La Jornada Semanal

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Camus

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 15 de diciembre de 2013 ■ Núm. 980 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

• Andanzas del marxismo lennonismo, L uis H ernández N avarro • Poesía y educación, J osé Á. L eyva • Aforismos, M ariana F renk

la rebelión contra el absurdo X abier F. C oronado y A ntonio V alle


Pocas muertes merecen tanto el adjetivo “prematura” como la del célebre Albert Camus: a los cuarenta y seis años de edad, en plenitud creativa, dueño ya del Premio Nobel y con una obra que, a más de medio siglo de haber sido escrita, no sólo conserva íntegros sus múltiples valores sino los incrementa generación tras generación de

de asombros

bazar R

Hugo Gutiérrez Vega Recuerdos de Alberti

afael fue para mí un hermano mayor, un padre

Fuimos en caravana a Génova para participar

en poesía y un maestro en el difícil arte de

en el congreso de escritores organizado por Mi-

vivir de acuerdo con las propias convicciones y

guel Ángel Asturias y por el misterioso jesuita

procurando siempre no hacer daño a los demás.

Angelo Arpa. Lo presidió Carlos Pellicer y la dis-

Comunista hasta el final de sus días, mantuvo un

creta estrella del aquelarre fue Juan Rulfo. Visita-

silencio, a mi entender demasiado cauteloso,

mos en Rapallo a Ezra Pound y cenamos con Eu-

respecto a los errores, las falsificaciones y los crí-

genio Montale y con el presuntuoso y gran poeta

menes del estalinismo.

Salvatore Quasimodo. Ungaretti llegó al final y,

Recién llegó a Roma procedente de Argentina,

como no se meneaba la cola con Quasimodo, se

se instaló en un discreto apartamento en la Vía

sentó calladito en su rincón y, sólo al término de

Monserrato, muy cerca del Palazzo Farnese y al la-

los actos, nos habló un poco de su aventura bra-

do de una librería regenteada por unas alegres

sileña y de su idea de la poesía como el testimo-

monjas españolas que saludaban con mucho gus-

nio de nuestras vidas.

to a su herético paisano.

Regresé a México y, a

Con María Teresa y Aitana,

los pocos años, nos fui-

Rafael formó un equipo

mos a vivir a Madrid y me

notable por su inteligen-

encontré de nuevo con

cia y su hospitalidad. Ma-

Alberti. Fuimos a Santan-

ría Teresa, en los días del

der a dar un recital y ar-

congruencia, independencia y

tremendo calor del ferra-

mamos la tremolina ante

honestidad. Los textos de

gosto, siempre ofrecía

los ojos censores de un

Xabier Coronado y Antonio

rotundos cuencos de ga-

grupo de notarios que

Valle conmemoran el primer

zpacho andaluz, adorna-

organizaban un curso en

centenario del nacimiento de

do con los “tropezones”

la Universidad Menén-

Camus, ese hombre que

reglamentarios. En otras

dez Pelayo. Alberti, sena-

siempre se rebeló contra el

épocas del año apare-

dor del Reino (su entrada

absurdo. Completa el número

cían los vasos de vino ca-

al Senado llevando del

un ensayo de Luis Hernández

liente y las empanadas

brazo a La Pa­sionaria pa-

sobre otro célebre y polémico

criollas que horneaba la

só a la leyenda cívica),

lectores que en El hombre rebelde, Calígula, El extranjero y El mito de Sísifo, entre otras, encuentran el poder de un pensamiento pleno de

rebelde contemporáneo, a treinta y tres años de haber sido asesinado: John Lennon, desde la perspectiva del libro de reciente aparición titulado John Lennon. Un humanista subversivo.

Camus

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

Portada: Verano invencible

Diseño de Marga Peña. Foto; instalación de Antony Gormley, Otro lugar

afectuosa Aitana. Rafael se sabía de memoria las Églogas, de

todavía despertaba temores y sospechas a los fachos que poco a poco iban perdiendo fuerza.

Garcilaso; el Cántico Espiritual, de San Juan de la

Pasó sus últimos años en su tierra, el Puerto

Cruz, las Soledades, de Gongora, muchos sone-

de Santa María. Lo vi, vestido de marinerito en

tos de Quevedo y de Villamediana, las Coplas por

tierra, presidiendo el desfile del carnaval. A los

la muerte de su padre, de Jorge Manrique y la Sua-

pocos meses se fue con los ángeles que tanto

ve Patria, de López Velarde, entre otros muchos

celebró en sus poemas más entrañables •

poemas. Le encantaban los concursos de memo-

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ria y se nos iban tardes enteras recordando versos amados.

jornadasem@jornada.com.mx

Directora General: C a r m e n L i r a S a a d e , Director: H u g o G u t i é r r e z V e g a , Jefe de Redacción: L u i s T o va r , E d i c i ó n : F rancisco T orres C órdova , Corrección: A leyda A guirre , Coordinador de arte y diseño: F rancisco G arcía N oriega , Diseño Original: M arga P eña , Diseño: J uan G abriel P uga , Iconografía: A rturo F uerte , Relaciones públicas: V erónica S ilva ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: A lejandro P avón , Publicidad: E va V argas y R ubén H inojosa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh­t émoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui­ tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jor­n ada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.


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Jornada Semanal • Número 980 • 15 de diciembre de 2013

José Ángel Leyva

Ilustración de Huidobro

L

a poesía insiste una y otra vez sobre la desdi­ chada condición humana, en su sentido erró­ neo y su existencia efímera. La educación se consolida como un sistema operativo, utilita­ rio, pragmático, forjador del “éxito” y el consumo. Como dice Shakespeare en Hamlet: “Algo huele a podrido en Dinamarca.” “Para que guste la poesía hay que cambiar el sis­ tema educativo”, rezaba el encabezado del diario La Jornada, del 1 de agosto de 2013. Palabras del inves­ tigador de El Colegio de México Anthony Stanton. La sentencia pesa más en un país donde se expulsó a la filosofía del programa educativo del nivel secun­ dario y los filósofos se movilizaron para recuperar su sitio; al menos eso afirma el filósofo Gabriel Vargas. Una paradoja si se evoca la exclusión de los poetas de la República ideal de Platón. André Gide expone el tema en su novela Los inmoralistas: “¿Sabe usted por qué ya no se lee poesía ni filosofía?”, pregunta un personaje a otro. Ante la ignorancia de la respues­ ta, continúa: “Porque la filosofía abandonó a la poe­ sía como recurso estético y sensible de su lenguaje y la poesía a su vez desechó la reflexión y la experiencia como parte de su discurso; pero a la vez ambas de­ jaron de lado la vida, la vida concebida en algún momento de la antigüedad como una obra de ar­ te, como un todo integral.” En México podemos constatar que no se educa para formar ciudadanos conscien­ tes de la existencia y de las necesidades de los otros, del otro, sino bajo la idea de la educación para triunfar, para poseer y pa­ ra imponerse sobre los demás. ¿Cómo puede hablarse de democracia en un país con una po­ blación elevadamente ágrafa y analfabeta? ¿Se trata entonces de una democracia analfabeta? La educación en o por competencias, co­ mo respuesta a la era de la información, parece responder más al sentido de la industria y el mercado, más a la eficiencia laboral, que a lo que anota Noam Chomsky como capacidad lingüística para interpretar y activar la reali­ dad del sujeto, sus posibilidades comunica­ tivas, sus capacidades y competencias. Lo cul­ tural, por tanto, queda minimizado ante la importancia del individuo como parte de un sistema productivo y de consumo. Así, la lec­ tura como ejercicio crítico, como herramienta de transformación, de albedrío, es ignorada. La literatura no sólo no conserva su lugar como motor lingüístico de la enseñanza, tam­ poco como base del humanismo y de una so­ ciedad imaginativa y crítica. En los niveles más bajos queda la filosofía, pero más abajo aún la poesía, al ser considerada como impráctica, difícil de comprensión e inútil para la vida la­ boral y profesional, para lo técnico y lo coti­ diano. En su Método fácil y rápido para ser poeta, Jaime Jaramillo Escobar arremete contra los vates que suelen destacar el carácter impro­ ductivo y la inutilidad de la poesía. Flaco favor le hacemos a la poesía si enarbolamos tal pen­ samiento, si no aclaramos que lo es con res­ pecto al mercado, que es inmensamente útil y necesaria para desarrollar las capacidades

humanas, para aprender y aprehender la historia emocional, para reco­ nocernos en el lenguaje, para construirnos en el lenguaje. Nuestras comunidades indígenas comienzan apenas a reivindi­ car sus lenguas originarias, a ejercerlas en la escritura y a dar mues­ tras de su fortaleza en la poesía. No como expresiones exóticas dentro de un mundo en el que se habla y se comunica en español, donde domina lo español, sino como auténticas obras que proponen poéticas diversas y atractivas. En América Latina domi­n a lo español porque así resulta desde la perspectiva del mer­c ado editorial. Las grandes empresas ibéricas mantienen un dominio casi absoluto en nuestras na­ ciones ameri­c anas, pero cierran sus puertas a las edi­ toriales latinoamericanas y, por consiguiente, a los traductores de es­t os países. Para la industria edito­ rial ibérica sólo es válida el habla de su país. Con un mercado tan grande, la poesía podría dejar algunos dividendos a los poetas y mejorar la capacidad lectora de nuestros ciudadanos en América Latina. La educación se concibe aún dentro de esa lógica de las dos culturas que Charles Percy Snow describió ya hace tanto tiem­po: la cultura de las humanidades y la cultura de la ciencia y la tecno­ logía. Un divorcio que privilegia la uti­lización del conocimiento co­ mo instrumento de dominio y de enajenación, pero no como herramienta de sabiduría, de imaginación, de búsque­ da, de preguntas. Hace algunos años, en una conversación con el entonces rec­ tor de la Universidad Intercontinental, el teólogo Sergio César Espinosa comentaba que el propósito de toda universidad debería ser formar buenos ciudadanos antes que profesio­ nistas exitosos. Insistía en que la mayoría de las instituciones educativas, privadas y pú­ blicas, enarbolaban el éxito profesional como bandera. Pero, se preguntaba el rector, ¿para qué muchachos que sólo sean capaces desde el punto de vista técnico, diestros para acumu­ lar riquezas, si carecen de ética y de principios ciudadanos? ¿Para qué una riqueza, pocas veces bien habida, si para disfrutarla hay que vivir blindados, escoltados, perseguidos por el miedo? La poesía, como la filosofía, le dan a nues­ tras comunidades la capacidad de reflexio­ nar, de preguntar, de ver aquello que no ven, de descubrir otras dimensiones del tiempo, de reconocerse en los otros, de entender la liber­ tad y el valor de la palabra. Es improbable que los sistemas educativos cambien para acoger a la poesía y a la filosofía como vías de lectura, como potencias intelectuales y estéticas. Esa labor, por fortuna, la hacen los propios poetas haciéndose escuchar en festivales, ferias del libro, recitales, presentaciones. Allí está la poesía a las puertas de los colegios, de las uni­ versidades, de los hogares, en las calles, sin explicar su presencia, su utilidad práctica, sólo allí, con la pregunta a flor de labios: ¿para qué poetas? •

Poesía y

educación:

algo huele a podrido en la enseñanza


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Andanzas del genial que no hizo más daño que llenarnos de exce­ lente música y justas propuestas de cambio”.

La hora de Los Beatles

Luis Hernández Navarro

U

n graffiti se le apareció al fotógrafo mexicano Jorge Acevedo en 1984 caminando por las calles de Roma. Su cámara recogió la imagen. En ella, los rostros de Carlos Marx y John Lennon se fusionan en una sola faz. En la parte de abajo de la pared un letrero escrito con aerosol bau­ tiza al personaje: San Lennon. La pintura forma parte de una creencia con fieles en casi todos los rincones del planeta: el marxismo lennonismo. Una doctrina que disputa el legado del exBeatle y reivindica su etapa políticamente más comprometida y radical, como el sello distintivo de una época. San Lennon. No es broma, a setenta y tres años de su nacimiento, la herencia doctrinaria de Lennon sigue en disputa. Tanto es así que, en 2008, el papa Benedicto xvi perdonó al músico inglés la osadía de afirmar, en 1966 que “Los “Beatles son más famosos que Jesucristo”. Condescendiente L´Osservatore Romano, el periódico del Vaticano, publicó: “La decla­ ración de John Lennon, que provocó una profunda indignación, después de muchos años suena tan sólo como una fanfarronada de un joven de clase traba­ jadora de Inglaterra que tuvo que afrontar un éxito inesperado, después de crecer en la leyenda de Elvis Presley y del rock and roll.” Y, aunque no está claro si la exculpación redimía a John de sus pecados y le aseguraba un lugar en el más allá, los purpura­ dos alabaron la música de Los Beatles, porque, según ellos, “treinta y ocho años después de su ruptura, las canciones con la firma Lennon-McCartney han mos­ trado una extraordinaria resistencia al paso del tiem­ po, siendo fuente de inspiración para más de una generación de músicos del pop”. Parte de esta pelea es el libro, recientemente pu­ blicado por la unam , John Lennon. Un humanista subversivo. Coordinado por los doctores Elvira Con­ cheiro, Carlos Arturo Flores y Julio Muñoz, la obra se mete de lleno en el pleito por el legado del pensa­ miento político del exBeatle. Uno de los autores, Juan Luis Concheiro, lo define como “socialista intuitivo, partidario de la clase obrera, simpatizante de las izquierdas radicales y de la revolución, e incluso, comu­nista”. En una semblanza que él reconoce como muy parcial, Julio Muñoz lo caracteriza como radi­ cal, romántico, feminista, icono del ateísmo, crítico de la familia, amante de la verdad, orgulloso de sus raíces obreras, pacifista y revolucionario. Y René Avi­ lés Fabila lo ve como “algo más que un cantante, que un músico, era un revolucionario sincero, un agita­ dor, un provocador necesario, indispensable, un tipo

Que un centro de investigación de la unam publique un libro sobre John Lennon puede parecer extra­ ño, pero no lo es. La beatlemanía, como se sabe, es un hecho arraigado, persistente y con raíces en la indus­ tria del espectáculo mexicano. De hecho, aunque en una escala distinta a la de la década de los sesenta y setenta del siglo pasado, sigue viva. Han pasado ya muchos años desde que, en 1963, se comenzó a escuchar el programa 7 Minutos y 90 Segundos con Los Beatles, producido y conducido por Adolfo Fernández Zepeda. También de que, en Radio Éxitos, en el 790 de am, el locutor descolgara el auricular del teléfono y preguntaba al aire: “Bueno ¿por quién vota? ¿Por Los Beatles o por los Monkees?”, aquella ban­ da de Los Ángeles creada en 1966 para una comedia de televisión que ejemplificaba a las mil maravillas la comercialización y domesticación del rock. Y de que, en la pista de hielo Insurgentes (sí, había lugares para patinaje sobre hielo en Ciudad de México an­ tes de que Marcelo Ebrard fuera jefe de gobierno), los duranguenses Dug Dug’s interpretaran al cuarteto de Liverpool mejor de lo que el grupo inglés lo hacía en vivo. Sin embargo, aún hoy, cuarenta años más tar­ de, en lo que debe ser todo un récord digno de ser con­ signado en la Guía Guiness, Universal Stereo, trasmi­ te diez horas semanales del cuarteto de Liverpool. Curiosa persistencia ésta de un grupo musical disuelto en 1970, en la que sus fans se dividieron en torno a quienes defendían a Paul y quienes estaban con John, y se atesoraban en la memoria todo tipo de anécdotas sobre ellos, porque no podía darse uno el lujo de olvidarlas. Anécdotas que servían, por ejem­ plo, para elevar los bonos de Lennon frente a Paul, como la del encuentro entre los músicos y Cassius Clay, durante la primera gira de ellos a Estados Unidos en 1964, cuando el más grande boxeador de todos los tiempos estaba a punto de disputar a Sony Liston el título mundial. Originalmente, John propuso visitar al campeón, pero a Liston le molestaron Los Beatles cuando los vio en el show de Ed Sullivan. “¿Son estos hijos de puta por los que toda la gente grita? Mi perro toca mejor la ba­ tería que el chico narizón”, dijo el boxeador. Así que, en lugar de ver al campeón, se dirigieron al retador. El encuentro tuvo lugar en el gimnasio donde entrenaba Clay, entre disparos de cámaras fotográficas, payasadas y una histórica foto donde los cuatro de Liverpool simulan sucumbir ante un demoledor golpe del pugilista. Con la prensa fuera del pabellón, Cassius se sin­ ceró con los músicos y les soltó un gancho al híga­ do. “No son tan estúpidos como parecen”, les dijo. Y Lennon, que era un fajador nato forjado en la ley de la calle, con la paz en la boca y la guerra en el cora­ zón, le reviró tremendo uppercut que se impactó de lleno en su quijada: “Nosotros no, pero tú sí.” Cotilleos aparte, en nuestro país estaba ya en el ai­ re la disputa a muerte entre los seguidores de la línea folklorito/venceremos y los integrantes informales del club de los huaraches de ante azul (Federico Arana

Graffiti en los estudios Abbey Road: John Lennon como el Che Guevara

dixit), en torno a si era o no políticamente correcto es­ cuchar rock, o si quien lo hacía era un comparsa del imperialismo estadunidense. Algunos amantes de la quena y el charango juzgaban por arriba del hombro desde las Peñas convertidas en púlpito para celebrar el arte revolucionario, la debilidad de la carne y del oído de quienes disfrutaban con los requintos y bajos de los agentes del demonio colonial. A su manera, cuatro décadas después, John Lennon. Un humanista subversivo es un jab directo a la nariz de aquellos Torquemadas que consideraban indigno de la revolución latinoamericana el profe­ sar culto laico a los huaraches de ante azul. Un ajus­ te de cuentas tan elegante como un combate de Mo­ hamed Alí. Como dicen Elvira Concheiro y Carlos Arturo Flores en el prólogo del libro “The Beatles idearon un nuevo estilo al expresar la rebelión que penetra el espíritu del tiempo y en esa medida fueron una auténtica revolución.”


marxismo

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lennonismo

Los papeles de la sedición

San Lennon. No es broma, a setenta y tres años de su nacimiento, la herencia doctrinaria de Lennon sigue en disputa.

Como apunta Pablo Espinoza en el libro, esta dispu­ ta por su herencia se avivó a raíz de la desclasifica­ ción de los archivos secretos del fbi sobre el músico, después de una batalla que el historiador John Wei­ ner libró desde 1981. Los últimos informes que el académico obtuvo describen los detalles sobre los vínculos de Lennon con grupos de izquierda y opo­ sitores a la guerra de Vietnam en Londres en la dé­ cada de 1970, pero no hay nada en ellos que indique que los funcionarios del gobierno consideraban al exBeatle una amenaza seria a la seguridad nacional. Ciertamente, Richard Nixon sospechaba que Lennon planeaba interrumpir la convención nacional repu­ blicana de 1972. Sin embargo, un informante policía­ co aseguró a la agencia de seguridad que la eficacia del músico era limitada porque “estaba constante­ mente bajo la influencia de las drogas”. Lo que John Lennon. Un humanista subversivo seña­ la se debate en todo el mundo y, a pesar de que lleva años discutiéndose, tiene una absoluta actualidad. Por ejemplo, desde la acera de enfrente y en dirección opuesta, Maurice Hindle, entrevistador del artista de Liverpool, sostiene, en un artículo publicado en The Guardian en 2010, que Lennon nunca fue un radi­ cal de ultraizquierda. Su radicalismo ‒sostiene‒ fue un asunto de relativa corta duración. Y pone como prueba que, en 1978, el músico escribió: “El error más grande que Yoko y yo cometimos en ese período fue el permitirnos ser influenciados por los machos re­ volucionarios serios y sus ideas locas acerca de matar a la gente para salvarlos del capitalismo y/o del co­ munismo (dependiendo de su punto de vista). Debe­ ríamos haber conservado nuestra propia manera de trabajar por la paz: los encamamientos, las vallas publicitarias, etcétera.” La interminable controversia sobre la afiliación política de Lennon volvió a subir de tono cuando el exoficial de inteligencia David Shayler, al servicio del m 15, la agencia de espionaje británica, divulgó que el exBeatle financió con decenas de miles de li­ bras esterlinas al Ejército Republicano Irlandés ( ira). Ya lo había hecho con el trotskista Partido Revolucio­ nario de los Trabajadores. Lennon retó al sistema como muy pocos músicos de rock lo han hecho. Alejado de la filantropía que tanto viste a las estrellas de la industria del entrete­ nimiento, el exBeatle apostó por el compromiso inter­ nacionalista con la transformación social. Arriesgó su carrera, su arte y su vida. La máquina respondió con la burla y la persecución. No fue expulsado de Estados Unidos como lo hicieron con Charles Chaplin, pero estuvo muy cerca de ser deportado. La co­l ección de ensayos que integran John Lennon. Un humanista subversivo recrea esta trayectoria en un justo, conmo­ vedor e informado homenaje a San Lennon, ese héroe de la clase obrera, fundador del marxismo lennonis­ mo, inmortalizado en el efímero graffiti italiano •

John Lennon y Yoko Ono durante su protesta Bed-In, 1969

Fotos: socialistresistance.org


Albert

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desde esa visible oscuridad Antonio Valle

H

ace unos días, una desesperada jovencita anunció en internet que se suicidaría por des­ amor, y lo cumplió.* Como parte del absur­ do cotidiano, y a propósito del primer cente­ nario del nacimiento de Albert Camus, comencé a hojear sin proponérmelo el libro Esa visible oscuridad, de William Styron. En esa Memoria de la locura –que es el subtítulo de esa pequeña joya‒, Styron hace un recuento de la profunda depresión que comenzó a sufrir en el verano de 1985. Mi lectura paradójica de­ vino en evidencia al saber que los libros de Camus sintonizaban “radicalmente con la visión de la vida” que Styron se había hecho cuando tenía treinta años. Por ejemplo, dice: El extranjero “fue un formidable detergente de mi intelecto”, y aceptaba enteramente que “sólo hay un problema filosóficamente serio, y es el suicidio”. Después, para seguir con el tono de esta máxima violenta y radical, de manera sobreco­ gedora Styron relata cómo la depresión fue infiltrán­ dose en su vida sin que él pudiera darse cuenta.

La madre ab-surda La filosofía del absurdo que Camus explora tiene co­ mo telón de fondo la segunda guerra mundial, cere­ za del pastel de la milenaria actividad bélica inter­ nacional. Es el momento en el que se derrumban las filosofías racionalistas (que ya habían sido brillante­ mente cuestionadas desde el siglo xix por los maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud), incapa­ ces de dar una respuesta elemental a miles y miles de seres humanos que tienen una sola pregunta: ¿qué hacemos para existir? En este sentido, tiene una co­ herencia interna implacable que la palabra “absur­ do” se componga del prefijo ab (de) y sordus (sordo). En la antigüedad, esta palabra se aplicaba como con­ cepto musical, y en el alto latín hacía referencia a so­ nidos bruscos y disonantes; estridencia o sordera que puede aplicarse tanto a los amos de la consternación internacional como a los antihéroes de Albert Camus; esos aliens indiferentes ante el teatro o el sinsentido de la vida que se niegan a formar parte ‒como si no pasara nada‒ del hato humano demencial.

Se sabe que la madre de Camus era sorda; además de que no sabía leer ni escribir, traba­ jaba como sirvienta y vivía una complicación lingüística franco-árabe. Se sabe que el niño Albert Camus vivió en la orfandad y en la po­ breza (su padre murió en combate durante la primera guerra mundial). Es probable que entonces sufriera los primeros ataques existenciales para los que no encontró respuesta; acaso, eso sí, la contundencia corporal y algunas disonancias fonoló­ gicas de su madre, objeto de su amor que, décadas más tarde, en pleno conflicto bélico en Argelia, lo hizo decir: “Ninguna causa, aunque sea inocente y justa, me separará jamás de mi madre, que es la cau­ sa más importante que conozco en el mundo”, de­ claración festinada por sus detractores que la califi­ caron como “un gran error político”. Por supuesto, esta afirmación en la que Camus prefería estar al lado de su madre y no impartiendo cátedra en torno a las grandes discusiones de la historia, fue interpre­ tada como una postura ideológica sin ética que no se comprometía con la realidad. La descalificación que hicieron correr los “existencialistas” de la postguerra fue tan efectiva que, aunque hace ya décadas se vino abajo el Muro de Berlín, todavía hay quienes nostál­ gicamente se alinean a los grupos que vivieron en la misère de la philosophie y a la sombra de Sartre.

