4 minute read

La vida pequeña” por Inger Enkvist

Next Article
Haikus

Haikus

Vivimos en un mundo en el que nos parece que todo se mueve y todo cambia de manera muy rápida. Nos llega constantemente nueva información y es fácil sentir estrés, porque sabemos que nos es imposible abarcar tanta información y no nos da tiempo reflexionar sobre la que sí nos llega. El verdadero límite es nuestro tiempo y nuestra atención. Los que trabajan con la publicidad y con la política saben bien que el mero volumen de la información hace que un mensaje negativo desaparezca sin que se haga nada.

Hay un autor que ha abierto contrafuego contra estas tendencias. José Ángel González Sainz publica relativamente poco, pero siempre tiene algo importante que decirnos. En su breve novela sobre la resistencia a ETA, “Ojos que no ven” (Anagrama 2010), los temas ya eran el silencio, la belleza de la naturaleza, la vida sencilla y la diferencia entre el bien y el mal. Su protagonista vive en una pequeña localidad vasca. Cuando se secuestra al dueño de la empresa en la que trabaja, la gente del lugar no reacciona. En esa situación, el protagonista cada semana acude a la plaza para protestar con su presencia contra la violencia, reclamando con una pancarta que se suelte al director. No representa a ninguna organización. Su protesta es silenciosa. Lo único que hace es colocarse en la plaza con su pancarta una vez por semana, recordando a los demás que la violencia es inaceptable.

Advertisement

El nuevo libro de González Sainz, ”La vida pequeña” (Anagrama 2021), viene a ser una reflexión sobre el griterío y la fealdad como parte de la vida moderna. La ”trama” o la acción del libro consiste en seguir los pensamientos del protagonista y este nos invita a liberarnos de la dependencia de los medios de comunicación, contándonos cómo fue cuando decidió no ver más la televisión. El protagonista, que podría tener rasgos del propio autor, estaba en su casa viendo el telediario cuando apareció en la pantalla cierto político vasco. El político en cuestión no hablaba sino gritaba, parecía mirar con desprecio a los espectadores y de pronto le pareció al protagonista que el político le escupió a través de la pantalla. Se dijo entonces que, si nunca invitaría a esa persona a su casa, no tenía sentido ”invitarlo” poniendo el telediario. Todos disponemos del poder de apagar o de desenchufar a los que quieren influenciarnos.

Hoy se repite constantemente que en el siglo XXI debemos dominar el pensamiento crítico, ser creativos y saber comunicar. En vez de repetir esos conceptos manidos, González Sainz insiste en que primero tenemos que tener silencio, calma y tiempo para observar y para pensar. En “La vida pequeña” propone medio en broma medio en serio que se invente un instrumento musical que no toque música sino silencio. Debería también existir una máquina que ”coma” o ”destruya” el ruido. Si queremos reflexionar sobre lo que somos y lo que queremos, nos hace falta el silencio.

González Sainz habla de cómo es la vida, pero no es filósofo, sino alguien que viene del campo de la filología. Utiliza la lengua como instrumento para hacernos leer más lentamente y con más cuidado. Uno de sus métodos es aprovechar los sinónimos para expresar un mismo pensamiento de una manera más completa. Este método nos obliga a detenernos a dar vuelta a las ideas antes de seguir. El autor habla del origen etimológico de las palabras, recordándonos lo que realmente estamos diciendo cuando hablamos. Además, utiliza giros idiomáticos y palabras caídas en cierto desuso, con lo cual atrae nuestra atención sobre la lengua misma. Así, nos invita a reflexionar sobre la lengua como objeto estético e histórico y sobre el hecho de ser miembros de una comunidad que comparte esta lengua, elaborada por las generaciones que nos han precedido.

González Sainz utiliza también referencias a autores clásicos y contemporáneos. Estas referencias a otras obras literarias dan al texto una impresión de profundidad. El autor parte del presupuesto de que es la responsabilidad del lector haber adquirido unos conocimientos culturales generales. Los lectores cultos notan así que el haber estudiado la literatura, la historia y la filosofía les ha dado unos conocimientos que sirven para entender una reflexión seria sobre el sentido de la vida. Las humanidades son útiles sin ser utilitarias y constituyen una lengua especializada y precisa de alto nivel intelectual y estético. La riqueza lin-

La vida pequeña

La vida pequeña

güística y la belleza del libro reflejan la riqueza y la belleza del mundo real y el autor atrae simultáneamente nuestra atención sobre los dos tipos de belleza.

Así, ”La vida pequeña” a la vez rechaza el poder de los medios de comunicación y alaba, sin decirlo expresamente, el valor de las humanidades y sobre todo de la filología española. Para mí como filóloga extranjera, el texto me produce un efecto posiblemente más fuerte que a un lector español. El haber estudiado la lengua y la literatura españolas me permite moverme con soltura en el espacio creado por González Sainz. El estudio abre el acceso al centro mismo del mundo cultural español. Noto con humildad, agradecimiento y alegría que me he convertido en “nativa” en ese mundo. Los estudios me han abierto la puerta y, si un hispanohablante quiere entrar, también tiene que estudiar. Otra reflexión es que sería no solo difícil sino raro intentar traducir este libro. Se dirige claramente a las personas que se mueven dentro de la esfera cultural español.

Inger Enkvist

Catedrática de español en la Universidad de Lund y exasesora del Ministerio de Educación de Suecia

This article is from: