José Luis Cuevas y Álvaro Mutis
color y naturaleza
ROGER VON GUNTEN,
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 21 de julio de 2013 ■ Núm. 959 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Luis Javier Garrido: universitario ante todo Vicente Leñero en sus 80 años
de asombros
bazar
Hugo Gutiérrez Vega
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LOS CRISTEROS REVISITADOS
“Una fiesta de colores que no cesa”: así define Álvaro Mutis la dilatada obra plástica de Roger von Gunten, una de las figuras fundamentales del movimiento pictórico de Ruptura. Nacido en Suiza en 1933, llegado a México en 1957 y muy poco después naturalizado mexicano, Von Gunten es un artista de obra lúdica y plena de significados. Los textos de Mutis y de José Luis Cuevas aquí publicados celebran las primeras ocho décadas de este pintor total. Publicamos además cuatro textos en memoria de Luis Javier Garrido, gran politólogo y pensador, compañero de estas páginas recientemente fallecido, así como un ensayo para festejar los ochenta años de vida fecunda de ese otro gran narrador, guionista y periodista que es Vicente Leñero.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
Cristeros
H
ace unos meses, Ricardo Yáñez, compañero de poesía y de lágrimas, publicó en este suplemento una excelente reseña sobre la última edición de las dos novelas de José Guadalupe de Anda, Los cristeros y Los bragados, editadas por Porrúa y muy bien presentadas en el formidable prólogo del tapatío-catalán José María Muriá. En estos días debo hablar en Guadalajara sobre estas dos novelas. Lo haré en el Seminario de Literatura de Jalisco que dirige el doctor Jorge Souza (felicidades por el reciente y muy merecido doctorado). Contaré a los amigos que asistan a la charla que, de una curiosa manera, estuve involucrado en la recuperación de las dos novelas que andaban por ahí, desbalagadas y, a duras penas, se podían encontrar con Fortino Jaime (gran promotor de la venta de libros de segunda mano en la Guadalajara en la que todos nos conocíamos. Me refiero, de manera clasista, a la gente de la calzada Independencia hacia el poniente). Juan Francisco González, precursor de muchas y muy buenas empresas culturales, las editó y tuvieron una circulación más bien errática. En una de las tertulias tapatías, tal vez la del Café Apolo, Nacho Arriola leyó una carta que este bazarista le había enviado desde Roma. En ella se afirmaba que Alberto Moravia se entusiasmó con la lectura de Los cristeros y la había comparado, toda proporción guardada, con las tres novelas en las que Valle Inclán nos entrega su visión de las guerras carlistas, especialmente Los cruzados de la causa. Esta entusiasta
opinión del gran novelista convenció a Juan Francisco de publicar las dos novelas cuyos derechos andaban un poco perdidos, pues la familia de don Guadalupe, senador de la República por el sector ferrocarrilero (recuerden que en esa época no había cosa más parecida al corporativismo de las cortes franquistas que el corporativismo del pri ), no había mostrado ningún interés en la reedición de las obras de su casi inédito pariente. La opinión elogiosa de Juan Rulfo fue determinante para que el Departamento de Bellas Artes del Gobierno del Estado que dirigía Juan Francisco, asesorado, entre otros, por el sabio Ernesto Flores, lanzara de nuevo a “la engañosa popularidad” (López Velarde dixit) a las dos novelas fundamentales que sobre las guerra cristeras se han escrito. Ante todo, diré a mis amigos víctimas de la conferencia, que don Guadalupe era un gran escritor y un conocedor a fondo de los giros de lenguaje ahorrativos y certeros de la región alteña. El glosario que cierra la edición de Muriá-Porrúa demuestra la fuerza expresiva de los habitantes de las tierras secas (Agustín Yáñez dixit) de Jalisco. Les diré, además, que don Guadalupe no se anda por las ramas y, haciendo frente a las hagiografías, ahora convertidas en beatificaciones imprudentes y hasta ofensivas, dice la pura verdad sobre un conflicto que no puede ni debe ser analizado desde una perspectiva maniquea. De eso hablaremos y nos daremos cuenta de que algunas de las heridas todavía escuecen • jornadasem@jornada.com.mx
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Portada: Retorno al paraíso Collage de Brenda Moncada
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José María Espinasa
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es un año de celebraciones para Vicente Leñero, uno de los más im portantes narradores mexicanos de la se gunda mitad del siglo xx. Leñero nace en Guadalajara en 1933 –cumple, pues ochenta años‒ y en 1961, después de terminar sus estudios de in geniería, se da a conocer como escritor con el libro La voz adolorida. Rápidamente se vuelve protago nista de las letras mexicanas, y suma a su incansa ble trabajo como editor y periodista una constante actividad literaria que no se limitará a la narrativa, sino que se extenderá con el tiempo a otros géneros, como el teatro y el guión de cine. La aparición en 1963 de Los albañiles, que cumple cincuenta años, distinguida con el Premio Biblio teca Breve, pareció proyectarlo, junto a Carlos Fuentes, como el otro protagonista mexicano del boom. La novela es hoy por hoy un libro de referen cia y ha aguantado mucho mejor que otras novelas de sus contemporáneos el paso del tiempo. Pero Leñero no fue el protagonista que se esperaba del boom, simplemente siguió siendo un gran escritor. El libro Más gente así, de reciente publicación, se abre precisamente con un retrato de su relación –sus desencuentros‒ con Carmen Balcells, pieza fundamental del tinglado económico-publicitario que llamamos el boom. Siempre me ha llamado la atención el alto nivel cualitativo de la literatura de Leñero, y la presencia tan evidente de eso que llamamos oficio. Es, entre los novelistas de su generación, la que va digamos de Carlos Fuentes (1927) a Fernando del Paso (1935), el más profesional de los escritores. Utilizo, al menos en esta ocasión, el calificativo como un elogio. Cada vez que leo un libro suyo, su capaci dad me sorprende, ya sea en sus novelas más direc tamente literarias o en esas non fiction novel, como Los periodistas o Asesinato. Cuando leí esta última me dejó atónito que el mamotreto de quinientas páginas me lo hubiera leído de corrido y, como dice la cursilería popular, en un suspiro. Su condición estrictamente documental no evitaba leerla como un thriller político-psicológico. Ese profesionalismo, ese oficio, está puesto al servicio de la obra con gran inteligencia. Todos los textos de Leñero son obra personal, incluso los que se pueden considerar estrictamente pedidos labo rales –como un guión de cine, por ejemplo‒, y eso los vuelve notable literatura. Más allá del experi mentalismo de algunas de sus novelas, es un autor ligado al realismo, a un realismo deudor de las prácticas del reportero. Hace unos años, cuando apareció Gente así, a la que podemos considerar primera parte del libro que la publicación de Más gente así completa, mi entusiasmo fue absoluto y lo leí dos veces una detrás de otra, y después vuelvo a sus relatos-reportajes con frecuencia. Su home naje a Rulfo me hace reír con ganas y me permite ver su capacidad para homenajear al amigo y al escritor incluso en la parodia. Hacer del chisme una obra maestra requiere sin duda un gran talento. Leñero consigue, además, que al ser extraordinarios retratos de época, dejen de ser chismes. Juegos anecdóticos y verbales, en tramados referenciales y auto referenciales (en mu chos de los textos el protagonista es el propio Leñe ro, como figura pública pero también como figura familiar o personal, los puentes entre los diferentes
VICENTE LEÑERO
Jornada Semanal • Número 959 • 21 de julio de 2013
en sus ochenta años
Vicente Leñero. Foto: José Carlo González
niveles están trazados por el trato, la amistad y la admiración) le permiten distanciar los textos, emo tivos y emocionantes, pero sin chantaje dramático. Leñero es a veces un novelista realista con tintes políticos, y rinde por ello homenaje a modelos co mo Martín Luis Guzmán, Rulfo o Revueltas, o in cluso a compañeros de generación como Ibargüen goitia. A la vez es un gran lector de Arreola, de la literatura fantástica, de la policíaca y de la experi mental (en “Las uvas estaban verdes” cuenta las desgracias de Estudio Q, cuando el mercado recla ma realismo mágico). Eso le permite ser muy ver sátil. A eso agrega su capacidad de escuchar el ha bla, su oído para los giros idiomáticos (sólo comparable al de Ricardo Garibay). Por eso prolon ga las búsquedas de la narrativa de la Revolución Mexicana en un contexto urbano y con introspec ciones psicológicas e intimistas. Por eso puede afrontar la vida de Morelos como materia narrativa desde una historia de amor y no desde el carácter épico de la lucha independentista en Más gente así. Leñero admira el sesgo negro con que Ibargüengoitia retrató a Hidalgo en Los pasos de
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Todos los textos de Leñero son obra personal, incluso los que se pueden considerar estrictamente pedidos laborales, y eso los vuelve notable literatura.
