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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 30 de junio de 2013 ■ Núm. 956 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Wilhelm Reich?

¿Quién le teme a Gérard Guasch

Entrevista con J avier S icilia J uan M anuel R oca : Dos miradas a la obra de R ulfo Monólogos de F ranca R ame y D ario F o


de asombros

bazar U

“Discípulo disidente de Freud, investigador intrépido, agudo crítico social” pero, sobre todo, “un ardiente defensor de la vida”: así describe Gérard Guasch a una de las figuras más emblemáticas de los movimien­ tos de protesta de la segunda mitad del siglo xx , Wilhelm Reich, cuyo pensamiento libre y polémico mantiene intacta toda su fuerza y su vigencia. Autor, entre otros títulos fundamenta­ les, de La revolución sexual, Escucha, hombrecito y La psicología de masas del fascismo, Reich fue siempre “en contra de cualquier totalitarismo intelec­ tual o político, y esto asusta”. Publicamos además una entre­ vista con nuestro querido Javier Sicilia, columnista de este suplemento, fundador del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y poeta que habla aquí, entre otros temas, de las razones para su volunta­ rio silencio poético.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

Hugo Gutiérrez Vega

na tarde del verano de 1964 celebramos, en el Palazzo Rúspoli de Roma, una semana de la cul­ tura de México: Grabados de Posada, óleos del pintor tapatío Claudio Favier Orendáin, una pequeña muestra de libros y de revistas culturales, la proyec­ ción de las películas Raíces, Enamorada, Los olvidados (con todo y el absurdo prólogo impuesto por los cen­ sores de Gobernación) y El compadre Mendoza. El que les habla, y que a lo largo de su vida siempre ha habla­ do de más desoyendo el consejo alteño de su pruden­ te abuela, dio dos charlas: una sobre Juan Rulfo y la otra sobre Carlos Fuentes. Estaba presente el emba­ jador de México, Rafael Fuentes, diplomático ejem­ plar, hombre bueno en el sentido machadiano de la palabra, y padre del autor de las tres novelas comen­ tadas por el locuaz conferencista: La región más transparente, Las buenas conciencias y La muerte de Artemio Cruz. Recuerdo haber dicho que la primera abría las puertas a la novela urbana en México, y haber anali­ zado algunos antecedentes de descripción de la ciu­ dad capital: Los bandidos de Río Frío, de Payno, algunas novelas cortas de José Tomás de Cuéllar, Facundo, los cuentos de Micrós y las novelas iniciales de José Re­ vueltas. Sin embargo, la primera novela en la que el personaje principal es la ciudad con sus avances y retrocesos, su crecimiento teratológico, sus contra­ dicciones sociopolíticas, sus facetas canallas, sus ni­ ños bien, sus caifanes (retratados con gran vigor en la película cuyo guión escribió Carlos basado en el acier­ to verbal del spanglish fronterizo: me cae fine –y de ahí, me cae bien, o sea, caifán–; sus barrios nuevos, sus

CARLOS FUENTES Y LAS PALABRAS (I de II) fiestas tradicionales y el final, tan celebrado por Ra­ fael Alberti (quien por aquellos años vivía en Roma) en el cual la resignación nacional se deslíe en la auro­ ra de Nonoalco, como la alondra de Gorostiza, y se abisma en la transparencia. Novela de personajes ficticios y reales a la vez, como la mayoría de los crea­ dos por ese fabulador incansable que fue Carlos Fuentes, La región más transparente tiene una fuerza lírica especial y está llena de valores musicales que ponen a danzar, a cantar, a llorar y a reír nuestra len­ gua que, bien lo sabemos, tiene una riqueza inagota­ ble. Pasados los años, lo que queda incólume y reju­ venecido es el lenguaje. Las estructuras narrativas pueden ser efímeras, pero las palabras permanecen y se van ennobleciendo con el polvo del tiempo. Las buenas conciencias, en cambio, tiene su ám­ bito de acción y de expresión en la provincia, y hace realidad el viejo apotegma: “Pueblo chico, infierno grande.” El personaje central de esta saga de encuen­ tros, desencuentros y malos entendidos es la moral social autoritaria y represiva que, desde siempre, en­ tristece la vida y retuerce las conciencias de muchos habitantes de las ciudades de la provincia hispánica, mestiza y católica. La muerte de Artemio Cruz pone fin a la valiosa y crí­ tica serie de la llamada novela de la Revolución me­ xicana. Si aceptamos una catalogación más flexible, podemos partir de Azuela, pasar por Vasconcelos y Nellie Campobello, Martín Luis Guzmán, Rafael f . Muñoz, Magdaleno, Rubén Romero, Urquizo, Yáñez, Rulfo, Arreola y Fuentes. Artemio, moribundo en su lecho de angustias y de memorias, pone fin a una his­ toria de valor, audacia, corrupción, ambigüedad mo­ ral, cinismo, demagogia, simulación (gesticulación, diría Usigli, quien, junto con Elena Garro y su Felipe Ángeles, nos dan la visión teatral del largo conflicto); pena, re­mordimiento, en fin, el conjunto de sentimien­ tos encontrados que libran a esta excelente novela de la maldición nacional del maniqueísmo y del hábito melodramático iberoamericano. Terminó la charla y, ya en el pasillo de salida, bajo un retrato de César Borgia (“César o nada” era el lema de la terrible familia), el embajador me abrazó y, con un candor inusual en el experimentado diplomático, me preguntó con lágrimas en los ojos:“¿En verdad son tan buenas las novelas de Carlos?” Asentí con la cabe­ za y le entregué una libreta en la que Elena Mancuso, la traductora de Rulfo y de Asturias, me hacía una serie de preguntas sobre las novelas de Carlos en las que estaba trabajando. “La muerte de Artemio Cruz es lo mejor que he leído últimamente”, comentaba la hábil traductora. “Lo ve, embajador, aquí tiene un testimo­ nio extranjero intachable y competente.” Esa noche, el embajador impecable y su verboso agregado cul­ tural bebieron unas copitas de más del peleón vino dei castelli romani • (Continuará.) jornadasem@jornada.com.mx

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Portada: La función de Reich Ilustración de Sergio Bordón

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creación

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AMANECER CON AIRE FRESCO N adia C ontreras

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o que irremediablemente no deja de hacer es abrir las cortinas y la ventana. Una especie de ritual, un hábito. Al despertar, las manos de la mu­ jer, casi de manera automática, corren las cortinas, destraban el seguro y, quien observa, puede ver el desplazamiento vertical de las hojas de vidrio. La mujer se levanta sobre su lado derecho, oprime el botón off del despertador y es, en ese preciso mo­ mento, cuando quien observa puede ver la figura, corre las cortinas, abre la ventana que da al traspatio y como una fantasía el cuerpo entero de la mujer bañado por el ai­ re de la mañana. El observador, la mirada en el rectángulo del espacio, ajusta la visión de los binoculares y logra los detalles: la mano llevada al sexo y la mirada. La mirada. Otros días, la mujer vuelve a la posición habitual del sueño y el observador debe esperar. Otros días, a la mujer simplemen­ te deja de importarle lo que sucede más allá de la ventana. Lo que sigue (estamos den­ tro de la mente del observador) es una larga lista de suposiciones: 1. Prepara una taza de café. 2. Abre las llaves de la regadera, siempre las dos al mismo tiempo, ajusta la tempera­ tura exacta del agua, la temperatura de su cuerpo. 3. En la pantalla de la computadora dia­ rios locales, nacionales, extranjeros en una segunda o tercera lengua. 4. Se tira sobre el piso o sobre la alfombra. Hace contacto con el cuerpo de la tierra, con su cuerpo. 5. Vuelve a la cama (una cama que el ob­ servador no alcanza a ver) y concluye, acompañada o no, lo que se ha comenzado de manera incesante. En cualquiera de éstas, el observador tie­ ne que esperar o claudicar. Se desvive cier­ tamente: bajo la bata el cuerpo desnudo de la mujer y, luego el vacío, el infinito vacío, su ambigüedad. La mujer observada sabe que es obser­ vada en punto de las siete y quince de la ma­ ñana, pone sus ojos en aquella figura, la descubre algunas veces en la ventana, en la ventana de la habitación del lado derecho o la ventana de la habitación del lado iz­ quierdo. Un edificio partido por la mitad, las escaleras, ese espacio ahogado y las ven­ tanas. ¿Qué implica el cambio de lugar? ¿Los rayos de sol como una bocanada de reflejos? ¿La inquietud del hombre o lo que quiere ver? ¿Su intento por develar lo que el aumento distorsiona? La mujer observada, su mirada siempre hacia el séptimo piso de un edificio allá en la distancia, ese complejo de departamentos que en el pasado revo­ lucionó la arquitectura, corre las cortinas y sabe lo que el otro (ha comprobado que se trata de un hom­ bre), observa. Su estrategia es ver siempre hacia un

punto indeterminado y colocar la mano sobre el sexo. Se apropia de la forma tibia, la lentitud (como si abriera una ventana más) de lo que la mano agita y posee. Se sabe observada, se siente observada; la mirada, lo que busca, lo que le infunde vida dentro. Luego, las suposiciones. 1. El hombre es un pervertido, un acosador se­ xual. Un asesino. 2. O un pintor, un periodista, un escritor. 3. Vive solo, lo que lo lleva, como cualquier ani­ mal de la selva, a estar siempre al acecho.

Tres cuentos

rioro del tiempo. Sobre todo éste, el tiempo, destru­ ye los cuerpos, los edificios, las ciudades mismas. Cuando llegue ese otro tiempo (luego de la destruc­ ción el vacío puede ser menos triste), si existieran, otros observarán lo que irremediablemente la mu­ jer no deja de hacer: correr las cortinas y abrir la ventana, esas hojas corredizas, la desnudez traslú­ cida. Y el hombre, desde un punto lejano, ajustará la visión de los binoculares.

FUI ARROJADO AL MUNDO J osé R emus G alván

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ui arrojado al mundo, decía Heidegger. Tuve un profesor que estudió con Hei­ degger. Y un día me arrojó de su clase. Y caí en el mundo. Sin estrépito. Cayendo en la cuenta de varias cosas: me gusta el globo terráqueo con un sombrero de palma cam­ pesino que tengo en mi biblioteca. Mi bi­ blioteca (en realidad una serie de estantes con libros y un conjunto de curiosidades y polvo), tiene a la izquierda unas gavetas con mis instrumentos amados de pintura (el aro­ ma del óleo carmesí me recuerda a Gandhi, no sé por qué). A la derecha está el clóset con mi ropa convencional, un tanto en desorden. A la izquierda de las gavetas con pintura se localiza la espléndida ventana que mira al sur con una vista de árboles (algo raro en esta ciudad). A la derecha del clóset está ubi­ cada la puerta (de entrada, de salida o sim­ plemente de posibilidad); aún más a la de­ recha hay un mueble bajo con medicamentos, cosas viejas y cosas para dormir o leer, un reloj y otros etcéteras. Y aún más a la dere­ cha estoy yo. A la izquierda de la ventana también estoy yo. ¿En qué iba? Ah, donde fui arrojado. Frente al globo terráqueo con sombrero campesino.

DESOLACIÓN R aúl S ergio de la F uente H ernández

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4. Y como el animal que es, preparado para la fricción, le multiplicará el dolor del miembro y los testículos. 5. Simplemente un observador. Un observador. La mirada de uno y de otro se pierde en el infini­ to. Un día la curiosidad se acaba o simplemente se va a otra parte, abiertas nuevas ventanas o el dete­

a puerta de la casa estaba abierta, pero por primera vez Josué no pudo entrar: gente extraña la habitaba. En ella había na­ cido y ahí, en un rinconcito, tenía escon­ didos los recuerdos de su infancia y de su juventud; cada vez que iba al pueblo la visi­ taba y, como si fueran juguetes, los sacaba de su escondite y evocaba los momentos más gratos de su vida. Ahora todo era asaz diferente, la tía Ciotis ya no existía, la casa había pasado a otras manos, a otros fines. Se sintió invadido por una inmensa de­ solación. Comprendió que ya nunca volvería a en­ contrarse con sus recuerdos y que éstos queda­ rían olvidados para siempre, como las tumbas de algunos muertos. La calle desierta permaneció silenciosa y, emi­ tiendo un profundo suspiro, Josué continuó su camino •


Dos miradas a la obra de

Rulfo Juan Manuel Roca

Autorretrato de Juan Rulfo en el Nevado de Toluca, década de 1940

PEDRO PÁRAMO Para Ignacio Ramírez, en su memoria Que tu corazón se enderece:

aquí nadie vivirá para siempre.

