contra un rebaño de ovejas. Libera a unos ladrones que inmediatamente retoman su oficio. Es capaz de herir a las más inocentes de las personas, sin mostrar luego mucho arrepentimien to, porque siempre tiene razón. ¿Sería quizás a fin de cuentas un ancestro de esos terroristas espa ñoles, que vuelven a atormentar el país, para darle libertad y felicidad a su pueblo? Una comparación que no cuesta mucho negar. Esos asesinos son ma los. Don Quijote es bueno. Si hubiera alguien como él hoy en día, algo que resulta difícil imaginárselo, saldría a la palestra contra los terroristas, liberaría
Molino de viento en Abbehausen, Niedersachsen, Alemania
Golo Mann inicia su reseña de una manera es céptica: “¿Hay hoy en día muchos que lean de cabo a rabo esta obra, de más de mil páginas? Apenas los habrá, a no ser que quieran escribir algo acerca de ella” (con lo cual ya nos está diciendo que él lo ha hecho... y/o así lo espero. Después de lo cual sigue): “Se compone de una larga cadena de aventuras ais ladas, de episodios. No faltan las repeticiones allí donde ya no era posible una superación, una im posibilidad que se pone de relieve bien pronto. De modo que se puede leer aquí y allá, pueden saltarse páginas. Por lo demás, se compone de dos partes, la segunda escrita diez años después de la primera. Si eso no se supiera, quizás no se notaría” (afir mación que no sé si es un elogio o un sarcasmo), “pero como se sabe, se nota”. Más adelante, el tono se vuelve muy actual. Dice Golo Mann: “Paladín del bien, el caballero no pocas veces produce daños, llevado por la ira y la ofusca
sus rehenes, trataría de convencerlos para concer tar la paz... y creería en sus promesas, en el caso de que se las hicieran...” La reseña de Golo Mann se cierra con estas pala bras: “La figura que [Cervantes] en un principio había concebido como tragicómica, tan sólo lamen table, se fue transformando en otra cosa tanto más cuanto más tiempo convivía con ella; le fue trans mitiendo más y más de sí mismo, se enamoró de ella y la fue empujando delante suyo y a través del país hasta que tuvo que matarla para desembarazarse por fin de ella. Casi fue un suicidio, y de hecho Cer vantes murió un año después.” Don Quijote y el idioma alemán. Todo un tema. Pero también Cervantes y el idioma alemán, donde a cuatro años de la publicación de Rinconete y Cor tadillo, y por el sencillo procedimiento de convertir Sevilla en Praga, le infirieron un plagio que merece un artículo aparte él solo. Será la próxima vez •
Un pescado
refuta la extinción
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Adolfo Castañón
volver a poblar con ellos el Lago Erie”, dijo un biólo go impaciente. Se quejaba de que el esturión azul de ojos saltones se hubiera perdido por completo, por razones am bientales (y es que el esturión llenaba como uno de los pocos peces de ese lago que desovaba en aguas profundas) y por razones económicas (soñaba en que el regreso del esturión azul a sus niveles previos aña diría más de 150 millones de dólares a la industria de la pesca en esa región). La investigación progresaba a paso de tortuga, mientras los científicos sólo tenían la referencia del
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María, la esposa del peluquero y pescador, aceptó abnegadamente los rituales que traía consigo la preservación del maldito pescado, aunque se daba cuenta de que era importante para su marido, quien quizá veía sobrevivir en él un residuo de su infancia.
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ostalgia, sentimentalismo, inquietante pre sagio? Antonio no estaba seguro de por qué guardó un pez durante casi cuarenta años, envolviéndolo cuidadosamente y volviéndolo a en volver con regularidad, y asegurándose de que su esposa no lo dejara ablandarse cada que deshielaba el congelador. Antonio, un peluquero de sesenta y tres años re sidente en un barrio obrero, situado a las orillas del Lago Erie, tuvo un oscuro presentimiento cuando co gió, allá por 1962, ese esturión azul de ojos saltones. “Me la pasaba diciéndole a mi esposa que era más valioso conforme pasaba el tiempo.” Cuatro décadas después, el esturión azul de ojos saltones se convirtió en una fascinante historia cien tífica que casi parece un cuento de detectives y que algunos científicos creen que podría tener un desen lace fuera de lo común: la resurrección de las espe cies desaparecidas. El esturión azul de ojos saltones, nativo exclusi vamente de ese lago y que alguna vez abundaba tanto que movía una próspera industria comercial del pescado en los años treinta y cuarenta, tuvo el honor de ser declarado extinto en 1975, baja causa da, decían los científicos, por la contaminación, la sobreexplotación y los cambios de costumbres, en tre otras causas. Desde entonces, los pescadores daban noticia de vez en cuando de haber visto lo que parecía un estu rión azul de ojos saltones en los lagos más pequeños. ¿Lázaros en forma de pescados? Es plausible la teoría de que durante los momen tos más altos de la producción, la gente haya trasla dado pequeños paquetes con peces vivos desde el Lago Erie hasta los lagos más pequeños para que la especie no muriera. Los biólogos generalmente da ban por supuesto que aquellos esturiones eran en realidad un tipo de pez común en el Lago de Erie y no el verdadero esturión azul de ojos saltones. No podían estar seguros; buscaban en vano especíme nes del esturión azul de ojos saltones bien conser vados, de tal manera que el adn pudiese ser extraído y comparado con el de otros peces. ¿Había desapa recido realmente el esturión azul de ojos saltones? “Si sólo pudiésemos encontrar algún espécimen y verificar su sobrevivencia, entonces podríamos
Esturión blanco registrado como el más grande con 20 pies de largo y un peso de más de 1800 libras
esturión proveniente de los museos, fiambres pre servados en formol, lo cual hace que el adn sea muy difícil de extraer. Si bien contaban con algunas esca mas sobrevivientes de experimentos anteriores, el adn era escaso y en última instancia decepcionante. Existen dos tipos de peluqueros: los que escuchan y los que hablan. Afortunadamente para la ciencia, Antonio pertenecía a este último grupo, y mientras iba recortando barbas, bigotes y patillas, enjabonaba a los clientes con la conversación en torno a la even tual resurrección del esturión azul de ojos saltones. Antonio recordaba con nostalgia su infancia y la épo ca dorada en que su padre no sólo vendía montones de ellos, sino que además hizo populares las tortas y sándwiches de pescado sin espinas. El niño que fue Antonio, recordaba el peluquero, se ponía las botas de hule, bajaba a la orilla del lago para limpiar pes cado, y luego volvía a su casa con unas cuantas mo nedas en el bolsillo. Antonio –un hombre modesto– trabajó como pes cador para su padre hasta que la popularidad del pez empezó a declinar hacia 1957; pero una vez, en 1962, llegó a pescar con un simple anzuelo y una lámpara nocturna un ejemplar de casi medio metro de largo. Ese pescado era algo muy raro ‒lo sabía‒; primero lo mantuvo vivo en una cubeta, luego trató de entrar en contacto con las oficinas encargadas de cuidar la vi da silvestre; les iba ofreciendo el precioso pez-pes cado como si fuese un tesoro ‒lo era‒, pero los buró cratas lo miraban indiferentes y burlones primero, y luego, hostiles. Uno de aquellos oficinistas le sugirió que lo dejara en libertad y lo devolviera a las aguas del lago: lo intentó, lo intentó, pero el animal estaba Foto: Brian Bienkowski
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Dos poemas Francisco Hernández MUJER: Ahora me peino con mis recuerdos. tan débil que ni siquiera pudo regresar a respirar en su elemento natural y murió. María, la esposa del peluquero y pescador, aceptó abnegadamente los rituales que traía consigo la pre servación del maldito pescado, aunque se daba cuen ta de que era importante para su marido, quien quizá veía sobrevivir en él un residuo de su infancia. Ella deshielaba el congelador periódicamente, o bien trasladaba el bulto a otro congelador, o incluso amon tonaba comida sobre él, pero siempre con mucho cuidado. El peluquero se jactaba: “Todos mis clientes sabían que yo tenía un esturión azul de ojos salto nes en mi congelador. Pensaban que yo estaba loco.” Un buen día de 1998, un cliente le trajo un artícu lo de un periódico local donde se hablaba de que ha bía algunos científicos preguntándose si todavía existía el esturión azul. El peluquero saltó al teléfono dejando al cliente con el pelo a medio cortar y llamó a uno de los científicos. Tuvo suerte. Lo escuchó del otro lado una ictióloga, la doctora Carola Septién, de la Universidad de Cleveland. La bióloga de los peces a cargo de una reserva le pidió datos y luego le ofre ció ir en persona a buscar al soñado pez. “No se veía mal para haber estado treinta años guardado en un congelador ‒dijo el peluquero y cus todio‒ salvo por una pequeña quemadura producida por el frío.” A la doctora Septién, sin embargo, le interesaba mucho más lo que estaba dentro del animal. Luego de las pruebas, dijo con satisfacción: “Es un gran adn . La investigación sería muy difícil de proseguir sin este animal.” El equipo de la doctora Septién procedía sistemá ticamente. Primero trataba de determinar el origen del esturión azul de ojos saltones que es, de hecho, una especie aparte y distinta de las otras parecidas. Luego se trataría de ver si las especies parecidas que habitan en los otros lagos son variedades de ésta o realmente el esturión azul de ojos saltones es único. Ya para entonces, los pescadores de la región –no todos peluqueros‒ habían enviado supuestos esturio nes azules de ojos saltones a la Dra. Septién, y al Ser vicio de Pesca de Vida Silvestre. Era inútil. Sólo el bi cho de Antonio guardaba el precioso secreto. “Cuando lo desenvolví, mi estómago dio un salto”, dijo la doc tora Septién, quien había visto cientos, pero sólo uno como éste. Ella quería estar segura de que el animal guardado por el peluquero durante tantos años era realmente el legendario esturión azul plata de ojos saltones y no cualquier otro pez parecido. Antonio tomó su jubilación como peluquero. Por las tardes, afuera de su negocio, sigue hablando de las aventuras del esturión que se transformó en Lázaro • * New York Times, marzo 15 de 1999. Desde 1963: un pescado refuta la “extinción”. Transcribo, adapto y traslado una noticia de periódico, entre las muchas que guarda mi desordenada alacena, que sirvió de base a esta página cuya autora es la periodista Pam Belluck.
Nuevo resulta el mundo para el reflejo, para la peineta de marfil con esmeraldas, para el arado cuero cabelludo. Peino, alacio con las torcidas remembranzas la tentación de otra vida mejor aunque distante, vista con la niña de mis ojos y su blancura de pureza y miedo.
PENSADO: Si no te gusta cómo es la vida quién te pide que existas. Antes de suicidarte deja de mentir, antes de mentir deja de escribir. Tu inocencia disfrazada de honestidad y de vejez purísima, te ayuda a parecer humilde y bondadoso. Pero se transparentan tus ruegos y tus rodillas agrietadas delatan tu biografía pordiosera. Dale la cara a tu inferioridad. Ya que no puedes ofrecer más que lástima, deja de pedir bajo la llovizna. Para nadie es un secreto que atesoras tus derrotas como si fueran diamantes. La ceguera de tus seguidores es algo que disfrutas. Por eso estás condenado a naufragar sobre la tierra, cubierto de moscas, sin escapatoria. Del libro de reciente aparición Mal de Graves, editado por Almadía.