López, pero no es ese su tono. El guanajuatense hu maniza al subrayar en los héroes la condición de claroscuro; Leñero en cambio los humaniza al vol verlos sujetos de pasiones menores en las que se conserva el sino trágico. En este díptico –Gente así y Más gente así‒ Leñero muestra su extraordinario nivel como cuentista. A la vez que propone una condición contextual o cir cunstancial del relato, pues disfraza el cuento de crónica, de reportaje, de confesión, de confidencia e infidencia, o hasta de ensayo, es decir de cuento en un sentido muy intenso. La palabra “gente” en ambos títulos encierra una de las claves. Antes, no sé si se sigue haciendo ahora, los profesores de re dacción señalaban el peligro del término, su condi ción de plural singular, y el retintín un tanto des pectivo del término: la gente es distinto de las personas, parece darles (a ellas, a quienes designa) un sentido ordinario, gregario, común, las desper sonaliza precisamente. Leñero hace exactamente lo contrario: las indi vidualiza y las vuelve relevantes en su condición común, él incluido. Por eso su Gente así resulta pro fundamente iconoclasta, divertida, con humor y con profundidad al mismo tiempo. La gente se vuelve(n) gentes sin desdoro gramatical. La ver dad, con minúscula o con mayúscula, es un perso naje más de la ficción. El maestro del periodismo y del teatro, del guion cinematográfico y de la nove la, es también, en una tradición que los tiene ex traordinarios, uno de nuestros mejores cuentistas. Así, agradeciéndole el placer de leerlo, me quiero sumar a la celebración de sus ochenta años •
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21 de julio de 2013 • Número 959 • Jornada Semanal
Grabado de Leopoldo Méndez para el libro La corola invertida de María del Mar
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finales de la década de los años veinte del siglo pasado, surgió en Ciudad de México la que se ha con siderado la tercera vanguardia lite raria, detrás del modernismo y el estriden tismo. Un grupo de jóvenes intelectuales y artistas, alentados por los movimientos de intensa lucha social que prevalecían en el mundo, se reunió para formar un “grupo de acción dirigido a las masas” al que llamaron Agorismo. Los propios agoristas lo definieron como “Arte en movimiento, Velocidad creadora, Socialización del arte”. Para Carlos Monsi váis, el agorismo “es un movimiento más radicalizado y mucho menos valioso esté ticamente que el estridentismo, que se ex plican mejor si se toma en cuenta que emer gen en el principio de la institucionalidad revolucionaria”. Entre los agoristas figuraron José María Benítez, Gilberto Bosques, Lil-Nahí, Solón de Mel, Josué Mirlo, Rafael López, Gustavo Ortiz Hernán, Raúl Ortiz Ávila, Héctor Pé rez Martínez, Alfonso Fabila Montes de Oca, Álvaro García, Martín Paz, Emilio Uribe Ro mo, Alfredo Álvarez García, Manuel Gallar do, Pablo c . Moreno, Alfredo Ortiz Vidales, Rafael Ramos Pedrueza, Rafael Lozano, Je sús s . Soto, Rómulo Velasco Ceballos, Luis Octavio Madero, Miguel Martínez Rendón y María del Mar. Sorprende comprobar cómo la obra de la única mujer que formó parte activa de esta co rriente literaria ha quedado en el olvido. María del Mar, seudónimo de Ángela Laura Moll Madariaga, nació en 1897 en Ciudad de Méxi co. Fue la segunda hija del matrimonio con formado por el comerciante español Juan Moll Ybargüen y la señora Laura Madariaga Leonel de Cervantes, originaria de la Villa de Guadalupe Hidalgo. Asistió al Colegio de San Ignacio de Loyola, las Vizcaínas, y pos teriormente estudió con las monjas teresia nas en el Colegio de Mixcoac. En 1912 escri bió su primer poema titulado “Ven” e ingresó al Conservatorio Nacional de Músi ca. Presentó recitales de piano en el Museo Nacional y participó en los programas de conciertos que ofrecía la Universidad Popu lar en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Es cuela Nacional Preparatoria. Utilizando el seudónimo María del Mar,
Aztlán Editores le publicó en 1925 su pri mer libro: El alma desnuda, en el que Ra fael López incluyó un poema y llevó co mo portada un grabado en punta seca de Ernesto García Cabral. De esta obra, el poema “Diáfana y Dócil…” dice:
Vengo diáfana y dócil de las llanuras infinitas donde la luna cristalizó mi sombra. Me pesan los ojos por tanta claridad que he recogido para ti. Cuando nos cerque el silencio, seré tierna y ardiente. Me beberás como agua pura o me guiarás por las veredas del deseo. De las llanuras infinitas donde la luna cristalizó mi sombra, vengo dócil y diáfana para ti. Ese mismo año viajó a Rusia para per feccionar su carrera de piano en el Con servatorio de Moscú, gracias a una beca obtenida a través del Instituto de Amis tad e Intercambio Cultural México- urss creado por Alfonso Fabila, Alfonso Re yes y Ermilo Abreu Gómez. En 1929, el movimiento agorista organizó en la Car pa Amaro, instalada en el lado norte de la Alameda Central, una exposición de poemas en tamaño cartel con ilustracio nes de artistas como Francisco Díaz de L e ó n , J o rg e G o n z á l e z C a m a re n a y Leopoldo Méndez. María del Mar parti cipó con los poemas “Forjadores”, “No che” y “Acción”. En enero de 1930 apareció la “Declara ción de Principios” del grupo agorista y ese mismo año María del Mar publicó la novela La corola invertida, con cinco gra bados de Leopoldo Méndez y una foto grafía realizada por el tapatío Librado García, Smarth; en esa obra, María del Mar deja ver su preocupación por la si tuación de pobreza y marginación del pueblo mexicano. A partir de entonces continuó publi cando principalmente poesía erótica: Luna en zozobra (1934), En ti, sólo distante (1937, Editorial Fábula, fundada por Mi guel n . Lira), Cántico del amor que perdura y Tres cartas a Hans Castorp (1939), estas dos últimas, con grabados y viñetas de Francisco Díaz de León; Sombra de flor en el agua (1943), con grabados de Carlos Al varado Lang, Luz en la muerte (1945), Canto panorámico de la Revolución (1952), Perfiles de gloria y Horizonte de sueños (1957); Vida de mi muerte (1960), sonetos con pró
logo de Elías Nandino y dibujos de Elvira Gas cón; Fiel trayectoria, selección poética y Atmósfera sellada (1961). Su última obra fue Tu rostro derramado, publi cada en 1974 por la editorial Montaner i Simón de Barcelona. De ella es el siguiente poema:
Virtud solar
Voy y vengo incansable de norte a sur y de poniente a oriente, por las laderas fértiles que hacen dulce mi estío, con la virtud solar de tu recuerdo, tan vibrante y desnudo, que casi es de nuevo presente. Es como una fragante inmensidad incitativamente delicada, que desdoblo y desdoblo hasta cubrirme con su lenguaje arcaico; es la gota silvestre para beberse apenas en las flores del júbilo; la orilla cincelada de un extraño universo, que por ser tantas veces repasada, va perdiendo el abril de sus contornos y parece que nunca hubiera sido. Pero es arena y lágrima, y rescate a la oruga de mi pena, y un alígero encanto en el candor del día, y prosapia purísima en cunas de lealtad, y un genuino rubor en la piel de mi estío, y una brisa perpetua en las vidrieras de mi alma, que hoy se libró de su vestido de hojas para llorarte a pausas en la ventisca de lo irremediable. El proseguir sin ti, es el comienzo de mi vida en los lagos de mi muerte. Las pasiones del aire desentumen el espanto indecible que brota de mis ojos, y en esta mi sin par desesperanza alcanzo la gradual sabiduría, de que sólo fue albura el tiempo de tenerte. Clausuro mi ventana al faro de la noche y al despiadado amanecer. Ondas atormentadas, vuelcan sus dimensiones en la sinuosidad de mi silencio, y del pretil de tu insondable ausencia, trasmigran infantiles estrellas enlazadas remontando el delirio de tu vuelo.
el Movimiento Agorista
María del Mar y
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Luis Javier Garrido:
universitario ante todo La solemnidad alegre de Luis Javier Raúl Carrancá y Rivas
La unam , a través de la Coordinación de Humanidades, publicó el libro Luis Javier Garrido Platas (1941-2012). Ante todo: un universitario, que recoge las intervenciones del homenaje a Luis Javier Garrido, celebrado el 17 de abril de 2012, mes y medio después de su fallecimiento. Los siguientes párrafos (cuya selección corresponde a h . Casanova) son parte de los textos incluidos en dicho libro, y se publican con la anuencia de la unam .
U
na imagen surge en mi corazón y en mi mente: las reuniones en su casa, es decir, en su casa paterna, en la casa de don Luis Ga rrido Díaz. Aquello era un verdadero claus tro del conocimiento y la sabiduría. Los tiempos, se dice, han cambiado y hoy las familias se han modifi cado; puede que sí, puede que no, dependiendo de cada familia, de cada entorno familiar. Pero yo entrecierro los ojos y veo a mis padres, a mis padrinos, a mi ami ga Elena, a Luis Javier, allí en un gran salón, depar tiendo. Don Antonio Castro Leal, don Isidro Fabela, mi propio padre, don Francisco González de la Vega, don José Ángel Ceniceros. Garrido, Ceniceros y Ca rrancá y Trujillo, por cierto, fueron miembros de la comisión redactora del Código Penal del 31. Cenice ros, que luego fue secretario de Educación Pública en el gabinete de don Adolfo Ruiz Cortines; Salvador Azuela, mi maestro de Historia en la Escuela Nacio nal Preparatoria, gran amigo de don Luis, y maestro de mi generación en la cátedra de Derecho Constitu cional. También asistían el joven dramaturgo Wilber to Cantón, el escritor Carlos Fuentes, el yerno de Vasconcelos, Herminio Ahumada, y nada menos que José Vasconcelos, envuelto en su egregia figura, lleno de vitalidad y energía. Vuelvo a entrecerrar los ojos y veo la Île-de-France y su piso en el Quai de Bourbon, a unos pasos de Notre-Dame; veo y oigo que al caer la tarde Luis Javier me decía: “Mira, ya admiraremos luego el frente de la prodigiosa catedral, pero ahora observa los contrafuer tes, casi nadie se fija en ellos, ¡qué arquitectura, qué compo sición!”, y empezaba a diser tar. Debo decir que en un pe queño restaurante del Quai de
Bourbon viví una experiencia prodigiosa, que valga como anécdota para los que amamos el Derecho y las ciencias políticas. Un mediodía vimos llegar a un res taurante a un señor muy elegante, acompañado de otros dos caballeros, y me dijo Luis Javier: “¿Lo reco noces? ¿Sabes quién es? Mira, viene acompañado de poca gente.” “No ‒contesté‒, no lo ubico bien.” “Es Georges Pompidou ‒repuso‒, presidente de la Repú blica.” Entonces Pompidou pidió vino, comió, plati caron él y sus acompañantes, y se retiró. Pocos días después Luis Javier nos dijo a mi esposa Luz María y a mí: “Tengo la intuición de que alguien muy impor tante llegará al restaurante, los invito a comer.” Fui mos y de pronto entró un personaje rodeado de jóve nes; casi todos los comensales se pusieron de pie mientras los dueños lo saludaron con el mayor respe to. “Era nada menos que el profesor Maurice Duver ger.” Luis Javier me explicó ‒con anterioridad lo había hecho mi padre‒ cómo en el contexto social de Fran cia, lo mismo que en la mayoría de Europa, muy por encima del prestigio del político (Pompidou fue un buen presidente) resalta el de un profesor universita rio, el de un académico. Entre sus clases, entrevistas, conferencias, y artícu los magníficos en La Jornada, desde mi punto de vis ta, y creo que desde el de muchos, hubo un constan te vínculo de unión. Recuerdo particularmente, porque él no era frío ni indiferente sino que tenía una “solemnidad alegre”, si cabe el término, es decir, que permanecía en un espacio apartado, de aparente ti midez, aunque en el fondo se trataba más bien de una especie de reconcentración intelectual y emocional; recuerdo, digo, cómo se acercó a nosotros cuando en mayo de 2007 fuimos convocados varios abogados de la Facultad de Derecho por el Senado de la Repú blica, para analizar el alcance del artículo 27 de la Constitución. Allí estuvo Luis Javier defendiendo con inusitada pasión y profundos conocimientos jurídicos el contenido del párrafo sexto del mismo, el cual dice que, tratándose del petróleo, por más vueltas en contrario que le den los seudointérpretes, no se pueden otorgar concesiones ni contratos. Como politólogo, jurista y humanista fue siempre Luis Javier consistente y claro. Me atrevería a decir que incluso transparente, estable, sólido, coherente. Defendió sin tregua alguna la libertad y soberanía de México, su independencia jurídica, histórica, so cial, política, en manifiesta conjunción del derecho y la política. Él estaba siempre inconforme con todo (pesimismo optimista el suyo), especialmente con lo que proviniera de la derecha conservadora • Luis Javier Garrido. Foto: Carlos Ramos Mamahua
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Un homenaje Octavio Rodríguez Araujo