Netzahualcóyotl

A

sombra el caudal de poesía que hay en Pedro Páramo, la novela de Juan Rulfo publicada en 1955, el mismo año de la segunda edición de El Llano en llamas. Si imaginar es crear imágenes, en Pedro Páramo esto podría parecer algo más que una simple y pro­ gramática premisa. Hay en esta novela una imagi­ nación, una carga de imágenes que parecen liberar­ se, de manera por lo demás natural, de una profunda carga de silencios. Tanto el tono como la atmósfera, afirmó alguna vez su autor, le fueron allanados por la intuición, por una suerte de dictado secreto. Escribió su primer ma­ nuscrito en un cuaderno escolar y en cualquier sitio, recordaba el parco escritor mexicano en alguna de sus entrevistas. Ese tono y esa atmósfera parecen desprendidos del conticinio, que es esa hora de la noche en la que han cesado todos los ruidos o, posiblemente, de las cabeceras del mejor romanticismo, de cierto irracio­ nalismo: “el hombre es un dios cuando sueña, un mendigo cuando piensa”, dijo Hölderlin, alguien que conocía muy bien los hilos tan tenues que sepa­ ran a deidades y parias. Pero, sobre todo, nacen de su capacidad natural para descubrir en todo lo coti­ diano, en los hechos en apariencia más triviales, una veta poética. Así como Gustave Flaubert afirmó alguna vez que la escritura de Madame Bovary fue un intento por lo­ grar la tonalidad de musgo, el color de la pátina de algún rincón de un cuarto de un hotel de paso, Rulfo quiso con Pedro Páramo atrapar el tono opaco, ceni­ ciento, de un presente poblado por fantasmas. Es el tono plomizo que recorre la casa de sus palabras, las

voces de los muertos que viven en la incierta comar­ ca de Comala. Alguna vez dijo: “Pedro Páramo nació de una ima­ gen y fue la búsqueda de un ideal que llamé Susana San Juan. Susana San Juan no existió nunca. Fue pensada a partir de una muchacha que conocí bre­ vemente cuando yo tenía trece años. Ella nunca lo supo y no hemos vuelto a encontrarnos en lo que llevo de vida.” La anterior clave de la escritura de Pedro Páramo tuvo nacimiento en el hecho de imaginar a partir de una imagen, que es lo propio de la poesía como forma exploratoria de la percepción, como una forma escri­ ta de diseminar entre los lectores, que siempre son una suerte de interlocutores de la misma materia de los fantasmas, unos arraigados recuerdos, una corresponsalía del sueño y una ración de miradas. En otros grandes novelistas latinoamericanos, como José Lezama Lima, Alejo Carpentier, José Eus­ tasio Rivera, Gabriel García Márquez o Héctor Rojas Herazo, la poesía se da casi siempre por abundancia verbal, por un desborde de voces. Lo que hubiera sido una descripción exhausti­ va en estos autores, el sentido de la distancia, por ejemplo, en Rulfo se da desde una magra expresión. Dice, hablando de la ubicación de Comala: “su lugar queda más allá de muchos días”. Lo que resulta una medida que metería en líos al más certero agrimen­ sor, pero no a quien reconoce en la vaguedad de la expresión una distancia sin medidas. Expresiones como “era un pedazo de culebra sin vida” para hablar de un machete, o “estaba revolca­ da en la tierra” para hablar de una mirada melancó­ lica, aluden a un origen metafórico. Ese es otro rasgo que lo separa de la corriente rea­ lista de la narrativa mexicana anterior a su obra. No hay requisitorias, casi desaparece del rela­ to para mostrarnos las cosas con una hondura y una desnudez verbal que a poco tiempo de ser leídas se nos hacen imborrables.

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Pedro Páramo es una metáfora de la soledad y de la muerte, de ahí que su lenguaje acuda al hueso más que a la carnosidad, como en las obras de dos grabadores del México insurgente, Manilla y Posada, que hacían su crítica social desde las cuencas de las calaveras. Juan Rulfo es, antes que nada, un observador de sí mismo, lo que también es como decir un observa­ dor de su pueblo, de sus animales, sus frutos, de sus voces y murmuraciones. Durante algún tiempo pensó en titular su novela, precisamente, Los murmullos. Esas voces, esos mur­ mullos que según Elena Poniatowska cruzan toda la novela con “un rumor de ánima en pena que vaga por las calles del pueblo abandonado”, tienen hondas y claras raíces en su infancia. Son los gestos o las voces apagadas por una larga historia de violencias y mise­ rias, de grandes heroísmos y de más grandes entregas. Los asesinatos de su abuelo y de su padre, los años de orfanato en Guadalajara, la revolución de los cris­ teros, son hechos que le hablan desde tiempos di­ ferentes, como le hablan a Juan Preciado en muchos recodos de su libro. Desde la primera frase de la novela: “Vine a Co­ mala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, el narrador se asoma al pasado, que es un tiempo que siempre, con sólo escarbar un poco en la realidad inmediata, se pone de presente en la cultura mexicana. Por eso resulta tan natural la manera como Rulfo se aproxima a los sucesos preté­ ritos desde un lenguaje lírico, algo que sin embargo no lo hace perder de vista las clavijas de su estructu­ ra novelística. Bebió en William Faulkner y en los expresionis­ tas pero también en poetas como Edgar Lee Masters, creador de Spoon River, otro poblado irreal donde los muertos cuentan su historia, donde una coral de voces ausentes fragua las historias de un poblado imaginario. No resultaría tampoco caprichoso her­ manarlo con un legado de Francisco de Quevedo y Villegas: “Vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos.”

EL LLANO EN LLAMAS Golpeábamos en los muros de adobe

y era nuestra herencia una red de agujeros. Poema náhuatl

El primer libro publicado por Juan Rulfo, El Llano en llamas (México, 1953), es un fresco de las miserias humanas. Una historia clínica, si se quiere, de las grandes soledades de un país en el que también vive la muerte. De ahí que resulte, más que un volumen de cuen­ tos, una suerte de Biblia de pobres, de saga que entremezcla el mito y la realidad inmediata, la histo­ ria como una forma circular de la pesadilla. Al autor le basta con una cuantas pinceladas ex­ presionistas, con un ascetismo del lenguaje venido del fondo de la historia mexicana, con unos giros de cosa hablada, para atraparnos sin tregua hasta su último aliento. Alguna vez Marta Traba, señalando los cuen­ tos de un autor casi olvidado, Hernando Téllez, a quien debemos el más agudo y bien escrito de los cuentos colombianos que giran en torno a la violen­ cia, “Espuma y nada más”, decía que Téllez era un virtuoso escritor que sabía muy bien cómo describir a sus personajes. En oposición, a contramarcha, agre­ gaba que Juan Rulfo no describe sino que “sufre” a


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Febronio Zataráin sus personajes. Tal vez por eso sus relatos están teñi­ dos de un acento confesional. De una carnadura hu­ mana que resulta padeciente. La afirmación de Marta Traba tiene visos de irre­ futable. Hasta el paisaje en Rulfo es padecido más que descrito. Parajes como Comala o Luvina, donde los cactus parecen ser percheros del viento y los fan­ tasmas tienen su reino, hacen su desolado marida­ je con los personajes que los habitan. No hay costumbrismo, así haya cuadros de las costumbres campesinas mexicanas. No hay realis­ mo, así todo tenga el sabor real de una historia de revueltas y traiciones. No hay evidencias antropoló­ gicas, aunque sí una especie de arqueología del mie­ do. Es como si la diosa de la vida, Coatlicue, llevara sobre su rostro la máscara de los muertos. No hay excesos líricos pero todo deviene poesía. Son diecisiete narraciones que encabalgadas re­ sultan diecisiete retratos colectivos de una misma tragedia. En “Luvina”, un cuento sobre un lugar anclado en otro mundo en el que sólo se oye el viento, le basta para señalar el señorío de los fantasmas con tres pin­ celadas teñidas, como tantas cosas del pueblo mexi­ cano, de un atávico fatalismo: “Entonces yo le pre­ gunté a mi mujer: En qué país estamos, Agripina?, y ella se alzó de hombros.” En “No oyes ladrar los perros”, la sombra de un hombre que lleva a cuestas a su hijo herido es en rea­ lidad una sombra doble fusionada por una misma tragedia. Van en busca de Tonaya, un poblado al que esperan llegar oyendo en la noche el ladrido de los perros, ese “horizonte de perros” del que hablara Federico García Lorca. Es el diálogo de quien asiste a la agonía del otro y al velorio de sus propias esperanzas. Una esquirla más de ese comercio con la muerte que es toda la obra de Rulfo se hace manifiesta en “Diles que no me maten”, historia de odio y revan­ chismo. Si bien El Llano en llamas es un prontuario de ausen­ tes, no se siente el peso del monotema ni el de una coral que tararea la misma tonada, una y otra vez, como si fuera un mantra entonado a las puertas del purgatorio. He ahí la magia de quien avanza en círculos y vuelve a su centro para de nuevo sorprendernos. Carlos Fuentes señaló que Juan Rulfo cierra “con llave de oro la temática documental de la Revolu­ ción”. No hay duda de que lo hace desde un registro de acontecimientos irreales que se vuelven reales a fuerza de un lenguaje riguroso y cotidiano. Esa terca ternura y ese amor hacia los derrotados, no obstante sus rasgos de humor negro, parece injerta en los fru­ tos amargos de una infancia rural y de un profundo conocimiento del ser mexicano. Todo está tocado de un habla tan sencilla que re­ sulta elusiva, de una forma de dialogar y de narrar que no fue aprendida como insumo para la escritura. “Nunca dije: a ver cómo hablan, voy a aprender su forma de hablar. Así oí hablar desde que nací”, afir­ mó alguna vez el escritor, rompiendo la tela de araña de uno de sus largos silencios. El Llano en llamas es un manual de sombras o un repertorio de orfandades. Es un libro que deja en el aire una serie de pregun­ tas que parecen montadas en un trípode conformado por la soledad, la muerte y el poder, instancias que desde la Antigüedad hasta hoy han sido tres cercos en los que se debate la condición humana. Leer su obra es una forma de leernos a nosotros mismos •

Clic en los ojos En el tren de la ausencia me voy

Manuel Esperón y Ernesto Cortázar

“Apúrense, cabrones, la Bestia no espera a nadie”, decía el pollero mientras algunos enrollábamos las cobijas y otros recogían los enseres. Nos encontrábamos en el albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, y estábamos por irnos adonde pasaría el ferrocarril. Hacía una semana que habíamos cruzado el Suchiate. Éramos trece con todo y el pollero: de Guatemala, El Salvador, Honduras y de Ecuador. “Voy a tener que mocharme con el garrotero; cincuenta varos por piocha.” El pollero hablaba como mexicano, pero sabrá Dios de dónde sería. Entramos al patio ferroviario. Había cientos esperando a que la Bestia apareciera; se oyó su bramido y toda la mancha de gente se alzó. “Todos al mismo vagón, síganme.” La Bestia apenitas se arrastraba como invitándonos a que la montáramos. El culebrón se veía alegre con tanto migrante encima. De los doce, ninguno había estado sobre el cuerpo de la bestia, pero nos veíamos muy campantes, como si hubiéramos nacido para eso. Adelante de Coatzacoalcos la cosa se complicó; el tren fue disminuyendo la velocidad hasta que los vagones se quedaron quietos. Llegaron varias camionetas por cada lado, muchos saltaron y se echaron a correr gritando: “¡Los zetas!, ¡los zetas!” Se oyeron balazos, y el pollero, agachándose: “¡Péguense a la Bestia!” Un zeta nos gritó: “¡Bájense y acomódense en la caja de la camioneta!” Nos llevó a un caserón en un pueblo llamado Oluta. Nos pasaron de uno por uno a un cuarto. Allí me dijeron que marcara el número de un familiar y le contara lo que me había pasado. Me contestó mi madre y, después de un minuto, me arrebataron el celular; le pidieron mil dólares, que los enviara a una casa de cambio en Jalapa. De los otros once, llegó rápido el pedido y se los llevó el pollero. “En tres días vengo por ti.” “Qué vamos a hacer contigo, tus familiares no te quieren”, me dijo el de la camioneta mientras jugaba con un revólver; le sacó las balas del tambor, luego le regresó una, le dio vueltas a la rosca y me apuntó. Ya no parpadeé; ni siquiera solté un gesto porque ya estaba muerto; el clic del gatillo me entró por los ojos; el zeta se acercó, me extendió la mano y con voz contenta dijo: “Yo te voy a pasar al otro lado.” •


Fotos: María Luisa Severiano/ archivo La Jornada

la Ley General de Víctimas, un instrumento a todas luces insuficiente pero al menos un paso en la larga marcha del poeta para exigir justicia y dignidad en México. Desde el momento del asesinato de su hijo Juan Francisco, Javier Sicilia hizo pública su decisión de ya no volver a escribir poesía por considerar que la realidad mexicana no era digna de la palabra poéti­ ca, pues más que la poesía lo que necesitaba (y nece­ sita) es la protesta ciudadana y la exigencia de jus­ ticia. Hoy, Javier Sicilia ha cruzado el umbral de la mudez y ha entrado definitivamente al silencio poé­ tico. Lo ha hecho luego de publicar Vestigios (México, Ediciones Era, 30 de abril de 2013), el último de los diez libros de los que consta su obra poética y que contiene los poemas que escribió antes de los últimos y aciagos días de marzo de 2011, cuando su hijo fue asesinado, y luego de escribir los versos postreros que le dedica a Juan Francisco y con los que cierra, precisamente, estos Vestigios:

entrevista con Javier Sicilia Juan Domingo Argüelles

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oeta, novelista, ensayista y editor, cuya obra está estrechamente vinculada a la fe católica, Javier Sicilia (Ciudad de México, 1956) es autor de diez libros de poemas, entre los cuales des­ taca Tríptico del desierto, con el cual fue merecedor del Premio de Poesía Aguascalientes, en 2009; también de las novelas El Bautista (Premio Nacional de Lite­ ratura José Fuentes Mares), El reflejo de lo oscuro, Via­ jeros en la noche, A través del silencio, La confesión: el diario de Esteban Martorus, y El fondo de la noche, esta última acerca de la vida de San Maximiliano María Kolbe (1894-1941), fraile franciscano que fue asesi­ nado por los nazis en el campo de concentración de Auschwitz. Es autor también de las biografías Con­ cepción Cabrera de Armida, la amante de Cristo, y Félix de Jesús Rougier, la seducción de la Virgen. En el género de ensayo ha publicado Cariátide a destiempo y otros escombros y Poesía y espíritu, y en el análisis políti­ co es autor de los libros La voz y las sombras y Estamos hasta la madre. Ha sido director de la revista Ixtus (1994-2007) y a partir de 2009, de Conspiratio. Es columnista del semanario Proceso y de La Jornada Semanal. Acti­ vista social, Javier Sicilia encabeza el movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, surgido a raíz del asesinato de su hijo Juan Francisco y de otros jóvenes a manos del crimen organizado. Este Movimiento, que recorrió todo el país y que en 2012 llevó su mar­ cha en una caravana por diversos estados de Estados Unidos, ha venido exigiendo a las más altas autori­ dades y, especialmente, a los aparatos de justicia, que encaren el problema de la inseguridad, que admitan que se han equivocado en las estrategias para com­ batir al crimen organizado y que asuman la defensa de las víctimas, tanto las de la corrupción y la impu­ nidad de los órganos del Estado como las de accio­ nes criminales de organizaciones delictivas. Fruto de esta lucha y de esta presión social y ciudadana fue la promulgación, por parte del gobierno federal, de

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–¿Qué representa Vestigios dentro de tu obra poé­ tica y, en general, literaria?

–Lo que queda de una obra poética trabajada a lo largo de casi treinta años. De allí el nombre de Vesti­ gios. Podría decir, en relación al nombre bajo el cual reúno toda mi obra poética, La presencia desierta, que son los vestigios de esa presencia y el inicio del silen­ cio de lo que siempre he considerado el lenguaje más sagrado y profundo de todos, el del poema.

–¿Dónde está Dios, y de qué modo, en estos Vestigios?

–Donde siempre ha estado, en el misterio del amor, una realidad pobre, impotente para cambiar la

Vestigios

Ya no hay más que decir el mundo ya no es digno de la Palabra nos la ahogaron adentro como te asfixiaron como te desgarraron a ti los pulmones y el dolor no se me aparta sólo pervive el mundo por un puñado de justos por tu silencio y el mío Juanelo.

Luego de casi tres décadas de obra poética, desde que apareció su primer libro, Permanencia en los puertos (1982), Javier Sicilia acude al silencio como una ma­ nera de hacer escuchar su protesta en un país y en un momento en que las víctimas de todos (de los delin­ cuentes y de los poderes) son doblemente escarneci­ das con injusticia y con olvido. Javier Sicilia ha tomado la decisión más extrema que puede tomar un poeta: renunciar a la palabra poética, es decir a su voz. Para un poeta, silenciar su obra es evidenciar la banalidad del canto y la cele­ bración en un medio avasalladoramente infame, donde poetizar ha perdido su sentido frente a la rea­ lidad más apremiante. Desde la muerte de su hijo, el poeta que había cantado y celebrado el mundo supo que tenía que ca­ ­minar, denunciar y abandonar el canto. Nos ha de­ jado una obra plena de bondad y de esperanza: La presencia desierta (1985), Oro (1990), Vigilias (1994), Resurrección (1995), Trinidad (1996), Pascua (2000), Lectio (2004) y Tríptico del desierto (2009), ade­ más de Permanencia en los puertos, el primero, y de Vestigios, el último, éste con el que ahora cierra to­ do un ciclo. Su obra cabe en el título general La presencia de­ sierta, pues en 2004 agrupó todos sus libros, hasta ese momento, bajo este nombre simbólico que es, a un tiempo, Alegoría y Verdad. En el prólogo, el autor anticipó: “Siempre he creído que toda poesía narra un largo viaje hacia la luz. En mi caso, ese viaje es, como el título de mi primer libro, una permanencia. En realidad, nunca partí. Desde que decidí viajar pa­ ra encontrar a Dios, Él ya estaba en mí y me aguar­ daba. Estos poemas, en su pequeñez, son sólo un atisbo a las confidencias de ese misterio.” Al margen de la poesía, en este inicio de su silen­ cio poético, en medio de la tragedia por la que atra­ viesa el país, conversamos con él.

herida de la historia y, sin embargo, eterna. Esa pre­ sencia, en Vestigios, aparece como un tenue res­ plandor, como una huella casi imperceptible, como digo en uno de los poemas, “Absconditus” “el pulso en el fondo de una arteria”. –¿Para qué sirve la poesía en tiempos de miseria?

–Hölderlin, quien fue el primero en formular esta pregunta en su poema “Pan y vino” (“¿Para qué poe­ tas en tiempos de miseria?”), da allí mismo una ex­ traña respuesta: “Pero ellos son, dices tú, como los sacerdotes sagrados del dios del vino. Los que fueron de un país a otro en noche sagrada.” Para Hölderlin –que también terminó en el silencio; al final de su vida sólo pronunciaba dos palabras incomprensi­


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voz interrogada

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bles, “Pallaksch, Pallaksch”–, nuestra época se ca­ racteriza por el hecho de que el sentido permanece lejano por falta de Dios y, en consecuencia, carece ya de fundamentos y pende del abismo, de la noche, que se expresa en la barbarie del todo está permitido. Todos quieren hacerse y hacernos creer que no existe, pero el poeta decide encararla, mirar esa ausencia que, semejante a la noche del Sábado Santo o a la noche anterior a la creación, puede preparar el advenimien­ to de una nueva presencia que, de alguna manera, el poeta contempla, en medio de la noche y del desas­ tre, en las huellas, en los rastros, en los vestigios del Dios. Esas huellas son el pan y el vino –o como lo digo, pensando en Hölderlin, en el poema “Época”,

Sus razones se edifican sobre el odio, el dolor, los cadáveres y las fosas comunes. Algo, sin embargo, que no puede ser reducido a ningún racionalismo, es lo que indica Hölderlin, lo que siempre ha revelado la poesía y, para hablar de los fundamentos traicio­ nados o corrompidos de Occidente, lo que de nove­ dad trajo el Evangelio: el amor como don, como po­ breza, como límite, como reino: donde dos seres se encuentran y se ayudan, donde se trabaja no para ganar, sino por la alegría de compartir el pan y el vino en su pobreza, donde el decir es la profundidad del ser inabarcable, allí está el reino, allí está el amor; allí está una tenue luz que hace que las tinieblas del sinsentido y la barbarie no sean absolutas.

y el inicio del

silencio

–¿Hemos tocado fondo en nuestra tragedia?

–Por desgracia, no. Seguimos tolerando lo intole­ rable. Aceptando que siga habiendo seres humanos torturados, destazados, secuestrados, desapareci­ dos, extorsionados, prostituidos, comerciados para la esclavitud y el placer de imbéciles; seguimos tole­ rando gobiernos que son cómplices de ese horror y lo retroalimentan; seguimos tolerando la miseria y deseando la riqueza. Seguimos haciendo como si el espanto del abismo y de la noche no existiera. –¿Las víctimas del crimen organizado lo son también del Estado?

–Son víctimas de ambas partes. Hay víctimas del crimen organizado y víctimas de violaciones a los derechos humanos. Ambas víctimas sufren también, por parte del Estado, una revictimización porque no sólo no se las atiende, sino que a veces se les culpabi­ liza y, también, porque hay profundas redes entre el crimen y las policías, se les amenaza. –¿Hacia dónde se dirige México con toda esta des­ dicha bárbara?

–Si no la detenemos, hacia la destrucción de la ci­ vilidad, de la cultura y de la democracia; hacia la destrucción de lo humano. –¿Dónde quedó el Edén?

–Allí, velado por la noche. El amor siempre está allí. Una reflexión del staretz Zósima, el santo de Los hermanos Karamazov, lo dice con la sencillez del mís­ tico: “No comprendemos que el mundo es el Paraíso. Bastaría que lo deseáramos para que se nos reve­ lara en toda su belleza.” Es lo que de otra manera nos dice Hölderlin cuando nos invita a ver las huellas del Dios en medio de la noche. –¿Qué podemos esperar de la justicia humana?

–Mientras no seamos capaces de hacerla –conti­ nuamos con el noventa y cinco por ciento de impu­ nidad en este país–; mientras los gobiernos y los partidos continúen tolerando y encubriendo en sus filas a criminales –son cientos–; mientras las leyes, que son la palabra de la justicia, continúen malver­ sándose; en síntesis, mientras la palabra sea usada como una moneda de cambio y traicionada, no po­ dremos esperar mucho de ella.

–¿Cómo podremos salir de esta oscuridad en la que hemos caído?

–No me gusta dar respuestas de esa naturaleza. La enseñanza de la historia nos muestra que cuando alguien dice tener la clave para salir de la herida de la historia termina por ahondarla. No hay peor cosa que los ideólogos o los planificadores de la realidad.

–No. No sólo por lo que he dicho sino también por­ que están muy lejanos a la realidad del país. Mien­ tras no limpien sus filas y continúen usando la vida partidista y al Estado con una lógica patrimonialis­ ta, nunca podrán comprender el dolor de las víctimas y lo que significa su defensa en la salud del país. –¿Cómo leer tu silencio final en la poesía?

Luego de casi tres décadas de obra poética, Javier Sicilia acude al silencio como una manera de hacer escuchar su protesta en un país y en un momento en que las víctimas de todos (de los delincuentes y de los poderes) son doblemente escarnecidas con injusticia y con olvido.

“un fragmento de pan/ y los restos del vino”–, los frutos de la tierra trabajados en la comunión y la alegría. Ser poeta, diría Hölderlin, es contemplar esas huellas, porque en la noche su sentido se en­ cuentra más allá del lenguaje: de allí ese “Pallaksch, Pallaksch”. Yo diría, incluso, vivirlas en lo que po­ demos rescatar y mantener vivo del amor.

–¿Les interesa a los partidos políticos asumir la de­ fensa de las víctimas?

–Como mi imposibilidad, en medio de la noche y del abismo, de articular la palabra sagrada; como una contemplación de las huellas del Dios –por ahora indecible y ausente– en el centro del abismo, como el silencio que está después de la palabra y aguarda el advenimiento de una nueva presencia, como un acto de amor al sentido. Si contra ese si­ lencio deci­d iera volver a hablar en el poema, lo único que saldría de mí es el balbuceo inarticula­ do del último Paul Celan o del último Hölderlin, el del “Pallaksch, Pallaksch” • Ciudad de México, 14 de junio de 2013.


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Jornada Semanal • Número 956 • 30 de junio de 2013

¿Quién le teme a

Si Reich fue un loco y los individuos que nos gobiernan,

los del Pentágono y Westminster, están cuerdos, el

mundo es un lugar bastante extraño... No soy discípulo

de Reich. Sólo soy un individuo que ve en Reich un

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genio, un hombre de gran percepción y de infinita

humanidad, un hombre que, con decisión, se puso del lado de la juventud, de la vida, de la libertad.

