■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 13 de octubre de 2013 ■ Núm. 971 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
• Cárcel y libertad en Brasil, I ngrid S uckaer • A ntonio G amoneda : sentimentalidad oscura • Cuentos de A guirre y S amperio
de asombros
bazar M
En un ensayo incisivo, y siguiendo a Berardi, Naredo y Luhmann, Sergio Gómez Montero analiza el dilema en el que nuestra sociedad contemporánea se debate cuando busca, como única vía de bienestar y progreso, una “modernidad” sólo entendida bajo los dictados de la tecnología y el consumo, a pesar de que éstos han demostrado ser enormes factores de alienación colectiva que no sólo afectan al presente sino enferman, desde hoy, a un futuro del que sólo la ingenuidad o la inconsciencia nos permite creer que habremos de salvarnos, pero al que quizá todavía estamos a tiempo de transformar en algo más humano. Publicamos además un artículo de Ricardo Bada sobre héroes y estatuas, una entrevista con el narrador y editor mexicano Raúl Hernández Viveros, una semblanza del poeta español Antonio Gamoneda, así como sendos cuentos de Eugenio Aguirre y Guillermo Samperio. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
Hugo Gutiérrez Vega
e alegra que Rumanía ya empiece a tomar su lugar en la Feria Internacional del Libro más importante del mundo de las lenguas romances. Si mona Sora Constantinescu fue, en las reuniones del jurado del Premio fil de Literatura en Lenguas Ro mances y en los días de su estancia en Guadalajara, una embajadora inmejorable. Es urgente que el Encuentro de Poetas del Mundo Latino aumente sus contactos con el caudal literario rumano (Marco Antonio Campos, desde hace años, viene luchando a favor de la presencia rumana en nuestra reuniones. En estas jornadas de Poetas del Mundo Latino ya han estado presentes Marín Sor escu y Liliana Popescu, pero faltan muchos). Tenemos que abundar en el estudio de los grandes ensayistas y pensadores: Mircea Eliade, Cioran, Noica, Steinhardt, Couliano (asesinado en Chicago por la Securitate del conducator chiflado y macabro) y otros interesan tes escritores que completan el cuadro del ensayo rumano. Me detengo para poner como ejemplo de la lucidez y de la originalidad de los pensadores dacios un ensayo de Constantin Noica titulado Seis enfermedades del espíritu contemporáneo. Recordando a su amigo Steinhardt, habla de las consecuencias deja das por el universo concentracionario: “Frente a la tiranía, a la opresión, a la miseria, a la desgracia, a la desventura y a la ansiedad, no sólo no debes dar te por vencido, al contrario: debes sentirte con un deseo inmenso de vivir y de lu char.” Noica era, sin duda, el más sensato de los pensadores de los años treinta rumanos, pues mien tras Eliade y Cioran fueron segui dores del asesinado Codreanu y de su Legión, así como de la Gardâ de Fier de Antonescu (el retorcido conducator del guisa do de ojos rumanos en la novela Kaput, de Curzio Malaparte), Noi ca se mantuvo al margen y ma tizó las enseñanzas del maestro por excelencia de ese grupo, Nae Ionesco. Por su par te, el otro miembro de esa ilustre y confusa generación, Eugen Io nesco, optó por el exilio; se fue
RUMANÍA Y LA FIL (I DE II) a París y echó a andar la aventura genial del teatro del absurdo. Noica se niega a apoyar a la Legión y les dice a Cioran y a Eliade que es “alumno de Descartes y de Kant y que, por lo tanto, no aprueba la mística exaltada del movimiento de Codreanu”; sin embargo, cuando és te es asesinado por agentes de la desfalleciente mo narquía, Noica, en protesta por el horrendo crimen, se inscribió en la Legión e hizo el elogio del Capitán Codreanu. Gabriel Liiceanu, alumno de Noica, recoge estos complejos acontecimientos en sus comenta rios al Diario de Páltinis, obra fundamental del atri bulado Noica. Tal vez el más conmovedor de los libros de Noica sea Rueguen por el hermano Alejandro. Se basa en una anécdota de finales de la segunda guerra mundial: las tropas soviéticas, en su avance victorioso, ocupa ron un monasterio en la región de Moldavia. Los mon jes rumanos huyeron. Al poco tiempo regres aron y encontraron en el altar mayor un mensaje: “El co mandante de las tropas que ocuparon este monaste rio declara que dejó intactas todas sus instal aciones y les pide que rueguen por la salvación de su alma.” Desde entonces, la ortodoxia rumana ruega por el des conocido comandante Alejandro, miembro del ejér cito de la Unión Soviética. Rumanía va a enriquecer la Feria y se va a acercar con fuerza a sus primos hermanos de la “latinidad”. Los poetas como Blaga, Arghezi, Eminescu (el poeta fundamental del romanticismo), Jebeleanu y Sorescu nos abrirán las puertas de una hermosa len gua que se aferra a sus raíces la tinas y que, para nuestra fortuna, sigue en camino y se enriquece con nuevas (y fieles a la tradición lingüística, aun en sus flagrantes violaciones) aportaciones litera rias. En la feria de este año pre sentaremos profusamente a Lu cian Blaga, poeta y filósofo que representa muchas de las virtu des del espíritu rumano • (Continuará.)
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Constantin Noica
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Ilustración de Mariana Villanueva Segovia
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Jornada Semanal • Número 971 • 13 de octubre de 2013
Lichtenberg: sobre héroes y estatuas
Ricardo Bada
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s bastante posible que la primera relación in terdisciplinaria de un español con un mo numento público se formalice al pasar, asi mismo por primera vez, frente a la estatua ecuestre delante del Parque del Retiro, en Madrid, y sesgar inconscientemente la mirada para com probar si es que los atributos genésicos del corcel justifican el lapidario dicho peninsular de tener “más cojones que el caballo del Espartero”. Ese mismo español (no se llamen a engaño, soy yo), arriba un día a los Parises de la Francia, se acer ca al Arco del Triunfo y su curiosidad lo lleva a no sólo verlo de lejos, como los toros, sino a pasearse entre su arquitectura; y quién quita que no suba a la azotea panorámica para allí respirar a pleno pul món Dyoxid de Carbone n° 4, el perfume inconfun dible de l’Étoile. Como fuere, si se detiene a leer en las paredes de la imponente construcción, casi sería mejor que no hubiese aprendido a ha cerlo, porque uno de los primeros nom bres que verá en la lista de batallas ga nadas por Napoleón (no en vano se trata del Arco “del Triunfo”) será el de Arapi les, cuando los gachupines al mando de Wellington expulsaron defi nitivamente de la península a la Grand Armée. Amén de ello, les aconsejaría a los propensos a la taquicardia no buscar el sacro santo nombre de Bailén, la pri mera derrota sufrida por el ejército de Napoleón, ante portas de Andalucía. Pero me temo que estén ta chándome de eurocentrista. Pondré dos ejemplos más que no sean de la madre patria. Imagino que alguno de mis lectores recuerda lo que cierta vez contó García Márquez acerca de la estatua de Morazán en Tegu cigalpa. Se lo resumiré aquí a quie nes no lo recuerden: parece ser que la comisión enviada a París para encargar la estatua del prócer se dedicó a la farra y a tirar la casa por la ventana (por las ventanas del Moulin Rouge), con el resultado de que al final se quedaron poco menos que sin blanca y hubie ron de recurrir a un chatarrero, en cuyo
almacén descubrieron una estatua ecuestre del ma riscal Ney, fusilado en 1815 por traidor a la patria. Como su precio estaba al alcance de los esquil mados bolsillos de la comisión, se llevaron para Tegucigalpa al mariscal Ney, quien bajo el nombre de Francisco Morazán cabalga eternamente está tico en una de las principales plazas de la capital hondureña. Dicho sea de paso: lo que creo que Ga bo no cuenta es que a Morazán también lo habían fusilado, y hasta me atrevo a pensar que lo hicieron traidores a la patria mesoamericana, o sea, que este mundo es un pañuelo. Y en la plaza de armas de Lima puede admirarse un monumento asimismo ecuestre del general San Martín, y en él, sobre la cabeza de la estatua de la Libertad que lo acompaña, una esbelta llama (de la familia de los camélidos, especie Lama glama). Quie nes saben me han platicado, jurado y perjurado, e se non é vero é ben trovato, como aseveran los italia nos, que cuando el escultor entregó el monu mento a los ediles que lo encargaran, todos lo admiraron sin reservas... excepto uno de ellos, más culto, el cual echó de menos “la llama votiva”. Obligando al escultor a completar su obra del modo que les he descrito. Ustedes se dirán que en un país que pasa por ser tan serio como Alemania, cosas como éstas no podrían suce der. Tranquilícense: suceden. (Y hasta en los Países Bajos, donde en Ámsterdam llegan al extre mo irónico de haber colocado la estatua de Gandhi, cuyo triun fo inició la caída del Imperio Británico, en el mismísimo cen tro de la Alameda Churchill, su campeón.) Pero volviendo a Alemania: a uno de sus más grandes escritores, a uno de los mayores talentos que haya dado en toda su historia el idioma alemán (que no es precisa mente parco en talentos), nada menos que a Georg Christoph Lichtenberg, ni siquiera la ciudad de Gotinga –en cuya Universidad fue Lichtenberg el equivalente de lo que un fray Luis de León en la de Salamanca–, ni siquiera ella, hasta 1992, le había dedicado una estatua.
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El placer que dura un instante.
Por dicha, la dinámica sui géneris de los aniver sarios redondos sirvió de coartada para poder des facer el entuerto. Y fue ese año, con motivo de cum plirse los 250 del nacimiento del autor, esto es, el semi-Quinto Centenario de quien legó a los siglos venideros este aforismo inmortal: “El primer indí gena que descubrió a Colón hizo un mal descu brimiento.” Por iniciativa de una editorial de libros de arte, Arkana, de su lichtenberguiano propieta rio, Tete Böttger, se encargó una estatua del genio cuasi clandestino de la lengua alemana. Sólo que ¿dónde se encargan en nuestros tiem pos estatuas de este género? Böttger descubrió que los especialistas se encontraban en Albania, y que en Albania, como consecuencia de la caída del régi men de otro benefactor de la humanidad, había un depósito muy requetechulo de chatarra de bronce esperando ser reciclada. Lo que posiblemente Böttcher no alcanzó a soñar, y hasta creo que no lo hubiese logrado ni siquiera recurriendo al lsd, es que la estatua de Lichtenberg que le encargó a uno de los más avezados esculto res del ramo, Fuat Duchku, se la iban a hacer con el bronce fundido de aquella de dos metros de alto, del dictador Enver Hoxha, que vigiló durante cua tro décadas la vida de Tirana, la capital del país. Pe ro así fue, por muy increíble que les parezca, ya que los caminos de la justicia poética son inescrutables. Digo esto, y con ello termino, porque el hecho me hizo recordar un bellísimo poema en prosa de Oscar Wilde. Aquel en que un escultor concibe la estatua El placer que dura un instante, pero no halla en todo el mundo el bronce con que forjarla, pues todo el bronce que había lo usó él mismo, cuando murió su gran amor, para crear la estatua de El dolor que dura toda la vida. Y cuando el escultor –enamorado nue vamente al cabo de unos años de duelo– se dio cuen ta de ello, ¡hala!, fundió El dolor que dura toda la vida para forjar El placer que dura un instante. Aplicándolo al caso del monumento a Lichtenberg en Gotinga, y parafraseando al propio don Oscar, convengamos en que la Naturaleza limita al Arte •
Estatuas de Georg Christoph Lichtenberg en Göttingen, Alemania
entrevista con Raúl Hernández Viveros
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Edgar Aguilar Autor, entre otros, de La invasión de los chinos (1978), Los otros alquimistas (1980), Los tlaconetes (1982), El secuestro de una musa (1984), Una mujer canta amorosamente (1985), El talismán del olvido (1992) y La conspiración de los gatos (1997), todos ellos libros de cuentos; la novela Entre la pena y la nada (1985); los libros de ensayos La nictalopía de Sor Juana Inés de la Cruz (1999) o Pensa miento, memoria y escritura (2000); la compilación Autores veracruzanos contemporáneos (1999) y su muy celebrado Relato español actual ( fce , 2003), así como un libro híbrido, La genero sidad divina (2009), e incluido en numerosas antologías de relatos dentro y fuera de México, Raúl Hernández Viveros (Ciudad Mendoza, Veracruz, 1944) cuenta asimismo con una profusa trayectoria como editor: estuvo a cargo del Departamento Editorial de la Universidad Veracruzana (1986-1988) y fue director de La Palabra y el Hombre a lo largo de una década (1986-1996). Desde 1996 dirige Ediciones y la revista Cultura de Veracruz.
cluir ensayos de antropología, filosofía e historia. Bajo su dirección fue realmente interesante su inter cambio con los principales escritores contemporá neos, lo que aportó otra perspectiva a las ediciones de la Universidad Veracruzana. Sin embargo, varias obras extraordinarias ya no pudieron salir a la luz pública. Por ejemplo, se anunciaron libros de Gom browicz, Schulz, Musil, Zambrano, Steiner, y un vo lumen de cartas de Ermilo Abreu Gómez. –Al concluir tu período como director de La Palabra y el Hombre creaste tus propias publicaciones: Academus y Cosmos. ¿Cuál era el carácter de estas revistas?
–Academus y Cosmos, junto a la revista México Nuevo, fueron publicaciones anteriores a mi nombra miento al frente de La Palabra y el Hombre; aparecieron en los años sesenta y setenta, en aquella etapa cuan do conocí a Sergio Pitol. En las tres siempre se dedicó el espacio mayor a las letras, principalmente Cosmos, porque se fundó en homenaje a Wiltold Gombrowicz.
-A
lguna vez se dijo que durante tu labor como director de una de las revistas más importantes de México y de Latinoamérica en su época, La Palabra y el Hombre, se restringió el contenido de ésta “a temas academicistas y poco atractivos para un público lector más amplio”. ¿A qué se debió fundamentalmente esta “restricción”, si es que la hubo?
La palabra,
–Al principio se mantuvo la armonía entre el es pacio dedicado a la literatura y la divulgación de las investigaciones antropológicas, arqueológicas, his tóricas y educativas. A Sergio Galindo lo llamaron después de que las publicaciones y la revista de la universidad estuvieron a punto de desaparecer. Du rante cerca de dos años dejaron de salir nuestras edi ciones. A partir de 1972, Sergio Galindo, desde Ciu dad de México, mantuvo el contenido en la revista exclusivamente literario, el cual le tocó también a Juan Vicente Melo. Antes, Sergio Pitol intentó hacer su propia revista literaria, pues la política editorial universitaria le señaló que debía continuar con la tradición de publicar trabajos de investigación. Fi nalmente, logró mantener materiales literarios e in
el dandi y
la mosca
–Desde su fundación, en 1957, la revista se planteó como un cuaderno o libro en donde se ofreciera el mayor espacio a la divulgación de nuestros académi cos e investigadores. Sin embargo, en su nueva épo ca en los años setenta se transformó en una revista literaria, cuestión que a mí me hubiera gustado con tinuar. Por lo cual, las autoridades universitarias indicaron el papel que desempeñaba nuestra máxima publicación: difundir los trabajos de investigación en el campo de las ciencias sociales. –Con personajes de la talla de Sergio Galindo, Sergio Pitol o Juan Vicente Melo al frente de la editorial y de la revista, ¿se inclinaba más el contenido a la creación literaria aunque hubiera “línea” de las autoridades por incluir temas académicos, que a mi criterio son los que predominan en la actualidad?
mó al conocimiento de autores universales. De lunes a viernes un grupo de amigos tocábamos la puerta de su departamento en el centro de Xalapa y al abrir siempre era la misma invitación: “Les invito un ron cito.” En aquellas reuniones nos comunicaba sus proyectos literarios, describía las películas que más le habían emocionado, recordaba algunos pasajes de novelas clásicas, y se emocionaba con la letra de al gunos boleros. Al día siguiente aparecía puntual en la editorial vestido como un dandi. Al final de 1967 se fue a Belgrado. Comencé a recibir sus cartas, don de me sentenciaba que había llegado el momento de escapar de la mediocridad mexicana. En aquel tiem po recibí una beca de escritor residente en Polonia. Desde mi llegada me recibió Edward Stachura. A las pocas semanas, Andrés Sobol, traductor de las obras completas de Borges al polaco, me llevó a co nocer todos los rincones varsovianos y me asignó la tarea de vaciar todas las botellas de Wyborowa que fuera posible. Recorrí casi todos los bares de Varso
Foto: cortesía del autor
Posteriormente, al poco tiempo de mi salida de la dirección editorial y de La Palabra y el Hombre, inicié el proyecto de Cultura de Veracruz, que desde el prin cipio se concibió como un espacio para los nuevos escritores nacionales y de América Latina. Hasta la fecha tiene como subtítulo Revista de Literatura Contemporánea, y es un espacio independiente que lleva más de década y media de sobrevivir en un medio donde lo que menos interesa es el papel de la lectura. –Tres referentes de algún modo inseparables han marcado tu vida como escritor y editor: Sergio Pitol, Wiltold Gombrowicz y Polonia.
–Sergio Pitol fue uno de mis maestros que me planteó la aventura de los viajes a Europa, y me aproxi
via. Aquellas noches alucinantes de vodka y vino en diversos antros, resultaron en el descubrimiento de un mundo añorado por los polacos aristócratas y ex céntricos. Con Sergio y otros seguidores construimos un culto a Gombrowicz. Sergio me dio la dirección de Rita Labrosse. Llegué a Milán, acompañado de Alberto Guaraldo, donde vivía la viuda. La entrevis té con la intención de encontrar algún material inédi to de Gombrowicz. Todavía conservo los libros que me regaló: Bacacai, edición de 1957, y el libro que publicó Hermes dedicado al maestro polaco. Rita mencionó la novela que Gombrowicz nunca llegó a terminar, en la que el protagonista era una mosca. Todo esto lo recuerdo como parte de un sueño inol vidable que definió mi amor por la literatura •
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ensayo
Jornada Semanal • Número 971 • 13 de octubre de 2013
José Ángel Leyva
A
ntonio Gamoneda responde a los signos y designios inscritos en su biografía temprana. Construye su obra con la argamasa de una “sentimentalidad oscura”, determinada qui zá por la atmósfera del miedo y la desesperanza vi vida en su niñez, en una España transida por la gue rra y la crueldad, pero sobre todo por el hecho de arribar a la lectura en el libro único en su casa, Otra más alta vida, el poemario escrito por su padre, quien falleciera en 1934. Su madre, viuda, abandonó su na tal Oviedo ‒él con apenas cuatro años de edad‒, para buscar la sobrevivencia en León. El descubrimiento de la lectura y de la poesía llegó de manera simultá nea al pequeño Antonio; también la conciencia de la pobreza, el dolor y la muerte. En Canción errónea, el más reciente libro de poesía de Antonio Gamoneda, desembocan todas sus po tencias líricas y reflexivas en una especie de concier to de lucidez. Un buen tema para los psicoanalistas lacanianos, el reconocimiento del Otro que se ve mo rir, quedándose poco a poco huérfano de sí. La ele vación del no como única verdad del lenguaje resul ta escalofriante. Gamoneda nos coloca ante esa afirmación: el hombre utiliza el lenguaje para ocultar la realidad, pero sobre todo para evitar la negación de la forma, la caducidad. A su modo, Rüdiger Sa franski, acude a la mitología griega, en su libro El mal, para hacer hincapié en la utilidad del olvido. Prome teo se encuentra con los hombres ocultos en las ca vernas y en las sombras, sin ánimo para celebrar la belleza ni la vida, y es porque Zeus no sólo les niega la inmortalidad, los hace conscientes de la hora de su muerte. Prometeo se apiada de ellos; como no puede impedir que sean mortales, les otorga el beneficio del olvido. Tienen conciencia de su final, pero ignoran o no recuerdan cuándo. La curiosidad de Pandora, la mujer creada por Zeus, libera los males de la caja en que los inmortales habían depositado su obsequio nocivo, como ven ganza porque Prometeo había entregado el fuego a los hombres. La enfermedad, la vejez, la envidia, el miedo, el odio, los celos, el crimen, la tristeza, la muerte, se riegan de inmediato por el mundo. Pan dora cierra la caja justo en el momento en que el úni co “bien”, la esperanza, intenta escapar. Los mortales no esperan nada, aparte del destino que los dioses han determinado para ellos. Entonces, el olvido per mite erigir una falsa esperanza, el deseo trasciende su realidad e inventa una memoria futura que no existe, una permanencia sin sentido más allá de la vida. “Escapamos al poder del origen gracias al don del olvido” afirma Safranski. Canción errónea nos coloca ante la desnudez total, justo donde el no exhibe implacable su significado. El autor advierte que la poesía, en tanto generadora de esperanza, canto, es un desacierto, al menos en la
sentimentalidad
Antonio Gamoneda:
oscura
experiencia íntima del autor. La insoportable, la ino cultable realidad busca un bálsamo en el lenguaje, en la poesía. La esperanza, no liberada, es, según Sa franski, una falsa ilusión de lo imposible. Gamoneda escribe: “Creo en la ira. Es invierno. Nieva sin espe ranza./ Creo en las madres propietarias de gallinas locas, ¡cuánto amo sus huevos amarillos!/ Creo en la desaparición./ Creo en la ira./ Oigo crujir las vérte bras de las madres./ Nieva./ ¡Cuánto amo a las ga llinas sin esperanza!” Gamoneda argumenta en El cuerpo de los símbolos (Huerga y Fierro Editores en España, 1997, y Cála mus, en México, 2007): “La memoria es siempre con ciencia de pérdida (recuerdo lo que ya no tengo o lo que ya no es); conciencia, por tanto, de consunción del tiempo correspondiente a mi vida y, por esto mis mo, conciencia de ir hacia la muerte. En mi libro Descripción de la mentira hay un renglón que viene a decir que toda mi actividad poética se deduce de la con templación de mis actos en el espejo de la muerte.” Lápidas y Libro del frío son anunciatorios de este tono sin ambages y sin matices de Canción errónea, y casi de aceptación de lo inevitable. La poesía, en esa pers pectiva, funge como composición estética de la me moria sensible, de la memoria que es representación de lo inexistente, de lo que el tiempo borra. La luz, nos dice, sólo ilumina la oscuridad, sólo la hace evi dente. Ese reconocimiento no niega los instantes de felicidad, de plenitud, pero la lengua forja un siste ma falso de significados. La negación del no es insu ficiente para impedir su cumplimiento puntual.
Foto: seulelavoixdemeure.blogspot
El poeta insiste en despojar al tiempo histórico de su falsedad. Todas las acciones humanas, la re presentación del hombre, se fundan en negar la negación que lo atormenta. El lenguaje puro carece de objet ividad; es un recurso para enmascarar, ol vidar o minimizar la realidad, la negación de la que está hecho. El hombre sublima, crea un sistema ver bal y simbólico que pretende ser memoria, trascen dencia de sus límites temporales; forja mitos, uto pías, proyectos, ambiciones fuera de su rango de vida para aproximarse a los dioses. Se inventa cómo ser de otra dimensión, de otra magnitud, sin reco nocer que sólo se oculta en el lenguaje. El tono de Canción errónea no se distancia mu cho de la mayoría de sus libros de poemas, incluso de sus ensayos o de su autobiografía: Un armario lleno de sombra, o de Blues castellano, en el que da cau ce a su voz herida por la vergüenza y el pesar, el agobio y el reclamo de libertad. La lucidez de la negación se convierte en la música del pensamien to, en su poesía, en su poética. Ya desde su primer poemario, Sublevación inmóvil lo sentencia: “Gira el mundo/ y nosotros/ esperamos la muerte.” Lue go, esa misma insistencia epigonal de Canción errónea: “Sumergido en la indiferencia, desprecio/ el agua y la sed y desprecio/ la esperanza./ ¡Qué vaciedad al fin, qué desahucio.” La sentimentali dad oscura de Gamoneda lo singulariza, cierto, pero su obra es también con certeza una de las más auténticas, más luminosas y de mayor calado en la España actual •
cuento
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El caso de la mujer azul L Guillermo Samperio
legó a la habitación el investigador privado George Harrison, al cual le hacían bromas por llevar el nombre análogo del beatle fallecido de cáncer. Ya se encontraban allí el inspector en jefe de la policía de New York y su grupo de ayudantes, moviéndose de un lado a otro y con el manejo de una serie de aparatos de exquisito escrutinio. Harrison miró hacia la cama a la mujer rubia apenas recostado de lado sobre una colcha blanquísima; vio que la cara de la mujer, Jennifer Sccot le habían dicho, tenía apenas un dejo de dolor como si la vida no le hubiera alcanzado para dolerse del todo. Dis tinguió que era una mujer hermosa, limpia, cuidadosa, ordenada, al pasar la vista sobre los objetos que le pertenecieron a ella. En el lobby del hotel, los reporteros estaban ansiosos por entrar, inquirir a todo mundo y sacar fotogra fías de aquí, de allá y acullá, pero el inspector oficial le había ordenado al gerente impedir la entrada al hotel Le Déluré Nuit (“La noche avispada”), cuyo dueño tenía debilidad por lo francés como muchos neoyor kinos y estadunidenses en general, tal vez por envidia soterrada o por la costumbre de plagiar a Europa. ‒A esta mujer la envenenaron antes de llegar al dormitorio, le aventaron tinta azul como si fuera la firma del asesino, el cual podría convertirse en un asesino serial –dijo el inspector en jefe de la policía de ny. Harrison lo escuchó mientras examinaba de muy cerca la mancha azul sobre la bata de la mujer y la salpicadura que se encontraba en el plexo solar de la víctima; vio que el líquido azul se concentraba donde empezaba la boca del estómago y disminuía hacia el pecho, el cuello y el mentón, más una que otra gota en la cara, creando una especie de mapa de un archipiélago que en torno de cada isleta había algo como una ligera playa blanca. Hay una mancha un poco más intensa en la nariz debido tal vez, se decía George, a que la mujer se llevó la mano hacia allí en un leve instante de desesperación por ganar respiración; además, aunque ella tiene el cuello largo y agradable, se nota el inten to de alargarlo otro tanto con el afán de rescatar otro poco de aire. Miró también que la mano izquierda de la víctima sujetaba con fuerza la orilla de la bata como jalándola, lo mismo que la derecha pero con levedad, pero entre ambas lograron hacer una “uve” en el pecho de senos quizá no tan pronunciados. Sobre la colcha se diseminaban las gotas azules, lo que le sugería que el líquido le fue lanzado con fuerza hacia el pecho y de ahí saltaron las gotas en torno de la mujer. Su escrutinio visual fue lento y meticuloso, ya que observaba cada gota por mínima que fuera y en el sitio que se encontrara, sin im portarle que el tiempo hubiera rebasado ya las 3 de la madrugada sin darse cuenta. ‒Creo que es tiempo de cerrar el caso, que se lleven el cuerpo y que la autopsia nos explique qué tipo de veneno ingirió la víctima –ordenó el oficial inspector neoyorkino sobre el oído de George, quien pareció no escuchar y todavía se quedó agachado hacia la mujer hermosa unos minutos y luego se enderezó y se puso frente al policía en jefe de New York. Carraspeó un poco para entonar la voz y dijo: ‒Mire, teniente Wilkins, no puede cerrar el caso y ahora le explico por qué. La víctima no ingirió ningún veneno, el líquido azul no es tinta y el asesino no será serial. Cuando mucho aparecerán ejecutados un par de personas asesinadas de manera semejante a la de la señora Scott, que pueden ser hombres también, o casi seguro. ‒No me diga usted esto y a estas horas… ‒Déjeme seguir, plis –dijo en voz alta Harrison‒; y no importa la hora. Este líquido azul es un químico de nueva generación que, por otro lado, no se produce aquí. Todo su equipo que nos rodea y nos escucha no pudo darse cuenta de que no todas las manchas son azules. Fueron azules pero se han ido convirtiendo en sepias y algunas, de hecho, han tomado ya un color café firme y son las que, de forma paulatina, han ido carcomiendo la piel y en algunas partes la carne misma. Y no es lejano que bajo la gran mancha azul sobre el plexo solar haya trasminado piel, músculos y arribado a los pulmones, donde generó lesiones severas que causaron asfixia en la víctima de forma rápida. Entre más tiempo pase, este químico irá carcomiendo este cuerpo tan bello. La infusión ha sido producida, con alto grado de probabilidad, en Rusia y el incidente está ligado a cuestiones de narcotráfico o de orden político, pero eso ya le toca a usted investi garlo. A mí sólo me contrató la abuela de la señora Jennifer Scott con el fin de saber cómo había muerto su nieta; y le pido, teniente Wilkins, que le avise a la abuela en qué momento tendrá dis ponible el cadáver de la señora Scott, pues desea realizar un sepelio con todas las normas. ‒Pero su dicho me suena a un gran disparate. ‒La gente que realice la autopsia se va a topar con un gran enigma; es lo único que puedo de cirle al respecto. Y un último favor: revise la bitácora que trae en las manos y dígame si hay algún nombre de origen ruso entre los que ha reunido su equipo. El oficial hojeó sus papeles, leyó aquí y allá, detuvo el dedo índice en algún sitio de alguna página... Levantó la cara ahora un tanto ruborizada y miró hacia George Harrison. ‒Sí, aquí tengo uno: es Fiodorovitch Kérenski… –Le deseo una buena investigación y no deje de entregarle un exacto informe a la abuela Scott en su momento. Con permiso, ella me está esperando… Y Harrison, antes de salir, miró contristado el precioso cadáver de Jennifer. En la habitación sólo quedó el aroma a tabaco de la loción de George • Ilustración de Hernameisandie
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El rival
creación
Eugenio Aguirre
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l rostro demacrado de Rutilio Cifuentes me causó desconcierto. Hacía ‒Verás ‒dijo de pronto con los labios torcidos, al tiempo que escupía algunos tiempo que no lo veía y apenas pude reconocerlo, mientras ocupaba una grumos de alimento envueltos en una crisálida biliosa‒. Hace seis meses, es mesa contigua donde consumía mi desayuno. Su piel cetrina, arruga taba supervisando la colocación de la carpeta asfáltica de la carretera que va da y con delgadas estrías en las ojeras contrastaba con el color azul tur de Papantla a las ruinas de Bonampak. Me acompañaba, como muchas veces quesa de la laguna de Bacalar. El temblor furtivo de sus manos con el apacible lo ha hecho, mi mujer Marcela. Los operarios se retiraron a tomar el rancho y remanso del Cenote Azul. nos dejaron solos en un paraje solitario donde abundan los ramones, los tron No soy dado a la compasión y menos a la caridad cristiana; sin embargo, no cos de chico zapote, a los que extraen la resina con la que hacen chicle, mameyes pude evitar acudir a su vera para, al menos, indagar cuál era el motivo de aque y chirimoyos. De pronto, escuchamos disparos de escopeta en el interior de la lla tristeza que lo traía por el callejón de la amargura. Le di una palmada en la selva y no tardaron en pasar colgados de las ramas que conforman la fron espalda y lo llamé por su nombre para que supiera que no estaba solo; que al da, despavoridos y furiosos, decenas de monos saraguatos y araña que huían guien, un viejo amigo, un conocido cualquiera, estaba disponible de los cazadores furtivos a fin de salvar la vida. Fue tal la violencia de para procurarle cierta certeza y evitar que se despeñara en el la fuga, que un monito araña no pudo sujetarse precipicio de la angustia. del vientre de su madre, se desprendió y cayó ‒Ya no puedo soportar esta situación ‒bal a nuestros pies sobre un montón de hoja buceó con los ojos puestos en la línea negra rasca. Marcela lo recogió de inmediato y, de su horizonte y sin que le importa con ternura, lo llevó a su regazo. se saber con quién hablaba‒. No me ‒El monito, entonces, se prendió la merezco ni es justa. No hice nada de su pecho y no lo ha soltado des para propiciarla. Nada para que de entonces. Al principio creí mi mujer lo prefiera a él y que era algo transitorio. Que el a mí me tenga proscrito, animalito necesitaba alimen relegado a ser una compar tarse y confundía las tetas de sa de un idilio procaz y su madre con las de Marcela; depravado. sólo que ella, en virtud de Una infidelidad opro que sus pez ones están se biosa –pensé sin abrir la cos, puso un poco de le boca‒; un adulterio consenche de vaca encima y el tido a la fuerza por el cónyumico aceptó gustoso, pe ge en la posición más débil; ro muy feliz, la trans sujeto, quizás, a un chanferencia. Yo, admirado taje moral o, hasta podría por su instinto de sobre ser, de carácter económico. vivencia, consentí, y ahí Un escenario a todas luces estuvo mi gravísimo error, humillante, capaz de destroque viviera con nosotros zar la integridad de un indi unos días. Sin embargo, el viduo por más recio que éste sea. tiempo ha pasado y Marcela y –Es que si tú supieras –interrumpió el pinche mono se han vuelto Rutilio mis especulaciones con voz inseparables. No lo puede des aguda, casi un lamento‒ cómo la mal prender de su cuerpo ni para bañar dad descendió de los árboles para, se. Dormimos los tres en la misma igual que una guillotina, cercenar nuestra cama entre un revoltijo de pelos, olo relación de pareja y el compromiso emocional res y arrumacos que a mí me parecen cimentado en casi veinte años de matrimonio... aberrantes, porque, debo reconocerlo, Ilustración: pin.primate.wisc Si tú o alguien me pudiese explicar por qué los ins son manifestaciones salvajes. Marcela ya no quiere tintos son más fuertes que el amor, la inteligencia, o la racionalidad hacer el amor conmigo; prefiere, así me lo ha confesado, la tersura de la en que hemos sido educados, quizás entonces podría yo... ¡Pero no, es absurdo piel del simio y utilizar su larga y enorme cola para acariciar su entrepierna. y sé que no hay respuestas! Ya no se dirige a mí con palabras y utiliza onomatopeyas simiescas, que Rutilio calló, colocó las manos sobre la cara y comenzó a pujar como si qui simulan suspiros y susurros, para comunicarse. Mi casa está abarrotada de siera expulsar una bola de zacate que estuviese atorada en su esófago. Yo co plátanos, cacahuates y cagarrutas de chango. Mi vida, mi pinche vida, es li mencé a impacientarme y a extrañar la sensatez y cordura que había de teralmente una tremebunda monada... ¡No se vale! –gritó Rutilio ante mi most rado cuando, en el desempeño de nuestra profesión de ingenieros, azorada presencia‒. ¡Somos seres humanos! –gimió; y, enseguida, abandonó habíamos trabajado en la construcción de caminos en condiciones adver la mesa, se colocó en cuatro patas y se dirigió a donde estaba Marcela y, me sas, muchas veces bajo la inclemencia del sol del desierto o azotados por da pena decirlo, a fin de congraciarse con ella, se puso a hacerle una variedad de tormentas en las selvas tropicales. monerías que ésta recibió con la más fría indiferencia •
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MODERNIDAD ENFERMIZA
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in duda, uno de los problemas significativos del ensayo contemporáneo en México es su actua lidad: ¿qué tanto las divagaciones en él conte nidas tienen o no vinculación directa con el pre sente?; o bien, ¿qué tanto en el pasado y futuro ayudan al lector a enfrentar con certeza el tiem po presente? Ese es un problema ciertísimo de acción y presente; en otras palabras, de trascendencia. Pero déjese de lado, por ahora, sin resolver ese problema y mejor reflexiónese sobre qué tanto las tesis que desarrolla Franco Berardi (Bifo), sociólogo italiano en su libro La fábrica de la infelicidad (Trafi cante de Sueños, España 2003) pueden hoy aterrizar en la realidad contemporánea del país, suponiendo que, como escribe Berardi (y esta es sólo una de las varias tesis, trágicas todas, de su libro), “el proceso de producción globalizado tiende a convertirse en un proceso de producción de mente por medio de la mente. Su producto específico y esencial son los es tados mentales […] Tal proceso no se da sin una au téntica mutación antropológica que en primer lugar afecta al psiquismo social e individual […] El hard-
ware de los organismos bioconscientes está en fase de mutación, de rediseño acelerado.” Y eso condu ce, de entrada, a una pregunta esencial: ¿qué tanto la construcción de los mundos felices a los cuales, por medio de la tecnología y el consumo, da vida el ca pitalismo contemporáneo (ni postmodernidad, ni modernidad líquida, ni neoliberalismo, sólo capita lismo puro) son instrumentos ideológicos diseñados para enajenar la conciencia de toda la población que habita las sociedades contemporáneas, y que genera problemas de enfermedad generalizados? Vivir en sociedades enfermas y, sobre todo, que tienden (inconscientemente, quizá) cada vez más hacia la enfermedad, en verdad pinta un futuro muy poco alentador para sociedades como la nuestra.
