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Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluso el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por ningún medio ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, informático, de grabación o fotocopia, sin permiso previo por escrito de los editores. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad de los autores.

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Monografías de Botánica Ibérica, nº 14

© Diputación Provincial de Huesca © Pedro Montserrat Recoder, Daniel Gómez García, José Vicente Ferrández Palacio y Manuel Bernal Gálvez (eds.) Diseño gráfico, diseño de portada y maquetación: Ernesto Gómez García Dibujos: José Vicente Ferrández Palacio (excepto cuando se indica otro autor) Preparación de las láminas fotográficas: Guillermo Gómez García ISBN: 978-84-941996-9-1 Depósito Legal: HU-419-2014 Edita: Jolube Consultor Botánico y Editor, Jaca (Huesca) – www.jolube.es Impreso en España por Publidisa


ROSAS

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Pedro Montserrat Recoder Daniel Gómez García José Vicente Ferrández Palacio Manuel Bernal Gálvez

INSTITUTO PIRENAICO DE ECOLOGÍA (CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS) PREMIOS FÉLIX DE AZARA – DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

JACA (HUESCA)

2014


Índice

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Prólogo ................................................................................................ 6 1.– Introducción ................................................................................ 9 2.– Tipos de reproducción y complejidad taxonómica ................ 17 3.– Distribución y ecología .............................................................. 23 4.– Morfología y caracteres para la clasificación ........................... 29 5.– Recolección y toma de datos ..................................................... 49 6.– Claves de identificación .............................................................. 55 7.– Descripción de especies ............................................................. 79 1. R. pendulina......................................................................... 82 2. R. pimpinellifolia.................................................................. 84 3. R. stylosa............................................................................... 86 4. R. sempervirens.................................................................... 88 5. R. arvensis............................................................................ 90 6. R. glauca............................................................................... 92 7. R. canina............................................................................... 94 8. R. dumalis............................................................................. 98 9. R. sicula................................................................................ 102 10. R. pouzinii.......................................................................... 104 11. R. jacetana.......................................................................... 106 12. R. tomentosa....................................................................... 108 13. R. villosa............................................................................. 110 14. R. agrestis............................................................................ 112 15. R. elliptica........................................................................... 114 16. R. micrantha....................................................................... 116 17. R. rubiginosa...................................................................... 118 R. montana............................................................................... 120 Rosales asilvestrados................................................................... 123 R. moschata.............................................................................. 124 R. foetida.................................................................................. 128 R. gallica................................................................................... 126 8.– Láminas de los rosales de Aragón .............................................. 131 9.– Los rosales en el paisaje ............................................................... 291 10.– Bibliografía .................................................................................... 302 11.– Glosario ......................................................................................... 305 12.– Leyenda de las fotografías ........................................................... 310 Fotografías, mapas actualizados y otros datos que complementan este libro en:

www.proyectos.ipe.csic.es/rosasdearagon

P. Montserrat, D. Gómez, J.V. Ferrández y M. Bernal

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Prólogo

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La taxonomía de los rosales de Europa cuenta ya con un largo recorrido de casi dos siglos y avanza ahora de la mano de la genética y la biología molecular. Varios países centroeuropeos con mucha tradición en Sistemática botánica, disponen desde hace décadas de floras específicas del género, con descripciones detalladas de las especies y sus mapas de distribución. En nuestro país teníamos un trabajo pionero sobre los rosales del botánico bilbilitano Carlos Vicioso, publicado hace ya más de 50 años, más los capítulos correspondientes de las floras regionales y varios artículos con catálogo de taxones de algunas regiones. Con esos precedentes, podría parecer reiterativo, y por tanto innecesario, volver a escribir de nuevo claves y descripciones de los rosales. Sin embargo, la gran variabilidad morfológica de las especies básicas, el predominio de los híbridos, el consiguiente maremágnum de taxones descritos, con nombres confusos de difícil asignación y muchas citas inciertas, hacen del género Rosa uno más de los “inextricables”, no solo para el aficionado sino para una buena parte de profesionales de la botánica en nuestro entorno. Enredados también a veces los autores en esos vericuetos, juzgamos necesario retroceder al reconocimiento de las especies “fundamentales” seleccionando los caracteres más estables para su utilización en la diagnosis de las especies. A nuestro juicio, estos pasos son previos e ineludibles para interpretar los híbridos y delimitar su distribución y querencia ecológica. Este libro es el resultado de dicha recapitulación. La información básica que ahora publicamos sintetiza lo que P. Montserrat ha estudiado durante más de una década. Una parte destacada de ese trabajo contribuyó a la redacción de la monografía del género en Flora iberica. Además, fruto de ese estudio, queda una copiosa recolección de casi mil ejemplares, sobre todo pirenaicos, que están depositados en el Herbario JACA del Instituto Pirenaico de Ecología y más de cien láminas, dibujadas a partir de esas muestras con lupa binocular y cámara clara. Una selección de esas láminas, redibujadas por J.V. Ferrández, ilustra el capítulo correspondiente. Con la colaboración de algunos corresponsales, hemos revisado los mapas de distribución que se adjuntan con las descripciones de las distintas especies y que todavía quedan por completar con nuevas citas. Junto a los métodos de estudio tradicionales en la botánica, hemos “descubierto” la gran utilidad de la fotografía en el estudio taxonómico. La pericia técnica de M. Bernal, con numerosos desplazamientos en el terreno y una intensa dedicación en preparar muestras para su fotografía, nos ha procurado una amplia documenta-

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ción con más de tres mil imágenes de variadas poblaciones, de las que solo una pequeña parte ilustran este libro. El resto, junto con las láminas, listado de registros de localidades, y mapas de distribución que iremos actualizando, quedan almacenados en su formato digital y pueden consultarse en la dirección de internet que se indica en la página del Índice. Pretendemos sobre todo con este libro facilitar la determinación botánica del género a los botánicos profesionales y aficionados que hasta la fecha han dejado a un lado los rosales, porque esa sin duda será la mejor contribución al avance de su conocimiento. Puesto que los rosales presentes en Aragón son la totalidad de los que se encuentran en la Península, esperamos que las claves y descripciones puedan resultar también de utilidad en otras regiones. Hemos dejado para unas publicaciones más especializadas las características de los taxones híbridos más abundantes y su distribución que ayudarán a seleccionar dianas para los estudios genéticos, ahora imprescindibles para conocer los números cromosómicos y otros aspectos de las estirpes de nuestra región. Tenemos que agradecer la colaboración en nuestro trabajo de los miembros de la sección de botánica del grupo ANSAR, de Ismael González, Eulalia Picornell, Conchita Muñoz, Ángel Pardo y otros muchos colaboradores que no podemos enumerar aquí y ahora conforman la red de seguimiento del proyecto LIFE+ Resecom. El Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón promovió hace unos años con gran interés la edición de este libro. Aunque los avatares económicos de los últimos tiempos no permitieran llevarlo a cabo con su patrocinio, queremos mostrarles nuestra gratitud. Esperamos que el lector aprecie el resultado de la ingente tarea de maquetación realizada por Ernesto Gómez con la ayuda de Guillermo Gómez en las láminas a color. En el último año hemos contado con el apoyo económico de la Fundación Félix de Azara de la Diputación Provincial de Huesca que nos concedió en 2013 el “premio de ayuda a la edición”. Vaya nuestro agradecimiento a dicha institución y a los miembros del jurado que fallaron por nuestra causa. Una parte muy destacada de la contribución científica de Félix de Azara tiene que ver con la identificación y descripción de nuevas especies de aves, así que el contenido de este libro guarda un estrecho vínculo con esa parte de su obra, a la que queremos rendir un humilde homenaje con esta incursión en los rosales, tan extendidos y conspicuos en nuestro paisaje de montaña. Los autores, 30 diciembre de 2014

P. Montserrat, D. Gómez, J.V. Ferrández y M. Bernal

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s .e be lu .jo w w w en ta ve n al A INTRODUCCIÓN

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1.– Introducción

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Las rosas son las plantas más conocidas de nuestra civilización y desde antiguo han captado la atención humana por la belleza y el aroma de sus flores. Es conocido su intenso cultivo ya durante el Imperio Romano y el tráfico comercial de variedades desde oriente para el deleite de los sentidos. A lo largo de la Historia han constituido el símbolo del amor y la belleza, consideradas sagradas, ofrecidas a sus deidades en el Antiguo Egipto y utilizadas como lenguaje simbólico en la Alta Edad Media y en el Renacimiento. También han sido fuente de conflictos e incluso, a través de su uso heráldico, han dado nombre a guerras, como la “de las rosas”, acontecida en Inglaterra en el siglo XV. Aun hoy, en nuestro mundo urbano, tan alejado de la naturaleza, la rosa es la primera flor que viene a la mente de quienes apenas conocen unos pocos nombres del mundo vegetal y sigue siendo fuente de inspiración de pintores y poetas como lo ha sido a lo largo de los siglos. Si nos atenemos al interés económico, las rosas son las flores con mayor interés ornamental y su cultivo y mercado se extiende actualmente por todos los continentes, aunque unos pocos países, principalmente los Países Bajos, centralizan su comercialización. Hace más de cinco siglos los ingleses produjeron el primer híbrido artificial (la rosa de Inglaterra P. Montserrat, D. Gómez, J.V. Ferrández y M. Bernal

o rosa Tudor), preludio de la multitud de variedades híbridas obtenidas en sofisticados procesos de selección en jardinería y comercializadas en la actualidad por todo el planeta. Los rosales silvestres tienen flores mucho más humildes que los cultivares y su aroma, cuando lo tienen, es muy sutil. Sus principales hábitats son las orlas forestales, los pastos y los setos que separan los cultivos o bordean las veredas. Por lo general se crían aisladas o en pequeños grupos de unos pocos individuos que aparecen aquí y allá, aunque en los puertos de montaña con escaso manejo ganadero y junto a los pueblos de nuestras montañas, todavía conforman vistosas poblaciones, muy útiles por cierto para el estudio de su variabilidad. Desde una perspectiva botánica, las rosas constituyen un grupo muy complicado por peculiaridades en sus modos de reproducción que se comentarán más adelante. A esta complejidad hay que añadir la dificultad de su recolección, preparación y conservación de sus muestras, que ha derivado en escasez de ejemplares en los herbarios, o bien en unas muestras incompletas o defectuosas en su recolección y poco apropiadas para su estudio. Por estas u otras razones, las rosas han gozado de una menor atención en muchos estudios botánicos de nuestro país, en contras- 11 -


s .e be lu .jo w w w en ta ve n al A TIPOS DE REPRODUCCIÓN Y COMPLEJIDAD TAXONÓMICA

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2.– Tipos de reproducción y complejidad taxonómica

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Rosa–, intentaron reducir su número a pocas especies dotadas de gran variabilidad. El reto ya antiguo (Crépin, 1869-1892; Deseglise, 1876 a y b; Almquist, 1916; Hurst, 1932) pero también reciente (Klastersky, 1968) y que sigue pendiente de alcanzar, es intentar conocer qué plantas pueden agruparse en cada nombre y definir bien y describir con la mayor precisión las pocas especies que han persistido, aquellas que se admiten de forma generalizada. Por lo tanto, se ha realizado un esfuerzo colectivo de simplificación y además se ha planteado el objetivo de conocer bien los híbridos, para comprobar si corresponden a plantas ya descritas con un nombre publicado antes del reconocimiento de su origen.

