La Jornada Semanal

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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 5 de enero de 2014 ■ Núm. 983 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Robert Capa

reportero de guerra M anuel G arcía R afael A lberti , entre el clavel y la espada: R odolfo A lonso F rancisco T ario , el fantástico: R icardo G uzmán N uevos poetas de G uerrero


El pasado mes de octubre, Robert Capa habría cumplido cien años de edad, y en este año que comienza se conme­ moran sesenta desde que ocurrió su muy prematura muerte. Ampliamente reconocido por su labor durante la Guerra civil española, que dio inicio cuando el hoy mítico fotógra­ fo de origen húngaro con­ taba apenas veintitrés años de edad, Capa es un referente ineludible no sólo para los profesionales del reportaje gráfico sino, como lo testimo­ nia el inmenso acervo que legó a las generaciones poste­ riores, también para todo aquel interesado en el registro puntual y cercanísi­ mo de la verdadera condición humana, tal como la hace lucir el estado permanente de conflicto bélico, en el que el siglo xx fue tan pródigo. El artículo de Manuel García revisa, etapa por etapa, el periplo en tiempos de guerra de este insuperable retratista de la realidad. Completan el número una breve muestra de la más reciente poesía gue­ rrerense, sendos cuentos de Francisco Garrido y Luis Pérez, así como textos sobre el poeta español Rafael Alberti y el narrador mexica­ no Francisco Tario. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

de asombros

bazar

Hugo Gutiérrez Vega Una antología de la poesía brasileña (ii y última )

J

orge de Lima da pie a José Javier para recordar algunos aspectos del siglo xix brasileño, entre otros, el de la figura señera del más grande de los escritores iberoamericanos de ese siglo: Machado de Assis. Recuerda, además, al gran romántico bahiano, el entrañable Cas­tro Alves, y abunda en la firmeza de la fe católica de Lima, en su fér­­til imaginación y en su voz de profeta de la tribu. Así hablaba de Lima: Acepto las grandes palabras fundamentales y los caminos que Dios puso ante mí. Acepto la sangre derramada si es necesaria para redimir al pobre. (¡Mi pensamiento me quema, señor! Pero déjame hablar para desahogarme.) Acepto la oración para mí y para repartirla como el pan. Mario de Andrade participó también en la Semana de Arte Moder­ no y buscó su voz en la contrastada selva de las vanguardias. Su tropicalismo agrega a la idiosincracia brasileña una nota riquísima y un rasgo de sincera originalidad. En su poesía aparecen algunos momentos fundacionales de la historia del Brasil: Sin embargo, el desastre verdadero fue embellecer esta República temporal. La gente aún no sabía gobernarse... Progresa, progresamos un poquito Que el progreso es también una fatalidad... ¡Será lo que Dios quiera! Tengo deseos de desastres... Deseos del Amazonas y de los vientos plagados de mosquitos Agolpándose en las hojas de las puertas... Tengo deseos de guitarras y soledades sin sentido Tengo deseos de gemir y de morir. Conocí a Murilo Mendes en Roma, en la casa de Rafael Alberti. Ele­ gante, flexible, callado, me dio la impresión de que era un asceta. Cuando leí su poema sobre el Tiete, descubrí su verdadera voz car­ gada de una refinada sensualidad. Su “Jandira” es uno de los más sugerentes personajes de la poesía universal. Veamos un fragmen­ to de su poema: El mundo comenzaba en los pechos de Jandira. Después surgieron otras piezas de la creación: Surgieron sus cabellos para cubrir el cuerpo (a veces el brazo izquierdo desaparecía en el caos) y surgieron los ojos para vigilar el resto del cuerpo. Y surgieron sirenas de la garganta de Jandira...

Y mi abuela cantaba y cosía. Cantaba canciones de mar y de montaña en lengua antigua. Y yo siempre creí que había música en sus dedos y palabras de amor escritas en mi ropa. Carlos Drummond de Andrade, el poeta “minero” tuvo, unos dos meses antes de su muerte, una satisfacción conmovedora. La Es­ cuela de Samba Mang desfiló, en el sambodromo carioca, cantando y bailando una samba de enredo en la que aparecían los personajes emblemáticos de su poesía: Don Quijote, Zé Pereira, el elefante... En ese momento era Drummond un poeta nacional que en sus poe­ mas no hacía concesiones de ninguna clase y que, hasta ese día, sólo era conocido y admirado por los sectores intelectuales y aca­ démicos. José Javier Villarreal traduce magistralmente los frag­ mentos de sus poemas que transcribo: El tranvía pasa lleno de piernas: piernas blancas, negras, amarillas. Para qué tanta pierna, Dios mío, pregunta mi corazón. Sin embargo mis ojos no preguntan nada. Cuadrícula Juan amaba a Teresa que amaba a Raimundo que amaba a María que amaba a Joaquín que amaba a Lilí que no amaba a nadie. Juan se fue para los Estados Unidos, Teresa a un convento. Raimundo murió en un accidente, María se quedó soltera. Joaquín se suicidó y Lilí se casó con j. Pinto Fernández que no había entrado en la historia. La antología recoge biografías, datos y poemas de Mario Quintana, Vinicius de Moraês, Joâo Cabral de Melo Neto, Ledo Ivo (amigo de todo lo latinoamericano y mexicano por adopción), Ferreira Gullar, el decano de la poesía actual; Haroldo de Campos, amigo del grupo de Paz y de los vanguardistas sudamericanos que galopan por tie­ rras de la provincia mexicana y se especializan en asombrar a los bobos, así como de algunos poetas de la generación en vigor. En fin, todos los que están son y no falta nadie de los que deben estar. Terminaré con un poema del modesto y entrañable poeta de Porto Alegre, Mario Quintana: La adolescente

Cecilia Mireles juntó levedad y fuerza en sus poemas tersos e im­ pregnados de un humor vecino de la melancolía. Fue amiga de Alfonso Reyes, de quien recibió muchas enseñanzas y el amor por el mundo clásico. Veamos un ejemplo de esta poesía que tiene una sencillez arduamente alcanzada: Fui morena y flaquita como cualquier polinesia, y comía papaya y miraba la flor de la guayaba. Y las lagartijas me espiaban entre los ladrillos y las enredaderas, y las telarañas en mis árboles se entrelazaban.

Va andando y creciendo. Toda ensimismada: su voz, sus gestos, sus piernas... ¡Antílopes! ¡Veo antílopes cuando ella pasa! Pues deja, al pasar, un friso de antílopes, de bambúes al viento, de lunas cambiantes, mudables, crecientes... José Javier Villarreal realizó un trabajo excelente y renovó nuestro amor por la poesía de Brasil. Muito obrigado, caro poeta • jornadasem@jornada.com.mx

Directora General: C a r m e n L i r a S a a d e , Director: H u g o G u t i é r r e z V e g a , Jefe de Redacción: L u i s T o va r , E d i c i ó n : F rancisco T orres C órdova , Corrección: A leyda A guirre , Coordinador de arte y diseño: F rancisco G arcía N oriega , Diseño Original: M arga P eña , Diseño: J uan G abriel P uga , Iconografía: A rturo F uerte , Relaciones públicas: V erónica S ilva ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: A lejandro P avón , Publicidad: E va V argas y R ubén H inojosa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: El oficio de mirar Foto tomada del libro: Robert Capa, cuadernos de guerra en España (1936-1939), editado por la Diputación Provincial de Valencia

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh­t émoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui­ tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jor­n ada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.

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Jornada Semanal • Número 983 • 5 de enero de 2014

Escribiré libros. Libros que expondrán con precisión

inigualable lo grotesco de la muerte, lo execrable de la enfermedad, lo risible de la religión, lo mugroso de la familia y lo nauseabundo del amor, de la piedad, del patriotismo y de cualquiera otra fe o mito.

Francisco Tario

L

eer a Francisco Tario es como caminar desnudo y con los ojos vendados por la calle principal de la ciudad a medianoche: puede ser aterrorizante o muy ameno, de­ pende de lo que le divierta. La peculiaridad principal de leer a Tario es que cada texto puede ser una nueva aventu­ ra sin ninguna relación con la anterior. Tario el desconocido, Tario el invocado, Tario el incomprendido. Contemporáneo virtual de Arreola y de Rulfo, Tario ha tenido la discutible suerte de no haber sido raptado por la oficialidad, así como el discutible privilegio de ser acogido por cultos y culteranos, algunos de los cuales lo citan sólo para demostrar cuánto sa­ ben más que los demás, pero no por el gran público. A estas alturas, a Tario ya no le importa ni le interesa. Como sus coetá­ neos, ha pasado a mejor vida: ésa donde sólo se le juzga por su tremenda obra literaria, y ya no por sus posibles excentri­ cidades o por su contraposición a las camarillas en el poder editorial, como se puede deducir de la ausencia de becas, reconocimientos o premios durante su vida terrena. La buena literatura es la que está bien escrita; y con Tario se debe aña­ dir: y también bien leída. Con Tario, el lector se enfrenta a la penosa tarea de adjeti­ varlo, para quedar mal irremediablemente. Tario conjuga aspectos propios de la postmodernidad, aunque entonces apenas se gestaba ese concepto: escribía de todo aquello que le es ajeno al hombre, pero lo hacía a partir de la individua­ lidad que vuelve universalidad. Más aún, sus textos dan nota de un hombre solitario, ajeno a su entorno, despreocupado de hacerse notar como mexicano. En La noche llega al extremo de narrar las peri­p ecias de objetos y animales humanizados: fére­ tros, perros, trajes, gallinas, etcétera, hablan de sus dificultades cotidianas y existenciales. ¿Cuándo iba a agradar esto a la oficialidad literaria con su necesidad de que la producción cultural fuera lo más mexicana posible, lo suficiente para poderla expor­ tar? Además, Tario gusta de hablar y a veces hasta de mofarse de los delirios humanos: los saca de la clandestini­ dad, los exagera y, lo que es peor, nos muestra que cualquiera de nosotros podríamos estar en las mismas con­ diciones que el histérico cruel, o que el creyente de fantasmas que termina de marido cornudo, o que el sociópata empederni­ do que piensa en cómo hacer repugnante el mundo para todos, o que el hombre que tar­ díamente descubre que la vida puede no tener sentido, pero que hay que sacarle jugo a cada instante, y sin embargo ya no puede hacer nada por el tiempo perdido. Los cuentos de Tario van recorriendo el inacabable es­ pectro de lo deshumanizado y, todavía peor, de lo deshumani­

