■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 19 de enero de 2014 ■ Núm. 985 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Antonio
Gramsci:
la cultura y los intelectuales
A rnaldo C órdova
Reformas neoliberales: las razones sin sentido S ergio G ómez M ontero • La tumba de J ohn K eats , M arco A. C ampos
“Ningún otro estudioso ha aportado lo que Gramsci a la comprensión del rol que la cultura y la creación espiritual y, sobre todo, los intelectuales, desempeñan en la vida social en todos sus aspectos en el mundo moderno.” Así lo afirma Arnaldo Córdova, y en el amplio ensayo que ofrece-
de asombros
bazar D
Hugo Gutiérrez Vega Discurso para el obispo Vera (ii y última )
on Raúl Vera apoyó en todo a don Samuel y,
nuestro país. Don Raúl aclaró y continuó. Esa es la
con valentía, pleno conocimiento de causa
mejor de sus virtudes: la tenacidad a prueba de to
y firme vocación sacerdotal, el fraile obispo
das las formas del desaliento y del desencanto.
inició su lucha a favor de los pobres y su opción por
Humanista integral, nuestro premiado ejerce la
los indígenas. Pienso en el cura rural de Bernanos,
crítica sin aceptar limitaciones y lo hace con inteli
que decía: “Los monjes sufren por las almas. Noso
gencia y con sensatez. Los poderes públicos lo ven
tros, en cambio, sufrimos con ellas. Este pensa
con recelo y desconfianza. Esta es la mejor prueba
miento que se me ocurrió ayer al anochecer ha pasa
de su talante humanístico y de su parentesco con los
do toda la velada a mi lado como un ángel.” En el
mejores obispos postconciliares de nuestro con
caso del obispo que ahora premiamos, sabemos que
tinente, como Hélder Cámara y Óscar Arnulfo Rome
sufre por las almas y sufre con ellas, pues es fraile y
ro. Dice Bernardo Barranco que el obispo de Saltillo
cura rural al mismo tiempo.
es el mejor que tiene la Iglesia mexicana de nuestros
En 1999 fue nombrado obispo de Saltillo, en donde
días. Nosotros pensamos que es un humanista que
ha defendido a todos los excluidos de esta sociedad
finca sus raíces en lo mejor del Antiguo Testamento
injusta, de manera muy especial a los mineros y a los
y en el mensaje renovado de los Evangelios. Su de
migrantes. Por otra parte y, adelantándose a la pos
fensa de los desposeídos y su actitud justiciera y ge
tura del actual papa Francisco, avanzó en el terreno
nerosa, así como la claridad y la transparencia de su
de la modernización de la Iglesia al proponer una pas
prosa y el poder de su oratoria, vienen a confirmar su
entre la intelectualidad, la
toral integral dedicada a la atención a los grupos de
firme vocación humanística.
cultura y la realidad en
homosexuales. Vale decir que en otros asp ectos de la
No insistamos más en sus méritos, en sus luchas
vida humana, don Raúl se ha adelantado muchos pa
y en sus proyectos. Pensemos que el Premio que hoy
mos a nuestros lectores demuestra que, setenta y cinco años después de la muerte del pensador italiano, su análisis de la relación
todos sus aspectos terrenales no sólo conserva su vigencia sino se ha vuelto de urgente revisión, en vista de los actuales retrocesos, económicos y políticos, que se padecen tanto a nivel
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sos a los que, así lo espera
recibe fortalecerá las vir
mos, dará la Iglesia católica
tudes teologales, especial
contemporánea.
mente la de la esperanza, en
Don Raúl ha sido ame
nuestro país desasosega
nazado por el Yunque, por
do. En última instancia, co
la derecha laica y por la de
mo decía Bernanos, “todo es
recha eclesiástica. Roma lo
gracia”. Todo: el pecado y el
global como, sobre todo,
llam ó en s eptiemb re de
perdón, la justicia, la liber
nacional. En la misma línea
2011 para que aclarara su
tad, la vida y la muerte. Todo
transita el ensayo de Sergio
posición frente a la comu
es gracia, señor obispo de
Gómez Montero sobre las
nidad gay y frente a la es
Saltillo, todo es gracia, se
actuales reformas neolibe-
p esa problemática de la
ñor ingeniero químico, todo
rales, retóricamente llama-
justicia y de la libertad en
es gracia, Raúl, el hombre •
das “estructurales” y publicitadas como panaceas incuestionables. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
Foto: archivo La Jornada/ Guillermo Sologuren
jornadasem@jornada.com.mx
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19 de enero de 2014 • Número 985 • Jornada Semanal
Gramsci: la cultura y los intelectuales Arnaldo Córdova
Gramsci niño y Gramsci en la cárcel
En este joven solitario, sin afectos, sin alegrías, debe darse una gran tortura interior, una disidencia terrible que lo ha conducido a hacerse, interiormente, casi de modo inconsciente, apóstol y asceta. Su tortura ha comenzado con sus condiciones físicas: es jorobado y está consumido por enfermedades nerviosas. Ésta su vida constantemente pura y seria ha hecho, desde luego, que en Turín, aunque no sea renombrado públicamente tenga, empero, una influencia grandísi ma en todos los ambientes socialistas y la sección turinesa siga sus directivas. Por él todos los jóvenes socialistas tienen una admiración y una fe entusiastas. Intransigente, hombre de partido, a veces casi feroz, ejercita su crítica también en contra de sus compañe ros, no por polémica personal o cultural, sino por una necesidad insaciable de sinceridad. En el partido cumple una función de verdadera moralidad. Piero Gobetti, carta a Giuseppe Prezzolini del 25/ vi /1920, Carteggio. 1918-1922.
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Gramsci-Jedi Ilustración: idialectica. wordpress.com
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ntonio Gramsci (Ales, provincia de Caglia ri, en Cerdeña, 1891-Roma, 1939) es el más grande pensador marxista que se haya de dicado al estudio del papel de la cultura y de sus creadores, los intelectuales, en la vida social, económica y política. Sus estudios, él mismo lo an ticipaba, no pretendían ser de carácter sociológico, sino, precisamente, culturales e históricos (Qua derni del carcere, Einaudi, Torino, 1975, p. 1515). Nin gún otro estudioso, de hecho, de ninguna tendencia ideológica o filosófica, ha aportado lo que Gramsci a la comprensión del rol que la cultura y la creación espiritual y, sobre todo, los intelectuales, desem peñan en la vida social en todos sus aspectos en el mundo moderno. Él es único entre los marxistas, porque ninguno se había ocupado de esta crucial temática. Y resulta único entre todos los que han estudiado los fenómenos culturales y espiritua les de la sociedad, porque ninguno llegó a los hallazgos que él logró. Gramsci jamás creyó en fatalismos materialis tas o determinismos económicos. Para él, el mundo es el escenario de la vida social, en el que los hom
bres, con todas sus capacidades espirituales y to das sus energías naturales, actúan y crean su vida en sociedad. Los hombres, al actuar en el mundo, crean la cultura, que es la obra humana en la rea lidad natural. Pueden destruirlo todo, es posible; pero incluso eso es obra suya y no hay fuerzas ocul tas en la naturaleza que lo obliguen a hacer lo que no quiere o él mismo no decide. Las llamadas fuer zas productivas de la sociedad, que los marxistas convirtieron en un fetiche con poderes demiúr gicos, no son sólo “cosas”, fuerzas ciegas de la na turaleza, sino y sobre todo, inteligencia aplicada, pensamiento organizado y voluntad de crear y de cambiar en la realidad. Para Gramsci no es que existan, dualísticamente, por un lado, la realidad ciega y, por el otro, la inte ligencia y el pensamiento organizado. Mientras el hombre exista, el pensamiento será siempre parte indisoluble de la realidad. Donde el hombre existe, éste forma parte de la realidad primaria y siempre será la fuerza motriz y dinámica de la realidad ma terial. El pensamiento en abstracto, existente por sí mismo, es una necedad; la empiria que opera ciega mente es un sinsentido. Estas ideas, por supuesto, las produjo Gramsci en su contacto con Marx y son fruto de su personal interpretación de las doctrinas del mismo Marx. Gramsci llegó a él gracias a Benedetto Croce y, tam bién, a los escritos de Antonio Labriola, reputado introductor del marxismo en Italia. Croce, a su vez, llegó a Marx debido al hastío que el mismo libe ralismo en el que había nacido intelectualmente le producía y porque, lo que él creía que era su fruto directo, la democracia, simplemente no lograba di gerirla. Croce veía a Marx inextricablemente liga do a Hegel. Pero lo que más repudiaba Gramsci, sobre todo el joven Gramsci, era el materialismo mecanicista y el positivismo del que, pensaba, el marxismo ha bía sido una víctima propiciatoria. Para el pensador sardo, lo que Marx predica no es el materialismo, sino la acción de los hombres en la realidad y los hombres son, ante todo, seres espirituales, espíritu en acción. Todavía joven, llegó a escribir: “El comu nismo crítico no tiene nada en común con el positi vismo filosófico, metafísico y místico de la Evolu ción de la Naturaleza. El marxismo se funda sobre sigue
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19 de enero de 2014 • Número 985 • Jornada Semanal
Exterior del edificio Gramsci Monument, Forest Houses, Bronx, New York
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el idealismo filosófico, el cual, empero, no tiene nada en común con lo que ordinaria mente se expresa con la palabra ‘idealismo’, o sea, el abandonarse a los sueños y a las quimeras caras al sentimiento, el tener siempre la cabeza entre las nubes, sin preocuparse de las necesidades y de las ur gencias de la vida práctica. El idealismo filosófico es una doctrina del ser y del co nocimiento, según la cual estos dos con ceptos se identifican y la realidad es lo que se conoce teóricamente, nuestro mis mo yo.” El joven Gramsci no reconoce en Marx a un filósofo: “Marx –escribía en efecto‒ no era un filósofo de profesión y, a veces, dormitaba él también” (Scritti gio vanili. 1914-1918, Einaudi, Torino.) Ese punto de vista cambió un poco con el tiempo. El pensador de Ales muy pron to reconoció que la obra de Marx y, en par ticular su concepción del materialismo histórico, era no sólo una filosofía con un rol que desempeñar en la cultura moder na, sino que era, además, la superación de todas las filosofías; “la parte esencial del marxismo –apuntaba‒ está en la superación de las viejas filosofías y también en el modo de concebir la filosofía, lo que se necesita demostrar y desarrollar sistemáticamente. Desde el punto de vista teórico, el marxismo no se confunde y no se reduce a ninguna otra filosofía; él no sólo es original en cuanto supe ra las filosofías precedentes, sino original, específi camente, en cuanto abre un camino completamente nuevo, vale decir, renueva de la cima al fondo el mo do de concebir la filosofía” (Quaderni…) Ello no obs tante, para Gramsci sigue siendo esencial en el mar xismo su aporte cultural: la acción del hombre en la historia y su obra transformadora. Se parte de la realidad, porque vivimos en ella, es cierto, pero eso es sólo un dato factual, necesario. Es cierto que formamos parte de esa realidad, pe ro es sólo el principio y no es lo más importante. Lo importante es que, estando en la realidad, actuamos sobre ella y la transformamos de acuerdo con nuestro pensamiento, con nuestras ideas. Estamos en (inma nencia), pero somos en. “Desde el punto de vista de la investigación histórica –dice Gramsci en el mismo lugar‒ se debe tomar en cuenta desde qué elementos
Para el pensador sardo, lo que Marx predica
no es el materialismo, sino la acción.
Marx ha partido en su filosofar, cuáles elementos ha incorporado, volviéndolos homogéneos, etcétera; entonces se deberá reconocer que de estos elementos ‘originarios’ el hegelismo es el más importante rela tivamente, en especial por su propósito de superar las concepciones tradicionales de ‘idealismo’ y de ‘materialismo’. Cuando se dice que Marx adopta la expresión ‘inmanencia’ en sentido metafórico, no se dice nada: en realidad, Marx da al término ‘inmanen
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cia’ un significado propio, lo que quiere decir que él no es un ‘panteísta’ en el sentido metafísico tradi cional, sino un ‘marxista’ o un ‘materialista histó rico’. De esta expresión ‘materialismo histórico’ se ha dado el mayor peso al primer miembro, mientras que debería ser dado al segundo: Marx, esencialmen te, es un historicista.” Gramsci era claramente acrítico del concepto del historicismo. Para él no se identificaba con el finalis mo hegeliano ni de cualquier otro tipo. No era el fin al que la historia se encamina para su total culmina ción. Esta idea no tenía sentido para él. Hay aquí una reivindicación de un nuevo concepto de la historia: ésta no es más que el registro de la acción de los hom bres sobre su realidad material en el tiempo. Es la obra humana en el mundo. Es el mundo de los hombres, el cual se significa por ser, ante todo, espíritu. “Se puede decir ‒escribía Gramsci‒ que la naturaleza del hombre es la ‘historia’ (y en este sentido, dado que la historia es igual a espíritu, que la naturaleza del hombre es el espí ritu), si, justamente, se da a la historia el significado de ‘devenir’, en una ‘concor dia discors’ que no parte de la unidad, sino que tiene en sí las razones de una unidad posible: por ello la ‘naturaleza humana’ no puede hallarse en ningún hombre particular, sino en toda la historia del género humano… mientras que en ca da individuo se encuentran caracteres puestos de relieve por la contradicción con los de otros” (Quaderni...) Si el hombre en el mundo es, ante todo, espíritu, fácil es colegir que la verdadera ley de la historia es la libertad. Ya el joven Gramsci había enunciado que “la libertad es la fuerza inmanente de la historia, que hace explotar todo esquema preestableci do”, de manera que “el desarrollo está go bernado por el ritmo de la libertad” (Scritti giovanili). El Gramsci maduro profundiza en el concepto y lo radicaliza hasta hacer del hombre el agente transformador de la histo ria. “Posibilidad –escribía‒ quiere decir ‘li bertad’. La medida de la libertad entra en el concepto del hombre… En este sentido, el hombre es voluntad concreta, o sea, aplicación efec tiva del querer abstracto o impulso vital a los medios concretos que realizan tal voluntad. Se crea la propia personalidad: 1) dando una dirección determinada y concreta (‘racional’) al propio impulso vital o vo luntad; 2) identificando los medios que vuelven esa voluntad concreta y determinada y no arbitraria; 3) contribuyendo a modificar el conjunto de las con diciones concretas que realizan esta voluntad en la medida de los propios límites de potencia y en la forma más fructífera” (Quaderni…)
II ¿Qué es lo que el hombre produce en su paso por la vida en esa infinita realidad que lo circunda y en la que existe y vive? Es la cultura. Gramsci tiene muchos conceptos de cultura. Para él, por ejemplo, es todo lo que el hombre crea en su devenir en la his toria; puede ser, también, un conjunto de reglas del comportamiento; además, un modo de ser de toda una sociedad, que incluye puntos de vista sobre la
ensayo
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vida, apreciaciones de los valores que le son propios; también todo el catálogo de los hechos históricos que se signifiquen por la creación de obras de arte, ideas, creencias, religiones o todo tipo de expresión. Muy a menudo, el pensador de Ales se refiere en esos tér minos a la cultura. Pero él tiene un concepto mucho más dinámico y creativo de lo que es la cultura. En un escrito de juventud afirmaba: la cultura “es orga nización, disciplina del propio yo interior, es toma de conciencia de la propia personalidad, es conquis ta de conciencia superior, por la cual se logra com prender el propio valor histórico” (Scritti giovanili.) Poco después, escribía: “Yo tengo de la cultura un concepto socrático; creo que es pensar bien, cual quier cosa que se piense y, por tanto, un optar bien, cualquier cosa que se haga. Y como sé que la cultura es ella también concepto basilar del socialismo, por que integra y concreta el concepto vago de libertad de pensamiento, del mismo modo quisiera que fuese vivificado desde lo alto, desde el concepto de org a nización.”En otra ocasión exponía: “Yo doy a la cul tura este significado: ejercicio del pensamiento, adquisición de ideas generales, hábitos que deben conectar causas y efectos. Para mí todos son ya cul tos, porque todos piensan, todos conectan causas y efectos. Pero lo son empíricamente, primordialmente, no orgánicamente. Por lo tanto, se tambalean, se aban donan, se ablandan o se vuelen violentos, intole rantes, rijosos, según los casos y las contingencias.” Más tarde, ya desde la cárcel, Gramsci reivindica de nuevo la cultura como “la potencia fundamental de pensar y de saberse dirigir en la vida” (Quaderni…) La cultura es la historia o, mejor dicho, es la histo ria realizada, el fruto de la vida de los hombres y es, al mismo tiempo, el modo de ser de los hombres en la realidad histórica. No se puede existir sin cultu ra, sin ser cultos, sin crear culturalmente. Todos los hombres, a su modo, son cultos, pero todos en diver so grado. El hecho es que todos crean culturalmente. Pero no todos crean para siempre, für ewig, como di ría Goethe (Lettere dal carcere.) No todos pueden ha cerlo. La sociedad en su infinita diversificación se ocupa de crear y formar a quienes encarga de la fun ción. Esos son los intelectuales. Si bien los intelectuales forman una categoría social perfectamente distinguible por sus características par ticulares, ellos no forman una clase social por sí solos. Siempre se crean en el seno de otras clases y se desa rrollan dentro de ellas. No es que necesariamente naz can en la misma clase; los intelectuales son continuos migrantes de clases y pueden identificarse con cual quiera de ellas. Gramsci lo dice así: “Cada grupo so cial, naciendo en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea al mismo tiempo, orgánicamente, uno o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de su propia función no sólo en el campo económico, sino también en el social y el político” (Quaderni…) Se trata de un proceso interno de división del trabajo: los intelectuales se vuelven “orgánicos” al ocuparse del desarrollo de ciertos aspectos de la vida intelectual del grupo o clase. “Se puede observar –nos dice‒ que los intelectuales ‘orgánicos’ que una nueva clase crea consigo misma y elabora en su desarrollo progresivo, son en su mayor parte ‘especializaciones’ de aspectos parciales de la actividad primitiva del tipo social nuevo que la nueva clase ha alumbrado.” Todos los aspectos de la vida social tienen su lado intelectual. La vida en sociedad es, en gran parte,
vida intelectual. Por eso, Gramsci llega a escribir: “Todos los hombres son intelectuales…; pero no to dos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales.” Se trata de una especialización en las diversas funciones del trabajo intelectual. Esas funcio nes son de una gran diversidad y la especialización de los individuos muestra el grado de profesionali zación del trabajo intelectual. Nos dice Gramsci al respecto: “La actividad intelectual debe ser distin guida en grados incluso desde el punto de vista in trínseco, grados que en los momentos de extremada oposición dan una real y verdadera diferencia cua litativa: en el más alto escalón deberán ubicarse los creadores de las diversas ciencias, de la filosofía, del arte, etcétera; en el más bajo los más humildes ‘ad ministradores’ y divulgadores de la riqueza intelec tual ya existente, tradicional, acumulada.” Para Gramsci es de la máxima importancia subra yar que una parte de la vida social, quizá la más im portante, es, precisamente, la vida intelectual. Todos los hombres, en diferente grado, son intelectuales. “Cuando se distingue –nos dice‒ entre intelectuales y no-intelectuales, en realidad se hace referencia só lo a la inmediata función social de la categoría pro fesional de los intelectuales, vale decir, se tiene en cuenta la dirección en que gravita el peso mayor de la actividad específica profesional, si en la elabora ción intelectual o en el esfuerzo muscular-nervioso.
Eso significa que si se puede hablar de intelectua les, no se puede hablar de no-intelectuales, por que no-intelectuales no existen.” Ésa es, acaso, la razón de la enorme importancia, una importancia vital, que los intelectuales tienen para la sociedad: si la actividad de ellos fuese totalmente abstracta, es decir, completamente aislada de la vida social y si ésta no tuviera como parte inherente un enorme com ponente intelectual, los intelectuales no tendrían razón de existir. Pero sucede que la sociedad los ne cesita, por una parte, para que cultiven su lado in telectual y lo engrandezcan y, por otra, para que la ayuden a organizar esa parte importante de su ser. Los intelectuales son, así, creadores de cultura y organizadores de la vida social que tiene que ver con su actividad. En un escrito de la época en la que Gramsci fue encarcelado y que se significa porque es el más profundo análisis de la función de los intelec tuales realizado hasta entonces (Gramsci fue dete nido en 1926), “Alcuni temi della quistione meri dionale”, el pensador sardo nos descubre esa característica particular de los intelectuales: casi siempre sin que se den cuenta, son grandes organi zadores de la cultura. Y para ello no necesitan tener puestos burocráticos o alguna forma de poder. Lo hacen espontáneamente, sin que nadie se lo encargue o se lo indique. Simplemente, por la actividad que realizan. Surge otro hecho importante: también sin
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Hay aquí una reivindicación de un nuevo concepto de la historia: ésta no es más que el registro de la acción de los hombres sobre su realidad material en el tiempo. Es la obra humana en el mundo. Es el mundo de los
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hombres, el cual se significa por ser,
ante todo, espíritu.
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Graffiti en Gramsci Monument, Forest Houses, New York
que lo sepan o sean conscientes de ello, los intelec tuales hacen siempre política, intervienen en la po lítica y determinan muchas cosas de la política. Y eso sin hablar de la enorme gama de intelectuales, en la que los burócratas deben ser considerados intelec tuales. Sólo refiriéndonos a los intelectuales de altos vuelos, los que están dedicados sólo al cultivo de las ciencias, la filosofía o las artes, debe decirse que ellos determinan siempre el rumbo de la vida social, para bien o para mal. Ese fue el enorme hallazgo de Gramsci. En “La quistione meridionale”, Gramsci hace por primera vez la distinción entre el intelectual de las sociedades agrarias y tradicionales y el intelectual de las socie dades urbanas. Al respecto, anota: “El viejo tipo de intelectual era el elemento organizativo de una so ciedad de base campesina y artesanal prevalente mente; para organizar el Estado, para organizar el comercio, la clase dominante cebaba un particular tipo de intelectual” ( en La questione meridionale.) Sin los intelectuales, que son sólo “mandaderos” de la clase dominante (Quaderni…), la sociedad, sea ésta tradicional o agraria o urbana e industrial, simple mente no podría funcionar. Decir, con Gramsci, que todos los hombres son cultos o que todos son inte lectuales, en diversos grados, es ya consagrar la im portancia vital de los intelectuales y de la vida inte lectual para la sociedad.
