■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 9 de marzo de 2014 ■ Núm. 992 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
G ustavo O garrio
Los permisos de la muerte: la narrativa de la violencia
El narco, entre ficción y realidad, A na P aula P intado Entrevista con F ederico C ampbell Hoover o las dualidades del sabueso, A ugusto I sla
La violencia actual, no sólo en México sino en Latinoamérica y otras regiones del mundo, no puede ser aprehendida cabalmente si no se analizan su uso político y su condición histórica. Así lo entiende Gustavo Ogarrio, y en su
de asombros
bazar L
Hugo Gutiérrez Vega Tomóchic y los milenarismos (i de vi)
In memoriam Raúl Rangel Frías
por varias compañías y por la artillería, derrotó a las mal armadas fuerzas de Consejero, quemó la ciudad y borró
a historia de los milenarismos y de las utopías
la memoria del movimiento milenarista. Euclides da
populares presenta aspectos tanto espirituales
Cunha, periodista y escritor, hizo la crónica del acon
como materiales muy complejos, y requiere de
tecimiento. Basado en ella, Mario Vargas Llosa escribió
un análisis desapasionado que evite las condenacio
La guerra del fin del mundo, novela magistral por mu
nes y no incurra en los excesos de un racionalismo
chos conceptos.
irreductible. En la historia iberoamer icana ha habido
Los milenarismos mexicanos han sido también muy
muchos y muy variados milenarismos. Recuerdo el se
importantes. Recordemos al niño Fidencio, su doc
bastianismo portugués que se ba
trina rudimentaria y prometedora, así co
saba en la desaparición del joven
mo sus facultades curati
y apuesto rey don Sebastián en la
vas. Quedan remanentes de
batalla de Alcazarquibir, durante
la historia de Espinazo y de la
la camp aña de Marruecos. El mo
extraña figura oligofrénica
narca desapareció en el combate
del curandero que influyó so
y nunca se supo nada de su para
bre miles de ciudadanos. En el
dero. Por eso creció en Portugal
México actual siguen vivos
el movimiento sebastianista que
algunos movimientos uto
esperaba el retorno del joven
pistas de carácter pop ular. El
artículo de Ana Paula
monarca, ya que con él se inau
inmenso Santuario de la Luz
Pintado sobre el narco, la
guraría un milenio de paz y de
del Mundo en Guadalajara es
realidad y la ficción. Com-
prosperidad para el imp erio
un ejemplo de la vitalidad de
pletan el número una
portugués. El mismo Fernan
los movimientos populares
entrevista inédita con el
do Pessoa perteneció al mo
de carácter esot érico que, se
recientemente fallecido
vimiento y dejó testimonio de
gún Eliade, se basan en una me
narrador mexicano Federi-
su militancia en varios textos
tafísica contrahecha.
co Campbell, un artículo de
deliciosamente esotéricos. La
La historia de Tomóchic tiene
Augusto Isla sobre la
obsesión milenarista viajó
mucho que ver con la religiosi
lúcido y puntual ensayo aborda los aspectos esenciales de esa realidad violenta, vistos desde el foco de la narrativa cotidianamente empleada para su comprensión y, en ciertos casos, para su ocultamiento. En ese mismo sentido apunta el
película J. Edgar, biografía
con los portugueses a Brasil y ahí se manifestó en el
dad popular y con el pensamiento esotérico. Teresita
del tristemente célebre
movimiento de Antonio Consejero desarrollado a fi
Urrea es una vidente que interviene poderosamente
jefe del FBI, así como un
nes del siglo xix en los sertones del norte del estado de
en el conflicto sociopolítico del pequeño pueblo de
texto de Andrea Tirado
Bahía. Consejero logró reunir a miles de yagunzos y
Tomóchic. Era conocida con el nombre de la Santa de
sobre la teoría corporal y
fundó su precaria ciudad en la región de Canudos. Pre
Cabora y su acción se relacionaba con el Santo Cristo
dancística del filósofo
dicó su doctrina y, de alguna manera, se convirtió en un
de Chopeque y con el apostolado de un anciano viden
francés Jean-Luc Nancy.
nuevo Mesías que anunciaba la llegada del milenio
te llamado Carmen Maria López y Valencia que pronun
feliz. El primer presidente de la República Brasileña, el
ciaba sermones callejeros y pedía limosnas para el
mariscal Floriano Peixoto, decidió combatir a los mile
culto de la Virgen del Refugio •
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
naristas y mandó a su ejército para que sitiara Canudos.
(Continuará.)
El intento fracasó en tres ocasiones hasta que, apoyado
jornadasem@jornada.com.mx
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Portada: En vilo
Collage de Marga Peña Fotos: archivo La Jornada e internet
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauht émoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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Jornada Semanal • Número 992 • 9 de marzo de 2014
Andrea Tirado
Instante bailado, instante vivido No existe un control absoluto sobre el/mi cuerpo. Por lo tanto, con el fin de aprender a contro larlo, en ciertas actividades, como en la danza (especialmente la danza clásica), se crean dispositivos de control sobre el cuerpo. Se le inflige disciplina para do blegarlo, volverlo dócil y obediente. En la danza clásica, la academia se convierte en propie taria (dueña) del cuerpo del bailarín. Para ingresar a la academia se pa sa por un proceso de selección en el que muchos aspirantes son rechazados. Dicho proceso rompe sueños cuando alguien de clara: “¡Tu cuerpo no me sirve!” o; “No tienes el cuerpo”. “Tu” (mi) cuerpo no le sirve al otro. Así, para formarse como profesional, el bailarín entre ga su cuerpo “imperfecto” para que la academia lo perfeccione mediante dispositivos de control: la disciplina. Nace entonces un rechazo a la naturali dad del cuerpo. Dicho rechazo provoca el someti miento ante la mirada de aquél que va a disciplinar. Durante su formación, el cuerpo del bailarín se esforzará hasta conseguir momentos de control: equilibrio, giros, flexibilidad, memoria corporal, etcétera. A través de la disciplina el bailarín alcan zará la “experiencia del logro”. Ésta es “producto de distintas circunstancias que hacen que el cuerpo vaya cediendo” (M. Baz). Es, por lo tanto, resultado de la disciplina y de los mecanismos de poder que se apoderaron del cuerpo. La experiencia del logro hace que la disciplina y con ella cierta violencia in fligida al cuerpo valgan la pena. Experiencia que da sentido, sólo por bailar, por liberarse y ser. Por lo tanto, en el escenario el bailarín se libera, se desnuda, se descubre: es. Así es como el especta dor percibe en él perfección y armonía. El bailarín ya no siente la música, es la música, es el espacio y emite gestos que aceleran su circulación y palpi tación hasta hacerlo entrar en un estado de embriaguez. En el escenario el cuerpo desparece, permanece su registro: el movimiento. Desaparición de la figura, aparición de la forma. Al desaparecer el cuerpo se desvanecen las im perfecciones. Sin embargo, in cluso los momentos de control como la
“
“¡Tu cuerpo no me sirve!” o; “No tienes el cuerpo”. “Tu” (mi) cuerpo no le sirve al otro. Así, para formarse como profesional, el bailarín entrega su cuerpo “imperfecto” para que la academia lo perfeccione. Foto: Lois Greenfield
“
“¡ T
ercera llamada, tercera! ¡Comenzamos!” Se apagan las luces; todo es negro. El telón se levanta lentamente y una luz tenue ilumina el escenario. Aparece entonces una silueta, un cuerpo. Es el bailarín que el público esperaba impacientemente. En él los espectadores perciben perfección, armonía, unión entre danza y música. Cada uno de los movimientos de su cuerpo parecen naturales, como si no costaran ningún esfuerzo. Pero las apariencias engañan. Para que el baila rín alcance la agilidad, la plasticidad llevada hasta la perfección y la armonía, debe resolver un conflic to previo. Así, lo que es invisible al ojo del especta dor es la lucha interna del bailarín. Frente a la es tética se esconde un conflicto interno. El bailarín ha luchado contra su propio cuerpo. Ha tenido que aprender a controlarlo; a doblegarlo, a que haga lo que el esfuerzo estético exige que ejecute con natu ralidad. Esto nos lleva a plantear algunas pregun tas: ¿Qué tanto nos pertenece nuestro cuerpo? ¿Hay que aprender a controlarlo? ¿A dirigirlo? Y entonces, una vez domeñado a la voluntad de la exigencia estética, ¿qué tan legítimo es decir mi cuerpo? En su libro 58 indicios sobre el cuerpo el filósofo francés Jean-Luc Nancy reflexiona sobre el sentido de la pertenencia, propiedad y posesión del cuer po. Nancy cuestiona el sentido de decir: “Esto es mi cuerpo.” Plantea interrogantes sobre el uso de la pala bra mi: ¿A quién hace referencia? ¿Quién es el pro pietario? ¿Cuál es la legitimidad de esa propiedad? Según Nancy, mi indica posesión mas no propiedad. Es decir, yo poseo mi cuerpo, sin embargo, él a su vez me po see. Por lo tanto no me puedo apropiar de él, no soy su dueño [propietario], solamente lo poseo, tanto como él a mí. Mi cuerpo es al mismo tiempo mío en tanto que na cí con él, pero es ajeno a mí porque no lo controlo.
danza misma, son efímeros. Se podría decir que el bailarín aspira hasta cierto punto a algo imposi ble porque nunca logra un dominio absoluto sobre su cuerpo. Un error, una equivocación lo ponen de manifiesto. Recordemos a Nancy: “mi cuerpo tam bién me posee.” En algún momento, por desgaste o debilitamiento, éste no responderá a lo que se le ordena y se hará evidente dicha posesión. Con el tiempo, el bailarín pierde habilidad, equilibrio y flexibilidad. Pero nada de eso importa cuando se baila. El bai larín disfruta aunque se sepa en un debilitamiento paulatino conforme pasa el tiempo. “Se convierte en una oscilación entre un placer efímero –del ins tante bailado– y la agonía, la angustia frente a las posibilidades siempre escurridizas de un cuerpo” (M. Baz). A pesar de todo, el bailarín disfruta, vive, danza y es. Disfruta cada momento: un instante bai lado es un instante vivido •
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E
n la penumbra de su habitación, el hombre abre un pequeño cofre y sustrae el collar de la madre recién fallecida; lo coloca en su cuello y mientras repite, como un mantra, “sé fuer te”, se traviste, se mira en el espejo, tras lo cual cae de rodillas e irrumpe en sollozos. Es j . Edgar Hoo ver, el personaje central de j . Edgar (2011), el relato fílmico de Clint Eastwood, en el que este magistral cineasta aborda un retrato de quien dirigió el fbi (Federal Boureau of Investigation) durante casi medio siglo. A juicio de Anthony Summers, autor de Oficial y Confidencial. La vida secreta de j . Edgar Hoover e inspiración principal de la película de East wood, Hoover “era fruto de una infancia penosa, hijo de un enfermo mental y de una madre domi nante, y su vida adulta se vio afectada por inestabi lidad emocional y confusión sexual. El Hoover que predicaba severos sermones morales a los esta dunidenses en secreto practicaba la homosexuali dad… incluso el travestismo”. Hoover nació en 1895. Gracias a Annie, su ma dre, empeñada en que el hijo se labrara un porvenir que ella imaginaba grandioso, Edgar estudió y se graduó como abogado en la Universidad George Washington en 1916. Era, sin duda, ágil de mente y brillante organizador. Sus servicios, como experto en represión estatal, le vinieron como anillo al de do a un gobierno acosado por una oleada de vio lencia a fines de la segunda década del siglo xx . En Hoover, el gobierno estadunidense encontró al hombre indicado para su combate contra el bolche vismo y los movimientos radicales, así como para la atención al fortalecimiento de la seguridad na cional. A partir del año 1928 en que asumió la di rección de la agencia, el poder de Hoover y su fbi crecieron; los ocho presidentes a quienes sirvió se lo otorgaron a sabiendas del peligro que corrían con un hombre sin escrúpulos, que administraba el fbi con un sentido patrimonialista y abusivo –por ejemplo, el presidente Truman nunca creyó en la amenaza comunista. Como un niño perverso, Hoo ver acumuló una enorme cantidad de información, obtenida por vías legales e ilegales: intervención telefónica, grabaciones ocultas, espionaje. Más allá de los expedientes políticos, la megalomanía de Hoover torció su saber con una indagatoria morbo sa de la vida privada (y sexual) de los personajes, blanco de sus pesquisas, a quienes chantajeaba. Na die escapó de su diabólica voracidad informativa; Eleanor Roosvelt, la vigilada esposa del presiden te Franklin Roosvelt, lo comparó con Himmler,
Hoover
o las dualidad
jefe de la policía secreta de la Alemania nazi. Por ejemplo, de los Kennedy, John y Robert, lo sabía todo: sus relaciones con el crimen organizado, la compra de votos, las infidelidades de John. Por este saberlo todo, no lo pudieron echar como que rían. El asesinato de John fue un alivio para él. Al día siguiente de la tragedia de Dallas –cuyo medio siglo acaba de cumplirse–, acudió jubiloso a apos tar en las carreras de caballos, una de sus adiccio nes, fuente de sus caudales, pues amigo como era del mafioso Frank Costello conocía los resultados de las carreras amañadas. D espués de la gran depresión, Hoover ganó la fama con la captura del secuestrador del pequeño hijo de Charles Lindergh. Se convirtió en un héroe nacional. Pero ese buen nombre mediáticamente consegui do se fue disolviendo cuando poco a poco el tiem po lo develó como un ícono de la corrupción, cuando se supo que, valiéndose de su cargo viajaba en limu sina, jamás pagaba sus cuentas, remodelaba su casa con fondos públicos; cuando se difundieron sus ma nías; cuando las conciencias lúcidas de su país des cubrieron en el puritano un gran farsante; cuando, tras su muerte, liberados ya del temor que infun
“
Como un niño perverso, Hoover acumuló una enorme cantidad de información, obtenida por vías legales e ilegales: intervención telefónica, grabaciones ocultas, espionaje.
