La Jornada Semanal

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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 26 de enero de 2014 ■ Núm. 986 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

La palabra de

Juan Gelman M arco A ntonio C ampos , H ugo G utiérrez V ega , J osé Á ngel L eyva , V íctor R odríguez N úñez y J uan M anuel R oca Tres poemas inéditos de G elman

La melancólica sonrisa del editor, J osé M a . E spinasa La vida es un viaje, V ilma F uentes


Con este número, a nuestro querido e insustituible Juan Gelman le damos, como dice Marco Antonio Campos, “un adiós que no alcanza la despedida”: una es la muerte y muchos los dolientes que amoraremos la memoria al evocar, siempre mejor desde la relectura, al autor de Los poemas de Sydney West, Salarios del impío, País que fue será y El emperrado corazón amora, entre tantos otros títulos, a los que se sumará de manera póstuma amaramara, que aparecerá bajo el sello editorial La Otra, del cual publicamos tres poemas inéditos. Completan la mirada sobre la persona y la palabra de Gelman textos de José Ángel Leyva y Hugo Gutiérrez Vega.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

de asombros

bazar A

Hugo Gutiérrez Vega

fines del pasado mes de noviembre hicimos un interesante recorrido por Los Altos de Ja­ lisco. Organizaban el periplo Alejandro Sán­ chez y Víctor Boga, promotores de una cátedra que lleva mi nombre, que patrocina la Universidad de Guadalajara y que anduvo, como los peregrinos de las pastorelas, pidiendo posada en los distin­ tos recintos de la Universidad. Estos peregrinajes me han permitido visitar casi todos los centros universi­ tarios y admirar su excelente organización y su buen funcionamiento. Me faltan solamente Autlán, Ocot­ lán y Colotlán para tener el panorama completo de una universidad ejemplar en su sistema descentrali­ zado y en su atención especial a las variantes cultu­ rales, socioeconómicas y políticas del complejo es­ tado de Jalisco. Tengo entendido que la cátedra por fin encontrará su refugio en el Centro de Humanida­ des de la Universidad en Guadalajara. Se trata de una inmejorable ubicación, pero los ímpetus peregrinos deberán mantenerse mientras el piernamen aguan­ te y los deseos de conocer todos los centros ubicados en todos los rumbos de la rica y variada geografía jalisciense se mantengan en pie. La jira empezó en Lagos de Moreno, la tierra de mis mayores y de mis años de infancia. Roberto Cas­ telán, exrector del Centro, fundador de institucio­ nes, historiador ejemplar y, como Thoreau, habitan­ te de la wilderness alteña, es el actual director de la escuela preparatoria en la que celebramos nuestras conferencias y coloquios. El señor rector del Centro brilló por su ausencia que, según me cuentan, es con­ suetudinaria. Los muchachos de la prepa me recibie­ ron como a cantante pop y las conferencias sobre escritores alteños tuvieron una buena participación y me permitieron tomar el pulso del interés en la li­ teratura de mis jóvenes paisanos. El termómetro se desplomó y llegamos a los cero grados (ni frío ni calor, diría el gallego de la historia).

Viaje a Los Altos (i de iii) Temblando de frío pasamos dos noches en un extra­ ño hotel situado en las afueras de la ciudad. Nos con­ solaron diciéndonos que en San Gaspar de los Reyes ya “aleteaba la grulla”, pues en esa pequeña Siberia de Los Altos andaban ya a 16 grados bajo cero. Comi­ mos en La Muralla una sopa de fideos que hizo sonar las trompetas de la tradición culinaria laguense, unos tacos dorados de sesos y una lengua tan nota­ ble como la de Porfirio Muñoz Ledo. Debo decir que en el resto de la jira sólo es digno de recuerdo un jabalí asado en Tepatitlán, ciudad en la que ya no es posible encontrar la carne adobada que fue una de las estrellas de la cocina de Jalisco. Las dos guerras cristeras siguen vivas en tierras alteñas. Sus heridas todavía escuecen y, a veces, san­ gran. La beatificación y santificación de un grupo de cristeros abrió aún más esas heridas. En Jalostotitlán, la ciudad del poeta Alfredo r . Placencia, se levanta el gigantesco templo dedicado a Santo Toribio Romo, patrono de los migrantes y, según las lenguas bífidas, favorecedor de algunos narcos de la región que le re­ zan y ponen veladoras para pedirle suerte en sus fun­ ciones. Hablando con un cura bastante sensato, lle­ gamos a la conclusión de que El Vaticano sólo pensó en los mártires del bando cristero y se olvidó de los soldados castrados, de los maestros “socialistas” des­ orejados y de los agraristas venadeados. En las gue­ rras, las dos partes cometen atrocidades. No olvide­ mos que hasta el mismo Graham Green, tan severo en sus juicios en contra del gobierno de Calles, respeta las convicciones laicas del joven militar casado con la infatigable lectora de hagiografías. Mis lectores re­ cordarán la novela de Greene, El poder y la gloria. En fin... espero que la lectura de las novelas de Guada­ lupe de Anda (Los cristeros y Los bragados) sirva para combatir el fundamentalismo patrocinado por el trentino cardenal Sandoval, ya jubilado, pero con la lengua suelta y el vituperio en ristre. Apenas me asomé al centro de la ciudad de mi in­ fancia, pero respiré su aire helado y volví a contemplar su imponente parroquia, afeada recientemente por una estatua del Papa mediático que destruye la vista de la monumental escalinata. Hablé con los mucha­ chos y las muchachas y aprendí muchas cosas, entre otras que para esta generación las dos guerras criste­ ras están más lejos que la toma de Constantinopla por los turcos. Conviene que estudien la historia de ese conflicto para que no se repita, y que estén más cerca de Guadalupe de Anda que de las hagiografías cleri­ cales. Don Guadalupe ve con sensatez esos momen­ tos trágicos y evita los extremos maniqueos • (Continuará.) jornadasem@jornada.com.mx

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Portada: “También a mí me alegraba la primavera...” Foto de Roberto García Ortiz/ archivo La Jornada

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Jornada Semanal • Número 986 • 26 de enero de 2014

Lamelancólica sonrisa deleditor

José María Espinasa

L

eía hace años, ya no recuerdo dónde, que el editor no tiene edad. La frase me gustó, pe­ ro ahora me queda claro que no es cierta. Los escritores de mi generación, la de los naci­ dos en los cincuenta y que vivieron el post ‘68, tu­ vieron una clara vocación grupal por la edición. Primero a través de revistas: El Ciervo Herido (Ricar­ do Yáñez y Eduardo Langagne), El Zaguán (Alber­ to Blanco y Luis Cortés Bargalló), As de Corazones Rotos (Rafael Vargas, Arturo Trejo), Cuadernos de Literatura (Roberto Vallarino), Cartapacios (Pedro Serrano, Enna Lastra), Anábasis (Francisco Hinojo­ sa), Palos de la Crítica (Rogelio Carvajal), Caos (Héc­ tor Subirats, José Luis Rivas). Luego ese impulso derivó hacia proyectos edi­ toriales, en parte inspirados en el trabajo de Fede­ rico Campbell en La Máquina de Escribir y en el antecedente de Arreola (Los presentes, Cuadernos del Unicornio). Cito en desorden y al azar de la me­ moria: El Taller Martín Pescador, El Tucán de Virgi­ nia, La Máquina Eléctrica, Verdehalago, Ediciones Sin Nombre, Papeles Privados. La explosión poé­ tico-demográfica trajo también muchos otros pro­ yectos editoriales, a veces muy efímeros, pero siem­ pre interesantes. Sin embargo, en los finales años ochenta apareció también otra generación de edi­ tores, más jóvenes, con una ambición mayor y pun­ tos de vista distintos; entre ellos hay que destacar a Diego García Elío (El Equilibrista), Marcial Fer­ nández (Ficticia), Francisco Magaña (Monte Car­ melo). Y dos de ellos, a quien dedico este texto, que ya no están entre nosotros: José Manuel de Rivas y Juan García de Oteyza. Cinco años menor que yo, cuando conocí a Juan García de Oteyza, a fines de los años setenta, me sor­ prendió su simpatía e inteligencia. Lo llamé siempre con un “Juanito” que no tenía nada de paternal, pues la diferencia de edad no lo convalidaba, pero sí el que fuera su papá Juan García Ponce, a quien yo y mis amigos admirábamos enormemente. Lo vi poco, sin embargo, porque pronto se fue a vivir fue­ ra del país, ya con una vocación manifiesta de edi­ tor circulándole en las venas. Los escritores suelen meterse a editores, y lo ha­ cen con un signo muy característico y atractivo, una vocación fundamentada en el gusto y en respeto por el libro bien hecho, pero pocas veces va acompa­ ñada de una similar capacidad para encauzar sus

proyectos hacia el éxito no comercial pero al menos de una economía autosusten­ table (esa palabreja se puso de moda en aquellos años). Editores como Víctor Ma­ nuel Mendiola –El Tucán de Virginia–, Alfredo Herrera –Verdehalago–, Luis Cortés Bargalló –Hotel Ambos Mundos–, José Ángel Leyva –La Otra–, De­ borah Holtz –Trilce– y yo pertenecemos a una generación en busca no del tiempo sino del libro perdido. Una generación más joven apostó, sin embargo, por proyectos más ambiciosos, en los que se com­ binaba el libro de literatura con el libro de arte de gran formato. A ella pertenece Juan García de Otey­z a, que mostró desde el principio talento y buen gusto para el oficio. Recuerdo que cuando recibí los primeros catálogos de Eridanos Press me gustaron mucho los diseños de portada y vi con envidia el catálogo que Juan proponía al lector gringo, con autores que yo había apenas leído, pero que con el tiempo se volverían de mis lecturas preferidas (Klosowski, Savinio, Heimito von Do­ derer). Y de vez en cuando, ya fuera a través de sus publicaciones o a través de amigos, tenía noticias suyas. Sus gustos revelaban un sustrato interior más complejo de lo que su persona reflejaba exte­ riormente. En México, por aquellos años, si bien José Ma­ nuel de Rivas (Heliópolis) y Marcial Fernández (Ficticia), o un poco después Gabriel Bernal Gra­ nados (Libros Magenta) perseveraron en la edición literaria, otros editores como Diego García Elío, cercano amigo de Juan, fundaba El Equilibrista y proponía una nueva manera de hacer libros de gran formato. Alberto Ruy Sánchez y Margarita de Ore­ llana hacían la segunda época de Artes de México y mostraban las virtudes de un proyecto bien pensa­ do y mejor implementado. Alberto González Man­ terola haría lo propio con Espejo de Obsidiana, y David Olguín y Pablo Moya en El Milagro daban un lugar al teatro y a la foto. El mundo editorial mexicano se había renovado para los años noventa

Ilustración de Huidobro

totalmente, y he de de­ cir que la presencia de Juan desde fuera de México se hacía sentir: se le extrañaba. Pasaba el tiempo y llegaban otras noticias, salpicadas de efímeros regresos, como su participación en la editorial española Turner, en donde impulsaba publicaciones sobre México o, después, su trabajo en el Instituto Cul­ tural de México en Nueva York. Fue durante mu­ chos años el editor ausente, el hijo pródigo al que se espera siempre en su regreso. Pero esa ausen­ cia era una sensación engañosa: siempre estuvo aquí y aquí vino a morir demasiado pronto. Las fotos que reprodujo la prensa lo retratan tal cual era, o al menos tal cual yo lo recordaba: con una sonrisa amplia que escondía una extraña melan­ colía interior. Por su lado, José Manuel de Riva inició una edi­ torial amparada bajo el palio de Ernst Jünger y su novela Heliópolis con libros de gran belleza. A él lo traté todavía menos que a Juan García Oteiza, y por menos tiempo. Lo recuerdo igualmente con una sonrisa en los labios. Como los libros de Eridanos, los de Heliópolis me daban envidia de la buena. Recuerdo por ejemplo uno de Malcolm de Chazal –que yo sepa lo único que hay en español de ese escritor–, absolutamente fascinante. Actualmente ya hay incluso una nueva genera­ ción de editores nacidos en los setenta, ochenta y noventa, cuyo trabajo muestra una continuidad asombrosa y un abanico de propuestas muy diver­ sas, desde los libros de arte hasta las ediciones ar­ tesanales. Cuando se tiene un libro como los que ellos hacen, entre las manos se tiene también una sonrisa melancólica, como la de José Manuel de Ri­ vas, como la de Juan García de Oteyza. Alabada sea la artesanía •


Vilma Fuentes

E

l regreso al país de origen, después de casi cuarenta años de vida en París, desencadena a menudo ese “des­ arreglo de todos los sentidos” cuando “se trata de llegar a lo desconocido”, que exige Arthur Rimbaud en su “Carta del vidente” dirigida a su profesor de liceo, Georges Izambard. Ya durante el trayecto de ese retorno, el viajero se hunde en la marejada de recuerdos que lo ahogan. Ronda de remi­ niscencias que lo sitian, lo asaltan, lo envuelven y lo devuel­ ven al momento de su salida, tantos años atrás, de México. Fantasmas vagos al principio, se van precisando, cobran vi­ da, animados acaso por el rencor que los roe, por el olvido en que el viajero los mantuvo enterrados en los sótanos de la memoria. Toman cuerpo y encarnan con la nitidez y la fuer­ za brutal de su aparición, antes de trocarse durante el mis­ mo instante en recuerdos. Reminiscencias que dejan de serlo convertidas, de súbito, en lo que fueron: presente efímero, y a causa de ese doble retorno, el de los años, al origen, ahora instaladas en un presente insidioso, obsesionante, acechante, perpetuo. Su presencia me perseguirá durante la estancia en mi ciudad, en mi país. Durante los despertares en la madrugada cuando se obe­ dece a la memoria del cuerpo ‒esa memoria más profunda que la mental, narra Proust cuando siente el cuerpo de Alber­ tina junto al suyo ausente para siempre desde ya muchos años‒ creo sentir, tocar, a ese otro. Me doy cuenta de que estoy sola, me pregunto a qué hora desperté. Miro alrededor sin comprender dónde estoy. No es París, claro, es México. Es la recámara donde vivieron sus últimos años mis padres; él tu­ vo la suerte de morir ahí, ella no alcanzó a volver del hospital. Desquiciamiento de las horas y de los lugares. No sólo cuando emerjo del sueño, también durante el día. Las sema­ nas que siguen al retorno. Los amigos han cambiado, ¿por qué no decirlo?, envejecen. Probablemente yo tampoco soy la misma. “Je suis un autre”, escribe Rimbaud a Izambard. Sobre el cuerpo de mis amigos veo la imagen de lo que fueron, sin conseguir borrarla, sin poder aplastarla bajo el peso de su imagen actual, real. ¿Más real que la anterior? ¿Real? ¿Qué es lo real? ¿Un crimen perfecto, como Bellefroid hace decir a Georgie, el barman, a Monsieur Black? Miro en mis amigos su fidelidad, o su infidelidad, a lo que fueron. A lo que quisieron ser. Y algunos han llegado a serlo. Tienen el rostro que merecen, se reflejan en sus caras las huellas y trazas de sus vidas. No pueden, y algunos no quieren, enga­ ñar a nadie. Y, de todos modos, no tienen la suerte de Dorian Gray, no hay de ellos un retrato escondido que sufre los ultrajes del tiempo, maldad y vicios, que de­ bió haber sufrido la persona viva. Aunque el tiempo termine por atraparlo y devuelva a la pintura sus colores y su nitidez, y a Gray su rostro putrefacto de corrupción. El retrato de Dorian Gray es la historia de una imagen de un rostro y del tiempo. El hombre se cree bello, libre de las cruel­ dades de la edad. El retrato dice lo contrario, es decir, lo real. Esa atroz verdad de lo real: el tiempo es inclemente. El regreso a París no es me­ nos abrumador. Creía poder esca­ par a ese “desarreglo de los senti­

La vida es un viaje

ensayo

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dos”, puesto que no llegaba en busca de lo desconocido. Creí poder despertarme, al fin, después del viaje a México, situada en el lugar donde estaba y no en otro. Me equi­ voqué: ahora, al lado de Jacques, me desperté descono­ ciendo lo conocido. Mis ojos buscaban las buganvilias y los limones verdes a través de las ventanas asoleadas de la recámara donde pasé poco más de dos meses en México. Su clóset, la puerta corrediza que da al baño. No sabía, no podía entender dónde estaba. Qué eran esas vigas de ma­ dera en el techo, esas cortinas japonesas, ese cuadro de So­ riano al cual serví de modelo, el dibujo de mi cara por Cue­ vas, los retratos, de Jacques y mío pintados por Carmen Parra, los coyotes que Toledo me dedicó, la mujer en el lago que Armando Morales creyó ver en mí, el camión es­ colar de Carlos Torres en alusión a una de mis novelas, las telas de extrañas mujeres de Alfonso Domínguez. Cua­ dros que me arrebataban hacia otros años, ya acabados, que hacían resurgir vívidos momentos lejanos, de pronto presentes en una ronda de apariciones que me cercaba sin dejarme saber en dónde estaba. Debía repetírmelo con fuerza, en un murmullo para no ser escuchada sino por mí, para convencerme de estar en París, en un departamento situado a una centena de metros de Notre-Dame, junto al Sena, en un islote de edificios que parece pueblo, donde todos se conocen, de quienes podría escribir la historia de cada uno: la cajera china, la vietna­ mita que vende frutas exóticas, los libaneses del restau­ rante, François Cavanna, su amiga Virginie, Pierre Sou­ lages, su mujer Colette con su mechón de pelo blanco en su cabellera negra, el titiritero que deja a su gato libre, las viudas del barrio que pasean a sus perros diminutos, el ven­ dedor de periódicos, los meseros y los dueños de los cuatro cafés-bar a donde voy, la pareja de mal­g aches que venden cigarros, timbres, sobres, todo lo que pueden para sobrevivir. Soy parte de ellos, de ese pequeño poblado donde vivo hace treinta años. Mi silueta es reconocida cuando camino por las callejue­ las del laberinto de la Place Maubert, saben quién soy, saben más de mí que yo no sé. Una pregunta me da vueltas en la cabeza de manera intermitente, cuando menos la es­ pero, al atravesar el bulevar Saint-Germain, mientras leo un poema de Efraín Huerta a Jac­ ques, cuando me maquillo frente al espejo donde no me veo, al lavar los platos, mientras cocino o cierro la puerta tras de mí. Me pregunto si regre­ sé a París o vine a París, si regresé a México o fui a México. ¿Cuál es la ciudad a donde vuelvo? ¿Cuál el país a donde viajo? Salgo a caminar el pueblo donde vivo. Bonne année, me desean las personas que cruzo en las callejuelas, en la tabaquería, en la tienda, en el café-bar. Preguntan cuándo llegué, no preguntan cuándo volví. Me hablan con una nostalgia imaginaria de un México que no conocen. Yo prosigo mi viaje. Porque acaso an­ do viajando desde hace pronto cuaren­ ta años. ¿Hay otra forma de viajar? ¿De seguir de asombro en asombro? ¿De se­ guir viva? •

Collage de Marga Peña


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entrevista con Juan Gelman Juan Manuel Roca

En tierras de Vallejo Foto: Tomás Bravo/ Reuters

Hace más de veinte años, que según Gardel son nada, pero que en realidad fueron cinco lustros de búsquedas éticas y estéticas, entrevisté a Gelman en Lima. Conservo sus palabras y su generosidad intactas, y ahora quisiera compartirlas. Hace unas horas no más, ayer, en una tarde grisácea y vallejiana, Juan Gelman leía poemas ante un nutrido grupo de muchachos y muchachas de la Universidad de Lima, en el marco del Encuentro con la Poesía Hispanoamericana. Lo hizo como casi todos sus actos cotidianos: sin énfasis, sin grandes ademanes, en la sencillez que siempre envuelve su palabra. Y así lo ha sentido el auditorio y lo ha manifestado con una marea de aplausos, asunto que más que desdeñar, a Gelman le resulta innecesario. Es la cuarta vez que lo veo, que alterno con su poesía y su soterrado humor cotidiano, en una oleada de encuentros de y con la poesía, Guadalajara, San José, Medellín, y en esta deslumbrante Lima (nada de horrible), que es una bizarra ciudad que mezcla el paso de virreyes fantasmales con el de buhoneros que se toman los espacios avasallándolos de innumerables tenderetes. Acá he encontrado su firmeza, su calidez, su lección de silencios. Una breve charla, en medio de un programa tal vez demasiado apretado de lecturas, una charla cuyo fondo contó con la precaria música de una cafetería universitaria a la que se imponían el ruido de cucharas y de platos, y algunas preguntas sobre la infancia, las obsesiones poéticas, el exilio, sobre aquello que algunos osados se atreven a llamar la realidad, el tango y la religión y la religión del tango. Este es el registro de su voz, de algunas silueteadas reflexiones, de su despojo. He suprimido las preguntas –circunstanciales–, por versos del mismo Juan Gelman, de libros como Violín y otras cuestiones (1956), El juego en que andamos (1959) o Velorio del solo (1960), si la memoria y las bibliografías no me fallan más de la cuenta.

“D

ejad entonces, ciegos, que yo vaya a los niños.”

–Entre los primeros exilios está el alejarse de la infancia, que para muchos es un lugar de cobijo, de albergue. En mi caso así lo fue, en la cercanía con la madre, con el padre, con los asom­ bros. Pero esto pasa y, al volvernos adúlteros y adul­ tos, dejamos atrás ese país. El país de uno es ese, an­ tes de perderlo, antes de volvérsenos duro. Hay infancias muy duras, también, que serían de igual manera dolorosos países, incluído en esto la infancia de los que no dejan de ser nunca niños, la de los huér­ fanos, la de los que no tienen acceso a la educación, la infancia de los niños delincuentes, la de los deja­ dos de la mano de Dios. Y, efectivamente, dentro de ese exilio está el otro. Estando exiliado supongo que por esa misma razón me interesó el tema de la niñez. Parece que el Paraíso nunca está adelante, sino siem­ pre atrás. Carlos Monsiváis dice que yo soy un di­ lapidador de Dios. Yo creo que los poetas somos re­ ligiosos. Acordate que religar es reunir, pero somos religiosos de una manera distinta.

“Un pájaro vivía en mí./ Una flor viajaba en mi sangre./ Mi corazón era un violín.”

–Sí, son varios los temas que me obseden. No es nada nuevo, pero cada uno de nosotros –vos mismo– escribe sobre un puñado de temas, abordados quizá como una espiral que se ensancha, vistos desde otra curva de la infancia, el amor, la mujer, la muerte, el otoño y la revolución parecen ser los míos. Claro, sigo creyendo que el único tema de la poesía es la poesía misma y por eso es que ella puede hablar de cualquier cosa, todo le atañe. Además, porque basta con leer a Gustavo Adolfo Bécquer para tropezar con aquella rima donde dice que “poesía eres tu”, refi­ riéndose a la mujer. Esto también se puede aplicar a la realidad misma: realidad, poesía eres tú, enten­ diendo por realidad todo lo que quiso o pudo ser, y no es. Nadie puede creer que la realidad es sólo una: por eso me parece que las ideologías totalizantes fa­ llan por sus propias bases.

“En el gran cielo de la poesía, mejor dicho/ en la tierra o mundo de la poesía/ que incluye cielos, astros, dioses, mortales,/ está cantando el ruiseñor de Keats...”

–Bueno, eso que decís, la poesía como entreco­ millado de la realidad, puede ser que así lo sea, en el sentido de que la poesía siempre propone unos in­ terrogantes y no necesariamente formulados entre preguntas. Cómo nos marcan las palabras y cómo nos dejan siempre una herida sin remedio: el silen­ cio que provoca la palabra. En ese sentido la poesía padecería ese tikhé de Aristóteles, es decir, los en­ cuentros desafortunados como también los de­ sencuentros. Siempre estamos escribiendo para en­ terarnos de lo que queremos decir. “Galopando una música de tango/ gira el caballo de la calesita.”

–Yo fui milonguero desde los quince años. En aquel mundo de entonces el baile me interesaba mu­ cho. Borges dice que el tango es una manera de cami­ nar. Yo no lo voy a corregir, pero me parece que es una manera de conversar. Frente a una muchacha que no conocés es la mejor manera de iniciar una conversa­ ción. Luego la conversación pasará a otras regiones distintas al baile, las inevitables preguntas sobre el otro. Por eso creo que la milonga es una forma de conversar, un diálogo bailable. Las pérdidas que el tango relata van más allá de las pérdidas de las mu­ jeres, más allá de las pérdidas de un amor. Por lo de­ más, de otra parte, es un libro que escribí, Citas y comentarios, hay alusiones a místicos como el profeta Isaías, el Rey David, Santa Teresa, y hay también citas de autores de tangos, que en cierta forma son, por momentos, grande místicos.

“Se descubrían nuevas maniobras delictivas/ a lo largo y ancho del país.”

–De una manera o de otra, y de formas diversas, aparece lo político en el poema. El exilio fue impor­ tante para unas nuevas reflexiones, en algo que no es del todo voluntario. La poesía no es un asunto de voluntad, cuando lo es resulta un desastre. Es posible que toda esa reflexión me esté llevando por otros ca­ minos. Hay que saber que es imprevisible la forma como se reelaboran unos u otros temas. Ahora hago algunos sonetos, con rima y lo demás y también sin rima pero conservando su estructura. Es como si tra­ tara de hacer algo con los desechos, algo que me acer­ ca, creo, al vacío • Lima, junio de 1994.


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José Ángel Leyva

Gelman , en el nombre del hijo J

uan Gelman era justo del mismo año que mi pa­ dre, 1930. Un día, mientras devorábamos carne, bebíamos vino, reíamos intercambiando juegos de palabras o Juan evocaba alguna anécdota de su biografía, reparé en esa coincidencia. De inmedia­ to cambió el gesto para poner los puntos sobre la íes. “José Ángel, yo no soy tu padre. Para mí tú eres igual que yo. Somos amigos, eres un interlocutor, sos un poeta.” También adquirí cierta gravedad y le dije pa­ ra su alivio: “Tampoco puedo verte como un padre, Juan, el mío llenó a plenitud ese espacio, pero a él le encantaría saber que vieron la luz el mismo año.” Gelman no aceptaba que nadie pretendiera ocupar un sitio que él había consagrado a la memoria de su hijo. Cuando, en 2011, fueron condenados los verdu­ gos de Marcelo Ariel y un año después el gobierno de Uruguay realizaba un acto de desagravio por las víc­ timas de la dictadura militar, entre ellas su nuera y su nieta Macarena, nacida en cautiverio, Juan expre­ só en diversos momentos y circunstancias que la jus­ ticia era indispensable para no enterrar la memoria, pero nadie le regresaría al hijo asesinado ni los años de privación de su nieta. “No hay nada que festejar, no tengo emoción de alegría, de perdón o de resenti­ miento, queda el vacío”, confesaba el poeta. La pérdida del hijo adquirió en la obra de Juan Gel­ man una constante mística que invocaba “la presen­ cia ausente de lo amado”. El poeta realizó una serie de diálogos parafraseando a Santa Teresa, San Juan de La Cruz y a otros místicos de la tradición cristiana y judía. En 1979 publica Citas (escrito en Roma) y lo de­ dica a su país, luego en 1978-1979 (escrito en Roma/ Madrid/París/Zúrich/Ginebra) da a conocer Comentarios; un año más tarde (París-Roma, 1980) publica Carta abierta, en donde emerge con claridad la presen­ cia ausente del hijo. Una época sin sosiego ni ancla, un nomadismo en busca de sus búsquedas. Viaja también a la tierra de sus ancestros y se encuentra con ellos, se re-conoce. Hurga en España los balbuceos de una len­ gua también expulsada, que no es la suya, pero tam­ bién la adopta, el sefardí o ladino, y escribe Dibaxu.

