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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 9 de febrero de 2014 ■ Núm. 988 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
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Textos sobre Y ves B onnefoy y R icardo G aribay
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Escrito por Nicolás Maquiave lo en 1513, aunque publicado hasta 1532, es decir cinco años después de la muerte de su autor, El Príncipe jamás ha dejado de ser, a lo largo de los últimos cinco siglos, referen te ineludible de la filosofía y la práctica políticas. Empero, como bien afirma la investi gadora y ensayista Annunzia ta Rossi, “hasta la fecha somos incapaces de distinguir lo que es maquiaveliano de lo que es maquiavélico”. El espléndido ensayo de Rossi conmemora la aparición de esta obra cumbre del pensa miento humano y ofrece una perspectiva útil para abando nar el simplismo con el que, en muchas ocasiones a lo largo de la historia, se han manejado las tesis sobre el poder del célebre florentino. Completa el tema una carta de Maquiavelo a Francisco Vettori. Publicamos además un artículo de Homero Aridjis sobre el poeta canadiense Yves Bonnefoy, recientemen te galardonado con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, así como una entrevista con la pianista mexicana Claudia Corona. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
de asombros
bazar L
Hugo Gutiérrez Vega Viaje a Los Altos (iiI y última )
legamos a Tepatitlán y nos alojaron en un hotel del centro de la ciudad dividido en dos secciones: “ho tel boutique” y hotel-hotel, atendido por un señor enfurruñado y unos muchachos habitantes de la luna de Valencia. Ya estaban alojados en el hotel-hotel los académicos tapatíos que formaban parte de la comi sión editorial del Centro de Los Altos. Salvo mi amigo y contlapache José María Muríá, el resto de los insu flados e insufladas académicos y académicas nos vie ron con una inexplicable desconfianza. En cambio, la joven, entusiasta e inteligente rectora del Centro, y sus amables y un poco atolondrados colaboradores, fueron muy corteses y hospitalarios. Los estudiantes y algunos señoras y señores de Tepa llenaron el sa lón de la charla que sobre el padre Placencia, su vida y su poesía, dio este ya decrépito bazarista. La noche anterior leí la curiosa biografía de Placencia escrita por Luis Sandoval Godoy. Me llamó la atención el des cuido, claramente deliberado, con el que trató a Ernes to Flores, que sin duda es el mayor conocedor de la vida y de la obra del gran poeta de Jalos. Me di cuenta de que esa mezquindad proviene de una discrepancia sobre el espinoso tema de la quemazón inquisitorial de los manuscritos dejados por el padre en su casa de San Pedro Tlaquepaque. Ernesto Flores tiene las prue bas contundentes de que el acto inquisitorial fue or denado por el arzobispo Orozco y Jiménez. Sandoval Godoy, hombre de letras de mucho mérito, intenta negar la atrocidad fundamentalista con argumentos pueriles y débiles. Ofrece como prueba de la buena relación que, según él, existió entre el virtuoso jerarca y el molesto cura de pueblitos lejanos y olvidados, un soneto que el padre escribió en homenaje al “león chamula”. El poema es bueno, pero no demuestra otra cosa más que la ortodoxia sacerdotal del poeta, su aceptación y obediencia frente a la jerarquía y, ade más, por qué no decirlo, su admiración por ese cruza do enfurecido que fue el señor Orozco. En fin... Creo
que Sandoval, cosa que me da mucho gusto, ya se reconcilió con Ernesto y lo visita frecuentemente. Hablé sobre los sacerdotes que, a pesar de los prejuicios y de las suspicacias, dedicaron su vida a la poesía y al cumplimiento de su ministerio: Gerard Manley Hopkins, el cardenal Newman (a su alrededor se movían, con pasos fuertes, Coventry Patmore, Fran cis Thompson, Alice y Robert Meynell y, en otros cam pos del arte, de la literatura y del pensamiento, Ches terton, Belloc y Baring). Hablé de Paul Claudel en Francia que, por supuesto, no era sacerdote pero sí ultramontano en sus ideas sociopolíticas y enorme poeta religioso. Cuba me entregó el nombre del pa dre Gazt elum, miembro del grupo Orígenes e íntimo de Lezama Lima. De México di los nombres de los po etas religiosos principales: Sor Juana Inés de la Cruz, nuestra madre soltera; fray Miguel de Guevara, Matías de Bocanegra y Alfredo r . Placencia. Por supuesto que hablé del padre Manuel Ponce, de Joaquín Antonio Peñalosa, de Francisco Alday y de los poetas católicos que formaban parte de esa corriente: Concha Urqui za, Alejandro Avilés, Rosario Castellanos, Dolores Cas tro, Javier Peñalosa, Javier Sicilia y Octavio Novaro. El nombre de Efrén Hernández fue absolutamente ne cesario para completar el cuadro de la poesía religio sa de México. Hablé largamente sobre la vida y la poe sía de Placencia, sobre su admirable compañera, su hijo, sus nietos y bisnietos. Uno de ellos, Samuel, se dedica a la literatura, guarda la memoria de su bis abuelo y es un excelente funcionario cultural. El Centro Universitario de Los Altos es, sin duda, el más bello de los recintos de la universidad tapatía. Construido por ese artista total que es Fernando González Gortázar, se integra prodigiosamente al paisaje alteño, rinde homenaje a los bovederos de Lagos de Moreno y nos permite caminar por una serie de pasillos amplios y dotados de bancas para las ter tulias estudiantiles. Las aulas son amplias y lumino sas. Visto de lejos, el notable edificio serpentea por las colinas de tierra colorada y es, además de funcio nal, una escultura que alegra la vista y da fuerza al paisaje hecho de rupturas y de quebraderos. Mi es tado de decrepitud me obligó a pedir ayuda para recorrer los largos y amenos pasillos del recinto. Me prestaron un scooter muy eficiente, que aprendí a manejar muy pronto. Me entusiasmó el inteligente caballo mecánico y usé los menores pretextos para hacer viajes experimentales y serpenteantes. Ter minó la estancia en Tepa con siete grados sobre cero, aires alteños, degustación de jabalí asado a las brasas y una noche de estrellas vistas desde una plaza del centro. Al día siguiente vimos la ya monstruosa man cha urbana tapatía •
Centro de Tepatitlán Foto: Eusebio R.
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Portada: La política como ciencia Escultura de Niccolo Machiavelli frente al Palacio de los Oficios, Florencia
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauht émoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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voz interrogada
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entrevista con Claudia Corona Edgar Aguilar
Hacia el encuentro de
José Rolón
-D Foto: www.claudiacorona.com
A los ocho años de edad, la pianista Claudia Corona (Xalapa, Veracruz, 1976) debutó como solista interpretando el Concierto en Re Mayor, de Joseph Haydn con la Orquesta Sinfónica de Xalapa. Desde entonces se ha presentado con las principales orquestas de México. A la par de su actividad concertística ha realizado grabaciones para la radio y televisión de Europa. A partir de 1994 reside en Alemania. Recibió, entre otras, la beca daad (Intercambio Académico Alemán). A la fecha ha grabado dos discos compactos: Música Latinoamericana, piezas latinoamericanas del siglo xx para piano solo, bajo el sello Quindecim Recordings (2001) y Naxos (2009). Recientemente grabó los conciertos para piano y orquesta de los compositores mexicanos Samuel Zyman y José Rolón, con la Sinfónica de Núremberg y la dirección de Gregor Bühl. Para hacer posible la grabación del Concierto para piano de Rolón, en su versión de 1935, Claudia Corona llevó a cabo la minuciosa labor de revisar y corregir los numerosos errores existentes en las partichelas del manuscrito original. El resultado fue el cd titulado Mexican Piano Concertos lanzado por el sello TYXart. El Concierto para piano, de José Rolón (Jalisco-1876, Ciudad de México-1945), empieza a ser considerado por parte de la crítica internacional una obra maestra dentro de los conciertos para piano del siglo xx .
edicaste año y medio a revisar y hacer algu nas correcciones en el primer manuscrito del Concierto para piano y grande orquesta, de José Rolón. ¿No corresponde más este tipo de labor a un musicólogo o especialista en partituras originales que a una intérprete de ese mismo concierto que posteriormente lo habrá de ejecutar y grabar?
–De hecho, así es. Pero hasta ahora no había ha bido alguien que tuviera la idea y verdadera inten ción de ir al fondo del asunto y ver cuál era en rea lidad el impulso inicial de José Rolón al componer esta obra. En el caso de mi proyecto, era indispen sable hacer esta revisión del manuscrito de 1935 y las partichelas para poder llevarlo a cabo. Lo hice yo misma, ya que no había nadie más que tomara esta tarea. Me decían en la Colección Fleisher, lu gar donde se encuentra este manuscrito, que el archivero de la orquesta con la cual realizara la grabación tendría probablemente que corregirle algunos errores. Pero ya teniendo las partituras en mis manos me di inmediatamente cuenta de que esa responsabilidad no se la podía dejar a un ar chivero. Además, tuve la necesidad de tomar de cisiones en varios pasajes e intervenir en el propio manuscrito del compositor para esclarecer partes que no estaban legibles y/o resueltas.
–Tu interpretación del Concierto para piano, de Rolón, es por momentos sumamente sutil. No hay excesos ni arrebatos rítmicos, pero se percibe una gran fuerza en algunos pasajes. Al escuchar el dis co, da la impresión de que esa música te escogió a ti y no viceversa.
–Gracias por el cumplido; precisamente es mi intención como intérprete llegar a ese punto. En realidad, casi no hay cabida para excederse y rea lizar rubato, pues el ritmo preciso juega aquí –jun to con el planteamiento armónico y formal de la obra– un papel muy importante y el ensamble con la orquesta requiere de un gran trabajo de equipo. El piano lleva un tratamiento obbligato, es decir, se funde con la orquesta en una gran sonoridad sinfónica y lleva partes de solo en muy breves mo mentos.
–Si pudieras hacer una analogía de lo que tú consi deras debe ser una interpretación, en este caso de piano, ¿con qué lo emparentarías?
–El intérprete debe llegar al punto de ser el mejor “cómplice” de la composición y fundirse con ella, a tal grado que parezca como si en ese momento estuviera surgiendo la obra. Es similar a lo que ha
ce un buen actor al interpretar un papel: se intro duce tan profundamente en su personaje que su actuación surge de manera auténtica, y los espec tadores tienen la sensación de identificarse, de en tender y sentir diferentes emociones al verlo. –¿Hasta dónde un intérprete tiene libertad de “sa lirse” de lo que le marca la partitura?
–En realidad la partitura nos dice mucho más de lo que a simple vista se ve. Lo que sí es fundamental para poner el trabajo en marcha y lograr un buen resultado es la identificación del intérprete con la composición. Lo que cada intérprete decide hacer después es totalmente subjetivo y bajo su propia responsabilidad.
–Los elogios de la crítica en países como Alemania, Bélgica, Austria o Estados Unidos han sido realmen te fuera de serie acerca de tu reciente grabación. ¿Qué esperas de México respecto a tu trabajo como intérprete y respecto de la obra de José Rolón y de otros brillantes compositores mexicanos y latinoa mericanos, prácticamente desconocidos o igno rados en sus países de origen?
–Con la grabación y reconstrucción del Concierto, de José Rolón, espero contribuir a renovar y a completar la imagen de la música mexicana del siglo xx . Sería fabuloso que en las salas de concier to de México se preocuparan las orquestas por buscar e integrar cada vez más este tipo de obras olvidadas o ignoradas ‒incluyendo también las de compositores actuales– en su repertorio, y con ello dar oportunidad a que estos compositores se escu chen y a que el público mexicano pueda percatar se, apreciar, valorar y conocer más a fondo la gran riqueza y diversidad que existe dentro de la misma música clásica en nuestro país y en Latinoamérica.
–¿No has pensado alguna vez escribir sobre tu ex periencia personal y musical de todo lo que implicó desde un principio tu acercamiento a una obra ex cepcional como la de José Rolón?
–La verdad es que sí lo he pensado. Existen va rios aspectos en torno a la historia tan compleja de esta maravillosa obra y de mi encuentro con ella, que sería muy bueno poder compartirlos con más detalle y trasfondo.
–¿Qué significado tiene para ti vivir en Alemania e interpretar a compositores mexicanos?
–Es mi manera de conjugar felizmente los dos mundos en los que he vivido desde mi infancia, tan to en el ámbito personal como en el profesional •
Maqui
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y la concepción
Ay, serva Italia, di dolore ostello,
nave senza cocchiere in gran tempesta, non donna di province, ma bordello!