“
Augusto Isla
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día su presencia, autoridades psiquiátricas emitieron su diagnóstico: Harold Lief, profe sor emérito de psiquiatría en la Universidad de Pennsylvania, aseveró que “Hoover tenía un trastorno de personalidad […] con rasgos obsesivos diversos. Capté algunos elemen tos paranoicos, suspicacia excesiva y algo de sadismo […] Hoover habría sido un perfec to jerarca nazi”, mientras que el doctor John Money habló del síndrome de j . Edgar Hoover para definir a “aquellos pervertidos que sa crifican a otras personas para exorcizar sus propias exigencias”… A pesar de estos juicios, mucha gente lo siguió admirando. Tal vez el escritor inglés William Hazlitt (1778-1830) nos da la clave para entender el fenómeno. Ante la insolen cia del poder, llegamos a asumir que “se tie ne el derecho a insultar, o a oprimir a los otros... Y nosotros preferimos ser el opresor antes que el oprimido. El amor al poder en nosotros mismos y la admiración del poder en otros son sentimientos naturales del hombre: uno lo convierte en un tirano; el otro, en un esclavo”. E n sus delirios de grandeza, Hoover creyóse merece dor del Premio Nobel de la Paz. No es de extrañar que cuando lo recibió Martin Luther King, Hoover esta llara en colérica envidia. De hecho, Hoover lo había perseguido por todos los rincones; infiltrados en el círculo de sus seguidores, agentes del fbi habían sor prendido al reverendo en circunstancias comprome tedoras; al parecer, King, que no era ningún santo, solía ir al lecho con varias mujeres al mismo tiempo ante la mirada de sus fisgones adeptos, y acaso esa lamentable moral privada le dio pie a Hoover pa ra considerarlo “el más grande embustero del país”. La verdad es que esa insidia se extendía hacía la gen te de piel oscura: Hoover solamente llegó a admitir negros en su agencia como sirvientes. ¡Reluciente paradoja! Pues se sospechaba que sangre morena corría por las venas del famoso policía. C omo ocurre con frecuencia , el vigilante también es vigilado. Así como los expedientes del fbi hooveria
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Leonardo DiCaprio en la película J. Edgar de Clint Eastwood, 2011
no eran un almacén de las humanas flaquezas, sus enemigos, reales o imaginarios, guardaban sec retos del director de la temida agencia. El crimen organi zado, cuya existencia Hoover negaba, era dueño de información incómoda para él. Y acaso fueron sus miembros quienes se encargaron de propagar su ho mosexualidad, aunque ciertamente el rumor acerca de ésta, como todo rumor, es misterioso. No se sabe, a fin de cuentas de dónde viene ni a donde va: es solamente un “se dice” que se expande y gira, una espiral y, como dice Haus-Joaquín Neubauer en su libro Fama, “es el espejo en el que la sociedad contem pla su cara oculta. Y esa imagen provoca sufrimiento,
plantación homofóbica de la madre que le gritaba “prefiero un hijo muerto que un hijo maricón”, en el colmo de la incoherencia, pues lo quería suyo y, al propio tiempo, en brazos de otra mujer. Pen semos entonces que estamos frente a un hombre inseguro y desdichado que, en la imposibilidad de vincularse con una mujer, se declaraba contra rio al voto femenino y enemigo de todo movimien to reivindicativo de género; que para encubrir sus apetencias carnales, dispuso un programa contra los pervertidos; que, para no vivir en su más íntimo ser, descargaba su crueldad en su achacoso com pañero.
es del sabueso
Leonardo DiCaprio en una escena de J. Edgar y John Edgar Hoover en Washington, 1953
un sufrimiento que por lo general terminan pade ciendo los débiles, los excluidos y los indefensos, aunque a veces también aquellos que fueron pode rosos”. En el rumor no hay confirmaciones rotun das, si acaso indicios o testimonios anecdóticos. En el caso de Hoover, no se soslaya su cercanísima y duradera relación con Clyde Tolson, las cartas a Mel vin Purvis –el agente que capturó a John Dillinger, el célebre asaltante de bancos–, el testimonio de la can tante Louisa Stuart que a Edgar y Clyde vio tomados de la mano… Algo de todo este murmurar, Eastwood recoge con suma delicadeza cuando capta a la pare ja apretándose las manos y cuando Edgar le dice a Clyde que había llegado el momento de una señ ora Hoover –ni más ni menos que la bella actriz Dorothy Lamour– … y entonces Clyde, loco de celos, después de reñirle, le planta un apasionado beso en los labios hasta sangrarlos. Y cuando hablo de “suma delicadeza”, quiero de cir que Eastwood no pretende denostarlo, sino com prenderlo en su doliente incapacidad emocional, la de un hombre atrapado entre su ambición y un entorno puritano y machista representado en la im
E nfermo C lyde , H oover , solo y su alma, fatigado de sus absurdas empresas, se hundió en la melan colía, sin que, por ello, renunciara al cargo en el que sostuvo hasta su súbita muerte en 1972, bajo la administración de un Richard Nixon trémulo de miedo por lo que de él pudiera saber el inamo vible Edgar. A nthony S ummers nos describe así el desenlace de aquella carrera sórdida: “Al mediodía, hora de Wash ington, del día en que murió Edgar, la bandera de las barras y las estrellas se bajó a media asta en los edi ficios de gobierno estadunidense, las instalaciones militares y los buques de la armada en todas partes del mundo. El presidente Nixon, libre por fin del pro blema Hoover, estaba distrayendo a la nación con un despliegue de dolor público.” Muchos agentes cele braron con champagne la muerte de su autoritario jefe, mientras el mundo oficial desgranó elogios y lamentaciones. El duelo retórico de Nixon da asco: Edgar había sido “símbolo y encarnación de los va lores que más apreciaba: la valentía, el patriotismo, la entrega a su país y una honradez y una integridad
duras como el granito”. Esta explosión de emociones antagónicas suele presentarse con motivo del deceso de personajes controvertidos: la muerte reciente de Ariel Sharon suscitó reacciones contrarias: para los israelíes fue un héroe nacional, para los palestinos, un carnicero. C uando murió la actriz Joan Crawford, alguien le preguntó a Bette Davis, su rival en la vida y también en el cine –recordamos que eran hermanas enemigas en ¿Qué pasó con Baby Jane?–, “¿qué piensa usted de la muerte de Crawford?”, a lo que la genial Davis respondió: “Dicen que está mal hablar de los muertos, pero qué bien que se murió.” Creo que miles de esta dunidenses habrían podido pronunciar las mismas palabras cuando Hoover murió, pues con la desapa rición de éste también desaparecieron miles de regis tros intimidantes. A A lexis de T ocqueville le inquietaba la posibilidad de que un día la democracia estadunidense dege nerara en dictadura. Esto no ha ocurrido, pero sí otras amenazas a la vida democrática, como el de bilitamiento de las libertades civiles. Hombres co mo Edgar Hoover o Joseph MacCarthy –el patético senador que perseguía fantasmas comunistas y con quien se alió Hoover– han contribuido a enturbiar un régimen político que en su esencia se erige como igualitario y racionalista. No se trata ya de detrac tores doctrinarios de la democracia como lo fueron en la Francia postrevolucionaria católicos reaccio narios como Maistre o Bonald, o bien en Estado Uni dos los puritanos que se ostentaban como “ele gidos de Dios” y se oponían a la democracia como la más despreciable de las formas de gobierno, sino de fanáticos que, en nombre de ella, arrastran a muchos ciudadanos de buena voluntad hacia causas que son menos producto de la realidad his tórica que de sus obsesiones; causas que inventan villanos –radicales, comunistas…– para afirmarse en la vida pública y sin los cuales no existirían. Esos fanáticos apuntan, certeros, a las debilidades de sus pueblos. Y, sin duda, una debilidad del pue blo estadunidense es que no ha logrado, entre otras cosas, secularizar del todo su Estado democrático. De ahí, la prosperidad política de un Hoover, cuya agencia policíaca Norman Mailer calificaba como “una iglesia ritualista y atrabiliaria de los me diocres”. L a democracia de cada país vive sus limitaciones y contradicciones; en suma, su tragedia. Quienes piensan que la tragedia es privativa de México e idealizan la democracia de nuestros vecinos olvi dan que ésta ha estado emponzoñada por la escla vitud, la matanza de los indios, los resabios teo cráticos, el racismo y, por ende, la recurrente traición al igualitarismo de un Jefferson que, dicho sea de paso, no pensaba tanto en la libertad uni versal del ciudadano como en la de la clase terrate niente. En este sentido, Hoover ha sido uno de tan tos contribuyentes a que, como dice Carlo Galli, “la igualdad se transforme en conformismo, la neutra lización, en apatía, y que los derechos degeneren en una tolerancia universal de consecuencias despoli tizantes o se truequen en privilegios y pretensiones, las libertades se conviertan en servidumbre volun taria, el pluralismo político y social constituya una mera fachada, y el logos político decaiga en char latanería” •
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La
Jornada Semanal • Número 992 • 9 de marzo de 2014
literatura,
Federico Campbell en octubre de 2001. Foto: David Hernández/ archivo La Jornada
Cuando el escritor mexicano Federico
Campbell (1941-2014) fue galardonado
con la beca j . s . Guggenheim en 1995, tuve
la oportunidad de entrevistarlo en un
restaurante de la Zona Rosa, cerca de la
casa donde vivía entonces. Al rescatar el material inédito de aquella larga charla,
me percaté de que sus ideas sobre la
política mexicana siguen aún vigentes (en
aquel tiempo aún estaba en poder el
Partido de la Revolución Institucional,
cinco años después lo sucedería el Partido
de Acción Nacional). En su obra narrativa, como Pretexta, o en sus ensayos y reportajes periodísticos, Campbell ya
había revelado la corrupción de los
gobernadores y funcionarios políticos, la
impunidad en el sistema judicial, el
avance del crimen organizado y la complicidad del gobierno con el narcotráfico.
Ahora que ha vuelto el pri a la Presidencia, las cosas no han cambiado respecto a la situación social, económica y política
del país, tal como lo había anunciado antes
el escritor tijuanense.
entrevista con Federico Campbell Javier Galindo Ulloa
-¿C
on la beca Guggenheim aspira a ser reconocido como escritor en México?
‒No, porque la fama de un escritor en México es privada, por decirlo paradóji camente. Vivimos en un país donde menos se lee. Los mexicanos en general no leen, mucho menos libros. Nuestro país tiene noventa millones de ha bitantes y resulta que una edición de una novela no tiene un tiraje de más de tres mil ejemplares. Usted hace cola en un banco durante una hora, de cuaren ta personas, y resulta que nadie, absolutamente ninguna persona está leyendo. Están haciendo na da. En el Metro o en un microbús poca gente lee; leerá el periódico pero no libros. Sentirse uno céle bre en un país como México es un tanto pueril, es no estar percibiendo la realidad objetiva. Aquí es fa moso un futbolista, un boxeador o un pitcher; igual puede ocurrir en otro país. Hay estadunidenses que no saben quién es Paul Auster, pero sí Michael Jor dan. La beca Guggenheim es un galardón al que cualquier escritor latinoamericano aspira porque es una prenda de prestigio. Es algo que si está en nues tro currículum no nos hace daño, al contrario nos abre las puertas hacia el circuito de las conferencias remuneradas. En países distintos a México se pien sa que la conferencia que da un escritor es un traba jo que debe ser remunerado. En cambio aquí, no se piensa así, porque no es considerado como un tra bajo. Las empresas, las universidades y centros de
cultura quieren que los escritores no cobren por dar una conferencia. Pero en los países civiliza dos se cree que esta actividad es una preparación de muchos años que merece una remuneración. La Guggenheim nos mete en el circuito de las conferen cias remuneradas en las universidades estaduni denses. Eso está bien para el que tenga vocación de conferencista. Pero yo no la poseo, ni me gusta ha cerlo ni lo disfruto; por eso yo no soy profesor; no tengo la paciencia ni la soberbia del santo para dar clase. Es un apoyo material la beca, que me permite comprar tiempo. Para mí es maravilloso porque a mí no me gusta tener una larga jornada laboral. Tra bajé muy a mi pesar en la revista Proceso durante once años. Entonces una beca me va de maravilla para estar en el ocio absoluto, en el café, paseando y viajando. Lo que me gusta a mí es irme de pesca a los lagos de Baja California, en Ensenada. Me gus taría pasar la vida pescando sin el deber de trabajar. –¿Por qué le rehúye al trabajo?
‒Porque el trabajo que yo tenía no era placente ro; tenía la necesidad de ganar dinero para comer. Lo hacía por obligación, no por placer. Claro, es lo que Marx llama el trabajo enajenado, porque todo hom bre tiene derecho a aspirar a una labor que lo haga feliz. Realmente la vida mejor realizada es aquélla en la que uno vive del oficio que le guste. Porque ni la literatura ni la escritura son una profesión, son algo
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voz interrogada
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“
una percepción del mundo –Ahora hay escritores que se dedican a colaborar en la televisión…
‒Sí, es como Juan José Arreola, que cobraba por hablar. Fue un gran conversador y de pronto alguien se le acerca y le dice que le vamos a pagar por hablar. Entonces se lo llevan a la televisión para que hable detrás de la pantalla. No tuvo mucho éxito televisi vo, porque este medio conspira contra la palabra ha blada y escrita, contra la cultura gráfica, contra el libro y la poesía. Por muy bien que hable un Juan José Arreo la o un Octavio Paz, son cosas que el público no con cebirá bien. Porque la palabra en la televisión es otra cosa distinta a la palabra escrita en los libros, al len guaje que experimenta el lector. A veces en la televi sión es elocuente un silencio y corrompe las palabras. La televisión es muy estridente, muy gritona y voci ferante. No es un medio apto para la palabra poética.