Sus alterónimos son producto de esa carencia, del mismo dolor. El padre dialoga con el hijo y con figu­ ras inexistentes que le hablan desde la pérdida y la desesperanza. Sus alterónimos nacen en el exilio, en la imposibilidad de volver a casa; especial atención en ese sentido merece Sidney West, a quien él dice haber traducido. Alguna vez Juan me contó que Sid­ ney West era una fuga del discurso político, de la ideología, una recuperación del lenguaje poético en la voz de otro. Con certeza, su sentimiento de orfandad del hijo es también la privación del hogar que su padre, víc­ tima también de la intolerancia política en la Rusia zarista, encontrará en Buenos Aires, lejos de su natal Ucrania. Gelman, cuyo apellido adoptó el padre, Jo­ sé Mirotchnik, para salir de su país y entrar al nue­ vo mundo en América, es hijo también de una nueva identidad y de un olvido –aparente– de sus auténti­ cas raíces. Juan, el argentino dentro de esa familia de emigrantes, es hijo del exilio, luego padre del exilio. Jorge Boccanera, biógrafo de Gelman, confirma esta sospecha. Algunos de sus alterónimos responden en buena medida a la muerte de Marcelo y a la bús­ queda de justicia por su asesinato, también a la clan­ destinidad. En Juan concurren muchas tradiciones, la hebrea por un lado, aunque su padre fuera un revolucionario y un agnóstico –su abuelo materno había sido rabino–; la rusa-ucraniana por la vía del idioma y la cultura literaria; la argentina y, más pre­ cisamente, la cultura bonaerense con sus atmósferas barriales. Boccanera refiere en particular a Eliezer Ben Jonon, que significaría en principio hijo de Juan, pero en la tradición hebrea Ben-Oní significa “hijo de mi dolor”, porque nace con la muerte de Raquel, su madre; también entendido como el hijo menor, el Benjamín. Marcelo también nacía del dolor de Juan, de su muerte como padre; el poeta es hijo de su do­ lor, de su carencia. La poesía insiste y se revela como el enigma del ausente, de lo imposible, de lo inexpli­ cable: “árbol sin hojas que da sombra”. Ausencia, siempre presente, siempre amada.

Fotografías del hijo y el nieto de Juan Gelman en su estudio. Foto: Omar Meneses/ archivo La Jornada

este aroma de vos/¿sube?/¿baja?/ ¿viene de vos?/¿de mí?/¿en qué otro me debería convertir?/¿qué otro/ de mí/ debiera ser/ para saber/ ver/ los pedazos de mun­ do que en silencio juntás?” (fragmento: “La Lejanía”, eliezer ben jonon)

La paternidad en Gelman es un principio y una res­ ponsabilidad ética, más allá de lo literario, como lo deja ver su poema “Juguetes” (Partes, 1963): “hoy com­ pré una escopeta para mi hijo/ hace ya tiempo que la venía pidiendo /…/ Y escribo para alertar al vecin­ dario al mundo en general/ porque qué haría la inocencia ahora que está armada/ sino causar gra­ ves desórdenes como espantar la muerte/ sino matar sombras matar/ a enemigos a cínicos amigos/ de­ fender la justicia/ hacer la Revolución”. Finalmente, en Hoy, su libro epigonal, los poemas dedicados a su hijo marcan también un punto fi­ nal del diálogo consigo mismo. En el primero de és­ tos curva el eje temático para juntar sus extremos: “Desvío sin límite ni fondo ni virtud. Las mismidad es un espejo roto en tercera persona y oigo su mano dibujando un pájaro azul.” Ahí mismo resuena aquel poema “Carta” de Otros mayos, publicado en 1963: “te escribo en un hojita de papel/ caída del cuaderno de mi hijo/ con una baca un vurro/ sumas restas/ esta carta que enviaré jamás/ tiene delicias y triste­ zas/ y cuando la leías/ te ponías muy dulce/ porque yo no escribía nada/ pero cantaban los pájaros/ azu­ les de la izquierda”. Quedaba, sí, la biografía que Gelman pretendía y deseaba escribir para aclarar asuntos delicados de su participación política y de la muerte de su hijo. Con­ cluyo con unas líneas inéditas de Juan: “La primera mañana de mi clandestinidad porteña tomé un taxi, una revista descansaba en el piso con el siguiente titular de tapa ‘La trama negra de la subversión en Europa’ y adentro el artículo con una foto mía a toda página de cuando era más joven, sin bigote y gordito. No debía acercarme a Marcelo. Hice bien entonces, hice mal ahora, nunca lo volví a ver.” •


26 de enero de 2014 • Número 986 • Jornada Semanal

Carta abierta a

Juan Gelman

Querido Juan:

Gambier, 15 de enero de 2014

C

uando te visitamos por última vez, la mañana del domingo 12 de enero, hace solo tres tristes días, parecía que la muer­ te no te acompañaba. Es cierto que estabas muy frágil pero tocabas con energía la campanilla para alertar a la enferme­ ra. Es cierto que hablabas en un susurro pero lo hacías con mucha precisión y claridad. En tu silla de ruedas, un poncho sobre los hombros, una manta sobre las piernas, eras la dignidad en persona. Nos diste un sobrio reporte sobre tu salud, la anemia que no amainaba y el incipiente cáncer del pulmón. También nos informaste de tu decisión de no recurrir a la quimio­ terapia y de resistir en el hogar. Estabas pendiente de todo, a la viva, diríamos en Cuba, incluidos nuestros proyectos de tra­ ducción. La conversación nunca se te escapó de las manos y hubo espacio de sobra para el humor. Incluso hablaste de Cervan­ tes, de una de sus obras sobre cautivos, donde habías encontrado versos excelentes. Nos invitaste a tomar un café y lo hicimos todos con gusto en unas tazas preciosas. La luz del invierno mexicano se filtraba por cada resquicio del apartamento de la colonia Condesa. Me pareció que estabas dispuesto a dar una larga batalla por tu vida. A las 6 y 31 de la tarde del martes 14 recibí el email de José Ángel Leyva con la terrible noticia: “Acaba de morir Juan.” Como no hay otro Juan en nuestras vidas, en nuestras obras, se trataba sin duda de ti. No pude quedarme solo con esa noticia y de inmediato la compartí con otros que te quieren tanto como yo. Las memorias entonces se agolparon, no podía hacer otra cosa que recordar. Y recordé la lectura que hiciste, en el patio del Palacio de los Capitanes Generales de La Habana, en 1978, donde aprendí para siempre la consigna: a gelmaniar, a gelmaniar. Re­ cordé la conversación en el Jardín Botánico de Medellín, en 1994, donde me enseñas­ te que el único tema de la poesía es la poesía, y por eso mismo puede hablar de todo. Recordé otra conversación, en los portales del Gran Hotel de Costa Rica, en 2007, donde aprendí que la mejor poesía ocurre cuando el sujeto poético se sale de sí mismo. Pero no todo era literatura entre nosotros, y entonces recordé tu indigna­ ción, en el campus de la Universidad de Oregon, en 1996, cuando te conté que los estu­d iantes de una fraternidad, al descubrir mis apellidos hispanos, habían defe­ cado dentro de mi viejo coche. La noticia de tu muerte pronto llegó a los periódicos que, como El País de España, mostraron sinceramente su pesar, aunque nunca divulgaron tus artículos antiimpe­ rialistas. Ésos que escribiste hasta hace muy poco, cuando el cuerpo se negó, y que eran un modelo de rigor informativo y análisis intelectual. Ésos donde nos advertías, por ejemplo, que la muerte seguía campante su paseo por Irak, donde más de 6 mil civiles habían perdido la vida en 2013. O que, después del 11 de septiembre de 2001, el gobier­ no de Estados Unidos había logrado que cincuenta y cuatro gobiernos de los 190 del mundo colaboraran con el programa por el cual los sospechosos de terrorismo eran llevados de un país a otro, a veces a un centro clandestino de detención de la propia cia en otros países, donde agentes del servicio los “interrogaban” según métodos bien cono­ cidos. O que Obama mismo había ordenado ejecutar extrajudicialmente, en Yemen en 2011, por medio de un drone, a un ciudadano estadunidense, a su hijo adolescente y al hijo de un amigo. Esos artículos que impidieron, al no poder viajar a Estados Unidos, que se materiali­ zara el ofrecimiento, por Kenyon College, de su doctorado honoris causa. Ésos que seguramen­ te espantaron a los académicos suecos, como antes los comentarios de otro signo de Jorge Luis Borges, y que le negaron a Argentina por segunda vez un merecido Premio Nobel. Esa militancia ética consecuente que en definitiva complementa tu obra poética. A mi juicio, tu poesía es un modelo de rebeldía, una lección de libertad, y te sitúa entre los poetas mayores de la lengua española. Para no ir muy lejos, perteneces a la estirpe de Rubén Darío, Antonio Machado, César Vallejo, Vicente Huidobro, Federico García Lorca, Pablo Neruda y José Lezama Lima. En particular, valdría la pena destacar tu desafío de los dog­ mas de la escritura revolucionaria, el llamado realismo socialista y otras malas hierbas. La influencia de tu teoría y práctica poética, basada en el derecho a la imaginación y la fidelidad al sentimiento, fue crucial para los poetas de mi generación. Hace tres años, en ocasión de tus ochenta cumpleaños, afirmé en estas mismas páginas que tu obra se había caracterizado por una constante innovación en conte­ nido y forma. Y resalté entonces que esa voluntad de cambio no sólo se mantenía en tu producción más reciente sino que inclu­ sive se acentuaba. De esta manera, te revelabas como uno de los poetas verdaderamente vivos de nuestra lengua. Es decir, vivo no sólo en términos biológicos, sino además en el or­ den poético. Como poeta, querido Juan, aunque no alien­ tes como antes, por tu radical e indeclinable creativi­ dad, nadie hoy está más vivo que tú • Abrazos de tu hermano menor,

V íctor R odríguez N úñez

Foto: Jesús Villaseca/ archivo La Jornada

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Juan Gelman

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Foto: Carlos Picasso/ Xinhua

Marco Antonio Campos

H

ijo de judíos ucranianos, nacido en 1930 en el barrio de inmigrantes de Villa Crespo, en Buenos Aires, Juan Gelman tuvo una infancia pobre, libre, acaso feliz. La radio y él crecieron jun­ tos y el tango sería desde su adoles­ cencia y para siempre un compañero mundo. Gelman descubrió la poesía a fines de los años cuarenta; de ese entonces datan lecturas de autores que dejarían su huella para siempre en el recuerdo del corazón y en el corazón del recuer­ do: Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón, Carlos Drummond de Andrade, poetas ingleses y fran­ ceses, y sobre todo el César Vallejo de Trilce. Gelman se afilia muy pronto a las Juventudes Comunistas y pasa luego al partido Comunista. Luego de la llamada Revolución Libertadora de 1955 se proscribe el peronismo y se prohíbe incluso mencionar la palabra Perón. La resistencia opositora se organiza. Con el triunfo de Castro en 1959, Gelman simpatiza con la Revolución Cubana, de la cual des­ creerá con los años. En 1964 renuncia al partido Co­ munista, pero poco después, para la historia de las paradojas, se entera de que el Partido lo expulsa por desertor. En Argentina se une a un movimiento gue­ varista, que se une luego con uno peronista, dan­ do lugar a la organización guerrillera Montoneros, nombre de uno de los grupos peronistas. Desde el

Tres po Amortecer El uso del querer enfría la salvación del rubor. Números cuentan que parentelas duras anuncian muerte y se pierden en verdores de la cama caliente. Tesoros invisibles caen de las desgracias del amor crecido. Brotan en la unidad de su pasión y anuncian campos de donde vela lo que agoniza para dar su rosa otra que no muere. Los bloques de la noche recorren lo que siempre recorren y el mundo es errancia del mundo en el ser como paja liviana que el instante devora.

Tres rostro

regreso de Juan Domingo Perón en 1973, y sobre todo luego de su muerte (asciende a la presidencia su es­ posa Isabelita), empieza la “noche sudamericana”. Cometiendo un gravísimo error, Montoneros entra a la clandestinidad. En 1975, amenazado de muerte por la Triple a , creada por José López Rega, ministro de Bienestar Social del gobierno de Isabelita, Gel­ man se exilia en Italia, y se convierte en vocero de la or­g anización guerrillera. El 24 de marzo de 1976 una Junta Militar da el golpe de Estado. En agosto de ese año los militares apresan a su hijo y a su nuera, a quienes ejecutan meses después. Entre 1975 y 1988, salvo algunas entradas clandestinas, Gelman vive un difícil exilio en Italia, Francia y Nicaragua. En 1988 conoce en Buenos Aires a su segunda esposa, Mara Lamadrid, con quien, en ese mismo año, viaja a México, país donde residió desde entonces, y don­ de desde hace mucho había decidido morir. El sába­ do 19 de enero cumpliría veinticinco años entre no­ sotros. Murió el pasado martes 14. En la obra poética de Gelman, me parece, hay tres etapas más o menos distinguibles: la primera, la de los años cincuenta y sesenta, ligera, lúdica, llena de gra­ cia y de destellos de ternura. Es el tiempo de libros como Gotán (1956), Velorio del solo (1961), Cólera buey (1965), Los poemas de Sydney West (1969). O como escribimos una vez en un artículo: “En esta poe­ sía está próximo el cuerpo de la mujer, llámese Ofelia

o Daniela Rocca, y el país y el mundo son imagina­ bles como un castillo para construirse con las pie­ dras del sueño y la utopía, de la libertad y la frater­ nidad, aunque también, entre ‘las bellas compañías’, un afectuoso buitre se hunda prometeicamente en las entrañas.” Una segunda etapa se da a partir de varios hechos que le rompen el rostro, corazón y el alma: el ascenso en Argentina en 1976 de los militares, la ejecución de su hijo y de su nuera, la caída y muerte de cientos de compañeros, entre ellos Francisco Urondo, Rodol­ fo Walsh y Miguel Ángel Bustos, y la política de in­ molación de la dirigencia de Montoneros en 1978, cuando emprenden una contraofensiva suicida (él ya tenía severas reprobaciones a la conducción, pero el llamado a la contraofensiva lo impele, junto con otros compañeros, a romper con la organización, lo cual llega a impedir la muerte de decenas o centena­ res de militantes). Algunos libros representativos de esta segunda etapa serían Hechos y relaciones (1980), Hacia el sur (1982), Citas y comentarios (1982), Anunciaciones (1988), Carta a mi madre (1989) y Salarios del impío (1993). Si en la primera época ya encontrába­ mos tres heterónimos, ahora se multiplican, como si Gelman buscara que otras voces –las de los caídos– hablen en su poesía con él y por él. Son los años atroces, pero simultáneamente es el tiempo cuando sus poe­ mas se vuelven más desgarradamente tiernos, más


Lo que cava

Puertos

La sangre corcovea en todos los rincones, en el alma superior, en su orgullo, en los perros con olor a furia. El ser amado convierte la humillación en asombro y vengo aquí para decir que te amo. La emoción contra la pared espera que la fusilen. Nuestros cuerpos conocen esa pared. Es una atadura del sol que cavamos, cavamos.

De las cortadas de la vida hay una que no se puede abrir. Verano es ese día que adora los pasados del odio. Cuando soplan los vientos, abriga y Eros festeja el triunfo de su llama. Palabra y muerte no se juntan. Cae a pedazos la mirada restante y todo se une menos los sonidos del hambre.

Si en la primera época ya encontrábamos tres heterónimos, ahora se multiplican, como si Gelman buscara que otras voces –las de los caídos– hablen en su poesía con él y por él.

De amaramara, de próxima aparición en La Otra Ediciones.

os en una obra tristemente dolorosos, y donde el desmedido senti­ miento de la pérdida hace que el alma parezca un solo llanto. Gelman se vuelve el gran documentalis­ ta de la derrota. Como Vallejo, como Celan o como Gonzalo Rojas, Gelman descuadra la sintaxis y rom­ pe a menudo las palabras para expresar, de una ma­ nera secretamente armónica, las experiencias que han atravesado con sus flechas el corazón. Gelman no excluye el uso argentino del vos y los diminutivos se multiplican. Entre tantos momentos aflictivamen­ te inolvidables, nada me conmueven tanto en su ter­ nura como los poemas al hijo asesinado y a la madre llena de entereza. ¿Cómo no recordar ahora estos versos al hijo?: “¿qué hicieron de vos/ hijo/ dulce calor que alguna vez niñaba al mundo/ padre de mi ternura/ hijo que no acabó de vivir?/ ¿acabó de mo­ rir?/ pregunto si acabó de morir/ el nacido el morido a cada rato”. O éstos a la madre recién fallecida don­ de se unen vida y muerte, exilio e irreversibilidad: “vos me acunaste yo te ahueso/ ¿quién podrá des­ madrar al desterrado?/ tiempo que no volvés”. La tercera fase, no exenta de melancolía descora­ zonada y de rabias súbitas, es la de la reconciliación y una paz casi completa consigo mismo, y se halla en sus últimos libros: Valer la pena (2001), País que fue será (2004), Mundar (2007), Deatrásalantensuporfía (2010), El emperrado corazón amora (2012) y Hoy (2013). Es el tiempo de la reintegración familiar

y del encuentro con nuevos amigos en el nuevo país, de la utopía de nuevo buscada y de la conciencia triste de la palabra fue, de los recuerdos que casi inviernan y de los fantasmas que vuelven a deshora, del adiós y del aydiós. Son los años también de los grandes reconocimientos internacionales, entre otros, el Premio Iberoamericano y del Caribe Juan Rulfo 2000, el Premio Reino Sofía de Poesía Ibe­ roamericana 2005, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2005 y el Premio Cervantes (2007), el mayor galardón en lengua española. Con la muerte del amigo impar y del gran poeta, el mundo se volvió un poco más triste. A muchos Gelman nos dio el ejemplo de que dentro del dolor trágico es dable la fraternidad. Se fue, pero para quienes lo quisimos y admiramos, con quien reímos tanto (tenía un magnífico sentido del humor), es un adiós que no alcanza la despedida. Es la partida en vuelo, no la llegada. Sin duda lo que más me privi­ legia es que me haya visto y tratado durante veinte años como un hermano. Mientras escribo esto, vuelvo a verlo, cuando nos encontrábamos a comer, caminar por la acera o entrar al restaurante con una sonrisa, darnos un apretón de manos pleno de afecto y un fuerte abrazo, y yo pre­ guntarle: “¿Y cómo está el joven Juan?” Y él respon­ derme: “Joven será usted.” Para luego en la mesa hablar largamente de todo y de nada un poco •

Foto: Carlos Cisneros/ archivo La Jornada

oemas inéditos

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leer Reflexionar nuestra América. (Ensayos sobre filosofía latinoamericana), Óscar Wingartz Plata, Facultad de Filosofía-Universidad Autónoma de Querétaro, México, 2012.

EN TORNO A UNA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA ORLANDO LIMA ROCHA

E

s ya un lugar común afirmar la inexistencia del pensamiento latinoamericano, e inclusive preguntar por éste con miras a afirmar su ausencia o atraso. Desde el valioso, erudito, inusitado y requetenombrado debate entre Augusto Salazar Bondy y Leopoldo Zea sobre la existencia, originalidad y autenticidad de la filosofía propia de nuestra América (hace ya más de cuatro décadas), parece que la reedición de esta pregunta es nodal aún hoy en día. El neoliberalismo, eufemísticamente llamado globalización, acentuó las situaciones de dependencia de la región y afirmó así el fin de las ideologías, las utopías e inclusive la historia misma. Con ello afianzó una ideología, una utopía y una historia hegemónicas que aún hoy se siguen escribiendo. En ese camino, la filosofía de nuestra América camina con crítica y creatividad, repensándose y recomenzando (roigianamente dicho) constantemente para dar cuenta de su fecunda profundidad e historicidad. Elemento que es denotado por el latinoamericanista Óscar Wingartz Plata en este volumen. A través de un conjunto de amenos y sencillos ensayos –expresión latinoamericana por excelencia– el autor da cuenta de problemas, temas y sendas en las que la filosofía latinoamericana ha puesto su grano de arena para poder reflexionar y poner en cuestión una realidad vigente, injusta en lo moral y que no da cuenta de las diferentes historicidades existentes en nuestra América. De horizonte martiano, Reflexionar nuestra América implica hacerlo desde la realidad como punto esencial y, en el caso de esta región, denunciar una situación estructural opresiva que afirma una “interdependencia” excluyente. Así, la dimensión crítico-epistemológica de la filosofía es puesta sobre la mesa al dar cuenta de su función social de crítica y autocrítica con una creatividad para filosofar socialmente. Por ello, lo propio de esta filosofía, como bien lo muestra el autor, es la (auto)crítica transformadora con horizonte utópico de nuestra propia realidad. Lo anterior, sencillamente dicho, contiene sin embargo un gran caudal de tópicos abiertos a la problematización, al ser nodales para una reflexión situada en y desde realidades concretas: la crítica a los academicismos despolitizantes del pensamiento latinoamericano y sus tareas extraacademia; el compromiso social del filosofar, la crítica a eufemísticas dependencias pretendidamente “interdependientes”; la relación de la teología con la filosofía en históricos proyectos de liberación; las postmodernidades y su imposible

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operatividad yuxtapuesta a nuestra América; las democracias procedimentales que ocultan contextos neoliberales de libertad desigual; la imprescindible reafirmación de la dignidad humana frente al abandono institucional de discursos transformadores; la positividad de diferentes nacionalidades reales, contingentes e históricas, para pensarlas desde igualdades materiales; la historicidad de proyectos de integración latinoamericana que muestran sus posibilidades utópicas operantes en la realidad; y, en fin, la centralidad del Estado en un mundo globalizado y su necesaria transformación, dignificante para dichas naciones nuestroamericanas. Todos estos puntos, apenas enunciados, son parte de un conjunto de reflexiones autónomas entre sí, pero que se estructuran al conjuntar un discurso que, desde su ensayística voluntad de estilo, buscan interpelar al lector y lo conminan a ejercer un pensamiento situado en su realidad, reflexionada desde esta misma realidad para su transformación plena hacia una vida de liberación dignificante de todos los seres humanos. En ese sentido, la crítica, la autocrítica y la creatividad sustentan un pensamiento situado pero no aislado, histórico pero no extinto, concreto pero no determinante, utópico transgresor pero no quimérico evasivo. Óscar Wingartz plantea aquí sustantivas reflexiones nuestroamericanas sobre y desde la filosofía latinoamericana, para nuestras conflictivas y contingentes realidades • Tálamo, Minerva Margarita Villarreal, Hiperión/uanl, España/México, 2013.

ODA A LA AUSENCIA

Por ello, si Tálamo es memoria herida, también es memoria reaccionaria y con toda su fuerza resiste a la aniquilación, al abandono. Refleja ante todo la lucidez, fotografía en alta resolución del instante del incendio donde las paredes se fueron abajo o las paredes se fueron arriba. Destrucción es ascensión, como en todas las cosas santas que van al cielo después de su momento último de confrontación con el mundo: “La pátina del hierro el amarillo adobe el óxido adoquín/ Un eco un chillido un pájaro elevando/ los incendiados muros que el fuego amó.” Como todas las cosas santas que escuchan el llamado: de la voz, de la luz, del cielo…: “Atravieso esta luz/ porque el cielo me llama/ pero la luz es llama/ y lo que llama es luz”,y no se resisten, sino que se precipitan. Tocada por el cáncer, tocada por la muerte, pero al mismo tiempo tocada por el sol y por la Virgen: llamada a ser vida plena, a morir para vivir la eternidad y el paraíso. Por eso Tálamo decide someterse a las ruinas, a los vestigios, a la memoria, y en lugar de morir, supervive y crea la vida que puede fundarse encima de lo que ya fue. Con la fuerza del que entra con los dos pies al desposamiento, a la promesa, sostiene al amor hasta las últimas consecuencias: “Me he casado contigo/ y todo lo que escribo/ es real.” Tálamo es poesía de la promesa amorosa, fundada ante la realidad más innegable, la certeza de la muerte, la natural proclividad a la descomposición (transformación, también renovación) de la materia viva, y la lucidez que acompaña a este entendimiento. El libro fue merecedor del Premio de Poesía del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario, Sor Juana Inés de la Cruz, 2010 • El viaje y los sueños. Un ensayo vagabundo, Jorge Bustamante García, Dirección de Literatura, unam/Ediciones Sin Nombre, México, 2013.

NOHEMÍ ZAVALA

DOBLE VIAJE DE UN ENSAYO VAGABUNDO

E

s Tálamo una oda a la ausencia del amado, reconstrucción del mundo ya para siempre habitado en soledad. El espacio y el tiempo se deterioran y pierden su linde: incluso el paraíso y la eternidad caben en ese vacío. Trabajo de la memoria es no dejar caer en el olvido el pasado primigenio de la comunión, ni del lecho nupcial: el desposorio como sitio original donde nos hacemos en y por el otro que nos conforma. Así, creadora es la memoria, más que la imaginación. Reconstruye sobre lo perdido pero antes de subsanar una ausencia, esa ausencia organiza el despliegue del universo lírico: “y en la memoria de/ tenerte/ penetro este resquicio.” Tálamo es territorio conquistado por la memoria. Un espacio domesticado, sobre el que se construye el ecosistema inagotable donde la búsqueda y el desplazamiento tienen lugar: “La piedra cruzo todos los días/ la piedra laja la piedra bola la piedra pinta/ la caliza piedra blanda de tus labios/ la tigre que con tus ojos me liga/ como el cazador a su presa.” Un sitio para que nada suplante ese vacío, que es el sitio del último, único encuentro posible en el que hombre y mujer quedan unidos para siempre: “Excepto tú todo pasa/y todos pasan por aquí/ Excepto tú por esta piedra/ pasan/ y en mi mente/ quedan/ como regalos/ de tu ausencia.”