A. S. Neill, Hablando sobre Summerhill.

igura emblemática de los movimientos de protesta juvenil en los años sesenta, Wil­ helm Reich fue “el hijo terrible” del psi­ coanálisis. Discípulo disidente de Freud y principal representante de la izquierda freudiana, fue un agudo crítico social, un investiga­ dor intrépido, un ardiente defensor de la vida y, en muchos terrenos, un precursor. Por desgracia, mal­ querido por las escuelas psicoanalíticas tradiciona­ les y en gran parte “olvidado” por las universidades, sus aportaciones originales son todavía demasiado poco conocidas. ¿Será que aún se tiene miedo de sus ideas y su radical denuncia de la sociedad opresiva?

UN HOMBRE LOCO POR LA VIDA Reich nunca fue un pensador “encerrado en su san­ tuario” (como decía Freud de sí mismo), sino un hom­ bre de terreno y de acción, un hombre que buscó apasionadamente defender la vida y en quien siem­ pre cohabitaron el investigador, el político y el tera­ peuta. Su vida entera así lo demuestra. El 24 de marzo de 1897 nace en el seno de una fa­ milia judía acomodada que vive en una provincia fronteriza del imperio Austro-Húngaro, la Galicia. Es en este ambiente medio rural medio burgués que el pequeño Willi crecerá. Muy pronto al tanto de las cosas de la vida, observa los animales, colecciona los insectos, monta a caballo. Toda su vida conservará el gusto de estar en comunión con la naturaleza, el agua, el cielo. Arruinado por la desdicha (su madre se suicida cuando él tiene apenas catorce años; tres después muere su padre) y por la guerra (el ejército ruso invade la propiedad familiar) se alista y parti­ cipa en la primera guerra mundial. De regresó a Vie­ na se inscribe en Derecho, pero pronto pasa a Medi­ cina. Estudiante pobre, tiene que ingeniárselas para

Wilhelm sobrevivir. Se apasiona por la biología, la filosofía (Bergson en especial) y el psicoanálisis. Una cues­ tión le inquieta: “¿Qué es la vida?” Convencido de que la sexualidad es “el eje alrededor del cual gira tanto la vida social como la vida íntima del indivi­ duo”, en 1919 participa con unos compañeros de facultad en la organización de un seminario sobre sexología, lo que le lleva a conocer a Freud quien lo recibe con gran cordialidad. Con sólo veintitrés años y siendo todavía estu­ diante, es admitido como miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Le gusta debatir con los “pa­ dres fundadores”. En 1922 participa en la creación del Dispensario Psicoanalítico y del Seminario de Técnica Psicoanalítica. Freud lo considera como uno de sus más brillantes alumnos, pero él (recha­ zando en especial la idea de pulsión de muerte) no tarda en manifestarse como un hijo rebelde. En 1924 se recibe como psiquiatra. En 1927, publica Die Funktion des Orgasmus (La función del orgasmo), obra en la que, mucho antes que Masters y Johnson, ana­ liza en forma detallada la respuesta orgásmica en el hombre y en la mujer. Sensible a las necesidades de las masas y conside­ rando que “la existencia humana está determina­ da por unos procesos instintivos y socioeconómicos” denuncia la miseria social, emocional y sexual gene­ rada por la sociedad capitalista y se lanza a la acción directa. Al mismo tiempo, se propone realizar una síntesis entre las ideas de Marx y Freud. Abre clínicas

D en u n ci a la m is er em o ci o n al y se xu

ia so ci al ,

al g en er ad a

p o r la so ci ed ad ca

se la n za a la ac ci ó

Gérard Guasch*

p it al is ta y n d ir ec ta .

de salud sexual en Viena para impartir consultas, consejos y medios anticonceptivos gratuitos. En septiembre de 1929, viaja a la Unión Soviética don­ de conoce a Vera Schmidt, psicoanalista famosa por sus experimentos pedagógicos en el Hogar Experi­ mental de Niños. En 1930 deja Viena por Berlín. Antes de irse, visi­ ta a Freud en su residencia de verano; será la última vez que los dos hombres se verán. En septiembre presenta una comunicación en el iii Congreso inter­ nacional por la reforma sexual: “Necesidades sexua­ les y reforma sexual”. Participa activamente en la creación y animación de un vasto movimiento para la política sexual proletaria, la Verlag für Sexualpolitik (Sexpol) que, en pocos meses, logra reunir a decenas de miles de miembros. Publica la primera versión de lo que se convertirá después en La revolución sexual. Sostiene que la lucha por la liberación sexual es un paso previo para una revo­ lución política más amplia; ideas que influyeron profundamente en los movi­ mientos de protesta de los años sesenta. Publica un pequeño manual de educa­ ción sexual para los adolescentes: La lu­ cha sexual de los jóvenes. En aquel enton­ ces, ya algo distanciado de los círculos psicoanalíticos ortodoxos llama a su enfo­ que personal, economía sexual. El Partido comunista alemán, al cual pertenece, pro­ híbe la difusión de sus escritos. En estos años recibe en análisis a Fritz Perls, el fun­ dador de la Terapia Gestalt que no olvidará lo que aprendió con él. 1933 verá parecer una obra de gran importancia ¡y todavía ac­ tual!: La psicología de masas del fascismo, en la cual, partiendo de la pregunta: “¿qué en­ torpece el desarrollo de la conciencia de res­ ponsabilidad en la gente?”, analiza el fenóme­ no de la victoria del fascismo, destacando el papel del irracionalismo y de la represión se­ xual en el origen de las dictaduras. “Todo or­ den social produce en la masa de sus componentes las estructuras de carácter que necesita para alcanzar sus fines”, dice, y puntualiza: “La mentalidad fascis­ ta es la del pequeño hombre mezquino, sometido, ávido de autoridad y a la vez rebelde.” No tardará en condenar cualquier forma de fascismo sea éste


Wilhelm Reich en 1900

R e ic h n u n c a fue un pen s a d o r ‘e n c e r io ’, s in o u n rrado en su hombre de s a n tu a te r r e n o y d e que buscó a a c c ió n , u n h p a s io n a d a m ombre e n te d e f e n d e r la v id a .

m Reich? Ilustraciones de Sergio Bordón

“blanco” o “rojo”. En El análisis del carácter, publi­ cado el mismo año, da cuenta de su nuevo enfoque analítico. Según él, las defensas psíquicas, íntima­ mente ligadas al carácter, forman en cada uno de nosotros una “coraza caracterial”. Criticado por los psicoanalistas ortodoxos por su militantismo políti­ co, ese mismo año es expulsado del Partido Comu­ nista alemán por sus ideas “demasiado psicoanalí­ ticas”. Entonces se exilia en Dinamarca. En Berlín sus libros son quemados públicamente con los de Freud y otros autores judíos por orden de los nazis. En 1934

Reich con su cloudbuster (rompenubes)

Fotos: www.quickiwiki.com/es

publica Materialismo dialéctico y psicoanálisis. La Aso­ ciación Psicoanalítica Internacional lo expulsa por sus ideas “demasiado políticas”. En octubre se tras­ lada a Noruega.

EN POS DE LA ENERGÍA Cada vez más deseoso de poner en evidencia la rea­ lidad física de la energía vital (que llama “bioener­ gía”), lleva a cabo diversos experimentos originales en Oslo, uno de ellos “sobre la naturaleza bioeléctri­ ca del placer y de la angustia”. Esto lo lleva a consi­ derar al ser humano como un sistema energético en el cual las funciones psíquicas y corporales no pue­ den ser separadas. Considerando que había descu­ bierto una forma de transición entre lo vivo y lo novivo bajo la forma de una microscópica vesícula llena de energía, llama a ésta “bion”. En este período agre­ ga al concepto de “coraza caracterial” el de “coraza muscular” y desarrolla una nueva forma de psicote­ sigue Fotos tomadas del documental ¿Quién le teme a Wilhelm Reich?, © dominio público

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ensayo rapia que completa su técnica de análisis del carác­ ter: la vegetoterapia-caracteroanalítica. Ésta, me­ diante la movilización de los músculos y la respiración, favorece movimientos vegetativos en el cuerpo y liberaciones emocionales, dando así paso a la expresión corporal y emocional sobre la expresión verbal. Hablando de su experiencia per­ sonal con Reich, a . s .Neill (1883-1973) dice: “En seis semanas de tratamiento adquirí una capaci­ dad de reacción y de equilibrio emocional mucho más grande de lo que había podido adqui­ rir a lo largo de varios años de tratamien­ tos convencionales.” Publica La sexualidad en el combate cul­ tural y analiza “el caos sexual”. En esta época se puede apreciar su pasaje del mate­r ialismo dialéctico al funcionalismo energético. En 1939, considerando que ha­ bía puesto del todo en evidencia la natura­ leza biofísica de la energía vital universal, la llama “orgón”. En agosto, deja Europa para instalarse en Estados Unidos. Ahí im­ parte clases en la New School for Social Research en Nueva York, reinstala su labo­ ratorio y retoma sus investigaciones sobre el cáncer. Inventa un sencillo dispositivo para acumular la energía atmosférica (acu­ mulador de orgón) que experimenta pri­ mero en ratones y luego en humanos. En 1941 sostiene una larga entrevista con Einstein acerca de su acumulador. Si­ gue desarrollando sus ideas sobre “la de­ mocracia del trabajo”. El 12 de diciembre, a las 2 de la madrugada, agentes del fbi lo sacan de la cama y lo llevan a Ellis Island, “la isla de las lagrimas”. Como Alemania había invadido Austria, se considera que Reich pertenece a una nación enemiga. En­ terado de la situación, su amigo el antro­ pólogo Bronislaw Malinowsky, le escribe el 31 de enero de 1942, cuando ya lo habían liberado: “Todo este asunto era, por su­ puesto, ridículo pues nadie que estuviera en su juicio puede sospechar que alberga­ ba usted tendencias o simpatías pronazis. A pesar de lo cual, estas cosas son siempre extraordinariamente penosas.” Al año siguiente, en El descubrimiento del orgón i : la función del orgasmo resume la evolución de muchos años de investiga­ ción. Después de haber adquirido una gran propiedad en Rangeley, Maine, Reich decide vivir allí e instalar un centro de investiga­ ción y docencia para continuar sus experimentos, Orgonon, donde organizará cursos internaciona­ les de verano. Demuestra que sus acumuladores pueden disminuir el dolor y mejorar el estado ge­ neral de los pacientes con cáncer terminal. En 1945 publica (en inglés) La revolución sexual, obra a la cual sucederá Escucha, hombrecito, llamada de aten­ ción al hombre “neurótico-normal”, y El descubri­ miento del orgón ii : la biopatía del cáncer. Hablando de sí mismo en esos años, Reich dice: Los psicoanalistas neuróticos me califican de es­ quizofrénico, los comunistas fascistas me comba­ ten como trotskista, las personas sexualmente las­ civas me han acusado de poseer un burdel, la policía

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secreta alemana me persiguió como bolchevique, la estadunidense como espía nazi, los charlatanes de la psiquiatría me llamaron charlatán, los futu­ ros salvadores del mundo me calificaron de “nuevo Jesús” o “nuevo Lenin”... Yo estoy dedicado a otra labor que requiere todo el tiempo y la fortaleza de que dispongo: el trabajo sobre la estructura irracio­ nal humana y el estudio de la energía vital, descu­ bierta hace muchos años; en pocas palabras: “estoy dedicado a mi trabajo en orgonomía”.

busca poner en ecuaciones sus descubrimientos energéticos hasta que, agotado por los años de lucha y el peso de las presiones, muere de un ata­ que al corazón el 3 de noviembre de 1957.

EL MENSAJE DE REICH Desde cualquier lado que lo veamos, Reich se muestra como un explorador audaz, un hombre que ve más allá de lo ordinario. Nos invita, tanto a nivel personal como colectivo, a liberar­ nos de los dogmas, los prejuicios, los par­ tidos, las re­presentaciones mentales estre­ chas. Nos invita a no tener miedo de la fuerza de vida que sentimos dentro de nosotros y nos propone luchar activamen­ te contra los bloqueos que obstaculizan su flujo y el del amor para conservarnos mó­ viles psíquica y físicamente. Esto va en contra del esfuerzo reductor y encarcela­ dor de la sociedad; esto va en contra de cualquier totalitarismo intelectual o polí­ tico, y asusta. Por eso es más cómodo con­ siderarlo como un original, un loco y que­ rer callar su voz. Sin embargo, no deja de interpelarnos: ...“¿Qué haces en la práctica para alimentar a la nación sin asesinar otras naciones? ¿Qué haces como médico contra las enfermedades crónicas, qué como educador para promover la felicidad infantil, qué co­m o economista contra la pobreza, qué como trabajador social contra el agotamiento de las madres con mu­ chos hijos, qué como constructor a favor de la higiene de las viviendas? Ahora no parlotees. ¡Da una respuesta práctica y concreta o cálla­ te!” (La psicología de masas del fascismo).

