■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 20 de abril de 2014 ■ Núm. 998 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
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a d e l i ó b i s s a o p m i l
n e s s s a r Dos poemas-canciones de B rassens y un texto de R odolfo A lonso
• Gracias, D oris L essing • H elena P az G arro , in memoriam • La partida de A miri B araka y L eroi J ones • Un reality show marciano
bazar
Hugo Gutiérrez Vega
MARCO ANTONIO CAMPOS, LOS OTROS Y EL YO (I de III)
de asombros
(A propósito del disco que dentro de la colección Voz Viva de México publicará próximamente la unam ).
poesía de Marco Antonio un solo verso aburrido. Cada poema descubre algo y lo comunica con un estilo transparente y con la sinceridad que nos exi arco Antonio Campos es un escritor que gía nuestro maestro, Rubén Darío. nunca ha conocido el tedio, ese demonio Marco Antonio sabe leer sus poemas y lo hace que, según Baudelaire, destruye las vidas con parsimonia y paladeando palabra por pala y anula los destinos humanos. En Marco Antonio bra. Es uno de nuestros buenos lectores de poesía. todo es descubrimiento y deslumbramiento. Viaja No olvidemos que algunos poetas destrozan, por por el mundo y se enamora de las ciudades, sus incompetencia o por pedantería, sus propios poe gentes, sus calles, sus historias, su literatura. Por mas cuando los leen en público. Marco sabe que, eso, a lo largo de su vida ha recop ilado ciudades como decía López Velarde, “la poesía es el pasmo como Viena, París, Madrid, Jerusalén, Salzburgo, de los cinco sentidos”, y que, para que esto se cum Bogotá y hasta la ciudad sede de la Universidad pla, es necesario que la voz la apoye y le dé toda Mormona, Salt Lake City. En todas descubre algo su fuerza expresiva. Pellicer, León Felipe, Eduardo que despierta su entusiasmo. Es raro escuchar una Lizalde y Marco Antonio son buenos ejemplos de opinión negativa sobre sus viajes. Los goza todos y estos prodigios de la voz. Ya lo decía Gorostiza: nos enseña, con su actitud filosófica, que lo que im “Sucede a veces que así como Venus nace de la porta es el viaje en sí. La llegada es un accidente más. espuma, la poesía nace de la voz.” Como la diosa De su generación de poetas, Marco es el hom que venía de Sumeria y Babilonia, que fue Inana e bre de letras por excelencia : erudito sin pe Ishtar, brotó de la espuma marina de las costas de dant ería, elocuente Chipre, así la poe sin estridencias, ajus sía, con toda su tado en la forma, co carga de pasado nocedor a fondo de glorioso, nace en la los temas que trata, playa de la isla en trad uctor minucioso cantada. y, sobre todas las co El disco abre sas, poeta, aunque la precisamente con narración, el ensayo una definición lírica y el periodismo cul de la poesía que tie tural, muy particular ne su lugar en el cla ment e el género de roscuro del invierno la entrevista, que do del ’68. En ese año mina de manera ma de estruendo y de gistral, han llamado furia la poesía es un su atención y se ha gorrión aterido y las dedicado a ellos con muchachas se han Foto: Cristina Rodríguez/ La Jornada denuedo y pericia, vestido de luto. El aunque, aun en el ensayo más espeso, la poesía poema tiene dos claros compromisos: uno con la viene a salvar a las palabras, pues Marco Antonio decadencia moral del país y otro con la poesía mis sabe que, como decía Yeats, “lo único que perma ma. Marco Antonio es todo menos panfletario nece de la filosofía es lo que se ha poetizado”. y sabe que la lírica pura es una forma de denuncia Este disco contiene poemas de distintos libros mucho más eficiente y emotiva que la de los dis y etapas vitales de Marco Antonio. Notará el escu cursos manoteantes. El poema ubicado en ese año cha que hay una corriente que fluye sin descanso, que manchó con sangre el rostro del país, cierra un común denominador, la idea de que cada poe con una precaria esperanza representada con la ma viene a completar el anterior y que, todos jun gracia y el dolor de la joven enlutada • tos, se convierten en un largo poema que es la obra de una vida y de una dedicación plena a la lite (Continuará.) ratura. Esto no significa que el poeta evite la va jornadasem@jornada.com.mx riedad temática. Todo lo contrario: no hay en la
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“Anarquista convencido, tierno y sardónico”, eterno enemigo de los reflectores, el poeta, compositor y cantante francés Georges Brassens, alguna vez ganador del premio nacional francés de poesía, musicalizó poemas, entre otros, de Louis Aragon, Victor Hugo y François Villon. Brassens ha sido, desde antes de su muerte acaecida en los años ochenta del siglo pasado, una suerte de autor de culto, y no solamente fuera de su país natal, a pesar de que en español lo han interpretado Paco Ibáñez, Nacha Guevara, Alberto y Claudina Gambino, Javier Krahe, Eduardo Peralta, y en catalán Joan Manuel Serrat. Junto a una breve semblanza escrita por Rodolfo Alonso, ofrecemos a nuestros lectores un par de poemas-canciones con el deseo de despertar el interés en este “cantor, poeta, rebelde y enamorado”. Publicamos además textos sobre Doris Lessing, Helena Paz Garro, Amiri Baraka y Leroi Jones.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
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Portada: Fuego vivo
Diseño de Marga Peña
Directora General: C a r m e n L i r a S a a d e , Director: H u g o G u t i é r r e z V e g a , Jefe de Redacción: L u i s T o va r , E d i c i ó n : F rancisco T orres C órdova , Corrección: A leyda A guirre , Coordinador de arte y diseño: F rancisco G arcía N oriega , Diseño Original: M arga P eña , Diseño Columnas: J uan G abriel P uga , Iconografía: A rturo F uerte , Relaciones públicas: V erónica S ilva ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: A lejandro P avón , Publicidad: E va V argas y R ubén H inojosa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauht émoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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Jornada Semanal • Número 998 • 20 de abril de 2014
Foto: www.culturaeculture.it Me estaba desternillando de risa, me reía de las mujeres libres. Anna Wulf
Si las jóvenes supieran, si las viejas pudieran...
Jane Somers
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literario, hacía ya años que había deja do de aparecer en las nominaciones, acaso por cansancio o por eso que llaman oportunidad, y que esta vez apuntaba hacia nuevos favoritos. Que si fue muy tarde, que si ya era una anciana, que por qué otro es critor inglés. Cómo podía ser que después de tanto tiempo la Acade mia la premiara, se preguntaban. Más asombroso sin embargo es que los temas que trasuntan muchas de sus más de cuarenta obras, como el sexismo, el racismo y el colonialismo, no hayan perdido ni un ápice de actua lidad veinte años después de su publica ción. Pero además de novela política, Doris Lessing escribió ciencia ficción, ensayos, relatos cortos, teatro y hasta libretos para ópera. Por si fue ra poco, cuando ya era la escritora anglosajona más leí da, entregó a su agente el manuscrito de su novela Diario de una buena vecina, con el seudónimo de Jane Somers. Lessing quería demos trar que la maquinaria de las editoriales y las reseñas periodísticas no se guían por los méritos literarios, sino por el éxito seguro pegado a un nombre. En efecto, le resultó bastante difícil colocar la novela, y cuando fue editada, apenas si unas pocas periodistas se ocuparon de la desconocida Jane Somers, en quien veían una semejante. La literatura de Doris Lessing es de lo que no hay, aquello que creíamos recluido definitivamente en los sótanos, derivada a las mesas de saldo, en algún desván del pasado irredento. Gracias a ese Nobel tardío tuvimos el privilegio de verla reeditada no una sino muchas veces. Releo su discurso en la Academia sueca, que Patricia Suárez tuvo a bien publicar en su blog. Dice Lessing:
ómo olvidar la conmoción que me produjo El cuaderno dorado. Ninguna de no sotras, las que lo hayamos leído, volvió a ser la misma después de esa lectura. La protagonista, esa mujer llamada Anna Wulf, encarna ba no una sino las muchas que nos de batíamos por ser. Cuatro cuadernos de escritura, el rojo, el azul, el amarillo y el negro que, como un delta, venían a dar a la mar del cua derno dorado, estructuraban una novela fuera de lo convencional. Diferente. El diario de las emociones y el de la vida política, el de las discusiones y las desilusiones y las utopías del siglo xx , el manuscrito de la novela Mujeres libres y los apuntes de posibles temas para futuros emprendimientos literarios. Porque Anna Wulf, además de mujer, era escritora. Como si vivir peligro samente con una de estas condiciones no fuera bastante. “En el momento en que me siento a escribir, alguien entra en la habita ción, mira por encima del hombro y hace que me detenga.” Las preguntas del para qué, la tartamudez, el desengaño, la fuerza de las cosas, la Biblia y el calefón, los hijos y la mar en coche, la producción obsesiva en medio de pañales y las pausas diarias y, sobre todo, ese dedo grande encima que indica que hay que escribir algo que valga la pena. Y siempre esa autocensura con la subjetividad y sus límites, sobrevolando. Esther La traducción de El cuaderno dorado, tanto en español como Andradi en alemán, llegó en 1978, casi veinte años después de su publicación, y dudo que en esa oscura época haya circula do por las librerías del Cono Sur. Fue en Lima, a fines de los setenta, cuando tuve en mis manos aquella primera edición española de la Biblioteca Universal Caralt, que devoré como una Biblia transgresora, la subrayé y llevé conmigo a través de los países; un libro que, a pesar de su traducción, dejaba entrever una prosa magnífica y una fuerza narrativa, sostenidas ambas por una estruc tura exigente, distinta, nueva. Volví a él una y otra vez, y cuando estuve a punto de escribir una tesis de doc torado en literatura releí el prefacio, aquel que Doris Lessing incorporó al Cuaderno casi diez años des pués de su publicación. Allí escribe: “Mi mayor aspiración era elaborar un libro que se comentara por sí mismo, que equi valiese a una declaración sin palabras, que diera a entender cómo había sido elaborado [....] El libro está vivo y es poderoso, fructificador y capaz de promover el pensamiento y la discusión sola mente cuando su forma, intencionalidad y plan no se comprenden, debido a que el momento de captar la forma, la intencionalidad y el plan coinciden con el momento en que no queda ya nada por extraer.” Cuando finalmente, en 2007, este porten to de escritora recibió el Nobel, no faltaron algunos notables de las candilejas literarias que se mostraron abrumados por la deci sión de la Academia sueca. Lessing, a una semana de cumplir ochenta y ocho y “eterna candidata” al máximo galardón
A los escritores se les suele preguntar: ¿Cómo escribes? ¿Con un pro cesador de texto? ¿Con máquina de escribir eléctrica? ¿Con pluma de ganso? ¿Con caracteres caligráficos? Sin embargo la pregunta fundamental es: ¿Has encontrado un espacio, ese espacio vacío, que debe rodearte cuando escribes? A ese espacio, que es una for ma de escuchar, de prestar atención, llegarán las palabras, las palabras que pronunciarán tus personajes, las ideas. La inspira ción. Si un determinado escritor no logra encontrar ese espacio, entonces los poemas y los cuentos podrían nacer muertos.