GUSTAVO OGARRIO

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ergio Pitol comienza su libro El viaje con una enunciación e interrogación propias de un viajero insatisfecho y de un narrador con un estratégico reclamo autobiográfico: “Y un día, de repente, me hice la pregunta: ¿Por qué has omitido a Praga en tus escritos? ¿No te fastidia volver siempre a temas tan manidos: tu niñez en el ingenio de Potrero, el estupor de la llegada a Roma, la ceguera en Venecia?” Este libro de Pitol es quizás el que guarda mayor fidelidad al género literario del diario y, al mismo tiempo, el que se encarga, en nombre de este desplazamiento narrado, de dislocar el sentido unilateral de los géneros literarios. Diario, crónica, ensayo informal, amplias citas estratégicas (como la cita in extenso de la novela La verdadera vida de Sebastian Knight, de Vladimir Nabokov, que aparece en el apartado “Hazaña de la memoria”) componen El viaje, que es también un homenaje, narrado y analítico, a la literatura rusa, a la heterogénea literatura rusa que en Pitol es parte de su propio sistema de referencias estéticas y culturales. Lo que es una interrogación por la ausencia de Praga en su evocación autobiográfica se transforma

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leer

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en una indagación narrativa de las dos semanas en que Pitol viajó por la hoy extinta Unión Soviética, del 19 de mayo al 3 de junio de 1986. El viaje en Pitol no sólo significa el movimiento del viajero que se desplaza para narrar y enfáticamente entrecruzar los sueños con la cartografía de lo recorrido como apertura del mundo, es también un movimiento deliberado de su prosa que afirma la articulación de géneros narrativos que se disputan en todo momento el dominio de lo narrado. Si bien podríamos decir que El viaje es un diario en el sentido más literal y autobiográfico del término, este desplazamiento del viajero está marcado por su constitución como narrador que ronda los límites de la ficción y del sueño, en su condición también de registros centrales del sentido de apertura y movimiento. Dice Pitol casi al comienzo del libro: “Una de esas noches tuve un sueño”, esto para comenzar la desviación un tanto alucinada del registro de su viaje por la Unión Soviética. La obra de Sergio Pitol es una interrogación sobre el uso y ampliación de los géneros literarios en su versión moderna, y una poética del sueño como relato que desvía y reconfigura el sentido de lo real. ¿Cómo interpretar la obra de Sergio Pitol sin traicionarla con una solemnidad injustificada a la luz de su propia poética del relato? ¿Cómo profundizar en lo que la literatura rusa ha significado para Pitol sin tratarla solamente como una “influencia” más? Jorge Bustamante García, geólogo, poeta y ensayista, traductor de literatura rusa, ha respondido ensayísticamente a la interrogación del papel que en la obra de Pitol ocupan tanto el sueño como la literatura rusa. El viaje y el sueño. Un ensayo vagabundo, de Jorge Bustamante, es un libro cuyo punto de partida es un afilado sentido de la parodia y un cálculo informal de la prosa ensayística. Un “ensayo vagabundo” que a su manera repite el viaje de Pitol con la temeridad de un ensayista que, “sin saberlo”, se “había preparado toda su vida para ello”. Bustamante se apoya en un alter ego narrativo, Miguel Triestes, para reinventar ensayísticamente el recorrido de Pitol en el libro El viaje. Hay una dimensión lúdica en el libro de Bustamante poco común en el ensayo contemporáneo; una temeridad estética que conjuga la reflexión ensayística enfáticamente dirigida al libro El viaje, con la propia experiencia del que ensaya. Bustamante no solamente desmonta las claves del libro de Pitol y nos las trasmite con el sentido artístico de un ensayo narrativo que ronda los traspatios de la ficción, las interpreta también desde su propia experiencia y apropiación de la literatura rusa, con toda la acumulación de su trabajo como traductor: “Escribir sobre el viaje de otro, es hacer un viaje propio”, afirma Bustamante casi al final del libro. Al referirse a una de las apropiaciones más significativas de la obra de Pitol, la del arte narrativo de Chéjov, Jorge Bustamante nos dice: “Fantaseando a través de los relatos y narraciones del escritor ruso, Pitol encontró una vía para dejar aflorar la propia

voz, para labrar un estilo autónomo y singular, llegando incluso en un sueño a bailar uno de los cuentos de Chéjov como todo un Nejinski.” Así como Pitol evoca su viaje a la Unión Soviética al preguntarse por la figura de Praga en su propia memoria, Jorge Bustamante, al internarse en el viaje de Pitol, nos desvía también sutilmente hacia los caminos donde se cruzan ensayo y ficción, nos guía sin estridencias por la clave subterránea que produce una obra literaria tan peculiar y “rara”, y al mismo tiempo nos deja al borde de la dialéctica siempre peligrosa entre lo local y lo universal, sólo que con los elementos suficientes para no caer en una más de sus simplificaciones: “Al hablar de Rusia, Pitol habla de nosotros, al leer a los escritores rusos, lee también a los nuestros.” Al ensayar sobre la obra de Pitol, Jorge Bustamante también murmura su propia definición de literatura: “La vida, sea cual fuere, es una posibilidad multiforme e infinita para plasmar las sospechas, los fantasmas y los sueños en lenguaje y escritura.” •

Traición a domicilio, Guillermo Arreola, Joaquín Mortiz, México, 2013.

DELINEAR EL CONTORNO RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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os cuentos de Guillermo Arreola funcionan por separado y, leídos en conjunto, amplían la sensación de que estamos ante un universo de soledad e indefensión en el que son terribles los pequeños momentos en la vida de esos personajes que con unos rasgos son definidos para la corta trama que resulta casi una viñeta de un gigantesco cómic, pero también lo son, tanto o igual, los cambios definitorios (la pérdida de la pareja, la agresión en venganza, etcétera). La violencia entra en escena sin dificultad pero no se advierte gratuita. Literariamente, justificar sacarle los ojos a quien te sacó uno, no tiene mucha dificultad (y menos si lo logra en la última línea, para dar el eficaz giro definitorio al texto); aguantar los golpes y maltratos de la pareja ausente, por el contrario, tiene un poco más de trabajo, por ejemplo. Pero los cuentos de Arreola resuelven bien tal parte de la construcción literaria. Esos textos, algunos de poca extensión, solventan el planteamiento filológico: aunque uno pudiera pensar que faltó la información sobre qué sucede con la escena bosquejada, eso es parte de esa sensación buscada en el lector: éste quisiera que el autor le diera un giro distinto al texto para quitar la basurita en el ojo dejada por no saber qué más pasó con esos personajes violentados o a medio segundo de, tal vez, ser asesinados. Hechos brutales tratados con una suave pluma que dibuja la tragedia hasta donde más incomoda: en el momento en que entra la imaginación. Apenas hay cuentos fantasiosos, como “Un

MAQUIAVELO y la concepción cíclica de la historia Annunziata Rossi

Yves Bonnefoy y el territorio interior

amor perdido”, donde la brutalidad de los demás contrasta con la metáfora desarrollada a partir de un supuesto irreal. Por si disfrutar los cuentos fuera poco, en este tomo se incluye La venganza de los pájaros, originalmente publicada en el f c e . Para quienes ya leyeron esta magnífica novela corta, será motivo para deleitarse de nuevo. Difícilmente se puede insistir en la descripción de un pueblo casi fantasma, donde los borrachos, las mujeres infelices y las mil historias que cada niño desarrolla a partir de estar en esos universos limitados, pero Arreola logra una aportación a esa literatura que termina por reverenciar a Rulfo, sólo por la sensación del pueblo intemporal. Mientras en las ciudades se viven los finales de los sesenta, en ese pueblo se habita otro siglo. Traslapando el oficio de pintor del autor, el texto se nutre de pinceladas poéticas que mejoran la descripción para lograr un estilo propio donde no interesa tanto el lenguaje rural, tan caro a otros escritores, sino la mirada profunda, por momentos misteriosa, de todos los residentes de esa particular población que podría estar en muchos lugares del continente y en muchos tiempos, precisamente por tener su mujer pública, sus muchas cantinas siempre pobladas y retos de muerte a mano limpia. Una muy disfrutable mirada de aquello que tenemos a la vista, pero que no nos detenemos a escrutar • El escritor como migrante, Ha Jin, Vaso Roto/ Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2012.

Autor, entre otras, de las novelas La espera, Despojos de guerra y En el estanque –todas ellas traducidas al español–, la vida de Jin guarda más de una similitud con la de escritores como Joseph Conrad, Vladimir Nabokov, v.s. Naipaul y Milan Kundera, es decir, con quienes hicieron de su obra una manifestación patente de su espíritu nacionalista, pero al mismo tiempo con aquellos que, por voluntad o forzados por su circunstancia, cambiaron su lugar de residencia y, con él, también la lengua en la que escribieron obras que los hicieran célebres. La migración, el exilio, la idea de país, el lugar de la literatura y el del escritor dentro de ésta, son los temas de Jin, alguna vez miembro del Ejército chino durante la Revolución cultural, actualmente profesor en la Universidad de Chicago, y que tiene la doble nacionalidad china-estadunidense.

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arte y pensamiento ........

26 de enero de 2014 • Número 986 • Jornada Semanal

Enrique López Aguilar

Naief Yehya

alapiz2000@gmail.com

naief.yehya@gmail.com

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N TODO GRUPO GENERACIONAL ocurre que cada uno de sus integrantes es parte de una memoria constelada, es decir, entre todos se pueden reconstruir los recuerdos y la historia de una generación, no obstante los desacuerdos, las diferencias individuales y las percepciones subjetivas. Para el caso de los escritores hispanomexicanos, es frecuente encontrar en ellos posiciones opuestas y, simultáneamente, recuerdos en los que se involucra a otros protagonistas. Al margen de su adherencia (Luis Rius y Angelina Muñiz-Huberman, por ejemplo) o de su rechazo al tema y la vivencia del exilio (José de la Colina y Gerardo Deniz, por ejemplo), todos suelen evocar a otros contemporáneos suyos, o han escrito libros de memorias y pseudomemorias donde se explican personalmente. Sin embargo, jó a Roma, Florencia y París, entre 1934 y ninguno de ellos puede considerarse un 1936; en plena Guerra civil, salió con su cronista generacional, una voz que omita familia a Bruselas y París en 1938. De la su propia persona para hablar de los de- mano de su padre, residió en La Habana y más, salvo Arturo Souto Alabarce quien, Nueva York entre 1939 y 1942, año en el en muchos de sus ensayos y artículos, evi- que entró a México por el norte del país. tó hablar de sí mismo para hablar de sus Terminó el bachillerato en el Instituto contemporáneos. Esta generosidad y mo- Luis Vives y la Academia Hispano-Mexidestia se condice con la circunstancia de cana, de cuyo nombre tomó el epíteto de que Souto fue un escritor que nunca bus- “hispanomexicanos” para definir a la gecó los reflectores ni los besamanos, lo neración de los hijos de los republicanos cual lo convirtió en uno de esos grandes españoles que llegaron a México con sus narradores secretos, casi un desconocido padres entre 1936 y 1942, que me parece (De la Colina dixit), autor de obra de crea- más general e incluyente que el de “neción escasa pero llena de miga: La plaga pantlas”, no obstante la opinión de Carlos del crisantemo (1960) es el nombre de su Blanco Aguinaga al respecto. único y prodigioso cuentario que, con el Como muchos de sus compañeros de paso de los años, varió sus nombres (Co- vida, Souto empezó otra carrera antes yote 13 y otros relatos) conforme el autor de incurrir en la de letras hispánicas: inicorregía un poco aquí y allá, o agregaba ció la de biología en el Instituto Politécalgún nuevo material. Alguna vez, Federi- nico Nacional. Se graduó con Magna cum co Patán lo retó:“Seguro que has de tener laude en la Facultad de Filosofía y Letras, algún guardadito en el escritorio”; Souto, en 1955, donde luego hizo una larga cacon su proverbial ironía, sonrió burlona- rrera como docente, investigador y funmente:“Tal vez, pero lo dudo.” cionario universitario. No en balde, Souto Souto Alabarce fue hijo de Arturo Sou- consideró que una de las marcas grupales to Feijóo, un distinguido pintor que arri- hispanomexicanas fue la pertenencia a la bó a México como consecuencia de la carrera docente y a la actividad académiGuerra civil española. Se conserva un es- ca en dicha Facultad de la unam , aunque pléndido retrato del joven Arturo pinta- algunos de los escritores más reconocido por su padre; como consecuencia de dos del grupo –como Jomi García Ascot y la influencia paterna, Souto fue uno de los Deniz– no cumplieron con ese destino, pocos autores hispanomexicanos que y otros lo hicieron fuera de México, como desarrolló en sus ensayos diversos acer- Blanco Aguinaga, Manuel Durán y Robercamientos a las artes plásticas, con tanta to Ruiz. perspicacia y sensibilidad como la desaLa biblioteca de Arturo Souto es una rrollada en sus meditaciones literarias, de las más ricas en materiales biblioheparticularmente en los publicados en la merográficos hispanomexicanos. Pude revista Segrel, de la que fue fundador. constatar que libros y revistas inexistenArturo Souto nació en Madrid el 17 de tes en fondos como los de El Ateneo Espaenero de 1930. Siendo muy pequeño, via- ñol de México, la Universidad Veracruzana, las diversas bibliotecas de la unam y algunas otras más, se encontraban en el generoso acervo coleccionado por Souto y Matilde Mantecón, su esposa. En 1998 la uam le otorgó el doctorado honoris causa, frente a lo cual comentaba, con su ironía habitual: “Eso de los títulos no importa; los alumnos igual se dirigen a mí como maestro, doctor o profesor; lo que no he conseguido es que me digan Arturo.” Durante sus últimos años, Souto padeció un molesto vértigo que nunca logró resolverse médicamente y en 2010 sufrió una fractura de fémur que no lo detuvo en su actividad docente. Murió el 1 de diciembre de 2013 •



