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MAPOR OTRA NIFORMA DE FI PODER ES TO 7 tesis para repensar el socialismo
JUAN BARRETO Y HÉCTOR SÁNCHEZ
REDES
Primera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau Retos y problemas en la construcción de un partido revolucionario
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Problematizaciones y provocaciones de Javier Biardeau a propósito de la construcción del reto organizativo (partido-movimiento) que atraviesa la discusión del socialismo del siglo XXI.
Segunda tesis Nuestra disyuntiva histórica
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Resulta imprescindible tener claridad sobre los núcleos vitales del debate. En tiempos de transición, el Estado se torna espacio crítico, muchas veces contradictorio en su devenir, en tanto modo y condición de la producción. La vieja idea de “partido” no corresponde más a ningún ideal emancipatorio. Los medios, como nuevos dispositivos de la lógica del capital. El biopoder se refiere a que sólo puede alcanzar un dominio efectivo cuando empieza a ejercerse sobre la vida y luego desde ella.
Tercera tesis Un nuevo socialismo
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Deben abordarse las críticas de raíz contra todas las imposturas del marxismo soviético, que sirvieron para silenciar el ideario profundamente libertario del socialismo revolucionario de Marx y Engels. Hemos venido construyendo eso que llamamos un nuevo campo socialista. El socialismo es también un estado individual, una subjetividad política que da forma al deseo. El Socialismo del Siglo XXI y el ejercicio del Estado Comunal empiezan a definirse.
Cuarta tesis Nueva hegemonía popular y revolucionaria
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La construcción de un proyecto hegemónico es el primer problema a considerar en la política. El problema no es cómo se accede al poder ni con quien se disputa su titularidad, sino cómo se enfrentan y construyen los bloques hegemónicos. El desafío: construir el nuevo bloque histórico de la Multitud. El proyecto de la Comuna no es uno, es multiplicidad de multiplicidades, son líneas de fuga, campos de probabilidades.
Quinta tesis Desafíos del proceso revolucionario
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El Poder Popular debe ser el verdadero músculo político de la transformación. No hay revolución verdadera sin el ejercicio permanente del Poder Constituyente del pueblo. Se debe favorecer el modelo de movimiento de movimientos, que integre las demandas de las multitudes. El fortalecimiento de la potencia del pueblo junto con la transformación de las estructuras del Estado son fundamentales para cualquier cambio revolucionario. Es necesario reconstruir y renovar las izquierdas sobre bases amplias, flexibles y superadoras de dogmas.
Sexta tesis REDES y la materialización de las luchas
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Una revolución consiste en una transformación profunda de los modos que producen la vida. REDES somos un movimiento de movimientos, apostamos al permanente ejercicio del Poder Constituyente y levantamos la consigna “El poder al pueblo”. Creemos en la acumulación de fuerzas para que la multitud se haga visible en un proyecto hegemónico.
Séptima tesis|Epílogo Todo el poder a los Consejos
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Material construido como propuesta al Presidente Maduro sobre los retos y oportunidades de los Consejos Presidenciales del Poder Popular. Acá los socializamos íntegramente. 1) Seamos audaces, tomemos la iniciativa dándole poder al pueblo. 2) Los Consejos Presidenciales: más democracia y poder popular. 3) El Pueblo-Presidente a la constitución
A continuación desarrollamos los principales ejes temáticos que van conformando al partido-movimiento REDES, en clave teórica y programática. Debemos leerlos como ejes temáticos conceptuales, agrupaciones que no son compartimientos estancos sino que se entrecruzan, alimentan y multiplican entre sí. Celebraremos y denostaremos, resistiremos y crearemos, todo en este movimiento sin fin de hacer y pensar en Revolución. Acá nos exponemos, por supuesto, sin buscar consensos. Hacemos nuestra una máxima popular china que reza: “Acepta toda crítica como una advertencia. Corrige los errores si los has cometido y guárdate de ellos si no has faltado”. La crítica y la autocrítica es reflejo de una lucha ideológica que acumula fuerzas para impulsar la transformación, si no las hubiera la práctica del complejo partidario REDES tocaría a su fin.
REDES somos una estructura para el encuentro y articulación de distintos movimientos sociales y que nos impusimos la difícil tarea de ser un movimiento de movimientos en movimiento que acumule fuerzas para impulsar la transformación. En el complejo partidario REDES apostamos por la organización y articulación de la potencia de las multitudes en su infinito movimiento de empoderamiento constituyente, por eso hemos levantado la consigna: el pueblo al poder, que no es otra cosa que la síntesis de nuestra política.
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Segunda tesis]
PRIMERA TESIS | APORTE INTRODUCTORIO DE J. BIARDEAU
Retos y problemas en la construcción de un partido revolucionario
Problematizaciones y provocaciones de Javier Biardeau a propósito de la construcción del reto organizativo (partido-movimiento) que atraviesa la discusión del socialismo del siglo XXI.
En este apartado: La revolución democrática permanente La Cogollocracia Diversidad de pensamientos contrahegemónicos El “Inciso Sexto” y el Marcatismo Tropical Raíz nacional-popular de Nuestra América Impensar la cuestión del partido Unidad en la diversidad Fecundar la cultura del debate
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“Una revolución radical solo puede ser la revolución de necesidades radicales cuyos supuestos y cunas parecen precisamente faltar”. CMarx “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva”. JCMariátegui Dado lo sustantivo de la agenda y la estrecha interdependencia de todos los temas que atraviesan la discusión del “socialismo del siglo XXI”, es conveniente profundizar en estos asuntos, para lograr comprender los alcances histórico-políticos de la nueva etapa que emerge en Venezuela. Para comenzar, indagaremos algunos de los retos y problemas que atraviesa la construcción de un partido revolucionario. Allí está el reto, ¿cómo construir mediaciones político-institucionales que no enajenen la voluntad popular? (Dussel; Veinte tesis sobre política). Se trata de mediaciones y articulaciones, no de instrumentos o estructuras. Más allá de las estruc-
turas está la vida de los procesos, de los movimientos. Una revolución que estimula estructuras sobre-codificadas construye burocracias, jaulas de hierro. Se requieren más bien estructuraciones, rotaciones, revocaciones, direcciones compartidas, elecciones por la base, mecanismos de consulta permanentes, construcciones deliberativas de la voluntad común, disminución de la separación entre dirigentes y dirigidos, redes, compromisos de acción, responsabilidad común y personal, democracia interna, libre expresión de corrientes de opinión, allí está el reto organizativo. Hay que evaluar la experiencia organizativa de las movilizaciones electorales exitosas, sin el fetichismo de
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los esquemas organizativos. Una organización partidaria tiene que prepararse para la batalla electoral, pero no puede agotarse en estas tareas. De allí que todo lo positivo de los comandos electorales exitosos debe aprovecharse como un saldo positivo. Pero hay que evitar el fetichismo de las estructuras. Las estructuras siguen a las estrategias y no a la inversa. Quien monta un organigrama inflexible sobre el movimiento real, acaba matando los procesos de articulación política.
La crisis de los partidos de izquierda, la crisis de los referentes de izquierda y la crisis de los intelectuales de izquierda van de la mano en Vene-
zuela, conformando no una vanguardia sino una retaguardia. Esta debilidad se expresa brutalmente con la ausencia de “cuadros revolucionarios”, “crisis ético-política”, “ausencia de dirección colectiva”. Aquí se inscribe el debate y el cuestionamiento crítico de la revolución: burocratismo, corrupción, ineficiencia y personalismo. No se trata de asuntos meramente procedimentales, en estos mecanismos operan profundas lógicas de sentido y significación, profundas premisas que deben debatirse de manera rigurosa y sobre todo abierta al pueblo, a ese pueblo que desea cambios.
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La liquidación de cualquier pensamiento de la liberación es un efecto directo tanto del dogmatismo ideológico como del cesarismo en cuestiones de socialismo. Aunque el cesarismo revolucionario, en los términos de Gramsci, puede analizarse como un fenómeno transitorio que expresa la debilidad de una estructura de dirección política, intelectual y moral movilizada por una representación política mucho más amplia y democrática; lo cierto es que sin una modalidad radicalmente democrática en el seno de la vida política interna, y además profundamente arraigada en el movimiento social, conducen al morbo del burocratismo y a la catástrofe del despotismo. El “leninismo organizativo”, y cualquier figura de ultra-centralismo en la estructura de mando de la organización partidaria, constituiría el
principal bloqueo para re-inventar fórmulas verdaderamente democráticas que le aporten un horizonte de factibilidad a cualquier propuesta organizativa socialista: “El socialismo que estamos planteando no está reñido con la democracia, como algunos creen o pudieran creer. En otras épocas, las cosas se plantearon en forma diferente. Eran otras realidades y otras circunstancias. Sabemos que uno de los planteamientos de Carlos Marx es precisamente el de la dictadura del proletariado, pero eso no es viable para Venezuela en esta época. ¡Ese no será nuestro camino! Nuestro proyecto es esencialmente democrático. Hablamos de democracia popular, democracia participativa, democracia protagónica.” (Chávez, Discurso de la unidad, 33-34)
El socialismo es la revolución democrática permanente La revolución democrática socialista o es una larga transición democratizadora que implica conflictos de poder canalizados institucional y electoralmente, poniendo a prueba la dimensión persuasiva y la construcción de hegemonía simbólica, o es una corta y trágica concatenación de rupturas violentas, tanto progresivas como terriblemente regresivas. Cualquier desvío del ideario democratizador y de la construcción de un protagónico poder popular conduce a cualquier revolución socialista al fracaso. La hegemonía histórica del “marxismo autoritario” y todos los regímenes de aparato que se han denominado “socialistas” han presentado características regresivas desde el punto de vista de la tradición democrática, si se comparan históricamente con las conquistas democráticas
que los regímenes de compromiso liberal-socialdemócrata, con sus variedades de “Estado democrático y social”, dando lugar a la garantía de “derechos fundamentales” y luchas por figuras cada vez más progresivas de “ciudadanía” (cívica, política, social, cultural). La tradición socialista ha mantenido una defensa de la unidad orgánica entre los valores de igualdad, libertad, justicia social y solidaridad, en los procesos de liberación social, contra las realidades históricas de la explotación, la coerción, la hegemonía, la negación, la exclusión y cualquier figura de la opresión. Frente a esta problemática, voces como la de Rosa Luxemburgo en su análisis de la revolución rusa nos lleva al quid del asunto:
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“Y cuanto más democráticas sean las instituciones, cuanto más vivaz y enérgico sea el pulso de la vida política de las masas, tanto más directo y exacto será el influjo ejercido por éstas, por encima de rígidas etiquetas de partido, de listas electorales envejecidas, etc. Cierto: toda institución democrática tiene limitaciones e insuficiencias, cosa que comparte, desde luego, con cualquier institución humana. Pero el remedio que han hallado Trotsky y Lenin, la eliminación de la democracia en general, es peor que la enfermedad que ha de curar: porque obstruye la fuente viva de la que podrían emanar, y sólo de ella, los correctivos de todas las insuficiencias inherentes a las instituciones sociales. La vida política activa, enérgica y sin trabas de las más amplias masas populares.” (Rosa Luxemburgo) Así mismo, la liquidación de las libertades democráticas es una obvia prolongación del imaginario jacobino: “El presupuesto tácito de la teoría de la dictadura en el sentido leninista-trotskista es que la revolución socialista es una cosa para la que existe una receta acabada que está
en el bolsillo del partido revolucionario y que solo basta con emplear la energía para hacerla realidad” (Rosa Luxemburgo). Y en otro fragmento que para los pelos de punta ante la experiencia vivida en el siglo XX:
“(...) La libertad solo para los partidarios del gobierno, solo para los miembros del partido, por muy numerosos que puedan ser, no es libertad. La libertad es siempre únicamente la del que piensa de otra manera. No es ningún fanatismo de ‘justicia’, sino porque todo lo que de pedagógicamente saludable y purificador tiene la libertad política depende de esta condición y pierde esta eficacia si la libertad se convierte en un privilegio.” (Rosa Luxemburgo) La revolución bolivariana ha despertado apoyos por su carácter fundamentalmente pacífico, electoral y de movilización democrática, aunque esto no implique ausencia de conflictos y antagonismos, lo cual se convierte en un valioso patrimonio a ser defendido. El éxito ha sido la construcción de mayorías nacional-populares. Sin embargo, las estructuras partidistas lucen anquilosadas.
Hay que enfrentar la crisis de representación y legitimación de la forma-partido moderna en Venezuela: La Cogollocracia La crisis de representación y legitimación de los partidos políticos modernos en Venezuela, tanto de la izquierda anticapitalista como del capitalismo reformista, manifestada visiblemente desde los años 80, ha dependido de la generalizada asunción mecánica y dogmática de los postulados del “leninismo organizativo”.
El “centralismo burocrático” surge a partir del predominio de las tendencias a la oligarquización en el seno de las organizaciones políticas (Robert Michels; 1915), que es posible encontrar tanto de la tradición socialdemócrata alemana (partidos de masas creados por Lasalle y consolidado por Kautsky) como bolchevique (partidos de cuadros organizado por una minoría de militantes revolucionarios), generando una ló-
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gica profunda que conduciría hacia la concentración del poder en manos de una camarilla de dirigentes que pretendían ser los representantes infalibles, ocupando una posición de privilegio en la determinación de la política. En Venezuela, existe un término que traduce esta situación: COGOLLOCRACIA.
La esterilización mecánica del movimiento social y político en la burocracia organizativa, la anulación de las iniciativas de las bases desde donde nacen los partidos, la carencia de renovación y legitimación de dirigentes que surgen desde lo profundo de lo social hacia las estructuras del aparato de dirección, lo cual aseguraría la adecuación continua de la forma-partido al movimiento real, son aspectos que deben ser tomados en cuenta en el debate del futuro. La propia historia de la izquierda venezolana desde la fundación del primer núcleo comunista, para rastrear la gravedad del asunto, y evitar lo peor: repetir el guión estalinista-autoritario de la radicalización revolucionaria.
Si, como lo expresa en su estudio sobre el MAS, Steve Ellner (De la derrota guerrillera a la política innovadora; 1989, 43-54), la historia de la izquierda venezolana plantea sin
lugar a dudas el peso del leninismo organizativo hasta llegar a la propia experiencia innovadora del MAS, que pretendió superar esta tradición sin grandes éxitos.
El reto organizativo de la forma-organización partido revolucionario tiene una dimensión teórico-crítica, de debate y deliberación insustituible e impostergable. Esta discusión no solo compete a los simpatizantes del proceso revolucionario, quienes se verán afectados por cualquier decisión al respecto, sino a todos aquellos venezolanos y venezolanas que reconocen que la constitución de los partidos, el carácter de la competencia política entre múltiples partidos, es el ABC de la democracia política. Habría que rememorar que AD y COPEI, las organizaciones responsables de construir el sistema democrático representativo, y el pacto de conciliación entre elites que sirvió de sustento al modelo de hegemonía y dominación establecido desde 1958, mantuvieron una clara posición a favor del “centralismo democrático” en su dinámica interna, a pesar de que antagonizaron a cualquier formación partidaria con demandas anticapitalistas y antiimperialistas. Conclusión simple: la cogollocracia es la expresión fundamental del “leninismo organizativo”.
La forma-partido es para la unidad de los socialistas en Venezuela, reconociendo la diversidad de pensamientos contra-hegemónicos El “leninismo organizativo” se convirtió en un poderoso obstáculo para recrear la posible unidad de la izquierda socialista, intento permanentemente frustrado desde la liquidación del PDN en 1936. Un esfuerzo unitario de izquierda socialista implicaría re-visitar las condiciones y factores por las cuales se bloqueó
la construcción de un horizonte socialista, democrático y pluralista que reconociera de entrada la superación del dogmatismo ideológico y del pensamiento único frente al socialismo, rebasando la premisa autoritaria que afirma que solo con un pensamiento único es posible configurar la unidad de voluntad y acción.
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La experiencia de los movimientos alter-mundistas, populares, nacionales e indigenistas ha demostrado que es desde la diversidad de las corrientes contra-hegemónicas desde donde nace una democracia radicalmente participativa y un Socialismo a Escala Humana. Más que un centralismo burocrático, se plantean el poli-centrismo de los movimientos sociales emancipadores y del Poder Popular, así como la construcción de la unidad de acción a partir de una renovación radical de la relación entre los sujetos nacional-populares y la representación política (Rauber; Laclau). Más que un “pueblo-nación” constituido homogénea y orgánicamente desde arriba, se justifica la constitución de una síntesis contingente de la multiplicidad en el sujeto popular y en el seno de la multitud. Se trata de evitar el populismo autoritario y la burocratización desde arriba de la revolución desde abajo.
Si se propone la incorporación de las diversas corrientes de la izquierda venezolana debe reconocerse de
entrada el pluralismo de concepciones socialistas en el seno de la forma-partido, hecho inédito para la izquierda venezolana; que fue fundamentalmente tributaria de la codificación estalinista del marxismo: mejor conocida como “marxismo-leninismo”.
El centralismo burocrático es una consecuencia directa de la racionalidad del dominio que codificó el socialismo “realmente inexistente” y el estalinismo. Sin un debate sustantivo sobre la democracia participativa y protagónica en el seno de la forma-partido, cualquier mensaje sobre la democracia revolucionaria hacia la sociedad en su conjunto, resulta ser una profunda incongruencia. Razones justificadas tienen aquellos que desconfían de la potencia revolucionaria de la forma-partido si imita la tradición de la izquierda histórica moderna (Rigoberto Lanz, Edgardo Lander, Julio Escalona son algunos de los que se han cuestionado esta vía) y plantean que el asunto debe situarse en la cuestión sustantiva del Nuevo Socialismo y del Poder Popular.
Hay que derrotar a las mentalidades de “Inciso Sexto” y el Macartismo Tropical
En Venezuela se estableció una matriz político-cultural anticomunista y antisocialista que tenía sus antecedentes en una restricción legal de naturaleza ideológica que tuvo como propósito impedir la formación y vida activa de organizaciones anticapitalistas, sancionada por primera vez en la reforma constitucional de 1928: el inciso sexto del artículo 32 constitucional. Ya los vientos de transformación social y demandas radicales de democratización se habían encendido tempranamente en 1910 con la Re-
volución Mexicana, y llegaban voces que informaban de la movilización bolchevique de 1917. En Venezuela, fueron hechos presos y torturados cualquiera que propagara “literatura marxista” y quienes fueran sospechosos de oponerse a la Dictadura Oligárquica Gomecista. El ministro Arcaya y Gómez decidieron poner cortapisas a las llamadas “doctrinas exóticas” en el nuevo texto constitucional. El expediente de un supuesto plan de difusión doctrinaria puesto en marcha por la Tercera Internacional Comunista
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fue utilizado para agregar a la nueva Constitución el inciso sexto del artículo 32, mediante el cual se prohibía la difusión de “propaganda comunista” en el territorio nacional: “La disposición del inciso sexto del artículo treinta y dos de la Constitución Nacional, introducida en la Constitución de 1929 por el doctor Pedro Manuel Arcaya y mantenida en la Carta de 1936 (aunque modificada y concretada en cuanto a las medidas aplicables) sirvió para establecer un paréntesis de un año en la lucha política encendida: la orden de expulsión de un grupo de importantes dirigentes políticos que se aplicó a dirigentes de izquierda que no eran comunistas, aunque de una manera u otra habían mostrado inclinación por el marxismo y habían formado un frente común con los
que sí eran verdaderamente militantes disciplinados de esa corriente internacional.” (Rafael Caldera; Los causahabientes, http://www.convergencia.org.ve; p. 48) De esta manera, la disposición legal formalizó jurídicamente una matriz ideológica anticomunista que generó importantes efectos políticos en la coyuntura de 1936, momento de irrupción de demandas anticapitalistas y antiimperialistas, que puede llevar a plantear algunas analogías con la situación actualmente presente en el país. En 1936, el inciso sexto del artículo 32 de la Constitución Nacional sirvió de instrumento para decretar ejecutivamente la disolución del Partido Único de las Izquierdas (Partido Democrático Nacional) y para dictar la medida de expulsión, por un año, de cuarenta y siete líde-
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res políticos de la izquierda opositora al continuismo oligárquico de López Contreras.
Aquí, la historia puede convertirse en un extraordinario revelador. Desde 1936, la unidad de la izquierda anticapitalista y antiimperialista fue bloqueada tanto por errores y posiciones dogmáticas, justificadas desde centros de poder mundial, propias de la dirigencia de las diferentes organizaciones de izquierda, como por acciones de los sectores de derecha, incluidos importantes miembros de la FAN, para impedir cualquier esfuerzo unitario que levantara las banderas del Socialismo. Con la liquidación del PDN (Partido Democrático Venezolano), y los sucesivos enfrentamientos entre el PCV, URD y AD, el campo de las izquierdas quedó mortalmente herido de divisiones, fracturas, dispersiones y resquemores. Con el Pacto de Punto Fijo, y la posterior persecución a la oposición de izquierda, los esfuerzos unitarios de la izquierda fueron liquidados tanto por graves desacuerdos internos sobre el programa
y la línea política a seguir, incluyendo los intentos de aplicar el modelo de revolución cubana, como por la efectividad de las llamadas “acciones anti-subversivas” de Betancourt y Leoni, con apoyo del Gobierno Norteamericano.
El proceso de sedimentación de prejuicios y estereotipos en la cultura política venezolana contra el Socialismo tiene un fuerte peso en diferentes grupos, sectores y clases. El propio Betancourt desde la liquidación de la experiencia del PDN en 1936 cae preso de un anticomunismo ramplón para congraciarse con la geopolítica norteamericana, abriendo un abismo entre un populismo anticomunista de corte reformista y socialdemócrata, y cualquier visión de Socialismo anticapitalista y antiimperialista. De allí que sea la izquierda subordinada a Washington el caballo de Troya de la izquierda anticapitalista. El ejemplo de la “adequidad” es ejemplar para comprender que una cosa es la izquierda liberal, que defiende y justifica el capitalismo como nuestro único futuro, y otra cosa es la izquierda socialista.
Hay que reinventar el socialismo democrático desde la raíz nacional-popular de “Nuestra América”
El socialismo, desde nuestra perspectiva, será la lucha por ampliar los espacios de libertad, confrontando abiertamente las condiciones de desigualdad, injusticia, explotación, vulnerabilidad y exclusión que reproducen una “libertad real para algunos pocos” en “Nuestra América”. Por esta razón, la estrategia socialista depende de una “revolución democrática” y de una praxis contra-hegemónica de fuerzas nacional-populares, que junto a movimientos anti-institucionales, anti-patriarcales, anti-autoritarios, eco-políticos y
de sensibilidades ecuménicas, planteen las bases de un nuevo espacio-tiempo de transformaciones radicales de todos los espacios de poder, moleculares y molares, como los Estados-Nación y las instancias de poder supranacionales. No se trata de una revolución “color de rosa”. Un socialismo democrático en la indo-afro-latinoamérica profunda se enfrenta a adversarios claros: las plutocracias capitalistas y sus representantes político-ideológicos, y las “nomenclaturas” políticas del colectivismo oligárquico, que han
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gestionado diseños globales sin huella alguna del poder de las historias locales y del protagonismo de los lugares-mundos de lo nacional-popular. En definitiva, será una democracia participativa, radical, pluralista y protagónica la condición de posibilidad de los horizontes socialistas.
La revolución bolivariana ha levantado tres banderas inicialmente: una bandera nacional-revolucionaria de carácter anti-imperialista, una bandera igualitaria y justiciera que confronta al desorden neoliberal, y una bandera democratizadora que desmonta el simulacro de la democracia elitista con coro electoral. Allí confluyen la raíz indígena, afro-americana, popular, mestiza subalterna, libertaria y emancipadora con otras cosmovisiones, otras formas de vida que han resistido a los procesos de modernización capitalista dependiente, con su carácter trunco y reflejo. La introducción en “Nuestra América” de corrientes ideológicas como el comunismo, el marxismo o el anarquismo, implicaron la entrada a una Modernidad sui generis, que todavía hoy manifiesta un profundo déficit de secularización, por el lado de la izquierda, algo que aterra a las mentalidades liberales, positivistas y católicas reaccionarias. La izquierda quedó presa del imaginario moderno-desarrollista-modernizador enfatizando unilateralmente un esquema dogmático en la cual “las leyes de la evolución social” y la “necesidad histórica” obviaron la situación de demandas radical-democráticas en el seno del campo popular que ya desde 1890 tomaban claras expresiones urbanas y agrarias. Se requiere un nuevo ciclo político-ideológico para un nuevo socialismo democrático, pluralista y no euro-céntrico, que abra las compuertas
a una rearticulación democratizadora de los movimientos sociales con la forma-partido. Hablamos de socialismos en el siglo XXI, porque sin esta lectura no habrá posibilidad alguna del “Socialismo del siglo XXI”. Para que sea del siglo XXI tiene que situarse inevitablemente en el siglo XXI; es decir abordar un talante contemporáneo, pluricultural y cosmopolita.
¿Qué significa en el presente histórico problematizar las experiencias socialistas y las visiones socialistas para el siglo XXI? Significa ni más ni menos, realizar un verdadero balance de inventario, y levantar sobre las huellas del siglo XIX y XX, los nuevos horizontes socialistas, reconociendo las limitaciones colonialistas y euro-céntricas de proyectos que idealizaron un mito de progreso articulado exclusivamente al industrialismo, la burocratización de la existencia y la lógica unidimensional de la racionalidad instrumental. Entre estas huellas, es impostergable redefinir la relación de cualquier programa político con la obra teórica y política de Marx, por ejemplo, con todo el “socialismo y comunismo teórico”, y con los “socialismos históricos”. Hoy es inevitable analizar desde una perspectiva no euro-céntrica todas las huellas del socialismo, y enfrentar la impostergable interdependencia entre nuevo socialismo (nueva economía mixta de estilo socialista con un marcado acento popular-autogestionario) y la nueva democracia (con marcado acento en la participación y protagonismo del mundo popular y de las escalas locales). Un nuevo poli-centrismo democratizador y socializador a través de redes para un mejor-vivir (Villasante).
