La Jornada Semanal

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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 2 de junio de 2013 ■ Núm. 952 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

s i a n d a c é d

o s r o r e Esther Andradi

Buen viaje, querido Chema:

Hugo Gutiérrez Vega


bazar de asombros VIAJANDO POR YUCATÁN

Socio fundador de esta casa editorial, colaborador y amigo entrañable, José María Pérez Gay, nuestro querido Chema, falleció el pasado domingo 26 de mayo. Hugo Gutiérrez Vega evoca entrañablemente al filósofo, traductor, ensayista y narrador a quien dedicamos el número 913 de este suplemento, el 2 de septiembre de 2012, al cual remitimos a nuestros lectores. De otro gran latinoamericano hablan estas páginas, a diez años de su partida: sobre Augusto Monterroso y la microficción, el género literario que le diera justa fama internacional, hablan especialistas de España –Fernando Valls y Carmen Valcárcel–, Chile –Pía Barros– y México –Lauro Zavala–, convocados por la argentina Esther Andradi. Completa el número una semblanza del pensador guatemalteco Manuel Galich.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

La primera vez que visité Mérida fue en el verano de 1954. El viaje en avión era un ejercicio de pa­ ciencia y, con frecuencia, se convertía en un jaripeo que nos parecía interminable. Si mal no recuerdo, el d . c . 4 de Mexicana seguía esta ruta: México, Veracruz, Coatzacoalcos, Villahermosa, Ciudad del Carmen (recuerdo un curioso letrero pintado en un muro del pequeño aeropuerto. Así rezaba: “Laguna por Yucatán y Yucatán por la República” –el veja­ men implícito era contra el imperialismo campe­ chano–), Campeche y Mérida. Unas ocho o nueve horas de enfrentamiento con los malos humores del Golfo y con los encontrados vientos peninsulares. Por esos años militaba en la Confederación Nacio­ nal de Estudiantes. El viaje a Mérida tenía como objetivo principal apoyar a los universitarios yu­ catecos que vivían un conflicto con el rudo gobier­ no del estado. Hice una buena y hermosa colección de excelen­ tes amigos y amigas. Recuerdo con afecto (la mayor parte ya se han ido) a Víctor Castillo Vales, joven y talentoso filósofo neotomista, a los hermanos Me­n éndez, a Huayo Tello, erudito en temas yuca­ tecos y miembro de una familia musical, y a los acto­ res y actrices de los pequeños grupos teatrales de la ciudad que se habían refugiado en viejos cines y no tenían acceso al Peón Contreras que, en esos años, era un cinote que había desplazado a la gran tradi­ ción teatral y operística del mejor teatro del su­r este del país. Todos los días, el Chino Herrera y su fa­ milia comentaban, siguiendo la técnicas de la Comedia del Arte, los acontecimientos sociales y políticos peninsulares, y algo quedaba de la figura bohemia del Poeta del Crucero (“Los toros de Pa­ lomeque, ni pa bisteque, pero los de Sinquehuel very well”, decía en una de sus crónicas taurinas tan pintorescamente rimadas. Tengo muy presente la luna enrojecida por las quemas del henequén (era “la sangrienta luna” de Quevedo para Osuna y de Borges para Quevedo), las noches en el jardín de la casa de Cuca Cámara, bebiendo horchata, admi­ rando la belleza de las meridanas y escuchando al Cuarteto Armónico que cantaba la bella canción de Benny Moré, “Cómo fue” (“tu risa como manantial llenó mi vida de inquietud”).

2 de junio de 2013 • Número 952 • Jornada Semanal

Hugo Gutiérrez Vega La península conservaba algunas de las fábricas que le permitieron sobrevivir al aislamiento y a la prepotencia de los “huaches”. Recuerde el lector que el marino era el camino más viable para llegar al estado que, durante muchos años fue abando­ nado y, al mismo tiempo, explotado por la Federa­ ción. Pensemos en la terrible duración de la guerra de castas (la excelente novela Península-península, de Hernán Lara Závala, reconstruye magistral­ mente esa época convulsa). Ese aislamiento avivó el ingenio de los peninsulares que echaron a andar sus propios ferrocarriles y a producir cigarrillos (U-Xul, el más barato), cerveza, conservas, telas, sombreros... Para esas fechas ya empezaban a des­ aparecer las empresas locales víctimas de los mo­ nopolios nacionales y trasnacionales. El henequén, por otra parte, estaba iniciando su decadencia y la tierra dura cubría con grandes esfuerzos una parte de las necesidades alimentarias. Cuca Cámara, doña Nela Cázares de Robleda y los cocineros de Los Almendros y de las fondas de la plaza grande, me iniciaron en el goce de la incom­ parable comida peninsular. Sería imposible rese­ ñar todas las sorpresas que recibió mi paladar. Me limitaré a tres ilustres platos: la equilibrada en texturas y sabores sopa de lima; el bien sazonado salpicón de venado (hay ahora en México un co­ medero aparentemente yucateco en el que te dan no gato por liebre, pero si res por venado) y los ilustres papadzules –comida del señor–, logro ma­ yor de una cocina capaz de extraer los aceites esen­ ciales de la pepita de calabaza para obtener su sa­ bor especial. Aquí me detengo, pues los lectores saben que, a mi edad, el “consuelo que me queda” es la virtud de la gula. La comida, la noche, las bellas mujeres, la me­ moria de Carrillo Puerto y del Partido Socialista del sureste, escritores como Mediz Bolio y Her­ nán Lara Závala, la música y el misterio del mun­ do maya. Todo eso me entregó la Península, península.

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Portada: Tito el breve

Autorretrato, Augusto Monterroso

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Jornada Semanal • Número 952 • 2 de junio de 2013

Hugo Gutiérrez Vega

Buen viaje,

querido Chema Foto: Rogelio Cuéllar/ archivo La Jornada

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i inolvidable secretaria, Lucha Pruneda, me avisó: “Lo esperan en la antesala dos muchachos mexicanos que se ven muy desaso­ segados.” Era el verano de 1964 y Roma ardía en las manos del ferragosto. Lucha había sido secretaria del licenciado Ramón López Velarde en el Jurídico de Gobernación y le había pasado a máquina algunos poemas y artículos (recordaba, sobre todos, el titulado “Novedad de la Patria”). Era muy discreta, pero, ante mi insistencia, me contó algunas anécdotas de la vida y de los trabajos del poeta. Entre otras, la de la madre sentada al lado del lecho de muerte. Le informaron a Luchita que el poe­ ta se despertó en la madrugada y se percató de la presencia de su atribu­ lada madre. Escuchó sus sollozos y le pidió: “Madre, llore en mis manos que quiero llevarme sus lágrimas.” Luchita hizo entrar a los preocupados muchachos a mi pequeño despa­ cho de Agregado Cultural de México en Roma. Suena muy pomposo, pero la verdad es que era casi un cuchitril. Uno de ellos, el más decidido, se pre­ sentó: “Soy José María Pérez Gay. Somos estudiantes. Llegamos ayer a Ro­ ma y nos robaron. Nos quitaron todo, dinero, pasaportes, relojes... en una calle cercana a la Piazza Navona. Debemos estar en Alemania el próximo lu­n es para cumplir con las obli­ gaciones de nuestra beca. Afor­ tunadamente no nos qui­t a­ron los boletos.” El muchacho terminó su discurso y se sentó en una de las temblorosas sillas pertenecien­ tes a la lejana época del embaja­ dor Eduardo Hay, constructor de la casa de Lazzaro Spaellanzzani El joven Chema donde funciona la embajada era una fuente de mexicana desde mediados de los años veinte. sabi­d uría y de Empezamos a platicar y salió el tema de la literatura del “impe­ ordenada erudición. rio perdido”, que tuvo su capital en Viena, la verdadera Ciudad Luz de fines del ochocientos y principios del siglo xx . El joven Chema era una fuente de sabi­ duría y de ordenada erudición. C o m p a r t i m o s a d m i r a c i o n e s: Benjamin, Reich, Marcuse, Roth, Kraus, Musil, Schnitzler, Freud, Wittgenstein, Mahler, Kokochka, Klimt... en fin, toda la gloria de la ciudad en la que se gestaban los aspectos esenciales del mundo moderno. Hablamos y hablamos, mientras el cónsul Alfonso Herre­ ra Salcedo nos hacía el favor de acelerar el trámite de elabo­ración de los nuevos pasaportes (por un

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solo viaje, como lo ordenaba la ley). Fuimos a comer a la trattoria del barrio. Chema y su amigo se abismaron en el platón de espagueti a la boloñesa y bebieron varios vasos del vino peleón de los castillos romanos. Los llevé a una pensión y, a la mañana siguiente, fuimos a echarle un rápido vistazo a la ciudad. Los pasaportes estaban listos (el cónsul Herrera Salcedo rom­ pió todos los récords y, generoso y cordial, pagó lo ordenado por el regla­ mento y les regaló 2 mil liras a los simpáticos asaltados). Comimos en casa. Lucinda había preparado unos frijoles refritos que Chema festejó de por vida; les entregué unos dólares para el viaje, y en la es­t ación Termini nos dimos un abrazo conmovido. Nunca olvidé a ese muchacho tan cordial, tan seguro de sí mismo y tan sorprendentemente sabio. Leí durante dos días y sus noches El imperio perdido; lo comenté con Tho­ mas Keller, quien pensaba que era un libro clave para entender la tensión espiritual, la vida intelectual y la explosión de arte y de cultura académica y científica de la Viena finisecular. Nos veíamos en las madrugadas de La Jornada, en la oficina de nuestra jefa Carmen Lira. Hablábamos de todas las cosas de la “tierra de los hom­ bres” (Saint-Exupéry dixit) y de nuestro adolorido país. Nos reunía en su casa en torno a Andrés Manuel Ló­ pez Obrador, y ese ángel bonda­ doso que es Lilia nos apapachaba y nos daba de cenar. Discutíamos, escribíamos manifiestos y alimen­ tábamos esperanzas, pues todos, especialmente Chema, sabíamos que la única salida de este país se dará por la puerta de la izquierda. El Canal 22, la embajada en Portugal, los libros, ensayos, artí­ culos, las conferencias y las inte­ ligentes charlas... Por todos esos lugares y momentos transitó el joven que fue asaltado en un oscu­ ro callejón romano y que iluminó muchas vidas con su inte­l igencia, sabiduría, honestidad, pruden­ cia, su sentido del humor y su pro­ fundo humanismo. Lo natural sería que mi joven ami­go romano me hubiera despedi­ do, pero el tiempo hace lo que le da su regalada gana y a mí me toca de­ ­cirle adiós. Adiós, Chema, aquí es­tá tu pasaporte para el cielo de las le­ tras y de las ideas, estas monedas para el viaje, y vamos a darnos un abrazo de hermanos bajo las luces de Termini, al pie del tren que te conducirá a la capital del imperio perdido. Buon viaggio, caro amico • Foto: Marco Peláez/ archivo La Jornada


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Nuevos poetas Podría considerarse a Tijuana, Baja California, como una ciudad fronteriza, pero su condición de imán atrae a gente de todo el mundo y la convierte en un centro en constante movimiento que se expresa en un lenguaje artístico, propositivo y renovador, marcando la pauta a seguir en muchos sitios del orbe. Ahí se encuentran músicos, poetas, escritores, bailarines, pintores, todos ellos artistas precursores del uso de nuevas tecnologías, pero que no olvidan su tradición. Casos como el del movimiento Nortec en la música; Heriberto Yépez en la literatura; Daniel Ruanova en la escultura; Roberto Romero Molina en la instalación; Julio Orozco en el arte conceptual, o Melina Peña en el performance, reafirman que Tijuana modifica nuestra idea de frontera porque es, precisamente, su actitud frente a la obra y su contexto la que tiende puentes sin aduanas a otras latitudes del mundo. Hace unos meses asistí al Encuentro de Poetas Tijuana-San Diego, organizado por Mara Maciel a través del Centro Cultural Tijuana ( cecut ). Ahí pude escuchar a poetas cuyo trabajo llamó mi atención (algunos de ellos incluidos en esta muestra), que se

Venenos (1972)

Puse un ramo de ruda bajo la cama bajo la almohada puse polvo de ruda lavé las sábanas de todos nuestros fluidos con agua de ruda y con ruda me friccioné bebiendo infusión de ruda Y toda la ruda no bastó para librarme de la ruda soledad en que no encuentro más consuelo que hacer por cuenta propia resonar tu nombre en las paredes del cuarto.

autores que pertenecen a nuevas generaciones: Andrea Caram,

En esta muestra presento seis poetas nacidos entre 1972 y 1987. Algunos autores, como Elizabeth Algrávez, Amaranta Caballero, Paty Blake o Alberto Paz, no nacieron en Tijuana, pero la eligieron, por diversas circunstancias, para habitarla desde hace años y hacerla su ciudad. Elizabeth Algrávez apuesta por una poesía que busca la musicalidad de la palabra y la sensualidad en el lenguaje. Amaranta Caballero experimenta continuamente con lo cotidiano y lo coloquial organizando nuevos universos verbales. Alberto Paz y Yohanna Jaramillo miran hacia adentro de la escritura y retratan su entorno en un ánimo caótico que los lleve al equilibrio. Paty Blake fragmenta su discurso y lo resignifica en un espacio físico a través del lenguaje que refleje su circunstancia. Omar Pimienta encuentra en la denuncia social y en un tono narrativo (pero mítico) la desnuda y desgarradora realidad a la que ha sido sometido nuestro país. Estos poemas son una mirada al amplio panorama que irrumpe cuando decimos Tijuana.

