Red wine afternoon

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Red Wine Afternoon


Red Wine Afternoon " I am certain of nothing but of the holiness of the Heart's affections and the truth of Imagination - What the imagination seizes as Beauty must be truth whether it existed before or not - for I have the same idea of all our passions as of love: they are all, in their sublime, creative of essential beauty." John Keats, Letter to Benjamin Bailey (1817) Quoted by e. e. cummings in Six nonlectures (1953) "I’m not very good at putting my feelings into words. That’s why people misunderstand me." Haruki Murakami, Norwegian Wood “I have a million things to talk to you about. All I want in this world is you. I want to see you and talk. I want the two of us to begin everything from the beginning.” Haruki Murakami, Norwegian Wood

Antes de la conversación Lotty: “No entiendo por qué quiere que nos veamos después de seis meses. Ya estaba todo claro. Me ha enviado un correo y dice que quiere… ¿pasar la tarde conmigo…? Si hubiera recibido una nota, por ejemplo, en un sobre morado pálido aún lo hubiera entendido. Al menos, eso querría decir que es capaz de ponerse falsamente tierno para que yo me ablande. Habría estado precavida: eso ya me lo conozco. Aceptaría y le hubiera dejado que se confiase para descubrir sus verdaderas intenciones. Simple que es un simple, como todos ellos. Ese miedo a la soledad que le impide hasta atarse los zapatos y

que le obliga a asirse a cualquiera que anda balanceándose por la acera. Si me hubiera llamado, podría entrever lo que quiere por el tacto de su voz. Seguro que se le entrecortaría. No llegaría a sollozar porque yo no le dejaría que hablase más de un minuto. Pero seguro que tenía previsto el inicio de un gemido. Yo quiero tener un hijo. Así de claro y tan simple como su pensamiento más profundo. Las mujeres tenemos más que un derecho universal a procrear cuando nos plazca. Cuando le venga en gana a nuestro vientre y a nuestra cabeza. Y ahora es el momento porque tengo las fuerzas que me dan estos sentimientos que no puedo explicar. Bueno, los puedo explicar, pero él es completamente incapaz de entenderlos. Ha sido incapaz de entenderlos y no va a mejorar, así de repente. Siempre me pregunto por qué me ofusqué con él y no en otro. Creo que lo que me gustaba era esa seguridad que me proporcionaba. El preguntarle algo y que me contestase como si se tratase de un oráculo. Como si realmente supiera lo que iba a acontecer en el futuro. Aunque fuera improvisación e incluso desatino. A partir de ahí trazar una ruta y un camino conjunto se hacia fácil. Era fácil transitar con él. Era una falsa seguridad que nunca conseguiré sino es por mi misma. Pero no soporté que fuera incapaz de verme criando a un hijo. No se lo perdonaré nunca.” Rino: “Me he arrepentido varias veces de enviar aquel mail. Pero ya está. Ha dicho que sí, que accede a que nos veamos el domingo por la tarde. Accede. Ni más ni menos. Ella siempre ha sido así. Si ella quiere, es. Si ella no quiere, no


existe. No me importa. Quizás eso quiere decir, de alguna manera implícita, porque yo soy implícito, que la quiero. Bueno decir esto es demasiado. No sé decirlo. Yo nunca lo diría. Simplemente que prefiero estar con ella, en vez de con otra. Creo que hasta ahí podría decir. Al principio de nuestra relación yo tenía en mi mente la palabra perfección. La vida perfecta, el momento perfecto, la sonrisa perfecta, … Mi anterior matrimonio fue imperfecto. Pero no era solo eso. Querer hacer algo de manera perfecta se convierte en una enfermedad. La enfermedad terminó cuando descubrí un determinado día que era más hermoso el poder disfrutar un momento, una palabra o una vida… Aunque no pudieras catalogarla como perfecta. Un amigo científico me sacudió con una explicación cósmica. Estamos en el mundo por una cadena de aparentes coincidencias que es altamente improbable que sucedan. La perfección es producto de un accidente. Claro que no lo entendí. Me quiso decir que el error y la equivocación forman parte de la belleza. Todo fue así hasta que insistió durante un mes seguido que ella necesitaba tener un hijo. Sentirse madre. Despertó su instinto maternal y ahí sigue. Dice que la madre naturaleza la ha llamado. Y hasta aquí le dije yo. Nunca fui capaz de razonar o de explicar en más de una línea mis sentimientos. Pero un día, después de aquel mes, creo que le hice una lista de diez razones por las que yo no quería tener un hijo. Además de que ya tengo hijos de mi anterior matrimonio … creo que lo más profundo que le dije es que la quería a ella. Pero esta razón no tenía ni que haberla pensado. Me llamó egoísta. Me echó de su casa. Y hasta que se me ocurrió que