La forma-partido vive una profunda crisis de adecuación a la complejidad de los procesos políticos contempo-
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ráneos. El cambio de condiciones y circunstancias del siglo XXI cancela la visión moderna de la forma-partido. Actualmente emergen tanto el vital impulso que los movimientos sociales, como nuevas modalidades de gestión de la política y lo político, la influencia de la media-cracia en la estructuración de “matrices de opinión” y “atractores de sentido” que nuclean los procesos de legitimación. Los grandes aparatos burocráticos vienen siendo desplazados por la lógica de las redes y las organizaPara lograr la fusión de las izquierdas sociales en una poderosa mediación política, se trata no solo de re-pensar el partido revolucionario, se trata más bien de impensarlo. Por impensar comprendemos una perspectiva que reconoce que dependemos de presunciones, premisas y presupuestos dudosos, que apenas se han debatido, y que anclados en el fondo de nuestras formas de conciencia social y política, desaparecen y reaparecen en mil formas distintas cada vez que las realidades histórico-sociales nos revela su inadecuación. Y esta inadecuación exige una praxis contra-hegemónica de desarticulación-rearticulación de nociones, conceptos y categorías políticas. Entre ellas la herencia canónica del “partido revolucionario”, el dogmatismo estalinista con su “centralismo burocrático” y las limitaciones del propio “leninismo organizativo” a la luz de los retos del siglo XXI. Sobre el estalinismo-burocrático hay cierta conciencia social y política sobre lo nefasto de replicar un camino semejante de revolución anticapita-
ciones de información, basadas en nuevas tecnologías de comunicación e información. Sería un error no adecuar los aparatos organizativos a las nuevas lógicas sociales.
Se trata, finalmente, de la factibilidad de un nuevo socialismo a escala humana, un eco-socialismo que permita una radical apertura al pluri-verso, condición de posibilidad de una ética de la liberación y de los pensamientos críticos contra-hegemónicos, por la vida digna del género humano en su condición plural.
Tiempo para impensar la cuestión del partido lista. Este camino, sencillamente, ha muerto, e implica error tras error, fracaso tras fracaso. Sobre el “leninismo organizativo” hay una polémica fecunda que debe ser asumida como problemática de debate, de deliberación, como ejercicio de crítica radical, para evitar cualquier regresión autoritaria, cualquier despotismo, cualquier figura de barbarie política.
En gran medida, una parte importante de la izquierda anticapitalista militante se ubica con facilidad en el programa de investigación-acción del marxismo revolucionario. Sin embargo, bajo las aguas del marxismo revolucionario existen corrientes diversas de interpretación de las ideas-fuerza que se desprenden de este programa teórico revolucionario. Sin duda, sin Marx es imposible pensar cualquier programa político de transición al socialismo, pero hay mucho más que Marx, un más allá de Marx, que es indispensable para enfrentarse a la inadecuación de la teoría revolucionaria heredada con las realidades histórico-sociales del presente.
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La unidad de la diversidad es algo más que una consigna El esfuerzo de articulación de voluntades, pasiones y razones socialistas pasa por el reconocimiento de que la edificación de la organización política revolucionaria, es correlativa a los esfuerzos por clarificar el horizonte ideológico desde el cual se sustenta el proyecto estratégico; y ya no basta con declararse marxista, leninista, trotskysta, gramsciano, mariateguista, guevarista, martiano, bolivariano, sandinista, etc.
El asunto es más complejo y requiere un pensamiento complejo, consiste en la articulación de la acción conjunta de enfoques revolucionarios diversos a través de una metódica democrática de debate, que edifique en la praxis principios unitarios, criterios compartidos para la unidad de acción revolucionaria. Existe un atajo que simplificaría esta complejidad, intentar homogeneizar ideológicamente a la diversidad existente a través de dispositivos disciplinarios, pero este atajo de unidad sin diversidad es una réplica de la tradición estalinista. Otro atajo es inhibir el pensamiento crítico y el debate, y alienar esta capacidad humana en un cuerpo dirigente, esperando desprendernos de nuestras responsabilidades en el presente histórico. Y, finalmente, otro atajo es suponer que el pensamiento revolucionario se ha encarnado en un carácter individual, en una personalidad histórica, y que
derivado de esta situación, simplemente seguimos la voz infalible del mando sin someterlo a examen crítico. Estos tres atajos nos llevan a situaciones despóticas.
Construir unidad en la diversidad, lo que implica reconocer que el punto de partida es la diversidad; y los diferentes puntos de llegada, para cada coyuntura, y para el debate permanente del horizonte estratégico, son una diversidad de enfoques revolucionarios con unidad orgánica de acción. En este proceso que afirma como un valor positivo la existencia de la diversidad, de la pluralidad de corrientes y tendencias, de la multiplicidad de singularidades, de la máxima variedad posible para lograr la unidad de acción eficaz, se debate la complejidad de la nueva situación concreta de la organización política revolucionaria. Se trata de democracia revolucionaria interna, de democracia contra-hegemónica. La heterogeneidad social y cultural del pueblo bolivariano implica una forma de mediación política más flexible, no reducida a la pura integración de aparatos militantes que a la larga terminan generando conflictos implacables en la lucha por el poder interno del aparato. Ello, cuando no está debidamente normado, y se carece de una cultura política democrática deviene en la integración de
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aparatos autoritarios, intolerantes y proclives a la manipulación corruptora. Estos comportamientos alejan a la nueva ciudadanía socialista en construcción de los partidos y alimentan la anti-política.
Las diferencias de enfoque sobre la ideología revolucionaria, y sobre los temas políticos de coyuntura entre miembros, militantes y actores pertenecientes a diversas generaciones, a diversas experiencias socio-históricas, a diversas influencias ideo políticas, no deben convertirse en procesos de organización de facciones que luchan por monopolizar la verdad revelada del primigenio pensamiento revolucionario, sino que deben constituir tendencias que estén en permanente interacción, en juego interno, es decir en sistemático
intercambio democrático de ideas, interpretaciones y lecturas.
Mientras las fracciones se organizan en torno a personas, a caudillos, las corrientes y tendencias se organizan en torno a proyectos, a perspectivas y enfoques. El partido debe constituirse en una organización de corrientes históricas y tendencias revolucionarias, donde los derechos de las mayorías contingentes no avasallen a las minorías, pero donde las minorías no sean ni desleales, ni sectaristas ni divisionistas. En ese sentido la libertad de manifestar diversas ideas revolucionarias debe ser lo más amplia posible. Los derechos de los militantes y miembros de la organización no deben ser menores a los derechos ciudadanos de acceso al debate público y a la participación
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establecidos en la Constitución Nacional. Pero ello implica deberes, el más importante en una organización política, el resguardo de la unidad plural, la constante construcción de acciones unitarias y el respeto entre dirigentes, miembros y militantes.
Debemos reconstruir las formas de la crítica constructiva y dejar de lado el canibalismo político que destroza la unidad real de las fuerzas revolucionarias. Y este no es un asunto abstracto, examinando la historia del movimiento socialista nos encontraremos que las situaciones con mayor fecundidad revolucionaria fueron aquellas donde se construyó una cultura de debate entre corrientes, enfoques y tendencias diversas con un ánimo unitario. Nadie ha dicho que este debate no contenga tensiones, desgarramientos, conflictos, experiencias dolorosas; pero mientras el objetivo superior sea la construcción de una plataforma de acción unitaria frente al adversario estratégico, la fecundidad revolucionaria es incomparablemente superior a las situaciones donde se esteriliza el debate. Vale decir, una nueva izquierda revolucionaria debe ser re-fundada sobre muchas de las bases estratégicas y teóricas abordadas por Marx, Engels, Luxemburgo, Lenin, Trotsky, Mariátegui, Gramsci para nombrar solo algunas referencias clásicas; pero, y esto es fundamental, debe ser
una superación de las concepciones arraigadas en la izquierda histórica nacional. Lo que estamos diciendo es que toda una tradición debe ser re-pensada e impensada, y ambos procesos implican la actividad de pensar críticamente en comunidades de debate-acción.
No se trata entonces de repetir ciegamente aquella consigna de que “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. Se trata de reconocer que no hay UNA teoría revolucionaria en la situación presente. Que esta condición es un factum de la actual situación. Que se trata más bien de plantear que sin debate revolucionario entre enfoques diversos no será posible construir la praxis revolucionaria, y en ella, la unidad de acción revolucionaria. Sin debate revolucionario no habrá teoría crítica revolucionaria, y cualquier mapa teórico revolucionario es un momento interior del despliegue de prácticas revolucionarias específicas en el campo histórico. Sin debate, sin reflexión, sin investigación, sin pensamiento crítico, sin elaboración de enfoques y consignas, será muy difícil consolidar una praxis revolucionaria. No hay recetas para ser aplicadas, hay que elaborar mapas para las nuevas situaciones sociales, para cada uno de los casos nacionales, y para momentos históricos específicos.
Fecundar la cultura de debate en la edificación del partido Entonces, la cuestión del estilo y la calidad del debate revolucionario es parte del presente. Un debate que construya unidad en la diversidad, que fortalezca la unidad de la diversidad, lo que implica una madurez política suficiente para abandonar las prenociones, los presupuestos, los prejuicios, las premisas cuando la
práctica así lo exija, cuando las tesis, las razones, los argumentos se muestren inconsistentes e inviables. Se trata de una diversidad de enfoques y teorías abiertas a la refutación de la práctica histórica, abiertas al aprendizaje de la práctica histórica, abiertas a su reformulación cuando así lo exija la práctica histórica.
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No se trata entonces de repetir ciegamente aquella consigna de que “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. Se trata de reconocer que no hay UNA teoría revolucionaria en la situación presente. JAVIER BIARDEAU
[24 P rimera tesis|Aporte introductorio de J. Biardeau]
Se trata de razones incardinadas en pasiones y voluntades, lo que implica un tono emocional de la cultura del debate en las filas de la diversidad de las fuerzas revolucionarias. Un tono emocional cuyo imperativo ético es la articulación cuantitativa y cualitativa de la unidad de acción revolucionaria. No se trata solo de razones, se trata de pasiones, de la construcción de voluntades colectivas en el campo histórico.
Por ejemplo, a algunos les dolerán las siguientes palabras. Reciban pues, con el espíritu abierto de una crítica que pretende estimular el debate en función de la articulación de tendencias y corrientes diversas, lo siguiente. En primer lugar aquella que ha hecho de Lenin un icono y un dogma. ¿Es posible rescatar otro Lenin de aquel fosilizado por el ‘“leninismo ortodoxo”? El dogma permite la tranquilidad de la simplicidad intelectual, la certeza de lo ya dicho, la apelación de la autoridad. Por otra parte, siempre una buena fórmula es más reconfortante y fácil que, como decía Hegel, el doloroso trabajo de lo negativo. Las
corrientes revolucionarias que se encontraban dispersas, se han reunificado gradualmente en la revolución bolivariana, pero no existe hoy una organización política revolucionaria, y si lo hay solo existe embrionariamente. Esto tiene una base histórica: el profundo retroceso de las ideas socialistas en la historia nacional y las derrotas de las cuatro décadas pasadas, que solo fueron remontadas por la conjunción de una crisis histórica del bloque de poder capitalista y su sistema de partidos, y la emergencia de una rebelión cívico-militar de signo nacional-popular, que colocaron en la retaguardia de ese proceso a las izquierdas partidistas.
También existió una base espiritual: el fracaso de los intentos de las diversas corrientes socialistas revolucionarias de constituir una organización unitaria. La tendencia no fue elevar exponencialmente la unidad, sino fracturar, dividir y debilitar a la izquierda anticapitalista a partir de complicados logaritmos que apelaban a la pureza de uno que otro dogma. En vez de sumar, multiplicar y elevar a la n potencia a las fuerzas revolucionarias, se trató de restar, di-
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vidir y aplicar con extrema eficacia la práctica de logaritmos que disiparon las energías revolucionarias, hasta llegar al punto límite: 1 / infinito = cero. Ya lo decían algunos funcionarios de inteligencia del régimen de Punto Fijo: la izquierda revolucionaria venezolana se divide sola. Se perdió de vista el numerador: la unidad de la diversidad.
Actualmente, no tenemos recetas universales para la unidad de las fuerzas revolucionarias en distintos países y momentos históricos, puesto que la construcción de cada corriente depende de factores históricos y sociales concretos. Pero la experiencia del pasado nos puede enseñar lecciones fundamentales en el presente. Si en el pasado se tomaron decisiones y se siguieron determinados cursos de acción, llevando el esfuerzo al fracaso ¿por qué replicar esta experiencia? Tenemos ante todo un espíritu crítico y abierto, prerrequisito imprescindible para construir positivamente sobre nuevas bases teóricas y políticas. Una organización política revolucionaria debe reconocer la diversidad
de corrientes y tendencias internas, de agrupaciones abiertas que fecunden el debate. Que no se confunda esto con fracciones de poder ni con sectas internas. Se trata del reconocimiento de la diversidad, del pluralismo socialista en el seno de una fuerza socialista, donde existirá un juego democrático de mayorías y minorías, un equilibrio de compromisos entre tendencias para que una metódica democrática garantice la unidad de acción. Porque una organización política revolucionaria, si pretende proyectar hacia afuera la democracia revolucionaria, participativa y protagónica, debe practicarla internamente. Se trata no de una máquina de lucha trivial, con una unidad de mando simple, con una jefatura unilateral. Se trata de una unidad de mando colectiva, donde el intelectual colectivo, practicando la democracia contra-hegemónica, genera mapas de orientación/decisión para profundizar y consolidar el proyecto estratégico del nuevo socialismo del siglo XXI: un proyecto que pretende luchar contra la dominación, la hegemonía, la coerción, la explotación, la discriminación y la exclusión.
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Segunda tesis]
SEGUNDA TESIS
Nuestra disyuntiva histórica Breve inventario Resulta imprescindible tener claridad sobre los núcleos vitales del debate. En tiempos de transición, el Estado se torna espacio crítico, muchas veces contradictorio en su devenir, en tanto modo y condición de la producción. La vieja idea de “partido” no corresponde más a ningún ideal emancipatorio. Los medios, como nuevos dispositivos de la lógica del capital. El biopoder se refiere a que sólo puede alcanzar un dominio efectivo cuando empieza a ejercerse sobre la vida y luego desde ella.
En este capítulo: Introducción El Estado en el capitalismo Partidos y articulación política Capitalismo, medios y sociedad de control Valor del trabajo y biopolítica Capital y dispositivo tecnológico El mercado como sujeto ¿Socialismo o barbarie? Amenaza de catástrofe ecológica El colapso actual
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Segunda tesis]
El nuevo tiempo histórico que se abre construye constelaciones de momentos estelares que, de no ser aprovechados por las fuerzas sociales emergentes, quedarán subsumidos a favor de las corrientes conservadoras visibles o subterráneas. Las nuevas figuras políticas; léase por ejemplo, las comunas, los consejos comunales, o los diferentes grupos con trabajo partidista o no, en todo el territorio nacional, obligan a pensar los dinamismos de la política desde también nuevas configuraciones conceptuales. Se abre un nuevo modo extenso, un conjunto de interrogantes (un interregno histórico) desde el momento en que entra en crisis el poder orgánico de las clases dominantes. Los tiempos de crisis lo son también de tormentas, conflictos, transiciones y cambios. Ello exige un tratamiento conceptual abierto que se aleje de los socorridos dogmatismos aun cuando éstos se trasvistan de revolucionarios.
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“En este momento, de ofensiva revolucionaria, es imprescindible tener claro cuáles son los núcleos vitales del debate. A mi entender, éstos se refieren a las formas concretas, de pleno ejercicio, del Poder Popular”. JBarreto La Revolución Bolivariana, bajo la guía de nuestro líder eterno Hugo Chávez, rescató el sentido y el espíritu constituyente para la refundación necesaria de la República, acelerando el movimiento de transformación de la vida y de las cosas e impulsando la Revolución como acontecimiento, con profundas repercusiones nacionales e internacionales. Podemos decir con orgullo que, de la mano de Chávez, en Venezuela nació una nueva esperanza y una experiencia transformadora que hoy es referencia indiscutible para los movimientos y pueblos hermanos del mundo.
Sabemos que el momento que hoy vivimos es de reflujo, pero si queremos salvar el legado tenemos que transformarlo en ofensiva revolucionaria, una ofensiva que debe materializarse en la construcción de una política organizativa concreta con la cual se impulse, sin ambigüedades, un viraje definitivo hacia la izquierda. Desde allí el complejo partidario REDES: una pluralidad de corrientes y organizaciones del pueblo, una forma de articulación democrática por la base de cientos de revolucionarios y revolucionarias que venimos de un largo camino de acumulación de fuerzas y experiencias, en el establecimiento y la forja de complejas formas de rela-
ción desde donde nos ha sido posible resistir, construir y soñar. Con Chávez crecimos y maduramos. Ahora la tarea central del Movimiento Popular es continuar el legado de nuestro Comandante Supremo y consolidar el triunfo de la Revolución haciendo de ella ejercicio de la democracia directa en el control del poder de decisión sobre la producción, el territorio, la seguridad, la comunicación y la transformación de las estructuras institucionales de la democracia representativa.. Resulta imprescindible tener claridad sobre los núcleos vitales del debate, que no son otros que aquellos que tienen que ver con las formas de concreción del Poder Popular. Cuando leemos a Lenin en Las Tesis de Abril, podemos constatar que él hacía frente a unos compañeros que actuaban bajo la tesis de que las condiciones objetivas no eran favorables y defendían la tesis de “la transición” por etapas. Lenin actuaba respondiéndoles que en el capitalismo tales condiciones sí estaban, de suyo, dadas para hacer posible una revolución. Que hacía falta, más que condiciones objetivas, el papel de la voluntad política hecha acción. Lenin se refería fundamentalmente a que el capitalismo produce la miseria y
Introducción
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Segunda tesis]
la explotación del trabajo, de manera tal que las condiciones a ser creadas eran las subjetivas, porque las objetivas estaban, y están, más que presentes. Destaca Lenin que es la voluntad política la que construye el escenario y no al revés. De modo que las condiciones objetivas y las subjetivas devienen en un mismo movimiento: la voluntad política materializada en acción revolucionaria como simultaneidad de la multiplicidad de las prácticas. Con Chávez se abrió un periodo de participación popular, y éste ha permitido la maduración de la conciencia y el relanzamiento de las luchas del pueblo a una escala superior, para avanzar hacia la constitución de Comunas y otras formas de organización directa del Poder Constituyente del Pueblo, que apuntan a renovadas formas y relaciones sociales. Sin embargo, creemos importante que iniciemos nuestra revisión por las
V A R I A S
C O N C E P C I O N E S
Mientras que Kant definió al Estado como “unión de personas que se proponen vivir bajo el imperio de la ley”, Marx negó que se tratara de ese “yo común”, voluntariamente asumido. Para él se trata más bien de condiciones históricas, independientes de las voluntades individuales, que hacen posible un modo de producción de la materialidad de la vida.
disyuntivas históricas, del capitalismo hoy, importantísimas para evaluar tanto estas condiciones objetivas de las que hablaba Lenin, como la voluntad política, subjetiva, que nos esforzamos en construir.
No se trata de mantenerse atado a una idea de manera religiosa. Debemos situarnos en las urgencias emergentes que la hacen vía práctica. Cabe entonces preguntarse: ¿Es el capitalismo una forma “natural” de organización de la humanidad? ¿Se mantendrá de manera indefinida? O, por el contrario, ¿posee antagonismos suficientemente intensos como para generar las fuerzas opuestas a su reproducción? ¿Con qué cuenta el capitalismo hoy? A la construcción de respuestas estamos, y eso implica el despliegue de experiencias, practicas y discurso alternativos.
D E
rasero legal, a aquello que es de origen diverso; que homogeniza y disciplina dentro de la norma obligatoria, a lo que se pretende distinto”. Este dispositivo es en sí mismo, el monopolio del uso legítimo de la fuerza física. “Para ello creará todo un ejército de burócratas también disciplinados, que harán cumplir los fines de El Estado, que se ha hecho fin en sí mismo, autónomo en sí y para sí”. Su propósito no es otro que su propio mantenimiento. “Los burócratas de cuando en cuando, serán sustituidos o corregidos moralmente a fin de garantizar la eficiencia de los fines últimos”.
Prestemos atención a Weber, quien afirmó que la burocracia era el efecto de superficie de la separación, jerarquización y centralización de las funciones por parte de una racionalidad, ahora convertida en lógica, razón y cultura. De allí, en Estado. “Una orga- Nosotros pensamos que dentro de la nización política continua y obligato- “naturaleza” del Estado está el deber ria que mantiene dentro de un mismo de enfrentar toda zona gris u opaca,
E S T A D O
que genere creencias distintas a sus fines, pues éstas amenazan el principio de Estado; por eso va separando y sustituyendo todo poder originario y constituyente por el poder del representante y el funcionario: la democracia representativa. Este mecanismo de extracción, obedece a la misma lógica de mistificación y separación del trabajo de su valor que se da en el capitalismo. Por eso Marx asegura que “decir Estado es decir capital”, puesto que un modo de producción es también “una forma Estado”, que garantiza condiciones de reproducción de la legitimidad de la estratificación social, que se refleja también como forma de expresión del mismo Estado.
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“Debemos situarnos en el escenario actual para generar propuestas y acciones para la transformación del Estado, de manera que los cambios sean auténticamente revolucionarios”. JBarreto En este momento, el capital en tanto que formación social, es organización total de la vida material y espiritual, ya que deviene lógica de sentido que cambia y combina el capital ya socializado con las materializaciones formales del poder de mando y las redes institucionales de ello derivadas. Por eso Marx afirma que decir Estado es otra forma de decir capital. Algo para tomar en cuenta hoy, en momentos en que se habla de Estado global y se impone el conservadurismo de “extremo centro” en el orbe.
Al respecto, Pierre Bourdieu, nos alerta: Siempre corremos el riesgo de ser pensados por el Estado que pretendemos pensar. Recomendamos, pues, uno de los últimos trabajo de este pensador, Espíritu de Estado, donde lo define como: Un dominio, un punto de equilibrio entre fuerzas concurrentes del capital como modo extenso, y de allí como una relación
El Estado en el capitalismo
de mando delegado y monopolizado por el resultado de un proceso físico de concentración de diferentes especies y estratos o capas de capital, materializado en formaciones institucionales eficaces para su auto-conservación (razón de Estado, trascendentalidad temporal del capital consagrado en ritos asumidos como universales, llamados al orden). El Estado es a su vez, entonces, una suerte de metacapital que da poder de regular fuerzas a quien lo detenta, por lo que cada una de las fracciones del capital, o de las clases, que es otro modo de decirlo, luchan por su control o negocian alrededor de su monopolio, pues esto les garantiza la obediencia colectiva alrededor del capital y sus formas de clasificación, ahora presentado como objetivo general y bien común.
Marx era tajante al afirmar que decir Estado es decir Capital. Siguiendo esta tradición, Gramsci matiza y agrega que se trata de un lugar móvil al que las clases concurren a resolver sus conflictos a la vez que se afianza el pacto el interior del bloque social dominante. Por eso, la composición de cada bloque social, en cada contexto concreto, queda marcada por las variantes y formas de expresión del modo de la forma Estado; a partir de la relación entre sociedad, estado y mercado.
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Segunda tesis]
Aquí no estamos hablando de ningún Estado nacional en particular, sino del Estado como artefacto social fundado en unos saberes (una razón lógico-lingüística arbitraria), de la modernidad tardía, hipertecnológica, que opera simultáneamente en distintos dominios de la vida, que regula demandas por medio de llaves de paso de legitimidades y fronteras de todo tipo. Un Estado cruzado por nuevas lógicas, descentrado y desencantado de su propio gran relato maestro, desafiliado de cualquier sentido de responsabilidad que no vaya más allá del discurso justificador del día a día y de la reificación del capital. Un Estado que despliega nuevos dispositivos de control, coagulado en granulaciones fractales. Es decir, con presencia parcial en algunas zonas o bolsones de lo social y ausente por completo, desterritorializado, en lugares enteros, pues su territorio natural se encuentra consagrado a la lógica de la mercancía, única forma que hace visible el mundo como relación de mando y de control, expresado como un acumulado de este valor cualitativo, más allá de cualquier uso y actuando como regla organizadora de la zona de visibilidad legítima del deseo. El Estado, como cualquier objeto creado por el capital, se va ajustando a su metabolismo, por lo que su régimen jurídico-político, más allá de cualquier aplicación o uso, puede ir variando o incluso prescindir de él según adquiera nueva forma. Es así mismo, interacción que organiza la relación de cambio y hace valer las equivalencias. Como todo objeto, también es mercancía y, en ese sentido, se aferra a la ficción del tiempo y a las modas que un día habla de re-
forma del Estado y otro día amanece diciendo todo lo contrario.
El Estado es capital social acumulado como relación de mando de la proliferación de formas de la imagen pura y del simulacro, donde todo ocurre como puesta en escena de un espectáculo que transcurre como producción concreta de sí mismo, en un modo de ser abstracción de toda relación social concreta y, por ello, significante puro de la fuerza, en la medida que se despliega como escenografía asimilada al régimen del dispositivo información-comunicación.
Pero en tiempos de sacudidas y cambios que se anunciaron como de transición, el Estado se torna espacio crítico, muchas veces contradictorio en su devenir, en tanto modo y condición de la producción social toda, sus lógicas e imaginarios. Se ve confrontado y cuestionado por “formas de expresión” alternativas, que amenazan con convertirse en “modo” que antagoniza con aquellas secularizadas. En la medida que van surgiendo experiencias autónomas, singulares en su pluralidad hegemónica; como el poder obrero consejista y La Comuna, el Estado cruje su lógica. Se socava el Estado burgués a favor del poder popular-poder constituyente permanente, embrión de un nuevo Estado.. Una racionalidad otra se instala: La acción directa de las nuevas identidades colectivas, se abre paso desde la clandestinidad de las multitudes. Esta es la potencia plebeya, de la que tan oportunamente habla Álvaro García Linera. En Venezuela, entonces, para que este debate político sea efectivo tiene que pasar por la disyuntiva de asumir el momento crítico y la fuerza de los cambios que estamos viviendo. ¿De qué transición estamos hablando? Particularmente, necesitamos re-
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flexiones que nos permitan situarnos en el escenario actual para derivar propuestas y acciones orientadas a la transformación del Estado que tenemos, de manera que los cambios sean auténticamente revolucionarios.