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rabé conocimiento con él en la Facultad de Ciencias Políticas y alternamos en distintas reuniones de índole política que se llevaron a cabo en esta ciudad y en otras. Coincidimos en algunas convenciones del pri, en algunas conven ciones del pan , y también del Partido Comunista en aquel entonces, luego psum , luego pms y luego prd . Como éramos especialistas en partidos políticos ‒malos o buenos es otro asunto, pero allí estábamos y producíamos libros y artículos sobre ese tema‒, nos invitaban los partidos, a veces con una cierta dosis de masoquismo, porque los criticábamos muy fuerte mente, y sin embargo nos oían con mucha atención y, algo que no ocurre ahora, tomaban notas y trata ban de no cuestionar las ideas y los consejos que a veces dábamos para que mejoraran su estructura, su forma de organización, etcétera. Coincidimos igualmente en el movimiento za patista. Yo escribí un libro sobre mi experiencia en el movimiento zapatista y estoy seguro de que si él hu biera tenido tiempo también lo hubiera escrito, porque participamos muy cercanamente en diferen tes cosas y actividades tanto en Ciudad de México y otras ciudades de la República como en la selva chi apaneca. Fuimos frecuentemente y jugamos un papel importante en los primeros años del zapatismo, para coordinar esfuerzos, por ejemplo, con la Con sulta Nacional por la Paz y la Democracia. Luego nos volvimos a ver en el movimiento es tudiantil de 1999-2000, pero en diferentes trinch eras: yo era moderado y él no, si se me permite la figura. Discutíamos y teníamos diferencias, incluso dejé de hablarle como un año, pues en una carta en La Jornada dijo algo que no me gustó y que me pare ció injusto; pero luego me lo encontré, en otro acto público de no recuerdo qué movimiento, y nos volvimos a hacer tan amigos como habíamos sido antes: simplemente disculpamos nuestros respec tivos exabruptos y limamos asperezas. Volvimos a encontrarnos con Andrés Manuel López Obrador en 2006 y otros momentos después. Y así sucesiva mente, durante mucho tiempo estuvimos en mu chas cosas Luis Javier y yo. Lo voy a extrañar: lo extraño de hecho. A mí me llama la atención que en las polémicas entre Luis Javier y yo, él insistiera en el partido del Estado y yo en el partido del régimen, a partir de él. ¿Por qué? Pues como he dicho muchas veces: a veces la gente se muere antes de tiempo. Mi amigo Luis Javier se murió antes de tiempo. Porque ese punto ya no lo pudimos discutir. El libro de él lo convirtió en un experto sobre el pri , a la vez que un agudo crítico, tanto que Carlos Monsiváis lo llamó ‒a Luis Javier‒, “el antipristo”, en algún artículo. Porque sus artículos eran muy agudos, muy cáusticos y muy enterados sobre el sig nificado del pri ; el pri en el gobierno, no el pr i como partido. Era un experto. Pero no sólo en el pri . Cuando él escribe La ruptura, gracias a la beca Guggenheim, da una explicación muy importante, la mejor que yo
conozco, de la ruptura de la corriente democrática dentro del Partido Revolucio nario Institucional, y cómo esto va a deve nir con el tiempo en el Partido de la Revo lución Democrática. El detalle casi día a día de esa ruptura, nadie mejor que él lo ha rescatado. Es un libro que es necesariamente un referente, para empezar, de los miembros del prd , o debería serlo, porque creo que a veces no leen como deberían. Y la segunda, es un referente para cualquiera que qui era estudiar los partidos políticos en México, sean profesores como no sotros, sean estudiantes • Foto: Roberto García Ortiz
Luis Javier Garrido Ciudad de México (1941-2012). Hijo del doc tor Luis Garrido Díaz, rector de la unam en tre 1948 y 1953, y de doña Elena Platas. Ob tuvo en 1972 la licenciatura en Derecho por la unam con la tesis Notas sobre la transformación política de México. Ese mismo año cursó estudios en la Universidad de la Sorbona (París 1������������������������������������� ), en la que obtuvo en 1974 el Diplo mado de Estudios Superiores en Ciencia Política. En 1980 recibió el Doctorado de Estado en Ciencia Política por la misma universidad con la tesis El Partido Revolucionario Institucional de México. Historia y organización. La tesis fue dirigida por el reconocido politólogo Maurice Duverger, con el apoyo de dos profesores que fueron clave para su culminación: Edmond Jouve y Armando Uribe, este último exembajador de Chile en Francia. Su trayectoria académica en la unam se remonta a 1962 cuando, siendo estudiante de Derecho, recibió su primer nombra miento como profesor en la Escuela Nacio nal Preparatoria, tarea que se prolongó prác ticamente hasta su partida a Europa a principios de los setenta. Luego de su vuel ta a México, se reincorporó a la unam en 1981 como investigador de la Coordi nación de Humanidades (en el Programa Universitario Justo Sierra) y como profe sor en la Facultad de Derecho. En 1983 in gresó al postgrado de la Facultad de Cien cias Políticas y Sociales, y en 1986 cambió su adscripción al Instituto de Investiga
ciones Sociales, en el cual permanecerá, al igual que en las facultades de Derecho y de Ciencias Políticas y Sociales, hasta su fallecimiento. Además de la unam , se desempeñó co mo profesor o conferencista en numerosas instituciones de México y el mundo, tales como la Universidad de Texas en Austin, la Universidad de California en San Diego, la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Barcelona y la Universi dad Federal de Santa Catarina en Flori anópolis. Entre los reconocimientos a su trayectoria universitaria destaca su nom bramiento como Investigador Nacional nivel iii por el sni y su inclusión como can didato a la Rectoría de la unam en 2008. En el marco internacional destaca la beca otorgada en 1990 por la Fundación John Simon Guggenheim. Su obra académica está encabezada por el libro El Partido de la Revolución Institucionalizada. La formación del nuevo Estado en México (1928-1945); incluye el libro La ruptura y más de un centenar de capítulos y artículos en libros y revistas especializa das. La mayoría de sus textos fueron edita dos en México pero también publicó en Estados Unidos, Reino Unido, España, Australia y Brasil. Fue ampliamente recon ocido por su participación en La Jornada, donde formó parte de la Asamblea General de Socios y donde mantuvo una consistente colaboración semanal entre 1984 y 2012 •
Hugo Casanova Cardiel
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La Universidad y la educación Francia en unas enormes cajas metálicas (los de casi una década en París), y alberga incontables ejemplares que consigue en las librerías de Madrid (la Casa del Libro, por ejemplo), en Barcelona (la librería Central del En sanche) y en ambas ciudades en las nuevas librerías Fnac. También es un asiduo, en cualquier ciudad de Estados Unidos, de Barnes & Noble y de Borders, en las cuales adquiere las novedades de los principales escri tores anglosajones. Y en los años recientes es una librería online ‒Ama zon, por supuesto‒ la que surte a Garrido de las nove dades que lo apasionan. Los temas de la biblioteca abarcan una infinidad de campos, pero se centran en las ciencias sociales, la historia, la filosofía y la edu cación, en la literatura (clásica, moderna, contem poránea, nacional, latinoamericana, española, fran cesa…) y también en la poesía y en las artes. La biblioteca se complementa por una enorme colección de películas y de música que, sin metáforas, atesora. Luis Javier lee, ve y escucha pero sobre todo estudia, analiza, se adentra en las especificidades de los textos, de las películas, de la música, y las integra en un saber crecientemente complejo y erudito. Como los grandes pensa dores, ejerce la pedagogía y genera una idea pedagógica de la política y del derecho. Garrido también con struye una idea de la universidad y de la
educación superior. Es una concepción que confronta otras ideas, informada, nutrida con un sólido conocimien to y con un riguroso manejo de la historia nacional y de la historia de las instituciones educativas y universitarias. Su idea de la Universidad es consistente con su idea de la política y de la vida social. Es libertaria, autono mista y comprometida con la construcción de la democ racia y la igualdad. Para él la Universidad no está al margen de la prob lemática nacional, por el contrario, en ella se expresan de manera diáfana las contradicciones de la sociedad y las pugnas por el poder político. En la Universidad se expresan también las presiones internacionales, espe cialmente en términos económicos y políticos. Había una gran intransigencia en Luis Javier Gar rido hacia el poder mal ejercido. Ahí no había concesión alguna. La corrupción era corrupción, la deshonesti dad era deshonestidad, el abuso era abuso. Así, sin eufemismos. Y sin importar qué partido, grupo políti co o institución estuviera en esa condición. Sin embar go, muchos de sus juicios, contundentes y atrevidos, terminaban, más temprano que tarde, siendo enarbo lados aun por las voces más prudentes y por aquellos que en un primer momento los habían considerado exagerados. Garrido tenía una fe ilimitada, a veces difícil de entender, en el pueblo mexicano, así, en todo el pueblo mexicano. Tenía la convicción de que en algún momento el futuro sería mejor para todos. Y pensaba en un México más justo y democráti co, en unas instituciones dig nas y comprometidas con el bien común, y en una so ciedad mejor educada y mejor pertrechada para el futuro •
Hace menos de un año, Luis Javier, en su casa de la calle San Fran cisco de la Colonia del Va lle, me mostró los avances de dos libros más. Son lo que él habría denominado, por un lado La transición política de México 1982-2012, que también ya estaba ter minado, pero que, siempre riguroso consi go mismo, no lo entregaba a la editorial “porque faltaba citar algún nuevo reglamento, comentar alguna entrevista pendiente o buscar algún documento espe cial”. El otro trabajo por culminar y que se desprendía de su libro publicado en 1993: La ruptura. La corriente democrática del pri, y que todavía estaba desarrollando, era el denominado El desmantelamiento de la nación 19822012. De acuerdo con lo que le habría expuesto a la edi torial, este trabajo reúne sus ensayos en capítulos como 1. Los bárbaros del norte 1985-1987; 2. 1988: la crisis ins titucional; 3. El gradualismo a la mexicana 1988-1993 y 4. Las vías de la transición. En su conjunto, este no sería más que un libro completo sobre lo que jocosamente de nominaba “la intransición mexicana”. Como todos los hombres que tienen una vocación por la libertad, Luis Javier miraba el futuro y no enten día los movimientos sociales sino como fuerza de trans formación de la vida política. De ahí su relación con el
movimiento estu diantil en el congreso universitario de 1990; el apoyo al doctor Salva dor Nava y su movimien to; la singular relación con el Ejército Zapatista de Libe ración Nacional; el apoyo in condicional al movimiento estu diantil que defendió como nadie en la historia la gratuidad de la universidad pública en el año 2000; su oposición a todo fraude electoral desde 1988 hasta 2012, orgulloso como ciuda dano libre de participar en un movimiento como el que se construye desde el Movimiento de Regeneración Nacional. Su intransigencia, siempre jocosa para quienes lo conocimos de cerca, tenía la convicción de que el fe nómeno del poder debía ser estudiado de manera científica, con imaginación crítica y como conse cuencia de un compromiso de la cultura universita ria con los problemas de la organización política, como lo propone la misma legislación de nuestra universidad. El pensamiento de Garrido es de enorme moder nidad al referirse constante y reiteradamente a la necesidad de estudiar de manera objetiva y crítica al poder para impulsar la transformación democrática de México, o al urgir a sus estudiantes a definir re formas políticas para la nación •
Hugo Casanova Cardiel
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rofesor no sólo por sus nombramientos univer sitarios, sino por su vocación académica; hombre que inquiere, que cuestiona, que confronta y que enseña. No se da tregua, trabaja hora tras hora, sin apenas detenerse: lee, escribe, escribe mucho y pule aún más. Garrido delimita, afina, resalta y al final sus textos son de una enorme pulcritud y claridad. Y más allá de sus textos, en el aula, en el auditorio y, aun en ���������������������������������������������������� la tertulia, Garrido es exigente, riguroso y con sis������������������������������������������������������� tente. Un analista siempre listo a debatir. Difícilmen te cede a la tentación del silencio. Hace del saber motivo y fin. En ese afán construye una biblioteca a partir de dos profundos cimientos: la biblio teca de su padre ‒el exrector Luis Garrido‒ rica en obras de derecho y filosofía, y la que el propio Luis Javier cul tiva cada día de su vida, y eso es de manera literal, a partir de sus visitas cotidianas a las librerías de Ciudad de México ‒la Gandhi y la del Fondo de Cultura Económica en la avenida Miguel Ángel de Quevedo, por aludir a dos de sus preferidas en los últimos tiempos‒ y también por su cita anual a la feria de la unam en Minería. Garrido también acude a las librerías de viejo de la calle de Donceles en Ciudad de México o de la Cuesta de Moyano en Madrid con el olfato de quien sabe lo que quiere. Es la suya una biblioteca que alberga muchos libros dedicados por sus autores ‒Luis Javier no se de tenía si había que hacer fila para que Octavio Paz le dedi cara un libro en Minería, (quizá La llama doble) o para que Cortázar le firmara un libro pequeño (no recuerdo cuál) en una vieja cantina de Coyoacán. También contiene varios centenares de libros llegados en barco desde
La historiografía Álvaro Arreola
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a historiografía sobre nuestro sistema político, en la primera década del siglo xxi , es enorme. Sin embargo, el trabajo sobre la formación del nuevo Estado en México, 1928-1945, desde un punto de vista histórico, como el elaborado por Garrido, es hasta el día de hoy insuperable. Su con tribución al conocimiento del sistema político mexi cano no es poca cosa, pues por primera vez se analizó a un partido, no sólo a través de su formación políti ca, de sus cambios organizacionales y de sus asam bleas, sino que nos iluminó a los historiadores, so ciólogos, abogados y politólogos para entender que la historia de un partido es también un cuadro com plejo de todo el conjunto de la sociedad y el Estado, y a menudo con las interferencias internacionales de donde esa formación política pueda nacer. No puedo dejar pasar que varios años después de conocerlo y dispensarme su amistad, conocí y leí en su despacho de la calle Tuxpan de la colonia Roma, en cientos y cientos de cuartillas, su trabajo inédito que continúa la historia sobre el Partido de la Revo lución. Sería la segunda parte del publicado en 1982: Éste, El partido de la Revolución burocratizada (19461968), que es la historia detallada de la transforma ción del partido de Estado en pri .