J air C ortés

(1978)

Para sitiar una ciudad hay que herirla como si fuera uno mismo hay que arrebatarle el aire despacio ventanal abierto a pie de cortina dibujar los muros. No mi historia, punto intermitente importa el oficio el trazador de ventanas errante acecho que permanece. Perímetro adelante no sabemos si es una cáscara o un eco crece si el botín es sólo un no-lugar una flecha y población flotante. Cruz en el papel / línea indivisible dedo viajero en el mapa. Con cada partida se muda el sitio la ciudad camina ya hacia adentro.

dan forma a un corpus literario vasto en formas y temas, y son

Binôme, Hilda Servín y Claudia Ortiz, entre otros.

Paty Blake

Elizabeth Algrávez

suman a una larga lista de autores que he leído recientemente y

Adrián Volt Sáenz, Daril Fortis, Karina Balderrábano, Patricia

El sitio

(fragmento)

M-A-K-I-L-A-C-I-Ó-N Alberto Paz (1987)

Humos de maquila fosforeciendo Al grosero verdor de sus espacios Respiro coloración de estas horas Mi cuerpo muta y muta y sigue mutando Ahora mismo vomito un poema maquilado Mientras carnívoras flores metálicas me devoran Como mudo Como así Como de estos tiempos Los uniformes ya no son prendas Guillermo ¡Adviértelo! ¡Son pensamiento! Y te das cuenta porque acá se vive o muere igual Una línea de pantallas Una línea de reproductores Una línea de muerte Una línea… Todo es igual Estoy maquilando Guillermo ¡Estoy maquilando! Sigo las instrucciones…


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en Tijuana Nota en un periódico atestado de gorupos

Yohanna Jaramillo

Amaranta Caballero Prado

(1979)

(1973)

Domingo: Llego hasta aquí, con los restos que nadie utilizó. Lunes: Nací sin compartir el adn contigo, nuestro tiempo fue sólo virtual. Martes: No lo lamento, sólo fue una expresión de no triunfo. Miércoles: No ha de ser tu imagen la que acabe en este poema. No ha de ser tu imagen la que acabe en este poema. No ha de ser tu imagen la que acabe en este poema. Jueves: Habla silenciosa habla, retuércete en los sonidos de tu casa llena de viejas cosas. Viernes: Yo necesito hablar de ti mujer mientras la guerra siga, ahora que tus ojos son siesta sin almohadas. Sábado: Pronto, todo sucedió pronto, a la ninfa de tu bosque le corté su raíz. Domingo: Te amé en todas las partes del mundo, menos, en la palabra mentira. Lunes: Y yo salí de tu vida como la gente cuando sale de misa: Arrepentida.

Me dijo y le dije. Pero para entonces ya llevaba las uñas grises, y yo negras, como en las pinturas del s. xv o como en las estanterías. Esas magníficas iglesias. Me dijo de los ferrocarrileros rusos mientras yo hurtaba una cucharita a la Baba Yaga, ¿y si no era a ella, a quién más? Le dije: “es que dice Eternum”. Me dijo sabotear, le dije aire, me dijo alquimia. (Ahí fue entonces que cayó el rayo) Pero no nos convertimos en hojalata. Ni en sal –eso toma tiempo–, No nos convertimos tampoco en libros. Mudos. Reímos silentes sobre carromatos. Y arreció el contagio: disecar palabras, tragar almíbar –lindas onomatopeyas–, pulir letreros, construir cimborrios. ¿Boundage o bondad? Me dijo y le dije.

Goliat Omar Pimienta (1978)

Mataron a un vecino del Pareja: balazo en la espalda; bala expansiva. El migra dijo que la víctima era traficante de gente, de droga; que fue en defensa propia, que sólo disparó después de ser atacado con piedras. Todos sabemos lo que pueden lograr las piedras.

Novenario

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Mario Roberto Morales

EL CICLO DE REVOLUCIONES MODERNIZADORAS

A

lo largo de su gestación y desarrollo, las re­ voluciones producen siempre conjuntos de intelectuales orgánicos que le otorgan un sentido estratégico al cambio social me­ diante el debate constante (y a menudo violento) acerca de las vías y los procedimientos económicos, políticos y culturales que deben romper con el viejo orden de cosas. El ciclo de revoluciones moderniza­ doras que se desarrolló en América Latina a lo largo del siglo xx no es la excepción a esta norma, la cual es fácilmente comprobable en las revoluciones mexi­ cana, guatemalteca, cubana, chilena y nicaragüense.

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de la nicaragüense. La mexicana –a pesar de que ya en los años veinte fue cooptada por su ala criolla, la cual neutralizó a su contraparte popular y así oficia­ lizó su corrupción y su dictadura de partido– sobre­ vivió a la locura anticomunista hasta que el neoli­ beralismo la alcanzó para saquearla a manos de Salinas de Gortari y sus adláteres. A pesar de eso, esta revolución es la única cuya existencia tiene como prueba un país en el que el ideario de la modernidad liberal sobrevive de muchas maneras, aunque te­ rriblemente maltrecho. En los casos de Guatemala, Chile y Nicaragua (guardando las distancias), los rastros de sus revoluciones se han perdido engu­ llidos por el capital corporativo transnacional y las oligarquías locales, productoras incesantes (en Chi­

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sar a escribir y representar obras de teatro en su Ins­ tituto Central para Varones y convertirse en profesor de pedagogía, literatura, gramática e historia en la escuela Normal Central de Varones y en el Instituto de Señoritas Belén (en los años treinta), y en dirigen­ te universitario en la Facultad de Derecho de la Uni­ versidad de San Carlos de Guatemala, contra la dic­ tadura de Jorge Ubico (en los años cuarenta). En 1948 se graduó de abogado, y en 1950 fue candidato a la Presidencia de la República cuando resultó electo Jacobo Arbenz, con cuyo gobierno colaboró como ministro de Relaciones Exteriores. Antes, durante el gobierno de Juan José Arévalo, había sido presiden­ te del Congreso de la República y ministro de Edu­ cación. En 1954 fue nombrado embajador en Argen­

Manuel Galich En todas ellas, parafraseando a Gramsci, un bloque histórico de intelectuales orgánicos intentó definir un interés nacional que hiciera posible el arranque y la continuidad del cambio revolucionario en la so­ ciedad civil y en la sociedad política. Como se sabe, el objetivo de las revoluciones lati­ noamericanas del siglo xx fue el de la modernización de la economía y la política, lo cual implicaba sus­ tituir relaciones de producción feudales por capita­ listas, y Estados dictatoriales por democracias repre­ sentativas. En el caso de Cuba, la guerra fría definió la vía de la modernización de la Isla en sentido socia­ lista, pero esto no ocurrió sino hasta 1962, tres años después del triunfo de Fidel Castro y sus guerrillas, quienes se alinearon con la Unión Soviética ante la presión estadunidense para que Cuba formara par­ te de sus designios en calidad de “patio trasero”. De hecho, la guerra fría fue el referente causal de la de­ rrota de la revolución guatemalteca, de la chilena y

El objetivo de las revoluciones latinoamericanas del siglo xx fue el de la modernización de la economía y la política, lo cual implicaba sus­t ituir relaciones de producción feudales por capitalistas, y Estados dictatoriales por democracias representativas.

le) de conflictividad social y, además (en Guatemala y Nicaragua), de exportación perenne de mano de obra descalificada (como también ocurre con México). Por su parte, Cuba persiste como puntal de un nuevo ciclo de cambios revolucionarios, ahora por la vía de las elecciones, en Venezuela, Brasil, Argentina, Uru­ guay y Ecuador, los cuales persiguen lo mis­m o: la modernidad, ahora adornada por el prefijo “post”, que remite a la necesidad de construir una alterna­ tiva al proyecto global del capitalismo corporativo transnacional, también llamado neoliberalismo.

EL HOMBRE Y SU TRAYECTORIA Manuel Galich (Guatemala, 1913-La Habana, 1984) integró el bloque de intelectuales orgánicos de la Re­ volución guatemalteca (1944-1954), el cual contó con juristas (como Alfonso Bauer Paiz), filósofos (como Juan José Arévalo), educadores (como Carlos Gon­ zález Orellana), literatos (como Enrique Juárez Tole­ do, Otto Raúl González, Carlos Illescas y Mario Mon­ teforte Toledo), artistas (como Juan Antonio Franco y Rina Lazo) y políticos (como Jacobo Arbenz). Algu­ nos de ellos –tal el caso de Luis Cardoza y Aragón y de Miguel Ángel Asturias– alcanzaron reconoci­ miento continental y mundial como cultores compro­ metidos con los intereses de su pueblo y de un esfuer­ zo político que pretendió echar a andar un proyecto económico modernizador que involucrara a las ma­ yorías en el empleo, el salario y el consumo, sobre la base de la pequeña propiedad agrícola como soporte económico de un régimen capitalista competitivo y de un Estado plenamente democrático. Galich –cuyo centenario se celebra a lo largo de este año en Cuba y en Guatemala– fue un intelectual ilustrado: educador, dramaturgo, ensayista, dirigen­ te político, historiador e ideólogo latinoamericanis­ ta. Su vasta obra así lo confirma. Producto de la edu­ cación pública durante las dictaduras “liberales” que asolaron Guatemala y el resto de Centroamérica, empezó siendo un orador estudiantil para luego pa­

tina, país en donde lo sorprendió el derrocamiento de Arbenz por parte de la cia , la oligarquía guate­ malteca y un sector derechista del ejército nacional, y en aquel país permaneció asilado hasta 1962, cuan­ do fue llamado a La Habana por Haydee Santamaría para que trabajara con ella en la Casa de las Améri­ cas, de la cual fue subdirector y donde fundó y diri­ gió el Departamento de Teatro y su revista Conjunto. Galich fue asimismo catedrático de Historia de Amé­ rica Latina en la Universidad de La Habana, ciudad en la que murió el 31 de agosto de 1984. El próximo 30 de noviembre de 2013 se cumplirán cien años de su nacimiento en la entonces apacible y antañona ciudad de Guatemala.

EL AUTOR Y SU LEGADO La bibliografía de Galich es, como apunté, vasta. En ella destacan algunos libros que han marcado el que­ hacer intelectual guatemalteco y latinoamericano por su lúcido enfoque crítico y estético del momento histórico que atravesaba entonces su país y el conti­ nente, y que por eso merecen especial mención pun­ tual. Tal es el caso de su intensa crónica de la Revo­ lución guatemalteca, Del pánico al ataque (1949); de sus ya clásicas piezas teatrales antiimperialista El tren amarillo (1950) y El pescado indigesto (1953); de su estudio sobre la situación política continental, Mapa hablado de América Latina (1973) y de su pionera his­ toria de la América precolombina, Nuestros primeros padres (1979). Estos textos son lúcido ejemplo de un vibrante latinoamericanismo crítico que se profun­ dizó en nuestro autor a medida que se identificaba con la Revolución cubana, con la agenda cultural de la Casa de las Américas y con el compromiso aca­ démico de la Universidad de La Habana, a las que de­ dicó sus mejores esfuerzos intelectuales. Reconocido por algunos como dramaturgo, por otros como historiador y por otros como político, Galich fue un modelo de intelectual orgánico porque nunca desligó su actividad académica de los intere­


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Galich en la Casa de las Américas, en los setenta

de las Américas –en donde una sala lleva su nom­ bre– como en la Universidad de La Habana –en la que existe una cátedra que también se llama como él. He sido testigo pleno de esto. Sobre todo cuan­ do visité Cuba en enero de 2011 como jurado del Premio c a s a . Y al constatar cómo sus antiguos alumnos y los pupilos de éstos lo evocan con tan­ tísimo afecto y agradecimiento, no pude dejar de lamentarme de que en Guatemala sólo les sea fa­ miliar a los sobrevivientes revolucionarios, a quie­ nes se dedican al teatro y a los que asisten a las representaciones de sus obras, cuando debería ser ampliamente leído por estudiantes de secundaria, de ciencias sociales y de literatura, por políticos y activistas, y honrado como se merece en su calidad

de intelectual orgánico de una revolución cuya agenda económica y política constituye todavía una asignatura pendiente en ese país. El legado de Galich se concentra, pues, en su ejem­ plo: un ejemplo escritural que es político, y un ejemplo político que es moral. De aquí que sea un he­ cho afortunado el que su centenario coincida con el de Jacobo Arbenz, el presidente cuyo derrocamien­ to truncó la revolución modernizadora de Guate­ mala, retuvo a Galich en Argentina y después lo lanzó a Cuba, en donde desarrolló su vocación intelectual, artística y política de la mejor manera posible –da­ das las circunstancias– y en donde su memoria es dig­n amente honrada, como tiene que llegar a serlo en su propio país •

o el ejemplo moral ses populares, ni su esfuerzo estético de la función didáctica que la obra de arte escénico y ensayístico puede cumplir en coyunturas en las que se convierte en elemento movilizador de multitudes. En tal sen­ tido, su legado escrito y su ejemplo personal consti­ tuyen un acervo invaluable para las juventudes que no han sido del todo seducidas por el relativismo amoral, la fragmentariedad esquizoide y el descoyun­ tamiento estructural de las ideologías de la postmo­ dernidad consumista en clave neoliberal. Hace falta, claro, que esas juventudes lo descubran. Y, para el efecto, hace falta que nosotros lo demos a conocer.

