Especial greco

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El lenguaje gestual de un pintor filósofo Jaime Lorente Pulgar Cuando Doménikos cierra su periplo italiano introduce en España no sólo un estilo pictórico diferente, sino también un concepto vital para la próxima generación de maestros (como Velázquez o Goya): la dignidad del artista.


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Aquella España que ensayaba el arte del Renacimiento consideraba al pintor, salvo en reducidos círculos de eruditos, como un artesano que sólo trabajaba con los dedos; en el lienzo no se reconocía el proceso mental de captación previa de la escena, el dominio de la técnica o los planteamientos filosóficos que admite el pincel. El Greco fue un artista obstinado en la búsqueda de la grazia, qué él interpretó como la capacidad de expresar la belleza mediante la espiritualidad; por ello el arte no era una mera imitación de lo visible, sino que debía ser una acción del intelecto que mostrara en el cuadro un mundo basado en las ideas de la conciencia. El Greco debió integrar en su obra las rígidas pautas de la Contrarreforma con el fin de satisfacer a su clientela, pero fue muy hábil al introducir diversos significados a través de los gestos: de entrada, un mensaje devocional para los fieles y otro, de mayor profundidad y varios niveles de lectura, dirigido a la camarilla de intelectuales. Los gestos son códigos que posibilitan la comprensión de una escena pictórica y la comunicación entre las figuras que la componen. Su repetición los convierte en verdaderos signos, inalterables en el tiempo. Fue el historiador del arte Rudolf Wittkower quien describió los cuatro tipos de gestos pictóricos que se han sucedido a lo largo de la historia: Primero los gestos descriptivos, aquellos que aclaran y refieren una historia o narración. Después los gestos simbólicos, muy utilizados en el arte medieval, fundamentados en un código que es preciso conocer previamente. Un ejemplo reconocible es el Cristo bendiciendo de los Pantocrátor románicos. En tercer lugar los gestos retóricos, aquellos que indican una emoción, muy queridos en el periodo renacentista. Por último se encuentran los gestos mecánicos, que transmiten de forma automática un movimiento. El Greco empleará los cuatro tipos aunque dilatando los recursos simbólicos y retóricos, mientras retorcía los movimientos de sus figuras: fue un pintor obstinado en proyectar expresiones. Usos gestuales del artista 1.- Las manos entrelazadas, motivo tradicional, indican una actitud de profundo recogimiento, sufrimiento y dolor. Detalle de las Lágrimas de san Pedro, y la Crucifixión:


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También reconocible por el devoto es la posición de las manos en triángulo indicando una actitud orante, prueba de fe. Detalle de la Virgen de la Caridad, Coronación, y Cristo crucificado con dos orantes: 2.- Cristo bendiciendo con la mano derecha es una de aquellas representaciones simbólicas visibles en el arte románico a través del Pantócrator; el Greco apenas la modifica conceptualmente. Puede verse en sus Apostolados: 3.- Los brazos extendidos con las palmas de las manos hacia arriba o cruzadas sobre el pecho expresan la aceptación entusiasta de la salvación y el reconocimiento de la revelación divina: También son gestos retóricos las manos entrecruzadas, que implican dolor resignado, aprobación piadosa de la muerte, visibles en las representaciones de san Francisco. Con igual intención se describe el brazo derecho en forma de «L», con la palma de la mano abierta, como se observa en algunas figuras del Martirio de san Mauricio: 4.- En ocasiones las figuras se muestran con el brazo derecho levantado y la palma de la mano

hacia arriba, ligeramente inclinada, indicando que el personaje da testimonio del suceso ocurrido: Puede recrearse también el brazo derecho con la palma hacia arriba y los dedos inclinados, especialmente el índice, que señala una acción o suceso concreto dando fe de su cumplimiento (generalmente se trata de un milagro o hecho religioso de cierta magnitud). Detalle de la Curación del ciego y el Entierro del señor de Orgaz: 5.-. El gesto de la mano derecha sobre el pecho es visible en la Magdalena penitente y en el Expolio, presentado con los dedos centrales unidos, siendo una convención del periodo manierista. Este planteamiento no está dirigido a los feligreses, sino que su significado último responde a una tradición anclada en el Medievo: el dedo corazón es sinónimo de amor y bondad, y el anular, donde se introduce el anillo, de servidumbre. Supone, en definitiva, el compromiso y la fidelidad, aunque también es una pose revestida de múltiples connotaciones: honestidad, honor y elegancia (véase el Caballero de la mano en el pecho): 6.- Otro de los recursos más utilizados por Doménikos consiste en dirigir la mirada del espectador en el cuadro. Para ello, utilizó de forma descriptiva el dedo índice en muy diversas posiciones. Sirva de ejemplo Jorge Manuel, su propio hijo, representado como un paje en el Entierro del señor de Orgaz (el dedo de su mano izquierda parece indicarle al espectador: «párate y contempla aquello que se narra en el lienzo»). 7.- Es frecuente la incorporación de personajes que, vestidos a la moderna, parecen mirar directamente al espectador. Era éste un recurso italiano, pero el Greco enriquece sus matices: supone una invitación para que nos incorporemos a la escena. Véase en el Entierro del señor de Orgaz: En el Expolio se ha apuntado cierta excepción: la presencia de una inquietante figura que nos mira fijamente y cuyo dedo índice parece simular una acusación, como si fuéramos responsables, a la vez que testigos y partícipes del suceso. 8) Doménikos introduce también gestos de gran complejidad, como el llamado «signo harpocrático», es decir, el dedo sobre el labio implorando silencio. Según Chastel además representa el deber del sabio de no comunicar sus saberes más que a aquellos elegidos que puedan utilizar dicho conocimiento adecuadamente. Este motivo simbólico lo utiliza en el cuadro de La Sagrada Familia, santa Ana y san Juanito:


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En definitiva, el gesto no es sólo una muestra de devoción, sino también una forma de reflejar el pensamiento. Doménikos se había formado en un ambiente intelectual (Venecia y Roma), al amparo del reconocimiento artístico y la protección de la figura del artista mediante personalidades como Giulio Clovio o Fulvio Orsini. Allí forjó su idea del artista filósofo con obras como La expulsión de los mercaderes del templo o la primera écfrasis (tema sofisticado) de la Antigüedad: El soplón. Sirva de ejemplo esta segunda obra, su primer atisbo contundente de pintor filósofo: un gesto sencillo, trivial, para una obra compleja. La interpretación simple del cuadro refleja un muchacho en el momento en que sus carrillos se afanan por encender una vela. El Greco lo utiliza como pretexto para iniciarse en sus estudios acerca de los efectos de la luz nocturna y artificial. Sin embargo, el sentido último del lienzo está

basado en el mítico pintor Antífilo (en las siguientes versiones acompañará al muchacho un mono y otro hombre). ¿Qué nos quiere decir el Greco? La obra se ha interpretado como una representación alegórica de la lujuria, pero sobre todo es una afirmación acerca del valor efímero y frágil de la vida, sustentada en el ascua cuyo fuego es avivado por el joven. Doménikos nunca se alejó de su maniera italiana en un plano conceptual, manteniendo un amplio abanico de significados mientras sus figuras se fueron retorciendo y alargando en su última etapa toledana. Hasta aquí alcanza la complejidad de un artista que eligió la mente como primer lienzo de sus obras. Tal vez porque no dejó de aplicar durante su vida, en su máxima expresión, una sentencia de Vasari: «Sólo a través del gesto, la pintura, como “poesía muda” que es, encuentra la forma de suplir la palabra».


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El Greco Visto Por‌

Obra: Autoretrato

Artista: Jose Luis Merchan


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Obra: El Sopl贸n

Artista: Daniel Nevado

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APOSTOLADO En la Casa del Greco Cuentan que cuando El Greco proyectaba pintar su primer gran Apostolado anduvo por Toledo desvariado sin hallar los modelos que buscaba. Atrios y cobertizos registraba, refugios del rufián desesperado, pero en ellos no vio el rostro anhelado que su inflamada inspiración ansiaba. Una tarde, cansado de su andanza, al borde ya de la desesperanza, se dirigió al Hospicio de Dementes. Y allí encontró por fin los desabridos rostros, los ademanes desmedidos y los ojos de fuego incandescentes.

Y decidió pintar la audaz locura de los que a Cristo vieron cara a cara. Pedro que llora inconsolablemente. Pablo con sus escritos y su espada. Santiago con bordón de peregrino. Andrés que apoya en una cruz aspada. Juan que muestra el demonio en una copa. Tomás con sus angustias y su lanza. Santiago el Menor, joven estudioso. Felipe, anciano que la cruz abraza. Bartolomé que ha encadenado al monstruo. Mateo con sus cuentas y alcabalas. Simón que lee con avidez y asombro. Judas Tadeo con las alabardas. Todos ellos son seres desvalidos. Sus rostros son preguntas descarnadas. Son sus mantos parduzcos y verdosos, grisáceos, carminosos… sólo manchas, como apenas recién abocetados, aún esquemas las manos alargadas. Sobresale el trabajo del cabello, los expresivos ojos y las barbas. Con emoción contemplo estas figuras que al Greco le brotaron de la entraña. Acaso sean jirones de sí mismo, Quijotes de una fe desesperada. En ellos cifró el rapto y la locura de los que a Cristo vieron cara a cara.

Obra: El Apostolado

Artista: José Maria Gómez, poema Jose Luis Merchán, ilustración


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El Greco Visto Por‌

Obra: El Caballero de la mano, en cierto lugar

Artista: Cristina Figueroa


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