III La política es parte esencial de la vida de los in telectuales, así se dediquen a las actividades más abstrusas y aisladas. Ellos cuentan siempre con los
medios o las tribunas desde las cuales expresarse. Su gran diver sidad corresponde a una amplís i ma división del trabajo que los hace un elemento omnipresente en la vida social. Ellos tienen mu chísimas posibilidades de mani festarse y hacer presentes sus in tereses. Pero aun pensando en los intelectuales aislados y que sólo viven de su trabajo individual, ellos son seres privilegiados desde un cierto punto de vista. Son como los sacerdotes de la vida cívica. Piensan y pueden transmitir a los demás lo que piensan. Todos los que sirven al Estado en calidad de bu rócratas o empleados realizan una función intelec tual, aunque mezquina, y son, por lo tanto, también intelectuales. De ínfima categoría, si se quiere, pero lo son. Ningún Estado ni ninguna sociedad pue den funcionar sin esa categoría de intelectuales. En el sector privado, digamos en las grandes y pequeñas empresas, el elemento intelectual, cifrado en sus di rectivos y sus especialistas, es decisivo para su exis tencia y su progreso. Hasta en la sociedad rural se hace presente de modo imperativo el elemento in telectual: sin curas, sin abogados provincianos, sin poetas lugareños, sin artistas folclóricos, sin agentes comerciales, nada podría funcionar. Y sería un des propósito pensar que todo ese montón de pequeños intelectuales no significa nada en la dirección espi ritual y política de la sociedad. Los intelectuales y lo intelectual están por todos lados. A veces, los grandes intelectuales son capaces de transformar toda una época, con sólo desplegar su
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trabajo especializado. A Croce, por ejemplo, Gramsci le atribuye haber llevado a cabo la única reforma, la reforma intelectual, que era posible en el sur italiano (el “Mezzogiorno”, el “Meridione”). Con él “… ha cambiado la dirección y el método del pensamiento, ha sido construida una nueva concepción del mundo que ha superado al catolicismo y a toda otra religión mitológica. En este sentido, Benedetto Croce ha cum plido una altísima función ‘nacional’; ha separado los intelectuales radicales del Mediodía de las masas campesinas, haciéndolos participar en la cultura nacional y europea y, a través de esta cultura, los ha llevado a ser absorbidos por la burguesía nacional y, por consiguiente, por el bloque agrario” (“La quis tione meridionale”). Croce representaba la nueva imagen de la inte lectualidad italiana, que hasta antes de la unifica ción era, esencialmente, cosmopolita y nunca había logrado ser nacional. Para Gramsci había faltado una base material a la cultura nacional italiana o, en to
Jornada Semanal • Número 985 • 19 de enero de 2014
do caso, ella no estaba en Italia. “Esta ‘cultura’ italiana –apunta el pensador de Ales‒ es la conti nuación del ‘cosmopolitismo’ medieval ligado a la Iglesia y al Imperio, concebidos como universales. Italia tiene una concentración ‘internacional’, acoge y elabora teóricamente los reflejos de la más sóli da y autóctona vida del mundo no italiano. Los in telectuales italianos son ‘cosmopolitas’, no nacio nales; incluso Maquiavelo en El príncipe refleja a Francia, a España, etcétera, con su esfuerzo por la unificación nacional, más que a Italia” (Quaderni…; también, Lettere dal carcere.) Ahora bien, a Gramsci no le interesaban tanto los grandes intelectuales en lo particular como los gru pos de intelectuales o, también, los intelectuales se gún sus características (tradicionales, urbanos), en general. Todos ellos se manifiestan a través de sus relaciones con los demás o con el grupo social con el cual se identifican. La función de los intelectuales, desde este punto de vista, es convertirse en con ciencia de aquellos a los que quieren representar, apuntalar su acción en la vida social y ampliar los horizontes de ese mismo grupo. No se trata de un hecho concertado, habrá que insistir, sino de algo espontáneo que surge en el desarrollo mismo de la sociedad. Un grupo social sin intelectuales y, me nos todavía, sin vida intelectual, es un absurdo. Toda
clase social se hace de sus propios intelectuales o se atrae a los de los otros grupos. Los intelectuales tie nen la misión específica de ser representantes espi rituales y morales de la sociedad y de los grupos que la integran. Para Gramsci la moral tradicional, como conjunto de valores y prejuicios, es absolutamente repudia ble. La moral, al igual que la cultura, es ante todo una actitud, una condición del ser pensante que es el hombre. El mundo es el escenario en que vivimos, actuamos y padecemos. Somos espíritu viviendo en el mundo. Somos, como lo había postulado Kant, se res de fines, que a través de esos fines nos realizamos. La moral no tiene nada que ver con esos esperpen tos ideológicos que son los prejuicios convertidos en valores y que a menudo caen en la inhumanidad y, lo peor de todo, en la bestialidad. La moral es entereza, integridad y, sobre todo, voluntad de hacer y de ac tuar. El hombre, como intelectual (y todos los hom bres son intelectuales), es un “bloque histórico de elementos puramente individuales o subjetivos y de elementos de masa y objetivos o materiales con los que el individuo está en relación activa”. El hombre, siempre concebido como intelectual, es un ser destinado a transformar al mundo, material y moralmente. “Transformar al mundo externo –es cribe, en efecto‒, las relaciones generales, significa potenciarse a sí mismo, desarrollar se a sí mismo. Que el ‘mejoramien to’ ético sea puramente individual es una ilusión y un error: la síntesis de los elementos constitutivos de la individualidad es ‘individual’, pe ro no se realiza ni se desarrolla sin una actividad hacia lo externo, mo dificadora de las relaciones exte riores, desde aquellos hacia la na turaleza hasta los que tienen que ver con los demás hombres en diver sos grados, en las diferentes forma ciones sociales en las que se vive, hasta la relación máxima, que abar ca a todo el género humano. Por lo mismo, se puede decir que el hom bre es esencialmente ‘político’, pues la actividad para transformar y dirigir conscientemente a los de más hombres realiza su ‘humani dad’, su ‘naturaleza humana’” (Quaderni…) Para Gramsci, la revolución se cifra en una com pleta y total reforma intelectual y moral de la sociedad. Para ello se necesita a los intelectuales o, por lo me nos, que los intelectuales estén de acuerdo con ello. Cuando eso ocurre, entonces la reforma se pone en marcha, para dar lugar a un nuevo bloque de fuer zas que miran a transformar a la sociedad. Es por ello esencial para todo grupo que aspira a imponer su hegemonía hacerse del mayor número de inte lectuales y convertirlos en intelectuales orgánicos. De ellos va a depender el futuro político del grupo. Gramsci lo dice así: “Una de las características más relevantes de cada grupo que se desarrolla hacia el dominio [de la sociedad] es su lucha por la asimila ción y la conquista ‘ideológica’ de los intelectuales tradicionales, asimilación y conquista que son tan to más rápidas en tanto el grupo dado elabora si multáneamente sus propios intelectuales orgá nicos” (Quaderni…)
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Ningún otro estudioso, de hecho, de ninguna tendencia ideológica o filosófica, ha aportado lo que Gramsci a la comprensión del rol que la cultura y la creación espiritual y, sobre todo, los intelectuales, desempeñan en la vida social en todos sus aspectos en el mundo moderno.
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Atraerse a los intelectuales, en general, va a de pender de que el grupo que se encamina hacia el do minio hegemónico de la sociedad sepa formar (ela borar) a sus propios intelectuales. Al respecto, se debe anotar que “no existe una clase independien te de intelectuales, sino que cada grupo social tiene una formación de intelectuales que le es propia o tiende a formársela; pero los intelectuales de la clase históricamente (y realistamente) progresista, en las condiciones dadas, ejercen tal poder de atracción que terminan, en último análisis, por subordinarse a los intelectuales de los otros grupos sociales y, por tan to, por crear un sistema de solidaridad entre todos los intelectuales con ligámenes de orden psicológico (vanidades, etcétera) y, a menudo, de casta (técnicojurídicos, corporativos, etcétera)”. Finalmente, este hecho es tan importante para la definición de la misma hegemonía social y políti ca del grupo en cuestión, que Gramsci no duda en hacer depender de que haya una gran formación intelectual ligada al grupo dominante el modo como se ejerce el poder. Si los intelectuales imponen abier tamente su presencia, tendremos una dominación que será, ante todo, intelectual; la ausencia de in telectuales en la política va acompañada, por lo ge neral, de un ejercicio autoritario y despótico del poder. Gramsci anota al respecto que la atracción de los intelectuales “se verifica ‘espontáneamente’ en los períodos históricos en los cuales el grupo so cial dado es realmente progresista, vale decir, hace avanzar de hecho a toda la sociedad, satisfaciendo no sólo sus exigencias existenciales, sino amplian do continuamente sus propios cuadros por la con tinua toma de posesión de nuevas esferas de activi dad económico-productiva. Apenas el grupo social dominante agota su función, el bloque ideológico tiende a fracturarse y, entonces, a la ‘espontaneidad’ puede sustituirse la ‘constricción’ en formas siem pre menos larvadas e indirectas, hasta las medidas de auténtica policía y los golpes de Estado” •
Reformas L
Para José Ángel Pescador y Alberto Arnaut
a educación, como se sabe, es un tema que linda mucho con la cultura y entre ambas existe un parentesco estrecho. Por eso, abordar desde la cultura (o desde la reflexión simplemente) a la educación tiene sen tido. Más aún si en México, de fines de 2012 a ahora, la educación ocupa un lugar central, aunque visto casi siempre de manera parcial por los actores que han participado en ella en términos de teoría y prác tica. En síntesis, ¿qué visión integral es posible ob tener de la educación en México hoy, tratando de utilizar algunas herramientas teóricas relativamen te heterodoxas?
Las reformas y el sistema social ¿En dónde radica, en realidad, el sentido de inuti lidad práctica de los ajustes y modificaciones que emprenden los gobiernos contemporáneos para que cambien las duras condiciones en las que se vive y que no vayan dirigidos a aumentar los índices de ga nancia, en el seno de un sistema social –capitalista‒ que los únicos cambios que admite son aquellos que permiten concentrar más la ganancia en menos ma nos y que ésta última aumente continuamente? En 1994 lo decía Niklas Luhman en el iteso en Guadalajara, al hacer la presentación de su libro El sistema educativo en su versión en español: son jus tos los argumentos de quienes pregonan la inutili dad de las reformas del sistema capitalista. Como escribe Attali (Fraternidades, una nueva utopía; El hom bre nómada), en un mundo futuro que cada vez está más cerca, todos vamos a ser migrantes (nómadas) en búsqueda de mejores condiciones de vida en al gunos lugares privilegiados del planeta. Esa sería la opción de futuro dentro del capitalismo. Y por eso la pregunta: ¿reformas para qué? Preguntárselo a un docente de educación básica en México por ejemplo hoy –luego de haber vivido en el papel varias reformas‒ diría, de dientes para fuera, que para que su trabajo sea mejor. Pero en la vía de los hechos las reformas educativas (entendiendo lo educativo aquí como lo escolarizado) hasta hoy nada han modificado: desde quince, veinte años atrás la vida de la escuela sigue siendo la misma: las formas de enseñar (de estar en el salón), el currículo (el ofi cial, el operativo, el oculto), las relaciones de poder, no han cambiado a pesar del tiempo transcurrido y de las reformas educativas que, en teoría, se han dic taminado. El subsistema educativo está roto de raíz. La rotura del subsistema es responsabilidad del sis tema social en el que lo educativo se desarrolla. Pero, como sea, es allí, en la escuela, en el salón de clase, con el maestro, en donde se concreta la edu cación más allá de cualquier discurso. La carencia de controles de calidad para todo el sistema educativo nacional ( sen ), incluyendo lo que sucede en el salón de clase, es una materia que el subsistema educativo no ha cursado.
Las reformas contemporáneas de los subsistemas educativos Popkewitz en varios de sus libros (desde Sociología política de las reformas educativas hasta El cosmopolitis mo y la era de la reforma escolar) se encarga de señalar las limitantes de las reformas educativas empren didas hasta hoy dentro del capitalismo, pero a la vez el porqué del empeño de éste para impulsar esas re formas como si en eso le fuera la vida. Varios autores estadunidenses, europeos y latinoamericanos tam bién se han encargado de la temática. Otros muchos defienden empecinadamente esas reformas cen tradas en los paradigmas de calidad, evaluación y capacitación profesional ‒entendida casi siempre como reajuste jurídico-laboral‒ del magisterio, muchas veces desde los puestos que ocupan en di versos organismos internacionales ( ocde , Banco Mundial, unesco , etcétera). Puede fácilmente ejemplificarse esta tendencia –la que se genera desde las instituciones, la que pu blica libros, la que da a conocer sus puntos de vista masivamente‒, en el caso del país, con los libros que se publicaron sobre educación con la fiebre del cam bio de gobierno. Se mencionan aquí los siguientes: de Gilberto Guevara Niebla (Coordinador): La refor ma educativa; de Reyes s . Tamez Guerra y Felipe Mar tínez Rizo (Coordinadores): Las reformas que necesita la educación mexicana, y de José Narro Robles y David Moctezuma Navarro (Coordinadores): Hacia una re forma del Sistema Educativo Nacional. En estos libros, en donde la reforma se plantea como opción todavía para que el sistema educativo del país cambie, se po ne énfasis básicamente en lo siguiente: a) Si bien el subsistema educativo ha crecido explo sivamente los últimos treinta años, lo ha hecho de una manera desigual (el rezago, en números absolutos, ha crecido y éste y las cifras de bajo rendimiento se vincu lan con los estratos de población de más bajos ingre sos) y con muy bajos rendimientos educativos gene ralizados (ocupamos a nivel internacional lugares postreros), sin que hasta la fecha se precise en dónde radican las fallas más sensibles de este subsistema so cial. Esas fallas se ubican, en estos libros, en un univer so etéreo casi siempre, aunque, sorprendentemente, en dichos libros se afirma y se reitera que no sólo el maes tro es el responsable del bajo rendimiento de lo edu cativo, y a pesar de eso la reforma educativa de 2012 carga en él toda la responsabilidad de los bajos ren dimientos del subsistema, poniendo en práctica ac ciones punitivas en contra únicamente de los docentes. b) La educación, en México, se desarrolla en un ambiente social altamente desfavorable: índices de corrupción muy altos y extendidos; la tv ocupando grandes espacios de tiempo libre; una violencia so cial generalizada (así lo considera, según el inegi , más del sesenta por ciento de la población); un des crédito creciente de la utilidad de la educación (de los pocos que terminan su licenciatura un porcentaje muy alto no encuentra trabajo o no encuentra traba jo en lo que estudió); índices nacionales de desem
las raz sin se
Sergio Góm
neoliberales
19 de enero de 2014 • Número 985 • Jornada Semanal
Ilustración de Huidobro
zones entido
mez Montero
pleo crecientes; desintegración familiar, pobreza que crece año cada año, etcétera. c) Hacia el interior del subsistema, las condiciones de trabajo son igualmente desfavorables: los pues tos de dirección se ocupan políticamente (desde el secretario del ramo a nivel federal y estatal, hasta jefes de departamento u oficina); el sindicato controla in greso (normales, profesiogramas, control laboral), promoción (escalafones, carrera magisterial) y capa citación profesional del magisterio (becas y apoyos para el estudio). En términos históricos, el sistema educativo contemporáneo registra diferentes etapas que se corresponden, claro, con el desarrollo capita lista del país. En la etapa actual el sistema se divorcia cada vez más del contrato social que le dio origen y, en la práctica, firma un nuevo contrato con los gru pos sociales hegemónicos que, evidentemente, son minoritarios y defensores empecinados del neolibe ralismo que los ha enriquecido de manera sensible. De allí que los expertos reformistas le apuesten a acortar el tiempo lo máximo posible para que el sen y el país se integren con éxito a las sociedades capi talistas avanzadas. Una visión no institucional de la situación educa tiva del país y de lo que representa la reforma educati va de 2012 se encuentra en el libro publicado por la cnte este 2013 cuyo título es Análisis y perspectivas de la reforma educativa. Es evidente que entre las visiones reformista y la no institucional existen diferencias sustantivas sin que ninguna de las dos se incline abier tamente por rechazar la reforma como vía para resol ver los gravísimos problema del sistema educativo nacional por razones diferenciadas: en el caso de los primeros, los reformistas, porque para ellos la inser ción del sen al mundo de la competencia capitalista es recomendable e ineludible. Para los segundos, los no institucionales, porque se resisten a perder, no sin razón, las prebendas (base de plaza desde normales, nula evaluación, en algunos casos herencia de plaza, etcétera) que devienen de un sistema educativo que funciona muy deficientemente desde tiempo atrás (dígase 1949, año en que el charrismo sindical se esta blece) y cuya dinámica se basa en gran medida en la existencia y operación de un sindicato que cobró con prebendas laborales y políticas la inexistencia de con troles de calidad de los procesos educativos. Es decir, habría que pensar si, como dice Bauman, con los maes tros disidentes de México hoy no se ha impuesto el imaginario burgués (pib, consumo y meritocracia).
¿Si no es reforma, qué es? Desde el siglo xvii la escuela, bajo sus diferentes con cepciones capitalistas, se ha estado “reformando” continuamente, sin quedar la sociedad nunca hasta hoy satisfecha con los cambios y ajustes sufridos por ella. De manera reciente, la más profunda reforma registrada es la que, impulsada indistintamente en Europa y Estados Unidos, a principios de los ochen ta pone énfasis en la escuela como institución (olvi dar el taylorismo educativo e introducir en la escue
la nuevas formas de trabajo como la toyotización) y olvida, por fragmentarias, las reformas basadas en el currículo (contenidos y métodos de enseñanzaaprendizaje). Esa reforma, obvio, se olvida y abre paso a nuevos ajustes generados, se dice tratando de justificar, por la sociedad del conocimiento actual, que no es sino la sociedad tecnológica y consumis ta que vivimos y se distingue por premisas sencillas: uno, predominio de las competencias; dos, búsqueda indiscriminada de la calidad; tres, la evaluación par cial de los procesos, con énfasis en la docente; cuatro, el paso acelerado de lo público a lo privado, y quin to, el impulso de la tecnología a costa de todo (a cos ta básicamente de la cultura tradicional). Para conocer más a fondo y precisión tales premisas, vale consul tar los documentos educativos generados reciente mente por la ocde y el Banco Mundial. Por otro lado, hace ya algunos años, en el terreno de la crítica a las tendencias dominantes en la educación, se publicó en Brasil un libro pequeño pero muy valio so (Scola, s.a.) en donde Pablo Gentili hace un análisis a fondo de las relaciones malévolas que existen entre neoliberalismo y educación; de allí se toma el párrafo siguiente: “Es muy importante, teórica y políticamen te, comprender al neoliberalismo como un proceso complejo de construcción hegemónica. Esto es como una estrategia de poder que se pone en práctica en dos sentidos articulados: por un lado, a través de un con junto razonablemente regular de reformas concretas en los planos económico, político, jurídico, educacio nal, etcétera, y, por el otro, a través de una serie de es trategias culturales orientadas a imponer nuevos diag nósticos surgidos de las crisis y construyendo nuevos significados sociales a partir de querer legitimar las reformas neoliberales como las únicas que pueden (y deben) ser aplicadas en el actual contexto de nues tras sociedades.” Bajo tal visión paradigmática es que, particularmente hoy, se ejecutan las reformas capi talistas en diversos campos del quehacer humano, pues ellas tienen como primer objetivo preservar al sistema social y luego buscar que los subsistemas fun cionen siempre en beneficio de esa preservación. ¿Qué les queda a los sujetos entonces: actuar siem pre en beneficio del sistema, sin poder desligarse de él para, en la práctica, lograr su transformación? ¿Có mo vencer el accionar del sistema para lograr que éste termine de actuar y sea sustituido por otro me nos depredador? Zygmunt Bauman en un escrito reciente (“Es necesaria una nueva batalla cultural”) lo dice crudamente: no hay opción mientras las or ganizaciones políticas de la amplísima izquierda de hoy no entiendan que las reformas capitalistas no bastan para transformar la situación de desamparo en que viven grandes sectores de la humanidad. Es necesario hacer más, impulsar acciones tendientes a modificar al sistema capitalista. Incrementar tanto la práctica como la teoría. Apostarle a las reformas dentro del capitalismo es sólo prolongar la agonía en que hoy se vive y realizar una práctica política que no tiene sentido. ¿Quién educará al respecto? •
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Marco Antonio Campos
La tumba de E
a Piera Mattei
s el diciembre frío, pero los breves días –la luz se va a las cinco de la tarde– son en su mayoría de sol. No recuerdo, trato de recordar si fue en el otoño de 1972 o en el invierno de 1975, cuan do al sentarme al pie de escalinata de Trinità dei Monti vi a la izquierda la placa en el muro de la casa contigua donde está grabado que allí murió John Keats el 24 de febrero de 1821. Al morir Keats tenía veinticinco años; había nacido el 31 de octubre de 1795. A la verdad el día y la hora exactas de su muer te, desahuciado por la tuberculosis –como murie ron su madre (Frances) y sus dos hermanos (Tom y George)–, fueron las 11 de la noche del 23 de febrero. Desde meses atrás sentía que vivía una “existencia póstuma”. En esa casa de Via di Spagna 26, en el se gundo piso, en cuartos contiguos, moró, junto al pin tor John Severn, los últimos cuatro meses de vida.
John Keats
“Puede decirse que su vida adquiere significado por aquellos meses que le dedicó”, escribió sobre Severn la poeta y ensayista Piera Mattei en su bello libro I poeti e la città (Il Bisonte, Firenze, 2009). Como todo mundo sabe, ahora hay una pequeña casa-museo, muy bien aprovechada, donde se hallan objetos de singular valía. Pero lo más dolorosamente conmove dor es el escueto cuarto de Keats, con sus ventanas que dan, una, a Piazza di Spagna, y otra, a la esca linata de Trinità dei Monti, el cual contiene, entre otras cosas, la máscara mortuoria, el bosquejo de su rostro dibujado en la extrema agonía por John Se vern, y una cama de 1820, buscando que se produzca un símil con aquella donde murió. Llego al cementerio no católico, también llamado cementerio de los ingleses. Es 5 de diciembre. El cie lo está gris y hay un frío penetrante. El cementerio está dividido en dos. Sobre todo del lado más anti guo, donde Keats está enterrado, parece menos un cementerio que una bella obra de jardinería. Luego de entrar, camino a la izquierda por la orilla, paso a la parte antigua, y en el ángulo, al fondo, se halla la tumba, melancólicamente aislada, donde yacen John Keats, John Severn y el hijo de Severn, que mu rió al año de nacido, en 1937. Severn, quien amó Italia, y donde vivió mucho, falleció en 1879. En la lápida vertical se lee en inglés: “Esta Se pultura/ contiene todo lo que fue Mortal/ de un/ Joven Poeta Inglés/ Quien/ en su Lecho de Muerte,/ ante el Malicioso Poder de sus Enemigos,/ Deseó estas palabras/ para ser enterrado en su tumba: AQUÍ YACE UNO/ CUYO NOMBRE FUE ESCRITO EN AGUA .” Fuera de lo que está es
crito en mayúsculas, que lo pidió Keats a Severn como epitafio po co antes de morir, lo otro fue añadido por su amigo íntimo Charles Brown. No creo que le hubiera gustado a Keats. Como ha dicho la mayo ría de la crítica inglesa moderna, la crítica a Keats fue más amistosa que negativa y él mis mo se recuperó pron to de las reprobaciones d e s p re c i a t i v a m e n t e
burlescas a su segundo libro (Endymion) por los zoilos de la época. Arriba de la lápida vertical hay en bajo relieve una lira. Abajo se ve repetida la fecha con el día equivocado: Feb. 24 1821. Si no es el día de la muerte tampoco el del sepelio; se le enterró el 26. En el cuadrado y en torno de la triple tumba hay un arbolito con hojas marchitas, una diversidad de plantas y crecen las flores encendidamente rojas del ciclamino. A la tumba la flanquean, como dos gigan tescas columnas, dos pinos rodenos o marítimos. Me parece en mi imaginación que quisieran resaltar la máxima altura de Keats como poeta y decirle mu sicalmente que los pájaros no han partido. Es una emoción estar frente a la tumba, pero una emoción hermosamente triste. Recuerdo su “Oda a la melan colía”, y me digo que el trigo de oro se cortó mucho antes de la gran cosecha. Esa primera vez que fui al cementerio, frente a la tumba de Keats, leí el bellísimo Adonais que Shelley le escribió inmediatamente después de su falleci miento, y el cual, como se ha dicho, es más un alto encomio al poeta que al amigo con el que hubo algún roce. ¿Cómo no recordar versos inolvidables en un poema que está henchido de instantes de gran belleza?: “Yace el lirio roto y la tormenta pasa”, o el célebre: “¡Ángel caído de un edén en ruinas!”, o estos, que arrebatan el hálito y ahondan en el alma: “¡Y el Amor a la Pena le enseñaba/ a caer de su len gua como música!” Adonais hace inseparables a She lley y a Keats y cuando se ha estudiado la poesía de Keats suele citársele, pero ningún ensayo y ninguna crítica ha alcanzado ni alcanzará las notas emotivas que hay a lo largo de los XLV fragmentos del poema. Quizá no esté de más subrayar que cuando Shelley se ahogó en el mar, cerca de Livorno, traía en el bol sillo el Lamia de Keats. Paso por la tumba de Shelley y salgo luego del cementerio. A diferencia de Shelley, Keats era bajo de estatura. Medía 1.60. Apasionado de carácter, en él se extre maban las emociones: tristezas, dolores, alegrías, afectos, aversiones… La felicidad, a la que por su temperamento estaba destinado, salvo breves y re pentinos fuegos, el destino se la negó. Sabía ser ami go de sus amigos y fue muy apegado a sus hermanos (George, Tom, Fanny). Entre algunos de sus fieles, o aun diría devotos amigos, se contaron Charles Clow den Clark, quien lo guió en sus primeras lecturas; el
John Keats en 1819, pintado por su amigo Joseph Severn / quickiwiki.com
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Ya enfermo, en 1919, a sus
Roma. Quizá los poetas que Keats más veneró fue ron, por un lado, la tríada inglesa (Shakespeare, Milton y Wordsworth), y de los extranjeros, el flo rentino Dante, cuyo Infierno fue un texto de cabe cera, o al menos, de continua lectura. Departió va rias veces con su admirado Wordsworth, pero lo juzgó como persona “egocéntrico, arrogante y gaz moño”, estuvo alguna vez con Coleridge, adicto a monólogos inteligentísimos, y trató brevemente a los ensayistas Charles Lamb (quien escribió sobre él) y William Hazlitt, quien lo influyó en sus ideas
veintitrés años, escribe en dos
estéticas. Como sus grandes compañeros de la se gunda generación romántica, Byron y Shelley, tuvo un apego íntimo y creciente por la naturaleza, estu dió con fervor la mitología griega, creyó vivamente en el lenguaje del sentimiento y en “la autenticidad de la imaginación” y buscó igualar vida y poesía en rigor e ímpetu, y si no al grado de Byron y Shelley, fue pol íticamente un liberal. Desde muy temprano en su adolescencia fue un ávido lector. “Más que leer devoraba”, decía su amigo Charles Clowden Clarke. Creyó en la gloria, pero intuyó que sólo lle garía póstumamente.