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Para los botánicos, las rosas constituyen un grupo de plantas de difícil estudio e interpretación por su enorme variabilidad que ya ocasionó, poco después de Linneo, la descripción de muchísimas “especies” diferenciadas solo por pequeños detalles. El propio Linneo (1753) ya señaló esa dificultad con cierta ironía al decir que “quienes han visto solo algunas rosas, las distinguen mejor que aquellos que las han examinado en profundidad”. Existen por lo tanto muchas descripciones de especies y también otras descritas como subespecies o variedades que se publicaron antes de conocer la existencia de unos híbridos que ya tenían su binomio asignado como especie. La reacción a esa inflación taxonómica se produjo cuando los rodólogos –botánicos especializados en el género

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s .e be lu .jo w w w en ta ve n al A DISTRIBUCIÓN Y ECOLOGÍA

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3.– Distribución y Ecología

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R. canina y R. dumalis incluyen cada uno más de media docena de taxones con entidad reconocible en el ámbito taxonómico que consideramos como subespecies en la presente obra y los comentamos en la ficha correspondiente a esas plantas. Si observamos los mapas de distribución superpuestos de los rosales ibéricos, observamos un núcleo principal en las montañas septentrionales – Pirineos y Montes Cantábricos– seguido por ambos extremos del Sistema Ibérico y Sierra Nevada y, a continuación, algunas montañas del Levante. En conjunto, es el cuadrante nororiental con predominio de sustratos calizos, el que parece más propicio para nuestras plantas. En el extremo opuesto, ya son escasísimos los rosales en la meseta castellana, los montes de Toledo y –en general–, en las regiones occidentales con predominio del sustrato silíceo. Bastantes de las especies que consideramos “principales” se encuentran extendidas en nuestro país y la mayoría están presentes en más de un tercio de las provincias peninsulares. Sin embargo, R. tomentosa y R. glauca muestran un área de distribución muy reducida y quedan circunscritas a las montañas más altas del centro de los Pirineos (los de Huesca y Lérida), más algunos enclaves vascos y cántabros en el caso de la primera especie y dos puntos en las montañas de Palencia y Asturias (Somiedo) la segunda. Algo más extendida, aunque ceñida a unas pocas provincias norteñas se muestra R. elliptica, que es mucho más abundante al norte de los Pirineos y en Centroeuropa. En sentido contrario, R. sicula proviene del Sur y desde el Magreb, alcanza el este de la Península, penetra por el Sistema Ibérico turolense hasta el Moncayo y alcanza, ya más rara, los Pirineos. Hay que advertir, no obstante, que la escasez de prospecciones adecuadas en amplias regiones del país, junto a la ya comentada complejidad taxonómica, proyectan todavía numerosos interrogantes en la distribución ibérica. En Aragón encontramos la totalidad de las rosas del

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El género Rosa se distribuye principalmente por las regiones templadas hasta casi las subtropicales del hemisferio Norte y, si tomamos en cuenta unos criterios taxonómicos “sintéticos”, comprende más de cien especies. Para Europa, en la revisión del género efectuada por Kurtto et al., (2004) para el Atlas Florae Europaeae, se constata la presencia de unas 45 “especies”, algunas de las cuales agrupan a su vez decenas de taxones con numerosas formas de transición y cientos de denominaciones y combinaciones nomenclaturales que pueden suponer un laberinto para quienes se inician en el estudio de estas plantas. El autor mencionado ya nos advierte del “caos nomenclatural” como resultado de la época “casi dos siglos” que “afortunadamente ya pasó”, en la que se describieron miles de taxones, lo que complicó extraordinariamente la taxonomía del género, dificultando especialmente la elaboración de los mapas de distribución o la propia estimación de la diversidad del género en cada territorio. El mapa de distribución europeo de los rosales señala su predilección por los territorios de montaña. Los países que circundan los Alpes (sur de Alemania, Austria, Suiza, norte de Italia, Eslovenia) muestran la mayor concentración en el continente, junto a la que se observa en la mitad septentrional de los Apeninos, Cárpatos, Pirineos y Montes Cantábricos. Llama mucho la atención en ese mapa la abundancia de especies en el sur de Inglaterra, lo que acaso es solo un reflejo de los abundantes estudios llevados a cabo en dicho territorio. En la Península Ibérica, encontramos 17, más una todavía de presencia dudosa, de las 45 “especies” europeas, más algunas naturalizadas, es decir que han sido introducidas por el hombre en cultivo pero crecen y se reproducen silvestres, aunque en nuestra región lo hacen en muy escasas localidades. Comentamos, aunque no incluimos en la clave de clasificación, tres de estas especies: R. moschata, R. foetida y R. gallica. Los grupos - 24 -

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s .e be lu .jo w w w en ta ve n al A MORFOLOGÍA Y CARACTERES PARA LA CLASIFICACIÓN

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4.– Morfología y caracteres para la clasificación

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Todos los rosales de Aragón, como la totalidad de las especies europeas, son arbustos conformados por unos pocos o abundantes tallos que rara vez sobrepasan los 6-8 cm de grosor y una talla de 2(3) m. A diferencia de otros arbustos comunes en nuestro entorno como coscojas, enebros, bojes o majuelos, los rosales no adoptan portes arbóreos con un tronco único, por notable que sea la longevidad que puedan alcanzar. Bastantes especies presentan rizomas que son tallos subterráneos capaces de producir vástagos aéreos y raíces. Los estolones son aéreos y facilitan la expansión lateral o multiplicación vegetativa; pueden tener pocos centímetros o varios decímetros de longitud. Aunque no vamos a describir ni hacer mención de los órganos subterráneos por la dificultad de su recolección, conviene señalar que la presencia de rizomas resulta relevante al recolectar material para su estudio. Merece la pena observar este carácter en el campo, ya que los tallos situados en un entorno próximo podrían pertenecer al mismo ejemplar o bien constituir clones. R. pimpinellifolia es la que presenta los tallos más cortos y tiene rizoma largo, mientras la mayor parte de rosales presentan muchos tallos que salen de una cepa común. Repasamos a continuación las principales formas y variación de los órganos que resultan más útiles para el reconocimiento y clasificación, señalando para los distintos caracteres algunos ejemplos tomados de las especies donde se aprecian con mayor nitidez.

Fig.1. Porte erecto de R. pimpinellifolia (a) y erecto-arqueado de R. gr. canina.

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Fig.2 k. Acúleos deltoideos de R. pouzinii.

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ferencia de los acúleos, tienen la parte basal poco ensanchada; son también pinchudos, aunque cuando son jóvenes pueden parecer blandos y flexibles. Además, se desprenden con mayor facilidad y abundan en el renuevo de algunos rosales, sirviendo así para disuadir del ramoneo a los herbívoros. Mezcladas con acúleos y acículas, todavía podemos distinguir en algunas especies un tipo de pelos rígidos denominados “setas”, que apenas tienen 0,1 mm de diámetro y pueden mostrar en su ápice una protuberancia similar a una glándula que hay que diferenciar de las verdaderas glándulas más o menos estipitadas que comentaremos también. Fig.2 f-i. Acúleos curvados o “ganchudos” de f) y j) R. squarrosa; La forma y tamaño de acúleos y acículas g) R. elliptica; h) R. tomentosa; i) R. pouzinii. es un buen carácter para distinguir y clasificar las distintas especies, por lo que a continuación describimos las formas más típicas. Podemos distinguir fácilmente los acúleos rectos (Fig. 2a-e), perpendiculares al tallo, de los curvados (Fig. 2f-j) con forma más o menos similar al pico de un ave rapaz. Los curvados con base muy ancha, formando casi un triángulo equilátero, se denominan “deltoideos” (Fig. 2k) y son típicos en R. pouzinii, aunque son más frecuentes los de lados curvos, con forma de gancho y curvatura poco (Fig. 2f) o muy pronun-

Fig.– 2: l-ñ. Acúleos ligeramente curvados y estrechos de R. micrantha (l), R. arvensis (m) y R. jacetana (n, ñ).

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3.– Hojas y folíolos

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Los rosales que encontramos en nuestro territorio presentan hojas caducas, excepto R. sempervirens, que las tiene perennes. La lámina foliar es compuesta pinnatisecta, es decir dividida en folíolos de una forma similar, totalmente separados entre sí, sésiles o bien cortamente peciolulados, es decir unidos al raquis mediante un minúsculo rabillo –peciólulo– (Fig. 4a). El número de folíolos es siempre impar (hoja imparipinnada) con 2-5 pares opuestos entre ellos y uno terminal que puede ser del mismo tamaño que los restantes o netamente mayor (Fig. 4b). En general este folíolo terminal suele ser mayor que los demás y se toma como referencia en la descripción de la denticulación y otros caracteres foliares. En la base de cada hoja, en el punto de su inserción al tallo, se sitúan un par de apéndices laminares denominados estípulas, de forma y tamaño similar y más o menos unidas entre sí (“adnatas” o “concrescentes” con el pecíolo), pero siempre con su parte superior –aurícula– libre (Fig. 4a y 4b). El tamaño y forma de las estípulas varía de una especie a otra, y también la presencia de glándulas y pelos marginales tanto en haz como en envés (Fig. 5), caracteres que resultan diagnósticos en la separación de algunas especies como R. jacetana

Fig.5. Distintos tipos de estípulas mostrando la variación de formas y tamaños y la presencia de pelos y glándulas: a) R. montana, b) R. gr. canina y R. pouzinii, c) R. elliptica, d) R. jacetana, e) R. tomentosa, f) R. gallica, g) R. villosa, h) R. glauca, i) R. pimpinellifolia. Los dibujos corresponden al haz, excepto en c) y f) que son del envés. En a, b , c y d se observan algunos aculéolos.

P. Montserrat, D. Gómez, J.V. Ferrández y M. Bernal

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s .e be lu .jo w w w en ta ve n al A Fig.8. Inflorescencia; a) pétalo, b) estambres, c) disco, e) bráctea, f) pedicelo, g) hipanto, h) sépalos.

que un pedicelo es liso aunque presente una o pocas glándulas que pueden provenir de la hibridación con especies vecinas. Corola y cáliz están formados respectivamente por cinco pétalos y sépalos. Los pétalos muestran color blanco o distintos tonos rosados o rojizos, son caedizos y tienen su limbo algo escotado, con un corto estrechamiento en su parte basal que se denomina “uña” y puede presentar una coloración algo distinta de la del resto del pétalo o “limbo”. En cualquier caso, los pétalos y capullos se utilizan poco en rodología, ya que solo con ellos resulta imposible conocer bien la especie antes de alcanzar la fructificación. Este escaso valor diagnóstico de las flores deben tenerlo muy en cuenta quienes desean conocer los rosales de su región, describirlas y además detectar posibles híbridos. - 42 -

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s .e be lu .jo w w w en ta ve n al A Fig.15: Distintas formas de la Ăşrnula: a) ovoide en R. sicula; b) ovoide en R. gr. canina; c) elipsoidal en R. glauca; d) obpiriforme en R. pendulina; e) esferoidal en R. villosa; f) urceolada en R. micrantha.