S
Dante, Canto VI del Purgatorio
i en los primeros años del siglo xvi la revolu ción heliocéntrica del polaco Copérnico tras formó la imago mundi y la cosmogonía tra dicional, provocando una transformación antropológica ab imis (una crisis de identidad que siglos más tarde registrarán Luigi Pirandello en El difunto Matías Pascal y Jorge Luis Borges en “La esfera de Pascal”), no menos importante y sobrecogedo ra fue la que Maquiavelo introdujo en el campo de la política y que estremeció a toda Europa: la políti ca como actividad autónoma más allá del bien y del mal, la ética política diferente de la ética personal; en fin, la demarcación definitiva entre la esfera pública y la esfera privada. La visión política del florentino,
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Nacido “con los ojos abiertos”, como dice de sí, Maquiavelo va tras la “verdad efectiva de las cosas” y no la “imaginación de ella”
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Annunziata Rossi *
al romper la unidad, aunque teórica y de pantalla, entre la ética y la política, desenmascara definitiva mente la realidad del quehacer político y el drama del poder que Shakespeare llevará a su teatro. El Príncipe abre el paso a la primacía de la “razón de Estado”, término que Maquiavelo no usó y fue utilizado por Giovanni Botero en 1589, en sentido antimaquiaveliano. Botero, como buen católico acos tumbrado a las sutilezas leguleyas de la Iglesia y a la casuística de la Contrarreforma, hace una distinción entre buena razón de Estado y mala razón de Estado (según las conveniencias). A partir del siglo xvi , la problemática de la razón de Estado estará en el centro de todas las discusiones en Europa y penetrará tam bién en la literatura. Vemos a Don Quijote, convale ciente, razonar con el cura y el barbero de “lo que llaman razón de estado”. El conflicto entre razón y sentimientos entrará también en el teatro y será, por ejemplo, el gran tema de la tragedia moral de Pierre Corneille, cuyo interés por el mundo de la política lo orientará a escoger como protagonistas a hombres de Estado, magistrados, de preferencia romanos de
la República porque, como él dice, la romana es la más política de todas las historias (juicio que Hannah Arendt compartirá siglos después en La condición humana). El conflicto y la lucha entre la razón, la vo luntad y el amor es el tema de las tragedias de El Cid y de El Poliecto: “Sobre mis pasiones, mi razón es so berana”, afirma Paulina. Este ser anfibio, dice del Estado f . Meinecke (La idea de la razón de Estado en la edad moderna), que vive en el mundo ético y en el mundo de la naturaleza, da inicio a la bipolaridad de naturaleza y espíritu en la cultura moderna, así como a un conflicto entre éti ca y política todavía no resuelto. La constatación del florentino fue, sostiene el pensador alemán, “como una espada que se clavó en el cuerpo de la humani dad haciéndola gritar y rebelarse”. El mal –dice Meinecke‒ conquistaba un lugar jun to al bien, al menos como un mal imprescindible pa ra el mantenimiento de otro bien. Las potencias del pecado, dominadas fundamentalmente por la ética cristiana, alcanzan ahora un triunfo parcial y el de monio penetra en el reino de Dios. La obra de Maquiavelo, privada de toda preocupa ción metafísica y concentrada totalmente en la realidad humana, la “realidad efectiva” en la que el florentino insiste siempre, refleja el pensamiento renacentista que sustituye el método deductivo propio del pensa miento medieval por el método inductivo, que trata de descubrir las leyes de la naturaleza en la indaga ción de los mismos fenómenos de la realidad. Al ser vicio de la República florentina, Maquiavelo atesora aquella “larga experiencia de las cosas modernas” que, más tarde, en el exilio de San Casciano, conjugará con la “lección de las cosas antiguas”: la historia. De su experiencia en Florencia como secretario de la República, y del atento estudio de la historia, nace la primera de sus grandes obras, los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, en la que celebra la grandeza de la Roma republica na, exalta la lucha de clases que mante nía vivo su organismo estatal y ma nifiesta de manera clara sus ideales republicanos y democráticos.
Fruto de la realidad efectiva En 1513, una “ocasión” concreta, estrictamente ligada con la situa ción italiana –la caída de la Repú blica florentina y el regreso de los Medici a Florencia‒, le hace inte rrumpir momentáneamente los Discursos para escribir, de un tirón y en pocos meses, El Príncipe, la Detalle en la tumba de Maquiavelo Foto: Flickr/ Creative Commons
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cíclica de la historia
Juzgo más conveniente decir la verdad tal cual es, más que como se imagina; porque muchos han visto en su imaginación repúblicas y principados que jamás exis tieron en la realidad. Tanta es la distancia entre cómo se vive y cómo se debería vivir, que quien prefiere a lo que se hace a lo que debería hacerse, camina más a su ruina que a su consolidación, y el hombre que quiere portarse bien en todo, por necesidad fracasa entre tantos que no son buenos, y el príncipe que quiere conservar el poder necesita estar dispuesto a ser bueno, o no, según las circunstancias (Capítulo xv ).
La ley moral, afirmada por los gobernantes siempre y sólo con palabras, queda siempre en “deber ser” y ésta, por desgracia, no es la “realidad efectiva”. La virtud política no es la virtud moral que tiene que dirigir las acciones del individuo en su vida privada, del ciudadano. Maquiavelo no niega esa ley moral, la desliga de la moral política que debe dirigir las acciones del Príncipe para lograr el poder y asegurar su estabilidad, en beneficio del “bien común”. Exac tamente lo que había afirmado el trágico griego Eu rípides en Las fenicias, y cito de Meinecke: “Si hay que cometer injusticia, es hermoso cometerla al servicio del poder; de otra manera hay que actuar moralmen te.” Estas líneas podrían ser el epígrafe a la vida de Maquiavelo, hombre íntegro en su vida privada y pública, bueno y leal a sus amigos, probo funcionario de la República florentina. Sobre el “bien común” se detiene Maquiavelo a lo largo de El Príncipe, y el bien común es, para él, el bien de “los muchos”, es decir, del pueblo que sólo quiere no ser oprimido por “los pocos”, los magnates, que ambicionan el poder y sólo quieren oprimir. La de Ma quiavelo es una afirmación sin sentimentalismos, sin patéticos llamados a la justicia social, expresada fría mente. Benedetto Croce se sorprende de que a nadie se le haya ocurrido acercar a Maquiavelo con Marx, y a éste le llama “el Maquiavelo del proletariado”. Al romper el equilibrio entre ser y deber ser, entre libertad y necesidad, El Príncipe revela lo que Ritter llama el “rostro demoníaco del poder”. La moral,
dice no sin amargura el florentino, es posible en un mundo perfecto, es decir, inexistente. Es así como Maquiavelo sustituye, como fin del Estado, el bien por lo útil; sin embargo, su concepto de lo útil se en noblece y se purifica en lo útil sublimado de la patria, que trasciende al práctico y limitado del individuo. Maquiavelo dio a Europa una teoría política que nace de un presupuesto pesimista sobre la naturale za del hombre. Para el florentino, el hombre no es el “animal político” de Aristóteles, sino un “animal malvado”, dominado por un ciego e insaciable egoís mo, sin ninguna grandeza ni en el bien ni en el mal: “Porque de los hombres en general se puede afirmar esto: que son desagradecidos, veleidosos, falsos, co bardes, codiciosos, y en la medida que te vaya bien, son completamente tuyos.” Es exactamente lo que había dicho siglos antes Tácito, que influyó en Tito Livio y, por ende, en Maquiavelo: “Habrá vicios mientras haya seres humanos.” Sobre esta tenebrosa premisa, Maquiavelo construye su ciencia política y alecciona a su príncipe: “Quien gobierna a un Estado debe suponer malvados a todos sus súbditos.” Este pesimismo no es sólo de Maquiavelo, per tenece tanto al Renacimiento como a la Reforma de Martín Lutero. Cuando el Renacimiento concluye y con él desaparecen la medida, la serenidad y el equi librio que supuestamente lo habían caracterizado, el hombre no es ya el magnum milagrum ni el animal adorandum atque honorandum celebrado por los humanis tas. Empieza entonces la reflexión “objetiva” de los grandes moralistas sobre la naturaleza humana, y la indagación moral concreta y sin velos da inicio exac tamente con Nicolás Maquiavelo, luego con Fran cesco Guicciardini, Stefano Guazzo, seguidos por Montaigne, que encabeza la lista de los moralistas franceses del siglo sucesivo (La Rochefoucauld, La Bruyère, Pascal…), a los que se unirán los ingleses y los españoles. Objeto central de sus obras es la psico logía del ser humano, sus virtudes y sus vicios, sus debilidades más que su grandeza y, no menos impor tante, el sondeo de sí mismos, la búsqueda de su yo (sobre todo Montaigne, quien dice: “Yo no sé bien quién soy”). En fin, un descenso sin misericordia a los abismos del alma humana. Sin embargo, el pesimismo maquiaveliano, que no maquiavélico, no es pasiva aceptación de la reali dad; se traduce en el campo de la política en un lla mado a los hombres dotados de “virtud”. La necesi dad de reforma, de “redención”, palabra que recurre en el último capítulo de El Príncipe, es propia del moralista. Sobre ese pesimismo Maquiavelo construye su doctrina, que nace, como se dijo, de la “experiencia de las cosas modernas” y la “lección de las cosas an tiguas” ‒la historia‒, sin lograr la finalidad que su sigue
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Retrato de Niccolo Machiavelli por Santi di Tito. Foto: quickiwiki/ Public domain
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“Habrá vicios
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obra más discutida, celebrada y al mismo tiempo execrada de la literatura política de todos los tiem pos. Este breve y denso libro de veintiséis capítulos derrumba el mito de la política subordinada a la éti ca, y las separa definitivamente. El Príncipe es el primer libro que tiene como obje to la política como ciencia autónoma, con sus leyes y sus necesidades más allá del bien y del mal, no su bordinada a la religión, a la ética privada ni a la me tafísica. Nacido “con los ojos abiertos”, como dice de sí, Maquiavelo va tras la “verdad efectiva de las co sas” y no la “imaginación de ella”:
mientras haya seres humanos.”
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príncipe se proponía: la liberación de las invasiones extranjeras y la unidad de Italia, que es el “fin” de su “opúsculo”. Sin embargo, logró lo que no se propo nía: una corriente de feroz antimaquiavelismo que acompañó por siglos su nombre y su pensamiento, tergiversado según los intereses de los políticos. Has ta la fecha somos incapaces de distinguir lo que es maquiaveliano de lo que es maquiavélico. Empieza, además, el maquiavelismo de los antimaquiavélicos que combaten a Maquiavelo con palabras, utilizán dolo en la práctica. Para dar un solo ejemplo, Walter Raleigh, el gentleman inglés cuyo modelo fue El Cortesano, de b . Castiglione, se sirve de las sugerencias de El Príncipe para conquistar Irlanda y, más tarde, para congraciarse con el rey Jaime, escribe en la cár cel un tratado en contra de Maquiavelo, The Prince or Maxims of State. El puritano rey, más maquiavélico que él, lo hará caer en una trampa y hallará las sufi cientes justificaciones para hacerlo decapitar.
La concepción cíclica de la historia El Príncipe ha suscitado las más innumerables y dis cordes interpretaciones sobre su autor, quien, en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, habría manifestado ideales republicanos, para traicionarlos luego en El Príncipe, un tratado de la tiranía, un bre viario que quiere enseñar a los príncipes la manera de “oprimir al pueblo” (y que, sin embargo, instruye, como dice Antonio Gramsci, al pueblo sobre cómo lo gobiernan los príncipes). Nada más falso. Para en tender que entre las dos obras, El Príncipe y los Dis-
Representación contemporánea de Niccolo Machiavelli como hombre de acción en la saga de juegos de ciencia-ficción Assassin’s Creed
cursos, no hay ninguna contradicción, sino com plementariedad y relación dialéctica, hay que leer El Príncipe a la luz de la concepción cíclica de la his toria que el florentino sostiene, inspirada en la histo riografía clásica y, precisamente, bajo la influencia del griego Polibio. A esa visión cíclica (que encon traremos con variantes en la doctrina de los cursos y recursos de g . b . Vico), Maquiavelo dedica algunos capítulos de sus Discursos. Un estudioso de Maquia velo, el italiano Pasquale Villari, llega a decir que si se hubiera perdido El Príncipe, se hubiera podido reconstruir sobre la base de los Discursos. Siempre bajo la influencia de Polibio, en sus Discursos Maquiavelo sostiene que existen tres institu ciones políticas sencillas e inicialmente buenas: mo narquía, aristocracia y democracia, susceptibles de degenerar cíclicamente en otros tantos gobiernos negativos: la monarquía, de electiva y hereditaria, en tiranía; la aristocracia en oligarquía; la democra cia en oclocracia (anarquía). Maquiavelo optará por el gobierno mixto, que representaría el Estado más perfecto porque, al coexistir las tres clases en el go bierno, podrían vigilarse y contrarrestar los abusos de una y otra (y ofrece el ejemplo de Esparta, donde Licurgo distribuía el poder entre el rey, los magnates y el pueblo, fundando un régimen que duró más de 800 años, con perfecta tranquilidad). Sin embargo, más tarde el florentino se dará cuenta de que también la constitución mixta está destinada a degenerar (lo que había observado también Polibio en la gran crisis de Roma durante las guerras con Aníbal). En las Historias florentinas (1525), Maquiavelo escribe: Las provincias que acostumbran, en su variar del orden al desorden, y del desorden al orden, cuando llegan a su mayor perfección, no pudiendo subir más, es pre ciso que desciendan a su más bajo nivel, y luego necesa riamente asciendan; y así siempre: del bien se deriva el mal, y del mal se deriva el bien.
En el momento final del colapso, sostiene el floren tino, cuando el gobierno llega a la fase de degenera ción y muerte, hay necesidad de una vuelta atrás, es decir, de una riduzione ai princípi (retorno a los ini cios, al momento sacro de la fundación); en el caso de una república en descomposición, se debe regresar a la monarquía bajo el gobierno de un príncipe dota do de plenos poderes que reconduzca al pueblo a la antigua virtud, cuando las costumbres eran sanas, austeras, y respetadas
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las leyes, ferviente el amor a la patria y la religión un sentimiento unificador. La monarquía, una vez cum plida su obra de regeneración, dará paso a la repú blica. Es importante señalar que en la constitución de la República romana, tan admirada por el floren tino, estaba contemplada la figura de un Dictator, un ciudadano benemérito que, en momentos difíciles y de urgencia, era elegido para asumir el cargo con poderes absolutos hasta que el peligro fuese supera do, en cuyo caso el dictador regresaba a su cargo or dinario o a su condición de ciudadano privado. El ejemplo sería la figura del romano Cincinato, general y político, mitificado por la leyenda. Al estado de decadencia al que había llegado Ita lia, sólo una gran individualidad soberana y organi
El actor Jean-Marc Barr protagoniza a
zadora, un príncipe lleno de “virtud” (y se sabe qué carga polisémica tiene esta palabra en la obra ma quiaveliana), que renunciara a las pasiones de su vida privada para dedicarse al “bien común”, podía actuar sobre un pueblo disperso como el italiano, desintegrado ‒polverizzato‒, para suscitar y organi zar su voluntad colectiva, reconducirlo a los “prin cipios antiguos” y hacer de la península itálica, fragmentada en un mosaico de pequeños Estados expuestos a la
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amenaza de los poderosos Estados vecinos, una Ita lia unida. Como dice Antonio Gramsci, El Príncipe es un “manifiesto político”, el libro de un hombre de acción política inmediata cuyo fin es educar a “quien no sabe”, es decir, al pueblo, contra la organización corporativa de la burguesía italiana, para la cons titución de un nuevo Estado centralizado, como los Estados allende los Alpes. En su ensayo sobre Maquiavelo, Frederich Mei necke sostiene que sólo un “pagano” como Maquia velo podía realizar la revolución que hizo. En él, dice, no existen claroscuros que puedan connotar conflictos individuales; es decir, un dilema entre la ética y la po lítica. El pensador alemán insiste en que para la men talidad de Maquiavelo y su época, el conflicto no era
Julian Bleach en el papel de Maquiavelo en la miniserie dramático-histórica Los Borgia creada por Neil Jordan, 2011-13
ciar a su vida privada, anularse como individuo pa ra ponerse exclusivamente al servicio del Estado y del bien común, por encima de sus intereses y pa siones personales, cuando entran en conflicto con los públicos. Más aún, el príncipe debe actuar fría mente, mudar de máscara según lo exijan las cir cunstancias y las exigencias del bien común y de los intereses del Estado, y jugar como un gran actor su papel, sin caer nunca en la red de los sentimientos que podrían ofuscar su inteligencia, y por lo tanto, malograr su acción.