Vivió casi siempre con limitaciones económicas. Mientras tuvo buena salud, fue un denodado cami nante. No deja de asombrar que a mediados de 1918 emprendiera con su amigo Charles Brown un viaje a pie hasta Escocia y llegara a caminar hasta 30 ki lómetros al día y que meses después le sobreviniera la primera hemorragia que anunciaba dramática mente la tuberculosis y los desoladores años finales. Ya enfermo, en 1919, a sus veintitrés años, escribe en dos meses, entre marzo y mayo, las inolvidables odas que se repiten desde entonces –se repetirán– en
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poeta Leigh Hunt, muy amigo también de Shelley, quien lo publicó por primera vez en la revista The Examiner; el escritor Charles Wentworth Brown, tal vez el amigo más íntimo, con quien hizo en los me ses del verano de 1818 una formidable caminata por el norte de Inglaterra y por quien o con quien cono ció a Fanny Brawne; el editor John Taylor, quien desde que leyó su primer libro creyó en su gran ta lento, y el pintor John Severn, que de buen conocido se volvió un fiel amigo y lo acompañó desde su sa lida de Londres en septiembre de 1820 hasta el día de su fallecimiento y de su entierro en la ciudad de
meses, entre marzo y mayo, las
inolvidables odas que se repiten desde entonces –se repetirán– en los años y en los siglos.
los años y en los siglos (“Oda al ruiseñor”, “Oda a una urna griega” y “Oda a la melancolía”), y a lo lar go de ese 1819, piezas que han quedado en lo mejor de la tradición romántica como “The Eve of St. Ag nes”, donde se ha visto una alusión a su amor por Fanny Brawne, “La Belle Dame San Merci”, y el in concluso “Hyperion”. Pero no hay casi historiador o crítico de poesía y literatura inglesas que no resal te con admiración su correspondencia. Sus cartas – escribe Ifor Evans (A short History of English Litera ture, IV , 90)– “no son sólo un brillante compendio de sus opiniones críticas, sino muestran su ator mentado amor por Fanny Brawne, su viva aptitud para la amistad y la tragedia de su viaje a Italia en un vano esfuerzo por recobrar la salud”. Regreso días después al cementerio y me dirijo de nuevo a la tumba. El día es soleado y frío. De manera regular la gente pasa y pasea. Permanezco largo rato sentado sobre el césped. Empiezo a leer la “Oda a una urna griega”. Unos versos me detienen, en los que ha bla al enamorado sobre la joven que ya nunca será suya, y me doy por creer que tal vez pensaba en Fanny Brawne. Y continúa diciéndole que no se aflija porque la amada no marchitará nunca: “¡Para siempre la ama rás, y bella será siempre ella!” Leo luego la “Oda a un ruiseñor”, la cual se ha visto en su poesía como la pre monición o el primer anuncio de su muerte. El poeta se dirige a la melodiosa ave (utilizo la bella traducción de Juan González-Blanco Luaces): “A lo lejos perderme, disiparme, olvidar/ lo que entre las ramas no supiste nunca:/ la fatiga, la fiebre y el enojo de donde,/ uno a otro, los hombres, en su gemir, se escuchan,/ y sacude el temblor postreras canas tristes.” Y Keats termina la oda hermosa, misteriosamente: “¿Fue visión o un sue ño?/ Huyó esa música. ¿Duermo o estoy despierto?” Me gustaría cerrar con unas líneas que j . b . Priest ley dedica al poeta en su extraordinario libro, un li bro ya clásico (Literatura y el hombre occidental): “No hay figura más atractiva en todos los anales y cróni cas de esta Edad Romántica que la del joven, inmor talmente joven, John Keats.” •
en nuestro próximo número:
La palabra de Juan Gelman Textos de Marco Antonio Campos, Hugo Gutiérrez Vega, José Ángel Leyva y Eduardo Lizalde
La Jornada Semanal @JornadaSemanal jsemanal@jornada.com.mx
arte y pensamiento ........
Francisco Torres Córdova
Ricardo Venegas
Miserables La casa había ido quedando vacía. Los muebles, las cortinas, las lámparas se habían ido, y fueron llegando ecos que antes no había. El miércoles mismo habían entrado –bien sabía quién‒ y se habían llevado la luna grande. Y no era la única, qué va. Rita entró también, y los cuates, cada uno por su lado. Bien sabía, pero disimulaba. No iba a dejar que vieran lo que estaba haciendo, que se dieran cuenta. Buen susto iba a darles. Y no se trataba de eso. Los quería. Simplemente, le causaban gracia. Que fueran tan impacientes, tan apresurados, tan codiciosos. Y que lo hicieran a escondidas unos de otros, como si ellos no supieran. Siguió envolviendo en periódicos la vajilla. Metiéndola en la caja. Si se la iban a llevar, que fuera completa. Extendió el pliego de papel para acomodar... Entonces la vio y, por primera vez, se tuvo lástima. Miserables, pensó. Cómo así, tan chiquita, tan escondida, tan pinchurrienta la esquelita que le habían puesto •
Jesús Vicente García BREVES DEL METRO
Un lector –Quítate de la puerta si no vas a bajar, pinche estorbo, ¿qué, te late una bola de madrazos?, pinche cara de vendedor ambulante. Las puertas del Metro abren y cierran. Dejo de leer. A través del vidrio dirijo la mirada hacia el ofendido silencioso, quien tiene un libro entre las manos y su mirada se enfoca hacia un tipo, también silencioso, que, a su vez, lleva un libro entre las manos.
Feisbuqueros En el vagón de los feisbuqueros nadie te hace caso, no existes si no estás dentro del ciberespacio; de ahí el dilema de existir o no existir,“me gusta” o “ya no me gusta”. Los metrousuarios se mueven con sus cels, aifons, compus. Los ves, son, están y no están. Ambiguos seres que se exilian entre dos realidades. Su viaje en el Metro es doble; quizá ellos son los culpables de que las autoridades hayan elevado el precio del boleto de Metro •
Garibay: Cómo se gana la vida
I
nspector de cabarets en el Departamento del Distrito Federal, vendedor de candelas para la lumbre, boxeador amateur (supo que tenía la “onza de oro”, pero no llegó a más en el gimnasio), guionista cinematográfico –de lo cual se quejó mucho, pero de ello vivió más de dos décadas–, Ricardo Garibay desempeñó diversos oficios para ganarse el sustento. El peso de los días y la experiencia acumulada se dan cita en las páginas de Cómo se gana la vida (1992), donde se cuenta una historia de altibajos. Aparecen del mismo modo delincuentes y afamados personajes: María Félix, Juan Rulfo, Gustavo Díaz Ordaz... Monsiváis lo supo bien: “Como Vasconcelos, quien también renegó de sus contemporáneos, Ricardo Garibay osciló entre el intelectualismo y su antípoda, el culto a la vitalidad y la devoción por la palabra. En él se impuso el celo literario y la reverencia por el estilo, creyó en los poderes del idioma.” El itinerario del hidalguense también parece obedecer la encomienda de describir la formación de una personalidad a través de su cronología vital: la gestación de una manera de ver el mundo donde la voz rígida del narrador dibuja su periferia creando una representación literaria nítida. Agustín Cadena es certero al sopesarlo: “Todo eso se combina, se yuxtapone, se dinamiza para formar no sólo un estilo personal, sino toda una poética; es decir, un conjunto de procedimientos formales vertebrados en torno de una visión particular del mundo.” Hay un marcado interés en Garibay por recordar y exponer las maneras a través de las cuales un hombre subsiste a pesar de las dificultades. Sobresalen temas como la supervivencia diaria en diversos estratos sociales, la cultura popular, el habla transcrita con fidelidad de orfebre, la muerte y la violencia en las calles y en los mercados, la simpatía por el infortunio y la melancolía por sitios y personas que ya no están, todos ellos motivos caros a este áspero y detallado mapa que despliega en su literatura lo que Martha Robles ha identificado como “realismo iracundo”. Realismo, por extraer de la cotidianidad los elementos predominantes de su escritura; iracundo, por el conocido impulso del narrador reflejado en su personalidad y en gran parte de las páginas que escribió. Su personaje cobra matices biográficos al hablar de una convicción: asumió ser un escritor por naturaleza, nato, concebido para el dominio de la palabra. En Cómo se gana la vida se reconoce el caminar del novelista: las circunstancias que moldean el temperamento de quien se elige a sí mismo para edificar su obra: “Yo soy tan personaje para mi literatura como un personaje que escojo. Uno se hace a sí mismo un personaje para poder trabajar. Además, todo lo que he escrito es autobiográfico y en ninguna parte estoy. Hay quien me acusa de haber hecho de mi persona un personaje y para escribir esto es igual que cuando se piensa en personajes de una novela. Uno oye las voces de los personajes y la propia voz.” •
ftorrescordova@gmail.com
MONÓLOGOS COMPARTIDOS
MENTIRAS TRANSPARENTES
BITÁCORA BIFRONTE
ricardovenegas_2000@yahoo.com
Felipe Garrido
19 de enero de 2014 • Número 985 • Jornada Semanal
Por gracia de los dioses
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escompone las líneas del rostro, las contrae y multiplica; dilata las mejillas y tensa los labios en un
impulso que lanza la cabeza hacia atrás y luego hacia adelante y pega la barbilla al pecho. Levanta el arco de las cejas y cala en las arrugas de la frente, desordena el cabello, crispa los dedos de las manos, sacude los hombros y encoge las orejas, cierra los ojos con firmeza o con la misma fuerza los abre desmedidos, vidriosos de un reflejo a la vez transparente y misterioso. Su estallido, que es el otro lado de un acorde, de una intuición radical o un cabal entendimiento, es incontenible, troza en bocanadas el aliento y dispersa las palabras en un grito o balbuceo que choca con los dientes y la lengua. Por la boca pone en evidencia todo el esqueleto y en un relámpago de músculos y nervios deja al alma a la intemperie y muestra las costuras delicadas que la unen a los huesos. Sus líneas en el rostro pasan por los rasgos del miedo, el terror incluso, la ira acaso, el susto banal o el profundo asombro, el llanto o el espasmo inexorable y total de un estornudo, pero su mueca y su tumulto vienen de otra parte, celebran el centro de una paradoja, de una idea absurda, fina o tosca, brillante y seductora precisamente por ambigua o por grotesca, o imposible y al mismo tiempo soberana y oronda en su simpleza. Por esos derroteros concentra la conciencia en lo nimio que en el fondo nos excede, en lo cotidiano mortal que nos define, y la lleva al umbral en que se enlazan las fibras del juego y lo sagrado, para que salte ahí si puede la cuerda oscilante del destino. La andanada de jadeos graves, agudos y quebrados, musicales o estridentes que libera, nos vierte entonces en una breve y plena desnudez de niños que retozan, llenos de sí mismos, por un instante sin fisuras de sentido, atributo exclusivo de los dioses. “Por la risa el mundo vuelve a ser un lugar de juego, un recinto sagrado y no de trabajo. El nihilismo de la risa sirve a los dioses. Su función no es distinta a la del sacrificio: restablecer la divinidad de la naturaleza, su inhumanidad radical” dice Octavio Paz (“Risa y penitencia”). Y por gracia de los dioses, que es contagio, el estruendo de la risa desborda al pensamiento, le quita veleidades sin romperlo y nos redime. Pero no la risa embozada, la mórbida entre dientes, sino la fresca y abierta que se cierra en el abrazo; no la complacida en el poder, el dolo y la violencia, sino la risa que pulsa los hilos del espíritu, las plantas de sus pies dormidos y descalzos; no la ciega del delirio atrapada en su espiral de fuego en un horizonte congelado, ni la risa de la muerte sitiada en el silencio, despojada del azúcar de sus ritos, sino la risa inicial del arpa en las costillas, por todo, por nada y porque sí la vida, la que calla con su voz los ruidos del hambre y el vacío: “Alondra de mi casa,/ ríete mucho./ Es tu risa en tus ojos/ la luz del mundo./ Ríete tanto/ que mi alma al oírte/ bata el espacio.// Tu risa me hace libre,/ soledades me quita,/ cárcel me arranca./ Boca que vuela,/ corazón que en tus labios/ relampaguea.”(“Nanas de la cebolla”,Miguel Hernández.) •
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Jornada Semanal • Número 985 • 19 de enero de 2014
........ arte y pensamiento Miguel Ángel Quemain
El lenguaje y la crítica del posdrama
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OSDRAMÁTICO” ES UNA de las entradas fundamentales en el Léxico del drama moderno y contemporáneo, de Jean-Pierre Sarrazac (Paso de Gato, 2013). Sus certezas, que también son sus características, organizan gran parte de este discurso estructurado al modo de un diccionario revelador de los conceptos clave para entender el descentramiento de la escena contemporánea. Para quien tenga dudas sobre lo que es, y aun después de los seminarios que ofrecen sus promotores siga con la incertidumbre, debe saber que lo posdramático “no es ni un estilo, ni un género, ni una estética”, sino una idea que resulta de un conjunto de prácticas teatrales “múltiples y dispares”, donde los elementos que antaño fueron indispensables para producir el teatro, ahora no lo son.
La tradicional oposición entre lo épico y lo dramático queda sobrepasada por unas prácticas que tienen como punto en común considerar que “ni la acción (categoría nodal) ni los personajes en el sentido de caracteres, ni la colisión dramática o dialéctica de los valores, ni siquiera las figuras identificables son necesarias para producir teatro”. Así, el planteamiento de Lehmann, que es su propia definición de lo posdramático, consiste en reivindicar la escena “como comienzo y como punto de intervención , y no como “transcripción” de una realidad que le sería exterior. Heiner Müller lo asumía como una tarea, como una forma vocacional de la factura teatral: pensaba que “el objetivo es estimular la imaginación, provocar asociaciones, obtener la creación de un mundo de imágenes que se resiste a una lectura interpretativa y que no puede ser reducida a una metáfora unívoca”. Uno de los objetos que está en el fondo de toda esta polémica es en realidad el texto, que sin ser excluido ha dejado de ser el centro del dispositivo teatral. En esa entrada, redactada por Jean-Louis Besson (profesor del Departamento de Artes del Espectáculo de la Universidad de París x , Nanterre), se sugieren los ejemplos europeos relevantes de lo posdramático (poco vistos en México, como sucede con los ejemplos en el libro de Lehmann, Teatro posdramático) como “las realizaciones” de Tadeuz Kantor,“algunas obras” de Heiner Müller, Jean Jourdheuil y Jean Francois Peyret, Klaus Michel Grüber, Pina Bauch y Bob Wilson. En su célebre libro Cómo analizar un film (Paidós), Francesco Casetti y Federico Di Chio le dan una dimensión extraordinaria a cada elemento del cine, y permiten encontrar en cada uno una retórica que le exige al crítico verlos en su autonomía artística: la modestia de un oficio, vestuarista por ejemplo, ha dejado de ser un apéndice,
LA OTRA ESCENA quemainmx@gmail.com
un elemento secundario para convertirse en un elemento constitutivo del discurso. El crítico Jorge Ayala Blanco logró hacer del ensayo crítico una puesta en escena de ese mundo del posdrama que exige a cada elemento del filme una autonomía y al mismo tiempo un trenzado con el conjunto de “autonomías” que acompañan a la primera, dotándola de jerarquías móviles que relativizan la posición de objetos que solían subordinarse al poderoso logos textual, que el posdrama ha desplazado “como soporte y presupuesto de la representación” y que, en el caso del teatro “puede ser sistemáticamente pensado sin él”. Es en la palabra del crítico donde el objeto artístico se desdobla nuevamente en una interpretación (¿la ilusión de un espejo?), un trabajo de lenguaje que no se desapega de las categorías y elementos que conforman el objeto para encontrar una nueva lectura. He puesto un ejemplo con un crítico de cine, ante la ausencia de una figura de su estatura en el ejercicio crítico sobre lo teatral. Esa dimensión no existe en nuestro teatro, no existe la crítica teatral en ese grado de profundidad y no tiene que ver con el objeto observado sino con el nivel literario del texto crítico. Tampoco pasa en la música, al menos en México, aunque Eugenio Trías, con su lógica del límite, ha logrado la incursión en esos territorios que van de El canto de las sirenas a La imaginación sonora. No quiero negar tampoco las contribuciones valiosas y orientadoras de quienes se dedican a ofrecer lecturas clarificadoras sobre fenómenos estéticos y que en cuyas líneas puede intuirse el gran ensayo crítico. Así como el teatro se ha librado de las viejas opresiones textuales, dramáticas, la crítica tendría que librarse del comercialismo y la estupidez que reina en la mayoría de los medios, para estar acorde con las transformaciones de sus objetos. •
BEMOL SOSTENIDO Alonso Arreola
@LabAlonso
Jorge Ayala Blanco
Es mi placer inducir al Salón de la Fama del Rock & Roll a…
E
L OTRO DÍA NOS quedamos pegados al televisor. El canal tnt retransmitió la ceremonia del Salón de la Fama del Rock & Roll. Evento anual, en su edición de 2013, indujo a Dona Summer y Albert King (ambos post mortem, claro está), así como a Heart, Public Enemy, Randy Newman y, finalmente y tras una larga y dolorosa espera para millones de fanáticos, al trío de rock progresivo canadiense Rush. También hizo reconocimiento especial a Quincy Jones y Lou Adler (ambos con la estatuilla Ahmet Ertegun por Logros de Vida). Ahora bien, ¿por qué comentar un espectáculo considerado por muchos menor que los premios Oscar, Grammy, Emmy, Tony o mtv? Precisamente por eso, por su naturaleza rockera. La inducción al Salón de la Fama suele ocurrir con relajación, espontaneidad y un ambiente vibrante, más honesto que el de las ceremonias acartonadas que han trasladado su fuerza a la estúpida alfombra roja. Además, créalo o no nuestra lectora, nuestro lector, su producción sonora y visual es superior. Ante la duda, una prueba: busque el discurso de Harry Belafonte induciendo –tras la presentación del cineasta Spike Lee– al conjunto de rap Public Enemy. Observe la filmación y la edición; sienta su sincero mensaje político y social. Así las cosas, se nos ocurre hablar de esto, principalmente, porque fue un domingo 19 de enero, hace veinte años, cuando entraron al Salón de la Fama del Rock & Roll los nombres de The Animals, The Band, Duane Eddy, The Grateful Dead, Elton John, John Lennon, Bob Marley y Rod Stewart. Un puñado de artistas notables. Se nos ocurre hablar de esto, además, porque ya han sido expuestos los
nuevos miembros que entrarán en 2014: Cat Stevens, Daryl Hall & John Oates, Nirvana, Kiss, Linda Ronstadt y Peter Gabriel. Como recipientes especiales se ha elegido a Andrew Loog Oldham y Brian Epstein (premios Ahmet Ertegun por Logros de Vida) y a The e Street Band (Premio por Excelencia Musical). Ahora, ¿qué reconoce exactamente el Salón de la Fama? Sí: calidad, innovación y productividad pero, sobre todo y según hemos visto en la mayoría de los casos, lo que valora es la necedad, la resistencia, la permanencia; la concentración en un proyecto que madura por décadas o, en casos excepcionales, que con una vida corta fue tan poderoso para establecer “un antes y un después” en la historia de la música o de su industria. Claro que no todos los jueces coinciden. Mucho menos los melómanos que atentamente esperan la entrada de sus dioses personales al Olimpo. De allí las decepciones, desalientos y discusiones. Sobre los recién seleccionados, algunos dirán que lo de Nirvana responde a su contexto histórico y a la mercadotecnia de un suicidio; no a su estricta relevancia o revolución estética. Otros argumentarán que Hall & Oates lo merecen menos que otros contemporáneos. Los de más allá señalarán que Linda Rondstadt y la e Street Band, incluso con sus largas trayectorias, llegaron allí por conveniencias de género (sexual y musical), o por el peso de quienes se han involucrado con ellos. Lo que vemos difícil es que se cuestione el ingreso de Cat Stevens, Kiss y Peter Gabriel, así como el buen tino de inducir juntos a Andrew Loog Oldham y Brian Epstein. Estos últimos nombres pueden resultar un tanto oscuros para los no iniciados pero se trata, nada más y nada menos, de quienes manejaron a The Rolling Stones y The Beatles respectivamente, en los momentos más importantes de Andrew Loog Oldham
sus carreras. Oldham, septuagenario, aún vive. Epstein perdió la vida por una sobredosis siendo joven. El primero trabajó para el segundo y por ello pudo desarrollarse en una de las más activas escenas de los sesenta. Ambos merecen luz, pues la tarea de un verdadero manager va más allá de conseguir conciertos y contratos en la expansión de una imagen. Tiene que ver no con vender a un grupo a como dé lugar, sino con entender su origen, motivación y sentido para hacerlo crecer congruentemente. Estos tipos fueron empresarios pero sobre todo amigos, cómplices, productores y visionarios en un mundo fértil, pero desconocido. Finalmente, observamos estas faramallas gringas porque, al menos en terrenos del pop y del rock, mucho podríamos aprender. Sin malinchismos de por medio: acabamos de toparnos con Panda en otro canal de televisión. Escuchando a esta banda representativa de nuestro rock nos dan ganas de vomitar. ¿Cómo se puede ser tan, pero tan malo y “hacerla”? Tal vez faltan eventos como el que hoy nos motiva; filtros, jueces que contengan la boñiga y echen luz sobre trayectorias con valor, aunque sean menos aplaudidas. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
arte y pensamiento ........