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s .e be lu .jo w w w en ta ve n al A RECOLECCIÓN Y TOMA DE DATOS

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5.– Recolección y toma de datos

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No hay que olvidar el dinamismo de estas plantas, ya comentado al hablar de su ecología, que multiplica los cambios estructurales dificultando una determinación correcta, lo que exige una preparación del material cuidadosa. Es lógico que los ejemplares antiguos que se conservan en los herbarios clásicos sean incompletos, hasta defectuosos y casi inservibles para su estudio, y dificulten o hagan imposible su determinación. No pocos de esos materiales antiguos son además tipos nomenclaturales, es decir que sirvieron en su día como referencia en la descripción de nuevos taxones. Una vez estemos ya en una localidad concreta, podemos encontrar dos o tres rosales reunidos en un arbusto que parece una sola planta y habrá que realizar una observación minuciosa para evitar la mezcla de distintos individuos como una sola recolección, lo que daría lugar a un esfuerzo infructuoso de clasificación o a cometer graves errores. Muchas supuestas hibridaciones se deben a la mezcla de un material mal recolectado. Cuando la población es nutrida elegiremos el arbusto que nos parezca representativo y procederemos a marcarlo por si se hacen necesarias recolecciones sucesivas. Esa marca puede realizarse con algún tipo de colgante o pintura discreta, o bien mediante alguna muesca realizada en tallo viejo, obteniendo así de paso sus aguijones más antiguos, o por lo menos una muestra de su corteza. Parece exagerada tanta precaución, pero

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Durante el trabajo de campo y más si se trata de zonas de montaña, resulta difícil realizar un examen minucioso de la planta para reconocer la especie o bien para indagar en posibles hibridaciones. El estudio detallado se hace casi siempre en laboratorio, con muestras previamente recolectadas, desecadas y prensadas. Es obvio por lo tanto que importa mucho elegir, recoger y preparar bien el material, hasta si es posible “marcar” el pie de rosal concreto para estudios posteriores. La experiencia del recolector y sus trabajos previos ya le orientan para elegir el lugar apropiado para la recolección, algo que no se improvisa y exige práctica. Nuestra experiencia indica que conviene observar la situación local con topografía y el tipo de vegetación, eligiendo los individuos adultos bien desarrollados que, además, sean representativos de su población. Cuando el grupo de rosales sea numeroso, el muestreo –precedido de una minuciosa observación previa– deberá servir para comprobar su diversidad taxonómica. Cuando se trate del estudio de un determinado territorio para elaborar su catálogo florístico o para detectar los lugares de mayor interés florístico y ecológico, el muestreo deberá conjugar una buena estratificación espacial y la representación de los distintos ambientes (altitud, geología, clima, etc.) del territorio de estudio. La disponibilidad actual de ortofotos y mapas digitales con escalas muy detalladas facilitan esta tarea.

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s .e be lu .jo w w w en ta ve n al A CLAVES DE IDENTIFICACIÓN

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adpresos hasta su caída, pero los patentes y erectos pueden separarse de la úrnula de forma progresiva mientras maduran, por lo que convendrá observar distintas ramas para ver esta tendencia temporal y la posición final que adoptarán. A diferencia de lo comentado para el indumento foliar y el pedicelo, el tamaño del orificio estilar y la posición o persistencia de los sépalos parecen ser muy influidos por la herencia recibida a través del polen (Ritz y Wissemann, 2003).

Taxonomía del género Rosa

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La taxonomía convencional (Wissemann, 2003) divide el género en cuatro subgéneros, tres que son monotípicos y el subgénero Rosa que incluye todas nuestras especies autóctonas y a su vez debe subdividirse en diez secciones. Las secciones importantes, precisamente aquellas que más nos atañen por incluir los rosales de nuestro territorio, pueden distinguirse mediante la siguiente clave:

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“enteros” aquellos que puedan presentar alguna pequeña división o lóbulo poco aparente cuando consideremos que resulta marginal o excepcional por su tamaño reducido o por estar solo en unas pocas piezas. Conviene señalar que en las plantas distinguidas por sus sépalos lobulados (pinnatilobados), solo son dos los que muestran este carácter en ambos lados, mientras otros dos son de margen entero y uno muestra lóbulos únicamente en uno de sus laterales. Respecto a la persistencia de los sépalos, cuando la úrnula ya está del todo madura, no habrá dificultad en estimar dicho carácter, puesto que los que son caedizos muestran ya un claro agostamiento en su color y estructura en los primeros estadios de la fructificación; pero pueden surgirnos dudas si la observación se realiza en la floración. Ayudará conocer que, en general, los sépalos caducos son delgados en su parte basal, hasta formar con frecuencia una grieta, mientras los persistentes se muestran carnosos. Las plantas con sépalos reflejos los muestran

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Clave para las secciones

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1.– Estilos aglutinados en columna que iguala los estambres internos; sépalos patentes o revueltos después de florecer y con frecuencia todos enteros; estípulas estrechas; corola blanca ...................... Synstylae DC.

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1a.-Estilos libres, cortos en general, o poco aglutinados en columna que no alcanza los estambres internos y al final están separados; la mayoría tienen sus estigmas en masa sentada y sus sépalos externos son apendiculados lateralmente. .............................................................................................................................. (2)

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2.– Sépalos enteros, o bien, si los externos tienen lóbulos laterales son escasos, cortos y filiformes ..... (3) 2a.-Sépalos externos con muchos apéndices laterales oblongos ................................................................ (4) 3.– Flor solitaria, blanca y sin brácteas; folíolos numerosos, 7-9 (11), casi orbiculares y pequeños .......................... .................................................................................................................................................. Pimpinellifoliae DC. 3a.-Inflorescencia uni– o pauciflora; con o sin brácteas; flor de color rojo intenso; folíolos ovado-elípticos de tamaño medio y subagudos .................................................................................. Rosa (Cinnamomeae Ser) 4.– Tallos con acúleos fuertes, curvados, y muchas acículas en mezcla densa con glándulas estipitadas; las hojas normales solo tienen 3-5 folíolos coriáceos; flor roja y grande .............................. Gallicanae DC. 4a.-Tallos con acúleos homogéneos de forma, pero de tamaño distinto, curvos o rectos y sin –por excepción con escasísimas– acículas; hoja normal 5-7 folíolos; flores blancas o rosadas de tamaño medio .. .......................................................................................................................................................... Caninae DC.

