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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 24 de noviembre de 2013 ■ Núm. 977 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

La aventura artística de

Philip Guston E ugenio M ercado y G onzalo R ocha

El Premio FIL a Y ves B onnefoy • J osé G. A rtigas , a dos siglos de las Instrucciones del año 1813 Entrevista con E va G iberti • D iego y F rida , una pareja mítica


Junto con Rothko, Pollock, De Kooning, Gorky y Motherwell, el estadunidense Philip Guston fue uno de los grandes de la pintura abstracta; a mediados de la década de los años treinta del siglo pasado incursionó en el muralismo y en los setenta sacudió al mundo del arte con lo que más tarde sería conocido como cartoonism. Iconoclasta, crítico sin concesiones del stablishment, de los horrores de la guerra y la creciente deshumanización, Guston es una figura artística que aún no goza del reconocimiento que realmente merece, y los textos de Eugenio Mercado y Gonzalo Rocha que presentamos aquí buscan colaborar en esa tarea. Publicamos además un artículo sobre Yves Bonnefoy, ganador del más reciente Premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un texto sobre las célebres Instrucciones del año 1813, del uruguayo José Gervasio Artigas, así como una entrevista con la psicoanalista Eva Giberti, directora del Programa de Víctimas contra las Violencias en Argentina. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

Antonieta, lady Gregory y Maeve Brennan

de asombros

bazar

Hugo Gutiérrez Vega

D

tarias en el corazón enfermo de esa zona de la ciudad os mujeres ejemplares, Antonieta Rivas Merca­ que lleva el ominoso nombre de La cocina del infierno. do, en México, y lady Gregory, en Dublín, fueron Un monólogo inteligente y conmovedor, Maeve’s las principales promotoras de los movimientos tea­ House inauguró la gira del teatro nacional de Irlanda. trales, el Ulises y el Abbey. El primero actualizó al El texto es de uno de los grandes actores de ese país, Mé­x ico convulsionado por la lucha revolucionaria, Eamon Morrissey, y la dirección está a cargo de Gerard y el segundo, creado en 1904 por lady Gregory y el Stembridge, experimentado maestro de teatro irlan­ poeta Yeats, se conviritó muy pronto en el teatro dés que se especializa en obras de Yeats, O’Casey, nacio­n al de Irlanda y manifestó de inmediato sus Synge y lady Gregory. propósitos: “Llevar al escenario las más profundas emociones del pueblo irlandés.” Una de ellas era, La obra gira en torno a la periodista y escritora (es sin duda, la causa independentista que combatió lo mismo) irlandesa Maeve Brennan y nació de un he­ al dominio inglés y defendió los valores nacionales, cho misterioso: Morrisey creció en una casa ubicada incluyendo la lengua viva de los antiguos celtas y en un barrio de clase media de Dublín. En esa misma actuante en las pequeñas comunidades de la empo­ casa vivió Maeve antes de partir rumbo a Washington. brecida Irlanda que, gracias a las papas americanas, Son muy bellos los cuentos de Maeve y se hizo fa­ pudo salvarse de la terrible hambruna. mosa por sus reseñas para la sección Talk of the Town del New Yorker. En ellas comentó con inteligencia y El Abbey ha visitado con frecuencia a la muy irlan­ buen estilo los acontecimientos diarios de una ciudad desa Gran Manzana. En 1911, la lady, al frente de sus en pleno proceso de crecimiento y de formación de aguerridos teatreros, puso en un local de Broadway la una poderosa manera de ser obra de j. m. Synge, The Play­ boy of the Western World y (no uso deliberadamente armó un escándalo que la sospechosa palabreja creció en el seno de la nu­ “identidad”). Sus cuentos, merosa colonia irlandesa en cambio, están ubicados en molesta por la forma abier­ su mayor parte en el barrio ta y sincera con la que se de la infancia, en un Dublín expusieron los datos esen­ en plena lucha y en cons­ ciales de la situación socio­ tante crisis. ecónomica de la colonia Maeve fue una perio ­ inglesa. El público lanzó dista ejemplar que supo papas a los actores y algu­ combinar la profundidad en nos de ellos contestaron la el análisis con el ingenio y el agresión con los mismos humor propios de la acti­ proyectiles. La astuta lady tud irlandesa. Su vida ter­ invitó al presidente Theo­ minó trágicamente, pues dore Roosevelt a la siguien­ el alcohol la derrotó y se te función y, de esa manera, p erdió, como cualquier logró que los reventadores bag lady, en las calles de la se calmaran. En la tempo­ ciudad que tanto amó, ana­ rada neoyorkina incluye­ lizó y comentó. Morrisey ron una obra de Yeats y cubre la hora y diez minu­ varias pequeñas obras de tos del monólogo con un lady Gre gor y. En las si ­ estilo de actuación sutil y Maeve Brennan. Foto: Patrick-Redmond guientes giras a la ciudad contenido. cuya policía, en su mayor parte, era de origen irlandés, Mucha historia y muchas tablas viajan sobre los el Abbey estrenó obras de Sean O’Casey, Sam Shepard hombros del mítico Abbey de Dublín. Ahora nos habla y O’Rowe, y puso en escena un revolucionario monta­ de Maeve Brennan, de su alegría y de su dolor. Todos je del Juan Gabriel Borkman, del maestro Henrik Ibsen. pensamos un poco en los dos polos de lo femenino en Hace unos días fui al Irish Arts Center para asistir Irlanda: lady Gregory y la Crazy Jane, de Yeats. Maeve a la primera función de la reciente gira del Abbey a juntó a las dos mujeres en su generosa e inteligen­ Nueva York. El centro, activo y hospitalario, organiza te vida y en la ebriedad de su decline and fall • sema­nas de poesía, da clases de baile irlandés, presen­ ta obras de teatro y participa en actividades comuni­ jornadasem@jornada.com.mx

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Portada: Philip Guston, La línea, 1976

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José María Espinasa

El Premio FIL a

Yves Bonnefoy Foto: Rob Gliddon

casi siempre se muerden la cola: pocos poetas tan intensos y quemantes y tan amplios en su abanico de temas. Me interesa destacar un par de ellos: la relación con la pintura y su interés en Shakespeare. Ninguno de estos intereses es cosa nueva ni en la poesía francesa ni en la de cualquier lengua. La obra lírica y ensayística (esta última es menos co­ nocida en español) es un resultado natural de la evolución de la poesía francesa. Bonnefoy es, en sentido estricto, un poeta tradicional y un clásico, en el sentido más amplio de la palabra, del siglo xx . Y precisamente esa condición le viene de ser un poeta de vanguardia, con una evidente y extrema condición de modernidad. Y es que eso –moderni­ dad y tradición‒ son, simultáneamente, cualidades de la literatura francesa después de Baudelaire. Por ejemplo, el surrealismo, ese movimiento de vanguardia extremo, es hoy literatura clásica. A mediados del siglo xix , se impuso una idea de mo­ dernidad típicamente francesa, de la cual, a pesar de algunos intentos, y de las características propias que tomó en Latinoamérica, no nos hemos conse­ guido liberar. Es, por ejemplo, la idea de moderni­ dad que defendió Octavio Paz en sus reflexiones sobre la tradición de la ruptura incorporada al con­ texto mexicano. Y es precisamente en el lado de la tradición que hay que buscarla hoy y no en las re­ peticiones descafeinadas de las neo­v anguardias.

Bonnefoy es, en sentido estricto, un poeta tradicional y un clásico, en el sentido más amplio de la palabra, del siglo xx .

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ay que felicitar al jurado que decidió otor­ gar el Premio Fil 2013 a Yves Bonnefoy. Di­ cha designación significa muchas cosas: la primera en esta numeración, aunque la je­ rarquía la decide el lector, es que el premiado sea un poeta. Los jurados han sido en ese galardón mu­ cho más proclive a premiar narradores. Y, sin em­ bargo, cuando eligen poetas el resultado es notable y bien recibido por el medio literario, aunque tam­ bién hay que decir que el premio a un poeta, Tomás Segovia, fue el que trajo la cólera de la familia Rul­ fo y el retiro del apellido del gran escritor jaliscien­ se del nombre del premio. La importancia de los narradores en el galardón, más que reflejar la importancia literaria del géne­ ro, refleja la influencia del medio editorial y el peso económico en la decisión. Es lógico: un premio a un narrador tiene mucho más eco comercial que uno a un poeta. Pero el año pasado dicha tendencia llevó al desatino de premiar a Bryce Echenique, novelis­ ta acusado de plagio, y provocar una gran polémica pública, y también por el hecho de que el premio se entregara no durante la fil en un acto público, sino en Lima, Perú, en una ceremonia (casi) privada. Supongo que algo similar ocurrirá ahora, pues Bonnefoy es un hombre muy mayor –noventa años‒ y dudo que pueda viajar. Sin embargo, el premio me parece indiscutible. Es la primera vez que se da a un autor francés, respondiendo a la ampliación de di­ cho galardón a “escritores de lengua romance”. El autor de El movimiento y la inmovilidad de Douve, es bien conocido entre los lectores de poesía, su obra ha sido traducida, y con notable calidad, por Ullalume González de León y Elsa Cross entre nosotros pero, lamentablemente, sus traducciones no están ya en circulación. Suponemos que el premio hará que lo vuelvan a estar y que se hagan nuevas versiones. Tres elementos, pues, notables: poeta, francés e indiscutible. Claro, este último adjetivo habrá quien lo discuta, pues para todo hay. Al galo se le ha acusado de ser un poeta de laboratorio, excesi­ vamente frío e intelectual, poeta para poetas. Y ra­ zones para esas “acusaciones” las hay. Sin embargo,

La relación con la pintura es un fruto espléndido de ese período, no sólo por la colaboración directa entre escritores y pintores en libros conjuntos, sino por la reflexión que ha provocado sobre lo visual en el arte y la poesía. Los poetas se han vuelto veedo­ res, en el sentido virreinal; oteadores, en el senti­ do de mirar de cerca lo que está lejos. Es una de las grandes herencias de Baudelaire al siglo xx. La poe­ sía se desplaza de lo verbal a la escritura y lo prime­ ro deja en la segunda un eco a través de la grafía, escribir tiene todavía un sentido corporal (no sé ya si lo mantiene el tecleo sobre la computadora). La densidad aporta inevitablemente algo de abs­ truso y secreto a la condición del poema; la ilumi­ nación viene, proviene, de lo oscuro, es un despla­ zamiento de lo oculto hacia la luz, su luz es luz negra. Y aquí el calificativo cromático debe ser leído como cuando se habla, a propósito de la melancolía, de bilis negra. En cierta manera, la lírica de Bonnefoy se sitúa en el terreno de la alquimia, tiene algo de fórmula mágica, de conjuro, de cifra. Por eso la pin­ tura, en donde se ve lo no visto e incluso lo invisible, intriga tanto al poeta, que busca decir lo indecible. La poesía moderna, parece decir Bonnefoy en su interés por Shakespeare, viene toda de los sonetos del autor inglés, es allí que la poesía se orienta hacia lo personal, y en donde autor y persona empiezan a identificarse. Mientras que la ciencia evolucio­ na de la magia hacia el conocimiento, la poesía rea­ liza el camino inverso, y busca la palabra fun­ dadora, no la que transforma en oro sino la que transforma en sentido. En efecto, entre el Shakespeare de Hamlet y el de los sonetos hay un abismo conceptual, aunque los firme el mismo autor, y sin embargo el sentido es permanente, por eso llamamos a esa distancia un abismo. Baudelaire, se dice, inventó la crítica de arte. Y desde entonces la pintura y la poesía han tenido un estrecho romance, similar al que en otra época, en cierta manera mitológica, tuvieron la mú­ sica y el verbo. Bonnefoy es una muestra de lo viva que la poesía puede estar en una época tan abando­ nada por la poesía •


Alejandro Michelena

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(a dos siglos de las Instrucciones del año 1813)

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l año que corre se cumplen dos siglos de la con­ vocatoria de José Gervasio Artigas a los pue­ blos de la entonces Banda Oriental (hoy Uru­ guay y parte del sur brasileño), para que enviaran sus representantes a la asamblea que tuvo lugar en el paraje llamado De las Tres Cruces (hoy un barrio céntrico de Montevideo). En esa reu­ nión se eligieron los congresistas que por la provin­ cia participarían en el Congreso convocado en Buenos Aires con la finalidad de establecer la Constitución del nuevo Estado. Lo más del encuen­ tro fueron las instrucciones que dio Artigas a sus delegados, conocidas como Instrucciones del Año 1813. En perspectiva de tiempo, el documento era el más avanzado de América del Sur en aquel mo­ mento, en cuanto a la reivindicación de los valores republicanos y democráticos, cuando todavía algu­ nos referentes de la Revolución de Mayo pensa­ ban en la conveniencia de establecer una monarquía constitucional. En lo que va de 2013 se ha hablado y escrito mu­ cho, evocando estas “instrucciones”. En nuestro ca­ so, preferimos abordar la figura de Artigas desde un ángulo distinto: las representaciones iconográficas que procuraron mostrar su imagen.