podríamos quedar esta tarde de domingo a tomar una copa de vino. Porque si ella quiere, tendremos un hijo.” La conversación “A person isn’t who they are during the last conversation you had with them they’re who they’ve been throughout your whole relationship." Rainer Maria Rilke

Hay tardes grises que no son tristes, pero quieren parecerlo. Mezclan el acero del frío con el rojo del vino. Hay una sensación de mullido encuentro en todo aquello que nos distancia y en lo que nos acerca. Nos sentimos mejor aunque todo esté tan abierto e indefinido como la propia vida. La cita de aquella tarde recuerda una de las posibilidades del cuento de R.L. Steveson, The Bottle Imp (1891), en el que el amado es capaz de sacrificar su alma para salvar la de la persona a la que ama. Ella no sabía en este momento que durante muchos años después, Rino desarrollaría la enfermedad que consiste en la imposibilidad de recordar los nombres y también las caras que los asocian. Todas las tardes ella le leería un fragmento de una novela, él se perdería en su argumento, preguntaría sobre los personajes, la trama, ella se inventaría las respuestas y modificaría la historia a su gusto y al de él. Ella le haría ver como real y bello aquello que iba a olvidar en los siguientes minutos. Se esforzaría por crear nuevas historias que, aunque se apartaban del original, resultaban mucho más interesantes y atractivas. Superarían a las que estaba leyéndole. La felicidad por unos minutos era suficiente. Él terminaría


olvidándolo. Ella tampoco recordaría lo que le había contado. Y así de nuevo todos los días con un comienzo del resumen de la anterior historia… En una provincia de Colombia predominan los matrimonios consanguíneos y desde jóvenes desarrollan una enfermedad por la que se pierde la memoria. La llaman “bobera”. A los enfermos se les encierra o se les ata para que no se pierdan entre las calles o las personas que parecen todas iguales. Es la “enfermedad del insomnio” en el Macondo de Cien Años de Soledad: “cuando el enfermo se acostumbra a sus estado de vigilia, empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado.” Ella se enamoró de él porque completaba su debilidad y pesar de que fuese incapaz de transformar lo sentimientos en palabras. Aquella tarde, él comenzó con un largo, tedioso y titubeante discurso sobre la trascendencia. Ella pensó que no era el momento de todo aquello. Parecía un derrotado pidiendo clemencia con todos los argumentos que le venían a la cabeza. El miedo nos transforma y nos hace (más) volubles.

Ella estuvo a punto de tener un segundo de simpatía por quien había sido su amigo y amante. Por eso prefirió dejarle hablar mientras bebía de su copa de vino. Después le dijo solo lo que pensaba y no solo lo que quería. No quiso guardarse nada. Jamás habría otro momento. Lotty: “Te acuerdas cuando nos encontramos ¿fue azar o equivocación? Una sucesión de casualidades imposibles que van produciendo hechos de los que no podemos escapar. Huimos, paramos, volvemos atrás, pero a continuación decidimos seguir adelante porque hay algo que nos puede frenar a pesar de que pongamos en marcha el mecanismo de la racionalidad. ¿Se trata del destino?” Rino: “Parece más bien la justificación de lo pragmático: tú estás sola y yo estoy solo. Yo no creo en el destino.” Lotty: “Yo llevo tatuado el destino en mi piel.” La lentitud de la tarde los vio apurar sus copas de vino mientras unas ramas desnudas les protegían.


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