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ACÚLEOS

2.– R. pimpinellifolia

3.– R. stylosa

4.– R. sempervirens

7.– R. canina

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6.– R. glauca

8.– R. dumalis

9.– R. sicula

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5.– R. arvensis

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1.– R. pendulina

10.– R. pouzinii

14.– R. agrestis - 62 -

11.– R. jacetana

15.– R. elliptica

12.– R. tomentosa

16.– R. micrantha

13.– R. villosa

17.– R. rubiginosa Rosas de Aragón y tierras vecinas


SECCIÓN TRANSVERSAL DE LA ÚRNULA PORO ANCHO

2.– R. pimpinellifolia

6.– R. glauca

8.– R. dumalis

9.– R. sicula

13.– R. villosa

15.– R. elliptica

17.– R. rubiginosa

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11.– R. jacetana

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1.– R. pendulina

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PORO ESTRECHO

4.– R. sempervirens

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5.– R. arvensis

7.– R. canina

10.– R. pouzinii

14.– R. agrestis

16.– R. micrantha

3.– R. stylosa

12.– R. tomentosa

Rosas de Aragón y tierras vecinas


Clave de especies

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1b.– Plantas con aguijones, homogéneos o no; sépalos enteros o lobulados; folíolos glabros o pubescentes con acúleos que además pueden tener acículas; pedicelos erectos o erecto-patentes; sépalos enteros o lobulados; folíolos glabros o no ..................................................................................... (2)

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1a.– Planta inerme o con pocos aguijones (acúleos) delgados y rectos; sépalos enteros, o los externos con apenas un lóbulo lateral pequeño; pedicelos fructíferos curvados, reflejos; folíolos glabros ........ (1) R. pendulina

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2a.– Tallos con una cubierta muy densa de aguijones delgados, rectos o apenas curvados, y tamaño muy desigual, mezclados con acículas y glándulas; ramitas unifloras y sin brácteas; flor blanca. ..... (2) R. pimpinellifolia

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2b.– Tallos con aguijones homogéneos o heterogéneos, pero no tan abundantes, espaciados, más o menos curvados, y, salvo excepciones, no mezclados con acículas ....................................................................................... (3)

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3a.– Estilos soldados o formando columna que pueden quedar libres al madurar la úrnula; sépalos reflejos y caedizos tras la floración ............... (4)

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3b.– Estilos libres entre sí, formando una piña; sépalos erectos o reflejos y caedizos o persistentes tras la floración ................................................. (6)

A

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4a.– Disco estilar muy cónico; estilos adheridos en columna durante la antesis y libres tras la floración, más cortos que los estambres internos; sépalos externos con lóbulos desarrollados ............................ (3) R. stylosa 4b.-Disco estilar plano o poco cónico; estilos soldados formando columna persistente, incluso con la úrnula madura, que igualan o sobrepasan los estambres internos; sépalos todos enteros o los externos lobulados (*) ............................................................................................................ (5)

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Rosas de Aragón y tierras vecinas


s .e be lu .jo w w w en ta ve n al A DESCRIPCIÓN DE ESPECIES

P. Montserrat, D. Gómez, J.V. Ferrández y M. Bernal

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1. Rosa pendulina L.

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Sinónimo: R. alpina L.

Descripción Arbusto de 0,6-1 (2) m, muy estolonífero, generalmente con tallos sin acúleos o con algunos pocos que son rectos, finos y largos. Hojas con 7-9 (11) segmentos, folíolo terminal oval agudo, aunque algunas plantas ‘dudosas’ que se encuentran en el piso montano del Pirineo navarro lo tienen suborbicular, obtuso, y su origen podría ser híbrido. Folíolos casi glabros o con escasos pelos sedosos aplicados al nervio medio y algunas glándulas estipitadas; denticulación compuesta, glandulosa. - 82 -

Inflorescencia con 1(2-3) flores. Estípulas florales anchas, glandulosas. Pedicelos con o sin glándulas pequeñas, estipitadas, con un olor resinoso. Sépalos enteros, lisos, largos, estrechos en su parte media, con segmento terminal lanceolado, erectos y muy juntos en la fructificación. Pétalos de color rojo-púrpura, la uña amarilla. Úrnula ovoide y péndula. Tetraploide, 2n=28* y, con dudas, 2n = 42, en Flora iberica (Vol VI, pág. 148). Rosas de Aragón y tierras vecinas


Comentario nomenclatural El epíteto específico alpina ha sido utilizado a menudo para nombrar a esta planta y alude al ambiente donde vive con frecuencia, en la alta montaña, aunque su localización más frecuente es en el bosque subalpino. Sin embargo, ese nombre no tiene la prioridad por haber sido admitido por Linneo ocho años más tarde que el válido. El epíteto pendulina se refiere a que curva sus pedicelos cuando madura la úrnula.

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Es planta orófita y endémica del centro y sur de Europa, con un área similar a la de los abetos blancos (Abies alba) en Cárpatos-Balcanes-Grecia, Alpes-Apeninos-sur de Italia y norte de la Península Ibérica, mientras penetra en los Alpes Marítimos franceses y, además, el Macizo Central francés caracterizado por sus “culturas ganaderas” muy antiguas que con toda probabilidad son de origen prehistórico. En la Península Ibérica se distribuye por los Pirineos, Montes Cantábricos y una parte del Sistema Ibérico. En Aragón es relativamente frecuente en los Pirineos y rara en las sierras prepirenaicas de Guara y Oroel. En la sierra del Moncayo alcanza su límite suroriental y su presencia se limita a unos pocos ejemplares.

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Distribución

Hábitat

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Vive en los bosques abiertos de pino negro (Pinus uncinata) y de abeto, en comunidades de grandes hierbas o “megaforbios” protegidas entre bloques de alvéolos cársticos o al pie de acantilados y en laderas inestables del piso montano y subalpino, donde se sirve de la activa multiplicación vegetativa a partir de sus rizomas. Entre (600) 1500 y 2200 (2500) m de altitud.

Tamaño y tipo de sus poblaciones

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Encontramos por lo general individuos aislados o pequeñas poblaciones formadas a partir de la multiplicación vegetativa de abundantes rizomas salidos de una cepa principal. Cuando se aclara el manto forestal se expande, pero mantiene la talla humilde que pocas veces supera la de un hombre.

Comentario Las estirpes del noroeste peninsular han sido llamadas R. burgalensis Sennen & Elías (var. burdigalensis Pau) y corresponden a la de los Montes Cantábricos, donde no se encuentra la forma típica del Pirineo. Los ejemplares del Moncayo presentan varios caracteres que parecen indicar una introgresión antigua con R. pimpinellifolia. Por otra parte, en el piso montano alto mediterráneo de las sierras calizas de Navarra y Castellón (600-1300 m) existen poblaciones con folíolos orbiculares que parecen corresponder a híbridos o bien a unas estirpes endémicas, relacionadas acaso con las formas de R. montana que conocemos de los Alpes Marítimos provenzales y la Sierra de Guara. P. Montserrat, D. Gómez, J.V. Ferrández y M. Bernal

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11. Rosa jacetana P. Monts.

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Descripción

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Sinónimo: R. pouzinii subsp. jacetana P. Monts.

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Arbusto de 1 a 3 m de altura, con troncos erectos y un rizoma que invade los pastos próximos produciendo turiones hispidísimos, cubiertos por setas y acículas; los acúleos caulinares son poco curvados, de base ancha que deja marcada una orla elíptico-circular. Planta glabrescente-pruinosa, de brote joven glauco-rojizo como los de R. pouzinii. Hojas con 5-7 folíolos casi orbiculares, el terminal sub-obtuso y los inferiores de menor tamaño, orbiculares, más obtusos, o bien emarginados, todos discoloros (su envés más claro), con denticulación multiserrada; glándulas estipitadas en el nervio medio y en los dientes secundarios marginales y, más raras y distribuidas de forma irregular, en el resto del folíolo. Estípulas pequeñas, la de la bráctea unifoliada apenas sobrepasa medio pedicelo y todas ellas tienen muchas glándulas, –en especial las “estípulas vegetativas” primaverales o iniciales–, pero pasan inadvertidas en las posteriores. Son unas glándulas diminutas en su cara interna (adaxial), de color amarillento o ámbar, que pronto quedan pringosas y desaparecen, dejando un brillo que contrasta con las glándulas de color obscuro abaxiales y también las marginales que son desiguales. - 106 -

Inflorescencia corimbiforme, 1-3 (9) flores con su bráctea que puede faltar si la inflorescencia es uniflora. La primera flor (la terminal) produce una úrnula mayor y suelen abortar las últimas, por lo que abundan las inflorescencias con tres úrnulas; el pedicelo de la primera flor tiene pelos rígidos –setas–, algunos son glándulas setiformes recias, algo desiguales, que alcanzan o entran en la úrnula, mientras el pedicelo de las que siguen solo presenta glándulas estipitadas y uniformes. Sépalos externos (10)12-15(20) mm, de punta foliácea y lacinias laterales anchas, con glándulas estipitadas o sentadas, marginales y dorsales. Pétalos pequeños (12)15-22 × 10-17 mm, con el tercio inferior casi blanco y acumen emarginado-escotado. Receptáculo con disco casi plano, estrecho (3-4,5 mm), con poro de 1,5mm, 1/3 del diámetro del disco. Piña estigmática casi sentada, lanosa, que casi cubre su disco y permanece densa cuando partimos la úrnula; esa es anchamente oblonga, poco más larga que ancha, urceolada, color rojo cereza, con sépalos erectos que al final son caedizos, como anuncia la muesca muy aparente en su unión con el cáliz. Rosas de Aragón y tierras vecinas


Comentario nomenclatural Descrita como especie del Monte Oroel en Jaca por Montserrat (1997) y más tarde como subespecie de R. pouzinii (Montserrat, 2004). Para facilitar su identificación en claves y tablas, la mantenemos provisionalmente como especie, a la espera de un estudio en profundidad que permita una mayor certidumbre taxonómica.

Distribución

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Podría haberse originado en las parameras ibéricas (Soria, Guadalajara, Cuenca, Zaragoza y en Teruel-Maestrazgo, donde su presencia queda por comprobar); desde allí habría alcanzado el Prepirineo y las Sierras Exteriores: San Juan de la Peña-Oroel, con pequeñas modificaciones en el Canciás-Sierra de Guara, Villanúa-Collarada y solana de Ordesa.