La inalcanzable virtud
Maquiavelo en la película Machiavelli, il principe della politica, Italia, 2013
todavía posible: “El pensar en conflictos internos y refracciones presupone una mentalidad refinada más moderna que tal vez no comienza hasta con Shakes peare.” Se puede cuestionar un juicio tan tajante como éste. Nicolás Maquiavelo, que tenía a sus espaldas la tradición secular del cristianismo, no realizó la sepa ración entre la ética y la política con el corazón ligero, sino que vivió en su conciencia el trágico conflicto de la política entre ser y deber ser. Hay que tomar a la letra la firma que el florentino pone en una carta de 1525 a Francesco Guicciardini: “Maquiavelo, historia dor, cómico y trágico”, que podría ser un epígrafe, conciso y lapidario, a su vida y a su obra. En su esplén dida correspondencia, Maquiavelo no esconde sus sentimientos, que pueden enaltecerlo pero también rebajarlo, con ese tono de befa típicamente florentino, bajo el cual esconde su amargura por su tiempo “ca rente de virtud”. En un ensayo sobre lo trágico moder no, Remo Bodei justamente sostiene: Toda la gran ética moderna parece caracterizarse por la importancia atribuida a las acciones en contra de sí mis ma (desde Maquiavelo a los jacobinos, desde Marx a Sartre). Se trata de una ética en cuyo interior adquieren valor paradigmático las acciones mixtas, es decir, en las que un hombre bueno y coherente se ve obligado a ac tuar en contra de sí mismo, como cuando un tirano obli ga a alguien a hacer algo infame, si no, mata a su hijo.
Y el príncipe nuevo dotado de virtud de Maquiave lo es, también, una figura trágica que debe renun
No se puede decir que la figura del príncipe sea típi ca de la media de los hombres comunes. Es impensa ble que un ser humano pueda reunir todas las cuali dades contenidas en la “virtud” que Maquiavelo exige del príncipe. Además, ¿cómo conciliar la figu ra ideal del príncipe con la visión pesimista del flo rentino respecto a la naturaleza malvada del ser hu mano? Sin embargo, el príncipe debe redimir a esa naturaleza humana de la corrupción, asumiendo sobre sí el mal que la razón de Estado exige del go bernante. Es difícil encontrar en la realidad una fi gura tan “impecable” como la del príncipe: sobre humana, utópica, salvo las excepciones de algunos romanos ejemplares de la monarquía que ajusti ciaron a sus hijos por traición a la patria. Hay, creo, una identificación de Maquiavelo con el príncipe, ya que estaría dispuesto, como escribe en su célebre car ta del 10 de diciembre 1513 a Francesco Vettori, a “perder su alma” por el bien de la patria. Para entender de lleno el contenido de la virtud maquiaveliana, hay que remontarse a una experien cia de los albores de nuestra cultura occidental, a la metis, la inteligencia de nuestra madre Grecia. Según los franceses Détienne y Vernant, la metis griega es una forma de inteligencia y pensamiento, un “modo de conocer” dirigido a la acción, que corresponde exactamente a la “virtud” de Maquiavelo: Implica un conjunto complejo, pero muy coherente, de aptitudes mentales y de comportamientos intelectuales que combinen la sagacidad, la previsión, la flexibilidad del espíritu y la simulación, la destreza para zafarse de los problemas, la atención vigilante, el sentido de la oportunidad, habilidades diferentes y una experiencia adquirida. Todo ello se aplica a realidades fugaces, mo vedizas, desconcertantes y ambiguas que no se prestan a una medida precisa, sino al cálculo exacto [el subra yado es mío] o al razonamiento riguroso (Les ruses de l’intelligence. La mètis des Grecs).
Ahora bien, el prototipo del hombre que encarna la metis griega es Ulises, el polimorfo y polifacético héroe homérico de las mil caras, que asume un rostro diverso para cada situación, que desafía cualquier circunstancia adversa hasta llegar a su Ítaca y, una vez allí, destruir con astucia y valor a sus adversa rios. La fuente del príncipe no hay que buscarla en una u otra figura de la realidad del tiempo de Ma quiavelo , sino en el imaginario europeo, preci samente en el astuto Ulises, arquetipo del hombre occidental que persiste en la literatura más cerca na, como en Joyce y en Canetti. Por supuesto, al con trario del Ulises que lucha por su propia sobrevi vencia, el Príncipe debe luchar por la sobrevivencia y el bienestar del Estado, por encima de sus intere ses personales y pasiones personales y, dado el caso, en la renuncia a sus propios intereses. La visión trágica de un mundo que ha perdido la antigua virtud no quiebra ni debilita en Maquia velo su voluntad hacia una renovatio de la socie dad italiana. Como dice Antonio Gramsci, el flo rentino opone al pesimismo de la realidad el optimismo de la voluntad. Sin embargo, su volun tad optimista, su llamado a grandes empresas, ad capessendam Italiam in libertatem a barbaris vindicandam, no tuvo eco. Prevaleció, al contrario, la “con ciencia petrificada” de Guicciardini, en quien Fran cesco de Sanctis vio el retrato de la escéptica y gaudente (sibarita), indiferente y materialista bur guesía italiana: un Guicciardini crítico de su tiem po pero resignado ante la decadencia moral y po lítica de la península, que terminó proponiendo como regla de vida el interés de cada quien, el re fugio en su particolare. Después de veinticinco capítulos concisos, Ma quiavelo concluye su opúsculo en el último apasio nado y convulso capítulo 26, con la invocación a los italianos para que liberaran a su patria de los bár baros, a esa Italia “más esclavizada que los judíos, más oprimida que los persas, y más desorganizada que los atenienses”, desgarrada, saqueada, humi llada. Se dirige también a un príncipe virtuoso, una especie de Veltro dantesco (el lebrel que aparece en el primer canto del Infierno de Dante), para que guíe al pueblo a su “redención”. El Príncipe culmina y encuentra su justificación en cuatro versos de la Canzone a Italia, de Francesco Petrarca: Virtù contro furor prenderá l’arme, e fia el combater corto che l’antico valor negli italiaci cor non è ancor morto •
* Maestra e investigadora de la unam
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Yves Bonnefoy Homero Aridjis
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ves Bonnefoy es considerado como el poeta francés de mayor importancia e influencia des de el fin de la segunda guerra mundial hasta nuestros días, además de ser reconocido como un gran crítico, ensayista y traductor. Su rico pen samiento, su meditación sobre el arte y la literatu ra, evidencian una vasta erudición que no abruma ni ahuyenta al lector; por el contrario, lo animan a se guirlo con certidumbre por el laberinto del conoci miento. Sus poemas hablan íntimamente a cada lec tor. En su poesía se entretejen ideas sobre el arte, el ser y el acto de creación. Él ha dicho que el “poema no es una actividad didáctica, no tiene que explicar la experiencia del mundo que busca profundizar”. Y ha escrito: “Amo la tierra, y lo que veo me deleita, llegando a veces a creer que la línea continua de las cimas, la majestad de los árboles, la vivacidad del agua avanzando por el fondo de una barranca, la fachada elegante de una iglesia ‒porque en algunos lugares y a ciertas horas son tan intensas‒ deben ha ber sido creados para nuestro beneficio.” Conocí a Yves Bonnefoy en Londres en el invierno de 1968. Todavía recuerdo la crítica que hizo duran te su conferencia a la poesía francesa, afirmando que a veces ésta es demasiado abstracta y debía ser más concreta, y a la poesía estadunidense, que era de masiado concreta y necesita ser más abstracta. A sus cuarenta y cuatro años ya se había dado a conocer como poeta con Del movimiento y de la inmovilidad de Douve, libro recibido con aclamación en 1953, y con Ayer desierto reinante y Piedra escrita. Por entonces ya había publicado su primer estudio sobre el arte, Pinturas murales de la Francia gótica, y sus traducciones de William Shakespeare: Hamlet, Julio César, El cuento de invierno, Enrique iv y El rey Lear, y los poemas “Venus y Adonis” y “El rapto de Lucrecia”. Una de sus traducciones tempranas fue Un camisón de fra nela, pieza teatral escrita en inglés por Leonora Carrington a los veintiocho años, la misma edad que tenia Bonnefoy cuando la tradujo. El año anterior a nuestro encuentro, en 1967, junto con sus ami gos André du Bouchet, Jacques Dupin, Gaetan Picon y Louis-René des Forets había fundado L’Ephemere, una revista dedicada al arte y la literatura, la cual, fiel a su nombre, sólo duraría hasta 1972. En 1968, casado con la pintora estadunidense Lucy Vines, viajó a India (donde se encontró con Octavio y Ma ri-Jo), a Japón, Camboya e Irán. En 1977 nos visitaron en Berna con su hija Mathilde, ahora cineasta y ami ga de mis hijas Chloe y Eva. Yves Bonnefoy nació en Tours, en el centro de Francia, un 24 de junio hace noventa años. Su padre trabajaba en los talleres ferroviarios; su madre, en fermera, luego fue maestra de primaria. Su abuelo materno, Auguste Maury, fue un maestro que po seía una modesta biblioteca con autores clásicos como Homero y Racine, y escribía pequeños li bros que él mismo encuadernaba. Bonnefoy ha reco nocido que el abuelo fue un ejemplo para él.
De niño, Bonnefoy pasaba las vacaciones en casa de este abuelo, en el pueblo de Toirac (Lot). Dice que cuando llegaba a la huerta de la casa, casi lloraba por la sensación de pertenencia. Su abuelo murió en 1932; su padre, cuatro años después. Bonnefoy escri be que a los trece años, “el segundo funeral significó el fin de mi infancia.” Bonnefoy ha escrito: “La poesía es la memoria de esos instantes de presencia, de plenitud experimen tada durante los años infantiles, seguida por la apre hensión del no-ser que yace debajo de esos instantes y que se traduce en duda, y luego por esa indeci sión que constituye la vida; pero que también ella es una reafirmación, representa nuestra voluntad de que debe de existir un sentido en el momento en que el sentido desaparece.” Por eso, quizás, Bonnefoy sueña con “vivir en la intensidad de un lugar parti cular, de un momento preciso”. Después de estudiar Matemáticas y Filosofía en Tours y en la Universidad de Poitiers, a los veinte años Bonnefoy quiso irse a París y dedicarse a la poe sía. En la capital siguió estudiando esas disciplinas, más Historia de la Ciencia en la Sorbona. Entre sus maestros estaba Gaston Bachelard, director del Ins tituto de Historia de las Ciencias y de las Técnicas. Bonnefoy ha dicho que el Psicoanálisis del fuego fue de los primeros libros que compró, en 1940, todavía vi viendo en la provincia. Bachelard consagró gran par te de su obra a indagar en la naturaleza de la imagi nación, a examinar los lazos entre la literatura y la ciencia (entre lo imaginario y la realidad, se puede decir). Los cursos de Bachelard que más interesaron a Bonnefoy fueron sobre Filosofía de la Ciencia, Fí sica y Metodología Científica. Otro maestro que in fluyó en él fue Jean Wahl, por sus estudios sobre las filosofías de la experiencia (inauguradas por Kier kegaard). Bajo la influencia de Wahl escribió una tesis sobre Baud elaire y Kierkegaard. Durante la guerra, Bonnefoy trabajó preparando estudiantes para pasar el bachillerato en Matemáti cas y Ciencias Naturales, siempre temiendo ser re clutado por el ejército. Él ha dicho que en el caso de haber sido llamado a tomar las armas, se hubiera escondido en una granja. Aunque orientado hacia la poesía de la presencia, en sus años parisinos fre cuentó a los surrealistas, tanto a los artistas como a los escritores, y conoció a André Breton cuando éste regresó a Francia en mayo de 1946 después de pa sar la guerra en Nueva York. Bonnefoy, sin embargo, rompió relaciones con él en 1947, cuando se negó a firmar un manifiesto llamado “Ruptura inaugural”. En una entrevista en Le Monde, en 2010, afirmó que Breton era el único que contaba en ese grupo. Sobre la primera vez que visitó Italia, en 1950, gra cias a una beca para pasar dos meses estudiando la obra de Piero della Francesca, cincuenta años des pués escribiría: “He experimentado esta sensación eufórica de elevación y salvación en muchos lugares desde que esa noche de un verano lejano cuando, al
y el terr Foto: © Cortesía FIL Guadalajara
bajar del tren, pisé por primera vez el suelo de Italia, y vi alzarse detrás de las casas, hacia el cielo teñido de vagos esplendores, el campanario de Santa María Novella.” Precisa que Italia se convirtió en parte del arriere-pays, el territorio interior, el lugar donde más se abandonó a los sueños. Allí se refiere Bonnefoy a un libro publicado en 1972 que es clave para entender su proceso creativo y su espíritu poético, L’Arriere-Pays, que se podría traducir como la tierra adentro o el territorio interior (y que justamente acaba de publicar con ese nombre la editorial Sexto Piso). La primera frase del libro nos introduce en ese territorio: “Siempre un cruce de ca minos me ha provocado una sensación de ansie dad. En tales momentos me parece que aquí, o cerca, unos pasos más sobre el camino que no escogí y que ya está retrocediendo ‒que justamente allá una es pecie de campo más elevado se revelaría, donde hu biese podido irme a vivir, y que ya he perdido.” ¿Se rá este el lugar original donde existe el absoluto, y el ser auténtico que busca el poeta, el punto donde se cruzan lo real y lo irreal? Y sigue: “Me obsesiona todo lo que da crédito a la existencia de este lugar.” ¿Será esta obsesión con la posible existencia de algo justo más allá, que el poeta está casi a punto de percibir, de alcanzar, lo que impulsa su fuerza creativa? Todavía el anhelo de este territorio interior está presente en uno de sus últimos libros de poesía, Raturer outre (Tachar siempre más allá), para llegar al sentido más pro
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ritorio interior
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fundo del texto y encontrar en la experiencia del poema una abertura hacia algún lugar aún desco nocido de sí mismo. En 1961, Bonnefoy publica el primero de tres li bros sobre Rimbaud, quien es, junto con Baudelaire, uno de sus poetas predilectos. Tres años después, en Rimbaud por sí mismo escribe: “La verdadera poesía, la que es recomienzo, la que reanima, nace cercana a la muerte. Lo que llamamos una ʻvocación poética’ no es más que un reflejo de lucha, vuelta inútil a me nudo por el mal sueño de la existencia banal, ese sue ño que va a la muerte.” Para Bonnefoy, Las flores de mal, de Baudelaire, es el libro maestro de la poesía francesa. Casi cincuenta años más tarde afirmará, en Nuestra necesidad de Rimbaud: “Lo necesitamos para ser fieles a nosotros mismos”, y dice: “Porque el genio es, precisamente, al menos en materia poética, un ser fiel a la libertad.” Menciona que hubiera podido lla mar este libro: esperanza y lucidez, vinculando la esperanza a la intuición poética que estaría ame nazada por una lucidez mal fundada que lleva a la renuncia de la esperanza. La publicación de Del movimiento y de la inmovilidad de Douve en Mercure de France fue por invitación de Adrienne Monnier, propietaria de una librería en la rue de l’Odeon, primera editora en francés del Ulises, de James Joyce, y hacia el final de su vida encar gada de una colección de poesía en esta editorial,
“Amo la tierra, y lo que veo me deleita, llegando a veces a creer que la línea continua de las cimas, la majestad de los árboles, la vivacidad del agua avanzando por el fondo de una barranca, la fachada elegante de una iglesia, deben haber sido creados para nuestro beneficio.”