REICH EN LA WEB

HASTA EL ÚLTIMO SOPLO Después de una campaña de prensa denigrándolo, la fda (administración sanitaria de eu ) lo acusa de prometer curar el cáncer con sus acumuladores y lo cita ante la justicia. Reich se rehúsa a acatar la orden. En 1951, en Orgonon, se lanza en un peli­ groso experimento para averiguar los efectos del orgón sobre un material radioactivo. Tres años después, gracias a un aparato de su invención, el cloudbuster (Rompenubes), logra que llueva en Ari­ zona. La televisión y los periódicos confirman su éxito: “¡Está lloviendo en el desierto!” En 1956 es encarcelado por desacato a la auto­ ridad y sus publicaciones quemadas en un incine­ rador público en Nueva York. En la cárcel todavía

Reich dejó establecido en su testamento que sus archivos personales fueran res­ guardados hasta cincuenta años después de su muerte, plazo que se ha cumplido en noviembre de 2007. Hoy en día esos docu­ mentos se conservan en la biblioteca de la escuela de medicina de la Universidad de Harvard. The Wilhelm Reich Museum, www.rangeleyme.com/wilhelmreich/ indica, las condiciones para tener acceso a ellos. El sitio del American College of Orgonomy www.orgonomy.org/, también es de interés para quien quiera saber más. En Facebook: Wilhelm Reich Connections: https://www.facebook.com/groups/22649806 2031/?ref=ts&fref=ts y Wilhelm Reich Énergie vitale et Psychothérapie: https://www.face­ book.com/WilhelmReichEnergieVitaleEtPsy­ chotherapie, donde se puede ver un documental de Antonin Svoboda, “Wer hat Angst vor Wil­ helm Reich” (¿Quién teme a Wilhelm Reich?), subtitulado en inglés • * Sobre Reich, el mismo Guasch publicó en el núm. 383 (7/VII/2002) de La Jornada Semanal, y puede consultarse en: http://www.jornada.unam. mx/2002/07/07/sem-guasch.html

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leer

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A vuelo de página, Porfirio Romo Lizárraga, Cuadernos de El Financiero, México, 2013.

EL LIBRO COMO RAZÓN DE SER RICARDO GUZMÁN WOLFFER

N

uevo número de la colección de ensayos del diario El Financiero, en el texto de Romo estamos ante una notable mirada sobre el libro como objeto, como negocio y como proyecto cultural mexicano. Con una escritura dúctil, habla de ese peculiar objeto que lo mismo es arrumbado por gratuito, como valorado cual reliquia irrepetible. Todos los pasos para que el libro salga a la circulación son abordados con una mirada tan crítica como didáctica por Romo (editor por varias décadas). Desde la librería de la Alameda Central construida con cristales (luego sería la cadena Librerías de Cristal) y el esfuerzo postrevolucionario en lograr que la educación académica formara lectores, hasta el pronto declive de esos lectores incapaces de acercarse al libro como factor de entretenimiento y formación personal, a mediados del siglo xx . Los ciudadanos damos por hecho que la entrega del libro de texto gratuito es la mejor opción para los educandos, pero Romo explica que esa entrega no necesariamente forma lectores: aleja a los estudiantes de las librerías, les forma la idea de que los libros no valen por el hecho de que no se cobran (lo que deriva en que robarse libros es una suerte de extensión de esa entrega estatal gratuita: ahora les toca hacerlo a los libreros) y lleva a la práctica el concepto de que el libro sólo forma parte de lo escolar y que su lectura es obligatoria, y no hablemos de la versión estatal de la historia que se implanta en los infantes. ¿Cuántas generaciones hay que no conocen una librería, precisamente porque no necesitan ir ni para recibir esos libros gratuitos? La consecuencia lógica es que, una vez terminada la educación escolar, la lectura puede ser evitada. Porcentualmente son muy pocos los mexicanos que viven la lectura como un goce tan accesible como restringido, según las expectativas y el acceso a librerías o bibliotecas. Sin duda, eso tiene que ver con la práctica inexistente de estar en una librería, mirando la inusitada oferta literaria que hay en México (el número de novedades literarias que hay en las menguantes librerías mexicanas, según datos citados por Romo, es sorprendente por alto). Romo explora de cerca temas como el precio fijo de los libros, la competencia desleal de las grandes librerías que hacen del “descuento” un arma suicida, pues a la larga los precios bajos inciden en la

calidad de lo que se vende, y la permanencia del libro-objeto ante internet. La piratería es tratada desde una perspectiva macroeconómica, para luego replantearse cómo afecta, no de manera favorable, la publicación de los nuevos escritores. Quizá la parte más disfrutable de este jugoso libro sea la visión autocrítica del editor: ¿cómo diferenciar al enamorado de los libros y los autores, en contraste con el mercenario que piensa en términos de dinero cuando habla de libros? Un libro notable para comprender el fenómeno nacional de la producción editorial •

Cultura de Veracruz, Núm.78, Marzo-abril, México, 2013.

ELOGIO DE PITOL EDGAR AGUILAR parece que al llegar a la vejez, esa palabra “ M emaldita, cuando uno ve con lejanía la in-

fancia, la adolescencia, los grandes asombros de esos períodos, la felicidad intensa de entonces, de la que no acaba uno de darse cuenta, se comienza también a percibir el pasado como un sueño, una niebla. Nuestro presente y eso que damos en llamar la realidad es sólo la continuidad de ese sueño”, responde Sergio Pitol a Pedro m . Domene en una entrevista que el crítico español le realizara hace poco más de una década –aún no se le concedía a aquél el Premio Cervantes–, y que se trascribe de manera íntegra en el presente número de homenaje-aniversario por los ochenta años del autor de El viaje. No deja de asombrar la claridad de pensamiento de la que hace gala Pitol (contaba a la sazón sesenta y nueve años años) en esta muy interesante charla. Enumera sucesos de su vida en los que confluyen ciudades europeas, autores, libros, infancia, aspectos de su obra y singulares anécdotas que da la impresión de que en ese instante los trajera anotados en algún escondrijo de su siempre elegante vestimenta. Sabemos, sin embargo, que la obra de Pitol es de igual forma un viaje dentro y fuera de sí mismo, como un vastísimo compartimento en el cual abarcar todo tipo de afirmaciones sobre la condición inmensamente creativa de este admirable hombre universal de las letras. Mas ¿qué hizo tan particular la obra de Sergio Pitol desde sus inicios? Pues acaso de modo similar a otro formidable “excéntrico”, Witold Gombrowicz, a quien Pitol conoció muy bien básicamente a través y a partir de la traducción de libros como Bacacay, Cosmos o Diario argentino, nuestro homenajeado, quien “siempre se mantuvo firme a las enseñanzas del maestro polaco” (Raúl Hernández Viveros en su ensayo “Aniversario de Sergio Pitol”), aseveró

en cierta ocasión: “aunque en verdad haya caído en una extraña frivolidad, al menos veo muy claro y sé que debemos abrir nuevos horizontes”. Lo primero como una respuesta burlona a algunos de sus críticos (hubo quien se ensañó, por ejemplo, con su novela Domar a la divina garza); lo segundo, como una auténtica convicción de hacia dónde dirigir su trabajo, que desarrolló con creces hasta llegar a formas insospechadas dentro del panorama literario en lengua española de los últimos tiempos. El número se complementa con un escrito biográfico de Cristina Davó Rubí sobre Pitol, una selección de poemas de Mariana Ruiz Flores, Javier Morales Rosas, Óscar Coyotl, Naaras Valderrama y Katia Palacios, así como un relato notablemente defectuoso de José Ángel Palacios Castañeda. Carlos Roberto Morán ofrece en cambio dos excelentes reseñas de Una vacante imprevista y Cuervos, de j.r. Rowling y John Connolly, respectivamente. María del Rocío González Serrano colabora con el texto de presentación de Cultura de Veracruz en la pasada feria de Minería. Cierra este número especial una emotiva semblanza a cargo de Pedro m . Domene dedicada al gran cuentista español Medardo Fraile, recientemente fallecido • El cóndor y las vacas. Diario de un viaje por Sudamérica, Christopher Isherwood, Sexto Piso, España, 2012. Traducido por Andrés Barba e ilustrado con fotografías de William Caskey, este es el conjunto de impresiones que el autor de Adiós Berlín –por mencionar solamente su novela más conocida–, recogió de un largo, deslumbrante y ya mítico viaje por el subcontinente ubicado en el sur de América. Deliberada e intencionadamente poco informado de lo que podría encontrarse –para evitarse a sí mismo “hacer algo perentorio”, tanto como “un complejo de inferioridad y una humildad que habrían sido contraproducentes”–, Isherwood posó su mirada, tan aguda como sutil, en la realidad tal como lucía a mediados del siglo xx en una Sudamérica que así dejó de ser, para las mentalidades baldadas de eurocentrismo, lugar de exotismos o simple aposento de exuberancias naturales. El resultado es este delicioso “paisaje impresionista y espontáneo”, donde el lector hallará más de un deslumbramiento y experimentará más de una revelación.

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ENRIQUE FLORESCANO, los libros y la historia blico ú p l e e t n a s e r o rad Textos de Lorenzo Meyer y Javier Garciadiego

próximo número

Entrevista con Enrique Serna

: Los n a s a in p s E . a M é s Jo

ar

jsemanal@jornada.com.mx


arte y pensamiento ........

30 de junio de 2013 • Número 956 • Jornada Semanal

Naief Yehya

Enrique López Aguilar

I LA DIVISA DE Gaspar Aguilera se enunciara como “todas las ciudades, la ciudad”, el lector aguzado encontraría lo que hay de Morelia en el mundo y la extranjería en la capital michoacana, lo cual vuelve insustancial que los poemas del viajero surjan de una experiencia biográfica o del viaje inmóvil. Frente a la curiosidad del lector, lo que se yergue frente a él, como evidencia palpable y constatación de un peregrinaje físico y metafísico, es el poema. Como el vehículo de expresión de las ciudades recuperadas por Gaspar Aguilera es el poema, el acto poético de escritura y el de lectura deben ser considerados, simultáneamente, parte del viaje y otra clase del mismo; de esa manera, el poema construye y conduce al lugar rememorado, traducido o inventado por el autor: así se confirma que uno de los ejes decisivos de la poética personal de Aguilera Díaz sea el de un triple viaje cuyos puertos son el erotismo, las ciudades y la poesía, en cuyo trasfondo yace la obsesión por la memoria, que lucha afanosa contra el olvido. En tanto que vehículo de los demás viajes, el poema de Gaspar Aguilera suele ser fiel a una retórica personal, en constante evolución pero apegada a los principios que le fueron básicos desde los primeros libros: él es un escritor decidido a renunciar a ciertos moldes y usos de la métrica tradicional, como el soneto y la estrofa endecasilábica, y deja claro su deseo de no ser enfático en el manejo de metáforas e imágenes que pudieran parecer deliberadamente poéticas, lo cual impulsa sus textos hacia una búsqueda de sencillez y transparencia casi esencialista, donde el despojamiento de vestiduras y oropeles verbales salen al encuentro de una poeticidad más profunda a través del manejo de imágenes simples y de una forma expresiva directa, limpia y poco afectada. Consecuencia del hecho de que la poesía de Gaspar Aguilera se erija contra el olvido, mediante fulguraciones y transparencias sustentadas en el trabajo formal, es la naturalidad con que se encuentran en ella varias alusiones al (auto) retrato y la fotografía, formas de la permanencia, que se suman a los empeños de la palabra poética de su autor, vehículo y sentido de esas batallas. Una vez que Gaspar Aguilera depuró su vinculación literaria con la fotografía y las artes plásticas, no resultó extraño que, en Diario de Praga, se concentrara en las rememoraciones de diversas ciudades europeas y que, además, dedicara una sección completa para homenajear libérrimamente a ciertos pintores, con una voluntad simé-

trica a la dedicada a la fotografía en Tu piel vuelve a mi boca: “Los lienzos del deseo.” Gaspar concentró los esfuerzos de Diario de Praga en la rememoración poética de una dilatada estancia en Salzburgo, entre 1992 y 1994, cuando fue invitado a dicha ciudad como Lector del Instituto de Romanística; y de una extensa visita a Praga, en 1994. La remembranza de menos ciudades, el apasionado vínculo del autor con un espacio reconstruido a través de sus palabras y la capacidad de combinar paisajes amorosos con paisajes urbanos, fueron las notas que caracterizaron a este libro. Gaspar, a través del caballero Juan de Mandevilla, un longevo heterónimo suyo, anuncia el tono general del poemario, resume su amor por el viaje y se declara capturado por la última ciudad occidental de Europa, antigua barrera contra las invasiones provenientes del este. Para no contradecir su tendencia antidescriptiva ni su concepción del paisaje literario, Aguilera Díaz volverá a evitar las postales con el fin de entender por qué el atormentado corazón de Juan de Mandevilla estuvo a punto de naufragar en Praga; más bien, optará por elementos composicionales sintéticos y una sugerencia lateral para hacerlo, con lo que mostrará un sentimiento que antes subyacía en los textos de viaje del poeta: la nostalgia sobre la que Tarkovsky bordó su penúltima película, es decir, el deseo de regresar al terruño (por el cual se siente nostalgia), el deseo de permanecer en la ciudad extranjera (por la cual también se siente nostalgia) y la dolorosa conciencia de que no se sabe lo que se tiene hasta que ocurre su abandono. Las razones para entender tal desmesura son el carácter inagotable de una ciudad, la manera inagotable como la mirada del poeta está dispuesta a contemplar y dejarse poseer por un espacio donde él reinventa lo que se encuentra contemplando y donde, a la vez, él mismo se reinventa. En esa medida, la geografía itinerante de Gaspar Aguilera se parece al mapa de su corazón • (Continuará.)