De periodismo de fondo a propaganda El programa 60 Minutes de la cadena televisiva estadunidense cbs , lanzado en 1968, fue considerado por muchos años como el símbolo mismo del periodismo de investigación y confrontación. El programa tuvo episodios vibrantes y cargados de valentía, desde el tiempo de la guerra de Vietnam, hasta las escandalosas revelaciones de abuso en Abu Ghraib, pasando por denuncias fulminantes contra la industria del tabaco, de la salud y de incontables políticos corruptos. Sin embargo, cbs es uno de los seis gigantes mediáticos (junto con General Electric,

Dylan Davies

News Corp, Disney, Viacom y Time Warner) y por tanto es una megacorporación con demasiados intereses y compromisos. Basta considerar cómo los reportajes de este programa pasaron de cuestionar la guerra de Irak a justificarla. Durante décadas 60 Minutes trató, en la mayoría de sus reportajes, de presentar visiones equilibradas. Este compromiso parece olvidado. Dos ejemplos recientes ponen esto en evidencia (y ni hablar del segmento del 1 de diciembre pasado dedicado a promocionar la descabellada idea de Amazon.com de entregar sus productos a domicilio con drones):

1. El ataque a la embajada estadunidense en Bengasi El 27 de octubre pasado, la corresponsal sudafricana Lara Logan y su productor Max McClellan, presentaron una entrevista con el mercenario británico (contratista de Blue Mountain Group) convertido en agente de seguridad, Dylan Davies, sobre el ataque del 11 de septiembre de 2012 al consulado estadunidense en la ciudad libia de Bengasi, donde murieron cuatro estadunidenses, incluyendo el embajador Christopher Stevens. Davies contó que la noche del ataque saltó el muro de las instalaciones diplomáticas estadunidenses, dio un culatazo en el rostro a un atacante y vio muerto al embajador en el hospital. Davies acusaba a eu de no haber protegido al embajador. El problema fue que Davies reportó al fbi y a su propia empresa que esa noche no estuvo cerca del sitio del ataque (según el diario Telegraph, Davies abandonó la ciudad horas antes del ataque). Logan y McClelland sabían de esta inconsistencia; sin embargo, siguieron adelante con el segmento, quizás por presiones internas (promocionar el libro The Embassy House, que la editorial Simon & Schuster, parte del conglomerado de cbs, estaba a punto de publicar) o tal vez por la ambición de lanzar un estruendoso reportaje exclusivo en el que cbs corroboraría las hipótesis y las teorías conspiratorias de la derecha y en particular de la cadena Fox, la cual llevaba meses acusando a Obama de haber “sacrifica-

do a estadunidenses” por su incapacidad de pronta respuesta. La editorial suspendió la publicación del libro de Davies, quien se ocultó de los medios argumentando que alguien amenazaba a su familia. Aunque Logan pidió una disculpa pública, ella y su productor fueron suspendidos.

2. Visitando a la nsa La noche del 15 de diciembre se pres e nt ó Inside the n s a ( D entro de la Agencia de Seguridad Nacional), conducido por el presunto repor tero, exempleado de la n s a y actual subcomisionado de inteligencia de Nueva York, John Miller, quien por varios años fue el propagandista de planta de los noticieros de cbs. Miller presentó una apabullante defensa de la organización que ha estado espiando a mil l o n e s d e p e r s o n a s e n e l m u n d o (incluyendo a Angela Merkel y Dilma Rousseff, entre otros sospechosos) bajo el pretexto de proteger a eu de futuros ataques terroristas. Miller no intentó siquiera ofrecer puntos de vista opuestos; sólo dio el micrófono al director de la agencia, el general Keith Alexander, quien declaró que la nsa se dedica a “defender nuestras libertades civiles y nuestra privacía”. El reportaje fue un ataque a Edward Snowden, a quien acusaban de haber puesto al mundo libre en inmenso peligro, tan grande que ni siquiera podían explicarlo al público. Esta defensa airada e histérica tuvo lugar un día antes de que el juez federal, Richard j. León, dictaminara que los programas de espionaje de la nsa son probablemente ilegales, una tecnología “casi orwelliana” y que habrían hecho que James Madison se horrorizara. Seguramente esta decisión será apelada por la nsa. Mientras tanto, Snowden sigue pidiendo asilo permanente en Brasil y en una reciente carta señala: “Los senadores estadunidenses nos dicen que Brasil no debe preocuparse porque no lo están vigilando, sino sólo recolectando información… Estos programas nunca tuvieron nada que ver con el terrorismo: se trata de espionaje económico, control social y manipulación diplomática. Son un asunto de poder.” •

JORNADA VIRTUAL

La muerte del periodismo de investigación en la televisión

A LÁPIZ

Arturo Souto Alabarce

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........ arte y pensamiento

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola @LabAlonso

germaine@pegaso.net

Centenario del Museo de Bellas Artes de La Habana

MexProg, la pura pinche necedad

A la doctora Margarita Ruiz, con mi admiración

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ACIA 1910 EL REPUTADO arquitecto cubano Emilio Heredia Mora hizo un llamado para recabar apoyo público y privado con el fin de crear el primer museo importante en La Habana. En el lapso de dos años, numerosas instituciones civiles y religiosas, artistas y coleccionistas, donaron, prestaron o depositaron lo que constituyó el núcleo inicial de una amplia y variada colección enciclopédica. A la manera de los antiguos gabinetes de curiosidades o Wunderkammern, convivían la arqueología, la etnografía, las

artes plásticas, archivos y objetos históricos, la historia natural y las artes aplicadas en el edificio conocido como Antiguo Frontón, mismo que abrió sus puertas en 1913. A partir de entonces, el novel museo fue víctima de un nefasto peregrinaje por distintas sedes a lo largo de cuatro décadas, a pesar del tesón de su director, el pintor Antonio Rodríguez Morey, quien dedicó casi cincuenta años de su vida a esta institución y por la que libró numerosas batallas. Hay que recordar que, tras uno de los varios desalojos que sufrió el museo y la amenaza del Estado de embodegar las colecciones, Rodríguez Morey se levantó en armas apoyado por estudiantes de la Universidad –entre ellos el joven revolucionario Julio Antonio Mella– para defender el patrimonio y exigir una sede digna y permanente. El éxodo continuó bajo la mirada desinteresada de los funcionarios en turno, hasta la apertura del Palacio de Bellas Artes en 1955, ya bajo el régimen de Batista, quien intentó ganarse la simpatía de artistas e intelectuales con la creación del gran museo que tanto se esperaba. El arquitecto Alfonso Rodríguez Pichardo fue convocado para realizar el proyecto de un edificio de corte racionalista que integró la arquitectura y las artes plásticas en una afor tunada fusión. El inagotable entusiasmo y dedicación de Rodríguez Morey y la creación de la nueva sede dieron lugar a la incorporación de importantes colecciones privadas, entre ellas la del doctor Joaquín de Gomá, conde de Lagunillas, cuyo acervo de más de seiscientas piezas de arte de la Antigüedad constituye uno de los núcleos fundamentales de esta institución. Este excéntrico personaje fue un apasionado de la arqueología y logró reunir una excelsa colección considerada la más importante en América Latina, con piezas provenientes de Asia Menor, Etruria, Egipto, Grecia y Roma, entre las que destaca el soberbio tesauro de vasos griegos, los retratos funerarios de Fayum, una cabeza de Amón en basalto negro, tablillas sumerias con

escritura cuneiforme, y muchas otras joyas. El museo define entonces su perfil museológico y se transforma en una gran institución dedicada a las Bellas Artes, sede de la colección de arte europeo (escuelas de Alemania, Flandes, Holanda, Italia, Gran Bretaña y España, siendo éste el acervo más significativo que existe fuera de la península ibérica), la colección latinoamericana, pintura estadunidense de los siglos xviii y xix , estampas japonesas, la colección de arte de la Antigüedad y la colección de arte cubano que reúne el amplio panorama de la pintura de la Isla desde la Colonia hasta nuestros días, con ejemplos paradigmáticos de todos los artistas importantes y una sala dedicada a Wifredo Lam. Con el triunfo de la Revolución, el éxodo masivo de la burguesía habanera sacó a la luz numerosas colecciones particulares antes desconocidas que fueron expropiadas e integradas al museo, enriqueciendo significativamente su catálogo. Por años se contempló la ampliación del recinto y, finalmente en 2001, se inauguró el complejo museal que hoy representa la institución cultural más importante del país. El edificio modernista, construido en los años cincuenta, alberga actualmente las Colecciones de Arte Cubano cuyo corpus se han ido incrementando modesta pero sostenidamente. A unos cuantos pasos se encuentran las Colecciones de Arte Universal, ubicadas en el impresionante palacio que fuera el Centro Asturiano, uno de los principales ejemplos de la arquitectura ecléctica republicana, espléndidamente remodelado y acondicionado para su nueva función museística. En sus cien años de turbulenta vida, el Museo de Bellas Artes de La Habana es una sólida institución de alto prestigio mundial. Un sueño largamente acariciado convertido en realidad gracias a la perseverancia de quienes, contra viento y marea, han apostado por la educación, la cultura y el arte como herramientas fundamentales para la creación de una sociedad más humana • Guthrie Govan

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ONOCIMOS EN PERSONA A Pablo Irurita en el Festival BajaProg de Mexicali 2013. Aunque ya habíamos escuchado y leído cosas sobre sus primeros pasos produciendo conciertos de rock progresivo en Ciudad de México, fue hasta esa noche, afuera del Teatro del Estado, cuando atestiguamos su energía y genuino interés por músicas de calidad. Luego del encuentro acordamos estar en contacto. Pasaron meses de silencio hasta que, finalmente, volvimos a encontrarnos en la Casa Jesús Reyes Heroles de Coyoacán (buen espacio para cafetear), donde amablemente nos invitó al concierto de The Aristocrats, power trío nota-

ble (Guthrie Govan, Bryan Beller y Marco Minnemann) que se presentará en la Sala Telefónica del Centro Cultural Roberto Cantoral este martes 28. Dicho esto, no crean nuestros lectores del séptimo día que andamos promoviendo a los cuates o a quienes nos pasan boletos. ¡Esta columna no acepta payolas ni en bemol ni en sostenido! La verdad sea dicha, MexProg –que así se llama la aventura de Pablo y sus socios– es una productora cuyo lugar en carteleras se ha conquistado con la ayuda de pocos y la crítica de muchos, a contracorriente. Merecen impulso. Proyecto autónomo que este año intentará experiencias al margen de los foros y las estructuras que imponen ineludibles monopolios, nació en 2011 con el concierto de Neal Morse, en el Salón José Cuervo, durante su gira Testimony ii . Cuatro shows después, ya en el 2014, es momento de extender su propuesta con los mentados Aristocrats pero también con Trasatlantic (11 de febrero, Teatro Metropólitan) y Haken (30 de marzo, Snake Night Club). The Aristocrats nació en 2011 tras un “palomazo"– en la feria de instrumentos y tecnología más importante de Estados Unidos (el namm show). Esto es relevante porque muestra el eje de su naturaleza: la improvisación. Planteado para sostener el trabajo del virtuosísimo Govan, guitarrista y compositor principal, el trío elabora piezas con temas bien definidos y pulidos que saben internarse en múltiples juegos de género y estilo. Colaboradores de Steven Wilson, Joe Satriani y Steve Vai, son muchas las influencias que afrontan, por lo que su vocabulario se extiende al blues, el metal y el jazz sin que nunca se rompa el manar de un groove extraordinario, cortesía de la dupla Minnemann/Beller. Digamos que son de esos músicos que podrían presentar un buen espectáculo por generación espontánea, sin planeación alguna. Vaya usted y díganos que no, a ver si puede. (Por cierto, darán una clínica el mismo día.) Trasatlantic, liderado por el baterista Mike Portnoy y el tecladista, cantante y guitarrista Neal Morse, también ha

sido bien reconocido en la escena progresiva de la última década. El primero, claro está, fue baterista de Dream Theater. El segundo tiene una larga trayectoria en solitario y con Spock’s Beard. Completando el combo suenan Roine Stolt ( The Flower Kings), Pete Trewavas (Marillion) y, esporádicamente, Daniel Gildenlöw (Pain of Salvation), quien también vendrá a México. Lo que hacen juntos es elegante, prefiere a la canción con voz por encima del trabajo instrumental e, incluso, busca al pop como punto de apoyo. En sus venas navegan bandas clásicas (Genesis, Emerson, Lake & Palmer) tanto como aquellas de las que provienen sus integrantes. Muy disfrutable. Haken, finalmente, es un grupo curioso en dos sentidos. Su talento es incuestionable. Su sonido eficiente. Su discurso arriesgado y dinámico. Por otro lado, empero, los orígenes donde halla inspiración ubican su oficio en la sastrería de los clichés, del collage que por abuso termina siendo cimiento mismo de su personalidad. Así, en una pieza el conjunto suena novedoso, en otra viejo, en otra absurdo, en otra formidable... Jamás, eso hay que decirlo, suena aburrido. Allí donde la forma se asienta y nos hace descansar, inmediatamente aparece un giro que catapulta el discurso a otro territorio. Es por ello que publicaciones como Prog Rock uk la nombraron mejor agrupación progresiva del 2013, título que nos impulsa a escucharlos en una zona de Ciudad de México poco común, pero que trae hartos recuerdos: Lomas Verdes, a un costado del famoso bazar donde hace años aparecía la música más difícil de conseguir. El foro es el nuevo Snake Night Club. Veremos qué tal en vivo. En conclusión, sirva este espacio para celebrar que hoy contamos con MexProg, una nave de locos, un grupo de pinches necios que, afortunadamente para nosotros, se está aventurando a llenar un espacio desatendido por quienes producen rock, jazz, electrónica o metal. Ojalá persistan. Búsquelos en Facebook y Twitter. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

Jornada Semanal • Número 986 • 26 de enero de 2014

ARTES VISUALES

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arte y pensamiento ........