donde todos los libros de poesía (casi treinta) de Bon nefoy han aparecido. Entre ellos se encuentran Ayer desierto reinante, Piedra escrita, En el señuelo del umbral, Lo que hubo sin luz, Principio y fin de la nieve, La vida errante, Las tablas curvas, La larga cadena del ancla y La hora presente. Para la elaboración del monumental Dictionnaire des mythologies et des Religions des Sociétés Tra dit ionnelles et du Monde Antique, 1981, publicado en español en 2002 como Diccionario de mitologías, Bon nefoy dirigió a un equipo de noventa y cinco colabo radores expertos en sus respectivos campos a través de 395 artículos, ofreciendo una guía única a las mi tologías del mundo. El enfoque es el entorno social de las creencias, para descubrir cómo funcionan los mitos dentro de las estructuras de las socieda des y cómo el ser humano crea, emplea y se guía por los sistemas de mitos. Brillante y apasionado historiador de arte, en li bros como Lo improbable, Un sueño tenido en Mantua,
Roma 1630: el horizonte del primer barroco, Goya: las pinturas negras, La nube roja, o Giacometti: biografía de una obra, Bonnefoy nos ha enseñado a ver con ojos de otro mirar los mosaicos bizantinos en Ravenna, los pintores italianos del quattrocento, Piero della Francesca, Masaccio, Uccello, y Fra Angelico, la ar quitectura barroca, lo espantoso y lo humano en las pinturas del Goya de la Quinta del Sordo, y a pintores tan variados como Giovanni Bellini, Andrea Man tegna, De Chirico, Piet Mondrian y Edward Hopper, y al escultor Alberto Giacometti, amigo suyo. Ha di cho que el libro que más quisiera escribir sería el re lato de los museos del mundo. Desde temprano en su vida Bonnefoy ha hecho libros en colaboración –y en conversación‒ con artis tas como Leonor Fini, Raoul Ubac, Joan Miró, Pierre Alechinsky, Raymond Mason, Bram Van Velde, An toni Tápies, Eduardo Chillida, Henri Cartier-Bresson y Zao Wou-Ki. Su formación temprana en las matemáticas se vis lumbra en sus ensayos sobre el arte, al hablar de la justa proporción en la arquitectura o de la perspec tiva en la pintura de Uccello, considerando la pers pectiva como una manera de “emerger de la noche oscura a la luz del día.” Y vuelve a la perspectiva y al punto de la fuga, al lugar imaginario donde se unen las líneas en el infinito, y escribe: “La perspectiva es sin duda peligrosa, porque es capaz de crear en la men te la idea de un otro lugar que sólo puede ser una tram pa”, pero la perspectiva “puede permitirnos cons truir en el otro lugar del deseo nuestros castillos metafísicos imaginarios”. Más del territorio interior. Elegido en el Colegio de Francia en 1981 para ocu par la cátedra de Estudios Comparados de la Función Poética, ha sido también profesor en universidades de Estados Unidos, como Brandeis, Johns Hopkins, Princeton, Yale y New York University, y en Nice, Aix-en-Provence y Ginebra. Ha ganado los premios más importantes de poesía en Francia, como el Prix des Critiques, el Grand Prix de Poesie de l’Academie Française, el Grand Prix de Litterature de la Societé des Gens de Lettres, y el Premio Goncourt de Poesía y, en otros países, el Premio Mundial Cino del Duca, el Premio Balzan, el Premio Franz Kafka y el Premio Griffin por el conjunto de su obra, entre otros. Es doc tor honoris causa de muchas universidades en Europa y Estados Unidos; su obra ha sido objeto de nume rosos coloquios y en 1992 la Biblioteca Nacional de Francia montó la exposición Yves Bonnefoy: libros y documentos. Pero, a diferencia de escritores como Philip Roth y Alice Munro, que han declarado que a los ochenta años se jubilaron de la literatura, Yves Bonnefoy, a pesar de su obra impresionante (de cerca de noven ta títulos traducidos a más de treinta idiomas, aunque sólo existen en español trece de ellos) ha de mostrado a sus prodigiosos noventa años una ex traordinaria disciplina cotidiana y vitalidad literaria que lo convierten en un ejemplo para los jóvenes poetas y escritores, mostrando en su legendario es tudio de rue Lepic, en Montmartre, que hasta su último aliento será un poeta dedicado a la creación y al sueño de una obra. Bonnefoy ha dicho que lo que más lo estimula es la luz, la luz del día, la luz del cielo. Para decirlo en palabras suyas, aludiendo quizás a la infancia que dura toda una vida: la poesía es “como la luz en esas mañanas del verano cuando el mundo parece ofre cerse en su totalidad”. Que siga, pues, Yves Bonnefoy iluminándonos con su poesía •
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Ver de mar de ver, Víctor Toledo, Ediciones Eternos Malabares/inba-Conaculta/sep/ Secretaría de Cultura de Morelos, México, 2013.
Octavio Paz y su círculo intelectual, Jaime Perales Contreras, Ediciones Coyoacán, México, 2013.
EL CÍRCULO DE OCTAVIO PAZ
EL POEMA DEL MAR
CUAUHTÉMOC ARISTA
RICARDO VENEGAS
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s tan distinto el mar onírico de aquél que vemos con los ojos abiertos? “Donde espumoso el mar siciliano”, acota Góngora; el mar es el “antiguo Edipo” según Villaurrutia; “dame tu cólera tremenda”, clama Alfonsina Storni; Neruda da su testimonio: “necesito el mar porque me enseña/ no sé si aprendo música o conciencia”. Ver de mar de ver es un albur solar en la poesía mexicana, es el mar y su conciencia del origen quien nos habla en las palabras que al poeta se le impregnan en plena degustación tropical (inevitable aludir a Carlos Pellicer y a los Contemporáneos cuando se habla del mar). Ver de mar de ver, del poeta Víctor Toledo, publicado por Ediciones Eternos Malabares con el apoyo del programa Proyectos de Inversión en la Producción de Obras Literarias Nacionales del Conaculta- i n b a y la Secretaría de Cultura de Morelos, la colección de poesía “Mester de Junglaría” amplía el acervo de sus autores con un libro cuyo autor goza de una probada trayectoria en las letras mexicanas. El volumen también es una alianza de vocablos, de sincronías y diacronías de las lenguas que han sido convocadas para reunir los poemas de la experiencia de un poeta que traduce lo mismo del ruso como textos provenientes del Didxazá. La forma en que Víctor nos dibuja el mar es una lección de alegría, algo que muchos amargados –poéticos y antipoéticos- ya quisieran hacer: una celebración de la poesía desde las aguas luminosas del verso. Dice Víctor: Si el colibrí no volara roca –el mundo– se caería Ver de mar de ver es una summa poética que exhibe una gama importante de la obra de Toledo: el haikú, es un ejemplo, bajo el cual realiza una taxonomía poética de frutas, insectos y flores con la destreza del investigador que siembra y cultiva su propio bosque. Sin la menor duda, este poemario rememora las palabras de Octavio Paz cuando hablaba del adulto merecedor del niño que fue, es decir, el poeta nunca debería dejar de ser niño, he ahí la lúdica presencia de los versos de Toledo revelándose a su autor. En la cuarta de forros se puede leer el comentario que Elías Nandino dirigió al autor: “Su poesía me fascinó de verdad (…) hará, se lo aseguro, una poesía única, quizá de ruptura con este verbalismo y facilismo hueco que comienza a abundar. Sé que usted se encumbrará solo, la germinación de su poesía es auténtica” •
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asaron los tiempos en que las críticas a Octavio Paz y a su grupo eran respondidas con indignación por ellos y casi a pedradas por quienes aspiraban a formar parte del séquito. No es cierto. He presenciado al menos dos represalias contra obras de poetas infrarrealistas, que hace décadas gustaban de orinar la estatua del presidente de la república de las letras. Por eso es saludable la aparición del libro Octavio Paz y su círculo intelectual, del investigador Jaime Perales Contreras, que Ediciones Coyoacán lanzó al mercado como el Borras, sin el trabajo de edición académica que haría esperar su alto precio. Ni siquiera fue corregido profesionalmente, como merece una investigación de esas dimensiones, con fuentes de primera mano y sobre temas aún incómodos. Y aunque en esta ocasión tiene mayor interés la sociología de la literatura que la poesía, hay que reprocharle al autor que se note su lejanía profesional del corpus literario estudiado, sobre todo cuando se refiere a libros de poesía y de ficción que han sido –como dicen los académicos– claves en el desarrollo de nuestra cultura. Se mueve mejor en otros terrenos, pero esto no basta para obviar pifias como las afirmaciones de que Guillermo Cabrera Infante –metido al “círculo de Paz”, cuando en todo caso ambos eran parte de una red internacional durante la guerra fría– hacía juegos de palabras como “su émulo James Joyce” o que si se analiza con cuidado la escritura de Baudelaire se nota que “comparte” la cadencia y el fraseo pacianos... Aparte de eso insisto: aunque simpatizo con los libros de Jorge Aguilar Mora que muestran las cuarteaduras del pensamiento y la poesía de Paz, quizá con el sacrílego objeto de retobarle justificación estética a su práctica cultural excluyente, creo que eso lo consigue mejor este volumen de 550 páginas escrito sin el personal interés en corroer El Caballito de prestigios ajenos, sino al contrario, con gran admiración. Con todos sus defectos, si el comprador persevera en la carrera de obstáculos de esta lectura, cae sobre él una serie de relatos microhistóricos que según Perales Contreras plasman la forma en que Paz, un “genio absorbente” –categoría puesta en circulación por Harold Bloom–, va creando una vorágine cultural que atrae a otros talentos necesariamente menores que, ya como grupo, terminan por imponer sus intereses, su dinámica y su pensamiento en la cultura nacional. Casi de inmediato, el libro contradice tan candorosa tesis con base en cartas privadas entre los integrantes del núcleo. Éstas evidencian formas de relacionarse, de acomodar a los cuates y de promover a los afines que no por ser habituales son benéficas para la sociedad porque igualan al artista y al intelectual con el político: el ascenso mediante recomendaciones de familiares y amigos, las exigencias de pleitesía y las re-
presalias, el desdén absoluto por otras expresiones culturales sólo por razones ideológicas o de territorialidad y el colmo, de competencia comercial. El resultado: el enquistamiento del grupo y después de sus cachorros, que ya envejecidos siguen viviendo de su cercanía con los dómines. Poetas especializados en relaciones públicas, ensayistas que como contadores son irrefutables y contadores de historias que no pueden decir todo lo que imaginan porque conocen bien los riesgos. El problema menor es que las aportaciones de la gente de Paz caben en la obra de éste, salvo, en mi opinión, las de Juan García Ponce y Salvador Elizondo. La lista de este círculo coincide en gran medida con la nómina de colaboradores mexicanos y la redacción de las revistas Plural y Vuelta. El mayor problema es que, al tener suficientes medios a su alcance, ese grupo se convirtió en una instancia de legitimación intelectual del poder. Las instituciones culturales, tanto estatales como privadas, se entrelazaron con las políticas, de modo que aun las revistas y los grupos supuestamente adversos a los pacianos se insertaron en el sistema con aspiraciones similares. Al final, la realidad no requirió de símbolos para consumar su ironía: el joven que denostó en un poema al Palacio de Bellas Artes como recinto de “marmomerengue” recibió ahí, décadas después, el homenaje oficial de cuerpo presente •
El karma de vivir al norte, Carlos Velázquez, Sexto Piso, México, 2013.