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Más allá de la música: guerra, droga
Mariana Domínguez
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El grupo Rage Against the Machine protestando durante un concierto por la tortura en Guantánamo Fotografía: Chiaki Nozu
in música la vida sería un error”, escribió Nietzsche en una frase que pocos se atreverían a discutir. La historia de la humanidad ha esta do siempre imbuida de música con distintas finalidades: rituales, religiosas, estéticas, de entre tenimiento, expresión o comunicación. Sin embargo, en tiempos modernos el arte de Euterpe ha sido ex trapolado a actividades con las cuales no se identifi caría tan fácilmente: entre otras, la guerra, la agricul tura, la ganadería y la industria de la droga. Tambores y tubas han acompañado a los ejércitos a lo largo del tiempo, ya que la música ha sido utiliza da con un fin bélico en la mayor parte de las culturas, ya sea como forma de comunicación o como un arma psicológica. En la actualidad, el rock pesado se ha con vertido en parte de la artillería de los soldados estadu nidenses, con el fin de desorientar al enemigo o lograr la confesión de los “prisioneros más peligrosos”. Durante décadas, científicos y músicos han de batido si las melodías contribuyen o no a que las plantas crezcan más grandes y saludables o a que las vacas den más leche. Lo cierto es que agriculto res y ganaderos alrededor del mundo instalan desde hace años grandes sistemas de audio en sus cultivos y granjas, convencidos de que la música les reporta rá importantes beneficios. Una de las aplicaciones más controvertidas de la música, hoy en día, es en la industria de los estupe facientes. La venta de sonidos en internet a los jó venes con la promesa de alcanzar los estados más alterados de conciencia, ha despertado un intenso debate entre quienes juzgan que todo es una estafa y quienes consideran que implica una verdadera ame naza a la juventud.
Algunas canciones del programa Plaza Sésamo son usadas por interrogadores en los centros de detención de Estados Unidos
ARMAS AUDITIVAS
TORTURA MUSICAL
En una de las secuencias más recordadas de la pe lícula Apocalypse Now, “La Cabalgata de las val quirias”, de Richard Wagner, resuena en los altavo ces de un escuadrón de helicópteros del ejército estadunidense, mientras los francotiradores arra san con una aldea controlada por el vietcong. Des afortunadamente, la música utilizada como instrum ento de guerra no es una ficción producto únicamente de la imaginación de Francis Ford Coppola. Las óperas de Wagner –las favoritas de Hitler, a decir de los historiadores– fueron utilizadas por los nazis como propaganda, reproducidas en los campos de concentración como tortura y retrans mitidas por radio en algunos tanques para in centivar a los soldados germánicos durante la se gunda guerra mundial. Todo lo cual ejemplifica el uso bélico que dieron los alemanes a la música, mas no el “carácter nazi” del trabajo de Wagner, in justamente identificado en múltiples ocasiones con la ideología hitleriana. Más recientemente, el uso sistemático de la músi ca como arma ha sido practicado principalmente por Estados Unidos, de acuerdo con la renombrada mu sicóloga neoyorquina Suzanne g . Cusick. El “bom bardeo acústico”, afirma la experta, se evidenció públicamente cuando en 1989 las tropas de eu ata caron durante quince días consecutivos, con ráfagas de rock pesado a volúmenes fortísimos, al entonces presidente de Panamá, Manuel Antonio Noriega, en aras de su rendición. A finales de 2004, los marines estadunidenses hicieron gala de tanques equipados con moder nos sistemas de bocinas en una de las campa ñas más cruentas en Irak, la de Fallujah. Can ciones como “Hell’s Bells”, de Metallica, fueron usadas como si fueran “bombas de humo”, cuyo “objetivo es desorientar y con fundir al enemigo para ganar una ventaja tác tica”, según declaró el vocero del ejército Ben Abel a la reportera Lane DeGregory del St. Peters burg Times en aquel año.
En la llamada guerra contra el terrorismo, la otra aplicación que ha dado a la música la Agencia Central de Inteligencia de eu –la cia – es la tortura, clasifica da como parte de las conocidas psyops: operaciones meramente psicológicas que prescinden de la violen cia física para lograr objetivos políticos y militares. Prisioneros maniatados y en posiciones inc ómodas, con audífonos amarrados en la cabeza y encerrados solos en celdas de castigo por largos períodos de tiempo, a veces horas, a veces días enteros, escu chando la misma canción a decibeles altísimos, ha sido una de las prácticas comunes en las prisiones de Guantánamo en Cuba, Abu Ghraib en Irak y Ba gram en Afganistán, según testimonios de presos e investigadores en derechos humanos. Bob Singleton, el compositor de la conocida me lodía “I love you” (“Te quiero yo”) de Barney el di nosaurio, jamás habría imaginado que su cantinela se convertiría en la favorita de los interrogadores en los centros de detención de Estados Unidos, segui da de cerca por las tonadas de Plaza Sésamo, “Enter Sandman”, de Metallica; “Fuck Your God”, de Dei cide; “We’re the Champions” de Queen, y otros éxitos de artistas como Eminem y Bruce Springsteen. Músicos como Singleton han afirmado que lo que se haga con sus canciones está más allá de sus manos, ya que “no estamos hablando de dinamita o disposi tivos nucleares, la música es sólo música”. Mientras que otros, como Christopher Cerf, compositor de Pla za Sésamo, se escandalizó tanto al saber que sus más de doscientas melodías, pensadas para enseñar a los niños a leer y a escribir, se utilizan para torturar, que decidió emprender una investigación al respecto en el documental Songs of War de la televisora Al Jazeera. Artistas de la talla de r . e . m ., Pearl Jam, Nine Inch Nails, Rage Against the Machine, Massive Attack, Billy Bragg, Steve Earle y Rosanne Cash se declara ron en contra de la tortura musical al unirse a la cam paña “Zero Db” (cero decibeles) de la asociación de derechos humanos británica Reprieve, que lucha contra su uso. Para sacar la problemática a la luz, Massive Attack estrenó un cortometraje en 2010 con
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y naturaleza su canción “Saturday Come Slow” como soundtrack y entrevistas a Ruhal Ahmed, víctima de tortura mu sical, mismo que fue dirigido por Oliver Chanarin y Adam Bloomberg, y proyectado por el grupo en sus conciertos en calidad de franco manifiesto contra el uso de su música en interrogatorios. Entrevistado por la bbc Radio, Rick Hoffman, vi cepresidente de la Asociación de Veteranos Psy Ops, afirmó en 2003 que la música y otras técnicas como la privación del sueño no son letales y que tampoco tienen “un efecto permanente, pero sí funcionan pa ra colapsar la voluntad del individuo que se resiste al interrogatorio”. Por su parte, el exprisionero de Guantánamo Moazzam Begg aseveró en 2012 para el mencionado documental de Al Jazeera: “la música representa una de las peores torturas que he experi mentado”.
sidera un libro pseudocientífico; no obstante, gene ró el debate que continúa dividiendo a expertos y aficionados: si la música provoca que la vegetación crezca más grande y saludable. Numerosos estudios se han hecho al respecto. El doctor y horticultor George Milstein sacó a la venta en 1970 el álbum Música para cultivar plantas ‒que incluso venía con semillas‒, invitando al usuario a comprobar la teoría por sí mismo. Tres años más tar de, Dorothy Retallack publicó El sonido de la música y las plantas, donde detalla experimentos que condujo en el Colorado Women’s College de Denver. En uno de ellos expuso a un grupo de plantas a dosis de mú sica clásica y a otro de rock pesado: el primero creció saludable, mientras que el segundo enfermó. En 2001, investigadores chinos descubrieron que sonidos de baja frecuencia activan las enzimas de las plantas, promueven la replicación del adn y el ciclo celular. Por su parte, la universidad de Florencia aus pició en 2006 un experimento del profesor Stefano Mancuso, el cual concluyó que los viñedos “tratados con música” reportaron vides de mayor tamaño que los que crecieron “en silencio”. En México, un grupo de campesinos de Silao, Gua najuato, ha descubierto en la música clásica y grupera un fertilizante para los cultivos en sus “invernaderos musicales”. El agricultor Florencio Gómez reportó a La Jornada en 2006 que con música lograban hasta 170 toneladas de productos por hectárea, en comparación con las 40 o 50 de los cultivos tradicionales.
ACORDES PARA GRANJAS
El granjero Howard Quayle toca música clásica a sus animales ganadores. Foto: John Maddrell
La respuesta de Amnistía Internacional al respec to ha sido que tales tácticas podrían constituir tortu ra y estar en contra de los Convenios de Ginebra. A nivel gubernamental, Barack Obama ordenó su eli minación desde su llegada al poder en 2009; sin em bargo, se cree que se continúan practicando de ma nera secreta en prisiones alrededor del mundo.
ABONO ACÚSTICO Los oboes, flautas, clarinetes, fagotes, trompas, vio lines, violas, chelos y contrabajos de los músicos de la Orquesta Filarmónica Real británica interpre taron, en marzo de 2011, un concierto de tres horas en el Cadogan Hall para un público realmente sin gular: geranios, fucsias y más de cien variedades de plantas, con el fin de contribuir a los experimentos para comprobar el efecto positivo de la música en el crecimiento herbáceo. En la década de los setenta del siglo pasado se pu blicó La vida secreta de las plantas, de Peter Tompkins y Christopher Bird, quienes recopilaron diversos hallazgos sobre el mundo vegetal. Hoy en día se con
El uso de la música no se limita a los vegetales, tam bién se extiende a los animales, en particular a los bo vinos. El 1 de julio de 1909, el New York Times publicó una nota titulada “Música para sus vacas”, en la que daba cuenta de un granjero de Nueva Jersey que com pró un fonógrafo, convencido de que la música con movedora lograba que su ganado diera más leche. En la actualidad, los experimentos con bovinos y melodías son recurrentes. “La música lenta mejora la producción de leche vacuna en un tres por ciento en comparación con la música rápida o la ausencia de música, quizá porque relaja a las vacas en casi la misma manera en la que relaja a los humanos”, afir maron los psicólogos británicos Adrian North y Liam MacKenzie, cuyo estudio fue publicado en 2001 por la Universidad de Leicester, Inglaterra. La Sinfonía Pastoral, de Beethoven, y la canción “Everybody Hurts”, de r .e .m . fueron dos de las preferidas por las vacas de la muestra.
DROGAS SONORAS “Cuando terminé la dosis no era capaz de pensar co rrectamente, mis ideas eran sumamente lentas. Todo en mi cuarto parecía dar vueltas y cambiar de forma y color. No puedo explicar muy bien lo que sentí y vi, pero realmente lo disfruté y lo recomiendo a cual quiera que desee tener un buen viaje.” Así se lee una de las reseñas publicadas en el sitio i-doser.com sobre el “peyote” que se puede comprar por poco más de cuatro dólares.