EL LEGADO Y EL EJEMPLO En 1978, con ocasión del xi Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, pude entrevistar en la Casa de las Américas a tres exministros de Ar­ benz: Alfonso Bauer Paiz, Guillermo Toriello y Ma­ nuel Galich. A los tres les hice una sola pregunta: ¿Por qué cayó Arbenz? Recuerdo que ante la severa auto­ crítica de Bauer Paiz, Galich reaccionó diciendo que de nada valía rasgarse las vestiduras por no haber estado a la altura de las circunstancias, y sugirió que la Revolución cubana era un resultado de los errores cometidos en Guatemala, con lo que adhería al cri­ terio que al respecto había externado el Che Gueva­ ra, y también a su visión continental de la revolu­ ción popular como un proceso concatenado, cuya unidad estaba dada por la historia compartida de nuestros países. Cuando le pregunté por qué no regresaba a Gua­ temala, me respondió que, de regresar, debía hacerlo como guerrillero y que para eso ya no tenía las facul­ tades físicas requeridas, que sentía que podía servir mejor a la causa guatemalteca desde Cuba y que en ese sentido él seguía comprometido con la misma lucha popular que se había visto truncada en su país por la derecha local y el interés capitalista internacional. Por su postura política y por su labor intelectual, Galich es reverenciado en Cuba. Tanto en la Casa

Galich con Ernesto Guevara

Manuel Galich, 1944

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Una d Esther Andradi

H

A la memoria de Gloria Pampillo,

escritora, autora de microrrelatos

(Buenos Aires 11/ xi /1938- 27/ ii /2013).

ace ya una década que Augusto Monterroso, el más reconocido precursor del microrre­ lato en español, nos dejó para ir a escribir a otra parte. Desde entonces, su presencia creativa, su don de la precisión, sus ocurrencias han quedado para siempre en sus libros. Donde quiera que estu­ viese irradiaba sentido del humor. Recuerdo haber­ lo conocido en las jornadas de literatura Centroame­ ricana y del Caribe en Berlín, en 1988, donde contó, muy suelto de cuerpo, que escribía cortito porque era haragán. Hay que imaginarse que si bien el gé­ nero breve nació con la literatura misma, a fines de los ochenta todavía no existía el microrrelato como género, ni en español ni en ningún otro idioma, y que recién con el correr del tiempo y frente a la obs­ tinada producción literaria de minificción comen­ zaron a animarse las primeras investigaciones. Des­ de entonces hasta hoy mucho ha pasado. El microrrelato rompió definitivamente con la aristocracia de la novela e implantó, libertario, la for­ ma corta. Cuánto menos líneas, mejor. Y en ese ejercicio de síntesis y profundidad, de agilidad e ingenio, se miden los escritores más renombra­ dos junto con los noveles, los jóvenes con los vete­ ranos, provincianos y metropolitanos. El microrrelato es profundamente democrático. Y aunque Monte­ rroso haya abandonado definitivamente placeres y dolores terrenos, el género sigue ahí. Creciendo. ¿Cuánto, cómo, en qué direcciones? Decidí con­ sultarlo con un puñado de especialistas y autores, algunos de ellos convocados por el vii Congreso Internacional de Minific­ ción que tuvo lugar en Berlín los días 1, 2 y 3 de noviem­ bre del año pasado.

Alrededor de treinta investigadores, entre los que se encontraban los más reconocidos del género, se reunieron en la Universidad Humboldt y en el Instituto Iberoamericano de la capital alemana. Tres jornadas de intenso intercambio y también de lecturas. Además de la teoría, la narratología y la poética del microrrelato literario en España e Hispanoamérica, se enfatizó la conexión entre microrrelatos e internet, así como las relaciones entre minificción y medios masivos de comunicación. ¿Qué pasó con el microrrelato en esta década, cuáles son sus posibilidades de consolidación edi­ torial, qué variaciones y matices permite a los crea­ dores? Tres especialistas y dos autores responden a mis consultas y atestiguan además la impronta de Augusto Monterroso en el desarrollo del género.

MONTERROSO, DIEZ AÑOS DESPUÉS F ernando V alls A Augusto Monterroso le debemos tres libros esen­ ciales para entender la historia de las formas breves, Obras completas (y otros cuentos) (1959), La oveja negra y demás fábulas (1969) y Movimiento perpetuo (1972). Pero la obra del guatemalteco se entiende dentro de una tradición que pasa por Julio Torri, Alfonso Re­ yes y Juan José Arreola. Para los españoles, su pa­ riente más cercano sería el Max Aub de los Crímenes ejemplares. Toda esta espléndida literatura llegó muy tarde a España, muy pendiente casi en exclu­ siva de los autores del llamado Boom, aunque en 2000 se le concediera el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Las primeras ediciones españolas de Monterroso datan del inicio de los ochenta en la prestigiosa Seix Barral. Después, sus libros encon­ traron acogida en otras casas editoriales no menos significativas, como Alfaguara, Anagrama, Muchnik y Alianza, o en colecciones de clásicos como Cá­ tedra. Pero estos saltos, de una editorial a otra, no favorecieron la difusión de su obra. En cambio, los géneros que cultivó, el cuento y el microrrelato, el aforismo y la fábula, han gozado de gran predica­ mento también entre nosotros. Por ejemplo, las fá­

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bulas las han cultivado también con fortuna, por sólo citar dos nom­ bres relevantes, Juan Benet y Luis Goytisolo, y han sido antologadas y estudiadas por Enrique Turpin, en su obra Fábula rasa (Alfaguara). Su gran prestigio, sin embargo, se lo debe al cultivo del microrrelato, convirtiéndolo en uno de sus grandes maestros. Este nuevo género, que en España ha gozado de un auge progresivo en las últimas décadas, tanto entre escritores con­ sagrados como entre jóvenes que se inician en la escritura, tiene a nuestro escritor como uno de los más leídos y venerados, como prueba el monográ­ fico que le dedicó la revista Quimera, coordinado por Will Corral, en 2003, inmediatamente después de su fallecimiento. Y entre sus estudiosos y vale­ dores contamos con dos de primera categoría, co­ mo son Juan Antonio Masoliver Ródenas y Francis­ ca Noguerol, quien le dedicó su tesis doctoral. Por desgracia, muchos lectores sólo lo conocen por el célebre “El dinosaurio”, hoy por hoy inevita­ ble paradigma entre nosotros del microrrelato, con lo que muchos lectores poco informados no acaban de entender ni el prestigio del autor, ni el interés del género. Me imagino que al gran Monterroso este conocimiento tan atrabiliario y parcial de su obra lo hubiera irritado profundamente y, de haber sido un cisne de engañoso plumaje, quizá le hubieran en­ trado ganas de cortarle el cuello. En fin. F ernando V alls . España. Profesor de la Univer­

sidad Autónoma de Barcelona y organizador del vii Congreso de Internacional Minificción junto a Ottmar Ette, de la Universidad de Potsdam; Dieter Ingenschay, de la Universidad Humboldt, y Friedhelm Schmidt-Welle, del Instituto Iberoamericano de Berlín.

UN DINOSAURIO QUE NO VA A DESAPARECER M artín G ardella Le debemos mucho a Monterroso, especialmente quienes amamos leer y escribir microrrelatos. A par­ tir de que su famoso “El dinosaurio” fue considera­ do el cuento más breve del mundo, se abrió la puer­ ta para el estudio de sus otros textos brevísimos, y con ellos, los de otros autores que también escribían textos de similar longitud. De esta forma, se fue lo­ grando conciencia de la existencia de un género distinto del cuento, llamado microficción o micro­ cuento, en el que los textos de Monterroso pasaron a integrar muchas de las antologías surgidas a par­


década sin

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Monterroso tir de esos estudios, donde “El dinosaurio” se citaba como un ejemplo perfecto del uso de la elipsis na­ rrativa. Muchos autores desafiaron la aventura de escribir un texto que lograra arrebatarle el podio de la bre­ vedad al guatemalteco. Surgieron microcuentos de seis, cinco, cuatro, tres, dos y una palabra, e incluso Monterroso logró bajar su propio récord, con “Nulla dies sine línea”, a solo seis. Pero ninguno alcanzó fama suficiente como para olvidar al dinosaurio. Brotaron también algunos textos que le rinden homenaje mediante el uso de la paráfrasis. Se escri­ bieron miles de reversiones del dinosaurio monte­ rrosiano, que buscan lograr un desenlace todavía más sorpresivo. Así, al despertar, el pro­ tagonista del famoso microrrelato se en­ cuentra con distintos seres reales o ima­ ginarios. Vale citar como ejemplo a Vargas Llosa, que convirtió al dinosau­ rio en unicornio, y a Carlos Fuentes que lo reemplazó por un cocodrilo. Casi todos los autores de microrrelatos han escrito su propio dinosaurio. Pero ninguna variante pudo superar a la versión original. Sería injusto, sin embargo, limitar el análisis de Monterroso a las siete palabras de su famoso dinosaurio, porque ha escrito exquisitas fá­ bulas, cuentos, ensayos, novela y ar­ tículos periodísticos, todos de una calidad literaria admirable. Pero no caben dudas de que gracias a ese texto, tan importante para la microficción, Monte­ rroso alcanzó la inmortalidad. M artín G ardella , Argentina. Autor.

¿QUE PASÓ CON LA MICROFICCIÓN? P ía B arros En Chile han aparecido muchas antologías: As­ terión tiene un sello dedicado a publicar libros del género, y como si fuera poco, hace algo más de un año sacamos Basta!+de 100 mujeres contra la violencia de género, que lleva tres ediciones, y la cuarta, bilin­ güe, inglés-español, ya la presentamos en eu . Basta! se ha replicado en el Perú, saldrá este año una de Cien Venezolanas, la de Cien Argentinas, Cien Latinas, y muchas más. También sacamos Basta!+cien hombres contra la violencia de género, y la trilogía finaliza con Basta!+ de 100 cuentos contra el abuso infantil. Se transnacionaliza la problemática de género y tam­ bién la minificcion: ningún texto puede tener más de 150 palabras.

Rabia, conciencia, literatura, irreverencia. Fiel a sus inicios, sigue vivo y creciendo, ¿qué más se le puede pedir a la creatura de la minificción? P ía B arros . Chile. Autora, editora, coordinadora de talleres.