El carácter petrolero de nuestro país ha generado una distorsión fundante en su estructura y composición. La captación y el reparto de la renta de la actividad petrolera han creado las condiciones del rentismo y el clientelismo, que convive en ese Estado que aún no termina de morir y cuya lógica recuperar para s, cualquier movimiento transformador.
El rentismo ha creado clases inproductivas y parasitarias del Estado venezolano y generado lo que se conoce como economía de puerto. Allí las principales actividades son la extracción de petróleo y otras materias primas; además de la importación de manufacturas acabadas e inacabadas
de las que el Estado, precisamente, ha sido el principal comprador.
La disputa política en torno al control de la administración del Estado llevó a los partidos burgueses a diferentes pactos (Punto Fijo, Tripartita.), para que la captura de la renta petrolera siempre recayera al interior del bloque dominante.
Entre las décadas del cincuenta y el setenta se ensayó un modelo de sustitución de importaciones que permitió trasladar hacia América Latina fases intermedias y finales del proceso productivo. Se trató de establecer aquellas áreas menos rentables o más contaminantes de cada proceso, como por ejemplo el ensamblaje, el acabado final, sin que esto implicara el traslado total de las tecnologías y mucho menos el de las fases estratégicas. De allí surgió una cierta burguesía industrial, subordinada a los estamentos comerciales y usureros
Uno oye a compatriotas hablando de “políticas de Estado” y de “intereses de Estado”, separándose de la fuente originaria del poder constituyente que es el pueblo, asumiéndose subsumidos a una lógica. Esa es una contradicción en la que la fuerza constituyente se desgasta. Por ello, o activamos el poder constituyente de la potencia generadora, o si no, tendremos un Estado burgués con sentimiento de culpa y, en el mejor de los casos, una sociedad más justa (¿“capitalismo con rostro humano”?) y “un Estado del Bienestar”.
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de la economía o, en otros casos, convertida en una suerte de agentes plenamente dependientes de las transnacionales.
Por ello, Brito Figueroa llamaba al bloque dominante burguesía nativa; porque no se trata de una clase con intereses nacionales. Es una burguesía nacida aquí, parásita a la sombra del Estado rentista, pero con una visión de clase asociada a los intereses de los países productores de los cuales son subsidiarios. Visto así, podemos identificar a amplias capas medias de intelectuales, profesionales y técnicos, burócratas de Estado y del sector privado, surgidos de las relaciones sociales antes descritas que, más allá de la inducción de los medios, expresan y representan dicha relación clientelar.
A lo único que aspiran es a un Estado que haga más eficiente e igualitario, pero solo en relación a las capas medias, y su mundo de representaciones colectivas, el reparto de la renta. Todo esto nos permite colocar a la burguesía usurera, comercial importadora, como eje articulador de una hegemonía local nacional, con amplia repercusión e influencia en gruesas capas medias de los diferentes estamentos sociales; así articula aparatos de captura desde el sistema educativo, la mediática, las organizaciones religiosas, los gremios y los partidos. Un polo de fuerzas alternativas debe considerar todos y cada uno de los dinamismos del rentismo como lógica capitalista, gobernando la sensibilidad de distintos estamentos sociales, para romper los anclajes secularizados en distintas dinámicas y prácticas de la vida cotidiana. Desarticular los aparatos de cap-
tura y alinearlos al nuevo proyecto hegemónico, o construir otros que desplacen a los anteriores y que derrumben lo que Gramsci llamara bases del estado ampliado, es una tarea urgente de los revolucionarios. Sin dar concesiones estratégicas, debemos, como un virus, sembrarnos en sus tradiciones y costumbres y así hacer deseable nuestro proyecto.
Creemos que en este momento estamos en un cruce de caminos. Y, así como es reconocido por todos y todas que los sucesos del 27 y 28 de febrero de 1989 abrieron una etapa, hoy nos situamos en esa encrucijada que se dibuja así: si como revolucionarios no podemos erigir una propuesta capaz de construir una hegemonía, simplemente vamos a dejar pasar la oportunidad histórica de la Revolución Bolivariana. ¿Por qué decimos esto? Porque venimos de un proceso caracterizado por la lucha un bloque de fuerzas transformadoras enfrentando a la reacción tradicional, a sectores reformistas y a un Estado burocrático. Sabemos que ha existido una brecha histórica entre el Estado y los ciudadanos y ciudadanas. Hay desconfianza entre el ciudadano funcionario que se siente Estado en cualquier instancia, dimensión o capacidad, y el ciudadano que no se siente Estado. Es la misma desconfianza que existe entre quien se siente parte del movimiento popular, cuando va a hablar con quien se supone que es representante de ese ciudadano ante el Estado. La paradoja actúa como que si el Estado fuera distinto a mí y yo tengo que lograr una alianza con él. Esto es producto del extrañamiento y la separación que engendra la forma Estado en el capitalismo. Entonces, es un aparato que actúa en correspondencia con
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sus propios intereses, consagrando el hecho de que el Estado tiene in-
tereses distintos y separados de la sociedad.
Hoy día existe una heterogeneización creciente de las luchas sociales y ya no se puede hablar de la clase obrera, en el sentido clásico, como un todo unificado; ya nadie piensa hoy en día en la forma partido ortodoxo como la única manera de articulación política. Hay otras formas mucho más sutiles de construir esta articulación partido-movimiento: plataformas de colectivos y movimientos de base, como las que nosotros defendemos y aspiramos articular en REDES.
ha agotado su potencial subversivo, porque lo político entró en crisis irreversiblemente. El Poder Popular del que estamos hablando en esta coyuntura es justamente la negación de la lógica estatal que ha secuestrado históricamente la “representación” del pueblo y de su excrecencia: El Partido. Apostamos entonces por un complejo partidario que desarrolle las bases de una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural y de ahí a un Estado de justicia. Es decir, otra forma de gestionar el paralelaje social, otra valoración de los contenidos de las nuevas prácticas y discursos.
“Ante los cuestionamientos de la lógica de ‘representación’ del pueblo, apostamos por otro tipo de articulación distinta a la forma partido-estado. Apostamos más bien, por la forma movimientosociedad-partido”. JBarreto
La vieja idea de “partido” no corresponde más a ningún ideal emancipatorio: porque han cambiado las condiciones históricas, porque se
“Es fundamental para que identifiquemos cómo es que el poder se está ejerciendo sobre nuestras prácticas diarias, directamente desde nuestros cerebros y cuerpos”. JBarreto El dispositivo información-comu nicación no sería debidamente comprendido si ignoramos todo su despliegue, esto es, sus distintas dimensiones y las multiplicidades que esto comporta, es decir: las relaciones simbólicas que contiene, sus mitos fundacionales, los discursos y sus regímenes de verdad.
En tal sentido, pensar el presente implica atender la incorporación de los sucesos y dramas del mundo por parte de la mediática y su campo de efectos de superficie: los medios, como nuevos dispositivos de la lógica del capital. Pues los medios constituyen un elemento del nuevo imaginario social de época, su espíritu actual. En mayor o menor grado,
Partidos y articulación política
Capitalismo, medios y sociedad de control
todo proceso comunicativo se da con base en ciertas claves predeterminadas que organizan nuestras percepciones de conformidad con modelos míticos, recortes nominales y clasificatorios fundamentados, inclusive en nuestra memoria biológica. Ya vemos como muchas categorías usadas para entender al mundo se han resquebrajado y parecen obsoletas ante la fuerza de estos cambios. Me refiero a los cambios que involucra el paso de una sociedad disciplinaria a una sociedad de control. La sociedad de control debería entenderse como aquella sociedad (que se desarrolla en el borde último de la modernidad) en la cual los mecanismos de dominio se vuelven aún más
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Segunda tesis]
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sutiles, aún más inmanentes al campo social, y se distribuyen completamente por los cerebros y los cuerpos de los ciudadanos, de modo tal que los sujetos mismos interiorizan cada vez más las conductas de integración y exclusión social adecuadas para este dominio. El poder se ejerce ahora a través de maquinarias que organizan directamente los cerebros (en los sistemas
de comunicación) y los cuerpos (en las actividades controladas) con el propósito de llevarlos hacia un Estado autónomo de subsunción, de enajenación del sentido de la vida. En este movimiento la sociedad de control podría caracterizarse por una intensificación y una generalización de los aparatos normalizadores del poder disciplinario que animan internamente nuestras prácticas comunes y cotidianas.
“Cuando tiempo de vida y de producción llegan a ser lo mismo, el trabajo se recalifica por completo, ya que el capital ahora organiza todas las aptitudes físicas e intelectuales”. JBarreto En la sociedad postmoderna el valor del trabajo se presenta en forma biopolítica. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que el valor ya no se puede analizar ni medir en modo alguno según cantidades temporales simples ni tampoco según consecuencias complejas, el trabajo deviene un “cuantum”, una magnitud abstracto-concreto que se pierde en la subsuncion real y en cada movimiento de separación. Porque vivir y producir llegan a ser lo mismo, y tiempo de vida y de producción se han hibridado cada vez más. Cuando decimos biopolítico, significa que la vida está completamente impregnada de condiciones y actos artificiales de reproducción, y significa asimismo que la naturaleza se ha socializado y se ha convertido en una máquina productiva, en este escenario el trabajo se recalifica por completo. Esta idea involucra el cambio de la tradicional sociedad de la dominación y sus distintos aparatos de coerción, a un nuevo tipo de organización caracterizado por una red que permite el ejercicio del poder directamente desde el cerebro de las personas. Se trata de la sociedad del control: Intensificación de la norma-
Valor del trabajo y biopolítica
lización disciplinaria hasta alcanzar las prácticas más íntimas de la vida cotidiana, redes flexibles y fluctuantes que organizan los procesos de subjetivación regulando la vida desde su interior, siguiéndola, interpelándola, absorbiéndola, permanentemente rearticulándola. El poder es una lógica que solo puede alcanzar un dominio efectivo cuando empieza a ejercerse sobre la vida y luego desde ella. Es decir, cuando es garante de las funciones vitales, al punto que cada individuo le suscribe en forma activa, voluntariamente.
En el caso de la sociedad capitalista, el biopoder prolifera desde el dinero y el lucro que actúa como Significante Amo de toda relación, pues se trata de una máquina instalada en las estructuras fundamentales de las formas del lenguaje donde se establecen los vínculos de reconocimiento y parentesco que se hunde en las profundidades de los cuerpos y las conciencias. El poder metamorfoseado en biopoder, se expresa como relación de mando y obediencia a ciertas órdenes ahora impresas en el propio ADN del cuerpo social. El concepto que celebramos hoy, fue ideado por Foucault, parafraseando a Marx cuando anun-
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Segunda tesis]
ciaba al capital como “la fuerza bruta organizada que se ejerce sobre la suma de todas las aptitudes físicas e intelectuales que residen en la corporalidad”, transformando “…potencia y sustancias en mercancía que en doble movimiento también crea las condiciones de su propia realización”, de manera que el cuerpo vivo es sustancia de todo valor. Al capital le interesa saturar de control al cuerpo y para ello coloca en el centro del asunto al bios y a su subjetividad, para que ella entre en máquina de esta lógica y, así, pueda ser comprada, vendida y siempre controlada desde dentro de sí misma; haciendo de la subjetividad su propia custodia. Es la estrategia de un mapa contractual que no puede ser trasgredido. En política siempre se trata del poder y precisamente por ello, para hacer política revolu-
cionaria, siempre se trata de articular formas de lucha que sean asimismo contestación y la formación de una nueva hegemonía, un contrapoder. Desmontar las estrategias contenidas en los engramas profundos de las lógicas de sentido del poder del capital va mucho más allá de la tarea necesaria de ganar una elección u ocupar algún espacio de poder. Sería irónico pretender el poder por el poder mismo, es decir, obtenerlo para reificarlo y reproducirlo; con un discurso que contradice las prácticas afirmadoras. El deber revolucionario es minarlo y debilitarlo hasta destruirlo para que surja la libertad. Afortunadamente tenemos a Foucault, como faro entre la niebla y los arrecifes del biopoder, anunciando caminos que impactan al cuerpo y a su subjetividad.
Desde el momento en el que la civilización controló el fuego, el cambio tecnológico ha sido el motor, “el ángel exterminador” dispuesto a anunciar la irrupción de nuevas fuerzas destructoras y desintegradoras, a partir de la creación e integración del futuro del mundo. El impacto tecnológico ha logrado en el pasado reconfigurar el mapa social de clases y todo el paisaje material de la vida humana como ontología. De manera que el dispositivo tecnológico es siempre máquina de destrucción creativa.
contradicciones y fracturas molares, reafirman el poder y la dominación. Las rupturas institucionales asociadas a tales cambios son evidentes, y de ello da cuenta la narrativa que llamamos historia.
Capital y dispositivo tecnológico
“Este dispositivo borra las distancias entre vida pública y privada, vida social y vida individual”. JB
Precisemos. El dispositivo tecnológico es una red de pliegue y repliegue, en un mismo movimiento, que reconfigura la distribución de fuerzas como materialización de momentos que se expresan como efecto de superficie, como nuevas prácticas y formas hegemónicas que en sus
El capital actúa, entonces, como estrategia organizadora de sí mismo, más que como producción y circulación; pues éstas no son otra cosa que la evidencia de su propia existencia separada de la vida, tal cual lo demuestra la Teoría Crítica, al anunciar la aparición de una nueva racionalidad: la razón instrumental, en donde los imperativos sistémicos de conservación separan los medios de los fines para los cuales fueron creados. La lógica o razón burocrática denunciada también por M. Weber, presente en todo momento de lo real, como nueva racionalidad, también sufre hoy un nuevo momento
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de perfeccionamiento y readecuación: entra en máquina con lo social, especializando la dominación como forma de control del tiempo y sus operaciones sobre el cuerpo. Ello supone que, además de acelerar el modo de acumular riquezas, el nuevo momento también perfecciona y afina los aparatos de acumulación y distribución de saberes y destrezas asociadas a nuevos grupos sociales, a veces fragmentarios y efímeros, otras veces permanentes, impactando también en la composición de clase, en su subjetividad y en sus prácticas. Este dispositivo de totalización actúa borrando diferencias y aboliendo distancias entre vida pública y privada, vida social y vida individual, adentro y afuera de los procesos de subjetivación. Asimismo, organizando y desestructurando los mercados por impacto del dispositivo comunicación-información y sus múltiples agenciamientos.
El capital-comunicación se impone organizando el tráfico del tiempo libre, el mercado del gusto y el consumo en todas sus formas, estimulando el consumo de la materialidad que articula la solución del deseo, e interviniendo todas las destrezas de la existencia hu-
mana, cruzando al cuerpo y la corporeidad creadora de la máquina deseante. Organizando, diría Foucault, “el uso de los placeres”, desterritorializando el cuerpo político y su potencia, disolviéndolo en una nueva forma de existir en relación con la máquina total: El biopoder, opuesto siempre a los brotes de singularidades nómadas y a las anomalías de la multitud. Pero los cambios se operan a tal velocidad que, como el cáncer, dejan zonas inconclusas, “imperfectas”, inacabadas, obsoletas o producciones incompletas y débiles. Vacíos desérticos, lugares marginales fuera del alcance de la lógica del capital. Todo ello convertido en anomalías que deben ser corregidas y recuperadas, capturadas en la ortopedia del dispositivo dominante. Casi siempre lo logran… Casi siempre.
Tales aceleraciones del espaciotiempo de dicho dispositivo van imponiendo, por impregnación, un régimen de sentido en la producción de la vida material. “Es la Razón Instrumental colonizando el mundo de la vida”, diría Weber. Pero a su vez, como movimiento inverso de resistencia o de recambio, donde siempre se producen desprendimientos o desafiliaciones.
“Pensar a la sociedad y al Estado desde el mercado, es decir, desde las ‘leyes’ del mercado, imposibilita un pensamiento de lo social como lugar de constitución del sujeto hegemónico”. JBarreto Nosotros, sin apostar a los universalismos, nos situamos en el debate planetario que cruza a las ciencias sociales hoy; debate que se ubica entre el Estado, el Mercado y la Sociedad. Decía Pierre Bourdieu que los liberales cuando piensan en el mercado hacen metafísica de lo social; pues suponen al Estado como un sujeto abstracto. Establecen a priori
El mercado como sujeto
que el mercado es el sujeto, de modo que se sumergen en el estudio de dicho sujeto y de su subjetividad y en el desprecio de cualquier otro evento o acontecimiento.
Asimismo, piensan entonces al Estado desde el mercado y a la sociedad desde el mercado. Así, no es posible entender ni al Estado ni a la socie-
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Segunda tesis]
dad, si éstos quedan reducidos a las leyes del mercado. Entonces, ¿es posible resituarse en América Latina en ese debate que incita Bourdieu?, ¿es posible un pensamiento que se reclame de lo social más allá del Estado y del mercado y que lo reivindique como lugar de constitución del sujeto he-
¿Socialismo o barbarie?
gemónico, en la misma medida que la sociedad se constituye y se despliega? Porque es allí desde y donde nosotros decimos que se puede hablar de socialismo. ¿Podemos crear zonas de poder popular que generen estado y mercado pero subordinados al nuevo modelo de sociedad?
La crisis global del capitalismo apunta hacia el declive económico del sistema financiero mundial. La formación social que empobrece a la naturaleza y explota a millones de seres humanos a escala planetaria se viene abajo. Hemos entrado de lleno a la disyuntiva socialismo o barbarie.
Imaginemos de una vez que se cumple la profecía. No cualquier profecía; más bien nos instalamos en los linderos de una que fue olvidada por los economistas y planificadores, conocida como la Teoría de los Picos de Hubbert y estamos pensando qué pasaría si la cruzamos con el llamado “optimismo-pesimista” de Edgar Morin. ¿De todo esto que saldría?
A finales de los años 60, se puso de moda la tesis del economista norteamericano Hubbert que predecía el agotamiento del petróleo como principal fuente de abastecimiento energético mundial. Él aseguraba que manejando y proyectando los datos del momento sobre los niveles de consumo de energía, las reservas
“Cuando llegue el mesías ya no será necesario porque será muy tarde”. Así de sombrío veía el futuro Edgar Alan Poe. Voces del pasado como los cantos Mapuches, la carta del indio de Seattle o las famosas profecías mayas también nos alertan. Desde que el presidente de Bolivia, Evo Morales, instaló La Cumbre Mundial de Movimientos Sociales sobre el Cambio Climático, es poco lo que hemos avanzado. No importa que vivamos evocando a los ancestros y reivindicando los derechos de la madre tierra, la Pacha Mama. Si no nos organizamos y movilizamos, no lograremos descolonizar la atmósfera; garantizar los
de petróleo de EEUU se acabarían, y las del resto del mundo lo harían hacia el 2037. Para Hubbert, es necesario abandonar cuanto antes la cultura del crecimiento sobre la base del consumo de energía fósil. De seguir así, las fuentes se harían cada vez más escasas, difíciles de extraer y en consecuencia más caras. Haciendo inútil la expectativa de crecimiento dentro del actual modelo de desarrollo. Este modelo supone alzas y bajas drásticas que desajustan a productores y consumidores. Nuevos nacimientos podrían bajar los costos pero incrementando la crisis medioambiental. Ahora la otra: Morin asegura que la crisis medio ambiental se incrementa por dos, cada vez que aumenta-
derechos de todos al aire, al agua, los alimentos y la tierra. Hoy se trata de la vida. Por eso, el quinto objetivo del Plan de la Patria debería ser el primero, ya que cualquier proyecto que se reclame de la transformación, debe ser en primer lugar ecologista. No son un pliego de peticiones negociables de un sindicato ante un patrón, son aspiraciones irrenunciables de este estrato superficial de la tierra que llamamos vida. “O muere el capitalismo o muere la tierra”, dijo Evo Morales. La paradoja de esta frase reside en que ambas partes ya están muriendo.
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mos el consumo energético en aproximadamente unos cinco millones de barriles diarios. Lo que presiona a su vez los precios y el consumo, al tiempo que hace obsoleta e inviable, por costosa, contaminante y redundante a la tecnología dominante. Abundemos. Todo parece indicar que estas líneas proféticas ya se cruzan. Por un lado, crisis energética y de crecimiento, aliñada con crisis económica financiera; y por el otro lado recalentamiento global, oscurecimiento de la tierra y todo lo demás cabalgando a sus anchas como un espectro amenazador, al punto que muchos de los especialistas y científicos del ambiente más optimistas dicen que ya estamos a punto de cruzar la línea, el umbral de no retorno. Imaginemos ahora, por un momento-y luego sacudimos la cabeza para alejar pensamientos malos-, que el Krakatoa, el Etna u otro volcán caprichosamente estalla. Recordemos que en 1841 eructó el Krakatoa y por siete días oscureció al sol, bajando la temperatura global en dos grados. ¿Qué ocurriría hoy con las actuales bajas temperaturas que ya se están presentando en Europa, Asia y Norte América? Sin ser apocalíptico, créanme, me anima el más entusiasta optimismo.
Llegamos al llegadero –que los expertos llaman disyuntiva histórica–, movimiento cero, que replantearía las cosas en estos términos: socialismo o barbarie. Desde los científicos hasta los brujos más banales han convertido la crisis medioambiental en tema de medios. El papel del científico y del político, dijera Weber, es reconocer la falla, el punto de quiebre; leer la irrupción, reconocer la emergencia cuándo salta una época; en qué momento cambiar de lectura de los procesos y los movimientos. La imagen de Marx, el topo, me viene a la mente como metáfora, para definir el propósito de una transformación urgente. Un bichito miope pero con gran olfato, capaz de oler los tiempos de lluvia y turbulencia para ponerlos al servicio de su planificación. Cuenta con gran paciencia, una tenacidad que raya en la obstinación, pero que nos invita a tener paciencia y sentido del tiempo histórico. Cava y socava y cuando menos se le espera sube a la superficie para ver el sol. Yo soy miope, pero esto no me impide ver que los tiempos que corren son anunciadores, cuál trompeta de arcángeles, de la naturaleza y de los cambios revolucionarios necesarios para la transformación planetaria. Es tiempo de temporal, tiempo de no tiempo,
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Segunda tesis]
El colapso actual
es decir, de uno nuevo que ya llega y se anuncia. Momento de actuar y de transformar salvando a la madre tierra. Momento para estar preocupados, y obstinadamente luchando por un nuevo devenir ecológico que de alguna forma conduzca a una manera de vivir un deseo distinto y también
cuerpos y sujetos alegres. Como dice el Maestro Morin; ante la catástrofe en cadena que persiste, exista también la posibilidad de una cambio de rumbo en el planeta, así como ya lo enuncian y practican numerosas comunidades organizadas en torno a la producción.
La actual crisis, llamada Gran Recesión, ha afectado a más pueblos y personas que ninguna anterior gran crisis. Desde la Gran Depresión de los años 20 a esta fecha, nunca antes un sacudimiento tan profundo ponía en peligro todo el andamiaje de una economía que amenaza con venirse abajo, arrastrando las ilusiones y sueños de millones de seres humanos y arrasando con la capacidad de recuperación del sistema dentro del mismo esquema. Así se expresa Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, en su último libro, Caída Libre. Que cuenta con un subtítulo no menos conmovedor: El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. El laureado intelectual no duda al calificar el momento como
de desastre generalizado y a las administraciones de la crisis, como inescrupulosos traficantes de beneficios particulares que han facilitado la devastación sin importarles para nada la gente.
Los únicos que parecen no comprender lo que ocurre son los magnates del Primer Mundo, sus políticos globales y las tristes lacayunas expresiones locales. ¿Por qué no se puede salir a corto plazo de la crisis? Se preguntan algunos distraídos liberales. Hay una agenda de problemas acumulados que va desde el déficit fiscal y la deuda de los países centrales, pasando y tejiéndose en moño con asuntos como el déficit energético y la situación medioambiental; el cam-
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bio climático y la baja producción y rentabilidad de las tierras cultivables; la falta de financiamiento de sectores primarios e intermedios; altas tasas de interés a pequeños y medianos productores; endeudamiento familiar; desempleo galopante; puestos de trabajos inestables y mal remunerados; caída de la productividad industrial y colapso de los mercados; envejecimiento de la población laboral e incapacidad de los Estados para garantizar la seguridad social; mala calidad y privatización de los servicios y la educación; transporte caro e ineficiente; burbuja inmobiliaria; escases e inflación; todo un cuadro de estanflación, además del déficit comercial y financiero de los países centrales, para solo enumerar algunos ingredientes que configuran la actual crisis. El asunto parece un cuero seco que si se aplasta a un lado se eleva al otro. Mientras tanto, los gobiernos derrochan los recursos disponibles, el dinero de las pensiones y la seguridad social, en auxiliar a los bancos. Así, la deuda estadounidense pasó del 35% del PIB, a casi 60% de 2008 a 2011 y algunos economistas optimistas prevén que el endeudamiento tocará el 70% para 2017. Una sociedad se desmorona como galletas sobre la sopa y los gobiernos todavía no se atreven a reencontrar el papel del Estado.
La sombra de Thatcher y Reagan sigue primando sobre las conciencias de los que tienen las decisiones en sus manos y no cuentan con un New Deal. Mientras tanto, los bancos norteamericanos ya “recuperados”, se disponen a asaltar la menguada economía europea. Por su parte, la única política visible en el horizonte es el guerrerismo imperial, remozado ahora con el barniz de la protección de los derechos humanos a nivel global; una política inspirada en la doctrina Bush de La Guerra Eterna, para asegurarse de manera permanente las fuentes de energía, agua y biodiversidad de que dispone el planeta. Además de avanzar en el aniquilamiento por hambre de poblaciones enteras. Lo que se conoce como “guerra a los pobres”. De manera que ya no veremos las clásicas guerras imperialistas que enfrentaban a dos o más potencias, o las tradicionales guerras delegadas como las ejecutadas por EEUU o la URSS. Ahora veremos bloques enfrentados e instituciones internacionales tipo OTAN, contra pueblos y países. El neoliberalismo económico se traduce políticamente en fascismo.