TESTIMONIO DEL NORTE JOAQUÍN GUILLÉN MÁRQUEZ
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arlos Velázquez es uno de los escritores que más ha llamado la atención en los últimos años, principalmente por la buena recepción crítica que sus libros, La Biblia vaquera y La marrana negra de la literatura rosa, obtuvieron. Se le clasificó como un gran cuentista, narrador que entendía lo paradigmático de la zona en que habitaba, autor capaz de crear marginados memorables y convertirlos en protagonistas de las historias más inverosímiles y llamativas que he leído últimamente. El karma de vivir al norte es una muy modesta continuación de su trabajo. En 2012 Velázquez obtuvo el Premio Bellas Artes de Testimonio Carlos Montemayor, el resultado fue El karma de vivir al norte, título que testifica lo duro de la vida norteña en tiempos de violencia. Tuve un problema, para nada culpa del autor, grave: me sentía sumamente ajeno a lo relatado, y no es que no crea en la guerra contra el narcotráfico, sino que es de una crudeza extrema que por momentos quería que fueran completamente ficticios. Si dentro de la literatura no hay ficción completa, y dentro de la ficción no todo es verdadero o confiable, leer este libro es una forma fresca de ver las noticias. Ahí radica la fuerza de la narrativa de Velázquez: en tomar un pedazo de su realidad y llevarlo al fic-
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ticio PopStock!, sin embargo en el género de la crónica no hay un PopStock! al que ir, sino una voz peculiar capaz de transmitir su singular visión de la vida. Porque eso es lo que hay en El karma de vivir al norte: un testimonio, mas no el de vivir en Torreón cuando todo lo demás está perdido, sino el de una persona que es “padre de una hija, habitante de la ciudad y consumidor de sustancias”. Este es un registro sumamente íntimo de la realidad. Pese a lo refrescante que es leer este libro (en vez de una nota periodística más), hay reparos que considero, cuando menos, problemáticos. El gran valor del Velázquez cuentista radica en sus ficciones realmente memorables: el del niño con retraso que de pronto se vuelve rockstar, el luchador que es dj , el club de las vestidas, el de la persona que hace un trato con el diablo por unas botas. No escatimo elogios a su inventiva; sin embargo no pasa lo mismo con estas crónicas. Si bien se trata de un “relato autobiográfico de primera mano”, queda la sensación de que la mayoría de los textos que contienen al libro son sumamente repetitivos. Hay sus excepciones, claro, como el del joven taxista que descuartiza gente, el sicario al que cachó teniendo sexo en un bar donde vendían cocaína al menudeo y, quizá el mejor de todos, “Torreón way of life”, que busca la esencia del Ser Lagunero. Sin embargo son las menos, uno se queda con la impresión de que funcionarían mucho mejor sin tanta reiteración cada tres páginas de lo difícil que es vivir en el norte, o de que la mejor serie de televisión está en La Laguna. El estilo de Velázquez no hace la tarea menos complicada, y es que él es uno de esos autores que se lee más por lo que escribe que por cómo lo hace. Sus destellos, particularmente en “Torreón way of life”, son innegables y compite directamente con lo mejor de sus libros anteriores. De lo que no queda duda, algo que agradezco como lector, es que el mejor Velázquez sigue en gestación • Humor y cultura, Ricardo Guzmán Wolffer, Editorial Porrúa, México, 2013.
BAJO EL FILTRO DEL HUMOR MARIANA DOMINGUEZ BÁTIZ
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a risa como un mecanismo de defensa en la denostada realidad política de nuestro país, en donde tantas cosas ridículas terminan por divertir. El humor como recurso político en épocas de opresión. La carcajada como consuelo, como un sedante para las clases medias. Estos y otros usos y mecanismos del humor y la risa son explorados por el ensayista, narrador y poeta Ricardo Guzmán Wolffer (Ciudad de México, 1966) en su libro más reciente Humor y cultura, que conforma un caleidoscopio crítico sobre el tema, analizado a través de muestras culturales como la política o las bellas artes, en donde el también dra-
maturgo expone un rico acervo tamizado por el “filtro especial para mirar” que da el humorismo. La novedad editorial apuesta a brindar un largo aliento a las colaboraciones de Guzmán Wolffer en este suplemento cultural, así como en otros diarios de circulación nacional; todas enfocadas en el estudio del humor, a través de entrevistas a personalidades de la cultura en México, y ensayos sobre figuras clave de la cultura mundial decimonónica, del siglo xx y lo que llevamos del xxi . “La hermosa compulsión de la curiosidad” es lo que el autor plasma en cada una de las páginas del libro, como apunta con precisión en el prólogo Hugo Gutiérrez Vega (Premio Nacional en Lingüística y Literatura 2013), quien también considera que el volumen denota en todo momento “amenidad, el rigor de las ideas y la impecable construcción del ensayo”. Con su particular estilo –ameno, crítico, analítico y en extremo lúcido y lúdico–, el escritor abre nuevas vetas de conocimiento al lector. Por medio de sus ensayos redescubre literatos de habla inglesa como Wilkie Collins, John Irving, Flann O’Brien, James Thurber o Thomas Hardy. Además, revisita a los ya clásicos Mark Twain, Charles Dickens y a los hermanos Grimm. Una vena lúdica permea en la faceta de entrevistador de Guzmán Wolffer, donde inquiere con un estira y afloja de seriedad-garbo a una pléyade de personajes del entorno cultural mexicano sobre el humor y sus consecuencias para ámbitos y disciplinas como la pintura, el cine, la música, la política o el mundo publicitario. Al pasar de las páginas, Armando Vega-Gil, músico del grupo Botellita de Jerez, responderá a la pregunta de si en el rock debe haber humor. Sobre la caricatura política como género humorístico, hablará Rafael Barajas el Fisgón. El pintor Arturo Rivera se confesará como un “humorista no intencionado”. Mientras que la dramaturga Sabina Berman concluirá que “todo es comedia”. Así, otros especialistas como el poeta Francisco Hinojosa, el crítico de cine Rafael Aviña, el compositor Jaime López o el periodista Miguel Ángel Granados Chapa responderán a incisivas preguntas, cuyo objetivo será en todo momento analizar los hilos que entretejen el humorismo y la cultura en el contexto mexicano, para, en el mayor de los casos, concluir que “incluso en la adversidad, el humor es una opción viable, quizá la mejor” •
visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
Cuerpo extraño, Jazmina Barrera Velázquez, Conaculta, México, 2013
EL CUERPO COMO LABORATORIO RICARDO GUZMÁN WOLFFER
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ezcla de ensayo y poesía, los textos cortos de Barrera retoman varias afluencias propias del género (la cita de otros autores, su análisis conjunto, etc.), pero el tino reside en presentar parte el camino deductivo de la autora para llevar al lector no sólo a las fuentes de sus poéticas divagaciones, también a los frutos de ese andar entre lo leído y lo interpretado. Diez glosas sobre el cuerpo y sus actos inmediatos; una sobre los animales, para evidenciar la cercanía con nuestras posesiones, incluso si es otro ser vivo: más si es un alma encarnada, en las capacidades humanas apenas comprendidas. El cuerpo resulta extraño a la autora: parece no llegar a conocerlo, como si la mirada sobre sí fuera una extrapolación indisoluble. Así como la risa es la respuesta a no saberse situada en un lugar, esta “discapacidad menor” tiene como referencia la propia genealogía. Como si los conceptos de tiempo y espacio fueran ajenos al cuerpo que no reconoce la escribana de un período diferente, del que gusta entrar y salir en lugares como Londres o cualquier otro, donde la arquitectura o el diseño urbano mezclen los siglos sin pudor. La risa y el cuerpo convulsionado para enfrentar la pequeñez humana ante la inmensidad incomprensible del universo: la materia del cuerpo en movimiento para enfrentar lo inasible en aparente estática. La risa como pretexto para hablar de la búsqueda del propio lugar en una ciudad, la de México, donde muchos mundos (tangibles y conceptuales) se entretejen para dificultar el encuentro con el lugar desde donde veremos al mundo. Una mirada por momentos rozagante para recordar cómo lo inmediato a nuestra visión es ese cuerpo que habitamos en la otredad de lo cambiante. Lo literario para hablar de ese organismo vuelto pantalla de las luces de otros tiempos, para establecer la permanencia de la creatividad literaria; especialmente de aquella que anida en cada lector: bastará uno por generación para asegurar la existencia de Eliot, Stevens, Rushdie, Borges, Coetzee y muchos más. La autora es esa lectora y, mediante sus reflexiones, en espejo, lo son los descifradores de la esencia interiorizada del acto de hacer propio lo escrito hace siglos. Una mirada compartida por quienes logran asombrarse, como esos niños ante los misterios de las aventuras literarias, con las conclusiones de esta ensayista capaz de sorprender en su composición y sus referencias, tan divergentes como asimiladas en la pronunciación de palabras viejas con nuevos significados •
INFORME RUMANO Textos de Coman, Dragu, Eminescu, Malaicu-Hondrari, Partene, Sora y Vanau
próximo número La Jornada Semanal
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arte y pensamiento ........
9 de febrero de 2014 • Número 988 • Jornada Semanal
Naief Yehya
Enrique López Aguilar
A ALEGORÍA MEDIEVAL DE la danza de la Muerte se refiere, en primer término, a una idea de la igualación de todas las personas y los grupos sociales frente a las acciones implacables de un no-ser identificado con la guadaña (que representa la siega del trigo, es decir, de los seres vivos), un manto de peregrino (que lo relaciona con su carácter permanentemente deambulatorio) y con la imagen de la calavera y el esqueleto (imagen del descarnamiento propio de los cadáveres). Durante tiempos en que el ser humano era mucho más susceptible a epidemias y devastaciones, también se comprende la imaginería según la cual todas las personas bailan detrás de la Muer-
te, multitudinariamente, como si fueran integrantes de un tenebroso carnaval: hombres y mujeres, reyes y Papas, nobles y siervos bailan al compás de quien los arranca de la vida y de sus fastos. De muy pocos años hacia acá, como si una danza macabra se hubiera activado imperceptiblemente, la muerte se ha ensañado en las personas de quienes nos habían acompañado con su voz, su inteligencia y su talento artístico. Esto quiere decir que, por una costumbre atávica, la sociedad vive (consciente o no) bajo el manto intangible de un grupo de personas (tal vez, Borges los hubiera identificado con los conjurados) que arrojan luz y sensatez desde sus distintas actividades, meditaciones y obras personales. No es que sean como ángeles guardianes, sino voces que colaboran activamente en el desentrañamiento de los misterios que rodean a la existencia; no es que se trate de consejeros personales, sino de autores que están ahí, y saberlos dentro de una vital condición contemporánea permite salir de mejor manera al tráfago cotidiano, cada vez más complicado por cosas con que la realidad, los políticos y la violencia se encarnizan contra la persona común. Tampoco se trata de haberlos conocido personalmente a todos, pero ocurre que la frecuentación de sus respectivas obras era como un trato personal, familiar. Las obras permanecerán, eso es notorio, pero ya no habrá otras nuevas, salidas de esas manos. El diálogo proseguirá en otros tonos, pero ya no el sentido platónico: vivo, cambiante, renovado. En el sentido de lo que vengo comentando, los años recientes no han sido muy buenos para México. No han bastado la ineptitud política, la corrupción y la violencia; encima de todo, se ha impuesto una danza mortífera que se ha llevado a las personas de muchos autores de la generación llamada del Medio Siglo y de otros grupos generacionales:
Rubén Bonifaz Nuño, Alí Chumacero y Ernesto de la Peña, entre los veteranos; Carlos Montemayor y Daniel Sada, entre los jóvenes; Tomás Segovia, Carlos Blanco Aguinaga, Arturo Souto y Juan Gelman, entre los exiliados que se hicieron mexicanos para vivir con nosotros; Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco, entre los integrantes de la Generación de los Cincuenta… Los dedos de las dos manos ya no alcanzan para contar a quienes nos han dejado en menos de un lustro. Lo diré de otra manera: durante muchos años hemos tenido la buena costumbre de saber que arriba (generacionalmente hablando) siempre había muchos que dialogaban y producían cosas donde nosotros podíamos dialogar e interactuar. Eran un poco las luminarias del cielo nocturno que nadie mira a fuerza de suponer que siempre están ahí. Hasta que es llegado el momento en que la mirada hacia la noche deja percibir cambios notorios en los mapas estelares: acostumbrados a los desciframientos ofrecidos por otros, comenzamos a ser quienes debemos descifrar el mundo para los demás y descubrimos, horrorizados, que ya no tenemos a quién pedir consejo. Insistiré en lo siguiente: cada obra permanecerá en la memoria de los lectores; el afecto dedicado a cada autor procede de la frecuentación de su obra; proseguir la lectura y tener a la vista “guardaditos” para que no se nos acabe un autor es otra manera de mantener una interpretación inacabable con éste. Lo que ya no ocurrirá es que el siguiente año llegue una nueva publicación; que la próxima semana llegue una colaboración periodística; que mañana sea respondida una carta que antes era una feliz costumbre cotidiana. En tal sentido, se produce un sentimiento ambiguo, contradictorio: ahí está la plenitud de la herencia de palabras, música, imágenes, pensamientos que han fortificado la vida de quienes hemos sido contemporáneos de quienes se han ido; pero es inevitable esa “íntima tristeza reaccionaria” por la que sentimos que, así sea momentáneamente, es "nuestra herencia una red de agujeros” •
A LÁPIZ
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Los ojos y oídos de nuestros juegos digitales ¡El chamán Thral es un espía! ¿Cómo tomar en serio a los espías que se han infiltrado en los universos lúdicos e imaginarios de los juegos en línea como World of Warcraft (wow) y en dominios digitales como Second Life y x box Live? ¿Realmente debemos esperar que estos James Bonds de la virtualidad impedirán el próximo 9-11 al hacerse pasar por orcos, gnomos y elfos? De acuerdo con las revelaciones de Edward Snowden, agentes de la nsa y de la inteligencia británica crean avatares en diversos juegos con los que espían, acosan e intentan reclutar informantes, aparentemente convencidos de que en esos parajes se conspira en contra de Occidente, circula dinero sucio, se establecen contactos súper secretos y se lavan cerebros para convertir a inocentes gamers en temibles jihadistas. En ese mundo, los audaces agentes esperan descubrir, justo a tiempo, amenazas en ciernes y extinguirlas con sus espadas, la magia o el poder de seducción de un par de descomunales senos virtuales. Hay tantos agentes de la cia y el fbi desplegados en estos peligrosos territorios, que estas agencias crearon un grupo anticonflictos para evitar “colisiones”. Como otras iniciativas antiterrorismo, esta aventura no estaba fundamentada en evidencias, revelaciones o pistas, sino seguramente en ideas inspiradas en lecturas mediocres de ciencia ficción. Si bien internet puede ser un territorio inmenso en el que cualquiera puede ocultarse, los juegos en línea son espacios comerciales donde todo usuario está registrado e identificado. O bien, los cyberespías se han creído realmente la fantasía de que los sediciosos “gustan de operar en secreto a la vista de todos“, o es una estrategia para crear una atmósfera de paranoia e incertidumbre hasta en los espacios más inocuos de la red. Curiosamente, esta campaña no parece haber desmantelado redes terroristas ni conspiraciones criminales.