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Roger von Von Gunten y la Ruptura José Luis Cuevas
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Siempre me ha entusiasmado en la pintura de Von Gunten esa absoluta
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disponibilidad de su torrente creador.
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l poco tiempo de haber llegado a México, Ro ger von Gunten entró en contacto con algunos integrantes de la Generación de la Ruptura. Expuso en aquel entonces en la Galería Anto nio Souza y después formó parte del grupo de la Galería Juan Martín, bastión importante que comba tió la hegemonía de la pintura oficial que cerraba cami nos, impidiendo que los jóvenes de entonces nos expre sáramos con absoluta libertad. México había ejercido una gran fascinación en muchos artistas europeos que llegaron a un país con fuerte tradición artística. Algunos surrealistas, como Leonora Carrington, Alice Rahon y Wolfgang Paalen llegaron quizás atraídos por la aseveración de André Breton de que México era un país surrealista. Des pués de ellos, de Inglaterra vinieron Joy Laville y Brian Nissen. Roger von Gunten descubre el color de México, pero no aquél a que nos tenían acostumbrados Diego Rivera y sus seguidores. Los cuadros de Roger están habitados por extraños animales y mujeres de gran sensualidad. Encontramos también un mundo de plantas y flores exóticas. Vive en diferentes regiones del país y a la capital viene para exponer sus obras. Su última casa la perdió injustamente. La avidez de unos empresarios y la corrupción de los jueces lo lle varon a la bancarrota. Sin embargo, esta situación difícil no le ha impedido trabajar. Su obra reciente es abundante y abarca diversas disciplinas: grabado, pintura, dibujo y escultura. Sus trabajos siempre han despertado el interés de la crítica, así como la de sus colegas. Roger es sin duda uno de los artistas más originales de la Generación de la Ruptura •
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Gunten color y naturaleza Monte con un monumento a la sonrisa
El sexto día de Roger von Gunten Álvaro Mutis
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a obra de Roger von Gunten que se reúne en esta muestra se me anto ja pintada en el sexto día de la Creación. Hay en los últimos cua dros suyos mucho de un mundo recién inaugurado, de inocencia que estalla en colores de una vivacidad inesperada, de formas humanas, femeni nas en su mayor parte, que se nos presen tan como un desfile de hermanas de Eva que se disponen a poblar el mundo y a darle nombre a las plantas, a los frutos, a las bestias y a los astros. Siempre me ha entusiasmado en la pin tura de Von Gunten esa absoluta disponi bilidad de su torrente creador. Pero en esta ocasión he sentido como un brusco cambio de rumbo, como un esfuerzo últi mo por alcanzar una plenitud cruzada por seres y por cosas que circulan en medio de un ámbito bautismal que celebra su pre sencia con una fiesta de colores que no cesa. Von Gunten ha tenido para mí, desde cuando visité recién llegado a México en 1957, su exposición en la Galería Antonio Sauza, una virtud muy poco común en la pintura de nuestros días: la ausencia del más mínimo compromiso con cánones, escuelas y dictados cuya duración suele ser tan efímera como los principios que creen sustentar. Es lo que llamo su dispo nibilidad. Y es por eso, seguramente, que su visión y versión del paisaje mexicano y del misterio que entraña esta tierra de grandes silencios y de gritos desafortuna dos de un oscuro dramatismo, son de una
eficacia, de una fidelidad y de una reso nancia difíciles de igualar. En la época que menciono yo estaba recién llegado a Mé xico y no me reponía aún del impacto bru tal de un enigma que aún no consigo des cifrar cabalmente, y puedo asegurar que fue en los cuadros de Von Gunten donde pude hallar algunas claves que me han sido útiles luego para acercarme al miste rio. Inclusive en obras que se inspiran en temas y ambientes por entero ajenos a lo mexicano, es notable advertir cómo ha sabido el pintor aprovechar la lección de una tierra que nos ha dejado ya marcados para siempre. Me siguen fascinando, como la prime ra vez que las vi, ciertas constantes de composición, de colorido y de honda poe sía que distinguen la pintura de Von Gun ten. Ahora, en esta última etapa suya, esos rasgos siguen presentes, pero hay en ellos como una desbocada fiebre cuya belleza me ha dejado en un deslumbramiento di fícil de precisar. Von Gunten ha visto esta vez algo que me ha remitido, por ese mis terio de los vasos comunicantes de la crea ción estética, a ciertos momentos de la “Temporada en el Infierno”, de Rimbaud. Me doy cuenta de que esta evocación no es fácil de sustentar y, sin embargo, les aseguro que es para mí de una evidencia desgarradora. Llegado a este punto siento que sobran las palabras. Cualquier co sa que quisiera agregar caería en el vacío. Miremos en silencio este mundo que nace de nosotros mismos •
Allá y aquí Bernard Pozier Nacido en Trois-Rivières, Quebec, en 1955, Bernard Pozier posee un doctorado en literatura. Poeta, director literario de la casa editorial Écrits des Forges y vicepresidente de la Casa de la Poesía de Montréal, ha colaborado desde 1989 en intercambios entre México y Quebec (coediciones, traducciones, revistas, artículos, lecturas, etcétera) Libros publicados en español: Nadie sale ileso del poema, Bacilos de ternura, Esas huellas que creemos efímeras, Nueva nieve, Las pirámides del corazón, Postales de México y varias antologías. En 2012 recibió un reconocimiento y la medalla del estado de Aguascalientes durante el xiv Encuentro de Poetas del Mundo Latino, por su labor en la traducción y difusión de la poesía mexicana en Quebec. V ersión de A na C ristina Z úñiga
Allá La luna De pie Monta la guardia A derecha o izquierda Después se cierra Como una puerta Aquí La luna Sonríe o hace muecas Se sube o baja Como un párpado La realidad depende del ojo con que se mira * Allá Los árboles Medio tiempo Se vuelven siluetas O esqueletos Antes de vestirse de nuevo De verde Después de otros colores Antes de volver Al strip-tease Aquí Siempre Un árbol es un árbol Con tronco Ramas Hojas Pájaros Y flores incluso gritos Y frutos La exhibición de la osamenta escoge variadas velocidades Allá Todo se paraliza En la inmaculada inmovilidad del frío
21 de julio de 2013 • Número 959 • Jornada Semanal
Aquí En pleno sol ardiente Hasta en lo más recóndito de sus entrañas La tierra Se estremece Ningún termómetro rige los sentimientos * Allá La lengua es un combate cotidiano Se juega y arriesga contra la de otros Perdida entre sus millones de florituras Sus letras inútiles como botellas en el mar Y sus tonalidades infinitas por no saber qué decir Y hablamos demasiado rápido saltando sílabas Aquí La lengua tiene el ritmo alegre de colores eternos Y no obstruye el paso de las letras que no se pronuncian Y si nos confunde entre los verbos ser y estar Permanece fraternalmente con sus palabras similares Y nos pone en desafío con algunos falsos amigos Los sonidos en la boca se mezclan como piedras * Allá La gente es friolenta Sin tener verdaderamente frío Aislados desde siempre en su incertidumbre Sueñan con ser un pueblo en su propio país Pero frente a toda situación Lo toman personal Aquí El calor yace en el corazón y se da fácilmente Porque los colores están en todas partes Dentro y fuera Sobre las ciudades como sobre las pieles Y el blanco de los ojos nos sonríe El alma de los pueblos se construye de sus propios rostros * Allá Se cuentan los segundos Los minutos y las horas Lo que ellas producen Donde se debe estar Lo que se debe hacer y cuando Y las agujas picotean y perforan nuestras líneas de la vida Aquí El tiempo felino se estira Y las agujas y el momento previsto Se encuentran raramente exactamente Y sigue siendo de poca importancia La vida transcurre a pesar de todo A dónde va entonces Todo lo que perdemos con nuestro tiempo contando
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Jornada Semanal • Número 959 • 21 de julio de 2013
Cósmica y cosmética: pliegues de la alegoría en Sor Juana Inés de la Cruz y Pedro Calderón de la Barca, Adriana Cortés Koloffon, Iberoamericana/Vervuert, Madrid /Frankfurt, 2013.