–¿Cuál sería el papel de la literatura en la sociedad?
‒La literatura es una forma de relacionarse con los demás, porque es algo que incorporamos a nuestra vida cotidiana. No es arte que esté en las librerías o bibliotecas, sino es algo vivo que está en nuestra vida cotidiana, en el trato con nuestros amigos, hijos, y en nuestras amantes. Es lo que nos permite expresarnos y articular el mundo, volver simple lo complejo, cla ro lo que es oscuro, en fin. Es una manera de organi zar la expresión y nuestra percepción del mundo. Cada quien lo manifiesta desde su subjetividad. Nosotros los escritores, como cualquier ser humano, hablamos desde nuestro yo, desde nuestra identidad personal, de lo que hemos construido poco a poco. Desde ese yo expresamos, gracias a la literatura, nuestra percepción del mundo, que puede estar muy pigmentado por nuestro modo de ser, por nuestro temperamento y por nuestra experiencia previa. Y eso le da a cada escritor una peculiaridad que lo distingue de los demás hombres. Le da su individua lidad. Porque ahí está su estilo personal.
–¿Qué opina del sistema político del pri ?
‒Lo veo en picada, en barrena, como la caída de un avión. El poder presidencial se está disolviendo, y camina hacia su segura extinción. Es un sistema ya demasiado desgastado y muy abusivo a la vez. Sus abusos se parecen a los de una dictadura; por ejemplo, una de las cosas ofensivas del sistema presidencialis ta en México es la de la administración de la justicia. Nosotros vivimos en un país donde todos los días se tortura a la gente y en donde todos los días se mete a la gente inocente en las cárceles. En estos momentos que estamos hablando calculo que se estará torturan do a veinte personas en todo el territorio nacional. Nosotros no tenemos una policía científica sino tor
turadora. La administración de la justicia está a car go del Ejecutivo, porque él se mete en terrenos que son propios de los jueces, invade el terreno del Poder Judicial, sobre todo en los estados de provincia. Los procuradores y las policías son el brazo armado del gobernador que ejerce la justicia a voluntad. Va a la cárcel o no va el que él quiera. Esa es la gran corrup ción del sistema político mexicano, no hay una sepa ración entre los órganos que administran la justicia y el Poder Ejecutivo. La corrupción a lo largo de los años se volvió en el sistema presidencialista de Estado. No nos impresiona tanto por su profusión, por el hecho de que esté en todas partes, sino que nos produce gran asombro por su dimensión; es decir, por la dimensión con que se enriquecen los políticos mexicanos. Un presidente mexicano al terminar la gestión entra a formar parte de los hombres más ricos del mundo. México es un país saqueado, es como un pueblo tomado por un grupo de cuatreros. Es como la película de Río Bravo, de John Ford: un grupo de facinerosos toma un pueblo y se apodera del banco, del telégrafo y del bar. México es un país tomado por un grupo de cuatreros que está organizado a través del pri y ha saqueado al país. Los gastos de la cam paña de Roberto Madrazo en Tabasco son realmente inconcebibles. Los dó lares colombianos han estado en estas misteriosas campañas y nadie sabe quién las finan cia. Madrazo gastó más di nero que Bill Clinton en su campaña presidencial. La cantidad de dinero que ro ban los gobernadores y se cretarios de Estado es im presionante, no se puede creer el lujo en el que vi ven. Después de haber sido gobernador de Chia pas o gerente de la Co nasupo o embajador, re sulta que es un hombre millonario en dólares, por el mero hecho de haber si do político. Podemos enten der que un gobernador estuvo robando el dinero que le mandaba el gobierno federal. Pero resulta que la cantidad de dinero que llega a acu mular en propiedad y acciones en las empresas es inmensa. ¿Por qué el señor Emilio Martínez Manautou maneja cuentas de cien millones de dólares en un banco de las Islas Cai mán? Este país sería otra cosa si no fue ra saqueado. En los años setenta había Foto: archivo La Jornada
Realmente la vida mejor
“
que haces por alegría, por placer, que tarde o tempra no puede ser remunerado.
realizada es aquélla en la que uno vive del oficio que le guste.
un gobernador del noroeste que decía que una gu bernatura dejaba por lo menos cien millones de dó lares, por muy chiquita que fuera o más pobre; ima gínate lo que deja una gubernatura tan grande como Baja California o Nuevo León o Veracruz, los estados más ricos. Es inconmensurable. Entonces, México es un país saqueado por un grupo de bandidos que ya llevan varias generaciones en el po der, y prácticamente ha quebrado al país. Eso gracias al sistema presidencialista del partido de Estado; es un sistema para des pojar al país de sus riquezas. Ha habido mucho abuso y desamor por Mé xico, y una falta de respeto al pueblo mexicano. Estamos vi viendo ahora la agonía del dinosaurio, que se le está acabando la película. Al mismo tiempo hay una re composición civil de la sociedad mexicana. Hay más sociedad civil ahora que hace quince años, porque es la parte cons ciente de la sociedad. El resto de la población ha sido corrompida por el sis tema priísta, que la vino a corromper. Este régimen es un modo de vida, consiste en ganar dinero sin trabajar, enton ces esto es muy seductor para una buena parte de la población que está desempleada y no tiene qué comer. Si un señor llega y te regala un litro de le che todos los días mientras llegan las elecciones, tú te dejas y votas por él. Como decía Jorge Ibargüengoitia, que nosotros tenemos un sistema de un partido de Esta do; es cierto, pero también tenemos un sec tor de la población mexicana que es parte de esa corrupción porque se deja corromper y permite esas travesuras del sistema •
U
Gustavo Ogarrio
no de los cuentos clásicos de la literatura mexicana del siglo xx , como “La muerte tiene permiso”, de Edmundo Valadés, puede ayu darnos a reflexionar sobre ciertos núcleos problemáticos de la violencia que hoy se vive y se narra en México. Es un cuento de una actualidad im placable por su simbolización básica; parece un tex to sobre la violencia campesina de una comunidad que se anticipa a la petición de “solicitar justicia” por su propia mano y permiso para matar a su presi dente municipal. Sacramento, el personaje que habla “por los de San Juan de las Manzanas”, enumera esa otra violen cia persistente y límite por parte de la instituciona lidad del Estado: el despojo de tierras, la extorsión, el asesinato de un muchacho que le reclama esa im punidad al presidente municipal, el cierre de un canal que abastecía las siembras de los campesinos, el “ro bo” y la violación de dos muchachas. La petición de muerte y de justicia se lleva a cabo en una asamblea entre campesinos, ingenieros que ríen en el estrado y la figura de otro presidente de mayor jerarquía y con ciertos residuos de su origen también campesino; entre sociedad rural y autoridades. Si bien el cuento puede leerse como el conflicto entre dos sentidos de la justicia, la campesina o “primitiva” que emerge ante la violencia de Estado, y la justicia pervertida o ausente de las instituciones, también se puede com prender como una narración sobre los efectos de una violencia fundacional: la de la sociedad política con tra una comunidad. Ya decía Gramsci que la discu sión política más importante era sin duda la de “los límites de la actividad del Estado”. Y cuando el Es tado se vuelve el agente o el cómplice de la agresión persistente contra la sociedad pone a prueba uno de sus límites y su propia legitimidad. En el cuento de Valadés también se contraponen la legalidad y la legitimidad tanto de una comunidad campesina como del Estado. Quizás lo más asombroso del cuento no es sólo que ese acto de justicia campesina ya se haya consumado cuando es solicitado: la justicia “primitiva” cae en la incertidumbre de que efectiva mente ese acto haya representado a la justicia misma. El cuento de Edmundo Valadés condensa al inicio, de manera un tanto paródica, el habla de los ingenie ros; más que ejemplificar el “realismo” de un tono dialogante que comenzaba a ser hegemónico en la cultura política del nacionalismo revolucionario de los años cincuenta del siglo xx , concentra deliberada e irónicamente los prejuicios más evi
Los permis
dentes de esta clase que empezaba también a tecni ficar la política de Estado: Sobre el estrado, los ingenieros conversan, ríen. Se gol pean unos a otros con bromas excesivas… El tema de su charla son ahora esos hombres, ejidatarios congregados en una asamblea y que están ahí abajo, frente a ellos. –Sí, debemos redimirlos. Hay que incorporarlos a nuestra civilización, limpiándolos por fuera y enseñán dolos a ser sucios por dentro… –Es usted un escéptico, ingeniero. Además, pone usted en tela de juicio nuestros esfuerzos, los de la Re volución. –¡Bah! Todo es inútil. Estos jijos son irredimibles. Están podridos en alcohol, en ignorancia. De nada ha servido repartirles tierras. –Usted es un superficial, un derrotista, compañero. Nosotros tenemos la culpa. Les hemos dado las tierras, ¿y qué? Estamos ya muy satisfechos. Y el crédito, los abonos, una nueva técnica agrícola, maquinaria, ¿van a inventar ellos todo eso?
¿El sentido del “permiso” para ajusticiar al presiden te municipal de San Juan de las Manzanas es sola mente el que solicitan los campesinos en la asamblea o podemos entender que la violencia que ejerce el mismo presidente municipal contra el pueblo es par te de una permisibilidad implícita en el sentido po lítico del cuento? No encontramos en el texto de Va ladés un aprendizaje directo de la experiencia de la violencia, esa violencia está expresada artísticamen te de manera sutil e indirecta; más bien, el texto sirve para pensar los límites enfrentados de la justicia y esa tensión entre lo legal que puede ser ilegítimo (la violencia, el despojo, la corrupción y la arbitrariedad del presidente municipal), así como la tensión que genera la posible legitimidad de un acto de justicia campesina y su búsqueda de legalidad.
Narración y límites de la violencia actual: Michoacán, la tensión entre legitimidad y legalidad ¿Desde qué perspectivas es posible volver sobre la manera en que se narra la violencia contemporá nea en México y en algunas otras regiones de Amé rica Latina? ¿Cuál podría ser un punto de partida pertinente para comprender la violencia actual sin sacrificar el análisis de su uso político o de su condi ción histórica? ¿Cuál es el núcleo de ese conflicto que genera la justicia pervertida o la ausencia misma del ritual de justicia en las instituciones? Si la violencia en México es el fenómeno persistente, histórico, que acosa a la socie dad ahora desde una crueldad y deshu manización inéditas, también obliga a comprenderla desde esta persistencia transformada ya en su carácter plena mente corporativo, el llamado crimen organizado. Esta violencia todavía es insuficientemente comprendida des de su raíz capitalista, material o de lo que antes se expresaba como la tenencia de la tierra y, ahora, la conservación de la vida. La violencia es actualmente el
exterminio entre azaroso y regionalizado inmune a los reclamos de justicia en su sentido básico, en gran medida expresa la fase de mercantilización del dolor, de la angustia y de la muerte. El “exceso” de barbarie de la violencia actual y que vuelve corporativa el crimen organizado es, al mismo tiempo, la consecuencia inesperada de la vio lencia que se globaliza por el lado de la renta del ca pital del poder del narco; la empresa del crimen se diversifica y también se diversifican los métodos del homicidio. Sin embargo, esta violencia no sólo ilegí tima sino abiertamente ilegal es, por omisión o com plicidad del Estado, normalizada por la impunidad del aparato de justicia estatal y por sus implicaciones políticas. El Estado literalmente desarma su capa cidad jurídica de garantizar la seguridad de la socie dad y de contener la barbarie, con ello se suma como responsable al cuadro dantesco que produce nuestra época. Cualquier narrativa sobre la violencia con temporánea no puede pasar de largo ante su figura más importante: esta violencia pone al límite la de finición, los alcances y el movimiento del Estado. La violencia también distribuye de otra manera el poder político y ha obligado al Estado mexicano a imponer una estrategia que paradójicamente deja intocadas las razones profundas y estructurales de la violencia. Lo que está en juego para el poder polí tico que posibilita y hereda la fallida transición a la democracia en México es nada más y nada menos que su legitimidad misma como representación popular vista desde la estridencia del espectáculo de la polí tica. La violencia actual genera una incapacidad de la clase política para nombrar la barbarie de la época, esa risa neoliberal de los “ingenieros” o los nuevos técnicos del Estado en los estrados en los que se di vulgan las bondades de la civilización neoliberal. Además, en México asistimos al autismo de la clase política de la restauración neoliberal que decide en cerrarse a piedra y spot en la repetición exhaustiva de un lenguaje anacrónico que configura también la esquizofrenia de un país paralelo: la narrativa del Estado se articula entre un lenguaje tecnocrático, que privilegia la eficiencia del capital y de la mercanti lización de toda la vida pública, indiscriminada mente mediática, pero que en momentos de crisis refuncionaliza el lenguaje populista de las “inversio nes” para rescatar estados o regiones, como ocurrió en Ciudad Juárez, en Tamaulipas y ahora en Michoa cán a propósito de la “estrategia integral” del gobierno de Peña Nieto ante la irrupción de las autodefensas: un simulacro de la narrativa del Estado benefactor con estrategias abiertamente neoliberales. El Estado mexicano, en su fase neoliberal, res ponde con la militarización en el sexenio de Felipe Calderón y con un agresivo ciclo de reformas en la era de Enrique Peña Nieto, ambos se desentienden del círculo global de la violencia y de su propia res ponsabilidad como Estado. Se focalizan programas sociales, se anuncian espectaculares acciones de “rescate” social de regiones asoladas por la violen cia sistemática y al mismo tiempo se normaliza la incursión militar, que también regulariza la incapa cidad del Estado para revertir la acumulación his tórica de condiciones, omisiones y corrupción que llevan a la explosión de la violencia actual. En uno de sus sentidos últimos, la violencia no es únicamente el
9 de marzo de 2014 • Número 992 • Jornada Semanal
isos de la muerte: ejercicio letal y de exterminio contra la sociedad, es también la triste articulación de fallidas estrategias de “desarrollo”, el triunfo siempre precario del neo liberalismo y su efecto en el desmontaje de la capa cidad jurídica del Estado para impartir justicia. El Estado mexicano no puede elaborar una respuesta moral y verosímil ante la violencia porque el rasgo ideológico que lo define actualmente lo hace impo sible: el neoliberalismo reformista tiene que seguir invencible y jamás la violencia en sus últimos ciclos le obliga a sospechar que toda esta ilegitimidad de barbarie tiene alguna conexión con el modelo de de predación económica actual ni con el fracaso de la transición a la democracia en México. ¿Tiene que ver la situación actual en Tierra Calien te, Michoacán, con el ciclo anterior de violencia en el que el Estado simplemente se desentendió de todo el dolor y la impunidad en la que todavía perma necen las miles de muertes y desapariciones en la “guerra” unilateral contra el crimen organizado im puesta por Felipe Calderón y relanzada por el gobier no de Enrique Peña Nieto? Solamente con su presencia, las autodefensas de Tierra Caliente simbolizan las alternativas y los nu dos de la violencia que se hacen transparentes me diante su multiplicación en todo el país: la posibi lidad de una “rebelión de las víctimas”, quizás ya no bajo esa representación postrevolucionaria de justi cia por mano propia, tal y como se expresa en el cuen to de Edmundo Valadés; la respuesta defensiva de los propietarios de la tierra, desde los pequeños y medianos hasta las oligarquías locales y sus guar dias, con el riesgo permanente de que esta defensa se
Dos ejemplos de tuiteros de la que debería ser la verdadera portada de la revista Time publicada recientemente
la narrativa de la violencia
Foto: Marco Peláez Carlos/ archivo La Jornada
El Ejército mexicano en Michoacán . Foto: Carlos Ramos Mamahua/ archivo La Jornada
transforme en paramilitarismo; la posibilidad de que el Estado mexicano esté impulsando una estrategia perversa de “limpiar” el crimen organizado con un “brazo armado” aparentemente civil; la compulsión del Estado por asimilar las respuesta de autodefen sa de la sociedad sin sacrificar el modelo económico neoliberal ni el uso estratégico y autoritario de la fa llida transición a la democracia.