El hombre frente al mito Es necesario ubicar a Artigas en su tiempo y circuns­ tancia. Ha sido mitificado, de modo similar a otras gran­ des figuras de aquel momento, y por mu­ cho tiempo fue difícil verlo en su humani­

dad. Por eso apelamos al título de uno de los his­ toriadores que comenzaron a roer el bronce que lo encorsetaba: El hombre frente al mito, de Alfonso Fer­ nández Cabrelli. Artigas nació en una de las familias más anti­ guas de San Felipe y Santiago de Montevideo, pero pasada su niñez habitó muy poco en aquella ciu­ dad amurallada que fue una verdadera fortaleza militar construida para proteger el territorio de las pretensiones portuguesas, y un excelente puerto le disputó a la capital del Virreinato el lugar pre­ ferencial en el comercio de la región con la metró­ poli hispánica con el mundo. El joven José Artigas, enviado por la familia a cuidar sus extensos cam­ pos al norte de la Banda Oriental, prefirió la vida libre de tropero de ganado, alternando con los ha­ bitantes de aquella región agreste. En su largo pe­ riplo por todos los confines convivió con los gau­ chos que poblaban la pampa ondulada de este lado del Río Uruguay, siendo uno más en las tareas de rodeo y doma, y compartiendo los fogones con el mate, la caña y el asado con cuero. En ese ambien­ te comenzó su liderazgo natural, que se extendió a pueblos originarios de la región, como los Cha­ rrúas y los Guaraníes, con los que convivió por períodos, que le fueron fieles hasta el final de su vida política. Puede parecer extraño que Artigas se dedicara por mucho tiempo del contrabando de productos desde y hacia los territorios portugueses que hoy forman Brasil, pero era un modo de vida normal en ese contexto; lo hacía por encargo inclu­ so de su padre y tíos, pues tal actividad era acep­ tada y aprovechada por el núcleo dirigente de Montevideo. Y más tarde las jerarquías colo­ niales lo convocaron para integrarse al cuer­ po militar encargado de combatir el contra­ bando, los Blandengues, aprovechando su conocimiento del territorio y de su gente. Esta peculiar parábola existencial fue transfor­ mándolo, gracias a sus cualidades de mando y vi­ sión, en el caudillo natural de la región, lo que expli­ ca su rápido cambio –hacia el año 1811‒ de revistar en las tropas de élite coloniales a encabezar la rebe­ lión en toda la Banda Oriental. Mientras tanto, como bien lo ha probado en los años más recientes –con profusión de documentos en la mano y estilo atractivo‒ el historiador e investiga­ dor uruguayo Nelson Caula, en su monumental obra en tres tomos, Artigas Ñemoñaré, el hom­ bre Artigas en el curso de esa vida nó­ mada, antes y durante la lucha inde­ pendentista, tuvo varios y sucesivos amores con mujeres de características muy diversas, poco relacionables to­ das con el perfil de dama de buena sociedad de entonces, dejando mu­ chos hijos y numerosa descendencia. Por otra parte, y aunque parezca contradictorio con lo dicho antes, su compleja personalidad le permitió ser, como bien se ha apuntado, un “hombre de dos mundos”, capaz de

Arti

en el cua

moverse con soltura en sus contadas incursiones en los salones de Montevideo, y de reflexionar sobre el destino de estas tierras. Dos básicas influencias intelectuales lo animaron: la utopía franciscana, originada en sus primeros años bajo la égida de esa orden religiosa, donde segura­ mente se fue moldeando su preocupación posterior por la justicia social, plasmada en el año 1815 en su Reglamento de tierras, donde se plantea una verdade­ ra reforma agraria a partir de la célebre frase: “Que los más infelices sean los más privilegiados.” La otra incidencia, de madurez, le vino de parte de la Revo­ lución estadunidense, que pudo conocer a través de libros y documentos de circulación casi clandestina; de ahí le viene la concepción federal de gobierno, por la que luchó siempre. Combatido por la élite gobernante en Buenos Ai­ res y por los portugueses, tuvo tiempo de hacer acuerdos con las provincias afines y conformar la Liga Federal, que integraron junto a la Banda Orien­ tal las actuales provincias argentinas de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Corrientes, además de las Mi­ siones que hoy son parte del territorio brasileño. La Liga Federal duró poco y pronto vino la reacción y la derrota militar de Artigas, quien buscó refugio en Paraguay, país entonces ya autónomo, donde se afin­ có para no volver. Una vez independiente el Uru­ guay, hubo invitaciones para su retorno, pero el cau­ dillo se negó a volver. No reconocía en el nuevo país su idea federal de nación.

Escultura de Artigas por Zanelli en Plaza Independencia


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24 de noviembre de 2013 • Número 977 • Jornada Semanal

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arto de los espejos

Artigas en el billete uruguayo de 50 nuevos pesos (1988)

El rostro de Proteo El modo en que ha sido visualizado Artigas ha dado lugar a versiones desmesuradas que no guardan nin­ guna relación con lo que pudo ser el hombre de carne y hueso. Pareciera que esas máscaras artísticas del prócer no ayudan mucho a convocarlo y a conocerlo, pe­ro nos remiten de manera privilegiada al pensamien­ to y el ambiente cultural en que fueron plasmadas. En relación al personaje de Hamlet ‒tal vez el más conocido de los creados por el genio de William Shakespeare‒ George Steiner sentenció alguna vez que son muchos en realidad los Hamlet: el que con­ cibiera el autor en tiempos isabelinos, pero también el romántico del siglo xix , el psicoanalítico a partir de Freud, un Hamlet existencialista en mitad del siglo xx , y hasta uno de talante postmoderno más cercano a nuestros días. Algo parecido sucede con las visio­ nes conceptuales o iconográficas que tenemos sobre los personajes históricos. Porque toda historia es, además, interpretación o “lectura” de acontecimien­ tos del pasado, y la mejor y más creíble de ellas es la que plantea un panorama más objetivo, que de todos modos no dejará de estar teñido de mucha subjetivi­ dad, y de la mirada peculiar de quien la trasmite. Las imágenes de Artigas ‒en dibujos, acuarelas, óleos o bronces‒ se parecen a las que podemos expe­ rimentar todos al entrar en el clásico cuarto de es­ pejos de un parque de diversiones. Son múltiples, di­ ferentes, a veces contradictorias, a veces confluyentes;

remiten a la misma persona pero enfatizando ángulos muy diversos. En última instancia, entre todas enri­ quecen un bosquejo ideal del personaje, pero tomadas de una en una nos impulsan a quedarnos con la ver­ sión ‒ideológica‒ que esconden entre sus pliegues. Pero dejemos las generalidades y vayamos a la más notoria de ellas: las que nos legó el pintor Juan Manuel Blanes en sus cuadros, y concretamente en su tan conocido Artigas en la puerta de la Ciudadela. Recordemos que cuando acometió la tarea de repre­ sentarlo era en cierta forma el artista oficial de la so­ ciedad y el Estado uruguayo. Y pertenecía a una ge­ neración que se vio en la tarea de apuntalar la idea de nacionalidad mediante algunos mitos fundantes; ante la leyenda negra sobre Artigas –que lo hacía ver como un bandido‒ ellos presentaron una imagen idealizada, casi sobrehumana. La perspectiva de Bla­ nes es complementaria, estrictamente, con el poema de Juan Zorrilla de San Martín “La leyenda patria”. El perfil griego que le dio no corresponde ni con las descripciones escritas ‒que son varias‒ ni con los dibujos que viajeros hicieron teniéndolo enfren­ te (sobre todo en su vejez, en Paraguay). Todos esos tes­ timonios coinciden en destacar su marcado perfil aguileño, pero resulta que a través de Blanes las ge­ neraciones posteriores se hicieron una idea muy di­ ferente de la nariz del Jefe de los Orientales; una nariz inventada de acuerdo con parámetros acadé­ micos forzosamente neoclásicos. El prócer luce en su vestimenta prendas que nunca usó, y está parado sobre un pue uruguante levadizo que la Puerta de la Ciudadela de Montevideo nunca tuvo (porque co­ municaba con la ciudad y no con extramuros). En definitiva: el Artigas de Juan Manuel Blanes corres­ ponde más a los criterios del racionalismo doctoral de la Generación del 80, con su confianza en una de­ mocracia regida por élites esclarecidas e ilustradas, que a cualquier realidad.

Otras imágenes No faltó el viajero despistado que, luego de haber visto fugazmente al héroe en su madurez, muchos años después lo pintó de memoria con una gran pe­ lada que ni siquiera en los últimos años tuvo, junto a un árbol imposible en estas regiones en las primeras décadas del siglo pasado, ataviado como un hacen­ dado mexicano de los alrededores de Guadalajara... Esta es sin duda la típica versión del gringo distraí­ do, aquel que confunde ‒a lo Hollywood‒ tango con flamenco (como sucedía en aquella película de Ro­ dolfo Valentino, Los siete jinetes del Apocalipsis). El siglo xx trajo ‒desde el punto de vista iconográ­ fico‒ imágenes diferentes. Hubo en realidad de to­ do: el estereotipo neoclásico siguió siendo fatigado por los escultores académicos, pero no faltaron, por ejemplo, las cabezas de Artigas vanguardistas, que

Juan Manuel Blanes, Artigas en la Ciudadela

respondían a las inquietudes estéticas de los artistas y a las corrientes que ellos frecuentaban en ese mo­ mento. No estuvo ausente tampoco la perspectiva monumental inspirada en el realismo socialista, que lo concebía como líder proletario con gesto adusto de jacobino.

Al arte lo que es del arte Algún lector reflexivo y conocedor quizá pueda ha­ cer reparos a lo que venimos planteando con el argu­ mento ‒válido‒ de la libertad creativa de todo ar­tista para presentar a su personaje. Estamos de acuerdo con él... cuando de arte se trata. Es muy cierto que ante la imponente cabeza de Balzac realizada por Auguste Rodin, poco importa ya la verdadera faz del escritor francés. Este es un caso paradigmático de cómo la mano genial del escultor logró plasmar de su modelo la imagen esencial, los trazos funda­ mentales. Esto es verificable en muchísimos otros ejemplos, incluyendo en la lista ‒con justicia‒ algu­ nas caricaturas de Hermenegildo Sábat, de Abel Quesada o de Levine. Muy otra cosa es la “versión” de Artigas en manos de Juan Manuel Blanes, donde más que talento hay buena técnica y bien digerida academia. Blanes no captó en su cuadro la verdad del héroe, sino que ape­ nas trasmitió su idea ‒o la idea de ciertos intelectua­ les de su tiempo‒ sobre él. Y lo mismo podemos decir del más central y emblemático de los monumentos levantados en me­m oria de José Artigas: el ubicado en la Plaza In­ dependencia de Montevideo en la primera déca­ da del siglo pasado. Lo realizó el italiano Angel Za­ nelli –triunfador en polémico concurso, donde quedaron atrás proyectos espléndidos como el pre­ sentado por el artista uruguayo Juan José Ferrari‒ recreándolo casi como un condotiero del Renaci­ miento… A esta obra hizo referencia el cronista argentino Florencio Escardó en los años cuarenta, mencionando lo que llamó su “tragedia de exotis­ mo”, y comparándola con otras que en Buenos Ai­ res corrían peligro de transformar a los integrantes de la Junta de Mayo de 1810 en una asamblea de “titanes del Valhalla wagneriano…” •


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Jornada Semanal • Número 977 • 24 de noviembre de 2013