RAZONES ENFERMAS: TECNOLOGÍA Y CONSUMO A partir del engaño, ¿de qué manera las sociedades capitalistas contemporáneas construyen el futuro? Lo primero es dejar claro que las sociedades mencio
nadas utilizan el engaño para someter a sus desig nios a la mayoría de la población, pues ello es un elemento fundamental de los procesos de explota ción en que está basada su existencia. Hay maneras infinitas de engañar; en este caso, las sociedades con temporáneas viven dos procesos engañosos predo minantes. Uno, el consumo. Dos, la tecnología. El primero funciona como supuesta panacea: al consumo se le considera como sinónimo de un desa rrollo (falso) o de un supuesto bienestar que, en los hechos, conduce fatalmente a la enfermedad, bien sea desde su acepción de moda o desde la idea de modernidad. Optar por el consumo desmedido o dis torsionado, que es propio del capitalismo desde sus orígenes, ha conducido siempre (en el seno del pro pio capitalismo) a procrear conductas que fatalmen te se han vuelto las causas primordiales de la mor bilidad existente en las sociedades asociadas a ese modo de producción. El otro engaño generalizado en las sociedades contemporáneas es el de la tecnología, la cual se aso cia por lo común con una modernidad altamente desarrollada, sin tomar nunca en cuenta que, hasta hoy, ha evolucionado solamente como sustento ‒por un lado‒ de la automatización creciente del trabajo (de todo el trabajo y no sólo del trabajo fabril) y, por el otro, como generadora de tensiones sociales dado que, como escribe Bifo, “tal proceso no se da sin una auténtica mutación antropológica que en primer lu gar afecta al psiquismo social e individual”. Duro dilema, entonces: mientras la tecnología esté domi nada por el capitalismo, irremediablemente va a con ducir al estrés (y al cúmulo de enfermedades desde allí generadas) o a la modificación de los modos de vida tradicionales (la agricultura, la mitología, la magia, la herbolaria, etcétera) del homo sapiens. La pregunta es sencilla: ¿qué sociedad actual no tiene como paradigmas para lograr su desarrollo el consumo y la tecnología en los términos aquí apenas esbozados?
¿HACIA DÓNDE CAMINAMOS REALMENTE? Hace algunos años, el maestro José Manuel Naredo (Archipiélago núm. 62, España, 2004), hablaba de có mo hoy el cuerpo social actúa igual que el cuerpo humano cuando éste se ve afectado por un carcinoma maligno: sus conductas reflejan tendencias morta les (metástasis), sin que haya posibilidad alguna de sobrevivencia. La metáfora es contundente: no sólo estamos terminando físicamente con el cuerpo sino, lo más grave, también con el entorno (o medio am biente) en el que ese cuerpo se ha movido tradicio nalmente. Dilema o no dilema, hay algo cierto: se busca que la carrera por la modernidad inicie cada
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Hay maneras infinitas de engañar; en este caso, las sociedades contemporáne as vi ven dos procesos engañosos predominantes. Uno, el consumo. Dos, la tecnología.
vez desde etapas más tempranas, por lo cual el ser humano es consecuentemente sometido a una serie de entrenamientos extremos, a fin de insertarse con éxito en los circuitos de la competencia social, par ticularmente en el ámbito educativo (aunque no sólo éste). Entonces, allí el problema es: ¿quién mane ja, quién fija las competencias? La respuesta, según Luhmann, es simple: el sistema social, y las reglas y ordenamientos del sistema social no competen hoy a la mayoría de los humanos, sino que esa mayoría, por el contrario, se distingue por estar sometida a círculos de poder cada vez más estrechos, cuyos de signios finalmente son los que están conduciendo hacia un mundo mortalmente enfermo (engaño, con sumo, tecnología). Pero, desde luego, el dilema subsiste: ¿negarse a la modernidad o navegar con ella, suponiendo que, en un determinado momento, vamos a poder contra rrestar sus efectos negativos o creer que si no la acep tamos vamos a quedar marginados de la Historia? Es obvio que, históricamente, todo indica que las ten dencias marcan hacia la negatividad (aceptar acrí ticamente la modernidad) más que hacia la posibi lidad de contrarrestar y vencer esas tendencias negativas; claro, mientras los humanos vivamos en el sistema social en el que estamos viviendo, cuyas reglas operan siempre en favor de los intereses de quienes, muy elitistamente, se encargan de diseñar, fijar y operar dichas reglas. Cualquier otra visión del sistema es interesada o utópica (en el mejor de los casos) y conduce irremediablemente a suponer que el tiempo de la catástrofe se retardará tanto que a lo mejor no nos toca a nosotros.
TRISTEZA Y ENFERMEDAD: CAMINOS QUE SE ENTRECRUZAN
Cuerpo, comunidad y naturaleza gravemente en fermos producen por necesidad tristeza. Todo dolor –acompañante común de la enfermedad– genera tristeza, tanto en quien lo padece como en aquellos que lo contemplan o lo acompañan; un dolor en fermizo y enfermo que se multiplica cuando los ser vicios de salud que, se supone, lo deben de paliar atendiendo a la enfermedad, son insuficientes o in eficaces. Estar cerca o sufrir la enfermedad en Méxi co (aunque, claro, no sólo aquí) es hoy reflejo fiel de esos efectos: la saturación de los servicios de salud (más los públicos que los privados) lastima ante su contundencia y refleja, sobre todo, el grave daño de malestar enfermizo que aqueja a la sociedad y la tor na hoy una sociedad triste. ¿Cuánto cuestan al erario público hoy los servicios de salud y cuánto irán a costar en un futuro no muy lejano, en la medida en que la obesidad se incrementa explosivamente y, por ende, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares
y la diabetes? Si eso no causa suficiente tristeza en el presente, ¿no la causará en el futuro? Pero ese no es el único problema. Cuando el carcinoma tiene que ver no sólo con el cuerpo humano sino con la socie dad toda, la tristeza se generaliza y se torna en un problema de carácter social de dimensiones incon mensurables. ¿Qué tan descompuesto está el cuerpo social (entendiendo por éste al conjunto de correla ciones que el hombre establece con sus semejantes y con el entorno natural y espacial en el cual vive)? El éxodo masivo del campo hacia las ciudades, ¿cuán to ha costado en términos de producción alimentaria y surgimiento de enfermedades propias de las aglo meraciones citadinas? ¿Acaso no es verdad que, hoy, el trabajo (cualquier tipo de trabajo) enferma al hom bre a partir del estrés, y las respuestas que se dan a ello enferman aún más (la ludopatía, el bulling, la agresividad, la drogadicción, el party loco)? Está en fermo, gravemente enfermo, el medioambiente: el petróleo, el co 2, el agua (del mar y dulce), la erosión, la deforestación, el fin de especies endémicas... Empero, hay algo más igualmente grave: las rela ciones sociales están contaminadas y sufren de en fermedad, pues el nuevo régimen de producción (el sustentado en la tecnocomunicación), que no ha deja do de ser capitalista, ha desplazado a la mano de obra (cada vez ocupa menos) y las posibilidades de so brevivir a través del trabajo se reducen a su mínima expresión, lo que ha extendido y multiplicado a la pobreza de una manera alarmante (analizar el cre cimiento de ésta los últimos diez años en México lo deja a uno apabullado), lo cual abre campos cada vez mayores a un conjunto de actividades de carácter delictivo que marginan así a sectores cada vez más amplios de la población: informalidad, narcotráfico, tráfico de infantes, prostitución, migración y un et cétera muy amplio. ¿Acaso lo descrito en los renglones anteriores (la correlación entre tristeza y enfermedad) no depa ra, consciente o inconscientemente, el hecho que Berar di señala en su libro?: “Hay que reconocer que la in troducción –tal vez imparable‒ de una bioeconomía difusa supone el fin del humanismo moderno, de su vocación racionalista y del universalismo que se sus tenta en él.”
¿HAY ESPERANZA? Frente al panorama desolador aquí descrito (resul tado en gran medida de la lectura del libro de Bifo) surge la pregunta: ¿nada queda por hacer entonces? El esbozo de respuesta lo ofrece el autor en los si guientes términos: “La acción eficaz es aquella que interviene sobre acontecimientos segmentarios, sobre microprocedimientos, sobre la nanotecnolo gía social. Los microprocedimientos son recombi
Ilustraciones de Mariana Villanueva Segovia
naciones guiadas por reglas incorporadas al tecn o cosmos.” Sin embargo, las dificultades para concretar esos microprocedimientos son de natur aleza múl tiple; quizá por eso, al final del libro, Berardi confiesa que “la comprensión del vacío, la plena comp rensión de la condición de la Vacuidad, es el nivel más ele vado del conocimiento budista –Bardo Thodol. Una condición mental de ligereza y disponibilidad, la ausencia de miedo y agresividad. Propongo que veamos estos dos modos de la mente, gran compasión y comprensión del vacío como horizontes de la época global”. Pero más allá de compartir o no la validez de la propuesta anterior, es evidente que plantea cues tiones de gran trascendencia para enfrentar la críti ca situación contemporánea. La primera sería tener nociones ciertas, lo más ciertas posible, sobre las dimensiones del futuro ca tastrófico que se avecina si no se logran modificar en un lapso de tiempo prudente las condiciones en que el mundo contemporáneo está evolucionando. La segunda cuestión que se desprende de los plantea mientos de Berardi es aún más compleja, pues si bien en cuestiones nanotecnológicas las variables son más o menos estables y por ello controlables, en el caso de los microprocedimientos (la nanotecnología social) se pierde la estabilidad y el control pues, dada la auto nomía e independencia de ellos, su comportamien to no es previsible, ya que su accionar es por lo común estocástico, como lo han sido hasta hoy, por ejemplo, los movimientos de resistencia emprendidos parti cularmente por los jóvenes los años recientes. Finalmente, la tercera cuestión tiene que ver con procesos que implican experiencias diversas; es de cir, incorporar a los microprocedimientos todo tipo de luchas que conlleven, desde muy diversos cam pos, hacerle frente a la dura y cruda realidad capit a lista, que destruye tanto individual como colecti vamente, comunitaria como medioambientalmente, que no deja de hecho nada con vida. Hoy puede predominar el pesimismo de la trage dia, pero, como Aristóteles afirmaba, siempre hay que tener confianza en que alguien (él ya no lo pudo hacer) le dará vida a la comedia •
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Destiempo. Antología personal (2009-1992), José Ángel Leyva, unam , 2012.
DESDE EL DESIERTO Y EL DESTIERRO JAIR CORTÉS
en sus andamiajes retóricos. Destiempo. Antología personal (2009-1992) es el libro de un autor que ya ha alcanzado la madurez y que se alza como uno de los autores fundamentales de la nueva poesía mexicana, cuya voz aprendió a florecer (como lo dicta la poesía) en el desierto y en el destierro • La Generación de la Ruptura y sus antecedentes, Lelia Driben, fce , México, 2012.
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na antología personal es una relectura que el autor hace de sí mismo; no es un simple “corte de caja” ni una evaluación, sino un diálogo que entabla el poeta que es ahora con el poeta que ha sido a lo largo del tiempo. Tampoco es el tiempo el que decide todo, el autor pone de su parte para dar cauce a ciertas preocupaciones y plantear una poética que lo represente en su receptáculo “atemporal”: el libro. Toda antología se rige por un orden: cronológico o temático, formal o anecdótico. El autor selecciona sus poemas, acude a ellos como a una cita con viejos amigos, y esos amigos son él mismo; ¿cómo habrá de sentarlos alrededor de la mesa? José Ángel Leyva (Durango, México, 1958) nos propone una lectura en sentido contrario, atendiendo a su “presente” como punto de partida para peregrinar hacia el origen, hacia sus primeras letras (publicadas). Juan Gelman nos dice, a propósito de Destiempo: “No es una antología. Es un libro. La muda rebelión de la niñez frente a la muerte sostiene esta voz continua que recorre con profundidad cabal la distancia entre la poesía y el poema.” Esa “profundidad” a la que alude Gelman es la que alcanza la voz poética de Leyva en cada poema incluido en Destiempo. Una poesía que contempla, describe, reflexiona y termina por indagar en la experiencia descarnada del hombre frente al paso de los días que vive desde el instante y desde la memoria: “El paso de la noche al alba, de la tarde al sueño: mediodía de un pueblo abandonado. Hurgas en el vientre d e u n c a d á v e r. C a r r o ñ e a s infancias.” La poesía de José Ángel Leyva es consciente del lenguaje, de sus efectos, potencializa todas sus propiedades: “El sol es una piedra lanzada a fondo/ de sus ojos/ En el abismo digital de la mañana/ la soledad suena profunda/ su ruido lejano se acerca seductor/ mancha que emerge de la almohada/ grito entre muertos y fantasmas.” Juan Manuel Roca señala que hay dos temas fundamentales en la poesía de José Ángel Leyva: “Uno es la fuga de los días, otro es el tema de la ausencia. Desde esas dos instancias tan vecinas, establece un diálogo entre un tiempo mítico casi siempre adosado al tema de la infancia, y un tiempo cotidiano anclado en un presente despojado de grandezas.” Así, estas páginas son habitadas por el árbol genealógico en donde los abuelos, los padres, los hermanos vuelven a florecer desde la palabra que los convoca: “Mi abuelo tenía unos largos cuchillos afilados/ y un extraño silencio de sauce en las pestañas.” Y también Catulo, Cristo y Naguales aparecen como símbolos transfigurados en el decir poético de Leyva, quien atraviesa el desierto con sus mejores armas: una poesía que emociona por transparente y que es, a su vez, firme
MITAD DE LOS CINCUENTA
cos que no era tan homogéneo como suele pensarse, de tal suerte que el año de nacimiento y los años de mayor producción parecen ser los criterios más sólidos, aunque también la des-marcación respecto de la escuela nacionalista mexicana, el acoger las influencias contemporáneas extranjeras y el afán de hallar una brújula en los parámetros formales de la pintura (dibujo, geometría, una paleta de colores) • Hermenéutica analógica y ontología, Mauricio Beuchot, cidhem , México, 2013.