DEL TEATRO COMO ESPEJO DEL MUNDO MARIANA DOMÍNGUEZ BATIS
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értigo espiritual, desencanto e incertidumbre inundan los ánimos de la época moderna, aquélla que quizá está al borde de un nuevo quiebre histórico. El sentimiento de crisis se propaga entre las sociedades de hoy al igual que unos siglos atrás, cuando el hombre barroco se debatía entre la tradición y los primeros vislumbres de modernidad y progreso. En Cósmica y cosmética: pliegues de la alegoría en Sor Juana Inés de la Cruz y Pedro Calderón de la Barca, la doctora en letras Adriana Cortés Koloffon deshilvana el espíritu barroco –impregnado de una conciencia de crisis– y resalta su trascendencia en la actualidad, a través de las piezas teatrales de dos de los autores más relevantes del barroco español y novohispano. Para ello, la autora elige el mito de aquél que “incapaz de amarse a sí mismo, se sumerge en las aguas de la Fuente: muere y se transforma en una flor”: el de Narciso, recreado por primera vez en la literatura en la Metamorfosis, de Ovidio. Mito que más tarde fue retomado por múltiples autores, como Sor Juana Inés de la Cruz en El divino Narciso, y Pedro Calderón de la Barca, en Eco y Narciso; obras analizadas por Cortés Koloffon en el libro en cuestión, surgido a partir de su tesis doctoral. La idea de que el teatro es un espejo del mundo (imago mundi) y, por lo tanto, con su estudio es posible desentrañar la cosmovisión humana de una época, permea en la hipótesis de la escritora, quien se propone hacer una lectura de las dos obras clásicas del Siglo de Oro, oscilantes entre la “ortodoxia y la modernidad”, pero a partir de una visión del siglo xxi . Imbuido de un lenguaje y estructura marcadamente académicos, Cósmica y cosmética… hace un recorrido a través de propuestas teórico-filosóficas como la teoría del pliegue, de Gilles Deleuze; la de las mónadas de Leibniz; los símbolos y arquetipos de Erich Neumann; el sistema alegórico de Angus Fletcher, y la tragedia griega. Todo lo cual constituye un marco teórico para encaminar al lector al estudio de las implicaciones más profundas de dos piezas fundamentales del siglo xvii . A través de un exhaustivo análisis del universo pleno de signos, símbolos y alegorías del teatro de la poetisa de la Orden Jerónima y del exjesuita del Siglo de Oro español, la especialista encuentra que
ambas obras implican una profunda reflexión de la vida humana y de cuestiones vitales como el libre albedrío, la muerte y las pasiones. Además, reflejan el sentido de la existencia y de la condición humana. Y más que respuestas, plantean preguntas. De ahí que su estudio se considera indispensable en el contexto actual. Una de las riquezas más grandes del volumen es el estudio detallado de la obra de Sor Juana, que ayuda a develar parte importante del pensamiento de la monja y poetisa criolla, tan relevante para las letras nacionales e iberoamericanas. ¿Es Sor Juana una suerte de alquimista?, ¿conoció la modernidad? Son dos de las preguntas que detonan la curiosidad de la también periodista. “Hechura fina de alta costura” es como la doctora en Literatura Iberoamericana por la unam define El divino Narciso, de Sor Juana, en donde encuentra importantes elementos de modernidad que podrían significar una contradicción entre la razón y la fe, aspectos propios de la época barroca. Es por medio de los símbolos y alegorías que el teatro de la monja implica varios niveles de significación asociados en todo momento con cuestiones religiosas. El simbolismo presente en el auto sacramental de la novohispana implica la visión de una mujer criolla, una de las primeras en revalorar el pasado indígena de la entonces Nueva España. Entre los personajes de El divino Narciso, por ejemplo, se cuentan América, Occidente, Religión y Celo, quienes representan la conquista y la religión cristiana. A partir del análisis de la simbología presente en los diálogos y en otros elementos como el vestuario, la experta desembrolla los sentidos ocultos a una lectura superficial de El divino Narciso. Escritora, periodista y estudiosa de la literatura, Adriana Cortés Koloffon presenta una propuesta teórica que nos muestra una faceta distinta –aunque realizada con la misma seriedad y maestría– a la mostrada por la autora el año pasado, cuando publicó Zona cero: Entrevistas con escritores (unam, 2012), una recopilación de su labor periodística de 1998 a 2010, donde el quehacer literario es escudriñado en incisivas entrevistas a personajes como Eduardo Galeano, Margo Glantz, Miguel León-Portilla, Enrique Serna, José Saramago o Antonio Tabucchi • El matrimonio de los peces rojos, Guadalupe Nettel, Páginas de Espuma, México, 2013.
COMPORTAMIENTOS APRENDIDOS JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ La analogía suele ser una herramienta poderosa a la hora de construir ficciones. Esto se debe a que la representación de un objeto o persona puede llevarse a cabo a partir de otro con el que tiene relaciones de similitud. Más aún, la analogía permite entrar en los terrenos de lo simbólico al permitir que, partiendo de premisas basadas en la semejanza, se llegue a conclusiones que
no necesariamente son correctas pero funcionan en el campo de la lógica de lo narrado. Esta estrategia es, en realidad, mucho más común de lo que parece. A fin de cuentas, todo personaje puede ser considerado una analogía de una persona. Más allá de este tecnicismo, existen procesos análogos mucho más marcados, como cuando se quiere comparar a una persona con un objeto, por ejemplo. Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) es una de las narradoras mexicanas más poderosas de la actualidad. Entre su obra narrativa destacan, con creces, sus libros de cuentos. El último no es la excepción. Obtuvo este año el Tercer Premio Internacional Narrativa Breve Rivera del Duero, uno de los pocos galardones literarios en los que la remuneración económica para un libro de cuentos está al nivel de los grandes premios de novela. El matrimonio de los peces rojos está compuesto por cinco cuentos. En cada uno de ellos la autora plantea, a partir de la voz del protagonista, relaciones de semejanza entre el comportamiento de los personajes y diferentes animales. Así, utiliza a los peces rojos para hablar de la crisis matrimonial a partir del nacimiento de la primera hija de la pareja; las cucarachas son el pretexto para comparar la aséptica vida familiar que, una vez invadida por tan desagradables insectos, debe adaptarse para sobrevivir; los gatos también son un buen pretexto para reflexionar en torno a la maternidad no planeada y la comprensión de los animales; las serpientes han estado cargadas históricamente de elementos negativos pero, en este cuento, parecen ser más bien una tabla de salvación; los hongos son organismos a medio camino entre definiciones biológicas claras aunque bien puede atribuírseles una intencionalidad perniciosa. Al margen de los temas, Nettel sabe contar historias. Lo hace con una prosa envolvente, que permite a los lectores adentrarse en un mundo bien diseñado, cargado de detalles que lo vuelven habitable. Además, consigue en pocas cuartillas que el lector conozca a los personajes y entienda las razones de su comportamiento. Es sabido que los libros de cuentos son difíciles porque suelen ser irregulares. No es el caso de El matrimonio de los peces rojos. Si acaso, saber que la analogía es el hilo conductor del libro hace que los lectores anticipen alguno de los finales. No es relevante. Estos cuentos no se basan en la sorpresa sino en la trama: una propuesta que la autora legitima a partir de cada uno de ellos •
In memoriam La Jornada Semanal se une al dolor de nuestra querida compañera Margarita Peña Oviedo por el fallecimiento de su madre, la señora
María Elena Oviedo y García acaecido el pasado jueves 11 de julio de 2013. Descanse en paz.
BUÑUEL y el surrealismo de la realidad La magia de Michel Laclos
próximo número
visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
Textos de Andradi, Arellano, Bada y Coronado
jsemanal@jornada.com.mx
arte y pensamiento ........
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Jair Cortés Felipe Garrido
Ojos cerrados Mamá sigue con los ojos cerrados. Los aprieta. No quiere abrirlos. Está tendida en el damero de mosaico blanco y rojo. Arrimada a la pared. No le tocó camilla, y hay pacientes que la tienen. Nadie levanta la voz; titubeante la luz. No sé cuántas horas llevamos allí. A veces algún lamento se descuaja. Nunca una maldición. Marita está de rodillas al lado de mamá. Se inclina y le acerca la cabeza y algo se dicen que nadie más oye. Yo la veo con las nalgas alzadas y me gusta. Pero me doy cuenta de que las dos están rezando. Apenas las oigo. Nada te turbe, nada te espante, todo se puede. Sólo Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta. Quiero verlo y para verlo tengo que morir. Pero no se muere cuando se muere. Se entra a la vida. Soy yo de la tierra, me hundo en la tierra, me entrego a la tierra. Marita sigue arrodillada. Mamá tiene los ojos bien cerrados. Los aprieta. No quiere abrirlos •
Rogelio Guedea rguedea@hotmail.com
AL VUELO Hacer y no hacer Muchos creen que sólo la acción cambia el estado de las cosas, modifica el rumbo de los acontecimientos, transforma el futuro. No olvidemos que la inacción también es, por antonomasia, revolucionaria. Se hace mucho sin mover siquiera un dedo, abrir la boca o avanzar unos cuantos pasos, así sea cuesta abajo. Esto es: no sólo sirve salir a las calles a marchar en protesta contra la violencia que asfixia a nuestro país, arrojar bombas a las afueras de Palacio de Gobierno o publicar diariamente libelos en las páginas principales de cualquier periódico. También sirve, por el contrario, no obstaculizar con marchas que protestan contra la violencia que asfixia a nuestro país el paso a la ambulancia que lleva a un agonizante, no tirar la bomba que matará a más de un inocente que va pasando por las afueras de Palacio de Gobierno o no coger ni por equivocación la pluma encargada de escribir los libelos que publicas en las páginas de cualquier periódico, diariamente. No hacer lo que no debes hacer es ya hacer bastante, aun cuando parezca, obviamente, una holgazanería •
BITÁCORA BIFRONTE
MENTIRAS TRANSPARENTES
jair_cm@hotmail.com twitter: @jaircortes
David Shook: palabras como obsidianas
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ZRA POUND AFIRMABA QUE el conocimiento poético “no se puede adquirir sin el conocimiento de varias lenguas”. La sustancia de la poesía nutre todos los idiomas, les da movimiento, los enriquece y potencializa sus propiedades. Este principio ha sido aplicado a lo largo de la historia por muchos poetas que, al traducir a otros autores, ponen en circulación las voces poéticas provenientes de distintas latitudes verbales enriqueciendo la tradición literaria universal. En estos “intercambios” surgen nuevas dinámicas: influencia recíproca entre idiomas que se refleja en la construcción de nuevas obras y nuevos lectores. Entre los muchísimos casos menciono el de David Shook, quien es poeta, traductor y cineasta. Nacido en Texas, y residente en Los Ángeles. Shook ha traducido al inglés a autores como Mario Bellatin, Tedi López Mills, Vasily Kamensky, Hugo Hiriart, Eduardo Lizalde, Francisco Hernández, Raúl Rivero, Víctor Terán, Marcelo Ensema Nsang, entre otros, abordando idiomas como el español, zapoteco, ruso, náhuatl, francés y portugués. Esta aventura lingüística se ve reflejada en su poesía que, a veces, escribe en español o que traduce en compañía de otros escritores como Gaspar Orozco. En uno de sus poemas podemos leer una especie de breve manifiesto:“Mi lengua es un timón como la aleta de una trucha/ que nada/ en los sedimentos volcánicos de un lago que se extingue/ tanta opacidad/ tan sólo la aleta sabe qué dirección/ seguirán los peces.” Con la reciente publicación de su libro en Londres, Our obsidian tongues (Nuestras lenguas de obsidiana, Eyewear Publishing Ltd, 2013), David Shook nos revela un mundo mágico que se manifiesta lo mismo en el sueño que en la realidad: “Mi padre tuvo una visión/ por el cristal doble de la ventanilla del avión:/ Los dioses aztecas protegían la ciudad,/ los brazos cruzados como sacaborrachos de un bar celestial”; y ese mundo refleja mucho de la experiencia de David en México: va de la gran Tenochtitlán hasta Matamoros, visitando peluquerías, cantinas, mercados, en medio de charlas con amigos, reproduciendo el habla coloquial desde los bajos fondos del México loco; más que un turista, David Shook es un habitante que transita con la poesía como pasaporte. Nuestras lenguas de obsidiana, de David Shook, es un ejemplo de la relación que existe entre la literatura estadunidense y mexicana, llena de aproximaciones en las que saltan chispas o incendios de fascinación y asombro. La “pureza” de los idiomas se diluye para dar paso a una nueva lengua; basta visitar Estados Unidos para comprobar la importancia que tiene el español en la vida cotidiana (la misma que tiene el inglés en México). La poesía de David Shook da testimonio de esa transformación de la lengua en donde la poesía se convierte en una punta de obsidiana, luminosa y misteriosa a un mismo tiempo •
Provincia griega d.C. Panos Thasitis Se horrorizó cuando él mismo fue y lo vio con sus propios ojos. Tanto desfalco, tal miseria, cómo iba a imaginarlo. De inmediato giró órdenes, una tras otra, verificó, condenó, castigó, para corregir en algo, para contener en algo la situación. Los demás, los de arriba, por supuesto se enteraban regularmente de las noticias. Del celo del nuevo y flamante gobernador su impetuosa vocación de benefactor y proba administración en favor de los pobres, etcétera. Pero no se preocuparon. “Ya se le pasará”, dijeron, “y si no se le pasa y ahora hace como si no supiera, lo sustituimos, lo despedimos, a fin de cuentas lo desaparecemos. Por tanto lo mismo nos da si se le pasa o si no se le pasa.” La verdad es que sí se le pasó y más que eso. Ni hacerlo a un lado fue necesario tampoco por supuesto –¡al pobre!– desaparecerlo. Ahora asciende ágilmente y tiene un futuro brillante.