Gracias, Gracias,
Además del “cuarto propio” que exigía Virginia, Doris advertía de la necesidad del espacio espiritual del creador. Lessing, la viajera por tantos mundos, que había nacido en Irán en 1919, pasado gran parte de su infancia y juventud en Rodhesia del Sur (hoy Zimbawe), murió a sus noventa y cuatro años en Londres. Me siento desolada al evocarla en esa fo to de 2007 que recorrió los medios, sentada en el umbral de su casa recibiendo a los periodistas, con su tenida azul, su falda amplia, el pelo pla teado trenzado y su bolsa del mercado. Con esa voz capaz de desgranar la mejor de las ironías y su picardía de sabia. “Cómo voy a brindar por el Nobel si ustedes ni siquiera han traído el champán”, les reprochaba. Y después salu dó con su vaso lleno, diciendo que era gine bra. ¿O sería agua? Nosotras, sus lectoras, las que aprendi mos con ella, las que soñamos con la utopía y, como ella, fuimos defraudadas tantas veces; las que, como ella, no bajamos los brazos, le decimos gracias Doris. Gracias, crisálida, mariposa •
Doris Doris Lessing Lessing
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Jornada Semanal • Número 998 • 20 de abril de 2014
Vilma Fuentes
Helena Paz Garro, in memoriam catástrofe del ’68, y por la carta pública de Helena Paz a su padre, a quien reprochaba que quisiera ha cerla creer en el átomo, tan invisible a sus ojos como Dios, cuya invisibilidad era para Octavio Paz, según Helenita escribe en esa carta, una prueba de inexis tencia. Las Elenas decidieron dejar el país. Se sentían amenazadas, en peligro de muerte. Antes de ese au toexilio, amigos comunes las escondieron. Gracias a ellos tuve noticias constantes de las dos mujeres. Creyeron poder escapar a esa persecución lejos de México: no podían darse cuenta de que la llevaban con ellas, en ellas. Por eso no podían cesar de huir. Volví a encontrarlas al salir de una exposición de José Luis Cuevas en una galería de París. Venían hu yendo de un asilo en Madrid, donde habían creído esconderse antes de percatarse de que estaban en cerradas. Prisioneras, decidieron evadirse. Andamos huyendo, Lola, explica Elena Garro a una de su dece na de gatos al sentir el desconcierto del animal a quien la huida perpetua impide su vocación atávi ca de un ser de costumbres. No dejamos de telefonearnos a diario durante los doce años que vivieron en París. Nos veíamos al me nos una vez por semana. La conversación con las Ele nas era difícil, pues hablaban al mismo tiempo, arran cándose la palabra, sin cederla a la otra. Si por teléfono era posible reconocer las voces de cada una, imaginarlas quitándose el auricular, sus bocas pega das al aparato, en persona las cosas eran aún más com
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Fueron contadas las veces en que vi a una sin la otra. Por ello es difícil escribir sobre Helena Paz sin hablar de Elena Garro. No puede entenderse a Elena sin Helenita.
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principios de 1967, asistí a una manifestación frente a la embajada de Bolivia en Ciudad de México. Protestábamos por el encarcelamien to de Régis Debray en ese país. Elena Garro y Helena Paz habían convocado a este mitin. Mi amis tad por ellas y de ellas por mí fue como un amor a primera vista. No cruzamos muchas palabras ese mediodía: la comprensión fue mutua e instintiva. Me llevaron a Palacio Nacional, donde se entre vistaron con el secretario particular de Díaz Ordaz. Esto sucedió antes del ’68 y la matanza del 2 de oc tubre. De ahí, me condujeron al lujoso caserón don de vivían en Lomas de Virreyes. Relaté, bajo los dis fraces de la ficción, este encuentro en mi novela Flores negras: hay invención, cierto, pero el fondo del rela to es auténtico, real como es siempre lo imaginario, acaso más real que la simple realidad. Las diferencias entre ellas, a pesar de su absoluta simbiosis, se hallan bosquejadas en algunas de esas páginas. Diferencias que las oponían de manera ra dical y las completaban como se completan el ying y el yang para alcanzar la epifanía del ser. Elena creía en el azar, Helenita en un determinismo obediente a leyes precisas, tan imprecisas, que rigen el universo. Una, convencida de que el golpe de dados podría alguna vez abolir el azar con un azar, se la pasaba arrojando los pequeños cubos al tapiz. La otra, fa nática de la ciencia, para quien el miedo era un virus transmisible contra el cual se encontraría, en un fu turo próximo la vacuna, arrojaba los dados para pro bar que el azar era una regla matemática y no podía ser abolido. Las dos Elenas pasaban parte del día y de la noche echándose el tarot, arrojando monedas para formar el hexagrama del i Ching que les revelaría su futuro, creyendo poder adelantarse al porvenir y trocar en recuerdos sus vaticinios. Ambas creían ciegamente, a cada consulta, obtener una respuesta que les reve lase el mañana. Elena Garro hablaba siempre con su voz suave así estuviese relatando escenas de horror. Helenita po nía un énfasis apasionado en cada una de sus frases, hablara de la lluvia o el frío. Después de ese encuentro en 1967, supe de ellas de manera esporádica. Del escándalo provocado por su acusación a los intelectuales, responsables de la
Elena y Helena. Foto: Héctor García/ La Jornada
plicadas: para asegurarse de ser escuchadas e impo ner sus palabras sobre las de la otra Elena, acercaban su cara a la de su oyente, pegando cada una su boca en una oreja de su víctima, alzando aún más la voz. Fueron contadas las veces en que vi a una sin la otra. Por ello es difícil escribir sobre Helena Paz sin hablar de Elena Garro. No puede entenderse a Elena sin Helenita. Cuando, alguna vez, vi a Helena Paz en el consulado de México en Francia, donde Octa vio Paz le había conseguido un puesto, no era ella. Sin la compañía de la madre, la hija se desdibujaba, sus palabras, unas cuantas, eran musitadas como un secreto. Miraba a su alrededor, temerosa, un mundo que le era hostil ‒o le parecía, separada de la otra Elena. Me pregunté muchas veces, después de la verda dera muerte de Elena Garro, digo la verdadera por que hubo falsas, cómo podía vivir Helena Paz sin su madre, sin la complicidad que las transformaba en una sola persona en dos cuerpos. La idea de imagi narla sola me era intolerable: no me era posible sos tener esa idea que me huía, que yo huía como se huye, y nos huye, la idea insoportable de la propia muerte. Prefiero recordarlas juntas. Contándome lo mis mo en versiones diferentes que intercambiaban a su antojo. Descubriendo nuevas realidades en la rea lidad, enriqueciéndola día tras día, noche tras noche. Sus relatos hechizaban y mantenían el interés, rea vivaban la curiosidad, mantenían el suspenso. She herezadas inagotables, no les hubiesen bastado mil y una noches para contar sus visiones. Convivir con las Elenas era vivir cada día una aventura diferente donde nos jugábamos la vida y burlábamos la muerte. Imaginativas, veían entuer tos donde a veces no había. Salvaban, en ocasiones, al inocente de las fantasías secretas que sabían des cubrir, con tino, en el otro, pero también, a veces, de sus propias fabulaciones. Mujeres de lujo, se quejaban de vivir en la miseria, reprochándose una a otra sus gastos insensatos. Ex celentes cuentistas, nunca aprendieron a contar ci fras. Me tocó ver a Elena, desesperada por las deudas acumuladas, condenar a Helenita a las llamas eter nas. Vi a Helenita, de nuevo niña, arrodillarse para pedir a su madre que no la condenase. “Todo, mamá, todo lo que quieras, pero no el infierno.” Creyentes, católicas, paganas, panteístas, Heleni ta no juraba sino por la Virgen del Pilar. Elena Garro creía en Dios •
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Juan Manuel Roca
Jornada Semanal • Número 998 • 20 de abril de 2014
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que hiciera el poeta Langston Hugues. Esas lecturas del poeta andaluz las acompañaba a ratos de músi ca gitana. También leyó a Neruda. Me cuenta emo cionado de su primer viaje a Cuba seis meses des pués del triunfo de la Revolución, de su interés en dos poetas latinoamericanos: Roque Dalton y Otto René Castillo. Entre otras cosas, le cuento que el día anterior tu ve una reunión con un grupo de muchachos latinos, objetores de conciencia que se negaban a enrolarse en los respectivos ejércitos de sus países, y aprovecho para preguntarle, precisamente, cómo fue esa céle bre expulsión suya del ejército norteamericano. Vuelvo a reproducir sus palabras: “Fui meteoró logo y bibliotecario en ese servicio militar. Me man tenía como librero nocturno, pero con mi arma siem pre a discreción. Con un grupo al que llamábamos ‘la gallada’, cerrábamos la biblioteca, poníamos música y nos emborrachábamos. ¡Ah!, éramos todos ‘unos grandes intelectuales’. Después de escuchar a los clásicos también escuchábamos absortos a Charlie Parker, para desquitarnos. Nada de música militar. Las óperas de Stravinsky y luego, blues y más blues. Nunca nos pillaron porque yo tenía la llave. Era como tener mi propia Academia: música, trago, libros. Por el licor era por lo que esto podría llamarse en verdad una Universidad: no hay nadie más serio que un bo rracho. Me expulsaron después de la Academia y luego de la fuerza aérea. Dijeron que yo era comunis ta, pero en esa época yo era budista. Alguien mandó una carta acusándome de marxista. Entraron a mi habitación , me encontraron El capital... y adiós. Pero yo leía de todo: budismo, poesía, de todo. Me echa ron: yo estaba rematadamente feliz. Me sacaron del grupo de aviadores y me pusieron a tender las camas de los oficiales.” Y bien, acaba de morir a sus 79 años Amiri Baraka, sucesor de Leroi Jones, su alma siamesa. Aún lo veo en su casa de Newark entre músicos, o en las calles de Medellín, entre muchachas y poetas. Uno de los grandes insumisos se suma al coro de ausentes. Emo ciona saber que así como hay miles de estrellas muer tas en el cielo que siguen alumbrando, también hay miles de poetas muertos que nos siguen, de la misma manera, alumbrando. Así ocurre con la palabra lumino sa del poeta Amiri Baraka •
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Fotos: walterrod neyfoundation.org
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mal”, ya hablaba muy bien de mister Jones, una suer te de Bartleby con gorra de soldado. Entre 1963 y 1965 radicaliza su quehacer poético, al abandonar la música blanca de las palabras para volcarse en la musicalidad negra de ellas, buscando en sus raíces y empieza a acompañar sus lecturas con músicos negros, variopintos intérpretes y crea dores del jazz y del blues. Lo entrevisté en 1992. Recuerdo de mi visita y entrevista a Baraka su casa solariega en Newark, ese poblado con fama de loco y vocinglero, la calidez de su saludo y su voz pedregosa, la tonalidad melódica de su esposa, una bella mujer descendiente de negros e indígenas che rokee, las bellas máscaras africanas colgadas en muchas de sus paredes, la chimenea llena de libros en el espacio para la leña, como si se tratara de una metáfora sobre el fuego de la poesía y, en un sitio de privilegio del salón, una mola diseñada por las ma nos de alguna indígena cuna. A mi pregunta sobre el significado del blues en su poesía, Amiri Baraka me dijo que se trata de una continuación histórica, que el blues es la memoria musical de los negros y que su nombre proviene del color azul de Guinea que usaban los esclavos. Cuando le menciono a Malcolm X y le pido una palabra que lo designe, me mira con fijeza y de la misma manera responde. “Fuerte. Pero aún así lo mataron.” Todas sus respuestas son rotundas, asertivas pe ro nunca carentes de humor, negro, naturalmente. “Los norteamericanos aman la poesía. No la poesía de la academia derechista, hecha para estupidizar a la gente. Están interesados por la muerte, porque la muerte es predecible. En cada época, cuando ha ha bido un levantamiento político, éste ha estado siem pre apoyado en los artistas, y en esos momentos la poesía es la vanguardia. Por ejemplo, el rap es la con tinuación de los años 60. El rap es la poesía popular”. Luego me hablaba del descubrimiento que hizo muy joven de un continente, así lo calificaba, llama do Federico García Lorca, leído en las traducciones
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ue en los ruidosos años sesenta cuando Leroi Jones, el poeta negro americano, “el mejor de todos” según Margaret Randall, empezó a de jar oír su inequívoca voz desde una parte de su país que recibía los aires revolucionarios del Black Power, las revueltas ya míticas de hombres y mujeres como George Jackson y Angela Davis. Y, por supues to, años turbulentos cuya banda sonora era la palabra soñadora y vigorosa de Malcolm X. El Black Arts Moviment y la generación Beat, renovaban las costumbres y ponían un acento li bertario en cada una de sus aventuras estéticas y políticas, a las que aunaban un tono de canción. Muchos años después de que Leroi Jones ya fuera un poeta decisivo en el escenario poético de Estados Unidos, optó por dar de baja su nombre de pila para trocarse en Amiri Baraka, continuador y profundi zador de una poética insumisa, cuando ya empezaba a languidecer y acartonarse, entre otras, la figura impulsora de la corriente “beat”, Allen Ginsberg. Lo conocí, o sería mejor decir los reconocí, a Jones en su poesía traducida a nuestra lengua en decenas de antologías, y a Baraka en su casa de Newark una noche del verano de 1992, tras un viaje en tren con el traductor Tim Pratt. Fue como sentarse con el poeta y su antifaz, y esto me hizo recordar unos versos suyos de “Un poema para Willie Best”, de su etapa primera: “Un renegado/ detrás de una máscara./ E incluso/ la máscara, un renegado encubre.” Esa poesía vertiginosa, humana y desamortaja da, nos llegaba a Colombia a ramalazos desde el corazón del Village en un gran fresco verbal que entremezclaba las imágenes de Ferlinghetti y Gre gory Corso y a veces nos subíamos a una novela de Kerouac (“En el camino”, “Los vagabundos del Dharma”), como a un tren donde esperábamos en contrar a un paria tocando en su armónica una sua ve canción de Bob Dylan. Muestra del talante libertario de Amiri Baraka, y esto me lo dijo mientras sonreía y mostraba el am plio teclado de su dentadura, se remite entre otros hechos memorables a su expulsión del ejército nor teamericano, “por indeseable”. Que el ejército más indeseable del planeta expulse a un hombre por remolón y por no entrarle con ganas a las órdenes siempre ligadas a “la banalidad del