Además de la cactácea, la página web ofrece alre dedor de doscientos estupefacientes distintos, entre los que se cuentan mariguana, lsd , cocaína, crack, heroína, metadona y morfina, con una particularidad muy especial: no se venden las drogas en sí, sino so nidos diseñados específicamente para provocar los mismos efectos. Con más de un millón 400 mil descargas, i-doser es desde su lanzamiento en 2007 el líder de un mer cado emergente de “drogas legales”, cuyos clientes son principalmente adolescentes que quieren ex perimentar estados alterados de conciencia, lo cual ha generado un amplio debate. Lo que ofrece el sitio, según sus propios creadores, son “dosis de pulsos binaurales que alteran las ondas cerebrales para es timular un estado de ánimo específico o experiencia a través del uso de un audio especializado”. El principio se remonta a 1839, cuando Heinrich Wilhelm Dove descubrió los pulsos binaurales; es decir, dos tonos de distinta frecuencia en cada oído que producen que el cerebro compense con la crea ción de un tercer tono y se alteren las ondas cere brales. De acuerdo con un artículo del psicólogo Ron Doyle publicado en Psycology Today en 2010, la tera pia de pulsos binaurales ha sido utilizada para es tudiar los ciclos del sueño y tratar la ansiedad; sin embargo, no existe evidencia seria que confirme su función para drogarse. En 2011, la revista Nature Neuroscience publicó un artículo científico que concluyó que escuchar música que le guste a uno incrementa el nivel de dopamina en el cerebro y manda señales de placer al resto del cuerpo, por lo que puede despertar sentimientos de euforia y ansiedad, funcionando de manera similar a la de algunas drogas como la cocaína, según la au tora principal Valorie Salimpoor, del Instituto Neu rológico de Montreal. Los investigadores estudiaron la liberación de dopamina debida a la música placentera a través de resonancias magnéticas. Entre las piezas que ge neraron los efectos más placenteros se encontraron melodías clásicas como la Novena sinfonía, de Beetho ven, Claro de luna, de Debussy, El Lago de los Cisnes, de Tchaikovsky, pero también música de Infected Mushroom, Led Zeppelin o los mexicanos Rodrigo y Gabriela. Los hallazgos del equipo canadiense “ayudan a explicar por qué la música es de tanto valor en todas las sociedades”, según Salimpoor; sin embargo, no confirman que la música pueda sustituir a las dro gas, como presume más de una página de internet; a las armas, como pretenden algunos militares; o al abono, como suponen algunos agricultores. La me dida en la que podría ser un coadyuvante queda a dis cusión y a la acumulación de mayor evidencia •
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Jornada Semanal • Número 949 • 12 de mayo de 2013
Alonso Arreola
amargo, deseamos compartir una característica que se repite en esos y otros cientos de temas que han fascinado al mundo últimamente. Sí, habla mos del “ruidito”, del “sonidito”. Algo que se sitúa muy por debajo de antiguos bodrios co mo “La Macarena” o “No rompas más (mi pobre corazón)”.
POR LAS VÍAS DEL SONIDITO
La mús
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uchos que no son músicos están haciendo música.” Palabras del productor Nick Raskulinecz en el celebrado documental Sound City (2013), de Dave Grohl, líder de la banda Foo Fighters y otrora baterista de Nirvana. El comentario se refiere a un creciente abuso contra nuestros oídos, golpeados por el uso incontrolado de la tecnología digital. Inspira dos en ello, en las siguientes líneas nos referiremos a las mutaciones que las herramientas electrónicas han provocado, en manos amateurs, al combinar promis cuamente toda clase de géneros y geografías en licua dos sin valor nutrimental. Es decir que, más allá de la vena comercial bien hecha (muchas veces artísti ca), y más allá de aquella concebida bajo las leyes del mainstream (muchas veces de baja calidad), ha nacido otra, probadamente enajenante y redituable, diseña da por una clase de “compositores” diferente. Es la del sonidito. Desde luego ‒lo aclaramos de inicio‒ no postula mos que las obras sonoras deban reservarse para momentos espirituales, de reflexión, aprendizaje o autoconocimiento, ni pretendemos señalar los estilos que deberían predominar. Igualmente, sería absurdo negar la existencia de creadores notables que en to dos los rincones de la Tierra dejan huellas de valiosa profundidad. Sólo intentamos subrayar el fortaleci miento de una vía por la que transitan ocurrencias variopintas que tristemente, debido a los usos de los consumidores y a los abusos de quienes las amplifi can, están ocupando un lugar trascendente en la co municación global. Regresando a las palabras de Raskulinecz, pode mos decir que por el afortunado abaratamiento de la tecnología hay demasiados “autores espontáneos” (gente que hace beats, ritmos básicos) sin conocimien tos teóricos de armonía, sin técnica en un instrumen to, sin adscripciones a corrientes estéticas, sin un compromiso con el objeto de su naciente oficio, pero que eso sí, propician inimaginables comportamien tos en las masas de las que forman parte. Ejemplos sobran. Recuerde el lector cuatro objetos aéreos re cientes que inundaron la radio, internet, televisión y celulares con una virulencia inaudita: “Pa Paname ricano” (Yolanda Be Cool, 2010), “Harlem Shake” (Baauer, 2012), “Gangnam Style” (Psy, 2013) y la mexicana “El sonidito” (Hechizeros Band, 2008). ¿Le parece excesivo que caigamos en semejante colección dentro de nuestro suplemento? Lo sentimos. Aunque el trago sepa
Algunos le dicen sonsonete, otros lo confunden con una percusión, otros lo llaman zumbido (la mayoría no lo nota), pero nada lo define mejor que, ya lo dijimos: el sonidito. Se tra ta de un elemento casi siempre elec trónico, agudo, persistente, que cual mosquito pica en el momento del clímax. Normalmente es una protomelodía que, tras un silencio teatral o una caída del volumen, se explaya burlonamente desde la cresta del bloque principal. ¿Cuán tos se percatan de su presencia? Po cos. ¿Cuántos sienten el efecto de su toxina? Todos. Nunca habíamos estado tan expues tos al fraude sónico por la falta de filtros. Hoy cualquiera escribe, da noticias o con duce un programa de radio o tv por la red y contribuye a expandir el suceso. La crítica del pop es una actividad en extinción (la crítica pro fesional en general). Hay menos gente preparada para oponerse al embate de proyectos que sin valer la pena establecen nuevos parámetros. Y no es cues tión de gustos. Ya hablaremos de ello. Se trata de lo bien hecho contra lo mal hecho. Algo claro hace seis décadas, cuando Alan Freed sentaba las bases del negocio del rock and roll en Estados Unidos. Entonces, incluso con el nacimiento de costumbres tan terri bles como la payola (“pagar por la rockola”), los con juntos debían mostrar calidad debido al involucra miento de programadores, sellos discográficos, manejadores, productores, tiendas y, claro, audien cias más exigentes. Poco a poco todo fue adelga
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zándose en pos del negocio y de consumi dores independientes, es cierto, pero lo que hoy escuchamos en contextos de mayor eco es de una pobreza alarman te. Son los mismos melómanos los que están sembrando y cocinando lo que escuchan. Nos referimos a simples y bobos amasijos de ritmos en un estado que ni siquiera podemos llamar primitivo, pero que visten a la mona de seda. Se trata de una renuncia, por inopia o conveniencia, de todo aquello que hace que una canción presente sus tancia en su entramado. Son piezas hechas exclusivamente con fines utilitarios, sin interés por su fili grana interna. Hablamos de una vía que ya no requiere de lo más esencial: del músico. Es una suerte de clonación imitativa casi siempre hecha frente a un monitor, que no precisa ni de “sexo” ni de “parto” alguno. Se programa y sucede. En tal contexto, no es músico quien le da sostén. Lo decimos sin nostalgia. Vayamos a un ejemplo gastronómi co. Todos podemos preparar algo de co mer, pero ello no nos hace cocineros entre nados. El problema es que si en una reunión los invitados sienten hambre y no pueden encontrar algo de mejor calidad, verán en los peores bocadillos un manjar. De pronto serán tan tos los convidados ‒los marginados‒ que esas re cetas pasarán como una curiosidad cultural y llega rán a los restaurantes. Allí, muchos hipócritas o tontos las celebrarán concediéndoles valores que ni tienen ni pretendieron tener. Claro, quien las cocina rápidamente se sentirá como una celebridad. Eso está pasando en el mundo de la música. Nos hemos acostumbrado a la idea de que “cualquiera” ‒así lo dice la gente‒ pueda utilizar progra mas, interfases y controladores para hacer canciones. Sí, con esos utensilios y bártulos se pueden preparar sándwi
Hay menos gente preparada para oponerse al embate de proyectos que sin valer la pena establecen nuevos parámetros. Y no es cuestión de gustos. Ya hablaremos de ello. Se trata de lo bien hecho contra lo mal hecho.
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ches sónicos, pero parafraseando al productor y mú sico ganador del Oscar, Trent Reznor, aunque haya más canciones que nunca, no se ha elevado el nivel de las mismas sino todo lo contrario. O sea que la gente está alimentándose peor. Eso pasa cuando fa bricamos pobreza. Por otro lado, en este nuevo camino sonoro la so ledad de quien “compone” no es un obstáculo. Es un beneficio práctico aprendido de los dj ’ s , pues no se ha de detener la creación negociando con otras per sonas, perdiendo el preciado tiempo en que se puede duplicar la producción. Si ya se ha eliminado la figu ra del compositor tradicional, mucho menos proble ma será acabar con la asociación entre músicos, entre instrumentistas que complementen y den balance a un espectro de tímbricas y tesituras originales. ¿Para qué convivir con ellos si se pueden robar ingredien tes en internet y luego crear un pastel “propio”? Pro ductores como Will.I.Am (Black Eyed Peas), acusado de plagio, han reemplazado a ejecutantes y arreglis tas con máquinas que endiosan al entertainer. Con esta tendencia se empobrece la interacción entre mú sicos ‒errores incluidos‒, pero sobre todo los encuen tros cara a cara que antes eran fundamentales para darle vida a un tema, a un estudio de grabación, a un escenario, a un movimiento.
LA SUMA DE LA BARBARIE Volviendo a esos frutos etéreos de la tercera vía, preguntamos: ¿el marco social en que se inscriben justifica y da valía a su existen cia? La explica, desde luego, pero no le otorga estatura artística. Son reflejos mo mentáneos, incomparables con el reperto rio que lentificadamente da a luz un pueblo a lo largo del tiempo. He allí otra de las gran des trampas del sonidito: más allá de que sus videos cuenten con cientos de millones de vistas sigue
Ilustración de Juan Martín Boné
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Foto: Amal Lad
Son los mismos melómanos los que
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en Youtube y de que representen una “conexión” insoslayable entre la gente que puebla la Tierra (mo da, pasos de baile, versiones de usuarios), siguen siendo pésimas estructuras que apenas cumplen los requerimientos para ser llamadas música. Podría mos sumar atrocidades como las de Pitbul, lmfao y muchos más del terreno anglosajón, pero inclu so ellos suelen ser superiores al revoltijo de quie nes hablaremos ahora: 3Ball y Pablito Mix, jóvenes mexicanos sin maldad, propulsados por la suma de barbaries. Originalmente nacido como Tribal Monterrey, el colectivo 3Ball está constituido por tres jóvenes dj’s: Erick Rincón, dj Otto y Sheeqo Beat. Ídolos para los “botudos” de Matehuala en San Luis Potosí, así co mo para una gran cantidad de seguidores en el nor te de México y sur de Estados Unidos, su propuesta es un remanente de cumbia con visos electrónicos a la que se suman voces isorrítmicas y banales, así como innumerables citas a músicas folclóricas aje nas. Ellos lo llaman “tribal guarachero”. Su éxito ha sido tal que fueron invitados al festival Coachella 2013 causando una importante polémica entre los amantes del rock. Sobre su oficio han hablado ‒des de una perspectiva “cultural”, que no musical, con tribuyendo a una superficialidad hipster‒ periódicos como The Guardian y The New York Times, y revis tas como Vice, The Fader y Billboard. Asimismo, han sido llamados para hacer remixes de Shakira, Pauli na Rubio, Daddy Yankee y Don Omar. De lo peor de la música latina. Ah, y claro: están por aparecer en la telenovela Porque el amor manda. (Sin palabras.) Por su lado, Pablito Mix también forma parte de un grupo de jóvenes que, con mucha iniciativa y or ganización, ha triunfado en la periferia del Distrito Federal haciendo del género que llama “cumbiatón” su arma de batalla. Presentándose en tardeadas de discotecas y fiestas de vecindad, su vertiginosa ca rrera comenzó hace pocos años introduciendo a ni ños y adolescentes en el perreo y otras formas de baile claramente denigrantes, asociadas al reggaetón. Ambos casos, el de 3Ball y Pablito Mix, muestran con claridad la ausencia de repertorios de calidad producto del control que por años establecieron los medios y la industria, de la falta de escuelas para aprender música popular y no culta, de la mala edu cación en general y de otras causas que hoy se ven contrarrestadas con computadoras personales que, en sus manos, manipulan hurtos evidentes a reper torios y clichés ajenos. Ninguno de ellos es músico, ni lírico ni escolástico. Un caso muy diferente al que
26 de mayo de 2013 • Número 949 • Jornada Semanal
están sembrando y cocinando lo que escuchan.
ocurrió, por ejemplo, con el colectivo Nortec de Ti juana. Como decíamos, hablamos de la audiencia misma generando lo que desea escuchar, pues los “verdaderos” músicos y artistas pop-rock han to mado distancia de una realidad de la que ya no se alimentan, de la que van huyendo. Así las cosas, lo que comenzó como un juego de barrio hoy es fenómeno que traspasa fronteras aban derando esta idea: las herramientas digitales no sólo son un apoyo y vehículo innegable para la au tonomía de los artistas; en sí mismas dotan a cual quiera con posibilidades de expandir un discurso no necesariamente valioso, sino pertinente en un momento y lugar específicos. Atentos al prodigio, claro, hay cientos de productores queriendo su Bue na Vista Social Club, pero sin el talento y la trayec toria de base, intentando a toda costa “descubrir” algún producto “real” susceptible de venderse. En tran así a un engranaje de consumo y comporta miento que deja fuera el valor del contenido. Parece que eso ya no se discute en pos de “respetar” los gustos de Twitter, como si el insumo de música cha tarra no afectara a la salud intelectual, al desarrollo de la sensibilidad y al valor de una cultura.
MCMÚSICA Y OTRAS CHATARRAS ¿Por qué, si está claro que comer hamburguesas y refrescos en demasía causa problemas en nuestro organismo, no se piensa lo mismo sobre lo que es
cuchamos? Los sonidos también entran en nosotros, aunque tienen que ver con una libertad distinta, de consecuencias aparentemente invisibles, inofensi vas. El famoso tema de los gustos. El “respétame y no seas intolerante”. Sin embargo, por mucho que a alguien le parezca bello el cuadro de un dibujante inexperto, no hay ni habrá en él la maestría y el ofi cio de algún Picasso, ¿cierto? Pero, ¡ah, sí!: “divirtá monos, no nos clavemos”, es el pregón de la Con desa a Iztapalapa. “Es sólo música. No pasa nada.” Amargamente, a esta filosofía se adhieren bandas atrapadas en un panorama sin discos que vender, en un escenario donde las marcas, los festivales y los recursos del gobierno parecen ser la única opción económica; en un planeta donde un joven de diecio cho años conquista a miles desde su laptop haciendo collages absurdos, llevando su juego de alcoba a to das las alcobas. Eso, per se, no está mal. Lo terrorífi co es cuando se hace hegemónico y no hay contra peso más allá de los grandes rockeros del pasado que nos visitan llenando foros con multitudes me lancólicas que, escondidas en casa, multiplican los clics de la peor música. Aclaración: prohibir géneros o canciones nos lle varía al totalitarismo. No es algo que sirva. Las can ciones se protegen solas. Prueba es la experiencia con los narcocorridos en el norte de México, o con el rock anglosajón en Afganistán o Mali. Nada los de tiene. En esos y otros casos, lo que queda es atesti guar qué sucede a la larga, renunciando al silencio políticamente correcto. Si algo huele, se ve y suena a mierda, pues lo es, por mucho que se escandalicen quienes la obran o la muestran al exterior. Establecer esa dialéctica es sano ya que, como imaginará quien aún posa sus ojos en estas líneas, el sonidito normal mente echa raíces en sectores jóvenes y de poca edu cación (que no es lo mismo que ser pobres). Ante el uso de herramientas digitales en la crea ción de una música anodina y fugaz, el abuso se ha hecho patente en los medios que privilegian el con texto por encima de la calidad (pretexto sociológi co para un negocio aparentemente incluyente), aprovechando la urgencia de comunidades que in tentan evadirse de la violencia. Hay que bailar, sí. Hay que pasarla bien, sí. Pero, ¿por qué a costa de un embotamiento que paraliza las múltiples formas de la belleza? La pregunta queda en el aire. El soni dito también •
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leer
Jornada Semanal • Número 949 • 12 de mayo de 2013
América en el pensamiento de Alfonso Reyes, José Luis Martínez (selección y prólogo), fce , México, 2012.
HUELLAS Y HERENCIA DE COLÓN RAÚL OLVERA MIJARES
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as ideas sobre el presentimiento y la primera exploración de la América, contemplada naturalmente desde la perspectiva de España, recogidas principalmente en Última Tule (1942), si bien dispersas en varios volúmenes de las Obras completas, en particular en los tomos iv y xi aparecen en un breve aunque nutrido título de la Biblioteca Universitaria de Bolsillo, para uso principalmente de estudiantes, América en el pensamiento de Alfonso Reyes, con prólogo y selección de José Luis Martínez (19182007), el cual reproduce el texto introductorio “ G u í a p a r a l a navegación de Alfonso Reyes” de aquella legendaria Antología de Alfonso Reyes ( b . Costa Amic, 1965). Con siete piezas, entre ensayos y textos para conferencias, se pretendió ofrecer una visión panorámica y una síntesis de las ideas de Reyes en este respecto, que llevan por título: “El presagio de América”, “Entre España y América”, “Valor de la literatura hispanoamericana”, “ N o t a s s o b re l a inteligencia americana”, “Atenea política”, “Homilía por la cultura” y “Posición de América.” Desde el sueño en la mente de los antiguos –egipcios, helenos y latinos– de la existencia de la Atlántida o la última Tule, hasta pormenores sobre los viajes y la vida de Colón, sumado al accidente de bautizar el continente en honor de Américo Vespucio. Reflexiones sobre el carácter y la esencia de los iberoamericanos, tanto de expresión castellana como lusitana, el papel de los humanistas e intelectuales en una tierra nueva y, sin embargo, vieja, dueña de un pasado autóctono, profundo y complejo. Escritos tantas veces pergeñados durante la permanencia en Sudamérica como embajador, para ser leídos en voz alta en forma de discursos públicos u orationes en Brasil o Argentina, las nociones de Alfonso Reyes no pierden actualidad, redactadas en una prosa que resiste a la perfección los embates del tiempo. Ciertas vaguedades en portugués se le fueron al insigne polígrafo y su no menos ilustre editor y estudioso, José Luis Martínez, ambos acérrimos enemigos de la errata, por ejemplo, en el último ensayo, que ostenta el revelador título de “Homilía por la cultura”, es posible encontrarse menudencias como las siguientes: Matto [Mato] Grosso, Minas Gerães [Gerais], Rodrigues Arzao [Arzão], Goyaz [Goiás] en la página 68, tal vez por una grafía antigua, sobre todo con el nombre de esta antigua capitanía y actual estado e incluso municipio asentado en el corazón del Brasil, no lejos de São Paulo. Sobrecoge enfrentarse a la erudición en materia histórica, geográfica y
diplomática de Alfonso Reyes. Un volumen que por la agilidad y lo cuajado de la prosa bien merece la lectura de aquellos que pretenden acercarse al incólume corpus de la obra de nuestro mayor humanista y hombre de letras hasta la fecha, en tal aseveración resulta fácil coincidir con José Luis Martínez • Sorgo rojo, Mo Yan, Océano, México, 2012.
ACTUALIZANDO REFERENTES JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ
C
uando se anunció al ganador del Premio Nobel 2012 no se desató la polémica acostumbrada. Al menos no en nuestro país. La razón era muy simple: casi nadie conocía la obra de Mo Yan. Así que las voces que criticaban al autor por estar muy cerca o muy lejos de determinadas corrientes políticas y de pensamiento hicieron menos eco del acostumbrado. Si acaso, quedó una gran cauda de lectores a la espera de acceder a la obra del autor chino. Al margen de las polémicas que siempre acarrea consigo el mentado premio, lo cierto es que la literatura lejana puede despertar suspicacias. Una suerte de egocentrismo mal entendido hace que los lectores, reseñistas y críticos se sientan un tanto ofendidos cuando le otorgan el galardón a un autor que desconocen, como si ellos mismos fueran el parámetro de lo premiable. Por fortuna, ahora es fácil acceder a los libros de este autor. Son muchos los referentes que activamos los lectores cuando se nos habla de literatura oriental o, incluso, de ficción oriental. Hemos abrevado en tantas fuentes que resulta hasta incómodo hacer suposiciones: asumimos que los personajes deben tener cierta manufactura, que el sentido del honor va más allá de lo que vivimos en nuestras latitudes o que un caudal de artemarcialistas aparecerán al menor descuido. Por suerte, estos prejuicios han ido cambiando gracias a la popularidad de ciertos autores japoneses. Pero poco sabíamos de los chinos. Mo Yan presenta personajes por completo salidos del molde de nuestros prejuicios. Sorgo rojo es la obra que lo llevó a la fama con justeza. En ella se narra la vida de Yu Zhan’ao, el abuelo del narrador. Al mismo tiempo, se cuentan casi cuatro décadas de la historia de una provincia de China, la que vive en constante guerra contra el Japón. Conforme avanza la historia, el lector se dará cuenta de que no será testigo de batallas entre samuráis y practicantes de kung fu. Al contrario, podrá ver cómo las limitaciones entre los contendientes los harán ser partícipes de los horrores que sólo puede acarrear la guerra. Así, el dolor será la moneda de cambio en el
EL ARTE DE NO LEER
próximo número
Fabrizio Andreella y Hermann Bellinghausen
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jsemanal@jornada.com.mx
campo de batalla. El dolor y un complejo sistema de valores que lleva a los chinos a la confrontación pese a las amenazas japonesas. Mo Yan ha abrevado en diferentes tradiciones literarias. Éstas saltan a la vista. Sin embargo, lo importante es el resultado final. Aquél en el que se puede ver cómo evoluciona un personaje, cómo actúa de forma poco dogmática, cómo sus certezas se van desmoronando para acceder a nuevas certidumbres. La figura del héroe estereotipado cae lejos de Yu: es arbitrario, irascible, falible a más no poder. Y, pese a ello, consigue acercarse a los lectores. Esto quizá dependa de una estrategia narrativa diseñada para mover al entusiasmo o, quizá, a que la oferta de lo narrado alcanza valores únicos. Sea como fuere, no es difícil concluir que, si bien el galardón puede obedecer a razones políticas, existen argumentos literarios que lo convalidan •
Marco Antonio Campos Rubén Bonifaz Nuño y la poesía*
SEÑALES EN EL CAMINO
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ORGES DIJO MUY A menudo que sabía desde niño que su destino sería literario; Octavio Paz escribió en uno de sus últimos ensayos: “Desde mi adolescencia he escrito poemas y no he ce‑ sado de escribirlos. Quise ser poeta y nada más”; Rubén Bonifaz Nuño, sin embargo, dudó demasia‑ do, aun de joven, y sólo comprendió que se con‑ sagraría a la poesía cuando al promediar la déca‑ da de los cuarenta empezó a ganar los entonces prestigiosos Juegos Florales de Aguascalientes, y sobre todo, luego de que Agustín Yáñez escribie‑ ra una magnífica página en su elogio. Desde enton‑ ces, la poesía fue para Bonifaz Nuño viento y luz, ola y espiga, y le dio tal vez la única libertad en una vida donde no cesaron de perseguirlo las obligaciones. Ya en el amor o en el desamor, el sol central de su poesía fue la mujer, la cual es sujeto y objetivo final de gran parte de los versos que escribió. Las saetas enviadas por la mujer cayeron en su corazón desde que la llamada del canto resonó en su alma. ¿Para cuántos jó‑ venes que empezaban a redactar sus prime‑ ros versos no fue la lectura de El manto y la corona su biografía amorosa de adolescencia y cuántos no aprendieron de memoria el poema “Amiga a la que amo, no envejezcas”? Pero Bonifaz también cantó en diversos libros a los desheredados de la tierra, a la fi‑ gura de Simón Bolívar, al sueño del sueño que representó la vida diaria en el México antiguo, a sus desdichas per‑ sonales, a la muerte –a la que no se cansó una y otra vez de provocar–, en fin, la poesía fue para él una vía, quizá la principal, de conocimiento del mundo. Para Bonifaz el canto era lo más alto musicalmente a lo que podía aspirarse en la escritura de la poesía. En base a inusitados juegos de sílabas y acentos creó en sus ver‑ sos una música verbal extraordinaria que envuelve en un vértigo. Como César Vallejo, como Claudio Rodríguez, como Juan Gelman, muchas veces los juegos rítmicos y el viento de la música creaban dos o más sentidos donde en apariencia había una construcción ilógica. Si en el Mé‑ xico antiguo las ciudades se fundaban sobre el canto, Bonifaz en el canto fundó la ciudad de su obra. Bonifaz Nuño vivió entre nosotros y vivirá en las ge‑ neraciones sucesivas con el alto nombre de Poeta. Leído el 4 de abril en el homenaje póstumo a Rubén Bonifaz Nuño en la sala Nezahualcóyotl de la unam . *
Albricias Felicitamos calurosamente a nuestra compañera, colaboradora y amiga
Cristina Pacheco por la distinción Memoria del Mundo de México, de la Unesco, con motivo de los primeros 35 años de conducir el programa Aquí nos tocó vivir.
arte y pensamiento ........
12 de mayo de 2013 • Número 949 • Jornada Semanal
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Francisco Torres Córdova
Ricardo Venegas Felipe Garrido
El domingo pasado hubo en la ciudad una procesión solemne, bajo un cielo de nubes sucias y gordas que casi podían tocarse. Incensaban la custodia semina‑ ristas hermosos, vestidos de gala, con una banda azul que les llegaba al borde de la sotana. Niños fragantes, delicados y rubios como ángeles tapizaban con flores las calles por donde pasaría el Santísimo. Mujeres que se dejaban caer mantillas para disimularse los rostros y hombres de negro riguroso que no alzaban los ojos para mirarlas. Viejas desdentadas como brujas. Cu‑ ras sudorosos y ventrudos como sapos. Algún penitente, con las espaldas desnudas y flageladas. Y por encima las campanas que no cesaban, que repicaban una y otra vez, como si quisieran volvernos sordos. Finalmente te vi en aquel grupo de jovencitas turbadoras, más hermosas cuanto más enlutadas. Sus labios eran de sangre viva, rasgados como una herida; verlos me hacía daño. Los cirios que llevaban los había encendido el demonio •
Rogelio Guedea rguedea@hotmail.com
AL VUELO El corazón y la izquierda Lo supe el otro día por mera casualidad, mientras buscaba qué hacer para remediar la artrosis que afecta al dedo gordo de mi pie derecho. Llega uno a ciertas verdades por vías insospechadas, como llega uno al amor o a la muerte, que siempre fragua a nuestras espaldas. Nadie me lo dijo, yo mismo lo leí: la mitad derecha del corazón abastece la circulación menor del cuerpo, mientras que la izquierda se encarga de la mayor. Entonces pensé: ¿es más comunista el corazón que capitalista? ¿Predo‑ mina en él su espíritu social? No podemos, eso sí, matar al capitalis‑ mo. Tal vez a sus próceres, pero no al ser utilitarista que, en mayor o menor medida, nos habita a todos. Porque si muriera el capitalismo, moriría una parte de nuestro corazón, el que abastece la circula‑ ción menor del cuerpo. Que no muera, mejor. Tal vez, considerando esto, debemos reactivar más la vocación humanista de nuestros sistemas políticos, económicos, etcétera, considerando la función tan noble que lleva a cabo el miocardio en nuestro cuerpo, que, dicho sea de paso, podría represen‑ tar un país, un continente, un planeta o nuestra propia casa •
Indran Amirthanayagam, el poeta
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ndran Amirthanayagam (Sri Lanka/México/ eu, 1960) es un poeta de distancias, ha recorrido países y culturas y conoce el arte de la contemplación. Amén de figurar en infinidad de antologías de todo el mundo, Indran ha sa‑ bido merodear el poema desde el destino que le ha to‑ cado vivir, como Eduardo Espina lo menciona en el pró‑ logo de la edición bilingüe de La pelota del pulpo (Apogeo, 2013), su poemario más reciente: “Según esta‑ dísticas recientes (si no existen habrá que imaginarlas), las posibilidades de que un nativo de Sri Lanka, cuyas lenguas maternas fueron el inglés y el tamil, escriba poe‑ sía en español son menores que ganar la lotería o morir en un accidente de aviación. O ser aplastado por un piano que cae de un décimo piso. El caso de Indran Amir‑ thanayagam, ia , o I Am (lo dice él) es, por lo tanto, tan extraño como un dragón o un unicornio.” En este volumen, el poeta busca respuestas dantescas en el tema futbolístico; el poema “Séptimo mañana, Mundial. 17 de junio, 2010” lo consigna: “¿Acompañarán a los jugadores en sus primeras/ caminatas por los círculos más remotos/ del Infierno? No me dejes escribir más,/ mi Dios, tal vez los Elefantes de la Costa/ de Marfil están a punto de lanzarse en estampida.” Afortunadamente no sólo queda en sus poemas el mero registro del suceso, como en muchos cronistas; In‑ dran nos recuerda al más antiguo Píndaro, que lega un testimonio (gracias al canto que perdura) en aquella oda olímpica donde dibuja al tirano Hierón de Siracusa por su triunfo en la justa ecuestre del 467 aC con su feroz rocinante Ferenico,“portador de la victoria”. El bardo también llega a la nostalgia, el momento en el que se estuvo a punto de ser feliz y algo suspendió la dicha: “en Sudáfrica, muy lejos de la orilla/ natal que exis‑ te, sabes, de un país que se llamó Ceilán/ donde el soccer no importaba tanto pero sí otros deportes/ como la ca‑ cería de demonios. Ay, poeta ¿no sabes cómo descan‑ sar?/ Hasta en un poema de futbol llega tu maldita gue‑ rra, chau.” Un poeta que escribe en cuatro idiomas y que ha to‑ mado por patria el mundo suele escuchar el canto de las lenguas. La poesía que cruza la fronteras le dicta al oído sus intermitencias. iii Jornadas Internacionales de
Arte y Literatura
En el marco de las jornadas que impulsa el poeta y editor Alejandro Campos Oliver –del 13 al 18 de mayo– con dis‑ tintas sedes ( df , Cuautla, Villa de Ayala y Cuernavaca), y con la participación de Argentina, Brasil, Colombia, Perú y México, se presenta el volumen Con-versatorias, entre‑ vistas a poetas de la generación de los cincuenta (inba / Conaculta/sep/Sría. de Cultura de Morelos, Ediciones Eter‑ nos Malabares, 2013), con la participación de Kenia Cano, Gustavo Martínez, Alejandro Campos, el compilador y Alan Saint Martin. La cita es el 16 de mayo a las 15:30 ho‑ ras en el auditorio del Instituto de Ciencias de la Educa‑ ción, Campus Chamilpa de la uaem •
MONÓLOGOS COMPARTIDOS
Procesión
BITÁCORA BIFRONTE
MENTIRAS TRANSPARENTES
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Hacerse a la distancia Para Alonso Arreola, viajero a Mali y otros lares
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i la casa deja afuera la infinita espiral de la intem‑ perie, sus rigores y peligros, a su vez y a su modo la intemperie, que es espacio puro y desatado, curti‑ do por el tiempo y labrado por las gubias del vacío, desde siempre intriga al hombre y lo incita a los asombros inherentes al camino, lo convoca a la vasta lejanía inalcanzable, a que pise sus arcillas y pulse sus fríos, claridades y neblinas. Cuando el cuerpo se hace a la distancia, expone la frente y concentra la mirada en el trayecto, en el próximo horizonte, paso a paso en la memoria la casa se hace orilla y el via‑ jero se hace centro que se mueve. A ritmo del cora‑ zón en los talones, avanza y descubre en la difusa inmensidad sutiles senderos que lo llevan, en el cie‑ lo rutas para el mar, en colinas y llanuras los rumbos tallados por las lluvias y los vientos, las crestas y hon‑ duras del fuego en las montañas, y tal vez una escri‑ tura antigua y fugaz en las arenas del desierto. A sus ojos todo es relieve y derrotero, todo es dirección, señal y flujo. Sus pasos desnudos, pues el viaje lo des‑ calza poco a poco, serán para encontrase ahí donde nunca se esperaba, para oírse ahí donde era mudo, para tocar el calor de su ignorancia. Porque la distan‑ cia devuelve la mirada, el viaje que de veras pasa por lo otro, por lo ajeno que así se nos acerca y nos alcan‑ za, pasa entonces también y sobre todo por ese pri‑ mer desconocido que somos cada uno. En la intem‑ perie afloran los rasgos que tenemos de extranjero, el que llevamos dentro y nos indaga, el que no reco‑ nocemos afuera en el espejo. Más allá de la tosca eficiencia del traslado moderno entre altas y profun‑ das ciudades cimentadas, en su doble movimiento –el del cuerpo que fatiga y suda los caminos y el del alma que los traza en un mapa y los medita– el viaje fragua y renueva en la memoria el impulso primitivo hacia lo ignoto y a la vez madura las semillas del re‑ torno, que es su irrevocable y último horizonte; tie‑ ne sentido porque tiene uno o mil regresos. Por eso el nómada, incesante viajero, nunca se extravía: en cada cima o meseta está de vuelta, en cada pausa en el camino engendra la partida, y a Nadie –ese delirio luminoso que surgió de los labios de un ciego trashumante–, constantemente el viaje le recuerda el cuño de su nombre, apenas unas notas en el aire que revelan las huellas de su origen. Así, en la distan‑ cia interminable, el viaje tiende puentes, hace de las voces, manos y miradas que se encuentran acaso el espacio más genuino y antiguo del arraigo: “De un gesto eres nativo, y para que contase tu vida en una tierra tenías ya que hacerte huérfano. Así toda parti‑ da ha sido siempre un retorno en esta vastedad en que por todas partes florecen las semillas de los ges‑ tos. Venimos siempre al mundo de la mano de un ser que no ha acabado nunca de volverse tierra, que si‑ gue de viaje, que con ese contacto nos sube hacia su semejanza. Tu casa es ese sitio revocable y punzante donde late tu mano en otra mano, y el hombre sólo arraiga en una tierra cuando la transitan los caminos” (Cuaderno del nómada, Tomás Segovia.) •
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Jornada Semanal • Número 949 • 12 de mayo de 2013
........ arte y pensamiento Miguel Ángel Quemain
LA OTRA ESCENA quemainmx@gmail.com
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PPINEN, DE SABINE WEN-Ching Wang, bajo la direc‑ ción de Dana Stella Aguilar, es una indagación sobre las psicosis, ese trastorno que ordinariamente recibe el nombre de locura y que en este montaje está representa‑ do como un mundo insular, atomizado en un conjunto de seres que gradualmente caminan hacia el olvido definiti‑ vo de su memoria y su identidad. Dana Stella Aguilar se ha responsabilizado de ese proceso de derrumbe psíquico apoyada en cuatro acto‑ res muy distintos, con registros físicos, vocales, gestuales y corporales que hacen de ese fluir un extraño concierto vocal, a dolorosa capella; una coreografía que va y viene en un dinámico trazo sobre el plano de El Granero, y una forma de intercambio entre actores donde la voz principal es la de Héctor Hugo Peña, altamente dotado con un dia‑ pasón emocional que interpreta a un personaje que to‑ davía conserva varios hilos de memoria, que irá perdien‑ do a lo largo de una hora cincuenta de alucinaciones y delirios. Una línea melódica sostiene, completa, acompaña, anuncia, opina, se conduele de esas disociaciones/esci‑ siones/explosiones anímicas sobre la escena. La intér‑ prete circula como una especie de fantasma sobre el cual cabalga la musicalidad de Martha Moreyra, en un violín que modela y a un tiempo se deja conducir por el río de emociones. La presencia de la música es otra forma de lo escénico, en un diálogo que se trenza en búsquedas que ofrecen salidas distintas a un mismo problema, como aquí, en esta telaraña de discursos que en Spinnen (Arañas, la tra‑ ducción) tienen la consistencia de un delirio que termina por darnos certeza sobre la coherencia interna de cada personaje.