Tario, el fantástico

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creación Ricardo Guzmán Wolffer

zante. Mejor aún, no lo hace para dar lecciones de moral o para educar por anticlímax (como decía Kierkegaard por esas fechas en su Tratado de la deses­peración), sino para evidenciar que una parte inexpugnable de todo humano estará siempre sola y ais­ lada, ya en el tiempo, ya en su percepción de la realidad, ya de las miles de cosas que involuntariamente o contra su voluntad le pasan por la cabeza (como el mortal castigo de escuchar po­ lkas de la nada, cual tumor maligno musical) tanto en la vigilia como en el otro reino del terror que, nos lo recuerdas, oh, im­ placable Tario, sin duda es el dominio de lo onírico. Además, con una mano más implacable que la de Rulfo, no por ello me­ nos elegante, nos embarra en la cara nuestra calidad de viles mor­tales, ya mostrando cómo la longevidad puede ser cosa del engaño más burdo, ya evidenciando que nos morimos cuando le da la gana a alguien más y que en ocasiones ese alguien, sin la menor misericordia, bien nos puede devolver al mundo de los vivos en tal estado que ni siquiera la viuda, o exviuda, quie­ ra estar ahí con el resucitado; o bien ese alguien nos puede poner a penar, incluso por toda Europa, en busca de un lugar (una casa, un pueblo, un país) donde ser fantasma (¿en vida?) no sea tan duro. Si consideramos que buena parte de la obra de Tario se publicó durante el llamado “milagro me­xicano”, bien puede comprenderse que en un país donde la esperanza escu­ rría de los sindicatos y la bonanza de las entidades guberna­ mentales, no se le diera ningún reconocimiento oficial a un autor dedicado a evidenciar los aspectos más sombríos de aquellos lectores. Esa forma de ver la vida trasmina incluso al amor, tema ineludible. Desde los desconcertantes amores de La puerta en el muro, los angustiantes amores de Yo de amores qué sabía y hasta los aparentemente cursis amores de Breve diario de un amor perdido, Tario insiste en mostrar que junto con esa felici­ dad que uno supondría en el amor filial o el conyugal, también hay una sombra amenazante que camina al lado del objeto de nuestro amor. Ya lo dijeron los orientales en sus filosofías de la complementariedad: en el amor también está el peor contra­ rio. Y en muchas ocasiones hay que buscar entre las ametralladoras el suave consuelo del es­ tilete: en La mujer en el patio, sin el menor pudor Tario evidencia cómo los padres son la única barrera que nos separa de la muerte y por eso en el amor a la madre está sólo la propia salvación. El rasgo más desconcertador de Tario es el juego de la muerte, encon­ trándola en lo más cotidiano y asimilándola a la imaginería nacional en un suspiro que re­ corre las casas o que se vuelve un rumor, casi un insecto, que presagia la partida de la propia alma. Un inefable rumor es una muestra de esa destreza narra­ tiva que se antoja insuperable, incluso por los surrealistas de­ clarados: el hombre siente que algo se acerca y se aleja, hasta morir indoloramente. Tario es una presencia in­ eludible en las letras mexica­ nas. Su lectura resulta obli­ gatoria para cualquiera que se precie de conocerlas •


Poetas de

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En las palabras de los poetas de Guerrero

se ciernen los tiempos actuales; en sus

poemas pervive la caída: “A cambio de qué el abismo atrae su mirada” y la elevación

del que sabe que la apuesta vale la pena:

“Así perecedero el tipo se enamora y canta desimantado.” Esta breve muestra es

prueba fehaciente de que en Guerrero,

como en otros estados de la República en

los que privan la violencia, la corrupción

y la descomposición social, subyace una

vida cultural que vela por el espíritu de la

tribu y “se luce como la puerta de un árbol

extinto” que quiere perdurar. R icardo V enegas

Abro la penumbra Ángel Carlos Sánchez Abro la penumbra y busco ruidos tuyos. He desesperado un poco anoche: las cosas fueron por algún lado destejiéndose. Habrás notado mi necesidad de sentirte. Espero no haber fastidiado tu vuelo. Ocupar este día no me apura los propósitos pero la claridad antes oculta apaga los temores: buen estar, estar contigo. La razón sombría era el país imaginario que a veces compartimos: lo acosan intentando entrometerlo en negocios de abierta alcantarilla; anoche dije algo del porqué, del cómo y cuándo. Una ligereza hablar de cosa tan elemental. No puedo salir al parque hasta recorrer gozosamente el final de tu sueño. Tu aroma tentalea mi somnolencia. Ángel Carlos Sánchez (Acapulco, 1967). Entre sus libros publicados se encuentran: Huecos necesarios, feta 2000, Luz ultravioleta y Caminar el miedo, Editorial Casa Vieja (2001). Ha impartido distintos talleres en el estado de Guerrero.

Locomociona

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Jesús Bartolo

Antonio Salinas

Locomociona el hombre porque eso indica su molécula. Porque su instinto está hecho de protones desclaviculados. Porque empobrecido su electrón la motricidad caduca. Porque su persona es un ritmo Que cambia al cambio de las estaciones. Un sujeto que por las noches se aduce. Al mediodía va pargo sin aletear siquiera en el respiro. Respira en el abrazo la mortalidad que es. Así perecedero el tipo se enamora y canta desimantado, E imanta, aquí unos labios, allá unos ojos, de vuelta un sexo, De ida una lengua y ya laberinto, locomociona. Jesús Bartolo (Atoyac de Álvarez, 1970). Autor de los libros: Las regresiones del mar (1998) El responso del gato (2000), No es el viento el que disfrazado viene (2004), Diente de león (2009). Becario del Fondo para la Cultura y las Artes de Guerrero 2006 y 2008. Premio Nacional de Poesía Mérida 2012.

Variaciones Carlos f . Ortiz i Contempla al vacío, pequeño, mira la noche con vértigo, la tormenta tiene en el ojal un viento rojo boca de salvaje animal que llora tu belleza. Un juego donde nadie gana, espejismo infantil al mediodía. Mientras se columpian frágiles las horas en la infinita sonrisa de la tarde. A cambio de qué el abismo atrae su mirada. En el columpio del parque se balancea con el chirridito del metal su infancia, el motín de hormigas hacen travesuras en sus pies descalzos. Da lo mismo, canta en voz baja. Carlos f. Ortiz (Chilpancingo, 1975). Su trabajo ha sido publicado en la Antología de poetas jóvenes editada por Conaculta (1999) y en Poetas y narradores de la selva cafetalera, editado por Fábrica de letras (2000). La Universidad Autónoma de Guerrero le publicó Sueños prosaicos; también presenta el libro Poebrio, editado por La Tarántula Dormida (2000).

Sirvo la primera taza de café de la mañana; cargado para no continuar incluyéndome en esta pesadilla. Alguien abre la ventana de enfrente, una muchacha asoma la cabeza, trae el cabello alborotado. Pasada la mitad del alba descubre la cortina una anciana, detrás la muchacha detiene el tiempo un segundo, mi corazón se luce como la puerta de un árbol extinto. Antonio Salinas (Acapulco, 1977). Autor del libro Serial, feta, (2011). Becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes FONCA 2010-2011.Coordinador del Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores en Acapulco.

Bajo el signo del cardo Ulber Sánchez Ascencio Estamos en julio y tu sexo se transforma en una parvada de gaviotas que ignora las distancias. Jeremías Marquines

Mi abuelo huele el sexo de Raquel, el olor de los fémures lo atestigua como un canto subterráneo, el deseo de tu sexo, la caricia que eyacula. Mi abuelo sabe de estas cosas por el diablo. No obstante, en su constricción inmemorial, el placer es un rechazo cuando Raquel extravía sus pensamientos más allá de lo extraño. Tus lágrimas al final de la desnudez, el olor de tu sexo como un camaleón pastando extrañamente. El sexo es el equilibrio del mundo, piensas mientras bebes tu taza de café. Eres el licor más dulce cuando tus piernas aprietan mi cuerpo. Tus senos donde descansa mi estrés y mi ocio. Recorres con tu vista la desnudez de Raquel, y dibujas una caligrafía extranjera en sus labios. Trato de no buscarte en una historia contada por el ministerio público, ni en las hipótesis de mi madre. Trato de buscar una sola razón que justifique tu fuga. Ulber Sánchez Ascencio (Tepetixtla, 1978). Obtuvo el primer lugar en el v Certamen Estatal de Poesía y Cuento María Luisa Ocampo en la categoría de Poesía. Ha publicado la plaquette Los que miran hacia abajo no duermen, Ediciones Tarántula Dormida (2009). Días como esas tortugas que van al mar, Versodestierrro (2010), y Como música de Mahler moran las tristuras de la infancia, Instituto Mexiquense de Cultura (2011).


Guerrero Vecinos

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Brenda Ríos

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Yelitza Ruíz

Zel Cabrera

La pared de mi cabecera es la pared de cabecera de mi vecino. Escucho su televisión y él escucha la mía. Dormimos cabeza con cabeza, separados apenas por un muro blanco. Su balcón da a mi balcón. Nunca lo he visto. La entrada a su departamento es por otra puerta. No sé su rutina. En las noches la luz se asoma de su recámara. Nuestras cabezas tan próximas y, unidos por la intermitencia del televisor, la luz oblicua, la constancia de nuestra proximidad somos más hermanos que otros, saber que está aquí al alcance de mi mano (si toco el muro quizá él toque el muro) por algún motivo hace que la noche siga con su ritmo aletargado de noticiero esas voces eléctricas que suplen nuestras invisibles conversaciones nuestros roces verdaderos ¿a qué más? somos más amigos que otros: nos une un espacio en el mundo y las palabras que no hemos cruzado.

Los foráneos anuncian no volver a la ciudad. Comentan que los trenes no vienen a menudo, se quejan de la ausencia de puentes, la pérdida de mapas. Me quedo en silencio, ¿Cómo decir que he construido una ciudad sobre la misma? donde el tren no se aburre en la rutina de los rieles y la voz es cicatriz que muerde sonidos ya difuntos.

Brenda Ríos (Acapulco, 1979). Se gana la vida en asuntos relacionados con la palabra impresa; a veces da clases o traduce o escribe en cafés o edita libros. Ha sido becaria de los siguientes lugares: Fundación para las Letras Mexicanas (2003-2004); Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Jóvenes Creadores: 2009-2010), Residencias Artísticas Libre Gestión, Brasil (2011) Pecda Gro. (2011).

7 Citlali Guerrero Hay un espejo de ceniza tu hígado está descompuesto tu tímpano tiene agujeros de dos noches. Hay un espejo ¿Qué miras atrás de mi sexo vigilado por un Ángel negro? Inmóvil estamos ante lo repetido de las cosas nos despedimos del alba, de los puertos, de tus ojos. Ya no fuimos, nadie se ha dado cuenta. Citlali Guerrero (Copala, 1971). Ha publicado los libros Llorando el naufragio, Editorial Universidad Autónoma del Estado de México y Tinta de Alcatraz, Los pantanos son algo verde como el deseo, Editorial Universidad Juárez Autónoma de Tabasco; Todas las horas alumbran, Coedición Editorial Praxis, ige y Conaculta. Premio Estatal de Poesía María Luisa Ocampo.

Yelitza Ruíz (Iguala de la Independencia, 1986) Egresada de la Licenciatura en Derecho por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, ha publicado la plaquette Abril en casa, Ediciones Tarántula Dormida (2011) y poemas en revistas universitarias y electrónicas.

Reconstruyo el tiempo, un año entero, cae tu nombre y la visión de un par de días de otoño. Me aferro a rehacerlo todo, a volver a inventarte en un papel, a soñarte en un poema, a persuadir a la muerte –y pienso: ¿Qué fue de los días de tu risa? ya no me dices que no debo olvidarte: ¿es acaso que desafío la ausencia? Ahora sé que duermes detrás del silencio. Zel Cabrera (Iguala de la Independencia, 1988). Es egresada de la Licenciatura en Periodismo de la Escuela Carlos Septién. Ha publicado la plaquette Naufragios, Ediciones Tarántula Dormida. Actualmente es becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Guerrero.

Santifiquemos a la ira Jorge Manzanilla Alguna vez existió la palabra paz fue de relieve y de cauce terso, diplomática, elegante, de baños blancos mantuvo el deseo de convertirse en pradera paciente Ser aire y nube jubilosa. Fue venerada por hippies y por el descanso eterno. –Todo tiene un fin, dijo alguna vez el escarnio . Llegaron los soldados de la impaciencia, el agua se turbó de fangos. No hubo poeta ante el cártel del olvido Jorge Manzanilla (Mochitlán, 1986). Director del pasquín literario semanal Esta Humanidad tan Llena de Grietas. Obtuvo mención honorífica en el Torneo de Poesía 2010 organizado por Versodestierro. Ha publicado las plaquettes: Sonido de Barro, Ediciones Tarántula Dormida (2010) y Que me sepulten recos­ tado en la palabra, Editorial La Catarsis Literaria el Drenaje, de Mérida, Yucatán (2011).

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creación

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Feedback Francisco J. Garrido

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a radio aturde, la televisión es hipnótica, como serpiente de celuloide, e internet marea, madrea. Por eso yo seguiré leyendo periódicos impresos, donde sé que, aunque entre líneas, encontraré la verdad. Claro que se puede engañar a un radioescucha, televidente o escaneador de pantallitas luminosas, pero a un lector de periódico que se toma en serio su papel, que consigue el tiempo suficiente para la relectura y el análisis crí­ tico y que no tiene miedo a mancharse los dedos de tin­ ta, es muy difícil hacerlo caer en la trampa. En estos tiempos, cuan­ do el que no seamos para­ noicos no quiere decir que no conspiren contra noso­ tros, buscar es una tarea impostergable y yo tengo la paciencia, disciplina e inteli­ gencia suficientes para hacerlo, y de paso alertar a los menos capacitados. Para cumplir mi sagrada misión busco en todas partes, porque la verdad –como la mentira‒ cabe en cualquier lugar, pe­ ro desconfío de aquellas ediciones, sobre todo dominicales, cuya lectura comple­ ta requeriría más de 24 horas de trabajo continuo; o de aquellos modernos perió­ dicos, más preocupados por no ensuciarte que por informar. Es más, para mí es un orgullo que a pe­ sar de mantener mis uñas muy cortas bajo ellas se me vaya incrustando la negra tinta, que también llena ya, parece que sin intención de abando­ narme, las depresiones más profundas de los surcos que conforman mis huellas digitales, porque las yemas de mis dedos recorren –a veces creo que por cuenta pro­ pia‒ con avidez las letras que van ocultando y revelan­ do poco a poco para resaltar el interés al cerebro. Mis métodos de desentrañamiento del mensaje (o mensajes) plasmados sobre el papel periódico van dando frutos, y ya he podido formar un grupo de adictos, digo, adeptos a mis sin modestia falsa certe­ ras revelaciones. Pero el éxito cobra su factura en com­ promisos cada vez mayores, al punto de que conforme quito horas al sueño para endosárselas a la lectura de periódicos, la tinta va trepando por mis dedos, len­

tamente pero sin detenerse, desafiante, como sabiendo que yo no puedo oponerle resistencia. Sube, pinta, cubre y además va dejando gelatinosos los territorios conquistados. Por lo pronto ya es dueña in­ discutible de la voluntad de mis de­ dos, quienes perdieron su libertad por andar queriendo independi­ zarse de mí. Mientras más me cubre, la tinta va aprendiendo a es­ cribir con sus dedos-herra­ mienta, o al menos a rees­ cribir las noticias a su antojo. Tal apropiamien­ to me ayudó a l principio: ya no tenía que releer y analizar crítica­ mente para entresacar la ver­ dad, pues ésta se me re­ velaba en escritura automática con­ forme mis de­ dos como de gelatina de petró­ leo recorrían las páginas del periódico, reescribiéndolas. Lo malo fue cuando en esas condiciones pasamos por una sección cultural de domingo que contenía la reseña de una novela, pues justo allí los dedos, la tinta, yo; se, me, nos con­ tagiaron, contagió, contagiamos por el gusto a la fic­ ción. Entonces olvidé mis afanes por revelar verdades esenciales y mandé al cuerno a mis adeptos, que ellos se las arreglaran como pudieran, al fin que nunca fueron muchos. Para cuando por mi condición y consistencia tuve que mudarme a un tintero, sin más pertenencias que mis nue­ vas, intensas, ganas de fantasear, me dediqué a cazar pedazos de papel virgen, blanco, sin mácula, e impreg­ narlos de arañas-letras para enredar palabras, frases, lí­ neas, párrafos, páginas, historias. Pero esa tinta en la que me había convertido, tan contaminada de noticias y del afán por encontrarles la verdad, se convirtió en una mal pergeñadora de ficciones como, he ahora de reconocer, muchos periódicos eran malos contadores de verdades. A punto de desenmarañar el enredo de las verdades relativas y las mentiras que no lo eran tanto, mi casa se quedó vacía y yo desaparecí sin remedio de esta vida tan manchada •

Ilustración de Marga Peña

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cuento

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Promenade Luis Bernardo Pérez

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s el menos conocido de los deportes olímpicos. Carece del brillo que distingue a otras pruebas y no propicia pugnas ni rivalidad entre los participantes. Tampoco lleva al límite la resistencia física del atleta ni provoca el arrebato del público. Quizá por estas razones ha pa­ decido el menosprecio de los medios de comunicación, los cuales sólo mues­ tran interés por aquello que pueden transformar en espectáculo. También es desdeñado por ciertos cronistas demasiado escrupulosos, quienes descalifican toda competencia donde no se hace alarde de fuerza, rapidez o resistencia. Sin embargo, debemos recordarles a estos últimos que el principal promotor de dicho deporte fue el mismísimo Pierre de Coubertin, fundador de las Olimpiadas modernas. En efecto, poco antes de morir, el barón quiso darle a los Juegos un con­ trapeso capaz de atenuar la excesiva rivalidad que comenzaba a adver­ tir en ellos. Temía que, con el paso del tiempo, la justa olímpica ter­ minara centrándose exclusiva­ mente en el aspecto competitivo y dejara de ser un encuentro fra­ ternal entre las naciones. Por tal motivo propuso un evento que fuera la negación misma de la lu­ cha y la confrontación. Pese a la validez de sus razones, la iniciativa del barón despertó en su momento poco interés. Al final fue aprobada solamente para no con­ trariarlo. Desde entonces el nuevo de­porte comenzó a practicarse de ma­ nera oficial. El propio De Coubertin Turistas en la antigua Olympia se alinean en el bloque lo bautizó con el nombre de pro­menade, original de salida del maratón clasificándolo dentro de las pruebas de fondo. Se realiza durante la prime­ ra semana de competencias y concluye con el fin de los Juegos. Al igual que la maratón y la caminata, tiene lugar en las calles de la ciudad, pero no cuenta con una ruta preestablecida, aunque quizá sería más justo decir que posee tantas rutas como atletas toman par­ te en ella. Así, cuando suena el disparo de salida, cada cual elige su propio camino de acuerdo con el impulso del momento o siguiendo alguna secreta intuición. Como es de suponerse, tal proceder desconcierta a aquellos es­ pectadores poco familiarizados con esta modalidad deportiva. El nombre de promenade, palabra francesa utilizada aquí en su acepción más amplia ‒en el sentido de paseo‒ da una muy buena idea de la natura­ leza de esta disciplina. El participante tiene prohibido correr. Tampoco se le permite ejecutar el característico trotecito de los marchistas. El ritmo a seguir deberá ser, como el propio nombre lo indica, el del paseante que recorre la ciudad, libre de apremios y obligaciones, deteniéndose de tanto en tanto para apreciar el trazo de las avenidas, los monumentos a los héroes locales y los edificios públicos. Es un avance sosegado que invita a mezclarse con la gente que se reúne en las plazas y jardines. El reglamento autoriza visitar los museos, conversar con los transeúntes, entrar a las tiendas para com­ prar tabaco y echar una mirada a los tenderetes de bazares y mercadillos. Más que una sobresaliente condición física, este deporte reclama un es­ píritu curioso, sociable y, sobre todo, sereno. También demanda una sensi­ bilidad receptiva, capaz de entregarse al disfrute de las pequeñas cosas de

la vida: el agua fresca de las fuentes, el ir y venir de las palomas en los par­ ques, la arquitectura de las casas antiguas, el escaparate de una tienda de numismática, el pregón de un vendedor callejero, el sabor de los platillos típicos del lugar o el delicado rostro de una mujer, entrevisto fugazmente, tras el cristal de una ventana. Acorde con este espíritu, la entrada al estadio carece de espectacularidad. Los participantes no son recibidos en medio de aplausos y vítores. General­ mente ingresan por una puerta lateral y la ceremonia de premiación es rea­ lizada de manera discreta. Y, desafiando la lógica tradicional, el ganador no es el que llega primero; aquí la victoria está determinada por la cantidad y calidad de las experiencias vividas durante las jornadas previas, lo cual hace que la decisión de los jueces re­ sulte en extremo difícil y se apoye en criterios demasiado subjetivos. Ello no desata polémicas pues, en el fondo, nadie se muestra demasiado ansio­ so por reclamar la victoria. Ésta se en­ tiende, más bien, como una conquis­ ta interior, como un triunfo personal que no precisa de medallas ni coronas de laurel. Suele ocurrir que ciertos partici­ pantes continúen con la competen­ cia aun cuando ésta haya concluido oficialmente. Tales personas se han dejado seducir por la ciudad y se adentran en su geografía, perse­ verando en un recorrido cuyo tér­ mino quizá ni siquiera ellos cono­ cen. En ocasiones se los encuentra uno en la calle. Algunos ya son viejos. Es posible identificarlos gracias al unifor­ me de competencia, el cual portan con orgullo pese a que los colores repre­ sentativos de su país casi se han desvanecido a causa de la lluvia y el sol. Se les ve en las terrazas de los cafés, jugando dominó al aire libre, paseando por alguna avenida arbolada o entre las personas que, en una esquina cualquie­ ra, escuchan a un ciego tocar el acordeón •


Robert C

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reportero de guerra

Berlín, 1931-33

E

Manuel García

l trabajo de Robert Capa, según su biógrafo Richard Whelan, se inscribe en la historia de la prensa gráfica del siglo xx, una historia vincula­ da a la revolución industrial, la evolución de las cámaras fotográficas y el concepto de la fotografía. Por su formación en Budapest (1913-31), su inicia­ ción en la fotografía en Berlín (1931-33) y etapa pro­ fesional en París (1933-1936), el discurso visual de Robert Capa se nutre de la escuela fotográfica hún­ gara de Jozsef Pécsi; Lajos Kassák y Gyorgy Kepes; del reporterismo berlinés de Harald Lechenperg, Félix h , Man y Otto Umbehr (Umbo) y de la fotogra­ fía que hacían en París fotógrafos como Henri Car­ tier-Bresson, Giselle Freund, André Kertesz, Hans Namuth, David Seymour y muchos más. El de Capa es un trabajo que, al cabo de los años, tuvo un amplio reconocimiento internacional, gra­ cias a la gestión del International Center of Photo­ graphy de Nueva York.

Budapest, 1913-31 Robert Capa, cuyo nombre de pila era André Fried­ mann, nació el 22 de octubre de 1913, en la ciudad húngara de Pest. Por entonces Budapest estaba todavía dividida por el Rio Danu­ bio en dos barrios distintos: Buda y Pest. Inscrito en el Imre Madách Gymnasium de Barcsay Utca, allí haría sus estudios secun­ darios, formándose en la lengua hebrea y la cultura judía. Su primer contacto con la fotografía lo haría a través de Eva Besnyö, amiga y fotógrafa. Su primer encuentro con la cul­t ura lo hizo a través de Lajos Kassák, fotógrafo y fundador del periódico Munka. Interesado por la literatura y la política decidió, desde muy joven, dedi­ carse al periodismo. Tras los diversos avatares de Hungría en la primera gue­ rra mundial, la llegada al poder de Béla Kun (1918) y el golpe de Estado posterior del almirante Horthy (1919) y la perse­ cución de la izquierda (1931), decide abandonar Budapest e irse a Berlín.

Instalado en Berlín, Capa se inscribe en la Deutsche Hochschule für Politik con el ánimo de ampliar su formación política. Gracias a Eva Besnyö contacta con Simon Guttmann, director de la agencia Dephot (Deutscher Photodienst), donde se inicia como ayu­ dante de laboratorio, hasta que en 1932 lo envían a Suecia para cubrir un mitin de León Trotsky, que publicaría en la revista Der Weltspiegel, siendo el primer reportaje de su carrera profesional. Al ser nombrado Adolf Hitler como canciller de Alemania (30/ i /1933) y ante el ascenso de los nazis y perse­ cución de la gente de izquierdas decide, con el apo­ yo de una organización judía, marcharse de Berlín y regresar a Hungría.

París, 1933-36 En el otoño de 1933, Csiki Weisz y André Friedmann llegan en tren por la Gare de l’Est a París. Allí contac­ tan con la Schutzverband Deutscher Schriftsteller, que se reunía en el Café Mefisto, a donde acudían emigrados como los escritores Arthur Koestler, Egon Erwin Kisch, Gustav Regler, Paul Westein y otros. A lo largo de su estancia en la capital francesa conoce, entre otros, a los fotógrafos Cartier-Bresson, Giselle Freund, André Kertesz, Hans Namuth y David Sey­ mour. Los años parisinos son duros y llenos de in­ certidumbres laborales, hasta que la Agence Centrale, creada por los hermanos Kart y Hans Steinitz, le encargan algunos reportajes e incluso le facilitan una cámara Plaubel Makine para que realice su trabajo; oportunidad que amplía con los encargos que, desde Zurich, le hace de vez en cuando para empresas sui­ zas Simon Guttmann. Así sobrevive, hasta que conoce a Gerta Pohorylles (1910-37), con quien compartiría, desde entonces amistad, trabajo y pasión personal.

En la capital francesa, Gerta Pohorylles se convier­ te en la fotógrafa Gerda Taro y André Fiedmann en Robert Capa, iniciando sus colaboraciones con la Agencia Anglo Continental (1934), creada por Fritz Goro y Marie Eisner. De esta manera, Capa hace su primer viaje a España, donde realiza un par de repor­ tajes sobre el boxeador Paulino Uzcudun en San Se­ bastián y el aviador Emilio Herrera en Madrid, que publicaría en las revistas Vu (París) y Berliner Illustrierte (Berlín). La creación, por Marie Eisner, de la agencia Alliance Photo (1934), que distribuye los reportajes para las agencias abc de Ámsterdam y Black Star de Nueva York, amplía sus perspectivas profesionales. En los albores de 1936 cambia por completo la si­ tuación política tanto en España como en Francia, al ganar el Frente Popular las elecciones en ambos países, con la diferencia de que Francia se enfrenta a importantes protestas de la clase trabajadora y Es­ paña a una rebelión militar.

De los Cuadernos de guerra de España a La maleta mexicana Primero fue el hallazgo de las fotografías de los Cuadernos de guerra de Robert Capa, conservados en los Archives Nacionales de France en París, exhibidas por vez primera en el Congreso Internacional de In­ telectuales y Artistas (Valencia, 1987). Quizá lo más asombroso del hallazgo no fue recu­ perar los negativos de sus reportajes, remitidos a las agencias de prensa de la época –Anglo Continental Press-Photo, Alliance Photo, Back Star, etcétera– y a las revistas ilustradas del período –Vu, Regards, Life, etcétera‒, sino los álbumes de sus fotos, testi­ monio excepcional del meticuloso trabajo del re­ portero de prensa. Luego fue el hallazgo de la llamada La maleta me­x icana, que apareció en Ciudad de México en 2007 y contenía –según reporteó en su momen­ to Merry MacMasters en La Jornada (México, 13/ ix/2013‒, unos 4 mil 500 negativos de la Guerra civil española atribuidos a los fotógrafos Ro­ bert Capa, David Chim Seymour y Gerda Taro.

Robert Capa, fotógrafo de guerra, 1936-39 Así, el 5 de septiembre de 1936, llega Robert Capa a Barcelona y da comienzo el primer tra­ bajo como reportero de guerra, una labor que entre 1936 y 1937 comparte con Gerda Taro, cuya autoría, en algunas secuencias, todavía plantea dudas entre los expertos. La cobertu­ ra de la Guerra civil española pasa por diver­ sas etapas. La primera es el trabajo conjunto de Capa y Taro por Barcelona, el Alto Aragón, Madrid, la provincia de Córdoba y el Congre­ so de Intelectuales Antifascistas en Defensa de la Cultura, hasta la muerte trágica de Ger­

Interior de La maleta mexicana con miles de negativos tomado


Capa

5 de enero de 2014 • Número 983 • Jornada Semanal

Primera cámara Leica de Robert Capa en 1932 usada para fotografiar a Trosky en Dinamarca

Niña en el Centro de Refugiados en Tránsito, Barcelona, 1939

da Taro (1937). La última es el retorno, ya en solita­ rio, de Robert Capa a Madrid, Teruel, el frente del Segre, los reportajes sobre los refugiados de Tarra­ gona a Barcelona, la despedida de las Brigadas Inter­ nacionales y los campos de concentración franceses (1938-1939). En medio está el periplo de Capa como reportero y ayudante de cámara de Joris Ivens ‒autor del documental Spanish earth (1937, en el conflicto chino-japonés (1938). Como quedó evidenciado en las exposiciones Fotografía e informazione di guerra (Venecia, 1976) y La guerre civile espagnole (Barcelona, 2003), la imagen de la guerra es la suma de las imágenes foráneas y las imágenes lugareñas. Al trabajo realizado por repor­ teros gráficos extranjeros como Robert Capa, Hans Namuth o David Seymour, hay que añadir el de re­ porteros gráficos españoles como Agustí Centelles, Foto Mayo o Finezas, por poner sólo unos ejemplos. Estamos hablando de fotografías que publicaba tan­

os por Robert Capa, durante la Guerra civil española

sigue

F

Fotos tomada del libro: Robert Capa, cuadernos de guerra en España (1936-1939), editado por la Diputación Provincial de Valencia

Retirada de las Brigadas Internacionales, Madrid, 1938

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Robert Capa antes del desembarco en Normandía, 1944

to la prensa ilustrada extranjera –Vu, Life, Picture Post, entre otros medios‒ como la prensa ilustra­ da española: abc , Ahora, Crónica, Mundo Gráfico, La Vanguardia, etcétera. Una de las virtudes de la exposición La maleta mexicana, exhibida en México, con hojas de contac­ tos, setenta fotos, sesenta revistas y un par de fil­ mes, de imágenes realizadas por Capa, Seymour y Taro, es que desglosa la obra a través de los re­ portajes de las revistas; los álbumes del autor y las fotografías de mayor impacto del período. Todo esto permite ahora valorar mejor el trabajo nóma­ da de este autor y sus amigos, que van recorriendo de norte a sur la geografía española para testimo­ niar el conflicto bélico en la prensa extranjera.

como el fotógrafo español Agustí Centelles. El periplo español pasa por Madrid camino de To­ ledo y la provincia de Córdoba, en cuyo Cerro de Muriano captaría la muerte de un miliciano, que sería una de las imágenes emblemáticas de la Guerra civil española, reproducida en las revistas Vu (París, 23/ ix /36); Regards (París, 1937) y Life (Nueva York, 12/ vii /1937). Como se mencionó, en 1936 y 1937 todavía tra­ bajan juntos Robert Capa y Gerda Taro para cubrir reportajes en Madrid, Teruel y Valencia, hasta la muerte accidental de la fotógrafa en Brunete. Los reportajes evocan retratos en primer plano de milicianos, destacando la diversidad de los uni­ formes y las expresiones todavía sonrientes de muchos de ellos y detalles de los republicanos luchando desde las trincheras.

Una guerra, unas imágenes

El final de la Guerra civil española, 1938-39

La ciudad de Barcelona, en el verano de 1936, apa­ rece a través de varias secuencias: una pareja de milicianos sonrientes, disfrutando del sol en una plaza pública, con la peculiaridad de que el hom­ bre lleva corbata, moño azul y un fusil en la mano (1936); el retrato del niño vestido de miliciano con una gorra de la Unión de Hermanos Proletarios; una cartuchera y correaje de cuero y un fusil de juguete de madera al hombro; una sonriente es­ tampa del tren, lleno de milicianos que desde la Estación de Francia, seguramente, parte en pleno estío hacia el frente bajo la consigna: “Jurad sobre es­ tas letras, hermanos: antes morir que consentir tiranos.” Con ese bagaje urbano, Robert Capa va al frente del Alto Aragón, donde aparecen los fu­ siles, las trincheras y los milicianos anarquistas que, por esas fechas, combatían en el frente y lue­ go captarían tanto la fotógrafa húngara Kati Horna

El retorno de Robert Capa a España coincidió con la despedida de las Brigadas Internacionales. Aún le dio tiempo a estar en Les Masies y en Bar­ celona, para fotografiar los rostros de los volun­ tarios llegados de todas partes del mundo para defender los valores de la España republicana. En Barcelona, en el Hotel Majestic, vuelve a en­ contrarse con buenos amigos: el periodista Her­ bert Matthews; el escritor Ernest Hemingway y el fotógrafo David Seymour. Al grupo se unen la periodista inglesa Diana Forbes-Robertson y la pe­ riodista estadunidense Martha Gellhorn. En apenas unos meses y en la transición del otoño de 1938 a los primeros días de 1939, Robert Capa cu­ bre periodísticamente el frente del río Segre, que consigue publicar en portada y páginas centrales en las revistas Regards (24/ xi /1938), Picture Post (3/ xii /1938) y Match ( 22/ xii /1938).

Bombardeos, trincheras, heridos. De nuevo la guerra. Sin olvidar el factor humano. La evacua­ ción a hombros de un herido, el cigarrillo en el frente de un miliciano, el rostro de un periodista leyendo entre la maleza el periódico del día. El siguiente reportaje tiene que ver con el avance de los militares franquistas que han llegado a Vina­ roz y fuerzan la huida hacia el norte de miles de refugiados, como lo evidencia la portada de Regards (París, 16/i /1939). Los horrores de la guerra no impiden que en esos reportajes vuelva a mos­ trar su sensibilidad al evocar los perfiles humanos de la población civil. A Francia se dirigen, en febrero de 1939, miles de republicanos, hasta llegar a la zona de desar­ me y control de los refugiados, poco antes de en­ trar en territorio francés y ser internados en im­ provisados campos de concentración a orillas del mar. El automóvil de Jimmy Sheean sirve para trasladar a Francia a Matthews, Forrest, Gallager y Capa. Este último aún tuvo energías para re­ gresar a los campos de concentración de Argelèssur-Mer y Le Barcarés, y dar testimonio de las escenas de los refugiados hacinados en barra­ cones improvisados a orillas del mar Mediterrá­ neo. Esta fue una labor que hizo hasta poco antes de que el general Lázaro Cárdenas, presidente de México entre 1934 y 1940, decidiera dar asilo a miles de españoles que llegarían al puerto de Veracruz en los barcos Sinaia, Mexique y Flandre, bajo la gestión solidaria desde Marsella de la du­ quesa de Atthol, el cónsul Gilberto Bosques y el museógrafo Fernando Gamboa. Ese año comenzaría la historia de los refugia­ dos españoles en tierra mexicana, cuyas últimas instantáneas fotográficas, en los campos de con­ centración franceses, captarían Robert Capa, Agustí Centelles y David Seymour, entre otros, como testimonios de esa historia que, en breve, cumplirá ya setenta y cinco años •


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leer

Jornada Semanal • Número 983 • 5 de enero de 2014

La parábola de Pablo, Alonso Salazar J., Planeta, México, 2012.

UN ESPEJO EN EL CUAL MIRARSE EDGAR MORÍN

E

sta es la historia de un adolescente que, como tantos otros, soñó con tener su primer millón de pesos antes de cumplir treinta años. En 1962, cuando tenía trece, además oyó hablar de la Revolución cubana y de la teología de la liberación, y en la escuela aprendió una serie de frases antiimperialistas y antioligárquicas que repetiría el resto de su vida. Quería ser izquierdista pero rico, y terminó como rey de los bandidos. Con su hermano el Osito y otros allegados, emprendió el negocio de la cocaína, mismo que, en pocos años, lo llevó a tal punto que, junto a socios como los Ochoa o Gonzalo Rodríguez, el Mexicano, entre otros, acabaron por crear lo que la burocracia antidrogas y no pocos periodistas mitificaron como el cártel de Medellín. A los veintiocho años ya tenía su primer millón, pero de dólares, y luego vinieron tantos más que comenzó a patrocinar obras sociales, como canchas deportivas o construcción de viviendas. Las propiedades se multiplicaron, en su hacienda instaló el zoológico más grande de Colombia, y llegaron las fiestas con reinas de belleza o bacanales con jovencitas que vendían su virginidad por unos miles y eran videograbadas en secreto. Tanto dinero también trajo consigo envidias, enemistades, políticos necesitados de efectivo para sus campañas, así como muchos jóvenes pobres que seguramente soñaban con ser ricos, pero fueron devorados por la maquinaria de una violencia de tipo industrial, sobre todo a partir de que se hizo público que semejante fortuna provenía del tráfico de cocaína. La ascendente carrera política quedó truncada. Entonces vino la guerra contra el Estado, en una espiral que produjo miles de muertos, amenazas de extradición a Estados Unidos, desarrollo del paramilitarismo, el terror de los cochesbomba, secuestros y asesinatos de periodistas, jueces o políticos. También divisiones tan profundas con los antiguos socios, que varios formaron a los llamados pepes e hicieron alianzas con sus enemigos de Cali y el gobierno mismo para dar con él y matarlo, cosa que en buena medida fue lograda a consecuencia de esa debilidad suya de querer mantener contacto con la familia. Estos son fragmentos de la intensa vida de Pablo Emilio Escobar Gaviria, el Patrón o Pablito, como también le llamaron muchos de quienes nunca alcanzaron el tan anhelado millón. Se trata de una

parábola de tipo biográfico escrita por un periodista colombiano conocedor del fenómeno de la violencia y el narcotráfico (de hecho, Salazar fue de los primeros en entrevistar a jóvenes sicarios en el recomendable No nacimos pa’ semilla), que sin apologías de por medio describe ascenso, gloria y caída del capo colombiano. Es una historia que después se convirtió en exitosa teleserie y fenómeno mediático sobre el que escribió incluso un Premio Nobel. Reveladora, no sólo por dar cuenta de las condiciones estructurales que generan actores sociales de este tipo, o las contradicciones mismas del atractivo que personajes como Escobar producen, sino espejo en el que pueden verse semejanzas y diferencias significativas para entender mejor la actual tragicomedia mexicana • Una tierra para sembrar sueños. Historia reciente de la selva lacandona, 1950-2000, Jan de Vos, fce - ciesas , México, 2011.

EL BOSQUE Y LA GUERRA RAÚL OLVERA MIJARES

P

ocos libros constituyen un testimonio de amor hacia la humanidad y la naturaleza, los dos brazos de la balanza para lograr un equilibrio perfecto entre la justicia social y la cósmica, además del estudio asiduo y paciente de una serie de materiales diversos, como contratos de compañías madereras, títulos de propiedad que decretos presidenciales fueron haciendo cambiar de manos, descripciones pormenorizadas de antropólogos que se internaron en la selva e incontables relatos de los variados agentes en litigio alrededor de un territorio conocido otrora como el Desierto de la Soledad, una vasta región del estado de Chiapas, hogar inmemorial de los indios caribes, la cual ha venido a llamarse Lacandonia, sede de la mayor reserva de la biósfera en México, Montes Azules, y dos zonas arqueológicas, Bonampak y Yaxchilán. Jan de Vos van Gerven (Amberes, 1936-Ciudad de México, 2011), quien acostumbraba caracterizarse a sí mismo como especialista en historia regional, aunque también lo era en etnohistoria e historia ecológica, con cerca de cuarenta años en México, llegó como miembro de la Compañía de Jesús en 1973, estuvo por largos años a la cabeza del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social en San Cristóbal de las Casas y es autor de la trilogía más importante en la historia de esa apartada y compleja región de Chiapas. Estudioso que siempre se mantuvo al día respecto de los imprescindibles hallazgos de los etnólogos, por una parte, y la importancia de las estructuras narrativas en la historia, muy en la vena de Carlo Ginzburg y la escuela microhistórica italiana, sin por ello

adherirse sin más a sus filas ni sostener sus postulados, Jan de Vos ensayó una armazón nueva en su último libro. Pocos segmentos en la historia reciente o remota de México exhiben, en un lapso relativamente breve (cincuenta años), cambios de una magnitud tan notable, basados en seis factores: la migración campesina, la degradación del ambiente, la movilización de masas, la exacerbación de los fundamentalismos religiosos, el despertar de una conciencia política y el levantamiento armado. Los respectivos actores en este contexto tan delimitado que pronto habrían de conducir a un conflicto de intereses son una compañía maderera, un gobierno populista, una diócesis misionera, varias organizaciones campesinas, quinientas colonias de pioneros, cincuenta campamentos de refugiados guatemaltecos, un reducido pero valeroso contingente de un ejército de extracción indígena que defendía sus derechos. El autor echa mano de una serie de entrevistas a fin de aportar la perspectiva de ocho personas reales. Las demandas humanas, ecológicas, de justicia social, de dejar un legado sustentable para las generaciones venideras ahí quedan. Ahora habrá que ver que no se otorguen nuevas concesiones para talar los pocos árboles que aún están en pie, y que se apoye una agricultura y una silvicultura racionales •

Animales sin papeles, John Berger y Atziri Carranza, Ítaca/La Cabra Ediciones, México, 2013.

Los textos corresponden a Berger y las tintas a Carranza, y juntos componen un volumen que es una verdadera delicia: bestiario de aires poéticos, en él viven y conviven tigres, perros, zorros, pumas, serpientes, becerros, caballos, cocodrilos, elefantes… Prologado por Ramón Vera –editor y traductor al español–, y en tres idiomas porque se suma la traducción al francés de Yves Berger y Amandine Semat, este álbum zoológico-literario renuncia a las clasificaciones, como los seres que lo pueblan han renunciado, con la colaboración de Berger y Carranza, al silencio y la invisibilidad.

visita nuestro PDF interactivo en:

http://www.jornada.unam.mx/

REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA Y LITERATURA Xabier F. Coronado Entrevista con Fernando Vallejo

próximo número @JornadaSemanal

Tamayo y la evolución del color La Jornada Semanal


arte y pensamiento ........

5 de enero de 2014 • Número 983 • Jornada Semanal

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Jair Cortés jair_cm@hotmail.com twitter: @jaircortes

MENTIRAS TRANSPARENTES Berenice Para Francisco Torres Córdova

Huelo a pus, a sudor, a polvo. Son incontables los olores del pan, de las frutas, de la grasa que se dora, pero mi sola mueca la dibuja el hambre. Había dos hermanos. Hambrientos. Una tarde la bestia ya no quiso verlos. Fueron un muro de sangre en sus ojos de vidrio. Nos quedamos solos los tres. La bestia lame insaciable. Lame a la otra mujer. Antes ella me arrullaba; me ponía piedras en la boca para consolarme; no pudo mostrarme nunca el color de la leche. Yo la miro sin decir nada. En sus radiantes, rojos labios rotos no hay risa que relumbre. La bestia los muerde, los lame, los chupa, pero mira los míos. En el pliegue más suave, allí muerde. Escurre la sangre y la bestia lame. La mujer me mira con odio porque sabe que son mis labios los que la bestia mira. Al alba oscurece mi rostro. Y de pronto una boca más grande que mi boca, la hinchazón de su lengua, el calor de su cuerpo, el golpe de su pulso en mis oídos •

Guillermo Samperio Nube apenas naranja Lo que me ocurre, antes de irme a la cama, en esta mi noche, es que acaba de caerme una ángela en los brazos, que dormía en una nube apenas naranja. Giró a su derecha y se salió del borde nuboso, se desplomó sin poderlo evitar; ahora la tengo aquí, semidormida. Esboza una media risita mientras yo le doy sólo un medio beso suave, un casi no-beso. Soy Diana, para ti, dijo. Dije: Soy Guillermo para ti. Estamos iguales. Pero, ahora, lo inconcluso la hace buscar, de mis labios, la otra parte del beso, la cual consigue, un casi sí. A partir de allí nos metemos abrazados en la nube. Fuimos advirtiendo, mientras nuestro amor se expandía, que la nube cobraba un tono naranja casi explosivo. Allí, en medio del celestial encuentro y luego de la explosión, la nube se había vuelto violeta oscuro; como nuestros labios mórbidos. No sé cuántos años llevo con ella, pero sus clases para ser ángel cada vez las entiendo menos. A ella le sigue interesando hacer estallar nubes con luminiscencias diversas. La que más usa es cuando la nocturnidad nos cubre y miro las maneras en que su cuerpo se contorsiona en la oscuridad. Sobre mi cuerpo es una danza deleitable de fulgores •

BITÁCORA BIFRONTE

Felipe Garrido

La poesía que alumbra la memoria

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on la publicación de la antología de poemas Si en otro mundo todavía (Almadía, 2012), del poeta mexicano Jorge Fernández Granados (1964), se pone en circulación una de las poéticas más interesantes de las últimas dos décadas. “Mi pasión no es escribir una obra tanto como alcanzar, aunque sea una vez, con un puñado de vocablos, el corazón ajeno”, escribió alguna vez Jorge Fernández Granados. Su poesía obedece a ese principio elemental: compartir una experiencia individual con los demás, alcanzarnos con su palabra hasta el rincón más alejado de nosotros mismos. Su poesía es, siempre, en cada poema, comunión. Desde su libro La música de las esferas hasta Principio de incertidumbre, la poesía de Fernández Granados implica una profunda reflexión interior, una asombrosa capacidad de autoconocimiento. Sus poemas nos conmueven desde la ternura, la tristeza o el dolor a través del camino de la memoria. Pero la poesía de Fernández Granados es trascendente por las virtudes que muestra en el terreno del lenguaje poético. No sólo es lo que dice, sino cómo lo dice, qué formas toman ese dolor y esa tristeza, cómo vienen a nosotros los recuerdos, cuál es su vestido o cuál su aroma. Desde el verso medido hasta el poema prosa, pasando por el llamado “verso libre”, el poeta construye mundos, los explora, los explota con su canto. Sus poemas poseen una aguda sensibilidad vital y una amplia capacidad contemplativa. Más que recreación o reconstrucción de una experiencia, el poema es el ordenamiento de la experiencia de la memoria y su relación con el mundo:“La justa indiferencia de las cosas/ que alumbran la memoria”, nos dice en su poema “Xihualpa”. La experiencia de la memoria se hilvana de manera íntima con la voluntad de un estilo en el que se mezcla la elocuencia del discurso: “Urna de otras reliquias/ ante la Babilonia de cristal de los estantes/ olisca el seco olor del palisandro, la resina/ del estoraque ( Venus)/ o el aroma lunar de la alhucema”, como en el poema “La perfumista”. En su ensayo “Islas que comulgan con otras islas” contenido en el libro A contraluz. Poéticas y reflexiones de la poesía mexicana reciente (Conaculta, 2005), Fernández Granados confesaba:“Acerca de mis libros no estoy seguro si lo que ha habido es una evolución o una travesía. Me gusta explorar y en cada uno de ellos hay una indagación, cierta atmósfera distintiva y hasta cierta idea de la poesía que cultivaba en ese momento.” Si en otro mundo todavía es un ejercicio de relectura que el mismo poeta nos ofrece, en donde se reúnen veinte años de oficio poético. Este libro resulta indispensable para aquellos lectores que buscan en la poesía el medio preciso para expresar, por medio de una armoniosa combinación de palabras, el significado de la vida •

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Tiempo del juicio Antonis Dekavales A las ocho de la noche digno y humilde fui con el paso armónico y austero vertido en el molde del miedo con un paisaje devoto en los párpados tal como me lo mostró con prudencia el último espejo: en el prendedor beso de las aves maquillado de infidelidad todo lo que a través del pecho se vería, un poco de aroma a narciso en el lóbulo de mi oreja; fui a las ocho de la noche con una decena de hojas rociadas de pecado al terrible encuentro del juicio pero encontré que Dios había salido a una de sus lunas de miel.