El vacío detrás de la máscara Las autoridades tienen una obsesión por confundir ámbitos, por querer leer e interpretar intenciones en las acciones que tienen lugar en un espacio lúdico donde se comparten ilusiones y fantasías. Así, lanzar un asalto contra las Bóvedas de Mogu’shan en w o w puede ser interpretado como una metáfora para poner una bomba. La premisa de entrar a una especie de baile de disfraces en busca de delincuentes enmascarados parece particularmente ociosa, pero refleja la paranoia que le provocan a la policía del pensamiento los territorios donde la identidad es maleable. En un formidable artículo sobre este caso, la escritora canadiense Margaret Atwood señala:“Posiblemente en el futuro ya no se te permitirá ser quien
crees que eres o siquiera quien pretendes ser; serás quien ellos digan que eres, con base en la minería de datos obtenidos de tu presencia en línea.” ¿Cómo sorprenderse de que haya espías merodeando el espacio virtual en una época en que los bombardeos a civiles en media docena de países son conducidos por gamers que ven la realidad a través de las cámaras de los drones y a sus víc timas como puntos en un marcador?
Pajaritos realmente furiosos No hace falta sumergirse en las complejidades de los juegos en línea para ser acechado por espías. Basta con lanzar pájaros furiosos contra frágiles estructuras para que nuestros datos terminen en las computadoras de la nsa. El programa The mobile surge (sobrecarga móvil) permite a los espías aprovechar el diseño de ciertos apps , como el juego Angry Birds, para recolectar la identificación de nuestros teléfonos, nuestra edad, sexo, preferencias (de todo aquello que compartamos, ordenemos y veamos en línea), localización, datos de nuestros conocidos, registros telefónicos y de correo electrónico. No se sabe a cuánta gente espía con este sistema, pero de acuerdo con sus propios documentos han recolectado mucha más información de la que pueden analizar. Según la nsa este programa impidió que una bomba de Al Qaeda explotara en Alemania, en 2007, y permitió la captura de narcos involucrados en el asesinato de un empleado del consulado de eu en México, en 2010. Esto les enseñará a los sicarios y a los terroristas a no perder su tiempo jugando Angry Birds.
Los amigos terroristas de mis amigos no son mis amigos
Pero no tenemos nada que temer. Obama declaró que ahora sólo se recolectarán ilegalmente los datos de aquellas personas que tengan relación de tercer nivel con sospechosos. Parafraseando a John Stewart: si un terrorista y yo pedimos pizzas del mismo restaurante, posiblemente pronto compartiremos celda en Guantánamo •
JORNADA VIRTUAL
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Deshabitaciones
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........ arte y pensamiento
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola
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El nuevo Centro Cultural Jardín Borda en Cuernavaca
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L PASADO MES DE diciembre se reinauguró el Centro Cultural Jardín Borda en Cuernavaca, impulsado por la nueva secretaria de Cultura de Morelos, Cristina Faesler, quien llevó a cabo anteriormente una excelente gestión en el Museo de la Ciudad de México. Las salas abrieron sus puertas con tres exposiciones que permanecerán hasta el mes de marzo: La naturaleza herida, de Manuel González Serrano; Apuntes de la naturaleza, de Olga Costa, y Ciudades visibles, de Miguel Ángel Madrigal. Las dos primeras muestras fueron presentadas el año pasado en el Museo Mural Diego Rivera y en el Museo del Palacio de Bellas Artes, respectivamente. Nacido en 1917 en Lagos de Moreno, Jalisco, Manuel González Serrano es uno de los artistas más fascinantes de la primera mitad del siglo xx. Su extraña y sombría pintura lo vincula con los artistas de la llamada Contracorriente, que se desligaron de los
temas nacionalistas y se abocaron a urdir la trama de la modernidad pictórica a partir del rescate del auténtico México profundo. Si bien González Serrano exploró una diversidad de géneros –autorretratos, retratos, Cristos, escenas de toros– esta exhibición se centra en sus naturalezas muertas y paisajes, tópicos que, a mi juicio, son la parte medular de su quehacer artístico y en los que se palpa con mayor vehemencia su atribulado pathos. Su vida y obra están estrechamente vinculadas y son el resultado de un espíritu rebelde que no hizo ninguna concesión en el desarrollo de su muy particular estilo que es, a su vez, el reflejo de un creador adolorido que no esconde sus cuitas y frustraciones. Sus naturalezas muertas y paisajes son construcciones plenas de símbolos que evocan una sensualidad mórbida, probablemente reprimida, pero altamente evocadora. El deseo y la nostalgia son elementos recurrentes en su pintura plena de guiños a un tiempo religiosos y eróticos, populares y sofisticados, combinados con una impresionante destreza y un oficio impecable en escenas crípticas que despliegan una gran melancolía. La curadora de la muestra, María Elena Noval, ha estudiado profundamente la obra de este peculiar artista prácticamente autodidacta y señala su carácter solitario, temperamental y taciturno, que se percibe en sus atmósferas apesadumbradas, que dejan abierto al espectador un mar de interpretaciones. González Serrano muere en la calle de un ataque al corazón a los cuarenta y tres años, y deja una obra enigmática y saturnina, cargada de un simbolismo erótico y un halo tortuoso que la hacen sutilmente conmovedora. Arriba: Los guajes, Manuel Serrano Der: Corazón egoísta, Olga Costa
Olga Costa (Olga Kostakowsky Fabricant) nació en Leipzig, Alemania, en 1913, y llegó con su familia a México en 1925. Ocho años más tarde ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas, bajo la tutela de Carlos Mérida y Emilio Amero. Se unió en matrimonio con el pintor guanajuatense José Chávez Morado y en forma paralela a éste desarrolló una carrera independiente y exitosa, pese a las dificultades que en esos años significaba para las mujeres ser artista. La obra de Olga Costa destaca por la libertad creativa que asumió desde sus inicios, volcada en la pasión que le despertó el arte popular que descubrió a su llegada a nuestro país y que fue el leitmotiv de su quehacer artístico. Curada por Juan Coronel Rivera, la exposición que se presenta en Cuernavaca hace un recorrido por sus géneros predilectos: retratos de mujeres y niños indígenas, paisajes rurales y de arquitectura vernácula, naturalezas muertas y escenas de la vida cotidiana popular, como es el caso de su pintura más celebrada: La vendedora de frutas. Olga Costa alternó sutilmente la realidad y la fantasía en algunas de sus composiciones más interesantes, como se observa en Corazón egoísta, en la que asocia elementos disímbolos en una escena que alude al sincretismo popular que tanto la atrajo. Su pintura destaca por su colorido exuberante y la frescura de un arte sincero que nunca tuvo la más mínima pretensión. Se inauguró también un espacio experimental que alojará el trabajo de artistas emergentes. Ciudades visibles es una instalación de Miguel Ángel Madrigal que propone una reinterpretación del propio Jardín Borda y una metáfora a propósito de las ciudades absurdas, vacías, atemporales, sugeridas con un dejo de ironía a partir de la colocación de pequeñas bancas blancas de jardín suspendidas del techo que conforman una construcción escultórica. Madrigal propone al espectador la evocación de su propia ciudad imaginaria, quizás en reminiscencia a las ciudades invisibles de Italo Calvino •
@LabAlonso
Cinco comentarios al Grammy
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OS PRODUCTORES Y JURADOS estadunidenses se pintan solos para sesgar y truquear el rumbo de ceremonias que dicen reflejar el statu quo del entretenimiento. El Grammy no es la excepción pero, aun así, sigue influyendo en miles de medios, periodistas y programadores. Claro, ya no es parámetro de calidad, pues hoy tenemos plataformas personalizadas como Spotify. Pero bueno, por su añeja jerarquía tenemos cinco comentarios a dos semanas de ocurrida la ceremonia de entrega.
1. Ojalá llegue el día en que le paren a los dúos y “colaboraciones” en vivo. Son tan forzados como el chilatole veracruzano, con la enorme diferencia de que saben mal mientras el manjar es invento olímpico. Por más preciados que sean los tiempos “al aire”, nos parece patético que unos y otros entertainers tengan que ayuntarse comprimiendo sus éxitos. No importa si son Metallica y el pianista chino Lang Lang o Nine Inch Nails con Queens of The Stone Age. La idea demerita a todos. 2. En 2014 los organizadores decidieron homenajear a glorias del pasado para retomar su propia credibilidad y revivir el glamur, sobre todo del rock, pues ya no pueden medir su tremenda segmentación. No pasa lo mismo con el pop, el country o el rap que, de naturaleza comercial y homogénea, consiguen rápidos consensos. Tampoco se siente el vacío de la música clásica, el jazz, los proyectos latinos, tradicionales o las producciones infantiles. Salvo excepciones, se muestran los mismos nombres siempre (ganaron Herp Albert, Paquito D’Rivera, Michael Bublé, Randy Brecker, Gipsy Kings, Wayne Shorter), esto por el trabajo de managers, disqueras y la apatía de productores que televisan pocos de los ochenta y dos premios totales. El caso es que ahora por la alfombra roja caminaron Paul McCartney, Ringo Starr, Yoko Ono, Chicago, Black Sabbath, Cyndi Lauper y otros titanes. Ello obligó a premiarlos. ¿Se imagina querida lectora, lector? El Mejor Álbum de Rock fue Celebration Day, de Led Zeppelin; el Mejor Performance de Metal fue “God is Death”, de Black Sabbath; la Mejor Canción de Rock fue “Cut Me Some Slack”, de Dave Gröhl y Paul McCartney (quien también ganó por Mejor Música de Película: Live Kisses). El Mejor Álbum de Teatro Musical fue Kinky Boots, de Cyndi Lauper, y el Mejor Box Set fue para Wings. Otros nominados eran David Bowie y Neil Young. Vaya. Aunque sus trayectorias sean encomiables, estos galardones son tan forzados como la última ocurrencia de Cristian Castro: cantar metal (sí, reímos). Claro, también ganaron tres infaltables, dos de ellos talentosos: Alicia Keys y Justin Timberlake (Mejor Álbum y Mejor Canción de r & b respectivamente); otra sobrevaluada: Rihanna (Mejor Álbum de Música Urbana). Fuera de lugar fue el premio de Música Alternativa a Vampire Weekend. Buenos, pero videos raros no te hacen alternativo. 3. Como sea, no hay punto de comparación entre los nombres de arriba y,
por ejemplo, Imagine Dragons, ganadores por Mejor Performance Rock (entrando al juego: ¡le ganaron a “Kashmir”, de Zeppelin, también nominada!). Grupo transgénico que mezcla rock y teatro burdo, cumple con: letras estúpidas, vestuario monocromático, hartas luces, actitud “furiosa”, composiciones regulares y patrones bobos en tambo-
res gigantes (copia del ensamble japonés Yamato). Feo. 4. La neozelandesa Lorde actuó y ganó como se debe: sola. Recomendamos su pop. Armando Manzanero, pese a lo que se opine sobre su gestión en la Sociedad de Autores y Compositores de México, recibió un reconocimiento merecido. Draco Rosa ganó como Mejor Álbum Pop Latino. Lo aplaudimos. Otras categorías que los medios no especializados olvidan, pero que sirven para ampliar los recintos del oído, son: Mejor Álbum Hablado (Stephen Colbert), Mejor Performance Musical de Gospel (Tasha Cobbs), Mejor Interpretación de Conjunto de Cámara (Roomful of Teeth), Mejor Álbum de Americana (Emmylou Harris, Rodney Crowell), Mejor Álbum Folk (Guy Clark), Mejor Álbum de Comedia (Kathy Griffin), Mejor Composición Clásica Contemporánea (Maria Schneider), Mejor Álbum de Blues (Ben Harper y Charlie Musselwhite), y uno extraordinario: Mejor Performance de r & b Tradicional al tremendo Gary Clark Jr. ¡Búsquelo! 5. Los grandes ganadores de la noche (el “canon” indica que debe haberlo) fueron Daft Punk, dúo francés de electropop, con Random Access Memories, así como su productor Pharrel Williams. Lo merecieron, pero no por el multipremiado tema “Get Lucky”, sino por el disco entero, notable en caprichos y abrevaderos. Otros victoriosos fueron Macklemore & Ryan Lewis, raperos que finalmente refrescan la vena blanca del género tras lo hecho por Beastie Boys y Eminem. También merecido es lo de Bruno Mars con Unorthodox Jukebox. Ya lo habíamos comentado en esta columna. Y aquí le paramos, a menos que usted dialogue por Twitter. Entonces le seguimos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos • Arriba: Gary Clark Jr.