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n la editorial Aura, en San Salvador, acaba de editarse el libro El asesinato de Roque Dalton, mapa de un largo silencio, de Lauri García Dueñas y Javier Espinoza, quizá la más detallada y es­ clarecedora investigación (hasta donde es posible) sobre el crimen del poeta mayor salvadoreño. Por un lado está el reportaje, y por el otro, una serie de entrevistas con protagonistas del hecho o de estu­ diosos y enterados del tema. En el libro se muestra quiénes cometieron el crimen, y se barajan las pre­ suntas causas del porqué del hecho y los probables sitios donde se arrojaron o enterraron los restos. El asesinato de Dalton por sus propios correligio­ narios del erp (Ejército Revolucionario del Pueblo), el sábado 10 de mayo de 1975, fue uno de los hechos políticos más estúpidamente atroces cometido por una guerrilla de izquierda que recuerdo de mi juven­ tud. Junto con él mataron a un compañero de armas, Armando Arteaga, Pancho, líder obrero. Sin embar­ go más atroz es sin duda que pasados treinta y ocho años todo mundo en su país sepa quiénes cometieron el crimen y asombrosamente no se haya castigado a ninguno, y para colmo, se ignora, o más bien, no han querido decirlo los perpetradores, dónde enterraron o arrojaron los restos de ambos. Los asesinos de Dal­ ton tienen rostro y nombre y eran quienes confor­ maban el comité directivo del erp , y varios de los entonces “jóvenes asesinos” (como los llama el poe­ ta salvadoreño Miguel Huezo Mixco) venían de co­ legios pri­vados, formados en la democracia cristia­ na y per­t e­n ecían a la clase media acomodada. El Comité lo encabezaban Alejandro Rivas Mira, el máximo dirigente, quien huyó de El Salvador dos años después del asesinato de Dalton, probablemen­ te a México, y nunca más se supo de él; Joaquín Vi­ llalobos, que se convirtió, con habilidad camaleóni­ ca, después de los Acuerdos de Paz de Chapultepec entre el gobierno y las guerrillas salvadoreñas en 1992, en asesor de seguridad de gobiernos de derecha impresentables como el del colombiano Álvaro Uri­ be y el del mexicano de Felipe Calderón; Vladimir Rogel Vaquerito, ultimado después asimismo por sus correligionarios del erp , quien era, paradójicamen­ te, conside­rado el más radical del grupo; y Jorge Me­ léndez, personaje sórdido, ahora ministro para Asuntos de Vulnerabilidad con el actual presidente Mauricio Funes. Joaquín Villalobos mencionó en una entrevista de 1993 que el tribunal lo conformaban siete; ignoro cuáles sean los otros tres. Respecto al asesino material es uno o más de ellos, por más in­ venciones y rectificaciones, justificaciones y tergi­ versaciones que han dado o quieran dar. ¡Cuál será el tamaño de la culpa para que ninguno haya querido detallar cómo fue la ejecución y en qué lugar dejaron los cuerpos! En nombre del contexto político, es decir, de la firma de los Acuerdos de Paz, el cual fue en esto una suerte de copia del Pacto de la Moncloa, los gobiernos sucesivos desde 1992 no han querido en­ juiciar a nadie porque eso significaría, a su parecer, destapar una caja de Pandora de la cual muy pocos escaparían de tener las manos manchadas de sangre. ¿Cuáles fueron las justificaciones de la cúpula del erp para la ejecución de Dalton? Al principio, se le acusó de agente cubano; luego, de agente de la cia ; como ninguna prosperó por disparata­ das, se le acusó de tomar una actitud de rebel­ día e intentar dividir al erp al obstinarse en proponer una estrategia distinta, en este caso, la de la guerra prolongada contra la dictadura

El

asesinato de

Roque Dalton Marco Antonio Campos

en lugar de la vía armada inmediata. No faltan tam­ poco las imputaciones personales: indisciplinado, mujeriego, borracho, “bohemio pequeño burgués”, en suma, en sus palabras, “el hechor y víctima de su propia muerte”. Aun entre esto se habla de un pique entre Rivas Mira y Dalton por una poeta y guerrille­ ra, Lil Milagro, que en ese momento era amante del poeta. Una cosa es clara: si capturaron a Roque Dal­ ton y a Armando Arteaga el 13 de abril y los ultima­ ron el 10 de mayo, los miembros de la dirección del erp tuvieron tiempo de sobra para saber que come­ tían no sólo un ”grave error” sino una monstruosi­ dad injustificable. Pero ¿cómo ajusticiaron a Dalton? Tres son las principales versiones: una, a tiros por la espalda; la segunda, de un balazo en la nuca; la tercera, fusilado. Para mí la más creíble de las versiones de la muer­ te la dio Joaquín Villalobos, en un arranque de sin­ ceridad, en mayo de 1993, en una entrevista al hijo de Dalton, Juan José, publicada en el diario mexica­ no Excélsior, un año después de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, donde Roque Dalton ya no es víc­ tima de sí mismo sino de la dirección ampliada del erp : “Yo fui uno de los siete miembros del tribunal que ordenó la ejecución. Fue una acción de inmadu­ rez personal, pasional y radicalización ideológica. Dalton fue víctima de la ignorancia, la intriga y el dogmatismo. Fue un grave error.” Villalobos se au­ todelataba y exponía a seis autores intelectuales más. El propio Villalobos repitió ese mismo año lo de “grave error” a El Diario de Hoy salvadoreño, y no hizo entonces en ese 1993 ninguna aclaración o rec­ tificación de sus declaraciones. Sin embargo, seis largos años más tarde, empezó a perder la memoria y la siguió perdiendo hasta 2012. Se volvió menos un analista político que un caso clínico. En su modi­ ficación de recuerdos, escribió en 1999 al diario es­ pañol El País, que él no era responsable intelectual ni material porque no era jefe militar ni político del erp ; en 2004 volvió a sorprender a todos y declaró que todo estaba dicho, y no era la ejecución de Dalton un macrotema, pero volvió a delatarse al decir: “Pero si en ese entonces yo tomo una decisión distinta, no estuviera platicando aquí con ustedes.” Y en 2012, al ser entrevis­ tado por García Dueñas y Espinoza negó de nuevo toda responsabilidad. Por desgracia nadie en El Salvador, en todos estos años, ha tenido la delicadeza de llevarlo, no a la cárcel, sino a un hospital siquiátrico. En diversas guerrillas de los años se­ senta y setenta latinoamericanas fueron muertos poetas en la verde edad y otros relativamente jóvenes, como el peruano Javier Heraud, veintiuno, el nicaragüen­ se Leonel Rugama, veintiuno, y el argen­ tino Francisco Urondo, cuarenta y seis; el único ultimado por sus propios corre­ ligionarios fue Roque Dalton, quien mu­ rió cuatro días antes de cumplir 40 años. Escribe el editor del libro Carlos Clará en el último párrafo del prólogo a propósito de la investigación que hay en El asesinato de Roque Dalton: “El silencio es uno de los persona­ jes claves en este crimen. Ha sido más fuerte que las mentiras y tan grande como la impunidad, pero deja rastros, y este es el mapa, la cartografía inicial pa­ ra encontrar el largo camino de la historia” •


voz interrogada

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entrevista con Eva Giberti Esther Andradi

Cambio de armas encargamos del seguimiento de los casos para encon­ trar alternativas de trabajo y vivienda.” Habíamos concertado una cita para el mediodía y me parece imposible que Eva Giberti, la psicoanalis­ ta, la especialista en género e infancia, la profesora, la que escribió seis volúmenes sobre adopción y otros tantos acerca de educación para padres (y madres), la que acaba de presentar los logros del Programa de Víctimas contra la Violencia en la Comisión Jurídi­ ca y Social de la Mujer de las Naciones Unidas, haya encontrado inmediatamente un espacio para aten­ derme. Me recibe en su despacho con el cabello ocul­ to tras un turbante de vivos colores “porque no tuvo

S

e llama Eva, y se rebela, como su nombre lo in­ dica. Como académica, en el campo del conoci­ miento; como madre, en la búsqueda de justicia para su hijo, preso político por más de una dé­ cada; como mujer, contra la violencia de género. Des­ de el verano de 2006 es la Coordinadora el Progra­ ma de Víctimas contra las Violencias, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Argentina. La sede del Programa está en el corazón financiero de Buenos Aires, conocido como “la City“, donde alternan bancos y casas de cambio. Aquí se siente el vertiginoso pulso del dinero. Pero cuando una se acerca al tercer piso donde se encuentra el des­

Estamos hablando de tabúes, de violación en el matrimonio, de violencia obstétrica.

pacho de la doctora Eva Giberti, lo que salta a la vis­ ta es la violencia cotidiana. En una habitación con­ tigua a su oficina funciona la línea telefónica 137, un cable a tierra atendido por cinco profesiona­ les, psicólogas y asistentes sociales, 24 horas los 365 días del año. Y el teléfono llama todo el día. Mujeres que piden ayuda. Entre el amor y el terror. Es mi tía, dice una joven. Ella no puede hablar ahora pero me pide que te pase la dirección donde está. Es una mujer que solicita apoyo para defenderse de su con­vi­viente golpeador. La profesional pregunta con de­c isión, se encarga de que la afectada pueda encontrar en su voz un refugio y, sobre todo, una respuesta pronta. Siempre en el borde entre la vida y la muerte. “El Llamado 137 para Violencia Familiar es mi invento. Comenzamos en la ciudad de Buenos Aires y ahora estamos instalando el 137 en diferentes pro­ vincias. Antes las instituciones estaban acostumbra­ das a derivar los casos. Las estadísticas hablan so­ lamente de las denuncias, que son un treinta y ocho por ciento. Pero la orientación e intervención telefó­ nica es apenas una parte: nuestro programa incluye un equipo móvil de intervención domiciliaria. No­ sotras vamos a buscar a las víctimas a la casa y nos

tiempo para la peluquería”, confiesa sonriente esta mujer llena de energía que mañana cumple ochen­ ta y cuatro años. Antes de la primera pregunta, una asistente me acerca estadísticas y cifras del Programa: desde enero de 2008 hasta abril de este año la línea 137 recibió 65 mil 856 llamados de abuso sexual y vio­ lencia familiar. “Debería estar en casa y con pantuflas cuidando nietos, pero soy Géminis y tengo un cromosoma in­ surreccional respecto de las injusticias. Este pro­ grama es la consagración de lo que he hecho toda mi vida en muchas áreas, divulgando el psicoanálisis, escribiendo en los medios de comunicación.” Y más cifras: el equipo móvil de víctimas de vio­ lencia familiar atendió a 17 mil 653 personas de oc­ tubre de 2006 a abril de 2013. ‒En febrero del año 2006, el entonces presidente Nés­ tor Kirchner me convocó a una reunión para avanzar en estrategias de poder y atacar de raíz las violencias contra las mujeres. “Queremos invitarla a usted y a su equipo”, me dijo. Como profesora universitaria había estado vinculada siempre a muchos grupos,

Foto: quickiwiki.com

como terapeuta a numerosas instituciones, como fe­ minista a la militancia... ¡pero yo no tenía un equipo! –Y tuvo que formarlo para iniciar el programa...

‒No fue fácil. Las psicólogas y asistentes sociales estaban preparadas para el consultorio, para traba­ jar en instituciones, eran especialistas en Lacan... ¡pe­ ro en su vida habían estudiado ni se habían confron­ tado con lo que significa una víctima de violación! Hicimos muchas entrevistas... y aprendimos. No bastaba con la voluntad política ni con la proclama­ ción de nuevas leyes. Era necesario formar a la gente, y con gran resistencia, porque veníamos del neolibe­ ralismo. No había ninguna experiencia, porque una cosa es trabajar en los organismos y otra, trabajar en la calle. Y mucho menos con la policía. Entonces crea­ mos los “móviles” para trabajar junto con la policía. Y con recíproca resistencia por parte de la policía.

–De allí surge la ley 26.485 de Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, sancionada en 2009. ¿En qué consiste el “móvil”?

‒Hay un equipo móvil de intervención domicilia­ ria y seguimiento en casos de violencia familiar. Si la mujer está de acuerdo, el equipo va a la casa, se in­ forma de la situación en general, si hay armas, qué tipo de violencia sufre, si hay violencia psicológica, económica, violencia en la pareja...

–Pero también ha creado una Brigada de base, que se ocupa de delitos contra la violencia sexual.