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Segunda tesis]
TERCERA TESIS
Un nuevo socialismo
Deben abordarse las críticas de raíz contra tod0s l0s dogmas e imposturas del marxismo soviético, que sirvieron para silenciar el ideario profundamente libertario del socialismo revolucionario de Marx y Engels. Hemos venido construyendo eso que llamamos un nuevo campo socialista. El socialismo es también una subjetividad política que da forma al deseo. El Socialismo del Siglo XXI y el ejercicio del Estado Comunal empiezan a definirse desde la potencia del cuerpo individual y colectivo.
En este capítulo: Introducción El socialismo como práctica La lógica del marxismo soviético y del socialismo burocrático El Socialismo del Siglo XXI ¿Y cómo hacemos la práctica del Socialismo del Siglo XXI y el Estado Comunal? “Nada más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado”
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Tercera tesis]
Introducción
“La alegría también debe ser un proyecto político. Decía Simón Bolívar que el mejor gobierno es el que es capaz de producir la mayor suma de felicidad al mayor número de ciudadanos. Es decir, es materialidad pura, un proyecto no es metafísico, no es un discurso abstracto; la alegría como exterioridad de la pasiones que elevan la potencia de existir es parte de nuestras primeras necesidades, parte de nuestra moral y luces: generar los sujetos y los objetos, de la expresión de la potencia alegre, de la elevación de la potencia alegre y el acorralamiento de las potencias tristes debe ser al horizonte socialista”. JBarreto La crisis económica que estalló, se va convirtiendo en crisis política. Huelgas en toda Europa, acompañadas de distintas formas de resistencia y desobediencia civil; a lo que se suman pequeños estallidos aquí y allá. Así como los medios desdeñaban, minimizaban y ridiculizaban el cambio climático por considerarlo apocalíptico, ahora, producto de la contundencia de los acontecimientos, se ven obligados a considerarlo. Del mismo modo, la actual crisis comienza a impactar la conciencia universal y reordena las visiones del mundo, poniendo las cosas en su lugar. El debate se torna disyuntivo: remozar el capitalismo o tomar una vía distinta. Este debate actualiza la discusión sobre la pertinencia de la construcción de un nuevo socialismo. Hace apenas unos años, criticar las desregulaciones, las privatizaciones, así como sus
alcances y competencias, era herejía, un disparate para la academia dominante y la mayoría de los grandes medios. ¡Oh sorpresa!, en todas partes despiertan procesos y movimientos que apuntan en otra dirección Hace un tiempo, luego de algunas medidas tomadas en EEUU, para controlar el mercado financiero, Newsweek titulaba con ironía: “Ahora todos somos socialistas”, no sin poner en tela de juicio la autoridad y autonomía del capital financiero. El “prestigioso” medio norteamericano, aceptaba la necesidad de adoptar controles y regulaciones estatales “de corte keynesianos o socialistas”. Propiedad privada o estatal, decía el comentario, “eso sí, sin llevar las cosas demasiado lejos llegando a la propiedad común. Eso sería comunismo”.
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“Hay una frase que hace tiempo subrayé, la voy a leer, señores ministros, ministras, vicepresidente, hablando de la economía, del desarrollo económico, hablando del impulso social de la revolución: “El patrón de medición –dice Mészáros– de los logros socialistas es: hasta qué grado las medidas y políticas adoptadas contribuyen activamente a la constitución y consolidación bien arraigada de un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general”. HUGO CHÁVEZ FRÍAS, Golpe de timón.
No es solo el cinismo, también la corrupción del lenguaje, que intentan encubrir, el temor de los medios, a la posibilidad de que las cosas cambien. No contentos con envilecer términos como “democracia”, “libertad”, “ciu-
dadano”, han convertido la idea de comunismo, en una anti-frase. Especie de monstruo maldito al que hay que exorcizar y persignarse al escupir, apenas pronunciada esa palabra.
» Las claves del socialismo están presentes en las prácticas colectivas cotidianas, la cooperación, el amor y lo común. Pero no se trata tan solo del ejercicio de una voluntad ético-política, el socialismo es, en primer lugar, el resultado de las condiciones materiales “producto del movimiento de lo real”.
formación socialista –más allá de la negación de El Estado y las personificaciones de El Capital– solo puede serlo el establecimiento de un orden metabólico social alternativo autosuficiente”. Para Marx, el socialismo es “el reino de la libertad que siembra de comunismo a la vida cotidiana”.
Es tarea de los revolucionarios dar el debate ideológico en todos los terrenos para detener las corrientes y tendencias acomodaticias y reformistas al interior del proceso, que no creen en este camino e intentan frenarlo o desviarlo. Tenemos que sembrar cada rincón de experiencias socialistas. Solo una actividad práctica que parte de asumir la transformación de las formas y modo de producción de la vida, puede llevar al socialismo, hay que ir mas allá de la compensación de las carencias.
Advierte István Mészáros que “la revolución socialista no puede ser concebida como un acto único. No importa cuán radical es su intención. Debe ser consistentemente autocrítica, es decir, una Revolución Permanente. Así, el objetivo real de la trans-
El socialismo como práctica
En su crítica a Lukács y su Historia y conciencia de clase, István Mészáros habla de un socialismo que sea abolición de la propiedad privada de los medios de producción (refiriéndose a las grandes empresas capitalistas y no a los pequeños y medianos emprendimientos o a la propiedad
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Tercera tesis]
individual, como la ropa, la casa, el carro); que sería “una adecuada imagen de la totalidad” al liquidar su efecto de superficie: la división jerárquica del trabajo. Esto no se logra por la creación de nuevas formas abstractas de propiedad, como la propiedad estatal en donde los trabajadores son meros acompañantes del proceso, sino apostando por un nuevo modo de producción, aun en lo concreto cada militante debe ser a su vez un productor. Se aproxima a Gramsci, al postular la necesaria revisión de la experiencia de las comunas y los consejos obreros, entre los que destaca El Bienio Rojo de Turín (1920-1923). El socialismo es, para él, una visión de la totalidad por medio de la acción directa de los trabajadores, en la posesión de la propiedad en términos de Marx; además de la producción, el control y la decisión a partir de la posesión efectiva (que no la propiedad, ahora en manos de la sociedad, léase bien) de los medios de producción, para la abolición progresiva pero inmediata de las jerarquías y la división del tra-
Algunas preguntas: ¿Hay acaso una fórmula del socialismo? ¿La planificación centralizada es antagónica a la autogestión y al control directo de los obreros y las comunidades? ¿Hasta dónde se centraliza y qué se centraliza? ¿Qué se centraliza, la planificación o el control? ¿Qué hacer con las relaciones de mando y control, con las jerarquías y la burocracia al interior del proceso productivo? ¿Qué hacer con el conocimiento y la toma de decisiones? ¿Se puede hablar de modo de producción sin hablar de relaciones sociales de producción? ¿Si la producción es centralizada y el Estado propietario, se garantiza que las relaciones sociales y el modo sean socialistas? ¿Si por el contrario, la propiedad es comunal, acaso hay una desviación y una perversión? ¿Si la propiedad no es directamente esta-
bajo. Esto quiere decir que requiere de la generalización de las tareas, reducción de la jornada, planificación centralizada, pero con participación democrática directa por parte de los trabajadores de La Comuna.
Mészáros advierte: “Un fracaso en la puesta bajo control de las fuerzas que reproducen los inocuos parámetros estructurales del capital y su régimen de toma de decisiones jerárquica, condena al socialismo, en el mejor de los casos, al estancamiento y al fracaso”. Se pregunta: ¿puede la fábrica ser vista bajo la visión positivista de una supuesta y pretendida “neutralidad técnica”?, ¿la empresa capitalista y su lógica, puede producir en y para el socialismo?, ¿cambiar la propiedad privada hacia propiedad estadal es garantía de socialismo?, ¿la tecnología obedece a un principio metafísico de “libre intercambiabilidad”?, ¿en qué consisten entonces las nuevas relaciones sociales de producción?
dal, ya la planificación no puede ser centralizada y la producción controlada? ¿No hay posibilidad de mixturas o de experimentos múltiples en los que proliferen experienciarios de nueva acción; en los que se promuevan distintas formas de propiedad, y de allí un modo de producción social alternativo al capital, con participación directa e indirecta de los productores inmediatos? ¿Desde dónde se construye el Estado? ¿Y la relación del trabajador con lo que se produce, con la división técnica y social del trabajo, con el tiempo de la producción y con la máquina? ¿Qué se produce, cuáles necesidades y de qué modo se distribuye? ¿Y el mercado, y el capital, y su retorno, y sus formas de acumulación? ¿Y el valor de uso y el valor de cambio, y su relación con la producción y el productor? ¿Y con la sobre-
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La humanidad reclama un nuevo modelo que supere las mitologías y chantajes del fracasado modelo estalinista. Necesitamos un ejemplo concreto que demuestre que el socialismo no es una utopía, que es posible construir nuevas relaciones sociales, libres y de democracia directa, basadas en la igualdad, la fraternidad y la libertad; donde la democracia participativa y protagónica se ejerza día a día de manera absoluta.
Como parte de las respuestas a estas interrogantes, Mészáros considera que la lógica del socialismo soviético es perversa y profundamente burocrática, ya que ésta asegura que la transición se mantenga indefinidamente y que a su vez la lógica burocrática de la división técnica y jerárquica del trabajo quede intacta en el mundo de la producción, al filtrarse completa hacia el partido. Esto supone reinventar al socialismo.
La crítica de Mészáros se extiende al texto de Lukács, Presente y futuro de la democratización, en donde, según Mészáros, Lukács confina la transformación revolucionaria del modelo productivo “al asunto de una categoría metafísica: la división realista del trabajo entre Estado y Partido. Este es el origen de las elites burocráticas en los socialismos
La lógica del marxismo soviético y del socialismo burocrático
fracasados del Bloque del Este. Allí se puede ser capitalista en la producción y socialista en el reparto, en el mejor de los casos aún no conocido; garantizada la operación por la ética de los funcionarios y la dirección vigilante del partido” y la cuota de privilegios de la élite. La visión de la lógica capitalista bajo el espejuelo de una pretendida “neutralidad técnica” de las fuerzas productivas, hace ininteligible la totalidad del proceso y hace triunfar al particularismo ya que reproduce a perpetuidad la división del trabajo, parte esencial de la producción de Valor de Cambio, la transición se convierte en freno y opacidad. Pero aludiendo más directamente a la práctica política, el socialismo burocrático se convirtió en la mayor estafa ideológica de las ideas de
determinación del lujo y la moda? ¿Los obreros qué son, propietarios del Estado, asalariados del Estado al servicio de la producción social; obreros propietarios sin relación con el Estado; de abajo hacia arriba solamente; de arriba hacia abajo nada más? En la era de las multitudes, o sea, en el arco de tiempo en el que predominan las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación y en donde la producción llamada inmaterial, supera al momento del capitalismo de primera generación; es decir, a la era de la producción fordista y tailorista, del obrero masa y del obrero técnico, directamente vinculado a la cadena operativa, ¿se puede seguir hablando en los mismos términos de la III
Internacional, como si no ha pasado nada? ¿Qué pasa sobre la abolición del valor de uso a favor del valor de cambio? ¿Y el tránsito hacia la sociedad de la comunicación y el giro estratégico del Estado burgués, de un Estado coercitivo a un Estado del control? ¿Hay algún síntoma del metabolismo del capital que valga la pena tomar en cuenta a la hora de discutir las nuevas formas y relaciones sociales que se tejen desde la producción inmaterial; dirigidas al control productivo del ocio y el tiempo libre? ¿Omitimos alguna de estas preguntas o más bien buscamos nuevas interrogantes que resolver? ¿Estamos preparados para el debate o perdemos el tiempo en prejuicios y descalificaciones?
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Tercera tesis]
quienes construyeron la primera Asociación Internacional del Trabajo a mediados del siglo XIX. Sin embargo, no se trata de presuponer que Marx y Engels no se equivocaron en muchos planteamientos o que algunas de sus ideas perdieran validez de acuerdo a la modificación de las circunstancias históricas. En el estalinismo, los planteamientos se transfiguraron, por una suerte de astucia dialéctica de la voluntad de saber de Stalin, en proposiciones completamente antagónicas a las de los fundadores del llamado “socialismo científico”.
Frente a los desafíos civilizatorios del siglo XXI, deben abordarse las críticas de raíz contra todas las imposturas del marxismo soviético, que sirvieron para silenciar el ideario profundamente libertario del socialismo revolucionario de Marx y Engels, intensamente democrático en el más estricto sentido de una revolución de mayorías, desde abajo, autogestionario, desde los poderes creadores de las clases trabajadoras y del pueblo. Esta estadolatría no logró diferenciar entre la propiedad social y la propiedad estatal, entre la socialización y la estatización. Tampoco logra diferenciar entre el re-
El Socialismo del Siglo XXI
conocimiento del pluripartidismo y legitimidad de corrientes al interior del socialismo, presente en las posiciones de Marx y Engels, aun justificando la centralidad del partido comunista para el movimiento proletario, de los “sistemas políticos de partido único”, que fueron los modos de regimentación política del socialismo burocrático en todas las latitudes donde se ensayó. Esta visión lleva a confundir partido-Estado y sociedad. Se impone entonces el sectarismo religioso, la persecución y el dogmatismo. Todos, síntomas de atraso político y miedo a perder las certezas. Asimismo, el socialismo burocrático y el marxismo soviético no lograron diferenciar entre la “ética de la liberación” en Marx, de las modalidades compulsivas y autoritarias de moral burocrática que se instituyeron en nombre de la “Revolución” y el “Estado Socialista”. La definición más sencilla del colectivismo burocrático-despótico la dio Engels, cuando habló de la “veneración supersticiosa del Estado”. A partir de ese momento, la lógica de los eventos de la vida interna del partido, deberán todo intento de vinculación con “lo otro”.
“Nosotros somos del socialismo consejista y comunero, y creemos que es hora de dar el poder al pueblo directamente e ir eliminando las instituciones estatistas que estimulan la burocracia y corrupción. ‘El socialismo de lo concreto’, como lo llamó Chávez, surge en la vida cotidiana”. JBarreto
Como puede sugerirse de párrafos anteriores, algunas corrientes han intentado la transformación de la sociedad desde la intervención del Estado y sus instituciones. Han surgido por ejemplo los socialdemócratas: aquellos que creen que se pueden intervenir las instituciones y que de ese modo se transforma la sociedad. Desde el marxismo hay corrientes
que así lo piensan; como la lógica de que interviniendo la relación capital-trabajo, que es una relación de mercado, se transforma entonces a las instituciones y así también la sociedad.
Si nos ubicamos, por el contrario, desde la sociedad –entendiendo que la sociedad es un nuevo punto
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de partida, es un punto de vista que abarca al Estado y al mercado– podríamos construir entonces una nueva línea de visibilidad que a su vez sea un nuevo campo de producción de vínculos.
Nosotros hemos venido construyendo eso que llamamos un nuevo campo socialista. Aunque en alguna medida nos hacemos parte y reivindicamos mucha de la experiencia de lo que hasta ahora ha sido conocido como socialismo, aunque nuestro punto de referencia y de fundación no es exactamente eso que se llama socialismo realmente existente. Es distinto, es buscar, reconociendo el pasado, una forma de hacer propia nuestra historia indoamericana. Eso que José Carlos Mariátegui llamó socialismo de Nuestra América.
Por eso nosotros siempre instigamos a un debate sobre un nuevo socialismo: el socialismo del siglo XXI, es decir, no es el socialismo del siglo XX, ni el socialismo del siglo XIX. Cuando decimos debate sobre el nuevo socialismo del siglo XXI, estamos estableciendo en el enunciado un conjunto de rupturas que nos permiten ir construyendo bandas y linderos de una nueva lectura de lo que comenzamos a comprender como nuevo socialismo.
Es decir, no es un capricho que hablemos del socialismo del siglo XXI, porque podríamos seguir hablando del socialismo y ya; estamos hablando de que existen las condiciones para la construcción de un discurso que en el tiempo se ubica en el nuevo siglo, que rompe con la tradición socialista anterior y que tiene a lo social como punto de partida para la fundación discursiva de paradigma e interpretación conservando, superando, replanteando, negando y afir-
mando lo que Marx llamaría el “dasein de la cosa”, aquí, ahí, ocurriendo. ¿Y cómo hacemos la práctica del Socialismo del Siglo XXI y el Estado Comunal?
El socialismo es una cuestión práctica. Ya en 1845 Marx escribía, en sus Tesis sobre Feuerbach: “Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la terrenalidad y el poderío de su pensamiento”. Dijo que “el socialismo es el futuro actual”. En esta disyunción se juega la suerte de cualquier proyecto. En cada plano del instante-acontecimiento, de cada pequeña historia que se tuerce en el recorrido de la vida cotidiana, en cada una de las fibras y engramas microfísicos de las decisiones, creencias, hábitos y costumbres de cada individuo, se va construyendo lo que tiene de hoy el mañana. Marx daba mucha importancia a esta dimensión ontológica práctica de la historia. En 1843, en carta a su amigo Ruge, revelaba: “El comunismo no es una fase superior. Para mí, no es otra cosa que la realización particular y solidaria, incluso unilateral, del principio socialista, es una práctica que implica incluso la superación emocional de la mezquindad del otro; y en el extremo, los utopistas que dejan para mañana a La Comuna, es decir, lo que se puede hacer hoy, de manera que el comunismo no es ni programa ni estrategia, es práctica, es táctica, es tarea inmediata que organiza y garantiza desde hoy las formas de vivir del mañana, el movimiento actual de lo real, una suerte de programa mínimo, modelo material de la teoría, que se puede llevar a cabo si dejamos de lado el cálculo personal siempre mezquino”. De modo que en Marx se dibuja y prefigura la idea del comunismo como “utopía concreta”.
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Tercera tesis]
Así pues, el socialismo es también un estado individual. Una subjetividad política que da forma al deseo. Vivir como socialista es ir construyendo el socialismo. La valoración del espacio, del tiempo, de la calidad de las relaciones que se entablan, de la coherencia entre el discurso y lo que se hace; teniendo al goce como principio de todo y, como dijera Marx en su Grundrisse, “por consiguiente, el patrón de la riqueza no será ya el tiempo de trabajo, sino de ocio”, porque no importa lo duro de una jornada ya que, como en cualquier deporte, nunca será vista como trabajo. La superación de la idea misma de trabajo (tripalium, instrumento de tortura), por la de jornada, labor de vida, actividad creadora, etc., ya sería un gran paso. Pensando en cómo vamos hacia donde queremos, en cómo comenzar hacer la práctica en esto del socialismo y el Estado comunal y revolucionario, asumamos inicialmente varias cosas, que no solo pasan por el “entender” sino también por el “practicar”, es decir, un poder constituyente permanente. En eso debe consistir la nueva militancia y la lógica que de ahí se deriven deben dirigir “El partido”: »» El socialismo y el Estado comunal y revolucionario suponen un espacio alternativo de construcción de una ciudadanía otra, partícipe y activa; espacio donde no haya distancia entre la potencia creadora de la Multitud, por una parte, y los discursos institucionales y no institucionales, por otra.
»» Todo ello implica la diferencia que construye la nueva hegemonía de la cultura constituyente, donde otra habla y otra lengua hagan posible
el otro Estado. ¿Tarea imposible? Apostamos a que lo político se seguirá fortaleciendo mediante referentes concebidos desde la nueva subjetividad del poder constituyente, que permitirán además pensar la política, pensar el Estado y, sobre todo, pensar el mercado desde lo social. Es decir, desde un cuerpo de problemas comunes a otra civilidad, cruzados por la necesidad democrática de la formación de una voluntad política que haga cuerpo en la cultura cívica como práctica cotidiana de un nuevo arte de vivir.
»» Otra cosa que debemos, es hacer énfasis en la construcción de una democracia sustentada en la diversidad y el disenso creador de nuevas formas de socialidad, de nuevas formas de compartir juntos, desde una nueva generación de valores que haga coincidir principios y prácticas revolucionarias, todos los días, lo que significa siempre nueva institucionalidad desburocratizada, refundada una y otra vez.
»» También debemos hacernos cargo de las irresolubles e irreductibles diferencias y tensiones que atraviesan la forma de vivir juntos y romper con la mitología de la comunidad idéntica a sí misma. Lo que invita a escarbar en una idea de comunidad amigable que pueda leer lo posible y lo imposible, construyendo el devenir como reivindicación de la potencia, como interrupción del mito asociado al pensamiento de lo Uno, a favor de la irreductible pluralidad. Es de esa forma que el Socialismo del Siglo XXI y el ejercicio del Estado Comunal empiezan a definirse.
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“Nada más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado”
Tiempo de la multitud y de un “general intelec”. Tiempo de opresión y fascismo por un lado y de emancipación y libertad que se le opone.
Michel Foucault advertía: ninguna civilización produce ideas distintas a la de su época, es decir, el tiempo y sus propios límites. Por lo que solo en el borde, en las fracturas, en el estallido de las crisis es donde se da el salto que hace posible plegar, flanquear las líneas de fuga que cruzan el cuerpo físico de los aparatos y sus máquinas. Habría que establecer de qué manera el cuerpo maquinal del capital se acomoda y se acopla a su nueva existencia metabólica. Para definir ahora con más precisión el problema de la separación y la unificación del trabajo en valor y en mercancía, tomando como base su materia prima: el tiempo de una época y su excrescencia institucional.
Recordemos que el espíritu de cada pregunta es parte de la trama de problemas no satisfechos por los mitos y relatos de cada construcción social. La desmesura de algún fracaso en la respuesta es parte de las marcas de un tiempo. Cada respuesta es una formulación, un conjunto de líneas de fuga o de nuevos pliegues de la pregunta sobre sí misma. Instaurar una pregunta es instalarse en una época, es cristalizar un bosquejo de respuesta, es una pre-visión diagramática de trazas peligrosas en relación con la época misma y sus seguridades (nada más peligroso que las certezas).
Toda época es el espacio-tiempo de un puñado de preguntas que recurrentemente remiten a territorios y momentos que construyen sujetos de respuesta. Frente al espacio-tiempo absoluto y abstracto del mercado, y a su ciclo temporal, caracterizado hoy por la inmaterialidad de su espectrografía, surgen pequeños blo-
ques de otras temporalidades, arcos de respuestas que, como el marxismo con todas sus escuelas e influencias de sus derivadas, cruzan campos problemáticos creando nuevas interrogantes equipadas de zonas de respuestas. Equipamientos de sentido que son materia prima para trances e invitaciones para ir construyendo universos de posibles respuestas que ensamblen en la naturaleza de los cambios y actualicen las aproximaciones a los devenires epocales. “Nada tenemos, salvo el tiempo”, diría Baltasar Gracián. Somos tiempo de la producción de todo lo existente y de aquello que lo interpela. Tiempo de la mercancía y de su abolición, si vamos construyendo también el tiempo de la pregunta por la emancipación. Y como siempre nos recuerda Hugo Chávez, apelando a Los miserables de Víctor Hugo: “Nada más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado”.
El régimen del capital no se desplomará por sí solo. No soñemos siquiera que el capital posea una intención suicida. Puede proseguir reproduciéndose, al infinito, de manera obscena, es decir, rebasando sus propios escenarios tradicionales; produciendo realidad-actualidad, por medio del dispositivo información-comunicación, en la misma medida que coloniza los nuevos territorios de la subjetividad y crece ahora al interior de otro límite desde otra re-territorialización del cuerpo. Hay que luchar, impugnar, resistir con muchas más fuerza y durante mucho más tiempo. No nos llamemos a engaños. Pero en el terreno de la teoría las cosas son de otro modo. Bastaría con el esfuerzo por comprender en el
[Manifiesto por otra forma de poder 55]
capital, su lógica, su funcionamiento y las condiciones de producción que el deseo político concede en la subjetividad, para construir la necesaria voluntad política otra, que haga pedazos todo lo existente, y pulverice la subjetividad del régimen de mando de la relación de dominio del Significante Amo del Capital. Esta es también una tarea de la teoría que toma
partido, por y desde las nuevas prácticas que se abren paso impugnando los imperativos sistémicos de la civilización del capital y anunciando otro mundo posible. El mundo del pueblo en el poder, del poder popular consolidado, de las practicas solidarias, socialistas que van haciendo piel día tras día, desbaratando esa infame tragedia ecocida que es el capital.
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Segunda tesis]
CUARTA TESIS
Nueva hegemonía popular y revolucionaria La construcción de un proyecto hegemónico es el primer problema a considerar en la política. El problema no es cómo se accede al poder ni con quien se disputa su titularidad, sino cómo se enfrentan y construyen los bloques hegemónicos. El desafío: construir el nuevo bloque histórico de la Multitud. El proyecto de la Comuna no es uno, es multiplicidad de multiplicidades, son líneas de fuga, campos de probabilidades.
En este capítulo: Hegemonía y “crisis orgánica” Expresión de hegemonía: singularidad y multitud Multitud: sujeto de la transformación hegemónica La Multitud y nuevo(s) sujeto(s) de transformación Pensar un programa desde la Multitud Enfrentar y construir hegemonía en Multitud El capital en La Comuna La Comuna y el estalinismo
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Cuarta tesis]
Hegemonía y “crisis orgánica”
“La construcción de una nueva hegemonía no es fácil, pero admitamos que ya hoy tenemos rato atravesados por lógicas y prácticas que nos articulan desde un sistema de valores y de lenguaje diferente”. JBarreto
Referirse a hegemonía es aludir a las oportunidades del momento de una “crisis orgánica” y los saltos y transiciones que pueden ser posibles; es adentrarse en un campo de prácticas y discursos que pueden o no permitir la inteligibilidad o lectura de la sociedad desde un determinado punto de vista y no otro. Estaremos en un momento hegemónico cuando la gran mayoría de los ciudadanos vea como “neutral” o “natural”, por ejemplo, el asumir la cotidianidad y el punto de vista del socialismo sin mayor discusión, tal como durante siglos y siglos lo hizo el punto de vista esclavista y ahora el capitalista. El momento hegemónico es, pues, una suerte de aceptación alrededor de un sistema articulante.