Antonis Dekavales nació en Alejandría, Egipto, en 1920. Obtuvo la licenciatura en Derecho por la Universidad de Atenas en 1947 y sirvió en las Fuerzas Aliadas del Medio Oriente durante la segunda guerra mundial. Después de publicar su traducción de los Cuatro cuartetos, de t. s. Eliot, emigró a Estados Unidos donde obtuvo el doctorado por la Northwestern University en 1961. Fue profesor de literatura comparada en varias universidades de ese país, es uno de los cuatro fundadores de la Modern Greek Association y codirector de The Charioteer: An Annual of Modern Greek Culture. Es autor de cuatro libros de poesía, el último de los cuales obtuvo el Premio de Poesía de la Academia de Atenas. Véase La Jornada Semanal, núm. 794, 23/v/2010 Versión de Francisco Torres Córdova


Jornada Semanal • Número 983 • 5 de enero de 2014

........ arte y pensamiento Alonso Arreola

Miguel Ángel Quemain

@LabAlonso

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Encrucijadas dramáticas modernas y contemporáneas

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L CONJUNTO MÚLTIPLE DE propuestas que conforman la “constelación de lo que el mismo Léxico llama encrucijada de las escrituras naturalistas y simbolistas, base de lo que constituye la crisis del drama” es, a decir de Víctor Viviescas, el punto central de El léxico del drama moderno y contemporáneo –publicado por Paso de Gato–, instrumento idóneo para comprender, interrogar, investigar y discutir la problemática de la escritura dramática y escénica contemporáneas. Sesenta entradas conforman esta especie de diccionario enciclopédico, cuya esfericidad recuerda la vocación de los enciclopedistas franceses de colocar la incertidumbre en el centro mismo de las certezas ordinarias. Así funciona este objeto que es “un conjunto razonado de términos” que promueven la comprensión y la crítica de los fenómenos teatrales modernos y contemporáneos.

LA OTRA ESCENA

quemainmx@gmail.com

A

QUÍ ESTAMOS OTRA VEZ, escribiéndoles con la fe ciega de los que esperan eco en las alturas. Según hemos leído en distintos textos, ustedes podrían ser más de tres y, definitivamente, no son ni magos ni reyes. Pero bueno, nos parece cómoda la idea de que formen trío, nuestro formato de rock y jazz favorito (Jimi Hendrix, Rush, The Police, Bill Evans, Oscar Peterson, etcétera). Asimismo, preferimos, con múltiples orígenes posibles, la consabida y tardía leyenda que los liga a Noé, ésa que sugiere que uno viene de Europa, el otro de Asia y el tercero de África. Nos parece entretenida, tanto como la de que uno viene a caballo, el otro en elefante y el último en camello. Claro, cuando se escribieron los Evangelios aún no se descubría nuestro “joven” continente. En otro caso tal vez se hubiera

hablado de un mago latinoamericano montado en jumento o llama. Pero dejemos las ocurrencias para después. Les escribimos esta misiva porque deseamos que algunos festivales vuelvan a honrar su nombre, esa primera y verdadera puerta a los escenarios que ofrecen. Baltazar, necesitamos que en lugar de oro entregues conciencia histórica a los responsables del Festival Internacional de la Cultura Maya. Ocurrido en octubre y noviembre pasados en Yucatán, desconcierta su indiferencia frente a la opinión local. Es verdad que hubo invitados importantes como Miguel León-Portilla, José Sarukhán y Rigoberta Menchú, pero los músicos estelares fueron Filippa Giordano, Yanni, Joaquín Sabina, Armando Manzanero, Guadalupe Pineda y Eugenia León. Todos son notables, eso es innegable, pero… ¿y los mayas, mi rey? Se dice que el sesenta y cinco por ciento de las actividades del ficm estuvieron relacionadas con la cultura precolombina; empero, veintiséis intelectuales originarios promovieron la firma de una solicitud para exigir respeto a la cultura de la zona, pues se dijeron excluidos. Incluso organizaron paralelamente el U Ch’aanil Kaaj (Fiesta del Pueblo) Festival Maya Independiente. Ojalá que esto los integre en la edición 2014, pues no se debe usufructuar lo que no se respeta. Gaspar, en lugar de incienso, te pedimos que le regales valentía a los de la Cumbre Tajín, cuya alineación para 2014 se dio a conocer hace unas semanas. En ella vemos cumplidos los augurios que desde hace algunos años venían manifestándose con las presencias de Björk, Regina Spektor, Fatboy Slim, Pet Shop Boys, Blind Melon, The Smashing Pumpkins, Juanes, Ziggy Marley y varios más. Nos referimos a que cada vez se incluye menos a proyectos nacionales de relevancia (ya ni pensar en locales). Producido cerca de las magníficas ruinas arqueológicas, pinta para separarse de su pasado cada vez más, pues ahora traerán a Tool, Primus y Puscifer, tres proyectos que –no nos malinterprete nuestra lectora del séptimo día, nuestro lector domi-

Víctor Viviescas

Esta aproximación a la comprensión de la creación contemporánea es también un universo acotado en conceptos que hacen posible una combinatoria amplia, que propone el análisis y la descripción de problemas que en ese puzzle permiten entender las posibilidades estéticas de lo teatral, en la polivalencia de sus varios lenguajes, donde la imposición de unos sobre otros permite la definición o, por lo menos, la descripción de nuevos géneros incubados en el laboratorio de las nuevas tecnologías, dispositivos y espacios escénicos, intervenciones actorales y despliegues textuales inéditos a través de nuevos soportes. ¿Qué debe entenderse por crisis del drama en todo este contexto de ideas finiseculares del siglo xx , que continúan en el siglo xxi? Sarrazac considera que el inicio de esa crisis tiene lugar en las últimas dos décadas del siglo xix , con el fenómeno de la escisión del hombre en varias parcelas, que van del hombre económico al moral, el metafísico y el psicológico. Esta alienación, la cual considera que ha sido descrita por el psicoanálisis y el marxismo, ha colocado a los seres humanos frente a nuevos temas y contenidos. Sarrazac piensa que la forma dramática, entendida como la resolución de un conflicto interpersonal a través de la catástrofe, ha comenzado su fractura y, con ello, la de la tradición aristotélico-hegeliana que la sostiene. En una relación causal, Viviescas considera que, a raíz de todos estos cambios, aparecen interrogantes sobre el pasado del drama a través de enfoques compartidos entre lo histórico y lo arqueológico. Esto significa cuestionar prácticamente todos los cimientos de la tradición dramática y colocarla en la perspectiva de un porvenir, donde quedan identificados callejones sin salida, líneas de fuga que contienen en su tránsito la tradición griega, en primer lugar, pero también el

Queridos Reyes Magos

Renacimiento y el Barroco, el siglo xvii francés y “en especial el Siglo de las Luces y el momento de crisis de la modernidad del final del siglo xix”. Como suele pasar en las indagaciones profundas sobre el teatro, ésta cifra su entramado en un ir y venir de la escena al texto, de la práctica a la teoría, de los textos a las escuelas de dirección y actuación, movilizando elementos literarios que se problematizan entre sí, originando extraordinarias anomalías –nuevos géneros o sus incesantes matices– tanto grupales como autorales –en el terreno de la dirección, primordialmente. No hay una investigación puramente teórica sobre lo escénico, lo teatral. Pasa lo mismo que en el terreno del psicoanálisis, donde la particularidad clínica crea la posibilidad de entender nuevos problemas sobre la mente y el psiquismo. Aquí, esa particularidad fenomenológica está en el horizonte francés dentro de lo europeo. Los veinticuatro autores de las sesenta entradas que contiene este Léxico hacen énfasis en la producción dramática francesa de la segunda mitad del siglo xx : de Paul Claudel a Sarraute, Duras, Genet, Adamov y Ionesco, pasando, claro está, por Beckett, Vinaver, b - m . Koltés, así como autores recientes en un diálogo con sus colegas “de la crisis (Ibsen, Strindberg, Maeterlinck, Chéjov, Pirandello, Hauptmann), y los autores de la modernización del drama, Lessing y Diderot, así como con los contemporáneos más destacados de Alemania, e Inglaterra, pasando por Brecht y Piscator, luego por Müller, Weiss, Handke y Krotz, hasta Dea Loher en Alemania y Sarah Kane y Edward Bond en Inglaterra. Estas son las entradas del libro sobre las que continuará la reflexión: Acción, Catástrofe, Conflicto, Direccionalidad del texto, Íntimo, Metadrama, Monodrama, Novelización, Oralidad, Posdramático, Ritmo, Silencio, Teatralidad. ¿Les suenan? • Björk

nical– tienen valía y queremos ver, pero… ¿son los que deberían sonar allá, entre vainilla y voladores que van olvidando mirar al cielo? Melchor, en lugar de mirra refuerza con memoria al gran Vive Latino. Se trata del festival de rock más importante de Latinoamérica. Con duración de cuatro días, este año celebra tres lustros a través de una variedad que tiene a muchos melómanos decepcionados y a otros maravillados. Digamos que, atendiendo a la supervivencia y novedad, se pone flexible y abre la puerta a fenómenos que pujan ganando reflectores aun sin tener calidad probada, así como a otros gigantes del mundo anglosajón que dificultarán el desarrollo de artistas locales. Sí, estarán bandas latinas importantes como Zurdok, Zoé, Los Bunkers, Calle 13, Fito Páez, Los Tres, Maldita Vecindad… pero también otros proyectos como Los Tigres del Norte, Pablito Mix, Arcade Fire, Nine Inch Nails, Placebo, Primal Scream y The Polyphonic Spree, a quienes preferimos en otros contextos. También habrá muestras de cine y libros, puestos de discos y ropa, más variedad que nunca en pos de que la música sea plural y unificadora en lugar de un vehículo para definir tribus, estratos o géneros. Iremos y disfrutaremos, eso seguro, aunque haya presencias que no entendamos a la luz de un nombre que invita a vivir lo latino. ¿De dónde viene esta tendencia a homogeneizar festivales independientemente del nombre que los enmarque? Los más famosos del mundo se han aliado en una carretera global que hace circular a los mismos grupos “de pueblo en pueblo”, cual juglares medievales, para bajar costos y definir tendencias. Así las cosas, las fiestas del mundo parecen volverse una sola fiesta (como las tiendas de suvenires), aunque aún haya excepciones fieles a su origen, impulsando talentos propios o “de nicho”. Así entonces, queridos Reyes Magos, sabemos que estos regalos son más difíciles de conseguir que los materiales, pero, ¿se podrá? Ojalá. Que tengan buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

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arte y pensamiento ........