‒Logramos que el Jefe de la Policía, ante cualquier víctima de violencia sexual, solicite la presencia de la Brigada, un equipo de psicólogas y trabajadoras sociales que acompaña a la víctima. Antes, tres mé­ dicos hacían una revisión, ahora sólo el médico legis­ ta. Y cuando el juez la cita a declarar, si ella lo desea, puede ingresar junto con una de nosotras. Hemos logrado que cadetes, oficiales y suboficiales que as­ piran a ascender en la Policía Federal tengan que aprobar un curso de introducción en temas de vio­ lencia. Mucho se puede hacer, siempre que haya una voluntad política, decisión e imaginación para ha­ cerlo. Estamos hablando de tabúes, de violación en el matrimonio, de violencia obstétrica. Por eso el Programa se llama Las Víctimas contra las Violen­ cias. Es lo opuesto a lo que siempre se hizo con las mujeres. Contra introduce la idea de emancipación de las víctimas. Nuestro trabajo es empoderarlas. Para que asuman sus derechos, que sepan cuál es la obligación del Estado. Que nunca se resignen •


La aventura artística de

8

Eugenio Mercado López

l i i p h G P

E

n 1970, Philip Guston (antes Goldstein) presentó una exposición en Esta­ dos Unidos, misma que, lejos de ser un éxito, desató una serie de co­ mentarios que fueron desde la burla hasta el silencio; en su intensa narrativa sus críticos no pudieron reconocer que, más que una nue­ va propuesta, el autor volvía a sus preocupaciones de juventud, época en la cual destaca una breve estancia en una pequeña ciudad de la provincia mexicana, donde, junto con Reuben Kadish, realizó un mural que conte­ nía motivos y temáticas que fueron retomados por Guston al final de su vida y que tanto desconcertara a sus críticos en un primer momento. A finales de 1932, Guston, Kadish y varios de sus amigos pintaron unos murales portátiles para el Club John Reed en Los Ángeles, que por sus temáticas fueron destruidos por grupos anticomunistas y del Ku-Klux-Klan. Estos murales habían sido realizados en una bodega propiedad del pintor mexicano Luis Arenal, cuñado de Si­ queiros. Gracias a ese contacto, Kadish se las arregló para hacer de mandadero y ayudante de Siqueiros mientras éste trabajó en Los Ángeles. En una entrevista, Kadish mencionó que por esa época Si­ queiros tenía la encomienda de realizar un mural en la ciudad de Morelia, lo cual aplazaba por sus ocupaciones. Al conocer más a fondo el trabajo de Kadish y Goldstein, los recomendó para realizar lo que sería la obra La lucha contra la guerra y fascismo. Según narró Kadish, compraron un Ford cupé por veintitrés dólares y llevaron con ellos a Jules Langsner, conocido como el “poeta vagabundo”, que no tenía dinero. A su llegada a Ciudad de México, ya Siqueiros y Rivera habían convencido al rector de la Universidad Michoacana, Gustavo Corona, para que se les asignara un muro en el Museo Michoacano. Kadish recordaba:

Philip Guston

Gonzalo Rocha

del muralismo al c

Cuando llegamos a mediados de los sesenta, me sentía

escindido y esquizofrénico. La guerra de Vietnam, lo que le

estaba sucediendo a América, la brutalidad del mundo. ¿Qué

clase de hombre soy, sentado en casa, leyendo revistas,

sumiéndome en una furia frustrada por todo y luego

metiéndome en mi estudio para armonizar un rojo a un azul?

C

Philip Guston

on estos pensamientos, Philip Guston ( Goldstein, de nacimien­ to) se desprendía de la pintura abstracta, aquella con la que jun­ to a otros grandes artistas como Pollock, Rothko, Gorky, De Kooning y Motherwell, pertenecientes todos a La Escuela de Nueva York, había ayudado a definir el expresionismo abstracto, el primer gran movimiento propio en la joven historia de la pintura de Estados Unidos. Philip llegó a integrarse a ese movimiento un lustro des­ pués de su mudanza a Nueva York, en 1935, tras una estancia de seis meses en México, donde al cobijo e influenciado por los muralistas mexica­

nos, y con la colaboración de su amigo Reuben Ka­ dish, realizó un mural de contenido social y político en el interior del Museo Regional Michoacano de la ciudad de Morelia, obra aún existente, no obstante su azarosa historia de censura, como puede leerse en el artículo del arquitecto Eugenio Mercado, ex director de dicho recinto. La pintura abstracta se inició en Europa y Rusia a principios del siglo xx ; sin embargo, en la década de los cuarenta este fenómeno sería reinventado en Nueva York con una intensidad tan grande que, aun para un artista como Guston, que basaba su pintura en lo figurativo, resultaba un camino atractivo para seguir. En el contexto de aquellos años, el abstrac­ cionismo gozaba de buenas razones para invocar su renacimiento dentro del arte. En los países con re­ gímenes fascistas, toda obra que no se ajustara a los límites de un arte figurativo y realista para propó­ sitos monumentales era denigrada y perseguida por tratarse de “arte degenerado”. En la Rusia comu­ nista, por su parte, los artistas abstracto-construc­ tivistas se pusieron al servicio de la revolución en sus inicios; sin embargo, para los primeros años del es­

Philip Guston en 1976. Fotos tomadas del libro: Philip Guston Restrospective, Modern Art Museum of Fort Worth, 2003


“ G

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La experiencia mexicana de Kadish, Guston y Langsner fue por demás buena; no obstante, en su correspondencia Guston manifestó su aversión por el expresionismo de los maestros mexicanos.

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“Enviamos a Phil para ver al rector […] y dos días después llegó un telegrama para que fuéramos.” En Morelia, estos artistas percibieron el marcado contraste entre las cul­ turas: mientras que en su país tuvieron problemas por su activismo y su relación con las figuras de autoridad fue un desastre, en México probaron la tradición del mecenazgo prodigado a las artes por las altas autorida­ des, y vieron asombrados el entusiasmo del rector por la vida intelec­ tual y artística de vanguardia en México. Guston escribió: “El rector recorre la ciudad culturalmente, es un mecenas, la imagen de Lenin, y quiere hacer de su ciudad una moderna Florencia.” La experiencia mexicana de Kadish, Guston y Langsner fue por demás buena; no obstante, en su correspondencia Guston manifes­ tó su aversión por el expresionismo de los maestros mexicanos, afir­ mando así su preferencia por el primitivo arte flamenco y alemán, así como por el renacimiento italiano, influencias que se perciben en el mural, que incluyó también la representación de un pequeño lien­ zo que muestra una escena, hoy desaparecida, inspirada en una an­ tigua xilografía relativa a la injusta quema de judíos en Trento. Los artistas llegaron a Morelia en agosto de 1934 y permanecieron en la ciudad hasta enero de 1935, cuando concluyeron la obra. En un manuscrito, Reuben Kadish anotó que el costo de los materiales fue de sesenta dólares, equivalentes a 210 pesos de esa época. No cobraron por el trabajo y, durante su estancia, se mantuvieron realizando algunos retratos de personajes locales como el licenciado Manuel Moreno Sánchez, catedrático en la universidad y presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado. Pese a estar acorde con los postulados socialistas de la época, con los cuales co­ mulgaba la Universidad Michoacana, el mural fue cubierto en la década de 1940 por motivos hasta hoy desconocidos, acerca de los cuales sólo pueden hacerse conjeturas. No fue sino hasta 1975 que volvió de mostrarse al público, lo cual permitió su revaloración. sigue

Bombardeo, 1937-38

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Native’s Return, 1957

En la Villa Sciarra, 1960. Foto: Virginia Dortch Dorazio

cartoonism talinismo se les empezó a estigmatizar como promo­ tores de un subjetivismo burgués que no tomaba en cuenta a los trabajadores, por lo que se desechaba su arte para dar prioridad a un realismo socialista que se convertiría en el arte oficial y representativo del bloque soviético. El muralismo del que Guston había formado par­ te, tanto en México como en Estados Unidos, en la primera mitad de los años treinta, se alejaba poco a poco de su ímpetu crítico y revolucionario inicial, y se ajustaba a las retóricas oficiales. En el caso de Es­ tados Unidos, en la medida que la Gran Depresión se disipaba, la atención a la segunda guerra mundial dominaba las mentes, y años más tarde la bonanza de la postguerra enriquecía como nunca al país. El muralismo, con su discurso de lucha de clases y cam­ bio social que en algún momento había sido efer­ vescente y atractivo, pasó a segundo plano. Ante este panorama, el arte abstracto, en su renovada ver­ sión estadunidense, embonó con los intereses de la élite de la mayor democracia capitalista. En los tiem­ pos de postguerra, y posteriormente en la Guerra fría, galerías, museos, colecciones y financiamientos sigue

F

Pareja en la cama, 1977


ensayo continúa

24 de noviembre de 2013 • Número 977 • Jornada Semanal 10

F La aventura artística de Philip Guston

A su regreso a Estados Unidos, Kadish y Guston realizaron obras murales como parte del Public Works Administration ( pwa ), uno de los programas del presidente Roosevelt para impulsar la economía estadunidense en la década de los años treinta; empero, dichas obras estaban muy lejos del muralismo mexicano. Durante la segunda guerra mundial, Kadish se incorporó al ejér­ cito e ilustró los horrores y acontecimientos de esa lucha. Posterior­ mente la fortuna le fue adversa y se dedicó a trabajar en una granja. Pese a su talento, abandonó la pintura y años después volvió al arte realizando obras escultóricas. Fue profesor de diseño en la Newark School of Fine Art and Industrial Design y en 1960 colaboró con la Cooper Union en Manhattan, como profesor de historia del arte y la escultura, siendo reconocido por su potente obra escultórica bru­ talmente expresionista, así como por sus conferencias y su relación con personajes de la talla de Jackson Pollock, Siqueiros o Joan Miró. Jules Langsner se convirtió en un afamado curador, crítico e historia­ dor de arte, destacándose por sus trabajos en torno al expresionismo abstracto. Philip Goldstein adoptó el apellido Guston a finales de la década de los treinta y tuvo un enorme éxito desde su juventud; alcanzó fortuna y fama internacional, destacando como uno de los más relevantes exponentes del expresionismo abstracto en Esta­ dos Unidos. Al final de su vida se volcó hacia las representaciones carica­t urescas, símbolos y objetos, generando una pintura con una fuerte carga social y de crítica al sistema político estadunidense, que desconcertó enormemente a los críticos de arte en la década de 1970. Así, reaparecieron en sus obras las figuras encapuchadas, las botas militares, la horca, el terror, la represión, la intolerancia racial, mo­ tivos que han hecho que críticos e historiadores internacionales del arte vuelvan sus ojos, analicen y revaloren la obra de juventud de estos pintores que encontraron en la provincia mexicana la oportu­ nidad que su país les negaba para la creatividad y libre expresión de las ideas, que sus agudas mentes visualizaron como recuerdo y presagio de la confrontación de ideas, de la permanente lucha entre lo propio y lo ajeno, que ha modelado la historia humana • Guston y Reuben Kadish con el poeta Jules Langsner frente al mural La lucha contra la guerra y fascismo, Morelia, 1934

continúa

F Philip Guston del muralismo al cartoonism

Sin título, 1958

oficiales abrieron sus puertas y sus chequeras a esta expresión. Los artistas abstractos se dejaron consentir por un discurso liberal y se concentraron en producir obras modernas, libres de represen­ tación y de narrativa, carentes de discurso políti­ co y ciertamente decorativas. Casi tres décadas después, en medio de los ai­ res de cambio, de crítica al sistema y de revisión que trajeron los últimos años de la década de los sesenta, Guston volvió a cuestionarse profunda­ mente el papel de su pintura y la política, como lo había hecho en su juventud muralista, y se convir­ tió en el único pintor de su generación que reac­ cionó ante aquello que se había convertido ya en un discurso artístico anestesiado. Seguramente no

le fue fácil renunciar al primer movimiento pic­ tórico estadunidense. Si bien no tenía el más alto nivel protagónico, en 1962 el Museo Guggenheim le dedicó una retrospectiva, lo que indica que sí gozaba de reconocimiento. No obstante, comenzó por permitirse romper la etiqueta y puso en evi­ dencia los prejuicios del “arte elevado”. La exposición de Guston en la Marlborough Gallery, en 1970, tuvo un impacto inmediato que se convirtió en leyenda. Las grandes pinturas de trazos grotescos que eligió exhibir en la reputa­ da galería tuvieron el efecto de una bofetada en el abierto “mundo del arte” e incluso en la propia generación de expresionistas abstractos. Hoy día estamos acostumbrados a las imágenes “de culto” de los comics sesenteros de Robert Crumb, quien tiene una reputación no sólo de legendario histo­ rietista, sino de autor de dibujos y obras cataloga­ das como arte. Pero en aquellos años, los underground comics eran justamente eso, historietas que se distribuían de manera marginal y alternativa, fuera de los canales de los medios masivos. Eran sucias, escatológicas, sin censura y rabiosamente iconoclastas contra el american way of life. Defini­ tivamente, no eran estas historietas subversivas las que artistas como Warhol o Lichtenstein, del entonces emergente movimiento pop, retomaban como materia prima para sus obras. En los últimos veinte años de su vida, Guston estaba claro acerca de las posibilidades de la pin­

tura y su incidencia en la política. A diferencia de los años del muralismo, cuando se creía que ésta era una vía para cambiar la política mediante la emancipación de las masas, su regreso a la pin­tura figurativa en lo que más tarde se llamó cartoonism no es de ninguna manera utópica o ilusa, sino más bien descarnada e insomne. De no haber externa­ do estas visiones, se habría empantanado en un sentimiento de hipocresía. Si cerca de dos siglos antes Goya dibujó los monstruos producidos por los sueños de la razón, Guston pintó los monstruos y la basura que pro­ ducen los sueños del progreso •

Con Willem de Kooning en la exposición Guston´s Marlborough, 1970


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leer

Jornada Semanal • Número 977 • 24 de noviembre de 2013

Escribir, leer y aprender en la universidad. Una introducción a la alfabetización académica, Paula Carlino, Fondo de Cultura Económica, México, 2013.