Danna Stella no se resiste a la tentación de desnudar a Duane Cochram, ese cuerpo que empieza a ser modelado por el paso del tiempo pero que continúa poderoso, tren‑ zándose en un rasgo expresivo fino, intenso, doloroso, que aprovecha cada uno de sus rasgos, tan del África negra, tan Caribe como una gota de café que tiñe la blancura de una puesta cuyos objetos en la escena son un marco extraño para esa anatomía que se pasea, acompañada de luces en perspectivas cenitales que, por momentos, le dan la
calidad expresionista de un aguafuerte, un grabado o una escultura que guarda los contrastes del blanco y ne‑ gro. Un bailarín que empieza a ser un actor, que va del cuerpo al gesto. Las historias están trazadas sobre una capacidad ac‑ toral que se deja guiar en una laberinto interno de gran carga emocional y de grandes soluciones técnicas en lo corporal, la voz, el gesto, la capacidad de responder a la dirección de manera creadora. Me refiero al estupendo trabajo de Mahalat Sánchez. Sorprende también la deli‑
Alonso Arreola
cadeza actoral de esa confusión que encarna Iazúa Larios, como una joven deseante atrapada en una pregunta sin respuesta evidente. Dana es dueña de un poder poético que, de súbito, es atravesado por la prosa, en los momentos de mayor le‑ gibilidad. En el espacio manicomial, los enfermos hacen todo el tiempo cosas distintas de manera rutinaria; metá‑ fora permanente que Dana Stella propone en un trabajo donde el concierto de la dirección y la actuación muestra la madurez de Conjuro Teatro, una compañía de largo aliento capaz de sostener durante casi dos horas una vi‑ sión dolorosa de nuestros miedos y trastornos. Conjuro Teatro organizó una serie de mesas de discu‑ sión sobre locura y arte que dan la oportunidad de que la obra posea su propia historicidad, para entender la locura como resultado del abandono, el aislamiento, la pobreza, la ignorancia a la que nos somete un mundo donde la des‑ igualdad radical, la del abuso y no la de la diferencia, se convierte en una máquina de producir desgracia y des‑ mantelar el psiquismo. En términos superficiales, lo que concebimos como locura no encaja con el desorden de la memoria que pro‑ pone Harold Pinter en Una especie de Alaska, otro montaje para entender una mente que quedó ensombrecida y en silencio durante más de una década y que, de pronto, un día despierta para trastocar la tranquilidad de unos per‑ sonajes que aguardaron tal vez con la certeza de que no despertaría. Un trabajo estupendo dirigido por José Ca‑ ballero en el Círculo Teatral, Veracruz 107, donde uno de los actores sobre quien recae el mayor peso interpretativo es Lucero Trejo, quien del gesto al cuerpo propone una iluminación semejante a la que están sometidos los acto‑ res de Spinnen. Desgraciadamente, ambas concluyen su temporada este mes •
BEMOL SOSTENIDO @LabAlonso
La Mantis de Felipe
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ABLEMOS DE FELIPE PÉREZ-Santiago. Tiene treinta y siete años. Es un compositor y artista sonoro mexi‑ cano que gusta de andar en motocicleta por el barrio de Coyoacán. Buen manager de sí mismo, también es director artístico del ensamble Mal’Akh con el que lo vimos actuar en un aniversario de la Fonoteca Nacional. Otrora estu‑ diante del ciem, su paso como estudiante en Europa provo‑ có huellas que hoy podemos aplaudir. En la página que alberga su trabajo (www.felipeperezsantiago.com) se le puede conocer a fondo, pues hay hartas pruebas sónicas y de video. Sin embargo, hacía falta una edición que en‑ marcara lo mucho que ha sucedido en su cabeza. Ello nos mueve este domingo, lectora, lector: Mantis (2013), un álbum en el que se ven reunidos doce esfuerzos maqui‑ nados a lo largo de catorce años tramando música ex‑ perimental. No hay de qué espantarse. Sabemos que términos co‑ mo “experimental” o “contemporáneo” suelen activar los músculos de la mano para darle vuelta a la página e irse directo a las columnas de Luis Tovar y Jorge Moch. Pero hay tiempo. Permítasenos intentar el convenci‑ miento. Poner este disco en casa no implica dina‑ mitar reuniones o forzar al mal humor en melóma‑ nos de baja intensidad. Por el contrario. A nosotros nos acaba de suceder hace un momento. Tras re‑ correr en el estéreo varios discos que yacen a la espera de algún comentario en este espacio, Mantis provocó el siguiente comentario en un invitado: “Eso sí está bueno.” “Jingle Hell!!!”, la breve obertura, es casi una bro‑ ma. Fue comisionada en 1999 por la Dutch Radio Station “Der Concertzender”. Funciona como una llamada de atención y para establecer un eje tím‑ brico en el que se mezclarán, siempre con fortuna,
instrumentos acústicos y distintas dotaciones electróni‑ cas.“Post-War”, la primera pieza en forma, fue hecha para el festival Kult Odyssey (Holanda/Bulgaria) de 2001. Las cuerdas dibujan una tensión panorámica que bien podría fondear imágenes del cineasta David Lynch. Apuesta en su inicio por un fraseo árabe para luego ascender hacia el espacio vía un crescendo que, lejos de abrir la puerta del ruido, nos deja conocer interesantes amagues de contra‑ punto. Sí, hay desolación pero también mucho aire para el pensamiento. Hacia el final del track, los acordes del teclado parecen otorgar esperanza, sin embargo irrum‑ pe un ostinato percusivo (tres contra dos) para que el solo de violín devele una cima incierta. A Piazzolla le gus‑ taría, creemos. Sigue “Area 17”, pedida en 2006 por Instrumenta para el 250 aniversario del nacimiento de Mozart. Magnífico uso de distorsiones digitales para una suerte de fuga que sustituye aire y fuelles por texturas rugosas, pero que nun‑ ca abandonan su rigor armónico. Finalmente llega a lo abstracto, sí, pero bien vestido de augurio. Descansa y deja paso a “Cicatrice”, del 2008. Ésta fue un pedimento del Egidius Quartet de Holanda. A las voces de bajo, barítono,
tenor y contratenor se suma la electrónica de Pérez-San‑ tiago, una alberca en la que éstas parecen ahogarse. Lla‑ man la atención los planos. Contrario a lo que podría ima‑ ginarse, los cantantes se ven sometidos, casi aplastados por los bloques sonoros. “Danza de ángeles” (1999), “Frozen” (2003), “Phoetus” (2003) y “Círculo” (2002) son cuatro temas compuestos para distintos proyectos de danza y video. En el primero somos invitados al caminar, al latido del viento. (Nos dis‑ culpamos con usted y con el compositor por semejantes imágenes, pero qué se le va a hacer, nos resultan inevita‑ bles.) En el segundo, un lentísimo entramado que sabe de silencios, nos congelamos vía la delgada lluvia de pizzicatos e insinuaciones cordales hasta que se instala un aura nocturna, mucho más grave y atrevida, que promete al menos tres advenimientos incumplidos. Está muy relacio‑ nada con la tercera, construida para el mismo proyecto. De ella nos gustan sus glissandos y la entrada tardía de electrónica y voces, los ataques finales de las cuerdas. La cuarta se aleja de la madera. Rompe la apuesta por lo orgánico. Su programación rítmica es excepcional, casi industrial. “Der Natchflug”, de 2000, ganó el premio de resi‑ dentes del Instituto de Música Electroacústica de Bourges en Holanda. Es la más larga y extravagante. Un ejercicio de electrónica pura, agresivo, celebrable. “Iftira” (2012), por otro lado, es de nuestras favoritas. Concentra mucho de lo mejor en Pérez-Santiago: su saber en la computadora, su sensibilidad melódicoarmónica. Espléndido trabajo para fagots. “Red anti‑ social”, con la flauta del talentoso Alejandro Escuer, también destaca. Rechinido, parvada. Su diálogo con la polirritmia es encomiable. “Ladrones”, cerrando la pinza de inicio, es una corta despedida de piano midi que nos hace sonreír complacidos por el tiempo dedicado a que este insecto nos devorara •
arte y pensamiento ........
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Jorge Moch
Verónica Murguía
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ACE UNOS DÍAS, MIENTRAS ojeaba descuidadamente la lista de bestsellers de Amazon, me di cuenta de que en ella había muchísimas autobiografías. En lo que va de este año han llegado a los estantes las de Cyndi Lauper, Pete Towshend, Paul Anka, Debbie Reynolds, Rita Moreno, Rob Lowe, la editora del Vogue, Grace Codding‑ ton, la exdianética Jenna Miscagive y la de, ejem, Adamari López, titulada un poco gerundianamente, Viviendo. En los primeros lugares figuraba la de Sonia Sotomayor, la primera mujer de as‑ cendencia latinoamericana en ocupar un lugar en la Suprema Corte de los Estados Unidos. Leí las primeras páginas y el tono, fervoroso, optimista, dulzarrón, me hizo retroceder. En realidad, pensé, no me gustan las autobiografías. Mentira, me contradije de inmediato. Algunas me han gustado muchísimo, incluso cuando la prosa en la que están escritas no sea la mejor. Lloré como una loca con la lectura de Cisnes salvajes, el extraordinario libro de Jung Chang en el que cuenta la vida de su abuela, una concubina de pies de loto de ocho centímetros y la de su madre, quien participó con Mao en la Gran Marcha y luego fue internada en un campo de cas‑ tigo. Cuando le toca el turno de contar su propia vida, Chang retrata –más bien confiesa– su experiencia como Guardia roja y activista en la Revolución Cultu‑ ral. Quizás Chang no es la mejor escritora del mundo. Su biografía de Mao fue reci‑ bida con suspicacia por la crítica, tanto por el arbitrario manejo de los datos, como por el estilo reiterativo y quejumbroso. Anchee Min, autora de Azálea roja, otra autobiografía de esa época, escribe con más brío y con un humor ácido que acentúa el dramatismo de años en los que la vida de los chinos se convirtió en un gigantesco teatro del absurdo. Pero Cisnes salvajes me resultó más entraña‑ ble. ¿Por qué? ¿Sería por la conmovedora descripción de la dignidad con la que la abuela sobrellevó las crueldades a las que la sometieron los comunistas “por ser una reliquia feudal”? ¿Por la obvia y a ratos ingenua sinceridad de la autora? No sabría explicarlo. La autobiografía de Mahatma Gandhi, Historia de mis experimentos con la verdad, es un libro amado, al que he acudido mil veces en busca de consejo. El breve re‑ lato autobiográfico Esa visible oscuridad, de William Styron, fue indispensable para mí en una época negra, así como Un duelo observado de c . s . Lewis. No exagero al reconocer que esas voces, esas palabras, constituyeron una suerte de tabla de sal‑ vación. Crearon y mantuvieron la semilla de ciertas formas de supervivencia y alimen‑ taron la esperanza de vencer el miedo.