Amor constante más acá de la muerte (o la defensa maniaco-depresiva) Camus se interesó profundamente por el individuo. Hablaba de la gente, no de sistemas totalizadores políticos, filosóficos, ideológicos o religiosos que, hasta la tercera parte del siglo xx , funcionaron para imponer distintas formas de creer y de pensar, com­ binaciones y refutaciones físicas y metafísicas que se debatían entre la esperanza y el miedo. Por supuesto, estos sistemas de control –renovadores de la fe en las milicias, en la dictadura del partido o en las huestes celestiales‒ eran francamente inaceptables para una humanidad que había declarado una guerra a muer­ te contra ella misma. En El mito de Sísifo, un hombre audaz, aunque de reputación dudosa, después de morir y engañar al soberano de los muertos, regresa a la vida para seguir­ la disfrutando. Como los dioses no logran atrapar al formidable sensualista recurren a Hermes, ese megahéroe que, además de ser el santo pagano de comercian­ tes y ladrones, por sus dotes de alquimista y clarivi­ dente es uno de los protagonistas estelares del juego semiótico y del psicoanálisis. Hermes logra atrapar a Sísifo y lo lleva prisionero de regreso al Hades, ese

territorio del inconsciente o in-visible oscuridad don­ de operan complejos psíquicos y mitos. Sísifo tiene que cumplir con la sentencia que lo condena, a per­ petuidad, a subir una montaña mientras empuja una enorme piedra. Cada vez que llega a la cima (especie de umbral saturado por una formidable fuerza de gravedad) la piedra rueda cuesta abajo. Hace años escribí que es preferible volver a empezar con lo que sea, desde el mismo corazón del absurdo, antes que dejarse someter por la melancolía o por un falso op­ timismo hasta el fin de nuestra vida. Trataré de ex­ plicar esta idea a partir de la imagen de Sísifo car­ gando su enigmática piedra. Esta frase posee una sospechosa sonoridad que la vincula con el concepto psicoanalítico de “carga libidinal”, en la que el héroe –el yo‒, antes que hundirse definitivamente ante la inercia de la roca, asume la extraordinaria tarea de reanimar el movimiento e iniciar un nuevo ascenso. Sin embargo, Sísifo no es exonerado por default; de ser así, la piedra, con todo y Sísifo en la cima ‒permítan­ me usar la metáfora de un grupo musical argentino‒ podría irse del otro lado de la muralla que divide todo lo que fue de lo que será, y el tiempo real volvería a activarse. Nuestro héroe, al fin, podría bajarse de la rueda de la fortuna, pero entonces ya no sería un personaje mítico, sino que formaría parte del estado consciente de la mente. Mientras esto no suceda, se­ rá la constancia de Sísifo la que mantenga a flote al yo –aunque sea con altas y bajas. Sísifo es un símbo­ lo que representa la defensa que establece el hombre absurdo (probablemente aquel diagnosticado co­ mo maníaco-depresivo) para evitar un knockout forever and ever.

Planeta Melancolía Al designar una sombría paradoja, los editores deci­ dieron ilustrar la portada de Semblanza, suma de poe­ mas y textos de Alejandra Pizarnik, con el cuadro Extracción de la piedra de la locura, de Hieronymus Bosch, obra que alude al trastorno límite de la personalidad que condujo a la gran poeta argentina a buscar una mejoría en el suicidio; una tragedia en la que ni los oficios amorosos de Olga Orozco y de Julio Cor­ tázar lograron impedir que la piedra de la locura minara definitivamente a la querida Alejandra. Ella era capaz de escribir versos como éste: “alguien en mí dormido/ me come y me bebe”. Un fenómeno se­ mejante sucede con la protagonista del filme Melancholia (Lars Von Trier, 2011.) Ahí, media docena de personajes masculinos francamente repugnantes ‒junto a un progenitor mequetrefe‒ son incapaces de reivindicar la figura paterna. La historia comienza


Camus cuando un planeta diminuto, o piedrita de la locura, se va haciendo visible en la materia negra que circun­ da al sistema solar. De manera imperceptible, el pla­ neta Melancolía va creciendo hasta que irrumpe vio­ lentamente sobre la pantalla atropellando a todos. Es una historia similar a la de Randall Jarell –excelente poeta y crítico de la generación de Styron‒, que mu­ rió atropellado por un automóvil, y aunque su mujer insistía en que la tragedia había sido accidental, el mismo Styron narra cómo el escritor había intentado varias veces liberarse de una depresión extrema. Más o menos sucede lo mismo con Roland Barthes, quien también muere atropellado “absurdamente”. El se­ miólogo francés dejó constancia de su depresión en el Diario de duelo que comenzó a escribir al día si­ guiente de la muerte de su madre. Sus punzantes notas revelan los síntomas de una melancolía abis­ mal. Va un ejemplo:

saje al suicidio. Para ilustrar esta secuencia, imagi­ nemos cómo el enigmático Mersault de El extranjero, después de enterrar a su madre “dentro de sí”, sos­ pechosamente no es capaz de recordar cuándo ha muerto, manifestando axiomáticos síntomas de me­ lancólica. Por ejemplo, como la protagonista de la película Melancholia, antes de morir tiene un encuen­ tro sexual injustificable (absurdo) y enigmático. En realidad la condena a muerte que dicta la justicia ar­­ gelina es un suicidio proyectado por el alien magis­ tral creado por Albert Camus. Aparentemente se tra­ ta de un tipo de depresión limítrofe de la que Styron consigue salir con vida, pero que no concede indulto

via de emociones mientras escuchan el aria de “La reina de la noche” de La flauta mágica. Ahora, desde el fondo de la montaña, escuchemos el coro Confu­ tatis Maledictis. Cuando Sísifo ya no logra cargar la piedra de la melancolía, Mozart exhala la última bo­ canada y no logra terminar su Réquiem. Por último, imaginemos el árbol tropical que absurdamente de­ tiene la marcha del auto donde viaja Camus. Hacía unas horas aún escribía El primer hombre, hermosa novela que describe el encuentro con el padre. El combatiente de la Resistencia francesa ha logrado hacer el viaje íntegro del héroe. Antes de morir en ese accidente, Albert Camus recuerda la mirada del primer hombre; sabe que no es en el planeta Melancolía donde hallará su última morada. • *Cada 40 segundos muere alguien por suicidio en el mundo.

Otoño de 1921. Proust está a punto de morir (toma demasiado Veronal) ‒Celeste: “Nos volveremos a encontrar en el Valle de Josafat. ‒¡Ah!, ¿de verdad usted cree que volveremos a en­ contrarnos? Si yo estuviera seguro de volver a encon­ trarme con mamá, moriría de inmediato.

Styron explica que la depresión que lo postró no fue del género maníaco-depresivo, es decir, que no su­ frió los característicos hundimientos con cúspides de euforia. Styron, autor de novelas tan importantes como Esta casa en llamas y La decisión de Sophie, escri­ bió historias en las que deambulaban personajes alcohólicos y suicidas. No es casual que su depresión comenzara a manifestarse cuando dejó de consumir las grandes dosis de alcohol que lo “ayudaban” a atemperar su angustia. Dice: “Me quedé encallado y ciertamente en seco y sin amor.” Cualquier miembro de Alcohólicos Anónimos sabe que esta descrip­ ción de Styron es la de una clásica borrachera seca; son los anuncios de una visible oscuridad en la punta de un iceberg. El complejo principal no se encuentra ahí, sino en el fondo oscuro donde ha ido creciendo un nido emocional. Mediante una prosa puntual y aterradora, Styron explica que, una vez que fue vul­ nerado por la depresión, un dolor insoportable lo obligaba a desear la muerte. Luego, mientras imagi­ naba las mil formas de suicidarse, dice que una espe­ cie de observador o de “segundo yo” miraba con desapego cómo algo de melodramático y teatral bri­ llaba en esa puesta en escena. Es curioso que de las ciento treinta y tantas páginas de su libro, Styron sólo dedicara tres a la muerte de su madre, muerte que en realidad es la piedra roseta que podría explicar el hundimiento del escritor. Para el psicoanálisis, el duelo es un estado normal ante la pérdida del objeto amado que le permite re­ nunciar a él; a diferencia de la melancolía, donde el objeto desaparecido se constituye como el yo mismo del sujeto. La paradoja mortal es que ese objeto per­ dido dentro del yo conlleva una extinción del deseo. Después de provocar inhumanos ataques a la autoes­ tima, víctima de sí mismo, el sujeto vislumbra el pa­

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Hieronymus Bosch, Extracción de la piedra de la locura

a Roland Barthes. Styron dice que se encontraba haciendo los últimos preparativos para sui­ cidarse cuando “re­ cordó” la voz de su madre cantando el pasaje de la Rapsodia para contralto, de Brahms; canto que im­ pidió que consumara el “autosacrificio”. Evidentemente su madre, que tenía la potestad y el oído para afinar como contralto, no era sorda, palabra que cu­ riosamente tiene como sinónimos: indiferente, fría y ahogada.

Después de todo, El primer hombre Uno de los últimos textos que escribió Camus fue un agradecimiento a Mozart que ‒piensa su biógrafo Hildesheimer‒ también sufría una alteración anímica bipolar. Por un instante imaginemos el momento de gloria que el hijo de las musas comparte con Sísifo. Están en la cima de la montaña, experimentando una llu­ Camus protestando. Fotos: apieceofmonologue.com

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Xabier f . Coronado Filosofía y literatura

E

Sólo pensamos en imágenes, si

quieres ser filósofo escribe novelas.

a . Camus: Carnets i

l pensamiento filosófico y la creación literaria han venido de la mano a lo largo de la historia de las civilizaciones. Esa hermandad se ha conver­ tido en una simbiosis que es difícil disociar. Durante el pasado siglo, algunos pensadores reunieron una producción literaria que iba más allá del ensayo y se adentraba en terrenos de la narrativa. Esos escri­ tores, sobrevivientes de guerras y crisis, tuvieron que replantearse cuestiones fundamentales sobre el sentido de las relaciones sociales y su influencia en el proceso histórico de la humanidad. Con el siglo xx surgieron en Europa grupos de intelectuales y artistas, como los dadaístas y los su­ rrealistas, que expusieron sus enfoques a través de manifiestos públicos; otros mantuvieron posicio­ nes nihilistas, psicoanalíticas o existencialistas, casi siempre comprometidas políticamente. Filóso­ fos y escritores forjaron sus textos entre las ruinas de imperios caídos, masacres bélicas o regímenes totalitarios, y marcaron a la generación que provo­ có el estallido del ʼ68. Entre ellos aparece la figura de Albert Camus, un escritor formado en la perife­ ria, que irrumpió con fuerza en los centros intelec­ tuales europeos y marcó una huella que, a cien años de su nacimiento y más de cincuenta de su muerte, permanece fresca. A pesar de que el propio Camus declaró: “Yo no soy filósofo; no creo suficientemente en la razón como para creer en un sistema”, en el conjunto de su obra encontramos teorías y conceptos desarrollados con tal profundidad que reconocemos en él a un filó­ sofo que divulga su pensamiento a través de diversos géneros literarios. Novelas, ensayos, artículos perio­ dísticos y obras de teatro son el vehículo para tras­ mitir respuestas a las preguntas básicas que la filo­ sofía ha intentado contestar a lo largo de la historia del pensamiento humano. Camus es un filósofo de escuela personal, un escritor de género propio que murió a los cuarenta y seis años y dejó una obra que pone en evidencia a esos intelec­ tuales que se entregan al hermetismo aca­dé­mico y se aíslan del mundo en palacios de cristal, opa­cados por la oscuridad del colaboracionismo. Un pensador que concibe a través de la palabra escrita ‒“pienso de acuer­ do con las palabras y no con las ideas”‒ y de las imá­ genes que de ellas se desprenden ‒”en una buena novela, toda la filosofía está en las imágenes”‒; en de­

la

Camus

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finitiva, un artista filósofo ‒”quien filosofa es el ar­ tista que tengo dentro”. (Carnets ii )

Origen y educación: El primer hombre

¿Cómo hacer entender que un niño pobre pueda a veces

sentir vergüenza sin tener nada que envidiar? a . Camus: El primer hombre

Albert Camus nació en noviembre de 1913 en Mondo­ vi, un pueblo de Argelia, en el seno de una familia de migrantes. Su madre, una mujer humilde de origen español, se casó con un trabajador de ascendencia fran­ cesa que fue movilizado para combatir en la primera gran guerra y murió cuando Camus tenía pocos meses de edad. La familia se trasladó al barrio obrero de Bel­ court, en la ciudad de Argel, a casa de la abuela ma­ terna; ese fue su hogar hasta los diecisiete años. En su novela póstuma, El primer hombre (1994) ‒cu­ yo manuscrito apareció en una cartera dentro del co­ che donde perdió la vida en enero de 1960‒, Camus reconoce su realidad familiar y la asume con satisfac­ ción: “Junto a ellos, no he sentido la pobreza ni la necesidad, ni la humillación. ¿Por qué no decirlo? He sentido, y todavía siento, mi nobleza. Ante mi madre, siento que pertenezco a una raza noble: la que no en­ vidia nada.” De este entorno ‒una familia “desnuda como la muerte, donde no se leía ni escribía”‒ era di­ fícil presagiar que surgiera uno de los pensadores más originales de su época. El desarrollo de su educación fue un camino arduo, recorrido a base de volunta­ des unidas con el objetivo de conseguir una forma­ ción completa que sería el cimiento de toda su obra. La figura de su maestro, Louis Germain, nos pro­ porciona elementos de reflexión sobre las verdaderas funciones pedagógicas de la escuela. Cuando de niño se adquiere la disposición al saber, ya no se pierde nunca; entonces las barreras sociales, que vinculan origen y destino, disminuyen su influjo determinan­ te y el conocimiento abre puertas que pueden condu­ cir a espacios sin límites. La práctica de hábitos intelectuales, como la lectu­ ra, darán a Camus una cultura sólida que le permitirá desarrollar ideas propias surgidas del conocimiento asimilado. Fue visitante asiduo de la biblioteca mu­ nicipal y en su formación intelectual intervino un fa­ miliar de ideología anarquista que le proporcionó una biblioteca variada y ecléctica. En sus lecturas filosó­ ficas se nota la influencia de su joven profesor, Jean Grenier. El joven Camus termina el bachillerato y, posteriormente, se diploma en letras, pero una tu­ berculosis le impide culminar sus estudios. El primer hombre es un texto autobiográfico en el que Camus, en su madurez literaria, deja un testimo­ nio vivo e intenso que contrasta con la habitual afec­ tación de intelectuales menos comprometidos. Al asu­ mir sus propias raíces ‒”soy un becario, pero no un desclasado”‒, marca la diferencia de origen con mu­ chos pensadores de la época: “casi todos los escritores franceses que pretenden hablar hoy en nombre del pro­ letariado han nacido de padres acomodados o ricos”. (Prólogo a La maison du peuple, de Louis Guilloux).

De Argel a París: El hombre rebelde La rebelión nace del espectáculo de la sinrazón

ante una condición injusta e incomprensible. a . Camus: El hombre rebelde

A partir de 1935, Camus se dedica al teatro y partici­ pa en la fundación de grupos como Théâtre du Travail, El escolar Camus. Foto: rentabilizatublog.com

y Théâtre de l’Équipe. En esa primera etapa de activi­ dad teatral desarrolla un trabajo sobre la revolución anarquista de 1934 en Asturias, Revolte dans les Asturies (1936), donde trata por primera vez la lucha de clases. También adapta El secreto, de Ramón j. Sender, y en 1937 estrena un montaje sobre La Celestina, de Francisco de Rojas. Estas referencias, así como sus traducciones y adaptaciones de clásicos españoles ‒Lope de Vega y Calderón de la Barca, entre otros‒, señalan una in­ fluencia hispana en la obra de Albert Camus. Cons­ ciente de esa herencia llegó a afirmar: “Tuve allá, en Argelia, todas las ocasiones de desarrollar una ‘cas­ tellanería’ que me ha dejado secuelas [...] que he tra­ tado en vano de corregir hasta que he comprendido que eran también una fatalidad de naturaleza.” Su amigo Emmanuel Roblès afirma que: “España estaba viva en su sangre y tenía el tipo ibérico que describe Madariaga: cuerpo duro y elegante, cara delgada y sobre todo una mirada grave e irónica siempre pe­ netrante.” (Hommage a Albert Camus, Nouvelle Revue Française, 1960).


rebelión

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contra el absurdo

pués, cuando Camus publicó El hombre rebelde (1951), se produjo el enfrentamiento directo: Sartre publicó una serie de sentencias descalificadoras a nivel per­ sonal, que rompieron su relación definitivamente. A lo largo de su vida, Camus desarrolló una forma de “periodismo crítico”, de carácter filosófico, donde el periodista ejercía de “historiador cotidiano” y te­ nía como “primera preocupación defender la ver­ dad” (Combat, septiembre de 1944). Camus explica que los regímenes totalitarios y las democracias bur­ guesas separan el trabajo de la cultura: sobre el tra­ bajo ejercen una opresión económica y en la cultura, “la corrupción y el escarnio cumplen su función. La sociedad mercantil cubre de oro y privilegios a los bufones decorados con el nombre de artistas y los im­ pulsa a todo tipo de concesiones”. (Carta a Révolution Prolétarienne, 1953). Albert Camus recibió el Nobel de Literatura en 1957 por “el conjunto de una obra que pone de relie­ ve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy”, y siguió escribiendo hasta el momento de su inesperada muerte. Entonces, Sartre nos dejó sobre el ausente una aseveración donde que­ daron reflejadas sus propias carencias: “Su humanis­ mo terco, estricto y puro, austero y sensual” (Fran­ ce-Observateur, núm. 505, 1960); posteriormente, al cumplir setenta años, reconocía: “Fue, probablemen­ te, el último buen amigo que tuve” (Situations x ).

Absurdo, rebelión e independencia Yo he elegido la justicia para permanecer fiel a la tierra.

a . Camus:

Foto: dialogoexistencial.com

Además, Camus mantuvo un apoyo constante a los republicanos españoles a través de numerosas accio­ nes y diversas colaboraciones periodísticas, donde mostró sus afinidades ideológicas con los anarquis­ tas (Solidaridad Obrera, Monde Libertaire y Révolution Prolétarienne). Años después escribe El estado de sitio, una alegoría crítica sobre las dictaduras que sitúa en Cádiz. Toda esta influencia está señalada por él mismo en un texto titulado Ce que je dois à l’Espagne (1958). En 1937 Camus publica su primer libro, El revés y el derecho, que contiene textos sobre su barrio e impre­ siones de sus primeros viajes. A partir de entonces rea­ liza una intensa actividad periodística en Alger Républicain y Soir-Républicain. En 1940 fue prácticamente expulsado de Argelia a causa de un reportaje sobre la miseria en que vivían los árabes (Misère de la Kabylie, 1939). También publicó Noces (1939), un volumen que recoge cuatro ensayos autobiográficos en los que exal­ ta su visión de la naturaleza bajo el sol y ante la mar. Con todo este bagaje formativo, Camus llega a Pa­ rís en 1940 y se incorpora a la vida cultural e intelec­ tual de la capital francesa. Trabaja en publicaciones

de carácter político durante la Resistencia, y entre sus artículos destacan las editoriales que escribe pa­ ra el periódico Combat. Jean-Paul Sartre, que había elogiado su novela El extranjero, se apoyó en Camus para introducirse en el cne (Comité Nacional de Escritores), y en 1943 pidió su colaboración para interpretar y dirigir su obra A puerta cerrada. Entre ambos se desarrolló una amistad llena de desencuentros: Sartre hablaba de Camus como “ese golfillo de Argel, tan divertido, tan truhán” (Situations iv ) y en las cartas dirigidas a Si­ mone de Beauvoir (Cartas al Castor) decía estar harto de ver cómo gustaba a todas las mujeres que se cru­ zaban en su camino; y es que Camus, sin saberlo, había mantenido relaciones con una de las mujeres del círculo íntimo de Sartre. A pesar de su molestia, Sartre aceptó en 1944 una invitación de Camus para viajar a Estados Unidos co­ mo corresponsal de Combat, aunque luego enviaría los ensayos más elaborados al periódico conservador Le Figaro. A nivel político comenzaron a disentir por la defensa que hacía Sartre del estalinismo. Tiempo des­

A través de la novela ‒El extranjero (1942)‒, el ensayo ‒El mito de Sísifo (1942)‒ y la obra de teatro ‒Calígula (1944)‒, Camus desarrolla una de sus ideas funda­ mentales, el absurdo: “La existencia humana no tiene sentido alguno.” A pesar de esta certeza, Camus de­ cía que la vida tenía un valor inestimable y había que vivirla con la pasión de la conciencia del instante. Con la novela La peste (1947), la obra de teatro El estado de sitio (1948) y el ensayo El hombre rebelde (1951), Camus enfrenta la certeza del absurdo con la rebeldía. El absurdo es el punto de partida de una rebelión mo­ vida por el compromiso de la acción solidaria ante la injusticia y el sufrimiento en el mundo. Camus decla­ ra la necesidad de servir a la verdad y vincularse a la lucha contra la opresión y el oscurantismo, enarbolan­ do el estandarte de una cultura rebelde que, al apostar por la claridad del conocimiento, permita disipar las sombras de la cultura dominante. La misión del arte, para Camus, es expresar lo que nadie dice. La literatura es una forma lúcida de trans­ gresión que se afirma en la rebeldía. El artista libre se arriesga porque su labor creadora exige una voluntad férrea en pos de la verdad, que le obliga a rechazar los valores corruptos de lo establecido para implantar una nueva realidad donde toda forma de opresión desaparezca. El artista tiene ese deber consigo mismo, pero sobre todo con aquellos que han sido margina­ dos en el transcurso de la historia. Un compromiso con los que luchan contra la injusticia y la explotación. Albert Camus asumió la rebelión personal ante lo absurdo de la existencia. Su compromiso se sustenta en dos premisas fundamentales: independencia y ho­ nestidad; porque los mecanismos de defensa de los que ejercen el poder han encontrado en el servilismo y la corrupción el antídoto al veneno liberador que el hombre rebelde inocula en la sociedad, con el objetivo de cambiar la dinámica funesta de la historia •

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leer Mujeres y hombres en el mundo global. Antropología feminista en América Latina y España, Carmen Gregorio Gil y Martha Patricia Castañeda Salgado (coordinadoras), Siglo xxi/unam, México, 2013.

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Aforismos, cuentos y otras aventuras, Mariana Frenk, Fondo de Cultura Económica, México, 2014.

EL FEMINISMO COMO REALIDAD

MARIANA FRENK, CLÁSICA

RICARDO GUZMÁN WOLFFER

MARGO GLANTZ

E

l verdadero discurso feminista no puede apartarse de la antropología. Para muestra, esta recopilación dividida en cuatro partes: trazando genealogías; las nuevas caras de la globalización; etnografiando experiencias emergentes; y, nuevas propuestas teórico-metodológicas. Cada una con varias participaciones: veintidós en total. La antropología se vuelve feminista cuando en contextos culturales la diferencia de los sexos modifica la percepción y la experiencia del sujeto estudiado. Aunque se tratan temas conocidos, el lente del feminismo aporta una visión novedosa. Hablar de la importancia de las emociones en una sociedad donde se privilegia lo racional, bajo la premisa de que las mujeres son “emocionales”, no es poca cosa y, sobre todo, no es exclusivo de algún género, pero resulta destacable que tenga que presentarse tal aspecto en un libro feminista. Lo emocional como motor del cambio social; como factor necesario para la integración familiar; y, mejor aún, como factor para la vivencia ciudadana. La diversidad en la autoconceptualización y, con ello, la posibilidad de tener un eficaz acercamiento a los derechos objetivos. Dentro de los muchos campos emergentes, destaca la aproximación de la visión feminista a la integración social a partir del uso reiterado de videojuegos, si bien el autor ve hacia el aspecto masculino de este fenómeno contempor á n e o d o n d e s e v i s u a l i z a n l a s imágenes, las subjetividades, las identidades y las sexualidades de los jugadores. La vigencia de trabajos relacionados con las mujeres indígenas en la zona metropolitana de Ciudad de México se refleja en organizaciones como Colmith, (Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar) donde se conjuntan la migración rural y el trabajo doméstico bajo la perspectiva netamente femenina. Mediante el trabajo sostenido, las integrantes de esta notable sociedad de mujeres han gestionado, difundido y tratado de establecer condiciones laborales dignas para las trabajadoras domésticas urbanas. Atrás de los análisis feministas hay una realidad social donde la voz del feminismo no es retórica ni tierra de oportunistas que, bajo el pretexto de la equidad de género, buscan hacerse de cuotas políticas, especialmente en cargos públicos. En el contexto de la “igualdad de género” como punto de partida para casi todas las instituciones públicas, la cotidianeidad sigue mostrando la brecha entre las leyes y su aplicación. No importa que se modifique la Constitución federal para insertar el concepto de los derechos humanos como referente: mientras el papel siga distante de lo cotidiano, sólo estaremos ante otro discurso de la oficialidad. Un libro que muestra cómo la visión feminista está viva y abarca más campos de los que suponemos.

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Mariana Frenk es una figura clásica. Cuando leo y releo los textos que conforman este libro póstumo pienso que son milagrosos: por muy pequeñitos que sean acaban volviéndose gigantes. Quisiera entender la razón de esa capacidad explosiva que permite que de un texto breve, apretado, ceñido al máximo, se obtenga de pronto un texto gigante, objeto de asombro susceptible y capaz de llenar por sí mismo espacios inconmensurables como los de este pequeño objeto que, compactado, condensa en un cuadradito luminoso un libro entero; es más, creo quizá que la producción de sus aforismos parte de una reficcionalización de ciertos emblemas convertidos en lugar común que al descuadrarse provocan la sorpresa, como sucede por ejemplo con las fábulas de Tito Monterroso o, ¿por qué no? con los aforismos de Georg Christoph Lichtenberg, ese ilustre antecesor de Mariana, personaje casi enano y muy sabio que vivió en Alemania en el siglo xviii y escribió prodigiosos aforismos. Otro aspecto de su obra me produce una gran fascinación: la consistencia que mostró a lo largo de toda su vida y la sabiduría, y el humor que desplegó en todos sus escritos, desde los más antiguos hasta los de sus últimos años. Ya decía en 1930: “Para amar a la humanidad hay que ignorarla” que, comparado con otro aforismo escrito en 1985, esboza algo semejante, pero de manera matizada: “¿Amor al prójimo? Claro que sí – sobre todo si el prójimo está lejos.” Podríamos quizá explicar su método de trabajo con estas palabras suyas de 1992: “El efecto de los medicamentos depende de la dosis, y el de las pinturas, el de los matices, en el terreno de las relaciones humanas todo depende de la dosis y del matiz.” Otro dato, consecuencia de lo anterior, que me asombra y deleita, es la eterna juventud de Mariana; en realidad, ella nunca envejeció, su espíritu fue siempre el mismo: abierto, inteligente, comprensivo, irónico, incapaz de aseveraciones dogmáticas y coercitivas, pero como sucede inexorablemente, su rostro fue mostrando el efecto de los años. Me divierte y me conmueve uno de sus diálogos, que en realidad son de la misma familia escrituraria que los aforismos, aunque menos sintéticos que ellos. Demuestra una coquetería exquisita y un narcisismo apaciguado por el humor, como se ve en este diálogo producido en 1977: “Tengo dos espejos. En uno de ellos me veo más o menos bien, digamos medianamente atractiva. En el otro... No tengo palabras para describírtelo. Como mi propia bisabuela. Y fea, espantosamente fea. Tardo cada vez más de una hora en recuperar mi equilibrio anímico, aunque me diga una y otra vez: ‘¿Cómo vas a tomar en serio ese espejo absurdo? Son prejuicios que tiene. Es un amargado, un frustrado. A lo mejor le pasaron cosas terribles en su fase prenatal’. Me pregunto por qué no lo tiro o se lo regalo a una amiga, por qué no, en todo caso, simplemente

dejo de mirarme en él. Ah, esta pregunta, querida amiga, no te la puedo contestar.” Y veinte años después reitera: “Ancianas del mundo, aprendamos a llevar nuestras arrugas con garbo.” Seguido de otro de 1992; “(Ante el espejo) Que no te depriman hermana, las arrugas que cruzan tu frente, ni las líneas verticales encima de tu boca, ni tampoco las caprichosas rayas en tus sienes. Da un paso hacia atrás, y todas ellas se habrán suavizado notablemente, y con otro paso atrás lucirás –en el espejo– tan bonita como hace, digamos, unos cuantos años.” A Mariana no le gustaba mucho recordar el paso del tiempo ni precisar las fechas exactas de los acontecimientos que habían marcado su vida, por eso prefería alejarse de los espejos. Una vez me dijo de manera terminante: “Nunca me preguntes qué año era porque no sabré qué contestarte, no sé; mi nieto Julio Frenk llama a esto cronofobia y él mismo dice que él la tiene sólo en sentido contrario, él está vigilando, observando el tiempo, agarrándolo y teniéndolo bajo control y yo vivo así ignorándolo, pero las dos son formas de cronofobia. 2. Cuando cumplió cien años, en 1998, la entrevistamos Esther Seligson y yo. Una de las preguntas fue: ¿Qué te gusta todavía de la vida?: “A los quince años –reconoció–, me gustaban algunas cosas que todavía no conocía y que ahora conozco, a los quince años me gustaba, por ejemplo, la literatura con una ele mayúscula, terriblemente mayúscula. Y la vida... Y el aire, en el sentido de viento, nací bajo el signo del aire, soy Géminis, lo digo con legítimo orgullo (risas).” Y ante nuestro desconcierto de que una persona tan irónica y culta creyese en la astrología replicó: “Yo creo que hay algo en la astrología, no creo que sea el factor decisivo, pero sí que es un factor entre otros, eso sí. Incluso puedo contar, no lo digo en broma, lo digo muy en serio, les puedo contar eso... yo sé muy poco de astrología, sé algo sobre mi signo, que tiene muchas facetas, positivas y negativas, sé, desde cierto punto de vista, que lo que puede ser negativo de un signo puede ser positivo en el otro, y viceversa ¿no? así es que todo tiene muchas facetas.” Otro aspecto esencial en la obra de Mariana, lo que la mantuvo siempre increíblemente joven, fue su capacidad lúdica, jamás la perdió ni siquiera cuando ya no veía y estaba en su silla de ruedas: “Hay muchas formas de jugar, siguió contando: un juego con el equilibrio, un juego, por ejemplo, si uno ve a un niño que pone encima de una caja que no debe romperse un vaso que aún menos debe romperse y encima otra caja pero con la absoluta seguridad de que a esta altura o a esta otra se va a caer todo, entonces el que se arriesga a jugar ese juego, a pesar de todo, sí es Géminis. Así es que hay algo, estoy segurísima; incluso he hablado con una famosa astróloga que es amiga mía, y ella me dijo que no cree que la astrología sea absolutamente determinante para el destino de un hombre, de un ser humano, sino que es un factor entre otros –tal vez ella lo creía un poco más que yo–, pero sí, yo creo que es un factor entre muchos.” Y ser Géminis y creer en la astrología se resumía para Mariana en algo esencial: la coincidencia de la fecha de su nacimiento con la de uno de sus autores preferidos, al que todavía podía recitar de memoria cuando ya tenía 105 años: “Lo maravilloso de ser

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leer

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Géminis es haber nacido dos días antes de Thomas Mann, es decir, en el mes de mayo, eso sí ‒añadía riéndose‒ si dicen ‘esta pobre ancianita tiene manía de grandeza’ entonces están en su derecho, tienen razón.” No es extraño pues que en otro aforismo escribiera: “La vanidad y la prepotencia de un creador –músico, pintor, poeta, no importa– opaca mientras vive no sólo la imagen de su persona, sino también en gran medida la de su obra. Después de su muerte, ésta recupera todo su esplendor.” De su pasado en Hamburgo hablaba poco, decía con cierta nostalgia que era “una ciudad gris, gris pero de un gris vivo” y agregaba: “pero si en Hamburgo un día no llueve es como cuando alguien se pone un disfraz, pero los cielos de la lluvia, sobretodo antes de la lluvia, no tienen un gris así parejo, aburrido, mortífero, son más preciosos.” Cuando estuve en Hamburgo visité el Museo de Pintura: allí me llamó la atención un bello paisaje de Caspar David Friedrich, cuyo color “de linaje literario y de un gris vivo”–según Mariana–, ilumina al pintor que de espaldas a nosotros contempla un paisaje ejecutado a la manera romántica. Y al decirlo, recordaba a su ciudad, ella que se había mudado a su departamento de Campos Elíseos en México porque estaba cerca del cielo y porque, cuando llovía, podía recordar el cielo lluvioso de su ciudad natal: 3. La vida de Mariana fue espléndida. Sufrió el exilio, volvió sólo por breves temporadas a Hamburgo, de donde salió en 1930 para venir a México: “Por lo menos durante mucho tiempo era muy desagradable para los judíos vivir en Alemania ‒nos cuenta a Esther Seligson y a mí‒ claro, ningún cerebro de gente normal podía imaginarse lo que en realidad sucedió después.” Y lo que sucedió es imposible entenderlo, y, con todo, nunca le tuvo aversión al idioma alemán, su lengua materna: “No se puede acusar a una lengua de los asesinatos cometidos por quienes la hablaban”, decía, la lengua de sus poetas preferidos, la lengua de Thomas Mann. Me impresiona en consecuencia un cuento que aparece en el libro que comentamos justo después de varios textos muy divertidos y agudos consagrados a la moda, vanidad de vanidades. Se trata de “Niñas vestidas de rosa” que, por su título, muy bien podría caber en esa sección. Es, sin embargo, uno de los raros textos en donde Mariana se refiere a una de la épocas mas terribles del nazismo y narra muy a su manera la historia de Erwin Fischer, judío vienés, deportado a un campo de concentración del cual pudo evadirse y refugiarse en un pueblo, asaltado más tarde por un destacamento nazi que fusila a casi todos los sobrevivientes judíos. Fischer sale ileso físicamente, emigra a México, pero es incapaz de olvidar el horror de su vida, concentrada en un símbolo, según Mariana, la mancha roja que sobre su vestido rosa ostenta una niñita asesinada con la que Fischer ha convivido durante su estancia en ese lugar. Haber llegado a México en 1930 salvó a Mariana y a los suyos de los campos de exterminio, y al preguntarle por qué eligió este país para asilarse con toda su familia, nos respondió, lo transcribo, aunque habría que leer el estupendo prólogo de Margit Frenk donde lo explica ampliamente:

“Bueno, en primer lugar, yo personalmente... porque no sabía que desciendo de judíos españoles, sabía que era judía pero lo del origen español lo supe mucho más tarde. Entonces yo tenía desde niña una gran inclinación a todo lo que era español y me puse a estudiar primero portugués y después español, tenía una gran adoración a todo lo que era español. A los dieciséis entré por primera vez a la Biblioteca Municipal de Hamburgo y vi esas paredes muy altas desde arriba hasta abajo llenas de libros y pensé: bueno en la vida hay que leer todo esto, y pedí el Amadís de Gaula, bueno, imagínense. Y más tarde supe que mi origen era español, incluso tengo un documento de mi origen, y como ustedes bien lo saben, el rey Juan Carlos hizo un decreto en que toda persona que pueda demostrar que es de origen sefardita al cruzar la frontera española será considerado automáticamente ciudadana española.” Y prosigue: “Mis dos padres eran judíos de Bohemia. Yo nací como súbdita de Francisco José, Franz Joseph de Habsburg, el hermano mayor de Maximiliano. Entonces yo decía, para una gente de buena memoria olvidar totalmente un idioma en quinientos años no es pedir demasiado, ¿no? Yo sé ahora una cosa rarísima que no sabía entonces, sabía muy poco a esa edad, creo que a la edad de dieciséis años, en mi primera clase de español, éramos como treinta personas o veinticinco, algo así. El maestro leyó un pequeño párrafo y nos dijo a cada uno de nosotros que leyéramos el mismo párrafo, cuando yo leí, se quedó viéndome y me dijo: ‘¿En su casa hablan español?’, y yo pensé: ‘Este pobre hombre se ha vuelto loco, estoy en un curso de principiantes, ¿cómo puede pensar que hablamos español en la casa?’, le dije, ‘No, señor.’ Más tarde me enteré de que en Hamburgo había muchos sefarditas, y sobre todo portugueses, incluso existe allá un cementerio judío-portugués, por azar –añade–, no destruido por los nazis.” Esa fue la vida de Mariana Frenk, esa es su obra, de la cual sólo se había publicado una parte mientras vivió. Agradezcamos a Margit, su hija, y a Esther Janowitz, que hayan recopilado y prologado este hermoso volumen • Novela b, Mónica Bustos, Suma de Letras, México, 2013.

EMULANDO AL CINE JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

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ucho se ha escrito en torno a la relación entre la literatura y el cine; en concreto, entre la narrativa y las películas. Las discusiones suelen extenderse hacia lo absurdo. Es claro: cualquier adaptación implica pérdida. De ahí que tengan razón quienes argumentan que las películas suelen ser inferiores a las novelas de donde parten. Y ese mismo argumento sería válido en sentido contrario. Salvo que la adaptación modifique de tal forma a la obra primera para mejorarla, el resultado será más

LUIS CERNUDA, la muerte y el olvido Ricardo Bada

Textos sobre Nazar Haro y Tovar de Teresa

o menos similar y el manido argumento volverá a la palestra. Pese a ello, lo cierto es que ambos lenguajes han abrevado uno en el otro. Los ejemplos son tan numerosos y variados que no vale la pena detenerse a enumerarlos. Baste decir, entonces, que tanto la literatura como el cine le han aportado al otro medio nuevos recursos narrativos. Eso pasa con Novela b , de Mónica Bustos (Asunción, 1984), que parte de una premisa por demás válida en el mundo cinematográfico. Existen ciertas películas (las que integran al denominado “cine serie b ”) que se hacen con muy bajo presupuesto. Así, es común toparse con algunas fallas: la edición es deficiente, el manejo de cámaras no es el idóneo, los actores están lejos de ser profesionales. Pese a ello, este tipo de cine tiene muchos adeptos, toda vez que se construye al margen de los grandes emporios cinematográficos. ¿Cómo trasladar esta idea a la literatura? La pregunta es tan válida como difícil de contestar. A diferencia de la producción de una película, la escritura de una novela no suele contar con un presupuesto previo. Así, argumentar la escasez de dinero para justificar ciertas deficiencias técnicas en el entramado novelístico no puede sustentarse. Sin embargo, Mónica Bustos lo intenta. Novela b es muchas novelas. Su hilo conductor es una misteriosa mujer que aparece y desaparece. A su presencia se suman cultos vampíricos, motociclistas, monstruos y carreteras que van desde Chihuahua hasta la Patagonia. La historia de cada uno de estos personajes se presenta como la pieza de un rompecabezas que el lector ignora si podrá ensamblar con el resto: sucede que algunas piezas están mal cortadas, la línea argumental parece rota sin razón y, a veces, los personajes resultan más hilarantes que tenebrosos. En otras palabras: da la impresión de que la novela no cuenta con la mejor manufactura posible. Y, pese a ello, funciona. Mónica Bustos es una autora joven, quizá demasiado. Sus referentes salen a relucir casi de inmediato (no sólo es el cine serie b lo que la motiva, también ciertos directores, estilos muy bien definidos). Algunos momentos dentro de la novela precisan mayor sutileza y, en otros, es fácil que el lector se extravíe por falta de claridad. Sin embargo, Novela b es un libro arriesgado y refrescante, de ésos que dejan una sonrisa al final de la lectura. Además, nos muestra cómo el cine también deja una impronta en la literatura, y eso no es cosa menor •

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15 de diciembre de 2013 • Número 980 • Jornada Semanal