APRENDER EN LA UNIVERSIDAD GERMÁN IVÁN MARTÍNEZ

P

arece obvio que el acceso al conocimiento depende de nuestra capacidad de aprender, pero se dice poco respecto a que dicha capacidad se adquiere gradualmente, con esfuerzo, dedicación y constancia. Paula Carlino, en su libro Escribir, leer y aprender en la universidad nos recuerda que el acceso a una especialidad, esto es, a un campo específico del saber humano, depende de una alfabetización académica, que no es otra cosa sino una iniciación en las prácticas discursivas propias de una disciplina y éstas, dice Howard Gardner en Las cinco mentes del futuro, “son una manera característica de concebir el mundo”. En su texto, Carlino critica la actitud de muchos docentes que monopolizan la palabra y reducen a sus estudiantes a simples receptores. Esta centralidad del maestro, este protagonismo, es algo que aún priva en muchas aulas universitarias y repercute negativamente en el aprovechamiento académico y rendimiento escolar de los alumnos; éstos, presas de las interpretaciones de los docentes, se hallan condenados a memorizar un saber que no construyeron y a repetirlo después, aun sin haberlo entendido. Al denunciar el desencuentro entre lo que los profesores esperamos de los alumnos y lo que ellos logran en el nivel superior, Paula Carlino invita a los estudiantes a recuperar su protagonismo. Y es que al planear la clase, prepararla, diseñar las actividades de enseñanza, aprendizaje y evaluación, identificar la finalidad de la materia, conocer sus propósitos u objetivos, elaborar material didáctico, etcétera, el que más aprende es… el maestro. De lo que se trata hoy día es que sean los estudiantes quienes desplieguen la mayor actividad intelectual posible y con ello aprendan, a pesar de la inexperiencia, la poca pericia o el amplio conocimiento del docente. Escribir, leer y aprender en la universidad es una exhortación a cuidar los procesos y las prácticas discursivas de los alumnos con el objeto de que participen más activamente en las sesiones y lo hagan, además, más sólidamente; al comprender mejor lo que leen y expresar mejor por escrito lo que han asimilado. Para Carlino, la lectura y la escritura son dos de las actividades intelectuales más formativas que existen; pero escribir, asegura, “es uno de los ‘métodos’ más poderosos que existen para aprender”. De ahí la necesidad, y hasta la urgencia, de que ambas actividades deban considerarse en todo trayecto formativo en la Educación Superior.

Guiar a los estudiantes hacia la cultura de lo escrito implica ayudarlos a conocer mejor la disciplina que estudian y de la que ya forman parte, también coadyuva a lograr una plena identificación con ella. Desde luego, se relaciona con que los docentes trabajen a su lado para que puedan comprender, reflexionar, cuestionar, proponer, argumentar, defender, innovar y crear su propio conocimiento. No es tarea fácil. Para lograrlo es preciso que los maestros se ocupen de la lectura y escritura que realizan sus estudiantes y lo hagan, además, trascendiendo la revisión algunas veces somera y otras rigorista y fastidiosa que se queda sólo en la ortografía y la sintaxis. Es necesario aprender a advertir cómo la escritura incide sobre el pensamiento y cómo éste puede encontrar un excelente vehículo para expresarse a través de aquélla. Se trata, en palabras de Ignacio Pozo, de pasar del aprendizaje de la cultura a la cultura del aprendizaje. En ésta, la lectura y la escritura (independientemente de sus formas y medios) han de ser fundamentales. Nada pierden los docentes y sí pueden ganar mucho si promueven entre sus estudiantes la elaboración de síntesis rotativas de clase, monografías, guías de lectura, resolución de cuestionarios sobre los temas abordados, ensayos (históricos, literarios, científicos, críticos, etcétera), resúmenes y ponencias para efectuar exposiciones. A final de cuentas, quien se ha situado ante la inmensidad de una hoja en blanco comprende bien que escribir implica leer dos veces… y también pensar por escrito • Vórtice, Armando Alonso, inba /Conaculta/ Ediciones Eternos Malabares, México, 2013.

para nombrar las situaciones límite donde se confronta en un pasado que es presente y porvenir a la vez: “Tu pueblo se hace pequeño en los recuerdos y la bruma te persigue entre las calles rojas, el deseo se multiplica en los ojos de un perro mojado por la nostalgia, herido por el anhelo de una raíz que te fije a cualquier lado, tu pasado dicta la ruta en la esperanza de un destino, de su madeja germinan los vestidos de luces que opacará la sangre en el ruedo. El presente se encarga de soplar tus trazas en el mapa.” Un mapa que abre las perspectivas de la vida, donde se canta una y mil veces necesarias para encender la devoción de la sangre, como lo quiso López Velarde, en esa tinta diluida entre los siglos y la oscuridad de otras sombras que nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos. Porque la escritura de Armando Alonso de tan suya, es siempre nuestra •

In memoriam Doris Lessing (1919-2013)

Albricias Felicitamos a nuestra colaboradora y amiga

Elena Poniatowska

PAISAJE PRIMIGENIO MARÍA BARANDA La escritura de Armando Alonso sucede en un tiempo abierto, tiempo esférico, sanguíneo y arenoso, tiempo que gira dentro de un sonido que todo lo crea. Su palabra es sonora, cadenciosa, álgida luz que se abre ante nosotros gutural y memoriosa. Porque Armando Alonso mira el paisaje que lo rodea para decir lo que fue suyo y lo palpa como un grito encendido que erosiona la tierra, hurga en el cielo y brota como una fuerza de alto voltaje. La suya es una poesía que plantea de un modo inigualable la propia realidad, un afuera que ilumina sus páginas como si fueran mares desplazados a otros sitios más cercanos al asombro primero, a ese lugar de azoro que le da sentido a la vida misma. El poeta busca en el borde, en la orilla del mundo, el suyo propio, y encuentra la noche absoluta como si fuera un sol húmedo que arrebatara cada una de sus pesadillas para incendiarlas y así poder mirar, mirar hacia adentro, y penetra a fondo

MANUEL ACUÑA , poeta mayor Marco Antonio Campos

por haber obtenido el Premio Cervantes de Literatura y el Nacional Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 

Felicitamos al obispo de Saltillo, don

Raúl Vera por haber merecido el Premio Internacional Hugo Gutiérrez Vega, por su labor en defensa de los derechos humanos.

visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/

próximo número La Jornada Semanal

@JornadaSemanal

Festival Internacional de Teatro Puebla Héctor Azar 2013


arte y pensamiento ........

24 de noviembre de 2013 • Número 977 • Jornada Semanal

Francisco Torres Córdova

Ricardo Venegas ricardovenegas_2000@yahoo.com

ftorrescordova@gmail.com

Monse Un compañero me regaló una tortuga de tierra. Se la encontró y la subió a la camioneta. Yo le puse Monse, como a mi novia. Instalé a Monse, mi tortuga, en el cuarto de lavado. Cuando pensé que la tierra le gustaría empecé a llevarla al traspatio, donde hay dos papayos. Lo comparto con mi vecina, que tiene un perrito juguetón. Desde la primera vez que llevé a Monse vi que era inquieta; al perro le encantaba voltearla patas arriba. El sábado se me ocurrió hacerle una jaula; creí que estaría feliz. Le puse una alberquita. Monse no dejaba de moverse y el perro estaba súper inquieto. Cuál fue mi sorpresa el domingo: Monse no estaba; el perro había escarbado. Quise matarlo. La encontré en la perrera. Su concha sangraba. Odié al perro, pero el culpable era yo, por no haber visto que el perro y Monse eran inquietos. Fue difícil taponar la herida; los colmillos le perforaron la concha. Monse pasea ahora frente a la casa. Prometo no volver a dejarla en riesgo •

Rogelio Guedea rguedea@hotmail.com

AL VUELO La televisión y el Estado En casa hay un solo televisor, que mi mujer y yo, por cierto, no vemos. Lo ven mi hijo y mi hija, a horas determinadas. Conforme mi hija crece, su convicción se hace más fuerte, así que un día mi hijo se encontró con que mi hija no quería ver el programa que él había elegido. Elijan, les dije, un programa que les guste a los dos. Así lo hicieron, a regañadientes. Pero, obviamente, los conflictos crecieron, y hasta hubo uno que otro grito y manotazo. Nada que pasara a mayores. Como en una casa el Estado somos los padres, nos vimos en la necesidad de intervenir. Mi mujer dijo que la solución era comprar otro televisor, y asunto arreglado. Yo dije que no, que lo mejor era tirar a la basura el que teníamos, y punto. Como el Estado de esta casa es mexicano, sucedió lo consabido: se dividió. Se hicieron dos partidos y el debate entonces tomó otro derrotero, muy lejano del derrotero inicial, que era, dicho sea de paso, el crucial. Ahora mi mujer y yo seguimos debatiendo entre comprar otro televisor o tirar el existente, mientras nuestros hijos, allá en la habitación, siguen arrebatándose los canales •

El hambreado presupuesto a la cultura

S

E DIJO QUE UNO de los puntos clave de la reforma fiscal en México era la descentralización de los recursos para la cultura en los estados de la República, lo cual resultaría viable, pero es tan utópico que no se ha logrado desde que tenemos noción del centralismo. Otorgar recursos a los estados tampoco es garantía de que se manejen con autonomía y se apliquen inmejorablemente. Cuando un funcionario le dice a un creador:“ya no hay becas, ahora sí tendrás que trabajar”, se asume como juez de su propia ignorancia. Para muchos políticos, el mexicano es un ser sin atisbos de misterio, sin búsquedas y sin aspiraciones. El expresidente José López Portillo se sentía tan talentoso como Rulfo, Arreola o Garibay, y pedía ser tratado a la par. Baste recordar ese “plumero” llamado Quetzalcóatl para ver por qué se autonombró can en defensa del peso mexicano. Cada vez hay más fundaciones y oenegés dispuestas, desde la iniciativa privada, a realizar la promoción cultural desde alguna(s) disciplina(s) artística(s), y trabajan sin la intervención del Estado. Es algo digno de tomarse en cuenta, si admitimos que no sólo el Estado puede promover la cultura; sin embargo, es su obligación constitucional. Disminuir el presupuesto a la cultura no solucionará la pobreza del país, tampoco mejorará la imagen de ningún gobierno, y sí desencadenará una notable ausencia de las artes y la cultura en la sociedad mexicana, lo cual se traducirá en fuga de talentos y acentuación de la delincuencia. La reducción de casi 4 mil millones de pesos al presupuesto para cultura deja entrever el verdadero escenario: un “discurso” en el cual la cultura representa el antídoto para frenar a la delincuencia que –les guste o no– gobierna al país, pero nada concretan en la realidad. Hoy podríamos ver como prócer de la cultura al presidente del Camposanto, Felipe Calderón: “En 2012, la Cámara de Diputados aprobó un presupuesto de 16 mil 663.20 millones de pesos para cultura; en diciembre pasado se autorizaron 16 mil 533.63 millones, y Peña Nieto envió una propuesta de 12 mil 592.39 millones de pesos” (La Jornada, lunes 30 de septiembre de 2013). Hay temor a la cultura fundado en la conciencia que despierta, en el ejercicio de la crítica, pero cualquier régimen debe preguntarse si quiere gobernar a ciudadanos o a zombis. En un país convencido de que el show se transmite a través de la televisión y se anestesia a los ciudadanos con fuertes dosis de promocionales, telenovelas y espectáculos masivos, urgen verdaderas reformas. Propuesta concreta: con los 3 mil millones de impuestos que se le perdonaron este año a Televisa se podría impulsar a las artes. Si con todo y campañas de fomento de la lectura se lee casi nada en México (no hay un escritor que forme parte del imaginario “colectivo”), sin ellas y sin la edición de libros, lo único que nos queda es la barbarie. Y nadie quiere ser gobernado desde el televisor o desde la demagogia •