El ataque velado contra el poeta: la des-historización política de la violencia No es un tema menor la simplificación actual de la violencia. Voy a tomar como ejemplo un texto del crítico literario Christopher Domínguez Michael so bre el poeta Juan Gelman: “Juan Gelman, la otra his toria” (http://www.letraslibres.com/blogs/frag mentos/juan-gelman-la-otra-historia). El texto es en realidad la preparación de una acometida política contra una supuesta condición de “inatacable e ina bordable” en relación a la militancia de Gelman en la guerrilla de Montoneros en Argentina al formarse la resistencia peronista, durante los años sesenta y setenta del siglo xx . Domínguez Michael utiliza una carta de Óscar del Barco, filósofo que le pide a Gel man “su contrición” e “ir por la verdad hasta sus úl timas consecuencias” como integrantes de Monto neros para “confesar” sus “crímenes y pedir per dón”, esto para quitarle toda la densidad histórica a esa “otra historia” sobre Gelman y colocar en un pla no absolutamente difuso la discusión política más importante sobre el asunto, quizás el punto de par tida para reconstruir la memoria reciente en su di mensión política y ética: los límites del Estado ar gentino en su condición de poder de exterminio y desaparición, una forma de poder que no comienza precisamente con el golpe de Estado de 1976 y que más bien es una continuidad, al menos desde el gol pe de Estado contra Hipólito Yrigoyen de 1930. ¿Desde qué perspectiva es posible abordar estas cuestiones tan cerradamente problemática de vio lencia y memoria sin caer en la reducción expiatoria que Domínguez Michael le pide post-morten a la figu ra política del poeta Juan Gelman? Una de las revi siones críticas sobre la actuación de las guerrillas durante la década de los setenta y, en particular, en
relación a Montoneros, ha sido la que enuncia Estela Schindel en su libro La desaparición a diario. Sociedad, prensa y dictadura (1975-1978): “La cultura de la muer te había impregnado también a las agrupaciones de izquierda”; jerarquías y castigos al disenso, la supre macía de lo militar sobre lo político, fueron elemen tos que se instalaron en las respuestas organizadas a la violencia sistemática y fundacional del Estado argentino. Sin embargo, afirma Schindel, esto “no implica adjudicarle a la historia argentina un ‘des tino’ fratricida o asignarle un origen metafísico o esencial a las prácticas de violencia”, mucho menos la exigencia de un acto de contrición que moraliza la historia sin el análisis y el debate que el mismo Do mínguez Michael reclama. Sobre esta reconstrucción del pasado reciente en Argentina, Ricardo Piglia afirmó en una entrevista (“La literatura nos permite discutir cuestiones polí ticas”, Pagina 12, Silvina Friera, 4 de agosto de 2013): “Yo estoy muy enojado con la mirada moralizada que se hace de las experiencias de militancia. Eran deci siones que no se tomaban por comodidad ni ventaja personal, aunque estuvieran llenas de errores polí ticos. Un escritor no puede dejar de ver ahí un mo mento muy interesante de la experiencia. La me moria se nos ha convertido –y eso es mérito de las Madres (de Plaza de Mayo)– en una recomposición de la verdad de esa situación. Y sobre todo de la ver dad del elemento doloroso y atroz del terrorismo de Estado. Yo estoy defendiendo un poco la nostalgia; por eso la cita del poema de Edgar Bayley: ‘Es infinita esta riqueza abandonada’. Junto a la tensión entre memoria y olvido, tenemos que empezar a poner al go que llamo nostalgia, porque me gusta mucho Fitz gerald y esa idea de qué bien que estuvo aquello en aquel momento. Lo llamo nostalgia porque es una palabra que no tiene prestigio. Ver el pasado como algo que tuvo cuestiones valiosas. No solamente co mo aquello que debemos mantener vivo, porque hay un dolor que no podemos permitir que se olvide, que es una cosa tan legítima, ¿no?” Cuando la figura del Estado desaparece del aná lisis o de la narrativa sobre la violencia, inevitable mente perdemos el objeto central a partir del cual tiene sentido reflexionar y debatir sobre los límites, la permisibilidad y las posibilidades de la violencia contemporánea •
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leer Material del deseo. Antología poética, José Manuel Caballero Bonald, La Otra/Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2013.
Con una Introducción escrita por Juan Carlos Abril arranca esta antología del poeta jerezano que, en 2012, fue reconocido con el Premio Cervantes de Literatura, no obstante lo cual su obra, al menos en este México tantas veces y en tantos asuntos tan desa‑ visado, es bastante menos conocida de lo que debería, y no a juzgar por aquel o por los muchos otros premios que Caballero Bonald ha recogido a lo largo de una trayectoria poética que ya rebasa las seis décadas, sino por la calidad evidente, la calidez palpable y la tremenda originalidad de su poesía. “Icono de la poética barroca hispánica del siglo xx”, como lo define el prologuis‑ ta, del autor se publican aquí “sus textos más representativos, emblemáticos o célebres”. Queda para el lector la tarea gozosa de aproximar los ojos a ésta, una de las voces poéticas contemporáneas más relevantes •
Poetas catalanes, Jordi Villaronga (prólogo, selección y traducción), La Otra/Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2013.
Lo dice el propio autor de la antología: [gracias a este volumen] “el lector podrá conocer nuevos nombres y acercarse a la última poesía que están escribiendo hoy en catalán algunos de los poetas con una obra premiada y contrastada por la crítica”, y en el prólogo aclara que la naturaleza de este trabajo, de muy largo alcance tratándose de una lengua y de una poesía tan ricas como las catalanas, debe sus principales rasgos a la conveniencia de actualizar lo que en nuestras tierras, desde hace años ya, se conocía de la labor poética en catalán, agrupada bajo el título Sol de sal. Puesto que “los poetas [catalanes] clásicos del siglo xx ya estaban muy muy bien traducidos”, afirma Villaronga, lo que se imponía era mostrar el rostro más re‑ ciente de una labor literaria colectiva que, como consta en los textos de los veinte poetas aquí reunidos, jamás ha sabido ni ha de aprender a estarse quieta •
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Genealogía de la soberbia intelectual, Enrique Serna, Taurus, México, 2013.
E
La historia de mis dientes, Valeria Luiselli, Sexto Piso, México, 2013.
INTELECTUALIDAD Y SOBERBIA
LOS DIENTES DE CARRETERA
ORLANDO LIMA ROCHA
JOAQUÍN GUILLÉN
n el Brasil de 1928 se publicaba un “Manifiesto antropófago” que iniciaba con esta aseveración: “Sólo la antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente.” Antropofagia cultural cuya producción intelectual, en un contrasentido muchas veces indeseable para algunos, se aísla hasta aldeanizarse y considerarse así élites culturales de espíritu aristocrático cuya única riqueza parece estar en sus ideas que guardan celosamente del público. Efectivamente, como dice Enrique Serna en este, su más reciente y provocativo libro (el autor se muestra consciente de ello desde su introducción a la obra), “sólo el mundillo artístico y literario ha creado un refugio para la ineptitud esforzada, en el que se califica la voluntad y no la obra”. Este diagnóstico está presente en cada uno de esos “mundillos” que examina Serna: del arte, la literatura, la historia de las religiones, etcétera. Quizá no sea casualidad que su libro termine con la filosofía como una “pesadilla de la razón” y sean filósofos como Heidegger o Nietzsche sus representaciones de una muerte del espíritu intuitivo y del sentimiento comunitario. Genealogías como éstas son las que Enrique Serna, célebre escritor mexicano de distintos géneros literarios, presenta en este ensayo, sin duda provocador, donde explora el mundo de las letras y se juega tiempo a tiempo, hoja tras hoja, en el filo de la serpiente que se muerde la cola. Actitudes, géneros escriturales, corrientes de pensamiento, técnicas y personajes de distintos lares, especialmente el mexicano, son motivo de un agudo análisis crítico que, como un “Sabotaje interno” (uno de los ensayos que integran el libro), asedia constantemente la “dictadura del gusto” de diferentes estetas del “canon del intelecto”. Producto de una “Ciencia sin caridad” desde una muralla libresca o pretendidamente culta para conservar un coto de poder con insospechados fines, Serna explora y reconstruye diferentes campos, actores y escenarios donde la soberbia intelectual se ha producido sin cesar: de los “andrajosos” y los “dandys”, de los “pedantes” y “esnobs” a los “educadores soberanos” o de las obras “doctas” a las “contraculturales”. No se trata únicamente de ciudades letradas, aunque sus resonancias sean latentes, sino también de sujetos que se sujetan por el poder que les da la escritura y su voluntad de estilo muchas veces sobrecalificado encima de sus obras mismas. Uno de los puntos neurálgicos de Genealogía de la soberbia intelectual es la sugerencia de producción de ella como una artesanía, pues “el oficio artesanal consistía precisamente en lograr la mayor apariencia de naturalidad”. De allí la necesidad de dimensionar públicamente el quehacer intelectual como un modo de producción que se retroalimente de la (auto)crítica y pueda entrar en el ágora del debate para formar personas y no rebaños, no reproducir más “civilizados”/“bárbaros”. Con todo, hay que arriesgarse para develar estas artesanías intelectuales en sus artificios desde una fuente artística, fuente que compagina “el estilo del artista y la marca del obrero” para poder incidir en la opinión pública con responsabilidad plena. Una tarea antropofágica que quizá deje sobre la mesa la cuestión de saber si, ya que se ha podido hablar de una “soberbia intelectual”, ¿es posible –y en qué medida– hablar de una “soberbia no intelectual”? •
L
eer a Valeria Luiselli es uno de esos placeres en los que todos deberían participar. Ya sus Papeles falsos demostraron un ojo que se maravilla por la cotidianidad, una mano que escribe siempre desde la memoria y el afecto. Sumamente intertextual (e hipertextual en Los ingrávidos), con dominio juguetón de la palabra y una imaginación iluminadora, Luiselli es de esas autoras que nacieron para contar historias. La historia de mis dientes sigue una línea que la narradora ha construido a lo largo de su corta trayectoria. La trama es brillante por su sencillez: Gustavo Sánchez Sánchez (Carretera, como le dicen de cariño, sabe imitar a Janis Joplin, parar un huevo de gallina en una mesa y contar hasta el ocho en japonés) se dedica al arte de subastar objetos. Empieza la narración con su nacimiento y, apenas un par de páginas después, vemos al personaje casado, en la paternidad, en un trabajo que no lo lleva a nada y con ganas de crecer. Aquí es cuando escucha que hay forma de crecer en la vida a través del arte de la subastas. Y lo hace: deja a su esposa y a su hijo, se casa de nuevo, se divorcia y vuelve a casarse. Esta novela indica un elemento por el que Luiselli no se había preocupado tanto en sus trabajos anteriores: la risa a través de la sátira y la farsa. La historia de Carretera es chistosa, saca sonrisas por su ridiculez y hace que el lector sienta una empatía lastimera por el personaje. Todos los personajes tienen gracia y agregan aspectos que crecen la gran farsa del protagonista. Pienso, por ejemplo, en los dos maestros subastadores: Señor Oklahoma (Kenta Yushimito de nacimiento) y Leroy Van Dyke, el gran cantante de country. Carretera consigue bienes, como él mismo explica: “Calculo que me pude haber comprado diez departamentos en Miami o en Nueva York, y, sin embargo, decidí comprarme dos terrenotes, uno al lado de otro, en Ecatepec, en la hermosa calle Disneylandia; hay que invertir en bienes raíces nacionales.” En esos mismos terrenotes inaugura, en su obsesión de encontrar nexos con el pasado, la Casa Oklahoma-Van Dyke. ¿Y dónde entra la historia de los dientes? Carretera, desde el inicio de su vida, se ve como alguien realmente feo, con dientes caídos y espantosos. Pero no dura mucho en el tiempo de lectura porque consigue, y se pone, los dientes de Marilyn Monroe. En su poder también están las dentaduras de Platón, san Agustín, Petrarca, Montaigne, Rousseau, Lamb, Chesterton, Woolf, Borges y Vila-Matas. Este es un libro que homenajea, destruye, burla y saluda a sus antecesores. Aunque hay que decir un pero muy importante que empaña la lectura de esta obra: no todas las referencias literarias están tan bien pensadas como las anteriores (donde Carretera narraba historias de los dientes a través de la vida u obra de las personalidades), en particular encontré un tropezón cada que se mencionaban autores contemporáneos. Un name dropping innecesario. Luiselli, como Carretera, es una persona que se transforma no en Janis Joplin, sino en distintos narradores todo el tiempo. Pese a su notable falla, La historia de mis dientes es digna sucesora de una escritora que no sólo narra historias: las vende. Eso, como lectores, hay que disfrutarlo •
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leer
Jornada Semanal • Número 992 • 9 de marzo de 2013
El idealista y el perro, Guillermo Fadanelli, Editorial Almadía, México, 2013
Por una vez octubre, Ana Alonzo, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2013.
POEMAS DE VERANO Y OTOÑO
EL ENSAYO COMO VIAJE
GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ
RICARDO GUZMÁN WOLFFER
M
ás conocido como novelista y editor, Fadanelli se mueve en el ensayo con la facilidad que años de escritor le han dado. Y el resultado retiene a sus viejos lectores y a los nuevos. En El idealista y el perro estamos ante una serie de pequeños ensayos que muestran el correcto divagar de la mente: inicia con una idea y paulatinamente va tomando los caminos que esa liberación deja, entre lo conceptual y lo brevemente autobiográfico. Habla de la necesidad de cambiar para tomar el afán masculino sobre lo científico y lo visible (en contraposición a la aparente inmovilidad femenina) para terminar en una carrera de bicicletas. Habla de la pedantería y cómo ello puede limitar la escritura, al intentar hacerla elegante sin necesidad. Establece más adelante la exigencia de no autocensurarse. No sorprende que luego de los pedantes, hable de los antipáticos: ¿cómo se hacen?, ¿les importa serlo?, ¿no será una desventaja serle agradable a quienes nos parecen repudiables? Aprovecha a Nietzche para tratar de saber cómo serán sus detractores, empezando por las secretarias que lo miran mal al entregarle un cheque. El ensayista cita a muchos autores, no para reafirmar su postura: para partir de frases sueltas o de premisas fundamentales, ¿de qué otra manera podría ser un ensayo hecho por un lector, en cuya mente se hacen las más inesperadas conexiones? A pesar de establecer su pudor para recomendar textos a los jóvenes, la cita eficaz de varios escritores ineludibles se torna en una sugerencia para quien, en sus primeros años de lector, guste de este ensayo; a otros los llamará al repaso de esos autores. Propone la lectura como primera necesidad: “los lectores son consecuencia de la virtud mientras que quienes escriben son anomalías irreprimibles”. Su necesidad de leer y su escritura lo sumen en una precaria soledad que parece disfrutar, refiere. De Rabelais pasa a la aversión hacia la risa ajena y su admiración por la soltería y la “seguridad” que ello ofrece. Habla de la necesidad de comprarse un perro para no perder su peculiar idealismo (de ahí la portada, en posible contraposición: el perro está humanizado por su vestir) ante la posibilidad de interesarse por la política y sus impresentables “actores”. Pasa de los perros a la impotencia que sentirá cuando llegue ante la justicia platicada por Kafka. De entre el ruido interior que le permite deambular sobre lecturas y percepciones, el autor aprecia el silencio y establece su sorpresa por anhelar una especial sordera: a la estulticia, por lo menos. Cierra el libro al mencionar a Diógenes y su animalidad cínica de perro: acepta gustar de su postura, pero también de su imposibilidad para seguirla. Un ensayo que atrapa al lector y llevará a más de uno a buscar a esos autores citados con tanto esmero: un ensayo que llevará al usuario a replantearse o viajar a varios temas de su cotidianeidad, incluso interior •
P
ropicio resulta regresar a los tópicos de la poesía intimista y confesional para remozar los temas visitados por toda una tradición. La poeta Ana Alonzo (Ciudad de México, 1978) hace un recorrido por los temas confesionales del yo poético en su poemario Por una vez octubre. Se trata de una recopilación de treinta y tres poemas, divididos en tres secciones, en los que Alonzo despliega sus conocimientos sobre la mitología griega para llevarlos a su propia intimidad lírica y sincera. Los paisajes oníricos, la memoria y a veces el dolor se despliegan en los poemas de este libro, escrito en verso libre, pero con una carga sonora sostenida. El título bien puede leerse como el tránsito de un estado a otro; así como el verano da paso al fugaz otoño, la poeta lo hace con sus estados poéticos en donde la noche, la luna y la naturaleza son el medio para permitir la meditación poética. En el otoño de la memoria, Ana Alonzo dota a sus poemas de cromatismo y sonoridad en las imágenes poéticas que construye. Casi en todos los poemas abunda el elemento agua como signo de purificación: (mar, agua, lluvia, llanto, paraguas), lo mismo que el color azul (nubes, cielo) asociado dentro de la simbología con la introspección y la purificación del alma. Cuando aparece el elemento fuego casi siempre funciona como antítesis. Octubre dentro del poemario es un recorrido por el amor y el desamor; por la persecución del otro y el acecho; por la soledad, la huida y la esperanza. Hay en todo el libro una claridad respecto a la experiencia con un adversario; en algunos poemas incluso un llanto calcinado por parte de la voz lírica, quien dice en “Epitafio”: “Ella se mueve en una marea baja de verbos,/ vive a la espera de primeras lluvias./ Duerme con un rinoceronte/ porque en sus ojos/ dura más la noche.” Pero también, gran lectora de poetas chilenos del siglo xx, Alonzo rememora la presencia de Gonzalo Rojas y el tratamiento del amor y la tristeza en su poema “Gonzalo Rojas”. La mayoría de los poemas hablan de una voz poética sólida que desde la confesión se emparenta con una intertextualidad mítica. Nombres como Erastes, Ícaro, el mar Egeo y Fortuna desfilan por los versos como voces e historias del pasado que la poeta siente como cíclicas. En “Cartas del Egeo” se dice: “Creí que al repetir tu nombre, Ulises, escucharías a las/ sirenas, a la voz del mar o a las dulzuras de Circe./ Pero tu nombre no era real: era el eco de una promesa./ Y yo no sé tejer.” La poeta desmitifica el tema del amor idílico y con un realismo que lleva a desestructurar las formar de concebir la experiencia amorosa, dice: “No diré que la lluvia pastoreaba recuerdos, porque eso es común./ Diré, ‘recuerdos bajo la lluvia sin pastor ’.” La poesía de Ana Alonzo trata asuntos sinceros. El uso del verso libre y la concreción del discurso poético despliegan la posibilidad de pensar el retorno a los temas poéticos de la meditación y el interior del alma, con un uso del verso libre, sonoro y, sobre todo, dispuesto a desdoblar cicatrices, memoria y esperanzas •
APUNTES SOBRE LA CANCIÓN John Berger
Recetas para acercarse a José Emilio Pacheco: Elena Poniatowska
Método fácil y rápido para ser poeta, Jaime Jaramillo Escobar, La Otra/Universidad Autónoma de Sinaloa, México, 2013.
Muy en el tono burlón, deliciosa‑ mente irónico, casi paródico del Augusto Monterroso autor de “El mono piensa en ese tema”, el colombiano Escobar propone aquí el “Tomo 1” de un imposible, pero más que atendible, método para una de las actividades para las cuales no hay método posible: ser poeta. Cincuenta capítulos que son “instrucciones” –quizá tan absurdas y gozosas como las cortazarianas para subir escaleras– que son, a su vez, lecciones, aderezados con una enorme cifra de citas de, sobre y para la poesía, de autores indis‑ pensables aquí, desde Pound hasta García Lorca •
In memoriam Luis Villoro (1922-2014)
In memoriam Ernesto Flores (1930-2014)
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23 de febrero de 2014 • Número 990 • Jornada Semanal
Naief Yehya
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Calvino y Borges en el laberinto (ii de iii)
E
L CUENTO DE CALVINO tiene semejanzas y diferencias respecto a “El jardín de senderos que se bifurcan”: la obsesión de Casanova por satisfacer cada bifurcación de su historia, el recuerdo de distintas mujeres, la presencia que cada una despierta en él. El laberinto de tiempos en el cuento de Borges se presenta desde una novela, como la construcción de un hecho metafísico y posible; en el cuento de Calvino, el laberinto ocurre en la memoria del personaje-narrador, en su conciencia y el plano de la escritura, lugar que reproduce y traduce el de la memoria: la voluntad de Casano‑ va persigue a las mujeres presentes y simultáneas, a la presente y su recuerdo, al recuerdo de otra en la actual, a la po‑ sible y disuelta en el futuro desde el presente, a una que fue y no se sabe cómo fue. En el juego de las permutaciones, la salida de Casanova es escapar y abandonar las relaciones físicamen‑ te, porque su memoria ha vuelto in‑ asibles las imágenes de un pasado que tuvo entre sus manos. Su solu‑ ción es la escritura, que le devuelve la evidencia de que, buscando cumplir cada bifurcación de lo femenino, ha tenido que luchar contra su condi‑ ción personal y contra la condición individual de “la otra”. Cuando Casanova elabora la si‑ guiente conclusión, habla de un proceso que se repite en las cinco secuencias que construyen las me‑ morias del protagonista: “Mi alma se había convertido en el campo de batalla de las dos mujeres. Cate e Ilda, que en la vida exterior se ignoraban, estaban continuamente frente a frente, disputándose el territorio dentro de mí, se tiraban de las greñas, se despedaza‑ ban. Yo sólo existía para acoger aquella lucha de seres encarnizados, de la cual ellas nada sabían.” Cuando Casanova se relaciona con Irma porque le recuerda a Dirce y co‑ mienza a descubrir, con el tiempo, lo que hay de Irma en Irma, ocurre en la siempre inquieta y especular memoria del narra‑ dor un proceso semejante al citado antes: “De modo que mi encuentro con Irma se convirtió en una batalla con la sombra de Dirce que no cejaba en entrometerse en‑ tre nosotros, y cuando me parecía que estaba por atrapar la indefinible esencia de Irma, que había establecido entre no‑ sotros dos una intimidad que excluía cualquier otra persona o pensamiento, Dirce, la experiencia vivida que era para mí Dirce, imprimía su molde en todo lo que yo estaba viviendo y me impedía sentirlo como nuevo. Ahora Dirce, su re‑ cuerdo y su impronta, sólo me inspiraban fastidio, constricción, tedio.” Las mujeres en la experiencia de Ca‑ sanova no se bifurcan, pero su memoria sí, insistiendo en hacer convivir a los irre‑ mediables fantasmas en que convierte a cada una de ellas. Así, será inevitable en el proceso del cuento que, ante cada nue‑ vo ser femenino, se convoque por lo me‑ nos a otro, lo cual le impedirá al prota‑ gonista alcanzar la plenitud amorosa con la nueva mujer en un proceso que pare‑ ciera combinar la bifurcación de los re‑ cuerdos con la obsesión de ese talismán descrito por Borges en “El zahir”: una mo‑ neda inocua con la característica de po‑ der adueñarse de la memoria de quien
A LÁPIZ
Enrique López Aguilar
Conspiraciones: de el Chapo a House of Cards Tiempo convulsionado El Chapo es capturado (trece proverbiales años después de su legendario escape) en el relativamente modesto y vulnerable edificio de condominios Miramar, en Culiacán, en medio de muchas sospechosas coincidencias. Un heroico y caótico movimiento en Ucrania derroca al régimen de Viktor Yanukovich, dejando al país inestable, con un aterrador vacío de poder y, sobre todo, quebrado, a merced de las ambiciones del Fondo Monetario Internacional (que ha tratado de imponer su pa‑ quete usual de condiciones: reformas económicas favorables a la inversión extran‑ jera, recortes en el gasto público, libe‑ ración de los precios de la gasolina, etcétera) o de las garras de Putin. Vene‑ zuela se encuentra cada vez más cerca del precipicio, Egipto está desgarrado y la brutal destrucción y genocidio en Si‑ ria son interpretados como productos de siniestras elucubraciones. Estamos nuevamente en una era de golpes de Estado disfrazados de revoluciones po‑ pulares y de revueltas populares esqui‑ zofrénicas en las que, ya sea en la Plaza Tahrir, Caracas, Homs o el Maidan de Kiev, pelean lado a lado estudiantes prodemocracia, comunistas, fanáticos religiosos y fascistas consumados. Este es un tiempo intensamente convulsio‑ nado de cambios condenados al fracaso.
Tiempo maquiavélico
la haya visto una sola vez, al tiempo que desplaza y borra los demás recuerdos y el lenguaje del infortunado contem‑ plador. La sensatez con que termina el cuento viene de palabras que Fulvia le dice a Ca‑ sanova, no de las conclusiones persona‑ les de éste, un ser memorioso incapaz de sustraerse a su propio sistema de permu‑ taciones: “Me contestó que también me compadecía, porque nuestra felicidad venía de ella y de mí juntos, y que al sepa‑ rarnos perderíamos los dos; de modo que para conservarla más tiempo debíamos dejarnos embeber de esa felicidad sin pretender definirla desde afuera.” Así es posible arribar a la bisagra don‑ de se encuentran las confluencias y lo distinto en ambos cuentos: Yu Tsun asiste a la revelación de un sistema de universos paralelos, todos posibles, en el que no todos pueden ser habitados por la misma persona; los universos se ramifican en dos y, en lugar de cerrarse conforme se elige por una de las opcio‑ nes, cada una se bifurca casi hasta el infi‑ nito, pero la contingencia del ser que cree elegir también le impide conocer el des‑ enlace de las bifurcaciones. Las memorias de Casanova muestran los procesos de un personaje en el que las experiencias con cada rostro y cuerpo hacen acto de presencia de manera si‑ multánea. Cada mujer condena a Casano‑ va a tenerla en la memoria no bien inicie una nueva aventura. Si la nueva combate con el fantasma de otra, tendrá el “privi‑ legio” de habitar esa memoria cuando aparezca una nueva mujer, hasta el fin de la capacidad aventurera del narrador •
Uno de los mejores reflejos del Zeitgeist es House of Cards, la exitosa serie de la empresa Netflix, adaptada de un thriller político británico del mismo nombre y que va en su segunda temporada. House of Cards, creada por Beau Willimon y di‑ rigida por David Fincher, describe la manipulación, estrategias retorcidas y actos criminales del exlíder del Con‑ greso, vicepresidente de relevo y ope‑ rador político despiadado, Francis Underwood (interpretado por Kevin Spacey), un hombre grotescamente ambicioso que haría sonrojarse al pro‑ pio Maquiavelo y cuya naturaleza de‑ pende de conspirar, mentir y manipular en los más altos estratos del poder im‑ perial estadunidense.
Tiempo de conspiraciones No es de extrañar que en la era de inter‑ net, con el flujo irrefrenable de informa‑ ción sin control o validación editorial, proliferen viejas y nuevas teorías cons‑ piratorias y explicaciones desquicia‑ das. Todo y cualquier cosa parece posi‑ ble, todo podría estar conectado. ¿Por qué no creer que el Chapo ya estaba preso desde diciembre de 2013, o que fue asesinado en su primera noche en el penal; que el hombre capturado no es el Chapo o que el gobierno siempre esta‑ ba al tanto de su paradero, quien de pa‑ so financió la campaña de Peña Nieto?
Todo es absurdo y a la vez imaginable. No es difícil poner en tela de juicio las afirmaciones gubernamentales y la veracidad de los medios dada la larga historia de mentiras, montajes, distor‑ siones y campañas de desinformación conducidas desde el poder. Para mu‑ chos las pistas son obvias: Peña Nieto aparece en la portada de Time como el “Salvador de México”, se reúne en Toluca con Obama y Harper, y a los pocos días cae el criminal más buscado del conti‑ nente. The New York Times no pierde la oportunidad para elogiar la determina‑ ción del presidente no sólo por “el arres‑ to más grande de la generación”, sino también por su independencia, ya que “no ha dado a los oficiales de la ley esta‑ dunidense el tipo de acceso amplio en México que permitía Felipe Calderón”.
Tiempo de resignación House of Cards dista mucho de ser la primera obra de ficción que pretende exponer los turbios manejos secretos del poder, los pactos, traiciones y jue‑ gos mortales que se ocultan tras las de‑ cisiones que determinan el curso de la historia. A veces la trama llega a ser tan extrema y desbordada que resulta fas‑ tuosamente ridícula (lo cual no es nece‑ sariamente malo); pero sí resulta sor‑ prendente por convertir el pragmatis‑ mo cruel en un espectáculo sexy y aplastar sistemáticamente toda ilusión de justicia, decencia o democracia. En este universo fascinante y desolador nadie se salva, ni los demócratas ni los republicanos, ni los medios ni las cor‑ poraciones. Underwood continuamen‑ te rompe la ilusión narrativa al dirigirse directamente a la cámara para explicar sus motivos y anticipar sus acciones, en un juego que pone en evidencia que todo es ilusión. Sin embargo, esta re‑ flexión sobre la inmoralidad del poder no es una denuncia ni trata de proyectar o causar indignación ni mucho menos incitar a la revuelta; por el contrario, pa‑ recería un regodeo, una forma de resig‑ narse con la inevitabilidad de las per‑ versiones del poder en un tiempo sin certezas •
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JORNADA VIRTUAL
arte y pensamiento ........
........ arte y pensamiento
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola @LabAlonso
germaine@pegaso.net
Los deseos de Miguel Milló
U
NA DE LAS PRIMERAS creaciones fotográficas realizadas por Miguel Milló para su exposición individual (Orígenes, 2012) se tituló Gea, en alusión poética a la diosa primigenia que personifica a la Madre Tierra, de donde surgen todas las razas divinas. No es en vano que esta referencia a los orígenes míticos de la humanidad haya sido la fuente de inspiración de una obra que busca reflejar la armonía del ser humano y la naturaleza, a través de la belleza poderosa de las plantas, las flores y los materiales orgánicos que el artista entrevera con la sensualidad de la figura humana. A decir del creador, su trabajo
reciente, que se presenta ac‑ tualmente en la Casa Lamm, reunido en la serie Deseos, “habla de la piel quemada, del resurgimiento de los con‑ tinentes, del nacimiento de las plantas”. Milló construye composiciones complejas en las que la pintura, la escultura y los juegos de luces y som‑ bras se amalgaman para crear atmósferas sutiles y poéticas en las que el erotismo velado es el protagonista principal. En sus imágenes, el ser humano es metáfo‑ ra de la tierra fértil de donde brota la vida; una vida desbordante, plena, palpitante… Miguel Milló nació en Tijuana en 1959. Estudió Diseño Gráfico en la Universidad Iberoamericana y desarrolló una carrera exitosa en el medio de la publicidad en Ciu‑ dad de México y en París. Hace unos años decidió dejar esa carrera para dedicarse de lleno a la creación fotográfica artística. En su exposición anterior, Milló se centró ex‑ clusivamente en la figura femenina, mien‑ tras que en esta serie ha incorporado el cuerpo masculino. No le gusta referirse a sus modelos como “desnudos”, ya que el complejo proceso de intervención que rea‑ liza en sus figuras de alguna manera ter‑ mina por “vestirlos”. Se puede decir que los cuerpos desnudos son lienzos en blanco que el artista “interviene” con pintura y pig‑ mentos, y los recubre con las más extrava‑ gantes decoraciones creadas por él mismo a partir de toda suerte de ramas, hierbas, cortezas, flores, frutos, plantas, que consi‑ gue en sus aventuradas exploraciones en las bodegas de los mercados, que son para él como la cueva de Ali Babá. Lo que para el ojo común pueden ser ramas inservibles, para Milló son material precioso del que surgen alucinantes tocados, collares, pul‑ seras, pectorales que adornan la esbeltez de los cuerpos masculinos y femeninos y los dota de un aura mística. Más allá de ha‑ blar de fotografías, sus obras son interven‑
ciones plásticas de una sofisticación extre‑ ma que luego son captadas por la lente. Sus montajes tienen mucho de escultóri‑ co y de teatral, de experimentación lumí‑ nica, de volúmenes y de texturas.“Las plan‑ tas me hablan, el cuerpo me habla –señala Milló– y yo me dejo llevar”. Y son las emo‑ ciones las que expresan la última palabra. En su trabajo reciente se ven composi‑ ciones muy barrocas que reflejan su gusto por la construcción de complejas tramas decorativas realizadas con los más diversos materiales, mientras que en otras sorpren‑ de la desnudez y la austeridad que dan re‑ lieve a la figura humana per se. Siguiendo la consigna del poeta Robert Browning –“menos es más”– en estas obras Milló ex‑ presa la autorreflexión y el recogimiento espiritual en los rostros sin artificios que reflejan una actitud ensimismada. Comen‑ ta el artista: “Necesito llegar a esos princi‑ pios básicos de reflexión. Reflejar en la obra la dignidad, la serenidad.” En su incesante búsqueda de técnicas y procesos creativos, Milló incursiona en la elaboración de un mosaico finísimo en el que aparece Gea, la diosa imaginaria cuya piel teñida de rojo evoca la pasión y la vo‑ luptuosidad. Una técnica milenaria que Milló pone al día con su imagen atrevida y exuberante, realizada con una minuciosi‑ dad sorprendente. El riguroso cuidado en el proceso creativo de sus imágenes foto‑ gráficas y en el resultado final de las pie‑ zas ya montadas también es digno de mencionar. “Vengo de la publicidad y ahí se engaña muchísimo con el Pho‑ toshop. Utilicé tantos artificios que ahora regreso a lo auténtico. Hago bri‑ llos y contrastes pero permanezco fiel a la realidad de lo que estoy presentan‑ do. Quiero que hablen las emociones.” Y lo consigue. Las obras de Miguel Mi‑ lló evocan la profunda reflexión que subyace en sus intrincadas composi‑ ciones. Son figuras que expresan de‑ seos, no realidades. Figuras que emo‑ cionan por su alta calidad estética y por su capacidad de generar fantasías y ensoñaciones •
Miscelánea mufiscal
“C
ON FUNDAMENTO EN LOS artículos 16 y 31 de la Ley Orgánica de la Admi‑ nistración Pública Federal, 33 (fracción i , inciso g ) del Código Fiscal de la Federación, 14, fracción iii de la Ley del Servicio de Administración Tributaria y 3, fracción xxii del Reglamento Interior del Servicio de Administración Tributaria” (sic), querida lectora, apreciado lector, le proponemos poner atención a unos dis‑ cos que cayeron en nuestras manos nerviosas, angustiadas por el terror que la Secretaría de Hacienda ha sembrado en sus asolados contribuyentes. Se trata de una miscelánea sonora integrada por las últimas obras del grupo Desarmado, la cantante Dora Juárez y el saxofonista Diego Maroto, misma que esperamos le dé un poco de paz fiscal este domingo. Desarmado. El otro lado de 1. Entre la inaugural “Fuga” y la despedida “Mutis” suenan doce piezas con cinco bateris‑ tas y un tecladista como invitados. En plan vertebral, claro, está la esencia del grupo: Rogelio Mondragón (voz y gui‑ tarra), Joe García (guitarra) y Pitu (bajo). Hoy los recomendamos por oficiar un rock clásico, guitarrero, vitaminado con inteligencia y compromiso. Sólo así se logran letras que tienen al pensamien‑ to, la otredad y el sueño como persona‑ jes torales (destacan “Dedicatoria” y “El autor”); melodías rítmicas fluidas (riffs) en compases compuestos (“Todo aca‑ ba”); contrapuntos de voz arriesgados (“El héroe”); solos anidados en la psico‑ delia y el blues (“Mi fracaso”); compro‑ misos con los ritmos terciarios (hay mucho “vals” en este álbum)… Elemen‑ tos sofisticados que se suman a la iz‑ quierda del plano cartesiano para que El otro lado de 1 cumpla su fotografía en negativo, su antípoda, sacándonos una sonrisa sincera del oído. Poderoso pero con sutilezas, nos gusta sobre todo por‑ que ayuda a “los contribuyentes cum‑ plir con sus obligaciones fiscales en forma oportuna y adecuada”. Dora Juárez Kiczkovsky. Cantos para una diáspora. Dora no está muy confor‑ me con lo que John Zorn –saxofonista emblemático de la experimentación neoyorquina– escribió como presenta‑ ción para este disco salido en su propio sello, Tzadik. El texto, empero, es acer‑ tado por su aproximación geográfica e histórica. Describe el proceso musical de la cantante y compositora para ex‑ plorar su vena judía desde Europa del Este y España hasta Argentina, Israel (donde nació) y México, donde creció y vive actualmente. Para esta disección de su adn, Dora se alió al guitarrista Fer‑ nando Vigueras y al percusionista Fran‑ cisco Bringas, y luego invitó a Leo Soqui, Carlos Maldonado, Juan Pablo Villa y Yurief Nieves, con quienes comparte riesgos y exploraciones vocales lúdi‑ cas (“La rana”, “Yo m’enamorí d’un ai‑ re”), poéticas (“A la una yo nací”), extre‑ mas (“La serena”), así como el respeto ante la tradición (“¿Por qué lloras blan‑ ca niña?”, también grabada por Montse‑ rrat Figueras y Jordi Savall en Diáspora sefardí). Lo mejor es que todos estos ríos se contaminan entre sí, que nada se mantiene puro en su garganta. Metáfo‑ ra de búsqueda y espejo, escuchando esta obra podemos vernos a nosotros mismos y sentirnos bien por tenerla
Dora Juárez
en nuestra tierra. Un gran trabajo de acuerdo con “los artículos 20, séptimo párrafo; 80, fracciones i, iii, incisos a) y b) y iv a vi ; 82, fracciones i , incisos a), b), c), d), e) de la ley fiscal vigente”. Diego Maroto. Asian Trio. Tres piezas propias le bastan al virtuoso y recono‑ cido saxofonista mexicano para firmar un sólido plato que también habitan composiciones de Jorge Molina (desta‑ ca “A veces me dan ganas de salir volan‑ do”), Duke Ellington (“In A Mellow To‑ ne”), Frank Foster (“Simone”) y McCoy Tyner (“Passion Dance”, cuyo solo es magnífico). Además de la solvencia con que dirige a sus compañeros –los más conservadores y menos experimenta‑ dos Jonathan Ho (contrabajo) y Benja‑ min Low (batería– destaca el hecho de que el álbum fue grabado en vivo en Kuala Lumpur para el sello No Black Tie como parte de una larga experiencia asiática que incluyó concier tos en Malasia, Singapur, Japón e Indonesia. Trabajo que retrata un viaje personal específico, pero que lleva años desa‑ rrollándose piel adentro, lo que cele‑ bramos tanto por su gestación en un escenario como por sus gestiones fren‑ te a múltiples escritorios. ¿Cómo conse‑ guirlo? Fácil: escriba a diegomaroto@ live.com. Claro, siempre “de conformi‑ dad con el artículo 33, fracción i , inciso g ) del Código Fiscal de la Federación”. Recuerde finalmente, por favor, que el objeto de esta Resolución es el de gritar anualmente, agrupar y complicar el conocimiento de las reglas generales dictadas por las bestias fiscales en ma‑ teria de discos, conciertos, instrumen‑ tos, contribuciones de mejoras y aten‑ tados federales. Buen domingo. Buenos impuestos. Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
Jornada Semanal • Número 990 • 23 de febrero de 2014
ARTES VISUALES
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arte y pensamiento ........
23 de febrero de 2014 • Número 990 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Ana García Bergua
E
N LOS ÚLTIMOS AÑOS a la novela se le exige mucho más que contar: el arte que llaman de Scherezada se ha trasladado en gran medida a los medios audiovisuales o permanece en el universo menos observado del cuento. Ahora muchas novelas es‑ bozan una tesis, plantean asuntos que van más allá de los límites de la narrativa pura, juegan con la historia o la ciencia para ampliar nuestra perspectiva sobre el universo presente o hacer comparaciones inusitadas. Dentro de este ejercicio que plantea la novela postmoderna, Rosa Beltrán realizó una brillante apuesta con Efectos secundarios. Su más reciente novela, El cuerpo expuesto (Alfaguara, 2014) involucra en una misma historia la vida de Charles Darwin y lo que representó la escritura de El origen de las especies, con las patolo‑ gías de nuestra época, mostrándolas co‑ mo una suerte de involución, en la voz de un narrador que es, en sí mismo, un ser quizá deforme, quizá simiesco (un Homo liliputiensis) y que, al igual que Charles Darwin, colecciona especímenes. Este personaje sin nombre comienza exponiendo en un programa de radio las historias de sus “especímenes” y los termi‑ na “colgando” de un sitio de internet, con resultados escandalosos. Así, la narración sobre Darwin –una admirable investiga‑ ción, sumamente interesante y apasiona‑ da, de la vida del padre de la evolución y, de paso, la de su esposa y los colegas que lo acompañaron en la escritura del libro que revolucionó la manera de pensar al ser humano– se alterna con la de este per‑ sonaje y sus “casos”, los cuales funcio‑ nan como historias autónomas. En ellas encontramos muchas de las inquietudes y los temas que han recorrido la obra de Rosa Beltrán con una visión siempre pun‑ zante, amarga y humorística a la vez, don‑ de la felicidad, la pareja, la familia, son llevadas a extremos y observadas con una frialdad inquietante: un hombre que po‑ ne toda suerte de limitaciones a su espo‑ sa para que sobreviva a la vida futura sin él, la madre avestruz cuya hija no recono‑ ce en ella su origen, la anciana madre por cuyo amor los hijos compiten en halagos esperando una herencia, la paciente aquejada de bondad que pasa por una serie de terapias, un hombre que debe elegir a quién matar por encargo, una chi‑ ca anoréxica que por cierto desencade‑ nará la debacle en la suerte del prota‑ gonista. “No debes llamar chantaje a la conducta de tu progenitora, querida amiga, se trata de un simple mecanismo de adaptación […] ¿Llamarías chantajis‑ ta a la polilla blanca (insularia) que cam‑ bió su color claro por uno oscuro (carbo-
naria) cuando Londres se cubrió de hollín durante la Revolución Industrial?”, res‑ ponde este mutable narrador-protago‑ nista a sus radioescuchas, mientras ex‑ pone con elocuencia su teoría de la involución. Según él, el género humano está traicionando a Darwin, reproducien‑ do los principios de la evolución –la se‑ lección natural, la adaptación, la super‑ vivencia del más fuerte, etcétera– para convertirnos en monstruos, seres nacidos de las paradojas y la sed de riquezas de la postmodernidad. Este personaje patéti‑ co a ratos, conmovedor a veces, muy mo‑ lesto en ocasiones, ¿será una especie de metáfora del escritor, ése que observa al ser humano y expone sus atrocidades co‑ mo el director de un museo del terror? No sé si los símiles que propone el desorbitado protagonista de El cuerpo expuesto en su teoría podrían realmente ser un paralelo con los ejemplares de Darwin hablando en términos científi‑ cos; por otra parte, no creo que sea esa la intención de Rosa Beltrán en esta novela. Yo la veo más como una provocación, una llamada de atención, una serie de pre‑ guntas extremas sobre nuestros hábitos y la naturaleza de nuestros cuerpos: “Los cuerpos nunca vistos en la historia de la humanidad (seres de más de trescientos kilos, cuyas casas deben ser derruidas a fin de poder sacarlos al mundo) ¿son res‑ ponsabilidad exclusiva de la tecnología y la manipulación genética de alimentos? ¿O su monstruosidad tiene que ver con conductas adquiridas, a las que se obli‑ ga a la especie a llegar para el enriqueci‑ miento de unos pocos? ¿Se trata, enton‑ ces, de otra suerte de selección natural?” Tanto las preguntas que lanza este personaje en el extraño y postmoderno vacío de los cuerpos expuestos en los me‑ dios, el arte y el ciberespacio, como la con‑ movedora y magnífica historia de aque‑ llos días de Darwin nos dejan, cuando terminamos este libro mestizo, monstruo‑ so a su manera postmoderna, una rara tris‑ teza, un amargo residuo de verdad •
Se hacen viejas las ondinas La muerte no se ve igual a mi edad que a la tuya. Yo ya la tengo asumida Paco de Lucía (a su hija Casilda)
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UNCA COMO AHORA, HOY, pudo nuestra especie ser tantas cosas al mismo tiempo y saberlo. Las comunicaciones, la tecnología de la inmediatez, el mun‑ do todo es una sola cosa súbita; como escribió Ernesto Mallo con sabiduría conci‑ sa: “lo que no es útero es intemperie”. Y lo que no hemos inventado lo estamos imaginando. Sea programado o espon‑ táneo, todo es ya. Pasado, presente, fu‑ turo o distancia son conceptos que nunca habíamos relativizado tanto. Pero seguimos siendo un mismo si‑ mio sofisticado y altivo. Por ejemplo, la idea de Dios, en sus muchas versio‑ nes, ha empequeñecido tanto y al mis‑ mo tiempo sigue despertando el mis‑ mo paradójico, ancestral odio asesino entre una advocación humana y otra. O los partidos políticos. O el proyecto económico. O la homosexualidad. O el derecho a defenderse de la violencia con más vio‑ lencia. Las ar tes son las dialécticas ganado‑ ras y las más gran‑ des perdedoras en el mundo simultá‑ neo. La música, las artes visuales y tam‑ bién las de naturale‑ za estática, como la arquitectura o la escul‑ tura, se mueven a la veloci‑ dad del pensamiento o del bit. El conocimiento se hace omnipresente. Todo mundo sabe. Pero la avalancha del tugurio, los medios masivos, tam‑ bién devoran todo y lo convierten en anecdotario que a veces estorba a la velocidad. Los que nacimos en los últimos cin‑ cuenta años, a pesar de nuestros con‑ génitos defectos y nuestras taras natu‑ rales, quizá seamos los más afortunados habitantes de este planeta en térmi‑ nos de civilización humana. Hemos po‑ dido saber todo, conocer todo, experi‑ mentar todo. Un arpa es lo mismo un i n g e n i o d e m a d e ra y c u e rd a s q u e u n arreglo de rayos láser en paralelo. El universo, hasta sus intangibles re‑ conditeces, se condensa en una pan‑ talla. Y por esa ventana asalta el estu‑ por de ver pasar el mundo y la vida mientras somos francamente inca‑ paces de llevar al detalle el registro de tantos pormenores y sucesos trascen‑ dentales. Del horror de la extinción a la maravilla del descubrimiento de nuevas formas de vida, a la consecu‑ ción de un legado de claroscuros. Es tan simple pero tan avasallador que aterra: nos ha tocado ver y escuchar ca‑ si todo. Ideas que parecían inamovibles en la historia las hemos visto reducir‑ se a objetos risibles que ahora vemos, condescendientes, como pequeños reproches a la inteligencia o al sentido común. Ahí los excesos de las modas, o las estatuas de muchos grandes seño‑
res. Allí el monolito de lo que fue sovié‑ tico o las certezas que aparentemen‑ te dejó Einstein. Hemos visto el mundo desde fuera de él, sumergido en la inmensidad falsamente inmóvil de un universo que no se está quieto. La al‑ quimia trasmuta en ornato, y las ondi‑ nas se han hecho viejas. La mitología es un videojuego y Keith Richards es un anciano, el abuelo desmadroso. Cuesta trabajo admitirlo, pero todo será siempre pasajero y banal. Va a ser que tenían razón los ascetas y la vida se cifra en momentos de excepcio‑ nal belleza pero efímeros co‑ mo ala de mariposa. Cues‑ ta trabajo asumir la muerte de lo que pa‑ recía eterno, lo que nos venía acompa‑ ñando y dando en qué pensar. A algu‑ nos les pasa con la suerte de los imperios o de los consorcios y pa‑ ra otros es el fallecimien‑ to de un músico, un poeta o un ideal. Suelto toda esta verborragia mien‑ tras escucho ese instante proverbial en que dos hombres se sentaron frente a una multitud en una noche agradable‑ mente cálida de otoño y pusieron a vi‑ brar las cuerdas de sus guitarras sober‑ bias y los corazones de la gente. Una noche en San Francisco –como pudo ser en Guadalajara, Madrid, Berlín o Tai‑ péi– y la vieja ondina nos volvió a en‑ gañar saltando del estanque, joven y bella. A veces, como a Danny Boodman t . d . Lemon 1900 en la estupenda adap‑ tación cinematográfica que hizo Tor‑ natore del Novecento, de Alessandro Baricco, la música emociona, y eso pasa mientras escucho “Mediterranean Sun‑ dance/Río Ancho” como la grabaron ese viernes de diciembre de 1980 Al Di Meola y Paco de Lucía. Esa pieza formó parte fundamental de la banda sono‑ ra de la adolescencia de este aporrea‑ teclas.Y ahora uno de sus autores, como Cortázar, como Monsiváis, como tantos padres nuestros, dejó de existir. Así. Entonces filias y millones, eleccio‑ nes y pleitos y premios y juicios se re‑ ducen a dimensión microscópica y no queda más que pensar que la grande‑ za reside en apenas unos renglones, en unas pinceladas, en el infinito cósmi‑ co que intersecan esas doce cuerdas de guitarra. Y que todo lo demás, tris‑ tezas, tragedias y alegrías, en reali‑ dad son los inútiles desvíos de un adiós impostergable •
CABEZALCUBO
Una novela expuesta
PASO A RETIRARME
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........ arte y pensamiento
Juan Domingo Argüelles Los puntos sobre las íes (ii y última)
A
NTES DE JUÁREZ SE habían firmado con Estados Unidos tratados que permitían el paso de estadunidenses por el Istmo de Tehuantepec y autorizaban también la cons‑ trucción de un ferrocarril y de un camino de madera. Estos compromisos se los heredaron a Juárez. Por su parte, los estadunidenses, no conformes con haberse llevado la mitad de nuestro territorio diez años antes, querían hacerse de Baja California y del Istmo de Te‑ huantepec. El presidente Buchanan envió a William m. Churchwell como agente confiden‑ cial en México, y éste, a saber con qué fines, le informó que Juárez estaba dispuesto a ceder territorio. Buchanan, entonces, decidió reconocer a Juárez y envió como ministro a Ro‑ bert m . McLane, para hacer valer los trata‑ dos firmados con gobernantes anteriores y también, de una vez, comprar Baja Califor‑ nia y Tehuantepec. Los liberales estaban preocupados, pues antes de reconocer al gobierno jua‑ rista, Buchanan había declarado sus inten‑ ciones de establecer un protectorado en el norte de México. También trascendió (diría hoy un periodista) que en un mensa‑ je a los congresistas el presidente Bucha‑ nan les había dicho: “¿Pueden los Estados Unidos permitir a su vecino inmediato que se destruya a sí mismo y que los (nos) per‑ judique…? […] no es posible comprender cómo México puede reasumir una posi‑ ción entre las naciones y entrar en una sen‑ da que prometa buenos resultados… [Por lo cual] recomiendo al congreso que expi‑ da una ley que autorice al presidente [a mí]... para emplear la fuerza suficiente a fin de entrar a México con el objeto de obtener una indemnización para lo pasado y segu‑ ridad para lo futuro…” Líneas después “jus‑ tificaba” la intervención argumentando que de esa manera se ayudaría al gobierno cons‑ titucional (el de Juárez) a vencer a los con‑ servadores. La argumentación era absurda porque ya había dicho que se reclamaría indemni‑ zación; además era bien sabido que, en la intervención del ‘47, las tropas estaduni‑ denses habían sido recibidas por la Iglesia poblana con fasto y entusiasmo; que si in‑ tervenían, era posible que los conservado‑ res se les sumaran para derrotar a Juárez (que jamás aceptaría las nuevas deman‑ das de Estados Unidos y seguramente no permitiría violaciones a su soberanía, mucho menos vender Baja California y Te‑ huantepec). La situación era delicada, pues el go‑ bierno liberal necesitaba el reconocimien‑ to del estadunidense para poder contar con crédito y comprar armas, pues la des‑ ventaja frente a los conservadores era mu‑ cha. Éstos tenían de su lado a casi todos los militares de carrera; en cambio, quienes
acaudillaban las tropas liberales carecían de esa formación, habían sido burócratas, comerciantes, escribientes o literatos. Pero también se vislumbraba el peligro de acep‑ tar sin más las condiciones de los vecinos. Por eso Juárez y Ocampo optaron por la vía diplomática, buscando hacer tiempo y, por así decirlo, confiando en que la represen‑ tación mexicana sabría “darle atole con el dedo” a los estadunidenses. Así se llegó al Tratado McLane-Ocampo que, en síntesis, concedía libre tránsito a perpetuidad por el Istmo de Tehuantepec a los estadunidenses civiles y militares, y lo mismo en las rutas de Nogales a Guaymas, y de Camargo y Matamoros a Mazatlán, vía Monterrey. También –hay que decirlo– con‑ cedía, en casos determinados, el ingreso de tropas a nuestro territorio para proteger a los ciudadanos estadunidenses y sus bie‑ nes en las rutas mencionadas. El pasaje más ríspido del documento, y que más han explotado los conservadores antijuaristas, es que concedía el acceso de tropas a nuestro territorio. Lo censurable es que callan que eso se daría en “determi‑ nados casos”; luego, tampoco describen el momento histórico en que se firma el do‑ cumento (la Guerra de Tres Años), y mucho menos lo siguiente: se trataba de hacer tiempo y de evitar que, por un movimiento precipitado, el gobierno estadunidense se colocara del lado de los conservadores. De no concederse el tránsito a perpetuidad, cualquier incidente en Tehuantepec podría ser pretexto para reclamaciones e inter‑ vención de Estados Unidos; por otra parte, al conceder el tránsito a perpetuidad se establecía de manera expresa, en el docu‑ mento, que quedaba prohibido el esta‑ blecimiento fijo de tropas extranjeras en el territorio (acotación hecha por Ocampo al tratado propuesto por los vecinos). De esta manera quedó a salvo la soberanía nacio‑ nal y no se aceptó la enajenación de nin‑ guna parte de nuestro territorio. Esto últi‑ mo fue el motivo por el cual el Congreso de allá no aceptó el tratado •
Luis Tovar
@luistovars
Fast films (ii y última)
C
OMO EN TODO, HAY insoslayables –y en ciertos casos hermosas– excepciones a la regla, pero es claro que, por simple definición, la existencia de tal cosa como un “clásico instantáneo” es imposible o, como máximo, resulta extremada‑ mente escasa. Se diría, sin faltar un ápice a la verdad, que en literatura un ejemplo irrefutable es Cien años de soledad, como en teatro Esperando a Godot o, sin ir más lejos en los ejemplos, como El padrino lo es en cine. Empero, aun en estos casos el recurso a la palabra “clásico”, utilizada –quién sabe si todas las veces y por todos los empleadores también entendida– en su acepción de “consagrado, consi‑ derado modélico en su género”, es revisable, cuando no bastante cuestionable.