A LÁPIZ

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La tormenta de Snowden: filtraciones, espionaje y paranoia (i de ii) Un mundo felizmente vigilado El mundo sería un lugar más seguro si pudiéramos saber qué piensan y qué hacen nuestros vecinos, amigos, enemigos y la gente con la que nos cruzamos en la calle. Si sólo pudiéramos conocer sus planes y complots. Pero dado que no contamos con videntes o precogs capaces de anticipar el comportamiento ilícito, como en Minority Report (2002), de Philip k . Dick, la opción restante es espiar a todos todo el tiempo en busca de actitudes sospechosas, patrones inusuales y relaciones inquietantes. ¿No vale la pena renunciar a la privacía a cambio de la seguridad?

Paranoias La revelación de que la National Security Agency (nsa) y sus contratistas civiles en turno han estado monitoreando las comunicaciones telefónicas (nacionales e internacionales), así como el uso de internet de millones de cibernautas, no debería llegar como una gran sorpresa. Cualquiera sabe que con la misma facilidad con que nuestra información personal es vendida, intercambiada y explotada con fines comerciales, puede ser usada con fines políticos. Un estado paranoico necesita crearse la ilusión de verlo y escucharlo todo para sostener una fantasía de seguridad. Ahora bien, un estado que quiere aparentar ser paranoico debe crear la apariencia de una vigilancia indiscreta, omnipresente y amenazante, necesita intimidar con el espectro del acoso. Así, el dilema sería saber si el régimen Obama es paranoico o sólo quiere crear esa ilusión.

Control de daños Hoy todo mundo conoce el nombre de Edward Snowden, el exasistente técnico de la cia, ingeniero de sistemas de la nsa y analista de Booz Allen que no terminó la preparatoria y a los veintinueve años tenía un sueldo de 200 mil dólares al año, vivía en Hawaii y tenía una novia muy atractiva, sexy y aficionada a pole dancing. Snowden se volvió un héroe planetario por su elocuente y valeroso acto de filtrar a la prensa la información acerca del programa prism de espionaje masivo de la población (vigente desde 2007) así como otras iniciativas no menos escandalosas (desde intervenir las comunicaciones del expresidente ruso Dmitry Medvedev hasta espiar al gobierno chino). Primero el Congreso y después el propio Obama reconocieron la existencia de los programas de vigilancia y aseguraron que habían servido para impedir alrededor de cincuenta ataques terroristas en veinte países, algo que la canciller alemana Angela Merkel pareció confirmar al hablar de la célula Sauerland que supuestamente planeaba lanzar ataques terroristas contra estadunidenses en Alemania. Sin embargo, Merkel no se veía plenamente convencida de las bondades del programa y enfatizó la

necesidad de equilibrio entre el respeto a la privacía y la seguridad. Los presuntos ataques “frustrados” incluyen el ataque en Mumbai, en 2008, que cobró 166 vidas y que de ningún modo fue frustrado, y un supuesto ataque a Wall Street en 2007 que nunca fue más que una conversación entre sospechosos (uno de ellos un informante del f b i ) y la idea fue desechada.

Modestia Si algo resulta fascinante es la noción de que estos sacrificados políticos y valerosos espías prefieren, como Superman, callarse respecto a sus temerarias intervenciones para proteger al mundo y no desean informar al público de su valentía, los riesgos corridos o su eficiencia, con tal de no preocupar a nadie. Este sacrificio y ejercicio de modestia contrasta con el tono estridente de intimidación y pánico que domina el Zeitgeist estadunidense desde el 11 de septiembre, en donde cualquier pretexto es útil para alarmar al público y hasta las más ridículas e inverosímiles conspiraciones chifladas son presentadas como asuntos de vida o muerte (¿cómo olvidar el cuento del taxista que quería prender fuego a las tuberías de combustible del aeropuerto Kennedy para hacerlo estallar?).

Olvido El escándalo provocado por Snowden ha puesto a Obama y su gobierno en una situación incómoda, casi humillante, al obligar a la Casa Blanca a cambiar el discurso y situarlos en desventaja en las recientes reuniones con el primer ministro chino y con los líderes europeos. Asimismo, puso en evidencia que las empresas Microsoft, Yahoo, Google, Facebook y Apple han sido cómplices silenciosos de un aparato de vigilancia masivo. Snowden dijo que lo peor que podía ocurrir sería que, una vez que pase el escándalo, el asunto sea olvidado y nada cambie. A juzgar por el impacto que han tenido otras revelaciones recientes (como el hecho de que la guerra e invasión de Irak fueron lanzadas con base en propaganda y mentiras), podemos ser muy pesimistas y anticipar que nada sucederá • (Continuará.)

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Gaspar Aguilera Díaz: adelantado, trovador y viajero (iii de v)

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Germaine GómezHaro

La fascinación por lo bizarro

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L MUSEO ORSAY DE París se luce con una magna exposición dedicada al romanticismo negro, término acuñado por el célebre crítico italiano Mario Praz hacia 1930 en su libro La carne, la muerte y el diablo, para referirse a la vertiente “oculta” del movimiento romántico literario y plástico que se volcó a explorar los profundos claroscuros del alma humana que se debatían a la sombra de la supuesta luminosidad de la Ilustración. El romanticismo en Europa (ca.1780-1830) fue concebido como una celebración a la naturaleza, la búsqueda de armonía entre el hombre y el mundo, un reflejo de las ideas progresistas emanadas del Siglo de las Luces. Pero al margen del idealismo romántico, surgió esta corriente totalmente innovadora en su momento, que cuestionó fuertemente el poder de las “luces de la razón” que pregonaban el advenimiento de un mundo mejor. El guión curatorial de esta innovadora muestra coloca a Francisco de Goya (1766-1825) y a Johann Heinrich Füssli (1741-1825) como figuras tutelares de varias generaciones de los creadores llamados “románticos negros”, que se abocaron a indagar en los entresijos del inconsciente y a sacar a flote los deseos reprimidos y las peligrosas fuerzas de la pasión, a través de una fantasía críptica vinculada con su obsesión por la muerte y su concepción filosófica de la “nada”. El ángel de lo bizarro. El romanticismo negro, de Goya a Ernst es el título de esta magistral exhibición que abarca un extenso panorama de alrededor de 150 años, entretejiendo una fascinante red de analogías y correspondencias entre las artes visuales, la literatura y el cine. No es casualidad que el título de la muestra atinadamente se haya tomado prestado de un relato de Edgar Allan Poe en el que se lee:“Mis sueños se vieron aterradoramente perturbados por visiones del Ángel de lo Bizarro”, una metáfora que hace alusión al estado de espíritu de estos artistas que plasmaron un universo onírico poblado de ángeles siniestros, demonios, brujas, monstruos medievales, mujeres perversas y arpías lúbricas que arrastran al hombre hacia el abismo. Hacia fines del siglo xviii aparecen simultáneamente en varios países europeos artistas y escritores que inauguran una visión terrorífica y lúgubre de un mundo totalmente contrario al ámbito artificial e insípido del neoclásico y su gélido ideal áureo. Como consecuencia de la caída del orden establecido, surge un nuevo imaginario que vuelve su mirada al “oscuran-

La pesadilla

tismo medieval” donde reinan las bestias infernales y las quimeras. Resurge el universo gótico poblado de mascarones, gárgolas y adefesios, atmósferas sepulcrales y paisajes tenebrosos sumergidos en densas brumas de las que emergen espectros amenazantes. Los prístinos paisajes y arquitecturas serenas vinculados a la Antigüedad clásica desaparecen para dar lugar a castillos medievales en ruinas, catedrales abandonadas, cementerios con tumbas abiertas en atmósferas nocturnas, invernales y sombrías. Dante, Shakespeare, Milton y Goethe ya habían abierto la brecha al desarrollo de un repertorio iconográfico pletórico de sombras y tormentos, y la novela gótica inglesa provee un delirante universo fantástico en el que abrevan los artistas plásticos y, en su momento, el cine. Principalmente en Francia, Alemania e Inglaterra se desata una nueva corriente que pugna por lo grotesco e inaugura una estética de la fealdad sin precedentes. Son artistas que crean inmersos en el “sol negro” de la melancolía al que cantaron poetas como Gerard de Nerval y Victor Hugo. La muestra está integrada por alrededor de doscientas obras entre pintura, dibujo, fotografía, escultura y gráfica, y una selección de diez películas claves del llamado romanticismo negro, en las que se ve claramente cómo cineastas y artistas plásticos se influenciaron mutuamente, como es el caso de James Whale, director estadunidense que se inspiró en los personajes esperpénticos de Goya que aparecen en la estampa llamada Los chinchillas (Caprichos, 1797-99) para crear su legendario Frankenstein (1931). Eros y Tánatos conspiran en desenfrenadas danzas macabras y devienen los “Ángeles de lo Bizarro” que incitan a creadores audaces y controvertidos que consiguieron plasmar los sótanos ocultos del alma de su época, inmersos en el arrebatado espíritu de Baudelaire:“Sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?/ Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo” (“El viaje”, en Las flores del mal) • Los chinchillas

Alonso Arreola @LabAlonso

Para musicalizar un partido de fut

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A SELECCIÓN SUB-21 de España está jugando la final de la Eurocopa con la de Italia. Van cuatro a dos a favor de los ibéricos. Faltan pocos minutos para que acabe. Esos veintidós jóvenes jugadores, pese a ser profesionales, aún no tienen el temperamento averiado. Están dejando el resto en la cancha. Eso se agradece tanto como escuchar a ciertos músicos. Ejecutantes que juegan, que construyen a paso sin temor al riesgo, sin defender puntos ganados, sin apostar por la defensa, dotando al arte de gracia. Es el caso de Nik Baertsch y de Alarm Will Sound, dos proyectos que, pese a su elevada ciencia, no se toman tan en serio a sí mismos como para sacrificar el encuentro lúdico con su audiencia. Baertsch, el primer jugador, nació en Suiza en 1971. Es un pianista, compositor y productor con estudios de piano y percusión que profundizó en filosofía, lingüística y musicología en la Universidad de Zurich. Esto es relevante porque el tratamiento que da a su música refleja la interacción entre esos sistemas. La descripción que hace de su postura estética es notable: “Mi música muestra afinidad con el espacio arquitectónico organizado y es gobernada por los principios de repetición y reducción, así como por el cruzamiento rítmico [...] El grupo se convierte en un organismo integral, como un animal, un hábitat, un espacio urbano.” Sea con su grupo Ronin, con el proyecto multimedia Mobile o en su taller didáctico del club Exile –del cual es cofundador–, se ha comprometido con algo que suena a jazz, clásico y funk, pero siempre controlado, sin desparramarse en estridencias. Algo que puede gustarle a las abuelitas más conservadoras, pero que al revisarse con microscopio sorprende por su entramado. Así las cosas, no es raro que haya firmado con el legendario sello ecm , ni que haya creado su propia disquera: Ronin Rhythm Records. Muy recomendable para un domingo (y más si es futbolero y no soporta a los histéricos cronistas deportivos). El otro “equipo” que nos patea el tímpano mientras en la silenciada televisión se juega a la pelota (¡hat-trick de Thiago Alcántara!), es Alarm Will Sound. Una orquesta de cámara cuya columna vertebral se eleva con batería, bajo y teclados, pero que suma con certeza el color tímbrico de violín, viola, chelo, percusiones y alientos clásicos. Puede ir de los diez a los veinte integrantes, dependiendo del repertorio que aborden. Allí lo interesante. Con semejante nombre no se puede esperar algo tradicional. Todo lo contrario. Ellos arreglan piezas conocidas que no fueron compuestas para su dotación. Ejemplo: The Beatles, Frank Zappa, Autechre o Aphex Twin con su tema “Four”, una obra de música electrónica que jamás imaginó verse interpretada de manera tan orgánica. El resultado es válido y justifica las horas de trabajo y ensayo, las empeñosas transcripciones que debieron realizar tras desconstruirla. Tan bien han hecho su labor que se han vuelto conocidos en la red y en festivales y foros de gran renombre (Carnegie Hall, Barbican, Lincoln Center). De