Véase La Jornada Semanal, núm. 780, 14/ ii /2010 Versión de Francisco Torres Córdova
Jornada Semanal • Número 959 • 21 de julio de 2013
........ arte y pensamiento Alonso Arreola
Miguel Ángel Quemain
@LabAlonso
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Los exilios múltiples de Sandra Félix
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IRIGIDA POR SANDRA FÉLIX a partir de la elección de cinco obras (más una) en un acto –publicadas en 2003 por Biblos en Argentina, que convocó a dieciocho argentinos, mexicanos y españoles–, Exilios cruza sus historias de desprendimiento y duelo en una dramaturgia que hace legibles los símbolos detrás de seis historias que ocurren entre 1920 y 1980. Las formas del exilio son también las de esa extranjería que Julia Kristeva exploró en su inmortal ensayo Extranjeros a nosotros mismos. Melancolía, angustia, periplos delirantes que le dan vueltas al sombrero propio, y aportan una densidad emocional a ese horizonte de desencuentros y vacíos que propone ese puerto móvil al que arribamos en exilios episódicos a lo largo de nuestra vida.
Hay una dramaturgia que sostiene la dirección y que viene de un trabajo que Félix desarrolló con un grupo de actores que la dejaron con deseos de continuar el aprendizaje, hasta llevarlo a una puesta en escena de convergencia con el taller de Memoria Emocional que Sandra impartió en la Casa del Teatro a cuatro de los actores que participan en esta puesta, asistida por Ángeles Hernández. Actúan Xavier Ximenez, Omar Ramírez, Alicia Zárate, Víctor Maraña y Gilberto Dávalos, y todos ellos materializan el dolor del que se va: lo hacen con el cuerpo, el gesto y un tono que se sostiene durante todo el montaje. Exilios se compone de las piezas cortas: “La Frontera”, de Laila Ripoll (España), “El buen vecino”, de Juan Mayorga (España),“Dos exiliados”, de Antonio Álamo (España),“El ganso Djurgarden”, de Lucía Laragione (Argentina), “Desembarco y despedida”, de David Olguín (México), y “Un día de lluvia”,de Alicia Zárate (México), texto que se agrega ahora a esa elección antológica de la directora y que, vale decir, añade una dosis importante de humor esperanzador, de coincidencia en una atmósfera de evidente desencuentro. No es nada más un dato curioso que Exiles, la obra teatral de James Joyce, escrita hace casi cien años y representada en un incomprensivo mundo insular, muestre las sutiles pero violentas formas de exilio que soporta y crea nuestra imaginación, las cuales padecemos en los órdenes más íntimos. El de la pareja por ejemplo, siempre triangular, acosados por formas de deseo e insatisfacción que nos vienen tanto de adentro como de fuera de nosotros, y que ilustran los modos en que emprendemos unos viajes y nos desprendemos del territorio más familiar y conocido para arriesgarnos en aquel donde nos esperan, sumamente inquietos, aquellos que fundamentalmente saben rechazar al extranjero, aunque sea idéntico al que expulsa, al que vigila la frontera, como en estas historias. Sinte-
tizaré sólo una de ellas: la del joven que encuentra a un compatriota que parece resistirse a su lengua materna; todo indica que la ha olvidado, sobre todo en el momento de volverla a articular frente al propio paisano perseguido por su insuficiente pertenencia al contexto extranjero. Como sucede con el duelo, el exilio es una pérdida que aguarda en escenarios de gran diversidad, inagotables pero susceptibles de pensarse como lo han hecho originalmente los dramaturgos argentinos que convocaron a españoles y mexicanos a tratar un tema que triangula y hermana a las tres nacionalidades que no sólo durante el siglo xx han penado a través de variadas fronteras con la ambición de continuar, rehacer, reinventar la vida con sus múltiples maneras de regreso, de reencuentro o de mera contemplación de esas diferencias aleccionadoras para el testigo del testigo. Sandra Félix optó por un montaje que pone en juego la imaginación del escenógrafo y el iluminador Philippoe Amand, quien logra cuadros plásticos que reúnen belleza y eficacia; escenas que son también puentes musicales creados por Erando González, donde transitan unos actores que se visten con pieles tan equidistantes como familiares, para un público que guarda en su memoria histórica peregrinajes, migraciones, tránsitos que han orientado su historia hacia el encuentro y el mestizaje. Exilios es una forma de continuidad en el pensamiento de una directora que entiende el proceso creador como reflexión, indagación actoral y dramatúrgica que le permiten desarrollar un gran dispositivo intelectual y artístico tras bambalinas, un trabajo que fructifica con rigor y articula sus puestas en escena. Ahí también están los exilios de Rose, por ejemplo. Exilios se presenta los jueves a las 20:30 horas, en La Gruta del Centro Cultural Helénico, hasta agosto 15 •
LA OTRA ESCENA
quemainmx@gmail.com
Álvaro cantautor, Abitia gestor
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ACE UNOS MESES NOS regalaron el libro La nueva era de la industria musical. Una mirada desde Latinoamérica, pero apenas tuvimos la oportunidad de sumergirnos en sus páginas. Y no, no se espante nuestra lectora, lector dominical: no profundizaremos de más en un tema relacionado con el hacer de especialistas y profesionales. Lo recomendaremos superficialmente, porque acercarse a obras sólidas de divulgación, creemos, puede parecer ameno e importante a más de un melómano que desee formarse un criterio con respecto a los complejísimos y apasionantes fenómenos que rodean a una canción. ¿Es usted uno de ellos? El autor de este libro es Álvaro Abitia, conocido cantautor tapatío con un recorrido especial no sólo en múltiples escenarios –y calles– que albergaron –y albergan– su oficio, sino también en disqueras, sellos independientes, instituciones o asociaciones que lo tuvieron –y tienen– como artista o directivo. O sea que, efectivamente, es uno de esos que tienen la fortuna –y mala suerte– de ser “juez y parte” en un momento raro de nuestra historia musical. De ahí que abusemos en el uso de guiones –en este párrafo– que nos ayuden a diferenciar su doble vida –caso excepcional. Mitad crónica mitad investigación de comprometida y concienzuda especie, es un texto breve (107 páginas) que pocas veces pierde calidez, que cumple cabalmente su objetivo con estudiantes e interesados en los cambios del tablero sonoro y en el nuevo sentido de sus piezas en nuestra cultura. Es así que, sin dar la espalda a los insoslayables cambios de la industria anglosajona, La nueva era… desconstruye los principales aspectos de una maquinaria que lucha por adaptarse en Latinoamérica. Editado el año pasado por la Universidad de Guadalajara en su colección Monografías de la Academia, nos parece uno de los avances más serios que se hayan intentado en México para convertir las pláticas de café, las experiencias aisladas de muy distintos actores de la industria, en un concentrado efectivo, alejado de la melancolía y las inercias que tanto afectan a la comprensión del presente, a la proyección del futuro. Dicho más específicamente, Abitia define y diferencia conceptos básicos para la discusión (industria cultural, industria creativa, propiedad intelectual, derechos de autor, copyright, copyleft, etcétera), para entonces señalar los procesos de creación, producción, distribución, promoción, formatos e influencia de internet, todo en relación con preocupaciones y dudas básicas de artistas –profesionales o amateurs–, consumidores y de quienes viven directa o indirectamente de la música. En el volumen muchos hallarán eslabones que nunca imaginaron en la vertiginosa cadena de esta industria, y podrán responder a preguntas como en qué consiste la economía creativa, cómo nace la propiedad in-
telectual, cómo funciona el derecho de autor, cómo se hace un disco, cómo se produce un concierto, cómo se elabora un contrato y, sí, hasta cómo se funda un sello discográfico independiente. Algo positivo a lo largo de sus páginas, además, es el encuentro frecuente de gráficas y tablas en las que a golpe de vista se puede conocer una numeralia atractiva (cronología de la industria musical, relación entre sus fases y agentes, diferencia entre sociedades de gestión colectiva y editoras, partes de un contrato, comparativos entre el mercado independiente latinoamericano, etcétera). A ello se suma una bibliografía útil, así como notas al pie en donde se hace referencia a otros documentos que vale la pena buscar. Así las cosas, quien se acerque a estas páginas también encontrará posturas con que disentir, pero no se sentirá decepcionado por el nivel de su argumentación. Basten como ejemplo dos citas que, en buena medida, inspiran la pluma de su autor. En la primera habla Álvaro, el músico, criticando la postura comodina e ignorante de tantos colegas:“Nos siguen faltando ganas y conocimiento para ir más allá de grabar un disco y soñar con hacer giras. Seguimos creyendo que basta el talento y un poco de suerte para que pase algo con nuestra música. Seguirá sin pasar casi nada mientras no se tomen decisiones concretas y conocimiento de causa.” En la segunda habla Abitia, el gestor cultural, refiriéndose a las razones por que escribió el libro: “En esas razones hay algo de testimonio y algo de crónica de vida, pero sobre todo unas tremendas ganas de que cierta información, que durante años estuvo en manos de pocos, llegue a manos creativas que tengan la pasión y el conocimiento por la construcción de una industria de la música, desde Latinoamérica para el mundo.” Estamos de acuerdo y hacemos eco este domingo. Buena semana •
BEMOL SOSTENIDO
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arte y pensamiento ........