¿QUÉ POSIBILIDADES DE CONSOLIDACIÓN A NIVEL EDITORIAL TIENE EL GÉNERO? L auro Z avala En el número más reciente (invierno 2012) de la re­ vista semestral de investigación El Cuento en Red, que dirijo desde su creación en el año 2000, se pu­ blicaron diversos panoramas biblio­ gráficos sobre lo que se ha publicado en creación y estudios de minificción hasta la fecha en Argentina, Colom­ bia, México, Perú y Venezuela. Y en todos estos países se puede observar cómo, después de la publicación del volumen colectivo de la Revista Inte­ ramericana de Bibliografía, coordinada por Armando Epple en 1996, los estu­ dios sobre la minificción se han estado incrementando de manera sostenida. Este número monográfico se puede con­ sultar en http://cuentoenred.xoc.uam. mx. En el número del 15 de mayo, tene­ mos el panorama bibliográfico de España. Cada año se incrementa el número de antologías, tesis doctorales y estudios que se producen en len­ gua española acerca de la minificción. Cada día se abren más cursos especializados en el estudio de este género literario. La divulgación editorial reba­ sa la palabra impresa y alcanza las redes digitales. Tres referentes imprescindibles son: fm (Ficción Mínima), creada por Violeta Rojo en Venezuela en 2008, como resultado de una inicativa propuesta en el Congreso Internacional de Patagonia; rm (Red Mini), creada por Graciela Tomassini y Stella Maris Colombo en Argentina en 2012, que registra y di­ funde los materiales académicos que marcan un hito en los estudios sobre minificción, y la im (Inter­ nacional Microcuentista). Y también existe en portugués la revista en línea Minguante, creada en 2008. En estos diez años, yo destacaría, además del estudio imprescindi­ ble del colega argentino David Lagmanovich, la antología Mínima expresión, de Violeta

Dibujos de Augusto Monterroso

Rojo, en Venezuela; El libro de oro del tcq , en Uru­ guay, y El microcuento en lenguaje radiofónico, de Sil­ via Quezada, en México. Estos y muchos otros ma­ teriales contribuyen a la consolidación de un género que ya forma parte del horizonte editorial en nuestra lengua, y que empieza a ser objeto de tra­ ducciones y estudios en otras lenguas, como el es­ tudio de la colega italiana Giovanna Minardi, Augusto Monterroso e la minifinzione ispano-americana (Andrea Lippoli Editore, Messina, 2007). L auro Z avala . México. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

DE MICROLOCAS Y OTRAS MICROS C armen V alcárcel Uno de los aspectos que destaca en la mayoría de los microrrelatos escritos por mujeres es que los mis­ mos conjuran y conjugan, por igual, la escritura y el afán por escribir en una propuesta conscientemen­ te transgresora, antiacadémica, iconoclasta y des­ mitificadora de la condición y el espacio femeninos. La escritura tiende a apropiarse de la esfera domés­ tica y la esfera doméstica invade la escritura. La actitud rompedora que caracteriza los micro­ rrelatos de escritoras jóvenes, como Carola Aikin, Patricia Esteban Erlés, Cristina Grande, Isabel Me­ llado o las Microlocas (Eva Díaz Riobello, Isabel Gon­ zález, Teresa Serván e Isabel Wagemann) aporta no sólo nuevas propuestas de género ‒alejadas de cual­ quier estereotipo (en un camino inaugurado y explo­ rado, entre otras, por Pía Barros, Luisa Valenzuela, Cristina Peri Rossi o Ana María Shua‒, sino también una renovación, en general, de la microficción. La vida se convierte en el tejido de la obra, el mun­ do cotidiano se trenza con el literario, “la cocina”, como señala Clara Obligado, “se convierte en labora­ torio y el día a día se filtra en la creación poética” • C armen V alcárcel . España. Universidad Autónoma de Madrid

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Hot Sur, Laura Restrepo, Editorial Planeta, México, 2012.

El muerto era yo/ Aproximaciones a Juan Rulfo, Andrés del Arenal y Conrado J. Arranz (coordinadores), Calygramma/sep/Conaculta/inba, México, 2013.

EL NORTE

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INFINITUD DE RULFO

RICARDO GUZMÁN WOLFFER

ientras la reforma migratoria estadunidense va y viene en las cámaras legislativas del vecino país, la migración continúa su flujo. ¿Cuántas historias podrían contarse sobre los miles de trabajadores que llegan a Estados Unidos cada día? Restrepo, con su escritura detallada, cuenta una que involucra muchas. Bajo la guía de un asesinato ritual que poco a poco se va aclarando, conocemos la vida carcelaria femenil, la vida en la parte negra del sueño americano y cómo ese país de fronteras supuestamente remachadas sigue siendo una mezcla de razas de todas las épocas. Cuando se habla de migrantes y abusos, es fácil caer en el maniqueísmo de los buenos y los malos, pero Restrepo muestra que no siempre hay que cuidarse sólo de los policías gringos. La historia podrá parecer conocida: un crimen, una mujer latina encarcelada indebidamente, un abogado famoso que ayuda a la joven hermosa de bajas posibilidades económicas y unos mafiosos europeos envueltos en varios crímenes. Pero es la narración de Restrepo lo que diferencia esta novela de las muchas otras que tocan esta temática que no deja de ser vigente. No conforme con abundar en la historia y subtrama de cada protagonista secundario, la mirada de Restrepo logra diversificar la dimensión de esos personajes para hacer de cada escena una suerte de novela corta que se engarza con la siguiente. Para quienes gustan del policíaco descriptivo, Restrepo aportará una opción que no por extensa deja de ser fresca. Sobre todo porque atrás de esta trama hay un análisis sobre los temas involucrados: ¿Qué significa para la sociedad gringa el sistema carcelario? “Me parece aborrecible que una décima parte de los norteamericanos se pase la vida dentro de una jaula para que las otras nueve sintamos que podemos vivir en paz.” El sentido carcelario en la sociedad estadunidense difiere tanto de la mexicana que apenas se comprende cómo la sociedad y la economía giran alrededor de estos lugares de reclusión, en los cuales de ninguna manera la impunidad alcanza los porcentajes que en México. Este es un acierto en el texto de Restrepo: mostrar cómo incluso las poblaciones y los mercados inmobiliarios giran alrededor de estos centros. Con el pretexto de la escritura liberadora (el personaje cursa un taller de literatura dentro de la cárcel), Restrepo recurre a la figura que hiciera famosos a escritores como Wilkie Collins: la escritura epistolar. Es la propia inmigrada quien escribe su punto de vista para dejar ver cómo la encarcelaron injustamente, pero, sobre todo, cómo se ve el sueño americano desde la mirada del migrante; cómo el dinero no garantiza la felicidad y cómo el bienestar interno puede encontrarse en el lugar menos esperado. Una problemática cotidiana (el lenguaje como represión) también se muestra como control carcelario. Una novela de largo aliento para los seguidores de una autora reconocida •

RICARDO YÁÑEZ

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lguna vez oí, perdonarán la vaguedad de mi memoria, que alguien llegó a una biblioteca en la que un librero de respetables dimensiones acogía lo escrito sobre dos libros, todavía eran sólo dos: El Llano en llamas y Pedro Páramo, los cuales, con sus algo más de 300 páginas, casi tímidamente ocupaban el centro de la estantería. Mito o realidad histórica, la imagen como símbolo no desmerece. El muerto era yo… (frase procedente de un microrrelato de Mateo de Paz titulado precisamente “Rulfo”) viene a enriquecer ese librero con once trabajos de “escritores jóvenes de España y México”, según apunta en la presentación Pável Granados, si bien ya se toman en cuenta la obra fotográfica, El gallo de oro y las cartas a Clara (Aire de las colinas). En cuanto a la actividad como fotógrafo del jalisciense, el primer ensayo del libro, de Julián Etienne (Ciudad de México, 1981), puntualiza: “Ni encuadres anormales ni ángulos inauditos, suyo es el sencillo arte de saber posar los pies y descansar la vista” mediante el cual capta “algo inmaterial y suspendido”, “un presente al tiempo real y lacerado”, “el peso atronador que la historia tiene sobre el mundo, sobre los objetos mismos que lo configuran”. “Toda fotografía, se ha dicho hasta el cansancio, evidencia la muerta. Pero en las suyas no es tanto la muerte quien se muestra sino la supervivencia.” Me he dado cuenta de que he venido citando del final al principio. Sigamos un momento en ese sentido para regresar luego rumbo al remate: “En la fotografía de Rulfo se conjuga el trazo de un relato escrito sobre los objetos y las caras que retrata con su visibilidad pura e impermeable a toda narración. El habla queda enmudecida; nos queda la imagen de su imposibilidad.” Concluye Etienne: “Lo imagino así, pudoroso ante el mundo que no le pertenece pero que lo llama en voz baja. Son esas reverberaciones, esos murmullos, lo que nosotros miramos.” Marta Núñez Puerto (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1985) hermana las visiones poéticas (poetas nombra a ambos) de Lorca y Rulfo, creadores, dice, más allá del texto, éste por su labor fotográfica y su acercamiento al cine, aquél por su pasión teatral y afición dibujística. Late en los dos “una manera de escribir cercana al habla del pueblo. Su escritura fluye como un retrato poético de lo popular: rural pero refinado”. Los dos “transmiten una luminosa oscuridad, humana y temible. Abren las compuertas de la muerte y la dejan que baile, que grite. Grito desgarrado. ‘Pequeña quemadura infinita’”. Hemos dicho que el título del volumen que comentamos procede de Mateo de Paz. Cierto. Pero nada improbable es que el origen venga de más lejos. En entrevista con el chileno Waldemar Verdugo Fuentes, Rulfo había declarado –según cita Jorge Curioca (Ciudad de México, 1977): “Lo más difícil que tuve que salvar para escribir Pedro Páramo, fue eliminarme a mí mismo, matar al autor, quien es, por cierto, el primer muerto del libro. Es cierto: lo

más difícil fue eliminarme a mí mismo de la historia.” Y ya que saltamos hasta la penúltima colaboración del libro, “Poesía, narrativa y realidades paralelas que se abandonan”, digamos que constituye –apoyada en palabras del propio Rulfo, Hugo Mujica, Paul Valéry, Clarice Lispector, Octavio Paz, David Lynch, Andrei Tarkovksy, Antonio Gamoneda, Juan José Saer y Roberto Juarroz–, una poética elemental (no olvidemos que Rulfo mismo se definía como “un hombre elemental”) de la novela rulfiana, aunque no nada más, una, para usar los términos de Mujica, “poética del vacío”. Lo interesante, lo más interesante, de esta poética es que, juguemos con las palabras, su centro está a la vez en todas partes y en ninguno. En “Haces de silencio” Conrado j . Arranz (Madrid, 1979) se aboca al análisis de dos cuentos, “Luvina” y “Diles que no me maten”, en los que busca “la esencia poética de la narrativa de Rulfo”, “en ambos buscamos la identidad de una comunidad campesina, maniatada a una tierra que ha sido devastada por el rencor, la guerra y la violencia.” En ambos casos hay un “testigo silente” del habla narrativa. La perspectiva de este personaje “impone el tiempo del relato: lento, casi cinematográfico por su división en escenas en ‘¡Diles que no me maten!’, y estancado por la unidad de tiempo y acción en ‘Luvina’”. La memoria está unida a la tierra, sentencia Arranz. “La tierra representa en los personajes principales de estos cuentos el lugar donde está anclado el ser como parte de su pasado; es imposible cambiar el destino sin vivificar la experiencia en el presente. No es suficiente con sentir el silencio, sino que hay que atender sus suplicas. El futuro, por tanto, está fuera del discurso narrativo en ambos cuentos…” En “Voces infantiles” Emiliano Álvarez, (Ciudad de México, 1987), se ocupa de “Es que somos muy pobres” y “Macario”. “El morbo, la fascinación, la euforia son características de un loco y un niño”, afirma, y la locura en cierto modo no es sino una vuelta a la infancia. Todos, concuerda, llevamos algo de eso, pero su represión es símbolo de sanidad. En el primero de los relatos el niño-narrador “no llora, no sufre explícitamente… Simplemente describe… Y no es que la situación presentada en el relato no sea, per se, conmovedora e inquietante, sino que esas cualidades se ven fortalecidas por el hecho de que el narrador habite, tranquilamente, en esa realidad, y de que ese narrador sea, además, un niño.” Macario, por su parte, “a pesar de su inocencia y su ternura, colinda con lo perverso, la enfermedad, la locura y la violencia. La intensidad generada por esas líneas tangenciales (algunas también presentes en el personaje de Felipa) es muy poderosa.” El espacio se termina. Mencionemos “Juan Rulfo y el cine”, el trabajo con que a manera de guión participa Ainara Vera (Pamplona, 1985), donde el d i r e c t o r lee un lapidario dictum tarkovksiano: “Hay obras de las que sólo se le ocurriría hacer una película a quien despreciara por igual el cine y la literatura.” No podemos citar in extenso, pero sí advertir que se trata de obras maestras, como es el caso de Pedro Páramo. Mencionemos “El río de Comala: notas en un diario”, de Mateo de Paz (Bilbao, 1973), quien anota: “Entre nosotros, no hay una sola línea, una sola secuencia de Pedro Páramo que des-

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merezca la pena”, para enseguida advertir: “Un momento clave para mí es aquel que llamo ‘Muerte de Juan Preciado’, secuencia No. 36, donde se funden todos los tiempos en uno.” Y uno se queda pensando que quizá en toda la novela pasa eso: todos los tiempos se funden en uno. Mencionemos “Una lectura”, de Andrés del Arenal (Ciudad de México, 1987), quien sugiere: “No obstante la importancia como tal en la novela, hay algo en la normalidad con que ésta se aborda y se acepta –quiénes están muertos en Pedro Páramo: todos, ninguno– que sugiere desconfiar de la preeminencia que de común se le concede… Lo sobrecogedor de Pedro Páramo es esa resignación paralizante que posee a las figuras hasta el punto de que vivir o morir termina siendo lo mismo…” En su lectura la novela camina “a condensarse en un sentimiento unívoco y definido –la tristeza– como significado total”. Por otra parte: “Más que una narración que relata, más que un argumento Pedro Páramo fluye como una sucesión de pasajes sin núcleo fijo ni protagonista, cuya lógica interna responde más bien a las leyes de la composición musical: una fuga que exige dejarse llevar por el curso de la prosa para aprehender su sentido y plenitud.” Mencionemos “Callar(se) en paz”, de Erea s . Folgueiras (Lugo, 1985) y Hugo Martínez (Monteforte de Lemos, Lugo, 1984), sobre Aire de las colinas, los cuales refieren lo inconveniente de “establecer que un texto es bueno si detrás de él hay un autor consagrado, en lugar de decir que el autor se consagra si –y sólo si– de él sale un texto o unos textos que merezcan ser leídos… Rulfo es un escritor, su valor está en la grandeza de una literatura concentrada en apenas trescientas páginas… [Conocerlo] no es leer más páginas suyas, sino leer las mismas otra vez o leerlas mejor, porque ésas son las páginas que dejó antes de consagrarse a su silencio” • Escarificaciones, Ivan Alechine/Francisco Toledo, fce -Aldus, México, 2012.