F O R M A C I Ó N
H E G E M Ó N I C A
Los contenidos discursivos de una dimensión hegemónica forman engramas de distintos tiempos, espacios y ritmos que se acoplan como dispositivo. Es decir, máquina deseante que organiza la subjetividad política individual y colectiva, lo que llamamos biopoder. De manera que el poder no es solamente el ejercicio potente de una fuerza sobre un cuerpo cualquiera, es en primer lugar la expresión, el efecto de superficie de la potencia in-
Y
De esto, tendremos que la relación de fuerzas al interior de una hegemonía y entre un sistema hegemónico y su contrario viene dada por la fuerza de la articulación de los sujetos al discurso que los constituye. Es decir, a la mayor o menor afiliación discursiva y a como esto se traduce en pasiones prácticas, o sea, en una puesta en escena política. Por eso pensamos que la construcción de un proyecto hegemónico es el primer problema a considerar en la política. Luchamos por el establecimiento de una línea de demarcación empírica, concreta, a partir de la cual se creen discursos, lenguajes y sistemas de valores capaces de explicar, justificar, despreciar, desear, lo
P O D E R
terior de un cuerpo que habla desde una formación hegemónica, en donde lo “natural”, “moral”, “legítimo”, “correcto”, son piezas jerarquizadas y discriminadas del dispositivo “orden”. Son funciones que sonríen, jadean, almuerzan, respiran, sudan y después se peinan. Son funciones del cuerpo y de la carne humana, que ocurren allí donde individuos y sujetos han entrado en máquina.
[Manifiesto por otra forma de poder 59]
que sucede a nuestro alrededor y lo que queremos como porvenir.
Una nueva hegemonía no es fácil, pues sus actores y discursos, más allá de la buena voluntad, tienen que enfrentar a la tradición y al peso de la costumbre instalados en la vida cotidiana y sus mentalizaciones. Esta dificultad se acrecienta cuando se trata de intervenir al interior de las complejas y más que institucionalizadas sociedades del capitalismo tardío mundializado, para asaltar “las trincheras y fortificaciones de la sociedad civil que pretende corporativizar a las clases subalternas” (Gramsci).
Lo político, al decir de Gramsci, es el momento que logra concretar la potencia de existir y de actuar en la realización práctica de la ideología. Esto ocurre en permanente acoso, en una
combinatoria de maniobras entre guerra de posiciones y guerra de movimiento, en distintos estratos y velocidades, desde variadas líneas de inmersión y de visibilidad. En marchas y contramarchas se va construyendo un bloque social histórico. La construcción de una nueva hegemonía no es necesariamente un ejercicio puramente consciente de la voluntad, es también fruto de azares y, con Maquiavelo, de virtud, fortuna y astucia. Un proyecto revolucionario es la materialización de las condiciones de posibilidad de un discurso que se hace carne y cuerpo del deseo cotidiano en la vida común, campo de experiencias que hace metamorfosis con el cuerpo biopolítico que arropa un tiempo.
“Recordaba también a Antonio Gramsci y quiero recordárselo de nuevo, la crisis orgánica. Como dice Antonio Gramsci: ‘cuando algo está muriendo pero no ha terminado de morir y algo está naciendo pero no termina de nacer’. Esta propuesta [de Reforma Constitucional] apunta en esa dirección de que siga muriendo y termine de morir la vieja hegemonía oligárquica, conservadora, cuartorrepublicana, el viejo sistema capitalista, expoliador, explotador y que nazca un nuevo sistema humanista, socialista.” HUGO CHÁVEZ FRÍAS, 15 de agosto de 2007.
H E G E M O N Í A
E
I D E O L O G Í A
Cuando hablamos de hegemonía, no nos referimos a un gobierno o a un régimen político; es más bien un orden discursivo que toca la fibra profunda con la que se tejen los enunciados, creando archivos, memorias y registros. Por ejemplo, una religión: ella puede ser tan poderosa que cuando se instala en la subjetividad profunda, deviene represa y válvula administradora de las experiencias y hasta del placer. Así, toda ideología, en cuanto práctica hegemónica, tiene carácter totalizador (que no necesariamente totalitario) de un proyecto hegemónico.
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Cuarta tesis]
Expresión de hegemonía: singularidad y multitud El lugar de condensación jurídico-político de las contradicciones de un tiempo y la expresión de una hegemonía implica marcas y registros que pueden ir variando; se pueden establecer en un signo, en un ícono o en cualquier otro plano referencial. Así surgen los sujetos conceptuales, nombres propios que impactan y cambian de manera sustantiva las relaciones de fuerza y de poder entre las clases. Discursos que cambian para siempre el mapa, la arquitectura y la iconografía de una sociedad dada. Lo que cambió en un determinado momento necesitó de un rostro inteligible. Así, Malcolm X, Che, Gandhi, Fidel, Mandela, son la textura y la rostricidad sintética de muchos rostros, cuerpo sin órganos, plano de consistencia de distintos y contradictorios estratos en pugna desde
Multitud: sujeto de la transformación hegemónica
encontradas líneas de fuerza y de fuga de historias y tiempos políticos múltiples, hechos carne, huesos y nombre. Son la combinatoria que indica cuando estamos en presencia de acontecimientos revolucionarios y cuando no. Algunos rostros los podemos calificar como singularidad de la multiplicidad de un pueblo, o su contrario. Muchas veces, durante un cambio social los procesos se precipitan, salta la legalidad y por un momento se pulverizan instituciones que quedan sustituidas por un rostro y un nombre que es la expresión de la fuerza de La Multitud. Nombre que cubre el arco de tiempo de una esperanza, un sueño, unas demandas sociales; en fin, la materialización transfigurada del deseo en deseo político, pues es un tiempo-cuerpo que puede ser nombrado desde su condición cualitativa.
La tarea central del Movimiento Popular es su autoconstrucción como fuerza capaz de garantizar la nueva hegemonía de las clases subalternas al capital. Acumular fuerzas para avanzar, para construir los instantes acontecimientos de los saltos cualitativos. Nuevo modo de producción, otra relación con la naturaleza, el espacio y el territorio; control legítimo del uso de la violencia; difusión de otro lenguaje y otro discurso y poderosas máquinas para enfrentar el sistema de representación.
“Proletarios de todos los países, ¡uníos!”, fue la consigna que Marx lanzó al viento desde la Primera Internacional. Requisitoria que cada día se renueva y actualiza mientras permanezca esta extraña formación social, asociada al modo extenso de producción y reproducción de la vida material y espiritual, llamada capitalismo. Marx y Bakunin sabían que no bastaba con las condiciones objetivas siempre presentes en la naturaleza
misma del capitalismo para lograr un cambio radical. Hacía falta el ejercicio de la voluntad en la construcción de una subjetividad política, para “un mundo por ganar”. Hoy, en el marco de esta crisis financiera sin fin y de un reajuste global, suenan campanas de difunto para el capital y su nuevo modo de expresión: El Imperio. Pero, ¿cuál es la agenda del debate, el programa mínimo y las consignas que sintetizan la política hoy día? Que el programa se vaya haciendo en la
“El proyecto de la multitud no es uno, es multiplicidad de multiplicidades, son líneas de fuga, campos de probabilidades. Un lugar de y para la diversidad, en donde sin dejar de ser diferentes podemos estar juntos desde la simetría y el paralelaje que entraña la identidad de nuestras luchas y, de allí, la producción de nuestros significados que permiten articular, pensar, comunicarnos y actuar juntos, en red común, abierta y expansiva”. JUAN BARRETO Y HÉCTOR SÁNCHEZ, en el “Prólogo” a Izquierda: gobierno, política, poder y hegemonía.
[Manifiesto por otra forma de poder 61]
Nuestro tiempo constituyente se caracteriza por la emergencia de un sujeto, que podemos marcar, haciendo un corte arbitrario, desde el estallido de febrero de 1989, hasta los días que corren, pasando por todas las turbulencias que nos ha tocado vivir; lleno de momentos instituyentes para la emergencia de ese nuevo sujeto hegemónico, como ocurrió con el 4-F. Momento de irrupción de un nuevo significante político que puso rostro humano a todo el arco del proceso, materializando desde allí el imaginario que dio nombre al sujeto conceptual que recoge el momento político. Los tiempos que corren, nos guste o no, tienen un nombre común: Hugo Chávez Frías. Por eso mismo, todos, para bien o para mal, tenemos que referirnos a él. Quien no lo asuma se aleja de manera metafísica de la sensibilidad cualitativa de la subjetividad política dominante. “Chávez”, nomenclatura que contiene la clave secreta que orienta los rumbos de este tiempo.
misma medida en que surge la unidad del nuevo proletariado mundial: La Multitud, en el marco del más profundo y hermoso debate sobre lo que debe ser una poética de la humanidad por venir; o lo que es lo mismo, una ética política. La revolución industrial, caracterizada por la acumulación originaria y en la que aparece del obrero masa (apéndice de la máquina), cede paso a un segundo momento definido por la era imperialista y caracterizada por el tailorismo y el fordismo que transforman al obrero en técnico profesional acelerando la especialización y la fragmentación del trabajo en su división. Luego viene un tercer momento, signado por la explosión de la revolución de la informática y las nuevas tecnologías, la irrupción y predominio de la producción “inmaterial” (información, espectáculo, etc.), y el surgimiento paulatino del obrero social, que se expresa ya no como masas, expresión molar de la explotación, sino como la suma de espacios y discursos dife-
renciales que encuentra paralelaje y puntos de articulación a nivel molecular. Es, a nuestro entender, la etapa que alcanza nuestros días.
Resaltemos que todo el marco relacional de la dominación política, la coerción ideológica y la explotación del trabajo, asume nuevas formas, a su vez cruzadas por los efectos de la massmedia, la crisis actual de los mercados y el impacto de la revolución cultural y tecnológica. De modo que pensar la transformación social, así como sus máquinas-aparatos, supone de suyo, abandonar la comodidad de la poltrona dogmática y aceptar la invitación al debate fecundo en torno a la construcción de las nuevas formas de dirección política. Buena parte de las ciencias sociales fueron pensadas desde modelos analógicos derivados de las ciencias “naturales” del siglo XIX. Los cambios ocurridos tanto en la sociedad como en las ciencias, algo más están diciendo sobre los procesos sustentables de auto-organización que se den tanto en la naturaleza
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Cuarta tesis]
como en la sociedad. Interacciones de autosimilitud y patrones de ramificación de múltiples tiempos, espacios y dimensiones, sacan a la luz descubrimientos maravillosos y experiencias inéditas que confrontan las viejas formulaciones verticales y autoritarias que hacen credo y acto de fe del “cuadro” y “la vanguardia”. Dimensiones humildes y todavía ocultas de trayectorias periódicas de tiempos discretos que podemos llamar emergencia de lo nuevo.
Esto implica caminar sin detenerse en una revisión consistente y de fondo en torno a la experiencia histórica de más de 500 años de lucha de los sectores subalternos en América Latina y más de 200 años de combates de la clase directamente productora del capital: El Proletariado. Pero este término, temido por muchos y despreciado por tantos, es un significante flotante que exige ser llenado. Para nosotros, La Multitud es la nueva forma específica del proletariado moderno en la fase del capitalismo de la que recién hablamos. En vistas a un programa político, la idea-fuerza Multitud es un extraordinario punto de partida, porque remite directamente al resurgimiento de la potencia que se despliega como una relación dialéctica entre el pasado, el presente y el futuro. Se trata,
también, de una decisión teórica, o dicho de otro modo, de una categoría política conceptual y fácticamente posible, que viene de la tradición que podamos tener de las luchas obreras proletarias y populares. Multitud no es un grupo dado o una población territorial, es un acto de instauración constituyente de un actor, como demanda de la pluralidad concreta, formado de elementos heterogéneos cristalizados en memorias y prácticas sedimentadas que suponen de suyo lugares comunes y espacios de articulación ampliada.
Su carga de memoria y tradición es el sostén de las luchas que hoy se desatan y sería necio pensar a este nuevo sujeto como muchedumbre o masa solitaria, como si fuera el individuo sin espacio, sin lugares, sin tiempos. Todo lo contrario, la Multitud es realmente una nueva forma de existencia política y, en algunos sentidos, hasta antropológica. Por eso es un sujeto con suficiente potencia como para incorporar muchos de los buenos recuerdos de las aspiraciones del pueblo. Puede hacerse cargo de la exigencia de libertad que se vive en las luchas de clases, en las que la clase obrera se expresaba, y sobre todo, se comportaba como pueblo, dando lugar a una extensión del llamado sujeto histórico.
“Ya nadie piensa hoy en día en la forma partido como la única forma de articulación política, hay formas mucho más sutiles de construir esta articulación, como por ejemplo la que se da en los foros de Porto Alegre y en el Movimiento por la Alterglobalización. Pero de todos modos este momento de articulación política, y es lo que la noción de multitud no captura, y es por el contrario, en lo que se basa la concepción de pueblo, que tanto Barreto como yo defendemos”. Palabras de ERNESTO LACLAU en el bautizo del libro de Juan Barreto, Crítica de la Razón Mediática. Caracas, 13 de noviembre de 2006.
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Entonces, ¿por qué no a ese gran sujeto amorfo, móvil, flexible, que llamamos multitud, simplemente pueblo?, ¿pudiéramos establecer un paralelismo entre el concepto de multitud y el de pueblo? Nos lo preguntamos porque vemos entre ellos varias similitudes, en el entendido de que pueblo para nosotros no es necesariamente una construcción a partir del Estado burgués y en función de su representatividad política. Tampoco es para nosotros, por supuesto, una entidad cerrada en oposición a otra igual, en el sentido nacionalista, ni mucho menos una entidad homogénea y reconducible a la unidad. Por lo menos en Venezuela y su actual proceso político, pueblo no es eso. Sin embargo, la multitud no puede ser aprehendida ni explicada en términos de contractualismo. En un sentido más general, la multitud desconfía de la representación, ya que es ella una multiplicidad inconmensurable. El pueblo se ha representado siempre como unidad, mientras que la multitud no es representable, puesto que es monstruosa para los racionalismos teológicos y trascendentales de la modernidad. El concepto de multitud es el de una multiplicidad singular, un multiverso concreto. Del mismo modo que la carne, la multitud es pura potencialidad, la fuerza no formada de la vida, un elemento del ser. Al igual que la carne, también la multitud se orienta hacia la plenitud de la vida.
El monstruo revolucionario llamado multitud, aparecido al final de la modernidad, quiere transformar de manera continua nuestra carne en nuevas formas de vida , y una de ellas puede ser la dimensión constitutiva de “ pueblo”, leído en clave de multitud. EL partido-masas o el partido de cuadros ya no son una contradicción, si superamos este falso debate y comenzamos a hablar de un movimiento de movimientos en movimientos como expresión emergente de la multitud.
Pero si de lo que se trata es de reconocer ideas/fuerzas que se han sedimentado en los procesos revolucionarios y que los siguen impulsando por cada vez más caminos, pues la noción de pueblo es esencial, ya que ¿no es esta multitud, acaso, el pueblo en Venezuela? Cuando decimos multitud decimos pueblo, y viceversa, sin mucho enrevesamiento. Por otro lado, distingamos también que los territorios poblados no son la multitud. Un gentío pegando gritos es una cosa, una comunidad sintiendo juntos es otra. Un río humano desfilando en nombre de lo que sea es una cosa, una revuelta subversiva de cualquier magnitud es otra. La masa amorfa sirvió siempre para cualquier cosa. La muchedumbre, el circo, la gentarada son el prototipo del gendarme: rebaños arreados por capataces como típico modelo de la gobernanza en el subdesarrollo, diría el maestro Rigoberto Lanz.
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Cuarta tesis]
“No se trata de prefijar un ‘sujeto’ a partir del cual se asegura el lugar de la transformación. Tal ‘sujeto’ se ha evaporado. Las viejas centralidades no funcionan para fundamentar nada. Por tanto, el ‘sujeto’ adelgazado deviene modestamente un actor: nómada, evanescente, transitorio, instantáneo, performativo. Nada de ‘proletariado‘ como fuerza motriz de la revolución y leyendas parecidas.” RIGOBERTO LANZ, “Paradigma de la política”, en Izquierda: gobierno, política, poder y hegemonía.
El marxismo comenzó a principios del siglo XX como una corriente esencialista que afirmaba un núcleo, último, duro, de identidad clasista para constituir a los agentes sociales. Sin embargo, ya hace un tiempo que este núcleo duro comenzó a desintegrarse, como parte del momento de transición. Para Gramsci los agentes sociales ya no son las clases sociales, en el sentido fuerte del término, sino lo que él llama voluntades colectivas, resultado de la articulación de una pluralidad de posiciones de sujetos. Esto quiere decir que los espacios sociales se constituyen esencialmente con espacios discursivos y tal es la dimensión semiótica de la producción revolucionaria del discurso. Es por esto que hacemos hincapié en que lo nacional-popular debe desplegarse como discurso, siempre de raíz, no como simple retórica, en el despliegue de voluntades colectivas, rehuyendo al encierro de convencidos ortodoxos.
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La multitud es una forma superior de agregación colectiva, red de redes, en la que se han roto las ataduras con la racionalidad dominante. La multitud jamás será el “partido”, el “sindicato” o el “gremio”. Se trata de una forma de gregarismo que se funda en el reconocimiento, en las luchas. Movimiento de movimientos, en la irrupción y la discontinuidad de cualquier lógica instalada. La multitud aparece en los espacios de ruptura, en la sublevación, en los sacudimientos, en las turbulencias. Es siempre constituyente, jamás será estatus. Solo en las vibraciones subterráneas de la vida colectiva es posible avizorar la emergencia de la multitud. La otra historia (con “h” minúscula) se construye precisamente como memoria del acontecimiento, como micro-relato de lo vivido por comunidades reales (no por lugares constituidos). Epopeyas, heroicidades y “fechas patrias” se construirían
desde la cotidianidad, y desde el avance de la revolución. La comunidad emancipada no requiere de ningún permiso ideológico. Las grandes “identidades nacionales” darán paso a la conciencia planetaria de “Tierra-Patria” (a lo Morin). Tendrá sentido entonces la figura retórica de “ciudadanos del mundo”. Un nuevo cosmopolitismo hará su entrada triunfal en comunidades ecológicamente enraizadas, plenas de bio-diversidad y en expandida multiplicación de su diversidad cultural. Entonces –y solo entonces– tendrá sentido hablar de revolución. Una racionalidad civilizatoria se habrá trastocado, los discursos dominantes estarán deconstruidos, las viejas prácticas habrán colapsado. Nuevos actores tomarán la palabra para compartir el aura dionisíaca de otra socialidad: una comunidad de mujeres y hombres realmente libres. ¡Viva la multitud revolucionaria!
“La crisis en los partidos y organizaciones tradicionales en América Latina trajo consigo una diáspora de fuerzas populares, que poco a poco ha conseguido concreción y se ha ido afirmando como voluntad y como lugar de resistencia y creación político-cultural”. JBarreto Creemos que, en alguna medida, la naturaleza de los procesos que se libran y que se llevan a cabo hoy en América Latina, así como los movimientos que lo encarnan e impulsan, obedecen a una lógica interior que tiene una naturaleza propia y que no puede ser inmediatamente leída o entendida con aquellos grandes trazos, aquellas líneas de fuerza, aquellas líneas gruesas, que se correspondían con los modelos de pensamiento o teorías tradicionales.
El surgimiento de procesos y movimientos también supone, de suyo, un nuevo pensamiento desde América Latina, que acompaña al nuevo conjunto de eventos que solo puede ser
La multitud y nuevos sujetos de transformación
interpretado desde la fundamentación de su propia fenomenología. Desde allí nos colocamos y humildemente invitamos al debate. Creemos que una interpretación que no dé cuenta de nuestros procesos (desde su interior), permitiría y se prestaría para algunas incomprensiones.
Para instalarnos en dicha ocurrencia, debemos librar un enfrentamiento radical contra la fuerza de la costumbre, contra la mentalización planetaria que cimentó raíz como matriz epistemológica de todo un pensamiento que supone la organización binaria y predecible de los acontecimientos. No podemos seguir viendo a Latinoamérica (ni a ninguna cultura de este mundo)
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Cuarta tesis]
como el resultado sintético de un todo racional. Más allá del positivismo, día a día surgen nuevas experiencias que reclaman otras formas de aproximación, allí donde saber, poder, lenguaje y subjetividad constituyen y despliegan un modo inabarcable e inexpresable de relaciones de dominio, pero también de resistencia y creación.
Uno de los debates que siempre se ha dado particularmente al interior de las izquierdas, es el que tiene que ver con la naturaleza de los sujetos que hacen posible las transformaciones. En el caso de América Latina, cientos de miles de militantes revolucionarios y de izquierda tomaron caminos discretos y modestos, y paulatinamente sembraron pequeñas experiencias de base. Luego de la derrota política y militar de la izquierda en América Latina durante tres décadas (60, 70 y 80) y el derrumbe del bloque soviético, se produce una crisis en los partidos y organizaciones progresistas tradicionales que nos llevó a un gran debate y trajo como consecuencia una diáspora de fuerzas populares que poco a poco, desde su reflexión interior, fueron consiguiendo y creando nuevos caminos. Es en este punto o perspectiva en el que nos colocamos. Para nosotros el sujeto social y el escenario del sujeto so-
Pensar un programa desde la Multitud
cial son lo mismo; no hay sujeto social sin condiciones subjetivas para dicha singularidad; el sujeto de la transformación es en sí mismo el proceso de transformación. El sujeto social es de suyo condición objetiva. De modo pues que para avanzar en la construcción del bloque social histórico que se erija como sujeto de la transformación, hace falta una nueva subjetividad política; lo que Gramsci llamara un movimiento intelectual y moral, ingrediente principal de toda hegemonía.
Desde allí parte la construcción de un espacio-tiempo de subjetividades que hacen posible la naturaleza de los cambios, las transformaciones, que poco a poco se hacen visibles. Así, la trayectoria de esa singularidad, que es el sujeto, consigue concreción, y así es como toda corriente política tiende a afirmarse como voluntad de saber-poder, lo que produce un éxodo de ideas e individuos portadores de las mismas, tendentes a la territorialización de ideas y prácticas. Esto quiere decir que las ideas viajan y se impregnan en nuevos espacios, desde donde los pobladores asientan, no solo un lugar para la sobrevivencia, sino, como ya dijimos, un lugar de resistencia y creación político-cultural de su mundo de vida.
“No hay que tenerle miedo al ejercicio constituyente. Éste fue el que nos dio esta Quinta República y la Constitución azul de la República Bolivariana de Venezuela. Nunca debimos abandonar el discurso constituyente porque el debate no puede ser de espaldas al pueblo. El discurso constituyente debe ser constituyente del discurso”. JBarreto
La tarea de cambiar un mundo que no ha dejado de cambiar, pasa por preguntarse por el rumbo y la naturaleza de ese cambio. En ese sentido, la respuesta y la reformulación de la pregunta la aportan miles de organizaciones sociales, multitud de colectivos revolucionarios dispersos a todo lo ancho de este mundo; expresión de un sujeto plástico, dúctil, flexible y plural, cuya ubicuidad y característica depende de la dimensión contextual y
de multiplicidad de variables en cada momento, para adaptar así su práctica revolucionaria.
La unidad en la diversidad y la negociación de la diferencia, son la base de la conexión y la sintonía de los colectivos, movimientos sociales y de los partidos alternativos. Esta alteridad, allí donde ésta se da, es la expresión de clase de aquellos que luchan contra todas las formas de coacción,
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explotación y dominación ideológica. Este sujeto plural y múltiple que tiene en común su enfrentamiento al capital y a sus lógicas y que hemos llamado, para resumir, Multitud, no es una y tampoco varias clases, es más bien un momento de clase, es decir, es el instante-acontecimiento de aquello que se constituye como práctica cotidiana revolucionaria, meta estable o permanente y que actúa como clase, por diverso que ello sea. Tenemos ejemplos de estos momentos: la presencia de la gente en la calle en abril de 2002 derrotando al fascismo golpista, o la irrupción popular de febrero de 1989 y que hoy tiene una expresión máxima en la ciudadanía organizada, consciente y políticamente clara en la defensa de la revolución bolivariana, en estos meses del año 2014 de arremetida fascista.
Naomi Klein, lo caracteriza de esta manera: Las formas de resistencia global deben estar basadas en la experiencia local de cada situación. No tiene sentido que nuestras luchas sean iguales en todos lados, empacadas y producidas en serie según un manual, como un enlatado, por eso hay que pensar global y actuar local,
incluso cuando se trata de los más íntimos intersticios de la vida cotidiana.
Esto significa que tenemos que reconocer las condiciones y manifestaciones concretas, la forma de expresión del modo extenso del capitalismo y la forma como éste afecta la vida concreta de la tierra y de las personas. De manera que no hay luchas pequeñas y objetivos superiores. Estos van apareciendo, se yuxtaponen o complementan también según cada circunstancia. De modo que el programa se va haciendo en la medida en que las condiciones concretas hacen la táctica y esta a su vez va transformando tanto a lo concreto como a la estrategia. Así, la estrategia de poder consiste en entender que el poder se construye en lo concreto. Estas ideas suponen tener siempre presente a la gente como lo más concreto. Es decir, que su devenir, su corporeidad, siempre estarán en juego, por lo que nunca serán utilizadas como objeto, como masas, sino que serán siempre sujetos, siempre actores, razón de ser de los colectivos y movimientos sociales. Y las organizaciones que de este devenir surjan no pueden ser decretadas a priori, ni en su forma o estructura ni en la profundidad política-ideológica
Decir Multitud es decir también que el partido será construido en la medida que es repensado desde una nueva perspectiva de clase, en la que el concepto masa es discutido en función de su superación histórica, en tanto el centro de decisiones políticas se desplaza también hacia el reconocimiento de la multiplicidad de experiencias que lograron territorializar y hacer cuerpo bio-político con los conceptos, haciendo realidad el viejo anhelo de una producción política de abajo hacia arriba hasta alcanzar la horizontalidad. Lenin lo decía: “El partido debe prefigurar a la sociedad que queremos. Cuando los intereses de las masas choquen con el horizonte cerrado de la partidización, debemos optar por las masas”. Así, el debate partido de masas-partido de cuadros, será sustituido por uno nuevo: ¿partido-movimiento?, ¿movimiento de movimientos?, ¿cómo construir un partido de la Multitud, del nuevo proletariado, es decir, cómo constituir un pueblo? Responder a esta pregunta es crucial y determinará si el movimiento se subordina al partido o el partido es expresión del movimiento, si el partido expresa al movimiento, o el partido aplasta al movimiento.