creación
20 de abril de 2014 • Número 998 • Jornada Semanal
Diego Arturo Robles Barrios
La puerta se cerró detrás de ti Yo soy la puerta. El que entra en mí se salvará
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Juan 10,9
ierto día, cierto alquimista de cierto reino dijo haber hallado, ciertamente, la cura para el sufrimiento humano. Y si bien es cierto que al anunciar su descubrimiento recibió cantidad de acertadas denostaciones, una vez comprobado el mismo, con certeza por cierto, recibió cantidad de sacros conciertos y ciertas alabanzas. El remedio era sencillo, “ridículamente sencillo” pensaron unos, y tremendamente metafísico, “tremendamente ridículo” afirmaron otros. Consistía en poner al centro de la plaza un quicial con una puerta con un letrero con la palabra felicidad , así con mayúsculas, y con una flecha en dirección al otro lado. “Nadie se atreverá a cruzar”, se concluyó en la reunión extraordinaria del Real Consejo; no obstante, aun existiendo una gran desconfianza o rechazo o escepticismo o burla o vergüenza o incredulidad o condena o repudio o lo que fuera que sintieran, tanta era su curiosidad que aceptaron financiar el proyecto y, más, ceder el espacio público requerido para el mismo. En efecto, nadie quería pasar por ahí, no por miedo a ser felices y menos por no desearlo, sino por no querer convertirse en el hazmerreír del reino, cuyos habitantes y gobernantes, entre nervios y recelo, se burlaban constantemente de la inmaculada puerta, mientras, en silencio, deseaban estrenarla. Así pasó no poco tiempo, hasta que unos comerciantes de otro reino llegaron al que nos atañe, los cuales, después de celebrar el éxito de su negocio, al ver la susodicha puerta en medio de la antes mencionada plaza, inmediatamente se formaron para cruzar al otro lado; tal fue la cantidad de alboroto, albricias, gritos, risas, brincos, maromas, aplausos, fiesta, alegría, baile, escándalo, juerga, contento, embriaguez y gozo con que lo hicieron, que los oriundos no tardaron en congregarse a su alrededor y contagiarse de la extranjera dicha no sin antes penetrar la famosísima puerta. La noticia corrió de boca en boca, de familia en familia, de pueblo en pueblo, de reino en reino, de país en país, de continente en continente, de mundo en mundo, de planeta en planeta, de estrella en estrella, de galaxia en galaxia, de etcétera en etcétera. Cuando llegó a los oídos de Dios, la creación entera estaba en la fila. Minutos después, el alquimista murió de risa •
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Caídade L
ángelesydemonios
os ángeles están cayendo en los dos últimos me ses sin remedio: no sabía que eran tan peligro sos los poetas. Se desmoronan o los derriban. Unos caen seguramente por la edad, otros, por la enfermedad, pero es cierto que en muy poco tiem po se están muriendo muchos poetas. En estas últimas semanas han desaparecido cinco: un argentino, un mexicano y tres españoles. Todo ha sido tan repentino que parece que les pusieran veneno en la sopa. Se fue Juan Gelman a los ochenta y tres años. Falleció ‒dije ron los periódicos‒ de síndrome mielodisplásico y se quedaron huérfanos argentinos y mexicanos, pues Gelman vivía en df, exiliado desde la época de la dic tadura, la que hizo desaparecer a tantas personas, entre ellas a su hijo y a su nuera. Afortunadamente Gelman vivió la gloria de los reconocimientos ‒si es que eso sirve para algo‒, entre ellos el Premio Cervan tes. Fue un poeta del amor y de la muerte, pero tam bién de la justicia social y de la fraternidad. Pues sí, se marchó de repente. Dos semanas después, se fue su vecino de la colonia Condesa, en la gigantesca ciudad de 20 millones de habitantes. José Emilio Pacheco es taba muy activo en noviembre. Hay una imagen que lo corrobora. Estábamos tranquilamente conversando en Aguascalientes y nos hicimos una foto en la que aparece el poeta junto al argentino Daniel Freidem berg y al colombiano Horacio Benavides. Allí está bamos celebrando la xiv edición del Encuentro de Poetas del Mundo Latino que organiza Marco Antonio Campos impecablemente y donde se le hizo un home naje a Pacheco, que hacía un arte de su sencillez y se trataba con todos los poetas a pesar de que algunos intentaban acapararlo. Pero de repente se ha marcha do a los setenta y cuatro años, demasiado joven para esfumarse y eso molesta, nos molesta a los que lo co nocíamos y lo admirábamos.
También ha sido molesto que se vaya Félix Gran de, a quien conocí siendo muy joven junto a Luis Ro sales. Recuerdo en los años setenta cuando él habla ba, yo pensaba: “Cuando sea mayor me gustaría hablar como él.” Era seductor con sus palabras y sus versos encandilaban, como aquellas Rubaiyatas de Horacio Martín tan conmovedoras y atractivas. Cuan do se refería a su infancia en Tomelloso o a Eladio Cabañero o a César Vallejo inundaba el espacio de pasión y de poesía. Asimismo le gustaba acariciar la guitarra y amaba el flamenco tanto o más que la poe sía. Mientras escribía estas líneas me llegó la noticia de que también ha fallecido su gran amigo y admira do maestro de la guitarra, Paco de Lucía. Ha sido aquí, en México, en Cancún. Félix Grande hizo mu cho por la lírica en Cuadernos Hispanoamericanos. Tras su jubilación siguió trabajando, escribiendo durante algunos años. Pero de repente dejé de oírlo, fueron meses de silencio y de enfermedad cruel y vengativa. Lo vi a él y a Paca Aguirre, su esposa y también poe ta, muy activos y simpáticos, por última vez en 2009, en un almuerzo en el Palacio Real. Luego ya nunca coincidimos, aunque sí hablamos por teléfono y me dijo que se encontraba mal.
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Unos caen seguramente por la edad, otros, por la enfermedad, pero es cierto que en muy poco tiempo se están muriendo muchos poetas.
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Antonio Rodríguez Jiménez
De izquierda a derecha: Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Félix Grande, Paco de Lucía, Ana María Moix y Fernando Ortiz
Por último me llega la noticia de la muerte de dos poetas, la catalana Ana María Moix, una de los “Nue ve novísimos” de Castellet, y Fernando Ortiz, poeta sevillano de sesenta y siete años que ha muerto de un paro cardíaco. También los conocía desde hace mu chos años. Todos ellos estuvieron escribiendo hasta el último instante. El propio Pacheco dijo en uno de sus versos de un poema titulado “Fin de siglo”: “Mien tras escribo llega el crepúsculo”, y se resiste a morir, como todos los hombres, y escucha en el último mo mento su propia voz recordada: “Cerca de mí los gri tos que no han cesado/ no me dejan cerrar los ojos.” Esto, la partida de los poetas, es lo verdaderamen te importante: la palabra del hombre. Pero las porta das de los periódicos están llenas de sucesos, de co rruptelas políticas, de crisis económicas. Mientras los poetas se mueren, los rotativos, las televisiones y las radios lloran la salida de un periodista, Pedro j. Ramí rez, cesado tras haber sido durante treinta y tres años director de El Mundo, a cambio seguramente de 20 millones de euros. Buen trato para comprar silencios, pero se olvidan de los cientos de periodistas que se quedaron sin trabajo en los últimos años, de los que son asesinados en las guerras y de los que malviven trabajando de sol a sol por un mísero puñado de bi lletes, porque a los señores propietarios de esos me dios de comunicación su avaricia les pide más ganan cias. Las portadas deberían ser de los ángeles poetas y no de los avaros obsesionados por ganar lo más po sible en nombre de una crisis extraña y demoníaca. Sólo quedan las palabras: “Sobre un espacio del segundo el tiempo/ deja caer la luz sobre las cosas:/ fiel llanura de objetos/ que me contemplan, mudos/ ‒pero con algo en ellos/ que es una voz eterna.” Sólo permanecerá la poesía de esos ángeles celestes que ya gozan del cielo de su inexistencia •
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El imposible adiós a Rodolfo Alonso
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Georges
uando murió, muchos musitamos por lo bajo, como con leve asom bro: se ha ido. El que había dicho: “Que mi cuerpo sea enterrado cuando mi cuerpo y mi alma estén de acuerdo en un punto: la rup tura.” Con él se iba también una parte de nosotros. Aquellos que nos formamos con el cine y la canción francesa, con Edith Piaf y Michèle Morgan, con los filmes de Marcel Carné y Jean Renoir, con Gérard Philippe e Yves Montand, con El muelle de las brumas y Las hojas muertas, con el existencialismo y las polémicas de Sartre y de Camus, sabíamos, desde que oímos cualquiera de sus dis cos, pero sobre todo desde que vimos su rostro (su rostro vivo, honesto y fraterno, que nada podría desmentir) en Puerta de Lilas, de René Clair (1956), su única aparición en cine, que era uno de los nuestros, entrañablemente. También supo llegar a ser de muchos más, sin dejar jamás de ser él mismo. Como un heraldo de esa revo lución del disco que, luego, a partir de Los Beatles, iba a resultar una verdadera salida de emergencia para la poesía amenazada de extinción, encarnó en el music hall los temas eternos de los poetas: el amor, la fraternidad, la vida y la muerte, la dicha y la desgracia. Pero formando parte, sin la menor grandilocuencia, de una tradición que en Francia llegaba desde los trovadores hasta los chansonniers, que iba de François Villon a Jacques Prévert, pasando por el mismísimo Rabelais, y que supo ser a la vez un cantor, un poeta, un rebelde y un enamorado. Nacido el 22 de octubre de 1921, en Sète, un puerto del Medite rráneo donde también había nacido Paul Valéry (y que inspiró pro bablemente su indeleble Cementerio marino), murió en Montpellier el 30 de octubre de 1981, muy pocos días después de cumplir los sesenta años. Anarquista convencido, huraño y paciente, tierno y sardónico, descubierto por Lady Patachou y lanzado por Jacques Canetti, en el “mundo del espectáculo” nadie ofreció menos espec táculo que él: sólo cantaba con su guitarra sus propios temas que, con la sobriedad de los auténticos, supieron llegar a la vez al gran público y a las minorías de entendidos, que se volvieron fieles. Mordaz y alegre (a su manera de sonrisa triste, como de quien conoce un antiguo dolor y el valor de los contados instantes de placer), inconformista y so lidario, sentimental pero sin pelos en la lengua, no fue sólo “el pornógra fo del fonógrafo”, es decir alguien capaz de romper no pocos tabúes (pero también de detenerse siempre en sus propios límites, por propia voluntad), sino también y sobre todo “el polizón de la canción”, el hombre que contra bandeó poesía entre flashes y ratings. Georges Brassens fue, fundamental mente, un hombre bueno y digno, algo así como un hermano más grande con mucha vida vivida. Por eso su protesta tuvo y tiene color humano, su lirismo es viril, su acento es compañero. Y por eso también su amor, su dignidad, no pudieron ser malversados ni siquiera por “las trompetas de la fama”. No pocas veces se le perdía de vista porque volvía a lo suyo. Sus otros amores: la carpintería, las tareas manuales, la cercanía de su gente en barrios de París o en la pequeña ciudad marítima natal donde lo conocían todos. Una vida privada, ajena a todo sensacionalismo, cerrada a cal y canto para los paparazzi y el perio dismo amarillo. Pero abierta siempre de par en par para el hombre común, para la poesía de todos, en la calle. Como él lo había pedido, fue enterrado al día siguiente de su muerte, sin flores ni coronas, ni ceremonia alguna, en el humilde Cementerio de los Pobres de Sète. El fé retro, de roble claro, fue colocado en la tumba familiar ante una pequeña multitud de trescientos amigos. Sólo habló el padre Barrés, un sacerdote cercano al poeta. Vecinos y familiares –principalmente su compañera Joha y uno de sus sobrinos, extraordinaria mente parecido a él‒ se marcharon de inmediato en cuanto concluyó el breve trámite. ¿Qué vacío vino a dejarnos, aquí mismo y en otras partes, tan lejos de su Francia natal, esa ausencia? La sensación de haber perdido a un excelente hermano mayor, un hombre de honor y de experiencia, en quien se podía confiar. Nos queda, en cambio, más en sus canciones que en sus libros, más en su voz viva que en sus textos, la cer tidumbre de que la poesía puede sobrevivir, por los caminos mas inesperados, in cluso en tiempos de miseria •
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s Brassens Dos poemas/canciones
Brassens en los muros, graffiti en Lorient, Bretaña, Francia
Georges Brassens
La marcha nupcial
Las lilas I
Cuando voy a la florista Compro lilas nada más Si mi canción canta triste Es que el amor ya no está. II
Como estaba en cierto modo A esas flores por amar Yo quise entrar por la puerta Junto a las lilas pasar. III
Pero lilas había pocas Pero lilas no había más Se murieron en la guerra De vida a muerte se van. IV
Yo caí sobre una bella Que florecía por allá Mi gran amor por las lilas En ella quise injertar V
El día en que nos volamos Con cruz blanca he de marcar Agarrados a una rama Rama de lilas nomás.