POESÍA, FOTOGRAFÍA Y PINTURA

citarle a Toledo que dibujase o esgrafiase sobre una serie de impresiones fotográficas, realizadas en 1971 durante una incursión a las tierras de los ekondas y los pigmeos batwas en Mongo, República Democrática del Congo, una de las antiguas posiciones de Leopoldo ii , rey de Bélgica, tierra de explotación humana sin precedentes. En 2010 Alechine volvió a Oaxaca con “Tapices y caries”, texto e imágenes suyas, en la traducción al español del mexicano Iván Salinas, revisada por el propio autor con la colaboración de Guillermo Arizta y Abraham Nahon. Francisco Toledo aceptó intervenir valiéndose de un punzón y polvo de color. Un trabajo que en opinión de Alechine recuerda a James Ensor y Odilon Redon. De aquí el curioso y descarnado título del volumen en edición bilingüe. Discípulo por un tiempo del mimo Marcel Marceau (de aquí la pluralidad de los enfoques), lector ávido, según él mismo declara, de Nerval, Baudelaire, Mallarmé, Cocteau, Artaud, Hölderlin, Pound y Burroughs, Alechine es un exponente de la nutrida y variada tradición del poema en prosa francés. Libro sugerente, de esc r i t u r a f r a g m e ntaria, a veces abiertamente desarticulada, un estilo no poco deudor del último Beckett. Si se hubiera elegido el formato de poner una página en francés frente a otra en español, la comparación y translectura hubiese resultado más sencilla y expedita. Vayan aquí unos cuantos pasajes saltarines a manera de ejemplo: pardo, zapatos beige”, cuyo referente son prendas de vestir y colores. El original, un centenar de páginas más adelante, decía: “Chemise bordeaux, pantalon brun, chaussures beiges” ( Bordeaux es un color, un tono de rojo que tiende al violeta, el del vino de Burdeos, no burdo (que no es cualidad visual sino más bien táctil). Desde cosas semejantes hasta sutilezas que resultaría cansino desmenuzar aquí. Los esgrafiados de Toledo están llenos de humor y de colorido. Son la nota ligera en este ensimismado e íntimo volumen, lleno de remordimiento nacional por lo perpetrado en la excolonia prisión, donde los lugareños eran vistos como bestias (pigmeos y otros) •

RAÚL OLVERA MIJARES

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otógrafo y poeta postmoderno, cualquier cosa que eso pueda querer decir, desde permitirse una serie de libertades en las combinaciones y la mistura de géneros hasta permanecer fundamentalmente una suerte de amateur, es la extraña cualidad que caracteriza el trabajo de Ivan Alechines (1952), viajero y curioso belga, quien cierta vez, hallándose en Oaxaca, se encontró tiradas en el suelo, en el Instituto de Artes Gráficas que dirige el afamado pintor Francisco Toledo, unas hojas de periódico escarabajeadas que delataban unos trazos bastante característicos. Ivan Alechine se apresuró a interrogar al portero, quien sólo confirmó la sospecha. Se trataba de escarificaciones del gran maestro. Entonces tuvo la feliz ocurrencia de soli-

Feliz año nuevo, Rubem Fonseca, Ediciones Cal y Arena, México, 2012.

EL ALMA HUMANA SIN LOS GRIEGOS JUAN GERARDO SAMPEDRO

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i Jorge Aguilar Mora se pregunta, buscando una respuesta en Schopenhauer, qué deben poseer los acontecimientos para transformarse en la reflexión como singulares y se responde a sí mismo

FASCISMO A LA MEXICANA Textos de Rafael Barajas el Fisgón y Hugo Gutiérrez Vega

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ia n i m o n g i a l emoria de

que es “la forma escondida del destino” (Cfr. Prólogo a los cuentos completos de Rafael f . Muñoz, era , 2011), entonces tratar de situar en su justo contexto la narrativa de Rubem Fonseca (Minas Gerais, Brasil, 1925), presupone el vislumbre de una conclusión si no compleja, sí sujeta a vacilaciones. Injusto sería, por otro lado, reducirla a un fácil marco metodológico de sociología literaria rampante. Sintetizando: Rubem Fonseca pertenece a esa clase de infrecuentes escritores que hacen del acto trágico singular una reflexión profundamente humana del mundo. Sus temas siempre ahondan en lo más oscuro del alma, en la oculta perversión, en la inconformidad de ser partícipe de eso y al mismo tiempo de ser sin remedio eso que nos convierte en hombre y mujeres viviendo dentro de lo que se antoja algo ajeno pero que sin remedio traza el camino optimista en el futuro. En Feliz año nuevo se halla la escritura de un Fonseca que parece haberlo vivido ya todo, de un Rubem Fonseca que no se escandaliza ni juzga, y que –simplemente‒ deja que las cosas sigan su rumbo y se vayan sin explicación alguna. O más bien y para puntualizar: concede al lector que concluya lo que él mismo ha propuesto como sentido único y final. No hay margen de error, no hay tampoco espacio para la especulación. Los cuentos de Feliz año nuevo se publicaron en 1975 (Artenova, editora) pero la censura de su país los prohibió y la edición (a decir de la cuarta de forros firmada por Sergio Augusto) fue confiscada por la policía federal. Rubem Fonseca, a quien una parte de la crítica exquisita asemejó a un “pornoterrorista” de ”intestino grueso” (en alusión a uno de sus cuentos), ha sido un maestro en el manejo de estos recurrentes temas que logran escandalizar a las buenas conciencias. Recuérdese “El cobrador”, “El seminarista” o “El collar del perro”. Es muy probable que los textos de Feliz año nuevo hayan pasado por una inevitable corrección: la estructura narrativa es completamente novedosa. Cuentos duros e impactantes donde los personajes rompen los límites de lo permisible y entran en oscuros y pantanosos terrenos: “Conozco el alma humana y no necesito de ningún antiguo griego para inspirarme”, hace decir el autor a uno de sus protagonistas. Hay un espacio en Feliz año nuevo en el que cabe una profunda reflexión sobre el oficio del escritor. Aquellas reflexiones singulares que en 1975 escandalizaron a una dictadura militar ahora podrían ser sólo una postal de la misma y compleja realidad. Más allá de la cotidiana violencia hay un lugar donde cabe el optimismo. Y está a la vuelta •

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arte y pensamiento ........

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Naief Yehya

Enrique López Aguilar

A LÁPIZ

Pudo ocurrir en Morelia: nació en Parral, Chihuahua; pudo haber sido en otra fecha: pareció inevitable el año 1947, cuando al signo de Libra le faltaban tres días para irse ante la llegada de Escorpión. Esto fue así gracias a los azares derivados del hecho de haber sido el hijo primogénito de un itinerante jefe de estaciones de ferrocarril, cuyos años se trenzaron con los constantes cambios de residencia: sólo el paso del tiempo, los ascensos escalafonarios, la posibilidad de escoger un destino, algo parecido a un voto familiar y el deseo de permanecer en una ciudad elegida hicieron que, desde la

La radicalización y eliminación de un enemigo público: Anuar Awlaki (i de ii) Un monstruo alado Hoy la imagen emblemática del drone es la de un pequeño avión con una cabina lisa (sin ventanas ni aperturas que pudieran imaginarse como ojos) de forma alargada y curva que evoca la cabeza del xenomorfo de la cinta Alien, un largo tren de aterrizaje que recuerda las patas de un mosquito y, bajo las alas, amenazantes misiles. Este aparato a control remoto se ha convertido en un monstruo que causa terror desde la provincia de Kunduz en Afganistán hasta Adén, en Yemen. La gente en diversas zonas de Medio Oriente sabe que en cualquier momento su vida puede terminar con el impacto de un proyectil capaz de alcanzarlo en cualquier lugar, en todo momento y por las razones más impredecibles.

Tres ejecuciones sumarias de estadunidenses

adolescencia del poeta, todo ocurriera de manera que a Gaspar Aguilera Díaz se le pegara ese aire de haber nacido en Morelia y de tener metido el paisaje michoacano hasta los entresijos de su corazón. Esto no borra la querencia por un lugar donde transcurrieron sus dieciséis primeros años, llenos de lecturas y aprendizaje en medio de la nada, pues, por ejemplo, las condiciones adversas lo hicieron aprovechar la luz del día o la tenue luz de una lámpara de petróleo para leer vorazmente los libros que su padre llevaba a casa. Al cabo de esos primeros dieciséis años, parecía inminente la posibilidad de que heredara el oficio de su padre, pues ya había aprendido casi todas las cosas que se hacen en las estaciones ferrocarrileras, incluido el manejo del código telegráfico. Sin embargo, fue en Michoacán donde completó los años decisivos de su formación, optó apasionadamente por la literatura y estudió la carrera de Derecho, la más cercana a sus aspiraciones literarias ante la inexistencia de la de Letras en la Universidad Nicolaíta, a finales de los sesenta y principios de los setenta; fue en Tiripetío donde un pasado de trenes y estaciones lo alcanzó a la mitad de un trabajo en la estación local y de unos estoperoles adolescentes, y se le convirtió en un accidente ferroviario que pretendió anclarle los pies con unas alas que lo han hecho viajar a todos lados; fue en Morelia donde formó parte de algunas agrupaciones juveniles en las que se hablaba de literatura, donde mostró adelantos de su obra poética en varias revistas y periódicos, donde encontró sus primeros amores y, después, el definitivo; de donde salió hacia dilatados viajes (al fin y al cabo, plenamente fiel a la vocación peregrina de su padre) que lo retuvieron en La Habana, Salzburgo y Praga; también fue en Morelia donde dio clases en varios planteles de bachillerato, donde actualmente trabaja para el Instituto Michoacano de Cultura, y en donde comenzó su vida literaria pública en 1981, con la

edición de su primer volumen de poemas, Informe de labores, al que siguieron cuatro poemarios más durante la década de los ochenta: Pirénico, Los siete deseos capitales, Zona de derrumbe y Los ritos del obseso. Después, durante los noventa, ha publicado Tu piel vuelve a mi boca y Diario de Praga: en total, ocho poemarios con los que su autor ha conseguido un lugar propio dentro de la generación de los poetas nacidos entre 1945 y 1960; de esos ocho, los cuatro últimos, por lo menos, ofrecen el resultado más maduro y personal en el que encarnan las búsquedas y atisbos sugeridos por los cuatro primeros. Si a los cambios atestiguados por la movilidad de un padre que seguía el tendido ferroviario se agrega el hecho de que Gaspar Aguilera se encontró con otra acentuada vocación desde finales de los setenta, la de viajero, es comprensible que uno de los resultados de sus nomadismos sea que él ha desarrollado diversos actos de lectura por medio de los cuales busca compartir y expandir su experiencia como viajero, lector y poeta. Finalmente, fue inevitable que la presencia de otras ciudades se hiciera visible en sus poemas: toda la sección “El lado oscuro de Venecia”, de Zona de derrumbe, ofrece un recorrido por París, Venecia, Verona, Roma, Florencia y Londres, que el poeta realizó físicamente en 1981; y, en la llamada “Desde la ciudad más grande del mundo”, de Tu piel vuelve a mi boca, donde el viaje se demora en Moscú, Leningrado (borrado todavía su nombre original de San Petersburgo) y Praga, lugares visitados por el poeta en 1985. Ambas secciones son antecedentes de Diario de Praga, en tanto que incorporaron de manera parcial la recreación de un viaje a otras ciudades, pues este antepenúltimo poemario de Gaspar Aguilera colocó en el centro de sus intereses poéticos la traducción de la experiencia del viaje, lateralizando un poco el itinerario amoroso • (Continuará.)

El periodista Jeremy Scahill (autor del libro Blackwater, sobre la tristemente célebre empresa de mercenarios que solía tener ese nombre) comienza su más reciente libro Dirty Wars. The World is a Battlefield, contando cómo Abdulrahman Awlaki, un joven estadunidense de dieciséis años, de origen yemenita, escapa de la casa familiar en busca de su padre, uno de los hombres más buscados en el mundo por la cia, el estadunidense Anuar Awlaki, quien se ocultaba en algún lugar de Yemen. El muchacho fracasa y regresa con la familia. Tres semanas después, mientras cenaba con sus primos al aire libre, un misil disparado por un drone los hizo pedazos. Su cadáver fue reconocido porque pudieron identificar la parte trasera de su cabeza por el peinado afro que usaba. De esa manera se convirtió en el tercer estadunidense asesinado por su propio gobierno, sin juicio, en la era de la “guerra contra el terror”. El primero fue su padre Anuar y, el segundo, Samir Khan, el responsable de la edición en línea de la revista Inspire de Al Qaeda en Yemen (comentada recientemente por haber publicado las instrucciones de las bombas en ollas de presión, como las usadas en el atentado del maratón de Boston).

El mundo es un campo de batalla Dirty Wars es un volumen enciclopédico que documenta el uso, cada vez más común, del asesinato como estrategia de relaciones exteriores y programa de seguridad nacional estadunidense. El libro es una reflexión y una bitácora de los recorridos de Scahill por Medio Oriente; de sus entrevistas e investigaciones sobre los efectos de la guerra sucia, y en particular, sobre los ataques con drones y sus consecuencias. Trabajo que también ha sido motivo de un documental del mismo nombre, bajo la dirección de Rick Rowley estrenado

este año en el festival de Sundance. Entre todas las historias de devastación y horror contadas aquí, destaca la de Awlaki, ya que establece el precedente de que en la era Obama incluso los ciudadanos estadunidenses pueden ser cazados y asesinados en cualquier lugar del mundo y sin tener que rendir cuentas ante ninguna legislación.

La transformación Peter Sloterdijk escribe: “El siglo xx será recordado como la era en la que el pensamiento esencial consistía no en apuntar al cuerpo, sino al entorno del enemigo.” La primera década del siglo xxi se caracteriza por el acecho y eliminación de cualquier enemigo real o potencial en cualquier entorno. Anuar Awlaki nació en Nuevo México y se convirtió en un prestigioso imam que después del 9/11 fue invitado a un desayuno en el Pentágono y a menudo aparecía en los medios promoviendo el entendimiento entre las religiones. Sin embargo, la invasión de Afganistán y las atrocidades cometidas contra la población lo llevaron a criticar las acciones militares estadunidenses, con lo que se volvió blanco del acoso del gobierno de Bush. La presión aumentó tanto que, en 2002, decidió abandonar su país natal y se mudó a Yemen. Desde ahí siguió difundiendo por internet sus críticas a lo que percibía como una guerra en contra del islam. Su blog se volvió extremadamente popular, al punto en que eu presionó al gobierno yemení para que encarcelara a Awlaki sin cargos ni juicio. Después de 18 meses de tenerlo encerrado en condiciones deplorables, las autoridades cedieron a las campañas de grupos de derechos humanos que luchaban por su libertad. En la cárcel, Awlaki se transformó y a partir de entonces comenzó a vivir ocultándose y la retórica de su blog se volvió más violenta. No obstante, la cia consideraba que su posición no era “operativa” sino meramente de incitación. Esto cambió después de que, en noviembre de 2009, un psiquiatra del ejército de e u , Nidal Malik Hassan, quien había tenido correspondencia inocua con él, asesinó a trece soldados en Fort Hood • (Continuará.)

JORNADA VIRTUAL

naief.yehya@gmail.com

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Gaspar Aguilera Díaz: adelantado, trovador y viajero (i de iv)

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........ arte y pensamiento

Germaine GómezHaro

El delirante jolgorio de Montse Pecanins

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E ALZA EL TELÓN de terciopelo rojo en el Museo de Arte Popular ( map ) y aparece un universo de colores, lucecitas, ritmos candentes y oropeles. La coquetería y la cachondería en su máxima expresión. La fantasía pura o la pura fantasía confabulan en los teatrines de Montserrat Pecanins, la queridísima Montse, que juega a recrear memorias, vivencias y sueños en sus entrañables cajas de recuerdos que se presentan actualmente en este museo bajo el título de Teatrines y bataclanas. Hace más de treinta años que Montse ha dedicado largas horas a un trabajo de una minuciosidad incalculable en la construcción de estas cajas fantásticas que nos recuerdan los altares domésticos de origen popular. Pero las cajas de Montse no resguardan ningún Santito o Virgen, sino personajes de carne y hueso a quienes la ar tista ha querido rendir un homenaje, a todas esas fabulosas cantantes y bailarinas que han ejercido el poder de seducción a través de su aventurada actuación: las cupletistas, rumberas, bailaoras, belly dancers, samberas, vedettes y Amato ópera bataclanas de todas épocas… Montse homenajea metafóricamente a las mujeres valientes y atrevidas que han sabido desafiar las falsas morales y el yugo de la censura para hacer lo que les da la gana y compartir su magia y encanto con quienes las admiran y desean. Qué divertido fue recorrer la exhibición y escuchar de su viva voz las anécdotas que encierra cada caja habitada por sus muñecas de papel maché o pasta, deliciosamente ambientadas y ricamente ataviadas y emperifolladas con la minucia de un miniaturista. Con la ayuda de su marido y eterno cómplice –el célebre artista Brian Nissen, cuya magnífica exposición retrospectiva tuvo lugar hace unos meses en el Museo de Bellas Artes– Montse juega al carpintero y cada caja que construye la pinta y decora a m a n o, a d e m á s d e q u e juntos inventaron un ingenioso sistema mecánico y de iluminación que dota a las figuras de mov i m i e nto y l u m i n a r i a s internas. Montse y sus hermanas Ana María y Tere –las La bella Otero Pecas, como se las conoce coloquialmente– manejaron la famosa Galería Pecanins entre 1964 y 2010, punto de referencia del arte rupturista y un puente entre los artistas catalanes y mexicanos a partir de su sede en Barcelona. Montse ha vivido rodeada de arte desde la infancia, pero le gusta más llamarse “artesana” que artista: “Soy una artesana que me divierto y hago lo que me da la gana. Y lo hago por puro capricho. Es como reírme, burlarme de muchas cosas. Un divertimento.” Una artesana, sí, en el sentido de que cada obra está realizada en su totalidad por sus manos prodigiosas que modelan cuerpos sensuales, los viste con prendas suntuosas, cortadas, bordadas y confeccionadas por ella

misma, sin olvidar el más mínimo detalle en sus tocados, peinados, maquillaje, joyería y demás parafernalia que hace de cada personaje en su entorno una atmósfera y un universo en sí. Hace treinta años que la Montse hizo su primera c a j a p a ra re g a l á r s e l a a Brian antes de partir a un viaje a Barcelona: “Para que no te quedes solo, te voy a hacer una güila”, le dijo. “Y como me encanta lo mexicano, le hice una muñeca mexicana”, afirma. Para ese regalo se inspiró en nuestras muñecas de cartón de Celaya y en las “pepas” catalanas vestidas de tarlatana que la fascinaban cuando niña. Las muñecas que habitan estos teatrines alcanzan una gracia y una sofisticación increíbles. Ahí tenemos a personajes de la vida real recreados con amor, admiración y tremenda fantasía: Tania Libertad, Regina Orozco, Ofelia Medina, Liliana Felipe, Jesusa Rodríguez, Betsy Pecanins, Tongolele, Astrid Haddad, Carmen Amaya, Amparo Moreno, las hermanitas Pérez, la Bella Otero, María Victoria, Agustín Lara, entre tantos otros… Cada uno provisto de su iconografía y personalidad propias. Mención especial merece el map que dio las facilidades para la realización de un montaje espectacular que estuvo a cargo de Juan Álvarez del Castillo y Brian Nissen. Las salas del museo se visten de gala en rojos y dorados que evocan la farándula y el cabaret, donde aparecen portentosas imágenes de vedettes famosas que alternan con las escenas de películas de rumberas recopiladas por el cineasta Jaime Kuri, quien también realizó un hermoso documental que recrea el proceso creativo de Montse. A sus ochenta y tres años, Montse es mi amiga más joven, porque nunca pierde el humor, la capacidad de asombro y el gusto por el juego y las risas. Es una mujer profundamente inteligente y cultivada cuya mayor pretensión es ser feliz, y con su bonhomía e inmejorable talante hace felices a sus miles de amigos y, a través de esta exposición, a los numerosos visitantes que vi recorrer estas salas con destellos de sorpresa en la mirada y una sonrisa congelada • Material fotográfico, cortesía de Brian Nissen

Alonso Arreola @LabAlonso

Llegando a Montevideo (i de ii)

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N MONTEVIDEO REINA UNA calma envidiable. Ciudad con menos de dos millones de habitantes (en todo Uruguay hay alrededor de tres), avenidas como la 18 de Julio muestran una actividad casi cosmopolita que se adelgaza nomás entrando a los pasajes comerciales que serpean en las entrañas de cada manzana. En ellos encontramos tiendas de antigüedades, librerías de viejo y ofertas musicales espléndidas como la del Museo del Vinilo, en donde se puede conseguir lo mismo un álbum de John Coltrane que del Negro Rada, Alfredo Zitarrosa, la familia Fattoruso, Leo Maslíah o Daniel Viglietti, leyenda uruguaya con la que tuvimos oportunidad de conversar a propósito, entre otras cosas, de Felisberto Hernández, emblemático músico y escritor del país sudamericano. Hace frío en estas fechas en Montevideo. Empero, si el mar no se alía con el Río de la Plata para sumar sus poderes eólicos, el cielo se abre regalando una luz color canario que canta alfileres entre los árboles de callejuelas y plazas. En tal lienzo, el gigantesco libertador Artigas hace frente al bellísimo Palacio Salvo y, desde su caballo, aprueba lo que en el segundo piso transmite la Radio Nacional, tan importante para resistir la dictadura. Todo se orquesta, en fin, subrayando el título de Capital Iberoamericana de la Cultura 2013. Es por ello que la visitamos, invitados por la adimi (Asociación para el Desarrollo de la Industria de la Música Iberoamericana, presidida por el mexicano Álvaro Abitia) al festival Llegando a Montevideo, Músicas de Iberoamérica, donde felizmente conocimos a artistas de Panamá, Nicaragua, Argentina, Brasil, México, Uruguay, Honduras, Costa Rica, Colombia, Ecuador, República Dominicana, Venezuela y España. Organizadas en f orma gratuita, las presentaciones sucedieron en cuatro espacios de la periferia montevideana (Centro Cultural Goes, Sala Experimental de Malvín, Teatro Florencio Sánchez, Complejo Sacude), así como en su máximo foro para conciertos y artes escénicas: la Sala Zitarrosa, dirigida por el notable y entusiasta músico Jorge Shellemberg. Allí pudimos escuchar, entre otros, al compositor brasileño Antonio Loureiro, a los cantautores panameños Javier Medina Bernal y Carlos Méndez, al uruguayo Dany López, al nicaragüense Perrozompopo, al argentino Gaby Kerpel y a los mexicanos Espumas y Terciopelo. Sobre todos ellos quisiéramos hablar este y el siguiente domingo. El primero, Loureiro, es un talentoso y sensible habitante de Sao Paulo nacido en Belo Horizonte. Al frente de un refinado trío de piano, contrabajo y batería, mostró la magia del álbum Só en donde originalmente toca todos los instrumentos. Hijo innegable de su tierra, devela influencias que van del Pat Metheny Trío a Hermeto Pascoal pasando por Radiohead, siempre con dulces e intrincadas armonizaciones melódicas que hacen de su voz, a veces susurrada, un delicado pero firme pincel. Otrora miembro del sexteto Ramo, sus veintisiete Alfredo Zitarrosa

años de edad le alcanzan para liderar su proyecto como pianista, lo mismo que para ser vibrafonista o baterista de otros notables compositores. Asombroso. El segundo, Medina Bernal, es un joven poeta (Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró 2011) interesado en la profundidad que el lenguaje alcanza cuando se canta con fuerza y convicción. Eso es lo que refleja su disco Universo-Capítulo 1, una colección de nueve temas poderosos por distintas razones. Algunos por su dotación de rock, otros por la sospechosa fragilidad de la voz contra guitarra, todos por la valía de su lírica y el afinado timbre de una garganta que sabe administrar vibratos, aunque muchas de sus melodías sean hermanas. Honesto. Valioso. Como en siete días hablaremos del resto de los artistas, permítasenos un paréntesis y una primera conclusión. El paréntesis: entre chivitos (sándwiches de carne) y tinto Tannat, platicando con colegas y periodistas, notamos la angustia generalizada por el bajo retorno económico que representa para muchos creadores el desempeño de su oficio. La mayoría abocados a darles gusto a productores, promotores y programadores, a veces se olvidan de corroborar la presencia de aquello que, creemos, es lo único que trasciende: voltear hacia adentro, no importando la ingrata lentitud que conlleve su testarudez. Primera conclusión: Montevideo parece orgullosa de su huella sonora pese a esa invasión de la que no se escapan los clubes nocturnos: el reggaetón. En sus calles es fácil encontrar la firmeza del pasado. Eso ayudó a amplificar lo mucho que sucede hoy en Iberoamérica. Tan cerca y tan lejos unos de otros, quienes compartimos esos días (esas noches de improvisaciones y baile), quedamos con el compromiso de hacer eco, tal como sucedía en otros tiempos. Aquí el primer intento. Y más la semana entrante. Buen domingo •

BEMOL SOSTENIDO

Jornada Semanal • Número 952 • 2 de junio de 2013

ARTES VISUALES

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arte y pensamiento ........