RAÚL OLVERA MIJARES
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uan García Ponce intentó caracterizar la que ha venido a llamarse Generación de la Ruptura (según Teresa del Conde) o bien Generación de la Apertura (según Vicente Rojo), en un ensayo póstumo dedicado a la memoria de Lilia Carrillo por medio de las siguientes palabras: “Ese reducido grupo de pintores que, desde la perspectiva actual, debemos considerar responsables del cambio que se mostró en la pintura mexicana a partir aproximadamente de la mitad de la década de los cincuenta. Ignoro si fue un cambio positivo o negativo. La pintura, a través de los que llegarían a ser sus creadores más representativos, se hacía eco de un cambio en el mundo y lo mostraba, como si de pronto la forma de la realidad, la realidad de la forma, hubiese estallado y los primeros en advertir su desintegración fueron los artistas.” Octavio Paz y Luis Cardoza y Aragón fueron otros tantos autores que se ocuparon de los hallazgos de esta generación. Un acierto es haber ofrecido un contexto suficientemente amplio, a partir de los tres grandes del muralismo mexicano (José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros), pasando por una serie de figuras de transición que fungieron también como precursores (Tamayo, Mérida, Gerzso, Goeritz y Paalen), luego vienen los maestros (Vlady y Juan Soriano) y después dieciséis pintores que ya son propiamente los integrantes, para rematar con Francisco Toledo. Varios de los artistas abordados (Gerzso, Goeritz, Paalen) compartían cierto origen hebreo, el exilio, la persecución durante la última guerra. De hecho esta generación acogió a miembros extranjeros como Vlady (Rusia), Roger von Gunten (Suiza), Kazuya Sakai (japonés nacido en Argentina) y Brian Nissen (Inglaterra), eso sin mencionar la influencia del exilio español (Vicente Rojo y Alberto Gironella, cuyo padre era catalán), una época aquella bastante abierta para recibir las corrientes que llegaban del exter i o r. A l g u n o s m i e m b r o s , m e n o s prominentes que José Luis Cuevas o Pedro Coronel, realizaron igualmente una obra de excepción si bien menos conocida, como Rodolfo Nieto, Tomás Parra y Enrique Echeverría, sin olvidar los nombres de Gilberto Aceves Navarro y Gabriel Ramírez. Los hechos más destacables serían una serie de galerías (Prisse, Proteo, Juan Martín, Pecanins), la relación de amistad que existía entre varios grupos de artistas, uno sería Vlady, Gironella, Bartolí y Echeverría, otro sería Felguérez, Carrillo, Gerzso, un poco con la inclusión de Remedios Varo, Leonora Carrington y Alice Rahon. Es difícil hermanar un grupo de artistas plásti-
LA HERMENÉUTICA, INSTRUMENTO PARA LEER Y VIVIR GERMÁN IVÁN MARTÍNEZ
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n una de las páginas de éste, el libro más reciente de Mauricio Beuchot, se lee: “Nuestra filosofía actual está falta de vida, no alcanza a ser significativa para el hombre de hoy. Filosofía de salón de clases, o de cubículo de investigador, nuestra filosofía necesita llenarse de vida…” El autor tiene razón: actualmente una mayoría concibe la filosofía como mera especulación, ejercicio libresco y erudito reservado a curiosos. Pero la filosofía no sólo es abstracción sino conducción de nuestra vida. En Hermenéutica analógica y ontología, B e u c h o t recurre a la historia de la filosofía para hallar en ella los cimientos de una escuela que él mismo funda: la hermenéutica analógica. Ésta se da en el entrecruce de lo literal y lo alegórico; es mediación entre lo metonímico y lo metafórico, lo estático y lo dinámico, lo ceñido y lo desmedido. Oscila entre la univocidad y la equivocidad, es proporción y equilibrio entre las intencionalidades del autor y el lector y, por ello, es dialéctica. Beuchot estudia a dos presocráticos: Heráclito y Empédocles. Del primero dice que no puede ser entendido como el filósofo del puro devenir pues, al hablar del Logos, concibe éste como ley, estructura, medida y proporción. El eterno fluir no es azaroso o caótico sino ordenando y fundante. De Empédocles retoma la lucha implacable entre el Amor y el Odio, las fuerzas que moldean los cuatro elementos; y también la armonía universal que recogerán luego los estoicos. Éstos, dice, propiciaron la lectura alegórica e hicieron “lo humano análogo a lo físico”, al buscar “la mediación, el equilibrio proporcional, entre lo natural y lo cultural”. El autor sienta las bases de una ontología dialéctica y analógica que haga posible coexistir el devenir y el ser. Revisa el pensamiento de Pascal, Leibniz, Vico, Kierkegaard y Nietzsche. Aborda el tema del nihilismo en la actualidad, no sin antes advertir que es éste un fenómeno añejo en la historia de la filosofía. Recurre a Heidegger y retoma la idea de que la técnica es enemiga de todo humanismo; y luego a Vattimo, para quien es necesaria una religiosidad nueva y diferente para salir del derrumbe moral en que se halla la sociedad actual. Luego explora la posibilidad de una metafísica poética al sostener que “la hermenéutica puede fungir como mediadora entre la poesía y la
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metafísica”, pues rescata la iconicidad del olvido y el desprecio al que la condenó la modernidad. Retoma a Gadamer, Ricoeur y Paz para subrayar la necesidad de dotar a la filosofía de simbolicidad. Para Beuchot, la hermenéutica interviene allí donde hay polisemia y la analogía entraña la posibilidad de que las intencionalidades del autor, el texto y el lector converjan para decir un poco más de lo ya dicho. La analogía es, entonces, bisagra de significados; une lo unívoco y lo equívoco pero no es ni lo uno ni lo otro; es algo más rico, vivo y edificante. En este libro el lector encontrará una crítica a Deleuze y una invitación a Badiou para repensar la función de la analogía y entenderla como mediación, entre, intersticio. Hallará una aproximación a la metafísica no nihilista de Agamben y las premisas que llevan al autor a pensar que es posible una hermenéutica analógica-icónica, que haga posible una forma no nueva pero sí distinta de hacer ontología; una más modesta pero a la vez más significativa. Beuchot advierte que existe hoy un “mercado filosófico” vinculado a ciertas modas, pero nos exhorta a evitar que se haga de la filosofía una mercancía. Para ello enfatiza que la hermenéutica no es sólo un instrumento para leer sino para vivir •
Siete, los mejores relatos de Alberto Chimal, Antonio Jiménez Morato (edición y prólogo), Salto de Página, España, 2012.
CHIMAL, EL INTERNACIONAL RICARDO GUZMÁN WOLFFER
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o sorprende que aparezca la primera recopilación española de cuentos de Alberto Chimal, ni que en España se diga que es “uno de los narradores más potentes, originales y excéntricos en lengua española”. Lo que sorprende es un prólogo en el que, primero, se le trate como si fuera un ser de otro planeta que está siendo presentado ante una sociedad de científicos, donde se explique qué es Toluca, cómo se puede apreciar un país después de leer a Paz y Monsiváis; y, segundo, termine por establecerse que, aunque es un autor joven, es un tradicionalista. Sorprende que se hable de Alberto como una maravilla llevada del Nuevo Mundo ante los ojos de los conquistadores (y conste que en el prólogo se denuesta la persistencia gringa en establecer parámetros mundiales, cuando, si acaso, lo serán de ese país); a menos que se trate de una justificante editorial, donde
el prologuista tuvo que convencer a unos editores que, también sorprendería, desconocieran la obra de Chimal y no pudieran apreciarla. Y sorprende, porque bastaría leer a Alberto Chimal para establecer que, ciertamente, es un autor que merece ser recopilado y difundido fuera de México: como sucede desde hace años. En fin. Sea propicia esta edición para retomar la obra de este autor bien reconocido desde Gente de mundo; notable obra de la que el antologador no habla ni toma alguno de los muchos deleites ahí propuestos. Los textos de esta recopilación no tienen pierde. Todos son buenos. Quizás el antologador debió mencionar la escondida, pero latente, vena cinematográfica de Chimal. ¿O sólo será una de las formas de recibir esta literatura multidimensional? En “Álbum” cuenta una cruenta historia sobre una niña más sangrienta que Charles Manson o cualquier sicario de los zetas, usando sólo el señalamiento de las fotografías o los objetos (cual chimalizado libro de Nick Bantock) que uno habría de ver en este terrible libroobjeto que daría pie a un corto fílmico donde nadie hablaría, salvo el contenido de esos terribles objetos o fotografías descritas por Chimal, a ritmo dark, suponemos. Los estudiosos de la obra de Alberto insisten en cómo sus textos dan en el subconsciente del lector por las fantasías que desarrolla, pero en pequeños cuentos como el de este álbum demoníaco que uno hojea, el espectador ineludiblemente es copartícipe al visualizar el objeto o la fotografía, cual catálogo de Ambrose Bierce en su historia infernal. Y es que Alberto hace sus videos sobre la intimidad del lector o lo remite a trabajos que son parte del imaginario generacional. En “Acerca del alma”, sin darnos cuenta, pasamos del padre amoroso al salvaje que encierra a su familia (cómo dejar de recordar El castillo de la pureza) en un lugar infecto, para luego darnos cuenta de que tiene una segunda familia, en peores condiciones. Una merecida recopilación para un autor que seguirá dando de qué hablar •
Nota En la portada del número 970 se utilizó una imagen cuyo crédito debió aparecer en estos términos: María Izquierdo, Mis sobrinas, 1940, óleo sobre triplay, 139.8 x 99.8 cm. © D.R. Museo Nacional de Arte/Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, 2013. Reproducción Autorizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, 2013.
MIGRACIÓN, IDENTIDAD Y LENGUA Beltrán, Hernández Araico, Lorenzano, Parodi, Poot Herrera, Schuessler y Zataráin
Poetas mexicanos, Begoña Pulido y José Ángel Leyva (selección y prólogo), La Otra/Universidad Autónoma de Sinaloa, México, 2013.
Muy difícil debió ser, para Pulido y Leyva, no la inclusión sino la exclusión de los poetas que no cupieron en esta antología, que se suma a las muchas recientemente publicadas; de hecho, el prólogo que antecede a la antología explica, tan detalladamente como a sus autores les parece necesario, las causas para obrar del modo en que lo hicieron, habida cuenta de que se trataba de jugar con las cifras: 20 poetas del siglo xx , ni uno más. Materia de controversia, como toda antología que se respete, ésta que, entre otras particularidades de elegibilidad, arranca con Pellicer, nacido en el xix e incluido como no lo fue Chumacero, que comparte siglo, y cierra con Huerta –pero no Efraín–, aunque sí mete a Deltoro.
Tierra Adentro, núm. 183, Conaculta, septiembre 2013.
Al menos dos motivos de celebración hay, con la aparición de esta entrega de la felizmente añosa revista fundada por Víctor Sandoval: uno, que su aparición ha pasado a ser mensual, y dos, que ahora es dirigida por el poeta, traductor, editor y amigo de estas páginas Rafael Vargas, quien al mismo tiempo es director general adjunto del Programa Cultural Tierra Adentro. Súmese un tercer motivo para festinar: la revista promete, a partir de ya, desde una plataforma digital activa y propositiva,“ahondar y abundar en los contenidos”. En cuanto a este último, no podríamos estar más de acuerdo con el del número 183, puesto que también creemos, muy firmemente, en la poesía. Se hallará el lector frente a un diverso puñado de propuestas, a cargo entre muchos otros de Sara Uribe, Dalí Corona, Ilya Kaminsky, Luis Vicente de Aguinaga, y Roberto Cruz Arzabal y Askari Mateos.