BEMOL SOSTENIDO
Jornada Semanal • Número 988 • 9 de febrero de 2014
ARTES VISUALES
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arte y pensamiento ........
9 de febrero de 2014 • Número 988 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Ana García Bergua
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EO EN ESTOS DÍAS un diario de viaje: Peregrino a Oriente (bitácora de viajes por Asia y un poquito de París) del narrador y ensayista de origen costarricense José Ricardo Chaves, avecindado desde hace décadas en nuestras tierras –“Costa Rica es mi patria, el lugar de mis ancestros, pero México es mí país”, afirma al cabo de uno de los viajes que cuenta en este breve y disfrutable libro. De José Ricardo Chaves conozco y me gustan sus ensayos y novelas, entre estas últimas Los susurros de Perseo y Faustófeles, si bien tengo gran preferencia por sus Cuentos tropigóticos que editó la unam en 1997. En toda su obra, este escritor expresa su preocupación por los asuntos del espíritu, manifiestos en ámbitos no tan alejados como se pensaría que son la literatura fantástica y las disciplinas orientales. Uno de sus grandes intereses, de manera especial, es el budismo, del cual es estudioso muy serio, autor incluso de una breve antología narrativa centrada en la leyenda de Buda (La leyenda de Buda en la literatura hispanoamericana, 2011, unam ) así como de textos sobre Madame Blavatsky (la creadora de la doctrina esotérica llamada teosofía), y practicante de manera particular: “No obstante –escribe en un apartado de este diario de viajes– a nivel personal el nirvana no me obsesiona como un fin en sí y creo en la validez de incidir en el mundo samsárico (el mismo de Gregorio Samsa, el personaje de Kafka) por vía de la historia, la imaginación, el arte.”Y más adelante:“Se trata, como diría Longchenpa, de agotar la adicción al samsara, cuando nirvana no es sino ejercer la libertad ontológica del mundo: reflexionar, escribir, testimoniar mi tiempo cultural, mi linaje de ideas, las formas históricas de mi deseo, sin miedo ni expectativa, desvanecerme en luz de tinta y abismo.” Así, en este libro de viajes al Tíbet, India, China y París, encontramos un curioso equilibrio entre el viajero secular, el que carga maletas, come y duerme en hoteles y tiendas de campaña a mitad de un ascenso no siempre pausado, el que vive el asombro de lo diverso y lo imponente, el que goza y padece a sus compañeros de viaje, y aquel devoto que realiza también una peregrinación, es decir, que cumple las distintas etapas de sus meditaciones, rituales, el que sabe por mil lecturas, referencias, maestros, gurúes y meditaciones, qué es lo que va a encontrar, cuál es el rumbo de su sed espiritual, por decirlo de alguna manera. Por él conocemos a los distintos Budas y sus templos, el interior del palacio que tuvo que abandonar el Dalai Lama, el sentido de la
José Ricardo Chaves
felicidad luego de tocar con la frente a un Buda determinado. Este carácter múltiple, el del viajero curioso, el místico y el escritor que observa y se observa, le da al libro un sabor desusado. Ya la literatura es, en sí misma, un viaje, y al recorrer las páginas de un libro cumplimos un tránsito interior. No necesita uno ser un experto budista para percibir los múltiples significados que se suceden en este periplo y gozar de sus estancias y la belleza de sus imágenes, así como de situaciones difíciles de imaginar para quienes no tenemos planeado viajar al Himalaya, algunas de ellas no exentas de humor, como la neurosis doméstica del lama tibetano (“el maestro que mi karma me ha deparado”) o la irrupción del Mundial de Futbol en el grupo de los viajeros y otros detalles no menos interesantes. El capítulo que diariza el viaje a India posee también la noble familiaridad con lo sagrado y sólo se detiene lo indispensable en aquello que agobia a los viajeros occidentales: la miseria, la mugre, los cadáveres; de alguna manera, nos ayuda a caminar entre ellos, buscando cosas distintas. Cuando leí los Cuentos tropigóticos, hace muchos años, escribí: “José Ricardo Chaves es un narrador pulcro, pausado, que se ha colocado en la estrecha línea que separa a la vida de la muerte y cuenta sus historias desde aquella inocencia fundamental del que sólo observa, sorprendiéndose de lo que en ellas ocurre y sorprendiendo de igual manera al lector, como quien abre una ventana donde todos ven una pared.” Estas mismas palabras se podrían aplicar a Peregrino a Oriente: una narración en la frontera, ni el diario del viajero tradicional, ni el camino iluminado del peregrino, sino una puerta que se abre a otros mundos. O una maleta literariamente iluminada que va y viene de nuestro mexicano Oriente al Oriente de los europeos, haciendo una parada indispensable en el Père Lachaise •
Embestida guiñol
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O SE PUEDE ESPERAR otra cosa de alguien que no es sino producto de la televisión en México. Enrique Peña Nieto, aunque lo ha negado varias veces con vehemencia de teleprompter, fue candidato presidencial cocinado en los foros de las televisoras, Televisa y en menor medida tv Azteca; emporios que ahora son sus vocerías y puntales de absurdas, onerosas y mendaces campañas de propaganda gubernamental. Condonar miles de millones de pesos en impuestos, como sabemos que hizo apenas llegar al poder, es una manera de abonar el paseo en mediáticas andas con el que el exgobernador del Estado de México se dio a conocer en
todas las regiones de México hace unos años, a la manera de lo que últimamente ha estado haciendo, por ejemplo, el que podría ser –no por aptitudes, sino por el tipo de maniobra turbia que en contratos publicitarios representa fortunas, por la trayectoria mediática y hasta por semejanzas de índole romántica de farándula– su relevo, otra vez un presidente débil, maleable a los intereses de las grandes corporaciones, el actual gobernador de Chiapas: Manuel Velasco. Es ingenuo creer que un presidente mexicano que tanto debe a los oligopolios de los medios fuera a tocarlos con el pétalo de un organismo regulador. Expertos en simulación y maquillaje, los operadores del gobierno, a menudo estrategas y cabilderos de las televisoras, aparentaron una embestida contra el duopolio televisivo y contra ese conjunto de prácticas perniciosas que van desde evidentes campañas de desinformación y tergiversación burda de la realidad (recordemos simplemente el reciente y penoso asunto de los desmentidos del líder de las autodefensas michoacanas) hasta la descarada promoción de una suerte de tugurio contracultural en el ideario colectivo mexicano, inundado de fanatismos religiosos, ultraconservadurismo ramplón, vulgaridades sexistas y escándalos de estercolero deliberadamente encaminados a abismar en la gente las bellas artes, el interés por la ciencia o por el realista, lamentable estado de su propio e inmediato entorno: la televisión mexicana, de la mano de regímenes corruptos y criminales tanto federales como estatales y municipales, es corresponsable de la devastadora cultura de la indolencia que tiene al país de bruces y entregado ya a la voracidad de la iniciativa privada trasnacional, muchas veces ésa sí, como en el caso de las mineras canadienses o petroleras españolas y estadunidenses, soportada por sus propios gobiernos en detrimento de soberanía y riqueza que debería ser potestad y privilegio exclusivos de los mexicanos. No hay cáscara de maquilla-
je que resista el saqueo colonialista redivivo, pero eso ni al presidente guiñol ni a sus manejadores y testaferros es cosa que interese. El periodista Jenaro Villamil puso hace una semana en la revista Proceso el dedo en la llaga al revelar las reuniones “de cuates” entre el presidente que debería ser de todos los mexicanos y sus consentidos consentidores, en un presunto campo de golf privado, chusmas, proles y chairos fuera, en la zona residencial de la exhacienda Casas Viejas, en rumbos de Valle de Bravo, claro, cercano al epicentro del tan nocivo Grupo Atracomulco. Allí, según la investigación de Villamil, se enmendó plana a temas que causan escozor a Televisa: “El proceso de investigación iniciado por el Instituto Federal de Telecomunicaciones ( ift ) para declarar al grupo como ’agente económico preponderante‘ y la posibilidad de que tenga que desagregar activos y eliminar propiedad cruzada en varias empresas, especialmente de televisión restringida; el proyecto de licitación de las dos cadenas de televisión digital abierta, anunciado formalmente por el mismo instituto el 20 de diciembre de 2013 a través del Diario Oficial de la Federación; el avance del llamado ’apagón analógico’ dentro del programa de Televisión Digital Terrestre, y la instalación, antes de que concluya el año 2014, de una ’red compartida de servicios de telecomunicaciones’en la banda de 700 mh z, que la empresa de Azcárraga Jean percibe como una amenaza para su proyecto de triple play.” Veremos entonces de nuevo, en breve, cómo se echa a andar toda la maquinaria corrupta y servil del gobierno para rendir pleitesía a sus patrocinadores. Pasando desde luego por encima de los derechos de los mexicanos y, como es histórica costumbre, abdicando el gobierno de sus responsabilidades para seguir sirviendo intereses que no podrían estar más lejos de lo que nos conviene a todos y no sólo a unos pocos potentados abusivos. •
CABEZALCUBO
Diarios de viaje
PASO A RETIRARME
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Orlando Ortiz
Los puntos sobre las íes (i de ii)
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UANDO POR ALGUNA RAZÓN aparece en una charla el tema de Benito Juárez o de las Leyes de Reforma, es inevitable que los antijuaristas –por reacción contra la historia oficial– saquen a colación, de inmediato, los tratados de McLane-Ocampo que, según ellos, es un episodio vergonzoso porque Juárez, a través de don Melchor Ocampo –en ese momento ministro de Relaciones Exteriores–, intentó entregarle a Estados Unidos el estrecho de Tehuantepec. Por lo tanto, según ellos, Juárez es un traidor a la Patria. Lo interesante es que nunca proporcionan mayor información sobre dichos tratados, y lo peor: los juaristas defensores de la causa liberal se quedan callados. Son incapaces de, por lo menos, preguntar a los detractores qué dice tal documento, y si lo hacen, es posible que la respuesta sea: “eran tan vergonzosos que el Congreso estadunidense los rechazó, por oprobiosos para nosotros (los mexicanos)”. A lo largo de muchos años no he escuchado más argumentos en contra de los tratados que los ya mencionados, es decir, sólo descalificaciones mas no argumentos concretos. A veces se añade a la descalificación categórica: “si quieres más datos, lee al ingeniero Francisco Bulnes, ahí desenmascara a los liberales”. Estoy cierto de que quienes dan tal referencia no han leído a este autor y lo mencionan porque se lo escucharon a otros que seguramente tampoco lo leyeron…y así hasta descubrir en la raíz del prejuicio a un individuo de filiación conservadora, porfirista y con descendientes –en nuestros días– sinarquistas o panistas. Es de suponer, luego, que si no han leído a Bulnes, menos todavía a quienes explican el momento y el contenido verdadero del tratado de McLane-Ocampo, como por ejemplo: Fernando Iglesias Calderón, Genaro García, Hilarión Frías y Soto o Manuel González Ramírez, entre otros. Con lo expuesto quiero señalar cómo han sido únicamente prejuicios e infundios lo que hay detrás de la condena a este documento. Nunca se mencionan los antecedentes. Se calla, por ignorancia, omisión o con aviesas intenciones, que durante el gobierno de José Joaquín de Herrera, en 1851, se celebraron tres tratados con Estados Unidos, y uno de ellos le concedía a dicho país el paso por el Istmo de Tehuantepec; posteriormente, en el gobierno de Mariano Arista, se insistió en la importancia de realizar
Robert Milligan Mc Lane
ese camino; cae Arista y llega Antonio López de Santa Anna, que firma varios convenios con Estados Unidos, entre ellos el que autoriza la construcción en el Istmo de Tehuantepec de un ferrocarril y de un camino de madera. Y, por si fuera poco, exonera a este país de algunas obligaciones contraídas con México en el Tratado de Guadalupe Hidalgo –que nos costó la mitad de nuestro territorio. Benito Juárez es electo presidente y “hereda” los compromisos que los regímenes anteriores contrajeron con el vecino país del norte, en el que sobresale la concesión para construir dos vías de comunicación en Tehuantepec. Inicia la Guerra de Tres Años y en nuestro país hay, de facto, dos gobiernos: el constitucional de Benito Juárez, y el Tacubayista o conservador, presidido por Zuloaga. Don José María Mata se conduce con habilidad en Estados Unidos y consigue que el gobierno de allá reconozca al de Benito Juárez. Consecuencia de lo anterior es que el presidente estadunidense, James Buchanan, nombre a Robert McLane su representante. Los vecinos estaban en plena actitud expansionista. Acababan de quitarnos la mitad de nuestro territorio pero querían más. Les interesaban Baja California y Tehuantepec. La misión de McLane era, precisamente, conseguir la enajenación de dichos territorios a partir de los tratados anteriores que obligaban a la administración juarista. La amenaza era muy fuerte, al grado de que en mismo partido liberal había quienes señalaban la necesidad de lograr un acuerdo con los conservadores –modalidad decimonónica de la concertacesión de las postrimerías del xx –, antes de que nos llegara una nueva intervención; otros proponían la contratación de mercenarios extranjeros, a los que se les pagaría con tierras. Juárez y Ocampo no estuvieron de acuerdo con ninguna de dichas medidas. Para ellos, lo más conveniente era actuar por la vía diplomática y de alguna manera amortiguar –y retrasar– lo más posible la embestida de los “buenos vecinos”, pues era absurdo que estando en plena lucha en el interior del país, contra los conser vadores, abrieran un frente más y contra un enemigo cuya capacidad de fuego, organización y ambición eran desmedidas. Las negociaciones anteriores las había realizado don José María Mata pero, en esta ocasión, para darle mayor jerarquía a los acuerdos, Juárez le encomendó la tarea a don Melchor Ocampo, a la sazón Ministro de Relaciones Exteriores • (Continuará.)