Alex, Alarm will sound

ellos ha dicho The New York Times: “Lo más cerca que una orquesta de cámara puede estar de ser una banda de rock.” Y sí, tienen razón. Alarm Will Sound es un gran puente para que melómanos interesados en formas populares den un brinco hacia lo hecho por mentes como las de John Adams, John Cage, Edgar Varese, Steve Reich, David Lang, Michael Gordon, György Ligeti, Conlon Nancarrow o Stockhausen, compositores a los que también abordan. Ahora bien, ¿de dónde salieron estos raros jugadores? Es un grupo de intérpretes que se conocieron estudiando en la Escuela de Música Eastman de Rochester, Nueva York, tratando de combatir los típicos obstáculos de quienes se inclinan por repertorios sofisticados: no hay foros ni dinero, ni músicos suficientes para sobrevivir o plantear una experiencia en vivo que se acerque a las canciones populares y que incluya, además, trabajo multimedia y dramático. Fundado en 2001, Alarm Will Sound está respondiendo a ello logrando lo que miles de estudiantes clásicos sueñan: girar por el mundo, grabar discos, presentar obras hechas para ellos, hacer residencias artísticas y, por supuesto, divertirse. Porque, al final, de eso se trata y el público lo nota y lo celebra. Lo mismo pasa con esos veintidós jugadores sobre la cancha que ya se retiran a vestidores. Si un día nos convencen es porque, pese a la técnica y estrategia que requieren, su entrega elemental, primaria, nos regresa a la infancia, a ese estado ante el cual nos rendimos independientemente, incluso, de que llegue el gol. Buena semana •

BEMOL SOSTENIDO

Jornada Semanal • Número 956 • 30 de junio de 2013

ARTES VISUALES

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arte y pensamiento ........

30 de junio de 2013 • Número 956 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

Ana García Bergua

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ICEN. QUE SABEN TODO de nosotros, que nos espían. Unos señores grandotes, tú, mirando la foto que pegaste en el Facebook de la Chiquis en su fiesta y todos los que pusieron me gusta y los que comentaron–que si el vestido de la Chiquis, que si era una gloria el pastel de guayaba, que si uno de los primos andaba hasta las chanclas–, a esos también. Los vigilan. Unos señores con facha de oficinistas, pero más grandotes y que viven en Los Angeles o en Washington o Nueva York. Que comen en el trabajo, como los policías de las series, la hamburguesa en el escritorio y el refresco a punto de derramarse sobre la alfombra. Muy enterados de la fiesta de la Chiquis. Y es que la Chiquis podría ser terrorista (¿te imaginas?, podríamos hacer fiestas temáticas: la fiesta de terror de la Chiquis), o tú, o yo, o cualquiera. Y ser tan zonzos de pegarlo en el Facebook. Bueno, eso sí: la foto con la bomba en la mano y la sonrisa, esperando muchos likes, ¿quién se podría aguantar? Los seres humanos somos capaces de eso y peor, es verdad. Y luego poner nuestros avisos de privacidad, que ya son más bien ejemplos de desesperación: “Esta cuenta está protegida por el artículo 18 de la constitución de Apatzingán y al que copie, lea o replique mis fotos con máscara del Zorro y las otras con disfraz de Tláloc sin mi permiso, o repita cualquier cosa que se me ocurra gritar a los cuatro vientos durante las horas de insomnio, le caerán encima cincuenta elefantes barritando al mismo tiempo la maldición de los Himalayas y además para colmo se convertirá en oruga comestible. Copia y pega en tu muro.” Parece broma. Cuesta, de verdad, imaginarse a estos señores mirando a ver qué sacan en claro de la pasión de Nicanor Williams por pegar fotos de gordas exuberantes alternadas con citas de Paulo Coelho, por ejemplo. Peligro potencial, pueden pensar. Un día le gana el lado carnal al espiritual y pácatelas: bomba en el Pentágono. ¡Arriba el mouse! Ponga su tablet con cuidado en el piso y no intente nada o nos lo fregamos… Me cuesta creerlo, pero sí es cierto, eso es lo más raro, que nos espían, que saben todo de ti, de mí, de la señora del 5. Y con eso nos venden cosas, invaden la casa, duermen con nosotros. Y también nosotros, qué empeño en socializar a lo loco, en contar todo lo que estamos haciendo (he aquí la foto de mi pastel de pera con crema de licor Chartreuse; la crema es eso que parece queso de Oaxaca), pegar las fotos de la fiesta post-congreso de dentistas; que el mundo sepa la guarapeta que nos pusimos y cómo bailamos cumbias dominicanas con unos enfermeros

copetudos y cómo te ves con peluca. Qué calvo se ha puesto Tito en estos años; yo tan enamorado de Fabiola en la primaria y mírala nomás ahora, no cabe por la puerta. Pero eso sí, todo con muchos likes, son nuestra adicción. O los seguidores del tuíter: a Petronio Alcántara lo siguen veinte mil, se dice. ¿A dónde?, ¿al baño?, ¿al precipicio? No sé, pero ahí van, como pajaritos con cola. Ya, debo tomarlo en serio: nos espían. Pero no sólo nos espían, también nosotros espiamos: las fotos, las frases, las historias, los dramas de los demás. Unos espías que espían a los que espían, alguien que mira con la lupa su propio trasero, como la antiquísima caricatura, Spy vs. Spy. ¿Tiene sentido eso? Quizá estamos al borde de convertirnos en un gigantesco cerebro flotante, o como dicen, una gran nube de mentes locuaces. Todos dobles agentes de nosotros mismos en una enorme guerra fría –si dices que en la noche bailo con mallones, yo publicaré que tienes una colección de pasto en una caja fuerte, a ver–, todos creyendo que sabemos mucho de los otros, y en realidad sin saber casi nada, ni de uno mismo, pues uno se desconoce un poco en la internet, se vuelve una especie de alter ego público o, peor aún, publicista. ¿Pero no dicen, no han dicho acaso siempre que las apariencias engañan? ¿No es toda la nube, en muy gran parte, una nube de apariencias? Con base en mis aparentes preferencias por internet, yo he visto que me han ofrecido pura cosa extraña: pañales, yates e inscripciones a una escuela de negocios. Un día, cuando estaban muy errados, me ofrecieron alargarme el pene. Frío, frío, les podría uno decir, o quizá: hacen bien en espiarme mal. ¿De verdad existen esos señores, esos agentes, escudriñando cada página, cada frase trivial? ¿O sólo leen cuando uno escribe “bomba”, aunque sea de chicle? Dan ganas de decir: qué te importa, y correr a la fiesta de la Chiquis •

Llorar por México

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O ENTIENDO EL PROYECTO de nación de esa derecha recalcitrante que se ha dedicado a desmantelar el Estado de bienestar que presuntamente celaba, aunque sembrado en un serpollar de corrupción y de innegables abusos de autoridad que iban desde la mordida hasta la masacre, el anterior monolito tradicional priísta. Una de las tesis fundamentales de las políticas interior y exterior de aquel México previo al ultracapitalismo satelital dictado por un Fondo Monetario Internacional cabalgado exclusivamente por los intereses de Estados Unidos era, al menos en el discurso, el ardor de lo nacional: salvaguardar con orgullo la cultura mexicana –el Huapango, de Pablo Moncayo, como banda sonora documental de lo mexicano, el énfasis en nuestra literatura: Rulfo, Arreola, Taibo; el auge del muralismo y de otras expresiones de la plástica nacional, la multiplicación de lo vernáculo, de la picaresca, de la gastronomía, el impulso de lo turístico en la entronización de Acapulco y el surgimiento de San José del Cabo, Puerto Vallarta, Cancún y una cauda de mexicanidad que se fue internacionalizando mucho antes de que la globalización fuera sinónimo de imposición de lo estadunidense: México exp o rtaba el guacamole o la tortilla y no se atiborraba de hamburguesas de M cD onald ’s ni de bodegones Sam’s, y éramos expor tadores de petróleo y de gasolina y también de maíz y casi no había mexicanos que quisieran ser invadidos por Estados Unidos –y de la soberanía de los recursos –léase de los hidrocarburos; léase, en lo posible, de los litorales y la pesca, asediados por flotillas japonesas y estadunidenses; léase la protección de la tenencia de la tierra por nacionales; o léase, con dubitativa suspicacia, si se quiere, los jaloneos por los recursos fluviales en la frontera– así como, al menos en las apariencias (pero mucho, también hay que reconocerlo, en encontronazos constantes, mal disimulados), de una tozuda resistencia ante las constantes, odiosas intentonas de injerencia, con el pretexto que fuese, que si la mancha del comunismo extendiéndose por Latinoamérica durante las décadas de 1950 y 1960, que si el narcotráfico malvado desde entonces a la fecha sin atender, desde luego por parte de Estados Unidos, el problema de fondo que suponen decenas de millones de estadunidenses adictos a la evasión de su comodísima realidad si la comparamos con la mísera realidad mexicana de los drenajes a cielo abierto, de las familias que hurgan en la basura de algunos barrios a ver si encuentran algo útil, la de cientos de miles de niños mexicanos que mueren de enfermedades curables o reciben una educación incompleta o defectuosa: allí, sin ir muy lejos, la constante negativa del gobierno mexicano a conceder a agentes y espías estadunidenses permiso para portar armamento en nuestras calles. Podíamos acusar a muchísimos funcionarios priístas de ladrones, de asesinos, de corruptos, pero no de entreguis-

tas ni de sumisos. Había, me atrevo a decir, en importantes sectores del monolito gobernante, un generalizado sentimiento de desconfianza y acrimonia ante ese Estados Unidos que siempre nos ha mirado con una mezcla dete s t a b l e d e av i d ez , d e s co n f i a n z a , condescendencia y desprecio. No logro entender que hoy, a pesar de que desde el gobierno entreguista de Carlos Salinas pasando por los entreguistas, cada vez más, Ernesto Zedillo y sus dos nefas-

tos sucesores de derechas, Vicente Fox y ese inepto premiado, genocida “indirecto” que resultó Felipe Calderón, el gobierno de Enrique Peña Nieto esté operando como un agente de la cia, como un espía que nos pusieron de presidente, porque tal cosa parece quien en lugar de defender lo poco que nos queda, el petróleo, el agua, los litorales, pretenda entregarlos a trasnacionales, que es como decir simplemente dos o tres países donde el principal fullero es el falansterio policíaco global que encabeza Barack Obama. Porque al norte no tendremos vecinos, sino dueños. Y parecería que a México, salvo algunas expresiones de disidencia que seguramente seremos acalladas de algún modo temible, tendremos que verlo sometido como nunca, disminuido como nunca. Restado. Saqueado otra vez por traidores y extranjeros.Y las pomposas frases del Himno Nacional habrán perdido todo significado. Y los mexicanos que murieron por defender a México habrán muerto por nada, porque su sangre la borrará la tinta de los vencedores y no: nunca seremos iguales allá, ni tendremos derechos aunque nos conquisten; ni gozaremos de su modo de vida. Ni de su riqueza •

CABEZALCUBO

Nos vigilan

PASO A RETIRARME

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Orlando Ortiz

Esos “ensayistas”