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Jair Cortés jair_cm@hotmail.com twitter: @jaircortes
MENTIRAS TRANSPARENTES Marina
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quel era un puerto y nosotros niños. Papá trabajaba en un hotel muy grande, sobre el malecón; mamá era maestra; mis hermanas eran más chicas que yo. En las tardes íbamos por sopes, tamarindos y pescados. Todavía iban saltando cuando los ponían en la canasta: pámpanos, pejepalos, chujchíes... Postas de pescado, frijoles, chile, tortillas, eso comíamos. A mí me interesaban más otras cosas: pulpos, erizos, estrellas de mar –lejos se veían barcas–, los ojos crueles y los dientes incontables del tiburón. La casa tenía al frente una gran escalera de piedra que bajaba a la playa. Con la marea alta, llegaba a las olas. Bajábamos y nos metíamos al agua con mi papá y mi mamá. Lejos se veían unos veleros. Luego se iban encendiendo luces. Luego la luna dibujaba un camino por encima del agua. Luego, si me quedaba yo solo, la veía salir, toda de blanco, escurriendo agua... Yo me iba en seguida. No llores, ángel mío, me volverás a ver..., oía yo que cantaba •
Rogelio Guedea rguedea@hotmail.com
AL VUELO La mirada clásica Estoy dando un curso sobre la vida urbana. Para mi introducción traje a clase algunas lecturas de autores clásicos: Aristóteles, Platón, Montaigne. Mis estudiantes no los conocían. Mientras leían los pasajes que aquéllos escribieron sobre la ciudad, tan precisos y reveladores, yo pensaba en la forma en que habían penetrado de tal modo esa realidad sin tener las herramientas que hoy tenemos. Me evadí de lo que ahí se estaba leyendo y pensé sólo en los clásicos: su forma de ver la realidad. Y, al paso, me pregunté: cómo hacerlo ahora, cómo distinguir el canto de pájaros o murmullos de la gente, el paso del viento e incluso del tiempo, si pasamos horas con los audífonos puestos, el computador en las narices, el televisor encendido hasta altas horas de la noche. Creo que fue una estudiante la que me trajo de nuevo a la clase, con una pregunta sobre ese pasaje de Montaigne en el que, en sus Ensayos, cuenta sobre los sacrificios humanos de los indígenas mexicanos. Entonces empecé a explicar a mis estudiantes lo importante que era no saber qué observar y cuándo, sino, mejor aún, cómo. Y que eso los clásicos nos lo enseñaban, insistí. Pero nadie me hizo caso •
BITÁCORA BIFRONTE
Felipe Garrido
De la infancia y de la madurez: Al lado vivía una niña
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A INFANCIA ES UN tema complejo porque, además de durar unos cuantos años, casi siempre se aborda desde el recuerdo, desde la “conciencia” de ser adultos; es decir, se habla de la infancia (como de la juventud) cuando ésta, por lo menos en términos biológicos, ya se ha ido. También es fácil caer en extremos nacidos de la idealización; recuerdo la frase de Mario Benedetti cuando afirmaba: “La infancia es a veces un paraíso perdido. Pero otras veces es un infierno de mierda.” Al lado vivía una niña (Almadía, 2011), primera novela de Stefan Kiesbye (Alemania, 1968), trata, sorteando con fortuna los mencionados obstáculos, el tema de la infancia y el tránsito hacia la adolescencia, que participa del “bien” y del “mal”, en un mundo entremezclado con la existencia desgastada de los adultos. Moritz, el personaje central de la novela, narra la historia en la que él y su banda,“los tejones”, protagonizan una serie de “aventuras” cuyo voltaje es cada vez más alto hasta llegar a un punto en el que ya no es posible dar marcha atrás. Como paisaje de fondo podemos leer una Alemania de la postguerra llena de contradicciones y grietas, heridas que no sanan: búnkeres en medio del bosque como restos de un pasado vivo que conviven con fábricas, comercios y escuelas, en un territorio en el que “los tejones” y su banda enemiga, “los zorros”, se disputan el poder en la otra guerra, la que se comienza cuando el mundo adolescente recluta, de manera inevitable, a todo niño que crece. Moritz retrata fielmente una sociedad trastornada por su pasado, una sociedad que se encuentra constantemente bajo la presión de construir una vida que se parezca a la fantasía de un futuro pleno. La sexualidad y el erotismo como antídotos de ese trastorno, muchas veces se convierten en los principales problemas: bienvenidos al desencanto de la madurez. En Al lado vivía una niña Kiesbye demuestra sus virtudes narrativas: dividida en breves capítulos, su prosa, en un estilo autobiográfico, es ágil, siembra suspenso en cada fragmento de la historia, revela misterios de manera dosificada y recurre a la metáfora para trascender la mera descripción de hechos. Como ejemplo, las siguientes líneas en las que se refiere a un primer beso de amor: “Como alguien que hace días no ha bebido y que finalmente llega a un manantial envenenado, acerco mi boca a la suya. Acerco mis labios más y más y comienzo a beber.” Novela negra, Al lado vivía una niña conmueve hasta la médula: es el testimonio que un niño nos deja desde la ternura y la crueldad, desde el descubrimiento de sí mismo y desde la invención de su destino, una historia en la que cada personaje toma conciencia, a veces de manera atroz, de su propia, e ineludible, soledad. Inevitablemente, después de leer Al lado vivía una niña, surge la pregunta: ¿qué contarán los futuros escritores, ahora niños, que viven hoy la guerra en México? •
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Máscara Klítos Kyrou A nadie mostraba su herida Incapacidad en grado avanzado Y sin embargo más allá de toda sospecha. Las noches abría cajones secretos Extendía miembros artificiales en el espejo Ensamblaba edades sonrisas En la mañana suspiraba vencido Se apartaba. Era de esperarse que alguna vez se descubriera su debilidad Incompatible además con su profesión. Era valuador del tiempo.
Klítos Kyrou (Salónica, 1921) estudió economía y leyes pero nunca ejerció como abogado. Después de realizar varios empleos, entró a trabajar en el medio bancario y llegó a ser director del Banco de Crédito en su ciudad natal. Es autor de siete libros de poesía y también traductor al griego de poetas como Federico García Lorca, Rafael Alberti, t. s. Eliot, Apollinaire, Blaise Cendrars y Arcival Macleish, entre otros. Sus poemas han sido traducidos al inglés y al polaco.
Véase La Jornada Semanal, 28/ iii /2010 Versión de Francisco Torres Córdova cenefa de Juan Puga
Jornada Semanal • Número 971 • 13 de octubre de 2013
........ arte y pensamiento Alonso Arreola
Miguel Ángel Quemain
@LabAlonso
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Bacantes entre yucatecos púdicos
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N LA ENTREGA ANTERIOR se mencionó que Bacantes, dirigida por Raquel Araujo, basada en textos de Eurípides y sostenida en el mundo maya contemporáneo y mítico, se había presentado al aire libre, pero con la estricta advertencia sobre la relación entre pudor y desnudo teatral, frente al Palacio Municipal de Cholul, donde provocó un escándalo que atravesó a la “clase media” yucateca, a los regidores y a algunos funcionarios de desarrollo social y cultura estatales y municipales. Al parecer, el montaje fue un escándalo porque Raquel Araujo logró conectar la dramaturgia y el pensamiento clásico con el Yucatán de hoy y los yucatecos se encontraron con una irregularidad: una obra artística (que suelen menospreciar en aras de los espectáculos) que los puso frente al espejo de ellos mismos, y lo que recibieron los alarmó de tal manera que atribuyen el motivo de su espanto a los desnudos que presenta el montaje. Araujo ha montado estas Bacantes sobre la osamenta del clásico y el monumento se sostiene en aquellos lugares que la obra de Eurípides conoce de los peninsulares que padecen los mismos dolores que los hombres de su ínsula, donde su teatro provocaba un desasosiego semejante, con la diferencia de que la catarsis del acto escénico les permitía dejar en el teatro el mundo horrendo que vivían todos los días. La anestesia en la que vive la sociedad yucateca no le permite darse cuenta de la violencia que padecen frente a las pantallas de su televisor, donde las dos principales televisoras mexicanas no consideran su existencia cotidiana pero sí los bombardean con los groseros espectáculos de sus noticieros (donde no son noticia), de sus reiniciados talk shows donde una mujer fuera de sí se defiende de algo que muchos de sus espectadores no captan, y sus programas que van del concurso a la telenovela y nuevamente al concurso y al chisme. Si uno circula por las principales calles de Mérida es inevitable detenerse frente a los lastimeros puestos de periódicos, conformados (no es muy distinto el resto del país, incluido el df ) por la prensa del corazón, las revistas y los diarios de espectáculos que atraen con portadas donde los senos y las nalgas de las actrices (de manera chusca lo llaman “el Playboy de los pobres”, como a la famosa página 3 del Ovaciones) al total alcance de unos niños cada vez más erotizados por una industria sin escrúpulos que los intoxica igual con azúcar que con imágenes que deforman su cotidianidad con modelos que los ciegan a cualquier interpretación sobre su vida local, misma que terminan por despreciar frente a su deseo por ser otros. Esta respuesta violenta y cobarde de la mayoría de los actores políticos,
incluido el disminuido y artrítico periodismo cultural y el acomo daticio periodismo a secas que vive de agachar la cabeza frente a los políticos, no dejó de sorprender al grupo que no deja de recibir reconocimientos nacionales (en la entrega anterior puntualizaba: las instituciones premian al teatro que persiguen y acosan por incómodo y crítico), así como la reciprocidad de grupos de teatreros muy diversos en el df , que aplaud e n a L a R e n d i j a p o r l a creación de espacios de alcance local y nacional. A pesar de la sorpresa que representó ese ataque, el grupo reaccionó muy rápidamente y puso en evidencia esa asimetría con la que lucha todos los días: la creación del un público amplio, propositivo, crítico, y la destrucción del interés gracias a las ñoñerías comerciales que inundan también su cartelera cinematográfica y ese teatro comercial que cuenta con un público que aplaude cada vez que los personajes entran y salen de escena. Era preciso describir aquí, de una vez, los aspectos que movilizaron el enojo. En la siguiente entrega se intentará mostrar en qué consiste la polivalencia de ese trabajo y dónde están los acentos estéticos y de orden histórico y cultural que tanto agreden a los yucatecos. Si los yucatecos hicieran un despliegue mediático para difundir la cultura como el que hicieron para censurar, seguro que saldrían pronto de ese letargo espiritual que tanto los atrasa. Parte de ese atraso consiste en actualizar la eterna pugna entre el pri y el pan , que todo lo politizan para confundir electores, público y espectadores, categorías que si bien llegan a cruzarse, en su vocabulario medieval no se distinguen. Como bien ha señalado Araujo, “Penteo se ha deslizado a la vida real y nos persigue como Bacantes que somos... durante todo el festival ha estado el pleito en los medios y sigue aún...” •
LA OTRA ESCENA
quemainmx@gmail.com
Una plática de banqueta
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YER, SIN QUERER, NOS encontramos con dos amigos músicos. Homenajeando a la casualidad decidimos tomarnos un café allí mismo, en la banqueta. Mientras actualizábamos nuestras vidas, el más dedicado a la producción de bandas en estudio compartió un viejo interés que habíamos platicado en el pasado: el de tocar en conciertos pequeños, con no más de cincuenta personas, en los que se prohibiera todo tipo de grabación (de video o audio) y en los que siempre naciera música nueva que se esfumara en el olvido. Esto es: presentar una cadena de inspiración-composición-fijación-extinción musical, en la que no hubiera más de dos o tres intérpretes sobre el escenario. De esa manera, un pequeño público accedería a la intimidad en la que el artista aún no se traiciona a sí mismo pensando en un disco, una gira o su presencia en los medios.