Dale tiempo al tiempo A menos que se trate de una ex‑ cepción universalmente acep‑ tada, es decir de una obra que convoque a unanimidades tan sólidas y evidentes como in‑ mediatas, el requisito ineludi‑ ble para que algo merezca que se le añada el adjetivo “clásico” es la mar de simple: necesita pa‑ sar tiempo. La idea de una suer‑ te de clasicómetro que mensu‑ re lo mismo atributos que cronologías es tan absurda que se cae sola, por lo cual es imposible definir con preci‑ sión cuánto tiempo ha de transcurrir, pero hay incontables pruebas de que sólo así, con el tiempo, lo verdadera‑ mente “clásico” llega a serlo. Dicho de otro modo: ni el Quijote, ni la Commedia, ni la Odisea, ni la Ilíada ni muchísi‑ mos más igual de “consagrados y con‑ siderados modélicos en su género”, fueron llamados clásicos cuando apa‑ recieron por primera vez. Esa defini‑ ción, en igualmente incontables ca‑ sos, vino bastante más tarde. Sin embargo esto, que no podría ser más evidente, suele ser olímpicamente ignorado por una legión de opinantes –consuetudinarios algunos, instantá‑ neos los más– a quienes parece que la prisa les ha hecho metástasis en el se‑ so. El apuro, la inmediatez, la fugacidad, son el ropaje perceptivo y discursivo debajo del cual asoma la verdadera y espuria (sin)razón de que Muchagente acostumbre irse de boca para decir que tal o cual película –o novela, autor e in‑ cluso, hágaseme el cabrón favor, pro‑ grama de televisión– es “un clásico”: el despropósito de fondo es, más menos que más, puro y simple consumismo.
Time is money Bajo la muy poco sensata lógica de mercado, que como Todomundo sabe es la que rige no sólo en estos asuntos, no hay absolutamente nada que esté prohibido para conseguir la venta de un producto. Como es obvio, suele re‑ currirse a la ponderación de unas cua‑ lidades que, en los hechos, sólo des‑ pués de consumido el producto puede saberse si eran reales o no. En México se estrenan, todos los años, varios centenares de películas. Aun quienes no tienen por costum‑ bre asistir al cine, inevitablemente están expuestos a la publicidad aneja a los estrenos semanales, de modo que
unos y otros, es decir los que sí van y los que no, son sometidos al impiadoso bombardeo publicitario, mismo que cada vez con mayor frecuencia recurre al expediente de la superlativización: como se supondría que todas las ofer‑ tadas son “buenas”, algo más hay que decir de otra que también quiere su rebanada del pastel; de ahí a calificar de “soberbia”, “conmovedora”, “estre‑ mecedora”, “original”, “excepcional”, “in‑ superable”, “todo un clásico”, etcétera, no hay ni medio paso.
Clásicos olvidados Aquí es donde la proverbial puerca tuerce su de por sí retorcido rabo, por‑ que la tozuda realidad indica que no‑ vecientas noventa y nueve de cada mil cintas de las que llegó a decirse “no te la puedes perder” –con una convicción digna de mejores causas que las del mercachifle urgido por vender bole‑ tos–, acaban más refundidas en el olvi‑ do que el borroso, irrecordable nombre del diputado de tu distrito de la antepa‑ sada legislatura. El remanente de este sistema, cuya estructura pareciera hecha con agudí‑ simo alambre de púas puesto que una vez que atrapa muy difícilmente llega a soltar, es una pobreza monumental: de motivos reales para elevar a clásico –insoslayable, memorable, imitable– un cine concebido, fabricado y vendi‑ do literalmente como hamburguesas, jochos o toda suerte de comida rápida –prescindible, olvidable, tantas veces deleznable-; y al mismo tiempo pobre‑ za conceptual, reflexiva, pensante, tan propia de quienes van al cine, leen un libro, visitan un sitio, con la cabeza puesta en “lo nuevo, lo que me falta” más que en eso a lo que están asistien‑ do. Lo desechable visto en calidad –ne‑ cesariamente fugaz porque ahí viene la que sigue– de indispensable: así el cine fast food y su inevitable indiges‑ tión, esa sí clásica •
CINEXCUSAS
Jornada Semanal • Número 990 • 23 de febrero de 2014
JORNADA DE POESÍA
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ensayo
9 de marzo de 2014 • Número 992 • Jornada Semanal
L
a “guerra contra el narco” ha tenido un saldo de alre‑ lias, pueblos vecinos y amigos. La carne de cañón de esta dedor de 100 mil personas muertas. A partir de ella guerra son los sembradores indígenas y los sicarios y/o inter‑ hemos recibido una enorme cantidad de informa‑ mediarios, estos últimos son jóvenes que proceden de hogares ción, no sólo en noticias, sino en novelas, películas pobres, con una educación escolar muy deficiente, satura‑ y series de televisión. Esto ha provocado que ya no distinga‑ dos de información de las televisoras que los desorientan, los mos entre la ficción y la realidad. Y es que la realidad es más confunden y los acomplejan. Estos jóvenes optan por una cruel que cualquier ficción; esta medida política ha lastimado vida efímera, prefieren vivir poco pero, desde su perspectiva, profundamente el tejido social de muchos mexicanos, los que dignamente, es decir, con dinero. El problema es que muchos de habitan en las regiones en donde se siembra la droga, para‑ ellos beben alcohol y usan drogas y así, armados hasta los dien‑ jes que Aguirre Beltrán llamaba “regiones de refugio”, lugares tes, experimentan una nueva cotidianeidad: levantar. aislados de todo, lugares donde los caminos terminan, donde “Eran como las 8 de la noche, iba caminando por la carrete‑ el día tiene más de 24 horas, donde viven muchos de los ra, en eso se paran unos y me agarran, me tumban al suelo, me pueblos indígenas de nuestro país. Se trata de parajes que toda‑ apuntan con un arma y me ordenan a que diga mis últimas vía conservan su ecosistema y que han sobrevivido gracias a palabras. Yo no quise decir nada, hacen que me levante y me la cultura de respeto que los indígenas tienen hacia su entorno. dicen que me van a dar ‘la ley fuga‘, entonces me echo a correr, Irónicamente, aquí también hay muchos “Pueblos Mágicos”. corro y corro, hasta que escucho detrás de mi unas carcajadas, Aquí, en este nicho aparentemente paradisíaco, el narcotrá‑ se me doblan las piernas, me caigo, no puedo levantarme. Lo fico vino a suplir lo que no hizo el gobierno, llegó y resolvió hombres se suben a la camioneta y se van.” necesidades de la gente. Hasta antes de esta guerra, el narco A este profesor indígena lo han “levantado” cuatro veces. pagaba por lo menos tres veces más de lo que gana un jorna‑ Estos mismos jóvenes son los que van a los ranchos indígenas lero o a un albañil. Los mestizos a organizar la siembra, y si antes comenzaron a trabajar de inter‑ les ofrecían 150 pesos por día, mediarios, los indígenas de ahora les apuntan en la sien y les sembradores, pero sólo los jóve‑ exigen que trabajen gratis. Si nes ‒los mayores no aceptaron‒, antes les eran conocidos, ahora pues prefirieron seguir esfor‑ les son extraños, pues la guerra zándose por trabajar la milpa, ha provocado una gran movili‑ vender sus productos agrícolas o dad en los cárteles, porque, si artesanales groseramente bara‑ antes actuaban en territorios tos o trabajar como albañiles. establecidos, ahora son territo‑ Pero los jóvenes no, ellos no qui‑ rios en disputa. Y si antes iban, sieron vivir las carencias de sus dejaban la semilla y se retiraban, padres, deseaban contar con azú‑ ahora se quedan en los ranchos car, café, manteca, sal y aceite, vigilando. Muchos aceptan y Ana Paula Pintado siempre … Es preciso aclarar que pocos los enfrentan: Cortina es dinero bien pagado, no dinero Llegaron a mi casa y me pusieron el fácil, cosa que muchos no entien‑ arma en la sien, me dijeron que si no den porque consideran como algo normal los ínfimos salarios sembraba iban a matarme a mí y a mi familia, yo les grité, “¡yo no les de la clase trabajadora de nuestro país. Al menos antes de la tengo miedo, yo no voy a sembrar!" guerra del narco, pues ahora se ha convertido en una bola de Hay rancherías indígenas completas que se han replegado nieve: más abusos, más muertes, más miedo y más frustración. al monte, lejos de todo, lejos del miedo, la impotencia y la frus‑ Y digo “más”, porque siempre los ha habido, no sólo por parte tración, allí, en la soledad y la paz, han vuelto a sembrar su de los mestizos intermediarios, sino también de otros, por milpa y a realizar sus fiestas, porque, paradójicamente a estos ejemplo, los militares que en muchas ocasiones han estado intermediarios les gusta participar en ellas. El problema es que muy lejos de cumplir con el respeto a derechos humanos de con la mezcla de drogas, alcohol y armas es una pesadilla. estos pueblos. Por ejemplo, un día llegó un regimiento de solda‑ El tejido social de muchas regiones de nuestro país está frac‑ dos a un gran sembradío de mariguana ‒cabe advertir que los turado; la solidaridad y el trabajo en comunidad están grave‑ militares no van a todos los sembradíos, sólo a los que no están mente debilitados. Pero, ¿cómo reconstruyes un tejido social? protegidos por las autoridades. A los hombres los golpearon, ¿Cómo curas heridas tan profundas? La pobreza en México, la a las mujeres las violaron, después quemaron la siembra y se falta de alternativas para sobrevivir, la impunidad, la violación fueron. En otra ocasión llegaron a una ranchería donde pasa‑ a los derechos humanos es una constante. Mientras tanto, el ron revista casa por casa, les gritaban con toda esa superiori‑ gobierno, el que le abrió la puerta al narco, ahora simula cerrar‑ dad que muchos sienten al toparse con un indígena; las muje‑ la y al mismo tiempo apoya monopolios que sangran nuestro res huyeron al monte, los hombres se quedaron. En su recorrido país, que dejan a muchos sin trabajo. Y lo que más urge no le de inspección no hubo casa en la que no se robaran lo poco que importa: buenas escuelas y trabajos honorables. El gobierno un indígena campesino tiene: maíz, gallinas, frijol... prefiere que siga la ficción, prefiere que vivamos una realidad A partir de Calderón vivimos un estado de guerra perma‑ tergiversada y creamos que los malos son los que mueren, pero nente; provocó una bola de nieve, creando rencillas entre fami‑ todos sabemos que los malos, los perversos, aún viven •
El narco entre ficción y realidad
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