19 de enero de 2014 • Número 985 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Verónica Murguía
1.
LEO EN EL MONUMENTAL Borges, de Adolfo Bioy Casares, esta entrada que corresponde al martes 14 de junio de 1960: “Voy a La Nación, a la reunión del jurado. Cuando salgo con Borges, éste me propone: ‘Vamos a La Fragata. Allí hay un mingitorio en el que se han logrado pises excelentes’. ” 2. Según los médicos, una frecuencia urinaria normal es de cuatro a ocho veces al día. La necesidad de orinar más veces puede ser síntoma de diabetes, enfermedad que en este país ha alcanzado el grado de epidemia, aunque condiciones más benignas como el embarazo también hacen que aumente la necesidad de orinar. Me encantaría hechizar a todos los delegados de esta ciudad, personas que aparentan carecer de vejiga, corazón y cerebro, para obligarlos a sentir lo mismo que cualquier paciente de prostatitis, o en el caso de las mujeres, vivir tres días como si estuvieran en las últimas semanas de la gestación. Sin coche y sin guaruras. A ver si al final del encantamiento no les parece necesaria la creación de baños públicos, administrados por el gobierno de la ciudad. Limpios, amplios, vigilados. Una forma necesaria y esencial de dar dignidad a la fatigosa vida del chilango de a pie. 3. La segunda novela del escritor estadunidense John Irving se titula La epopeya del bebedor de agua. En ella Irving cuenta las peripecias de Fred Trumper, un hombre que, debido a una malformación de la uretra, padece incontables infecciones y dolores horrorosos. Para curarse debe beber mucha agua y comer yogurt como loco. Cuando leí el libro pensé que semejante trama era imposible en Ciudad de México. Fred Trumper se hubiera gastado todo su dinero en revistas para poder usar los baños del Sanborns. 4. Antes, cuando veía las botellas de Coca Cola llenas de orina y abandonadas en las banquetas, los arriates y los zaguanes, me daba rabia. Ahora me inspiran compasión. Orinar de esa forma, vergonzosa e incómoda, ha de ser horrible. Aunque siempre será mejor que no orinar en lo absoluto, destino de las mujeres, incapaces física y culturalmente de orinar en botellas o cualquier lugar que no sea idóneo. 5. En África, las mujeres suelen ser atacadas por las fieras de cuatro y dos patas cuando van al baño. En la cotidiana búsqueda de una porción de decoro, las mujeres suelen internarse en la selva o alejarse de sus familias para evacuar. Entonces son presa fácil, inerme, de violadores, asesinos y fieras. Qué barbaridad. En el mundo se calcula que ¡297 millones! de seres humanos tienen que orinar y todo lo demás al aire libre. Las consecuencias son gravísimas: muertes y enfermedades. Una de cada tres mujeres en este mundo orina en descampado.
6. El otro día escuché en un programa de radio que, para los habitantes del Distrito Federal, un momento de dicha considerado “pequeño paraíso” –así habían titulado la emisión–, era la oportunidad de usar un baño limpio. En una ciudad con distancias tan grandes y con un transporte público como el que tenemos, no es raro que muchos recorran largos trayectos con los dientes apretados y las piernas anudadas, y que la visión de un excusado decente se compare con el Nirvana. 7. El excusado de agua corriente, invento extraordinario, simple e ingenioso, fue creado por un relojero escocés llamado Alexander Cummings en 1775. 8. En Seinfeld vi un episodio en el que George Costanza, uno de los protagonistas, demuestra a los demás que conoce los mejores excusados de la ciudad de Nueva York y que sabe cómo llegar a ellos desde cualquier lugar. Seinfeld le enumera calles y Costanza le responde con las direcciones de los baños. Cuando mencionan el rumbo de Lincoln Center, Constanza exclama muerto de risa:“¡Lincoln Center! ¡Magníficas instalaciones!” 9. El 19 de noviembre es el día mundial del excusado de agua corriente. 10. En el capítulo xlviii de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, Sancho trata de convencer a don Quijote de que no está encantado, sino engañado por el barbero y el cura, quienes lo llevan en una jaula. Su argumento es que don Quijote ha sentido ganas de “hacer lo que no se excusa” y que lo s hechizados nunca tienen esas necesidades, a lo que el héroe responde: “¡Sácame de este peligro que no anda todo limpio!” 11. ¿Cuántas obras emprenden todas las delegaciones que nos parecen caras e inútiles? ¿Cuánto se gasta en propaganda que nadie cree? ¿Por qué no construir esos baños? ¿Acaso no es una necesidad común? •
Niñas robadas
H
ACE MÁS DE VEINTE años empezamos a hablar de las muertas de Juárez y hoy la palabra “feminicidios” se disipa en el imaginario público. Si se olvidan las muertas, también se descartan las que suponemos vivas. A veces los noticieros televisivos mencionan el asunto exagerando cifras. Quizá no son cientos de miles, como afirman algunos medios y sitios de internet a saber con qué alarmista propósito. Quizá tampoco se trate de una especie del siniestro sinfín que alimenta una industria clandestina de recambio, compra y venta de órganos humanos –simplemente porque un hígado infantil de poco o nada serviría a la demanda de órganos
para adultos en el mundo–, pero es innegable que en las calles de México, desde Chetumal hasta Tijuana, desaparecen niños. Y sobre todo niñas. Y no deberíamos hablar de miles, ni docenas, ni de una sola ante un fenómeno de explotación y evidente indolencia, ineptitud o complicidad de funcionarios de toda laya, principalmente del putrefacto sistema judicial mexicano: policías, comandantes, jueces, funcionarios del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, las procuradurías estatales y federal de justicia y el Servicio de Inmigración, por mencionar algunos. Sonados escándalos relacionados con la pederastia salpican a gobernadores, como en Puebla en tiempos de Mario Marín o Manuel Cavazos Lerma en Tamaulipas. Las actividades de criminales pederastas como Jan Succar Kuri o el alemán Harry Walter Pfeil al ser sacadas a la luz exhibieron redes de complicidades que abarcan desde empresarios con gran poder económico, como los poblanos Kamel Nacif Borge o Rogelio Sierra Michelena, hasta políticos como Miguel Ángel Yunes Linares o Emilio Gamboa Patrón, quienes en algunos casos, como ahora Gamboa y Cavazos, gozan de fuero legislativo. Como señalaba Emanuel Mendoza Cancino el 5 de marzo de 2012, en el portal noticioso Terra, una de las imprevistas consecuencias de la guerra contra la delincuencia organizada desatada por el gobierno de Felipe Calderón en 2006, es que muchos grupos criminales “han diversificado sus operaciones, ya no sólo viven de las drogas, sino de otros crímenes como la trata y la extorsión, incluso del tráfico de migrantes”. Sobran los testimonios –como los de quienes viajan sobre La Bestia– para sostener algo así. Las denuncias de desapariciones, “levantones” y secuestros de mujeres jóvenes se han disparado en los últimos años. No se necesitan dos dedos de frente para conjeturar que las víctimas de estos delitos son destinadas a la prostitución y la esclavitud sexual. Es
fácil para algunos escépticos que minimizan el asunto señalar que muchas veces las adolescentes reportadas como desaparecidas “se fugaron con el novio”. Pero no reparan en que muchas bandas criminales dedicadas a la trata de mujeres emplean enganchadores que precisamente operan por medio de la seducción. Muchas de las víctimas son niñas de secundaria y por su entorno cultural y características de la edad fácilmente impresionables. Hay testimonios de proxenetas, provenientes por ejemplo de Tlaxcala, que relatan cómo se hacen “novios” de jovencitas a las que luego enganchan en la trata, llevándolas muchas veces a prostituirse en lugares remotos –y aun al extranjero– o induciéndolas al consumo y trasiego de drogas. Allí las confesiones, recabadas a raíz de su captura, de Gerardo Salazar Tecuapacho o Pedro Salamanca Atonal, alias el Gallo, quien tenía un expediente y ficha de captura en el fbi estaduniense desde 2006. Muchas víctimas son vendidas como esclavas sexuales para miembros de algún cártel. Algunas han logrado escapar de ese infierno, pero muchas, desgraciadamente no es difícil imaginar, sucumben. Lo que no se dice –y menos se airea en la televisión o los medios masivos– es la inoperancia del gobierno, la prácticamente total ausencia de dispositivos de prevención, o una política claramente articulada al respecto. Algo se logra con la denuncia pública que valientemente han hecho periodistas como Lydia Cacho o Sanjuana Martínez, o activistas como Teresa Ulloa, de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe o los integrantes y patrocinadores de Alerta Amber México. Hacia tres décadas de estupidez y violencia, cuatro presidentes y un montón de gobernadores y sus amanuenses no pudieron o no quisieron parar la barbarie. Porque quizá, como dicen por ahí, hasta la barbarie es negocio, y en estos casos, como es sabido, el dinero fluye de abajo para arriba. Muy arriba •
CABEZALCUBO
¡Señores! ¡Urgen!
LAS RAYAS DE LA CEBRA
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
15 Jornada Semanal • Número 985 • 19 de enero de 2014
........ arte y pensamiento
Rodolfo Alonso
Luis Tovar
“¡
GALLIMARD ACEPTÓ EDITARLO!”, me anunció Marie-Claude Char alborozada. Y yo, tan exaltado como ella, sentí que me había tocado participar en una cadena de prodigios. No era para menos. La célebre editorial publica en París toda la correspondencia, hasta hoy desconocida, que el gran poeta francés René Char (1907-1988) mantuvo durante treinta años, a partir de 1952, con el argentino Raúl Gustavo Aguirre (19271983), fundador y director de la legendaria revista de vanguardia Poesía Buenos Aires, que entre 1950 y 1960 lanzó treinta números y treinta y tres libros, y de la que me tocó ser el más joven. A comienzos de octubre del año pasado, Marie-Claude vino a rememorar en Buenos Aires ese nº 11-12, seleccionado y traducido por Aguirre, cuyas treinta y dos páginas totalmente dedicadas a Char constituyen la primera versión al castellano de su obra. Marie-Claude tenía todas las cartas de Raúl. Me preguntó por las de Char y comencé la búsqueda. Fue arduo, parecía imposible conseguirlas. Pero no cejé, y finalmente se produjo. Como por milagro, primero de una en una y luego en grupos, aparecieron copias digitales. A medida que se encontraban, las iba enviando a Marie-Claude. Y pronto ella estuvo tan conmovida como yo. Gracias a su fidelidad y devoción, Gallimard ya está concretando la primera edición de esa correspondencia invaluable, para la cual me pidió un prólogo, y que se presentará en el Salón del Libro de París, en marzo próximo, dedicado este año a Argentina. En 1968, también Raúl publica el primer libro individual dedicado al poeta francés en castellano. Pero aquel nº 11-12 de Poesía Buenos Aires continúa siendo uno de los panoramas más completos y eficaces para acercarse, en nuestra lengua, a René Char. Por debajo, evidente y secreta, alentaba una honda adhesión: la de Aguirre, y también la mía y de otros. La intensidad y el rigor, la lucidez y el coraje, la conciencia ejemplar de la poesía encarnada y, por consiguiente, de la resplandeciente condición humana que la obra y la vida de Char invisten, relumbraban en las sombras y contra las sombras. Los íntimos sabíamos cuánto unía Aguirre a Char. Pero nada de tan intensa correspondencia. Ya en su primera carta, del 6 de octubre de 1952, (nos) deja una línea imborrable: “He terminado por no creer sino en usted.” Char responde y se inicia un prolongado intercambio de cartas y libros, que perdurará hasta la muerte de Aguirre. Y que una y otra vez nos prueba el temple, la índole de Char, sí, pero también de ambos.