Uno de sus argumentos fue el siguiente: “Cuando la audiencia supera los cincuenta miembros, el concierto se transforma en un ritual dirigido por alguien; en sentido contrario, yo quisiera que la gente se sintiera comprometida, corresponsable de lo que sucede conmigo, aunque termine cagándola.” En ese momento dudamos sobre si tal planteamiento atentaría o no contra el oficio de pulir y perfeccionar las ocurrencias hasta convertirlas, lentamente, en composiciones valiosas. También pensamos, atraídos por lo utópico de la idea, que efectivamente sería un gran homenaje a la música el revelar sus procesos, los cauces que toma antes de llegar al mar del aire. Dicho de otra manera: si se muestra el cómo enalteciéndolo por encima del qué, entonces esta nueva forma de compartir faena nos parece justificable. De lograrlo, nuestro amigo será un torero compartiendo labores no en el ruedo sino en el tendido, entre la gente, con todo y toro. Para ese momento nuestro segundo camarada, dedicado a prestar servicio en la mayor cantidad de grupos posible para ser visto por la mayor cantidad de gente posible, hizo su propia interpretación: “Me gusta eso de que no dejes a la gente grabar nada. Pat Metheny dijo recientemente en una entrevista que Youtube ha sido la perdición de los músicos de jazz abocados a la improvisación; que ahora todos tocan sin correr riesgos porque se saben filmados, porque temen que horas después los suban a internet; dijo que por eso él ya no va a ciertas sesiones.” Comentario atrayente, creemos que nuestro colega interpretó de manera distinta lo dicho por el primero, quien intenta una “purificación” del hecho artístico. Éste, por el contrario, se preocupa por el peso de un público que delimita –por ausencia o presencia– la creación de los músicos. Nosotros fijamos postura. Dijimos que nos parecía cobarde, pues un músico que
improvisa debe cumplir destino soslayando el pasado y el futuro, fundiéndose con el presente. Recordamos también un viejo programa de televisión en el que Borges planteaba, palabras más palabras menos, que el contexto de una obra no debe influir en su creación. Premisa casi imposible, hoy tiene un nuevo enfoque por el peso que el público ejerce ya no en una sala de conciertos, sino en las redes sociales. Confíe nuestra lectora, nuestro lector, en el rumbo de estas palabras domingueras. Los músicos de quienes hablamos son miembros destacados de la comunidad artística. Día con día graban o giran con múltiples proyectos y suelen tener opiniones muy valiosas. Así, después de un rato estuvimos de acuerdo en algo fundamental: es diferente que nuestras obras en estudio estén disponibles en internet, a que se nos conozca por lo que otros suben en concierto. Eso último ha sido elegido por entusiastas (los de los celulares en alto), que no tienen criterios básicos de producción ni valoran la obra entera de un compositor. Con ello se terminan repitiendo las piezas más populares (mal grabadas) oscureciendo otras que representan un mayor reto para los escuchas. (Desde luego es un fenómeno inevitable en el que no hay culpables.) Finalmente, entendemos que miles de discos y músicos sólo pueden ser conocidos a través de Youtube; sin embargo, en la medida de lo posible le recomendamos usar esa fuente para: a) escuchar álbumes de estudio completos, b) evitar tracks en vivo mal filmados y con audio corrupto y c) dado el caso, tomarse el tiempo de ver conciertos enteros y no fragmentados. Nada de esto impide, además, que en la fiesta se olvide de todo ello y utilice la red como jukebox o karaoke (funciona excelente). No hay que ser tan clavados como nosotros y nuestros amigos de banqueta. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
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arte y pensamiento ........
13 de octubre de 2013 • Número 971 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Verónica Murguía
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A FEALDAD VERSUS LA belleza. Es un asunto tan viejo como la humanidad, tan manoseado como el amor, la muerte, la libertad. Y como éstos, es un asunto planetariamente incomprendido y, aunque ubicuo, velado. Somos nuestro cuerpo. Hasta el más religioso entre nosotros, quien crea en la vida ultraterrena, tiene que reconocer que su cuerpo lo conforma. Que nuestro cuerpo no sólo es habitación, pues espíritu y materia se influyen mutuamente. Somos este frágil y poderoso armazón erguido gracias a un haz de carne y piel. Esto somos, complejo y efímero. Y quizás por nuestra naturaleza perecedera, sobrellevamos, a pesar de todo lo que conocemos acerca de nuestra naturaleza, la superstición de la belleza. No seré yo quien arroje la primera piedra. Como la mayoría, cada defecto nuevo que me descubro en el espejo y que se suma a mi lista, me llena de banal melancolía. Pero sé que el aspecto no tiene la importancia que le damos, que vivimos bajo su tiranía porque la libertad es un ejercicio fatigoso. La belleza es un marcador biológico: la tersura de la piel, el brillo de los ojos, la armonía del cuerpo señalan salud, posibilidades de engendrar, fuerza. Pero ahora sabemos que bajo el aspecto hirsuto de la Bestia puede latir una inteligencia más luminosa que las facciones de la Bella. Es un secreto a voces: la Belleza no es garantía más que de sí misma: no avala el corazón. Por eso la historia de la Bella y la Bestia tiene esa fuerza, porque vive y se mueve entre nosotros. Y a pesar de su vigencia, generalmente desoímos esta verdad. Todo está en favor de ese prejuicio. En muchas facetas de la vida, en las relaciones entre hombres y mujeres, en el roce cotidiano con desconocidos, en las formas más antiguas del arte, en la propaganda burda o el patio de la escuela primaria, se celebra la belleza física, aunque a veces esta celebración no sea más que ratificar el insolente triunfo de lo azaroso sobre la voluntad de obrar bien o pensar en libertad. No es un fenómeno inocuo. Está presente en ciertas aristas del racismo, en las limitaciones en nuestra idea del amor sexual y la insatisfacción crónica de medio mundo. Por todo esto, el libro que quiero comentar me dejó hecha polvo. Es un libro para niños: La lección de Augusto, escrito por r. j. Palacio. Este relato cuenta las peripecias de un niño de diez años que padece el síndrome de Treacher Collins, una enfermedad que deforma los huesos de la cara. La narración, articulada de forma ingeniosa en secciones narradas en primera persona por los personajes infantiles y adolescentes que rodean al protagonista, nos guía por un ámbito donde no tiene cabida el discurso razonado de los adultos.
Augusto, apodado Augie, es un caso extremoso del síndrome. Cuando comienza la narración lleva veintisiete cirugías y no ha ido nunca a la escuela. De entrada escuchamos su voz: “Me siento normal. Por dentro. Pero sé que los niños normales no provocan que otros niños normales se echen a correr dando de gritos en el parque […] Si encontrara una lámpara mágica y me concediera un deseo, desearía tener una cara normal, en la que nadie se fijara.” A pesar de todo, Augie, en la burbuja de su entorno, es feliz. Palacio le ha dado a su personaje un sentido del humor y una franqueza sin autocompasión que lo hacen entrañable. “No te diré cómo me veo, por cier to. Quién sabe qué es lo que te imaginas, pero seguramente estoy peor.” Pero llega el momento de ir a la primaria, a quinto año. Augie no quiere ir. Le da miedo. Y sus padres, quienes preparan el terreno lo mejor que pueden, también temen. Al principio, le va en feria. Sólo una niña es indiferente a su fealdad. Los demás o le rehúyen o se burlan. Inventan un juego: la peste. Si lo tocas o rozas un objeto suyo, te da. Le ponen apodos. Pero los peores son los padres del niño más cruel: la madre elimina a Augie de la foto de grupo con Photoshop y busca la forma de que sea expulsado de la escuela, alegando que es un niño con necesidades especiales. Y no es: el síndrome sólo afecta ciertos huesos faciales. Augie es autónomo y tampoco tiene problemas cognitivos. Al final, casi todos los niños aprenden a aceptarlo. Sin cursilerías, Augie triunfa. No se vuelve guapo, ni le cae novia del cielo. Pero puede rasgar el velo de su fealdad, revelar quién es. Semejante triunfo no es poca cosa. A eso deberíamos aspirar: a ver y mostrar lo que somos debajo de la apariencia •
Ingenuo exhorto
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STE ES UN EXHORTO condenado al fracaso y saramaguiano, sanamente pesimista. Es un exhorto a la conciencia de los que parecen no tenerla y un llamado a la decencia de los que la ignoran. Es una recomendación para darle aprecio a este país, para aquellos que precisamente no han demostrado, con acciones y omisiones igualmente funestas, ni un ápice de cariño. Aunque se llenan la boca con frases floridas y promesas que nunca van a cumplir. Aunque hablen de ello, de amar a esa patria que somos todos nosotros, aun los que mutuamente nos detestamos pero estamos aquí. Es un exhorto ingenuo, pero formulado con toda seriedad, porque el despeñadero sin fin que es este país cada día produce más tragedias y más miseria.
Es un exhor to primero a los verdaderos gobernantes de México, sus verdaderos presidentes y gobernadores. No Peña por ahora, ni su gabinete, que es de util e r í a , d e p rove c h o s o d e co ra d o. E s u n llamado público a la Presidencia compartida de México, al triunvirato poderoso de los presidentes, alguno más grande y poderoso que los otros dos, pero presidentes al fin; a Carlos Slim, a Emilio Azcárraga y un poco menor pero allí también, en ese podio, a Ricardo Salinas Pliego. Ustedes tres, que lo tienen todo, hasta un presidente a modo y un montón de muñequitos de corbata que hacen como que promulgan leyes y sesionan en las cámaras, pueden mejorar este país que, para decirlo con imperdonable franqueza, se está yendo a la mierda. Mucho por culpa, y disculparán la franqueza de este aporreateclas que ya no tiene mucho que perder sino acaso la libertad o la vida –porque la salud la perdió ya hace un par de años y la fortuna nunca la tuvo–, de ustedes. Porque no hicieron, cuando tuvieron la oportunidad, aquello que podría haber marcado la diferencia en este país: reeducar a la gente de escasos recursos, ayudarla a reconsiderar las jerarquías en todos esos millones de vidas dedicadas cotidianamente al oficio más viejo del mundo, que no es la prostitución como reza el vulgo, sino el de la supervivencia. Con un poquito de decencia en la oferta televisiva –con un poquito de voluntad podrían desechar las vergonzosas muestras de estulticia que son casi todos sus programas–, de verdadera cobertura telefónica y de tecnologías de información a precios buenos, ustedes de cualquier manera se hubieran seguido atiborrando de dinero, quiz á u n o s m i l l o n c e j o s m e n o s, p e r o habrían hecho grandes, grandísimos favores a este país. Bastaba, Emilio y Ricardo, con que la programación de sus televisoras no fuera todo el tiempo un estercolero nauseabundo que sólo destaca porquerías, escándalos, pute-
rías y mezquindades; qué bueno hubiera sido que Fonovisa y su símil del grupo de t v Azteca promovieran buena música, popular, sí, hasta algún bodrio de los que promocionan, pero también mucha música de cámara, sonatas de piano, piezas para chelo y para corno y para oboe… o corales, y mucho jazz, y mucha música tradicional, y rock de fusión, y rock metalero de calidad y rock progresivo, que para todo ello hay estupendos compositores y hay intérpretes que lo dejan a uno boquiabierto, pero la mayoría languidece con sueldos de risa cruel en trabajos mediocres, apenas subsistiendo, aferrados al sueño –en este país sueño absurdo–, de ser músicos creativos y no cualquier pobre zonzo que toca porquerías en bodas. Podrían haber enaltecido el buen cine, impulsado el corto y el cine en México, y el teatro, y las artes plásticas, y patrocinar conservatorios, academias de artes plásticas, escenarios teatrales sin cobrar entrada… Y podrían, puesto que de facto son gobierno con sus fortunas, con lo mucho que evaden al fisco ustedes y los otros pocos que son como ustedes, allí Bailleres, Peraltas, Vázquez Rañas y Alemanes y todos esos nombres de siempre –los Servitjes, los Romos, los Zambranos, et al– patrocinar escuelas –¡laicas!– de calidad, hospitales impecables pero gratuitos, plantas potabilizadoras de agua, proyectos de coinversión cooperativa de pequeñas agroindustrias, o de investigación tecnológica. Podrían. Podrán siempre. Pero no lo hicieron y no lo van a hacer nunca por algo muy sencillo: son mezquinos. Y en otro ingenuo exhorto, este sí al presidente nominal, Enrique Peña, una petición simple: acopie vergüenza, recupere dignidad, acepte su verdadera condición de inepto y hágale un enorme, histórico favor a México: renuncie. No se imagina cuántos millones de mexicanos se lo vamos a agradecer de todo corazón y, con el tiempo, hasta a recordarlo con algo parecido a la simpatía •
CABEZALCUBO
El bello y las bestias
LAS RAYAS DE LA CEBRA
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
Jornada Semanal • Número 971 • 13 de octubre de 2013
........ arte y pensamiento
Javier Sicilia
Luis Tovar
Lo monstruoso de Dios