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Cuarta tesis]
de sus emprendimientos. Estas formas se harán partido, no por decreto, sino en la medida en que generan articulaciones.
Esto significa también, servirse de las luchas y no servirle a una lucha. Así, nadie se inscribe desde afuera en una lucha. Se es parte en la medida en que se participa. De modo que la organización es aquello en donde se lucha cada vez que prefiguramos
Enfrentar y construir hegemonía en Multitud
la vida en nuevos mundos, para que el mundo de la vida sea nuevo. Preguntar y debatir caminando sin perder la iniciativa haciendo de la duda parte de la respuesta creativa, es la topografía del camino recorrido de aquellos que van alumbrando mundos nuevos, en el momento en el que la crisis global del capitalismo parece confirmar la profecía de Marx: cuando todo lo sólido se desvanece en el aire.
Jamás debemos perder la brújula sobre la importancia de nuestras tareas pendientes como Movimiento Popular y Revolucionario, que no son otras que la rectificación y superación de nuestros errores para la profundización y radicalización de la democracia directa, el impulso de formas asociativas y productivas alternativas al modelo capitalista dominante, para la construcción de una nueva hegemonía.
El Poder se refiere a preguntas fundamentales: ¿para qué y para quién gobernar? En la sociedad capitalista, la convivencia se resuelve con la imposición de hegemonía (manda el que tiene) homogeneizando los valores y criterios del mercado. Entonces para nosotros el problema no es cómo se accede al Poder ni con quien se disputa su titularidad, sino cómo se enfrenta o no a esa hegemonía y a esa homogeneización. Desde Chile, la experiencia del compañero Salvador Allende pudo llenar de esperanza y alegría a un pueblo que buscaba su camino. La amarga derrota que le sobrevino ha permitido comprender que no se pueden asumir las riendas de Estado desde unas propuestas pacíficas, sin contar con la participación del pueblo organizado en todos los terrenos, sin maximizar la participación real del pueblo en el nuevo Estado comunal y sin tener resuelto el problema político del control, monopolio y uso legítimo del poder de las armas. Todos los movimientos contemporáneos que han tenido protagonismo
en la América Latina y aquellos que han alcanzado el poder, como los casos de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina, etcétera, han sido el producto de largos procesos de acumulación de fuerzas y movilización de las multitudes. La experiencia del sandinismo en Nicaragua y la presencia del Farabundo Martí, fueron un viento fresco que sopló en las costas de las extenuadas playas de la izquierda latinoamericana, luego de las derrotas de las concepciones militaristas de la lucha armada y de la domesticación reformista de muchos de sus líderes históricos.
Estas experiencias lograron impactar en los niveles más profundos del movimiento estudiantil latinoamericano radicalizado. Asimismo, cientos de militantes revolucionarios y de izquierda tomaron caminos más humildes y modestos, sembrándose en pequeñas experiencias de base, confiando en el tiempo, la acumulación de fuerzas y la combinación de formas de lucha. Abrazándose a la teología de la liberación, a movimientos
[Manifiesto por otra forma de poder 69]
ecologistas, cooperativistas, feministas, comunales, cocaleros, indigenistas, barriales, que desde los confines más subterráneos de la América Latina profunda fueron conformando una nueva textura para una subjetividad política otra, que recuperando la memoria y las formas de organización y lucha de los pueblos, fue generando una visión heterogénea, diversa y mestiza del proceso emancipatorio, reactivando el deseo político que hoy se expresa como línea de superficie de las distintas formas de expresión de la nueva izquierda latinoamericana. Transversalizando el tejido de luchas y demandas de los pueblos, se ha ido forjando una trama que ha creado visiones de paralelaje, capaces de articular un discontinuo propio para la emergencia de una nueva hegemonía continental. Poco a poco se abre paso un espíritu colectivo que ha acompañado a los distintos liderazgos y movimientos
emergentes en nuestro continente. Proceso abierto y en marcha que aún no admite síntesis. Por eso, pensar a la Comuna hoy, soñar con gobiernos de fábrica y consejos obreros, es instalarse en la potencia de las líneas de fuga de sus devenires libertarios. No es otra cosa que saldar cuenta con la historia y la memoria de las luchas obreras, campesinas, de género, estudiantiles, de pobladores, partidos y movimientos, que durante más de dos siglos han ocupado su suerte y destino, soñando la emancipación de nuestro globo de la ruina y la barbarie del dictat del gobierno del capital. Este es el marco contextual de la revolución bolivariana y de la propuesta asumida por el compañero Chávez, en el sentido de rescatar la Comuna como forma concreta de la práctica socialista. A ella vamos. Comuna o nada, es una versión renovada y sintética de programa mínimo estratégico.
“La Comuna es un modo distinto de producir la vida material y espiritual de la gente, basado en la producción y no en el mercado; esto supone haber quebrado los elementos constitutivos de la división social jerárquica del trabajo”. JBarreto Para István Mészáros es central distinguir el “capital” del “capitalismo”, ya que son fenómenos distintos, y asegura que la identificación conceptual de ambos es lo que ha hecho que las experiencias revolucionarias del siglo XX se mostraran incapacitadas para superar el “sistema de metabolismo social del capital”, es decir, el sistema caracterizado por la división jerárquica del trabajo, que subordina sus funciones vitales al capital. Éste, el capital, antecede y sobrevive al capitalismo, ya que el último es solo una de las formas posibles de realización del capital. Así como existía capital antes de la expansión del “sistema productor de mercan-
El capital en La Comuna
cías”, pues de igual forma para Mészáros se puede detectar al capital después del capitalismo (a través de la constitución del “sistema del capital postcapitalista” que tuvo vigencia en la URSS y en los demás países de Europa del este). Subrayemos con Mészáros, que estos países no rompieron con el sistema de metabolismo social del capital, ya que mantuvieron intactos los elementos básicos constitutivos de la división social jerárquica del trabajo. Por el contrario, la Comuna es un cambio de lógica, es otro registro y eso supone otro modo de producir la vida material y espiritual de la gente. Si la comunidad es la base de la pro-
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Cuarta tesis]
ducción y no el mercado, entonces el trabajo queda liberado porque se realiza desde y para la sociedad y de esta manera vuelve sobre sí mismo. A cambio el trabajador no recibirá un producto específico y particular como el dinero únicamente, sino también una cuota especial de la producción comunal en primer lugar, y podrían pensarse formas de intermediación abstractas para cubrir el acceso a aquellos objetos producidos
más allá de la comuna, como tecnologías de la comunicación.
Éstos más adelante podrían a su vez ser producidos por una poderosa red de comunas que planifique la producción y colocación de estos productos, “de cada cual según sus capacidades, sus necesidades y su trabajo”. De esta forma, el trabajo se irá vaciando del contenido que tiene ahora, asociado al valor de cambio, las jerarquías y los privilegios.
[Manifiesto por otra forma de poder 71]
“Hemos tomado partido por saltar el obstáculo epistemológico que ha representado el estalinismo, y apostamos por recuperar y recrear nuestras luchas, a sabiendas de que están lejos de formar un proyecto, sino más bien multiplicidad de multiplicidades”. JBarreto Todos conocemos la dimensión del problema que representó y sigue representando el estalinismo en cuanto obstáculo epistemológico para la construcción de un proyecto emancipador. Al punto que algunos autores colocan las cosas de esta forma: la posibilidad de avanzar depende de la posición que adoptemos en relación a La Comuna y al estalinismo. Los que tomamos partido por La Comuna, tenemos el deber y la responsabilidad de realizar una arqueología de los conceptos desde donde construimos nuestras prácticas, desde donde leemos el marxismo, el leninismo, el bolivarianismo, y de lo que entendemos por chavismo. De eso se trata, de una recuperación y recreación de todas nuestras luchas. La reconstitución del imaginario libertario está presente en la esperanza contenida en cada idea, porque como dijera Sócrates frente a la cicuta, “nada se ha logrado sin pasiones”. En este marco nos interrogamos: ¿cuál es la suerte y la vida de los conceptos?, ¿no importa lo que ha pasado en la nueva naturaleza de nuestras luchas, así como los cambios operados al interior de la lógica del capital? De ser así, la filosofía escaparía al pensamiento crítico y no pasaría de ser un ejercicio de aburrida memorización de textos, recitada desde los pedestales de una vanguardia autoproclamada como preclara y atrincherada en las frías comodidades de la poltrona de las seguridades. De manera que las ideas pueden tener efectos reveladores, capaces de
La Comuna y el estalinismo
hacerse iluminadas líneas de fuga y visibilidad, suerte de efecto de látigo, que azota a las demás ideas y sensibilidades dormidas; látigo que atiza a la fiera de las pasiones; y que hoy parece estar presente al calor de las luchas que en el autoproclamado mundo desarrollado se libran en las calles de Madrid, París, Roma, Manhattan, Dublín o Atenas. Desmintiendo “milagros” como el tailandés o el chileno.
Entonces, ¿cómo conceptualizar hoy el registro arqueológico de un estrato de historia como el 27-F de 1989? ¿Será que en la Venezuela de los 80, los acontecimientos y sus protagonistas se vislumbraron a sí mismos en la línea de articulación del nuevo dispositivo de confrontación del capital, que hoy podemos llamar multitud? ¿Serían los caraqueños, acaso precursores de los primeros indignados? En tal sentido, como anunciara Foucault, donde hay Poder hay Resistencia. Por eso surge la posibilidad de un modelo de democracia sin precedentes, directo, con base en la voluntad de los productores libremente asociados, desde una comunidad conectada en una red global, de una multitud subversiva y creativa capaz de resistir y de generar una alternativa al actual orden. El proyecto de la Comuna no es uno, es multiplicidad de multiplicidades, son líneas de fuga, campos de probabilidades en tornos y mapas que hacen la nueva arquitectura del poder.
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Segunda tesis]
QUINTA TESIS
Desafíos del proceso revolucionario El Poder Popular debe ser el verdadero músculo político de la transformación. No hay revolución verdadera sin el ejercicio permanente del Poder Constituyente del pueblo. Se debe favorecer el modelo de movimiento de movimientos, que integre las demandas de las multitudes. El fortalecimiento de la potencia del pueblo junto con la transformación de las estructuras del Estado son fundamentales para cualquier cambio revolucionario. Es necesario reconstruir y renovar las izquierdas sobre bases amplias, flexibles y superadoras de dogmas.
En este capítulo: Luchar contra el Estado burgués y su hegemonía. Multitud constituyente, socialismo desde abajo Luchar contra la dispersión y fragmentación. Por un movimiento de movimientos Luchar contra la unilateralización de la potencia: constituir la doble direccionalidad Luchar contra dogmas y sectarismos Reconstrucción de la izquierda Materializar la lucha por la construcción de un nuevo bloque social hegemónico
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Quinta tesis]
De toda la discusión que hemos registrado en este documento, será bueno que empecemos a listar los desafíos que debemos encarar en nuestra lucha primaria por la construcción de
Luchar contra el Estado burgués y su hegemonía Multitud constituyente, socialismo desde abajo
la corriente histórica para una nueva hegemonía popular y revolucionaria. Entendiendo que todo se entrecruza y tiene incidencias recíprocas, nos animamos a enunciar:
El ejercicio del poder desde un Estado Burgués estimula la aparición de cúpulas y grupos que evitan los cambios y erosionan las transformaciones. La ideología hegemónica crea intereses refractarios a la Revolución. Asaltar y demoler esas estructuras pasa por crear un poderoso movimiento popular con una propia y renovada visión de la democracia directa y el ejercicio del Poder Popular.
Una revolución que aspira al socialismo (que es más que un proyecto nacional, popular y democrático) debe partir de la revisión honesta y sin contemplaciones de la acción política que responda definitivamente a las demandas del pueblo constituyente para la construcción de un nuevo bloque histórico de la Multitud, eso pasa por desmontar los discursos y las palabras para saber que significa poder popular y, así, armoniza prédica y práctica de manera integral. Creemos que dicho movimiento hace urgente la emergencia de muchas puertas y numerosos caminos en los que converjan, en el mejor de los escenarios y en igualdad de condiciones, la también multitud de corrientes revolucionarias, que desde prácticas locales de carácter parcial, aspiran a acariciar la totalidad.
La riqueza de estas experiencias podría languidecer ante el encierro, el anonimato y la exclusión de los espacios legítimos del poder; o, por el contrario, podrían desbordar estos causes con el fin de encontrar su propio camino. Ambas cosas indeseables. El líder, los liderazgos y el partido deben conocer y calcular la composición social y de clases de los distintos modos de expresión de la Multitud constituyente, así como su necesaria relación con lo constituido, para predecir lo que está por constituirse, para que la movilización social adquiera el sentido de ascenso al conflicto y la confrontación con el régimen del capital. Acumular fuerzas anticapitalistas implica un pensamiento de izquierda que se aleje del institucionalismo reformista, que sueña con estatizar y mediar todas
Construir, en lo concreto, el socialismo desde abajo, permanentemente constituyente, es consolidar lo que nuestro comandante eterno Chávez llamó en su momento Nueva Geometría del Poder; particularmente en lo referido a las comunas, acompañando esto de la proliferación de consejos de trabajadores y otras formas organizativas de la Multitud. Una tarea concomitante sería el relanzamiento de los espacios de la mediática popular, teniendo como ejemplo la experiencia de distintos colectivos y lo logrado en todo este tiempo.
[Manifiesto por otra forma de poder 75]
las expresiones sociales y con el nocivo izquierdismo que reduce toda demanda social al conflicto reactivo coyuntuvalista que evita toda acumulación de fuerzas y que quema a los movimientos reduciéndolos a la confrontación.
Superar la inercia de la cultura política, de las lógicas inscritas en el ADN del Estado burgués venezolano, caracterizado por rentismo, clientelismo, burocratismo antidemocrático, parasitismo, partidismo y muchas otras deformaciones estructurales, que hacen imposible avanzar hacia un proyecto socialista. Es la tarea pulverizar los obstáculos y las trampa-jaulas del Estado burgués y con ello su hegemonía, es deslastrarse de las formas de participación que solo privilegian las mascaradas de la democracia representativa y las prácticas de aparato, la conservación de estratos de dirigentes sin dirigidos ni inserción social real en las luchas y los imaginarios de la gente, asumidos como fin en sí mismo, como funcionariado tutelar, y en fin, de todo lo que enfrenta cualquier expresión de la democracia directa. Como de lo que estamos hablando, en fin, es de la viabilidad concreta del socialismo desde abajo, tenemos que acabar con el aparato/Estado que actúa en correspondencia con sus propios intereses, como que si él tuviese intereses distintos y separados de la sociedad y de la fuente originaria del poder constituyente que es el pueblo. Esa es una contradicción en la que la fuerza constituyente se desgasta. Por ello, o activamos el poder constituyente de la potencia generadora, o si no, tendremos un Estado burgués con sentimiento de culpa y, en el mejor de los casos, una sociedad más justa (¿capitalismo con rostro humano?) y “un Estado del Bienestar”.
Hacemos hincapié en que el pueblo organizado es sinónimo de potencia constituyente, de construcción social de lo común, de producción soberana de nuevas formas de comunidad. El reto, que se encuentra especificado en nuestra Constitución, es idear un modelo sólido de democracia directa y auténticamente participativa; en el que cada miembro de la comunidad se sienta artífice y protagonista de las aspiraciones y los logros colectivos. Se debe consolidar un modelo de Estado que no excluya ni discrimine, sino que, por el contrario, sea una instancia que facilite el poder para dar cumplimiento a las necesidades y demandas colectivas. ¿Por qué se supone que estamos en una nueva etapa del proceso? Porque, o de verdad rompemos con las instituciones de la vieja República y construimos un nuevo Estado, o ese viejo Estado se recompone, se regenera su lógica, nos aplasta y volvemos a lo mismo, No hay revolución verdadera si no se rompe con el Estado, con su ejercicio burgués, sus cánones, sus miserables injusticias, el usufructo indebido de las tierras de las mayorías, su grotesco derroche energético en ciudades golpeadas por campos de golf sostenidos por éticas bizarras, con la burocracia y con el modo de producción capitalista en todas las esferas de la vida social. Repetimos: No hay revolución verdadera sin el ejercicio permanente del Poder Constituyente del pueblo. Esta tensión que existe entre el poder constituido, que es representativo, y la posibilidad de una nueva relación de poder, es la que nos estamos jugando. Así que cuando hablamos de Po-
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Quinta tesis]
der Constituyente y Poder Popular, estamos hablando de un doble movimiento, de la posibilidad de articular un significante material (el Poder Popular) que encarne la potencia del Poder Constituyente. Potencia que resitúa lo político y acelera el tiempo social.
En esa perspectiva, el Poder Popular podría ser la síntesis que resuelve la fuerza impugnadora del movimiento social versus la fuerza racionalizadora y organizadora (Weber) de la institución. De la lucha que se produce entre estas dos fuerzas, puede surgir algo nuevo: el poder popular; los movimientos sociales, la multitud insurgente, en términos de Lenin: “Todo otro poder”que supere la dominacion, el control y la hegemonía de los aparatos y la lógica burguesa. Otro antídoto antiburocrático es el de cuidar las dimensiones de las organizaciones y colectivos populares. Como en un proceso revolucionario la calidad de los sistemas decisionales es directamente proporcional a la efectiva participación de la gente, entendemos que el tamaño de las orga-
Luchar contra la dispersión y fragmentación
Por un movimiento de movimientos
nizaciones no debe escogerse caprichosamente. Las proporciones de una organización política no son neutras respecto a la calidad de la participación y su autonomía de gestión. Lo mismo ha de plantearse en relación con los ámbitos en los que es susceptible la organización de prácticas políticas. Tanto la vida interna de las organizaciones como la riqueza de sus articulaciones con los tejidos sociales que les son pertinentes, tienen una directa relación con el tipo organizacional que se adopta. Por aquello de que “lo pequeño es hermoso” es menester cuidar las escalas al punto de asegurar la participación directa, los acuerdos bregados en el diálogo, la negociación de conflictos lidiados en caliente. Allí se logra un poderoso antídoto anti-burocrático que funciona eficazmente justo hasta el momento en que las grandes escalas desdibujan el rostro de la participación directa. Los ámbitos de acción tampoco se eligen por capricho porque las pequeñas organizaciones y colectivos no están exentos de vicios y desviaciones.
“Desafortunadamente por nuestras vacilaciones, desaciertos y errores, nosotros no hemos logrado someter a la oposición reduciéndola a su mínima expresión y se ha ido fortaleciendo a un punto de competir el poder al proceso de cambios en términos peligrosos”. JBarreto
Creemos que las demandas sociales no se pueden desarrollar en este proceso político revolucionario de manera unilateral, vertical y ejecutiva, porque de esa manera se dispersarían y fragmentarían las fuerzas populares y se desvirtuarían los objetivos políticos. Se crearía lo que se denomina, dentro del campo de la física, una entropía o caos de energía. Por eso asentimos que las nuevas instituciones y organizaciones debemos trabajar para favorecer el mo-
delo de movimiento de movimientos, que podríamos llamar también de Redes del Poder Popular, uno tal que integre las demandas de las multitudes y consolide diversos espacios –físicos y virtuales– para el intercambio de información, para la discusión y la toma de decisiones en común. Las tareas de cogestión deben ser asumidas como una gran secuencia histórica, en la que desde todos lados debemos interactuar permanentemente todos los actores socia-
[Manifiesto por otra forma de poder 77]
les del proceso. Sabemos que aún existen muchos obstáculos y desafíos por superar, como la pesada herencia burocrática de la IV República y la todavía más pesada herencia de siglos de capitalismo, pero sólo marchando juntos, con tareas políticas comunes y metas compartidas de forma expresa, podremos alcanzar en la práctica una verdadera transformación social.
La unión de la gente y de los grupos movilizados en territorios definidos (físicos y virtuales) y la unión
de comunidades bajo demandas y exigencias similares obligan a establecer procesos fluidos de comunicación: intercambio de información, cooperación y toma de decisiones (redes de producción y consumo, nuevas cadenas de distribución que materialicen la democracia). El intercambio y la interacción entre los distintos actores sociales obligan no sólo al uso común de lenguajes, culturas y demandas, sino que, además, en la medida en que se fortalecen estos espacios y estos vínculos,
Entendamos a los “movimientos sociales” en su capacidad de moverse y fluir, circular, de modo que su fuerza está en el constante desplazamiento de espacios. Cuando se dice que debemos potenciar a las organizaciones no nos referimos a su estructura sino a su acción, en su proceso, en sus movilizaciones, a su capacidad de floculación y aglutinación.
Creemos que la dispersión y disolución de las condiciones de posibilidad de la participación social organizada es otra de las características de la formación social capitalista. Presentado como “participación social”, el modo de producción de valor unifica las prácticas sociales a través de la dispersión del mercado y la homogenización de las prácticas de consumo. De esta forma, las manifestaciones culturales seculares son separadas y aisladas por la subjetividad dominante y sólo logran sobrevivir si son subsumidas en la recuperación que lleva a cabo la lógica de mercado, que las hace inteligibles a la sensibilidad del consumo. La lógica burocrática confunde el estar presente con la participación. Son nuevas maneras de filiación social de las sensibilidades organizan el deseo, generando lo que Maffesoli llama “tribus urbanas”. La moda, la intensidad efímera de estar juntos alrededor de una forma de consumo, así como la ocupación territorial en torno a una expresión musical, hábitos de habla, acompañada de toda suerte de puesta en escena y gesto ritual, etc., caracterizan a este momento de la lógica del capital, haciendo cuerpo y carne biopolítica en la gente y separándola de la toma de decisiones.
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Quinta tesis]
se crean nuevos lenguajes y nuevos propósitos políticos con carácter colectivo. Tenemos que ser capaces de constituir, partiendo de las comunas, los consejos obreros y campesinos, los colectivos urbanos, un movimiento de movimientos, y esto solo es posible si generamos dinámicas de interacción articulados en redes entre todos los actores sociales, y así, crea-
Luchar contra la unilateralización de la potencia Constituir la doble direccionalidad
“Debemos construir el Estado comunal de democracia del pueblo y los trabajadores, ese es el legado, es la nueva misión que nos dejó el amigo, el compañero, nuestro comandante eterno”. JBarreto
La articulación de los paradigmas de participación popular y del poder del Estado parte de la larga tradición de las luchas sociales que ha tenido la humanidad, de las luchas del pueblo y de las multitudes que han sido excluidas de los sistemas de representación política, social y económica. Recuérdese, por ejemplo, que las luchas obreras activaron nuevamente la participación del pueblo en la toma de decisiones, para favorecer la transformación radical del poder.
Podemos ubicar en Marx un planteamiento fundamental que va a resaltar dos de los desafíos fundamentales de cualquier proceso revolucionario: 1. el fortalecimiento de la potencia del pueblo mediante su movilización y organización política; y 2. la transformación de las estructuras del Estado, para que sea un verdadero potenciador del Poder Popular.
Luchar contra dogmas y sectarismos Reconstrucción de la izquierda
mos novedosas maneras de reunirnos, discutir, dialogar y, sobre todo, tomar decisiones. Es lo que llamamos complejo partidario, red de relaciones productivas, territoriales, culturales y políticas. Esta es la forma en que nosotros, la multitud-pueblo, debemos ejercer el poder en el socialismo del siglo XXI. Una propuesta de esta naturaleza es nítidamente revolucionaria y solo puede surgir de la izquierda.
En este sentido y de forma actual, el teórico político argentino Ernesto Laclau subraya la capacidad del pueblo para constituir una potencia política que supera lo que Gramsci llamaba dominación y cohesión para que organice y estructure una hegemonía, y que motorice los grandes cambios sociales. Para él Venezuela es un buen ejemplo de esta doble direccionalidad: este pueblo combina la dimensión vertical, que es la influencia sobre el Estado, y la dimensión horizontal, que es el desarrollo de la protesta y la construcción social. Laclau considera que la no unilateralización de ninguna de estas dos dimensiones es lo que permite la construcción de formas estatales nuevas, que no es simplemente la oposición completa al poder del Estado, sino la posibilidad de consecución de objetivos que potencien la acción política emancipadora y libertadora del pueblo.
“Para que avancemos, es impostergable el radical renacimiento de nuestro imaginario crítico, en cuanto superación de viejas limitaciones del socialismo real y del marxismo burocrático”. JBarreto
El socialismo participativo de la democracia radical es mandar obede-
ciendo al pueblo, no mandar obedeciendo sobre el pueblo, hecho que las
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corrientes burocráticas y vanguardista en el seno de la revolución han omitido completamente. Suponer que el poder constituyente, democracia participativa, reconstrucción de la izquierda, ir más allá del metabolismo social del capital, proyectar formas de una economía de transición post-capitalista, de una ética-política de la liberación, incentivando el protagonismo del Poder Popular, son todas tesis contrarrevolucionarias, no es más que una muestra de cerrazón mental, arcaísmo ideológico y necedad intelectual.
El proyecto de emancipación, justicia social e igualdad sustantiva son parte de un horizonte libertario, no de una clausura despótica. Por tanto, con dogmas y sectarismos no habrá praxis revolucionaria para el siglo XXI, así lo ha expuesto el camarada Hugo Chávez y lo ha venido ratificando el presidente Maduro adelantando la convocatoria de un bloque popular revolucionario, como eje fundamental de reagrupamiento del Gran Polo Patriótico en el proceso de re-politización, re-unificación y re-polarización mayoritaria de las fuerzas socialistas, democráticas y contra-imperiales del país.
Una nueva izquierda tiene que armarse intelectualmente para comprender, por ejemplo, las irrupciones socio-políticas del mundo árabe que dan al traste con todas las fórmulas tradicionales de interpretación del espacio público. Esa voluntad de lucha de tanta gente, digamos en Egipto (sin aparatos, sin parafernalias, frente al poderío del gobierno), contra la corriente, teniendo que negociar con una Junta Militar que obviamente los defraudará, pero allí están. Igual ocurre en Marruecos, una juventud lúcida que tiene claro los límites de la Monarquía pero que sabe medir los tiempos para demandas más radicales. ¿Cómo entender la significación subterránea de los indignados de Israel? Un amplio movimiento que descoloca la lectura convencional de la política. Lo mismo con los indignados españoles y sus ramificaciones europeas que están revolviendo la vieja agenda de la democracia representativa. Otra izquierda tendría que hacerse de una nueva caja de herramientas para entender la explosión de violencia que conmueve a Inglaterra más allá de las socorridas fórmu-
Pero más allá de una convocatoria unitaria de las fuerzas transformadoras, hace falta una crítica que sea permanente. Un ambiente de debate fraterno que destruya lo que hasta hoy ha significado la izquierda y el socialismo. Para ello es necesario reconstruir y renovar las izquierdas sobre bases amplias, flexibles, superadoras de dogmas, posturas colonialistas, euro-céntricas y despóticas. Se trata de un radical renacimiento del imaginario crítico post-capitalista, post-colonialista y post-imperialista. De allí la importancia de la superación de viejas fronteras, distinciones y mapas del socialismo real y del marxismo burocrático, hegemónicos en el siglo XX. Ser de izquierda hoy significa contar con una especial sensibilidad (ética, estética, afectiva) para dialogar con un tránsito epocal que ha colapsado las viejas “cajas de herramientas”, las ópticas disciplinarias, los entusiasmos por el “desarrollo”, la confianza en las “leyes de la Historia”, las nociones rudimentarias de “libertad, igualdad y fraternidad”, los mitos de un “Sujeto” ungido de trascendencia, la ingenuidad de una “ciencia universal” y la “neutralidad” de la técnica, la tiranía de “La Razón” y el terrorismo de “lo bello”, “lo bueno”, “lo verdadero”. las de la “lucha de clases” y clichés del mismo tipo a los que se apela de manera facilista y sin contemplaciones. Londres en llamas es una escena de horror que muestra en la superficie lo que existe cotidianamente debajo de la alfombra: una maquinaria productora de exclusión que la vocería oficial califica simplistamente de “delincuencia”. ¿Qué tienen en común estas manifestaciones extremas de anomia social con la matanza en Noruega propinada por un fanático ultraderechista, con aquellos incendios de automóviles en los suburbios franceses, con la revuelta griega contra el paquete neoliberal que viene a “rescatarlos” y la ola latinoamericana de movimientos anti-imperialistas? Esta brevísima muestra de eventos en la escena política es ya suficiente para ponderar la magnitud del estremecimiento teórico que debe sacudir a la vieja izquierda, la enormidad del esfuerzo por construir otra sensibilidad, el desafío mayor de remontar la crisis de voluntad que da cuentas de la fatiga histórica de toda idea de “vanguardia”.
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Quinta tesis]
Toda esta parafernalia formó parte de la mentalidad del hombre moderno (de izquierda y de derecha). De allí la enorme importancia de valorar el momento negativo del pensamiento crítico. En el ejercicio mismo de la crítica se genera una energía liberadora que es la fuente primera de toda posterior positividad. En cada campo del pensamiento observamos hoy una gran efervescencia de búsquedas y experimentaciones que hablan por sí solas de este potencial intelectual que no puede ser comandado desde ninguna centralidad (sean los cascarones burocráticos del Estado o cualquier agencia de instrumentación). El debate sobre el rol del intelectual, el “compromiso” de la mística y la práctica militante con la transformación con las lógicas reproductoras de los sistemas sociales imperantes, va tornándose hacia otros linderos en atención a la irrupción de nuevas intersubjetividades. Se abren así muchas compuertas para la creación que apuesta fuerte por la performatividad de la acción misma, por la potencia de la palabra, por el desenfado de las pulsiones rebeldes, por la fuerza ética de la voluntad que se compromete con el vivir juntos. Las derrotas de la izquierda en el mundo (que son muchas) se deben
Materializar la lucha por la construcción de un nuevo bloque social hegemónico
básicamente a sus propias limitaciones. De ese catálogo de carencias resalta con especial notoriedad la enfermedad del burocratismo en los modos de hacer y de pensar y la enfermedad infantil de los que no entienden el tiempo y quieren todo ya. No hay nada más eficaz para la subcultura de aparato que la conveniente administración de la ignorancia. Ese ha sido históricamente el magma ideológico que permitió por tanto tiempo la impunidad de un paradigma de la idiotez intelectual tenido como “marxismo científico”, como “vanguardia élite” y tantas otras imposturas. La implosión del imperio soviético y la consiguiente evaporación del socialismo estalinista han marcado la frontera a partir de la cual se elaboran hoy las propuestas titubeantes de “socialismo de mercado”, “socialismo posmoderno” y caracterizaciones del mismo tenor. El postcapitalismo plantea nuevos desafíos para un pensamiento crítico. El talante de una impugnación radical de todas las formas de dominación es el punto de inflexión para determinar dónde se ubica cada quien. La apelación a una denominación de “izquierda” sirve frecuentemente para disimular visiones de derecha. Es en relación con el poder como ha de medirse la calidad revolucionaria de una postura.
“Ahora comienza una nueva era que no tiene nombre propio, es la continuidad de Chávez. Él deja un rumbo en su última alocución donde habló de un golpe de timón y le dice a Maduro, ¡Comunas o nada!”. JBarreto
Como hemos aludido en la tercera tesis de este documento: “Nueva hegemonía popular y revolucionaria”, la construcción de un bloque social histórico y su expresión hegemónica es el primer problema a considerar en la política, ya que no es producto de la casualidad o del solo volunta-
rismo. Es el resultado de la acción política dentro de unas condiciones de posibilidad; es la síntesis de todas las luchas de la Multitud, avances, retrocesos, aciertos y errores. Es la materialización misma de esas luchas como solución a la “crisis orgánica”.
[Manifiesto por otra forma de poder 81]
En Venezuela, aún nuestras fuerzas sólo han logrado una suerte de equilibrio transitorio al interior de la lucha por la hegemonía, una correlación de fuerzas a nuestro favor. Pero eso a su vez quiere decir que apenas estamos en la construcción de un bloque social con la suficiente capacidad de hegemonizar a la sociedad toda, a fin de garantizar que el debate no sea ya, directamente, con las fuerzas de la derecha más reaccionaria, sino más bien con sectores afines con distintos matices. No hemos reducido al fascismo a una mínima expresión inocua. La verdadera esencia de la revolución se juega allí. Tenemos que romper el equilibrio transitorio en el que nos encontramos y acelerar el ritmo sin perder la iniciativa, pues si no avanzamos nos estancamos, a riesgo de retroceder. Es decir, debemos romper con el inmediatismo tacticista de la pequeña política. Esto significa que buena parte del movimiento popular se encuentra disperso y que debemos entrar en una nueva fase de acumulación de fuerzas. Nosotros tenemos la ventaja de tener el debate avanzado, que ya se ha traducido en materialidad de prácticas. Es necesario entonces un plan de trabajo que nos permita concretar, en la medida en que avanza el debate profundo en las comunidades sobre el devenir de la revolución en la construcción de nuevas prácticas socialistas, para que
eso a su vez se convierta en un germen político que potencie la fuerza constituyente de los consejos comunales y comunas organizados, de la juventud organizada, de los trabajadores en consejos, en un proletariado consciente de toda expresión de organización del pueblo para, así, decir que hemos impulsado la articulación social y comunal para que, ahora, esa sociedad organizada y articulada demande un nuevo Estado. Es lo que Gramsci llamaba poder dual. Estamos en un momento protagónico para comenzar a hacerlo. Ya tenemos unas coordenadas trazadas por el Comandante Supremo (Plan de la Patria, Golpe de Timón, etcétera) y sobre esa base tenemos que poner la acción por delante, activar la voluntad política, trabajando con la gente, en función de los objetivos planteados.
Hay que discutir, hay que trabajar, hay que formarse. Tenemos que materializar con los colectivos, las comunas obreras, campesinas, estudiantiles, juveniles, profesionales y comunales, un plan de trabajo ético-político que abarque lo más próximo en función de concretar una estrategia revolucionaria que tenga al socialismo como horizonte, actuar de manera que seamos capaces de acabar con la vieja institucionalidad y avanzar en la construcción del Estado comunal, germen del socialismo.
“La gran política comprende las cuestiones vinculadas con la fundación de nuevos Estados, con la lucha para la destrucción, la defensa, la conservación de determinadas estructuras orgánicas económico-sociales. La pequeña política, las cuestiones parciales y cotidianas que se plantean en el interior de una estructura ya establecida por las luchas de preeminencia entre las diversas facciones de una misma clase política. Es por lo tanto gran política el tratar de excluir la gran política del ámbito interno de la vida estatal y reducir todo a pequeña política (…). Es, por el contrario, propio de diletantes plantear la cuestión de tal modo que todo elemento de pequeña política deba necesariamente convertirse en cuestión de gran política, de radical reorganización del Estado”. ANTONIO GRAMSCI, Cuadernos de la cárcel.
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Segunda tesis]
SEXTA TESIS
REDES y la materialización de las luchas Una revolución consiste en una transformación profunda de los modos que producen la vida. REDES somos un movimiento de movimientos, que aspira a ser parte de la corriente histórica de la revolución; apostamos al permanente ejercicio del Poder Constituyente y levantamos la consigna “El poder al pueblo” para el control directo de la producción y al territorio desde donde se ejerce la democracia directa. Creemos en la acumulación de fuerzas para que la multitud se haga visible en un proyecto hegemónico. Postulamos la necesidad de un complejo partidario de REDES de participación que haga posible el nuevo poder.
En este capítulo:
¿Qué es la revolución? REDES en instantáneas REDES, el partido en lo social REDES y la bisagra electoral Nuestra consigna, nuestra política
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Sexta tesis]
Infinidad de veces hemos escuchado a connotados dirigentes opositores y fascistas hablando de esta forma: “Nosotros, los venezolanos, el país, rechazamos la situación actual”, o “Chávez dejó de lado la agenda social para imponerle al país una agenda política”, o bien “Chávez dividió al pueblo venezolano”; y más, “Chávez sembró la violencia y el odio entre los venezolanos”. Enarbolando discursos fundados en la prepotencia excluyente y clasista más oscura. Recordamos entonces una proclama de Buenaventura Durruti, por allá al inicio de la Guerra Civil Española, cuando los franquistas pretendían secuestrar a su patria bajo el lema: “Rescate del sagrado pueblo español”; él les dijo: “Sí, en efecto, ustedes entienden sagrado todo aquello que les es útil. Todo aquello que ha sido acumulado, luego de haber sido expoliado a los campesinos y trabajadores. Entienden por pueblo al alto clero, a las cúpulas de empresarios y terratenientes, los que pretenden eternizarse en el control de todo lo contrario a la dignidad y al reconocimiento de los derechos colectivos de los humildes. Nosotros, porque, en efecto hay un ustedes y un nosotros, somos la España que ha sido excluida y postergada. Pero también, la que se ha insurreccionado, ha levantado la cabeza para no bajarla jamás, a menos que le sea cortada. Para ustedes hay una sola España, porque nunca reconocerán la vergüenza que implica la existencia de la otra”. El argumento de Durruti cabe en esta ocasión, como anillo a la medida, ante el discurso “unificador” de los dirigentes de la Venezuela de los privilegios puntofijistas. Los que consumieron para sus fines, durante décadas, la renta petrolera de todos; los que hicieron del país un paraíso para algunos, los que añoran los tiempos en que ser pobre no solo era una desgracia, sino también una vergüenza, porque desde el poder se les trataba con desprecio. Ellos, los arrogantes de siempre, los que creen que el pueblo es solamente una referencia estadística, hoy quieren mostrarse como una opción para el país, pacífica, legítima y verdadera. Pero esto choca con un problema, un escollo más sólido que la roca de un muro: Nosotros.
[Manifiesto por otra forma de poder 85]
“Si estamos en una revolución, ¿por qué no empiezan a darle el poder al pueblo y a los trabajadores? Conozco muchas empresas socialistas donde la forma de trabajo y modo de producción es la misma que en el capitalismo. El socialismo es poder directo y capacidad de decisión en manos del pueblo, reducción de la división técnica y jerárquica del trabajo”. JBarreto Desde REDES creemos que una revolución consiste en una transformación profunda de los modos que producen la vida. Para concebir revolución hemos pasado por varias preguntas. ¿Será que cuando Marx habló de revolución lo hizo simplemente porque quería construir un modelo analógico y lo que tenía más a mano era el maquinismo y la revolución industrial?, ¿será que Marx era tan ingenuo que pensó que la naturaleza de la transformación podía ser resumida en la explosión interior de un pistón que produce un movimiento de un eje que gira sobre sí mismo dando una vuelta de ciento ochenta grados?; ¿o será que Marx, agarrándose de esa metáfora, intenta construir unidad de movimiento?, ¿qué quiso decir Marx cuando dijo revolución?, ¿quiso describir la naturaleza de los cambios al interior de la sociedad capitalista a partir de la metáfora del maquinismo, u otra cosa?
La idea de revolución puede asimilarse a la de explosión e irrupción, producto de la síntesis de distintos mo-
¿Qué es la revolución?
vimientos. Más allá de la metáfora de la máquina que produce y más allá del proceso interior de la máquina, significa ruptura con un ciclo. Marx pretende conseguir en el movimiento y la irrupción frente al ciclo de acumulación, los puntos de quiebre, los momentos a partir de los cuales pueden producirse líneas de fuga que hagan posible la construcción de algo nuevo. Por eso, nos parece que tiene sentido y es sumamente necesario, para que otro mundo sea posible, seguir hablando de revolución. Una revolución niega y afirma desde el movimiento, pues prolifera en nuevas líneas de fuga. Esto lo vemos cada vez que las multitudes roban la calma al presente y desquician cualquier forma de buena conciencia. Los que apostamos a las resistencias, a la memoria que libera, a más de 500 años de luchas, a la emergencia insurgente de sus proclamas ante los obreros del mundo, sabemos que Marx es enormemente oportuno para una nueva interpelación al presente, como inspiración impugnadora, concretada en ocasiones políticas y en distintos disturbios del devenir.
[86
Sexta tesis]
REDES en instantáneas
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REDES somos una estructura para el encuentro y articulación de distintos movimientos sociales. No somos un partido en términos tradicionales. Nos impusimos la difícil tarea de ser un movimiento de movimientos en movimiento, esto implica romper con la vieja concepción jerárquica y burocrática del partido. En REDES creemos que la salida es la organización y articulación de la potencia de las multitudes en su infinito movimiento de empoderamiento constituyente.
Hemos levantado la consigna: El pueblo al poder, que no es otra cosa que la síntesis de nuestra política. Entendemos al poder como el espacio de la toma de decisiones y control de las políticas, los recursos y las acciones concretas. Entendemos por pueblo, una pluralidad heterogénea, es multitud en movimiento, es el conjunto de las capas y clases opuestas y enfrentadas al capital y sus lógicas. En REDES creemos que una política de acumulación de fuerza que restituya la potencia del poder constituyente permanente del pueblo es garantía de la hegemonía necesaria para profundizar el proceso revolucionario y hacerlo irreversible. El gran reto es construir una portentosa red de organizaciones sociales, partidos y movimientos de la multitud-pueblo, que cree un espacio común de objetivos y principios ético-políticos.
En REDES creemos que una revolución consiste en una transformación profunda de los modos que producen la vida. Para ello falta crear las nuevas instituciones de base que garanticen la democracia directa en lo económico y lo político, que solo se logra interviniendo a fondo los procesos productivos y poniéndolos hasta donde sea posible en manos del pueblo. Esta es la forma en que nosotros, el pueblo, debemos ejercer el poder en el socialismo. Es el movimiento de la multitud que se hace visible como proyecto hegemónico.
[Manifiesto por otra forma de poder 87]
“Decidimos crear un partido que se nutre de nuestra vida cotidiana, y luego evalúa el aspecto del socialismo de la mano de la conciencia y espíritu de la gente. El socialismo debe tocar la fibra de la subjetividad humana y no de un proyecto de arriba hacia abajo o que el Estado dé solo prebendas al pueblo”. JBarreto El quehacer político de REDES está enfocado hacia la orientación y canalización de la potencia de las prácticas revolucionarias que hoy surgen en el seno del pueblo. Esto significa, a su vez, reorientar el espolón de proa del partido hacia “los poderes creadores del pueblo”. Hay que extinguir el partidismo en la misma medida que surge un complejo partidario que tributa su esfuerzo en poder para el pueblo. La mayoría de los que integran este proyecto-movimiento, por ejemplo, deben ser entonces a su vez líderes populares, con inserción real y directa en el movimiento popular. El partido deberá ser la suma organizativa de las pasiones humanas y un intelectual colectivo que aprenda haciendo.
No pretendemos sustituir al movimiento popular ni dirigirlo imponiéndonos a su propio curso, debemos acompañarlo e impulsar sus múltiples formas organizativas, haciéndonos parte del proceso de crecimiento y maduración. El partido revolucionario, cualquiera que sea, es una parte que aspira a la totalidad,
REDES, el partido en lo social
pero la totalidad se estructura desde el bloque social, desde el complejo partidario que reposa en el poder directo del pueblo, en nuestro caso, organizado en consejos y comunas, en colectivos y movimientos sociales.
Pensamos que REDES no puede ser asumido desde una relación de propiedad, si así se asumiera la militancia el resultado será el sectarismo. También pensamos que el partido es instrumento en la conformación del bloque social histórico revolucionario, de lo contrario se convertiría en un fin en sí mismo, el partido se erigiría sólo como forma de acceder a las ventajas del poder del Estado, lo cual pervierte totalmente su papel y conformación.
Los movimientos sociales no pueden ser vistos como frentes o apéndices del partido y sus lógicas, sino como la sociedad que se hace a sí misma en el despliegue eterno y permanente de nuevas formas de existencia política, a partir de su poder constituyente como acontecimiento.
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Sexta tesis]
REDES y la bisagra electoral
“De las coyunturas electorales reconocemos la legitimidad que allí se produce, pero entendemos que eso no nos lleva directamente a la construcción de hegemonía”. JBarreto
En este contexto la vía electoral, considerada por muchos una ventana táctica, devino movimiento estratégico para la acumulación de fuerzas, el acceso al gobierno y la lucha por el poder. Lo electoral se ha convertido entonces, en cada momento, en suerte de bisagra que marca y periodiza cada momento y movimiento táctico. De manera que no podemos subestimar las coyunturas electorales, hasta que no logremos salir de la forma y la legitimidad que desde allí se produce. Lo electoral es un escenario y una forma de lucha que arroja un mapa cuantitativo de la fuerza acumulada por cada sector. Dota de legitimidad y permite el acceso a formas tradicionales de poder. Debemos participar y utilizar este escenario y esta forma de lucha, pero sin sustituir al proceso-movimiento y al poder popular, cayendo en la ilusión reformista que privilegian lo electoral por encima de otras áreas de acumulación. Ahora bien, el voto y una mayoría siempre precaria, temporal y circunstancial; no es una panacea que nos conduce directamente a la construcción hegemónica, ni a la construcción revolucionaria. Hace falta sobre todo, una nueva ontología ético-política que funde y cualifique una ciudadanía radical. Es decir, que sirva a la autoconstrucción que gestiona modos diversos de una también nueva subjetividad política.
La propuesta electoral revolucionaria no puede parecerse ni en la forma, ni en el contenido a las opciones tradicionales de la derecha. Esto significa un esfuerzo por superar lo subalterno a favor de lo programático y lo estratégico. Implica que aquellos finalmente encarnen el rostro y la voz, dentro de las reglas del juego de la representación, sean la síntesis de una tradición, una experiencia y un compromiso que garantiza la superación del momento representativo, a favor de cada vez más elevadas formas de democracia directa. Para que el pueblo deje de ser una ficción de la metafísica discursiva del ideario político burgués, éste tiene que ser construcción hegemónica. Para ello, lo electoral debe superar “el voluntarismo sustantivo”, que habla de pactos y alianzas que solo interesan a los cenáculos partidistas. Hay que entender que los pactos y las alianzas tienen que ser, en primer lugar, de carácter social, apuntando en la dirección de la unidad del pueblo, por encima de los intereses grupales o partidistas. Fundarse y postular la estrategia electoral desde allí, implica valorar la fuerza del trabajo local y en lo pequeño, llevado a cabo por comunidades y luchadores de calle.
[Manifiesto por otra forma de poder 89]
“Apostamos por un plan de economía productiva con metas y plazos, donde se produzca por ejemplo alimentos concentrados para animales, cabillas y acero. ¿Qué van hacer las Comunas y cómo pueden producir? Que no solo hagan torrenteras y escalinatas, sino que desarrollen una economía productiva con pequeñas y medianas empresas, y conviertan a Venezuela en un país de productores primarios y de la democracia directa. Es un esquema económico que va de la pequeña escala a mediana escala y que sumadas proyectan la gran escala económica”. JBarreto Hemos levantado la consigna: El pueblo al poder, que no es otra cosa que la síntesis de nuestra política.
Lo hemos desarrollado en otras secciones de este material, igual queremos porfiar un tanto en estos dos conceptos: pueblo y poder. “Pueblo” no es una magnitud estadística, que define a una población que ocupa un territorio; o un grupo humano que logra el consenso para fundar un estado burgués y que, en función de su representatividad política pública, decide a un gobierno. Tampoco es una entidad cerrada, idéntica a sí misma, culturalmente hablando, en oposición a otra igual en el sentido nacionalista; ni mucho menos una entidad homogénea y reconducible a la unidad. Para nosotros, “pueblo” es un momento, un estado de conciencia de la multitud, un momento de posición del sujeto, es pluralidad heterogénea, es multitud en movimiento, es el conjunto de las capas y clases opuestas y enfrentadas al capital y sus lógicas. Es un espacio humano que va más allá de la representación burguesa. Es el movimiento de la multitud que
Nuestra consigna, nuestra política
se hace visible como proyecto hegemónico. Suerte de cuerpo social que deviene bloque histórico. Repensar lo que entendemos por “pueblo”, nos invita también a encontrarnos con su movimiento en lo social y sus estados de lucha.
“Poder”, por otro lado, es el espacio de la toma de decisiones y control de las políticas, los recursos y las acciones concretas, así que el tema central de cualquier proceso de cambio está referido al poder y a la pregunta: ¿quién decide? Otra pregunta fundamental es: ¿para qué y para quién el poder? En la sociedad capitalista, la convivencia se resuelve con la imposición de hegemonía (manda el que tiene) homogeneizando los valores y criterios del mercado. Entonces para nosotros el problema no es cómo se accede al poder ni con quien se disputa su titularidad, sino cómo se enfrenta o no a esa hegemonía y a esa homogeneización, y qué somos capaces de construir. Esto también plantea revisar los liderazgos, la relación que entablan con el pueblo y a quien tributan sus acciones.
[90
Segunda tesis]
SÉPTIMA TESIS | EPÍLOGO
Todo el poder a los Consejos Manterial construido como propuesta al Presidente Maduro sobre los retos y oportunidades de los Consejos Presidenciales del Poder Popular. • Seamos audaces, tomemos la iniciativa dándole poder al pueblo • Los Consejos Presidenciales: más democracia y poder popular • El Pueblo-Presidente a la constitución
“Las revoluciones no se hacen, se organizan”. Lenin “Los consejos presidenciales son la fórmula de gobierno para la ofensiva socialista”. Presidente Nicolás Maduro
[92 Séptima tesis|Epílogo]
Esto es un fragmento de una carta que le envió Pedro Kropotkin a Lenin. Vladimir Lenin era todavía el líder de la Revolución Rusa y que lamentablemente murió poco después, en mayo de 1920. Voy a leerlo completo, es una página nada más. Me parece vital tomar esto como referencia de lo que comenzó a pasar en la Unión Soviética apenas inició la Revolución Rusa. Leo: “Sin la participación de fuerzas locales, sin una organización desde abajo de los campesinos y de los trabajadores por ellos mismos, es imposible el construir una nueva vida. [Fíjense la frase que usa el camarada Kropotkin, una nueva vida. ¿Cuál es esa nueva vida? El socialismo]. Pareció que los soviets iban a servir precisamente para cumplir esta función de crear una organización desde abajo. Pero Rusia se ha convertido en una República Soviética sólo de nombre. [1920. Eso comenzó mal, parece. Lo mismo dice el Che. Y lo que comienza mal se pueda corregir a tiempo. Pero ellos no corrigieron a tiempo. Detectar los males]. La influencia dirigente del ‘partido’ sobre la gente… [Vean que es“partido” entre comillas. No está hablando realmente de un partido sino de un partido falso], “partido” que está principalmente constituido por los recién llegados –pues los ideólogos comunistas están sobre todo en las grandes ciudades–, ha destruido ya la influencia y energía constructiva que tenían los soviets, esa promisoria institución. En el momento actual, son los comités del partido, y no los soviets, quienes llevan la dirección en Rusia. Y su organización sufre los defectos de toda organización burocrática. Para poder salir de este desorden mantenido, Rusia debe retomar todo el genio creativo de las fuerzas locales de cada comunidad, las que, según yo lo veo, pueden ser un factor en la construcción de la nueva vida. Y cuando más pronto la necesidad de retomar este camino sea comprendida, cuanto mejor será. La gente estará entonces dispuesta y gustosa a aceptar nuevas formas sociales de vida. Si la situación presente continúa, aun la palabra ‘socialismo’ será convertida en una maldición. Esto fue lo que pasó con la concepción de ‘igualdad’ en Francia durante los cuarenta años después de la dirección de los jacobinos.” Esto es un fragmento de la carta de Kropotkin a Lenin, ¡alertando! Murió Lenin y después vino Stalin. Vino el estalinismo y la burocratización de todo. HUGO CHÁVEZ, Aló Presidente Teórico, 11 de junio de 2009.
[Manifiesto por otra forma de poder 93]
Chávez llega al poder como expresión de la potencia de un movimiento multitudinario, diverso y heterogéneo que contenía distintos niveles de conciencia y descontento. Con lenguaje y propósito claro logró hilvanar un dispositivo ideológico capaz de convertirse en un sentimiento nacional, “voz de los que no tienen voz y rostro de los que no tienen rostro”, de allí el Chavismo insurge como visión que anuncia un poder transparente, con un liderazgo fuerte y transformador de cara a la gente. El Bolivarianismo, uno de los imaginarios mejor secularizados en El Pueblo, consigue paralelaje y actualización en el propio Chávez. Con las consignas: “Con Chávez manda el pueblo” y “Chávez, un sentimiento nacional”, se sintetizó lo afectivo-emotivo junto a lo nacional-popular como centro de la elaboración política del Chavismo. Desde entonces, el Chavismo es rostricidad de un sentimiento nacional (una subjetividad política) que se expresa más allá de los partidos. Que no puede ser contenida y sujetada a una sola nomenclatura. Dijera el maestro Derrida, “se trata de una subjetividad proliferante” y en términos de E. Balivar, un magma. De allí el surgimiento y la emergencia de tantos y tan diversos movimientos que bullen a borbotones reactivando el tejido social en una mezcla. Pero el Chavismo también va más allá de los Movimientos, pues logró instalarse en la dimensión espiritual del campo
Introducción
de representaciones ideológicas de toda una comunidad de habla. A diferencia de las ideologías tradicionales de la izquierda occidental, el Chavismo cruza otras fibras más allá de lo racional-instrumental y moviliza a distintas capas sociales, logrando la visión de clases desde el nacionalismo radical de izquierda, superando las viejas tesis ortodoxas. El Chavismo restituye la relación ético-política por encima de cualquier economicismo (Con hambre y sin empleo con Chávez me resteo, dice una consigna).
Por eso el llamado de Chávez a Constituyente, para “romper los nudos que nos encadenan al pasado” fue una línea de fuga, un cambio de época, un cambio de registro que no fue entendido por lo intelectuales cómodamente apoltronados en viejas concepciones. Se podría decir, que Chávez rediseña al sujeto político de la izquierda latinoamericana, porque baja hasta los sustratos profundos del mito fundacional de lo popular nacional. Chávez es entonces espesor simbólico que opera desde el territorio de la corporeidad, organizando el deseo desde las zonas a las que no llegan las palabras. Su naturaleza de clases es tan potente, que activa los miedos más ocultos y recónditos de las clases dominantes, quienes ven en Chávez una polaridad sin traducción ni mediación posible. De ahí su actualidad en tanto que “espíritu” de La Multitud.
[94 Séptima tesis|Epílogo]
El chavismo es, y debe seguir siendo, poco más que una subjetividad política. Es ante todo alteridad, redención y cambio. Es lo que llamaba E. Laclau una posición del sujeto y un momento de la subjetividad, entendiendo que El Sujeto es instante acontecimiento leído desde La Multitud. Cuando el multi-todo se mueve desencadena una potencia: El Poder Constituyente. Ese entusiasmo, esa potencia de existir y de actuar contenida en dicha subjetividad política, ¿cómo se hace poder? ¿Y si el sujeto es existencialidad pura en el tiempo, que existe en el tiempo y de allí logra su espacialidad, cómo consigue su realización y permanencia? Esas son las preguntas: ¿Cómo hacemos para prolongar el momento del sujeto que ha devenido en voluntad política, en voluntad colectiva? ¿Cómo sostenerla en el tiempo sin someterla y liquidarla; y como reactivarla si declina? ¿Cómo dar permanencia al movimiento transformador del Poder Constituyente, haciéndolo permanente? Acercarse a estos problemas y buscar respuestas es en sí mismo parte del quehacer revolucionario. Porque si la Revolución es permanente, entonces el movimiento del
Poder Constituyente también lo es. Repiten la frase pero no se detienen a pensar en cómo sería una institucionalidad que resuelva la contradicción entre lo constituyente y lo constituido, a favor de lo constituyente.
El presidente Chávez exploró varios caminos para darle cause político organizativo al desbordamiento popular de las multitudes (una dimensión social no estadística pues no cabe en la noción de número, porque no es matemática, sino del orden político y de la fuerza. Lo que Hegel llamaría dimensión inconmensurable, es decir una magnitud), y a la subjetividad política que se expresa como Chavismo. Todo esto, en el marco de una gran crisis mundial del partidismo y de las formas de representatividad.
Uno de esos intentos fue el MVR, organización que se definió a sí misma desde un comienzo, como un Movimiento de Movimientos. Otro ensayo fue el de los Círculos Bolivarianos, que se presentaban como fórmula para articular al chavismo mas allá de los partidos, una suerte de centro de Movimientos; después se plateó el Comando de la Revolución, para dotar al Movimiento de una dirección política amplia y heterogénea; así fue ensayando, hasta llegar el momento de la creación de un Partido que actuara como núcleo
El cauce y los caminos
Sin embargo, muchos revolucionarios se quedan atrapados al interior de la concepción doctrinalista del contractualismo liberal, que supone que el Poder Constituyente desaparece (convenientemente) con el acto formal de elegir una asamblea y refrendar una Constitución. De manera metafísica creen que se cierra el ciclo del auge desordenado de las masas y se resuelve el conflicto fundante de una sociedad estructuralmente escindida. Piensan que al crear el nuevo poder constituido, se abre paso a un largo período de institucionalización de los procesos que deja la gobernabilidad en manos de representantes, expertos y especialistas, surgiendo entonces una elite que se entroniza en el poder en nombre del Pueblo. La democracia occidental y todo el marco representativo es heredero de esta ideología instalada como programa corriendo y gobernando en las mentalidades.
[Manifiesto por otra forma de poder 95]
central del Chavismo. Es decir, el líder nunca se atascó estancándose de manera terca en una sola posibilidad político-organizativa. Apostaba a la permanente revitalización del Movimiento.
Un Partido no es la totalidad, es una parcialidad que aspira a la totalidad desde una dinámica cerrada, es decir lo que se conoce como lógica de Partido, desde donde se mira a la propia parcialidad como si se tratara de la totalidad; en esa lógica, desarrolla fines en sí mismo de carácter instrumental, que podrían entrar en contradicción con la generalidad del movimiento que le trasciende. Dejando fuera a estructuras y movimientos que por su naturaleza no se alinean al interior de un partido, pero que son parte integral del proceso como totalidad. Con la marcha del tiempo, Chávez reinterpreta el escenario de construcción organizativa, y una vez más, de manera audaz propone la creación de un lugar desde donde todo Partido o Movimiento del proceso se encuentre, y desde la heterogeneidad de la diferencia, construir las coincidencias de una Corriente Histórica para una nueva Hegemonía, un lugar para la totalidad, donde las distintas parcialidades puedan
expresarse y hacer la totalidad independientemente de su tamaño. Eso es el Gran Polo Patriótico. Para que los Partidos no frenen el ímpetu movimientario del Proceso, estos deben ser parte de una totalidad mayor, si no se es parte de un Movimiento mucho más grande, mucho más amplio, se habrá reducido la totalidad a una sola expresión y esto será el fin del Movimiento. Correríamos con la suerte de otros procesos, como lo ocurrido en el Bloque del Este. Llamar a la conformación del GPP retorna a la idea original del Chavismo como Movimiento de Movimientos.
Pero Chávez no se queda en este paso. Se lanza a la construcción de La Comuna, para reactivar el Poder Constituyente Originario, como punto de partida para la nueva institucionalidad, dúctil y permanentemente cambiante de una Revolución Permanente. Ayudando a resolver el
[96 Séptima tesis|Epílogo]
enigma: La Comuna no es el viejo Estado, no es El Partido o “los aliados” (aunque todos la impulsan), es el lugar de lo que Marx llamara el Movimiento real de las gentes y las cosas, el Movimiento de Movimientos. Tenemos que atacar la tesis que sostiene que el movimiento tiene un
solo partido hegemónico y que los demás movimientos son aliados que orbitan alrededor del centro como satélites. Aliado viene de “aliens”, es decir, extraño, extranjero. Este concepto entraña afirmación por exclusión y discriminación.
La idea del Presidente Maduro de afianzar el espacio del GPP por medio de los Consejos Presidenciales del Poder Popular, es un punto de avance que reactivará la potencia originaria del Poder Constituyente y se proyecta como el reencuentro con el pensamiento del Presidente Chávez. Esta medida le da continuidad y concreción a lo que Chávez llamó El Golpe de Timón.
El Pueblo-Presidente: Es pueblo constituyente. El pueblo se hace conductor de la política
Maduro y el Poder Popular
¿Cuál es la base o el fundamento de esto? Chávez solía repetir: Donde hay una necesidad hay un derecho, donde hay un derecho debe haber un Movimiento, donde hay un Movimiento deben estar los Partidos subsumidos en el Movimiento, empujando, proponiendo, acompañando, impulsando, coadyuvando sin
[Manifiesto por otra forma de poder 97]
tratar de secuestrarlo o dirigirlo a la fuerza. El Partido debe ser parte del Movimiento y no el Movimiento parte del Partido, porque apropiarse del Movimiento es liquidarlo y tratar de dirigirlo a la fuerza es vanguardismo, es confundir la necesidad con la voluntad y esta inversión termina abortando el derecho y disolviendo al Movimiento en los intereses de las vanguardias y del Partido. Como dicen en el Movimiento de Los Sin Tierra de Brasil: hay revolucionarios más interesados en construir un Partido, aunque sea sobre las ruinas del Movimiento, que en levantar al Movimiento para hacer la Revolución. Como resistencia a esta conducta surge la mentalidad anti-partido, y la reserva que mucha gente siente ante los dirigentes de Partido. Llegando al extremo de poner a la gente a escoger entre militar en un Partido, o ser parte del Movimiento Popular, como si se tratara de dos situaciones enfrentadas, yuxtapuestas y contradictorias.
Con el llamado a un GPP y a un El Golpe de Timón, Chávez se sale de la camisa de fuerzas que piensa que hay contradicción entre un Partido de masas y uno de cuadros, por ejemplo. Él piensa en el Movimiento de la Multitud y en su organización en términos gramscianos, un Movimiento contra-hegemónico que hace posible, desde su seno, prefigurar la hegemonía que soporta al nuevo Estado. Sabe que no hay contradicción entre la formación de un estado mayor y el surgimiento de formas inéditas de dirección colectivas y democráticas que apunten hacia también inéditas formas de poder, entiende que un GPP es un espacio en formación permanente, acuerdo, crítica y encuentro de los militantes revolucionarios, de los Chavistas, sean o no de Partidos, con esta decisión democratiza y resitúa el lugar de la política.
Por eso Chávez dice: “Chávez no soy yo”, porque Chávez es una fuerza que late en el corazón de un pueblo y desde allí, citando a Bolívar, llama a la unidad, a esa unidad desde abajo, la unidad del Pueblo y en torno a esta construcción todo lo demás. Ni gobierno partidista, ni gobierno de elites, ni pacto de gobernalibilidad entre cúpulas de partidos. Los Partidos son órganos de síntesis de la política e instrumentos motorizadores de los Movimientos que hacen la totalidad del Movimiento general. Comunidades al mando, no partidos dirigiendo comunidades. Desde esta concepción el
gobierno debe ser la expresión del bloque social histórico en el poder.
Por eso Chávez mantenía una permanente lucha contra el sectarismo y los grupalismos. El sectarismo es una de nuestras principales debilidades –decía Chávez–, que nuestras fallas y errores no sean excusa para la intriga, para las guerras intestinas. Que el enemigo no saque partido de nuestras miserias y debilite nuestra unidad. La crítica debe ser respetuosa, objetiva y oportuna; y debe ser procesada con altura para elevarnos por encima de nuestras diferencias.
Chávez piensa al Movimiento como estado de conciencia y suma de prácticas, fruto de un conflicto no resuelto, un movimiento contrahegemónico que cree la dualidad de poder o contrapoder que haga posible ir configurando, desde su seno, al nuevo Estado. La concepción de conflicto en Chávez, implica la atención a las contradicciones propias de la situación que genera el Movimiento. Por eso pensaba que a veces teníamos que estimular el conflicto. “Avanzar de conflicto en conflicto”, tal como hizo durante el golpe y el paro petrolero. Por eso, piensa un GPP, como lugar heterogéneo, como espacio de la diversidad, el lugar de los muchos lugares y de los distintos tiempos, el sitio donde se sintetiza y se visibiliza la complejidad del proceso de organización que el Pueblo se ha dado a sí mismo, para dirimir sus diferencias, para ejercer la crítica, para reactivar la potencia y construir la “potestas”. Es decir, el punto de partida para avanzar hacia una nueva legitimidad movimientista. Chávez imagina al GPP, como el deber ser de una máquina política productora de hegemonía, un espacio político que integra a todo el Chavismo, es decir, a la diversidad de corrientes, tendencias y liderazgos que expresan la parcialidad en una totalidad. Mientras la lógica del capital organiza confiscando, cosificando, petrificando, coagulando, gangrenando al Movimiento Popular en instituciones, en jerarquías y en funcionariados que expresan el monopolio de la fuerza y el uso vertical del poder; reproduciendo en los partidos, la sociedad, el estado y los movimientos, la división jerárquica del trabajo. Por eso, ante todo eso debe surgir una nueva lógica que se manifieste como flujo de relaciones, impulsada por lo que Gramsci llamaba la corriente histórica.
[98 Séptima tesis|Epílogo]
¿Seremos capaces de articular el poder de otra manera?: desconcentrándolo alrededor de un centro de mando democrático, distribuyéndolo, devolviéndole la soberanía a todos y cada uno de los ciudadanos en la medida y en el mismo movimiento en que se logra el paralelaje alrededor de una voluntad política común, para que así el poder se transforme en instrumento de construcción, no de coerción. Pensar el poder de esta manera significa también intervenir la lógica y la naturaleza de la forma-estado actual y sus relaciones de fuerza y de poder. ¿Será esto lo que el Presidente Maduro está planteando? Imaginamos que la convocatoria del Presidente Maduro a la reactivación del GPP, desde sus bases populares de Movimientos Sociales; y desde allí, su llamado a la creación de los Consejos Presidenciales (cuyas decisiones tienen rango ministerial, como ha anunciado), obedecen a la necesidad de salir del laberinto resituando las cosas, en sintonía con la intención original del pensamiento de Chávez. Gramsci decía que la Revolución redistribuía el poder tan democráticamente que ya no era posible pensar en el “Estado de los Poderes Separados” de Rousseau. Gramsci imaginaba una sociedad donde economía, política, cultura y guerra fueran recuperadas por una nueva dimensión política del poder que él llamaba La Sociedad. Fin del discurso burgués que sustituye sociedad por mercado y que separa sociedad política y sociedad civil, dos estancos escaños que en su interacción y tensión producen la opinión pública burguesa, punto de sutura que sustituye el conflicto orgánico por el mito de la sociedad idéntica a sí misma (Rancière), que dirime sus opiniones libremente en el espacio
público burgués. Este es el cemento ideológico desde donde se construyen las mayorías representativas del momento de opinión, que dirigirá al Estado. Gramsci pensaba que, por el contrario, se trata de la confrontación entre dos bloques históricos que genera una crisis orgánica, que sólo puede ser resuelta a favor de uno de los dos bloques. Y que aunque las elecciones logran paliar la tensión de la refriega, no resuelve el conflicto.
La burguesía imagina una sociedad civil que levanta una corriente de opinión pública que se hace dominante y desplaza a la fracción de clase en el control del Estado. Es decir, se hace sociedad política y luego, la anterior sociedad política que se hace sociedad civil, repitiéndose el ciclo al infinito. Es lo que llaman alteranabilidad. Ese perverso juego de inversión y de metamorfosis es la forma dominante del juego político de la sociedad del liberalismo burgués. Gramsci, por el contrario, creía que la democracia representativa y sus instituciones de mediación debían ceder el paso a los Consejos Obreros y a la Democracia Directa, solución de la crisis orgánica. Suponía que una Revolución restituía a los ciudadanos comunes el espacio para el gobierno de la sociedad toda, en un movimiento de unificación de lo civil y de lo político que la burguesía logró separar.
Para Gramsci lo social se constituye fundamentalmente desde el ámbito de la producción, porque sólo la producción genera riquezas. Es decir, el trabajo es el punto de partida que organiza a la sociedad alrededor de la riqueza producida. De manera que la democracia sólo será tal si es democracia directa ejercida desde las instancias de la producción, esto
[Manifiesto por otra forma de poder 99]
implica el fin de la democracia representativa. Dicho en términos de Gramsci: la producción, la fuerza y el consentimiento ya no se separan; sino que vuelven a los productores libremente asociados, que han sido expropiados de la riqueza que producen, de la capacidad de decidir y del uso legitimo de la fuerza. La lógica burguesa es la lógica del mercado, que organiza por fragmentación, concentra el poder y fracciona a la sociedad.
La lógica revolucionaria actúa al revés: organiza reconcentrando a la sociedad pero desconcentrando el poder. Entonces, entendemos la iniciativa de “El Pueblo-Presidente”, como la condición de posibilidad para recuperar la potencia del Poder Constituyente Originario de una Revolución Permanente. Un Gobierno del Movimiento, para pasar del Gobierno de calle, al Gobierno del Pueblo en la calle. Si es así, se ha creado el espacio estratégico que recoge el momento del sujeto para que “lo que tiene que morir termine de morir y lo que está por nacer termine de nacer”. Decía Foucault, que la historia es multiplicidad de devenires en donde sólo cristalizan las persistencias. Es histórico aquello que persiste mas allá de su tiempo. El conjunto de prácticas y de discursos que perseveran interpretando al movimiento de lo real. Es la suma de fragmentos y de hechos particulares que se hacen universales. Es lo que Bolívar llamaba la trascendencia histórica, es decir, lo que asciende en la historia. Como la llovizna que se convierte en aguacero y después en temporal. Por eso Chávez hablaba de no perder conciencia del tiempo histórico y, citando a Víctor Hugo, decía: “Nada más poderoso que la idea cuyo tiem-
po ha llegado”. Hay que tener la sensibilidad y la audacia para leer el tiempo histórico y cabalgarlo.
Es histórica aquella parcialidad que se totaliza y se hace universal, es decir, que se hace hegemónica en el momento de la conexión de aquello que hasta ahora no había tenido conexión. Por eso el GPP debe ser la síntesis conectiva de la persistencia del Movimiento, de aquello que cruza el tiempo histórico dándole permanencia y sentido al Proyecto Revolucionario. Cuando Rosa Luxemburgo decía: “El Movimiento lo es todo”, estaba hablando de la fisicalidad o materialidad de lo que hoy llamamos El Proceso. Un proceso no es más que la descripción de un movimiento. Es aquel lugar que conecta las distintas líneas de fuga, materializándolas en una subjetividad política que madura las condiciones objetivas. Un proceso es modo de territorialización del poder en cada intersticio de la vida secreta de las masas. Estamos en un momento de crisis y disyuntiva. O mandamos señales claras de profundización de la Revolución o ésta languidecerá en el estancamiento y sucumbiremos aplastados por las dificultades. Tenemos que poner en la calle una propuesta audaz y de carácter político (como hizo Chávez al llamar a Constituyente para salir de la crisis, pasándole por encima al reivindicacionismo economicista), alrededor de la cual se repoliticen los sectores más avanzados del Pueblo, para que arrastren tras de sí a las multitudes, a fin de atajar y desmontar el descontento. Una propuesta que sea leída en clave de salida alternativa a la crisis, desde el pueblo empoderado. Tenemos que demostrar que el descontento y la desesperanza conspiran contra nosotros mismos y nos paraliza,
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alentando y fortaleciendo a nuestros enemigos. Tenemos que elevar una propuesta que prenda en la gente y devuelva el entusiasmo y la mística. Una propuesta que amplíe los derechos y le dé referencia normativa a la organización revolucionaria del proceso, pues, siguiendo con Gramsci, la norma legal es la concreción material de un derecho o una exclusión. Una ley es la materialización del consenso en torno a un estado de la dominación que apunta en dirección de una construcción hegemónica. Necesitamos una suerte de brújula o piedra roseta programática sencilla, que sirva como bandera enarbolada por todos y fortalezca el liderazgo del Presidente Maduro, al mismo tiempo que enfrenta y derrota la matriz que intenta colocar a Maduro como dictador. ¿Qué dictador es aquel que desconcentra el poder y lo distribuye en su pueblo?
Esta iniciativa presentada por el Presidente, debe ser leída de este modo, potenciará los movimientos sociales para que abandonen los localismos, el reivindicacionismo y las relaciones clientelares, elevándose a espacios de poder. Así mismo, es evitará que las corrientes vacilantes tomen el control. Es la oportunidad para que los partidos abandonen el sectarismo y dejen de verse como parcelas que persiguen un poder que está fuera de la sociedad y del movimiento, conducta que sólo ayuda a la reificación del estado burgués. Si esto cuaja estaremos presenciando el surgimiento de un momento histórico, desde una transformación a fondo de las formas de producir política, estaríamos generando modos inéditos de democracia participativa, que comenzará la batalla a fondo para la transformación del estado y de la economía.
A partir de estos Consejos Presidenciales debe ir surgiendo una economía popular planificada que atienda necesidades y combata con producción la escasez y los altos precios. Debe irse instalando un nuevo modo de producir basado en la solidaridad eficiente y rentable. Debe surgir un modelo económico de pequeña y mediana escala, que vaya juntándose y complementándose hasta completar en algunos casos la integración vertical y la gran escala. Como ocurre con sectores de la agroindustria europea, especialmente la vinícola, la producción de mostaza, quesos, whisky, embutidos, y muchas otras variedades y líneas de producción. Con la diferencia cualitativa de que nuestro proceso parte de la fibra nerviosa más íntima de nuestra sociedad: El Movimiento Popular. Si a
este proceso de empoderamiento económico, lo dotamos de un instrumento financiero administrado directamente por los movimientos mejor constituidos, con la participación del Estado, estaremos dando un salto cualitativo sin precedentes que pueden disparar nuestra economía diversificándola de abajo hacia arriba en un lapso de tiempo muy pequeño, alejándonos de una crisis que se abrirá como oportunidad.
El modelo económico del Pueblo-Presidente
Es importante entonces, que se creen experienciarios, bolsones productivos del poder popular, Zonas Especiales de Desarrollo Económico del Poder Popular, potenciando todas aquellas experiencias socio-productivas exitosas y, ya en marcha, que existen a todo lo largo y ancho de nuestra geografía y forman parte de la reserva ético-política de nuestro
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pueblo, que contra viento y marea, trata de apuntalar un nuevo modo de producción. Por ejemplo, estimulando la producción artesanal del Cocuy de Penca, bebida ancestral de nuestros Pueblos Aborígenes que ha llegado hasta nuestros días a pesar de prohibiciones y persecuciones. Si le inyectamos recursos, tecnología y apoyo financiero a estas industrias artesanales de carácter familiar, podría surgir una gran industria, que desde la pequeña escala haga la mediana escala y, de allí, a una embotelladora y distribuidora de carácter mixto entre los productores directos y el Estado, a fin de crear marcas que sean competitivas en el mercado nacional e internacional. Esto crearía una ley de protección y estímulo a la producción del Cocuy. Los cubanos han dado muestra de que esto se puede lograr en el corto plazo, tal cual hicieron con las marcas de ron Bacardi y Habana Club los primeros años de la Revolución Cubana. En el mismo sentido , potenciar experiencias exitosas que deben ser masificadas, como la de los camaradas del Municipio Jacura, en el estado Falcón
quienes crearon una planta productora de detergentes, y hoy están produciendo 5 productos: cloro, cera, suavizante, lavaplatos y desinfectantes, en una cantidad de 30 mil litros mensuales por cada uno de estos productos, abasteciendo a los sectores populares con mercancía de alta calidad a bajo costo y beneficiando a su vez a los productores directos. El gobierno debe hacer bandera de estos productos, para mostrar un camino y una salida organizada a la crisis y para demostrar que el Poder Popular es una alternativa viable a la solución de los problemas.
Por eso estamos planteando darle piso y consistencia legal y constitucional a los Consejos Presidenciales del Poder Popular, por la vía de una enmienda constitucional. Así, esta iniciativa dejará de ser coyuntural y pasará a ser una política estratégica en la construcción del nuevo Estado. Debemos lograr dar un gran salto tal cual lo hizo Chávez cuando se planteó las Misiones. Un momento que abrió una brecha entre la vieja y tradicional forma de abordar y resolver
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los problemas desde la vieja estructura del Estado tradicional. Será un nuevo episodio y una nueva batalla a ganar que se convertirá en ejemplo para América y el Mundo.
Tenemos que abrir un amplio debate sobre la necesidad de un salto cualitativo en las relaciones de poder y en la alteración del orden actual. Lo cual significaría poner las cosas en su real dimensión para desenmascarar a los enemigos de la democracia directa del Pueblo. Señalaría con claridad quiénes son los amigos y quiénes son los enemigos del Pueblo. Este debe ser el marco y el contexto del debate que oriente el proceso electoral para la escogencia de diputados, esta debe ser la bandera que nos permita tomar la iniciativa desde un discurso audaz de democracia y poder directo en manos del Pueblo; porque en tiempos de Revolución, la guerra económica y política se gana dándole poder al Pueblo. Nosotros enarbolemos este estandarte para darle profundidad al debate político nacional. Habría que pensar si es el momento de hacer vinculante las decisiones de estos Consejos con las políticas locales y regionales. Debemos explicar que no se trata tan sólo de una iniciativa política. Es ante todo, una resignificación del momento político. La construcción de una línea unificadora capaz de romper con la inercia, dotando al movimiento de un centro de acción. Se trata también de un nuevo modelo económico que
descansará fundamentalmente en las manos del “Pueblo Productor” logrando riqueza colectiva y mejor calidad de vida. Que se trata de un “sacudón” de todo el ordenamiento jurídico, político y económico de la sociedad como salida a una crisis que es estructural y orgánica. Pensamos que la idea de un Pueblo-Presidente debe ser manejada permanentemente y servir de base a toda campaña. Nicolás Maquiavelo trabajaba su pensamiento desde categorías asociadas a divinidades griegas, decía que la audacia es un cristal que nos permite ver a la diosa oportunidad, a veces invisible para cualquiera, hay un refrán que dice: “la oportunidad la pintan calva y pasa rápido”. Esta idea nos viene de la edad media. La Diosa Oportunidad era una bella mujer calva con largas trenzas en la parte de atrás de su cabeza. Se movía tan rápido que apenas si podíamos verla, por eso había que estar muy pendiente del paso de la oportunidad para estirar rápidamente y de manera audaz las manos y hacerse de las trenzas, porque como todos saben la oportunidad nos lleva a la fortuna. No perdamos esta nueva oportunidad, coronemos con éxito el año entrante iniciando una etapa que abra las puertas del porvenir a la Revolución Bolivariana: la etapa de la consolidación definitiva del Poder Popular y la Democracia Directa.