26 de enero de 2014 • Número 986 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

Ana García Bergua

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ACE BASTANTES AÑOS ME fui a buscar a la hemeroteca la noticia del día que nevó en Ciudad de México. Según el Excélsior del 11 de enero de 1967, el día anterior, a las cinco de la madrugada,“como si formaran una cortina de fino tul, infinidad de copos de nieve cayeron sobre la capital”. Gracias a ese viaje al pasado pude comprobar la impresión pertinaz de que durante mi infancia La novicia rebelde estuvo siempre en cartelera, del lado izquierdo hasta arriba de la hoja del periódico. Por otro lado, supe que al día siguiente de la nevada estrenaron en cartelera el Doctor Zhivago y que murió Celestino Gorostiza –Salvador Novo, que este año cumple cuarenta años de fallecido, escribió en otro periódico que la capital le había regalado al dra-

maturgo “un blanco e inusitado sudario”. el frío nos desprotege más, nos hace senSegún la prensa, esa madrugada del diez tir inermes pajaritos arrebujados en las de enero de 1967 no hubo clase y todos sábanas y las cobijas, condena a los que los niños salieron a jugar con la nieve; yo viven en la calle al calor malsano de las recuerdo el entusiasmo con que salimos coladeras. Y pasamos semanas espea lanzarnos bolas de aquellos montonci- rando la benevolencia del termómetro, tos de sucio helado que cubrían apenas pidiendo que ya no se lleve a nadie más los toldos de los coches y aun así cum- y que pase rápido, como deben hacer los plían decorosamente con la promesa de ángeles y los fantasmas cuando los silenun invierno de cuento de Hans Christian cios los invocan. Andersen: por un rato fuimos los gozoEn algunas mañanas, el invierno nos sos reyes de las nieves. Y también recuer- regala como limosna a los pobres habido que mis hermanos y yo nos congela- tantes de esta urbe condenada al fracaso, mos las manos por no usar guantes, y unos días claros en que a veces, de mapara colmo se nos ocurrió después la nera prodigiosa, descubrimos los volcabrillante idea de meterlas en agua ca- nes mientras esperamos con el coche liente: la abuela Riera nos las tuvo que ronroneando en el alto, o una visión alumasajear, seguramente evocando in- cinada del Ajusco copeteado de nieve. viernos europeos e implacables, no co- Porque así es el invierno nuestro: es tan mo esa nevada de juguete que hasta la cruel que hasta nos obsequia algunas fecha adorna la infancia de quienes la ilusiones. Y luego, eso sí, nos acompleja: vivimos. La magia se terminó, por cierto, ¿de qué se quejan?, ¿no vieron la foto de según cuenta el periódico, a las diez de las Cataratas del Niágara detenidas, la la mañana, cuando cayó un chaparrón ciudad de Chicago sepultada en la niedesilusionante y derritió el prodigio. De- ve? Y es verdad, de aquellos lares en el be de haber sido triste, el final de una norte vienen avasalladores, uno tras película que no se repetiría jamás. otro, los famosos frentes fríos, hermanos Desde entonces no he visto la nieve, de los huracanes de agosto, primos de como no sea en las películas –o cuando los incendios de mayo. un automóvil audaz, proveniente del Invierno de pacotilla, invierno que ya Ajusco, logra llegar a Insurgentes con el quisiera ser invierno, que alguna vez lo muñeco de nieve todavía vivo y de pie fue, en aquella mañana memorable de sobre la cajuela–, y si no fuera por el do- enero de 1967. Pero así nos tiene, trislor en las manos ateridas, recordaría teando, congelados en recuerdos y fanaquel momento con los calores del gozo tasías, y repitiendo el epitafio del poeta que inundaba el corazón. Seguro que Juan Gelman que se llevó el invierno: ese día fue helado, de una temperatura exagerada, rarísima para nuestra capital, Un pájaro vivía en mí. pero me pregunto si ese frío inusitado se Una flor viajaba en mi sangre. sintió tan implacable como el que nos Mi corazón era un violín. azota ahora, ahora que además esta- Quise o no quise. Pero a veces mos tristes porque este invierno se ha me quisieron. También a mí llevado a algunos amigos y también al me alegraban: la primavera, poeta Juan Gelman, a gente que conoci- las manos juntas, lo feliz. mos y a gente que admiramos, y eso lo ¡Digo que el hombre debe serlo! hace más frío cada vez, o hace que el frío Aquí yace un pájaro. se cuele por todos los huecos de nuestra Una flor. fragilidad. Quién sabe por qué cada año Un violín •

El desánimo

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OMOS MONTÓN LOS MEXICANOS descontentos. Imposible saber cuántos pero es fácil intuir que no somos pocos. Donde quiera brotan versiones de un mismo sentimiento: frustración, desánimo, enojo. Indignación. Gente encabronada. Decepción entre quienes admiten haber votado por la derecha panista en 2000 y 2006 o por la derecha priísta –los menos– en 2012. Aunque no falta el que se ufana de “haber ganado” a quienes criticamos o cuestionamos a su presidente; algunos son burócratas, empleados o proveedores que hacen negocios con el gobierno y lo cierto es que ninguno es pobre o necesitado. No falta entre quienes se ufanan de las victorias de Calderón y Peña –y que se burlan de todo lo que

se les oponga– aquel que suele gastarse en un fin de semana en Las Vegas lo que muchos ganamos en un año. Los alzados de Michoacán y Guerrero, creo, son eso: gente harta, enojada, que un día dijo ya estuvo bueno. Rompieron el cartabón de la indolencia inoculada a diario por los medios, allí la televisión, y decidieron jugársela porque estaban hartos de ser víctimas propicias de una recua criminal. Eso, al gobierno priísta de Peña, ni gusta ni conviene. Con un año de gobierno presunto (porque en realidad no ha hecho más que ahondar el rechazo de la gente con sus “reformas estructurales” mientras simula campear los grandes problemas nacionales), cuyo saldos son exactamente antagónicos a los floridos discursos oficiales y sobre todo a una costosísima, infamante campaña de bombardeo propagandístico en los grandes medios de comunicación tan amigos siempre del gobierno y que, de hecho, operan como su brazo mediático, Enrique Peña Nieto ha sido incapaz de solventar escollos históricos, como desnutrición, analfabetismo funcional o violencia, y ha provocado en cambio un borrascoso panorama nacional en materias primordiales para el futuro inmediato como la educación o la seguridad pública. Allí la pésima gestión de Emilio Chuayffet Chemor como secretario de Educación; ejemplo señero millones de libros de texto plagados de gazapos. Si la educación está entrampada, el resto del país asoma visos de tragedia. Mucho se habla de Michoacán, pero poco se dice que situaciones similares, de abandono de poderes, de territorios enteros en manos de criminales violentos que despojan a la gente de sus casas, de sus ranchos, se roban a sus mujeres, violan a sus hijas, cobran derecho de piso por tener una carnicería o diez metros de fachada de casa o dos coches en la cochera, de vivir en completa angustia y con miedo todo el tiempo en Tamaulipas, Guerrero, Oaxaca, Durango; en rincones de Nuevo

León, Veracruz, Zacatecas, Quintana Roo o Tabasco. Y Enrique Peña aparece, en cambio, perfectamente avituallado por los productores televisivos con bien calculados encuadres, el maquillaje adecuado y una iluminación exacta, repitiendo sandeces de utilería desde luego escritas por otros, por sus presuntos estrategas de medios que no buscan sino tapar el sol con un spot. Que la economía está controlada. Que los procesos productivos del país están en marcha. Que el hambre o la violencia son, como siempre para esos infelices atildados del gobierno, una mera cuestión de percepción, un error de histeria colectiva, una mentira de los eternos inconformes que somos detractores del gobierno. Pero Peña no paga los aumentos a los combustibles que nos ha estado asestando arteramente; él no conoce, resguardado por gruesos blindajes y miles de guardaespaldas, lo que es una balacera en la calle o un narcobloqueo o simplemente tener que pasar un retén de la policía o del ejército. A él no le cierran el paso las camionetas de los marinos ni lo insultan si reclama. Él come rico y caliente y abundante y variado. Y en cuanto a educación, bueno, sabemos que no lee aunque de pronto le brote en el discurso la palabra “cultura”. Los medios, en cambio, la televisión acaudillada por Televisa y t v Azteca, beneficiarias del régimen de la mentira y la simulación con cuantiosos contratos publicitarios y concesiones, inventan un país falso, inane, imbécil, que se entretiene con fórmulas manidas, repetidas hasta el hartazgo o con expresiones facilonas, vulgares, de lo que sus dueños, productores y ejecutivos entienden por humor o música popular. Pero sobre todo cumplen primorosamente con la función perversa de mantener a la mayoría de su público no solamente desinformado, sino desinteresado, apático, indolente, para que este país siga resultando filón de pocos a pesar de que alguno debería estar hace rato en la cárcel •

CABEZALCUBO

Reyes de las nieves

PASO A RETIRARME

tumbaburros@yahoo.com Twitter:@JorgeMoch


Jornada Semanal • Número 986 • 26 de enero de 2014

........ arte y pensamiento

Juan Domingo Argüelles

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UCHO SE HABLA DE los valores intelectuales de la obra de Jorge Luis Borges, pero muy poco de su profundidad emotiva, como si ésta no existiera e incluso como si ésta hubiese estado ajena a los propósitos del gran poeta argentino. Pero a lo largo de sus ensayos, sus declaraciones y sus poemas mismos, Borges fue dejando pistas para revelar su concepto poético, muy distante, por cierto, de la denominada estética del verso intelectual. En cierta ocasión, al referirse a sus tres primeros libros de poemas (Fervor de Buenos Aires, Cuaderno San Martín y Luna de enfrente), revindicó Fervor de Buenos Aires (“porque todavía me reconozco en él, aunque sea entre líneas”) y abjuró de los otros dos por considerarlos “ajenos”, es decir llenos de artificios, impropios de la emoción. Y expresó esta opinión devastadora: “Luna de enfrente fue un libro que se escribió para escribir un libro, lo cual es el peor motivo. Los libros deben escribirse solos, por medio del autor o a pesar de él”. Más de una vez, Borges afirmó que sin la emoción la poesía resultaba estéril. ¡Y que lo dijera él, escritor libresco, culto y de gran erudición! Pero como Borges era también gran ensayista, sabía que el ensayo era precisamente el género que mejor se avenía a la disquisición intelectual, así como el cuento (del que también fue gran maestro) era el género adecuado para la fantasía, la imaginación y el artificio literario. Borges poeta puede estar hablando de un libro o de un personaje o de un episodio histórico o doméstico, pero siempre lo hace desde la emoción. Sobran los ejemplos, desde el famoso “Poema de los dones” hasta sus no menos célebres “Un lector” y “Elogio de la sombra”. Borges acostumbraba escribir alguna nota previa (y a veces algún prólogo) en sus libros de poesía. Por esto sabemos que de los trece libros que escribió (Fervor de Buenos Aires; Cuaderno San Martín; Luna de enfrente; El hacedor; El otro, el mismo; Para las seis cuerdas; Elogio de la sombra, El oro de los tigres, La rosa profunda, La moneda de hierro, Historia de la noche, La cifra y Los conjurados), su preferido era El otro, el mismo, en cuyas páginas están “Otro poema de los dones”, “Poema conjetural”, “Una rosa y Milton” y “Junín”, poemas, decía el autor, que “si la parcialidad no me engaña, no me deshonran”. Ahí también están, en esas páginas, sus dos poemas ingleses, su “Soneto del vino”,“Everness”,“Elegía”,“El mar” y “Al hijo”, entre otras maravillas. Y así como ese libro era su preferido, Historia de la noche es, para él, el más íntimo de cuantos escribió. Y cuando utiliza el término “íntimo” se apresura a aclarar:

“Abunda en referencias librescas; también abundó en ellas Montaigne, inventor de la intimidad.” Quería decir con esto, obviamente, que no nos dejáramos engañar con los temas o referencias en los poemas; que más allá de estos elementos, la intimidad y la emoción eran elementos esenciales de su poesía. A María Esther Vázquez, Borges le dijo, con risueña ironía:“Podemos perdonarle a Goethe sus cuarenta volúmenes en virtud de sus Elegías romanas, que son lindísimas.” Para Borges, el poema tenía que partir de la emoción y de la verdad, no del intelecto ni de la invención. Argumentaba: “Yo creo que para que el poema sea bueno debe estar basado en la verdad emocional.” En cuanto a la “poesía intelectual”, Borges opinaba lo mismo que López Velarde: que era una desviación de la poesía. “Vamos a ver –dijo Borges en 1982–: se la llama poesía intelectual, pero intelectualmente es incomprensible.”Y, por supuesto, no confundía esa especie con la poesía hermética, pues aclaraba: “En la poesía hermética se entiende que hay algo y eso es lo que vale. Por otra parte, las ideas en poesía no son muy importantes y siempre son las mismas: todo es transitorio, temporal, o si no lo contrario: hay algo eterno. Da lo mismo una que otra; lo valioso es cómo se diga.” Incluso en la poesía menos tersa, como la de Unamuno, Borges encuentra virtudes que no halla en la llamada “poesía intelectual”. Decía: “ Tomemos el caso de Unamuno: los poemas son feos, los versos son duros, pero las ideas interesantes. Acá [es decir, en la poesía intelectual] no se sabe cuáles son las ideas. Se llama poesía intelectual a la que no es musical.” Y si, finalmente, la poesía carece de música, es de antemano una negación de la poesía. Hay poetas intelectuales que, luego de afinar sus ideas, deberían entregarse a la reflexión ensayística. Eso creía Borges. Y tenía buenas razones para ello •

@luistovars

JORNADA DE POESÍA

Borges y su concepto de la poesía

Luis Tovar Entre ricos y pobres

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L PROBLEMA DE LOs privilegios que tienen unos y las desventajas de los otros amenaza con extenderse durante generaciones”: esta es una de las aseveraciones contenidas en una nota de la agencia noticiosa dpa, publicada el pasado martes 20 de enero. Con datos de la organización británica Oxfam, especialista en estos temas, se informa que actualmente “las 85 personas más ricas del mundo acaparan el equivalente a lo que posee la mitad más pobre”, agrega que “las élites acomodadas han cooptado el poder político y definen las reglas del juego económico, socavando la democracia […] tanto en los países desarrollados como en desarrollo”, y remata definiendo como “un sueño” eso que gobier-

¿Qué le dijiste a Dios?

nos de toda laya, color y latitud jamás en el fondo irrelevantes, desde la épose cansan de prometer: igualdad de ca de la Colonia. oportunidades. Colmilludo y en indiscutible domiPuesto que se trata del contexto nio absoluto de sus temas predilectos, real en el que, de manera evidente, se sus muchos recursos narrativos y su apoyan las tramas de un par de filmes capacidad para conferirle profundidaactualmente en cartelera –en muchos des insospechadas a una trama sólo otros aspectos sin punto alguno de aparentemente sencilla y lineal –hercomparación, e incluso en ausencia mana empobrecida se refugia en total de cercanía o parecido–, no es- casa de hermana siempre pobre y patá de más tener en mente la situa- sa las-de-Caín por ello–, Allen le pega ción arriba descrita; en pocas pala- si no un golpe contundente, sí un buen bras que, junto con la felicidad, lo rodillazo en las gónadas a dos de las peor distribuido en este mundo es la derivaciones más deplorables de la riqueza. sociedad occidentalmente organizaCada uno a su manera, los filmes en da: por un lado, la ambición desmecuestión, Blue Jasmine (Woody Allen, dida de riqueza, de ser preciso encaraeu ) y ¿Qué le dijiste a Dios? (Teresa Suámada sobre cualquier consideración de rez, México), ambos de 2013, se ha- índole ética, y por otro el abismo insalcen eco de la profunda, estructural y vable que, a partir de las posesiones convenencieramente mantenida des- materiales o su carencia, se abre entre igualdad económica que, muy lejos seres humanos que ya sólo pueden trade afectar sólo a países pobres, es el tarse entre ellos como si de verdad unos sello característico de todos los mode- fueran más o mejores que los otros. los socioeconómicos vigentes hoy en En cambio, para Suárez pareciera día, sin importar si se trata de superpo- funcionar aquello de “no vales por tencias o de patios traseros, como es lo que tienes sino por lo que eres”, sólo el caso respectivo en las películas que exactamente al revés: las chachas mencionadas. –así llamadas las trabajadoras domésInteresada en contar más el fall ticas de casa rica– de su historia sólo (caída) que el raising (ascenso) de la se sienten reivindicadas cuando, para famosa frase, Blue Jasmine enfoca la desquitarse de las afrentas según esto mirada no tanto en la suerte de su laborales pero definitivamente de claprotagonista, llamada precisamente se que suelen sufrir, agarran sin permiJasmine –una soberbia Cate Blanchett, so los costosísimos vestidos de sus que se merece no sólo el Oscar sino patronas y se van “al pueblo” a lucirlos. premios de a de veras–, sino en la difi- Poco importa, de verdad, si las canciocultad tremenda que a esta mujer otro- nes son del hace mucho improductivo ra materialmente enriquecida hasta Juan Gabriel, o que se trate de un mula opulencia más insultante, le supone sical muy mediocremente coreografiaavenirse a la única verdadera democra- do; lo que pone los pelos de punta es cia que cualquiera tiene bien a la ma- el sustrato, clavado para telenovela: a no: la pobreza. la gente pobre no le importa la pobrePor su parte, ¿Qué le dijiste a Dios?, za mientras haya señuelos lindos que y sin que sea claro si se debe a una de- la distraigan, ya sea disfrazarse de “dacisión deliberada o a mera inconsciencia, mas” –como si no lo fueran si no traen muy pronto en el pietaje desdibuja la puesto un Louis Vuitton–, bailar bonito, que de todos modos es la verdadera enamorarse o las tres cosas. miga de su asunto: la inveterada, roVistas ambas propuestas, entre ribusta, segregadora división de clases, cos y pobres pareciera existir una disésa que cualquier sociólogo serio bien tancia tan grande, y no por cierto de puede calificar como mera prolonga- orden material, como la que va de la ción de la sociedad de castas que veni- realidad sin maquillaje a la quimera mos reproduciendo, con variaciones complaciente •

CINEXCUSAS

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in memoriam

26 de enero de 2014 • Número 986 • Jornada Semanal

La palabra de Juan Gelman Hugo Gutiérrez Vega

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uscar la luz, abrirse paso entre la cerrada tiniebla, no aceptar la derrota y hacer de la desesperanza una manera de reconciliarse con el mundo, de hacer un pacto de no agresión o un acuerdo de tregua prolongada con la historia y todos sus horrores, injusticias e insensateces. La poesía de Juan Gelman, el argenmex que, para nuestra fortuna, escogió a nuestro país para seguir adelante en la vida y en su trabajo creativo, reúne esas características y nos ayuda a reconciliarnos con los días y las noches y a redescubrir el asombro y la gloria de los alimentos terrenales. Todas estas afirmaciones salen desde lo más profundo del ser (recordemos el grito de auxilio implícito en el De profundis de Oscar Wilde), después de derrotar a la desesperación y de afirmar, a pesar de todo y contra esto y aquello, los valores del ser humano, frágiles y asediados, pero más fuertes que la violencia y la injusticia. “Así mezclaste mis huesitos con tu eternidad/ tus besos eran suaves la noche que me dejaste solo/ con el terror del mundo/¿me buscabas también así?/ ¿hermanos en el miedo me quisiste?/ ¿en un pañal de espanto?” Esto escribe el poeta a su madre, luchadora fuerte, sólo derrotada por el cáncer, el iracundo señor que nada sabe de perdones y engaña con sus treguas. La imagen de la mujer estricta quedó desordenada en la memoria del hijo. Sin embargo, con esos fragmentos pudo reconstruir una vida para cumplir el rito de la reconciliación: “todavía recojo azucenas que habrás dejado aquí/ para que mire el doble rostro de tu amor/ mecer tu cuna/ lavar tus pañales/ para que no me dejes nunca más/ sin avisar/ sin pedirme permiso/ aullabas cuando te separé de mí/ ya no nos perdonamos”. Es con una ternura mayor como recupera al hijo y junta los pedazos de memorias y de amores para reconstruir su imagen en el poema y en el alma: “era escrita verdad que nos desfuéramos?/ ¿qué voy a hacer con mí/ pedazo mío?/ ¿qué pedacitos puedo ya juntar?/ ¿cómo reamarte/ amor callado en lo que compraste con tu sangre niña?” Esa recuperación, como otras muchas plasmadas en la poesía urgente, desgarrada y amorosa de Gelman, sólo puede hacerse exprimiendo a las palabras sus jugos esenciales, creando nuevas palabras, remodelando la gramática, creando una nueva prosodia y cavando sin descanso en la vieja y casi agotada mina del idioma para hallar nuevas vetas no sólo de bellezas, de metá-

foras como piedras preciosas con luces interiores que vienen del alma mineral, sino también de nuevos y vigorosos significados que enriquecen los patrimonios de la verdad, de la emoción y del pensamiento: “¿dónde estás mesmo ahorita?/ ¿descansas?/ ¿nadie tortura tu blancor?/ ¿ya mudo quietas tu luz contra tinieblas?/... Poesía llena de preguntas la de Gelman, y llena también de admiraciones. Los poetas poseedores de certezas e incapaces de asombrarse (tal vez lo hacen tan sólo cuando contemplan sus orondos ombligos) no puede llegar a esa dimensión donde lo humano encuentra su forma de expresión, la construye y, muy pronto, la destruye para evitar el horror de los moldes, el cansancio infinito de decirlo todo de la misma manera, asesinando la sorpresa, la frescura del poema que adopta la forma exigida por el tema. En esta vigorosa actitud lírica Gelman nos pone a pensar en Vallejo, en sus palabras salidas de la tierra, en la originalidad de sus sensaciones y en la estremecedora sinceridad con que hablaba de los golpes tan fuertes como si vinieran del odio de Dios... tan fuertes, “yo no sé”, admitía el poeta que tenía las manos llenas de preguntas y no sabía nada de las certezas poseídas por los dueños de este mundo manchado por la injusticia, las desigualdades abismales y la inagotable tontería de los propietarios, los filisteos y sus escribas. Gelman nos entrega una poética a la vez reflexiva y lúdica. Del repertorio campesino y de épocas arcaicas obtiene sus palabras y, cuando no encuentra las adecuadas, se las inventa, crea sus propias reglas gramaticales y las dota de la versatilidad necesaria para que sean adjetivos, sustantivos o verbos, es decir, criaturas dotadas de una libertad tan amplia que rebasa todas las limitaciones y establece sus propias y, por supuesto, efímeras convenciones. Gelman ejerce el oficio de la poesía día y noche, con dolor, con amor, bajo la lluvia y en la catástrofe. Lo hace obligado por el dolor del mundo y por las separaciones, pero también por los besos del encuentro. Por eso trabaja con palabras que son como sangre. Su ars poetica llega a un extremo solidario que supera las limitaciones del individualismo cerrado: “nunca fui dueño de mis cenizas, mis versos, rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte”. En el caso de la separación de los amantes, Gelman encuentra la manera exacta para describir esos dolores: “de veras comprobando que tus

ruidos andaban por sus huesos y en general que te habías ido”. Los poetas anglosajones manejan los coloquialismos con soltura y sin provocar fruncimientos de nariz de los puristas. En nuestra poesía sólo lo han hecho poetas como López Velarde, Vallejo, Leduc, Huerta, Sabines... Para todos ellos las formas del lenguaje popular tienen la fuerza proveniente de las mismas raíces del idioma, y todos ellos saben que la verdadera originalidad no puede ser impostada sino que es una floración natural, una condición del alma. La poesía encerrada en las palabras consagradas por una retórica autoritaria, castrante, no tiene sentido alguno después de la gran revolución iniciada por Pablo Neruda. Su movimiento liberador nos enseñó que todo es poetizable, desde el misterio de las capas de la cebolla y los melancólicos anteojos rotos en un ácido basurero, hasta la violencia asesina de los dictadores y la superchería y avaricia de los dueños de los medios de producción en el capitalismo salvaje. Por eso nuestro amigo Juan nos expone sus motivos para escribir: “El amor a la poesía, a la madre, a la mujer, a los hijos, a los compañeros que cayeron por una esperanza, a la belleza todavía de este mundo...” Los homenajes que se le han hecho a Juan Gelman nos permiten pensar en algunos poetas de ese formidable país, hermano nuestro por tantas y tan ricas razones, que es Argentina: Lugones, Borges, Girondo, Olga Orozco, Enrique Molina, los Fernández Moreno... Ellos delinearon el rostro de la poesía argentina, hermosamente penetrada por los giros de la lengua popular hecha de mezclas y de bellas impurezas. Con tranquilidad y con una sabiduría pausada y sin estridencias, Juan ocupa su lugar tanto en el canon como en la marginalidad. No temas, Juan, los homenajes no pretenden petrificarte, convertirte en estatua y obligarte a seguir una línea consagrada y consagratoria. Nada de eso. Sigue jugando con las palabras, inventándolas y olvidándolas. Sigue tu camino de independencia y de lucha, sigue defendiendo a tus muertos y a tus vivos porque, al defender a tus personas, estás defendiendo a las personas, a las mujeres y a los hombres de este mundo injusto y violento. Ojalá que sigas siendo –que seamos todos– como tu tía Adelaida: “ella llevaba sus negocios con Dios como un carbón encendido/ se levantaba a las cinco/ avivaba las brasas/ ponía a hervir su corazón/ y así empezaba el día/ cada día”. Ahora cantaremos contigo un buen tango equivalente a un gaudeamus igitur o a un sursum corda •

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