Naief Yehya

Enrique López Aguilar

ODAVÍA NO ERAN LOS tiempos (aunque estaban cercanos) en los que Jaime Sabines cometería “deslices políticos” como los de aceptar una diputación federal priísta por su estado (1976-1979), otra por el Distrito Federal, en 1988, y aceptar ser presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, en 1989; tampoco eran tan conocidas sus declaraciones a favor del pri , ni había aceptado ediciones lujosas pagadas por el partido en el poder (Uno es el hombre, 1990) o Telmex (Recogiendo poemas, 1997), y todavía no criticaba a Samuel Ruiz ni al zapatismo: lo innegable es el hecho de que el pri y el gobierno intentaron capitalizar la imagen y la popularidad de un poeta con filiaciones partidistas. Debe subrayarse que el veleidoso monstruo de mil cabezas no le perdonó a Octavio Paz su coherencia política, ni su abandono de las simpatías por la izquierda, ni muchas de sus declaraciones, pero fue complaciente con Sabines hasta el punto de que ninguno de sus recitales se vio perturbado por reclamaciones políticas: nadie quemó figura alguna del poeta chiapaneco durante mítines prozapatistas y las consignas en la Cámara de Diputados, para afirmar que “¡los amorosos son del p r d !”, proferidas frente al poeta-diputado, no tuvieron mayor trascendencia que lo meramente circunstancial y anecdótico. ¿Cuestión de simpatía?, ¿de alcances (es decir, que el público midiera la repercusión internacional de Paz y Sabines para ser más benévolo con uno que con otro)? ¿Cuestión de selectividad arbitraria e irracional?, ¿de ver en Sabines a un poeta –al poeta– cuya iluminación lo absolvía de las travesuras de manifestarse como priísta convencido? Tal vez. Fue como si el movimiento intelectual derivado del ’68 hubiera bendecido a Sabines para permitirle surcar los difíciles pantanos de la política sin que su plumaje se manchara con esos lodos, pero también es cierto que Sabines nunca fue hombre de capillas, ni de grupos, ni de revistas, como Octavio Paz, lo cual lo eximió de las miserias de los poetas sociales, que deambulan de presentación en presentación, de conferencia en conferencia y de besamanos en besamanos, con la secreta aspiración de colocarse y dejarse ver, de formar parte de la tribu y sus rituales, dispuestos a enemistarse con las otras tribus y los demás rituales; también es cierto que tampoco ha sido el único escritor asociado con el pri : basten los nombres de Carlos Pellicer y Andrés Henestrosa para ilustrarlo. Antes dije que el pri quiso capitalizar el partidismo de Sabines; ahora me atre-

vo a plantear lo siguiente: aparte de los lectores con que él ya contaba (era, sin duda, un poeta muy reconocido y con mucha influencia literaria en su estado natal), aparte de los vínculos que tenía con algunos lectores e intelectuales del país, y aun sin habérselo propuesto como un programa deliberado, el parentesco del poeta con el exgobernador chiapaneco Juan Sabines, más su filiación priísta, lo ayudaron a divulgar su obra en Chiapas, primer territorio donde fue ampliamente conocido y respetado, para brincar, después, al resto del país. No sugiero que Sabines haya empleado los recursos del partido con fines publicitarios ni que el pri haya querido invertir en la promoción de un poeta (de hecho, cuando decidió publicarle un libro bajo su sello, Sabines ya era un poeta extraordinariamente popular y reconocido), sino que no le vino de más esa suerte de apoyo adicional que se sumaba a un indudable talento poético: las bondades de dicho apoyo deben medirse sólo en términos de una mayor capacidad de divulgación en tanto que, para bien o para mal, el pri es un grupo que genera opinión, con espacios y canales para hacerlo. Que lo afirmado por mí es una muestra insólita de los orígenes de la popularidad de Sabines, se prueba con lo contrario: contar con las ayudas del poder y del partido para lanzarse a la fama, pero sin talento literario, como en el caso del expresidente José López Portillo, cuyos Don q y demás engendros novelísticos, publicados abusivamente durante su sexenio, languidecieron por montones en las librerías. La tolerancia mencionada del público, sin embargo, no es sino un efecto posterior de la celebridad original de Sabines, quien primero fue leído; luego, querido; y, finalmente, famoso: así ocurre con los procesos de la fama, pues no hay artista con el que no sea necesario el contacto y la fascinación previa con la obra antes de pasar a interesarse en la persona y la biografía • (Continuará)

A LÁPIZ

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Tragedias y tierras prometidas Ocupación e intimidación Una de las aportaciones más relevantes para entender la historia del conflicto árabeisraelí es el recientemente publicado libro Mi tierra prometida, del periodista del diario Haaretz, Ari Shavit. Una interesante, poderosa y honesta reflexión sin complacencias sobre “El triunfo y la tragedia de Israel”, capaz de provocar reacciones encontradas en cualquiera, independientemente de su posición respecto del Estado israelí. La minuciosa reflexión de Shavit comienza con el viaje de su bisabuelo, Herbert Bentwich, a Palestina en 1897 en una misión para el fundador del sionismo, Theodor Herzl, quien evaluaba las posibilidades de crear un Estado judío y la necesidad de colonizar a los locales. Era un tiempo de creciente antisemitismo, especialmente en el este europeo, en que se veía con urgencia establecer una patria para los judíos, y eso que ni siquiera era posible imaginar entonces los horrores que vendrían con el nazismo.

Mitos nacionales Shavit habla de su propio miedo a que Israel fuera destruido en la Guerra de los Seis Días en junio de 1967, en la del Yom Kippur en octubre de 1973, durante los torpes ataques iraquíes con misiles scud en enero 1991 y en los ataques terroristas de marzo de 2002. A pesar de haber salido triunfantes de esas confrontaciones, el autor describe la sensación de vulnerabilidad que se vivía en Israel. Estas amenazas venían a fortalecer mitos nacionales y a crear consenso en torno a la supervivencia de la nación. Sin embargo, la esquizofrenia entre democracia y ocupación poco a poco ha logrado mermar esos mitos. Y aunque Israel es poderoso, próspero,“vital, creativo y sensual“, Shavit reconoce que la fe en el futuro que ha caracterizado al espíritu de su país, desde sus triunfos en contra de los ejércitos árabes, parece disiparse. De tal manera que la reciente campaña histérica de Benjamin Netanyahu en contra de las presuntas e inexistentes armas nucleares iraníes puede reconocerse como una nueva estrategia propagandista para revivir temores comunes y crear un nuevo sentido de unión nacional en un país profundamente dividido y polarizado. Shavit escribe: “Ocupación e intimidación se han convertido en los dos pilares de nuestra condición.” Y reconocer esa dualidad es fundamental para poder establecer cualquier tipo de diálogo. Sólo ver la ocupación y la humillación diaria de los palestinos ofrece una visión tan incompleta como nada más ver la intimidación y el terrorismo.

Un lugar que se llamó Lydda La revista New Yorker (21/ x / 2013) publicó un texto resumido del capítulo más estremecedor del libro de Shavit: “Lydda, 1948”, en el que sintetiza la historia de su patria en la conquista y evacuación de la población árabe de la ciudad del título. Tras varias confrontaciones armadas, el incipiente ejército israelí derrotó a un puñado de árabes;

inicialmente murieron “docenas de árabes, incluyendo mujeres, niños y ancianos”, mientras que el “89 batallón perdió nueve hombres”, apunta Shavit, y continúa: “Al día siguiente, 250 palestinos fueron asesinados en 30 minutos.” Tras la orden de Ben-Gurion de “Depórtenlos” y las instrucciones escritas por Yitzhak Rabin:“Los habitantes de Lydda deberán ser expulsados rápidamente, sin importar su edad”, el 13 de julio de 1948, 35 mil palestinos debieron dejar sus hogares con lo que pudieron cargar. Para Shavit, Lydda es la “caja negra del sionismo”, la puesta en evidencia de que para que existiera esa filosofía tenían que desaparecer las Lyddas de Palestina, así como la esperanza de convivencia con los árabes nativos.

Ari Shavit

A pesar de todo La narrativa de Shavit es devastadora, en el sentido de que son los débiles quienes pagarán con su tierra y su vida los giros de la historia. Se muestra aquí que la Nakba, la tragedia palestina, continúa y, de la misma manera en que lo ha hecho otro gran autor israelí, David Grossman, pone en evidencia la corrupción y ruina espiritual que implica la ocupación de un pueblo. Mientras Grossman muestra el deterioro cotidiano y la asimilación de la humillación como experiencia diaria, Shavit convierte los episodios históricos en reflexiones filosóficas sobre la naturaleza de su pueblo, así como su reflejo en la condición de los palestinos. Shavit se pregunta: ¿Me lavo las manos del sionismo? ¿Le doy la espalda al movimiento nacionalista que llevó a cabo la destrucción de Lydda? Y se responde: “No… Yo apoyo a los condenados. Porque de no ser por ellos el Estado de Israel no hubiera nacido… La elección es cruel: rechazar al sionismo a causa de Lydda o aceptarlo con todo y Lydda.” •

JORNADA VIRTUAL

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Jaime Sabines (iv de v)

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Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

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Bienvenido, Museo Jumex (ii y última)

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N LA ENTREGA PASADA (1 de diciembre de 2013) se reseñó la reciente apertura del Museo Jumex con sede en el espectacular edificio construido por el arquitecto británico David Chipperfield. La elegante construcción de cinco plantas cuenta con un sótano donde se encuentran la librería y oficinas; en la planta baja está el área de acceso y una cafetería; el primer piso está destinado a las actividades educativas y los dos últimos niveles son los amplios y luminosos espacios de exhibición. Ahí se presentan las muestras Un lugar en dos dimensiones y James Lee Byars: ½ an autobiography (media autobiografía). La primera, curada por el director del museo, Patrick Charpenel, propone un diálogo visual y conceptual entre una selección de obras representativas de la Colección Jumex que incluye esculturas, pinturas, instalaciones y videos realizados por más de cincuenta autores, y siete piezas del artista estadunidense minimalista Fred Sandback (1943-2003). El resultado es una propuesta ecléctica que conduce al visitante por muy diversos senderos del arte de las ú l t i m a s c i n c o d é c a d a s. L a s o b r a s d e S andback, realizadas a partir de hilos tensados y colocados en distintos ángulos a lo largo del recorrido, proponen una interacción con el espacio que propicia interesantes juegos visuales y de percepción. Las piezas seleccionadas de la colección no parecen haber sido reunidas bajo un criterio específico, sino que hacen referencia a la coexistencia de dos o más realidades simultáneas, de acuerdo con el argumento curatorial. Conviven y alternan autores tan variados como Andy Warhol, Jasper Johns, Doug Aitken, Damien Hirst, Paul Mc Carthy, Jeff Wall, Thomas Ruff, Robert Ryman, On Kawara, Maurizio Cattelan, Jeff Coons, Fischli & Weiss, entre muchas otras estrellas del firmamento internacional, en alternancia con los mexicanos Gabriel Orozco, Gabriel Kuri, Abraham Cruzvillegas, Minerva Cuevas, Daniel Guzmán, Gonzalo Lebrija, Teresa Margolles, Jorge Méndez Blake, y Eduardo Terrazas. La segunda muestra, curada por Magali Arriola y Peter Eleey, está dedicada a James Lee Byars (Detroit, 1932- El Cairo, 1997), personaje extravagante y figura mítica que entró en escena en la década de los sesenta y sobresalió por sus acciones absurdas y controvertidas que cuestionaron los valores de la sociedad contemporánea. Su práctica artística consistió básicamente en erigirse como tema principal y eje central de su discurso teórico y práctico, y por tal razón el registro de sus acciones resulta el corpus principal de su trabajo. Sin embargo, influenciado por el teatro Noh y el sintoísmo que experimentó durante una estancia en Japón, realizó unas sugestivas pinturas sobre papel que podían ser utilizadas en sus performances, así como esculturas, vestuario, correspondencia y material efímero. Cabe destacar la impresionante museografía de las dos muestras, un trabajo impecable en cuanto a la conceptualización y al finísimo y elegante diseño del montaje.

