TERRY TOEDTEMEIER FOTÓGRAFO
¿De qué sirve la fotografía de paisaje convencional en una nación donde cada lugar se ha viajado extensamente? ¿Hay aspectos de nuestra geografía todavía por descubrir? Por ejemplo, la Garganta del Río Columbia está bordeada a ambos lados por carreteras y ferrocarriles, navegada frecuentemente por barcos y sobrevolada todos los días por aviones y satélites. ¿Sabemos todo lo que necesitamos saber sobre la Garganta, todo lo que podría ayudar?
Terry Toedtemeier encuentra para nosotros un geografía nueva e importante en el Noroeste, no mediante la cobertura de más millas que otros han cubierto (el método estadounidense estándar hasta hace poco tiempo), sino deteniéndose. Él deja el carro, se queda para ver cómo se mueven las sombras y hasta regresa en otras estaciones para estudiar las mismas rocas.
Mediante este reconocimiento inusual, él y nosotros llegamos a conocer no solamente la región, sino también a nosotros mismos, aprendiendo, en las palabras de la poetisa escocesa Kathleen Raine, que “hay piedra en mí que conoce la piedra”. Es una comunión que alienta la gratitud. Como escribió Hugh MacDiarmid, compatriota de Raine, “hay muchos edificios arruinados en el mundo, pero no piedras arruinadas”.
Sin embargo, es imposible decir exactamente qué significan las fotografías. Las mejores reflejan la vida y por ello son respetuosas del misterio. Pocas de las imágenes de Toedtemeier tratan, por ejemplo, sobre una sola cosa. Su formato panorámico se presta, por su inclusividad, a una examinación de las relaciones: el agua y la vegetación con la roca, el cielo con la tierra, lo humano con lo no humano. Estas relaciones nos llevan a su vez a otra, aquella entre el tiempo de duración tan breve que podemos entenderlo por referencia a nuestra propia duración, y el tiempo de duración mucho mayor que sentimos que sugiere el fin del tiempo, la eternidad; por ejemplo, la conexión entre la fracción de un segundo en la que Toedtemeier registra la borrosidad del arbusto azotado por el viento y el tiempo que tardó en formarse y fracturar la roca adyacente.
Toedtemeier cree, en la evidencia de sus fotografías, que la Creación está viva. Él nos muestra rocas que parecen habitadas por espíritus; piedra que por sus líneas de estrés parece moverse, piedra que frecuentemente toma una forma animal. Yo pienso que Toedtemeier estaría de acuerdo con Thoreau:
“No hay nada inorgánico.... La tierra no es un simple fragmento de historia muerta... no es una tierra fósil, sino una tierra viva.”
Los lugares que Toedtemeier elige fotografiar son como los que buscamos cada uno de nosotros, lugares donde entendemos que somos parte del todo. Cuando Toedtemeier encuentra un lugar así (cuando se deja abrazar por una cueva o una fisura, o se libera en el barrido de luz como el Génesis a través del desierto), celebramos el descubrimiento con él. Y renovamos nuestra propia búsqueda.
Robert Adams
Epilogo, del catálogo de la exposición:
Exposiciones de Basalto / Terry Toedtemier
The Art Gym, Marylhurst College 24 de septiembre – 9 de diciembre de 1995
TERRY TOEDTEMEIER FOTÓGRAFO
El basalto es una roca volcánica oscura, rica en hierro y maganeso, que tiene su origen en las cámaras de magma de las profundidades de la Tierra. Aunque las formaciones de basalto son comunes en todo el mundo, las que se encuentran en el Noroeste del Pacífico son particularmente variadas y generalizadas. Resistente a la erosión, el basalto destaca en el paisaje, formando coladas de lava escabrosas, laderas escarpadas, bordes rocosos, acantilados y promontorios. Debido a la gran variedad y riqueza geológica del Noroeste, estos lugares albergan cuevas marinas, tubos de lava, arcos de piedra peculiares, pilares, simas, protuberancias, cráteres y muchas otras formas cautivadoras. Desde los monumentales flujos de basalto de inundación de la Meseta del Columbia hasta los volcánicos de estilo hawaiano más recientes de las Altas Llanuras de Lava, las Tierras Altas de Owyhee y la Llanura del Río Snake, esta región abunda en una notable variedad de formaciones basálticas.
Durante el verano de 1968, como parte de los cursos para obtener una licenciatura en Geología de la Universidad Estatal de Oregón, completé una secuencia de geología de campo. Aquí, en la árida región de John Day en el Condado Wheeler, Oregón, se arraigó mi amor por el campo y mi interés por los relieves geológicos comenzó a tener un contexto. Esa experiencia comenzó con un momento de aprensión cuando me bajé por primera vez del todoterreno y escuché crujir mi bota sobre la superficie de grava de un paisaje que iba a cartografiar en busca de contactos y formaciones geológicas. Cientos de millas a pie más tarde, y con lo que ahora me doy cuenta de que debió haber sido una buena dosis de paciencia por parte de mi instructor, mi ansiedad había sido reemplazada por un deseo de descubrimiento e inter-pretación. En muchos sentidos tuve suerte: la zona del mapa asignada incluía calizas del Pérmico, conglomerados y grauvacas marinas del Cretácico, depósitos tobáceos del Eoceno, rocas basálticas del Mioceno, fanglomerados del Holoceno, volcanes de riolita, una cosa llamada Ignimbrita Cascabel y un dique de anillo de basalto. Fue la mejor experiencia educativa que he tenido en mi vida y un momento inolvidable en el que sentí una conexión con la tierra.
Hace poco, un amigo del Departamento de Geología e Industrias Minerales de Oregón me presentó a un colega con la explicación: “Le encanta el basalto”. Y es verdad, me encanta. Pero también es cierto que, cuando me presionan, no puedo ofrecer ninguna explicación racional para esta fascinación. Simplemente, las formas del basalto me parecen hermosas y su estudio es apasionante. Los días que paso en el campo, buscando tomar estas fotografías, son los mejores días de mi vida.
Terry Toedtemeier Agosto de 1995
Introducción, del catálogo de la exposición: Exposiciones de Basalto / Terry Toedtemier
The Art Gym, Marylhurst College 24 de septiembre – 9 de diciembre de 1995