VI
Pobre amor firme en la barra El tiempo ahí va a pasar Como un bárbaro es el tiempo Como un Atila se da. VII
Donde pasa su caballo Amor no vuelve a brotar Todo rumbo en el espacio Desierto se volverá. VIII
Nuestros amores murieron Volaron al más allá Dejan la llave en la puerta Entre las lilas está. IX
La mosquita del domingo La que a mí me daba el “la” Se ha posado en otras ramas Junto a otras lilas está. X
Cuando voy a la florista Compro lilas nada más Si mi canción canta triste Es que el amor ya no está.
Matrimonio de amor o de conveniencias Casarse he visto yo toda clase de gente Gente de baja estofa y grandes de la tierra Pretendidos coiffeurs, sedicentes notarios Aunque eternamente llegara yo a vivir He de guardar por siempre el alegre recuerdo Del día de boda pobre en que papá y mamá Se fueron a casar frente al Señor Alcalde En un carro de bueyes si hay que hablar francamente Tirado por amigos empujado por ellos Los dos viejos amantes tuvieron esponsales Después de mucho amor y de mucho noviazgo El viento sopla llevándose es lástima De papá el sombrero y los niños del coro La lluvia cae pesando bien sus gotas Como para impedir la boda a todo costo No olvidaré jamás el llanto de la esposa Por muñeca acunando su gran ramo de flores Yo para consolarla yo con todo mi orgullo Seguía en mi armónica a los grandiosos órganos Y los guardias de honor mostrando bien los puños Gritaban: “Por Júpiter, la boda continúa” Difamada por hombres contrariada por dioses La boda continúa y viva la desposada S elección y versiones de R odolfo A lonso
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20 de abril de 2014 • Número 998 • Jornada Semanal
El drama de México. Sujeto, ley y democracia, Israel Covarrubias, Benemérita Universidad de Puebla, México, 2014.
De cómo fluye el alma. (Conversaciones 1994-2009), Vicente Gandía, Frédéric YvesJeannet, Ediciones Sin Nombre/ Secretaría de Cultura del estado de Morelos/Conaculta, México, 2013.
En palabras de Antonio Gandía, el presente volumen “consiste en una serie de entrevistas hechas a [Vicente] Gandía por Frédéric Yves-Jeannet en Cuernavaca, Morelos, donde el pintor vivió desde finales de los años setenta hasta su muerte en 2009. [...] Gandía nos habla entre muchas otras cosas sobre su infancia, la Guerra civil española, la polio y su éxodo a México, país donde encuentra una nueva vida y una nueva luz. [...] Este libro nos presenta una rara oportunidad para conocer al pintor, más allá de lo que él nos revela a través de su obra. Nos muestra a Vicente Gandía como ser humano, con las limitantes que ello implica, y a la vez nos revela un universo interior de una gran riqueza.” Oportunidad inmejorable, pues, para conocer, pero desde la voz ahora y no desde la plástica emanada de sus manos, todo lo que a este valenciano de nacimiento y mexicano por adopción y elección le apasionaba, para apasionarse con él, como él sabía hacerlo •
visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
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Montezuma´s revenge y otros deleites, Carlos Martín Briceño, Ficticia, México, 2014.
MÉXICO EN LA LUPA
DEMONIOS PAGANOS
RICARDO GUZMÁN WOLFFER
ELIZABETH MONTIEL TORRES
ablar desde la academia sobre nuestro país suele tener el inconveniente de quedar en divagaciones teóricas que apenas tienen cabida en la práctica cotidiana de la política. La principal virtud del texto de Covarrubias es que, además del manejo conceptual sobre la situación nacional, establece ejemplos y analiza momentos precisos de la historia mexicana, con vistas a desentrañar las causas y los efectos múltiples del devenir político y social. Entre los temas que toca en los seis capítulos donde deshebra aspectos fundamentales del México contemporáneo (la Revolución y sus consecuencias, el p r i , la educación como presupuesto de la democracia, la corrupción, la impunidad y el autoritarismo) se destaca la diferenciación entre Estado y sociedad, su disociación en el tema educativo y vivencial: dentro de la sociedad se ha dado una fuerza que amenaza a sus integrantes, pero el Estado se encuentra incapacitado para reaccionar con miras a la protección de esa población que observa desde afuera el actuar de políticos y actores antisociales, muchos apenas identificables, salvo por el beneficio obtenido. En unas pinceladas establece el mayor fracaso del pan en la Presidencia: el no haber logrado modificar al Estado mexicano en lo real, ni en lo simbólico. Por el contrario, establece con precisión, al extirparle los partidos de oposición cualquier atisbo de democracia al pri , no sólo rompían con el imaginario colectivo basado en las ceremonias electorales que por décadas escenificamos los electores, dejando a la democracia como algo ausente y que, tras los sexenios panistas, de pronto volvía al pri bajo la ironía de brindarle toda la oportunidad de democratizarse, si se partía de la base de que nunca había sido un ente democrático: dejó de ser centro de ese afán colectivo para hacerse a un lado y retomar una bandera que en realidad no había ejercido, pero que volvía a funcionar publicitariamente. El análisis de la corrupción como hecho histórico para resolver conflictos, como oferta de bienestar y como un costo en la democracia que derrumba el tejido políticosocial, en un país donde la ley pierde significado. Un estudio sobre la violencia como resolutoria de justicia. Claro, si la aplicas en la forma adecuada y eres el actor social capaz de invocarla y ejercerla para lograr mover el mecanismo estatal: la exclusión en la toma de decisiones sociales, bajo el argumento de la democracia, incluso la cultural o la partidista, de una partidocracia que ha perdido la capacidad de proyección histórica. El magnifico ensayo de largo aliento del investigador Covarrubias deja ver su capacidad didáctica que permite asimilar un análisis complejo, documentado históricamente y con aplicación inmediata. Como buen maestro, deja al lector con la certeza de apenas haberse asomado a un camino que uno mismo debe transitar •
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as palabras de Anton Chéjov reviven en la voz de la actriz que representa a Sonia: “¡Qué podemos hacer, hay que vivir! Nosotros, tío Vania, viviremos. Viviremos una larga hilera de días y tediosas noches. Soportaremos pacientemente las pruebas que nos depare el destino…” El telón está por descender y anunciar el final de la puesta en escena. De pronto, el tiempo se detiene. El eco de aquel diálogo resuena en los oídos y nos devuelve a la realidad: nuestra mirada recorre las líneas de Matrimonio y mortaja, uno de los cuentos que integran la obra de Carlos Martín Briceño: Montezuma´s revenge y otros deleites. Las historias de esta antología giran en torno al juego de las apariencias, del “deber ser” claramente definido por la educación moral que reciben los personajes durante la niñez: “Observas las uñas carcomidas, la cutícula rosácea, los pellejos que afean sus dedos. ‘Deja de comerte las uñas’, has vuelto a tu infancia. ‘Mira nada más cómo tienes las manos’. Mamá. ¿Desde cuándo no la visitas? ‘Siéntate bien’. Sólo ella era perfecta.” Un desfile de demonios (vanidad, negligencia, resignación e hipocresía) acapara las páginas del libro acompañado de olores desagradables que intensifican el fastidio, ansiedad o preocupación de los protagonistas inmersos en una vida llena de insatisfacciones. A lo largo de la lectura pueden escucharse, a todo volumen, canciones de Juan Luis Guerra, Timbiriche, Maná, entre otras, que disfrazan –o se burlan– a la Walt Disney (de) la patética realidad. El estilo del autor permite seguir la narración saltando súbitamente de las acciones al pensamiento de cada protagonista. Es así como conocemos las verdaderas intenciones de éstos y sentimos en el cuerpo un viento helado que eriza los vellos de la piel cuando alguien pareciera decir: “Todos somos, en menor o mayor medida, un montón de hipócritas, y eso te incluye, apreciable lector.” La venganza del e m p e r a d o r a z t e c a re g re s a e n Montezuma´s revenge para cobrar aquella batalla perdida a causa de la ingenuidad y exceso de confianza: “Cuando Paige se levantó de la hamaca y se puso a lanzar chillidos, me di cuenta de qué había hecho.” Montezuma´s revenge y otros deleites es una exploración de lo despreciable del comportamiento humano; esa vena de violencia que reconocemos fácilmente en los demás, pero no en nosotros mismos. La prosa de Carlos Martín Briceño es dura, intensa, precisa y de un humor ácido; algo obsesionada con hablar de la frustración que provoca vivir en pareja: “El matrimonio es un organismo criminal: despierta las ganas de matar en los cónyuges”, escribió quien ganara, en 2012, el prestigioso Premio Internacional de Cuento Max Aub por uno de los relatos compilados en esta obra •
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Jornada Semanal • Número 998 • 20 de abril de 2014
Cuentos, Vicente Leñero; Obra reunida, Carlos Pellicer; Las gastadas palabras de siempre, Francisco Hernández; El ser que fuimos, Eduardo Hurtado, Colección Voz Viva, Dirección de Literatura de la unam, México, 2013.