En la explanada de acceso al museo hay una extensa plataforma que funciona como patio abierto en el que se contempla la exhibición de proyectos comisionados ex profeso para ese espacio. Actualmente se presenta la obra Cosmogonía doméstica, de Damián Ortega, curada por Rosario Nadal, que consiste en una instalación en continuo movimiento que no pude ver en acción pues el día de mi visita se había estropeado y la estaban reparando. También me perdí de otra “muestra” que no está anunciada ni aparece deliberadamente en la información al visitante: Confusión en la bóveda. Se trata de unas piezas que fueron colocadas en el estacionamiento subterráneo (al cual no accedí) y funcionan como una verdadera “sorpresa” con la que el visitante se topa al estacionar su auto y descubrir obras de ar tistas como Thomas Glassford, Santiago Sierra, Sarah Lucas, Elmgreen & Dragset, Stefan Brüggeman, entre otros. El arte fuera del espacio convencional de exhibición incitará al público a formular su propia interpretación. Es de celebrar que este magnífico proyecto, que sin duda ocupará un lugar preponderante entre los museos más relevantes del mundo, tiene entre sus objetivos el desarrollo de importantes programas educativos y de investigación, así como un proyecto editorial, que se irán desarrollando paralelamente a las muestras. Felicitaciones a Eugenio López Alonso y a la Fundación Colección Jumex, cuya acuciosa labor deja patente que no es lo mismo un museo grande que un gran museo •

James Lee Byars: An Autobiography

@LabAlonso

John Zorn y Moonchild, bestiales

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VIENE O NO JOHN Zorn? ¿Se subirá a tocar?”, se preguntaban los medianamente enterados.“¿Esto es un festival? ¿Qué más actividades o bandas hubo?”, se cuestionaban los menos informados.“¿Por qué tan caro el boleto?”, decían los de allá.“La verdad no conozco a Moonchild, me regalaron las entradas”, se atrevían los más sinceros.“Yo pasé gratis al mostrar mi disco comprado en iTunes porque aquí no se consiguen los físicos”, presumía alguien. Reflejo de una confusión expectante, todo eso se escuchaba entre quienes alegremente iban llenando el Museo Anahuacalli la noche del pasado 29 de noviembre para la única actividad

más o menos promocionada del recién creado Festival Bestia. La verdad sea dicha, no entendimos bien lo de gastar y arriesgar tanto en una sola producción cuando se pudo hacer algo más nutrido y que representara menos fallas. No se nos tome a mal. Lo que hizo Moonchild sobre el escenario fue encomiable, así como la iniciativa de Claudia Curiel, directora de Bestia. Nos referimos a que John Zorn –cuya música se homenajeaba ese día por su sesenta aniversario– nos ha visitado varias veces cobijado por festivales como Radar, cuya estructura permite –no sin dificultades– patrocinadores, difusión, mejor producción y precios más accesibles; mientras que ahora su presencia lució como un esfuerzo heroico y desorganizado “de quién sabe quién” (como decían muchos tras 30 minutos esperando una cerveza). Veremos sus propias conclusiones, pues Bestia estuvo apoyado por Arca, esa curiosa entidad fondeadora involucrada en eventos como Tag df , cuyas cabezas cuesta trabajo identificar pero que en su sitio presumen “el respaldo de Televisa” (sic). El asunto es que, semanas antes de realizarse, corrió el rumor de que el Bestia sería un festival de metal. Pero no. Sus productores dicen que se mueve “en torno a una estética atravesada por el rock, el hardcore, el metal y la distorsión”. Igualmente, que desea “difuminar las líneas divisorias entre diferentes géneros dando cabida a la improvisación y al uso del ruido como ‘materia prima’” (sic). Eso suena interesante, aunque muy pretencioso para un paso inicial. Debemos ser críticos al ayudar: tienen buen ojo pero hay que madurar. Las otras dos bandas que constituyeron su propuesta y que se presentaron en el Museo del Chopo dos días antes (Annapura y Monogatari), así lo confirman. También la débil difusión para el ciclo de cine con música de Zorn, mostrado en la Cineteca y el Tonalá. Entonces, pese a lo estimable de su plan, es probable que los resultados le anoten al Bestia una contribución más

a la praxis que tiempo ha debilita el nivel y la salud de las carteleras, llevando a muchos productores independientes a la renuncia. Hablamos de artistas de nicho llevados a foros desproporcionados, de una competencia desleal con las grandes empresas de entretenimiento, de escasos medios tradicionales para difundir eventos especializados, de ignorancia en los medios masivos (abocados a ese “fenómeno” llamado: Emmanuel y Mijares se juntan), de conciertos para músicos y melómanos cuyo perfil obliga a priorizar gastos y, sobre todo, hablamos de esto: son muy caros (máxime si se trata de un set de 50 minutos, aunque tal sea el concepto del grupo). Sea por avaricia de los músicos, de sus manejadores, de sus agencias de contratación, de los promotores locales o del infame Ticketmaster (sus comisiones y condiciones son verdaderamente absurdas), el público es quien termina pagando el pato. Por ello nos parece bien que quienes intentan un alto nivel experimental aprendan a negociar y presionar en el tablero de juego. Incluso creemos positivo que haya fracasos en pos de una revisión de nuestro pulso real. El sector al que van no da para tanto y así no podrá crecer. El país es más que algunas zonas privilegiadas de Ciudad de México. De cualquier forma le deseamos suerte, inteligencia y salud al Festival Bestia. Ojalá sepa convivir y crecer entre las otras bestias diletantes. Ahora hablemos sobre la presentación de Moonchild. ¿Qué? ¡Ya nos acabamos el espacio de este domingo, lectora, lector! No importa. Es simple: como casi siempre pasa con Mike Patton (voz), Joey Baron (batería), Trevor Dunn (bajo), John Medeski (órgano) y John Zorn (se subió a dirigir el último tema), lo hicieron brutal. Búsquelos, aguante las primeras embestidas, enójese primero y vuélvase un niño sin prejuicios después. Valore el nivel técnico y compositivo. Sonría encontrando las muchas bandas que los originan. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

Jornada Semanal • Número 980 • 15 de diciembre de 2013

ARTES VISUALES

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15 de diciembre de 2013 • Número 980 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

Ana García Bergua

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N UNA ENTREVISTA DE José de la Colina con José de la Colina, dice José de la Colina: “Me aburre escribir en oraciones cortas. No tengo nada contra las oraciones cortas si las leo en Azorín, en Borges, en Paz, etcétera. Me parece muy bien que cada uno tenga su modo de respiración en la escritura. Yo hablo de mi propia escritura, e insisto: aun los trabajos de encargo los escribo à mon seul plaisir y creo que el párrafo largo, la oración continua, me da más sensación de fluencia, de seguimiento del tiempo, que la prosa de mucho punto-y-aparte y mucho punto-y-seguido. La escritura larga me permite, creo, cierta musicalidad de la prosa, quizá dar impresiones de perspectiva y volumen y diferentes ritmos y tiempos. Es como un placer sensual proseizar así, es como si la escritura adquiriera la materialidad de una tela que estás tejiendo o una arcilla que estás modelando, y eso lo sientes físicamente.” Esta entrevista se puede leer en De libertades fantasmas o de la literatura como juego, el nuevo libro del autor santanderino y sobre todo mexicano que el Fondo de Cultura Económica acaba de editar. En él, la prosa se echa andar como quien sale de excursión para recolectar asuntos literarios grandes y pequeños, pero que al final resultan, más que nada, muy inquietantes, si bien muchos de ellos están aderezados con un humor alegre y a veces cruel. Cuántas cosas sabe José de la Colina, por cuántos asuntos menudea su curiosidad, desde los personajes de Cervantes hasta la historia de la adivinanza, desde las escrituras y vidas de sus contemporáneos y amigos como Pedro Miret, Gerardo Deniz, Salvador Elizondo, Octavio Paz, hasta los temas “grandes”, como Las mil y una noches, Kafka, Drácula y Don Juan. Desde el método Saint-Denis para controlar los sueños hasta las canciones de Cri-Cri, pasando por Tablada. En este libro maravilloso, difícil de soltar por la sabrosa amenidad y el juego con que se abordan temas por otra parte muy cultos, nos acercamos a la libertad de quien, como él dice, ejerce sus derechos en el Reino de la Imaginación y hace sus propios, hermosos, estudios literarios, emprendiendo pequeñas investigaciones alrededor de asuntos que se considerarían “laterales”: una historia de los libros fantasmas, es decir, los libros inexistentes en la pérfida realidad pero existentes en otros libros (y nos cuenta también la historia de la novia fantasma de Juan Ramón Jiménez). Otra, sobre los personajes quijotescos de Cervantes en otros textos que no son el Quijote. Una cultísima historia de la adivinanza, un ensayo

sobre la cursilería, otro sobre el tartamudeo como arte, un ensayo sobre la dedicatoria. Siguiendo los juegos del OuLiPo (el “taller de literatura potencial” que Raymond Queneau y otros escritores inventaron en los años cincuenta), José de la Colina se prueba como ejecutor de pastiches (“Gregorio Samsa en 12 versiones”), busca anagramas y palíndromos, indaga juegos surrealistas con los sueños. Los textos de este libro encuentran misteriosas correspondencias entre sí, temas que los van hilvanando como, ya lo dije, un paseo, pero no el paseo de quien anda distraído mirando el paisaje; más bien el caminar absorto del buscador de hongos, ése que sabe reconocer los ejemplares más ricos y también los venenosos, los más bellos o los que provocan visiones. Su marcha es incesante, una prosa que se echa a andar y va encontrándose con su asunto como si fuera una casualidad, gira y caracolea con el gusto de una danza, se detiene donde la frase le regala una revelación y en un paréntesis expresa un disgusto o una ensoñación al margen, que viene a cuento. Aquí mismo dije hace poco que los textos de José de la Colina nos hacen ver que las llamadas curiosidades literarias son en realidad la literatura misma y el sentido de la literatura es la curiosidad en todos los sentidos: este libro sería una comprobación palpable y muy sabrosa, más en estos tiempos en que la academia e internet han logrado la triste victoria de quitarle la osadía (jocosa) a la prosa. Como él mismo dice en su pequeño prólogo “Al lector (si lo hay)”, De libertades fantasmas o de la literatura como juego, buscaría ser como una charla de amigos que “hablara de aquellos asuntos y aspectos marginales o poco serios o generalmente considerados menores o de juego”. Una charla de amigos escritores ejerciendo sus fantasmas o libertades imaginarias, las únicas que tenemos en realidad •

La alharaca, un año más

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ACE POCO EPIGMENIO IBARRA, productor de televisión y agudo articulista, publicó en su cuenta de Twitter que lamentaba tener sesenta y dos años de edad y estar todavía ante la poco halagüeña perspectiva de seguir soportando la corrupción de ese sindicato de mafias y podredumbres que es el priísmo hecho gobierno. Algún tuitero contestó que con él ya eran dos. Yo me atrevo a reponer que somos muchos más los que estamos hartos de que la clase política toda –con una vergonzante preeminencia de los miembros del pri en las malas artes de sustraer recursos públicos para utilizarlos en propio provecho– sea un falansterio de canallas, de infames delincuentes, de atildados hipócritas. De padrinos y ahijados hampones en eterno contubernio. Salvo alguna excepcional rareza inexplicable para sus correligionarios, creo que prácticamente todos los mexicanos con “carrera” en el servicio público son corruptos. He conocido a quienes incluso con una trayectoria respetable, laboral y académica, a pocos meses de recibir un puesto público se engolosinan con chofer y guarura y camionetota, y al poco tiempo estrenan casas, compran terrenos, multiplican los autos de lujo, los inexplicables viajes, y les cambian las formas y en no pocos casos hasta la fisonomía. Se vuelven prepotentes, mamones, insufribles. Un año más ha transcurrido de vulgares politiquerías, de arteras traiciones a los intereses nacionales y públicos, de discursos ridículamente demagogos escritos por amanuenses lamesuelas para el imposible lucimiento de los tartufos que los maicean, de disimulos absurdos en los medios que operan como maquillistas del monstruo, de pifias y artimañas de una clase política que se debate entre disimulos criminales y avideces inconfesables ante el ensanchamiento de la frustración y la rabia popular que dan cuenta del ya comprobado, colectivamente asumido fracaso del infinito mosaico de miserias y mezquindades que compone al Estado mexicano. Allí gobernadores miserables y berrinchudos, como en Veracruz, Michoacán o Guerrero. Allí los feminicidios, el racismo y el clasismo, las formas del desprecio que rigen la convivencia nacional. No podía ser de otro modo cuando al gobierno lo encabeza un hombrecillo que depende, ante la adolescencia de recursos de inteligencia, agudeza, cultura, preceptiva, oratoria –o dicción, siquiera– del ornamento y el maquillaje, de la escenografía y, sobre todo, de la aplastadora contundencia de uno de los más formidables aparatos propagandísticos que tiene en dos de las televisoras privadas más grandes del continente sus dos principales guardaespaldas. Si el primer año de la administración –por llamarle de algún modo– del salinista Peña Nieto es un adelanto del resto de su sexenio estamos, para decirlo en buen y sencillo mexicano, bien fregados.

La violencia ligada al narco y siempre con estrechos vínculos hacia la corrupción institucional sigue en constantes picos de pavor y odio y crueldad. Siguen naciendo niños en un México azotado por bandas de criminales, con y sin uniforme, de cuello blanco y de cuerno de chivo; niños para los que el horizonte, si no pertenecen a clases acomodadas, se acota por ahí de los veinticinco o los treinta años de vida; niños que no tienen en la educación una puerta de salida, y no son cuidados por un Estado tutelar, desmante-

lado con artera perspicacia por el padrino del actual presidente, ni tendrán oportunidades de buenos trabajos, ni de una verdadera seguridad social, y para los que de adultos probablemente espera un futuro de continua degradación de lo poco que les dejemos de un tejido social podrido, destruido paulatinamente con paradigmas equivocados y deliberadas políticas sociales de favoritismo a esos pocos que tradicionalmente han tenido el poder y el dinero necesarios para prevalecer a costa de los demás. Queda esperar, alimentando ilusiones vanas porque soñar no cuesta nada, que tanto descontrol, tanto tropiezo, tanto desbocado atropello pero sobre todo tanta corruptela, tanta aparente urgencia por el disimulo, tanta ineptitud sean sólo los predecibles inconvenientes y tropezones en el arranque de un gobierno que heredó de sus predecesores –esa derecha que tanto se dijo capaz de enmendar rumbos, deshacer entuertos y reparar boquetes para luego resultar de una incompetencia rayana en perversidad– un país en muchos aspectos en ruinas y el resto al borde de un colapso monumental. Pero todos sabemos, y desde luego lo saben ellos, los perpetradores, que no es así. Y que seguiremos en el despeñadero interminable •

CABEZALCUBO

El placer de proseizar

PASO A RETIRARME

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Orlando Ortiz

A río revuelto…

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I FUERA UN EXTRATERRESTRE y llegara en este momento a México, con la misión de enviar a mi planeta información de este país, me resultaría imposible hacerlo, sobre todo si para elaborar dicho informe tuviera como referente inmediato los medios escritos y electrónicos. O tal vez acabara creyendo en la existencia de una conspiración, o, para decirlo más llanamente, la presencia de un plan con maña en la generación y difusión de las noticias, con el fin de incrementar ­–porque la ha habido desde siempre– la incertidumbre y el caos, lo cual redundaría en una confusión tal que llevaría hacia la apatía social.

Desencanto, indiferencia y abulia permearían la voluntad de la población, y esto permitiría a los dirigentes políticos manipular a su antojo a individuos y sociedad. Puesto así, el asunto se oye bastante maquiavélico y mundofelicista. Maquiavélico resulta leer y escuchar en los medios que la delincuencia organizada está dando sus patadas de ahogado, aunque al mismo tiempo los mismo medios –a veces en otra página, a veces en la misma pero en una columna diferente– notician el incremento en el número de secuestros, enfrentamientos brutales de bandas rivales, hallazgos de cadáveres o de fosas, emboscadas a tropa y policía, surgimiento de grupos de autodefensa, linchamientos, abusos de autoridad y “minucias” por el estilo. Algo similar ocurre en todos los renglones de la vida política y económica. Unos dicen que vamos a crecer y otros se encargan de cada mes reducir la cifra de crecimiento pronosticada para el año; unos dicen que el dinero destinado a la educación se ha incrementado considerablemente, y las universidades se quejan de que se les ha reducido el presupuesto; unos dicen que se le ha otorgado a la cultura una suma considerable de recursos y otros dicen que sí pero que se reducirán las asignaciones en algunas de las dependencias; unos dicen que la reforma educativa ya es un hecho irreversible y otros sostienen que están en plena negociación para echarla atrás. Hasta parece que hemos retrocedido a los años en que se afirmaba categóricamente que “eso, ni nos beneficia ni nos perjudica, sino todo lo contrario”. El problema es que ese tipo de razonamientos –paradigmáticos– han empeorado por la mentalidad pragmática y neoliberal de los más recientes gobiernos, enemigos, todos, de “gastar” en cosas improductivas –según ellos– como la educación y la cultura. Aunque no haya día sin que demagógicamente declaren que sólo elevando la calidad en la educación y fomentando los estudios de postgrado y la investigación, México superará sus problemas. La contra-

dicción está en que se aumenta el presupuesto destinado al Ejército y la Armada, encargados del combate a la delincuencia, y se ignoran las demandas y necesidades del sector educativo. Sí, hay que combatir ese problema, impedir que crezca, pero… ¿por qué sólo cuando se habla del sector salud se hace hincapié en que es preferible prevenir que lamentar? Se pone de relieve, todos los días, la conveniencia de la medicina preventiva. Pero no se aplica cuando de salud social se trata. En este caso, se destina más –por no decir todo– al combate que a la prevención. Para prevenir conviene estar convencidos de que la prevención no excluye el combate (inteligente), pues son acciones complementarias y necesarias si se quiere tener éxito en los dos frentes. No se trata de abandonar en la punta de los aka los territorios dominados por el narco, hay que rescatarlos, pero ofreciendo al mismo tiempo opciones para la gente, en especial para los jóvenes. Y esto, vale la pena recordarlo, es lo que la educación y la cultura pueden ofrecer: opciones. Educación de calidad, porque ya se ha visto que la elemental y la media son insuficientes para las áreas de empleo que pueden surgir, pues en un mundo cada vez más robotizado o mecatronizado la oferta de trabajo será para ingenieros, programadores, etcétera. No sólo para profesionales, sino para los más calificados. Por otra parte, una mejor oferta cultural –no del espectáculo cultural– contribuiría a la conformación de una identidad sólida y una mentalidad abierta al ejercicio de las artes y las letras. La creatividad tecnológica y científica no es diferente a la creatividad artística, de manera que impulsar ésta equivale a propulsar la ciencia y la tecnología. El problema es complejo y da para más; sin embargo, lo que no se puede ignorar es que la información en nuestro país es caótica; está tan revuelta que sin duda habrá “pescadores” que saldrán ganando. Espero que no sean ellos quienes tengan la última palabra •

Luis Tovar Twitter: @luistovars

Sin la frente marchita

S

IETE CORTOMETRAJES Y DOS documentales dirigidos en su haber desmienten la percepción de que el conspicuo Roberto Fiesco sólo sea productor cinematográfico, idea generalizada cuyo origen descansa en la luenga trayectoria que, en esta última profesión, ha desarrollado este tamaulipeco avecindado en Ciudad de México. La más reciente prueba en contra se titula Quebranto (2013), largometraje documental con el que Fiesco pone un pie muy firme en el territorio, fértil desde hace ya un buen rato, del que goza el género en México.

Coral

En este filme, el director entre otros c o r t o s d e D a v i d ( 2 0 0 5 ) y Pa l o m a (2008) conjunta, con bastante fortuna, los que claramente son dos de sus más caros intereses creativos o, seguro vale decir, pasiones: por un lado está su preocupación por preservar, con propósitos no necesariamente académicos, la historia fílmica nacional, que en su caso va del coleccionismo al ejercicio de una memoria notable –basada, esta última, en el gusto por ver cine mexicano y el consecuente conocimiento amplio del mismo–; por otro, lo que un segmento fundamental de su faceta como productor, así como buena parte de su filmografía, dejan ver: el acercamiento inteligente y al mismo tiempo sensible al ámbito de la diversidad sexual y, más específicamente, al de la homosexualidad. En la persona de Fernando García, que es lo mismo que decir Coral Bonelli, y en compañía escritural del también cineasta Julián Hernández –de quien pueden certificarse intereses muy similares a los antes referidos–, el director y coguionista encontró la posibilidad, literalmente encarnada, de sintetizar aquellos dos temas: hacia el último cuarto del pasado siglo, Fernandomás-tarde-Coral fue conocido bajo el apelativo profesional de Pinolito, imitador de alguna figura farandulesca, niño actor con poco menos que mediana fama, bailarín grupal en espectáculos de teatro de variedades… Posteriormente devorado por la carcoma de la desmemoria, quedó definitivamente ido el Pinolito de filmes que olvidos justos o injustos ya borraron de casi toda memorabilia –salvo uno que forma parte de lo mejor que el cine mexicano ha dado, si bien todavía-era-Fernando tiene ahí un papel secundario–, y más adelante, bien lejos de todo reflector, aún-Fernando también quedó ido del mundo fuera de pantallas y escenarios para darle paso a Coral, gay y travesti de posturas vitales, sociales, profesionales y sexuales asumidas con serena y absoluta naturalidad. Lo que Fiesco supo captar, con una soltura perfectamente avenida con el

talante del personaje retratado, al mismo tiempo que con un rigor fílmico evidenciado en la factura de cada secuencia, tanto como en el entramado de éstas, rebasa los límites de algo que pudo quedarse en mero registro biográfico –el cual, en tal caso, sería de todos modos bueno– para dar un salto cualitativo y valer a manera de testimonio múltiple, dicho sea sin un orden jerárquico: primero, de lo ficticia que, a la larga y dada su relativa fugacidad, toda fama puede y suele ser; segundo, de una forma particular de asumir la propia personalidad, emanada de la preferencia sexual, cuando esta choca sin remedio con la lista conocidamente larguísima de prejuicios sociales; tercero, de la coloratura indeleble que puede tener el espíritu humano, resistente a radicales cambios externos de apariencia, desventuras e insuficiencias económicas que se sobrellevan dignamente, previsibles deterioros físicos… Finalmente, y como si ese hubiera sido el cometido básico del documental, Quebranto es un testimonio, compuesto en clave de leve nostalgia, de un tiempo perdido pero, por ventura, no del todo: ahí está Coral, rediviva, con el deseo en tiempo presente de “retomar su carrera”, volver por unos fueros que, aun sabiéndolos irrecuperables, son lo suficientemente nutricios como para mantenerla no nada más viva sino con el deseo de que esa vida consista en algo más que respirar, comer, sobrevivir. Un poco como el cine mexicano mismo, que a lo largo de su historia luce transfigurado de a ratos, desdibujado otros tantos, que en algún punto dio la impresión de casi desaparecer, pero que ahí siguió todo el tiempo, deseando lo mismo que Fernando-Pinolito-Coral: volver por sus fueros, ésos que hoy Unoscuantos dan ya por totalmente recuperados gracias a las dos o tres –en todo caso pocas– golondrinas cuyo aceptable vuelo disimula el poco encomiable desempeño de las otras cincuenta y pico que conforman, año con año desde hace más o menos un lustro, la producción fílmica regular en México •

CINEXCUSAS

Jornada Semanal • Número 980 • 15 de diciembre de 2013

PROSAÍSMOS

15


creación

P

ara amar a la humanidad hay que ignorarla. (Ca. 1930).

¿Quieres creer en la bondad de los hombres? Hazte ermitaño. (1972).

Antes los jóvenes eran esclavos de tradiciones y tabúes. Hoy viven en la esclavitud de la libertad. Antes los obligaban a obedecer, hoy están condenados a escoger. (1992).

Hay personas de grandes cualidades a quienes sólo soportamos por sus pequeños defectos. (1972).

Contra las grandes cualidades de otras personas hay una sola defensa: el amor. (Esta frase es de Goethe, pero así, metida entre las mías ¿quién se va a fijar?) (1972).

15 de diciembre de 2013 • Número 980 • Jornada Semanal

(De la estulticia humana.) Qué felices nos hacen los elogios, aunque sepamos que no son sinceros. (1992).

Aprecio infinitamente tu sinceridad. Si me dijeras ‒sinceramente‒ lo que piensas de mí, tendría yo que decirte ‒¡qué pena!‒ lo que pienso de ti. (1992)

El tonto que habla poco demuestra que no lo es tanto. (1992).

De aforismos, cuentos y otras aventuras

16

“La elegancia no es mi ideal”, dijo el hipopótamo. (1973).

(Para una amiga.) Qué bella serías si no lo supieras. (1978).

Estar orgulloso por haber hecho algo me parece justificable, aunque no necesario. ¿Pero estar orgulloso de ser algo, por ejemplo, hombre o mujer, o chino, alemán, iraní o guatemalteco? Extraña locura. (1992).

Si a tiempo aprendes a renunciar, tu vida será gloriosa hasta el último momento. (1992).

Entre los vicios de la humanidad actual, uno de los peores es la velocidad. (2001).

Mariana Frenk-Westheim Dándonos cuenta de las pequeñas infamias de que somos capaces las personas decentes y casi maravillosas, ¡qué podemos pedir a los canallas! (1992).

Teme a los tímidos: son capaces de todo. (1971).

No desprecien el chisme: es la única actividad creadora de muchos. (1992).

Esa mujer tiene una manera nada espiritual de ocuparse de cosas espirituales. (1969).

Ningún audaz lo es tanto como un tímido que venció su timidez. (1972). Lo aburrido no garantiza lo profundo. El suicidio es un acto cobarde para cuya ejecución (1992). se requiere gran valor. (1992).

(Consejo a los que asisten a menudo a cocteles, vino de honor, etcétera.) Si no tienes la menor idea de quién es la señora que te saluda efusivamente, te tutea y demuestra en sus preguntas un conocimiento exhaustivo de tu pasado, presente y futuro, y si, absurdamente, te interesa saber quién es, no le preguntes de ninguna manera ‒ni siquiera si ella parece tener todas las características de la mujer casada‒: “Y dime, ¿cómo está tu esposo?” Porque puede suceder que la señora esa condense la frustración de su vida en una mirada gélida y, alzando las cejas, te conteste: “Yo nunca he tenido esposo.” Cosas así no son agradables. Más vale preguntar. “Y tú, ¿qué has hecho en los últimos tiempos?” Toda la gente tiene últimos tiempos. Y es probable que se suelte ella contándote muchas cosas, más de las que tú quieres saber, y que así logres establecer su identidad. Y si te contesta: “Pues lo de siempre” ‒entonces, ni modo •


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