21 de julio de 2013 • Número 959 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Verónica Murguía
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NA DE LAS CARACTERÍSTICAS que amo de El señor de los anillos, la trilogía de j. r . r . Tolkien, es que en esa historia los ancianos son parte fundamental de la trama. Un libro como ése, nutrido en las sagas y poemas anglosajones, no podría desplegar la complejidad de la anécdota sin Gandalf, Saruman, Elrond y Théoden. Sostengo esto porque uno de los avatares del dios padre de estas mitologías, Odín, es representado como un viejo tuerto que camina por el mundo sostenido por un cayado, lo que no le impide ser, al mismo tiempo, el dios de la guerra y la locura homicida. Beowulf, el poema que Tolkien tanto amó, se puede dividir en dos partes: la primera, presidida por la muerte del monstruo Grendel a manos del héroe. La segunda y trágica, narra la muerte del rey Beowulf, quien lleva cincuenta años coronado, al dar batalla a un dragón. Era, al enfrentarse al dragón, un rey anciano. Pero vuelvo a El señor de los anillos: sin la maldad de Saruman; sin la renovación de Theóden, quien se levanta con el último impulso de un trono que era más bien un catafalco; sin la sabiduría de Gandalf o la serena distancia que Elrond mantiene ante el desastre, El señor de los anillos perdería uno de sus rasgos más originales. Confieso que, como muchos devotos, me gustaba la versión fílmica, pero no pasionalmente, hasta el día que vi un póster que anunciaba Las dos torres. En él, Christopher Lee (Saruman) levanta una mano delgada y nudosa, una mano patriarcal, cruel, que ningún maquillaje podría lograr, para dirigirse a su ejército de orcos. Me dio un escalofrío exquisito y me fui corriendo a comprar los boletos para la matiné. Y aunque hay muchos ortodoxos que no se conforman con las películas, la escena donde Saruman y Gandalf pelean es, para mí, una gloria. Sin los ancianos (y los hobbits también tienen vidas más largas que las humanas) el relato no tendría ese ritmo único, esa aleación entre el ritmo de un libro de aventuras y la profundidad que le otorgan los actos de los viejos, en este caso, milenarios. Y todo esto viene al caso porque mi escritora favorita, Ursula Le Guin, quien ahora tiene lúcidos noventa y un años y lleva un blog (empresa que me parece demasiado moderna a mí, que soy más joven que ella, pero una perfecta lela), escribió en él una entrada que me conmovió. El tema es la edad y la reticencia de nuestras sociedades a considerarla y tratar de entenderla en lugar de negarla. Con un delicioso mal humor registra los diálogos que tiene con gente más joven:“La edad es cuestión mental”, sería el equivalente de lo que le dice una, a lo que ella contesta: “No es asunto de opinión. Es existencial.”
Ursula Le Guin
Escribe, con la sensatez de siempre: “La vejez siempre implica dolor, peligro y termina en la muerte. Aceptar esto requiere valor. El valor merece respeto.” Y sí que lo merece. Por eso, la más o menos reciente declaración del ministro de Finanzas del Japón, Taro Aso, me enfureció. El señor Aso, un canalla sin imaginación pues él también envejecerá, declaró en enero de este año que “la gente mayor debería darse prisa y morir”. El argumento de este señor encantador es que el cuidado de los ancianos cuesta mucho al gobierno. Esto, en el país de los “tesoros vivientes”, me hace pensar que el confuso culto a la juventud que profesan todas las sociedades ha envenenado también a los asiáticos, la única parte del mundo donde yo creía que nadie le pitaba insultos a la viejita que cruzaba la calle. El médico mexicano Francisco González-Crussí escribió estas líneas en su entrañable ensayo “Sobre la vejez”:“Pero todavía quedan algunos que sostienen que la última línea defensiva es el amor. Y aunque puede sonar trivial o hipócrita, es, todavía, el mejor escudo que uno puede interponer entre la vejez y la desesperanza.” Yo me tomo en serio todo lo que este ensayista escribe. No sólo por la prosa, que tiene suficientes méritos para persuadirnos de atesorar sus libros, y eso que esta escritura, además, está al servicio de una sensibilidad y erudición extraordinarias. También me lo tomo en serio porque es un médico, un hombre cuyo oficio y ar te han consistido en comprobar, entre otras cosas, el daño que el tiempo ejerce sobre nuestra frágil materia. Deberíamos enfrentar la verdad con un ápice de humildad. Todos vamos allá. Y en este país, no es cualquier cosa •
Según spam, esto soy yo
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EBO TENER MUCHOS ENEMIGOS. Debe haber por ahí afuera, en el mundo cruel, una turba que me aborrece y no teniendo hachones, trinches ni antorchas para convertirse en horda de linchamiento que sitie mi castillo, echa mano de la informática, que ya hemos visto últimamente qué tanto tiene de ventaja comunicativa y qué tanto de poderosa arma del imperio. A mí, la turba me lanza constantemente, aparte de ocasionales y muy sanas mentadas de madre (sanas porque cada mentada de madre, se dice, es un tumor menos), los venablos informáticos de su spam. Hay de todo. Un constante bombardeo de ofrecimientos deslumbrantes que esconden, como Yago, la daga envenenada de un virus informático, un gusano barrenador de mi privacidad: falsamente amorosos ofrecimientos de todo, de dinero en préstamos, de dinero a raudales en negocios fá-
ciles, de caricias amorosas, de créditos hipotecarios ridículamente baratos… De pastillas para –tiemblo de imaginar que el espionaje moderno llegue a la foto satelital que con nitidez, allende la estratósfera, me atrape en cueros por el ventanuco de mi baño– aumentar el tamaño de mis genitales, para hacerlos más vigorosos, para que mis presuntas amantes (ninguna) o mi mujer (una sola) me recuerden por el resto de sus vidas como el tigre de alcoba más brutal, salvaje, incansable y complaciente que tuvieron la suerte de encamar. Siempre hay un gringo (así los imagino: gringos) queriendo compartir conmigo el secreto para perder peso de Drew Barrymore o Sandra Bullock. Deberían en todo caso pasarme el secreto de Brad Pitt, o de perdis el de Jack Nicholson. Durante el proceso electoral del año pasado sostuve acaloradas discusiones con la parentela y algunas amistades por correo electrónico y en redes sociales sobre las marranadas del pri y la manera tramposa en que se impuso a Peña Nieto como presidente. Critiqué duramente –y fui duramente criticado por ello– la tibieza opositora y la que entonces me pareció tramposamente pactada manera en que la derecha, representada por el partido Acción Nacional, le hacía el juego al pri . Como tengo muchos parientes de derechas, la cosa se puso color de hormiga. Y viene a cuento el pleito pasado porque curiosamente alguno de ellos vivió muchos años en Brasil y buena parte de ese correo basura que me satura hoy me llega en portugués. La venganza, supongo, a veces suena a samba. Pero mi caso es del más prestigioso alcance internacional. Recibo, además del brasileño, spam en español de México, Argentina, Chile y Colombia; inglés gringo, británico y canadiense, francés a saber de qué rincones del mundo y hasta algo que, por los caracteres, supongo chino mandarín pero igual es coreano.
Recibo ofertas de pisos y departamentos en Buenos Aires y en Miami, y a diario avisos de que me gané, otra vez, un depósito millonario porque soy el hombre más afortunado del mundo, y según parece cada diez minutos un emporio mundial decide regalarme desde diez mil dólares hasta diez millones de libras esterlinas por mi linda cara. Soy también un atractivo socio comercial para banqueros africanos, o sus viudas, o sus huérfanas, que se mueren de ganas de que les cobre lo que me dé la gana de comisión siempre que les diga en cuál de mis múltiples cuentas bancarias me pueden depositar esos seis millones de dólares –lo mismo que costaba un hombre biónico en los años setenta– que les urge mover. Recibo invitaciones dispares que me permiten suponer que se me considera algo así como un Hombre del Renacimiento a la Da Vinci, y que sé prácticamente de todo: siempre hay una licenciada Marlene algo que me ofrece participar en un coloquio sobre outsourcing, o sobre perforación de pozos en aguas profundas. El licenciado Antonio Lu me avisa que puede llenar mi página web, que no existe, con millones de visitantes, mientras Estephany Domínguez me invita a aprender a operar una planta termoeléctrica de ciclo combinado y, de manera aseadamente comedida, Daniela Morales me dice que limpiarse el culo con papel de baño no es lo recomendable, que debo comprar un bidet. Así que, haciendo caso de todas esas recomendaciones y ofrecimientos tan amables y generosos, en breve seré un garañón de espectacular virilidad, experto en tecnologías varias y, además, riquísimo, cosa que me hace muy feliz y sentirme muy querido por todos. Pero no, no me manden más spam, que demasiado éxito en la vida no puede ser sano. Aprovéchenlo ustedes, los que me lo mandan, y si no saben qué hacer con el suyo, siempre queda la posibilidad de hacer un rollito… •
CABEZALCUBO
Y reverdecen
LAS RAYAS DE LA CEBRA
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
15 Jornada Semanal • Número 959 • 21 de julio de 2013
........ arte y pensamiento
Javier Sicilia
Luis Tovar
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ACE POCO, EL 30 de junio, la ciudadanía de Morelos marchó en silencio para protestar por el estado de violencia que vivimos. El silencio que la acompañó tiene muchos antecedentes en el país: la marcha del silencio del '68, la que encabezó Alejandro Martí en 2008, la que realizó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en 2011 y la que a finales de 2012 realizaron los zapatistas. ¿Por qué elegir el silencio en una marcha? ¿Por qué no mejor –como sucede en casi todas las marchas de protesta– la consigna: la palabra dura y directa o el testimonio que, frente a la destrucción de la palabra que conlleva cualquier violencia, elogié en mi artículo pasado? México vive una profunda violencia que amenaza con extinguirnos como sociedad, una violencia que al igual que destaza, desaparece, extorsiona, secuestra, va instalando también una estructura de miedo y parálisis en la psique de los que escapan a sus consecuencias extremas. Esa violencia, que no es la de la guerra, sino la del terror, tiene, por lo mismo, un componente genocida sobre el que se vuelve inútil argumentar. En la Alemania nazi –paradigma del genocidio– los únicos que argumentaban contra la construcción y operación de los lager eran los propios funcionarios nazis. Los que marchan en silencio se rehúsan a comportarse como ellos. Saben que la violencia que hoy vivimos tiene el mismo componente que movía la violencia de esos campos genocidas, y que es necesario oponerse a ella, pero sin gastar una sola palabra. Hay –decía Iván Illich al hablar de las armas modernas que son genocidas– poderosas razones para negarse a debatir ciertos temas que rebasan nuestra condición humana y cuyos conceptos, dirían los lógicos, poseen un “estatuto epistemológico extraordinario”. No se puede debatir sobre la violencia que vivimos sin argumentos que demuestren su condición genocida y totalitaria. Pero a partir del momento en que los encontramos, el concepto sobre el que se debate, dice Illich, deshumaniza un poco nuestra posición. Frente a ese horror, sólo hay dos caminos: el alarido, que se acerca al silencio, o el silencio mismo. Al igual que la glosolalia, ciertos mantrams , algunos poemas de Paul Celan o el balbucir de Hurbinek –el niño que nació en Auschwitz y del que da testimonio Primo Levi– hay gritos que, como el silencio, están fuera del lenguaje, pero que, sin embargo, hablan de una forma más profunda y más fuerte que las palabras, porque justamente están del otro lado del sentido. “El silencio –vuelvo a Illich–, engastado en el alarido del horror, trasciende la lengua”, pero nos unifica “en una lengua común” que “puede hablar con una sola voz en su alarido mudo.”