MONÓLOGOS COMPARTIDOS

MENTIRAS TRANSPARENTES

BITÁCORA BIFRONTE

Felipe Garrido Saber de la blancura

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O VIENE DE LA nada esta blancura, no es ausencia ni desierto, sino múltiple rumor de plantas y vetas de árboles y vientos, trabajo de agua, molinos, sol y prensas. No está sola esta delicada transparencia suspendida en el umbral preciso del silencio, en el arco diminuto en que el aliento se hace tacto y luego un rasgo que se abre o cierra con el roce de los dedos en sus fibras, a lo largo de la danza innumerable de la letra manuscrita –alta y fina, pausada, redonda o nerviosa, delicada o firme, aguda o pequeña así dejando huellas, indicios de una identidad, señales de alguien que se inclina y arriesga un rostro en la palabra en medio del caos que organizan en el mundo la violencia y su espejo contrahecho; un rostro al fin legible con propósito y herencia de sentido: “Yo no podré decirte cuánto llevo luchando/ Para que mi palabra no se muera/ Silenciosa conmigo, y vaya como un eco/ A ti, como tormenta que ha pasado/ Y un son vago recuerda por el aire tranquilo./ Tú no conocerás cómo domo mi miedo/ Para hacer de mi voz mi valentía,/ Dando al olvido inútiles desastres/ Que pululan en torno y pisotean/ Nuestra vida con estúpido gozo,/ La vida que serás y que yo casi he sido.” (“A un poeta futuro”, fragmento, Luis Cernuda.) Tampoco es fría esta la luz que ha guardado desde siempre y ahora responde a un teclado y deja las letras palpitantes en la cima de un impulso eléctrico al cabo consanguíneo del mínimo relámpago que mueve al corazón. No es vacío ni está vacía esta esperanza que en la página respira dispuesta al largo y sinuoso recorrido de una voz que busca a otra en la mirada, para no estar sola de tanta condición humana y recogerse así en el hueco de otra boca, en la humedad de otra lengua y otros labios. Recinto de cada rigurosa libertad y severo azogue en que el reflejo se construye línea a línea, la página en blanco está poblada, desde antes llena de la vida que la llama, que la requiere para trazar las rutas de sus mapas. En ella ocurre la memoria, el calor del pensamiento y el garabato del delirio, la justicia inexorable del tiempo y los atisbos de verdad y de belleza en el camino, fragmentos de una realidad que se desborda, que se divide y multiplica sin cesar en su innata vocación de océano.Y tiene cuerpo esta blancura, y ritmo y cadencia y tesitura cada vez que un niño pasa del dibujo a la letra y de la letra al retumbo inesperado de sí mismo cuando en ella emerge su nombre de grafito. Ante ella, el poeta que se sabe vigente en esa infancia, del mismo modo tembloroso y primitivo sabe que la palabra de su mundo y otros tantos ya estaba en las planicies y honduras de la hoja: “Estoy diciendo ya/ Diciendo que no hay página en blanco/ Diciéndoselo a aquel que quiera oír/ Sentado en este día de historia/Diciendo para él que es posible moverse/ Que es posible soltar esta fe en el vacío/ A la que tanto apego tenemos todavía/ Diciendo calladamente/ Que la hoja está siempre empezada/ Ya empapada de mundo/ polvorienta de tiempo restregada de vida/ No la defiende su blancura/ La defiende el orgullo y el terror del poeta/ La hoja está ya siempre en marcha/ Tiene ya siempre cara de hoja usada/ Lleva ya huellas y manchas del poema” (“Ceremonia del moroso”, fragmento, Tomás Segovia.) •

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Jornada Semanal • Número 977 • 24 de noviembre de 2013

Miguel Ángel Quemain

cada vez más banal y superficial, llena de etiquetas y lugares comunes. La cnt ha propiciado el reconocimiento a los actores de número, a los de mayor trayectoria con obras y puestas en escena dedicadas a la exploración que de sí mismos son capaces de realizar, para transmitírsela a un público necesariamente amplio, conformado por hacedores, aficionados y teatrófilos. Sobre el montaje y la dramaturgia valdría la pena dedicar una nota aparte, que contemple también el trabajo de Martín Acosta, un director notable que durante 2013 tuvo trabajos sobre los que conviene recapitular.

Las Conversaciones de Mercedes Pascual

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ERCEDES PASCUAL RECIBE UN reconocimiento a su trayectoria con el montaje de Conversaciones (Conversaciones con mamá), producción de la Compañía Nacional de Teatro, dirigida por Martín Acosta y que cuenta con la interlocución actoral del estupendo Roberto Soto. Así se responde a una vitalidad y sabiduría ejemplares para quienes aspiran a vivir todos los mundos posibles sobre un escenario, como lo ha hecho ella desde hace seis décadas. Pascual es una actriz viva y con todo su instrumental afinado. Es un artista a la que el tiempo le ha mostrado cada una de las virtudes que debe conservar con el transcurso de los años, es decir, le ha enseñado a entender la riqueza y complejidad de matices que conforman lo humano. Viene de un mundo actoral con una vida muy rica en la radio y que en la telenovela pudo expresar el poder de sus gestos y cualidades histriónicas vocales, así como la plasticidad de un movimiento que amplificaba los discursos actorales en una televisión que se fue volviendo

Las ambiciones latifúndistas En siguientes entregas se irán exponiendo las ideas capitales de Hans-Thies Lehmann (Teatro posdramático, Paso de Gato/Cendeac, 2013), para compartir con nuestros lectores el contenido de un texto al que algunos profesores y ejecutantes del teatro le han otorgado una enorme importancia en su práctica docente y escénica. Las casi quinientas páginas que integran el libro no merecen que se le explore en una sola entrega, en una reseña que, así, reduciría notablemente sus alcances. La ambición teórica, tan ausente entre nosotros, merece la pena de ser compartida y expuesta en medios de difusión susceptibles de encontrar públicos lectores más amplios que el del ceñidísimo círculo del teatro, como son el antropológico y los de otras ciencias sociales, así como el del psicoanálisis, ya que en Teatro posdramático hay reflexiones de orden estético que encuentran lindes fecundos con las prácticas teatrales contemporáneas. Insisto en que vale la pena discutir y compartir un conjunto de ideas que se han apropiado unos cuantos terratenientes (claro, como los de Los Agachados, con tierra en

LA OTRA ESCENA quemainmx@gmail.com

las uñas), quienes por lo común ponen a su servicio a las instituciones de docencia o de investigación para a) hacerse notar (aunque son agachones), b) favorecer a sus amistades, c) apropiarse de las invitaciones y convocatorias que consideran sólo para ellos y no para las instituciones a las que deben servir, d) tener admiradores, e incondicionales, e) todas las anteriores. Sería interesante mostrar cómo algunas de esas “figuras” han hablado a título personal y le han sacado mucho provecho a la burocracia sobre la que escupen todos los días (todos los funcionarios, excepto ellos, son unos ineptos y vendidos, zalameros inútiles) aunque viven puntualmente de ella, de la que se han beneficiado, y carecen de generosidad. No es fácil que compartan sus conocimientos (sí es muy fácil que los conviertan en dictaduras), porque piensan que es echarle margaritas a los cerdos. Suponen que sus “colegas” son provincianos, como los directores, los actores y los dramaturgos mexicanos, las editoriales provincianas y el país provinciano que lo único cosmopolita con que cuenta es precisamente ese pequeño círculo de pequeños narcisos. Por lo general son juez y parte pero no lo admiten, sólo muestran un solo lado y ocultan el otro, alternativamente. Se les puede reconocer por sus alumnos y sus seguidores, unos y otros humillados, que sólo reciben estímulos como: “no entendiste nada”. Debe ser terrible ser alumno de personas para las que no existen argumentos, sólo “su ruta única”. Algunos de estos personajes han transitado episódicamente por la crítica teatral. Por lo general insisten en declarar que ésta, la crítica, no existe, pero no lo hacen para estimular su presencia sino para afirmarse como los únicos comentaristas posibles de la vida teatral •

BEMOL SOSTENIDO @LabAlonso

Alonso Arreola

Lucharán a dos de tres liras… Scott Henderson y Steve Vai Tras las cancelaciones de los conciertos de Allan Holdsworth y Living Colour en Ciudad de México, nos hemos quedado sin la oportunidad de ver a un par de guitarristas fundamentales en el mundo electrificado. Nos referimos al propio Allan, poseedor de un lenguaje que creó escuela en la fusión de los ochenta y noventa, y a Vernon Reid, fundador del cuarteto neoyorquino que celebraría con nosotros veinticinco años del disco Vivid, ése que los catapultara con el sencillo “Cult of Personality”. Imaginamos que la salida de cartelera de ambos proyectos se debe a una mala venta de boletos, pues la competencia por melómanos dispuestos al gasto se ha vuelto cruenta entre las productoras de conciertos. Nos quedan como consuelo un par de shows que alegrarán a los amantes de las seis y cuatro cuerdas. Y mucho. Por un lado tendremos al neoyorquino Steve Vai con su Story of Light Tour, y por el otro a Scott Henderson. El primero, con cincuenta y tres años de edad, se distingue por su velocidad y un show que incluye guitarras de dos, tres o cuatro brazos, ventiladores para el cabello y gestos faciales dramáticos. El segundo, con cincuenta y nueve vueltas al Sol, se aprecia por la evolución del blues que pasa a través del jazz y el progresivo siempre montada

en el virtuosismo extremo, y por un comportamiento sereno que deja a las manos la extravagancia. Vai, nacido en Nueva York, viene acompañado por Philip Bynoe en el bajo, Dave Weiner en la guitarra de acompañamiento, Jeremy Colson en la batería y Deborah Henson-Conant en la voz. Henderson traerá consigo al bajista Jeff Berlin y al baterista Dennis Chambers, ambos bien conocidos y estimados en México. Vai, a diferencia de Henderson, puede presumir una biografía que incluye trabajos con bandas notables del metal y el progresivo. Para empezar podemos citar sus más de veinte álbumes con Frank Zappa, entre los que se cuentan You Are What You Is, The Man from Utopia y Jazz from Hell. Luego podemos subrayar lo hecho con Alcatrazz, David Lee Roth, Ozzy Osbourne, Whitesnake, Alice Cooper, Joe Jackson, Motörhead y Meat Loaf. O sea, que a lo largo de su vida ha conseguido intercalar sus obras en solitario con colaboraciones que dan plusvalía a quienes lo invitan. Asimismo, ha creado numerosos duelos guitarrísticos que hicieron leyenda entre los aspirantes a rockstars. Allí están el mítico g3 en sus distintas versiones (con Eric Johnson, Joe Satriani, Yngwie Malmsteen o John Petrucci), o sus contribuciones a lienzos de Al Di Meola, Steve Lukather y Mike Keneally, otras figuras de la guitarra. Ahora hablemos de Scott Henderson. La primera vez que tuvimos noticia de él fue con el grupo Tribal Tech, uno de los más impresionantes del llamado jazz-rock-fusion. Respuesta a los amables sonidos que durante años llenaron los elevadores de Estados Unidos con el catálogo de la disquera grp (fundada por Dave Grusin), Henderson y Gary Willis (bajista excepcional hoy radicado en España) lideraron un cuarteto de miedo que lo mismo homenajeaba a “Stella by Starlight” de Victor Young que al metal que extendía su reino cortesía de Metallica. Juntos hicieron diez discos y varios más en solitario. Ahora que, contrario a las inclinaciones de Vai, Henderson se unió a nombres Scott Henderson

trascendentales del jazz en diferentes grabaciones que terminaron por consolidar su carrera. Hablamos del violinista Jean Luc-Ponty, los tecladistas Chick Corea, Tom Coster y Joe Zawinul, así como del baterista Gregg Bisonette, punto de unión con el propio Vai, pues también grabó con él. Dicho esto… ¿a quién ver si la cartera se viera forzada a elegir? Mmm… Son muy distintos. Vai es más impresionante por la parafernalia lumínica y por la dotación del conjunto. Henderson, sin embargo, es más complejo y sofisticado. Vai pondrá cara de demonio al borde del proscenio. Henderson se convertirá en uno. Los músicos de Vai darán soporte a una telaraña enorme pero convencional; los de Henderson serán imprevisibles y reaccionarán con intimidad a lo que escupan los dedos de aquél. Saque conclusiones nuestra lectora, lector dominical. Steve Vai sonará en el Teatro Metropólitan el martes 26 a las 21 horas. Scott Henderson el domingo 1 en el Voila Acoustique de Polanco a las 20 horas.