LA VOZ Y LA LETRA MARIANA DOMÍNGUEZ BATIS
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omar un respiro del ir y venir cotidiano y encender las bocinas de la computadora, el aparato de sonido o el estéreo del auto, para que la voz suave y pausada de Francisco Hernández hable, entre versos, del tiempo; la de Pellicer recite los colores de sus viajes por los trópicos; la de Vicente Leñero narre pasajes de su infancia y sus padres, divididos entre la realidad y la ficción, y la de Eduardo Hurtado discurra en torno a la nostalgia. Esta posibilidad es lo que permiten las novedades editoriales de la colección Voz Viva de la unam , que incluyen fragmentos leídos por los propios autores, con los que el lector-escucha podrá regresar a los tiempos en los que la literatura se difundía de manera más oral que escrita. Percibir la entonación, las pausas entre cada verso, el énfasis, la voz vibrante o entrecortada en los pasajes más contundentes, generará una mayor cercanía con los autores, distinta sin duda a cuando sólo se tiene contacto con las letras en una hoja de papel. Además, los ejemplares también incluyen cuadernillos –cuidadosamente editados y diseñados por Vicente Rojo Cama–, con los que se podrá seguir la lectura. El ritmo y los colores sonoros de la voz de Carlos Pellicer avivarán los sentidos del escucha y lo guiarán por un recorrido a través de los trópicos, los héroes y “todas las grandezas humanas y terrestres”, como apunta con exactitud Juan José Arreola en una introducción a la obra de su colega tabasqueño, escrita en 1960. Con la “sólida estética” que lo caracteriza y lo ha erigido como una “referencia capital de la poesía mexicana”, Francisco Hernández recitará Las gastadas palabras de siempre, como señala el poeta y ensayista Francisco Goñi, autor del prólogo. Hernández nos dará una probadita de su labor poética, cuyo objetivo no será otro que “quitar la carne toda, hasta que el verso quede”.
La hondura de la palabra de Eduardo Hurtado convertirá en verso profundo lo que en apariencia carece de poesía: el vuelo de una mosca, las azoteas o unas llaves. Para Hurtado, “todo es materia poética” y sus escritos “dicen lo que dicen y callan lo que callan”, asegura en el prólogo el poeta argentino Juan Gelman. Los "recuerdos y encantos y alegrías de los pasados días" es lo que narrará el periodista y escritor Vicente Leñero, al leer los cuentos "Madre sólo hay una” de su libro Más gente así y “Flashbacks de mi padre”, de Sentimiento de culpa. En ambos fusiona “las herramientas del periodismo, el ensayo y la ficción” para revisitar a las dos figuras fundacionales de su infancia, como se lee en el prólogo escrito por la directora de Literatura de la unam , Rosa Beltrán. Para quien aún no ha tenido un acercamiento con la colección Voz Viva, los cuatro volúmenes podrán convertirse en un detonante para profundizar, tanto en la obra de los cuatro literatos en cuestión, como en el esfuerzo editorial iniciado en 1960, que actualmente abarca más de 280 títulos, adquiribles en la red de librerías de la unam •
LA CANCIÓN DE MARGUERITE DURAS Arturo Gómez-Lamadrid
16 tesis de economía política. Interpretación filosófica, Enrique Dussel, Siglo xxi Editores, México, 2014.
Para quien desconozca los muchos méritos del autor, anótase aquí que Dussel es doctor en filosofía y en historia, que tiene tres doctorados honoris causa, que ha impartido cátedra en Harvard, Nashville y Frankfurt, entre otras universidades; que fundó el movimiento conocido como Filosofía de la Liberación, que es uno de los fundadores del Diálogo Inter-filosófico Sur-Sur y que, en tiempos recientes, fue rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Este ensayo está pensado como complemento a las 20 tesis de política –publicado también por Siglo xxi–, y va dirigido “a una nueva generación de izquierda que desde 1989, año del derrumbe del socialismo real en Europa, ha quedado como desprovista de una teoría que sepa interpretar los acontecimientos de esta época de radical crisis de transformación”. Así lo afirman los editores, y el lector comprobará que desde luego las ideas aquí vertidas le son útiles a todo aquel que, desde la izquierda, busca acceder a la comprensión y la consecuente transformación positiva de la realidad presente, pero no sólo a quien lo haga desde ese flanco ideológico: lo mismo sucederá con quien, por prejuicio o reticencia, ha evadido el indispensable conocimiento de las tesis de economía política emanadas del pensamiento marxista, mismas que en opinión de propios y extraños, y con salvedades perfectamente claras y delimitadas, han venido cumpliéndose puntualmente en el actual escenario del neoliberalismo. Como lo afirma el autor, desde hace un tiempo ha venido estructurándose –derivado del sempiterno escenario de crisis en el que el capitalismo dominante lleva sumido al menos medio siglo– un sistema económico trans-capitalista, más acorde con una sociedad trans-moderna como ésta en la que vivimos. El volumen cuenta con una nutrida bibliografía, indispensable para quien desee ahondar en los numerosos tópicos abordados así como un índice de visitaaquí, nuestro PDF temasinteractivo y autores, de gran utilidad para en: quien quiera enfocarse sobre alguno en http://www.jornada.unam.mx/ particular •
próximo número
Los niños flacos y amarillos, Marguerite Duras
La Jornada Semanal @JornadaSemanal
20 de abril de 2014 • Número 998 • Jornada Semanal
Naief Yehya
alapiz2000@gmail.com
naief.yehya@gmail.com
Los discursos de amor en la obra poética de José Francisco Conde Ortega (ii de v)
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N VOCACIÓN DE SILENCIO se escucha a algunos poetas asomados como homenajes y formas veladas en los que se intuía una formación personal: el saldo de cuentas con el modernismo, con el bolero y con cierta tradición que gravitaba en torno al quehacer de quien se ha adentrado, como estudioso, en algunas regiones de la literatura mexicana reciente. El poemario fue crepuscular no sólo como acto de inicio, sino por la clase de sentimientos e imágenes que el autor distribuyó entre sus páginas: octubres y hojas sin
Rubén Bonifaz Nuño
viento, campos de violetas, tardes decli- –aquí es–/ aquí donde la pareja/ (¿nosonantes en diciembre, lentas lluvias de ju- tros?)/ caminamos al borde del abismo.// nio, camelias adormecidas, senos azules No es de nuevo la sed/ o tu nombre reveny odaliscas con alas de azucena, pero en tando los tímpanos.// Es, acaso, la memoConde existía, desde entonces, el deseo ria nocturna,/ la historia de los amantes/ de transgredir la imagen asegurada por y de los nombres/ –dos tan sólo– tan sola tradición. Su poesía admitió la presen- los/ que buscan su camino/ en el aire que cia de otras voces porque una fortaleza inventa la noche.” propia las relativizaba y desplazaba. La ciudad apareció plenamente en “La Más que una influencia, debe notarse la muchacha del Metro i ”: un encuentro caintención de convocar alusiones de la li- sual en el misterioso y multitudinario sisteratura mexicana para jugar con ellas y tema de transporte colectivo de Ciudad vaciarlas en una nueva modalidad: la de de México, llevó al autor a una reflexión la poesía urbana contemporánea. erótica y desolada sobre el mecanismo De aceptar la erudición modernista de los encuentros y desencuentros citade Conde, de aceptar el paso del moder- dinos: de la contemplación casi milagronismo al bolero, no puede extrañar el sa de una mujer bella en el Metro, el poeta vínculo urbano que ha establecido entre ese pasó a la conciencia de la fugacidad y el patrimonio y el de su poesía. Las conver- anonimato. saciones con Francisco en cantinas del Vocación de silencio fue un libro donde Centro o en cervecerías de Azcapotzalco, el amor fue contemplado en forma epiconfirman el paso de esa intuición moder- sódica, momentánea, fugaz: la plenitud nista a la plena asimilación de la nueva suponía la ruptura, la tristeza se agazapaurbe en su obra. Si el modernismo fue el ba en la quietud, el encuentro preparaba primer movimiento literario mexicano la despedida; no era visto como inicio de que asumió a la ciudad como un espacio la plenitud, sino como preparación del nuevo para poetizarlo y extraer de él olvido y la nostalgia. De ahí el carácter una nueva sensibilidad, la elección de crepuscular y atardecido del amor en este Conde no fue casual: su liquidación per- poemario: la plenitud estaba amenazasonal consistió en cruzar los caminos a da por los riesgos de la separación y en el través de un homenaje que la denostó y momento del encuentro nacía la conla dignificó. Sin embargo, en Vocación ciencia de ser dos, distintos. Si el amor no de silencio la ciudad no aparecería con la fue un sentimiento trágico, sí fue visto plenitud con que lo iba a hacer en los si- como un poder que desangra a sus protaguientes poemarios: se mencionaba de gonistas. Su sabor nostálgico se resolvió soslayo para privilegiar otros paisajes mediante los últimos siete sonetos. Cada abstractos: las tardes, la subjetividad fren- uno retomó los apuntamientos centrales te a la asociación de sentimientos agluti- del volumen y les dio una nueva direcnados en torno de atmósferas. ción: en ellos estuvo la fuerza que trasAdemás de la obvia referencia a Boni- cendió la aparente languidez de algunos faz Nuño, enunciada desde el epígrafe del poemas iniciales, la síntesis de las oscipoemario, también debe citarse como laciones estilísticas, temáticas y métricas influencia reconocida la estructura asti- del resto del libro. llada de César Rodríguez Chicharro. Más Los tres libros que se intermedian enque en la elaboración de los temas del li- tre Vocación de silencio e Intruso corazón bro, apareció en la manera como algunas (1994) fueron el vuelco hacia Ciudad de palabras se acomodaban para sugerir el México, hacia una voz menos preocupacarácter disonante de tonos y sentimien- da por los saldos con sus ancestros y más tos con los que el autor quería matizar la orientada hacia la expresión personal • fluidez del texto: “Víspera del silencio/ (Continuará.)
A LÁPIZ
Enrique López Aguilar
Arte degenerado: el ataque contra el arte moderno, Alemania 1937 (i de ii) El artista reprimido que llegó a canciller Aunque parezca un chiste, el arte era una preocupación seria de Adolf Hitler, pintor de acuarelas fracasado (dos veces rechazado por la Academia de Bellas Artes de Viena) y Fürher und Reichskanzler alemán entre 1933 y 1945. Pero hay que señalar que sus pinturas no eran tan ridículas ni torpes como las de George w . Bush, otro genocida recientemente convertido al arte. Muchas veces se ha especulado sobre la forma en que la frustración artística de Hitler se relacionó con su antisemitismo rabioso, con su desprecio de la élite cultural, con su peligroso populismo conservador y con su obsesión por el diseño de la imagen nazi (desde la esvástica hasta la arquitectura, pasando por toda la parafernalia) y su clara visión de vincular un discurso estético con uno político. Hitler reivindicaba el culto a un neoclasicismo germánico y despreciaba el arte moderno por sus tendencias “extranjerizantes”, su estética decadente pequeño burguesa y paradójicamente su bolchevismo, comunista y cosmopolita (los bolcheviques a su vez censuraban a otros artistas por ser pequeños burgueses y cosmopolitas). Para Hitler, el modernismo era contrario a los valores nazis, por esta razón ordenó purgar el arte degenerado de las principales colecciones alemanas. Al final del proceso fueron confiscadas alrededor de 20 mil obras, entre las que se contaban pinturas de Paul Klee, Max Beckmann, Otto Dix y Oskar Kokoschka; algunas fueron almacenadas, otras destruidas y unas más vendidas (algunas de ellas a precios de risa debido a que inundaron el mercado del arte moderno, oportunidad que aprovecharon instituciones como el Museo de Arte Moderno de Nueva York para enriquecer sus ahora prodigiosas colecciones). La purificación artística anticipó la persecución, expulsión y eventualmente encarcelamiento y asesinato de numerosos artistas e intelectuales.
El gran show Joseph Goebbels, el ministro del Reich para la iluminación del pueblo y la propaganda, creía en un expresionismo “nórdico”, como el que veía en Emil Nolde, un artista que siempre trataba de complacer al régimen. Goebbels quería que este estilo se volviera el arte oficial del Reich; sin embargo, en una visita a su casa, Hitler vio cuadros de Nolde y lo regañó por tener el gusto desviado. Inmediatamente Goebbels renegó de su modernismo, se deshizo de esas obras y destruyó la carrera de Nolde. Goebbels quiso demostrar que era el peor enemigo del arte moderno, por lo cual inauguró, el 19 de
julio de 1937, una gran exposición en Munich llamada Entartete Kunst o Arte degenerado, que consistía de 650 cuadros y esculturas, algunas obras maestras y otras piezas menores de las corrientes dadaísta, expresionista, cubista, surrealista y abstraccionista. La idea venía de una exposición organizada para denunciar, ridiculizar y humillar al arte moderno que tuvo lugar en Dresde en 1933. Entartete Kunst era deliberadamente caótica, las obras se mostraban amontonadas en los muros de un museo de arqueología, acompañadas de textos irónicos y los supuestos precios pagados por ellas (“con los impuestos del pueblo alemán”). Este ataque recuerda a cierta crítica mexicana de arte contemporáneo que se dedica a lanzar ataques ad hominen, llamar al linchamiento literal de artistas e imaginar descabelladas teorías conspiratorias del poder gubernamental detrás del éxito o el fracaso de ciertos artistas.
Censura y genocidio La Neue Gallery de Nueva York ha organizado una pequeña pero poderosa muestra de la esquizofrenia y confusión cultural nazi: Arte degenerado: el ataque al arte moderno en Alemania en 1937, en la cual se hace un recuento de las estrategias represoras seguidas por el Reich en contra del Bauhaus (la escuela de arte que creía en un arte total, y que dirigió Mies van der Rohe desde 1930 hasta su desaparición), del grupo Die Brücke (considerados como los padres del expresionismo) y más tarde contra todos los artistas considerados degenerados. Sin sutilezas, el curador Olaf Peters establece el vínculo entre la censura y el genocidio. En una pared se muestran las largas colas de asistentes al show y en otra las masas que son llevadas a Auschwitz. Entre todas las atrocidades cometidas por los nazis, podríamos decir que su ofensiva contra el arte moderno es un asunto menor; sin embargo, las obsesiones estéticas del nazismo jugaron un papel central en la seducción popular y prepararon el camino para la estetización del genocidio• (Continuará.)
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JORNADA VIRTUAL
arte y pensamiento ........
Jornada Semanal • Número 998 • 20 de abril de 2014
........ arte y pensamiento
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola @LabAlonso
germaine@pegaso.net
¡Aaaaaaaiiiiiiiiiaaaaaaeeeeeeaaaaaaaah!
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N LA ENTREGA PASADA (núm. 996) se esbozó el destacado lugar que ocupa el arte contemporáneo indio en la escena internacional y la creciente proliferación de galerías en Delhi, mismas que han jugado un papel decisivo en la promoción de los creadores actuales en Occidente. Otro factor importante es el coleccionismo local que en tiempos recientes ha ido in crescendo y ha fortalecido un mercado del arte que hasta hace poco era prácticamente inexistente en ese país. Dos nombres sobresalen entre los coleccionistas y filántropos indios más conocidos: Lekha y Anupam Poddhar (madre e hijo) y Kiran Nadar, quienes han constituido fundaciones privadas que cuentan con los
dos espacios más interesantes y activos en la ras de la sociedad india que vive un conspromoción del arte contemporáneo en tante contraste entre la opulencia y la esa ciudad: la Devi Art Foundation y el Mu- pobreza, entre la sofisticación de las granseo de Arte Kiran Nadar ( knma ), inaugura- des urbes y la precariedad de los pueblos. dos en 2008 y 2010, respectivamente. La “Suceden cosas muy extremas en India primera tiene su sede en un espléndido –comenta Gupta– y muchos de los artistas edificio ubicado en Gurgaon, la moderna las reflejan en sus obras.” Tuve la oportuurbanización que es hoy un flamante cen- nidad de presenciar una mesa redonda tro financiero e industrial anexo a Nueva con el artista en la que logré captar lo que Delhi, mientras que el knma cuenta con un me parece vital en el arte indio contempoespacio más sobrio, enclavado en un cen- ráneo: un sentido del humor fino y mordaz tro comercial en el corazón de la capital. que se percibe en su aguda crítica social y Ambas instituciones son punta de lanza política. La exhibición incluía diversas insno nada más en el coleccionismo privado talaciones creadas con esos brillantes cay en la promoción y difusión del arte con- charros de cocina apilados, esculturas intemporáneo, sino también son puntales geniosas y de una excelsa factura, que en el apoyo a los jóvenes artistas y un hacen alusión a la realidad cotidiana (las puente de comunicación con el público a cámaras de cine de Bollywood, los tuc tuc o través de sus plataformas educativas, que rústicos taxis motorizados, las bicicletas comprenden publicaciones, eventos aca- de los repartidores de leche, entre otras) o démicos y conferencias. Si bien el knma no a las tradiciones milenarias, como la consllama la atención por su discreto recinto, trucción de una casa vernácula realizada que forma parte de un centro comercial con tabiques hechos con excremento de –entre boutiques de marca, Starbucks y vaca. A Gupta se le ha comparado con DePizza Hut– es probable que su ubicación mien Hirst y con Jeff Coons, pero yo entenga el objetivo estratégico de atraer al cuentro en él una espontaneidad y un gran público heterogéneo que acostum- espíritu lúdico que sus colegas anglosabra pasear por estos centros. Ni el más jones han perdido, quizás a causa de su despistado visitante pasaría de largo fren- éxito desmesurado. te a la escultura monumental que domina No muy lejos del Museo Kiran Nadar se la entrada del museo: se trata de Line of encuentra Khoj, un espacio independiencontrol, una espectacular pieza escultórica, te que promueve un programa de artistas del afamado Subodh Gupta, que mide en residencia que desarrollan propuestas 10m x 10m x 10m y pesa 20 toneladas. Con- básicamente experimentales pero de muy formada por cientos de utensilios en ace- alto nivel, propiciando la interacción de ro inoxidable que se usan comúnmente jóvenes locales y extranjeros invitados. en las casas tradicionales indias para co- Muchas cosas están sucediendo en Delhi, cinar y para comer, esta obra ejemplifica y en otras ciudades como Mumbai y Kolkael lenguaje estético que Gupta ha desarro- ta, donde los arquitectos suizos Herzog y llado desde hace un par de décadas, inspi- De Meuron están construyendo un Museo rado en la cultura popular y las tradicio- de Arte Contemporáneo que promete nes de su país. La forma de la pieza es una grandes sorpresas. El arte contemporáneo clara alusión al “hongo atómico”, que en en India está en ebullición. No hay que pereste caso se refiere a la tensión perma- derlo de vista • nente entre India y Pakistán, y el peligro latente en el armamento nuclear. Además de maravillarme ante esta imponente pieza, tuve la inmensa fortuna de coincidir con una exposición retrospectiva del mismo artista en la Galería Nacional de Arte Moderno. Las obras de Gupta son metáfoArriba: Line of control; der: Devi Art Foundation
ARTES VISUALES
Delhi: un hervidero de arte contemporáneo (ii y última)
RITO DE NACIMIENTO. DE enojo. De gusto o de susto. Grito emocionado que gana altura y, llegado al punto máximo, cae desinflado, herido por una entropía transformadora. Grito suicida que no volverá sobre sus pasos. Que se vuelve curva de gemidos… Gemidos que se vuelven susurros. Susurros que se visten de silencio. Silencio. Vientre del sollozo que canturrea, que conmueve en su insistencia. Que compromete. Que nos compete. Tal es el instinto de nuestra especie. Ignorar los vocablos de cualquier sistema. Pero no soslayar lo que surgió antes del lenguaje. Responder al llamado de la selva, al del mamífero, al del
dinosaurio. Voltear si alguien llora. Atender al murmurio, imán universal, llamamiento que comparte el cifrado secreto de la fragilidad que nos hermana. Responder al quejido que busca conmiseración y apoyo. Sentir la comezón de la risa ajena. Ese regocijo que nos alegra por los otros entre suspiros. Suspiro: entrega de aire que revela la acritud del vencido por un instante. Así, del mismo modo, la onomatopeya. Reflejo en el espejo de la garganta. Rebote “puro” del oído. Rebote “impuro” de la mente. Cable por el que viajan antiguas codificaciones. Muleta del cazador barbado y del cine mudo. O los gimoteos. O los vagidos. O los plañidos. O la algazara. O los clamores. O los gruñidos. O los chillidos. O el carcajeo. O los lamentos. O todo junto y en un mismo sentido, extendiéndose cual telaraña sobre las butacas. Sí, en un teatro. ¿Se puede unirlo todo en pos de la alquimia artística? Sumarlo en el rompecabezas de un poema sonoro para que sus escuchas se entreguen cuévanos adentro. Ofrecerlo a la audiencia que atestigua la unión de hombres distantes en tiempo y espacio, ignorantes de las sofisticaciones retóricas. Hablamos de la forma verbal que prevalecerá cuando llegue la extinción definitiva y las civilizaciones pierdan contenido. Hablamos de la exhalación final, sin interlocutores ni testigos, esculpida por los labios de la última persona, tendida donde hubo hierba y nacerá el fuego. ¿Poema sonoro, dijimos? Sí. Usar lo que de nuestra boca sale evitando las palabras para entonces configurar una pieza de lírica extendida, coetánea pero milenaria. Eso hace la artista española Fátima Miranda. Eso presentará el viernes 25 de abril en el Museo del Chopo cuando su voz y su cuerpo se recompongan, según dice la institución en internet –y según comprobamos en video–, con “las albórbolas bereberes, los irrintxis vascos, los microtonos de la raga india, las murgas de griots y hamanes, las melopeas dionisíacas, las difonías mongolas y tibe-
tanas, los yodels pigmeos o balcánicos, las voces nasalizadas chinas, los gritos-interjecciones del teatro No japonés, los exabruptos desgarrados del pansori coreano, el cante jondo o el más sublime canto sagrado (ya se trate del dhrupad indio, de los sutras zen, del Corán de los almohidines, del gregoriano cristiano, o del qawali sufí)”. “Se trata de invitar a un público abierto, sin predisposiciones, dispuesto a percibir fuera de su zona de confort, desde otro lado de su ser”, dice José Luis Paredes Pacho, director del museo, hoy un hervidero para las reflexiones y expresiones del arte contemporáneo.“Fátima es respetada por los más exigentes compositores cultos. Es cantante, pero lo suyo va más allá del canto. Hace performance pero lo supera y lo combina con otras disciplinas. Hace investigaciones y video, hace muchas cosas pero, finalmente, compone poemas sonoros, literatura expandida.” El espectáculo que presenciará quien se atreva a la vulnerabilidad y pague $120 pesos (estudiantes, maestros, inapam , unam : $80), se llama Albórbolas. Palabra hermosa por su aliteración, se refiere a una antigua expresión árabe asociada con el vocerío jubiloso. Experiencia oral reproducida por todos los pueblos del planeta, su alocución encontró variantes fascinantes tras las inundaciones que nos aislaron continentalmente. Tal como nos pasó repitiendo la agricultura, las pirámides, las herramientas y las armas, una parte de la voz avanzó por derroteros que no eran ni el habla ni la música; renunció a los cánones de la escuela y se multiplicó en innumerables culturas. Allí la materia de Miranda, algo que en ella hace frutos por los años de compromiso y búsqueda. Finalmente, de lo que se trata, lectora, lector, es de regocijar al animal desterrado por lo aprendido. Este evento es para melómanos, abuelas y transeúntes distraídos, tanto como para el más escéptico de los otorrinolaringólogos. Es para usted. Buen domingo. Buena semana. Buenos gritos •
BEMOL SOSTENIDO
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arte y pensamiento ........
20 de abril de 2014 • Número 998 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Ana García Bergua
C
ADA VEZ VEO PEOR las letras. Cada que voy a cambiar los lentes de lectura, el grado de aumento se incrementa también, peligrosamente. A veces me pregunto hasta dónde llegará esta imposibilidad, si un día no tan lejano me convertiré en la escritora de la lupa perpetua. Me parecería normal, si no fuera porque la vida obliga a ver pantallitas: mira qué bien salió Heliodoro en esta foto, dice alguien a mitad de una reunión y saca su aparatito. Pequeño y cuadrado, con una imagen habitada por liliputienses. Los demás comensales se asoman y comentan: está un poco más gordito, se ve muy saludable, ¿dónde estaban? En Albania. Y esos árboles que
se ven al fondo, ¿de qué son? De las lagunas de Huixquilucan County. ¿Y esos pájaros que vuelan atrás de sus cabezas? Mirlos asiáticos, se les nota en el pico azul con manchas. Unas manchitas diminutas con forma de estrella. Yo no distingo nada. Para colmo, mis lentes suelen dormir en un lugar recóndito de la bolsa, que se encuentra a algunos metros del comedor; en lo que voy por ellos, la foto ya cambió, la conversación se ha mudado a otro tema y ya no viene tanto al caso tener ojos agudos. ¿Cómo era el pico de esos mirlos? ¿Alcanzaría a verlo? Ya sé que debería colgarme los lentes, pero los hilos se enredan y se tuercen; con la cadena pareces una anciana de lentes enredados y torcidos. En una librería me encontré unos de plástico de colores que te cuelgas en el cuello y después unes con imanes al montarlos en la nariz. La realidad es que uno parece marciano; si se usan por más de media hora, el peinado se aplana y cada que nos quitamos los lentes se termina de destruir. Los usé heroicamente hasta que se rompieron. Confieso que ese día suspiré aliviada y busqué mis lentes de cajita, esos que insisten en quedarse en el bolso. Pero no hay remedio: estás en el café y no falta el que saca su aparatito mágico, su minucia, su telefonito: ¿ya viste lo que me escribió Vicente? Qué barbaridad, exclama un ojo-rápido. ¿Y qué le contesto? Ahí puede uno pedir que le lean el mensaje, pero no tarda en aparecer la foto: aquí está con Marilina Frankfurt, en la exposición de monos australianos. ¿Y eso que se ve al fondo qué es? Es un lejanísimo cartel que dice prohibido aplaudir. Con razón, exclama la concurrencia. Confieso que a veces finjo: veo los manchones borrosos y escucho los comentarios. Más o menos me doy una idea de qué están hablando, no tengo que exiliarme de la plática para buscar los lentes en el fondo del bolso negro (bueno, estoy poniéndome un poco dramática). Hasta que un alma caritativa (o alguien que me conoce) me dice: ponte
los lentes para que veas bien la mano del vecino en la ventana, ¿ya viste lo que hizo con las manos cuando pasaba el obispo?, ¿y las hormigas en el alféizar llevándose las joyas? Sobra decir que yo también cargo mi aparatito. También grita y avisa y dice cosas en letreros microscópicos que no entiendo hasta que logro encontrar los lentes. Los lentes que no puedo usar todo el tiempo, pues chocaría con lo grande que sí distingo: a veces me gustaría que los mensajes y las fotos se proyectaran en el cielo.Yo los vería muy bien. Pero es increíble cómo se ha empequeñecido el mundo. Recuerdo un documental científico de un japonés que hace muchos años vi (sin lentes) y me pareció fascinante. Hablaba de escalas, desde lo enorme –el universo y los planetas–, hasta los seres y las partículas más microscópicos: en gran cantidad de estas escalas se podía vivir; es decir que cada una tenía algo así como sus habitantes proporcionales. Cada escala era un mundo completo. Desde que no veo lo pequeño, tengo la impresión de haberme mudado a un país en el que mis ojos son Gulliver. Las instrucciones de los medicamentos y las gotitas para desinfectar el agua también han disminuido considerablemente para mi vista elefantiásica. Para colmo tenemos que vivir asomados a esos objetos escandalosos e imprudentes, pues nos interrumpen a cada momento y no tenemos más remedio que permitírselo: ahora –vuelta al tema de las escalas–, cualquier llamada, mensaje o requerimiento parece ser igual de importante, todo exige mirar y contestar en el momento: traigas o no lentes, todo lo pequeño en apariencia es grande. Y grita desde los aparatitos. Cuando mi hija pequeña era más pequeña, inventó un verbo magnífico para mirar a través de la lupa: voy a lupar, decía. Sospecho que en unos años habré llegado al grado más alto de los lentes de lectura. Entonces luparé todo el tiempo •
Espinita
A
L HOMBRECILLO LE CHOCA que lo critiquen, que se mofen de él, que lo ridiculicen. Le choca pero aguanta, qué remedio, porque en el oficio de reptar se le endurecen a uno las escamas del lomo. No tanto que se vuelva tortuga, pero sí lo suficiente para que la dureza de la piel aguante piquetes de tanto mosco trompetero. Siempre queda además el viejo recurso bifronte de plata o plomo. Como el plomo es en política a veces el más caro de los minerales, con plata basta. Al hombrecillo lo que realmente le revienta el ánimo y se lo vuelve avieso es ser desafiado. Eso sí que no. Quizá el hervor sanguíneo que lo aqueja de
porrazo cuando alguien le planta cara le viene de la niñez, porque siempre fue, como de miras, de corta estatura y hay bajitos que lo pasan mal de párvulos, no hay respeto. Algunos encajan con astucia los vericuetos de la carrilla, pero otros crecen envenenados. Nunca falta un chaparro rencoroso, que cuando tiene poder se vuelve predeciblemente vengativo. Y después de vengativo, autoritario. Por eso el hombrecillo no necesita de consensos que más bien estorban y suponen, precisamente, retos a la incuestionable solidez de su autoridad. Por eso usa tacones gruesos en los zapatos y podios a modo cuando se puede. Por eso alguna vez ha ordenado actos de brutalidad policíaca y represión sin maquillajes que luego, engallado y muy macho mexicano, cómo chingados no, asume sin tapujos. Aunque en los tapujos haya violaciones en pandilla, hartos descalabrados y algún muertito. Al fin de cuentas, los que se le plantan adrede se llevan lo que andan pidiendo a gritos. Cárcel a los rijosos, esos violentos que se oponen, es lo que merecen. Porque desestabilizan el régimen (y espantan inversionistas); porque trastocan el orden establecido (y asustan turistas); porque lo hacen quedar mal (y lo hacen pasto de humoristas). El hombrecillo sabe que al final del día la calle no es problema, la tiene ganada. Ya los quiere ver cuando desembarquen granaderos y antimotines, tanquetas y camiones chorrito. Secretamente está fascinado con las transformaciones de presuntos insurgentes en víctimas de ojos desorbitados y toses convulsas. Tiene filmaciones que repasa a veces en cámara lenta para disfrutar despacito la metamorfosis, como saborear el derretimiento de un chocolate. No, las calles no son bronca. Ni siquiera los levantados, los que se arman para autodefenderse; ni modo que luego, a la hora de la hora, se vayan a poner a los cabronazos con soldados de a de veras… No. El problema no está en calles ni campales, ni en escondrijos serranos,
ni en siglas de ejércitos de desharrapados malnutridos cuyos grandes logros estratégicos serán un par de antenas de alta tensión, quizá una estación repetidora de televisión y en un relámpago de fortuna a lo mejor hasta una toma momentánea de un cuartel o un pozo petrolero. No. El problema es de medios, y por tanto de percepción. Pero no en los medios tradicionales, que están bien amarrados con la correa de la complicidad, el dinero y las concesiones condicionadas. El problema son las redes, donde lo caricaturizan y bañan de blasfemias y denuestos. Pero sobre todo donde se desdibuja mordisqueada la incuestionable solidez aquella de su autoridad. Para uno cortito que, como el hombrecillo, padece miopía del calendario un sexenio se vislumbra eternidad: la encantadora banda de Moebius en cuyo infinito tránsito dignatarios y pontífices le seguirán tratando de usted. No hay prisa, está bien intercalar algún período vacacional, de oportuno filo estratégico. Vendrá el anhelado ajuste de cuentas, dulce instante de venganza en que podrá cobrar a un país entero la abominación de haberse tenido que ocultar, una olvidable ocasión en que fue candidato, en el angustioso recinto de un cuarto de baño mientras su cara de miedo recorría desbocada los groseros cauces de las redes sociales. En qué mala hora, dios suyo, el pinche internet se volvió de veras un instrumento democrático aunque la baza de la pobreza juegue a favor del régimen y el vasto lumpenaje vaya a seguir sin conectarse a Facebook por unos buenos cinco o diez años más, y ya para entonces habrá transcurrido su sexenio, para bien o para mal, y él pasará a los cincuenta y tantos a feliz retiro vitalicio –de preferencia en primer mundo, donde pueda uno pasear sin remordimientos en su Lamborghini–, rodeado de comodidades que, previsor, ya está preparando desde ahora, amarrando tratos con los que mueven el dinero, que son los que de veras mueven al mundo todo •
CABEZALCUBO
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PASO A RETIRARME
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Jornada Semanal • Número 998 • 20 de abril de 2014
........ arte y pensamiento
Juan Domingo Argüelles
¿E
L NOMBRE DE OCTAVIO Paz en letras de oro en el Muro de Honor del salón de plenos de la Cámara de Diputados? ¿Para qué? ¿Qué honor le daría a la memoria de Octavio Paz? Más bien habría que rogar, y aun clamar, para que eso nunca ocurra. Si hay una institución mexicana con poca o nula honorabilidad, ésa es la Cámara de Diputados. ¡Hasta el Príncipe de la Basura ha sido diputado federal! En agosto de 2012, en su Encuesta Nacional en Viviendas, Consulta Mitofsky dio a conocer el resultado de la confianza ciudadana en las instituciones: el noventa por ciento de los mexicanos manifiesta “poca o ninguna confianza” hacia los diputados. De hecho,
los diputados se ubican, desde 2008, en el más bajo nivel de confianza: ¡empatados con los cuerpos policíacos y superados incluso por los sindicatos! Como institución, los diputados son los quinietos mexicanos menos confiables, pues sólo un seis por ciento les tiene “mucha confianza”. Algunos de los peores individuos han tenido curul más de una vez, y no pocos de ellos han sido designados por sus partidos con el fin de librar la cárcel, protegiéndolos mediante el fuero después de haber causado estropicios y cometido fechorías en su paso como altos funcionarios públicos. Enrique Krauze tiene toda la razón cuando afirma, en una entrevista el 6 de abril de 2014, que poner el nombre de Octavio Paz en letras de oro en el Congreso “no tiene importancia”. Afortunadamente, la iniciativa de algunos diputados no consiguió el consenso de las distintas fracciones parlamentarias y Paz se salvó de ser pretexto diputadil para homenajes oportunistas. Cuando Krauze afirma que ese supuesto honor no tiene importancia, habría que entender que una figura intelectual como la de Paz no gana absolutamente nada con las ofrendas de los políticos, muchos de los cuales –es seguro– no han leído jamás a Octavio Paz, y algunos ni siquiera saben quién es. Hay entre los diputados algunos porros profesionales que hacen que el recinto parlamentario sea todo menos honorable. Octavio Paz fue un gran poeta y un lúcido pensador político, pero es dudoso que pudiera sentirse a gusto entre esos cultísimos diputados. Por lo demás, en ese Muro de Honor están desde los Niños Héroes de Chapultepec (que Jorge Ibargüengoitia dice que son un invento naif para dar clases) hasta Vicente Lombardo Toledano, pasando por Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, Benito Juárez, Isidro Fabela, Melchor Ocampo e Ignacio Zaragoza. Militares y políticos, sobre todo, y no
pocos diputados. Como los muertos tienen la virtud de no oponerse, ahí también están los nombres de Villa, Zapata, Zarco, Bravo, Allende, Morelos y Carrillo Puerto. Escritores propiamente no hay, con las excepciones de Nezahualcóyotl y Sor Juana Inés de la Cruz (¿cuántos diputados habrán leído alguna página o algún poema de Nezahualcóyotl o de Sor Juana?), ya que fray Servando Teresa de Mier, Justo Sierra Méndez, Andrés Quintana Roo e Ignacio Manuel Altamirano no están ahí por ser escritores sino por sus aportaciones militares o políticas (además de que los cuatro fueron diputados). Ni Nezahualcóyotl ni Sor Juana podían declinar tan alto honor diputadil, y es que lo bueno de los muertos es que los políticos los pueden manejar a su antojo, cosa que no siempre pueden hacer con los vivos. Ese Muro del Salón de Plenos de la Cámara de Diputados está bien para los políticos y los militares (es bueno que ellos lo monopolicen). Porque, vamos a ver: ¿qué tiene que hacer Octavio Paz entre Santos Degollado, el Héroe de las Derrotas, y Venustiano Carranza? Cuando los diputados sean, entre los mexicanos, algunos de los que mayor confianza y simpatía inspiren, cuando los diputados sean, en general, individuos cultos o por lo menos ilustrados, cuando los diputados sepan decir de memoria algún verso de Paz o de Sabines o de Bonifaz Nuño o de Rosario Castellanos, entonces para la memoria de un poeta será un altísimo honor su nombre en letras de oro en ese muro del Salón de Plenos de la Cámara de Diputados. Mientras esto no ocurra, el nombre de Octavio Paz o de cualquier otro ilustre escritor será más un uso político que realmente un honor. Lo “honorable” es lo digno de ser honrado y acatado, dice María Moliner en su Diccionario de uso del español. Por la Cámara de Diputados han pasado tantos que no son dignos ni de honra ni de acatamiento que más les vale dejar a Paz en paz •
@luistovars
JORNADA DE POESÍA
¿El nombre de Octavio Paz en letras de oro?