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VECES FASTIDIA QUE A uno le vean cara de Wikipedia con patas (antes: de enciclopedia ambulante) y te pregunten de buenas a primeras desde cómo se llamaba el caballo de Alejandro Magno hasta la velocidad de esa cosa que recientemente dijeron es más rápida que la luz (luego salieron con que siempre no, aunque lo más probable es que quién sabe), pasando por las preferencias sexuales de Catalina de Rusia, o Kid Azteca, o Carlota o el Mago de Oz. Y si de libros se trata, ni hablar, consideran que es tu obligación saber desde títulos de obras hasta el de todos los autores habidos y por haber, ediciones significativas (te perdonan que ignores las piratas), fecha de nacimiento y muerte de los escritores... En fin, si uno tiene más de diez libros en la casa, es obligatorio saberlo todo y de todo. Sin embargo, tales cuestionamientos no me molestan cuando el origen son mis nietas. Hace unos días la menor de ellas me pidió que le recomendara algún texto divertido en el que aparecieran animales y no fuera infantil. De inmediato se me ocurrió “Los gatos suicidas”, regocijante crónica de Amado Nervo. (Por otra parte, para quienes la desconocen, les diré que el asunto es algo parecido al del cuento “El feroz cabecilla”, de Rafel f. Muñoz.) Como se trataba de mi nieta y deseaba ahorrarle trabajo, localicé la edición de cuentos y crónicas que hizo la unam y revisé el índice. Ahí estaba el texto, seguido de “Los ensayos”, que siempre he considerado admirable. No pude evitar releerla por enésima vez, aunque en esta ocasión me sorprendió su data: junio 30 de 1896. Sí, lo publicó hace 117 años exactamente y su vigencia sigue siendo, por un lado, admirable, pero por lo mismo, el otro lado es lamentable. El texto empieza con tono irónico, aludiendo a que los yanquis (sic) no nos comprenden, que para ellos México “es más viejo que el caldo, y no por eso adelanta”, en cambio ellos, siendo tan jóvenes, ya ejercen la hegemonía en América. El nayarita replica a tal calificación argumentando que sí, todavía estamos en la etapa de los ensayos y eso nos da “cierta apariencia de juventud”. Y para fundamentar lo dicho, precisa que los toltecas ensayaron una monarquía periódica y no les resultó; luego los aztecas ensayaron el imperio “y Moctezuma acabó por ensayar la autocracia” sin que lograra hacerla prender. Menciona el caso de los españoles que ensayaron el virreinato, y luego “Iturbide ensayó de nuevo el imperio, y por todo testimonio de su ensayo dejó un palacio... convertido en hotel” (en aquel entonces, pues ahora es galería del Fondo Banamex). Sigue su paseo por la historia y también asegura que se ha ensayado y se

sigue ensayando la democracia, y que la secretaría, perdón, el entonces Ministerio de Hacienda, sigue ensayando el asunto de los impuestos y alcabalas, y que en general se sigue ensayando “la moralidad de los empleados”... En fin, han pasado más de cien años y, según parece, seguimos ensayando en todos esos renglones. Estamos ensayando, creo, de qué manera hacer pactos pensando en el bienestar de la población y no en el propio o en el de nuestro partido; estamos ensayando cómo eliminar o por lo menos reducir sensiblemente la inseguridad, la pobreza y el desempleo; estamos ensayando el sar (que tanto ha beneficiado... a los banqueros, claro), estamos ensayando la reforma fiscal, y también la reforma educativa, y la hacendaria y la política y la energética y la de transparencia, pues a veces se dice “ya la conseguimos” pero al día siguiente resulta que siempre no, que va p’atrás porque se lastimaban los intereses de un exgobernador o de algunos senadores o de banqueros o de empresarios o de ciertas agrupaciones corporativas... Ensayamos muchas cosas, pero no ensayamos cómo ganar, cómo avanzar hacia la justicia, la equidad económica y la seguridad. El nayarita esgrime que el problema es que somos lentos para aprender y, sentencioso e irónico, apunta:“Aguarden ustedes a que concluyan los ensayos y verán...” Eran los tiempos de Porfirio Díaz. El “verán” de Nervo tomaría cuerpo catorce años después: 1910. Volviendo a nuestros días, a estas alturas del partido me late que no se trata de que no sabemos aprender, o de que estamos ensayando, porque lo evidente es que tales “ensayos” parecen plan con maña, argucias para burlar a la población y seguir medrando a costillas de los causantes y del hambre de los más jodidos. De seguir así las cosas, la sociedad tendría que comenzar a ensayar cómo quitarse de encima a esos “ensayistas”, antes de que acaben de hundirnos en el hoyo •

Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com

Tintero es limbo (i de ii)

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ARAFRASEANDO A SILVIO RODRÍGUEZ, uno se pregunta: “¿a dónde van las películas que no se exhibieron? ¿Acaso nunca vuelven a ser algo? ¿Acaso se van? ¿Y a dónde van?” “A una lata o, con suerte, directo a la venta en devedé”, podría responder cualquiera menos apoetado y más pragmático, y no le faltaría razón. Como Todomundo sabe de sobra, nuestra ya estable producción cinematográfica, con sus sesenta-setenta filmes anuales en promedio, tiene su lado oscuro en el déficit en su exhibición: de acuerdo con datos oficiales, en el último lustro solamente fueron estrenadas 290 de 351, para una diferencia de 61 filmes, es decir,

prácticamente el veinte por ciento. Para calibrar el tamaño de la distorsión, cotéjese dicha cifra con un dato significativo: esos 61 filmes equivalen a muy poco menos del cien por ciento de todo lo producido en 2006 –ese año se filmaron 64–, cuando comenzó a operar el Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en la Producción Cinematográfica Nacional, es decir el célebre Artículo 226 de la Ley del Impuesto Sobre la Renta. Es altamente probable que el único ser sobre la Tierra que ha visto esas 351 películas mexicanas sea el maestro Jorge Ayala Blanco, o puede que lo acompañe el querido Ernesto Diezmartínez, que a ver cuándo pasan la receta. Los demás, comenzando por este arrimacomas, hemos visto muchas, pocas o algunas, y no deben faltar casos en que no se ha visto ninguna. Como si de un libro intonso se tratara, la película no exhibida es como las cartas que no llegan a su destinatario: para ser del todo, para en realidad existir, una carta precisa ser leída y una película tiene que ser vista. Lo contrario es purgatorio, espera que no corona en su final sino inercia que se va borrando. Empero, y ahora parafraseando a Galileo, “sin embargo, existen”; ahí están, filmadas, registradas, guardaditas puede que para siempre. Si gustan, los cuatro lectores de esta columneta habrán de conocer, en esta entrega y la siguiente, un poco de lo que se ha venido acumulando en ese tintero que es limbo.

El amor es sordo Luego de su interesante, agradable y bastante premiada ópera prima Oveja negra (2009), el año pasado Humberto Hinojosa escribió y dirigió I Hate Love –así, en inglés–, en la que una vez más, como en aquélla, explora en la psique y el espíritu adolescente contemporáneo. A diferencia de su debut, donde situó la historia en un ambiente pueblerino-campirano, este odio al amor toma sitio en un entorno citadino, y si bien una vez más la trama incluye la conflictividad sentimental y emocional tan

propia del ser humano en esta etapa de su vida, el foco dramático se concentra en la dificultad –igualmente típica en la adolescencia– para comunicarse eficientemente con sus semejantes, sean de la edad que sean. Para más obviedad, el protagonista del filme es sordo y resulta que el enamoramiento lo vuelve capaz de oír. Probadamente eficaz para el armado de una trama que sabe sortear los riesgos del convencionalismo, es de lamentar que Hinojosa, aquí, haya estropeado la propuesta con un remate narrativo que no podría ser más convencional y que, peor aún, considerando el desarrollo previo de la historia, suena incluso como traición a ésta.

Hacer-la mía Como quien metió en una licuadora, entre muchas otras, Bajo California, el límite del tiempo (1998), de Carlos Bolado; Wadley (2008), de Matías Meyer; más este pedazo y este otro del cine que alguna vez hizo Alejandro Jodorowsky: así luce Táu (2012), primer largometraje del cortometrajista prolífico, editor y director en cine y televisión, egresado summa cum laude del ccc Daniel Castro Zimbrón. La experiencia es agridulce y desigual: uno ve Táu sabiendo que no la ha visto pero con la inevitable sensación de que ya vio todo eso y no una, sino varias veces: un personaje solitario, un desierto, un conflicto interno que prorrumpe un poco a manera de catarsis y otro poco a modo de castigo y otro poco otro a manera de redención tras el durísimo pero necesarísimo encuentro-con-uno-mismo; alucinaciones con o sin asistencia peyotesca, nudos insospechados entre realidad e irrealidad, crecimiento espiritual… No es que Táu carezca de belleza plástica, que adolezca de fallos narrativos o que no lleve a cabo su propuesta conceptual: es que pareciera responder a un diálogo ficticio, donde alguien bien podría reprochar: “Oye, pero esa película ya se ha hecho varias veces”, y otro respondería:“Ya lo sé, pero yo quiero hacer-la mía…” • (Continuará.)

CINEXCUSAS

Jornada Semanal • Número 956 • 30 de junio de 2013

PROSAISMOS

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ensayo

F

ue a fines de los setenta y en Lima. Éramos menos de una decena de activistas del feminismo local reunidas en un grupo cuyas siglas tenía más letras que integrantes: Alimuper –Acción para la Liberación de la Mujer Peruana. Dos periodistas, una maestra, una socióloga, estudiantes... la memoria puede ser aplanadora y no quisiera omitir a ninguna de aquellas bravísimas jóvenes, inteligentes y bellas, luchando para cambiar el mundo que se empeñaba en retratarnos horribles, rencorosas y maltratadas por el sexo masculino. El azar quiso que luego de un debate público conociéramos a Dominique D´Angelo, esposa del entonces director del Instituto Italiano de Cultura en Lima, quien, además de encantadora, culta y muy bien informada, era una feminista de ésas. Ella se integró pronto a nuestras reuniones y confabulaciones para poner el mundo en orden, en lo legal, político, social, cultural, en fin, no había tema al que le escapáramos. Eran épocas sin Internet y ni hablar de googlear así que accedíamos a nuevas ideas por fortuita recomendación de especialistas y/o complot de los astros. Los altos costos del transporte dificultaban la importación de periódicos de cualquier parte del mundo, y en los países latinoamericanos habían dictaduras por donde se mirara: sin ir más lejos, en Argentina, reinaban los señores de la vida y la muerte. Fue a través de Dominique que nos nutrimos de textos de la mítica Librería delle Donne, de Milán, de las discusiones europeas de los setenta, y del corrosivo humor de las protestas en este lado del mundo. Así que junto con Rossana Rosanda o Il Manifesto, un día llegó a nuestras manos una copia –¡escrita a máquina!– de los monólogos de Franca Rame y Dario Fo, que desde su debut en 1977 en el Palazzina Liberty de Milán, circulaban con notable éxito en teatros de ciudades italianas y europeas. Los monólogos habían sido tipeados en papel aéreo, hojas muy delgadas a fin de abaratar los costos del envío postal. Recuerdo la conmoción al leer esas historias de Tutta casa, letto e chiessa: Eran la puesta en escena, desnuda y

30 de junio de 2013 • Número 956 • Jornada Semanal

Llamaradas: monólogos de Franca Rame y Dario Fo

Esther Andradi

grotesca, de la relación entre los géneros, y sin embargo la protagonista mantenía su dignidad en medio de esa farsa, casi cómica, que anudaba lo privado e íntimo con lo social y político. Pero estos monólogos estaban escritos en italiano, así que para hacerlos comprensibles al grupo era necesario una inmediata traducción. No recuerdo alegría mayor en aquellos años jóvenes que esta cruzada conspirativa por la adaptación en castellano-peruano de aquellas palabras con las que Franca Rame soliviantaba las tablas en Europa. Nosotras, pequeñas y mínimas mujeres de sectores medios de aquel castigado país que era el Perú, nos rendimos a sus pies. Y el 8 de marzo de un año que ya no recuerdo, al son de tango y vals criollo, hicimos una lectura pública. Tuvo características de misa esa lectura, una suerte de catecismo invertido marcado por risas y estruendosos comentarios, por la pasión que nos acunaba entonces para poner en ridículo el poder del maschio y que aún con notables diferencias en esa Lima que nos tocaba vivir, era esencialmente el mismo que expresaban esos monólogos. Dario Fo y la Rame habían encontrado el hilo que derrumbaba las máscaras. Muchos años después, en mayo de 2000 y en Rosario, Argentina, un grupo de teatro representó Cazuela de mariscos, basada en textos de diferentes autoras, entre ellas Franca Rame, y fue entonces que las feministas rosarinas, ahora mucho más compactas y numerosas, me consultaron sobre los monólogos. Les hablé de la versión castellana de Carla Matteini publicada en1986 por Ediciones Júcar, y me pidieron copiarles alguno de ellos para subir a la red de comunicación que estaban organizando. Fue así que, ordenador en mano, volví a tipear aquellos textos que me habían sacudido más de veinte años atrás. Fueron las palabras de esos monólogos las que una vez rebotaron por las calles de la dulce, la bella, la horrible, la pacata Lima en nuestras manos y en nuestros cuerpos, poniéndole nombre a los deseos. Y encendiéndolos, como sólo las palabras pueden hacerlo •

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