Colofón bestial Por cierto, otra presentación que valdrá la pena será la de Moonchild en el Festival Bestia del Museo Diego Rivera Anahuacalli. Este es el grupo del saxofonista experimental John Zorn, quien ahora se hará acompañar por Mike Patton, John Medeski, Trevor Dunn y Joey Baron. Im-per-dible. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


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Jorge Moch

Verónica Murguía

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A HIGIENE A LA que me refiero no es lavarse los dientes y la cara antes de dormir. Es el conjunto de hábitos que ayuda a conciliar el sueño. Para generaciones más elegantes y creyentes que la nuestra, la higiene nocturna consistía en tomarse un Seconal acompañado por un vaso de leche tibia aderezada con una cucharada sopera de brandy y, quizás, rezar tres Padrenuestros. Eran los años en los que se fumaba, se tomaba el sol y se creía que México, tarde o temprano, formaría parte del Primer Mundo. Llegué tarde a esa época: cuando lo necesité, ya se sabía que el Seconal no era una pastilla inocua, nadie le daba brandy a los niños y los rezos sólo me servían para acordarme de mis pecados. Y es que desde la infancia, y quizás por eso soy escritora, me tardo muchísimo más de lo normal en conciliar el sueño. De chica leí todo, de noche y a escondidas. Tom Sawyer, Huckleberry Fi n n , S a n d o ka n e l t i g re d e M a l a s i a , Mowgli y D’Artagnan me ampararon en mis insomnios truculentos, en lugar del ángel de la guarda, la “dulce compañía” a quien imaginaba como un niño rubio, ñoño e indiferente, vestido con una túnica de poliéster morado. Antes de escurrirme fuera de la cama y a la salita de la tele, tenía que asegurarme de que todos estuvieran dormidos. Si mis padres me descubrían con el libro en la mano y despierta, me lo quitaban y mandaban de vuelta a la cama. –Pero si no tengo sueño –les decía. –Te vas a la cama ahorita. –Tengo miedo. –Miedo el que te va a dar si me enojo. Vete a tu cama. Debajo de la cobija, regañada y alerta escuchaba la respiración pausada de mi hermana, dormida en la misma recámara; el ronquido de mi padre y los suspiros de mi madre. Mi hermano dormía en un cuarto cerca del baño y lejos de mí, pero si me esforzaba podía escuchar cómo hablaba en sueños. Él tampoco era bueno para dormir, pero sus dificultades se expresaban de otra forma. Verbalmente. Dormido podía animar a su equipo de futbol o llamar al gato. A veces huía del monstruo-manzana, una amenaza onírica que lo trajo frito y cuya descripción nunca le allegó ni el más desganado de los consuelos. El asunto es que el monstruo-manzana sólo podía darle miedo a él, pues era vagamente cómico: una manzana gigante cubierta de caramelo rojo. Los niños se quedaban pegados en ella mientras la manzanota rodaba calle abajo, aplastando coches y derribando postes de luz. Pero lo más frecuente era el tema deportivo . –¡Te dije que era touch down, baboso! Era su exclamación de cabecera. Al oírlo, trataba de imaginar lo que él veía. La intensidad de los sueños de mi hermano, sin embargo, no garantizaba que los recordara. En la mañana, mientras bebíamos a toda prisa el licuado de Cal- c -Tose con huevos y plátano que mi madre nos obligaba a tomar antes de irnos a la escuela, lo interrogaba: –¿Te acuerdas que soñaste? –No.

–Oí cómo le decías a alguien que era un baboso. –Babosa tú. –No, en serio: ¿qué soñaste? –No sé, no sé –contestaba, muerto de sueño. El insomnio me ha seguido toda la vida. Ahora lo mantengo a raya, pero con ayuda médica. Sin ella, no tengo idea de lo que haría, pues antes de ir al doctor intenté cuanto remedio se me atravesó. Un yerbero del Pasaje Catedral me hacía una mezcla que le daba sueño a todo el mundo menos a mí. Tenía valeriana, lúpulo, tila, flores de azahar y pasiflora. La infusión resultante olía feo, era amarga como la derrota y, en mi caso, inútil. Tomé homeopatía. Bebí miles de caballitos de tequila. Me sometí a la acupuntura. Quise que me hipnotizaran, pero me ganó la risa. Probé los masajes, los baños de pies. Puse hojas de lechuga en el agua de la tina; bebí té de kava-kava (Piper methysticum, una hierba polinesia usada tradicionalmente para dormir); tomé melatonina; nadé por las noches en un Aquarama cercano. Del sexo no hablo. En primer lugar, soy pudibunda y me niego a escribir sobre ese asunto. En segundo, ni que fuera algo que uno hiciera por fatalidad, como tomar aspirinas. Por suerte, para el insomnio hay remedio en la medicina mal llamada alopática. Admito que los rituales que conforman mi higiene nocturna están lejos del civilizado vaso de leche con Seconal, aunque son más efectivos y menos dañinos para la memoria. Concilio el sueño sin dificultad. Lo malo es que allí, en el lugar adonde voy cuando duermo, está mi país hecho un monstruo: un Freddy Kruger de 1 millón 964 mil 375 kilómetros cuadrados. Y para eso, no hay pastilla que valga •

Drama Queen

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N 24 DE NOVIEMBRE como hoy pero en 1991, fallecía, después de una larga, secreta agonía, el músico zanzibareño –británico por naturalización– Farrokh Bomi Bulsara, a quien las huestes roqueras adolescentes de los años setenta y ochenta conocimos mejor como Freddie Mercury, voz y rostro de la banda inglesa Queen y posiblemente uno de los cantantes de rock y pop más versátiles en la historia de la música moderna. Su agonía fue secreta como secreta fue su enfermedad hasta dos días antes de su muerte, en que después de multiplicadas especulaciones mediáticas se animó a declarar públicamente que padecía el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida, el temido vih-sida, entonces ya por diez años instalado en el pensamiento común como una suerte de flagelo divino que castigaba con terribles padecimientos físicos pero también sociales, porque causaba repulsa

inmediata hacia el enfermo, su segregación y confinamiento al ser enderezada una absurda condena moral para varones abierta y activamente homosexuales: hacia mediados de la década de 1980 el sida era en el ideario colectivo absurdo e históricamente homofóbico de los mexicanos,“la enfermedad de los maricones”. La muerte de Freddie Mercury situó la pandemia en una perspectiva que hasta entonces la adolescencia y el oscurantismo imperante habían mantenido, para muchos chavos clasemedieros y pequeñoburgueses, entre velos y sombras de las que increíblemente, veintidós años después, no acaba de salir. Según el Centro Nacional para el Control y Prevención del vih - sida (Censida), creado en 1986, en México hacia fines de 2011, cifra que necesariamente debe ser actualizada después de dos años ya, padecían sida 153 mil 109 pacientes. Si bien las terapias antirretrovirales revolucionaron las perspectivas de vida de pacientes con sida y la tasa de mortandad se sigue manteniendo entre 4.3 y 4.8 fallecimientos por cada cien mil habitantes, también es cierto que la distribución por parte del Estado de esa clase de medicamentos es deficiente y tiene visos de empeorar: las políticas socioeconómicas de los sucesivos gobiernos derechistas del pan y el pri no parecen contemplar como prioritaria la adecuada y puntual atención por parte de los servicios sanitarios estatales a enfermos y portadores del virus. Aún más: las campañas de profilaxis, prevención y educación en materia sexual enfrentan resistencias atávicas y prejuicios fundamentados en ambigüedades moraloides y no en argumentos de prevalencia pública. Existen refugios para enfermos de vih - sida , como Las Memorias, en Tijuana, que operan gracias a la conmiseración de benefactores particulares, a menudo parientes cercanos de víctimas fatales de la enfermedad, y

al coraje de los mismos internos que los sostienen ante la indiferencia de la autoridad sanitaria municipal, estatal y federal. El primer registro oficial de un caso de vih-sida en México data de hace exactamente treinta años, de 1983. Las carencias en educación e información sobre la enfermedad son evidentes y eso no sucede sin el decisivo ingrediente de indolencia de los medios masivos. En la televisión mexicana sigue siendo cosa común la homofobia disfrazada en sketches vulgares e idiotas y en otras variantes de humor presunto donde al varón homosexual se lo tipifica y ridiculiza constantemente. Una cultura de prejuicio y banalización como la que preconizan veladamente las televisoras, a saber con qué conexiones hacia la agenda más recalcitrante del conservadurismo políticamente activo –allí el clero católico, sus satélites empresariales o hasta turbias organizaciones de corte neofascista como El Yunque, Pro Vida (o como se llame ahora el feudo aberrante de Jorge Serrano Limón) o la filonazi México Despierta– difícilmente apunta a la concientización del público: una juventud despojada del derecho a ser informada sobre su propia salud sexual y reproductiva por un Estado paternalista pero al mismo tiempo oscurantista y refractario. ¿Cuántos funcionarios abiertamente homosexuales conocemos? ¿Cuántos personeros del gobierno, líderes empresariales, secretarios de Estado vemos en la defensa de los derechos de los enfermos de vih - sida ? Pocos o ninguno. Tres décadas y cinco presidentes después del primer registro de la enfermedad en los anales del sector salud seguimos en el subdesarrollo en materia de prevención y sobre todo de intensidad informativa sobre el vih - sida . Y siempre será posible que el gobierno en turno, con todo y sus taras y carencias, se decida a hacer algo de veras al respecto •

CABEZALCUBO

Higiene nocturna

LAS RAYAS DE LA CEBRA

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch


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Rodolfo Alonso

Luis Tovar

http://rodolfoalonso02.blogspot.com

A

hora que su lamentable desaparición física –5 de noviembre de 2012– ha provocado tantos y tantos comentarios (más que merecidos en su caso), quisiera hacer notar algo que ha pasado desapercibido. Cuando lo conocí, él era el actor preferido de Leopoldo Torre Nilsson, el gran realizador cinematográfico argentino, de muchas de cuyas principales películas fue protagonista. Y algo más no ha sido recordado, esta vez probablemente con razón. Uno de sus primeros títulos como director, a cuyo preestreno me hizo el honor de invitarme, no muy bien recibido entonces por la crítica y los dueños de salas, fue en cambio tan conmovedor para mí que me llevó a escribir un texto:“El canto del cine”, que él llegó a ver y que recién en 1967 publicó el diario La Capital, de Rosario. Decía así, y es importante al leerlo ubicarse en la época: Cuando las luces se encendieron sobre el rastro del satélite que, cruzando melancólico el cielo de la pantalla, pone punto final a uno de los filmes más líricos y auténticos del (ahora sí) nuevo cine argentino, esa sensación de exaltada ansiedad por comunicarse que suele dejarme el descubrimiento de una obra de arte original, se unió a la duda de que el cabizbajo y nervioso director Leonardo Favio, parado a nuestra espalda durante aquella exhibición privada –realizada hace ya casi dos años– de su “Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y algunas pocas cosas más”, quizá iba a creer que mis expresiones de entusiasmo eran sólo de compromiso. (Por suerte, quizá ahora que va a leerlas escritas, llegue a creerme.) Y quiero escribir sobre el Romance... no sólo por lo injusto del recibimiento con que cierta crítica (pienso en la de La Prensa, específicamente) y ciertos exhibidores –el de su sala de estreno en Buenos Aires– quisieron disminuirlo o silenciarlo. Ni porque aquel movimiento valiente, intuitivo y desordenado que se dio en llamar “nuevo cine argentino”, y con cuyos orígenes algo tuve que ver, haya logrado recién ahora (mi homenaje, al pasar, para Alias Gardelito, de Lautaro Murúa), cuando parecía –y quizá esté, por desgracia– definitivamente sepultado, una obra maestra (así, con todas las letras). Sino también, y sobre todo, por lo que este maduro filme del talentoso y sensible creador que nos ha resultado este Leonardo Favio, tiene que ver con la poesía. No conozco otro en todo el cine argentino –y no muchos en el extranjero– que alcancen un lirismo tan hondo, tan evidente, tan legítimo, tan conmovedor. Visión auténtica del manoseado cuando no olvidado interior del país, sin folclorismos recargados y facilones, con acción, lenguaje y clima, con personajes logrados y tocantes, gozando de un buen guión (el cuento original es de Zuhair Jury, hermano de Favio) y una maravillo-