Luis Tovar Ilusión y decepción
F
ALTAN MENOS DE DOS meses para que, según la publicidad de una empresa de exhibición cinematográfica que así quiere atraer aficionados futboleros a sus instalaciones, a los mexicanos les toque “gritar más fuerte que nunca”. Quién sabe si más fuerte o menos quedo, pero es un hecho que los tales aficionados van a gritar, algunos frente a una pantalla de cine y muchísimos otros proveídos de la infaltable televisión, en especial cuando la selección mexicana de futbol esté compitiendo. Pero eso no es lo único que puede darse por sentado desde ahora. Anote el improbable lector estas otras certezas: el equipo tricolor no alcanzará el anhela-
do y jamás conseguido “quinto par- de idea afín, más valdría haber emtido”, y puede que ni siquiera el cuarto pleado el antónimo correspondiente de ellos; la esperanza verde irá debili- –“desilusión”–, o de plano la palabra tándose cada vez más a fuerza de pi- que las muchedumbres desilusionafias, goles no anotados pero sí recibi- das han elegido ya tantas veces en dos y alguno que otro penalti fallado; otros tantos campeonatos mundiapor consiguiente, el tri habrá de susci- les: decepción. tar un griterío que comenzará entuVista que fue la Ilusión nacional, el siasta e inclusive desmesurado pero sentimiento fue muy parecido al que que, más rápido que tarde, se apagará cualquier futbolero ha experimentabajo los torrentes gélidos de la frustra- do cuando vuelve a comprobar que, ción que habitualmente provoca su por más que él se ponga la verde, la desempeño cuatrianual. oncena que la trae puesta ahí en la cancha no es fuente confiable –y sólo raríTirititito simamente verificada– de satisfacción Tratándose de un fenómeno con tan- y alegría. Rubio aborda efectivamente tas facetas –deportiva, sociológica, tópicos insoslayables respecto de esa económica, política, por mencionar verdosa mixtura indisoluble entre nesólo las más evidentes–, lo raro es que gociazo, convenenciera distracción nadie hubiera hecho antes un docu- social, genuina expresión colectiva, mental que tuviera como tema cen- plausible manifestación idiosincrásitral no precisamente al futbol, sino a ca y representación simbólica cultural, la selección mexicana de ese deporte. pero en ninguno de ellos le pega fuerOlallo Rubio, cineasta al que, por cau- te al balón y en más de uno se queda sas que este ponepuntos ignora, no en mero calcetinazo: un ejemplo más falta quien le regatee talento, capaci- grande que el estadio Azteca es que dad e incluso el derecho a filmar lo que sólo alude en un sentido histórico a se le dé la gana, decidió que su tercer la injerencia televisiva en los panbodocumental –antes hizo ¿Y tú cuánto leros asuntos, pero nada dice de la cuestas? y Gimme the Power–, o lo que requetesabida pertenencia actual es lo mismo su cuarto largometraje de esa verdipinta marca registrada –sumada la ficción This is Not a Movie–, al duopolio televisivo, sobre todo a versara sobre ese fenómeno/produc- Televisa. to hasta hace muy poco tiempo bien El formato del documental tampomotejado como los ratones verdes. co ayuda, pues el cien por ciento de Tanto aquellos que quieren y aman las imágenes consiste en eso que quiel futbol –como decía Ángel Fernán- zá sigan llamando crestomatia; en dez, esa rara avis cronista futbolera otras palabras, puro material de archique podía citar a Homero en plena vo, puesto en orden casi estrictamente transmisión–, como quienes abomi- cronológico –aquí y allá ciertas insernan de él, están al tanto de lo que se ciones descoyuntadas en el tiempo–, apunta en las primeras líneas de este y rematado, pero sin gol, con una más texto: por causas lo mismo intrínsecas bien disonante nota de optimismo a que lo opuesto, la selección, así llama- cargo de los campeonatos sub-17 y el da e identificada como si no hubiese olímpico reciente, seguido de una cita ninguna otra selección de ninguna directa de Eduardo Galeano, fanático otra cosa, es pródiga en la generación futbolero ilustrado, autor de El fútbol a de ilusiones colectivas, y puesto que sol y sombra. “ilusión” significa “falsa imagen de un Es como ver que vuelve a cumplirse objeto” y “esperanza sin fundamento aquello de jugar como nunca y perder real”, no es impertinente que el título como siempre: era una gran oportunide la película sea Ilusión nacional. Em- dad para encuerar más de una estafa, pero, como la citada palabra también tumbar más de un mito y exhibir públitiene por acepciones “alegría”, “satis- camente a más de un ganón, y Olallo facción”, e incluso “anhelo” en calidad “la tenía, era suya… y la dejó ir” •
CINEXCUSAS
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ensayo
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ara 2025, un nuevo reality show transmitido por internet acaparará la atención mundial: el de la misión Mars One –apoyada por la iniciativa privada–, que establecerá a los primeros humanos en el planeta rojo. Los momentos gozosos o trágicos vividos por estos atrevidos colonizadores nada tendrán que ver con esos “dramas” baratos acompañados de música sentimental, planeados de antemano por las producciones televisivas que difunden ese tipo de programas. En este reality show sí se observarán conductas humanas detonadas por situaciones extremas y desconocidas, y en el capítulo final no necesariamente se casarán y serán muy felices. Esa misión implica un viaje sin retorno. Desde siete meses antes, el espectador podrá observar cómo conviven en la nave los cuatro elegidos de entre más de 200 mil candidatos de diversas partes del mundo –incluido México‒, durante su traslado hacia lo que será su última morada en el Sistema Solar. Las Unidades de Soporte de Vida, en donde se generará energía, agua y aire respirable, así como las Unidades Habitables, ya estarán montadas. Un robot, lanzado en 2020, será el encargado de elegir el mejor sitio marciano para instalar la pequeña colonia terrícola, además de estructurar las citadas unidades con ayuda de un tráiler. Cada dos años se enviará una nueva tripulación conformada por cuatro integrantes, hasta completar seis viajes. Para el doctor Rafael Navarro, jefe del Departamento de Física de Plasmas del Instituto de Ciencias Nucleares de la unam , “ese reality show podría ser una larga escuela de sobrevivencia en Marte”, aunque no comparte la idea de “poner en riesgo la integridad de seres humanos. Los astronautas de Mars One no podrán resolver algunas cosas, y eso lo hará atractivo para el espectador”. De alguna manera eso remite a recordar el sudor de los gladiadores en el circo romano, o lo plasmado por Suzanne Collins en su novela Juegos del hambre. Esto no quiere decir que se matarán entre ellos, sino que la morbosidad por ver si sobreviven o no estará a flor de piel entre los cibernautas. En la Tierra “ya ha habido proyectos de esta naturaleza, como el desarrollado en Arizona, el Biósfera 2”, un ecosistema artificial cerrado, construido entre 1987 y 1991, diseñado para estudiar, entre otras situaciones, cómo se dan las relaciones humanas en espacios restringidos, lo que sucederá durante la conquista planetaria. “Los participantes tenían que cultivar su alimentación y no era suficiente, lo que ocasionó estrés y dio lugar a la formación de grupos que llegaron a rivalizar”, asegura el investigador universitario. A pesar de eso, la misión Mars One aportará valiosa información de lo que significa vivir y realizar trabajos en ese planeta, sobre el desarrollo de tecnología, y abrirá una importante puerta hacia la colonización espacial.
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El astrobiólogo Navarro participa en otro proyecto internacional interesado en llevar humanos a ese punto rojo del Sistema Solar: Terraformación. De carácter científico, el objetivo del proyecto consiste en transformar a Marte en un sitio con las condiciones atmosféri-
Un reality show marciano: misión Mars One Norma Ávila Jiménez Norma Ávila Jiménez
cas adecuadas para ser habitado y, ya después, llevar a terrícolas con la posibilidad de regresar a casa. “En su primera etapa, a iniciar en 2030 probablemente con el apoyo de la Agencia Espacial Europea, los chinos y otros países, se enviarán robots recolectores de rocas marcianas que contienen elementos químicos generadores de gases superinvernadero, para liberarlos y calentar los polos. Eso dará lugar a que en cien años, aproximadamente, se formen ríos y lagos. En la segunda fase, se transportarán bacterias que realizarán fotosíntesis al alimentarse de la energía química allí existente para liberar oxígeno.” Después de aproximadamente mil años, en la siguiente fase se formarán bosques, espacios verdes que darán la bienvenida a la raza humana. Tal vez los canales de riego que Percival Lowell –un bostoniano aficionado a la astronomía fallecido en 1916‒, decía observar en la superficie marciana, en un futuro podrán ser reales, o al menos lo será el turismo espacial, que pagará viajes redondos con escalas en la Luna o en alguna ciudad espacial, con lunch incluido. Mars One de manera más próxima y Terraformación a largo plazo, entre otros proyectos con la mirada fuera de este mundo, no podrán perder de vista el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre firmado por diversos países en 1967. Publicado en el libro Introducción al estudio normativo del Espacio Exterior, de Raúl Villegas y Martín Salvidea, el artículo segundo de este tratado señala: “El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera.” Esperemos que esa ley sea respetada y no violentada en alguna asamblea de la onu con votaciones rápidas y sin analizar consecuencias, como luego sucede en nuestra Cámara de Diputados. Además, en un futuro cercano, tal vez abogados internacionales deberán litigar contra clientes que señalen haber comprado una parcela en Marte cerca del Monte Olimpo –el volcán más grande del Sistema Solar, con 27 kilómetros de altura‒, para que les dé sombra, adquirida al empresario estadunidense Dennis Hope, quien en la década de los setenta del siglo pasado inauguró una empresa para vender terrenos en ese planeta y en la Luna. Ingenuos que buscan huir de su realidad firmaron escrituras y pagaron al señor Hope. En su libro, Villegas y Salvidea citan el poema de Amado Nervo, “El gran viaje”, que en el primer párrafo dice: “¿Quién será en un futuro no lejano, el Cristóbal Colón de algún planeta? […] ¿y llevarnos de la mano allí donde llegaron solamente los osados ensueños del poeta?” Mars One se encargará de cumplir los sueños bradburianos de millones de humanos que quisieran pisar la superficie de la oxidada armadura del dios de la guerra •
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