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L PODER, QUE ES siempre monstruoso, ha hecho que una buena parte de la imaginación humana conciba el universo de Dios como una monstruosidad. Una de ellas es ese ser compuesto de muchos seres que aparece, con diferentes rostros y nombres, a lo largo de muchas mitologías, relatos religiosos y literaturas fantásticas de Occidente. Recuerdo algunas: Virgilio, en el cuarto libro de la Eneida representa a la Fama –el Escándalo o el Rumor, dice Borges– como un rey numeroso de plumas, ojos, lenguas y oídos. En el inmenso texto religioso del siglo xii , el Visio Tundali, la fiera Arconte lleva en su vientre a los réprobos atormentados por osos, leones, víboras y lobos. Estos seres, que pertenecen a los infiernos, tienen su contraparte divina: la geométrica trinidad cristiana y sus más horrendas representaciones pictóricas: “un solo Dios en tres personas distintas”; los cuatro seres vivientes del Apocalipsis que poseen seis alas cada uno y están llenos de ojos por dentro, o el águila del canto xix del Paraíso, de Dante, compuesta de miles de reyes justos, que habla –como un símbolo del imperio y del poder– con una única voz y dice “yo” en lugar de “nosotros”. Muchos siglos después, en el frontispicio de la primera edición inglesa del Leviatán –ese símbolo del Estado que anuncia la modernidad–, de Thomas Hobbes, la imaginería del editor colocó a un gigantesco soberano hecho de hombres que señorea una ciudad armado con una espada y un báculo. Aunque fascinante,“la noción abstracta de un ser compuesto de otros seres –dice Borges– no parece pronosticar nada bueno”. De hecho, no ha dejado de revelar y exaltar lo monstruoso del poder, ya sea religioso o político, y de deformar de manera atroz la realidad de Dios. Fuera de esa desmesura geométrica de los teólogos cristianos llamada la Trinidad y de esas reverberaciones monstruosas que nos hablan más de los sueños del poder humano que del de Dios, Dios carece de representación. Es, como lo dice la mística, y no la imaginación desbordada, el más allá de todo y, por lo mismo, carece de cualquier contenido conceptual y de cualquier posibilidad de representación. Si atendemos al Evangelio –no a los sueños del poder o al maridaje innatural que la Iglesia hizo del César con el Pobre de Nazareth, del Imperio con el artesano Jesús y el pescador Pedro–, Dios no es otra cosa que la pobreza, la sencillez y la impotencia misma de un rostro. Las extrañas palabras de Jesús: “Quien me mira a mí mira al Padre”, dicen que Dios no se expresa por acumulación, sino por reducción. Qué más pobre y más limitado que un rostro y, sin embargo, que más infinito, insondable, misterioso y acogedor. Así
como Dios, en Jesús de Nazareth, va al encuentro de los otros cuyos rostros lo desposeen de sí para ir a su encuentro, así también –dice esta extraña revelación–, quien lo mira a él o, mejor, quien mira el rostro de cualquiera y lo sirve, entra en la intimidad de Dios. Esa realidad, dice el Evangelio, que me rebasa, que me vincula a ella, es una piel que nada ni nadie protege, una desnudez que se niega a cualquier atributo, a cualquier acumulación y, por lo mismo, nos abre al infinito. Dios es entonces un vínculo que nos desposee en el encuentro y nos hace ser en el otro más allá de nosotros mismos y viceversa. Nada más lejos de las monstruosidades acumulativa y totalitaria del poder; nada, por lo mismo, más ajeno a cualquier representación. Por eso el poder, a pesar de que, como en las figuras monstruosas a las que he aludido, quiere reducirlo a sí mismo, en realidad se le escapa. Cuando se ama, es decir, cuando se está desposeído de sí, y sólo habita el vínculo del amor, Dios mismo triunfa sobre cualquier poder, sobre cualquier distancia, sobre cualquier muerte. Esa es su verdadera monstruosidad, una monstruosidad que no puede ser representada ni conceptualizada, una monstruosidad inasible porque es vacío de sí, porque es nada, porque es ausencia de poder, porque es vínculo y gratuidad pura. Sólo del vacío de sí, lo sabemos cuando nos entregamos a otro, brota la fecundidad del infinito. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón •
Insanias Los que están despiertos tienen un mundo único y común; el que duerme se inclina hacia su propio mundo. Heráclito La enfermedad es a la vez retiro a la peor de las subjetividades y caída en la peor de las objetividades. Michel Foucault
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ÁS QUE ACLARACIONES, CABE hacer dos abundamientos respecto de los epígrafes suprascritos: en el segundo, que el filósofo francés se refiere a la enfermedad mental; en el primero, que el filósofo griego –tan citado por aquello de las aguas siempre otras aunque pertenezcan al mismo río– no se refiere solamente a la diferencia que hay entre los universos de la vigilia y el sueño sino también, gracias a la amplitud semántica contenida en toda metaforización, a la radical polaridad que registran los ámbitos nunca del todo suficientemente delimitados de aquello que, a lo largo de la historia entera de la humanidad, conocemos como cordura, en un extremo, y locura, en el otro lado de una cuerda que suele tensarse y destensarse sólo para tensarse un poco más, en función del contexto histórico y sociocultural que busca comprender o, cuando menos, explicar las causas y la naturaleza más profunda de dicha tensión, así como aventurar uno o más modos de enfrentarla. A propósito de lo anterior, y como apunta el propio Foucault en su ensayo Enfermedad mental y personalidad, hay al menos una paradoja “que nos obliga a nuevas formas de análisis: si esta subjetividad del insano es al mismo tiempo vocación y abandono del mundo, ¿no es acaso al mundo mismo a quien debemos interrogar acerca del secreto de esta subjetividad enigmática?” Esa paradoja, cuya resolución es crucial para no desbarrancar en la colección de simplismos y lugares comunes con los que tantos quieren despachar de un plumazo la cuestión escabrosa de quién está loco y quién no lo está, se presenta completa en El paciente interno (2012), documental dirigido por Alejandro Solar. Desde la perspectiva de la historia de la locura, este retrato de Carlos Francisco Castañeda de la Fuente, inicialmente concebido en clave de pesquisa y finalmente realizado a manera tanto de denuncia como de testimonio, debe ser un valiosísimo estudio de caso, ya que se sustenta en una doble plataforma: primero, e n e l s e g u i m i e nto c ro n o l ó g i co puntual de los acontecimientos, las situaciones y las decisiones que condenaron a Castañeda, durante veintitrés años, a la reclusión en un hospital psiquiátrico, y segundo, en el testimonio directo, amplio, sobrecogedor prácticamente todo el tiempo, del propio enfermo. Vayan las cursivas para enfatizar que dicha condición, la de alunado, en el caso de Castañeda, más que de un retiro a la peor de las subjetividades que se explicara en virtud de su propio mundo, previo y quizá germen de locura posterior, claramente está en función de ese mundo externo al que, con toda razón, Foucault exige interrogar, si lo que se quiere es comprender y no sólo explicar. Eso es precisamente lo que hace Solar en El paciente interno: a partir de la investigación de origen, a cargo del periodista Gustavo Castillo, decidió contar la histo-
ria de ese hombre que, desde 1970 y hasta 1993 permaneció recluido –y “recluido” no es aquí un sinónimo– no en un penal sino en un sórdido manicomio gubernamental. ¿La causa? Que Castañeda cometió intento de homicidio contra un genocida que hasta su muerte se enorgulleció, pública e impúdicamente, de la decisión barbárica que lo baldara no sólo a él como el epítome del abuso de poder y la impunidad del poderoso, sino marcó a este país de un modo tal que, cuarenta y cinco años más tarde, como sociedad no hemos sido capaces de curar la herida ni de aprovechar cabalmente la lección sangrienta, a juzgar por lo que puede verse en estos días de “autoridades” propensas a reprimir antes que a solucionar, neohalcones y criminalización de la protesta social. Dijo Solar en entrevista: “don Carlos es un auténtico sobreviviente del sistema, un hombre que lejos de victimizarse tiene una fuerza de vida y una manera muy digna de ejercer su libertad y, al mismo tiempo, haber tenido el valor para tomar la decisión que tomó. Porque, ¿qué tan enfermo mental se necesita estar para haber querido atentar contra la vida de Díaz Ordaz?” Le asiste la razón, como le asistió –con metáfora y sin ella– a Carlos Castañeda un día de 1970, cuando razonadamente decidió que bien podía ser él el artífice de un acto de mínima justicia: la vida del criminal a cambio de la vida estúpida y brutalmente cercenada de nunca sabremos cuántos hombres y mujeres el 2 de octubre de 1968. Si acaso no ha muerto, hoy Castañeda deambula por Ciudad de México en calidad de indigente loco pero, en todo caso, libre al fin de la doble cárcel que significó ser un interno en términos penales, y un paciente para un cuerpo de médicos que el documental exhibe casi tan espeluznantes como el propio sistema sociopolítico que, indiferente a la dignidad y a la decencia, es criminalmente capaz de declararte loco, para volverte eso mismo si acaso sobrevives, por ejemplo, a cuatro años de aislamiento total. Ya que de insanias se trata, ¿quién será más insano aquí, el acusador que es criminal impune o el acusado al que se enloqueció a manera de castigo? •
CINEXCUSAS
twitter: @luistovars
CASA SOSEGADA
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ensayo
13 de octubre de 2013 • Número 971 • Jornada Semanal
na serie de decisiones erradas pueden llevar a la cárcel a quienes son víctimas de su propia inconsciencia. Tal es el caso de los reos cuyas historias relata la excelente serie Cárcel y libertad en Brasil, del fotógrafo brasileño Rodrigo Albert (Belo Horizonte, 1975), quien radica en México desde hace dos años. La muestra comprende veinte fotografías en gran formato, forma parte del programa de artes visuales del 41 Festival
Concebido en 1972, el ahora Método apac estuvo en un inicio centrado en una experiencia de pastoral carcelaria católica, que al correr de los años devino en una práctica ecuménica donde conviven católicos, cristianos de diversas denominaciones y espiritistas. apac es una institución brasileña sin precedentes en el mundo. Sus alcances han sido tan significativos que, desde 1974, cuando quedó formalmente instituida, ha servido como modelo a otros centros penitenciarios en veintisiete países (Estados Unidos, Noruega, Australia, Alemania, Inglaterra, Corea del Sur, Singapur y Costa Rica, por mencionar algunos), los cuales siguen los mismos principios huma-
Internacional Cervantino y será exhibida en el enrejado del atrio de la Basílica de Guanajuato. La obra de Albert navega entre los límites de la fotografía documental y la obra de autor. Eminentemente contemporánea, su serie sobre la vida cotidiana en la prisión de autogobierno de Itaúsa, en la provincia brasileña de Minas Gerais, es una compleja investigación visual apoyada en un uso audaz del color. Los prisioneros fotografiados por Albert forman parte de un sistema penitenciario innovador en Brasil: apac : Associação de Proteção e Assistência aos Condenados (Asociación de Protección y Asistencia a los Condenados), cuya característica principal son las prisiones humanizadas donde no hay presencia policíaca y la altura de los muros de sus instalaciones es reducida. Todas las actividades de estos centros se realizan con el apoyo de los propios prisioneros, a quienes oficialmente llaman recuperandos; éstos se dedican al cultivo del campo, así como a cosecharlo; a cocinar, limpiar las instalaciones de la cárcel y a elaborar pan que venden en grandes cantidades. No obstante, la disciplina es estricta y todos los recuperandos deben recibir apoyo psicológico, así como dedicar parte de su tiempo a estudiar y aprender alguna profesión u oficio. Albert permaneció más de ocho años en el mundo de estas prisiones; primero, como observador y voluntario y, finalmente, como participante, al conseguir permiso para vivir seis días en la cárcel apac de Itaúsa. Como resultado de esta última experiencia, obtuvo una grabación videográfica de varias horas y una serie de sus fotografías con las que invita al espectador a superar las barreras sociales y estéticas. Albert confiesa que, en un primer momento, sintió miedo al pensar que dormiría en una celda junto a treinta y tres recuperandos. Este temor desapareció cuando recordó las garantías que tienen las apac y, confiado, se dedicó a fotografiar a los presos.
nistas que han revolucionado a las poco más de cien cárceles apac que existen en Brasil. Uno de los objetivos principales de las apac es promover el contacto permanente de los reclusos con gente de la comunidad local, al igual que con los voluntarios de éstas y con sus propias familias, a fin de establecer, restablecer o fortalecer las relaciones familiares y relaciones interpersonales afectivas y significativas para las y los reos en recuperación. El enlace entre religión y humanización que impulsa la apac tiene origen en el concepto de apostolado (servicio de ayuda inspirado en Jesucristo y el Evangelio) que el abogado Mário Ottoboni difundió entre los reclusos a quienes impartió el curso Liberación con Cristo. “ apac reiterativamente se caracteriza por ser una obra de Dios teniendo el Evangelio como un gran inspirador (Mateo, 25:32-46; Hechos, 16:16-42, y Hebreos 13:3)”, explica Ottoboni. Mário Ottoboni, Silvio Marques Neto y Valdeci Ferreira, fundadores de la apac, hacen mención al curso que Otobboni impartió en diversas cárceles y que fue la inspiración para crear la primera a pa c . Ottoboni explica que su definición de evangelización responde a los acuerdos del Concilio Vaticano ii : “La evangelización se entiende como la ayuda al prójimo y no precisamente se busca la conversión. Afín con los alcances que tuvo el Concilio Vaticano ii , la evangelización significa que todo ser humano tiene dentro de sí las semillas del verbo, Seminis verbi.” El Método apac posee un complejo sistema cuya finalidad es atender a los recuperandos de manera integral y humanista, con el objetivo de que cobren conciencia de sí mismos y de sus actos, por lo que la estancia en la cárcel no se considera un castigo, sino un período de introspección. Altamente significativo es que, desde que fue constituida la primera a pa c y hasta la fecha, sólo seis reos se han fugado •
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Cárcel y libertad en Brasil Ingrid Suckaer
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