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Tamaño y tipo de sus poblaciones

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Es planta del ambiente humano-ganadero y, respecto a la topografía, parece preferir las depresiones situadas en los cresteríos oromediterráneos, con suelo profundo para retener el agua de tormenta estival. Conforma matorrales con enebros, boj y las dos especies de Cotoneaster; también puede colonizar gleras como la de Cotatuero, en la solana de Ordesa, y está en la orla forestal de los pinares, abetales y otros bosques de montaña mediterránea. En suelos calizos y también los silíceos acumulados por el rebollo (Quercus pyrenaica) en los Montes Ibéricos. Entre 1100 y 1500 (1800) m.

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Hábitat

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Comentario

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Individuos aislados o pequeñas poblaciones generadas por la multiplicación vegetativa mediante rizomas de un solo individuo.

Se aparta de R. pouzinii por los sépalos erectos o erecto-patentes, con el dorso muy glanduloso, que persisten hasta la maduración de la úrnula; estípulas superiores con glándulas por ambas caras; sus acúleos son muy desiguales, con acículas en la inflorescencia; el disco es menor y su poro más ancho; estilos pilosos y la piña estigmática en cúpula hemisférica densa; además, el renuevo turional, con aspecto de espárrago, es híspido, con setas y acículas variadas. Difiere de R. montana por sus folíolos menores y más blandos, pedicelos más largos y la forma de los sépalos que son cortos y con lóbulos anchos. No podemos describir hasta la fecha su variabilidad en España y menos aún conocer bien todas las estirpes fijadas genéticamente, separándolas de los híbridos actuales. Por su carácter endémico e interés en relación con la variabilidad del gr. pouzinii de rosas mediterráneas, resulta muy conveniente indagar en la evolución de sus poblaciones. P. Montserrat, D. Gómez, J.V. Ferrández y M. Bernal

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Lámina 3. Geougue de Tortes (FRANCIA 64), cerca de Gourette, pizarras lustrosas, 1950 m; UTM : YN15. Leg. : J. Vivant, 8-IX-1975, Herbario Vivant.

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Detalle del tallo con acúleos casi rectos y delgados a tamaño natural.

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Estípulas pectinado-glandulosas con orejuelas divergentes, en tallo floral.

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Abajo a la derecha, silueta tamaño natural de hoja 7-foliolada; en medio los 3 folíolos terminales con ápice muy obtuso y, a los lados, margen “casi” denticulado-compuesto, muy glanduloso; precisamente esas glándulas marginales acentúan el aspecto aparente de una denticulación compuesta.

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Úrnula con sépalos erectos, estrechos, largos, y segmento terminal lanceolado; glándulas estipitadas marginales y algunas setiformes, más largas, cerca de la úrnula lisa.

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Punta de un sépalo ampliada.

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Rosa pendulina L.

P. Montserrat, D. G贸mez, J.V. Ferr谩ndez y M. Bernal

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Lámina 14. Dibujo de J.V. Ferrández a partir de diversos materiales, entre ellos un pliego de Torla (Huesca), P.N. de Ordesa en Diazas, 1200-1300 m; UTM: YN3823. Leg.: E. Balcells, 28-VI-1994, Herbario JACA 107694.

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Estamos ante otra rosa diploide que es muy poco variable en nuestros bosques caducifolios, con suelo forestal fértil y media sombra en verano. Suele pasar desapercibida porque tras la entresaca queda muy debilitada y solo malviven algunas formas rastreras o encaramadas a los troncos, sin apenas floración.

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Folíolo con dientes simples.

Flor sin pétalos para mostrar la columna estilar, los sépalos con lóbulos cortos y escasos y los pedicelos glandulosos.

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Rama florífera con las hojas 3 y 5 folioladas, estípulas largas y estrechas y pedicelos largos y glandulosos.

Detalle de dos sépalos: uno entero y el otro con lóbulos muy cortos.

Rosas de Aragón y tierras vecinas


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Rosa arvensis Huds.

P. Montserrat, D. G贸mez, J.V. Ferr谩ndez y M. Bernal

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9.– Los rosales en el paisaje Aspectos geobotánicos en la evolución y la taxonomía

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Para avanzar en la sistemática de los rosales basándonos en su variabilidad morfológica, hace falta conocer su relación con los ambientes que ocupan. Los estudios realizados hasta la fecha adolecen de información ecológica por haberse elaborado muchas veces con muestras de herbario, recolectadas con una deficiente representación espacial o con muestras incompletas para la evaluación de los caracteres diagnósticos. Necesitamos ahora situar las poblaciones en el paisaje, en su “marco ambiental” para detectar los condicionantes relacionados con su evolución, lo que nos permitirá validar los caracteres diagnósticos y, después, aplicar las técnicas de la genética moderna para completar la separación taxonómica. Podemos, por ejemplo, considerar un carácter primitivo dominante en los rosales de montaña: la posición erecta de los sépalos durante la fructificación que a su vez se relaciona con un poro estilar ancho. Hay que recordar que la anchura del disco estilar muestra en los rosales una relación inversa con el diámetro del poro que circunda. Así, R. pimpinellifolia –especie tetraploide antigua de las montañas– tiene un disco estilar estrecho, poro ancho y los sépalos son erectos y persistentes al final del ciclo vegetativo. Además, la piña estigmática es lanosa y compacta en estas plantas de montaña que comparten el poro estilar ancho, mientras en las de tierra baja es laxa y apenas pilosa. La pilosidad de algunos órganos proporciona caracteres para imaginar la evolución en ciertos grupos, así como el color glauco de las hojas, a veces con tinte rojo que se observa también en los tallos jóvenes y podría responder a la luminosidad intensa del ambiente. Más difícil de interpretar nos resulta ahora el número, tamaño y forma de los folíolos. La forma y distribución de acúleos con o sin acículas en el tallo turional son caracteres relacionados con la defensa frente al gran herbívoro y con la capacidad de trepar o formar setos junto al - 292 -

Rosas de Aragón y tierras vecinas


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