GALERÍA

Mi Leonardo Favio

@luistovars

Los Cabos dos

D

EL 13 AL 17 de noviembre recién pasados tuvo lugar en San José del Cabo, Baja California Sur, la segunda edición del Baja International Film Fest (biff), cuya divisa radica en ofrecer cine norteamericano de manera casi exclusiva. Sólo cinco filmes de una programación más bien breve no proceden de México, Estados Unidos o Canadá, incluyendo todas las secciones en las que se divide el festival: en selección oficial, Competencia Los Cabos y México primero, seguidas de Estrenos internacionales, Presentaciones especiales, Tributo –esta vez dedicado a Gael García–, Foco –puesto sobre el canadiense Philippe Falardeau–, Galas y, finalmente, un homenaje a la productora Mantarraya. La ganadora en la sección México primero fue Los insólitos peces gato (Claudia Saint-Luce, 2013), de la que se habló aquí hace ocho días, y la triunfadora en Compe-

Fading Gigolo

sa fotografía (consagración de Juan José Stagnaro), donde descuellan el descubrimiento –antes que la t v – del expresivo Federico Luppi, la madurez de María Vaner y una Elsa Daniel desconocida. Todo ello dentro de una brillante y emotiva dirección general. (Lo que no quiere decir nada si no se comprende que, aquí, la de “director” no es una denominación más o menos técnica, sino el sinónimo de creador.) Porque todo, todo el filme está embebido de la sensibilidad e inteligencia fluidas de Leonardo Favio. Es realmente, y pese –o gracias, claro– a la excelente calidad de todos sus colaboradores, un verdadero filme de autor. Ahora que en Buenos Aires alguna sala se larga a volver a darlo, y que seguramente comienza a llegar a los cines del interior, ese interior que evoca tan dignamente, pensé que debía escribir estas líneas –anticipando el éxito y la resonancia que tarde o temprano, indefectiblemente, tendrá– como un llamado de atención para el espectador atento y como un fraternal y agradecido homenaje a Leonardo Favio y a todo su equipo. Así saludaba yo entonces, en 1967, cuando su extraordinario Romance del Aniceto y la Francisca... aún no había sido debidamente valorado, a Leonardo Favio. No veo por qué, ni tampoco siento, que deba despedirlo ahora con otras palabras •

tencia Los Cabos fue la canadiense Sarah Préfère la Course (Sara prefiere correr, Chloé Robichaud, 2013), que este ponepuntos no pudo ver. Si bien el término “independiente” aplicado al cine va teniendo cada vez menos sentido, todavía es útil para signar el espíritu que anima a la mayoría de los filmes, ninguno de los cuales podría ser motejado de comercial, mucho menos de blockbuster. Al contrario, lo que pudo verse fue una muestra variopinta e interesante de un cine que, si llega a las salas, suele hacerlo con discreción, aunque puede incluir a esta o aquella figura reconocida –verbigracia, Woody Allen y Sharon Stone en Fading Gigolo (John Turturro, eu , 2013)–, o ser dirigida por algún cineasta de prosapia –como Jim Jarmush con Only Lovers Left Alive ( eu , 2013)–, pero que en todo caso forma parte de una producción bastante poco visible.

Tratados habidos y por haber Más allá de cuestiones temáticas o de calidad cinematográfica, el hecho de que un festival de cine se concentre en lo que se filma, distribuye y exhibe en Norteamérica tiene su miga: conviene recordar que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, integrado precisamente por Canadá, Estados Unidos y México, ha significado un terrible punto de inflexión para la cinematografía mexicana, que desde entonces –es decir, desde 1994– ha quedado orillada, en su propio territorio, a una marginalidad muy duramente remontable, mientras que Canadá, miles de veces más sensatamente, determinó que su cinematografía quedara fuera del tlc . Por algo lo hicieron. No pareciera estar en ruta con la disposición del biff pero, al menos conceptualmente, es obvio que este festival sería un inmejorable marco para abordar la cuestión, que urge revisar.

Lo que hubo La referida naturaleza regional –pero

sobre todo sus tramas de melting pot inverosímil– hizo que cupieran miasmas como ese llamado El niño que huele a pez (Analeine Cal y Mayor, México-Canadá, 2013), o ese otro titulado Machete Kills (Robert Rodriguez, eu , 2013). Por fortuna fueron excepciones, ya que la mayoría de la programación consistió en muy otra cosa. Hubo, por ejemplo, tres bastante dispares largometrajes mexicanos de estreno: El charro misterioso, de José Manuel Cravioto, Volando bajo, de Beto Gómez, y Filosofía natural del amor, de Sebastián Hiriart, todos de este año, de los que se hablará aquí en otro momento. Hubo la oportunidad de remirar buena parte de la propuesta fílmica que ha hecho de la productora Mantarraya un modelo a seguir –para bien o para mal–, y hubo lo que sin duda es la apuesta fuerte del biff: una selección en competencia integrada por filmes cuyo principal mérito no es el dinero que se gastó en hacerlos ni los figurones que en ellos participen, mucho menos la publicidad que se les haga o, mejor dicho, que no se les hará. Es el caso, entre otros, del magnífico documental Bering. Equilibrio y resistencia (Lourdes Grobet, México, 2013), quizá la película que mejor podría enarbolar ese “espíritu norteamericanista” antes aludido, por el sitio donde se ubica lo que cuenta, por lo que transmiten las personas cuya vida se retrata y, en fin, por la forma en que plasma el sentido de pertenencia a una tierra y a una cultura que perviven, si bien influenciadas por un Occidente habituado al avasallamiento. Es el caso también de historias pequeñas, intensas y bien estructuradas como las que narran I Used to Be Darker (Matt Porterfield, eu, 2013), Short Term 12 (Destin d . Cretton, eu , 2013), Alphée des Etoiles (Hugo Latulippe, Canadá, 2012), Tom à la Ferme (Xavier Dolan, Canadá, 2013), así como Dallas Buyers Club (JeanMarc Vallée, eu , 2013), que ni por asomo sirven únicamente para manducar palomitas de maíz •

CINEXCUSAS

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ensayo

24 de noviembre de 2013 • Número 977 • Jornada Semanal

Diego y Frida, una pareja mítica Vilma Fuentes

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xisten numerosas parejas célebres en las artes y la literatura: del amor divino y platónico de Dante por Beatrice a la tormentosa pasión entre Baudelaire y la mulata Jeanne Duval, la plácida amistad amorosa de Hugo y Juliette Drouet o la inmortalizada relación de Proust por su chofer transformado en Albertine. Aunque más raras son las relaciones amorosas entre dos creadores, hay ejemplos inolvidables: Auguste Rodin con una Camille Claudel que pierde la razón: los Fitzgerald, Scott y Zelda, quienes se reprochan mutuamente utilizar la vida del otro en sus novelas, ella encerrada en un manicomio donde muere durante un incendio; el amor odio de Octavio Paz y Elena Garro, tan brillantes uno y otra, matrimonio y divorcio, unión y ruptura, silencio y escándalo; la admiración mutua de Fellini y Giulietta Masina: “¿No sería más difícil vivir con un idiota?”, respondió esta actriz cuando le preguntaron si no era difícil vivir con un genio; la complicidad de Diego y Frida en sus búsquedas de ese enigma que es la pintura, entre encuentros y alejamientos, separaciones y reconciliaciones. La actual exposición en el Museo de l’Orangerie, Frida Kahlo/Diego Rivera: l’Art en fussion logra ‒a través de cuarenta obras de ella y treinta y una de él, algunas fotografías de ambos y breves textos informativos‒ narrar la vida de cada uno con su arte y entre ellos. Exposición original, la idea ingeniosa de presentar juntas las obras de dos creadores, unidos por una relación simbiótica, pero con un acercamiento personal a la pintura. El espectador puede al mismo tiempo admirar las telas y darse una idea de las tumultuosas existencias de estos artistas, separados y unidos, cada uno y los dos. Visión y narración. Para los ojos, la pintura de Diego y Frida. Para la imaginación, su aventura amorosa, sus compromisos políticos. A este doble cometido, de por sí quimérico, se agregó la ambición de dar su lugar a Diego en la historia de la pintura occidental, siendo mal conocido en Francia, y en Europa, o conocido como el esposo

de Frida. Algo así como si Rodin fuera el amante de Camille o Paz el ex marido de Garro. Esta loable meta parece estar siendo lograda: las obras expuestas de Diego se imponen y lo imponen. Reinan las pinturas de caballete, lejos del Rivera militante de los murales. Diego deja de ser sólo el compañero de la conmovedora Frida, quien ya tiene su célebre lugar, inamovible, en la historia de la pintura. Diego Rivera es una estrella luminosa de la constelación que formó la pléyade de pintores en el siglo xx. Un Maestro a quien esta exposición, necesaria, ayuda a encontrar su lugar, preponderante, en la historia de la pintura en Europa. Postergada a causa de la anulación de L’Année du Mexique en France, esta exposición era esperada con interés por un público más que curioso de la cultura mexicana, público entusiasta sobre todo cuando se trata de figuras míticas. Así, hechas las maletas, en ese lugar de ninguna parte que es la inminencia del viaje, me dirigí a l’Orangerie. La inauguración oficial sería a fines de la tarde. A cien pasos de casa, frente a la catedral de Notre-Dame, tomé el autobús 24, no debería decir su número so riesgo de verlo repleto, cuyo recorrido es el más bello de París a lo largo del Sena, por la rive gauche de ida, por la rive droite de regreso. Olvidé la inminencia del viaje mirando el río, de un lado; del otro, el hermoso museo de Orsay, dedicado a los impresionistas, en la antigua estación de trenes o la esquina donde vivió el muy real capitán D’Artagnan, modelo del héroe de Dumas. La arquitectura, en su apariencia uniforme, ofrece una diversidad de épocas y estilos que descubre al paseante la historia de esta ciudad. Me sentí, cuando ya creía estar lejos, anclada en París. El camión cruzó un puente para pasar a la rive droite: la suntuosa plaza de la Concorde, con su fuente, su obelisco, sus estatuas, al pie de la avenida de los ChampsElysées, con el Arco del Triunfo al fondo, atrás los museos del Jeu de Paume y de l’Orangerie. ¿Cómo escapar a la belleza magnética de París en ese polo de la ciudad? Mi inminente viaje a Méxi-

co se desvaneció, aunque deba confesar que me cruzó por la mente la imagen solar de la reverberante plaza del Zócalo. L’Orangerie me ofreció un regalo único al llegar a París: Los nenúfares, de Monet. Inesperados y, por tanto, más sorpresivos y sorprendentes, aparecieron ante mis ojos con todo su esplendor. Fue la primera vez que vi con los ojos, y no con la mente que todo intelectualiza, la pintura. Y vi también a un ciego mirar esos nenúfares: sin tocar las telas, pasaba su mano a veinte o treinta centímetros de ellas, sintiéndolas, atrapando las vibraciones del color. El hombre sonreía embelesado. Decididamente, l’Orangerie me ofrece siempre regalos inolvidables. La exposición de Diego y Frida es uno de ellos. Si algunos críticos franceses se quejan es porque hubiesen querido más. No obstante, la labor de la directora del museo, Marie-Paule Vial, y de la conservadora, Beatrice Avanzi, es notable: la muestra exhibida es enriquecedora para quienes no conocían las obras monumentales de estos artistas, como para quienes creíamos conocer algo de ellos. Si la mayoría de las telas provienen del museo Dolores Olmedo, hay obras prestadas por coleccionistas privados. Una suerte ver estas pinturas. Azar objetivo, a salir de l’Orangerie, vimos a dos hombres encaminarse al museo. Cada uno llevaba un grueso bastón labrado originario de Tizatlán en Tlaxcala. Nos dirigimos a ellos preguntándoles por esos bastones. “Me lo regalaron en México”, informó el mayor de ellos. Jacques Bellefroid les dijo que él tenía un bastón semejante, regalo del pintor Felipe Ehrenberg. El más joven de ellos, aunque ya de cierta edad, dijo: “El mío viene de mi abuelo.” “¿Quién es su abuelo?”, pregunté. “Diego Rivera.” De repente, ahí, entre París y México, vi el rostro de Diego en el de Jean Diego Brusset. Sus rasgos, sus ojos, el trazo de su boca, sin el espesor de Rivera, me transportaron, de ese lugar de ninguna parte que es la inminencia del viaje, a una época ya fuera del tiempo •

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