2 de junio de 2013 • Número 952 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

Ana García Bergua

Querido Pepe: Me da muchísimo gusto acompañarte en este nuevo homenaje que te hace Bellas Artes como protagonista de la literatura mexicana. En los últimos años, no sólo has sobrevolado la enfermedad y las crisis económicas, sino también los homenajes, a los que llamas también ojomeneos, volviendo literario todo lo que tocas. Pocos escritores hay en este país que hayan defendido con tanta elocuencia y talento el derecho a escribir por placer, por el juego con las palabras que lleva, casi por accidente, a la revelación. Pero no a revelaciones morales, falsamente trascendentes, sino a la revelación digamos estética, como el rayo que asoma entre las nubes, esa mirada lúcida que de repente vuelve muy interesante cualquier cosa y la transforma en algo nuevo. Eso, diría yo, es la literatura, y es lo que llevas haciendo desde siempre, en perpetuo movimiento que diría Monterroso, con la naturalidad de quien conversa u organiza una tertulia, sin grandes aspavientos pero entregándonos siempre imágenes deslumbrantes, como ese cisne que fuma, hastiado, luego de la función con Leda, o esos músicos del Titanic que siguen tocando Pompa y circunstancia mientras se hunde el barco, imagen poderosísima en la que reparaste tú antes que nadie, el ojo que se enciende como brasa cuando alguien le sopla para quitarle una basura o los pezones que se quedan ojerosos después del amor, tantos cuentos tuyos que saltan a la memoria con sensaciones de hallazgo. Leí en una entrevista que te hizo Fernando García Ramírez que tus influencias principales son Buñuel y Paz, y me atrevo a añadir, quizá, que de ambos has elegido la libertad: la libertad de la mirada de Buñuel y la libertad de palabra (o bajo palabra) de Paz. Libertad para invocar imágenes e ideas y libertad para expresarlas, libertades imaginarias, como titulaste uno de tus libros, frase falsamente fatalista, pues nada es más imaginario que nuestra libertad concreta y a la vez nada es tan gozosamente libre como la imaginación. Siempre quiero decirte todo lo presente que estás en lo que escribo desde que leí en casa “Los músicos del Titanic” y desde que me diste la oportunidad de colaborar en el Semanario. Pero sé que no te gusta que te llamen maestro porque te envejece, ni que te homenajeen porque también, así que me limitaré a contarte que para mí fue una revelación leer un texto tuyo en el Semanario cuyos párrafos comenzaban todos con “y”, el temible “y” que tanto se dice que suena mal, y que no hay que repetir, y aun así ese texto

fluía con enorme gracia y sabrosura, y ahí fue donde vi, de manera cercana, que la prosa era algo con lo que se podía jugar alegremente, que la prosa es también una música, no sólo la poesía. Y también gracias a ti descubrí a Ramón Gómez de la Serna y la greguería, aquella forma sintética y deslumbrante de poesía en prosa de la que siento que parten algunos de tus textos, entre el ensayo, la narración o el juego à la Georges Perec. Tus textos nos hacen ver que las llamadas curiosidades literarias son en realidad la literatura misma, y el sentido de la literatura es la curiosidad en todos los sentidos. Esa curiosidad es la que, imagino, te ha llevado a formar y animar innumerables publicaciones que están en el centro de la cultura en México en los últimos cincuenta años, desde la Revista Mexicana de Literatura, La Palabra y el Hombre, Nuevo Cine, Plural, Vuelta, Sábado, Biblioteca de México y Letras Libres, entre otras, y a seguir publicando en Milenio tus columnas semanales que son una delicia de leer, literatura verdadera en medio de la prosa de las noticias terribles y las prosas terribles que se publican con cada vez mayor descuido en todos lados, o revelándonos cada mes una “página viva” en la Revista de la Universidad. Una curiosidad viva y ciertamente intemporal, cuando no juvenilmente inquieta o inquietantemente juvenil. Este título que han puesto al ciclo de Protagonistas de la Literatura tiene un airecillo a casting, y por lo mismo yo me he preguntado: si la literatura mexicana fuera una película, ¿qué papel te daría un hipotético director?, y pienso que quizá serías el muchacho que recorre a caballo el desierto y las praderas, infatigable en sus hallazgos y sus mensajes, una especie de perpetuo buscador de tesoros, sin el que la película se desmorona. Por eso te agradezco estar aquí con nosotros y te pido que estés muchos años más y soportes paciente los ojomeneos, pues todos te los has ganado •

Canal 22, sus veinte abriles Para José María Pérez Gay, in memoriam

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LGO DE AGUA HA corrido bajo el puente desde que hace dos décadas José María Pérez Gay y Rafael Tovar y de Teresa al frente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes idearon un proyecto de televisión cultural del Estado. Tovar y de Teresa nombró director del entonces incipiente Canal 22 a Pérez Gay, cuyo sensible fallecimiento recién lamentamos exactamente hace una semana. José María dirigió estupendamente el canal durante varios años; hizo con recursos limitados un excelente trabajo de lanzamiento y consolidación. En 2001 fue relevado por Enrique Strauss, un experimentado productor de programas culturales que supo imprimir al 22 una inercia de crecimiento y modernización. Strauss administró el canal durante esos seis años en que la barra programática del 22 redujo producciones extranjeras pero dio oportunidad a programas mexicanos. Quizá el mejor ejemplo de ello sea La dichosa palabra. Esa larga y feraz etapa inicial de estabilidad se agostó con la llegada al poder de Felipe Calderón. Consuelo S á i z a r, d e s i g n a d a p r e s i d e n t a d e Conaculta, nombró director de Canal 22 a J orge Volpi, quien siendo un buen escritor, de productor de medios no tenía mucho, y entonces el canal empezó a ir a la deriva entre malas decisiones y un constante acoso presupuestal, porque la presidencia, corta de entendimientos, estaba más interesada en presentar al mundo (decir “mundo” es decir “Estados Unidos”) la farsa carnicera de su guerra contra la delincuencia que en promover la divulgación de las artes. Volpi pretendió justificar, por ejemplo, que la barra programática del 22 incluyera dibujos animados japoneses cuyo eje narrativo es la violencia, como Evangelion. La gestión de Volpi en Canal 22 fue, en resumen, más bien mediocre. Pero el asunto se pondría peor: Volpi estuvo en el cargo cuatro años –nada mal, en términos de calendario– para marchar como agregado cultural en Italia. En su lugar quedó Irma Pía González Luna Corvera, quien era gente cercana a Calderón y había estado trabajando en asuntos de comunicación social, o sea, propaganda gubernamental. Su llegada al canal dejaba entrever la politización de Canal 22 ante la inminencia de las que serían las elecciones más peleadas de los últimos veinte años. Su paso por Canal 22 fue decepcionante por no decir desastroso, sin un proyecto de medios definido y, adicionalmente, estrechando todavía más el presupuesto oficial. Su gestión duró apenas un año de estancamiento, ya que hacia marzo de 2012 abandonó la dirección para hacerse cargo de la comunicación social de la campaña presidencial de la también panista Josefina Vázquez Mota. Baste ver la desatinada campaña de la derecha, su evidente ausencia mediática, para darse una idea de la enjundia laboral de la exdirectora del canal. A Irma Pía la sustituyó, primero como encargada del despacho y a poco ya como directora,

Magdalena Acosta, quien sí tenía experiencia en producción televisiva, pero con el inconveniente de ser nombrada a escasos meses del fin de sexenio. Yéndose los panistas y marchandose Sáizar del Conaculta, la vuelta del pri trajo el regreso de Tovar y de Teresa, quien apenas en enero de este año designó a Raúl Cremoux, periodista y analista de medios de añejos vínculos con el quehacer televisivo, como el nuevo director del 22. A Cremoux le tocó celebrar los veinte años del chamaco canal. Pero no todo es miel sobre hojuelas. En la estrechez de miras del tecnócrata gobernante, la cultura no figura y, en nombre de la crisis, la cultura y su divulgación son los primeros becerros al matadero. Como el mismo Cremoux afirma en entrevista con Florence Toussaint para la revista Proceso (núm. 1907, 19 de mayo de 2013): “Estamos renegociando el presupuesto de 221 millones de pesos que recibimos luego de un recorte de 15%...”, y uno lee y relee el total del presupuesto y no puede dejar de pensar que, con los 3 mil millones de pesos que el sat le condonó a Televisa potenciaríamos más del mil por ciento a Canal 22 y tendríamos la mejor televisión cultural del continente. O del planeta. Cremoux abunda en los problemas del 22: “No hay lugar suficiente para trabajar, estamos muy apretados y mal distribuidos, esta oficina es muy grande mientras que los técnicos tienen que arreglárselas con un espacio mínimo.” Da grima ver que apenas diez por ciento de lo condonado rebasa el presupuesto total del 22; ello dibuja con claridad la abismal diferencia y cósmica desventaja en que operan, frente al duopolio comercial, nuestros atribulados canales de televisión más o menos culta •

CABEZALCUBO

Una carta a José de la Colina

PASO A RETIRARME

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch


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Orlando Ortiz

Como pue’ que sí pue’ que no…

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UIEN HAYA CONCEDIDO ALGUNA atención a la vida de la literatura mexicana contemporánea habrá advertido que, en los últimos años, esa vida ha dado muestras evidentes de una situación que, sin exagerado pesimismo, puede llamarse letárgica.” Estas líneas fueron escritas hace algunas décadas, y el autor de ellas añadió, dos o tres párrafos después: “Los que escriben versos, llenos los oídos de la música de sus antecesores, componen variaciones de una lección aprendida a la que no añaden sino su carencia de originalidad...” Fustiga con similar comedimiento (casi dulzura) a novelistas, dramaturgos y ensayistas. Es precisamente su discreción, supongo, lo que lo lleva a expresar más adelante que, desde luego, es innegable “la existencia de obras destacadas, piedras blancas casi perdidas en el páramo”. Pero eso sería más o menos la excepción que confirma la regla. No es mi propósito reciclar esas líneas para aventurar que estamos de nuevo en tal situación. Creo que eso deberán resolverlo los actuales críticos e investigadores. Yo solamente aspiro a contar las peripecias corridas por ese ensayo fechado en julio de 1948 y firmado por el entonces joven José Luis Martínez, que lo tituló: “Situación de la literatura mexicana contemporánea”. Dicho lo cual –como expresaban nuestros antepasados–, procedo al relato. En aquellos año el Instituto de Bellas Artes publicaba, en calidad de órgano, la revista México en el Arte y le solicitó a jlm un artículo en el que hiciera el balance de las letras mexicanas. El joven crítico, que para José Rubén Romero tenía “cien años de madurez”, se pasó tres meses elaborando el trabajo solicitado. El texto resultante y entregado “en tiempo y forma” –diría hoy un padre conscripto–, le puso los pelos de punta al Consejo Técnico del Instituto cuando lo evaluaron para decidir si lo publicaban. Obvio: el fallo fue adverso y se lo devolvieron al autor, según parece sin broncas ni reclamos. Supongo que previendo fuera publicado en otro medio, el Instituto solicitó una especie de réplica a Rafael Solana, para refutar la opiniones de jlm . Esta visión oficial del panorama de nuestras letras se publicó de inmediato y “acaso por la prisa con que debió escribirse fue, antes que un brioso mentís, una corroboración de mis pesimistas opiniones”, escribe don José Luis. Liberado de su compromiso con México en el Arte, Martínez le ofreció su texto a don Jesús Silva Herzog, para Cuadernos Americanos, aclarándole las circunstancias y lo ocurrido en Bellas Artes. Don Jesús lo publicó y fue así como se inició la bronca. De inmediato saltaron ofendidos

casi todos los escritores del país; Margarita Michelena también protestó pero apuntando que el ensayo era muy benévolo, pues jlm se había quedado corto al señalar 1940 como inicio del letargo, cuando el verdadero comienzo de la decadencia era 1920, con la aparición de los Contemporáneos. Podría decirse que todos los diarios y revistas exhortaron a los escritores a opinar sobre el escrito, y fueron muy contados los que estuvieron de acuerdo con los juicios de jlm. La mayoría se le fue encima con ferocidad exagerada y algunos otros, por alguna razón, manifestaron mesura (entre ellos José Revueltas, que expresó, respecto a la novela, que el género apenas estaba en un proceso de gestación). Rodolfo Usigli sí se pronunció a favor del texto y cargó las tintas pesimistas; don José Rubén Romero, a petición de los lectores de su columna en Excélsior, entre cotorreando y en serio concluyó:“Seamos sinceros y confesemos que José Luis Martínez, con cierta deleitosa amargura, dice la verdad.” En enero del año siguiente, en la cena anual de Cuadernos Americanos, don Jesús Silva Herzog invitó al polémico crítico a que fuera uno de los oradores. En su intervención, jlm, poco antes de concluir, contó que uno de los mejores prosistas le había comentado que su ensayo “está escrito con esa severidad que sólo puede tenerse a sus años. Más tarde, el tiempo le enseñará que es necesario perdonar y tolerar muchas cosas contra las que hoy se rebela.” Cuando leí esta “Situación de la Literatura Mexicana contemporánea” pensé que su vigencia era considerable; no obstante, me pregunté si hoy jlm haría un análisis tan severo (aunque en realidad, como lo digo más arriba, es bastante comedido e indulgente). Incluso puntualicé que me abstenía de emitir juicios tales, porque quizá me doy cuenta, en este momento, de que ya me llegó esa edad en la que es necesario perdonar y tolerar muchas cosas que otrora habría criticado sin clemencia •

Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com

El Ariel y otros problemas

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EL ARIEL -OTORGADO POR la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de México- suelen decirse muchas cosas, pero pocas buenas: que si los criterios de la Academia para conformar ternas/cuartetas/quintetas y para premiar son del todo inescrutables y altamente discutibles; que si en el fondo casi a nadie le importa y al público le pasa totalmente de noche; que si un Ariel sólo sirve para detener los libros o la puerta… Pareciera existir un deporte o pasatiempo consistente en declarar, urbi et orbi, que el Ariel “me da güeva”, no sin alguna esquizofrenia de por medio, pues la tal güeva no es óbice para que sus practicantes puedan

El Premio

luego indignarse porque no ganó aquello que, según su criterio, debió ganar, o congratularse porque sus preferencias coincidieron con lo premiado. Esos güevones y sus adláteres nunca se hacen cargo de que su postura –en ciertos casos mera pose– fomenta lo que denuestan en el Ariel: en el corto plazo, poco interés, fugacidad, pronto olvido; en el mediano y largo plazos, mediocridad, desdén por lo propio y consecuente interés desmesurado por lo ajeno –llámese Oscar, Goya o como sea–, escaso valor ulterior… Guste o disguste el Ariel es, aunque por supuesto no la única, unidad de medida para calibrar el estado de nuestra cinematografía. Si lo que se quiere –y cabe suponer que así es tanto para los güevones como para el resto– es un cine nacional sólido, saludable y atractivo, no estaría mal comenzar por una inflexión, al menos, en la actitud tenida respecto de un galardón que –a querer o no, se insiste- es termómetro del cine que nos estamos dando y, al mismo tiempo, lo es de la manera en que asimilamos dicha expresión cultural. O pregúntense, queridos güevones, si acaso los estadunidenses sólo hablan pestes de su Oscar y los españoles lo mismo de su Goya.

El palmarés A grandes rasgos, la quincuagésima quinta entrega del Ariel tuvo una gran ganadora, dos grandes perdedoras y varios actos de justicia. Comenzando por estos últimos, justos fueron los reconocimientos a cortometraje de animación, ficción y documental, dados respectivamente a La noria, de Karla Castañeda; La tiricia o cómo curar la tristeza, de Ángeles Cruz, y La herida se mantiene abierta, de Alberto Cortés. Lo mismo cabe decir de los premios a coactuaciones y protagónicos, que en ese orden se llevaron Daniel Jiménez Cacho por Colosio, el asesinato; Angelina Peláez por La vida precoz y breve de Sabina Rivas; Roberto Sosa por El fantástico mundo de Juan Orol, y Úrsula Pruneda por El sueño de Lú. Las popularmente consideradas categorías menores –efectos visuales y

especiales, vestuario, maquillaje, diseño de arte, sonido, música original, edición, fotografía–, se las repartieron siete películas, donde comenzaron a asomar las perdidosas, es decir, las muy nominadas y poco premiadas: de once, La vida precoz… se quedó ocho veces con las manos vacías; por su parte, Los últimos cristeros, de Matías Meyer, nominada en ocho categorías incluyendo guión adaptado, dirección y mejor película, no se llevó absolutamente nada –mínima justicia, en opinión de este ponepuntos, que nomás no entiende qué le vieron. Las grandes ganadoras fueron sin duda Cuates de Australia, de Everardo González, en largometraje documental; La demora, con Laura Santullo por guión adaptado y Rodrigo Plá por dirección, pero sobre todo El premio, de Paula Markovitch, que además de ser la mejor película obtuvo Arieles por ópera prima, guión original y edición. Fuerza es destacar que, como compensando ausencias notables como la de Post tenebras lux o Cecilia Suárez por Nos vemos, papá; insistencias inexplicables como la ya referida Los últimos cristeros, o presencias prescindibles tipo Morelos o Todo el mundo tiene a alguien menos yo, en largometraje de ficción la verdadera competencia se dio entre La demora y El premio, clara y unánimemente consideradas como las mejores, y fueron ellas las que ganaron en lo que, a final de cuentas, a Todomundo de verdad le importa. El largometraje documental es caso aparte. La competencia fue de alto nivel y, dada la calidad de los cinco nominados, la decisión debió ser durísima: junto a Cuates… estaban Carrière 250 metros, de Juan Carlos Rulfo; El paciente interno, de Alejandro Solar; La revolución de los alcatraces, de Luciana Kaplan, y Palabras mágicas (para romper un encantamiento), de Mercedes Moncada. Hubo quien, como este juntapalabras, le hubiera dado un Ariel a los cinco, lo cual refrenda el agradable lugar común de los últimos tiempos: que en México se están haciendo muy buenas películas documentales •

CINEXCUSAS

Jornada Semanal • Número 952 • 2 de junio de 2013

PROSAISMOS

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ensayo

2 de junio de 2013 • Número 951 • Jornada Semanal

Cervantes plagiado entre tedescos Ricardo Bada

U

na buena manera de introducirnos en el asunto es decir que a Cervantes le salieron en la vida dos Avellanedas: uno en la propia España y otro en tierra de tedescos, y que de ninguno de los dos se sabe cosa alguna a ciencia cierta. El compatriota se atrevió a continuar con una segunda parte las hazañas de Don Quijote, y el alemán tuvo la desfachatez de traducir Rinconete y Cortadillo a su idioma, “hinchando el perro” hasta casi el doble de su tamaño, trasladando su acción de las orillas del Guadalquivir a las del Moldava, y sin perder el tiempo en pequeñeces tales como darle crédito al autor de la historia original. Si bien es verdad que al final de su (¿su?) libro, hablando de Zuckerbastel –el nombre con que rebautizó a Monipodio–, deja caer las siguientes palabras: “(dessen Legenda gleichwol auch anderwärts in forma authentica beschrieben)”, significativo paréntesis en el cual admite que la leyenda de Zuckerbastel anda descrita ya en otras latitudes, y lo que es mejor: in forma authentica. Y puesto que hablamos de rebautizos, comencemos por el título del que más que plagio es robo a mano armada, aunque esa arma fuese un simple cálamo: Historia von Isaac Winckelfelder und Jobst von der Schneidt, resultando bueno y conveniente mirar bajo la lupa los nombres de los protagonistas. Winckelfelder es un tetrasílabo que incluye el substantivo Winckel , “rincón”, mientras que Schneidt, en el segundo nombre, significa “corte”. Vale decir que el mero título configura ya una especie de solapado homenaje a los protagonistas del original cervantino. Léase cómo arranca Rinconete y Cortadillo [http://www.vicentellop.com/ textos /cervantes/novelasejemplares/rinconeteycortadillo. pdf] y compárese con el comienzo de su trasunto checo, si bien tengo que hacer previamente la advertencia de que lo traduzco trasladando a nuestros días la toponimia del lugar, por si el lector curioso quisiera buscarla en un plano actual de la ciudad:

“No lejos de la capital imperial Praga, a mitad de camino entre Chrustenice y la dicha ciudad de Praga, en el lugar donde comienza la subida a la colina arenosa, y del cual por el Nerudová Ulice se llega a la Malá Strana, encontráronse antaño en el verano, alrededor del día de Santa Margarita, cuando de todos modos la canícula es más fuerte, dos jóvenes vagabundos (de los que uno andaba aproximadamente entre los veintiuno y los veintidós años, y el otro, por las trazas, probablemente era algo más joven), ambos de robusta complexión y no del todo de un aspecto deshonesto, sólo que no andaban precisamente muy bien vestidos, a juzgar por su ropa, dispuesta más bien para el verano que para el invierno, pues ni el uno ni el otro llevaban capa. Los calzones del uno eran de fustán, y hechos unos sietes, y los del otro, de la pura mugre no se podía distinguir si eran de paño, cuero o lienzo. Las medias de ambos eran de piel, la misma que sacaron del vientre materno cuando vinieron al mundo. Y aunque ni el uno ni el otro iban descalzos, sus zapatos se hallaban de tal guisa estropeados y en tales condiciones, que por los del uno se le podían contar nueve de los dedos que hubieran debido cubrir, mientras que en los del otro el agua podía entrar y salir a voluntad por entre las suelas.” Las primeras 118 palabras del original de Cervantes se han multiplicado hasta las 214 del “original” (no de mi traducción) de maese Niclaus Ulenhart, que así se hizo llamar el autor de tamaño desafuero. A tenor de este ejemplo, creo que queda claro el procedimiento mencionado líneas atrás, que en lenguaje periodístico llaman “hinchar el perro”, y yo, bastante más melómano que zoófilo, “transcripción para acordeón”. Resulta curioso advertir que en el prólogo de su atropello, el tal Niclaus Ulenhart deja caer que una de sus intenciones, y no sólo eso, sino la más noble, es ésta: que aquellos de sus lectores que tuviesen el propósito de visitar el extranjero, y en especial quienes fueran enviados por

sus padres a Francia, Italia, España, los Países Bajos o Inglaterra, y debiesen pasar algún tiempo en sus grandes ciudades, dispusieran pues, con su “Tractat” (así es como lo caracteriza, como si fuera un Wittgenstein avant la lettre), de una especie de vademécum para defenderse de las cortes de los milagros, las óperas de los mendigos y los patios de Monipodio. Y ahí está el detalle, según diría el insigne filósofo Mario Moreno: ese buen Niclaus Ulenhart no se priva de enlistar las ciudades a las que se refiere. Y que son, a saber: “París, Venecia, Nápoles, Madrid, Sevilla, Lisboa, Bruselas y Londres.” ¿Se esconde otra referencia/reverencia críptica a Rinconete y Cortadillo en esa “Seviglia” de que nos habla? Sea como fuere, en esta relación de las ciudades donde sería bueno haber leído las aventuras de los compadres Winckelfelder y Schneidt, también se cuenta Lisboa. Y héte aquí que en 1682, pasados sesenta y cinco años de la aparición del libro de (¿de?) Niclaus Ulenhart, hubo otro plagiario también oculto tras la máscara de un singular seudónimo, La Zelande, que publicó una colectánea de historias de pícaros... y entre ellas la de Winckelfelder y Schneidt, sólo que jibarizada en una séptima parte y ubicada en Lisboa. Pero con más desvergüenza que Ulenhart, porque éste, al menos, se preocupó de convertir el “color local” sevillano en praguense, mientras que La Zelande entró a mansalva en el texto de Ulenhart y le propinó costumbres y usos praguenses a los lisboetas. Como si no tuviesen bastante desgracia con el fado... Rastrillando archivos, y ya casi a punto de concluir este artículo, me cae ante los ojos una crónica fechada el 6/ ix /2004 por el corresponsal de un diario de Colonia, enviado a reportar de la masacre de Beslan, en el Cáucaso: “La escuela es puro escombros. Delante de la destrozada puerta de su biblioteca está un ejemplar de Don Quijote acribillado a balazos junto a los consejos de Lenin a los niños.” Y me digo que mejor acribillado a plagios en las imprentas de Augsburgo, que a tiros en la dizque cuna de la Humanidad •

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