Una característica fundamental de Poesía Buenos Aires fue la absoluta carencia de astucia o complacencia, la nula participación en la mal llamada “vida” literaria. Si esas convicciones no hubieran sido íntegras, ¿cómo explicar que, a diferencia de tantos, Aguirre ni pensó en obtener el más mínimo “provecho” exhibiendo semejante contacto?, ¿cómo no admirar que lo mantuvo celosamente oculto incluso para nosotros, sus más próximos? En su carta del 1 de julio de 1953, con sublime delicadeza dice a Char: “Seguro de su amistad, no necesito tener respuesta suya a todas mis cartas. ”Y en otra del 1 de noviembre de 1954, agradece a Char la lectura de sus poemas, cosa que tampoco reveló. Es la misma humildad digna donde René Char se sentía naturalmente en sus dominios. Como cuando en el introito a uno de sus libros más tocantes: Hojas de Hipnos (anotado mientras comandaba el maquis de Cereste, y que sólo Camus logró convencerle de editar), deja caer casi de paso estas palabras ejemplares: “Un fuego de hierbas secas también pudo haber sido su editor.” Esta correspondencia que recién hoy deja de ser privada, sin duda los honra a ambos. Al gran poeta porque lo confirma en su altura despojada, en su esencial fraternidad. Al joven, porque lo desnuda en su fer vor y discreción. Y un poco a todos, si somos dignos de advertirlo. Y a la joven revista austral, tan libre y rebelde como ellos, que los albergó. Y a la misma poesía, que los unió y nos une. Ya bien lo dejó dicho René Char : “¿Quién llama aún para un derroche sin freno? El tesoro entreabierto de las nubes que acompañaron nuestra vida.” •
La razón perpleja La dirección, el guión, la producción, la edición, un papel coprotagónico y hasta la música de Upstream Color (eu, 2013) corren a cargo del matemático y exprogramador de simuladores de vuelo Shane Carruth, quien hace nueve años dejara un grato – aunque para Muchagente solamente extraño– sabor de boca con Primer (2009), su ópera prima. A sus cuarenta y un años, Carruth parece haber asumido dos decisiones creativas que uno, como espectador, no puede sino agradecer: la primera, tomarse el tiempo necesario para concebir, preparar y realizar un filme, sin que importe si en ese triple proceso transcurre prácticamente una década; la segunda, asumirse como un autor bastante poco preocupado por conformarse con, y dar satisfacción a la progresiva, implacable y deplorable mediocridad en la que, de súbito, uno descubre que chapalean cineastas a quienes, ya sea por hechuras, temáticas ele-
gidas o –en algún momento– bien ganado prestigio, se daría por poseedores de algo que Carruth claramente tiene, y de sobra: osadía. Ya la rebautizaron en español con el más bien sonso nombre de Los colores del destino, pero antes de llegar a la cartelera comercial, al menos en un certamen fílmico –el Riviera Maya Film Fest 2013– fue programada como Color contracorriente. Es claro que los rebautizadores no entendieron gran cosa del filme y, en consecuencia, hicieron lo que mejor –o lo único que– saben hacer: sorrajarle una de sus palabrejas favoritas, de cajón, tal como “destino”, a un filme cuya definición resulta más bien peliaguda. En su descargo, debe decirse que Upstream Color no es, por cierto, del todo entendible, si por esto último se entiende –valga la no redundancia– aquello a lo que la ya referida medianía tiene acostumbrado al ya mencionado Muchagente: un arco dramático tradicional, sencil l i t o, s i n d i g r e s i o n e s, m e t a t e x t o s, yuxtaposiciones de orden semántico ni simbolismos que rebasen el nivel de la más palmaria y digerible de las significaciones y, desde luego, que vaya tan rápido como sea posible del punto a al punto z .
Una forma otra Atenidos a siempre esperar de un filme poco más –o nada más– que la sucesión tranquilizadora del planteamiento de un conflicto en ascenso, seguido inmediatamente por un clímax narrativo convencional y después, de manera más que previsible, por un desenlace que haga las veces de catarsis; atenidos, pues, a la repetición inalterada del ritual-de-contar-una-historia en su versión más elemental, Upstream… sólo podría ser decepcionante, quizá en mayor medida de lo que haría una cinta del montón, de las muchas que, más bien, apelan al adormecimiento abúlico de quien ha visto aplicada una receta las René Char
veces suficientes como para no sólo esperarla sino hasta desearla y deplorar su ausencia; todo esto, inevitablemente, en desmedro de alguna posible originalidad en algún otro aspecto, comenzando por el modo de abordar el tema que se haya elegido. A propósito de esto último, el tema y la manera de abordarlo, tampoco se hallarán complacencias ni facilismos en Upstream…: cuando uno cree estar frente a un cuento cientificista con ribetes apocalípticos, de pronto se descubre mirando una alegoría de la alienación del hombre por el hombre, sólo para sentir, poco más adelante, que mejor dicho aquello se trata de una lucha por zafar la existencia propia de un tren de vida que muy poco tiene de digna de ser vivida, para acabar quizá con la convicción de que hay ahí una historia de amor, pero bastante antípoda a lo que suele ser así considerado; que hay ahí un thriller pero sin suspensos de bisutería de ésos a los que en otra suerte de cinematografía nos tienen acostumbrados; que hay ahí, también, una coloratura de ciencia ficción, pero ayuna de los habituales asideros de representación icónica que hagan de la que se cuenta en Upstream…, una historia “como dios manda”, que hable de futuros ominosos e ingobernables si acaso no llega un the One, el bueno de la película, a salvar al mundo todo. A lo que Upstream… apela, a contrapelo de todo lo anterior, es a otro tipo de asociaciones del intelecto, a una forma otra de aprehender lo que se cuenta y, sin duda, a la no pasividad de un espectador que, para no quedarse del todo fuera, en la medida de lo posible y aunque sea durante la hora y media que dura este color contracorriente, deberá soltar los nudos apolíneos con los que, de modo habitual, acude al cine. Si la sensación final es de perplejidad, posiblemente Carruth habrá logrado buena parte de lo que se propuso •
CINEXCUSAS
René Char le escribe a Raúl Gustavo
GALERÍA
@luistovars
ensayo
L
a Feria del Libro de Guadalajara cerró el año editorial de 2013 sin grandes sobresaltos. No hubo polémicas en torno al otorgamiento del Premio fil a Yves Bonnefoy –lo recibió un gran discurso– ni tampoco prosperaron las escasas protestas por la suspensión –no se habla aún de cancelación– de los premios Carlos Fuentes y Tomás Segovia. El público abarrotó los corredores de la feria cual estación de Metro en hora pico y sus directivos celebraron las cifras de asistencia y ventas. Y sin embargo, ¿por qué se tiene una sensación de frustración y pesimismo respecto al futuro del libro? Tal vez porque cada vez hay más stands que parecen oficinas comerciales, que no ofrecen libros sino gadgets y cada vez es más rutinaria la programación de presentaciones y conferencias. Una y otra vez el autor más mediático, desde hace unos cinco años, es Mario Vargas Llosa, que repite los mismos juicios cada vez más simples. La presencia de Israel como Estado invitado, si bien estuvo bien manejada y publicitada, por razones evidentes –se conoce poco esa literatura en México– tuvo un eco restringido: se extrañó la presencia de Amos Oz y se agradeció la de David Grossman, entre otros escritores judíos. La nota de la inauguración fue la apabullante seguridad policíaca, natural por la visita de Shimon Peres al evento. Sin embargo, es probable que la parte más interesante de la feria nuevamente estuviera no en los grandes editores –Santillana, Planeta, fce – sino en la calle –me gustaría llamarlo callejón, pero estaba muy bien montado– de las editoriales independientes, desde Almadía y Sexto Piso hasta las agrupadas en la Alianza de Editores Mexicanos Independientes, pasando por Ditoria, Tumbona, Bonobos y aueio . Faltaron bastantes del rico panorama actual, pero la Feria de Guadalajara es muy cara para la mayoría de estas editoriales. La presencia de estas editoriales se vio empañada por el accidente que sufrió la editora Gabriela Pérez de aueio , atropellada a las afueras de la Feria quien, además, fue víctima también de un robo por un agente del Ministerio Público encargado de “protegerla”. Durante la Feria se realizaron diversos actos que tuvieron un carácter muy emotivo. Entre ellos destacó el homenaje al Álvaro Mutis, en el que tuve la suerte de participar. Sin embargo, me gustaría destacar aquí un hecho mucho más minoritario: la publicación, por Juan Pablo Editores, de las Obras reunidas de Severino Salazar. Es un buen ejemplo del extraordinario trabajo que las editoriales independientes desarrollan en este momento. Rescata a un escritor muy bueno, no sólo dejado de lado sino incluso ninguneado por el mercado editorial en busca de fenómenos de ventas y literatura fácil. Entre los homenajes y reconocimientos realizados en la Feria destacan por su justicia los de Carlos Payán, Juan Villoro y Marcelo Uribe. El Premio al Mérito Editorial entregado a Uribe es el motivo de esta nota. Editor de gran calidad y buen gusto, Marcelo Uribe se ha desempeñado fundamentalmente en era , sello que es recono-
19 de enero de 2014 • Número 985 • Jornada Semanal
La Ley del libro José María Espinasa cido indirectamente, pues el galardón es a la persona y no a la editorial, con este premio por segunda vez (ya antes lo había recibido Neus Espresate). Además de ser un notable poeta y editor, Uribe ha desempeñado un importante papel en los últimos años en defensa del libro y su especificidad cultural. Fue durante años, junto a Raúl Zorrilla, el principal impulsor de la Ley del libro, misma que Vicente Fox vetó en su último acto de gobierno, y que se aprobó en el sexenio de Felipe Calderón modificada de manera que no sirviera para gran cosa. E n e l d i s c u r s o d e re c e p c i ó n d e l Premio, Marcelo Uribe insistió en la necesidad de retomar dicha Ley y hacerla funcionar, volviendo operativo el polémico punto del precio fijo, mismo que algunas editoriales sí han aceptado e impulsado, entre ellas el f c e . Actualmente la situación del mercado hace que los editores independientes busquen canales de distribución raros, anómalos, heterodoxos, no les queda otra porque las librerías en nuestro país son muy reacias a exhibir esa producción editorial. El f c e , gracias a que cuenta con su propia cadena de librerías, no sólo cumple con el precio fijo sino también da lugar a los independientes. Es un ejemplo. En ese discurso, Uribe anunció la próxima apertura de un centro cultural-librería de la editorial e r a . Felicidades. En los años sesenta surgieron tres e d i t o r i a l e s c u y o d e s a r ro l l o e s u n a especie de radiografía de los últimos cincuenta años de la industria editorial: Joaquín Mortiz, Siglo x x i y e r a . La primera, absorbida por Planeta, prácticamente dejó de existir como sello y perdió toda su personalidad. Las otras dos han sobrevivido a momentos muy difíciles, cada una a su manera. Hoy existe un gran número de sellos, muchos de ellos con menos de diez años de existencia, que se inspiran en lo hecho en aquellos happy sixties y que promueven la nueva literatura y el arte mexicanos. A ellos el precio fijo los volvería no competitivos comercialmente –no se trata (sólo) de eso– sino sobre todo visibles y atractivos para los lectores que buscan escapar a la omnipotencia de la publicidad. Pero en realidad beneficiaría a todos, desde autores e impresores hasta libreros y lectores, al aumentar las opciones de lectura y cimentar su arraigo y densidad entre el público.
Hoy, que estamos ya con la Feria del Libro de Minería a la vuelta de la esquina, la propuesta de Uribe de retomar la Ley del libro fue poco atendida por la prensa y acallada por el ruido mediático de lo que sucedía en la fil. La Cámara Nacional de la Industria Editorial, actualmente presidida por José Ignacio Echeverría, cuya gestión hace concebir esperanzas, debería tomarla como una de sus prioridades. Las autoridades culturales mexicanas deberían a su vez retomar y hacer suya esa lucha, pues eso –y probablemente sólo eso– pueda conducir por buen camino a nuestra cultura lectora •
In Memoriam
Juan Gelman 1930-2014
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