No quiero decir con esto que estoy en contra de la discusión profunda sobre la violencia y su componente genocida, mucho menos del testimonio, que elogié en mi artículo pasado. Simplemente digo que ese debate, que depende de la competencia de los especialistas o de quienes pueden testimoniar, no es accesible en una protesta a todos, mucho menos a quienes, como las víctimas, han sufrido las consecuencias de la violencia. El silencio, en cambio, es profundamente democrático. Los mismos especialistas pueden también acceder a él como última palabra y unirse a esos seres humanos que eligen, de manera racional y elocuente, la protesta silenciosa para reprobar el horror indescriptible de la violencia y expresar su fe en la vida y su esperanza. El silencio de las marchas a las que me he referido, y de las que vendrán, es una expresión de dignidad y de fuerza, es la expresión del “no” a cualquier sometimiento.“Quien permanece callado –dice Illich– es ingobernable.” Hoy, más que nunca, en medio del ruido atroz de la violencia que apuesta por la mudez de las fosas comunes y el terror, hay que reivindicar, junto con el testimonio, el silencio que se levanta contra el horror. Ese silencio, que marcha por las calles y recupera su espacio público para que el lenguaje vuelva a ser, es más fuerte que cualquier ruido, más profundo que cualquier palabra. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco- cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón •
Buñuel y los que quisieran serlo (i de ii)
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ESPUÉS DE LAS TREINTA y dos películas que Luis Buñuel dirigió, Mi último suspiro, su autobiografía, es con toda seguridad la mejor fuente disponible para conocer el pensamiento del cineasta aragonés. En el inmenso y disperso mar de esas memorias –llevadas de la voz al papel por el guionista Jean-Claude Carriére, que colaboró con el de Calanda de 1964 a 1977–, Buñuel menciona algo que él llamaba El libro de los muertos: un cuaderno en el que iba apuntando los nombres de amigos suyos ya desaparecidos. Ahí especifica también algo importante: “Solamente anoto los nombres de aquellos con los que he tenido, aunque sólo fuera una vez, un verdadero contacto humano.” Generoso, por cuanto implica para aquellos el deseo de larga vida, algunos párrafos más adelante Buñuel afirma que “algunos de mis amigos detestan este librito, temiendo, sin duda, figurar en él algún día.” Que se sepa, El libro de los muertos de Buñuel nunca ha sido publicado, por lo cual se ignora el dato exacto de quiénes y cuántos habrán sido los afortunados que tuvieron, citándolo de nuevo, un verdadero contacto humano con Buñuel. Lo cierto es que el temor de muchos no debió ser ocasionado por la posibilidad de leer su nombre en ese libro necrológico, sino precisamente por lo contrario, es decir, el hecho de no haber cumplido el mínimo requisito para figurar entre los verdaderos afectos del más grande cineasta nacido en Esp a ñ a y – l u g a r co m ú n obliga a decirlo tal cual– uno de los más importantes del cine de todas las épocas y lugares.
conocidos tal vez nos compare con un personaje de película de Luis Buñuel. Pero si además del Surrealistón arriba mencionado existiera una máquina que determinara nuestro nivel de surrealismo o de buñuelismo –y que podría llamarse Buñuel-O-Matic, como alguna vez bromeó Julio Cortázar respecto de su
El surrealismo sigue de moda
Desde que, palabras más, palabras menos, André Breton decretó que México era el más surrealista de todos los países, casi no es posible encontrar a ningún mexicano que se haya enterado del decreto del francés, al que no le agrade ostentar el letrerito y que no suelte, a la menor oportunidad, su propia versión de lo que es el surrealismo, ilustrándola con alguna anécdota supuestamente demostrativa pero que, la mayoría de las veces, no pasa de ser uno de los tantos absurdos burocráticos, ideológicos, de comportamiento, de lenguaje, o de cualquier tipo en los que –no sólo en México– solemos recalar y que, antes del surgimiento de este codiciado ismo, a nadie le preocupaba etiquetar. A saber si aún queda por ahí alguno, pero a este arrimacomas le consta que alguna vez existió, incluso, un juego de mesa en el que, a la manera del otrora popular Maratón, se competía para saber quién de los presentes era más surrealista que los demás (en esa lógica, bien podría haber un Existencialistón, un Socialistón, un Derechistón y hasta un Fascistón), y que puede ganarse soltando las primeras palabras que lleguen a la mente, confundiendo así, juego y jugadores, el ingenio con la incoherencia y una expresión del subconsciente con simples borucas. Decir o hacer “surrealistamente” siempre ha sido muy lucidor y permite granjearse una modesta –aunque equívoca– fama con la que, ya de perdida, nuestro círculo más estrecho de
Rayuela–, por más sinsentidos que fuéramos capaces de soltar, nos quedaríamos muy atrás de las Silvias Pinales, los Ernestos Alonsos, los Claudios Brooks, los Gustavos Alatristes y tantos otros que, a toro pasado, más de una vez quisieron convencer a Todomundo de que ellos sí conocieron a Buñuel, que ellos sí fueron sus amigos y que eso, de alguna manera, los convirtió en una envidiable raza aparte (y en lo primero que uno piensa es en la discreción y la modestia de Lilia Prado, Gabriel Figueroa, Alex Phillips, Fernando Soto Mantequilla y varios más, que también trabajaron con Buñuel pero a quienes nunca les dio por hacerse los interesantes a causa de ello). ¿Será posible medir en el Buñuel-OMatic la meridiana mediocridad de Silvia Pinal con sus Casos de la vida real? ¿O las decenas de telenovelas hipermelcochosas que produjo Ernesto Alonso para Televisa, con las cuales liquidó no sólo cualquier asomo de respetabilidad histriónica que se le pudo haber tenido, sino al mismo tiempo contribuyó a conve r t i r a m i l l o n e s d e m ex i c a n o s e n espectadores absolutamente repelentes a la iconoclastia y la inteligencia d e l c o r r o s i vo h u m o r b u ñ u e l i a n o ? ¿Qué decir de la millonada que Gustavo Alatriste pidió alguna vez para ceder sus derechos en México sobre algunas películas de Buñuel? • (Continuará.)
CINEXCUSAS
El sentido del silencio
CASA SOSEGADA
cinexcusas@yahoo.com
entrevista
21 de julio de 2013 • Número 959 • Jornada Semanal
con Carmen Boullosa
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Q
ué importancia tuvieron en su formación como escritora las traducciones de obras de otras lenguas y ámbitos culturales?
‒Mi formación primera, la estructural, no hubiera sido sin las traducciones. Los cuentos de los hermanos Grimm, los pasajes de los Evangelios que escuché desde muy niña –mis papás llevaban una agitada vida religiosa–, las vidas de santos (fundamentales en mis imaginaciones infantiles), los pasajes de mitología griega que nos contaba mi papá y que estaban a la mano, en versiones para niños, en la biblioteca de mi abuelo materno… Mi imaginario se iba formando por la mezcla de lo que yo escuchaba, y que era producto de traducciones. Del templo a la fiesta, del culto mariano a las canciones que escuchaba mi tío Gustavo –“Ahí viene la plaga” es una traducción–, el capital imaginario del que yo crecía (o con el que yo crecía) era multilingüe, aunque en mi casa sólo se hablara español. La traducción era un hecho cotidiano, rutinario. Otra faceta de esto estaba en “las muchachas”, las mujeres del servicio doméstico; ellas conocían a conciencia sus lenguas y malhablaban el español, nos traducían sus sabidurías –la sandía es caliente, por ejemplo– y también sus cuentos, “supersticiones”, decía mi mamá, el Coco, la Llorona, los fantasmas, la serpiente que reinaba en una cueva, etcétera. Estos primeros años son lo que deja marcada o formada a la persona de un escritor. No resto méritos a las primeras lecturas. Cuando empecé a ser lectora independiente, a elegir los libros que yo quería leer, a sacarlos del librero a mi arbitrio y a correr las páginas con la sensación de que era yo la que corría una aventura en la que no me acompañaba nadie, las traducciones fueron centrales. Aún “escucho” en español los Diálogos, de Platón –había un pueblo llamado Platón cerca de donde vivimos un año fuera de Ciudad de México, en la Huasteca hidalguense que se llamaba Platón: yo sentía en aquella primera lectura que el griego era autóctono–, y oigo en español a los personajes de Dostoievsky. Y me acuerdo que eran en español mis lágrimas por mi primera lectura de Los miserables… No puedo conjeturar qué sería yo sin haber leído las desventuras del joven Werther, los subibajas del Fausto, de Goethe… En cuanto empecé a tener apetito de querer ser escritora, las traducciones pasaron a un segundo rango. Quería leer en lengua original. El clic sonó con Wuthering Heights: el inglés tenía un charm que no tenía el español. El clic siguió: leer a Góngora (a quien no había leído nunca, mi papá no me lo leía en voz alta de niña), también era leer en una lengua original. Y esta hipersensibilidad por la lengua original se fue permeando a Lope, Cervantes, Lizardi, algunos que me habían sido leídos en voz alta, para dormirme, cuando era más niña. Pero no tengo esta hipersensibilidad por la lengua “original” cuando pienso en los básicos que me formaron: de Santa Lucía, a la Virgen María, al rock.
Ilustración de Juan Gabriel Puga
–¿Qué traducciones recuerda, quizá, como las que más contribuyeron a crear su propio estilo?
–Insisto en que lo más importante fueron las primerísimas lecturas, las que escuché, bien literalmente leídas en voz alta (o cantadas), o previamente digeridas por otros. El capital imaginario de mi primera infancia.
–Su obra ha sido traducida a otros idiomas. Sabemos, por ejemplo, que al alemán ha sido traducida por la gran traductora Susanne Lange (también traductora de Palinuro de México y de la última versión de Don Quijote en alemán). ¿Cómo ha sido el trabajo de colaboración con sus traductores? ¿Cree que puede ser enriquecedor para un escritor ver su obra confrontada con las melodías, las estructuras de otras lenguas y ámbitos culturales?
‒La relación con Susanne Lange, con Claude Fell, con Erna Pfeiffer, con Psiche Hugues, con
La lectura como traducción José Aníbal Campos
Leland Chambers, y con otros traductores me ha enriquecido enormemente. Aprendí a su lado otro sentido de responsabilidad de la lengua. Fueron mis maestros. Es muy enriquecedor. También el trabajo con editores, por cierto. El editor extranjero que de verdad se mete en el texto, que le pone el bisturí para ver si cede. También se aprende. Se aprende, y se hurta: los incorpora uno como parte del primer proceso de escritura. Son parte mía. Me los he comido.
–¿Ha tenido alguna vez la ocasión de ejercer la traducción de algún autor que le guste especialmente, aunque fuese por divertimento? En caso de que sí, ¿cómo ha sido la experiencia?
‒Traduzco frecuentemente en mis libretas, y pocas veces doy a publicar la traducción. Traduzco cuando necesito entender más un texto. Cuando necesito saltar de gusto ante un texto. O cuando no entiendo nada de éste. O cuando detesto a un traductor previo, y quiero darle una vuelta de tuerca. O por deseo de ejercicio –probar a brincar obstáculos de un cierto modo. O por narcisismo: porque encuentro algo muy mío en ese texto que necesito que esté en español. Las pocas veces que he dado a publicar mi traducción ha sido porque quiero que otros disfruten al autor con que he trabajado, como lo hice con Mark Doty, con Megan O’Rourke, con Honor Moore. Lo que es frecuente es que me ocurra que comienzo a traducir con total entusiasmo y que abandono la labor sin terminar. Por diferentes motivos, a veces por desilusión –con el texto que trabajo– más a menudo, porque ya obtuve lo que quería del ejercicio, lo que yo quería para mí: entender, comprender, afinar, entonar, ejercitar... O porque encuentro una traducción que es muy superior a la que estoy haciendo. El verdadero traductor es un ser generoso. Yo traduzco por egoísmo literario, el proceso es para mí •
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