5 de enero de 2014 • Número 983 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

Verónica Murguía

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ACE UNOS DÍAS ME enteré, sin sorpresa, que en una encuesta de percepción los legisladores mexicanos ocuparon el último lugar en la lista de aquellos a quienes se considera dignos de respeto. En dicha encuesta se afirmaba que son considerados por el resto del país por debajo de los narcotraficantes. Una de las razones esgrimidas por los encuestados es que los narcotraficantes y delincuentes arriesgan la vida al desempeñar sus, ejem, ocupaciones, mientras que los legisladores roban y perjudican pertrechados en sus curules y protegidos por el fuero. Esto, en un país azotado por la violencia y en el que a diario aumenta la cifra de muertos a causa del crimen, es decir mucho. Lo que sentimos por ellos es desprecio irrefutable y pasional, unánime e independiente de la postura ideológica. Los repudiamos y sabemos que nos esquilman. Los sueldos que se embolsan, las tonterías que argumentan cuando solitos se dan bonos, aumentos y viáticos, son fuente constante de cólera. Cuando se dio a conocer un video en el que la Tuta, el dirigente de Los Templarios, afirmaba que Luisa María Calderón, hermana del expresidente, fue quien buscó un acercamiento con ese grupo criminal, no escuché a una sola persona que creyera en las estridentes protestas de inocencia de la senadora. Vaya, ni siquiera entre los pocos panistas con los que converso de vez en cuando. Todos le creían a la Tuta, por más que sea un delincuente. Y no olvido que el impresentable Julio César Godoy Toscano, del prd , también fue descubierto en tratos con él. Es decir, no hay partido que pueda presumir de limpieza. Pero los funcionarios fingen no escuchar y parece que ignoran las circunstancias que los rodean. México es un país de pobres, corrompido por la miseria y la violencia que prohíjan los gobernantes con su ejemplo. En 2013 ascendimos la escala de la vergüenza para convertirnos en uno de los tres países más corruptos de Latinoamérica, según Transparencia Internacional, junto con Bolivia y Venezuela. En la lista planetaria de 177 países, estamos en el lugar 106. Los mexicanos sabemos que los funcionarios de la Suprema Corte y del Tribunal Electoral ganan sueldos superiores a los que perciben los funcionarios que ocupan cargos equivalentes en países del Primer Mundo. Pero este es el país donde el jornalero José Sánchez Carrasco, de treinta y ocho años, murió de hambre en el patio de un hospital público en Sonora. El caso de Sánchez Carrasco fue uno de los más horribles en un año lleno de notas parecidas. Recordará el lector los abusos en contra de niños indígenas a manos de funcionarios públicos, documentados en video; el parto de Irma Ló-

pez Aurelio en el jardín del hospital en Oaxaca, etcétera. El rechazo que sentimos por los funcionarios y legisladores se manifiesta en muchas acciones, algunas tan elocuentes como circunstanciales. Cuando los huracanes arrasaron el estado de Guerrero, fui a la Cruz Roja a dejar unas despensas. Vi a mucha gente, pobres y ricos, jóvenes y viejos, que llevaban lo que podían. El estacionamiento donde se hacía el acopio estaba repleto de cajas, costales y garrafones de agua que decenas de voluntarios ordenaban. Lo mismo en las instalaciones de la Comisión de Derechos Humanos del df. Al día siguiente, varios periódicos publicaron fotografías del centro de acopio que se había improvisado en las instalaciones de la Asamblea Legislativa. No había nadie, no había nada. Ni una lata de atún. Ni siquiera un perro callejero dormido. Eso es lo que pensamos los mexicanos, incluidos los perros callejeros, acerca de los diputados y senadores: no se les puede confiar ni una lata de atún porque se la roban. Y es que el mal ejemplo de un gobernante no es lo mismo que el mal ejemplo de un narcomenudista esquinero: cunde porque se convierte en una convención, en un conjunto de reglas. Todo el tiempo se dice que la educación es lo único que puede sacar a México del agujero en el que está metido; pero el presidente no ha leído ni tres libros en la vida y se piensa recortar el presupuesto destinado a la cultura. Los maestros ganan sueldos ínfimos, en contraste con lo que reciben los funcionarios. Sospecho que cuentan con que este contraste apabullante nos deje, además de avasallados, inmóviles. Propongo incluir en la lista de los propósitos, la intención de hacernos escuchar por el que represente a cada quien. Que se gane un poco del mucho dinero que le pagamos, caray •

Soliloquio antisocial

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E PEQUEÑO ME ENSEÑARON que el país y la Historia los construimos entre todos. Que cada uno tiene su responsabilidad específica, diminuta pero imprescindible en la suma de todos los actos que componen una nación. La patria estaba representada en nuestros importantísimos libros de texto como una dama altiva y hermosa, morena, que se arropaba en la bandera nacional. Y tenía el mejor sitio: la portada. La Historia de México estaba salpicada de actos heroicos, de un irrecusable sentido, quizá algo manido en lo trágico, del sacrificio por el bien común. Por eso debíamos decirle “no” al contrabando. Por eso era un pecado y un crimen ofrecer o aceptar “mordida”. La rectitud, la coherencia y la honestidad no estaban sujetas a ser negociadas porque éramos, me decían, personas honorables. Mis abuelos y mis padres predicaron con un ejemplo que creo intachable.

Pero crecí. Conocí mundo y lo comparé inevitablemente con mi entorno. Y en la codicia y la corrupción rastreras encontraron explicación muchas taras, máculas que eran encontronazo diario con la prédica nacionalista: las colonias sin asfalto ni agua corriente; las muertes de miles de niños al año por enfermedades previsibles y curables; los tiraderos de basura a cielo abierto y la gente miserable que hurgaba en ella; el desabasto –y el desgano, el sempiterno aburrimiento pintado en la jeta de recepcionistas, enfermeras y médicos– en los hospitales del Estado, la malicia reptil (con perdón de víboras y cocodrilos) de los agentes de tránsito, la persistencia lunar de los baches. Y luego supe de Tlatelolco y otras masacres y estúpidos baños de sangre, y en el fanatismo ciego y enrabiado encontré respuestas a viejas preguntas: por qué maltrataban los maestros del colegio a los compañeros judíos, por qué se negaban los curas a la contracepción –por qué se metían en alcoba ajena–, por qué adoramos los mexicanos a crucificados, espinados, emparrillados, desmembrados. Por qué exaltamos el sufrimiento y no la realización, el martirio y no la plenitud. Por qué hacemos beatos a crueles, intolerantes gañanes que desorejaban maestros. Por qué nos contentamos con promesas de póstumas, celestiales y etéreas recompensas si nos las merecemos aquí y ahora. Y sólo así, desde la óptica de la maldad y el vicio, entendí que un chacal, (con perdón de los chacales) desde un arzobispado o desde una curul legislativa, o desde su amplio despacho de director empresarial protege, con el pretexto que sea, a un violador de niñas. Entendí que nos hemos convertido en raza nefasta si es que alguna vez fuimos otra cosa, y estoy condenado, porque pertenezco a la misma especie, a un aborrecimiento absurdo. Vivo dividido entre el amor y la misantropía. Y a

menudo gana la segunda. Como no me gusta el ruido, ni la fiesta, ni la tambora ni los rezos ni el futbol, me he ido aislando concienzudamente. De manera deliberada decidí vivir en un sitio más o menos recóndito, pero la estupidez, disfrazada de muchas otras cosas –el progreso, por ejemplo– siempre parece estarme pisando los talones. Siempre hay un imbécil que quiere hacer aquí, demasiado cerca, un desarrollito. Siempre hay un cretino insaciable que se piensa urbanista. Siempre mete su pezuña en mi quicio el mercachifle. Hoy un imbécil vino a ofrecer terrenos cercanos a donde vivo para construir casas. Trajo a otro imbécil como él y fumaron, y posaron, y se palmearon las espaldas contando chistes idiotas. Allí escupieron las bachichas infectas de sus cigarrillos, venenosas. Contemplaron el paisaje y en lugar de árboles solamente vieron casas y avenidas y concreto, y el estúpido camión de la Coca surtiendo un Oxxo. Hoy vino un imbécil y con una escopeta hizo disparos intentando matar conejos y chachalacas, y los pájaros se largaron y se llevaron sus trinos a otro lado, dejándonos más solos. Y cuando pedí a gritos que se fuera de aquí con sus armas y su delirio pendejo, me contestó con tiros al aire, plantándose, muy macho, aunque él y yo sabemos que si me encuentra con la Colt en la mano del susto le va a dar diarrea, porque con las armas no se juega pero hay que saber usarlas y todos sabemos para qué son. Hoy vino un imbécil y se metió a mi casa por los anuncios de la televisión. Vendió en mi nombre, sin mi permiso, las riquezas de mi suelo. Del tuyo. Del nuestro. Porque le ofrecieron jugosas, secretas comisiones; porque tiene fuero y poder transitorios que él, siendo imbécil, percibe sin fecha de caducidad. Pero la fecha está allí. De nosotros depende su vigencia •

CABEZALCUBO

El sueldazo

LAS RAYAS DE LA CEBRA

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch


Jornada Semanal • Número 983 • 5 de enero de 2014

........ arte y pensamiento

Javier Sicilia

Luis Tovar

El acto del logos: Pura López Colomé

H

AY MUCHAS FORMAS DE entrar en la poesía de Pura López Colomé. Yo he elegido una que pertenece a la tradición que ambos compartimos y que viene del judeocristianismo, la concepción más profunda que Occidente haya creado para comprender la sacralidad de la palabra:“En el principio –dice San Juan en el prólogo a su Evangelio– era el Verbo.” La palabra griega que usa es logos. La distinción es importante. El logos tiene muchos sentidos que se relacionan entre sí. Uno de ellos es “verbo”, que significa “acto”, “acción”. El logos es, por lo tanto y en primer lugar,“acción”. Sin embargo, a diferencia de nuestro “verbo”, esa acción no es indicativa. Es, al igual que dabar –palabra en hebreo–, el acto mismo. Nombrar es, por lo tanto, crear la realidad. El logos hace que el mundo sea o, mejor, que lo que está allí, frente a nosotros como una existencia pasiva, se vuelva presencia activa, realidad, sentido. Sólo existe, dice la tradición, lo que ha sido nombrado. Con el logos –el dabar– Dios creó el mundo. Con él, el hombre lo recrea, lo hace cada día posible en sus infinitas profundidades y evita que se suma en la oscuridad de la no significación. Logos quiere decir también relación: Dios, al igual que el ser humano, se revela en su palabra. Sólo a través del logos, la inasible profundidad de Dios y del hombre se nos hace presente y nos vincula, nos relaciona en la intimidad del silencio. Hay otras significaciones. Basten, sin embargo, éstas para entrar en la poesía de Pura López Colomé. Para Pura, la palabra y, sobre todo, la palabra de la poesía –el logos– con la que están escritos todos los grandes libros sagrados, es y, en consecuencia, es relacional. A través de sus poemas, no sólo el mundo aparece en sus resonancias más exquisitas, sino que ese mundo se convierte también en una llave de entrada para contemplar el misterio del que emana el lenguaje, es decir, lo creado, ese misterio que llamamos Dios, pero que Pura, que sabe que nombrarlo es destruirlo en su inasibilidad, es decir, en lo que es, sólo elucida, a veces, como paradoja: “En ese húmedo hueco [una ribera] , la promesa/ es habitación sin muros,/ sin murmullos,/ donde el silencio/ nunca da principio”, ("Mar de dulces lágrimas”,Canto v,) afirma, y siempre como algo que vibra –como diría Paul Celan– en “las rejas del lenguaje”. Así, abierto el misterio con la llave de la poesía, lo que queda resonando es el reverso del que emanan el mundo y el lenguaje, y al que ambos irremediablemente vuelven: el silencio eterno o, para seguir en nuestra tradición, la contemplación beatífica. Tal vez uno de los poemas que mejor muestra esto sea el siguiente

fragmento de “La muerte del beso”:“Quise hallarte dentro de mí/ sabiendo que aquella oscura habitación/ me deparaba vértigo en concavidades./ Quise, busqué tu rostro./ Quise de tal modo contemplar/ la parte tuya dentro mío/ que lograra atraer a las demás/ y unir mi boca a otra, otras,/ […]/ Mors osculi/ hecha de amar, desear, sacar la cifra/ pura, impura, lengua que dijo:/ En el principio,/ […]/ Soy el que soy,/ ven a mí,/ acércate con la boca abierta,/ siente mi aliento,/ llénate del Nombre,/ abre los ojos y verás/ Nada.” Para Pura, la palabra que crea el mundo es siempre una relación de proporción con el más allá. El mundo guarda el secreto que hace presente la profunda inasibilidad de la que brota. En este sentido, la poesía de Pura se aproxima, como pocas, a la experiencia que nos provoca la música y el canto. Su más reciente libro, con el que cierra sus Poemas reunidos (Conaculta 2012), lleva el título de esas canciones líricas del romanticismo alemán, Lieder. Por ello, la mejor manera de no entenderla es querer encontrar en sus poemas un sentido racional. Para saber, en el sentido del sabor, lo que esa poesía revela, hay que leerla en voz alta, dejando resonar en nosotros sus ritmos, sus imágenes y sus sentidos. Al terminar, lo único que queda en el silencio que resuena es la hermosa y maravillosa presencia de lo inefable en donde comulgamos. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón •

Des-balance (iii y última)

E

L HECHO DE SER, como se viene repitiendo desde hace ya un rato, el género cinematográfico nacional más saludable, no le ha dado al documental una visibilidad ni siquiera aproximada a la que puede y suele tener incluso el peor de los largos de ficción, mexicano o extranjero, sin importar el hecho, notable y muy positivo, de que el año recién concluido haya sido particularmente rico en la materia. Esa situación enojosa fue vivida, entre otros, por los estupendos La vida sin memoria parece dulce, de Ávila Dueñas; Vuelve a la vida, de Hagerman; Calle López, de Barroso y Tillinger; Palabras mágicas (para romper un encantamiento), de Moncada; Mitote, de Polgovsky; Miradas múltiples, la máquina loca, de Maillé; El paciente interno, de Solar Luna; Bering. Equilibrio y resistencia, de Grobet; Las sufragistas, de Cruz Navarro; El alcalde, de Osorno; El cuarto desnudo, de Ibáñez; La revolución de los alcatraces,

Bering. Equilibrio y resistencia

de Kaplan; El ingeniero, de Lubezki; El objeto antes llamado disco, la película, de Allen; Morir de pie, de Correa; Elevador, de Ortiz Maciel, y Quebranto, de Fiesco. Son al menos diecisiete películas que abordan temáticas a las que la ficción acostumbra hacerle gestos o que, cuando llega a abordarlas, lo hace de manera incompleta, sesgada torcida o fallida, como sucede casi siempre con la historia, la política, la diversidad sexual o la ecología, por mencionar algunas. Diecisiete que, de haber sido repartidas a lo largo del año –y no amontonadas en las fechas de temporada baja, ésas que la aplanadora gabacha desdeña, en una suerte que el documental mexicano comparte con sus primas de ficción–, habrían alcanzado para ser estrenadas uno de cada tres fines de semana, aproximadamente.

¿Cuál te faltó? Sin ánimos de hacer ningún toptén, ahora que ha terminado un año más y empieza otro, junto a los documentales conviene recordar los largos de ficción que pasaron por las pantallas, comerciales algunas, de arte otras, festivaleras las demás. No estaría nada mal que quien quiera decir algo sensato y atendible respecto del estado actual de nuestra cinematografía, se tomara la mínima molestia de verlas, para no hablar desde la parcialidad y, por consiguiente, del desconocimiento, sobre todo considerando la paradoja consistente en que lo más visto –las antes mencionadas No se aceptan devoluciones, Nosotros los Nobles, Amor a primera visa y No sé si cortarme las venas o dejármelas largas– figura entre lo menos plausible o, en el mejor de los casos, nutre las huestes de por sí robustas de la mediocridad. En opinión de este sumaverbos, lo mejor del cine mexicano exhibido en 2013 –aunque varias tendrán estreno comercial apenas este año– incluye a Heli, de Escalante; La jaula de oro, de Que-

mada-Diez; Post tenebras lux, de Reygadas; El premio, de Markovitch; La demora, de Plá; González, de Díaz Pardo; Workers, de Valle; Halley, de Hoffman; Club sándwich, de Eimbcke; El charro misterioso, de Cravioto, y Los insólitos peces gato, de Sainte-Luce. Abajo quedan Gravity, de Cuarón; Las horas muertas, de Fernández; La vida después, de Pablos; Nos vemos, papá, de Carreras; Abolición de la propiedad, de Magaña; La cebra, de f. León; La brújula la lleva el muerto, de Pons; Un mundo secreto, de Mariño; Ciudadano Buelna, de Cazals; Las razones del corazón, de Ripstein; El mar muerto, de Ortiz; Las lágrimas, de Delgado; Mi universo en minúsculas, de Viveros; Fecha de caducidad, de Márquez; No quiero dormir sola, de Beristáin; Levantamuertos, de Núñez; Diente por diente, de Bonilla; Asalto al cine, de Gómez Concheiro; Las búsquedas, del ya mencionado Valle, así como Martín al amanecer, de Carrasco. Le seguirían, más próximas a las mazmorras, Tercera llamada, de Franco; Todo mundo tiene alguien menos yo, de Fuentes; I Hate Love, de Hinojosa; Somos Mari Pepa, de Kishi Leopo; Manto acuífero, de Rowe; A los ojos, de m. Franco, y Ventanas al mar, de Lozano. En el sótano se localizan Penumbra, de Villanueva; Besos de azúcar, de c. Cuarón; Despertar el polvo, de Sama; El chico con olor a pez, de Cal y Mayor; Panorama, de Riveroll; Rezeta, de Frías de la Parra; Tlatelolco, verano del ’68, de Bolado; Mariachi gringo, de Gustafson; 5 de mayo. La batalla, de Lara; Fogo, de Olaizola; No hay nadie allá afuera, de Fajardo; Inercia, de Muñoz Cota; Cumbres, de Nuncio; Enero, de González Camargo; Restos, de Pineda, Paraíso, de Chenillo, Filosofía natural del amor, de Hiriart, Volando bajo, de Gómez, y finalmente Espacio interior, de Parlange. Para decirlo con una frase coloquial, sin propósitos peyorativos, con estos bueyes hay que arar… •

CINEXCUSAS

twitter: @luistovars

CASA SOSEGADA

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ensayo

5 de enero de 2014 • Número 983 • Jornada Semanal

C

asi con el siglo, Rafael Alberti se apagó el 28 de octubre de 1999, en el mismo Puerto de Santa María de Cádiz donde vio la luz (1902). Los grandes medios eligieron entonces el panegírico y casi todos reprodujeron lo mismo. La única sorpresa fue la coincidencia, sobre todo por provenir de intereses con los cuales nunca había concordado. Es que, como a todo hombre, le había tocado vivir en un contexto: su circunstancia histórica. Y si podía entonces repetirse lo evidente, que era “el último de la generación del ’27”, no tenía ya el mismo sentido. Aquella brillante camada de grandes poetas se abre como una flor espléndida en uno de los pocos momentos promisorios de la historia de España en la primera mitad del siglo xx . Y fue segada junto con el pueblo al que estuvo siempre hondamente ligada, y cuyo renacer también implicaba. La Segunda República parecía presagiar un porvenir más luminoso para la sociedad española. Pero no pudo ser. Y el injusto triunfo fascista en la Guerra civil se llevó sin duda a los mejores (Lorca asesinado, Miguel Hernández fallecido en prisión, Machado muerto de dolor en Collioure a poco de cruzar la frontera francesa con los últimos refugiados republicanos), para convertirlos en leyenda viviente. Como Salinas, Jorge Guillén, León Felipe, Juan Larrea, Cernuda y tantos otros, a Alberti le correspondió el exilio. A él, a quien ya le había tocado ser un poeta andaluz contemporáneo nada menos que de Federico, ahora le tocaba sobrevivir sin el halo oscuro de su trágica muerte. No es seguro que eligió Buenos Aires, adonde llegó de Francia en 1940. Gonzalo Losada (hijo) recordaba a su progenitor, homónimo, un gran editor republicano: “Al llegar aquí, Rafael Alberti pensaba seguir a Chile, pero mi padre le dijo que se quedara, que la editorial lo iba a ayudar.” Junto con su esposa, María Teresa León, permaneció junto al Plata veinticuatro años. No fueron del todo perdidos. Buenos Aires era todavía un espléndido centro cultural, y aquí vivía una vasta colonia de inmigrantes y exiliados españoles, en su gran mayoría gallegos y también lealmente republicanos. (Recuerdo todavía, desde niño, de la mano de mi padre, aquel magnífico acto en la Federación de Sociedades Gallegas donde se presentaron, ante un público silenciosamente emotivo, poetas de la talla de León Felipe, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Raúl González Tuñón y también Alberti.) Allí, en Buenos Aires, tradujo y publicó, hizo teatro y pintura: sus liricografías. Allí produjo libros que no hubiera creado en otra parte, como sus Baladas y canciones del Paraná (1954). Y grandes poetas argentinos fueron sus amigos, como Oliverio Girondo y Ricardo Molinari. Allí nació su hija Aitana, cuyo bello nombre es sin duda la no menos bella fonetización popular de sus paisanos para el entrañable vocablo “gaditana”, con lo cual seguía mostrándose fiel a sus raíces y a su pueblo.

Ilustración de Juan Gabriel Puga

Quizá por eso a los sesenta y un años se instala en Roma, donde recupera su entorno europeo y se relaciona con Ungaretti, Pasolini, Vittorio Gassman. Y el 27 de abril de 1977 retorna finalmente a España. La España que ya es otra. Fallecido el dictador, se recupera la democracia pero con la monarquía constitucional: “Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta como símbolo de paz y fraternidad entre todos los españoles.” En junio es elegido diputado por el Partido Comunista, pero renuncia en octubre. Y después de tanto exilio, se deja mimar. Llueven las condecoraciones y él las acepta todas, porque son signo de los buenos tiempos. Pero no acepta-

Rafael Alberti entre el clavel y la espada Rodolfo Alonso

rá el Premio Príncipe de Asturias, porque se sigue considerando republicano. Pero sobre todo es un poeta. Y su obra también fue marcada por el contexto. Originalmente sensorial, juguetona, entre culterana y barroca, pero por lo general con un sonoro y límpido lenguaje (“Duro, pulido seno de Amaranta,/ por una lengua de lebrel limado”), hay quien la descubre surrealista y hasta metafísica. La gran herida del ’36 le provoca otra clase de libros. (Aún hoy, prefiero su poema Los campesinos, bellamente humano y nada partidario.) Pero ninguno de los grandes poetas españoles de su tiempo fue capaz de generar un libro tan indeleble como España aparta de mí este cáliz, del mestizo peruano César Vallejo, probablemente lo más hondo que se haya escrito sobre la Guerra civil española. En cambio, Alberti será siempre el artista que supo percibir la grandeza de La lozana andaluza, ese delicioso texto del Padre Francisco Delicado, joya de la lengua y de la picaresca tradicional, del cual hizo una versión escénica. Y también el hombre que, en medio de la contienda, supo tomarse el tiempo para salvar de los bombardeos franquistas los tesoros del patrimonio artístico, en el heroico Madrid asediado. En su pieza Noche de guerra en el Museo del Prado, el diálogo de las grandes obras resulta tan revelador como su gesto •

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