Luis Tovar Twitter: @luistovars
Querido Llewyn
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O ME SORPRENDERÍA SI me contaras que, siendo niño, una de las cosas que más contrariedad te hacía sentir era el consabido “no te salgas de la raya” con el que los profesorados de todos los tiempos y lugares enseñan, más que a cubrir de colores algún área bien delimitada, a que uno se prepare a vivir un futuro hecho de límites y no de posibilidades. Ignoro si allá, en tu medio siglo xx estadunidense, llegó a utilizarse la expresión “pasarse de la raya” para señalar toda suerte de transgresiones al orden establecido, desde el meramente doméstico hasta el socialmente más abarcador, pero puedo asegurarte que, de haber nacido y vivido
en mi país, habrías escuchado esa figura retórica tantas veces que, además de hartarte, pronto habría dejado de tener sentido para ti porque con ella no estaría describiéndose nada que no fuese tu modo natural, inconsciente por completo, de habitar el mundo y moverse en él. Claro, con dificultades cada vez mayores, como bien te consta. Tampoco me causaría sorpresa si me platicas que desde entonces, que es tanto como decir desde siempre, se te complicó eso de seguir las huellas, observar las normas, acatar las reglas, cumplir los horarios, y que muy pronto comenzaste a escuchar, literalmente o con sucedáneos, que tú no eras ni alcanzarías jamás a ser un hombre de bien, cualquier cosa que eso signifique. Ay, Llewyn, cuántas veces habrás tenido que aguantar filípicas, reproches y condescendencias de toda esa gente que no sabe si quererte tal cual eres, o sólo soportarte por ser como –dicen ellos que– eres: egoísta, insolente, irascible, inestable, buscabullas, convenenciero, comodino, y eso para no mencionar que de a ratos, o mejor dicho por largas temporadas, eres indeseable, desdeñable, evitable y, en el fondo, para ellos, perfectamente prescindible, preferentemente no visible. No estoy seguro de qué tanto se usaría decir así en tus tiempos, pero sin duda en éstos te dirían, allá, que eres un outsider, y acá, desde una postmodernidad que, en grado nada despreciable, tú y los que se te parecen ayudaron a conformar, te calificarían de marginal, palabrita que a Muchagente le fascina porque con ella cree que está entendiendo lo que eres, e incluso más: lo que representas, cuando en realidad lo único que logra es barruntar lo que él no es, posiblemente porque no se atreve, aunque quisiera o se muera de ganas. En ese sentido, mi muy estimado Llewyn, eres fascinante. Míralo desde esta perspectiva: eres músico y tienes el talento suficiente para no pasar desapercibido; junto con otros estás po-
niendo –puede que sin querer y sin que te importe– las bases para una corriente lírica y armónica que ya no te tocará gozar, pero que a tus sucesores va a ponerlos hasta arriba en términos de fama y algo mucho más relevante, que es la importancia cultural, al grado que un día sus composiciones serán materia de estudio en las universidades. Las tuyas no, querido, porque será deseo cumplido del destino que tú dediques el tiempo a buscar cada noche dónde pasar la noche, a tratar de recuperar un gato, a ir de aquí para allá con tu único disco grabado bajo el brazo, a que te digan que no encajas, que sí eres bueno pero cualquier pero de los muchos peros que pueden y suelen ponérsele a los antisociales, por mucho que sean músicos talentosos y funden estilos y nutran géneros y sienten bases. Fascinante porque no eres un mero estorbo, un gafe, como lo sería alguien con tu modo de ser y con tu suerte pero sin tu sensibilidad para tocar la guitarra y componer canciones; porque al ser “artista”, por un lado se te perdona la garrulería y la poca o nula productividad en el sentido material –cosa que, a tu vez, te viene de tiempos más remotos, cuando a los que viven a tu estilo se les llamaba bohemios–, y por otro se te mira con el afecto que se le tendría, por decirlo de algún modo, a un pararrayos: gracias a él, el tiznadazo no le cae a uno, que sólo mira y quizá dice, para sus adentros, que eso se ganan todos aquellos que no saben comportarse y acostumbran pasarse de la raya, pasearse por el margen, en fin, todo eso que tú conoces de sobra. No tengo modo de saberlo, Llewyn, pero me da por pensar que ideas como éstas debieron pasar por las cabezas de Ethan y de Joel cuando te inventaron así como te ves en la pantalla: inteligente aunque torpe, odioso aunque adorable, individualista aunque sensible. Me da por pensar, en fin, que así te ves por dentro tú mismo al asomar te; que así es como luce Inside Llewyn Davis •
CINEXCUSAS
Jornada Semanal • Número 988 • 9 de febrero de 2014
PROSAÍSMOS
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ensayo
9 de febrero de 2014 • Número 988 • Jornada Semanal
Magnifico oratori florentio Francisco Vettori apud Summum Pontificem et benefactori suo. Romae.
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agnífico embajador. Tardadas nunca fueron las gracias divinas [citación de un verso de Petrarca]. Digo esto porque me parecía no haber perdido sino extraviado vuestra benevolencia, ya que habéis estado mucho tiempo sin escribirme, y dudaba yo cuál pudiera ser la razón. Y todas las que me venían a la mente las tenía yo en poca cuenta, salvo cuando dudaba si habíais dejado de escribirme porque alguien os hubiera dicho que yo no había hecho buen uso de vuestras cartas; y yo sabía que, con excepción de Filippo et Pagolo, yo a nadie las había dado a ver. Me hizo recreer la última vuestra del 23 del pasado mes, donde veo muy contento cuán ordenada y serenamente ejercéis vuestro cargo, y os aconsejo continuar así, porque quien descuida los intereses propios por los ajenos, no sólo sacrifica los suyos, sino que los otros no se lo agradecen. Y ya que la fortuna quiere disponer de cada cosa, es conveniente dejarla hacer, permanecer quieto y no darle importancia, y esperar hasta que deje las cosas a los hombres, y sólo entonces estará bien que le dediquéis más esfuerzo, que vigiléis más las cosas, y que yo parta de mi casa y diga: heme aquí. Por tanto, para corresponder a vuestra gracia, no puedo en esta carta deciros otra cosa más, sino cuál es mi vida, et si consideráis que os conviene trocarla por la vuestra, yo estaré feliz del trueque. Yo me quedo en mi casa y, después de los últimos acontecimientos, no me he quedado, en total, más de veinte días en Florencia. Hasta la fecha me he ido sólo de cacería. Me levantaba antes de la madrugada, y salía con tal manojo de jaulas que me parecía al Geta [referencia a un relato en versos, “Geta e Birria”, difundido en el siglo xv ] cuando regresaba del puerto con los libros de Anfitrión; y mataba de dos a seis tordos. Y así la pasé durante todo septiembre. Al final, este pasatiempo, aunque extraño, terminó aburriéndome. Y os diré cuál es mi vida ahora. Me levanto en la mañana con el sol y me voy a un cierto bosque, que estoy haciendo cortar, y allí me quedo dos horas para revisar las obras del día anterior, y paso el tiempo con los taladores que tiene siempre algún lio entre ellos o con sus vecinos. Y acerca de este bosque tendría que contaros muchas cosas lindas que me han ocurrido con Frosino da Panzano y con otros que querían la leña. Especialmente con Frosino, quien mandó por unas cargas sin avisarme y quien, al pagarme, quería descontarme diez liras, diciendo que yo se las debía desde hacía cuatro años, cuando me había ganado a cricca [un juego de cartas] en casa de Antonio Guicciardini. Yo me enfurecí como endemoniado y quería acusar de ladrón al carretero que había ido por la leña. Tandem, se metió de por medio Giovanni Machiavelli y nos puso de acuerdo. Batista Guicciardini, Filippo Ginori, Tomaso del Bene y otros más, cuando más soplaba las desventuras, me tomaron, cada quien, una carga. Yo, por mi parte, prometí la leña a todos ellos y a otros más, y mandé una carga a Tomaso que, luego, en Florencia, me la contó como la mitad porque la pesaron él, su esposa, sus hijos y su sirvienta, que parecían el Gaburra [carnicero florentino] cuando los jueves, junto con sus mozos,
apalea al buey. De manera que, viendo de quien era la ganancia, resolví decir a los demás que no tenía más leña. Y todos, por supuesto, lo tomaron a mal, especialmente Batista que enumera ésta entre las otras desgracias de Prato. Saliendo del bosque me voy a una fuente y de aquí a un paraje mío. Tengo conmigo un libro, o Dante o Petrarca, o uno de esos poetas menores como Tibulo, Ovidio o semejantes: leo aquellas amorosas pasiones suyas y sus amores, me acuerdo de los míos y gozo un rato de estas remembranzas. Me encamino luego hacia la taberna, hablo con los que pasan, pregunto por las novedades de sus pueblos, oigo varias cosas, y noto los distintos gustos y fantasías de los hombres. Llega, mientras, la hora de la comida, donde con mi familia como de los alimentos que mi pobre casa y el pequeño patrimonio permiten. Después de comer, regreso a la taberna, donde de ordinario están el tabernero, un carnicero, un molinero y dos ladrilleros. Con éstos me abribono todo el día, jugando cricca, triche-tach, y más de las veces se riñe por un centavo, y nuestros gritos se oyen hasta en San Casciano. Así, empecinado entre estos piojos, limpio mi cerebro del moho y desahogo la malignidad de esta suerte mía, esperando que me pisotee, para ver si así no se avergüenza de tanto perseguirme. Llegada la noche, me regreso a la casa y entro en mi estudio; en su umbral me quito esta ropa cotidiana sucia y llena de lodo, y me pongo ropas regias y curiales; así, vestido decentemente, entro a las antiguas cortes de los antiguos hombres donde, por ellos amorosamente recibido, me nutro de aquel alimento que solum es mío, et para el cual he nacido; y donde no me avergüenzo de hablar con ellos y preguntarles sobre la razón de sus acciones; y ellos por su humanidad me contes-
Nicolás Maquiavelo a Francesco Vettori Florencia, 10 de diciembre de 1513 Annunziata Rossi
tan; y durante cuatro horas no siento aburrimiento, olvido todo afán, no temo la pobreza, no me asusta la muerte: todo me trasfiero a ellos. Y ya que Dante dice que no puede haber ciencia si no se retiene lo que se ha entendido, noto lo que de esas conversaciones capitalizo, y he compuesto un opúsculo, De Principatibus [El Príncipe], y ahondo cuanto puedo en mis reflexiones sobre este tema, disputando qué es un principado, de cuántas especies son, cómo se adquieren y cómo se mantienen, y por qué se pierden. Y si alguna vez os ha gustado alguna de mis extravagancias, ésta no debería de desagradaros; y debería de ser bien aceptada por un príncipe, maxime por un príncipe nuevo, y por eso lo dedico a Giuliano de Medici. Filippo Casavecchia lo vio y os podrá informa parcial y totalmente de ello, y de las conversaciones que con él tuve, aunque todavía sigo aumentándolo y repuliéndolo. Quisierais, magnifico embajador, que yo dejara esta vida y fuera con vos a gozar la vuestra. Lo haré seguramente, pero estoy ahora ocupado en ciertos asuntos míos que habré terminado en seis semanas. Lo que me hace dudar es que allí están esos Soderini a los que, estando con vos, me vería obligado a visitar y a hablar con ellos. Me temo que a mi regreso, en lugar de llegar a mi casa, terminaría en el Bargello [prisión de Florencia], porque, aunque este estado tenga grandes fundamentos y ofrezca gran seguridad, tamen es nuevo y, por eso, sospechoso, y no faltan los sabelotodos que, como Pagolo Bertini, son capaces de echar gente a la cárcel y podría ponerme en problemas. Os ruego me aclaréis sobre esta preocupación mía y luego iré en los día dichos a visitaros de todas maneras. Conversé con Filippo acerca de este opúsculo mío, sobre si era conveniente dedicarlo [a Giuliano de Medici] o no, y en el caso de que estuviera bien, si estaba bien que lo entregara yo o lo enviara a vos. Si no lo dedico, dudo que Giuliano lo lea o, en el caso que lo lea, de que Ardinghelli [secretario de León x , hostil a Maquiavelo] se haga pasar como autor de mi última fatiga. A entregarlo me induce la necesidad que me apremia, porque yo me desgasto, y no puedo permanecer así mucho tiempo, sin que la pobreza me vuelva despreciable, aparte del deseo que tengo de que estos señores Medici empiecen a utilizarme, aunque se limitaran a encomendarme hacer rodar un guijarro; si luego no me los ganaría, me dolería conmigo mismo; y si fuera leído este texto, demostraría que los quince años que he dedicado al estudio del arte del Estado, no los he dormido ni jugado; y cualquiera debería apreciar servirse de alguien que, a su servicio estuviera lleno de experiencia. De mi lealtad no debería de dudarse, porque, habiendo yo siempre mantenido mi palabra, no puedo ahora aprender a romperla, y quien ha sido siempre fiel y bueno durante los cuarenta y tres años que ahora tengo, no puede mudar su naturaleza. De la fe y la bondad mías, es testimonio mi pobreza. Desearía pues que me escribáis sobre este asunto lo que os parezca, y a vos me recomiendo. Sis felix •
Die 10 Decembris 1513. Nicolás Maquiavelo en Florencia (Traducción de Annunaziata Rossi)
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