Joan Didion
Una autobiografía como Ola, de Dera‑ niyagala, una mujer que perdió a su ma‑ rido y su hijos en el tsunami de 2004, no me provocó el relámpago de reconoci‑ miento que me sacudió al leer The Year of Magical Thinking, de Joan Didion, quien de forma menos espectacular, pero igualmente inesperada, perdió a su ma‑ rido, el escritor John Gregory Dunne y a su hija Quintana, al primero por un infar‑ to, a la segunda por una septicemia. Deraniyagala comienza el relato con una descripción del mar, del hotel, de la súbita altura de las olas, del pavor que la obliga a correr con los niños y que la empuja a escapar. En la huida, se olvida de tocar a la puerta del cuarto de sus padres. Esa omisión explicable, pero de consecuencias terribles, es uno de los ejes de la rueda de Tántalo en la que se convierte su mente. Sin padres, hijo o esposo, se refugia en el alcohol. Pero hay algo estridente en esa escritura. La que‑ ja reiterada, aunque justa, termina por irritar. En cambio, Didion inventa, por‑ que esa es la palabra, una atmósfera úni‑ ca y al mismo tiempo universal en la que el luto transfigura cada gesto para con‑ vertirlo en parte del dilatado rito fune‑ rario en el que se transforma la vida del sobreviviente. Un día leí que Freud no quería escri‑ bir sus memorias por la cantidad de in‑ discreciones que esto implicaría. No quería mentir ni justificarse. Su colega y discípulo Carl Gustav Jung sí escribió la suya. Se titula Recuerdos, sueños y reflexiones. Una de las cosas que más me impresionó de este libro es, precisamente, la figura de Freud. Sale airoso de la minuciosa descrip‑ ción de sus contradicciones, neurosis y debilidades. Yo no sé qué es lo que hace que una autobiografía sea un libro esencial. Quizás sea lo que hace que cualquier libro sea bueno: una misteriosa alquimia de palabras e ideas •
Obama o la carabina de Ambrosio
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LLÁ EN LA CLOACA de la política hay quienes piensan que están en la cima. Y que la visita del presidente de Estados Unidos supone, para ponerlo en teleno‑ velescos términos que le vienen bien al que le queda el saco,“alcanzar una estrella”. Y significó, claro, la enormidad urbana del operativo: diseminar con impecable lo‑ gística de guerra un hormiguero de miñones armados hasta el colodrillo, algunos disimulados, otros de uniforme, porque los bichos peligrosos desde el color avisan: por aquí no se pasa, y aquello del “libre tránsito” y parecidas argucias con que la gente insensata se quiere pensar emancipada, quedó convenientemente cancela‑ do. Y hubo pues el cierre de calles y avenidas, la prohibición de acercarse uno a determinados espacios públicos y mejor camínele por allá, joven, porque estas calles ya no son suyas ni mías, sino del gringo. Y hasta se cerró, con terribles afecta‑
ciones para decenas de miles de perso‑ nas, el aeropuerto más grande del país, para que un solo ser humano se subie‑ ra tranquilamente a su propio, enor‑ me, desmesurado avionsote, porque a pesar de ser dueño de uno de los más terribles arsenales nucleares del plane‑ ta, y a pesar de tener a su servicio millo‑ nes de asesinos entrenados, y a pesar de ser el gran devastador de naciones en‑ teras y de tener el control de drones ro‑ bóticos de destrucción masiva, y a pesar también de vivir rodeado de una cohor‑ te de espías y expertos en combate y maniobras de evasión, es un hombreci‑ to que vive aterrado, como suelen vivir todos estos hombrecitos que dicen go‑ bernar. Y los medios en México, fíjate, Televisa y tv Azteca, enloquecieron, rui‑ dosos como guacamayas, y desde la crónica exaltada micrófono en mano hasta el cejijunto análisis con voz grave y corbata calada, desgranando frases ya antes repetidas hasta la náusea, co‑ mo “el mayor socio comercial” o “la fron‑ tera más amplia y transitada del conti‑ nente y del mundo” y llenándose los hocicos con frases de la utilería coyun‑ tural, como “balanza comercial”, nos di‑ jeron todo lo que se dijo: que Obama vino a cantar elogios. Pero nada más. Por más que se des‑ gañitaron los histéricos locutores tele‑ visivos, por más que las vocerías del gobierno repitieron cada palabra o in‑ tentaron crear un aura de misterio a las conversaciones a puerta cerrada, nada más. A pesar de que el gringo se aventu‑ ró a citar a Juárez o a hacer un aguado actito de contrición por la cantidad de armas que los suyos nos meten para que nos matemos, nada. A pesar de que has‑ ta se atrevió, condescendiente y magní‑ fico, a tirar la migaja del discurso sobre la tan manoseada reforma migratoria, nada más. Porque las armas van a seguir metiéndose para que nos sigamos ma‑ tando. Y Estados Unidos va a seguir ha‑ ciendo cuanto chanchullo se le ocurra
para chingarnos el petróleo y embu‑ charnos su gas y su gasolina carísimos, que en realidad eran los nuestros, pero bueno. Y Estados Unidos va a seguir pro‑ piciando el perfil racial y la persecu‑ ción, la negación de derechos elemen‑ tales a los migrantes, y va a porfiar en prácticas deleznables como la depor‑ tación, por decenas de miles, de niños solos y abandonados por el racista he‑ cho de ser latinos. A los mexicanos que no somos Enri‑ que Peña, que el presidente gringo elo‑ gie la “democracia mexicana” cuando recién vimos el escandaloso aparato con que se compran los votos y cómo se usan programas sociales con fines elec‑ toreros, suena más a burla que a sincera apología; y a que, si acaso, Barack es un fino artífice de la sorna. Pero nada más. Y la verdad cruel es que a la inmensa mayoría de los mexi‑ canos, porque México es mucho más que unas calles de Polanco, la visita del señor Obama nos importó un puro pe‑ pino, o menos que eso. Y sus elogios de una realidad distorsionada por el gro‑ sor de los vidrios antibalas de su co‑ chesote, esas frases llenas de optimis‑ mo de supermercado a nosotros, que vivimos en el México de veras, nos ca‑ laron todavía menos. Porque Obama vino a elogiar a México para, como bien apunta Denise Dresser –el mote atina‑ d í s i m o, d e “p o r r i s t a d e l Po t o m a c ” (http://lastresyuncuarto.wordp r e s s . com/2013/05/06/denise-dresser-po‑ rrista-del-potomac/), bajar allá, en su congreso y entre sus votantes, la ima‑ gen del mismo eu como proveedor de muerte y terror en una guerra de ante‑ mano perdida y causada, además, por el ávido antojo de sus millones de dro‑ gadictos. Y si acaso, para congraciar‑ se con los más de treinta millones de mexicanos que viven allá, que al final no dejan de ser un montón de votos contantes y sonantes. Pero nada más •
CABEZALCUBO
Decir acerca de uno
LAS RAYAS DE LA CEBRA
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15 Jornada Semanal • Número 949 • 12 de mayo de 2013
........ arte y pensamiento
José Ángel Leyva
Luis Tovar
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ESCUBRÍ A FERREIRA GULLAR no como poeta sino como ensayista; poco tiempo después vendría a México y se revelaría como uno de mis poetas admirados. En algún momento de 1997, cayó en mis manos un ejemplar de La Gaceta del Fondo de Cultura Económica que publicaba un texto titulado: “Arte y dolor”. Lo leí con enorme impaciencia y frustración; no porque su contenido me hubiese desilusionado, sino justamente por lo contrario, era brillante y sencillo. Yo preparaba desde hacía tiempo un trabajo sobre la poesía y el dolor. Cada una de las ideas que yo consideraba origi‑ nales y difíciles de repetir estaban allí expuestas con solvencia y gracia. Me quedaban pocas premisas para intentar abrir un nuevo camino en el tema, o quizás me falta aún tiempo para entender la lógica del hilo negro. Alma Velasco nos dio la oportunidad de conocer la poesía de Ferreira cuando tradujo y publicó En el vértigo del día, que le valió un premio a la mejor traduc‑ ción, en 1995. La presentación fue en Casa del Lago, en Chapultepec, en marzo de 1998. Desde mi primera impresión, la per‑ sonalidad del poeta rompía con los este‑ reotipos brasileños: seco, parco en su expresión, casi sombrío. Tuve entonces la oportunidad de hacerle una larga entre‑ vista acompañado del codirector de la revista Alforja, publicación que por en‑ tonces vivía sus primeros años. En esa proximidad física y dialógica, la imagen de Ferreira adquiría una nueva tonalidad y se presentaba como un hombre de ma‑ neras suaves, con una abierta disposición a conversar sobre cualquier tópico, sin afectaciones ni ambages, poseedor de un discurso articulado y preciso. Esta‑ ba muy contento por la aparición de su libro en México y su felicidad era más vi‑ sible aún por la presencia de Claudia Ahimsa, su joven y bella pareja, a quien había conocido poco antes como corres‑ ponsal en la Feria de Frankfurt, en la que Brasil era el país invitado y él una de las figuras centrales. José Ribamar Ferreira, nativo de San Luis de Marañao (1930), optó por conver‑ tirse en un poeta concretista en los años cincuenta. Quizás la conciencia de que la poesía nace del lenguaje banal lo condu‑ jo muy rápido a romper con el concretis‑ mo y a erigir el neoconcretismo, que muy pronto derruiría también con semejan‑ tes argumentos. Un poco arriba del suelo (1949) y La lucha corporal (1954), son las obras que testimonian ese paso por la experimentación y la vanguardia. Alma Velasco nos da la oportunidad de conocer otra vertiente de Ferreira, la de fabulador, al traducir Ciudades inventadas, de reciente aparición bajo el sello de la Universidad Autónoma Metro‑
politana. La obra refresca la memoria so‑ bre la importancia que tiene el autor no sólo en Brasil sino en cualquier país don‑ de exista un lector suyo. Las construccio‑ nes urbanas de este libro responden a la arquitectura lírica de Ferreira, pues sus versos aclaran circunstancias y precisan espacios, geografías, definen los mate‑ riales y las herramientas con las que el hombre niega o simula negar su insig‑ nificancia, el paso destructor del tiem‑ po. El Ferreira narrador o prosista atien‑ de al Ferreira poeta. La poética contenida en cada ciudad inventada por Ferreira se halla en la pro‑ pia mirada que impone el mayor arqui‑ tecto de Brasil, Oscar Niemeyer, íntimo amigo del escritor: “La arquitectura tiene sentido sólo si responde a la funcionali‑ dad, sin olvidar que la belleza es también parte de la función.” Las urbes de Ferreira se mueven en su ciclo de nacimiento-ca‑ ducidad, pero en su afán literario sólo exis‑ ten en su desaparición e inexistencia. Pienso, como lo sostiene Alfredo Fres‑ sia, que su poesía no posee un estilo par‑ ticular, un discurso de impacto, pero sí una voz electrizante que nos hace sentir la intensidad de las cosas simples, el curso de la vida. Así lo constata el Poema sucio y las antologías publicadas en México, En el vértigo del día y Animal transparente. La poesía nos hace visible aquello que desdeñamos o ignoramos, la banali‑ dad de unos plátanos podridos se con‑ vierte en un paseo por la muerte. Ferreira ya no viaja más en avión, pe‑ ro es capaz de recorrer miles de kiló‑ metros por tierra para ir a una ciudad como Buenos Aires a presentar una re‑ edición del Poema sucio, escrito allí en 1976, y recuperar la memoria del exilio, del origen; las causas del discurso. Qué otra cosa es “Morir en Río de Janeiro” si no la lucidez de quien se ve inmerso en la inmensidad de las pequeñas cosas •
Riviera Maya ii (ii y última)
A
QUÍ MENCIONADOS EN LA anterior entrega, los largometrajes de ficción inclui‑ dos en la sección Panorama Mexicano son Las búsquedas (José Luis Valle, 2013), Despertar el polvo (Hari Sama, 2012), Halley (Sebastián Hoffman, 2012), Las lágrimas (Pablo Delgado, 2012), Panorama (Juan Patricio Riveroll, 2013), Penumbra (Eduardo Villanueva, 2013), y Rezeta (Fernando Frías, 2012).
Otra mirada brevísima De nombre que se presta a confusión –Rezeta–, la ópera prima en ficción de Frías, también autor del guión, se queda a medio camino de lo que pudo ser un buen re‑ trato de adaptación a una cultura diferente a la de origen. Rezeta es el nombre de pila de una modelo albanesa que llega a México y, pareciera que inevitablemente,
Rezeta
se abre paso a golpes de cuerpo, para de‑ cirlo de algún modo. La cinta se extravía, con largueza, en los meandros del usu‑ fructo masculino del cual Rezeta es una víctima de curiosa anuencia; se detiene demasiado en la insustancialidad ruido‑ sa de las fiestas yuppies y, en el trayecto, parece perder de vista lo que parecía su foco dramático: el qué y el cómo siente la interfecta esa siempre incompleta e insuficiente adaptación a un medio so‑ ciocultural que ni la esperaba ni la echa‑ rá de menos cuando se vaya. Segundo largo de ficción de Riveroll –el primero es Ópera (2007)–, Panorama fue escrito por él mismo y por Javier So‑ lórzano de la Torre. A su vez, este último es protagonista del filme, lo cual hace pensar que no sólo los diálogos del per‑ sonaje encarnado por Solórzano fueron ideados por él mismo sino, también, lar‑ gas porciones de la trama. En conse‑ cuencia, Riveroll y Solórzano comparten la responsabilidad del descoyunta‑ miento, el flojo atado de los nudos, la gratuidad y, en general, la carencia de solidez de una historia que arranca y ter‑ mina –la de un capitalino que abandona un rato la ciudad– sin haber generado mayores interés o curiosidad. No ayuda, por cierto, una factura fílmica tan des‑ prolija que no pareciera fruto de la impe‑ ricia sino de una inexplicable voluntad –¿estilística?– de hacer que aquello se viera mal iluminado, mal fotografiado y mal editado, entre otras falencias. A Despertar el polvo, segundo largo‑ metraje de Sama –el primero es El sueño de Lu (2012)– le faltan doce minutos para alcanzar la hora y media de dura‑ ción y, fuerza es decirlo, si de él se supri‑ mieran las muy largas escenas, que más de una vez conforman casi secuencias completas, en las que a el Chano, perso‑ naje principal, sólo se le ve caminando con aires de eternidad, seguramente la película no habría alcanzado a durar ni una hora. No es cuestión de pietajes exi‑ gibles, sino que a consecuencia de esa decisión rítmica, la pequeña trama –un
indigente y exfacineroso vuelve a delin‑ quir con el propósito de dar solución a cuitas que no son suyas– pierde tanto continuidad como fuerza, y se diluye casi completa en la mente de un espec‑ tador que, llegado cierto momento, ya nada más quiere saber a qué horas el Chano dejará de gastar sus ya de suyo gastados zapatos. De tal modo, en el ca‑ mino queda desperdiciada la oportu‑ nidad de superar el nivel de esbozo al retratar la corrupción policial en el De Efe, asunto que, lejos de ser aprovecha‑ do como tema que subyace y detona, llega nada más que a mero borrador. Con similar aire lacónico al que im‑ pregna su otro largometraje de ficción –Workers (2012)–, y con parecida con‑ tención lo mismo en el tono histriónico que en el general del drama que cuenta, el salvadoreño naturalizado mexicano José Luis Valle demuestra saber lo deter‑ minante y lo altamente útil que puede ser, a la hora de contar una historia, todo lo que de ella no se cuenta de manera explícita o, como otros acostumbran, incluso palmaria. Bueno para insertar el contenido de sus tramas en espa‑ cios urbanos que acaban siendo parte insustituible, por definitiva, de aquello que se narra, en Las búsquedas a Valle le alcanzan setenta y siete minutos para redondear la narración de dos trayectos vitales marcados por lo imponderable y la soledad no buscada ni aceptada, el deseo de cerrarle las puertas, así co‑ mo la posibilidad de hallar, con un poco de disposición y otro de paciencia, la serenidad que hace falta para no seguir andando por ahí mientras se rumian pérdidas o venganzas. Puesto que el espacio no alcanza esta vez, de la muy interesante y es‑ perpéntica propuesta llamada Halley se hablará en otra ocasión. Sólo apún‑ tese que quizá sus productores aún están a tiempo de cambiarle un título que, al tratarse de una referencia más bien menor dentro de la trama, no le favorece •
CINEXCUSAS
Ferreira Gullar: la inmensidad de las pequeñas cosas
GALERÍA
cinexcusas@yahoo.com
ensayo
El poderoso influjo de la música
14 de abril de 2013 • Número 945 • Jornada Semanal
Ilustación de Juan Gabriel Puga
Xabier f . Coronado
Cuando todo haya desaparecido ‒inteligencia, memoria, personas, amores y recuerdos‒ seguirá existiendo la música: la única ración de tiempo y dicha que nos fue concedida. Thomas Bernhard
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uchas cosas influyen en nuestra vida afectiva pero pocas de una manera tan gozosa como la música. Para Nietzsche, existe un “poder remoto y escondido en la música” que nos transporta al “reino intermediario de los afectos”. En su ensayo “Sobre la música y la palabra” (1871), afirma que casi siempre van unidas y que juntas crean imágenes que se relacionan con la melodía. Así, se entra en el plano afectivo porque los oyentes musicales padecen un “efecto sobre sus sentimientos” y crean un concepto simbólico de la música. Esta teoría de Nietzsche coincide con lo que anteriormente había afirmado su mentor, Schopenhauer: “El lenguaje de los sonidos, debe ir acompañado de palabras y aun de una acción plástica, para que nuestro intelecto intuitivo y reflexivo [...] no desvíe de la música su atención, y lo que los sonidos dicen a nuestro sentimiento vaya acompañado de una imagen intuitiva, [...] y esto reforzará el efecto de la música” (“Sobre la metafísica de lo bello y estético”, Parerga y Paralipómena.) Lo expuesto se confirma porque los humanos asociamos la música a los recuerdos; las melodías se quedan ligadas a un momento determinado y ya no pueden escapar del marco simbólico donde se encierran. La vida está unida a la música desde el principio, las canciones de cuna nos calman el desconsuelo de nacer en un mundo desconocido; aunque, tal vez, el gusto por la música ya se cimenta desde la vida intrauterina, cuando el ritmo cardíaco materno se graba como estructura básica para enlazar otras melodías
que marcarán nuestra existencia. Todos vamos formando un repertorio musical que se relaciona con nuestra historia particular y la vida familiar, sentimental, lúdica o laboral, aportan canciones a esa colección de música existencial. Así se forma la memoria sonora, a base de recuerdos ligados a notas musicales que nos transportan a eventos concretos de la vida. Existe un gusto general por la música; el filósofo y matemático Maimónides, en su Guía de perplejos (1190), afirma que “la música es el más agradable alimento para la facultad psíquica”. El Diccionario de la Real Academia de la lengua Española define la música como “el arte de combinar los sonidos de la voz humana o de los instrumentos, o de unos y otros a la vez, de suerte que produzcan deleite, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre, ya tristemente.” Luego la música se puede disfrutar también desde la tristeza, con una melancolía que quizás roza lo patológico. En este punto surgen los conceptos de melomanía y melómano. Volvemos al diccionario: Melomanía (del gr. melos, canto con acompañamiento de música, y manía, locura, que significa “apasionado”, “inclinado excesivamente” o bien “que tiene obsesión o hábito patológicos”), e s u n “ a m o r d e s o rd e n a d o a la música”; y melómano es la persona que siente ese amor convertido en manía. Aunque hay que apuntar que, en nuestra cultura, casi nadie tendría a un melómano por loco o por enfermo. La música más profunda procede de la naturaleza, desde el ritmo básico del canto de las cigarras al sol o los mantras nocturnos de los grillos, hasta el sublime trino de los pájaros o el éxtasis sonoro del coro de batracios cuando entona su armoniosa letanía. La batucada del trueno en las tormentas, los arpegios del viento y la lluvia, son músicas de la Tierra que nos vibran dentro y luego proyectamos hacia afuera. Porque la músi-
ca humana es la reverberación en nuestros cuerpos de la forma más universal de la naturaleza, somos el crisol donde se funden los sonidos cósmicos ‒“la música de las esferas celestes"‒ con los ritmos de la Tierra. El resultado es una aleación que se convierte en canto y baile, en danzas y ritmos tribales, en folclor, en música popular o sinfónica, en música festiva o religiosa, en desgarradora música fúnebre o en imperiosa música militar… Hay una música para todos los estados del alma, aunque hay momentos que, como escribió el poeta José Hierro, “para qué queremos músicas si no hay nada que cantar” (Alegría). Disfrutar la música es considerado un placer, un deleite al alcance del ser humano, un gozo terrenal de músicas celestiales o infernales. Franz Liszt describe el espacio místico que surge de la meditación musical, “una amplia extensión durmiente de melodías, un éter vaporoso... se extiende”. La música es placentera pero también perturbadora, levanta pasiones y fobias: quién no se quedó prendido de una canción y la escuchó decenas de veces; quién no aborreció una melodía concreta o un ritmo determinado. Aunque “la música militar nunca me supo levantar”, a otros los llena de brío; la música sacra puede inspirar fervor o rechazo; también la música clásica, la ópera, el tango, la música étnica, el jazz o el rock… tienen sus adeptos y detractores. Schumann escribía a su esposa Clara: “No has de tocar ni una nota a esa gente a quien bastan los arpegios”; la interpretación maquinal frente a la inspiración intuitiva, el virtuosismo técnico frente al duende. Músicas polifónicas o minimalistas, cadencias armónicas o disonantes, suaves o estridentes, vehementes o meditativas… Todo es válido porque todo es disfrutable, el que goza rumbeando no es menos que aquel otro que se deleita al escuchar ópera. Hay para todos los gustos y todo tipo de opiniones, como la de Nietzsche cuando escribe: “Lo que hoy nosotros llamamos ópera, que es una caricatura del drama musical antiguo, ha surgido por una imitación simiesca directa de la Antigüedad” (El nacimiento de la tragedia.) En definitiva, como afirmó Schopenhauer: “La música representa, con respecto a todo lo físico del mundo, lo metafísico, y con respecto a toda la apariencia, la cosa en sí” (El mundo como voluntad y representación). Por eso, en ocasiones, el poderoso influjo de la música nos revela una verdad que esperó el eco de un ritmo o el susurro de una melodía para convertirse en certeza •
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